CAPÍTULO VIII
TRATAMIENTO DE LA PERSONALIDAD NARCISISTA
En el presente capítulo me ocuparé de la etiología, el diagnós·
tico, el pronóstico y algunos factores del tratamiento de pacientes
de personalidad narcisista; mi propósito no es agotar el tema, sino
arrojar nueva luz sobre detenninados aspectos. Enfocaré fundamen-
talmente el problema clínico del narcisismo y la etiología del narci-
sismo patológico desde el punto de vista metapsicológico, ya que el
tema general de la teoría del narcisismo en psicoanálisis será exa-
minado en el capítulo X.
Sugerí en el capítulo I que narcisismo es Un término descriptivo
del que se ha hecho uso y abuso; pero existe un grupo de pacientes
cuyo principal problema radica en un desequilibrio de su autoapre.
ciaci6n relacionado con perturbaciones específicas de sus vínculos
objetales y a quienes se podría ver como un cultivo casi puro de
narcisismo patológico. Es para estos pacientes que reservaría la deno-
minación de personalidades narcisistas. En un plano superficial, no
exhiben desórdenes serios de conducta; su comportamiento social
suele ser satisfactorio y el control sobre su,s impulsos es en general
más eficaz que en las personalidades infantiles.
Las interacciones de estos pacientes con otras personas están
referidas a sí mismos en medida inusual; sienten gran necesidad de
ser amados y admirados y presentan una curiosa contradicción entre
un concepto muy elevado de sí mismos y una desmedida necesidad
de homenaje por parte de los demás. Su vida emocional carece de
hondura; experimentan escasa empatía hacia los sentimientos de otras
personas; disfrutan poco de la vida, más allá del tributo que reciben
de los demás y de sus propias fantasías grandiosas; caen en el
desasosiego y el hastío cuando el brillo externo se desvanece y no
encuentran nuevas fuentes para alimentar su autoestima. Sienten
envidia hacia los demás; tienden a idealizar a las personas de quienes
esperan una gratificaci6n de su narcisismo y a desvalorizar y despre-
ciar a aquellos de quienes ya nada esperan (muchas veces sus anti·
guos fdolos). En general, sus relaciones con otras personas son neta-
mente explotadoras y a veces parasitarias. Es como si sintieran tener
206 OTTO F. KERNBERG
derecho a controlar y poseer a los demás y a explotarlos sin culpa;
detrás de una fachada de encanto y simpatía se llega a percibir su
naturaleza fría y despiadada. La gran necesidad de estos pacientes
de recibir el tributo y la adoración de los demás lleva muchas veces
a decir que dependen de otras personas, pero en un nivel más pro-
fundo son incapaces de depender verdaderamente de nadie debido a
la desconfianza y el desprecio que sienten hacia los demás.
La indagación analítica revela a menudo que su comportamiento
altivo, grandioso y controlador es una defensa contra rasgos para-
noides vinculados por la proyección de la rabia oral, componente
esencial de su psicopatología. En un plano superficial, se observa en
estos pacientes una notable carencia de relaciones objetales; en un
nivel más profundo, sus interacciones reflejan relaciones objetales
internalizadas muy intensas, primitivas y de naturaleza atemorizante,
y su incapacidad de depender de sus objetos buenos intemalizados.
La personalidad antisocial constituye un subgrupo de la personalidad
narcisista; presenta las características ya mencionadas, a las que se
agrega una severa patología superyoica.
L~s rasgos sobresalientes de las personalidades narcisistas son
la grandiosidad, la exagerada centralización en sí mismos y una nota 4
ble falta de interés y empatía hacia los demás, no obstante la avidez
con que buscan su tributo y admiración. Sienten gran envidia hacia
aquellos que poseen algo que ellos no tienen o que simplemente
parecen disfrutar de sus vidas. No sólo les falta profundidad emo-
cional y capacidad para comprender las complejas emociones de los
demás, sino que además sus propios sentimientos carecen de di-
ferenciación, encendiéndose en rápidos destellos para dispersarse
inmediatamente. En particular, son incapaces de experimentar autén-
ticos sentimientos de tristeza, duelo, anhelo y reacciones depresivas,
siendo esta última carencia una característica básica de sus perso-
nalidades. Cuando se sienten abandonados o defraudados por otras
personas, suelen exhibir una respuesta aparentemente depresiva
pero que, examinada con mayor detenimiento, resulta ser de enojo y
resentimiento cargado de deseos de venganza, y no verdadera tristeza
por la pérdida de una persona que apreciaban.
Algunos pacientes de personalidad narcisista presentan fuertes
sentimientos conscientes de inseguridad e inferioridad, que en oca·
siones alternan con sentimientos de grandeza y fantasías omnipo-
tentes (lO). Otras veces, las fantasías inconscientes de omnipotencia
y grandiosidad narcisista recién emergen a la superficie después de
algún tiempo de análisis. La presencia de contradicciones extremas
en su concepto de sí mismos es a menudo la primera evidencia clínica
de su severa patología yoica y superyoica, oculta tras la fachada de
un buen funcionamiento social.
La organización defensiva de estos pacientes es bastante similar
a la de las personalidades fronterizas en general. Predominan en ellos
los mecanismos de defensa nrimitivos, como la disociación. I~ nega-
TRATAMIENTO DE LA PERSONALIDAD N¡\RCISISTA 207
ción, la identificación proyectiva, la omnipotencia y la idealización
primitiva. También presentan los intensos y primitivos conflictos
vinculados con la agresión oral que son característicos de los pa·
cientes fronterizos. Lo que distingue a muchos individuos narcisistas
del paciente fronterizo corriente es su funcionamiento social relati-
vamente bueno, su mejor control sobre los impUlSOS y lo que puede
ser descrito como capacidad "seudasublimatoria", es decir la capa-
cidad de operar de manera activa y coherente en determinadas áreas,
que les permite satisfacer en parte sus ambiciones de grandeza y
obtener la admiración de los demás. Muchos de estos pacientes po-
seen un alto grado de inteligencia y desempeñan labores creativas en
sus respectivos campos de acción; suelen ser figuras destacadas
en el mundo industrial. académico o artístico. Sin embargo, la obser-
vación detenida y prolongada pone de manifiesto lo superficial y
veleidoso de su desempeño, y una falta de hondura que revela la
futilidad disimulada por el brillo externo. Muchas veces estos pa-
cientes son los genios "prometedores" que después sorprenden a los
demás por la banalidad de sus logros. Su capacidad de controlarse
en situaciones angustiantes impresiona a primera vista como una
buena tolerancia a la ansiedad; sin embargo, la indagación analítica
demuestra que obtienen esta tolerancia a costa de incrementar sus
fantasías narcisistas y de retraerse en un "espléndido aislamiento".
En otras palabras. su tolerancia a la ansiedad no refleja una auténtica
capacidad de avenirse a una realidad perturbadora.
En síntesis, el funcionamiento superficial de la personalidad
narcisista es muy superior al del paciente fronterizo corriente; de
ahí que su propensión a la regresión -que en el curso del trata-
miento psicoanalítico puede llegar incluso al nivel psicótico-- suele
constituir una verdadera sorpresa para el analista.
c.acterfstk:. etIol6gicn y din'mtc••
Una primera tentativa de clasificar el carácter narcisista como
una forma de tipo libidinal (5) no logró aceptación general por las
razones mencionadas por Fenichel (3). Van der Waals (19) esclareció
el tema del unarcisismo patológico" al señalar que no refleja plena-
mente una fijación a las tempranas etapas narcisistas del desarrollo
y la ausencia de la normal evolución hacia el amor objetal, sino que
está caracterizado por el desarrollo simultáneo de formas patológicas
de amor a sf mismo y formas patológicas de amor objetal. Según
van der Waals. asf como el narcisismo normal se desarrolla al mis-
mo tiempo que las relaciones objetales normales, el narcisismo pa·
tológico se desarrolla simultáneamente con relaciones objetales
patológicas. Este autor señaló también que la comprensión del nar·
cisismo patológico se ha visto obstacuHzada por el hecho de que en
la bibliografía psicoanalítica los problemas c1fnicos del narcisismo
208 OTTO .... KER"'-IIERG
aparecen entremezclados con el tema del narcisismo como problema
metapsicológico.
Jacobson (6) aclaró la relación entre regresión psicótica por
una parte, y por la otra la refusión defensiva de las primitivas repre·
sentaciones de sí mismo y de los objetos. Según ella, en las más
tempranas etapas del desarrollo de un individuo, cuando las imáge-
nes de sí mismo ya han llegado a diferenciarse de las objetales,
contribuyendo así al desarrollo de la prueba de realidad y de los
limites yoicos, las frustraciones extremadamente graves en la rda-
ción con primitivos objetos significativos pueden producir una peli-
grosa refusión de dichas imágenes, mecanismo que permite que el
individuo evada el conflicto entre la necesidad que tiene del objeto
externo y el temor que éste le inspira. En esas circunstancias puede
tener lugar un desvanecimiento de los límites yoicos y una pérdida
de la prueba de realidad, o sea una regresión psicótica. Esto no
ocurre en las personalidades narcisistas, que conservan su prueba
de realidad y cuyos límites yoicqs son estables. A. Reich (10) sugirió
que en las personalidades narcisistas se produce una fusión regresiva
entre el sí-mismo y un primitivo ideal del yo.
