[Otras ediciones en: J.P. Aladro (ed.), La ciudad.
Recorrido por su historia, Madrid 1998, 5-60
(también en J.M.ª Blázquez, Los pueblos de España y el mediterráneo en la antigüedad. Estu-
dios de arqueología, historia y arte, Madrid 2000, 256-283) Versión digital por cortesía del
autor, como parte de su Obra Completa, revisada de nuevo bajo su supervisión y con la pagina-
ción original.]
© Texto, José María Blázquez Martínez
© De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia
De la primitiva aldea al año 711
José María Blázquez Martínez
[-5→]
LOS PRIMEROS INDICIOS
El origen de la ciudad en España hay que situarlo a comienzos de la Edad del
Bronce, cuando se abandonó el hábitat en cuevas y se sustituyó por el de superficie, con
poblados asentados sobre alturas defendidas por la naturaleza y por murallas. La mayor
concentración de estos poblados se localiza en el sureste y están situados junto a minas
de plata y de cobre, y no lejos de los ríos.
El asentamiento de Los Millares (Almería) es uno de los mejor conocidos. Se fecha
hacia 2340 a.C. El poblado, de 5 Ha de extensión, se encuentra situado en la meseta de
Los Millares sobre la orilla derecha del río Andárax. En la actualidad se encuentra se-
midestruido. El extremo del triángulo que formaba el poblado era el de mayor densidad,
según el arqueólogo e ingeniero belga L. Siret. En el resto del yacimiento excavó grupos
de casas y plazas vacías, de forma que sólo 2 Ha de la totalidad del poblado era el sector
realmente habitado.
Dispone de una verdadera urbanización en la zona de la acrópolis, en el poblado in-
ferior y en el lienzo de la muralla con torres circulares, a ambos lados de la puerta prin-
cipal, con foso detrás de la muralla y con terraplenes a continuación del foso, que serían
construidas todas ellas de ramaje. Una casa de la acrópolis era de planta ligeramente
trapezoidal, sin reparaciones interiores de piedra u obra formando habitaciones, con
agujeros en la parte inferior de las paredes para sostener el techo de ramas y barro a tres
partes en el interior. Se trata probablemente de un edificio destinado a templo-palacio.
Este edificio contrasta con los fondos de cabañas circulares, de 2 m de diámetro,
con muros de piedra en su zócalo, y con una gran construcción circular, de 6 m de diá-
metro, formada por tres círculos de pared, separados por zonas de relleno, levantada con
piedras de medianería, irregulares y unidas por arcilla sin cocer. El pavimento era de
tierra apisonada. La disposición urbanística del poblado de Los Millares es arbitraria.
Los fondos de cabaña se agrupan en principio junto a la muralla. Las tumbas están más
elevadas que las casas y son: sepulcros de cámara circular, con cubierta de falsa cúpula
y con corredores, tipo que es el más numeroso; sepulcros circulares sin corredor; sepul-
cros de corredor y cámara poligonal y cistas. Una característica de este período son los
enterramientos colectivos. En las sepulturas aparecen betilos de forma troncocónica.
Sobre el origen de este tipo de poblado se han propuesto dos hipótesis: que proceden del
área egeoheládica, o de Palestina. [-5→6-]
La cultura más característica del segundo milenio es la de El Argar (Almería), cuyo
urbanismo se fecha hacia 1700-1300 a.C. El poblado mejor conocido es el de Fuente
Álamo, que sirve de prototipo para el estudio. La ubicación de este poblado domina las
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tierras de aprovechamiento agrícola y ganadero, y las rutas mineras del cobre y de la
plata. Se construyó en función de los cauces del comercio. Fuente Álamo era un núcleo
de control de otros poblados más pequeños, argáricos, de los valles del Almanzora, del
río Aguas y del Antas, donde se encuentra El Argar, que da nombre a toda esta cultura.
Los poblados de la cultura de El Argar estaban fortificados. La cima de Fuente
Álamo por su parte norte estaba fortificada y también por el sur. No se puede asegurar si
las fortificaciones de la zona superior del cerro diferenciaban un espacio concreto, deli-
mitándolo de otros sectores del poblado. Las fortificaciones de la cumbre podían señalar
el área de un emplazamiento primitivo, que después se extendió hacia la zona meridio-
nal del cerro. Las casas son ya elementos importantes de la estructura del poblado. En
este yacimiento los espacios vacíos llegan a medir 5,3 x 4,4 m. La planta de las vivien-
das tienden a ser rectangulares, a veces con las esquinas redondeadas, oponiéndose a las
casas circulares que se suponen propias de la Edad del Cobre.
El alzado de estas casas se compone de un zócalo de piedra sobre una nivelación
del terreno, fijándolo con postas hincadas en la tierra. Sobre el zócalo se alza una es-
tructura tapial. Los muros están bien trabados y acaso retocados por un mortero [-6→7-]
azulado de tierra pizarrosa. Este tipo de construcción se mantuvo a lo largo de la vida de
todo el poblado. Las casas alternaban con otros edificios. No hay huellas de calles. No
es posible calcular el número de casas al no haberse excavado la totalidad del poblado.
Entre las casas se han detectado cinco construcciones de planta circular con un diámetro
de 2,5 m rellenas de piedra en su interior, de un metro de altura. Tenían una cámara su-
perior, lo que parece indicar su utilización como almacenes.
Entre las casas y los edificios destaca una gran construcción rectangular, cuyas di-
mensiones eran 7 x 3 m. Su finalidad se desconoce, pero debió ser distinta de las otras
edificaciones vecinas.
Una cavidad de planta ovalada, de 3,8 m de profundidad en roca y 9 m de eje lon-
gitudinal, es probablemente una cisterna. La cavidad tenía un revestimiento de piedras.
Los manantiales de agua de Fuente Álamo se han localizado en los flancos este y oeste
del cerro. El acceso a estos manantiales se hacía por unas puertas fortificadas en los
lienzos de la muralla, como en el poblado de Gatas (Almería). [-7→8-]
El abastecimiento de agua potable era muy importante a la hora de planear un
asentamiento. Se han localizado cisternas en el interior de otros poblados de la Edad del
Bronce: Peñón de la Reina, en Alboloduy y El Oficio (Almería).
Los poblados de esta cultura funcionaban como lugares de morada de los vivos y
de los muertos. Las sepulturas se encuentran cerca de las casas. En la cultura de El Ar-
gar, a diferencia del periodo anterior, los enterramientos son individuales, en covachas
artificiales en los niveles más antiguos del poblado, y más recientemente en cistas o en
pithoi. Se abandona la costumbre de colocar betilos en las tumbas.
En el urbanismo de estas dos culturas, la de Los Millares y la de El Argar, se apre-
cia una planificación, más esmerada en la segunda. Aparece la delimitación del área del
poblado con muralla, que va a pervivir durante varios milenios, que sólo era de carácter
defensivo; la función principal era delimitar el perímetro de la ciudad.
La extensión del poblado minero tartésico del cerro de Salomón, situado en Rio-
tinto (Huelva), ocupa toda la superficie del cerro, de 1 km2 aproximadamente. La parte
nororiental del yacimiento es de fecha más reciente, a juzgar por el material arqueoló-
gico hallado, que la del extremo noroeste, señalando una pervivencia del poblado. Las
casas son rectangulares, con número variable de habitaciones, dispuestas sin orden apa-
rente. Los muros están levantados con piedras sin labrar, colocadas en seco y sin ci-
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mientos. La techumbre era de madera ligera, o mejor.de ramaje, técnica que ha llegado
hasta el día de hoy en la región.
Desde la base de la pared se extiende el pavimento. En algún caso se utilizaron
lajas de pizarra colocadas horizontalmente, sostenidas por otras placas de la misma
piedra embutidas en el suelo. Los pavimentos eran de barro y en un caso se localizaron
dos superpuestos. Generalmente el suelo de las habitaciones forma una pendiente que se
salva mediante escaleras hechas de filas de piedras.
Los muros y los techos estaban recubiertos de barro. Han aparecido trozos sueltos.
Las puertas de las casas estaban precedidas de un muro curvo. Esta idea de proteger la
entrada era desconocida en la arquitectura hispana; en cambio es frecuente en Palestina,
y su finalidad era evitar que el aire caliente penetrara en la vivienda. [-8→9-]
No se han descubierto pruebas de verdaderas calles. Todo el cerro está cubierto por
una red de muros que se suceden de forma prácticamente ininterrumpida y de otras
construcciones. Solamente en una vivienda de las excavadas se ha descubierto un hogar,
en cuya base había dos losas de pizarra endurecida, revestidas de arcilla. En todas las
habitaciones se han recogido grandes cantidades de carbón, lo que indica que los traba-
jos de extracción argentífera se hacían dentro de las viviendas. El carbón y las cenizas
sobre los pavimentos prueban que se habitaba sobre los desperdicios de la vida coti-
diana. Los desechos no se sacaban al exterior, sino que se colocaban otros pavimentos
encima de ellos a diferentes profundidades. El abastecimiento de agua estaba asegurado
con los manantiales que manaban en las faldas del cerro. La pizarra no se encuentra en
la zona, había que transportarla desde lejos, igual que la arcilla.
