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Manuel Peña Poesía para Jóvenes. Diplomado de Oaxaca.

El documento presenta un diplomado internacional sobre poesía para jóvenes, destacando criterios para seleccionar y valorar textos poéticos. Incluye una selección de poemas de diversos autores, así como reflexiones sobre la importancia del lenguaje poético en la educación. El profesor Manuel Peña Muñoz invita a los participantes a compartir estas obras con sus estudiantes para fomentar el interés por la poesía.

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Manuel Peña Poesía para Jóvenes. Diplomado de Oaxaca.

El documento presenta un diplomado internacional sobre poesía para jóvenes, destacando criterios para seleccionar y valorar textos poéticos. Incluye una selección de poemas de diversos autores, así como reflexiones sobre la importancia del lenguaje poético en la educación. El profesor Manuel Peña Muñoz invita a los participantes a compartir estas obras con sus estudiantes para fomentar el interés por la poesía.

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DIPLOMADO INTERNACIONAL EN CULTURA ESCRITA Y ADOLESCENCIA

Fundación Alfredo Harp Helú de Oaxaca,


la Confederación Nacional de Escuelas Particulares
y la Universidad La Salle de Oaxaca.

Poesía para jóvenes:


Criterios para seleccionar y valorar textos poéticos.

Profesor. Manuel Peña Muñoz. Chile.


Página web: www.elcaballerodelosalerces.cl
Correo: [email protected]
Instagram: manuelpena.munoz

Selección de textos literarios comentados en la clase.

Estimados participantes del taller Poesía para jóvenes: criterios para seleccionar y valorar
textos poéticos.
Tengo el agrado de enviarles una selección de poemas comentados en la clase de
diversos estilos y tendencias que pueden compartir con sus estudiantes para incentivarlos en
el lenguaje poético.
Felicitaciones por las intervenciones y excelentes lecturas en voz alta.
Muchas gracias por participar.
Afectuosos saludos desde Santiago de Chile.
Manuel Peña Muñoz.

Cajita de fósforos, Antología de poemas sin rima del investigador mexicano Adolfo
Córdova con ilustraciones de Juan Palomino en ediciones Ekaré.
Contiene “poemas sin rima” de Jorge Luis Borges, María José Ferrada, Juan Ramón
Jiménez, Aquiles Nazoa, entre otros.
Aprendí el arte de hacer planetas de lana.
Los hago de todos los tamaños y colores.
Armo una galaxia de abrigo y luego la desarmo.
De mis ovillos salen hebras
que cruzan las paredes de mi casa
de una esquina a la otra.
Hebras que cuelgan de las lámparas
Y florecen desde los armarios como enredaderas.
Colgamos de ellas los columpios
en los que Dios juega a veces.

Dios y las arañas blancas.


Un libro de poemas sobre el exilio de más de 400 niños y niñas de la guerra civil española
que fueron embarcados en el Mexique y los llevaron a vivir a México. Se les conoce como
los niños de Morelia.
La palabra
Pablo Neruda. (Parral, Chile, 1904 – Santiago de Chile, 1973).
Premio Nobel de Literatura, 1971.

Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que
suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo,
las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan,
se escuchan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como piedras de
colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas
palabras…
Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo,
cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las
siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como
ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las
trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como
pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola…
Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó
de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y
que le obedeció… Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que
se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser
raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor
apenas comenzada…
Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores
torvos… Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas
encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos,
con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con
religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas…
Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las
botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras
luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma.
Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro…
Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.
¿Por qué se suicidan las hojas
cuando se sienten amarillas?

¿Hay algo más triste en el mundo


que un tren inmóvil en la lluvia?

¿Dónde están los nombres aquellos


dulces como tortas de antaño?

¿Dónde se fueron las Donaldas,


las Clorindas, las Eduvigis?

¿Quiénes gritaron de alegría


cuando nació el color azul?

¿Por qué se entristece la tierra


cuando aparecen las violetas?
¿Por qué razón o sin razón
llora la lluvia su alegría?

¿Quién canta en el fondo del agua


en la laguna abandonada?

¿Es verdad que las golondrinas


van a establecerse en la luna?

¿Hay una estrella más abierta


que la palabra amapola?
¿Cuándo lee la mariposa
lo que vuela escrito en sus alas?
Si todos los ríos son dulces
¿de dónde saca la sal el mar?