Por mi parte, considero que en la personalidad narcisista tiene
lugar una refusión de las imágenes internalizadas de sí mismo y de
los objetos en una etapa del desarrollo en que los límites yoicos ya
están estabilizados. En ese momento y a modo de defensa contra
una realidad intolerable en el campo interpersonal se produce una
fusión de las imágenes del sí-mismo ideal, del objeto ideal y del sí-
mismo real, junto con la desvalorización y destrucción tanto de las
imágenes objetales como de los objetos externos. En sus fantasías,
estos pacientes se identifican con las imágenes ideales de sí mismos,
para negar la normal dependencia de los objetos externos y de las
representaciones internalizadas de éstos. Es como si se dijeran: "Ya
no es necesario que tema ser rechazado por no estar a la altura del
ideal de mí mismo, que por sí solo me permite ser amado por la
persona ideal que imagino me amaría. Esa persona ideal, mi imagen
ideal de esa persona y mi propia persona real somos uno, y mejor que
la persona ideal que yo deseaba que me amara: por lo tanto ya no
necesito de nadie más". En otras palabras, la normal tensión entl'e
el sí-mismo real por una parte, y el sí-mismo ideal y el objeto ideal
por la otra, queda eliminada por la constitución de un concepto in-
flado de sí mismo, en cuyo contexto el sí mismo real, el sí mismo
ideal y el objeto ideal se confunden. Al mismo tiempo, los remanentes
de las propias imágenes inaceptables son reprimidos y proyectados
en los objetos externos, que son desvalorizados. Este proceso con-
trasta con la normal diferenciación entre las imágenes ideale~ de sí
mismo y las imágenes objetales ideales que representan demandas
internalizadas de los objetos y la gratificación obtenida de éstos en
caso de que esas demandas sean satisfechas. El superyó normal inte~
gra las imágenes ideales de sí mismo y de los objetos; la tensión
TRH\\IIE~ro DE LA PEKSON¡\UDAD NARCISISTA 209
entre esas imágenes ideales integradas y las imágenes reales de sí
mismo se transforma en tensión entre el yo y el superyó. En los
pacientes narcisistas, por el contrario, la patológica fusión entre las
imágenes del sí-mismo ideal, del objeto ideal y del sí-mismo real
impide esa integración del superyó, debido a que el carácter irreal
del proceso de idealización obstaculiza la condensación de las imá-
genes idealizadas con las demandas parentales reales y con los pre-
cursores superyoicos de origen agresivo. Asimismo, las imágenes
reaies de sí mismo, que son parte de la estructura yoica, están ahora
condensadas con precursores del superyó y por lo tanto interfieren
con la normal diferenciación entre superyó y yo. Si bien algunos
componentes superyoicos, como por ejemplo las prohibiciones paren-
tales, están internalizadas, conservan no obstante características pri-
mitivas, agresivas y distorsionantes, debido a que no están integrados
con los aspectos amorosos del superyó que normalmente derivan de
las imágenes ideales de sí mismo y de los objetos y que en estos
pacientes están ausentes (15). La integración con otros precursores
superyoicos es tan escasa que los aspectos más agresivos y primitivos
del superyó son fácilmente reproyectados bajo la forma de proyec-
ciones paranoides. Importa destacar que la naturaleza agresiva y
primitiva del superyó del paciente narcisista deriva en última ins-
tancia del carácter netamente oral agresivo de sus fijaciones. Es
típico de estos pacientes adaptarse a las exigencias morales de su
entorno, porque de no hacerlo temen ser atacados y, -además, porque
este sometimiento representa para ellos el precio a pagar por la
gloria y la admiración. Sin embargo, es frecuente que pacientes de
este tipo que nunca presentaron evidencia de comportamiento anti-
social se consideran a sí mismos deshonestos y capaces de verse
envueltos en actividades antisociales "si sólo tuvieran la seguridad
de salir bien parados". Es obvio agregar que también consideran a
los demás deshonestos e indignos de confianza, o bien confiables
sólo en la medida en que las presiones externas los obliguen a serlo.
Naturalmente, este concepto de sí mismos y de los otros adquiere
gran importancia en la transferencia.
Una de las consecuencias de la fusión defensiva de imágenes del
sí mismo ideal, del objeto ideal y del sí mismo real es la desvalori-
zación y la destrucción no sólo de los objetos externos, sino también
de las imágenes objetales intemalizadas. En realidad, este proceso
nunca llega tan lejos como para que no existan representaciones
internas de objetos externos, ya que probablemente sería imposible
vivir en tales condiciones. El deseo de ser admirado y amado por
las demás personas hace necesario que esas personas estén por lo
menos en cierta medida "vivas", tanto en el plano interno como en el
externo. Los remanentes de las representaciones objetales internali-
zadas adquieren las características de personas reales, pero desdibu-
jadas y desprovistas de vida. Esta manera de percibir a los demás,
Sobre todo a las personas que no están idealizadas, como sombras
210 OTTO F. KERNBERG
sin vida o marionetas, es relativamente frecuente en estos pacientes.
Las personas idealizadas de las que parecen ..depender" resultan ser
por 10 general una proyección de la concepción grandiosa que tienen
de sí mismos. El mundo interno de los individuos narcisistas parece
estar poblado únicamente por representantes idealizados de sí mis-
mos, por "sombras" de los demás y --como veremos más adelante-
por temidos enemigos. Las relaciones del paciente narcisista con los
demás tienen fines puramente explotadores, como si estuviera "ex-
primiendo un limón y arrojando después la cáscara vacía": para él,
las otras personas poseen en su interior algo que él tiene que extraer,
o bien ya han sido vaciadas y por lo tanto carecen de valor. Pero
estos desdibujados objetos externos suelen aparecer repentinamente
investidos de peligrosos poderes, cuando el paciente proyecta en ellos
las primitivas características de su superyó y de sus propias tenden-
cias explotadoras. De altí que su actitud hacia los demás puede
reflejar desvalorización -los arroja a un lado después de haber ex-
traído de ellos todo lo que necesita- o temor -los otros pueden
atacarlo, explotarlo y obligarlo a someterse-. En la base misma de
esta di~otomía se encuentra una imagen aún más profunda de la
relación con los objetos externos, precisamente aquella contra la cual
el paciente erigió todas las demás estructuras patológicas; es la
imagen de sí mismo hambriento, enfurecido, vacío, dominado por
la rabia impotente ante la frustración y el temor que le causa un
mundo tan lleno de odio y deseos de venganza como él mismo.
Este nivel inás profundo del concepto de sí mismo de los pa-
cientes narcisistas sale a la luz recién en las etapas más avanzadas
de su tratamiento psicoanalítico, salvo en el caso de individuos nar·
cisistas con francos rasgos fronterizos, en quienes se manifiesta ya
desde las fases más o menos tempranas. Psicoanalistas de la escuela
inglesa que analizaron pacientes con esta estructura caracterológica,
subrayaron la importancia esencial de este terror básico al ataque
y la destrucción. En la transferencia de pacientes menos desorgani-
zados, es decir personalidades narcisistas con un yo relativamente
más fuerte, surgen a veces fenómenos paranoides, con vivencias de
vacío, rabia y temor de ser atacados. En un nivel aún menos regre-
sivo, los remanentes manifiestos de este tipo de imágenes de sí mismo
revelan que el paciente se percibe como una persona despreciable,
pobre y vacía, permanentemente dejada de lado y devorada por la
envidia hacia quienes poseen alimento, felicidad y fama. Muchas
veces, estos vestigios manifiestos de las primitivas imágenes de sí
mismo del paciente son indistinguibles de los vestigios indefinidos
de las imágenes objetales desvalorizadas. Este tipo de autoconcepto
desvalorizado se observa sobre todo en los pacientes narcisistas que
tienden a dividir el mundo en personas famosas y ricas y personas
despreciables, inútiles y "mediocres". Estos pacientes temen no per-
tenecer al grupo de los grandes, ricos y poderosos, sino al de los
"mediocres", término que no conserva para ellos su acepción corrien-
TRATAMIENTO DE LA PERSONALIDAD NARcrSISTA 211
te de "término medio", sino que equivale a despreciable y sin valor.
Un paciente, después de años de tratamiento analítico, manifestó su
anhelo de convertirse en una persona "corriente", queriendo decir
con esto que deseaba disfrutar de su condición de tal, sin necesidad
de sentirse grande e importante para contrarrestar su sensación de
indígnidad y desvalorización.
¿Oué es lo que produce la patológica fusión de imágenes del
sí-mismo ideal, del objeto ideal y del sí-mismo real? En estos pa-
cientes la agresión oral presenta un desarrollo patológicamente au-
mentado y es difícil evaluar en qué medida este desarrollo es el
resultado de una fuerte pulsión agresiva de origen constitucional, de
una intolerancia a la ansiedad también de origen constitucional res-
pecto de los impulsos agresivos o de una grave frustración sufrida
en los primeros años de vida.
En la historia de estos pacientes aparecen con frecuencia padres
fríos, con una agresividad encubierta pero intensa. Una cantidad de
casos que tuve oportunidad de examinar o tratar, sirvieron de base
para elaborar un cuadro en el que aparece reiteradamente una figura
parental, por lo general la madre o un sustituto materno, que en un
plano superficial funciona bien en un contexto familiar aparentemen-
te bien organizado, pero que presenta un cierto grido de insensibi-
lidad, indiferencia y agresión no verbalizada. Cuando en el niño que
vive en ese ambiente aparecen una intensa frustración oral, resenti-
miento y agresión, ha quedado configurada la condición inicial para
que necesite defenderse contra el exceso de envidia y odio. Por otra
parte, estos pacientes presentan determinadas características especí-
ficas que los distinguen de otros pacientes fronterizos. En los casos
a los que hice referencia, las historias revelaron que cada uno de los
pacientes en· cuestión poseía alguna cualidad objetivamente capaz de
despertar la envidia o la admiración de los demás; por ejemplo.
desusada atracción física o talento especial que les servían de refugio
contra su básica vivencia de no ser amados o de ser víctimas del odio
vengativo. Otras veces, era la utiiización narcisista del hijo por parte
de una madre fría y hostil lo que convertía a aquél en alguien "espe-
cial", lo llevaba a buscar una compensación tratando de ser grande
o admirado, o lo hacía defenderse desvalorizando a los demás. Por
ejemplo, dos pacientes eran usados por sus respectivas madres como
una especie de "obra de arte"; los vestían y los exponían a la admi-
ración pública de manera casi grotesca. como consecuencia de lo
cual, sus esfuenos por compensar la envidia y la rabia oral se cen-
traron en fantasías de poder y grandeza asociadas con tendencias
exhibicionistas. Estos pacientes son a menudo el eje de su estructura
familiar: el hijo único, el hijo "brillante", o el único capaz de cumplir
las aspiraciones de la familia; muchos de ellos han sido el "genio"
de la familia durante su infancia.
