Sobre La Vivencia Interior de Simone Weil
Sobre La Vivencia Interior de Simone Weil
https://dx.doi.org/10.5209/asem.88147
Resumen. Convencida de que con un deseo profundo de verdad y una atención sin límites se puede
alcanzar la verdad, Simone Weil emprende un camino interior de búsqueda de la verdad, que tiene a la
realidad como principal referente. La atención a lo real en su experiencia de trabajo como obrera, en
su participación en los dramas de la guerra de España y la Segunda guerra mundial, durante el trabajo
como profesora de filosofía y a lo largo de tantos acontecimientos y encuentros, supusieron para la
filósofa un camino personal de hallazgo de lo sobrenatural, que generó una orientación metafísica en su
concepción del mundo. Sin embargo, aunque tanto vital como intelectualmente Simone Weil atravesó
varios umbrales, en su pensamiento permanece un mismo hilo conductor; esto puede comprobarse
leyendo algunos escritos de juventud. El presente trabajo muestra etapas significativas de la vida y el
pensamiento de Simone Weil, y considera igualmente vivencias de carácter místico al final de su vida,
fruto de la irrupción en ella de lo sobrenatural como una dimensión de lo real.
Palabras clave: realidad, verdad, desdicha, probidad intelectual, mística, sobrenatural.
Sumario: 1. Una vida presidida por la verdad; 2. Verdad y acción. El vínculo permanente; 3. Vida
interior y probidad intelectual; 4. Lo sobrenatural como dimensión de lo real; 5. Experiencia espiritual
en dos escritos de juventud; 6. La verdad de un Dios que se retira; 7. Conclusiones; Referencias
bibliográficas.
Cómo citar: Herrando Cugota, C. (2023) “Sobre la vivencia interior de Simone Weil”, en Logos.
Anales del Seminario de Metafísica 56 (2), 149-167.
1
Universidad San Jorge. Villanueva de Gállego. Zaragoza.
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En una intensa crisis de adolescencia, Simone Weil adquirió esta certeza muy
reveladora sobre la verdad: cuando se desea intensamente, desde lo más profundo
del ser, y tal deseo aviva la atención haciendo que ésta permanezca muy despierta,
se puede llegar a ella. Para Simone Weil, todo ser humano que cumple esta doble
condición de atención y deseo profundo puede alcanzar la verdad. Así lo expresaba
en mayo de 1942, en una carta de despedida dirigida a Joseph Marie Perrin, el
dominico con quien conversó en Marsella sobre el cristianismo y las posibilidades
que tenía de entrar en la Iglesia:
A los catorce años caí en una de esas desesperaciones sin fondo de la adolescencia, y
pensé seriamente en la muerte, debido a la mediocridad de mis facultades naturales. Los
dones extraordinarios de mi hermano, que tuvo una infancia y una juventud comparables
a las de Pascal, me hicieron tomar conciencia de ello. No lamentaba los éxitos externos,
sino no poder esperar acceso alguno a ese reino trascendente, reservado a los hombres
auténticamente grandes, en el que habita la verdad. Prefería morir a vivir sin ella. Tras
meses de tinieblas interiores, tuve de pronto y para siempre la certeza de que cualquier
ser humano, aun si sus facultades naturales son casi nulas, penetra en ese reino de verdad
reservado al genio, tan sólo deseando la verdad y haciendo un esfuerzo permanente de
atención por alcanzarla2.
Ese deseo tan hondo de verdad, que creció junto a la desazón que en ella
producía la notoria inteligencia de su hermano André –tres años mayor–, admitido
en la Universidad con dieciséis años y que pronto destacaría como un matemático
importante, queda asociado al rigor intelectual que desde niña mostró la pensadora.
Simone admiraba a André, desde luego, pero se veía muy limitada por la brillantez
de él. Desde su más temprana edad, le gustaba indagar como a él, preguntarse por
todo lo que veía a su alrededor, buscando comprender al máximo: por qué hay gente
pobre, por qué los trabajadores protestan por las calles de París, por qué … Quería
entender. Le importaba cuanto concierne a la vida humana. Simone Pétrement, su
amiga y biógrafa, cuenta que tenía apenas tres años cuando alguien de la familia le
regaló un anillo, y ella exclamó, ante un auditorio asombrado, que no le gustaba el
lujo3.