Entre las orquídeas y el trigo


¿para cuál es la preferencia?
¿Qué pájaros dictan el orden
de la bandada cuando vuela?

¿De qué suspende el picaflor


su simetría deslumbrante?

¿Cómo se acuerda con los pájaros


la traducción de sus idiomas?

EL ÁRBOL DE LILAS

María Teresa Andruetto. Argentina.

uno

Él se sentó a esperar bajo la sombra de un árbol


florecido de lilas.
Pasó un señor rico y le preguntó:
¿Qué hace sentado bajo este árbol,
en vez de trabajar y hacer dinero?
Y el hombre le contestó:
Espero.

Pasó una mujer hermosa y le preguntó:


¿Qué hace sentado bajo este árbol, en vez de
conquistarme?
Y el hombre le contestó:
Espero.

Pasó un niño y le preguntó:


¿Qué hace Usted, señor, sentado bajo este árbol,
en vez de jugar?
Y el hombre le contestó:
Espero.

Pasó la madre y le preguntó:


¿Qué hace este hijo mío, sentado bajo un árbol,
en vez de ser feliz?
Y el hombre le contestó:
Espero.

dos

Ella salió de su casa.


Cruzó la calle, atravesó la plaza
y pasó junto al árbol florecido de lilas.
Miró rápidamente al hombre.
Al árbol. Pero no se detuvo.
Había salido a buscar, y tenía prisa.
Él la vio pasar,
alejarse,
volverse pequeña,
desaparecer.
Y se quedó mirando el suelo nevado de lilas.

Ella fue por el mundo a buscar.


Por el mundo entero.
En el Este había un hombre con las manos de seda.
Ella preguntó: ¿Sos el que busco?
Lo siento, pero no,
dijo el hombre con las manos de seda.
Y se marchó.

En el Norte había un hombre con los ojos de agua.


Ella preguntó:
¿Sos el que busco?
No lo creo, me voy,
dijo el hombre con los ojos de agua.
Y se marchó.

En el Oeste había un hombre con los pies de alas.


Ella preguntó: ¿Sos el que busco?
Te esperaba hace tiempo,
ahora no, dijo el hombre con los pies de alas.
Y se marchó.

En el Sur había un hombre con la voz quebrada.


Ella preguntó: ¿Sos el que busco?
No, no soy yo, dijo el hombre con la voz quebrada.
Y se marchó.

tres

Ella siguió por el mundo buscando,


por el mundo entero.
Una tarde, subiendo una cuesta,
encontró a una gitana.
La gitana la miró y le dijo:
El que buscas espera, bajo un árbol, en una plaza.

Ella recordó al hombre con los ojos de agua,


al que tenía las manos de seda, al de los pies de alas
y al que tenía la voz quebrada.
Y después se acordó de una plaza,
de un árbol que tenía flores lilas,
y del hombre que estaba sentado a su sombra.

Entonces se volvió sobre sus pasos,


bajó la cuesta, y atravesó el mundo.
El mundo entero. Llegó a su pueblo, cruzó la plaza,
caminó hasta el árbol
y le preguntó al hombre que estaba sentado a su sombra:
¿Qué hacés aquí, sentado bajo este árbol?
Y el hombre dijo con la voz quebrada:
Te espero.
Animales rimados y no tanto.
María Teresa Andruetto.

Invitamos a todas las familias a dar un paseo por el barrio de la poesía. Es un lugar
donde las palabras se pintan la cara, se tiñen el pelo, cambian de camiseta, cruzan la vereda
y juegan a ser otras. Es un sitio donde existen versos y estrofas, rimas y ritmos, que son
como trencitos a los que se suben las ideas para viajar más rápido y sentir el vientito
besándoles la cara. Entren a este libro a encontrar palabras, aquellas chiquitas y casi
invisibles y aquellas enormes como paquidermos. Busquen y rebusquen hasta que algún
verso les llene la cara con una sonrisa.

La higuera.
Juana de Ibarbourou

Porque es áspera y fea,


porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos,


ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste


con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez, a la noche,


cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!

Los helados invisibles

Antonio Orlando Rodríguez. Cuba.

En esta tienda venden


helados invisibles.
Algo raros, es cierto,
mas, muy apetecibles
De distintos tamaños
y a precios accesibles,
bien temprano o de noche,
los tienen disponibles.