No estoy seguro de que estas observaciones den cuenta de la
totalídad del cuadro de estos pacientes. De todos modos, una vez
212 aTTO F. KERNBERG
que ha entrado en acción la fusión defensiva de las imágenes del
si-mismo ideal, del objeto ideal y del sí·mismo real, resulta extrema-
.damente eficaz para perpetuar el círculo vicioso de autoadmiración,
desprecio de los demás y anulación de toda verdadera dependencia.
Lo que más temen estos pacientes es depender de otras personas,
porque para ellas depender significa odiar, envidiar y exponerse al
peligro de ser explotados, maltratados y frustrados. En el curso del
tratamiento sus principales defensas se erigen contra la posibilidad
de depender del analista ya que toda situación que los haga sentir
dependientes los retrotrae inmediatamente a la básica situación
amenazante de su temprana infancia (12),
Esta incapacidad de depender de los demás es una caracterís-
tica esencial de los pacientes narcisistas. Muchas veces admiran a
determinada persona sobresaliente y establecen con ella una apa-
rente relación de dependencia, pero en realidad se vivencian como
parte de esa persona; por lo general el .tratamiento revela que el
individuo admirado no es inás que una extensión de ellos mismos.
Cuando la persona admirada los rechaza, experimentan odio y temor
y reaccionan desvalorizando a su antiguo ídolo; cuando desaparece
o es "destronada", inmediatamente la dejan de lado. En síntesis, no
establecen un verdadero compromiso con esta persona; simplemente
la utilizan con fines narcisistas. Cuando el propio individuo narci-
sista ocupa una posición objetivamente importante -por ejemplo
como líder de una institución política o de un grupo social- tiende
a rodearse de seguidores en quienes se interesa mientras la admi-
ración de aquéllos sea una experiencia nueva para él. Cuando cree
haber obtenido toda la admiración que necesita de ellos, vuelve a
percibirlos como "sombras", explotándolos y maltratándolos sin
piedad. Al mismo tiempo, se siente profundamente ofendido cuando
uno de sus "esclavos" pretende liberarse. En la situación analítica
esta relación se reproduce constantemente. Muchas veces el paciente
narcisista idealiza al analista y está convencido de que es el mejor
analista del mundo; al mismo tiempo, en un nivel más profundo,
siente ser su único paciente; tuve oportunidad de observar en varios
pacientes la fantasía literal de que cuando ellos no estaban en se-
sión. el analista desaparecía, moría o dejaba de ser "brillante". Es
típico que durante los fines de semana o las vacaciones estos pa-
cientes olviden por completo al analista y no se permitan las reaccio-
nes de duelo que estas separaciones inducen en los casos corrientes
de psiconeurosis. En resumen, el analista idealizado es sólo una
extensión de ellos mismos, o bien ellos mismos son una extensión
del analista idealizado; la situación es la misma en cualquiera de
las dos alternativas. Existe el peligro de considerar que estos pa-
cientes son muy dependientes debido a la satisfacción que obtienen
de esa "cercanía", Es por esta razón que algunos terapeutas se
sorprenden cuando pacientes que durante años se mostraron felices
de concurrir a las sesiones con interminables expresiones de admi-
TRATAMIENTO DE LA PERSONAI-IDAD N.4RCISIST,\ 213
ración y alabanza, repentinamente se manifiestan dispuestos a inte-
rrumpir la relación y en efecto lo hacen ante la menor frustración
o por el motivo más banal.
Las vivencias de vacío y hastío de estos pacientes están en
íntima relación con su atrofiado desarrollo yoico que a su vez se
vincula con su incapacidad para experimentar depresión. Muchos
autores señalaron que la capacidad para tolerar la depresión, ligada
con la capacidad de duelo por la pérdida de un objeto bueno o de
una imagen ideal del propio sujeto. es un requisito importante para
el desarrollo emocional y en especial para la ampliación y profundi-
zación de los sentimientos. Además, la desvalorización de los objetos
y de las imágenes objetales por parte de los pacientes narcisistas
crea un constante vacío en su vida social y refuerza su vivencia
interna de futilidad. Deben desvalorizar cuanto reciben para no
sentir envidia. Esta es su tragedia: que necesiten tanto de los demás
siendo al mismo tiempo incapaces de reconocer lo que reciben,
debido a la envidia que ese reconocimiento les provocaría; en canse>
cuencia, terminan siempre vacíos. Un paciente se enamoró de una
mujer a la que consideraba muy hermosa. talentosa y cálida; en
resumen, satisfactoria desde todo punto de vista. Durante un breve
período, exactamente antes de que ella le respondiera y decidieran
casarse, reconoció lo mucho que la odiaba por ser tan perfecta. Des-
pués del casamiento cayó en el hastío y se sintió indiferente por
completo hacia ella. En el curso de su análisis, llegó a comprender
que trataba al analista de la misma manera: desvalorizaba todo
lo que recibía de él para evitar que su envidia y su odio salieran a la
luz. Manifestó después una suspicacia y un odio cada vez mayores
hacia su mujer por poseer todo lo que a él le faltaba, y temió que
lo abandonara dejándolo con todavía menos de lo que tenía antes.
Al mismo tiempo, sin embargo, y por primera vez, tomó conciencia
y se sintió conmovido por las expresiones de amor y ternura de ella.
Su reconocimiento de la descalificación agresiva de la que hacía
objeto a su mujer y al analista, y la creciente capacidad de tolerar
su odio sin necesidad de defenderse de él destruyendo su reconocí·
miento de los demás, permitieron que su mujer y el analista u~
braran vida" como personas reales con existencias autónomas, y con
el tiempo hicieron posible que experimentara no sólo odio sino tam·
bién amor hacia ellos.
Diagnóstico diferenci.1
Las características descriptivas de las personalidades narcisistas
permiten por lo general diferenciarlas de otras formas de desórdenes
del carácter que también presentan defensas caracterológicas de tipo
narcisista. Todas las defensas caracterológicas cumplen, entre otras,
una función narcisista: protegen la autoestima. Además, existen
214 OTTO F. KERNBERG
pacientes con todo tipo de desórdenes del carácter en quienes se
observan fuertes defensas caracterológicas especialmente erigidas
para proteger o acrecentar la autoestima. Estos últimos casos exhi-
ben "defensas caracterológicas narcisistas" en el marco de una
personalidad esencialmente no narcisista, que por lo tanto debe ser
diferenciada de la personalidad narcisista en el sentido estricto que
asignamos aquí a esta expresión. Por ejemplo, el empecinamiento
o la tendencia a la oposición de las Personalidades obsesivas tienen
muchas veces una marcada calidad narcisista; sin embargo las rela-
ciones interpersonales de los pacientes obsesivos son mucho más
estables y profundas que las de los pacientes narcisistas, no obstante
la sUPerficial "frialdad" que se observa en ambos casos. Además, los
sistemas de valores de las personalidades narcisistas son en general
corruptibles, en contraste con la moral rígida de la personalidad
obsesiva.
El diagnóstico diferencial respecto del carácter histérico tam-
poco presenta dificultades serias. En las personalidades histéricas
se suele observar una exacerbación de los rasgos narcisistas, en
especial los vinculados con las tendencias exhibicionistas; sin em-
bargo, su necesidad de ser admirados y de convertirse en el centro
de atención -por lo general una formación reactiva narcisista contra
la envidia del pene- está acompañada de la capacidad de establecer
vínculos profundos y duraderos con los demás. Las mujeres de per-
sonalidad narcisista. con su exagerada coquetería y exhibicionismo.
impresionan a veces como "histéricas" en un plano superficial. pero
el carácter frío y calculador de sus poderes de seducción está en
franco contraste con la calidez y el compromiso emocional que
caracterizan la seudohipersexualidad de la mujer histérica.
A. Reich (9). al analizar los tipos narcisistas de elección objetal
por parte de las mujeres, tal como los describió Freud en su clásico
trabajo sobre el narcisismo (4), distinguió dos clases de elección
objetal, que en líneas generales corresponden a la diferenciación
entre las defensas narcisistas en mujeres histéricas. por una parte
y por la otra, la personalidad narcisista, tal como la definimos aquí.
El primer tipo está representado por la mujer que manifiesta un
exagerado sometimiento hacia hombres que encarnan su propio ideal
del yo grandioso de la infancia; estas mujeres parecen querer fusio-
narse con el hombre idealizado. evitando así percibirse como un ser
castrado; son capaces de establecer relaciones objetales significativas
con los hombres; su tendencia a fusionarse con un hombre y a idea-
lizarlo está fundada en una evaluación más o menos fidedigna y
discriminada de los objetos. El segundo tipo descrito por Reich
corresponde a la mujer de personalidad "como si". que tiende a
experimentar seudoenamoramientos pasajeros. hacia los hombres;
estos enamoramientos reflejan una fusión narcisista de ~tipo más
primitivo con objetos pasibles de desvalorización y escasamente
diferenciados. Según Reich, esta última modalidad de elección
TRA.TAMIENTO DE LA PERSONALIDAD NARCISISTA 215
objetal refleja una patología más severa y una falta de diferenciación
del ideal del yo que se asocia con un superyó insuficientemente
desarrollado Y un "predominio de la agresión contra los objetos en
los cuales se constituye el ideal del yo" (9).