La certeza que Simone Weil tuvo a los catorce años nunca desapareció, y en
su persona permaneció muy vivo el vínculo entre la verdad a la que aspiraba y el
deseo de esa verdad. La atención mediaba entre los dos, y pronto se le revelaría
como el principal instrumento de la verdad, junto con la humildad, «la virtud más
esencial en la búsqueda de la verdad»4. Por eso, en la citada carta, conocida como
«Autobiografía espiritual», escribe: «cuando los dolores de cabeza vinieron a
añadir a las pocas facultades que poseo una parálisis que enseguida supuse muy
probablemente definitiva, tal certeza me hizo perseverar durante diez años en unos
esfuerzos de atención de los que apenas esperaba resultados»5. Casi al final de su
2
Weil, S.: Attente de Dieu, IV lettre (Autobiographie spirituelle), Paris, Fayard, 1966, pp. 38-39.
3
Pétrement, S.: Vie de Simone Weil, Paris, Fayard, 1997, p. 18.
4
Weil, S.: La connaissance surnaturelle, Œuvres complètes VI, 4, Paris, Gallimard, 2006, p. 317. Las traducciones
del francés de este fragmento y de los textos que siguen son de la autora de este artículo.
5
Weil, S.: Attente de Dieu, op. cit., p. 39.
Herrando Cugota, C. Logos An. Sem. Met. 56 (2) 2023: 149-167 151
vida, Simone Weil no duda en plasmar su experiencia en esta expresión certera: «hay
que amar la verdad más que la vida»6. Durante los cursos del liceo Henri IV para
preparar el ingreso en la Escuela normal superior, entre 1925 y 1928, salió aún más
reforzada esta querencia suya por la verdad, pues el profesor Émile Chartier (Alain)
tenía por costumbre escribir esta frase de Platón en la pizarra, el primer día de clase:
«hay que ir hacia lo verdadero con toda el alma». Simone Weil haría de ella una
máxima de vida.
En el libro que Simone Weil dejó sin terminar en Londres, Preludio a una
declaración de deberes para con el ser humano, conocido como L’Enracinement
(el arraigo; traducido como Echar raíces)7, la verdad vuelve a relumbrar como eje
del camino vital de la filósofa, pues no hay duda de que Simone Weil mostró una
propensión cada vez más seria hacia ella. Al comienzo, en la parte dedicada a las
necesidades del alma, anota que «la necesidad de verdad es más sagrada que ninguna
otra»8. Y más adelante pone en paralelo verdad y realidad:
6
Weil, S.: Écrits de Marseille, Œuvres complètes IV, 1., Paris, Gallimard, 2008, p. 334.
7
Weil, S.: L’Enracinement. Prélude à une déclaration des devoirs envers l’être humain, Œuvres complètes V, 2,
Paris, Gallimard, 2013. El título L’Enracinement lo dio Albert Camus, su primer editor en la colección Espoir
de la editorial Gallimard.
8
Ibid., p. 140.
9
Ibid., p. 319.
10
Ibid., p. 319.
11
Weil, S.: Œuvres complètes VI, 1, Paris, Gallimard, 1994, p. 300.
12
Weil, S.: Œuvres complètes IV, 1, op. cit., p. 348.
13
Ibid., p. 369.
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acaba haciendo del desgraciado su cómplice, «inyectando poco a poco en ella [el
alma] un veneno de inercia»14 que paraliza cualquier esfuerzo. La desgracia, fruto de
la necesidad ciega, tiene, sin embargo, un lado positivo: cuando el hombre, con toda
el alma y desde el fondo de su ser, da su consentimiento a la desgracia y persevera en
ello, obra como Cristo en la cruz. Es entonces capaz de acoger el orden del universo,
de considerar la existencia de su prójimo, y termina reconociendo que Dios es el
único Bien digno de amor incondicional. La desgracia está en el núcleo de lo que se
irá constituyendo como pensamiento religioso de la autora. Simone Weil afronta este
tema como ningún otro pensador, y esto es fruto, en gran medida, de su experiencia:
tanto por los terribles dolores de cabeza que padeció como por lo vivido durante los
meses de trabajo en la fábrica, sin olvidar su incursión en la guerra civil española. Y
lo es, sobre todo, por la extraordinaria compasión que sentía ante cualquier tipo de
desgracia y muy especialmente ante los desgraciados, que juegan un papel esencial
en el desvelamiento de la verdad porque son los únicos que la conocen:
En este mundo, sólo los seres que han caído en el último grado de la humillación, lejos
por debajo de la mendicidad, y que no sólo no tienen consideración social, sino que son
mirados por todos como si estuvieran desprovistos de la primera dignidad humana, la
razón; solamente ellos tienen de hecho la posibilidad de decir la verdad15.