Hay quien los califica


por su gusto, de horribles,
y otros incluso afirman
que son indigeribles.

Mas yo, que soy de mente


más abierta y flexible,
te puedo asegurar
que no son tan terribles.
Eso sí: son salados
Y duros, y es posible
que al principio te sepan
un poco a combustible.

Y desde ese momento


-cosa muy comprensible –
dejarán de gustarte
los helados visibles.

Los enanitos

A veces, cuando llueve, cuando las calles se llenan de charcos y el campo se anega,
después que ha llovido mucho, el cielo pierde su color. Entonces, de no se sabe dónde,
llegan cien enanitos pintores, llegan en cueros y con cucuruchos de papel en la cabeza.
Llegan y se encaraman sobre las nubes, con latas y brochas en las manos. En un abrir y
cerrar de ojos, los pequeños pintores le devuelven al cielo su azul maravilloso, su celeste de
siempre. Si se destiñe el cielo. Si se destiñe.

Verso libre

Mi verso es libre de volar a donde quiera. Viene y se posa en la rama de algún


árbol, en un alero, en la tendedera de la vecina, en cualquier página en blanco de mis
cuadernos.

En lo alto del ciprés

Un pájaro se ha posado
en lo alto del ciprés.
Lo contemplas con agrado
y de pronto, no lo ves.
¿Dónde se ha ido? Quizás
a hacer su nido. Tal vez
no regresará jamás.
No te lamentes: aprende
a disfrutar cada cosa
-sea larga, sea breve –
el perfume de una rosa,
el apretón de una mano,
reír por una sandez
o el salto de ese venado
que escapa con rapidez.

Los besos

Besos de cortesano
(sonoros y en la mano).
Besos color turquesa
(perfectos para la cabeza).
Besos de rechupete
(se recomiendan en el cachete).
Besos con sabor a anís
(ideales para la nariz).
Besos con zumbido de abejas
(gustan mucho en las orejas)
Besos perfumados y sabios
(esos, guárdalos para los labios).

Alegrías

Un cuento.
Una ventana abierta.
Un beso. El sol.
La arena de la playa.
Contar estrellas.
Descubrir de repente
esa música maravillosa
que una vez oímos en sueños.
Probar una guayaba
fragante y pulposa.
Encontrar aquella flor
que guardamos
entre las páginas de un libro.
Mojarse en la lluvia.
Bailar. Soñar.
Pintar con tiza en las aceras.
La mano cálida del amigo.

Lluvia. Mar Benegas. España.


Sol de los amigos.
María Baranda, México.

Sol de los amigos cuida siempre de nosotros,


No dejes de alumbrar la casa, el campo, la charca.
Cuida todos los días y todas las noches
con su luna que aguarda por ti en el cielo.
Surge, siempre, aún en lo lejos
de la bruma y la niebla y también del invierno.
No dejes que estemos sin ti, sol.
Sol, abrázanos redondo, despacio,
con tu luz que alumbra nuestro corazón de amigos.
Del libro:
Sol de los amigos. Ediciones El Naranjo.

El roba nombres

¿Alguna vez se fue tu nombre


como un balón rodando por la calle?

¿Alguna vez alguien te dijo “Ey, tú”


y viste sus ojos de pez de aire?
¿Alguna vez en el salón de clase
no supieron nombrarte y te quedaste
como un pájaro mudo?

Era el fantasma roba nombres


que espera siempre
en cada esquina,
en cualquier puerto
o bajo un árbol,
está ahí parado
con el silencio en sus ojos
escuchando, escuchando
que alguien pronuncie
lo que él puede llevarse: tu nombre.

El coyote y su sueño

Un coyote sueña
mar adentro de su cueva.

Piensa en barcos
que lo lleven lejos
donde nadie se asuste
con su aullido.

Sueña que es un caballo


que va trotando
y que a su paso
se detienen todos
a saludarlo.

Y siente la noche
como si fuera una lámpara
de puras estrellas
donde su voz
es la llama de una vela.

Un coyote sueña
mientras todos duermen
para perderse lejos,
lejos de su miedo.
Sueño azul.
Elicura Chihuailaf. Chile.

(Fragmento).

