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(Unlocked) Pontificia Universidad Catolica Del Peru

El documento aborda la gestión cultural como una mediación esencial en el sector cultural, destacando la necesidad de formación y profesionalización de los gestores culturales. Se analizan las diversas disciplinas y perfiles profesionales involucrados, así como las demandas actuales en un contexto de globalización que exige nuevos conocimientos y habilidades. Además, se enfatiza la importancia de estructurar la cultura con estándares formativos similares a otros sectores productivos para asegurar calidad en los procesos y resultados.

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El documento aborda la gestión cultural como una mediación esencial en el sector cultural, destacando la necesidad de formación y profesionalización de los gestores culturales. Se analizan las diversas disciplinas y perfiles profesionales involucrados, así como las demandas actuales en un contexto de globalización que exige nuevos conocimientos y habilidades. Además, se enfatiza la importancia de estructurar la cultura con estándares formativos similares a otros sectores productivos para asegurar calidad en los procesos y resultados.

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Los gestores culturales: nuevos profesionales en el sector cultural

Cómo citar
Bayardo, R. (2009). Los gestores culturales: nuevos profesionales en el Rubens Bayardo
sector cultural. Summa Humanitatis, 3(1). Recuperado a partir de https://
revistas.pucp.edu.pe/index.php/summa_humanitatis/article/view/2327
Universidad de Buenos Aires

Palabras clave: sector cultural, gestión cultural, formación, profesionalización, políticas


culturales, desarrollo

Resumen:
Dentro del vasto campo del sector cultural, este trabajo enfoca la gestión cultural, entendida
como una mediación entre los agentes y los demás elementos de los procesos productivos
culturales, donde se elaboran los significados fundamentales de la vida humana. Nos
interesan en particular los problemas planteados por la formación y la profesionalización de
gestores culturales, lo que involucra distintas disciplinas y especialidades, distintos niveles y
formatos, y distintos saberes teóricos, prácticos y técnicos. A la vez nos interesamos por los
desafíos implicados en el actual contexto de mundialización, que al incrementar las
alternativas posibles, demanda nuevos conocimientos y habilidades para una toma de
decisiones que implica dimensiones económicas y políticas de peso.

Introducción al problema

El sector cultural es un campo muy vasto que incluye dominios y disciplinas diversos y con
especificidades propias. El teatro, la danza, la ópera, que integran el dominio de las artes de
representación (performáticas), están vinculadas pero a la vez están distantes de la
conservación, la restauración y la exhibición que se realizan en el dominio del patrimonio y
los museos. En el sector se agrupan desde actividades con requerimientos técnicos
escasos y accesibles como la poesía, hasta formas que involucran desarrollos complejos y
costosos, como en el caso del audiovisual. Las profesiones y los profesionales de la cultura
son tan numerosos como sus necesidades formativas, caracterizadas por la variedad y la
particularidad.1

En este trabajo sobre los nuevos perfiles profesionales, consideraremos un ámbito


acotado del sector cultural —que hace parte de esa vastedad mencionada—, y nos
centraremos en la gestión cultural. Entendemos a la gestión cultural como una mediación
entre los actores, las disciplinas y las especialidades involucrados en las distintas fases de
los procesos productivos culturales. Esta mediación hace posible la producción, la
distribución, la comercialización y el consumo de los bienes y servicios culturales,
articulando a los creadores, los productores, los promotores, las instituciones y los públicos,
conjugando sus distintas lógicas y compatibilizándolas a fin de conformar el circuito en el
que las obras se materializan y cobran sentido en la sociedad.2

