El Ordenamiento Juridico y La Emergencia. D1
El Ordenamiento Juridico y La Emergencia. D1
ar/doctrina
SUMARIO
Prólogo 01
I. Los derechos 02
II. El título superlativo 03
III. El ejercicio de los derechos. La ‘Ley particular’ 05
IV. La ley heterónoma 07
V. Las leyes indisponibles 08
VI. La policía y la regulación administrativas 10
VII. La ley indisponible y la alteración de los derechos 12
VII. La cuestión de la emergencia. Nuestro sistema constitucional 15
IX. La emergencia en el “texto complementario” constitucional 18
X. Emergencia y crédito público 21
XI. La situación de emergencia en el ordenamiento jurídico nacional y en el “sistema CIADI-BIT” 23
XII. La doctrina CIADI sobre la emergencia en el caso argentino 24
XIII. Emergencia y subsidiariedad 31
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Recordar algunos principios relativos a la ley (en sentido lato, es decir, toda norma
jurídica, sin importar su fuente orgánica) y a los derechos puede ser útil en estos
momentos de emergencia. Claro que los argentinos tenemos un gran ejercicio en
la materia, aunque todo parece indicar que esta será la crisis más grave, profunda,
arrolladora, que hemos conocido en la historia. Por esto es bueno volver a
reflexionar sobre el tema.
I. LOS DERECHOS
El primer título, el más amplio en una sociedad libre con economía de mercado, es
el que resulta del acuerdo voluntario entre partes. En este acuerdo se establecerán
las prestaciones recíprocas y sus modalidades de cumplimiento, como también
las consecuencias del incumplimiento. El “derecho del otro” es lo que el título
determina.
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Notemos que este título, aunque proceda de la voluntad de sólo un sujeto, generará
siempre un derecho que se posee en “alteridad”, frente a otro, normalmente en
una relación de prestación y contraprestación, incluso con relación a un “otro
consecuencial”, como “consecuencia” del “poder jurídico” que un sujeto ejerce
sobre una cosa (como derecho a persecución o preferencia de la cosa con
respecto a un “otro”, arg. art. 1882 y ss., Código Civil y Comercial, CCC). Desde
esta perspectiva, los derechos son siempre comunitarios: no hay derecho sino
hay otro, lo que también indica que no hay derecho sin un deber hacia el “otro”
concreto o, siquiera potencial, con relación al “otro” comunitario.
Por otra parte, hay que advertir que no se posee, en abstracto, ningún “derecho”,
sino que se es titular de un “derecho-a”: a que me den tal cosa, a que hagan esto
en mi favor o me dejen hacer aquello. Si el derecho es lo debido, nadie debe en
abstracto, como principio, sino que se deben bienes o conductas concretas a un
sujeto concreto. De la misma manera, este sujeto debe sólo bienes o conductas
concretas a otro sujeto concreto; es así como derechos y obligaciones ingresan al
patrimonio de las personas humanas o jurídicas.
Las relaciones jurídicas que podría entablar un sujeto se verían muy limitadas si
él, por ejemplo, no pudiese poseer bienes en propiedad, o si no pudiese circular
más allá del ámbito de una determinada ciudad, o si sólo pudiese contratar con los
de su raza, o, mucho peor, si estuviese por cumplir con una sentencia de muerte.
Así entonces para poder exigir y cumplir con lo debido (con lo que me es debido por
el otro y con lo que le es debido al otro) es necesario contar con una base, un título
fundamental que genera un “debido fundamental” para luego ser consolidado en
un “debido de ejercicio concreto”.1
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(destacado en el original).
Veamos. “Lo debido al hombre”, esto es, el derecho del hombre, “porque es hombre”,
por su propia humanidad, condición que, en sí misma y sin otro aditamento
genera, en todo ser humano una “eminente dignidad”. Es una “dignidad”, aquello
que es merecido (debido) en razón del valor de quien la porta, el valor que resulta
de la humanidad. Es eminente, es decir, sobresaliente, de mayor altura, por sobre
todas las otras dignidades, suprema. La humanidad (ser un humano, poseer ADN
humano) es también un título jurídico supremo que obliga primero a la comunidad
política, y también a todos los otros sujetos. Pero fundamentalmente obliga a
la comunidad política, quien es la responsable de cumplir con el respeto de tal
fundamental dignidad humana y hacerlo cumplir por los terceros.