Hablo de la memoria de mi niñez y no de una sociedad idílica


Allí, me parece, aprendí lo que era la poesía
las grandezas de la vida cotidiana, pero sobre todo sus detalles
el destello del fuego, de los ojos, de las manos.
Sentado en las rodillas de mi abuela oí las primeras historias de árboles
y piedras que dialogan entre sí, con los animales y con la gente.
Nada más, me decía, hay que aprender
a interpretar sus signos
y a percibir sus sonidos que suelen esconderse en el viento.
Tal como mi madre ahora, ella era silenciosa
y tenía una paciencia a toda prueba
Solía verla caminar de un lugar a otro, haciendo girar el huso,
retorciendo la blancura de la lana
Hilos que en el telar de las noches se iban convirtiendo en hermosos tejidos
Como mis hermanos y hermanas
—más de una vez—
intenté aprender ese arte, sin éxito.
Pero guardé en mi memoria el contenido de los dibujos
que hablaban de la creación y resurgimiento del mundo mapuche
de fuerzas protectoras, de volcanes, de flores y aves
También con mi abuelo compartimos muchas noches a la intemperie
Largos silencios, largos relatos que nos hablaban del origen de la gente nuestra
del primer espíritu mapuche arrojado desde el Azul
De las almas que colgaban en el infinito como estrellas
Nos enseñaba los caminos del cielo, sus ríos sus señales
Cada primavera lo veía
portando flores en sus orejas y en la solapa de su vestón
o caminando descalzo sobre el rocío de la mañana.
Juan José Tablada. México.
(Coyoacán, México 1871
Estados Unidos -1945)

Creyendo que el reflejo de la luna


era una taza de blanco jade y aéreo vino,
por cogerla y beberla,
una noche bogando por el río se ahogó Hi-Pó.

Y hace mil cien años el incienso


sube encumbrando al cielo perfumada nube.
Y hace mil cien años la China resuena
doble funeral llorando
esa pena en el inmortal gongo
de cristal de la luna llena.
Un pájaro que trina musical y breve
como una ocarina
en un almendro florido de nueve.

Mejor viajar en palanquín


y hacer un poema sin fin
en la torre de Kaolín de Nankín.
Luciérnagas alternas
que enmarañaban el camino
del poeta ebrio de vino
con el zigzag de sus linternas.

Hasta que el poeta cae


como pesado tibor
y el viento le deshoja el pensamiento
como una flor.

Un sapo que deslíe


sonoro de Confucio
un parangón
y un grillo
que ríe burlón.
Un mono.

El pequeño mono me mira


¡Quisiera decirme
Algo que se le olvida!

Jaguar.

Luce del jaguar el blasón:


En campo de oro
Las manchas del sol.

La luna

La luna es araña de plata


que tiene su telaraña
en el río que la retrata.

Panorama.

Bajo de mi ventana,
la luna en los tejados
Y las sombras chinescas
Y la música china de los gatos.

Toninas.

Entre las ondas azules y blancas


Rueda la natación de las toninas
Arabescos de alas y de anclas.

Sandía.

Del verano roja y fría


Carcajada
Rebanada de sandía.

La tortuga.
Aunque jamás se muda
a tumbos, como carro de mudanzas,
va por la senda la tortuga.

Los gansos.

Por nada los gansos


tocan alarma
en sus trompetas de barro.
Gabriela Mistral. Chile.
Premio Nobel de Literatura, 1945.
Vicuña, Chile, 1889-Estados Unidos1957

Caperucita roja.
Gabriela Mistral.

Caperucita Roja visitará a la abuela


que en el poblado próximo sufre de extraño mal.
Caperucita Roja, la de los rizos rubios,
tiene el corazoncito tierno como un panal.

A las primeras luces ya se ha puesto en camino


y va cruzando el bosque con un pasito audaz.
Sale al paso Maese Lobo, de ojos diabólicos.
«Caperucita Roja, cuéntame adónde vas».

Caperucita es cándida como los lirios blancos.


«Abuelita ha enfermado. Le llevo aquí un pastel
y un pucherito suave, que se derrama en juego.
¿Sabes del pueblo próximo? Vive en la entrada de él».

Y ahora, por el bosque discurriendo encantada,


recoge bayas rojas, corta ramas en flor,
y se enamora de unas mariposas pintadas
que la hacen olvidarse del viaje del Traidor...

