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Sobre LA ESCUCHA ESPRITUAL

La conversión pastoral es esencial para que las comunidades cristianas se conviertan en centros de encuentro con Cristo y respondan a las necesidades del mundo actual. La parroquia debe adaptarse a la movilidad y cultura digital contemporáneas, promoviendo un nuevo discernimiento comunitario y una evangelización activa. Es crucial que la comunidad parroquial se renueve en su misión, integrando la iniciación cristiana y fomentando relaciones humanas significativas para enfrentar los desafíos actuales.

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Sobre LA ESCUCHA ESPRITUAL

La conversión pastoral es esencial para que las comunidades cristianas se conviertan en centros de encuentro con Cristo y respondan a las necesidades del mundo actual. La parroquia debe adaptarse a la movilidad y cultura digital contemporáneas, promoviendo un nuevo discernimiento comunitario y una evangelización activa. Es crucial que la comunidad parroquial se renueve en su misión, integrando la iniciación cristiana y fomentando relaciones humanas significativas para enfrentar los desafíos actuales.

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TEXTOS PARA LA ESCUCHA ESPRITUAL

Instrucción “La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión


evangelizadora de la Iglesia” a cargo de la Congregación para el Clero, 20.07.2020

TEXTO 1
La conversión pastoral es uno de los temas fundamentales en la “nueva etapa evangelizadora” que hoy la Iglesia
está llamada a promover, para que las comunidades cristianas sean centros que impulsen cada vez más el
encuentro con Cristo.

Por ello, el Santo Padre indica: «Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que
tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una
comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos,
espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las
normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera
hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: “¡Dadles vosotros de comer!” (Mc 6,37).

Es impensable, por tanto, que tal novedad, cuya difusión hasta los confines del mundo aún no ha sido
completada, se desvanezca o, peor aún, se disuelva. Para que el camino de la Palabra continúe, se requiere que
en las comunidades cristianas se adopte una decidida opción misionera, «capaz de transformarlo todo, para
que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce
adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación».

TEXTO 2
Esta conversión misionera, que conduce naturalmente también a una reforma de las estructuras, implica en
modo particular a la parroquia, comunidad convocada en torno a la Mesa de la Palabra y de la Eucaristía. Desde
su surgimiento, por tanto, la parroquia se plantea como respuesta a una precisa exigencia pastoral: acercar el
Evangelio al pueblo a través del anuncio de la fe y de la celebración de los sacramentos. La configuración
territorial de la parroquia, sin embargo, hoy está llamada a confrontarse con una característica peculiar del
mundo contemporáneo, en el cual la creciente movilidad y la cultura digital han dilatado los confines de la
existencia.

La parroquia, como comunidad viva de creyentes, está inserta en este contexto, en el cual el vínculo con el
territorio tiende a ser siempre menos perceptible, los lugares de pertenencia se multiplican y las relaciones
interpersonales corren el riesgo de disolverse en el mundo virtual, sin compromiso ni responsabilidad hacia el
propio contexto relacional. Hoy se advierte que tales variaciones culturales y la cambiante relación con el
territorio están promoviendo en la Iglesia, gracias a la presencia del Espíritu Santo, un nuevo discernimiento
comunitario, «que consiste en el ver la realidad con los ojos de Dios, en la óptica de la unidad y de la comunión».
Es, por ello, urgente involucrar a todo el Pueblo de Dios en el esfuerzo de acoger la invitación del Espíritu, para
llevar a cabo procesos de “rejuvenecimiento” del rostro de la Iglesia.

TEXTO 3
Para promover la centralidad de la presencia misionera de la comunidad cristiana en el mundo, es importante
replantear no solo una nueva experiencia de parroquia, sino también, en ella, el ministerio y la misión de los
sacerdotes, que, junto con los fieles laicos, tienen la tarea de ser “sal y luz del mundo” (cfr. Mt 5, 13-14), “lámpara
sobre el candelero” (cfr. Mc 4, 21), mostrando el rostro de una comunidad evangelizadora, capaz de una
adecuada lectura de los signos de los tiempos, que genera un testimonio coherente de vida evangélica. A partir
precisamente de la consideración de los signos de los tiempos, a la escucha del Espíritu es necesario también
generar nuevos signos: habiendo dejado de ser, como en el pasado, el lugar primario de reunión y de
sociabilidad, la parroquia está llamada a encontrar otras modalidades de cercanía y de proximidad respecto a
las formas habituales de vida. Esta tarea no constituye una carga a soportar, sino un desafío para ser acogido
con entusiasmo.

