Acerca de la formación en la
práctica “entre varios”
Claudia Lijtinstens
El eje que voy a tomar para hablar de la formación
es intentar situarla en la relación entre institución y
psicoanálisis.
La institución de la cual formo parte y que fue
creada bajo los principios de la orientación
lacaniana toma sus fundamentos en un modo de
funcionamiento donde el psicoanálisis atraviesa
los principios mismos, éticos y técnicos, de
doctrina y de clínica, de la institución y de los que
forman parte de ella.
Los intervinientes o educadores son los que
funcionan allí operando, interviniendo,
maniobrando cuerpo a cuerpo con lo ilimitado de
la locura. (Habrán quizás escuchado la descripción
que se hizo del trabajo en institución en la
ponencia del Centro terapéutico AVENIR).
Ellos no son psicoanalistas, ni están en el lugar
de, ni responden en nombre de; ellos son los que
llevan adelante el acto mismo de la intervención.
Para centrarme en el tema para el que fui
convocada a hablar comenzaría diciendo entonces
que el trabajo que realizan los intervinientes en
AVENIR es un trabajo que concierne al
psicoanálisis aplicado, esto es, “de terapéutica y
de clínica médica” tal como Lacan lo formula en su
acta de fundación en 1964.
Allí dice que serán admitidos a esta sección“ [a
esta sección de psicoanálisis aplicado] grupos
médicos compuestos o no de sujetos analizados,
si están mínimamente en medida de contribuir a la
experiencia psicoanalítica, por la crítica de sus
indicaciones en sus resultados –por la puesta a
prueba de términos categóricos y de estructuras
que he introducido como sostén del hilo de la
praxis freudiana-, esto en el examen clínico, en las
definiciones nosográficas, en la posición misma de
los proyectos terapéuticos”
Es decir el psicoanálisis aplicado no solo
concierne a los psicoanalistas sino a todos
aquellos que pueden contribuir a su clínica. Es así
que en este tipo de instituciones atravesadas por
el psicoanálisis no hace falta ser psicoanalista
para trabajar como interviniente ni estar en
análisis, aunque muchos lo están.
Para que una institución esté atravesada por el
psicoanálisis no se trata de que solo el
psicoanálisis funcione como referente teórico sino
que hace falta que quienes trabajen en ella estén
atravesados en si mismos , uno por uno, por el
psicoanálisis, incluidos sus efectos de intensión,
esto es, el psicoanálisis puro o propiamente dicho.
El psicoanálisis puro o propiamente dicho es la
otra sección que Lacan crea en donde va a ubicar
a la praxis y a la doctrina del psicoanálisis y esto
se refiere, esencialmente, ala formación del
psicoanalista.
Entonces, los psicoanalistas que trabajamos
desde esta perspectiva se nos hace necesario
enlazar el lugar del psicoanálisis en la institución y
el lugar de la clínica en el psicoanálisis.
Es así que, los psicoanalistas que trabajamos en
estas instituciones debemos promover este
anudamiento entre psicoanálisis aplicado y
psicoanálisis puro, entre la extensión y la
intensión.
Los intervinientes, sujetos analizados o no,
participan fundamentalmente en la crítica y en el
trabajo de manera de posibilitar la demostración
de resultados y efectos en la terapéutica y clínica
psicoanalítica.
¿De qué manera el psicoanálisis tiene lugar en la
institución?
¿De que manera tiene un lugar para los
intervinientes en el equipo de trabajo?
Para responder a la primera pregunta , diré que el
discurso analítico opera de manera tal de producir
un cierto vaciamiento del discurso del amo
institucional. El discurso analítico es lo que
posibilita inscribir en la institución misma la
desigualdad y la multiplicidad sin la uniformidad
del Ideal del Amo. Aunque el discurso del Amo en
una institución es necesario, pero no suficiente.
Respecto a los intervinientes, Eric Laurent, al
hablar de los intervinientes desde esta orientación
hace referencia a la necesidad de encontrar allí
analizantes civilizados”, esto es por un lado, “en el
trabajo del esclarecimiento de su propio fantasma,
para de esta manera poder actuar sin la fijeza del
fantasma de cada uno, sino la certeza del acto.
Por otro lado se trata de promover esa cierta
“civilidad” o esclarecimiento necesario para la
operación clínica. Se trata aquí de la puesta a
punto de los conceptos psicoanalíticos para
construir la clínica. Construir un cierto saber sobre
la clínica.
Es en cada reunión clínica, entre intervinientes y
psicoanalistas, que se construye la clínica, las
elaboraciones clínicas son las que permiten aislar
el caso, las coordenadas lógicas de ese sujeto en
relación al Otro, las intervenciones, su lógica y por
último, y no por ello menos importante, la posterior
transmisión.
Esto es lo que alguno de los intervinientes han
denominado como “efecto mágico”, en relación a
los efectos inmediatos de la reunión revelados en
los pacientes.
Allí no solo se introduce la referencia teórica al
psicoanálisis, sino que se trata de una “lectura
constitutiva de la clínica”. “Lejos de reducirse a
vagas aplicaciones teóricas sobre los casos,
transforma el trabajo” radicalmente.
Hay entonces la posibilidad de enunciar que la
formación de cada uno de los intervinientes se
hace paulatinamente, y que se trata menos de un
saber epistémico y mas de un saber hacer allí, con
el acontecimiento y la contingencia, con el Real.
Para ello, el interviniente mismo va
experimentando esta transformación que supone
sin duda enlazar el psicoanálisis aplicado al
psicoanálisis puro, es decir, el atravesamiento de
una experiencia analítica.
Es de esta manera que el necesario
esclarecimiento de cada interviniente hace posible
una posición mucho mas móvil y advertida en el
acto mismo.
Se trata de poder encarnar, cada uno, desde una
“distracción deseante” (DiCiaccia) un cierto vacío
posible de alojar al sujeto, haciendo lugar a un
no-saber y a una invención propia para hacer lugar
a la creación o invención del sujeto.
Hacerse cómplice o partenaire del sujeto para
provocar que allí pueda advenir la invención del
sujeto.
Para ello diré, como psicoanalista de la orientación
lacaniana, que no hay psicoanálisis aplicado sin
los cimientos del psicoanálisis puro. Esto es, el
recorrido de un sujeto por la experiencia analítica
misma, eso que permite justamente, civilizar el
goce, de manera de que la intervención u
operación clínica se sostenga en un cálculo clínico
y no en una nebulosa del fantasma.
Se trata de un saber-hacer posible de arribar como
efecto de formación analítica.