Esta idea tiene una larga tradición y es propia de nuestra cultura judeo-greco-
cristiana. Fue expresada en el Génesis, en el inicio y razón de todas las cosas,
considerada por los filósofos clásicos, recibida por los pensadores musulmanes,
llevada a su excelsitud en los filósofos escolásticos y neo escolásticos, y, en
definitiva, receptada por el iluminismo e individualismo modernos.
2. A todos y cada uno, sin exclusiones, ya que la discriminación arbitraria, tanto personal como por colectivos,
sería una contradicción ontológica con el mismo sistema.
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por sí misma”, que todos los hombres han sido dotados por el Creador “de ciertos
derechos inalienables” (Declaración de la Independencia), los que la Declaración
francesa identifica también como “naturales, inalienables y sagrados”, además de
“imprescriptibles”.
Ambos documentos afirman que los gobiernos existen para garantizar estos
derechos, lo que además de ser un anticipo fundamental del principio de
subsidiariedad, identifica a los sujetos de estas relaciones jurídicas básicas, de
sostén de todo el edificio jurídico: uno, el hombre, sólo por su condición de
humanidad, y el otro, el gobierno, a cuya jurisdicción ese hombre se encuentra
alcanzado. En estas condiciones aquellos derechos fundamentales dejan de ser
abstractos: son vigentes siempre, y exigibles apenas se los viole o “aliene” o lesione
o disminuya de alguna manera capaz de producir daño.
3. En la Argentina muchos de ellos tienen jerarquía constitucional, conforme con el sistema establecido en el art.
75.22, de la Constitución Nacional.
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Ahora bien, en una sociedad libre existen dos tipos de “leyes” (normas jurídicas):
las de creación particular (por las partes en la relación jurídica), y las de creación
pública, gubernamental. Con relación a los sujetos que ejercen el derecho, las
primeras son “autónomas”, mientras que las segundas “heterónomas”.
De esta manera, resulta imposible ejercer cualquier derecho sin regularlo (“auto-
regularlo”) al mismo tiempo. Además, toda regulación supone alguna limitación,
porque cada parte debe también conformarse al bien pretendido por la otra, hasta
que ambas pretensiones se “ajusten” recíprocamente, en una igualdad definida,
fundamentalmente, por el concurso de ambas voluntades. Estas limitaciones
voluntarias, en la medida que cumplan con el art. 19 in fine de la Constitución
–“Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni
privado de lo que ella no prohíbe”- serán válidas, ya que se suponen establecidas
libremente en persecución del propio interés del sujeto.
4. “Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamente su
ejercicio…” (sigue un elenco de derechos).
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Pero la ley también sostiene la vida del ordenamiento no solo por presencia (como
en el caso anterior) sino por imposición, cuando manda o prohíbe (art. 19, CN), es
decir, cuando impone, en su regulación, límites imperativos a ciertas modalidades
del ejercicio de los derechos. Esta es la ley normalmente denominada “de orden
público”, que incide de manera imperativa sobre aspectos (los que ella determina)
de la relación jurídica.
5. Ver R.C. BARRA, Derecho Administrativo. Acto administrativo y reglamentos, Astrea-RaP, Buenos Aires, 2018,
Tomo 1, Cap. Primero.
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En todas las ramas del sector normativo del ordenamiento jurídico es posible
encontrar leyes (heterónomas) indisponibles. En algunas de aquellas ramas la
totalidad de las normas que la integran es, por su propia naturaleza, indisponible,
como ocurre en materia penal o tributaria (salvo excepciones).
6. El Código Civil y Comercial argentino es muy claro en el punto. En el art. 957 afirma el efecto normativo
particular del contrato: “Definición. Contrato es el acto jurídico mediante el cual dos o más partes manifiestan
su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas patrimoniales.”;
también en el art. 959: “Efecto vinculante. Todo contrato válidamente celebrado es obligatorio para las partes.