Los discípulos del Señor, siguiendo a su Maestro, en la escuela de los Santos y de los Pastores, han aprendido,
a veces a través de duras experiencias, a saber esperar los tiempos y los modos de Dios, a alimentar la certeza
que Él está siempre presente hasta el final de la historia, y que el Espíritu Santo – corazón que hace latir la vida
de la Iglesia – reúne los hijos de Dios dispersos por el mundo. Por eso, la comunidad cristiana no debe tener
temor a iniciar y acompañar procesos dentro de un territorio en el que habitan culturas diversas, con la confiada
certeza que para los discípulos de Cristo «nada hay genuinamente humano que no encuentre eco en su corazón»

TEXTO 4
La parroquia algunas veces, a pesar de su generoso esfuerzo, no consigue responder adecuadamente a muchas
de las expectativas de los fieles, especialmente si se consideran los múltiples tipos de comunidad existentes.
Es verdad que una característica de la parroquia es su radicación allí donde cada uno vive cotidianamente. Sin
embargo, especialmente hoy, el territorio ya no es solo un espacio geográficamente delimitado, sino el contexto
donde cada uno desarrolla su propia vida, conformada por relaciones, servicio recíproco y antiguas tradiciones.
Es en este “territorio existencial” donde se juega por completo el desafío de la Iglesia en medio de la comunidad.

Además, la mera repetición de actividades sin incidencia en la vida de las personas concretas resulta un intento
estéril de supervivencia, a menudo acogido con una general indiferencia. Si no vive del dinamismo espiritual
propio de la evangelización, la parroquia corre el riesgo de hacerse autorreferencial y de esclerotizarse,
proponiendo experiencias desprovistas de sabor evangélico y de impulso misionero, tal vez destinadas solo a
pequeños grupos.

La renovación de la evangelización requiere nuevas tareas y propuestas pastorales diversificadas, para que la
Palabra de Dios y la vida sacramental puedan alcanzar a todos, de manera coherente con el estado de vida de
cada uno. De hecho, hoy la pertenencia eclesial prescinde cada vez más del lugar donde los fieles han nacido o
se han criado, y se orienta más bien hacia una comunidad de adopción, donde estos hacen una experiencia más
amplia del Pueblo de Dios, de un cuerpo que se articula en muchos miembros, donde cada uno obra para el bien
de todo el organismo (cfr. 1 Cor 12, 12-27).

TEXTO 5
La comunidad parroquial es el contexto humano donde se realiza la acción evangelizadora de la Iglesia, se
celebran los sacramentos y se vive la caridad, en un dinamismo misionero que – además de ser un elemento
intrínseco de la acción pastoral – llega a ser el criterio de verificación de su autenticidad. En la hora presente,
caracterizada a veces por situaciones de marginación y soledad, la comunidad parroquial está llamada a ser
signo vivo de la cercanía de Cristo, a través de una red de relaciones fraternas, proyectadas hacia las nuevas
formas de pobreza.

Sobre la base de lo dicho hasta ahora, es necesario identificar perspectivas que permitan la renovación de las
estructuras parroquiales “tradicionales” en clave misionera. Este es el corazón de la deseada conversión
pastoral, que debe afectar al anuncio de la Palabra de Dios, la vida sacramental y el testimonio de la caridad;
esto es, a los ámbitos esenciales en los que la parroquia crece y se conforma con el Misterio en el que cree.

TEXTO 6
La Iglesia advierte la necesidad de redescubrir la iniciación cristiana, que genera una nueva vida, porque se
inserta en el misterio de la vida misma de Dios. Es un camino que no tiene interrupción, ni está vinculado solo a
celebraciones o a eventos, porque no se ciñe principalmente al deber de realizar un “rito de paso”, sino
únicamente a la perspectiva del permanente seguimiento de Cristo. En este contexto, puede ser útil establecer
itinerarios mistagógicos que realmente afecten a la existencia. La catequesis también deberá presentarse como
un anuncio continuo del Misterio de Cristo, para hacer crecer en el corazón de los bautizados la estatura de
Cristo (cfr. Ef 4, 13), a través de un encuentro personal con el Señor de la vida.

En el misterioso entrelazarse de la acción de Dios y la del ser humano, la proclamación del Evangelio se lleva a
cabo a través de hombres y mujeres que hacen creíble con su vida lo que anuncian, en una red de relaciones
interpersonales que generan confianza y esperanza. En el período actual, a menudo marcado por la indiferencia,
el aislamiento del individuo en sí mismo y el rechazo de los demás, el redescubrimiento de la fraternidad es
fundamental, ya que la evangelización está estrechamente vinculada a la calidad de las relaciones humanas.
Así, la comunidad cristiana hace suya la palabra de Jesús, que impulsa a «remar mar adentro» (Lc 5, 4), en la
confianza de que la invitación del Maestro a echar las redes le garantiza la certeza de una “pesca abundante”.

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