Hora Santa
Vocacional
MONICIÓN DE ENTRADA:
Queridos hermanos (as), elevemos nuestras plegarias al inicio de este nuevo año, pidiendo al Buen Pastor
que envíe obreros a su miés, como miembros de esta barca de Pedro no nos cansemos de orar por las
vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa, misionera, laical y familiar; de manera especial en este mes de
enero por la Unidad de todos los Cristianos, jornada a celebrase del 18 al 25 de enero.
Oremos por nuestro Pastor Mons. Helizandro Emiro Terán Bermúdez OSA, por la santificación del Clero,
por los sacerdotes enfermos, por aquellos que se encomiendan a esta oración, por lo pobres, necesitados,
abandonados y encarcelados. Puestos de rodillas ante el Buen Pastor iniciemos esta hora de adoración.
MOMENTO INICIAL
Exposición del Santísimo Sacramento / Canto de entrada.
SALUDO
Bendito y alabado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.
R. Sea para siempre bendito y alabado
Oremos por el Santo Padre el Papa Francisco, por nuestro Arzobispo Mons. Helizandro Terán, por los
Sacerdotes, Diáconos, Religiosos, Religiosas y seminaristas para que el Señor bendiga sus familias. Padre
Nuestro…
Bendito y alabado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.
R. Sea para siempre bendito y alabado
Oremos por las familias que pasan momentos difíciles, migrantes, desplazadas, las que vive el azote
de la guerra, las que pasan por desastres naturales para que el Señor les acompañe y ayude. Por los
matrimonios que pasan por dificultades, por aquellas parejas que se preparan para el sacramento
matrimonial. Dios te salve María…
Bendito y alabado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.
R. Sea para siempre bendito y alabado
Oremos por el aumento de las vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa y misionera; por la perseverancia
de los seminaristas. Por los bienhechores del Seminario San Buenaventura. Padre Nuestro …
Bendito y alabado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.
R. Sea para siempre bendito y alabado
Oremos por los pobres, marginados, abandonados, encarcelados, enfermos y aquellos que pasan
por momento de depresión, soledad y tristeza para que el Señor les conceda la fortaleza necesaria
para continuar. Dios te salve María …
ORACIÓN
S
eñor Jesucristo, tú prometiste siempre dar a tu Iglesia pastores.
En la fe, sabemos que tu promesa no puede fallar.
Confiando en el poder del Espíritu Santo que trabaja en la Iglesia,
nosotros elevamos nuestras plegarias por tus sagrados ministros del Pueblo Santo,
para que el sacrificio en el cual Tú diste tu Cuerpo y Sangre
pueda ser diariamente renovado en el mundo hasta que lleguemos a ese Reino
donde Tú vives con el Padre y el Espíritu Santo, un Dios, por los siglos de los siglos.
En un momento de recogimiento y tranquilidad se realizan la lectura de la Palabra, dando espacios para la reflexión personal
1
MONICIÓN LECTURA:
Algo en lo que deberíamos ejercitarnos continuamente, sobre todo nosotros que nos ha tocado vivir esta
generación, que podrímos llamar del “ruido”, es en exuchar al Señor. Este pasaje que relata la vocación
de Samuel, nos dice que, “en la noche, cuando la lámpara del Señor todavía no se había apagado”, Dios
llamó a su Profeta. Escuchemos.
LECTURA DEL PRIMER LIBRO DE SAMUEL (1 Sam 3, 1-10)
E
n los tiempos en que el joven Samuel servía al Señor a las órdenes de Elí, la palabra de Dios se
dejaba oír raras veces y no eran frecuentes las visiones.
Los ojos de Elí se habían debilitado y ya casi no podía ver. Una noche, cuando aún no se había apagado
la lámpara del Señor, estando Elí acostado en su habitación y Samuel en la suya, dentro del santuario
donde se encontraba el arca de Dios, el Señor llamó a Samuel y éste respondió: “Aquí estoy”. Fue
corriendo a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?” Respondió Elí: “Yo
no te he llamado. Vuelve a acostarte”. Samuel se fue a acostar. Volvió el Señor a llamarlo y él se
levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?” Respondió Elí:
“No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte”.