Desde el punto de vista del diagnóstico y el pronóstico, es muy
importante que el analista observe qué nuevos tipos de fenómenos
transferenciales aparecen cuando interpreta las resistencias narci~
sistas. Un buen examen diagnóstico que comprenda los aspectos
estructurales permite diferenciar las personalidades narcisistas de
otras estructuras caracterológicas con rasgos narcisistas. En los
casos en que aún existen dudas, los efectos de la interpretación
sistemática de las resistencias transferenciales narcisistas ayudan a
aclarar el diagnóstico. Por ejemplo, un paciente obsesivo puede ini~
ciar su análisis con fuertes defensas narcisistas contra temores edí~
picos o contra tendencias sadomasoquistas; en el caso de una mujer
histérica, esas mismas defensas iniciales se erigen contra una rela-
ción de tipo edípico y en especial contra la envidia del pene. En
todos estos casos I el análisis de las defensas caracterológicas narci~
sistas permite el pronto surgimiento de las tendencias transferen·
ciales subyacentes, a través de reacciones transferenciales intensas
y muy diferenciadas. En las personalidades narcisistas, por el con·
trano, las defensas narcisistas no se transforman en otras pautas
transferenciales y permanecen en cambio ligadas con primitivos
derivados de la agresión oral que se manifiestan mediante primitivas
maniobras de defensa. En este último caso, las reacciones transfe--
renciales oscilan entre la grandiosidad y el distanciamiento narci-
sistas, por una parte, y por la otra, primitivas tendencias predomi·
nantemente paranoides. La total incapacidad de vivenciar al analista
como un objeto independiente, incapacidad que persiste aun después
de muchos meses y años de labor analítica, es típica de las perso--
nalidades narcisistas y contrasta de manera radical con las relaciones
transferenciales que se observan en otras formas de patología carae-
terológica, en las cuales la transferencia suele pasar a revelar dif&
rentes conflictos altamente específicos correspondientes a diversos
niveles de desarrollo psicosexual, en cuyo contexto el paciente dis.
cierne claramente al analista como objeto independiente.
Desde el punto de vista estructural, la principal diferencia entre
las personalidades narcisistas y otras modalidades de patología
caracterológica radica en la naturaleza y las funciones del ideal del
yo. En circunstancias normales, las imágenes idealizadas de las
figuras parentales y las imágenes idealizadas del propio sujeto se
condensan formando el ideal del yo (6), que pasa por ulteriores
modificaciones merced a la integración y la incorporación de per-
cepciones más reales de las demandas parentales, de los precursores
superyoioos sádicos y de los aspectos más elaborados de las prohi:-
bidones superyoicas. Ese ideal del yo '·moderado", menos grandioso
y más asequible, posibilita la normal gratificación narcisista de curo·
216 OTTO F. KERN8ERG
plir las expectativas de las imágenes parentales ideales internaliza-
das, gratificación que a su vez refuerza la autoestima, así como la
confianza en la propia bondad y en las relaciones objetales gratifi-
cadoras. En los desórdenes caracterológicos no narcisistas, el exce-
sivo desarrollo de las defensas narcisistas es el resultado de una
exacerbación del ideal del yo de la temprana infancia, que defiende
del temor y la culpa provocados por múltiples conflictos. Así por
ejemplo. en muchas pacientes de personalidad histérica, la necesidad
de satisfacer las fantasías internas de belleza y poder puede ser una
defensa contra los sentimientos de inferioridad, que a su vez derivan
de la envidia del pene y la angustia de castración. Asimismo, en las
personalidades obsesivas, el cumplimiento de los ideales de perfec-
ción y pulcritud puede ser una eficaz protección contra la culpa
y los conflictos de tipo sádico anal. En todos estos casos, la exacer-
bación o la fijación del ideal del yo infantil no va acompañada de la
primitiva fusión del concepto de sí mismo del paciente con ese ideal
del yo, ni de la concomitante desvalorización de las representaciones
objetales y de los objetos externos. Por el contrario, estos dos pro-
cesos se desarrollan en las personalidades narcisistas y tienen por
objeto defender al paciente contra primitivos conflictos y frustra-
ciones de tipo oral. Las fijaciones en el nivel del narcisismo infantil
normal, que en cualquier caso son patológicas, deben ser diferen-
ciadas de las distorsiones más graves que sufren todas las relaciones
objetales internalizadas de la personalidad narcisista.
Los siguientes casos ilustran la presencia de defensas caracte-
rológicas narcisistas en personalidades no narcisistas. El primer
ejemplo se refiere a una paciente histérica que tenía el firme pero
profundamente reprimido convencimiento de que debajo de su cuer-
po y sus genitales según ella feos y repulsivos, estaban el cuerpo y
los genitales de una mujer única y extremadamente hermosa a
quien los hombres se sentirían impulsados a rendir homenaje. En
un nivel más profundo, se fantaseaba como la más atractiva mujer
del mundo, una "madre-reina-diosa" capaz de lograr una relación
perfecta con un "padre-marido-hijo" ideal. En la transferencia, se
mostraba dispuesta a entregar su amor al analista-padre siempre
que, a cambio, éste confirmara la perfecta imagen que tenia de si
misma, admirándola y absteniéndose de cuestionar su perfección e
integridad. La paciente vivía las interpretaciones del analista como
una amenaza a esta imagen de sí misma, como un grave ataque a su
autoestima y como una demoledora crítica que le causaba intensa
depresión. Cuando el analista le señaló la actitud altiva y desvalo-
rizante que adoptaba hacia él y que era parte de su autoexaltación
narcisista, se mostró muy airada y deprimida, percibiéndolo entonces
como una figura parental narcisista, grandiosa y egocéntrica. Su
reacción representaba en parte la manera en que de niña había
experimentado realmente a su padre en el momento culminante de
la etapa edípica. Defraudada por el modo en que según ella la
TRATAMIENTO DE LA PERSONAUDAD NARCiSISTA 217
"atacaba" el analista-padre, se sintió perdida y rechazada por este
padre idealizado, y al mismo tiempo derrotada en sus fantasías por
otras mujeres-madres idealizadas que rivalizaban con ella por el padre.
Desarrolló entonces una transferencia netamente edípica, después
que fueron anuladas sus defensas caracterológicas narcisistas, que
a su vez derivaban de su envidia del pene. En ningún momento des-
valorizó por completo al objeto transferencial ni alternó en la trans-
ferencia entre primitivas distorsiones paranoides de origen oral y el
retraimiento narcisista en una primitiva autoidealización, todo lo
cual pennite inferir que sus resistencias transferenciales narcisistas
no reflejaban una personalidad narcisista.
El segundo ejemplo de la presencia de defensas narcisistas en
una personalidad no narcisista, corresponde a un paciente obsesivo
que adoptaba una actitud derogatoria hacia el analista. Solía inter-
pretar su propio material y veía a aquél como una simple figura de
fondo cuya función era aplaudir sus interpretaciones y su perspi-
cacia. Sin embargo, el análisis de esta actitud y el sistemático seña-
lamiento de esta modalidad defensiva del paciente, dieron lugar a
que surgiera un nuevo y más profundo patrón transferencial. El
paciente percibió ahora al analista como una figura materna fria,
indiferente e incapaz de amar; los sentimientos de tristeza y soledad
que experimentó entonces reflejaban su temprano anhelo de una
madre idealizada. También en este segundo ejemplo, cuando las
defensas narcisistas fueron anuladas, surgieron nuevas manifesta-
ciones transferenciales, en cuyo contexto el paciente mantuvo la
relación con un objeto diferenciado, sin desvalorizarlo y sin buscar
refugio en una imagen idealizada de sí mismo. En síntesis, una vez
resueltas las defensas narcisistas, en ambos casos se desarroIJaron
nuevas relaciones transferenciales con un objeto bien diferenciado,
contrariamente a lo que ocurre con el paciente narcisista, que es
incapaz de reconocer al analista como objeto independiente y con-
tinúa viéndolo como una simple extensión de sí mismo, si bien el
nivel de regresión dentro de esta misma situación transferencia!
puede variar.
Consider.ciones t6c:nlc8S
Muchos analistas de amplia experiencia consideran que el psi-
coanálisis no ofrece resultados alentadores con pacientes narcisistas,
aunque al mismo tiempo reconocen que las posibilidades de éxito
de cualquier otro método terapéutico son nulas. En contraposici6n
con este pronóstico extremadamente reservado, Stone (16) se mani-
festó algo más optimista acerca de la analizabilidad de ~tos pa.
cientes. E. Ticho (18), admitiendo los problemas y 11'..5 objecioneS
a que dan lugar estos casos, sugiere que par~ la;; perso~~es
narcisistas el psicoanálisis constituye una "indicaCión heroiq¡. n
218 OTTO F. KERNBERG
mi oplOlOn, el hecho de que algunos de estos pacientes mejoren
merced al tratamiento analítico y que además lo hagan de manera
espectacular, demuestra que los esfuerzos por perfeccionar nuestros
conocimientos acerca del manejo técnico y el pronóstico de estos
casos, están plenamente justificados.
Ya en 1913 Jones (7) publicó un trabajo sobre el carácter nar·
cisista patológico. En 1919 Abraham (1) escribió su primer estudio
sobre las resistencias transferenciales de estos pacientes, en el que
alertÓ al terapeuta acerca de los peligrosus dectos que ejercen las
defensas caracterológicas narcisistas sobre el proceso analítico.
Subrayó la necesidad de interpretar sistemátícamente las tendencias
del paciente a desvalorizar al analista y a utilizarlo como espectador
de su propio trabajo "analítico". En su clásico trabajo sobre la
reacción terapéutica negativa, Riviere (ll) se refirió a pacientes
que necesitan malograr el proceso analítico; no pueden tolerar la
idea de progreso porque ello equivaldría a reconocer la ayuda recia
bida de otros. Según ella, estos pacientes son incapaces de recibir
algo bueno del analista debido a la cuJpa insoportable que les p¡-o.
voca su propia agresión básica. Rosenfeld (12) destacó el papel
esencial que desempeña la incapacidad de depender en los pacientes
de personalidad narcisista. Kohut (8) presentó el caso de un indivi·
duo narcisista, que ejemplificaba hasta qué punto éste no soportaba
que su analista fuera una persona diferente y autónoma. Todos los
trabajos mencionados ponen el acento en la intensidad de las resi~
tencias transferenciales de los pacientes narcisistas.