Todo el subsuelo del poblado estaba recubierto de vetas de plata y a poca profundi-
dad, que se explotó ya en el siglo VII a.C. Las entradas a estas vetas están bien indica-
das por las bocas de los túneles. En las viviendas se han recogido útiles de metalurgia,
martillos, picos, y escorias de fundición, hechos que confirman que los trabajos de sepa-
ración de la plata se hacía en las viviendas. No había grandes depósitos de fundición que
señalasen una gran concentración industrial, como en época romana, sino [-9→10-] una
actividad metalúrgica doméstica. Los hornos de fundición eran simples hoyos excava-
dos en los suelos de las casas, que se alimentaban de aire mediante toberas de barro de
forma de cuerno y de prisma. Los minerales eran tratados sobre el terreno, seguramente
en los hornos. La técnica de tributación y fundición del mineral está bien documentada
para el cobre en el Oriente ya en el siglo X a.C.
La ciudad protohistórica onubense de Tejada la Vieja, data de finales del siglo VIII
y la primera mitad del siglo IV a.C. Es una de las poblaciones mejor conocidas. El ya-
cimiento está escalonado en tres terrazas; la superior ocupa una extensión de 25.172 m2;
la media 18.438 m2, y la inferior 20.390 m2, lo que suma una superficie de 6,4 Ha. Sólo
se conoce el urbanismo del último momento de la ocupación. Su actividad económica
estaba vinculada con las explotaciones del área metalífera de Aznalcóllar. Tejada la
Vieja está situada en el paso entre la zona minera y la campiña que limita con la costa,
asiento de los centros metalúrgicos y comerciales donde se vendía la plata, que era la
base del desarrollo económico de Huelva en época tartésica, que fue habitada por feni-
cios, griegos y por indígenas. El urbanismo de Tejada la Vieja pervivió a lo largo de los
siglos, tal como se deduce de los restos de pavimentos de arcilla roja hallados en los
primeros niveles de ocupación y que muestran niveles arquitectónicos estables. No se ha
documentado un poblado anterior en cabañas. La ciudad se asienta sobre un cerro, como
es frecuente; los edificios son habitaciones cuadrangulares con estructuras en piedra, pi-
zarras o piedras calizas ligeramente trabajadas, sin utilización de mortero.
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El vecino poblado indígena de San Bartolomé de Almonte, sin murallas, se fecha
entre finales del siglo IX y el VI a.C., depende de Tejada la Vieja respecto a la producción
y el comercio de la plata. Las viviendas eran fondos de cabañas, no documentándose
calles ni el paso a un urbanismo en viviendas rectangulares y compartidas de tipo oriental.
Los muros de las viviendas de Tejada la Vieja tienen zócalos de piedra sin cimen-
tación. Las paredes son de tapial o adobes, como es frecuentes en los poblados de época
tartésica. Se diferencia en los pavimentos de arcilla apisonada y en las pequeñas lajas de
pizarra, obtenidas en las proximidades. Los techos están construidos con materiales ve-
getales y a veces con lajas de pizarra sostenidas por pilares cuadrados de piedra. Estos
pilares se encuentran en habitaciones, que carecían de techumbre de pizarra, y en las
calles, donde sostendrían una galería en la vía pública. [-10→11-]
Además de las viviendas se han detectado otros edificios de factura más cuidada,
con pizarras bien trabajadas, de planta casi rectangular y de mayores dimensiones, con
muros más gruesos y con abundantes piedras recogidas en el interior, procedentes pro-
bablemente de la cubierta.
Estas habitaciones eran almacenes, como parece indicarlo el gran número de ánfo-
ras recogidas en el interior. Estas habitaciones se comunicaban entre sí a través de
varios interiores, con una distribución interna cerrada. Las viviendas tenían un espacio
abierto interior, de donde se pasaba a las estancias mediante vanos. La zona del espacio
público a veces está pavimentada con lajas pequeñas de tierra muy oscura. La disposi-
ción de las habitaciones es más ordenada en los almacenes que en las viviendas. Junto a
estas estructuras aparecen otras muy anchas y próximas, dispuestas en paralelo, for-
mando un espacio rectangular que ha sido interpretado como lavadero de mineral. La
técnica de construcción es similar a la empleada en las paredes de las viviendas. Abun-
dantes restos de mineral han aparecido junto a estos lavaderos. Unas estructuras circula-
res están situadas en una zona de paso, con zócalo de piedra, con pizarras y cantos, que
se han interpretado como posibles hornos de cerámica, debido a la gran cantidad de frag-
mentos que han suministrado. Su forma y dimensiones son muy similares a los hornos
metalúrgicos de Huelva. Podían ser igualmente silos al no detectarse señales de fuego.
A pesar de estar ubicada Tejada la Vieja próxima a las minas, no han aparecido
hornos de fundición de mineral, aunque sí se han detectado actividades metalúrgicas en
la ciudad, orientadas probablemente al consumo doméstico. Unos hogares circulares de
90 cm de diámetro pudieron ser tahonas, de las que no se conserva la cúpula.
La muralla se puede seguir bien en la zona meridional, que es de menor defensa
natural. La parte de la muralla excavada mide 1.475 m2; tiene dos contrafuertes, uno de
planta circular y otro trapezoidal. La muralla está levantada con dos paredes de mam-
postería, fundamentalmente caliza. El espacio entre las dos paredes de la muralla se re-
llenó con tierra, piedras y fragmentos cerámicos. Frente a la ocupación natural de otros
poblados, como San Bartolomé de Almonte, o adaptados a la topografía del terreno,
como en Huelva, Tejada la Vieja tuvo un urbanismo planificado, con calles en toda la
meseta, que delimitaban las manzanas y los edificios. El urbanismo se organizó en fun-
ción del espacio público, como calles de diferentes [-11→12-] anchuras, no empedradas
en su totalidad, a trechos con lajas de pizarra. Las calles aparecen delimitadas por muros
de piedra que definen las distintas manzanas. A estos muros se adosan las habitaciones
de las casas. El entramado urbano es muy claro en la ordenación de la ciudad en barrios.
La propia planificación urbana indica la existencia de áreas especializadas según su acti-
vidad. Las zonas dedicadas a la metalurgia están próximas a la muralla. Los supuestos
almacenes, de planta alargada y de mayores dimensiones, están separados por espacios
y por viviendas, junto al área de los almacenes hay otros espacios destinados a ser
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habitados. En otras zonas se colocaron alfarerías, tahonas o un lavadero de mineral.
Todos estos edificios están situados en espacios abiertos y debían ser de uso público.
Se observan en esta ciudad áreas con funciones concretas: económicas y sociales.
En la zona de viviendas se detecta una organización espacial planificada, con zonas de
desperdicios y vertidos fuera de las casas, en unos supuestos corrales. Estas estructuras ur-
banas parecen reflejar un grado alto de organización social y de especialización laboral.
LA CÁDIZ FENICIA
El Castillo de Doña Blanca está asentado enfrente de Cádiz, al otro lado de la
Bahía gaditana. Fue interpretado primero como asentamiento indígena con fuerte acul-
turación fenicia, después como el Puerto Menesteo de los autores antiguos, y última-
mente como la propia Gades. Aunque esto último no fuera cierto, debido a su proximi-
dad a la propia Cádiz, tendría esta ciudad idéntico urbanismo. Lo que no cabe duda hoy
es que es una fundación fenicia, como lo indican los primeros restos urbanos, fenicios,
que se asientan directamente sobre el nivel estéril. Las técnicas constructivas del siglo
VIII a.C. son típicamente fenicias y sin antecedentes en la zona.
La ciudad fenicia, fechada a partir de la segunda mitad del siglo VIII a.C., tuvo una
extensión en torno a las 5 Ha. Antes de esa fecha había un pequeño establecimiento. En
aquel siglo debió tener alrededor de 1.500 habitantes de los que serían indígenas entre
200-250 personas por Ha.
El Castillo de Doña Blanca fue desde el principio un importante centro comercial y
una verdadera ciudad fortificada. Un puerto comercial de poder político y económico, y
centro receptor de productos del Mediterráneo oriental. [-12→13-]
El hábitat de la isla gaditana no excedería de 5-6 Ha. Posiblemente la fundación de
Cádiz tenga un carácter dual: en tierra firme y en la isla. El despliegue del entramado
político y económico contaba, pues, con tres puntos: el templo de Melqart, en el actual
islote de Sancti Petri; la ciudad de Gadir, en el extremo de la isla; y el Castillo de Doña
Blanca en tierra firme y en la vieja desembocadura del Guadalete.
La ciudad estuvo fortificada desde finales del siglo VIII a.C., con una fuerte mura-
lla provista de bastiones semicirculares. La muralla descansa sobre un zócalo de mam-
postería sobre el suelo natural trabado con argamasa rojiza y verdosa, y sobre él se le-
vantó el paramento de mampostería irregular trabado con arcilla. La planta de la muralla
debió tener casernas en las esquinas. Su estructura superior pudo realizarse con tapial,
alcanzando una altura de 5-6 m. Delante corría un foso de 20 m de anchura y unos 4 m
de profundidad. La murallas, con varios rehechos, estuvo en uso hasta el siglo VI a.C.