1
Cuando hablamos de la gestión cultural, estamos pensando en la gestión de
instituciones, de programas, de proyectos, de industrias, de emprendimientos, de bienes, de
servicios y de derechos culturales. En cada uno de estos casos, nos encontramos
nuevamente con especificidades en las que está implicada la gestión de recursos materiales
y humanos, y fundamentalmente, la gestión de los diversos sentidos que circulan en la vida
social en un contexto y momento dados.3 Cabe insistir entonces en las dimensiones
económicas y políticas que resultan inescindibles de los procesos culturales. El término
gestión cultural corresponde a un contexto histórico particular y se vincula a una serie de
conceptos anteriores y también contemporáneos —como administración, planificación,
organización, promoción, ingeniería cultural—, que con diversas concepciones, encuadres y
técnicas apuntan a un campo semejante de intervenciones.4

La pregunta por los perfiles de los profesionales de la gestión cultural es una


pregunta plural pues involucra a altos directivos, a responsables, a planificadores, a
administradores, a productores, a especialistas, a promotores, a técnicos, a investigadores,
etc. Estos conforman un campo o, si se prefiere, una familia ocupacional,5 que —en
grandes líneas— puede ser abordada desde dos puntos de vista básicos que suponen
sesgos particulares. Por un lado, desde la perspectiva de la educación, la formación, la
capacitación, donde se destaca la importancia de los procesos de enseñanza y de
aprendizaje, con alguna frecuencia vinculados a orientaciones encaminadas al desarrollo en
un sentido amplio. Por otro lado, desde la perspectiva de la inserción laboral y de las
demandas de las instituciones, las empresas y las asociaciones que requieren alcanzar
resultados concretos y previsibles de cara a la posición que ocupan en los mercados
culturales. La formación, según sus objetivos puntuales, debería considerar y dosificar
ambas perspectivas, articulando las tensiones y las desconexiones que muchas veces
existen entre ellas.

El postulado anterior resulta demasiado amplio cuando se piensa desde la batería de


preguntas que atraviesan el problema que pretendemos abordar. Una cuestión de índole
general refiere al tipo de profesionales involucrados en la gestión cultural, esto es, ¿se
tratará de profesionales liberales u orgánicos, de perfiles programáticos o pragmáticos? Las
necesidades de formación de unos y otros difieren. A esto debemos agregar otra variable
fundamental, los dominios en los que estos profesionales han de trabajar, como el
patrimonio, las artes plásticas, los centros documentales, las industrias culturales, el
turismo, el diseño, el desarrollo territorial. Al interior de los mismos ha de considerarse la
diversidad de espacios laborales, como son los museos, las bibliotecas, los archivos, los
sitios históricos y arqueológicos en el caso del patrimonio, o las artesanías, la gastronomía,

2
las tradiciones populares, las ferias y las festividades religiosas, entre otros, en el caso del
desarrollo territorial.6 Por su parte, dentro de estos espacios deben cumplirse distintas
misiones, como la elaboración de políticas, la administración, la animación, la investigación,
que no responden a un único perfil profesional.

A la vez no puede dejar de tenerse en cuenta que, a diferentes niveles de


intervención, corresponden también distintas necesidades formativas, por lo que es
necesario formularse la pregunta ¿ha de tratarse de altos directivos, de gerentes, de
administrativos, de técnicos? Y asimismo habrán de considerarse las funciones y las tareas
que desarrollarán los profesionales: ¿estarán involucrados en la toma de decisiones, en la
implementación, en el control, en la evaluación?, ¿en el diseño de políticas, en la
elaboración de normativas, en las gerencias, en la producción?7 El desarrollo de estas
funciones y tareas involucra competencias específicas, esto es, las capacidades, las
destrezas y los conocimientos necesarios para alcanzar ciertos resultados concretos
fundadamente esperados en situaciones dadas.