Para ilustrar este punto presentaré a continuación un fragmento
clínico. Un paciente narcisista ocupó sesiones enteras durante mu·
chos meses de tratamiento repitiendo que el análisis le resultaba
cada vez más monótono y hastiante, que los mismos contenidos se
reiteraban una y otra vez en sus asociaciones y que su tratamiento
estaba decididamente destinado al fracaso. Al mismo tiempo, sin
embargo, se sentía relativamente bien en su vida fuera del análisis;
había superado por lo menos en parte sus sentimientos de insegu·
ridad e ineptitud, aunque sin llegar a comprender cómo lo habia
logrado. Le señalé que en su descripción de su análisis estaba im-
plícita una descripción de mí, como proveedor de un tratamiento
inútil y sin sentido. El paciente empezó por negar esta observación,
al~gando que el problema estaba en él y no en mí. Le recordé en-
tonces que al iniciar su análisis, había sentido envidia de mis otros
pacientes, que ya habían recibido de mí mucho más que él; por lo
tanto era extraño que ya no los envidiara, sobre todo teniendo en
cuenta que, en su opinión, era él mismo el causante de que no
pudiera obtener beneficio alguno del tratamiento. Le puntualicé asi·
mismo que por motivos todavía desconocidos para mí, también
había desaparecido la intensa envidia que antes sentía hacia mí. En
ese momento el paciente tomó conciencia de que en realidad creía
que yo era el culpable de que su análisis fuera, según él, un fracaso;
TRATAMIENTO DE LA PERSONAI.IIH.D NUCISISTA 219
se sotlf)rendió de sentirse conforme con continuar el tratamiento
cuando me consideraba tan ineficaz. Le señalé la gran satisfacción
que le causaba verme como un fracasado mientras él tenía tanto
éxito en su vida; era como si yo me hubiera convertido en la parte in-
servible de él, en tanto que él se había hecho cargo de la parte admi-
rada de mí. Se sintió entonces angustiado por el temor de que yo
lo odiara y tratara de vengarme; incluso fantaseó que yo podría
denunciar ante sus superiores y la policía actividades suyas de las
que se sentía muy avergonzado. Le mostré que su temor de ser
atacado por mí era una de las razones que le impedían considerarse
realmente en análisis y que en efecto buscaba asegurarse de que
en realidad no era un paciente, afirmando que nada ocurría en las
sesiones. En ese momento se admiró de que yo no me mostrara
confuso y desalentado ante sus constantes repeticiones de que el
tratamiento era un fracaso; pero al momento siguiente consideró
que yo era muy astuto y sabía cómo emplear los "típicos trucos
analíticos" para "ganarles de mano" a los pacientes. Agregó que él
mismo podría utilizar los mismos métodos con las personas que tra·
taran de despreciarlo. Le mostré que tan pronto como se sentía ayu-
dado por una "buena" interpretación recibida de mí, se sentía tam-
bién culpable por la manera en que me había atacado y al mismo
tiempo envidioso de mi "bondad". Por lo tanto, tenía que "robar"
mis interpretaciones para utilizarlas con los demás, proceso me-
diante el cual me desvalorizaba para no tener que reconocer que yo
aún poseía algo bueno, y asimismo para evitar la obligación de sen-
tirse agradecido. El paciente se mostró bastante angustiado por un
momento, pero después quedó totalmente "en blanco". Llegó a la
sesión siguiente intentando una débil negación de las repercusiones
emocionales de lo que había ocurrido en la sesión anterior y se
reprodujo una vez más el mismo ciclo, con sus reiteradas manifes-
taciones acerca de su hastío y de la ineficacia del análisis.
A veces resulta difícil imaginar lo frecuentes y repetitivas que
son las interacciones de este tipo, prolongándose como se prolongan
durante dos o tres años de tratamiento; se trata de una resistencia
al análisis que pone de relieve la intensa necesidad del paciente
narcisista de negar toda relación de dependencia. Obviamente, la
sistemática indagación de la transferencia negativa adquiere en estos
casos una impoI1¡ancia aun mayor que para cualquier {ltro paciente
en análisis. Los pacientes narcisistas hacen constantes esfuerzos
para desvalorizar el proceso analítico, para negar la realidad de su
propia vida emocional y para confirmar la fantasía de que el analista
no es una persona independiente de ellos. Una película de Ingmar
Bergman. Persona, ilustra el colapso de una joven enfermera. inma-
dura pero básicamente sana, encargada de atender a una mujer con
un grave desorden psicológico, cuya personalidad podría ser califi-
cada de típicamente narcisista. La joven va derrumbándose poco a
poco, vencida por la explotación fría y sin escnípulos de la que es
220 ona }o'. KF.RS8ERG
víctima. No logra aceptar el hecho de que la mujer enferma devuelve
odio por amor, y es totalmente incapaz de reconocer cualquier sen-
timiento de amor o humanidad que se manifieste hacia ella; parece
poder vivir siempre y cuando pueda destruir todo lo que hay de
valioso en otras personas, aunque al hacerlo termine destruyéndose
ella misma como ser humano. En un pasaje dramático, la joven
enfermera, dominada por un intenso odio hacia la mujer, la maltrata
sin piedad; es como si todo el odio de la mujer enferma hubiera
pasado a la joven que hasta entonces había tratado de ayudarla,
destruyéndola desde adentro.
Este filme reproduce en esencia las situaciones transferenciales-
contratransferenciales que se desarrollan en el tratamiento de pa-
cientes marcadamente narcisistas. Todos sus esfuerzos parecen estar
dirigidos a derrotar al analista, a destruir todo lo bueno y valioso
que perciben en él y a convertir el análisis en un juego sin sentido.
Después de muchos meses o años de ser tratado como un "apén-
dice" del paciente (proceso lo bastante sutil como para permanecer
inadvertido durante largo tiempo), el analista puede comenzar a
sentirse realmente "inútil" en su trabajo. Sus comentarios e inter-
venciones parecen perder todo significado y cualquier sentimiento
solidario que experimente hacia el paciente es sistemáticamente des-
truido por éste. Como consecuencia de un tratamiento prolongado
e infructuoso, el analista puede intentar defenderse desvalorizando
al paciente, quien ve así ratificada su sensación de que aquél está
transformándose en uno de los objetos peligros.>s de los que trataba
de huir; puede ocurrir también que cualqui~ra ligera frustración
haga tomar conciencia al paciente de que ya no controla al analista.
Es en este momento cuando suele producirse la interrupción del tra-
tamiento; el paciente huye de un objeto transferencia! odiado y
frustrante, al que reduce nuevamente a "sombra" y la contratrans-
ferencia del analista refleja la correspondiente sensación de "vacío".
como si el paCiente no hubiera existido nunca.
De lo dicho hasta aquí es posible inferir una serie de conside-
raciones técnicas. En primer lugar. el analista debe prestar constante
atención a la particular cualidad de la transferencia y contrarrestar
de manera sistemática las tendencias al control omnipotente y la
desvalorización por parte del paciente. Asimismo, es importante que
esté alerta a las reacciones contratransferenciales que van aflorando
con el tiempo; debe incorporar la contratransferencia al proceso
analítico, no revelándole al paciente sus propias reacciones, sino
infiriendo de éstas cuáles son los propósitos ocultos de la conducta
del paciente. Por ejemplo. el sistemático rechazo· que el paciente
opone a las interpretaciones puede llevar a que el analista reconozca
en sí mismo sentimientos de impotencia y le señale que está tratán-
dolo como si deseara hacerlo sentir derrotado e impotente. O bien,
cuando el comportamiento antisocial del paciente hace que el analista,
más que el propio paciente, se preocupe por las posibles conse-
TUHM lENTO DF. J.A PF.RSONAI.I DAD NARClSlSTA 221
cuencias, el analista puede señalarle que está tratando de transfe,.
rirle la preocupación por su conducta porque él mismo es incapaz
de soportar ese sentimiento. Puesto que estos pacientes tratan al
analista como una extensión de ellos mismos, la vivencia emocional
de éste refleja con más fidelidad que en otros casos las luchas
internas del paciente; de ahí que las reacciones contratransferencia-
les sean especialmente reveladoras en el tratamiento de personalida·
des narcisistas.
Un problema técnico cuyo manejo plantea especiales dificulta-
des a! terapeuta es el de los repentinos "cambios de onda" en la
actitud emocional del paciente. Sobre todo después de momentos
de comprensión o alivio, el paciente tiende a abandonar el tema
tratado por completo, en lugar de experimentar agradecimiento por
la ayuda del analista o de sentirse motivado para profundizar su
comprensión de ese tema. En estas circunstancias está operando
la tendencia a desvalorizar al analista, junto con el intento de robarle
sus interpretaciones; es necesario estar muy atento a esta súbita
"desaparición" de algo que solo minutos atrás o en la sesión anterior
se manifestó como muy importante.
Una últíma observación técnica; quizá no convenga tratar a
muchos de estos pacientes al mismo tiempo, debido a la gran tensión
y las numerosas exigencias que imponen a! analista. Además es útil
tener en cuenta que estos casos requieren los tratamientos analíticos
más prolongados para llegar a acceder a las patológicas estru"cturas
del carácter que se activan en la transferencia.
En el pasado, algunos analistas clínicos opinaban que estos
pacientes no desarrollaban una tra~sferencia y que mantenían res·
pecto del terapeuta un constante "tetraimiento narcisista" que im-
pedía el trabajo analítico. En realidad, y tal como lo describí más
arriba, estos pacientes desarrollan una transferencia muy intensa;
lo que en un plano superficial parece ser distanciamiento y ausencia
de compromiso es un activo proceso de des.valorización, desprecio
y deterioro. Las consecuencias típicas de la anulación de esta resis--
tencia transferencial son la aparición de intensas reacciones para·
noides, suspicacia, odio y envidia. Es posible que con el tiempo, al
cabo de meses o incluso años de tratamiento, el paciente experimen-
te culpa y depresión; la culpa surge del reconocimiento de su agre-
sión hacia el analista, que también da lugar a una preocupación más
humana por éste como persona y a una mayor tolerancia a la culpa
y la depresión en general. Es éste un momento crucial en el trata·
miento de estos pacientes y al mismo tiempo representa un factor
pronóstico esencial. Los pacientes que al iniciar su terapia poseen
por lo menos un cierto grado de tolerancia a la culpa y la depresión
evolucionan mejor que aquellos que son totalmente incapaces de
tolerar esos sentimientos. Esta observación nos conduce al tema
general del pronóstico en el tratamiento analítico de pacientes nar-
cisistas.