Sobre ella se construyó una segunda de nueva planta. Una tercera muralla, con casama-
tas, de los siglos IV-III a.C., se asienta sobre la segunda. Para su fábrica se levantaron
dos paramentos paralelos con muros transversales. También se construyó una torre. La
puerta se descubrió en la esquina noroeste del poblado. Consiste en un amplio pasillo
alargado y en dos torres anteriores. Se utilizaron mampuestos más regulares, con casas
devastadas. En unos 500 años se documentan, pues, tres sistemas defensivos, fechados
respectivamente en época arcaica, en el siglo V a.C., y en los siglos IV-III a.C. [-13→14-]
La ciudad fenicia del siglo VIII casi tuvo la misma extensión que la de los siglos
IV-III a.C. Las casas del siglo VIII se adaptaron bien a la pendiente del terreno. Se han
detectado tres plataformas sobre las que se construyeron las casas, con un foso al fondo,
bien de carácter defensivo o para conducir agua. En dos terrazas había callejuelas entre
las casas, de 1-1,5 m de anchura. El primitivo Castillo de Doña Blanca era de planta fe-
nicia, al igual que Málaga, también de fundación fenicia. Las calles no formaban una
red, sino que la distribución de las casas era anárquica. Las viviendas constaban de 3 ó 4
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habitaciones con paredes de mampostería, retocadas de arcilla y encaladas. Los suelos
eran de arcilla roja. Los techos, posiblemente planos, con cubierta de madera y vegeta-
les. La puerta se encuentra en una esquina de las habitaciones. Se accedía a la casa por
una o dos escaleras. Las jambas se construyeron de sillares. La altura de las habitaciones
llegaba hasta 2,5-3 m. Todas ellas eran de mampuestos. Las viviendas tenían horno
abovedado para cocer pan, con suelo de losa o de piedra. En el interior de las habitacio-
nes se construyeron bancos y hogares.
La ciudad turdetana de los siglo IV-III tenía calles, manzanas de casas y zonas
abiertas. Una calle, de 4 m de ancha, estaba empedrada con guijarros y fragmentos de
cerámica. Las viviendas tenían 3 ó 4 habitaciones de planta rectangular. Las paredes te-
nían zócalos de mampostería. La puerta se situaba en la esquina o en el centro de los
muros. La techumbre estaba sostenida con pilares de madera. En las habitaciones había
círculos de piedra para sostener ánforas. [-14→15-]
Una manzana de casas, destinada a actividades industriales, estaba franqueada por
una calle y por un gran espacio abierto. Esta manzana se destinaba a almacén y a la fa-
bricación del vino. Se han descubierto dos lagares en las proximidades de la ciudad,
formados por dos piletas en las que se pisaba la uva, cuyo zumo se vertía en otra pileta
mayor. En la plaza, dos estructuras circulares limitadas por un murete, se dedicaban a la
preparación del mosto. También contaban hornos de pan. Algunas casas tenían patios.
Lindando con las manzanas se han descubierto grandes espacios abiertos.
El templo de Melqart fue uno de los grandes santuarios del Mediterráneo. No sólo
era lugar de culto del ritual semita; era un lugar acotado al aire libre, un lugar de pere-
grinación de los navegantes y comerciantes fenicios, y posiblemente monopolizaba,
como los santuarios de Chipre, la obtención de minerales del interior del país. Cádiz
contó con otros templos, uno dedicado a Moloch y un tercero a Astarté. Con la con-
quista romana se levantó un teatro donde se celebraban espectáculos de masas dedica-
dos a la Tríada Capitolina. El geógrafo griego Estrabón, contemporáneo de Augusto,
aportó datos importantes sobre el urbanismo de Cádiz; como que los gaditanos vivían en
una ciudad muy pequeña, donde se notaba la falta de espacio, y que Balbo, un noble ga-
ditano, levantó otra nueva ciudad. De la fusión de ambas surgió otra, llamada gemela,
cuyo perímetro era de 3,700 km, que cubría aproximadamente la extensión de la Cádiz
actual. La mayoría de los gaditanos vivían en tierra firme. El número de habitantes se
estimaba en 50.000 en época del emperador Augusto. [-15→16-]
LA COLONIA GRIEGA DE AMPURIAS
Ampurias (Girona), fue fundada por los griegos focenses poco después del 600 a.C.
Como indica su propio nombre, era mercado griego con los pueblos del interior, asen-
tado en las estribaciones meridionales de los Pirineos. Fue un puerto comercial donde
recalaban los barcos que navegaban la costa ibérica levantina. Los griegos proporciona-
ban a los indígenas bienes de prestigio o de consumo, como el vino, y obtenían plata y
cereales.
La ciudad antigua, la Palaiapolis, se fundó en la islita de San Martín, donde estuvo
el primitivo templo dedicado a la Artemis Efesia, cuyo culto y ritos introdujeron en Oc-
cidente los focenses y propagaron entre los iberos. Los muertos de la Palaiapolis fueron
sepultados siempre en tierra firme, lo que indica que existían buenas relaciones entre los
colonos griegos y los indígenas indiketes. Cuando el cónsul Catón desembarcó en Am-
purias en el año 195 a.C., se encontró con que los indígenas y los griegos vivían en la
ciudad separados por una muralla y que por la noche cerraban las puertas y no se podía
transitar de uno a otro barrio.
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José María Blázquez: De la primitiva aldea al año 711 7
La ciudad estaba provista de una muralla, construida con grandes bloques sin
tallar, de grosero aparejo ciclópeo. La puerta era estrecha y estaba flanqueada por dos
torres de planta rectangular. La presencia romana, a partir del año 218, se materializó en
un campamento romano estable entre los años 195 y 175, lo que sería luego la ciudad
romana. A partir del 100 a.C. hubo ya una ciudad romana de nueva planta dotada de
monumentos al igual [-16→17-] que las ciudades contemporáneas de Campania. Bajo el
Principado de Augusto los habitantes de Ampurias recibieron el estatuto de ciudadanos
romanos. A partir de finales del siglo I Ampurias entró en decadencia; varios barrios de
la ciudad fueron abandonados, así como el foro municipal. En el siglo III la población
se concentró en la Palaiapolis.
La Ampurias que podía visitar el ciudadano de época romano-republicana e impe-
rial era de planta rectangular, de 700 x 300 m de lado. Dos calles atravesaban la ciudad,
llamadas genéricamente en latín cardo y decumanus con el praesidium o sede del go-
bierno dominando la ciudad en el centro, fechado en el siglo II a.C. Un siglo después, se
construyeron una muralla, el foro y buen número de casas. Durante bastante tiempo co-
existieron la ciudad romana y la Neapolis griega y la indígena, que se regían por sus
propias leyes. Un muro unió el ángulo suroeste de la Neapolis con la muralla de la
ciudad romana y la encerró en un único recinto urbano llamado pomerium.
Se accedía a la ciudad por una puerta estrecha que se cerraba con una compuerta de
hierro a la que seguía un largo pasadizo que conducía a una segunda puerta. A la dere-
cha se situaba el cuerpo de guardia. Más adelante, en el siglo III, se construyó un gran
muro, probablemente como defensa contra las máquinas de guerra. Detrás había una
gran torre que perteneció a una muralla griega derrumbada en el siglo II a.C. y que per-
mitió la ampliación de la ciudad hacia el sur. En esta prolongación se construyó el tem-
plo del dios griego de la medicina, Asclepios, que se convirtió en el centro terapéutico
y. religioso sobre una área sagrada anterior, a juzgar por los altares. Este recinto alber-
gaba tres templos, las cisternas correspondientes y un pozo. Uno estaba dedicado a
Higiea. [-17→18→19→20→21-]
UNA CIUDAD IBÉRICA: ALTO DE BENIMAQUÍA
Esta ciudad fortificada se encuentra en el macizo del Montgó (Denia, Alicante). La
muralla delimita una ladera de unos 4.500 m2. Tiene 6 torres cuadrangulares. La ciudad
fue habitada entre los siglos VI-IV a.C. Desarrolló un único horizonte cultural con dos
fases. La planimetría de la excavación muestra una serie de departamentos cuadrangula-
res separados por un estrecho pasillo, excepto en el ángulo de la muralla, donde un
grupo de estancias rectangulares se distingue del conjunto por los gruesos muros de
mampostería. Consta este sector de tres departamentos cuadrangulares. El primero está
adosado a la muralla; el segundo tiene una balsa embutida en la arcilla; y el tercero
balsas y pilas. Los departamentos adosados a la muralla son rectangulares, de tejado
plano hecho con ramaje. Cuatro de ellos tienen balsas enlucidas y uno un banco corrido.
Se trata de lagares destinados a la obtención de vino en cantidad industrial, y son dife-
rentes entre sí. Los depósitos son anchos, de capacidad variable. El urbanismo de este
poblado no tiene precedentes en la región y se supone que es de origen oriental y más
concretamente fenicio. [-21→22-]
LA CIUDAD CARTAGINESA
Cartagena fue fundada por Asdrúbal en el ano 223 a.C., llamándola Nueva Cartago
por deseo de emular la metrópolis norteafricana capital de su reino. El historiador griego
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8 José María Blázquez: De la primitiva aldea al año 711
Polibio, que la visitó a raíz de la caída de Numancia en 133 a.C., describió bien la topo-
grafía de la ciudad. Su situación óptima hacía de la ciudad el mejor puerto marítimo de
toda la costa ibérica, a través del cual se exportaban a Roma los productos hispanos del
interior y por donde penetraban las mercancías del exterior. Estaba próxima a las mejo-
res minas de plata de todo el Mediterráneo y cuando Polibio la visitó rentaban 23.000
dracmas diarias a Roma y trabajaban en ella 40.000 esclavos. Las minas tenían una ex-
tensión de 75 km y distaban de la ciudad tan sólo 4 km. Próximas a Cartagena se en-
contraban las factorías de salazón, así como campos de esparto, producto necesario para
la confección de las velas de navegación y las sogas. Al norte de la ciudad se extendía
una laguna y al sur de ésta se encontraba la bahía y, entre ambas, un istmo de tierra de
400 m de anchura.