Simone Weil es consciente de que alberga verdades que tiene que ofrecer a otros,
aunque no las haya gestado ella. Lo dirá por carta a sus padres desde el hospital
Middlesex de Londres, un mes antes de morir: «Tengo una especie de certeza
interior, que va creciendo, la de que hay en mí un depósito de oro puro que he de
que transmitir»16. Mas no se trata de algo que descubre sólo al final de su vida;
como indica Domenico Canciani, no faltan indicios anteriores de cierta conciencia
de ello17. Pero teme que nadie acoja esas verdades, por las dificultades que entraña
saberlas y hacerse cargo.
La pasión por la verdad hace de la vida de Simone Weil una vida íntegra en la
que la búsqueda de la verdad y un hondo deseo de comprender están estrechamente
ligados al ejercicio del pensamiento. En el mismo sentido en que lo plantea Pascal
cuando señala la raíz ética de tal postura: «trabajemos, pues, en pensar bien; este es
el principio de la moral»18. Por su avidez de ayudar a todo ser humano necesitado, en
Simone Weil el pensamiento se transforma en una suerte de arte para forjar acciones
libres; así lo entendió desde muy joven. Uno de sus primeros escritos lleva este
14
Ibid., p. 350.
15
Weil, S.: Carta del 4 de agosto a sus padres, Œuvres complètes, VII, 1, París, Gallimard, 2012, p. 302.
16
Ibid., p. 296.
17
Canciani, D.: L’intelligence et l’amour. Réflexion religieuse et expérience mystique chez Simone Weil, Paris,
Beauchesne, 2000, p. 25. Canciani cita una carta de Simone Weil a Boris Souvarine, de marzo de 1936: «Es
verdad que no tengo más que capacidades miserablemente débiles en todos los terrenos (usted habrá acabado
dándose cuenta), pero llevo algo en las entrañas […] Si he de hablarle con absoluta franqueza, estoy convencida
de que se trata del germen de algo grande».
18
Pascal, B.: Pensamientos: El párrafo de la «caña pensante»: Lafuma 200; Brunschvicg 347.
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19
Llamaban así en la École normal supérieur a las disertaciones cortas, a los ensayos breves.
20
Weil, S.: Œuvres complètes, 1, Paris, Gallimard, 1988, p. 316.
21
Sobre este tema se ha escrito mucho; véase, por ejemplo: Narcy, M.: «Simone Weil, mystique ou politique?», en
Cahiers Simone Weil, t. VII, nº 2, junio 1984, pp. 105-119.
22
Weil, S. : Réflexions sur les causes de la liberté et de l’oppression sociale, Œuvres complètes II, 2, Paris,
Gallimard, 1991, p. 84.
23
Ibid., p. 73.
154 Herrando Cugota, C. Logos An. Sem. Met. 56 (2) 2023: 149-167
Me causó también mucha pena un día en el que usted utilizó la palabra falso cuando
lo que quería decir era no ortodoxo. Rectificó enseguida. En mi opinión, hay en esto
una confusión de términos que es incompatible con una perfecta probidad intelectual. Es
imposible que eso le agrade a Cristo, que es la Verdad26.
24
Estas palabras pertenecen a un borrador de la carta IV, enviada a J. M. Perrin, que se conserva en los «Fondos
Simone Weil» de la Bibliothèque Nationale de France. No constan en ninguna otra carta ni en otro borrador de
los Cahiers. Véase: Canciani, D. : op. cit., p. 2, nota 1. Véase también : Chenavier R. : «Franchir un seuil sans
changer de direction», en F. L’Yvonnet (dir.), Simone Weil, Le grand passage, Paris, Albin Michel, 20062, p. 61.