Su contenido sólo puede ser modificado o extinguido por acuerdo de partes o en los supuestos que la ley
prevé”. El art. 958 enuncia el principio de la autonomía de la voluntad: “Libertad de contratación. Las partes son
libres para celebrar un contrato y determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden
público, la moral y las buenas costumbres”. La ley a la que se refiere el cit. art. 958 es la imperativa, sin perjuicio
de que la regla general prescriba que las leyes son dispositivas, así el art. 962: “Carácter de las normas legales.
Las normas legales relativas a los contratos son supletorias a la voluntad de las partes, a menos que de su modo
de expresión, de su contenido, o de su contexto, resulte su carácter indisponible”. Finalmente, los arts. 963 y
964 establecen el orden de prelación de las normas: primero las normas imperativas, segundo, las normas del
contrato, por último, las normas supletorias, disponibles por las partes.
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Otro tipo de normas imperativas no miran tanto a definir un elemento esencial para
la validez del acto sino a castigar su mera producción, o la omisión de producirlo.
Por ello su característica principal es otorgar competencia a un órgano del Estado
a intervenir de oficio, investigando, inspeccionando, comprobando, y, en su caso,
frente a un determinado hecho activo u omisivo, imponer una sanción, sin que
ello importe necesariamente la invalidez de la relación jurídica con ocasión de la
cual la infracción ha sido cometida. Estas son las normas penales y las de “policía”
y de “regulación” administrativa.9
7. El art. 257 del CCC argentino establece que “El hecho jurídico es el acontecimiento que, conforme al
ordenamiento jurídico, produce el nacimiento, modificación o extinción de relaciones jurídicas”. Una infracción
de tránsito es un hecho jurídico que hace nacer una relación jurídica con la Administración, generando en ella
el derecho de percibir del infractor una multa, a la vez que la obligación de respetar el debido proceso y la
no discriminación, en favor del infractor: Desde la perspectiva del infractor, aquella relación jurídica es título
del derecho de éste a ser sometido al proceso de ley y de su obligación de pagar la multa. Naturalmente, en el
ejemplo, el hecho jurídico es consecuencia del tratamiento que la norma otorga al acto voluntario realizado
por el infractor en las condiciones previstas en el art. 260, CCC, y también, en ocasiones, de su actuación
involuntaria (art. 261).
8. Ver nuestro Derecho Administrativo. Acto administrativo y reglamentos, Astrea-RaP, Buenos Aires, 2018, Tomo
2, cap. XV.
9. Obviamente no es este el lugar para discutir las similitudes y diferencias entre la materia penal y la de
policía administrativa, incluyendo entre estas a las normas de regulación administrativa. Baste señalar que las
infracciones penales deben ser tipificadas por ley del Congreso (“delito”), prevenidos por la policía de seguridad,
perseguidos por el Ministerio Público, juzgados por el Poder Judicial, con su policía judicial o la que la sustituya,
mientras que las infracciones administrativas (“contravención”, “infracción”, “falta”) pueden ser tipificadas por
norma administrativa (mediando competencia atribuida por la ley), prevenidos y constatados por la policía
administrativa (puede colaborar la policía de seguridad), y sancionados por un órgano de la Administración
Pública (aunque tenga naturaleza jurisdiccional) mediante acto administrativo, que será recurrible ante el Poder
Judicial según lo regulen las leyes procesales. Notemos también que el incumplimiento de un mandato de
“policía administrativa” (contravención o falta) acarreará la necesaria invalidez administrativa del acto infractor,
ya que de ser válido no sería sancionable, pero no necesariamente la invalidez “civil” de aquél. Esto puede
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ocurrir en materia regulatoria, donde es posible que la norma persiga desalentar una determinada actividad
imponiendo cierto tipo de sanciones (p.ej., pérdida de beneficios) pero sin invalidar la relación jurídica que
el infractor, en ejercicio de aquella actividad, pudo haber celebrado con un tercero. En otros casos pueden
sumarse la invalidez civil y la sanción administrativa, que hasta podrían vivir vidas separadas. Así, por ejemplo,
la infracción laboral, por pago de un salario inferior del mínimo autorizado por la ley, infracción comprobada de
oficio por el inspector de policía del trabajo, traerá aparejada una sanción, desde multa a clausura del lugar de
trabajo, y también la invalidez del efecto cancelatorio del pago del salario (aunque no la invalidez del contrato de
trabajo afectado), sin perjuicio del derecho del empleado a considerarse despedido sin causa y/o a reclamar las
diferencias salariales pagadas en menos. Pero el empleado podrá no demandar la diferencia salarial, o al menos
no podrá demandar las diferencias ya prescriptas (no hay nulidad absoluta).