El perímetro de la ciudad púnica lo calculó Polibio en 20 estadios, unos 3.500 m. El
trazado de las calles era hipodámico, [-22→23-] muy corriente en el urbanismo de todas las
ciudades del Mediterráneo en época helenística. La ciudad estaba flanqueada por una mu-
ralla con torres. Se ha calculado que a finales del siglo III a.C. estaría habitada por unas
30.000 ó 40.000 personas libres, por 2.000 soldados y por unos 2.000 artesanos.
La colina mayor era la del sur, que llegaba hasta el mar. Sobre ella, Monte de la
Concepción, se levantó el templo de Asclepios, el Eshmun de los cartagineses. En la
colina occidental, Moemete, se construyó el palacio de Asdrúbal. Las otras colinas, de
menor altitud, rodeaban la ciudad por el lado noreste. La más meridional estaba consa-
grada a Hefaistos, el Vulcano de los romanos. La siguiente dedicada a Aletes, el ibero
que por descubrir las minas de plata recibió honores divinos. En la tercera, Cerro de San
José, se veneraba a Saturno, el Moloch de los fenicios. Estas colinas eran lugares de
culto al aire libre.
El estero próximo al mar se comunicaba con éste por medio de un canal. Se cons-
truyó un puente sobre la falla de tierra, que separaba el mar del estero, para el transporte
de bestias y de carros. En la ciudad habitaban muchos artesanos menestrales, gentes de-
dicadas al mar y pescadores. En el centro urbano, en la parte baja de la ciudad, se
hallaba el foro, en el cruce de las dos calles principales de la misma, el cardo maximus y
el decumanus maxímus. En las proximidades del foro y de las dos calles principales se
levantaron magníficos edificios y pórticos, como demuestran los restos arquitectónicos
encontrados. Se ha [-23→24-] descubierto un tramo de una de las principales arterias de
Cartagena: se trata de una calle de grandes bloques poligonales de piedras calizas bien
encajadas con las vecinas. En un nivel algo más alto corre un bordillo de bloques rec-
tangulares, alternando los de piedra caliza y arenisca, para delimitar la zona de la acera.
Debajo de ésta hay alcantarillado.
La conquista romana introdujo en Cartagena los edificios destinados a los espectá-
culos, como un teatro fechado en época de Augusto, y posiblemente un hipódromo, a
juzgar por las representaciones monetales. La ciudad estaba bien, comunicada por tierra,
pues se encontraba próxima a la Vía Hercúlea que discurría paralela a la costa medite-
rránea. Otra vía próxima a la ciudad conducía al interior de la Península.
LA CIUDAD CELTIBÉRICA
La ciudad de Numancia (Soria) se asentó en el cruce de la vía romana de Asturica
Augusta, Astorga a Caesaraugusta, Zaragoza, con el Duero, sobre un altozano entre
este río y el Merdancho. Fue fundada a principio del siglo III a.C., destruida en 133 a.C.
y reconstruida por Augusto. Poco antes de su destrucción los autores griegos le asigna-
ban un perímetro de 4.400 m, con una superficie de 22 o 24 Ha. Los historiadores ro-
manos le atribuyeron una población de 4.000 habitantes. Numancia, como todas las ciu-
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José María Blázquez: De la primitiva aldea al año 711 9
dades celtíberas e iberas, estaba amurallada y construida con cantos rodados. Tenía un
anchura de 3,4 m en la base y 2 m de altura. Estaba circundada a su vez por un entre-
muro y tenía viviendas adosadas al interior. Este tipo de viviendas son frecuentes en
ciudades celtibéricas, como [-24→25-] Vílaró de Olives y Arévalo de la Sierra.
Numancia estaba atravesada por dos calles paralelas, orientadas en sentido noreste-
sureste y la cruzaban otras once igualmente paralelas. No se conocen plazas en el inte-
rior. La ciudad romana fue superpuesta a la celtibérica. En el lado oeste corría una calle
paralela a la muralla que luego en el sur se doblaba dentro de la ciudad. Tres calles pa-
ralelas formaban medios anillos concéntricos exteriores en el mediodía. Subyace a la
ciudad celtibérica un trazo más antiguo con una calle de ronda.
La muralla tenía dos puertas en el lado norte. Las calles estaban pavimentadas con
piedras menudas. Las reparaciones se hicieron con piedras de mayor tamaño. Las aceras
hechas de grandes cantos rodados. En las calles se colocaban piedras sobresalientes para
cruzar el arroyo, técnica documentada en Pompeya. Las manzanas regulares y las casas
yuxtapuestas, con zócalo de mampostería seca, de cantos de río. Las paredes interiores
solían ser de adobe y la cubierta plana, de ramaje y tierra. Las plantas de las casas eran
variadas y generalmente tenían una cueva debajo de la entrada, donde se guardaban los
alimentos en tinajas y el agua traída del río. El hogar estaba construido con piedras hin-
cadas. El suelo se recubría con esteras de esparto. No se conservan restos de hornos ni
de silos o pozos para el grano. Tampoco se conoce el sistema de termorregulación de las
viviendas. Pilas de forma de prisma se utilizaban como lavaderos. Se tejía dentro de las
casas y los cereales se trituraban en molinos de mano. No han aparecido estructuras de
templos ni edificios públicos, de gobierno o administrativos, ni en el estrato de ciudad
celtibérica, ni en el romano. El trazado de la ciudad se supone importado de los pobla-
dos ibéricos, ya que no es la estructura típica de las ciudades de la Meseta. [-25→26-]
LOS CASTROS DEL NORTE
EL castro de Coaña se encuentra situado en el occidente de Asturias, sobre un cerro
con una ancha plataforma rodeada por un muro, con puerta y torreón. Un segundo muro
ceñía la acrópolis. La cronología del castro es el siglo I. Pertenecía al pueblo de los al-
biones, asentados en la orilla izquierda del río Navia, a 4,5 km de la ciudad de Navia.
Las casas eran generalmente de planta circular y en algunos casos rectangulares,
oblongas o trapezoidales, con los ángulos de las esquinas redondeados. Algunas paredes
alcanzaban los 4 m de altura y 60 cm de grosor y estaban hechas con lajas de pizarra.
Las casas, independientes unas de otras, carecían de paredes medianeras en el interior y
tenían una sola puerta de entrada. En las casas de planta circular la entrada iba precedida
de un vestíbulo. La cubierta era de paja o de ramajes que descansaban sobre una viga
central transversal. Las cabañas de planta rectangular tenían el tejado a dos vertientes.
Las viviendas de mayores dimensiones de planta rectangular, nueve en número, podían
ser almacenes o corrales de ganado. En las cabañas circulares había bancos corridos
adosados a la pared. Parte del caserío estaba fuera de los muros. Próximo a la entrada se
levantaba un edificio de planta rectangular cuya funcionalidad se desconoce. Quizás
servía de almacén o lugar para las reuniones de la comunidad. Un enlastrado rodeaba las
cabañas. No han aparecido restos de pavimentos. Los desniveles del terreno se salvaban
con escaleras. Había desagües subterráneos hechos de losas que conducían el agua a
calles o vaguadas. En la vía que discurre detrás del torreón, se diferenciaba bien la cal-
zada para el paso de las bestias, ancha y bien empedrada, y la acera para los peatones
pegada al muro. Ningún edificio parece que fuera utilizado a modo de templo. Este tipo
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10 José María Blázquez: De la primitiva aldea al año 711
de urbanismo es el típico del noroeste peninsular, por encima del cauce del río Duero, y
abarca Galicia, el occidente de Asturias y las regiones vecinas. [-26→27→28-]
LAS CIUDADES ROMANAS
Tarragona, Tarraco, en opinión del naturalista latino Plinio fue una creación de los
Escipiones (218-206 a.C.) como Cartagena lo fue de los generales cartagineses. En la
topografía de Tarragona, como en Córdoba o en Mérida, es posible conocer bien el ur-
banismo de una ciudad romana desde su creación. Está asentada en el paso de la Vía
Augusta. Tarragona fue primero capital de la Hispania Citerior y a partir de Augusto de
la Tarraconense.