25
Weil, S. : Attente de Dieu, op. cit., p. 65.
26
Ibid., p. 78.
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El simple hecho de sentir placer al pensar sobre cualquier tema del mismo modo que el
ser amado, o desear, en cualquier caso, que nuestras opiniones concuerden con las suyas,
atenta a la vez contra la pureza de la amistad y contra la probidad intelectual. Es muy
frecuente. Pero una amistad pura es algo raro27.
27
Weil, S. : Œuvres complètes IV, 1, op. cit., pp. 331-332.
28
Weil, S. : Œuvres complètes VI, 2, Paris, Gallimard, 1997, p. 429.
29
Véanse los números de Cahiers Simone Weil dedicados al estudio de sus Cuadernos: t. XXXI (nº 2, junio 2008;
nº 4, diciembre 2008), t. XXXII (nº1, marzo 2009).
30
Weil, S. : La condition ouvrière, Paris, Gallimard, collection Idées, 1951, p. 132. Postdata de la carta del 30 de
marzo de 1936.
31
Weil, S.: La connaissance surnaturelle, Œuvres complètes, VI, 4, op. cit., p. 127.
32
David, P.: «L’absolu, peut-il faire l’objet d’une science expérimentale ?», en Cahiers Simone Weil XXXV, nº 1,
mars 2012, p. 31. En el artículo, el autor trabaja la noción de lo «sobrenatural» en Simone Weil, sobre todo en
los Cahiers.
156 Herrando Cugota, C. Logos An. Sem. Met. 56 (2) 2023: 149-167
33
Weil, S.: Œuvres complètes, VI, 4, op. cit., p. 78.
34
Weil, S.: Œuvres complètes V, 2, op. cit., p. 358.
35
Weil, S.: Œuvres complètes IV, 1, op. cit., p. 291.
36
Weil, S.: Œuvres complètes VI, 3, Paris, Gallimard, 2002, p. 363.
37
Chenavier, R. : «Les usages du surnaturel chez Simone Weil», en Cahiers Simone Weil, XXXIV, nº 4, décembre
2011, p. 385.
38
Weil, S. : Œuvres complètes VI, 3, op. cit., p. 336.
39
Weil, S. : Œuvres complètes VI, 2, op. cit., p. 338.
40
Weil, S. : Œuvres complètes VI, 4, op. cit., p. 83.
41
Weil, S. : Œuvres complètes V, 2, op. cit., p. 329.
42
Weil, S. : Œuvres complètes V, 1, op. cit., p. 311.
Herrando Cugota, C. Logos An. Sem. Met. 56 (2) 2023: 149-167 157
que es lo sobrenatural] por todas partes»43. Y afirma igualmente que esta presencia
callada de lo sobrenatural es el punto de apoyo al que se refería Arquímedes. Pero
también reconoce que la inteligencia humana se resiste a acoger lo sobrenatural
porque se le presenta como una gran paradoja; de ahí que piense que sólo pueden
captarlo algunas almas:
Se trata de una fuerza de una especie distinta de la que manejan los fuertes, una fuerza que
no es de este mundo, y es sobrenatural. Obra al modo de lo sobrenatural, decisiva, pero
secretamente, silenciosamente, bajo la apariencia de lo infinitamente pequeño; y, aunque
penetre en las masas por irradiación, no habita en ellas, sino en ciertas almas44.
La palabra griega que lo expresa es Hupomonè, que no está bien traducida como patientia.
Es la espera, la inmovilidad atenta y fiel que dura indefinidamente y que ningún choque
puede alterar. El esclavo que escucha cerca de la puerta para abrir en cuanto llame el
amo es la mejor imagen de ello. Hace falta que esté dispuesto a morir de hambre y de
agotamiento antes que cambiar de actitud. Y que, si sus compañeros lo llaman, le hablan,
le golpean, incluso, él no se presta siquiera a girar la cabeza. Hasta si le dicen que el amo
ha muerto, aunque lo crea, no se moverá. O si le dicen que el amo está irritado contra él y
que le golpeará a su vuelta, tampoco se moverá45.
43
Ibid., p. 312.
44
Ibid., p. 329.
45
Weil, S. : Œuvres complètes IV, 1, op. cit., p. 324.