222 OTTO F. KERNBERG
COnsideracio.... .cerca del pron6stico
El pronóstico general para las personalidades narcisistas es
reservado. La rigidez de su estructura caracterológica y la fluidez
de su funcionamiento constituyen grandes obstáculos para el p~
greso analítico. Desde el punto de vista de la patología del paciente,
se hace difícil renunciar a la ventaja que ofrece un total "aislamien-
to" caracterológico respecto de toda relación interpersonal signifi-
cativa. 'Estos pacientes son capaces de retrotraerse internamente de
la vida social con tanta efectividad como lo hacen las personalidades
esquizoides más graves. Sin embargo, siempre parecen 'estar en el
centro de todo, obteniendo con habilidad "suministros narcisistas"
pero al mismo tiempo protegiéndose de la dolorosa vivencia de inter-
acciones emocionales más significativas.
En el capítulo III sugerí que las personalidades narcisistas. no
obstante las semejanzas generales de su organización defensiva con
la de los pacientes fronterizos, obtienen muy escasos beneficios de
las terapias expresivas de orientación psicoanalítica ideadas para los
pacientes fronterizos. y que para ellos el psicoanálisis es el trata-
miento de elección. Sin embargo, au,nque algunos de estos pacientes
toleran la situación analítica sin excesiva regresión, son tan resis-
tentes a cualquier tentativa de movilizar sus rígidas defensas pato-
lógicas en la transferencia que el análisis no produce efecto alguno.
En los pacientes de personalidad narcisista con francas caracterís-
ticas fronterizas (sintomatología múltiple. graves manifestaciones
inespecíficas de labilidad yoica, regresión al pensamiento del proceso
primario) el psicoanálisis está contraindicado. Por lo general, los
pacientes de este tipo caen en una descompensación psicótica debido
a su incapacidad de tolerar la marcada regresión y la reactivación
en la transferencia de muy tempranos conflictos patógenos, hechos
inevitables en su tratamiento analítico; por lo tanto, para ellos re-
sulta más adecuada una terapia de apoyo. Con respecto a los pa-
cientes narcisistas que están en condiciones de recibir tratamiento
psicoanalítico, los siguientes factores suelen ser útiles para evaluar
el pronóstico de cada caso.
1. TOLERANCIA A LA DEPRESIÓN Y AL DUELO
El pronóstico mejora para los pacientes que conservan un cierto
grado de capacidad de depresión o duelo, en especial cuando su
depresión contiene elementos de culpa. Por ejemplo, un paciente
narcisista comenzó su tratamiento hablando de remordimiento por
haberse vinculado con una mujer con tres hijos pequeños, que 'estaba
muy enamorada de él. Los niños también lo amaban, de modo que
de pronto se vio "rodeado", en una atmósfera de calidez y amor
TRATAM lENTO DE LA PERSONALIDAD NARCISISTA. 223
que le impedía llevar a la práctic~ su habitual conducta de "desapa-
recer" después de haberse "sacado- el gusto" con una mujer. (Las
repercusiones transferenciales de estos sentimientos fueron enfoca-
das recién en una etapa ulterior del tratamiento.) Este paciente
logró progresos notables después de varios años de análisis.
Dos incidentes del tratamiento de este paciente ponen de mani-
fiesto su tolerancia cada vez mayor a la culpa y la depresión. Al
finalizar el primer año de terapia. durante el cual se había indagado
el carácter explotador de sus relaciones con las mujeres, el paciente
decidió impulsivamente casarse e interrumpió el tratamiento durante
varios meses; explicó después su actitud alegando que temía que el
analista interfiriera con su decisión de casarse. El casamiento repre-
sentaba en ese momento una defensa contra la profundización de
su culpa y al mismo tiempo una exoactuación de esa culpa. Dos
años más tarde examinamos un episodio que se había reiterado con
relativa frecuencia. A causa de su trabajo, el paciente viajaba a
distintas ciudades, donde sostenía relaciones fugaces con mujeres
de las que se olvidaba por completo tan pronto como volvía a irse.
Después de dos años de tratamiento tuvo que viajar a una ciudad
y decidió no visitar a una joven con quien había estado vinculado
durante varios años. Esta aún creía que con el tiempo podrían
llegar a casarse; se mostraba contenta con sus visitas y le daba la
impresión de que no se comprometería con ningún otro hombre
mientras él siguiera estando en su vida. En el curso del análisis
habíamos examinado la relación explotadora que mantenía con esta
joven y la necesidad de defenderse de la culpa que sentía hacia ella.
Ya en su hotel. el paciente pensó con pena en lo decepcionada que
ella se sentiría después que él la abandonara una vez más. Sintió
también una intensa excitación sexual que lo impulsaba a buscarla.
Durante horas estos dos sentimientos lucharon dentro de él; tuvo
por fin un acceso de llanto y experimentó tristeza y pesar. tanto por
la joven como por él mismo. rensó que el verla sólo serviría para
despertarle falsas ilusiones, lo cual le haría un mal a ella y a la
mejor parte de él mismo. Comprendió también que su excitación
sexual representaba el deseo de gratificarla sexualmente para mitigar
su propia culpa y un intento de evadir el reconocimiento del proble-
ma. Por último decidió no verla, sintiendo entonces que crecían su
amor y su gratitud hacia ella; reconoció que era demasiado tarde
para comenzar una nueva vida con esta joven, a la que vivió como
un objeto bueno perdido. Importa subrayar que en ningún momento
interferí con sus deseos de verla, de modo que la decisión de no
visitarla no representó un sometimiento a mis intervenciones. Des-
pués de este episodio, el paciente se mostró mucho más tolerante
con las personas incapaces de actuar debido a sus fuertes emociones.
personas a las que hasta entonces había despreciado.
224 OTTO F. KERNBBIG
2. BENEFICIOS SECUNDARIOS DEL TRATAMIENTO ANAL1nco
Desgraciadamente, existen condiciones sociales y profesionales
que permiten obtener importantes beneficios secundarios del uapren-
dizaje" del método anaUtico. La configuración de esta situación de
uaprendizaje" opera como un poderoso refuerzo de la maniobra
defensiva de "despojar" al analista de lo que tiene para dar, con el
fin de evitar la envidia y la necesidad de reconocer la dependencia
de él. Por ejemplo, un pastor que inició su análisis debido a la
promiscuidad de su conducta sexual, se sintió muy feliz ante la pers-
pectiva de recibir tratamiento psicoanalítico, ya que ello le permitirla
obtener ventajas importantes para las actividades docentes que
ejercía. Esta presentida ventaja constituía una resistencia insoluble;
la gratificación de uaprender" psicoanálisis compensaba con largue-
za la subyacente desvalorización del analista y la incapacidad del
paciente de aceptar su condición de tal. Se supone que entre los estu-
diantes de los institutos psicoanalíticos no se encuentran personali-
dades narcisista (13); sin embargo es posible que algunos candidatos
de este tipo encuentren la manera de ser aceptados para iniciar la
carrera analítica, sobre todo porque la personalidad narcisista con
buenas dotes de inteligencia suele impresionar como una promesa
de originalidad y curiosidad intelectual (17). Estos candidatos per-
manecen en análisis a pesar de que éste adolece de una total vacui-
dad emocional, e incluso llegan a completar su formación sin haber
logrado modificaciones sustanciales de sus ra~,gos narcisistas. Lo
que ocurre es que la gratificación última de ser psicoanalista basta
para compensar el odio y la envidia que sienten hacia ella el analista
capaz de "dar"; por lo tanto, la incapacidad del candidato para
depender de aquél y para establecer una total neurosis transferen-
cial en el nivel de sus conflictos básicos d~tivados de la agresión
oral pasa inadvertida. Con el tiempo, la mayoría de los candidatos
de personalidad narcisista déjan de practicar tratamientos psicoana-
líticos aun cuando se hayan graduado, porque su .falta de interés y
de compromiso con los pacientes hace que el ejercicio del psico-
análisis les resulte hastiante.
3. CAPACIDAD DE CULPA Y PROPENSIÓN A LA RABIA PARANOIDE
EN LA TRANSFERENCIA
Riviere (11) sostiene que estos pacientes son incapaces de to-
lerar una relación de dependencia con el analista debido a su~ sen-
timientos de culpa que, aunque profundamente reprimidos, están
siempre presentes. Por el contrario, Rosenfeld (12) habla de las
tendencias paranoides y la intensa transferencia sádico-oral que
subyacen a la incapacidad de estos pacientes para tolerar la depen-
dencia. De hecho, en los pacientes narcisistas pueden encontrarse
l'RATAI\IIENTO IlE L\ PERSON,\I.II>AIl N·\RClSIST,\ 225
latentes cualquiera de las dos disposiciones transferenciales descri-
tas. Una vez resueltas las típicas defensas transferenciales reflejadas
en la fusión mágica con el analista y en la desvalorización de éste
como persona autónoma. junto con la concomitante lucha contra la
dependencia, algunos pacientes presentan intensas reacciones para·
noides en la transferencia, mientras que otros son capaces de expe·
rimentar por lo menos cierto grado de culpa y preocupación por el
analista. Aun cuando su historia anterior no consigne antecedentes
de culpa consciente, este segundo tipo de pacientes (que se acerca
al descri1lo por Riviere) tiene mejor pronóstico que aquellos que
manifiestan una reacción puramente paranoide en la transferencia.
4. CALIDAD DE LA CAPACIDAD SUBLIMATORIA
Las pacientes que manifiestan por lo menos un cierto grado de
creatividad en algún aspecto de su vida tienen mejor pronóstico que
aquellos que carecen por completo de capacidad creativa. Este
factor no siempre es fácil de evaluar. pero el cuidadoso estudio de
los intereses y aspiraciones del paciente puede proporcionar datos
importantes. Por ejemplo. un paciente tenía la vívida y pertinaz
fantasía de reunir una colección de afte antiguo y envidiaba a las
personas que poseían cerámicas u otros objetos de este tipo. Sin
embargo, no sólo era incapaz de distinguir una piedra de valor de
una imitación burda. sino que además no demostraba interés alguno
por informarse al respecto. En realidad. sólo deseaba decorar su
casa de la manera en que lo hacían las personas que coleccionaban
antigüedades y a quienes él envidiaba. Importa destacar que colec-
cionar antigüedades constituía la principal aspiración de este pa·
ciente en lo concerniente a su riqueza personal. y sin embargo no
era más que un interés superficial. Otro paciente se interesaba en
la filosofía existencialista, tema del que hablaba con mucha frecuen-
cia; sin embargo. después de varios meses de tratamiento surgió
que nunca había leído más que unas pocas obras de difusión de
esta filosofía. Un tercer paciente, a pesar de haber llegado a un alto
nivel profesional que requería un monto considerable de lectura y
educación formal, no leía más que 10 necesario para sus exámenes,
y una vez graduado fue completamente incapaz de continuar leyendo.