La ciudad estaba toda rodeada de una muralla ciclópea con torres rectangulares, de
las que se conservan tres, siendo la más famosa la llamada Torre de Minerva, en el punto
más alto de la colina, que era la defensa principal. Tenía también una puerta con arco de
medio punto y cuatro poternas megalíticas. La muralla con lienzos rectos no tenía pre-
cedente en la Península Ibérica y es de tradición helenística. La anchura de la muralla es
de 6 m, y 12 de altura. A comienzos del siglo II se amplió el perímetro. Entre los años 205
y 179 a.C. la ciudad albergó 70.000 legionarios y 80.000 soldados aliados, cifras que nos
orientan sobre la extensión de la ciudad de Tarragona en esta época. [-28→29-]
La parte alta tenía dos terrazas que contenían dos amplios recintos separados por
escalones. Las terrazas estaban condicionadas por la pendiente del terreno y su utiliza-
ción vino motivada al recibir Tarragona el estatuto de colonia y ser capital provincial,
pues necesitaba ampliar los edificios administrativos y de culto. La administración cen-
tral del conventus jurídico, del que Tarragona era también capital, debió influir también
en esa reforma urbanística. Las dos terrazas están alienadas sobre un eje, uno de los
cuales tiene entre 200 y 300 m de ancho, y el otro entre 140 y 180 m.
En la parte inferior de las dos terrazas se encontraba el circo, de 325 m de longitud
y 110 m de anchura, fechado a finales del siglo I. Este edificio separaba la parte baja de
la ciudad de la ciudadela alta. Su situación, en una zona privilegiada de la ciudad, dentro
de ella y próximo al foro, es una ubicación muy original y desconocida en la planifica-
ción de las ciudades. El foro porticado era de planta rectangular. Medía 318 x 175 m.
Es, por lo tanto, uno de los mayores del Mundo Antiguo. Una de las esquinas del foro es
la llamada Torre de Pilatos, obra de comienzos de la época flavia, que tiene 8 m de al-
tura y 29 m de ancho, con dos pisos, el primero de elfos, era un criptopórtico above-
dado. Una puerta conducía directamente al circo. Este gran recinto estaba destinado a
tratar los asuntos de la provincia. Tenía locales [-29→30-] dedicados a la administración.
Igualmente aquí se reunía el Consejo. En este lugar se han encontrado la mayor parte de
las inscripciones honoríficas que mencionan a los funcionarios provinciales. Una ins-
cripción alude explícitamente al foro de la provincia.
En la terraza superior se construyó un gran templo de planta rectangular, fechado
en el siglo I, en tiempos de Nerón o de los primeros Flavios, del que se conservan muros
dentro de la catedral, del ábside, y de una casa aneja. Cuatro o cinco clípeos decorados
con la cabeza de Zeus Ammón indican a las claras que este monumental edificio era un
lugar de culto, quizás el templo destinado a honrar la memoria de Augusto. A ambos
lados de este monumental templo es posible que se levantaran otros dos, pero ello no
está comprobado arqueológicamente.
En el centro de la ciudad estaba la basílica, de planta rectangular, con 32 columnas.
Su longitud era de 74 m y su anchura de 29 m. Tenía una sala de 13 x 11 m en el lado
noreste en el eje de la mitad del plano de la basílica rodeada de diez pequeñas habita-
ciones. La sala era dedicada al culto imperial. En el lado este del edificio había una sala
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José María Blázquez: De la primitiva aldea al año 711 11
con las estatuas de los emperadores sobre basas inscritas, lo que constituía una gran no-
vedad. La basílica se fecha en época de Augusto. Al sur de la ciudad se construyó un
teatro de mediano tamaño, cuya orquesta tenía solamente 22 m de longitud. Su fecha es
del comienzo del Principado. El anfiteatro situado en la colina sur del arco aprovecha la
[-30→31-] inclinación de la colina. Medía 106 m de longitud y 80 de ancho. Se fecha a
finales del siglo I o el comienzo del siguiente.
Tarragona contó con varios acueductos. El más famoso, es Las Ferreras, de época
de Augusto, de 200 m de longitud y 26 de altura. Tenía dos pisos de arcos superpuestos.
La parte alta de la ciudad se surtía del agua del río Gaia, distante 20 km; y la parte baja
del río Francolí mediante un acueducto de 30 km de recorrido. Tarragona tuvo, pues, los
tres grandes edificios típicos de los espectáculos de masas en el Imperio Romano; el
teatro, el anfiteatro y el circo. La ciudad sufrió importantes transformaciones a lo largo
de su historia. A la ciudad levantada por los Escipiones, Augusto, que residió en ella al
comienzo de la Guerra Cántabra 26-24 a.C., añadió algún edificio importante, comple-
tándose la monumentalidad en época flavia. A estos edificios de gran importancia urba-
nística se añadían los monumentos funerarios, colocados en la Vía Augusta, próximos a
la ciudad, según la costumbre romana, como la llamada Torre de los Escipiones, de
planta rectangular, decorada con dos estatuas. Este monumento se data en la primera
mitad del siglo I. [-31→32-]
La colonia romana Caesaraugusta, Zaragoza, fue fundada en el año 24 a.C. con
veteranos licenciados tras las Guerras Cántabras, que habían militado en las legiones IV,
VI y X, en la orilla derecha del Ebro, en una zona ligeramente pendiente hacia el este,
sobre una colina, cerca del río, donde se cruzaban las calzadas que unían Tarraco, Osca
y Benearum, Asturica Augusta y Augusta Emérita. Según testimonio de las monedas, el
sacerdote delimitó el área sacra de la ciudad, dentro de la cual no se podían enterrar a
los difuntos. Las murallas fundacionales se modificaron en el siglo III y su trazado con-
figuró la ciudad medieval y moderna. En el lugar elegido hubo una población indígena
llamada Salduie. en la convergencia de las vías antes citadas. Caesaraugusta era, pues,
una fundación militar, como lo fueron Asturica Augusta, Legio, Itálica o Augusta Emé-
rita. La planta es rectangular, característica de un campamento romano, de unos 3.000 m
de perímetro, con lados largos de 900 a 890 m y los cortos de 550 m. La muralla tenía
torreones de planta semicircular, de 7,4 m de diámetro y 13 m de distancia entre ellos.
La ciudad disponía de un muelle fluvial. La superficie interior de Caesaraugusta se ha
calculado entre 47 y 60 Ha con una población de unos 20.000 habitantes en el siglo I. A
partir del año 19 a.C. la ciudad se extendió extramuros con villas suburbanas. En la
ciudad convivieron los veteranos hacendados con los incolae hispanos que mantenían su
condición de peregrinos. [-32→33-]
No se conoce la red de cloacas, salvo un trozo de la principal, por lo que es difícil
seguir el trazado de las calles, que tendían al trazado hipodámico con cruce del cardo
máximo con el decumano en el centro de la ciudad, donde se situaría el foro con los tres
templos a la Tríada Capitolina. En el sector sur de la ciudad, próximo a la muralla, se
encontraba el teatro, de 104 m de longitud, con cabida para 6.000 espectadores, obra del
primer cuarto del siglo I. Se desconoce la ubicación de los otros grandes edificios urba-
nos destinados a los espectáculos, el anfiteatro y el circo. En el ángulo sureste han apa-
recido restos de otros templos, supuestamente dedicados a las diosas Flora y Fortuna.
En diferentes puntos de la ciudad se han descubierto mosaicos, lo que indica la existen-
cia de casas de lujo decoradas con esplendor artístico. Recordamos los mosaicos del
Triunfo de Baco, otro con Venus y un amorcillo; y un tercero con Orfeo amansando las
fieras. Otros mosaicos decorados con motivos geométricos proceden de la campiña co-
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12 José María Blázquez: De la primitiva aldea al año 711
lindante a la ciudad. Caesaraugusta tenía un puente, hoy totalmente reconstruido, que
cruzaba el río Ebro. La necrópolis, del siglo III, es muy parecida a la de Tarragona.
La ciudad celtíbero-romana de Segobriga era la cabeza de Celtiberia. La ciudad ro-
mana se asienta sobre otra estructura indígena anterior, de la que se conservan restos de
muralla. No se han excavado aún los edificios destinados a la administración y al gobier-
no ciudadano. La muralla de 1.300 m de recorrido y con varias poternas rodeaba la ciudad
romana, dispersa a media ladera [-33→34-] del cerro, sobre roca. El urbanismo, planificado
bajo Augusto y terminado en época de Vespasiano, aprovecha magníficamente la orogra-
fía del terreno. En el lado oeste se encontraba una de las puertas de entrada a la ciudad,
que conducía al cardo máximo, debajo de la cual corría una gran cloaca. La construcción
del teatro y del anfiteatro extramuros destruyó la muralla celtibérica.
El teatro, separado de la muralla por un corredor abovedado, sigue el modelo ar-
quitectónico de Vitruvio. El anfiteatro medía 75 m de largo y tenía una cabida de 5.500
espectadores. Encima del teatro y asociado a él, pero ya dentro del perímetro amura-
llado, se construyó un criptopórtico de orden jónico, sobre el que debió existir un pór-
tico que conducía a un gimnasio con piscina que se comunicaba con las termas. Todo
este conjunto urbano se fecha a final del gobierno de Augusto, cuando Segobriga se
convirtió en municipio. Las termas, de grandes dimensiones, se sitúan entre el teatro y
el anfiteatro. De ellas se conservan las salas del apodyterion, con cubículos en el muro
para depositar las ropas, el tepidarium y el caldarium. Unas segundas termas, peor con-
servadas, se encontraban en la parte noroeste de la ladera, antes de llegar al teatro, con-
vertidas después en necrópolis cristiana. En relación con las termas hay unas grandes
cisternas que aseguraban el abastecimiento de agua, que procedía de un acueducto del
que se conservan algunos restos. El agua del río Gigüela, que bordea la colina sobre la
que se asienta la ciudad, es de muy mala calidad para el consumo humano. Al comienzo
del valle se construyó un gran estanque para contener agua destinada al riego de la vega.