Aún no conocía Samuel al Señor, pues la palabra del Señor no le había sido revelada. Por tercera
vez llamó el Señor a Samuel; éste se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para
qué me llamaste?”
Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al joven y dijo a Samuel: “Ve a acostarte,
y si te llama alguien, responde: ‘Habla, Señor; tu siervo te escucha’ ”. Y Samuel se fue a acostar.
De nuevo el Señor se presentó y lo llamó como antes: “Samuel, Samuel”. Éste respondió: “Habla,
Señor; tu siervo te escucha”.
Palabra de Dios. / Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal. 15)
R. Tú, Señor, eres mi herencia.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: “Tú eres mi bien”.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
R. Tú, Señor, eres mi herencia.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
R. Tú, Señor, eres mi herencia.
2
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
R. Tú, Señor, eres mi herencia.
Se puede entonar un canto.
MONICIÓN EVANGELIO:
Detengámonos un momento en esta experiencia de encuentro con Cristo que nos llama a estar con Él.
Cada llamada de Dios es una iniciativa de su amor. Siempre es Él quien toma la iniciativa, Él te llama.
Dios llama a la vida, llama a la fe, y llama a un estado de vida particular. “Yo te quiero aquí”.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (1, 35-42)
E
n aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús,
que pasaba, dijo: “Éste es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oír estas palabras,
siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué
buscan?” Ellos le contestaron: “¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí significa ‘maestro’). Él les dijo:
“Vengan a ver”.
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía
y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo:
“Hemos encontrado al Mesías” (que quiere decir ‘el Ungido’). Lo llevó a donde estaba Jesús y
éste, fijando en él la mirada, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás” (que
significa Pedro, es decir ‘roca’).
Al día siguiente determinó Jesús ir a Galilea, y encontrándose a Felipe, le dijo: “Sígueme”. Felipe
era de Betsaida, la tierra de Andrés y de Pedro.
Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés
en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael replicó: “¿Acaso
puede salir de Nazaret algo bueno?” Felipe le contestó:“Ven y lo verás”.
Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Este es un verdadero israelita en el que no hay
doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes de que
Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro, tú
eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho
que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que
verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
Palabra del Señor. / Gloria a ti Señor Jesús.
Finalizada la lectura del Evangelio se puede realizar una reflexión personal o la propuesta en esta guía de oración.
3
REFLEXIÓN
SAN JUAN PABLO II EN LA PASTORES DABO VOBIS (38-39)
L
a Iglesia debe acoger cada día la invitación persuasiva y exigente de Jesús, que nos pide
que «roguemos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38). Obedeciendo
al mandato de Cristo, la Iglesia hace, antes que nada, una humilde profesión de fe, pues al
rogar por las vocaciones —mientras toma conciencia de su gran urgencia para su vida y misión—
reconoce que son un don de Dios y, como tal, hay que pedirlo con súplica incesante y confiada.
Ahora bien, esta oración, centro de toda la pastoral vocacional, debe comprometer no sólo a cada
persona sino también a todas las comunidades eclesiales. Nadie duda de la importancia de cada
una de las iniciativas de oración y de los momentos especiales reservados a ésta —comenzando
por la Jornada Mundial anual por las Vocaciones— así como el compromiso explícito de personas
y grupos particularmente sensibles al problema de las vocaciones sacerdotales. Pero hoy, la espera
suplicante de nuevas vocaciones debe ser cada vez más una práctica constante y difundida en
la comunidad cristiana y en toda realidad eclesial. Así se podrá revivir la experiencia de los
apóstoles, que en el Cenáculo, unidos con María, esperan en oración la venida del Espíritu (cf.
Hch 1, 14), que no dejará de suscitar también hoy en el Pueblo de Dios «dignos ministros del
altar, testigos valientes y humildes del Evangelio».