10. El ideologismo “negativo”, del temor y el ideologismo “positivo”, de la creencia en las virtudes de la intervención
estatal. El primero estaba forzado por el temor del avance comunista soviético (en la guerra fría, temor tanto al
avance expansionista soviético como al avance del sistema comunista en sí mismo) que obligaba a un modelo,
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Cabe señalar que denominar “publificación ligera” a la regulación es, sin duda,
una simplificación. Hay regulaciones que importan una publificación más fuerte
que la misma estatización de empresas, pero lo que apuntamos a destacar
es que, en la lógica del instituto, como en la policía, la regulación sólo incide
sobre determinados aspectos de la relación jurídica de derecho privado, sin
“publificar” a la misma relación. En cambio, siempre según nuestro criterio, la
publificación por estatización de empresas (el término también abarca a las
empresas estatales desde su origen, es decir las creadas como estatales) o por
la calificación de una determinada actividad como servicio público, importan la
publificación o sometimiento a un régimen de derecho público de sus relaciones
jurídicas esenciales y definitorias. Existiría también una cuarta categoría –¿la
podríamos denominar “publificación muy débil”?- que se presenta en el fomento
económico, es decir la promoción de la actividad industrial privada. Este, si bien
puede alcanzar una gran trascendencia económica-intervencionista, no tendría
mayor efecto en las relaciones jurídicas a celebrar por el sujeto fomentado (salvo
en lo que hace a la misma relación de fomento). Cuando como consecuencia
del fomento, se impone al fomentado una regulación intensa sobre el modo de
ejercer su actividad empresaria, estaríamos ya en el instituto de la regulación
administrativa, además del fomento en sí mismo.
en líneas generales, “keynesiano” de “estado social” o “estado de bienestar”, el segundo (“ideologismo positivo”)
por la sincera aceptación de los principios del socialismo moderado, democrático, incluso, ya hacia el final de
la “guerra fría”, del “comunismo sin Moscú” o “eurocomunismo”. Ambas razones se confundían en el sostén y
desarrollo del “estado de bienestar”, que no podía sino ser un “estado regulador” en el sentido que veremos en
el texto.
11. Señalo los que creo interesan más específicamente a los efectos de este artículo. Dejo de lado otros medios
de política económica, como la monetaria, la laboral (por su incidencia en la oferta y la demanda y, por ende, en
los precios), la tributaria, etc.
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12. Ver nuestro Tratado de Derecho Administrativo, Buenos Aires, Abaco, 2011, Tomo 4, cap. 42, & 100.
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13. Así lo ha señalado la Corte Suprema de Justicia en “Peralta, Luis c/ Estado Nacional”, Fallos: 313:1529, www.
csjn.gov.ar .
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derecho y/o del sujeto afectados: A. si el ejercicio del derecho se vincula directa
e inmediatamente con la dignidad humana, como la libertad religiosa, de elección
estado civil, de expresión, etc. (por ej., una restricción en el ejercicio del comercio
gozará de mayor presunción de validez constitucional que una restricción en el
ejercicio de la elección de estado) o
14. Ver nuestro Temas de Derecho Público, RaP, Buenos Aires, 2008, Tema VI, &III, A, 2.
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Si toda ley imperativa debe pasar por los “test” que hemos enunciado (sin
profundizar) arriba, ¿Qué sentido tiene el instituto jurídico de la emergencia?
Para sancionar una norma imperativa, y por tanto restrictiva del ejercicio de los
derechos, no se necesita la existencia de una situación de emergencia, ni mucho
menos que esta se encuentre declarada por norma alguna.