Detrás de la puerta citada se debía encontrar un foso, al que desembocaba el decumano.
Al sur, un gran edificio público de doble planta es seguramente la basílica, con paredes
de más de 4 m de altura todavía en la actualidad. La planta es rectangular y sus dimen-
siones: 11,6 x 28,5 m. Siguiendo el cardo en la plataforma oriental del cerro se levantó
un gran edificio que muy probablemente era un templo.
A cien metros de la ciudad se sitúa la basílica hispano-visigoda (48 x 26 m), de tres
naves separadas por 10 columnas. Se levantó un crucero en su parte oriental y al fondo
un ábside de herradura muy cerrada. Cerca del arroyo que baja desde Saelices al Gi-
güela, a unos 200 m al noroeste de la ciudad, se construyó una gran tumba monumental
de grandes sillares. Al otro lado del río Gigüela se conserva aún un trozo de la vía ro-
mana en buen estado. Pertenecía a la calzada que desde Cartagena conducía a Complu-
tum, Alcalá de Henares. Próximas a ella están las canteras que proporcionaban las
piedras para la construcción del teatro. En este paraje hubo un bosque sagrado en honor
de Diana del que quedan restos del lienzo votivo excavado en roca viva. [-34→35-]
Córdoba fue la primera capital de la Provincia Ulterior, después de la Bética, y del
convento jurídico de su nombre. En época de Augusto, año 20, Marcelo la convirtió en
colonia.
Estaba asentada junto a la Vía Augusta y tenía puerto fluvial, puente y muralla ya a
finales de la República Romana. Dentro de la ciudad había un barrio de hispanos. Reci-
bió como colonos a los soldados procedentes de la Guerra Cántabra. A partir de la se-
gunda mitad del siglo I a.C. se aplicó un cuidadoso plan urbanístico, dotando a la ciudad
de una nueva infraestructura. Se amplió ahora la ciudad hasta la misma orilla del Gua-
dalquivir, Baetis, alcanzando una extensión de 78 Ha y una planta rectangular. La mu-
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José María Blázquez: De la primitiva aldea al año 711 13
ralla tenía cinco puertas en este momento. La ciudad se cubrió de una amplia red de
calles perpendiculares, cruzadas por otras paralelas, que delimitaban manzanas de una o
varias casas. El foro de la colonia estaba pavimentado con grandes losas de piedra caliza
marmórea de color gris azulado. Próximos se encontraban unos edificios públicos y
unas lujosas termas. El foro de la colonia estaba rodeado de magníficas casas pavimen-
tadas con ricos mosaicos. Las dos calles principales, el cardo máximo y el decumano
máximo, estaban ambas empedradas. Debajo del decumano corría la cloaca máxima de
1,5 m de altura.
Hasta entonces Córdoba utilizó el agua del nivel freático mediante pozos o de
lluvia almacenada en cisternas. Se construyó el primer acueducto, que recorría 16 km
llevando diariamente a Córdoba 35.000 m3 de agua, a las casas y a un centenar de fuen-
tes. En [-35→36-] época republicana y augustea los edificios se recubrían de estuco y de
apliques de terracota pintada. En época altoimperial se cubrían de mármol las paredes
de las casas y edificios principales. Se generaliza entonces la costumbre de dedicar es-
tatuas a los emperadores, a los dioses y a los magistrados. A finales del siglo I se cons-
truyeron dos plazas monumentales. La primera, porticada por tres lados, terminada en
época de Nerón, estaba ubicada en el sector oriental de la ciudad y albergó un templo.
Es de planta rectangular y sus dimensiones son 80 x 60 m. Para la construcción de esta
plaza se derribó un lienzo de muralla. El centro de la plaza lo ocupaba un templo hexás-
tilo de 32 x 16 m en sus lados y 15 m de altura, cubierto de mármol y probablemente
dedicado al culto imperial. Delante del templo había un altar. La plaza estaba decorada
con una estatua de bronce y con varios togados de mármol.
El foro provincial se encontraba en el centro de la ciudad junto al cardo máximo.
Debió ser lugar de culto imperial a juzgar por la gran cantidad de inscripciones dedica-
das en él por sacerdotes de dicho culto. También estuvo decorado con estatuas. En el
siglo III se construyó en la esquina suroeste del foro provincial un edificio porticado,
posiblemente un recinto abierto dedicado al culto de la diosa Diana y a Apolo. La epi-
grafía menciona dos templos más. Uno de ellos se ha localizado al noroeste de la ciu-
dad, próximo a la muralla, y el segundo en el centro de Córdoba que estuvo consagrado
a la Magna Mater. La epigrafía menciona también el teatro, el anfiteatro y el circo. El
teatro se encontraba hacia el oriente y el circo hacia el oeste extramuros. [-36→37-]
A partir del siglo I la población de Córdoba creció hasta el punto que fue necesario
habitar nuevos barrios al otro lado de la muralla augustea, al norte, este y oeste. Estos
barrios estuvieron dotados de calles porticadas y empedradas, de cloacas y de abasteci-
miento de agua. Las casas fueron decoradas con excelentes mosaicos, como el de Poli-
femo y Galatea, fechado hacia el 200. En época de Domiciano se construyó un nuevo
acueducto que seguía la cuenca del Pedroche. Ya en época imperial, las necrópolis esta-
ban lejos de las murallas.
En los siglos IV y V se documenta uno de los fenómenos urbanísticos más impor-
tantes de Córdoba: el foro provincial y uno de los decumanos fueron ocupados por casas
de mala calidad, signo evidente de decadencia de las infraestructuras urbanas. A finales
del siglo III, extramuros de la ciudad, se levantó un gran palacio en época tetrárquica,
con cuatro grandes ábsides. A sus alrededores se desplazaron otros edificios de la ciudad.
Posiblemente este palacio se convirtió después en la capilla martirial de San Acisclo.
La ciudad púnica y romana de Carteia se levantó en la bahía de Algeciras. Fue fun-
dación fenicia del siglo VII a.C., con casas de paredes de piedra y barro. La agricultura
y la pesca fueron las actividades económicas principales. En esta fase su extensión fue
de 2 Ha. [-37→38-]
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14 José María Blázquez: De la primitiva aldea al año 711
Carteia fue la primera colonia fundada por los romanos en la Península Ibérica, en
171 a.C. Se sitúa estratégicamente junto al río Guadarranque, en el Estrecho de Gibral-
tar. La extensión de Carteia en época romana era de 30 Ha. La ciudad estuvo ya amura-
llada en época helenística y púnica. La muralla romana siguió el trazado de esta primi-
tiva muralla. El foro contaba con un templo de planta rectangular sobre un alto podio, al
que se subía por dos escaleras. Su fecha es de finales del siglo I. Se trata de un capitolio,
por tener triple cella. El foro constaba de dos plataformas unidas por una gran escalera
monumental. En su parte inferior había tabernas. Carteia contó con un teatro, de la misma
cronología que el templo, lo que indica un plan urbanístico planificado. Su capacidad era
grande, mayor que las de los teatros de Málaga, Ronda La Vieja, Baelo o Itálica. Fue
construido en la zona alta de la ciudad, junto a la muralla, y estuvo apoyado sobre la roca
firme. En la parte más baja de la ciudad, Carteia contó con unas termas monumentales,
desde finales del siglo I. Este edificio tuvo varias remodelaciones. [-38→39-]
La capital de Lusitania, Augusta Emérita, fue fundada en el año 25 a.C., con esta-
tuto de colonia, con los veteranos de la Guerra Cántabra, en una rica vega, donde el
Guadiana se podía cruzar fácilmente y cerca de unas canteras donde obtenían piedra
para la construcción de los edificios. La colonia estuvo bien comunicada por la calzada
de la Vía de la Plata que conducía a Asturica Augusta, y otras nueve vías. Una de éstas
llevaba a Olisipo; hacía el oeste se dirigían tres, en dirección a Caesaraugusta, Turga-
lium, Trujillo y Córdoba. La extensión de la ciudad se ha calculado en 80 Ha.
La muralla traza un perímetro triangular, protegida por torres, y se data en época
augustea. Tenía cuatro puertas. El llamado Arco de Trajano es de carácter honorífico y
servía de entrada a un recinto importante. El plano de las cloacas es un reflejo de la red
de calles aproximadamente, que era octogonal, con manzanas cuadradas y rectangulares.
Unas catorce cloacas corren perpendiculares al Guadiana y nueve son paralelas al río.
La red urbana se dividía en manzanas de planta rectangular de 58 áreas. El centro del
casco urbano lo formaban manzanas de 75 m de lado. Las calles estaban pavimentadas
con losas de diorita azul. Las calles más importantes eran porticadas. Augusta Emérita
contó con puentes importantes. Uno sobre el Guadiana, de unos 800 m y se fecha en
época de Augusto. El segundo, de la misma fecha, está sobre el Albarregas y tiene cuatro
arcos y dos aliviaderos. El tercer puente se situaba a 2 km fuera de la ciudad. [-39→40-]
La capital de Lusitania estuvo bien abastecida de agua por tres acueductos, de los que
dos procedían de embalses. El primero, de época augustea, fue el que procede del pantano
Cornalvo, situado al noreste de la ciudad, que canaliza el agua a lo largo de 25 km. El se-
gundo, el de San Lázaro, captaba las aguas de los manantiales y debió de estar en uso
desde el gobierno de Augusto hasta la época de Nerón. El tercer acueducto, el de Los Mi-
lagros, procede del pantano de Proserpina y recorre 12 km. Su fecha es también augustea.