El Lobo fabuloso de blanqueados dientes,


ha pasado ya el bosque, el molino, el alcor,
y golpea en la plácida puerta de la abuelita,
que le abre. (A la niña ha anunciado el Traidor.)

Ha tres días la bestia no sabe de bocado.


¡Pobre abuelita inválida, quién la va a defender!
... Se la comió riendo toda y pausadamente
y se puso en seguida sus ropas de mujer.

Tocan dedos menudos a la entornada puerta.


De la arrugada cama dice el Lobo: «¿Quién va?»
La voz es ronca. «Pero la abuelita está enferma»
la niña ingenua explica. «De parte de mamá».

Caperucita ha entrado, olorosa de bayas.


Le tiemblan en la mano gajos de salvia en flor.
«Deja los pastelitos; ven a entibiarme el lecho».
Caperucita cede al reclamo de amor.

De entre la cofia salen las orejas monstruosas.


«¿Por qué tan largas?», dice la niña con candor.
Y el velludo engañoso, abrazado a la niña:
«¿Para qué son tan largas? Para oírte mejor».

El cuerpecito tierno le dilata los ojos.


El terror en la niña los dilata también.
«Abuelita, decidme: ¿por qué esos grandes ojos?»
«Corazoncito mío, para mirarte bien...»

Y el viejo Lobo ríe, y entre la boca negra


tienen los dientes blancos un terrible fulgor.
«Abuelita, decidme: ¿por qué esos grandes dientes?»
«Corazoncito, para devorarte mejor...»

Ha arrollado la bestia, bajo sus pelos ásperos,


el cuerpecito trémulo, suave como un vellón;
y ha molido las carnes, y ha molido los huesos,
y ha exprimido como una cereza el corazón...

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Hans Christian Andersen
Dinamarca.1805-1875.

Andersen
Gabriela Mistral

Cristian Andersen, padre nuestro,


abuelo de niños y viejos,
¿por qué nos naciste tan lejos
que ni te oímos ni te vemos?

¿Por qué llegué tarde a tu fiesta


a tu casa y a tu venero
contador de niños y viejos,
regalador de nuestros sueños?

Te habría llegado en invierno,


Me habría allegado a tu fuego,
y te habría contado la América
que tus ojos no vieron.

Me habrías dicho: ahora


cuenta los tuyos que no me tengo
y viendo caer la nieve
y otra y otra fábula oyendo
habrían pasado, pasado
las horas, los días oyéndote.

Yo te habría ido contando


al quechua, al mexica, al chileno
y habrían llegado y pasado
las mañanas, los meses, los años.

¿Por qué yo llegué tardada


y tú partiste como en un cuento,
dejando a los niños huérfanos
y solitarios a los viejos?

Bajo, bajito dinos al menos


si puedes en sueño o en veras
contarnos los que llevas hechos
desde que te fuiste lejos.

Inclínate, abaja, sonriendo


Y cuenta, sonriendo, el cielo.
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El día 2 de abril es el Día Internacional del Libro Infantil en recuerdo del aniversario del
nacimiento de Hans Christian Andersen. Ese día en todo el mundo se cuentan sus cuentos
en tributo al poeta de la infancia y la juventud. Ese día, todos miramos hacia la misma
estrella.

*Manuel Peña Muñoz, Chile. Escritor, profesor de castellano, investigador literario,


mediador de lectura, especialista en literatura infantil y juvenil. Colabora en programas de
literatura infantil y fomento de la lectura en instituciones educativas latinoamericanas y
españolas. Ha dictado cursos, talleres y conferencias en todo Chile y Latinoamérica. Como
autor de libros ha escrito Mágico sur, Premio de Novela Gran Angular de ediciones SM
Madrid; Cuentos junto al fogón y El caldero de los cuentos en ediciones SM; El cuento de
hadas: del relato oral al cuento de autor en Casa Contada ediciones, entre otros.
Recientemente publicó Había una vez en América: Panorama de la literatura infantil y
juvenil latinoamericana en Liberalia ediciones (2024) y El cuaderno musical de María
Antonia (2024) en ediciones SM Chile. Obtuvo el Premio Regional Artista de Trayectoria
2023 del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio del Gobierno de Chile.
Imparte cursos y talleres en: casacontada.com y espaciomosaico.cl a partir de marzo.
Página web: www.elcaballerodelosalerces.cl
Correo: [email protected]
Instagram: #manuelpena.munoz
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