46
Weil, S. : Œuvres complètes VI, 4, op. cit., p. 126.
47
Ibid., p. 129.
48
«Existe lo real y lo irreal. Pero más allá de lo real y de lo irreal, esta lo profundo», escribe Henry de Montherlant,
en Le maître de Santiago, Paris, Gallimard, 1999 (1ª edición, 1947), p. 10.
158 Herrando Cugota, C. Logos An. Sem. Met. 56 (2) 2023: 149-167
Una hechicera (mujer del rey) odiaba a sus hijastros (hijos del rey), y por sortilegio
lanzó seis camisas de seda encantadas sobre ellos; la magia hizo que los seis jóvenes se
transformaran en cisnes, aunque tomaban forma humana un cuarto de hora cada día. Los
hijos del rey tenían una hermana cuya existencia desconocía la hechicera. La hermana
llegó a encontrar a sus hermanos en el corto lapsus de tiempo en que recobraban la forma
humana, y estos le indicaron la manera de librarlos del hechizo: tenía que coser seis
camisas de anémonas blancas y lanzarlas sobre ellos, como había hecho la hechicera
con las camisas de seda, y hacer así un «contra sortilegio» (primero fue la seda la que
estaba encantada, y en este segundo momento lo serían las anémonas blancas, tejidas en
condiciones especiales). Tal era la sola suerte de salvación para los hijos del rey, atrapados
por efecto de la magia. Pero, para que las camisas de anémonas adquirieran el poder de
deshacer el hechizo, había que cumplir la condición más importante: coser las camisas en
silencio, sin hablar ni reír, durante los seis años que debía durar el trabajo. La hermana
se puso a coser, aceptando en su corazón las condiciones para liberar a sus hermanos.
Muchas cosas le sucedieron durante aquellos seis años de trabajo (se casó con un rey,
tuvo un niño que le quitó su suegra y fue acusada de matarlo… Y lo mismo les sucedió
a otros dos hijos que engendró del rey). Pero no por ello dejaba de coser en silencio, fiel
a su compromiso para liberar a sus hermanos. Finalmente, fue condenada a morir en la
hoguera, a pesar del amor del rey, su marido. El último día de los seis años que tenía para
realizar el trabajo, a punto de arder en la hoguera, aparecieron seis cisnes blancos; lanzó
sobre ellos las camisas de anémonas y se convirtieron en las personas que habían sido
metamorfoseadas por magia; y vivieron con su hermana y el marido de ésta el resto de
sus días.
• Los hijos del rey vuelven a su estado natural (dejan de ser cisnes) gracias
a la labor de otra persona50. Simone Weil presenta aquí su concepción de
la virtud como pilar moral, pues la virtud consiste en que quien la practica
repite los mimos hábitos, y así los va encarnando, haciéndolos suyos. Muestra
así que es la hermana de los seis muchachos quien salva a estos, y no las
propiedades de una planta (los beneficios de las anémonas, por ejemplo) ni
la fuerza de ningún conjuro o contra sortilegio mágico. El texto entiende la
virtud como la perseverancia de alguien capaz de amar. Sólo el ser humano
ama incondicionalmente, como sucede con la hermana de los transfigurados
en cisnes del cuento. Esto escribirá Simone Weil más adelante en uno de sus
Cuadernos:
• Las anémonas son flores muy puras. La joven estudiante comenta: «La única
fuerza en este mundo es la pureza»56. Es inevitable pensar en la idea de fuerza
50
Weil, S. : Œuvres complètes I, op. cit., p. 58.
51
Weil, S. : Œuvres complètes VI, 4, op. cit., pp.169-170.
52
Weil, S. : Œuvres complètes I, op. cit., p. 58.
53
Ibid., p. 58.
54
Ibid., p. 57.
55
Ibid., p. 58.
56
Ibid.
160 Herrando Cugota, C. Logos An. Sem. Met. 56 (2) 2023: 149-167
• Este cuento presenta, en realidad, una experiencia vital. Simone Weil escribe
que «el drama del cuento sucede en el alma de la heroína»64, y afirma que se
trata ante todo de sentir y vivir la obediencia: obedecer a la única posibilidad
de salvación que tienen sus hermanos. En Londres, anotará: «El cumplimiento
puro y simple de los actos prescritos, ni más ni menos, es decir, la obediencia,
es al alma lo que la inmortalidad al cuerpo»65.