Augusta Emérita contó con dos foros, el provincial y el de la colonia. Al sudeste
del templo de Diana se hallaba el foro de la colonia, limitado por el sudeste por el cardo
máximo. El suelo estaba enlosado. En la calle de los Baños se levantaron unas termas de
gran extensión. El agua llegaba a las termas desde el castillo de agua del acueducto de
San Lázaro. Éstas estaban adornadas con estatuas. La basílica de la colonia era proba-
blemente el gran edificio de la calle Sagasta, igualmente decorado con varones togados.
Otro edificio público, de carácter desconocido, se levantó en lo que hoy es la calle Ro-
mero Leal. El citado templo de Diana estaba dedicado posiblemente al culto imperial.
Se erigía sobre un [-40→41→42-] alto podio. El área sagrada estaba ajardinada y cercada
con un muro. El templo estaba revestido de mármol, así como una piscina rectangular.
A su alrededor se colocaron esculturas. El edificio se fecha en época de Tiberio.
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José María Blázquez: De la primitiva aldea al año 711 15
El pórtico del foro, que daba al cardo, estaba decorado con clípeos con la cabeza de
Zeus Ammón en el centro. Los pavimentos marmóreos, hallados en grandes superficies
frente al templo de Diana, al edificio de la calle Romero Leal, y en el área sagrada, indi-
caba que era del foro colonial. Sus edificios ocuparían una extensión de 5.000 m2. Otros
edificios, pórticos y altares pertenecen a las primeras décadas de la fundación de la co-
lonia. El foro provincial se situaba en torno al actual Parador. Debajo del Palacio del
Juzgado se encuentra un edificio público de planta rectangular, con pronaos y tres
naves, que es posiblemente una basílica provincial, con dos ábsides.
El monumento a Santa Eulalia es el templo de la Concordia mandado erigir por
Augusto. Está ubicado en la plaza de Santiago, donde se han recogido numerosas ins-
cripciones dedicadas a los emperadores. Otros santuarios son: el de Mitra, en la plaza de
toros, con esculturas mitraicas, de mediados del siglo II; un templo dedicado a Antonino
Pío, conocido por una lámina; el templo de la Eternidad de Augusto, representado en
monedas; un templo de Marte, al que pertenecen los elementos arquitectónicos del Hor-
nito de Santa Eulalia, de época antonina; y un templo dedicado a Júpiter. [-42→43→44-]
En la zona oriental se encontraban los edificios destinados a los espectáculos públi-
cos: teatro, anfiteatro y circo, ya fuera de la ciudad. Los dos primeros se fechan en el
año 16 a.C. Quizá sean regalos de Agripa a la ciudad. Estaban decorados con pinturas
murales y esculturas. El teatro posee un postcaenium porticado, para esparcimiento
como el de Pompeya, y decorado con estatuas imperiales de los julio-claudios.
El urbanismo doméstico era también de gran calidad. Baste recordar la casa junto
al teatro, que albergaba espléndidos mosaicos, o la del anfiteatro, del siglo II. La lla-
mada casa del Mitreo destaca por sus pinturas y excelentes mosaicos, como el cosmo-
gónico de carácter mitraico de fecha de los antoninos. La llamada casa-basílica, del
siglo IV, posee excelentes pinturas. [-44→45-]
Asturica Augusta, Astorga, capital del distrito minero del noroeste peninsular fue en
origen un campamento romano, hacia el año 25 a.C., en la guerra contra los astures. Se
fundó posiblemente con veteranos de la legión X. Está situada en el centro de una zona
aurífera. Después se convirtió en capital del convento jurídico y sede de la administración
minera, como lo prueban las inscripciones. Estaba bien comunicada y era encrucijada via-
ria de extraordinaria importancia que comunicaba con Bracara Augusta y con el sur hispa-
no por la Vía de la Plata y hacia el este con la provincia Tarraconense por Caesaraugusta.
Mediante la red de cloacas se puede reconstruir su trazado urbano. Existía un templo
dedicado a Roma y a Augusto, a juzgar por una inscripción. A finales del siglo III, como
resultado de la invasión de francos y alamanes, la ciudad fue amurallada. Su extensión fue
de 27 Ha y su perímetro de 2.100 m. La muralla tenía cubos semicirculares. La planta de
la ciudad era trapezoidal. Se conserva una puerta romana detrás del ábside de la catedral
de 4 m de anchura. Se conocen varios edificios: unos ergástula, que es una construcción
abovedada, de 90 m de longitud, 5,6 m de alto, y 4,9 de ancho; unas posibles termas; un
edificio con paredes pintadas y una exedra que formaba parte de otro edificio. [-45→46-]
Asturica Augusta contó con algún templo no localizado, al que aluden las inscrip-
ciones indirectamente al citar a los sacerdotes. La ciudad tenía el abastecimiento de
agua asegurado por los ríos Lerga y Tuerto. Fuera de la ciudad había algunas villae rús-
ticas importantes.
La ciudad de los galaicos, Lucus Augusti, Lugo, como otras ciudades del cuadrante
noroeste peninsular, debió ser en origen un campamento romano levantado con ocasión
de la Guerra Cántabra. Con el tiempo fue ampliado su extensión y modificado su perí-
metro. La muralla poseía torres semicirculares construidas entre los años 268-280. Fue
capital del convento jurídico de su mismo nombre. El trazado urbano de las calles for-
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16 José María Blázquez: De la primitiva aldea al año 711
maba cuadrículas casi perfectas, orientadas al cardo máximo y al decumano máximo. La
anchura de las vías era variable entre los 3 y los 7 m. Estaban pavimentadas con cantos
rodados amalgamados con arcilla. El foro de la ciudad se situaría en la actual Plaza
Mayor, aunque no coincidía exactamente con el centro de la ciudad antigua. Lucus Au-
gusti contó con una red de cloacas muy completa que continuaba por las calles. No eran
muy grandes. Una gran cloaca cruzaba la ciudad de este a oeste. La ciudad estaba llena
de pozos que proporcionaban abundante agua para las casas y fuentes. Contaba también
con un acueducto. Las casas eran de atrio o de peristilo y algunas tenían estupendos mo-
saicos geométricos o mitológicos.
Corno corresponde a la capital de un convento jurídico, la ciudad debió tener un
tabularium o edificio administrativo y archivo estatal. Las necrópolis, de incineración y
de inhumación, se encuentran extramuros en el lado este. [-46→47-]
EL FORO ROMANO COMO CONCENTRACIÓN DE LOS EDIFICIOS MÁS SIGNIFICATIVOS
Roma, al conquistar la Península Ibérica, no sólo implantó su derecho, su lengua y
su religión, sino que trajo su modo de vida. Las ciudades de nueva planta, o las indíge-
nas romanizadas, aceptaron el urbanismo de los romanos, su arte y su arquitectura. Esta
implantación significó una profunda transformación urbanística respecto a la etapa ante-
rior. El centro de la ciudad romana era el foro, equivalente al ágora de los griegos, el co-
razón de la ciudad. Era el centro religioso, político, administrativo y comercial, y por
tanto el mejor punto de encuentro para los ciudadanos.
En el foro o en sus alrededores se agrupaban los edificios públicos más importan-
tes, salvo los dedicados a los espectáculos. En un lado del foro, como en Baelo Claudia
o Carteia, estaban los templos consagrados a la Tríada Capitolina. Cada uno de estos
dioses ocupaba un templo, o bien un templo con tres celias. El templo romano y el
griego no eran lugares de oración, como lo serían después los cristianos, sino el lugar
donde se custodiaba la imagen de la divinidad dentro de la celia. La arquitectura de los
templos era grandiosa, a juzgar por los restos conservados de capiteles, columnas,
basas, y arquitrabes. El foro estaba rodeado de tabernas, de tiendas, que lo convertían en
el centro mercantil por excelencia. Allí se reunían las gentes para cerrar negocios,
hablar de política o simplemente para charlar. Por eso estaban porticados para resguar-
dar a la gente del calor y de la lluvia. Los edificios principales estaban en el mismo foro
o muy cerca, como la basílica, que era el lugar donde se impartía justicia; solía tener tres
naves muy espaciosas. Otro edificio importante del conjunto forano, como en Tarra-
gona, era el archivo y la biblioteca pública. De éstas últimas no hay datos referentes a
las ciudades hispanas, aunque sin duda las hubo, e importantes, ya que Roma prestó es-
pecial atención a la educación de los ciudadanos. Los maestros eran pagados por el Es-
tado y todos, incluso los libertos y esclavos, sabían leer y escribir.