15. Recordemos que en la reforma constitucional de 1994 se les otorgó jerarquía constitucional a diversos
cuerpos normativos del derecho internacional sobre derechos humanos, conforme con el régimen establecido
en el art. 75.22, CN. Estos cuerpos normativos son complementarios de los derechos y garantías reconocidos en
el texto constitucional propiamente dicho, que por ello podemos denominarlo “texto principal”, mientras que
al numeroso conjunto de normas complementarias (las del derecho internacional sobre derechos humanos) las
llamaremos, precisamente, “texto complementario”, lo que no quita que, en tal carácter, tengan la misma jerarquía
que el “texto principal”, con valor normativo superior sobre el resto del ordenamiento subconstitucional, y con
aptitud de participar del sistema interpretativo integrativo de todo el plexo constitucional. Sobre el particular,
ver nuestro Tratado de Derecho Administrativo, Buenos Aires, Ábaco, 2002, Tomo I, cap. VII.
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la cuestión “urgente”, que puede dar razón al dictado por el Poder Ejecutivo de
un decreto de necesidad y urgencia (art. 99.3) puede o no importar una situación
de emergencia16. Lo cierto que la Constitución, siempre en su “texto principal”, no
define a la “emergencia”, que, en sí misma, es un suceso inesperado, de efectos
dañosos, y que requiere de una acción inmediata para solucionarlo (en cambio,
puede haber necesidad de respuestas urgentes que no respondan a emergencias),
acción normalmente no habitual, en tal sentido, extraordinaria.
16. En nuestro Derecho Administrativo. Acto administrativo y reglamentos, cit., Tomo 2, capítulo XVI, hemos
tratado la distinción entre “urgencia” y “emergencia” a los efectos del dictado de un decreto de necesidad y
urgencia.
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17. Así lo acaba de recordar la Corte Suprema de Justicia en la causa “Fernández de Kirchner, Cristina en carácter
de Presidente del Honorable Senado de la Nación s/ acción declarativa de certeza”, sentencia del 24 de abril de
2020.
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«1. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella
puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.
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3. Todo Estado Parte en el presente pacto que haga uso del derecho de suspensión
deberá informar inmediatamente a los demás Estados Partes en el presente pacto,
por conducto del secretario General de las Naciones Unidas de las disposiciones
cuya aplicación haya suspendido y de los motivos que hayan suscitado la suspensión.
Se hará una nueva comunicación por el mismo conducto en la fecha en que haya
dado por terminada tal suspensión.»
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tales disposiciones no sean incompatibles con las demás obligaciones que les
impone el derecho internacional y no entrañen discriminación alguna fundada en
motivos de raza, color, sexo, idioma, religión u origen social.
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18. Estamos haciendo referencia al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI
o ICSID en inglés) creado, como agencia del Banco Mundial, por convenio de 154 estados partes con vigencia a
partir del 14 de octubre de 1966; sustancialmente el Convenio de creación regula un sistema de arbitraje para el
arreglo de diferencias entre Estados receptores e inversionistas de terceros Estados. El BIT es un tratado entre
dos Estados destinado a regular, fomentando, protegiendo y sentando bases para la solución de disputas, las
inversiones de miembros de un Estado parte en el otro Estado parte. Muchas de las controversias alcanzadas
por los BIT son resueltas aplicando el régimen de fondo por estos regulado, pero recurriendo al arbitraje según
el Convenio CIADI. Por esta razón hablamos en el texto de un sistema CIADI-BIT.
19. Sigue, en el texto, una síntesis de lo ya escrito en nuestro Tratado de Derecho Administrativo, Buenos Aires,
Abaco, 2011, Tomo 4, cap. 42.
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20. Recordemos que estas normas son complementarias de la Constitución Nacional y ostentan su misma
jerarquía
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doctrina “Peralta”.
Después de relatar los términos de la disputa, los antecedentes fácticos del caso
–especialmente los vinculados con las circunstancias que llevaron a la crisis del
año 2001, y su desenvolvimiento posterior– el Tribunal Arbitral (en adelante el
21. Corresponde aclarar que sólo de una manera imprecisa puede hablarse de una “doctrina CIADI”, al menos
si queremos darle a tal expresión el alcance de jurispru-dencia asentada, formada por precedentes de alguna
manera vinculantes. Es que los casos que se llevan al arbitraje CIADI son resueltos por tribunales “ad hoc”, de
manera que –y a falta de una regla que imponga lo contrario, p. ej., el otorgamiento de la calidad de precedente
a los laudos emitidos con anterioridad por otros tribunales del mismo sistema CIADI– cada tribunal es
naturalmente nuevo, iniciando y agotando su historia con el caso para cuya resolución fue establecido. Sin
embargo, los distintos tribunales arbitrales de manera habitual se refieren a la doctrina contenida en laudos
anteriores, tanto para compartirla como para desecharla. Por consiguiente, no sería correcto negar de manera
absoluta el valor doctrinal de los laudos, especialmente cuando en forma reiterada afirman una determinada
conclusión doctrinaria, aunque, valga la repetición, ello de manera alguna obligue al tribunal que debe, aquí y
ahora, resolver el caso concreto traído a su conocimiento.