El topo de Simone Weil pone de relieve, como se viene indicando, la acción que
no actúa o acción queda, noción que se hace central en su pensamiento. La autora la
aborda como virtud, y la destaca de nuevo al final del trabajo, a modo de conclusión:
«la única fuerza, la única virtud es abstenerse de actuar»66. Escribe estas palabras
conclusivas reconociendo la virtud de «la nada de la acción», pero dando a entender
que sólo «los jueces desnudos y muertos de Platón»67 tienen la capacidad de juzgar
dicha virtud, que así lo harán en la otra vida, aunque ya lo hacen de alguna manera
en esta por la facilidad que tienen para adentrarse en los recovecos del alma.
Una interpretación de la noción de acción no actuante o acción queda en Simone
Weil es la que aporta Emmanuel Gabellieri, para quien esta no-acción consiste en
57
Weil, S. : L’Iliade ou le poème de la force, Œuvres complètes II, 3, Paris, Gallimard, 1989, pp. 227-253. El texto
apareció como artículo en Cahiers du Sud, números 230 y 231 (diciembre de 1940 y enero de 1941).
58
Weil, S. : Œuvres complètes I, op. cit., p. 58.
59
Weil, S. : Œuvres complètes, VI, 4, op. cit., p, 401.
60
Weil, S. : Œuvres complètes I, op. cit., p. 59.
61
Segundo año de preparación para el ingreso en la Escuela normal. (Cagne o khâgne).
62
Weil, S. : Cahiers, Œuvres complètes, VI, 3, op. cit., p. 134.
63
Weil, S. : Œuvres complètes, IV, 1, op. cit., p. 256.
64
Weil, S. : Œuvres complètes I, op. cit., p. 59.
65
Weil, S. : Œuvres complètes, VI, 4, op. cit., p. 363.
66
Weil, S. : Œuvres complètes I, op. cit., p. 59.
67
Ibid., p. 58.
Herrando Cugota, C. Logos An. Sem. Met. 56 (2) 2023: 149-167 161
«dejar que una vida que no procede de uno mismo actúe a través de uno mismo»68,
en transmitir a través de uno lo que no proviene de uno. Se trata de una acción cuyo
sujeto no es ni su principio absoluto ni su fin, y por eso precisamente considera este
autor que la acción queda sería la condición de una creación auténtica69. Gabellieri
aclara que no se trata de renunciar a la acción, sino a ser el autor de dicha acción.
Lo que plantea una Simone Weil ya adulta, y queda esbozado en estas reflexiones
de juventud, es la colaboración del hombre en la renovación del «pacto original del
espíritu con el universo»70, palabras finales de Reflexiones sobre las causas de la
libertad y de la opresión social con las que subraya el deber de culminar la creación.
Apunta de nuevo hacia la virtud de la obediencia, sobre la que escribirá que equivale a
la acción queda, a la acción que no actúa: «La acción no actuante es la obediencia»71.
Las mencionadas palabras dirigidas al padre Perrin sobre su experiencia de
atravesar umbrales sin cambiar de dirección se confirman en este escrito de juventud,
en el que se anticipan tantos elementos de su pensamiento.
Sucede esto mismo en el texto de 1926 sobre la presencia de Cristo en la
Eucaristía72. Mientras Simone Weil trabajaba la relación entre el alma y el cuerpo,
escribió este comentario breve sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía: «El
pan de la comunión –anota– es el mismo cuerpo de Cristo, no el símbolo de Cristo»73.
Y comenta a continuación que así es para quienes creen, pues es consciente –y así
lo expresa– de que para los no creyentes sería una creencia digna de los aborígenes
australianos… Pero lo sorprendente es que ella, tan alejada entonces de la fe
cristiana, captase con tal finura el sentido profundo del dogma católico. A él habría
de volver con gran intensidad al final de su vida, como muestran algunos de sus
últimos escritos74.
68
Gabellieri, E. : Être et don. Simone Weil et la philosophie, Institut Supérieur de Philosophie de Louvain-la-
Neuve et Editions Peeters, Louvain-París, 2003, p. 476.