En este caso, una vez analizado el problema de su envidia por los
conocimientos y las contribuciones de otras personas, el paciente
no sólo fue capaz de leer, sino además de aprender de la lectura y
de su p,ropio análisis.
En todos los ejemplos mencionados, los pacientes poseían escasa
capacidad de sublimación, no obstante el especial talento o interés
que exhibían en un plano superficial. Los casos siguientes ilustran
una mayor capacidad de sublimación, que permite predecir un pro-
nóstico más favorable. El paciente ya mencionado que se casó
226 OTTO F. KERNBERG
impulsivamente al comenzar su análisis era comerciante y le inte·
resaba la historia. Su interés impresionaba como auténtico y era
una fuente de verdadero placer para él; sus conocimientos en esta
materia eran realmente profundos y sin embargo los desvalorizaba
debido a su temor de que si triunfaba en algo la envidia de los demás
10 destruiría. Otro paciente aficionado a la música decía con fre-
cuencia en las etapas iniciales de su análisis que cuando tocaba el
piano, 10 único bueno que había en él salía a la luz. La música era
algo así como un compañero ideal pero misterioso; el paciente sentía
que cada oportunidad de disfrutar plenamente escuchando o ejecu-
tando música le reconfirmaba una cierta creencia en la bondad que.
experimentaba vagamente.
5. GRADO y CARACTERíSTICAS DB LA INTEGRACIÓN SUPERYOICA
Mencioné antes que en las personalidades narcisistas, la inte-
gración superyoica es deficiente. En estos casos el superyó contiene
fundamentalmente derivados de primitivas imágenes parentales
agresivas y distorsionadas, sin que se hayan cumplido en él la normal
integración entre los precursores agresivos y las imágenes ideales
de sí mismo y de los objetos, ni las ulteriores fases de despersoni.
ficaci6n y abstracción. Sin embargo, algunos de estos pacientes
presentan evidencias de la despersonificación y abstracción de su
superyó en determinadas áreas. Así por ejemplo, pueden ser honestos
en asuntos financieros, pero incapaces de asumir un compromiso
emocional en sus interacciones cotidianas con los demás. La inob-
servancia de determinadas convenciones vinculadas con las relacio-
nes interpersonales suele provocarles si no culpa por lo menos ver-
güenza. Estos pacientes tienen mejor pronóstico que aquellos en
quienes quedan muy escasos rastros de esta "moralidad menor". El
pronóstico es más desfavorable para los pacientes que mienten al
analista durante gran parte de su tratamiento y que también lo
hacen con otras personas, o bien que presentan otras modalidades
de comportamiento antisocial. Es casi obvio agregar que el peor
pronóstico corresponde a la personalidad antisocial, que represer.ta
una manifestación extrema de esta carencia de desarrollo superyoico.
Nada nuevo se aporta al hablar del pronóstico absolutamente deses-
perado del tratamiento analítico en las personalidades antisociales,
pero mi propósito es completar la secuencia entre la personalidad
narcisista y la personalidad antisocial, a la que considero una forma
extrema de narcisismo patológico que, entre otras características,
adolece de una total carencia de integración superyoica. Por el con-
trario, las personalidades narcisistas con rasgos obsesivos tienen un
pronóstico más favorable. Sin embargo, el terapeuta debe ser cauto
al diagnosticar rasgos obsesivos en una personalidad narcisista, ya
que ésta suele dar la falsa impresión de ser un carácter obsesivo.
TR,\T,\\HE"i"IU U~ LA PEIlSON :\UD,\b !'IO :\IU:1SISTA 227
Este peligro se presenta sobre todo con las personalidades narcIsIs-
tas de alto .nivel cultural e intelectual, que por sus procesos de
pensamiento ((Íos y fluidos y su carencia de reacciones emocionales,
se prestan a ser confundidos con pacientes obsesivos. Sin embargo,
en la personalidad verdaderamente obsesiva se observan reacciones
emocionales intensas y profundas en momentos de ansiedad o cuando
se produce un desplazamiento de sus conflictos afectivos. Por ejem-
plo, los problemas sociales, culturales o políticos suelen despertar
fuertes sentimientos en las personalidades obsesivas, que demues-
tran una sorprendente comprensión de la profundidad emocional
de los demás, no obstante ser ellos mismos tan "fríos". Por el con-
trario, las personalidades narcisistas manifiestan afectos superficia-
les y fugaces sobre un fondo de indiferencia emocional.
6. CIRCUNSTANCIAS EXISTENCIALES QUE OFRECEN
GRATIFICACIONES NARCISISTAS DESUSADAS
Una de las circunstancias en )a vida del paciente que puede
determinar un pronóstico desfavorable es la oportunidad de exo-
actuar su necesidad de poder, importancia social y admiración.
Cuando un paciente narcisista que ambiciona poder lo ha alcanzado
ya en el plano profesional o social, lo ve como parte de una situa-
ción normal, en cuyo caso resulta difícil analizar esta forma de
"exoactuación crónica". Del mismo modo en que un estudiante
de un instituto psicoanalítico puede utilizar su análisis como un me-
dio para acceder a la condición de psicoanalista, un paciente puede
usar un recurso preexistente para gratificar sus necesidades nar·
cisistas; esta maniobra lo compensa de las frustraciones sufridas
en el análisis, provocando así el estancamiento del proceso tera~
péutico.
7. CONTROL DH LOS IMPULSOS Y TOLERANCIA. A LA ANSIEDAD
Los pacientes narcisistas suelen ejercer un control relativamen·
te eficaz sobre sus impulsos en casi todas las áreas, con excepción
de aquellas que reflejan una formación transaccional que les permite
gratificar sus necesidades patológicas. Por ejemplo, un paciente
mantenía un excelente control sobre sus impulsos, salvo en los pe.
riodos de exoactuación homosexual, durante los cuales se hacía de
compañeros ocasionales de manera tan impulsiva que ponía en peli-
gro su posición social y corría el riesgo de entrar en dificultades
con la ley; usaba la experiencia homosexual para escapar de la rabia
qUe le producía cualquier frustración causada por su novia. Cuando
según él, ella lo criticaba injustificadamente, salía en su automóvil,
levantaba a cualquier hombre en un baño público y una vez que éste
228 OTTO F. KBRNBBRG
le hada felacio lo abandonaba sintiendo repugnancia y volvía a su
casa aliviado. Poco a poco se puso en evidencia que en la interacción
homosexual tenía la fantasía de que el hombre que le succionaba el
pene sentia una ímperiosa necesidad de él y que él mismo era
el poseedor de todo el amor y la satisfacción posibles en esa inter·
acción; de ello se reaseguraba al darle ese amor al otro hombre.
Después, al abandonarlo abruptamente con desprecio, se identificaba
con la madre hostil y desvalorlzante a la que había odiado Y envi-
diado, y con su novia que la representaba. Merced a la totalidad de
la acción, se vengaba también de su novia-madre, al reasegurarse
de que no la necesitaba como objeto sexual. En este ejemplo, lo que
parecía ser una falta de control sobre los impulsos era en realidad
una organización defensiva específica que pudo ser entendida y
resuelta mediante el análisis. Para los pacientes de este tipo el pro-
nóstico es mejor que para aquellos cuyo control sobre los impulsos
es escaso o nulo y que se entregan sin freno a las exoactuaciones,
como ocurre por ejemplo con las denominadas personalidades "caó-
ticas" o las que combinan alguna forma de desviación sexual con
una neurosis impulsiva -alcoholismo, drogadicción, etcétera-o El
pronóstico es reservado también para los pacientes en quienes la
ansiedad produce inmediatamente exoactpaciones generalizadas o
la intensificación de otros síntomas; en otras palabras, los que po-
seen muy escasa tolerancia a la ansiedad.
8. REGRESIÓN AL PENsAMIENTO DEL PROCESO PRIMARIO
Sugerl antes que cuando .la personalidad narcisista se asocia
con francos rasgos fronterizos, el psicoanálisis está contraindicado.
Existen algunos pacientes narcisistas con muy escasos síntomas,
buen control sobre los impulsos y un nivel de tolerancia a la ansie-
dad no demasiado bajo en quienes, sin embargo, el pensamiento del
proceso primario está sorprendentemente cerca de la superficie. Por
ejemplo, para un paciente que presentaba un funcionamiento más
o menos satisfactorio en su vida, era motivo de placer la fantasía
desarrollada al cabo de varios años de que se parecía a Cristo;
gozaba especulando acerca de las características que compartía con
Cristo. Reconocí8 que estas fantasías eran irreales, pero al mismo
tiempo las sentia muy placenteras; al comienzo del tratamiento se
intensificaron hasta tal punto que el paciente llegó a preguntarse si
después de todo no sería Cristo en 'verdad; hizo después una aguda
regresión a una reacción esquizofrénica, que probablemente no se
habrfa producido en ese momento de no haber estado ,en psicoterapia
expresiva.