22. Caso “ARB/02/1” http://www.worldbank.org/icsid
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A partir del N° 201 del Laudo, el Tribunal desarrolló la cuestión del “estado
de necesidad”, es decir, el “estado de emergencia”, tal como ese argumento
había sido planteado en la defensa intentada por la Argentina. Así relató que la
demandada había sostenido que, aun en la eventualidad de que se considerara
que el Estado había violado las obligaciones impuestas por el BIT-USA, “el estado
de crisis política, económica y social en que cayó el país, justifican las acciones
violatorias de las obligaciones que había asumido con respecto a las licenciatarias
de distribución del gas. Por tanto, aun si las medidas adoptadas por el Estado
para superar la crisis vivida en los años 1998 a 2003, infligieran los derechos
consagrados en el Tratado, tales medidas se tomaron en un contexto de estado
de necesidad. En consecuencia, durante este período Argentina queda exenta de
responsabilidad” (N° 201; cfr. N° 202).
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Por ello el “Tribunal” estimó que el Artículo XI se refiere a situaciones en las cuales
el Estado no tenga elección al actuar: “Un Estado puede tener múltiples respuestas
para mantener su orden público o proteger sus intereses esenciales de seguridad”
(N° 238, subrayado agregado), mientras que la aplicación –sin duda que extensiva-
de aquella cláusula de excepción debe conducir razonablemente a la adopción de
las medidas tomadas, por no existir otras eficaces y menos gravosas a la vez.
23. Continental Casualty Company vs. República Argentina, caso ARB/03/9, laudo del 5/09/2008.
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como consecuencia de la grave crisis ocurrida en el final de 2001 (N° 174 y 179). En
el N° 178 de “Continental” se afirmó: “Una severa crisis económica puede entonces
calificar bajo el art. XI, como capaz de afectar un esencial interés vinculado con
la seguridad” del país. El fallo recordó también la doctrina sostenida en los casos
que cita, en el sentido que “La protección de un esencial interés de seguridad
reconocido por el art. XI no requiere que el ‘total colapso’ del país (receptor) o que
una ‘situación catastrófica’ haya ocurrido antes que las autoridades nacionales
responsables se encuentren habilitadas para recurrir a tal protección”.
Coincidiendo entonces con “Peralta”, el fallo en “LG&E” aceptó que “dictar la Ley de
Emergencia fue una medida necesaria y legítima del Gobierno Argentino. Bajo las
condiciones que el Gobierno enfrentó en 2001, el tiempo era un factor esencial a
tener en cuenta para ofrecer una respuesta. Bajo la Ley de Emergencia, elaborada
en tan solo seis días, se tomaron rápida y unilateralmente las acciones necesarias
para combatir la crisis económica” (N° 240), como también lo subrayó en el N°
241: “El Tribunal acepta la necesidad de dictar una medida que detuviera la caída
al abismo”. Por lo demás, “El concepto de eximir a un Estado de responsabilidad
por la violación de sus obligaciones internacionales durante el llamado ‘estado de
necesidad’ o ‘estado de emergencia’ también existe en el Derecho Internacional
(N° 245) es decir, es un principio general de Derecho Internacional y no solo una
situación específica prevista por un determinado tratado.
24. Voto de la mayoría integrada por Levene, Cavagna Martínez, Fayt, Barra, Nazareno y Moliné O´Connor.
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Por otra parte, las medidas tomadas como consecuencia de la emergencia deben
ser “el único medio disponibles del Estado para salvaguardar un interés” (N° 250),
siempre dentro de “los límites de lo estrictamente necesario” ya que aquello que
los sobrepase, en esa medida, no eximiría de responsabilidad, aun dentro de la
situación de emergencia reconocida (ibíd.).