69
Gabellieri, ibid.
70
Weil, S. : Œuvres complètes II, 2, op. cit., p. 109.
71
Weil, S. : Œuvres complètes VI, 2, op. cit., p. 258.
72
Weil, S.: Le dogme de la Présence réelle, Œuvres complètes I, op. cit., pp, 92-93.
73
Weil, ibid., p. 92.
74
Remitimos aquí especialmente a los dos últimos escritos sobre el tema que figuran en los Escritos de Nueva
York y de Londres: “Théorie des sacréments” y “Profession de foi”. S. Weil, Œuvres complètes V, 1, op. cit., pp.
333-347 y pp. 348-356, respectivamente.
75
Wittgenstein, L.: Tractatus Logico-Philosophicus, Madrid, Alianza Universidad, 1987, p. 181 (6. 44).
162 Herrando Cugota, C. Logos An. Sem. Met. 56 (2) 2023: 149-167
d’Ardèche. Simone Weil acogió los escritos del santo carmelita con entusiasmo,
especialmente los comentarios sobre la noche y la nada; y comprendió con gran
hondura las principales enseñanzas del místico español en el terreno de la fe.
En el otoño-invierno de 1941 dirigía a su hermano estas palabras:
¿Has leído a san Juan de la Cruz? En este momento es mi ocupación principal. Me han
pasado también un texto en sánscrito de la Gita transcrito en escritura latina. Son dos
pensamientos extraordinariamente parecidos. La mística de todos los lugares es idéntica.
Creo que Platón debería estar situado ahí, y también que tomaba las matemáticas como
materia de contemplación mística76.
76
Weil, S. : Œuvres complètes, VII, 1, op. cit., pp. 502-503. En “Dieu dans Platon” escribe: ¿Quién es, entonces,
Platón? Un místico, heredero de una tradición mística en la que bañaba Grecia entera”. (Œuvres complètes IV,
2, p. 75).
77
Weil, S. : Attente de Dieu, op. cit., pp. 36-37.
78
Buscándome, tuviste que sentarte, agotado por la fatiga.
79
Weil, S. : Œuvres complètes IV, 2, op. cit., p. 120.
80
Véase Kempfner, G.: La philosohie mystique de Simone Weil, Falicon, Nataraj, 1996 (1ª edición en La Colombe,
1966), pp. 29-30. Kempfner se refiere a cuatro grados de ateísmo en la vía espiritual, considerando la experiencia
de Simone Weil.
Herrando Cugota, C. Logos An. Sem. Met. 56 (2) 2023: 149-167 163
Durante su trabajo como vendimiadora, en otoño de 1941, en las notas que redacta
a diario y que constituyen un auténtico ejercicio espiritual, Simone Weil se refiere a
dos ateísmos, uno de los cuales consiste en purificación de la noción de Dios. Fiel
a su propio método, se sirve de la contradicción analizando una idea y su contraria.
«La contradicción es la palanca de la trascendencia»81, escribe, a modo de divisa,
sobre este método tan personal, tan suyo.
Caso de contradicciones verdaderas: Dios existe; Dios no existe. ¿Dónde está el problema?
Ninguna incertidumbre. Estoy completamente segura de que hay un Dios, en el sentido en
que estoy completamente segura de que mi amor no es ilusorio. Y estoy completamente
segura de que no hay Dios en el sentido de que estoy totalmente segura de que nada
de lo real se parece a lo que puedo concebir cuando pronuncio ese nombre, puesto que
no puedo concebir a Dios. Pero eso mismo que no puedo concebir no es una ilusión –
Esta imposibilidad me es dada de manera más inmediata que el sentimiento de mi propia
existencia82.
A lo largo del invierno de 1941 y 1942, cuando está volcada en la lectura de san
Juan de la Cruz, insiste en afirmar que: «el ateísmo es una purificación»83. En este
contexto se refiere a los falsos consuelos de la religión. Y poco después anota lo
siguiente:
Cuanto concibo como verdadero es menos verdadero que esas cosas cuya verdad no
puedo concebir, pero que amo. Por esto llama san Juan de la Cruz noche a la fe. En
quienes han recibido una educación cristiana, las partes inferiores del alma se agarran a
estos misterios cuando no tienen ningún derecho a hacerlo. Por eso mismo necesitan una
purificación de la que san Juan de la Cruz describe las etapas. El ateísmo o la incredulidad
constituyen un equivalente de esta purificación84.