También la liturgia, culmen y fuente de la vida de la Iglesia y, en particular, de toda oración
cristiana, tiene un papel indispensable así como una incidencia privilegiada en la pastoral de
las vocaciones. En efecto, la liturgia constituye una experiencia viva del don de Dios y una
gran escuela de la respuesta a su llamada. Como tal, toda celebración litúrgica, y sobre todo la
eucarística, nos descubre el verdadero rostro de Dios; nos pone en comunicación con el misterio
de la Pascua, o sea, con la «hora» por la que Jesús vino al mundo y hacia la que se encaminó
libre y voluntariamente en obediencia a la llamada del Padre (cf. Jn 13, 1); nos manifiesta el
rostro de la Iglesia como pueblo de sacerdotes y comunidad bien compacta en la variedad y
complementariedad de los carismas y vocaciones. El sacrificio redentor de Cristo, que la Iglesia
celebra sacramentalmente, da un valor particularmente precioso al sufrimiento vivido en unión
con el Señor Jesús. Los Padres sinodales nos han invitado a no olvidar nunca que «a través de
la oblación de los sufrimientos, tan frecuentes en la vida de los hombres, el cristiano enfermo se
ofrece a sí mismo como víctima a Dios, a imagen de Cristo, que se inmoló a sí mismo por todos
nosotros (cf. Jn 17, 19)», y que «el ofrecimiento de los sufrimientos con esta intención es de gran
provecho para la promoción de las vocaciones».
En el ejercicio de su misión profética, la Iglesia siente como urgente e irrenunciable el deber de
anunciar y testimoniar el sentido cristiano de la vocación: lo que podríamos llamar «el Evangelio
de la vocación». También en este campo descubre la urgencia de las palabras del apóstol: «¡Ay
de mí si no evangelizara!» (1 Cor 9, 16). Esta exclamación resuena principalmente para nosotros
pastores y se refiere, juntamente con nosotros, a todos los educadores en la Iglesia. La predicación
y la catequesis deben manifestar siempre su intrínseca dimensión vocacional: la Palabra de Dios
ilumina a los creyentes para valorar la vida como respuesta a la llamada de Dios y los acompaña
para acoger en la fe el don de la vocación personal.
Se puede entonar un canto.
4
PLEGARIA UNIVERSAL
Dios escoge aquellos a quienes Él quiere, oremos al Señor para que envíe trabajadores a sus
campos:
Señor, confiamos en ti.
1. Tal como Tú llamaste a Abraham para ser padre de muchas naciones, inspira a muchos jóvenes
a responder a tu llamada. Oremos.
2. Tal como Tú llamaste a Moisés, tendiendo las multitudes de Jetro, proporciona pastores dignos
a tu pueblo en nuestro día. Oremos.
3. Tal como Tú llamaste a Aarón para servirte en tu templo, llama a los hombres para que sirvan
a tu Iglesia en la imagen de Cristo. Oremos.
4. Tal como hablaste para despertar a Samuel con tu llamada, abre los oídos de tus elegidos.
Oremos.
5. Tal como cada Sumo Sacerdote fue elegido entre los hombres, así llama a los hombres para
ofrecer el santo y vivo sacrificio. Oremos.
6. Tal como Eliseo fue ungido por el profeta Elías, dales a los que llamas fuerza para seguirte sin
voltear atrás. Oremos.
7. Tal como llamaste a los Apóstoles para ser embajadores de Cristo, así envíanos predicadores
fervientes para fortificar nuestros espíritus. Oremos.
Se hace un momento de oración en silencio. Después de una pausa, el celebrante prosigue diciendo:
S
eñor, Dios nuestro,
enséñanos a vivir en nuestros corazones
el misterio de la Pascua de tu Hijo,
por el cual, Tú redimiste al mundo.
Cuida amorosamente los regalos de gracia
que por tu amor hemos recibido
y llévalos a su culminación
en la gloria del cielo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.
5
TANTUM ERGO
Tantum ergo Sacramentum
Veneremur cernui:
Et antiquum documentum
Novo cedat ritui:
Praestet fides supplementum
Sensuum defectui.
Genitori, Genitoque
Laus et Jubilatio,
Salus, honor, virtus quoque
Sit et benedictio:
Procedenti ab utroque
Compar sit laudatio.
Amén.
C/: Nos diste Señor el Pan del Cielo
R/: Que contiene en sí todo deleite.
ORACIÓN FINAL
O
h Dios, que en este sacramento admirable
nos dejaste el memorial de Tú pasión;
Te pedimos nos concedas venerar de tal modo
los sagrados misterios de Tu Cuerpo y de Tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de Tu redención.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen.
Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su casto esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
Señor danos sacerdotes
Señor danos sacerdotes santos
Señor danos muchos sacerdotes santos