Una observación más acerca de la propensión regresiva; el psi-
coanálisis está contraindicado para los pacientes de marcados rasgos
fronterizos, en especial falta de control sobre los impulsos, intole-:
TRATAMIENTO DE LA PERSONALIDAD NA.RCISlSTA 229
rancia a la ansiedad y tendencia a regresar al pensamiento del pro-
ceso primario, aun cuando sean capaces de experimentar culpa y
depresión, porque la depresión que surge en esos casos en el curso
del tratamiento suele regresar al nivel psicótico o manifestarse como
intentos de suicidio. Todo individuo narcisista a quien se intente
ofrecer un tratamiento eficaz, pasa forzosamente por períodos de
severa depresión y fantasías suicidas que ponen su vida en serio
peligro cuando su yo no es lo bastante fuerte para tolerarlas; de ahí
que para los pacientes de yo débil sea preferible una psicoterapia
de apoyo. De entre Jos pacientes estudiados en el Proyecto de Inves-
tigación Psicoterapéutica de la Fundación Menninger, las persona-
lidades francamente narcisistas con marcados rasgos fronterizos
recibieron un tratamiento exclusivamente de apoyo que llegó a resul-
tados muy satisfactorios.
9. MOTIVACIÓN PARA EL TRATAMIENTO
En estos pacientes, el esencial test de motivación se realiza
recién después de algún tiempo de tratamiento. Las motivaciones
comúnmente aceptables, como por ejemplo el deseo de resolver
determinados síntomas, con frecuencia resultan ser falsas en las
personalidades narcisistas. Muchas veces su verdadero objetivo es
llegar a la uperfección" e inician su análisis con esas elq)eCtativas.
Es difícil determinar al comienzo del tratamiento si ese deseo de
"perfección" significará para ellos resolver sus síntomas para ser
superiores a todos los demás o si evolucionará hacia el deseo de
liberarse de una vida emocional invalidante. En todo caso, cuanto
mayor sea el empeño de una persona por superar su frialdad interna,
sus vivencias de vacío y sus dificultades para establecer lazos de
empatía con los demás, más favorable es el pronóstico.
Un periodo auc.al del Ir••miento
Por lo general, una vez que el paciente ha elaborado sistemáti-
camente sus defensas narcisistas, salen a la superficie sus primitivos
conflictos orales. El odiQ Y el temor intensos que le inspira la ima-
gen de una madre agresiva y peligrosa son proyectados en el analista
y en otras personas significativas. En algún momento, el paciente
tiene que tomar conciencia de que ese temor de ser atacado por
la madre representa la proyección de su propia agresión, ligada con
la rabia causada por la frustración que aquélla le infligió. Tiene
qUe reconocer también que el concepto ideal que tiene de sí mismo
es una fantasía que lo protege de las temidas relaciones con otras
personas y que asimismo contiene el anhelo y el amor sin esperanza
hacia una madre ideal capaz de acudir en su auxilio. Es necesario
230 OTTO F. KERNBERG
que en algún momento esa profunda aspiración y el amor hacia la
madre ideal coincidan con el odio hacia la madre distorsionada y
peligrosa, para que el paciente llegue a reconocer que el analista-
madre temido y odiado y el analista-madre anhelado y amado son
en realidad uno y el mismo.
Es en este momento cuando surge una situación emocional
extremadamente difícil para el paciente: tiene que reconocer los
verdaderos aspectos buenos del analista (madre) que hasta entonces
habia negado y desvalorizado, y hacerse cargo de intensos senti-
mientos de culpa por su anterior agresión hacia aquél. El hecho de
haber maltratado al analista y a todas las Personas significativas
de su vida puede provocarle intensa desesperación. llegando incluso a
sentir que de hecho ha destnrldo a aquellos a quienes podría haber
amado y por quienes podría haber sido amado. Suelen manifestarse
entonces ideas de suicidio, pero si el paciente ha sido acertadamente
seleccionado para recibir tratamiento psicoanalítico en virtud de su
fortaleza yoica, podrá elaborar ese conflicto sin prematuro apoyo
por parte del analista. Al elaborar este crucial período de su análisis,
el paciente narcisista llega a reconocer al analista como persona
autónoma por quien puede sentir amor y gratitud, y al mismo tiempo
comienza a tomar conciencia de la existencia independiente de otras
personas significativas para él. Es posible que por primera vez
manifieste auténtica curiosidad, interés y satisfacción por lo que les
ocurre a los demás. Es como si las otras personas cobraran vida
tanto en el mundo externo como en su mundo interno de vivencias
de sí mismo y de los objetos, en otras palabras, su "mundo de repre-
sentaciones" (14). Esta etapa del análisis marca un abierto contraste
con el anterior vado de las fantasías y emociones del paciente.
La regresión normal al servicio del yo representa una dimensión
especial, esto es la reactivación de relaciones objetales internalizadas
del pasado como fuente de apoyo interno en momentos de crisis,
pérdida de apoyo externo o soledad. En circunstancias normales,
la riqueza emocional derivada de felices relaciones interpersonales
del pasado permite disfrutar de la felicidad actual de los demás
merced a la empatía con ellos, y es además una fuente interna de
consuelo cuando la realidad amenaza destruir la autoestima. Los
pacientes narcisistas son incapaces de encontrar este tipo de recursos
en su propio pasado, pero con la ayuda del tratamiento llegan a
tomar conciencia de una vida más profunda y significativa, y el nuevo
mundo de relaciones objetales internalizadas que va configurándose
en ellos se convierte en una fuente de fortaleza y creatividad.
El siguiente caso ilustra este crucial periodo del tratamiento en
un particular paciente. En una época, este paciente había llegado a
tomar conciencia de que siempre había tratado al analista como un
"espejo" de sí mismo; lo había convertido en un esclavo poderoso
incondicionalmente a su servicio; algo así como el genio de la lár&
para de Aladino. Entre sesiones tenía la sensación de que el analista
TRATAMIENTO DE LA PERSONALIDAD ~AIKISIS1'A 231
quedaba reducido a una existencia virtual, como si él tuviera el
poder de encerrarlo en una botella y dejarlo de lado. Por primera
vez, después de años de análisis, demostró curiosidad por el analista
y envidia por su vida privada. Reconoció la pena y el enojo que le
causaban las separaciones de fin de semana y la gratitud que sentía
hacia aquél por no haberlo abandonado a pesar de su constante
actitud peyorativa. Este paciente siempre había despreciado la
literatura, en especial la poesía, y todo aquello que no tratara de
"hechos concretos, fríos y útiles".
Un día recordó un cuento que de niño lo habia impresionado
pero que después había olvidado por completo; se trataba de "El
ruiseñor" de Andersen (2). El paciente, una persona poco imagina·
tiva, interpretó espontáneamente la historia, basándose en asocia·
ciones y sueños que había tenido a lo largo de varios días. El mismo
representaba al Emperador de China ya que, al igual que éste, des-
valorizaba a cuantos lo rodeaban. China era su mundo de fantasías,
donde todos desvalorizaban a todos. El ruiseñor (el vivo y verda-
dero) era la única criatura cálida y digna de amor de ese mundo,
pero el Emperador era incapaz de amarla. Aunque había disfrutado
de su canto, lo abandonó sin remordimiento cuando recibió un
pájaro mecánico, brillante y guarnecido de piedras preciosas. Este
ruiseñor mecánico, cubierto de adornos lujosos, representaba el
concepto de sí mismo del Emperador (el paciente). mecánico y sin
vida. Cuando éste, enfermo, necesitó del canto del ruiseñor para
recuperarse, el ruiseñor mecánico fracasó. porque el propio Empe-
rador, según el paciente. lo había destruido. al igual que había des-
truido todo lo que lo rodeaba. Una noche, a punto de morir, el
Emperador recordó todas las buenas y malas acciones de su vida
yesos recuerdos lo hicieron sufrir. A juicio del paciente, ésta era la
expresión del reconocimiento del Emperador de sus propios aspectos
malos y de su desesperanza de poder reparar alguna vez los males
cometidos. El verdadero ruiseñor volvió por fin y al cantar al pie
de la ventana del Emperador agonizante, le salvó la vida. Al terminar
el relato, el paciente dijo con emoción que ahora comprendía por
qué de niño esta historia lo conmovía hasta las lágrimas. y rompió
a llorar. El hecho de que el ruiseñor verdadero hubiera sobrevivido
reafinnaba su fe en la existencia de un ser bueno en el que aún
podía confiar y que no había muerto. no obstante la avidez y la
destructividad del Emperador -y de él mismo-. Este se había
salvado de la muerte gracias a que había conservado dentro de sí
a un ser bueno y capaz de perdonar, el ruiseñor, que representaba
también al analista bueno que no había sucumbido a la destructi-
vidad del paciente.
Este ejemplo ilustra no sólo la manera en que el paciente llegó
a comprender un problema crucial para él, sino además su recono-
cimiento cada vez mayor de la vida emocional; por primera vez
aceptó una expresión literaria hasta entonces despreciada. La opor·
232 OTro F.KERNBERG
tunidad de ver que un paciente surge a la vida en el curso del
tratamiento y que por primera vez siente verdadera preocupación e
interés por los demás y por su mW1do interior. constituye una expe-
riencia gratificante para el analista. que compensa los muchos meses
y años de soportar el vacío y la privación de significado con que estos
pacientes tratan de ahogar la situación analítica.
Los factores pronÓsticos estudiados en este capítulo reflejan
las limitaciones y las dificultades del tratamiento psicoanalítico de
las personalidades narcisistas. Aun cuando en muchos de estos pa.
tientes el tratamiento no alcanza resultados plenamente satisfacta.
rios. por lo menos permite comprender y resolver mejor las defensas
narcisistas en pacientes con una patología caracterológica menos
gra~. A mi juicio. merced a u.;na, c~d,adosa sele~!ón de ~s es
poSible obtener resultados terapéuticos má, alentadores-"COn tps
pacientes que en un primer momento son vis~os como no analizables
y que en consecuencia no reciben tratamiento. o con aquellos que
inician un análi!.is fundado en la errónea suposición de que pertene-
cen a la categoda de las neurosis earacterológicas ordinarias. y que
termina por fracasar después de muchos años de trabajo analítico.
Resumen
Se sugiere una hipótesis general acerca .de la etiología. de la
personalidad narcisista. basada en las conexiones entre el narcisismo
patológico y la patolog{a de las relaciones objetales. Se pasa revista
a los problemas técnicos que plantea el tratamiento psicoanalítico de
estos pacientes. en especial sus típicas resistencias transferenciales.
y se estudian los criterios pronósticos.