No creer en la inmortalidad del alma, sino mirar la vida entera como destinada a preparar
el instante de la muerte; no creer en Dios, sino amar siempre el universo, incluso en la
angustia del sufrimiento, como una patria; este es el camino hacia la fe por la vía del
ateísmo. Es la misma fe que resplandece en las imágenes de la religión. Pero cuando se
llega a ella por este camino, dichas imágenes tienen un uso nulo85.
San Juan de la Cruz escribe sobre verdades desnudas recibidas en plena oscuridad
en el fondo del alma y aconseja que no se preste atención a los discursos, ni siquiera a
las palabras interiores, sino que se vaya a lo más hondo, donde palabras y argumentos
no importan; que se permanezca en una inactividad receptiva y abierta. Invita así a
81
Simone Weil, Œuvres complètes VI, 4, op. cit., p. 177.
82
Weil, S.: Œuvres complètes VI, 2, op. cit., p. 126.
83
Ibid., p. 337.
84
Ibid., p. 338. El subrayado es mío.
85
Weil, S. : Œuvres complètes VI, 3, op. cit., p. 168.
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Se añade a esto –a causa de la soledad y desamparo que en esta oscura noche la causa– no
hallar consuelo ni arrimo en ninguna doctrina ni en maestro espiritual, porque, aunque por
muchas vías le testifique las causas del consuelo que puede tener por los bienes que hay
en estas penas, no lo puede creer86.
86
Juan de la Cruz, «Noche oscura», L II, 7, Obras completas, Madrid, B.A.C. 1991, pp. 533-534.
87
Baruzi, J. : San Juan de la cruz y el problema de la experiencia mística. Traducido por Carlos Ortega, Valladolid,
Junta de Castilla y León, 1991, p. 505.
88
Weil, S.: Œuvres complètes, VI, 3, op. cit., p. 76.
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7. Conclusiones
La experiencia interior de Simone Weil culmina en una vivencia que deja plasmada
en el texto conocido como «Prólogo»89, antesala de los cuadernos de Nueva York y
de Londres, publicados como El conocimiento sobrenatural. Simone Weil no había
leído a los místicos: lo recalca en la citada carta a Joseph Marie Perrin90. Pero el
citado texto contiene una experiencia personal que los estudiosos califican sin dudarlo
como mística; en ella, Simone Weil presenta con lenguaje alegórico vivencias que
transmite de forma más íntima al padre Perrin y al poeta Joë Bousquet91.
La pensadora distingue entre el lenguaje de la calle y el de la cámara nupcial:
Cuando auténticos amigos de Dios –como el maestro Eckhart– repiten palabras que
escucharon en el secreto, entre el silencio, durante la unión de amor, y que están en
desacuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, es sencillamente porque el lenguaje de la
plaza pública no es el de la cámara nupcial92.
Una presencia más personal, más cierta, más real que la de un ser humano, inaccesible a
los sentidos y a la imaginación, y análoga al amor que transparece a través de la más tierna
sonrisa de un ser querido. Tras este instante, el nombre de Dios y el de Cristo se fueron
mezclando cada vez más irresistiblemente en mis pensamientos94.
89
Ibid., pp. 369-370. Sobre «Prólogo» y la vivencia religiosa de Simone Weil, véase: Josep Oton, Simone Weil. El
silencio de Dios, Fragmenta editorial, Barcelona, 2021.
90
Weil, S.: Attente de Dieu, op. cit., p. 45.
91
Parece que también habló de su experiencia mística al canónigo Vidal de Carcasona, en la primavera de 1942.
92
Weil, S.: Attente de Dieu, op. cit., pp. 57- 58.
93
Weil, ibid., p. 47. Le indica igualmente que en septiembre de 1941 comenzó a recitar el Padrenuestro.
94
Weil, S. : Lettre à Joë Bousquet, Œuvres, Paris, Gallimard, col. Quarto, 1999, p.797.
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95
Weil, S. : Œuvres complètes V, 1, op. cit., p. 228.
96
Ibid., p. 229.
97
Ibid., p. 231.
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