Aun cuando las respuestas a estas preguntas se cifren en la formación, esta misma
plantea interrogantes donde nuevamente nos encontramos con la pluralidad. Los distintos
agentes y sus circunstancias, en cuanto a trayectoria formativo profesional e inserción
laboral, pueden orientarnos a optar por diferentes formatos, como la capacitación, la
formación continua, las tecnicaturas, la formación de grado, los posgrados, maestrías y
doctorados. Dentro de esta gama se abren diversas alternativas en cuanto a los contenidos
de la formación en lo que refiere a lo conceptual, lo procedimental y lo actitudinal. Estos se
concentran en algunos conocimientos básicos que, aunque estén extensamente difundidos,
no pueden ser tomados como universales. Estamos pensando en conceptualizaciones
acerca del contexto histórico cultural de la gestión,8 conocimientos del marco administrativo
y jurídico, elementos de políticas culturales y economía cultural, capacidades técnicas de
organización y de puesta en marcha de proyectos, experiencias y prácticas. A este marco
general lo complementan saberes del hacer referidos a procedimientos específicos y a
formas de sociabilidad y de relación para la gestión, así como aptitudes que, si bien es
necesario aprender y desarrollar, puede no resultar sencillo enseñar. La sensibilidad, el
olfato, la escucha, el diálogo, las capacidades de liderazgo y de delegación, muchas veces
señalados como necesarios para la buena gestión, no siempre pueden enseñarse pues
involucran factores de personalidad no necesariamente flexibles.9

3
Gestión cultural y formación profesional

El sector cultural es altamente dinámico y en consecuencia también lo son las demandas


sobre la gestión cultural, donde se requiere contar con nuevos perfiles profesionales
adecuados a esos desarrollos. Estamos pensando en demandas nuevas y crecientes
relacionadas a la cultura, que en la actualidad conforma un espacio ampliado, donde artes y
patrimonio, que tiempo atrás eran identificados como la totalidad, hoy son apenas una parte,
y muy menor, de su universo. En ello han incidido el surgimiento de nuevas formas de la
creatividad y los desarrollos disciplinarios, como resultado de la dinámica interna del sector,
pero sobre todo por las demandas exógenas —aunque también endógenas— de
productividad, de rendimiento económico y de comercialización. También deben señalarse
requerimientos de índole política, tendientes a incrementar el papel de la cultura en la
representación y como herramienta de inserción e inclusión social desde arriba, los que se
ligan a su vez con reivindicaciones étnicas y minoritarias para lograr visibilidad pública y
reconocimiento social a través de expresiones culturales.10

El actual contexto mundializado plantea a la cultura nuevos problemas que admiten


respuestas alternativas y que involucran a los gestores, quienes deben intervenir y tomar
decisiones (Martinell 2002). La digitalización de los formatos y la reproductibilidad técnica,
pero también el patentamiento de los saberes tradicionales y la biopiratería, actualizan el
problema de los derechos de propiedad intelectual. Este es el sector más dinámico y
rentable de la economía cultural, y en él se encuentran posturas enfrentadas: los derechos
de autor continentales, el copyright anglosajón, las iniciativas del copyleft y de creative
commons.11 El auge de la preservación y la puesta en valor patrimonial, con sus
significativos desarrollos colaterales en áreas impensadas, plantean la cuestión de las
especializaciones (Juan Tresserras 2001). Así, tenemos los casos relativamente recientes
de la arqueología urbana en Buenos Aires, cuyos avances plasmaron en la creación de un
área en el gobierno local, o la arqueología subacuática en Uruguay, donde el rescate del
mascarón de proa del buque alemán Graf Spee suscitó debates sobre la propiedad pública
o privada del mismo, así como sobre la conveniencia de exhibir u ocultar los símbolos nazis.

Es necesario dejar en claro que la referencia a los profesionales de la gestión


cultural y la pregunta por los nuevos perfiles se plantean en un marco no neutro, sino de
apuesta por la profesionalización del sector. Es decir, se trata de estructurar a la cultura con
los requerimientos formativos de cualquier otro sector productivo, de asegurar la calidad de
los procesos y de los resultados alcanzados, de superar las improvisaciones, el
intuicionismo y el olfato como ejes de la toma de decisiones. En la actual dinámica de

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