Al área del foro se solía entrar por un arco monumental, como quizá sea el llamado
Arco de Trajano en Mérida. El foro solía estar decorado con esculturas que eran retratos,
bien de emperadores o de magistrados de la ciudad. Se colocaban sobre basas de piedra a
menudo con inscripciones explicativas honoríficas. A veces el foro tenía una dependencia
especial destinada a acoger las esculturas, como en Tarragona, de modo que el foro
también se convertía en un centro artístico y religioso de primer orden. [-47→48→49→50-]
CONSTRUCCIONES DEPORTIVAS Y LÚDICAS
Roma implantó los espectáculos típicamente romanos en las ciudades que fundó
con el estatuto de municipios o de colonias, e incluso en las que cayeron bajo la influen-
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José María Blázquez: De la primitiva aldea al año 711 17
cia romana. Las ciudades romanas tenían los tres edificios destinados a los espectáculos
públicos: teatro, anfiteatro y circo. La importancia de estas construcciones es grande, ya
que no sólo servían para esparcimiento y ocio, sino que los ludi tenían un importante
componente religioso. Generalmente se celebraban en honor de la Tríada Capitolina,
Los festejos se abrían con una procesión en la que participaban los sacerdotes. El teatro
podía estar decorado con grandes esculturas religiosas, como la de Ceres en Mérida, con
retratos de los emperadores o con esculturas de magistrados locales que habían desem-
peñado importantes funciones políticas o religiosas. En la spina de los hipódromos se
colocaban también estatuas de dioses o inscripciones a ellos consagradas, según repre-
sentaciones de los mosaicos circenses de Barcelona, donde sobre la spina se levantaron
templetes y una estatua [-50→51→52-] de Cibeles. Por este carácter religioso, estos es-
pectáculos, que pervivieron hasta el final de la Antigüedad, fueron atacados por los es-
critores eclesiásticos, prohibiendo la profesión de artista de teatro o de auriga, como le-
gisló el Concilio de Elvira, Granada, a comienzos del siglo IV. La ley de Urso, colonia
fundada por César en el año 44 a.C., ordena que los magistrados de la ciudad, los duun-
viros y los ediles, den estos espectáculos públicos en honor de la Tríada Capitolina al
comienzo de su mandato pagándolos con su dinero.
Las representaciones teatrales contribuían a la difusión de la cultura griega y tam-
bién de los autores latinos, lo que conllevaba la difusión de mitos y leyendas. Estas re-
presentaciones entraron en decadencia a finales del siglo II y en el siguiente práctica-
mente desaparecieron. En cuanto al circo, se ha pensado que las cuatro facciones -que se
distinguían por los colores de sus ropas- jugaban en la antigüedad idéntico papel que en
la actualidad los partidos políticos. La gente se apasionaba con sus aurigas favoritos y la
administración estatal favorecía estos espectáculos para distraer a la población de pro-
blemas de mayor envergadura. La frecuencia de estas celebraciones lúdicas se vio afec-
tada por el problema político y social que supusieron las invasiones de bárbaros, suevos,
vándalos y alanos, en los años 409 y 412, y las razzias posteriores.
Otras instalaciones deportivas eran menos frecuentes, como las palestras o los gim-
nasios, que se mencionan en Aroche, Segobriga, Ampurias y Uncastillo. El estadio es
una construcción de tipo griego que no tuvo aceptación entre los romanos. [-52→53-]
LAS OBRAS PÚBLICAS COMO COMPLEMENTO IMPRESCINDIBLE DE LA CIUDAD
Una de las grandes aportaciones de Roma a la cultura occidental, además del Dere-
cho, es la red de calzadas. Las vías de comunicación se trazaron por los lugares idóneos,
coincidentes en gran medida con los trazados de los ingenieros modernos. Las calzadas
romanas fueron verdaderas arterias por las que circulaban las gentes, los productos y
también facilitaron la difusión de las ideas y la cultura en general. Las ciudades romanas
estaban siempre situadas cerca de una o varias calzadas, como Cartagena, Valentia, Sa-
gunto, Tarragona y Ampurias, en la Vía Augusta; Hispalis, Augusta Emérita y Cáceres
en la Vía de la Plata; o en importantes nudos de comunicación, como Cástulo, Linares,
Jaén, donde se encontraban cuatro calzadas.
Muchas ciudades romanas se situaban cerca de los ríos, como Córdoba, Mérida o
Caesaraugusta. Roma dota a estas [-53→54-] ciudades desde el primer momento de
puentes, sobre los que pasaba la calzada, y por ésta los transeúntes cruzaban a la otra
orilla. Desde el primer momento la administración trató de prever y de solucionar en su
caso el problema del abastecimiento de agua a la ciudad, mediante canalizaciones o
acueductos que a menudo recorrían muchos kilómetros. Estas obras son verdaderos
alardes de ingeniería, como el túnel que surtía a Mérida de agua del pantano de Cor-
nalvo, obra que ha llegado en perfecto estado hasta la actualidad. En Mérida se constru-
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yeron pantanos, en otras ciudades como Segobriga, Carteia, Ampurias o Linares, se
hicieron gigantescos depósitos para el agua. Incluso en ciudades que estaban junto a los
ríos, como Córdoba, completaban su sistema de abastecimiento con acueductos. Esta
política hidráulica seguida por Roma venía motivada por el hecho de que las ciudades
hacían un gran consumo de agua, no sólo para las viviendas, sino también para las
termas públicas y privadas que había en las casas lujosas. [-54→55-]
Las termas públicas desempeñaban un importante papel social, además de la
función primordial de la higiene. Solían estar decoradas con estatuas. Los romanos pa-
saban en los baños buena parte de la jornada. Roma introdujo los baños en Hispania a
final de la Guerra Numantina. Las ciudades tenían muchas fuentes públicas. Buen ejem-
plo de ello es Itálica. La red de cloacas estaba muy perfeccionada, como en Córdoba,
Itálica, Augusta Emérita y Asturica Augusta. En algunas ciudades modernas siguen en
uso o se superpusieron a ellas la red de alcantarillado actual. Roma cuidó siempre los
sistemas de higiene con el fin de evitar enfermedades; ello incluía la instalación de letri-
nas en los grandes edificios públicos, como en el teatro de Augusta Emérita. La gran
aportación urbanística de Roma a Hispania, que es de origen griego, es la planta hipo-
dámica del trazado de las calles, en uso hasta el siglo XX, con el que se construyeron
todas las ciudades helenísticas -incluso antes, desde el siglo V a.C.- y las romanas. Has-
ta la fecha no se han estudiado los vertederos de las ciudades. [-55→56→57→58-]
LA CRISIS DL SIGLO III Y LA DEGRADACIÓN DE LAS CIUDADES
El Imperio Romano entró en una profunda crisis en el siglo III, en el periodo cono-
cido como Anarquía Militar (235-283). La crisis había comenzado ya en tiempos de
Septimio Severo, cuando se dio una devaluación de la moneda, una subida de precios y
una inflación galopante. La decadencia de las ciudades hispanas, sin embargo, fue oca-
sionada por las invasiones de francos y alamanes, entre los años 264-268, que según el
testimonio de un historiador del siglo V, Orosio, que estaba muy bien enterado de lo que
sucedía en Hispania, de donde era natural, estos bárbaros la arrasaron y ocuparon durante
doce años. Las huellas de esta degradación urbana está atestiguada por la arqueología.
La ciudad de Ampurias fue abandonada y la población se concentró en la antigua
Palaiapolis. Un barrio de Baetulo, Badalona, fue abandonado y barrios enteros arrasa-
dos, que se [-58→59→60-] convirtieron en necrópolis. La invasión afectó profundamente
a Barcino, Barcelona y a Gerunda, Girona. En la primera ciudad, al parecer, se redujo el
área urbana. Hubo destrucciones importantes, cuyo material, aras, retratos y elementos
arquitectónicos, se utilizaron en la muralla como material de construcción, al igual que
en Caesaraugusta y en Iruña, Vitoria. En el siglo V todavía eran visibles en Tarragona
los efectos de la destrucción, según testimonio de Orosio. En Sagunto se abandonó antes
del siglo IV una casa con excelentes mosaicos. A finales del siglo III o comienzos del
siguiente, algunos edificios de Pamplona fueron destruidos por un incendio. Cástulo fue
arrasada totalmente. La ciudad del siglo IV es pobre y rehecha con material de época
imperial. En Málaga se abandonó el teatro a finales del siglo III. En esta misma fecha
Córdoba sufrió importantes transformaciones urbanísticas. Se abandonó el foro provin-
cial e incluso el grandioso templo de la calle Marcelo fue desmantelado, y su espacio
ocupado por casas. Las cloacas se colmataron y se documenta el robo de las losas de los
pavimentos de las calles. El circo de Mérida tiene material de derribo embutido en las
gradas. En estos años se da pues, por fuerza, una transformación urbana que afectó a las
estructuras. El poeta galo Avieno, que hacia el año 400 visitó Cádiz, describe la ciudad
en ruinas; sólo funcionaba aún el templo de Melqart.
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En la época de la Tetrarquía las ciudades se recuperaron algo, en muchos casos se
ampliaron a imitación de Roma en tiempos del emperador Aureliano (270-275), como
Barcelona, Asturica Augusta, Lucus Augusti, León, Palencia, Toledo, Coria, etc.
Paulino de Nola en una carta a su maestro Ausonio habla de muchas ciudades flo-
recientes entre los Pirineos y el Betis, mencionando específicamente a Augusta Emérita.
El poeta estaba bien enterado de lo que escribía por estar casado con una hispana y tener
posesiones en Hispania.
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