El “interés sujeto a protección (…) debe ser esencial para el Estado”, limitando tal
idea de esencialidad a “aquellos intereses de índole económica o financiera (N°
251) –lo que es un dato muy importante para el caso de la deuda pública–, siendo
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Para concluir con el recuerdo del caso “LG&E”, es importante subrayar el requisito
de la temporalidad de las medidas de emergencia: Así, en el caso, el “Tribunal”
estableció que a partir del 27 de abril del 2003, es decir, al día siguiente de concluida
la emergencia (lo que el Tribunal tomó como situación de hecho razonablemente
comprobada, independientemente de su prolongación casi indefinida por la ley
argentina) “las obligaciones de Argentina recobraron su vigencia” (N° 265), esto
es, entre el 1 de diciembre del 2001 y el 26 de abril del 2003, ambos inclusive, la
Argentina fue declarada exenta de responsabilidad, por lo cual las demandantes
“deberán soportar las consecuencias de las medidas tomadas por el Estado
receptor”, pero a partir del 27 de abril del 2003, la Argentina “es responsable por
los daños causados a las demandantes” (N° 266).
25. El caso, “Home Building & Loan Assoc. Vs. Blaidell”, 290 U.S. 398, resuelto por la Corte Suprema estadounidense
en 1934, trata de la moratoria legal de cuotas hipotecarias, frente a la “emergencia” provocada por la Gran
depresión de 1929/1930. Fue citado en nuestro “Avico c/ De la Pesa”, CSJ Fallos: 172:21, también de 1934 y también
sobre la validez de moratorias en deudas hipotecarias, como medida para afrontar la situación de emergencia.
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¿Pero cómo? ¿No es que mercado e intervención estatal son “perro y gato”? Claro
que no, en un sentido absoluto, ya que, como hemos visto, sin Estado (sin “Centro
de Poder”, con fuerza legislativa y coactiva) no puede generarse el mercado:
simplemente no habrá ordenamiento jurídico, comunidad jurídico-política.27 En
26. Al occidente de la “cortina de hierro”, como denominó Churchill a una imaginaria valla que separaba a la Europa
del este, dominada por el comunismo, de la Europa del oeste, democrática, bajo influencia norteamericana.
27. En cambio, sin mercado, habrá ordenamiento jurídico, pero carente de sociedad libre y por tanto destinado
al fracaso, como lo enseña la experiencia histórica.
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Algo semejante ocurrió en la Argentina en la última década del siglo pasado. Una
economía estancada, adormecida, ineficiente, buscó, cuando explotó en una
histórica debacle hiperinflacionaria, ser reemplazada por otra más dinámica, a
la altura de los tiempos.29 Pero nuestra debilidad no ayudó a la permanencia del
nuevo modelo, aunque las estructuras de inversión recuperadas para el circuito
económico no se hayan, todavía, perdido del todo.
28. Claro que, aun así, comparar la situación europea con la nuestra latinoamericana, es como tratar de
parangonar el paraíso con el infierno (el lector sabrá identificar, en el ejemplo utilizado, cuál sea el paraíso y
cuál el infierno).
29. Así, por ejemplo, C. MELCONIAN –diario La Nación, Buenos Aires, del 20/9/2020- señala que el crecimiento
promedio anual del “stock de capital reproductivo” fue entre 1990 y 1999 del 4,8%, el mayor en los últimos
cincuenta años del siglo pasado, y por supuesto mucho mayor que el sostenido en los veinte años del siglo
actual, que arroja un promedio cercano a cero.
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De todas maneras, nos enfrentamos ahora a una nueva realidad, que da sentido
político-institucional a la declaración de emergencia, en tanto que subraya la
necesidad, inevitabilidad, temporalidad y excepcionalidad de este avance de lo
“estatal” sobre lo “social”, lo que sucederá con una inmediatez temporal fácilmente
previsible. También es probable que ello ocurra en el marco de una economía
que continuará globalizada, pero donde las regiones tendrán una gran capacidad
de representación de sus miembros. Obviamente nosotros deberíamos apostar
al Mercosur (siempre que exista allí consenso interno) y desde éste, impulsar
nuestra relación con Estados Unidos, Europa y, seguramente, Rusia y China.
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