JOSÉ DE NAZARET EN LOS PADRES DE LA IGLESIA (Estudio)
JOSÉ DE NAZARET EN LOS PADRES DE LA IGLESIA (Estudio)
UNL – UCAMI
Introducción
3
JULIO AFRICANO, Carta a Arístides, apud EUSEBIO de CESAREA, Historia eclesiástica (HE) I, 7,
1-17, en en VELASCO-DELGADO, Argimiro (Versión española, introducción y notas), Eusebio de
Cesarea. Historia Eclesiástica I, texto bilingüe, Madrid, BAC, 1997, 33-39. Más información en
GASNIER, Michel, Los silencios de San José, Madrid, Cuadernos Palabra, 20027, p. 21.
4
BERTRAND, G-M., «Saint Joseph dans les écrits des Pères », dans Cahiers de Joséphologie 14 (1966),
p. 195.
5
Se refiere a la tradición de la que dependen este capítulo y el siguiente, y que proviene de Hegesipo.
6
Cf. Lc 24, 18; Jn 19, 25.
7
EUSEBIO de CESAREA, HE III, 11, en VELASCO-DELGADO, A., op. cit. I, p. 145.
En el capítulo 32 del mismo libro, el historiador eclesiástico refuerza la información acerca de la
descendencia davídica de Clopás, de lo cual se deduce lo propio para su hermano José. Invoca
como testigo, una vez más, a Hegesipo:
“Testigo es aquel mismo Hegesipo, del cual ya antes hemos utilizado diferentes pasajes […].
Nada mejor que escuchar al mismo escritor, que relata esto mismo como sigue: „A partir de esto,
evidentemente algunos herejes acusan a Simón (= Simeón), el hijo de Clopás, por ser
descendiente de David8 y cristiano, y así sufre el martirio a la edad de ciento veinte años, bajo el
emperador Trajano y el gobernador Atico‟” 9.
Justino también destaca la procedencia de José por linaje de la tribu de Judá que había
poblado la tierra en que se encontraba Belén10. Pero sostiene a la vez que las promesas
mesiánicas se hicieron en la línea de Isaac y descendieron a través de Jacob, Judá, Farés,
Jesé y David, llegando a cumplirse porque María desciende de David11.
Taciano de Siria afirma: “los dos (María y José) eran de la casa de David”12. Ningún
dato hay en la genealogía que trae Lucas que garantice que María procediera de la “casa
de David”, expresión gramaticalmente unida a José y no a María en Lc 1, 27. Ella le
habría comunicado la naturaleza humana, mientras que el título mesiánico “hijo de
David” se lo habría conferido aquel que “parecía” haberlo engendrado13.
No obstante las declaraciones anteriores sobre la descendencia davídica de José, Ireneo
de Lyon niega esta posibilidad y sostiene que la realeza davídica de Jesús a la que
aludió el ángel en su anuncio a María, no pudo llegarle legítimamente través de José ya
que este aparece en la genealogía de Mateo como descendiente de Jeconías, quien junto
a su descendencia quedaron excluidos del derecho al trono de David según lo afirmado
por el profeta Jeremías. De ahí que también José habría quedado fuera de esa
descendencia, por lo cual no hubiese podido transmitirle esos derechos a Jesús. Ireneo
menciona a José como hijo de Joaquín y de Jeconías, pero en el textus receptus de Mt 1,
8
El testimonio de las Memorias de Hegesipo es el único que existe respecto de una persecución desatada
por Vespasiano después de la destrucción del Templo, contra los descendientes de David. Por tal motivo
se duda de su valor histórico, a pesar de que Eusebio la registra en el capítulo 12 y luego refiere lo mismo
acerca de Domiciano, citando la misma tradición: “El mismo Domiciano dio orden de ejecutar a los
miembros de la familia de David, y una antigua tradición dice que algunos herejes acusaron a los
descendientes de Judas —que era hermano del Salvador según la carne— con el pretexto de que eran de
la familia de David y parientes de Cristo mismo. Esto es lo que declara Hegesipo […]”, EUSEBIO DE
CESAREA, HE III, 19; en VELASCO-DELGADO, A., op. cit., p. 151. Tertuliano hace una mención
semejante de Domiciano; cf. TERTULIANO, Apologético 5, 4.
9
EUSEBIO de CESAREA, HE III, 32, 2-3, en VELASCO-DELGADO, A., op. cit., p. 177.
10
Cf. JUSTINO, Diálogo con Trifón (Diál.), 78, 4; en RUIZ BUENO, Daniel (Introducción, traducción y
notas), Padres Apologetas griegos (s. II), edición bilingüe completa, Madrid, BAC, 1996 3, p. 441.
11
Cf. JUSTINO, Diál. 120, 1, p. 510s.
12
TACIANO, Diatessaron ad Lc 2, 4, en ORTIZ DE URBINA, Ignacio (ed.), Biblia Polyglota
Matritense VI. Vetus Evangelium Syrorum. Diatessaron Tatianii, Madrid, CSIC, 1967, p. 210.
13
Cf. ORBE, Antonio, Anunciación. Meditaciones sobre Lc 1, 26-38, Madrid, BAC, 1976, p. 56s.
11 no está el nombre de Joaquín. No obstante es sabido que en el siglo II existía otra
tradición respecto de la ausencia de Joaquín en la genealogía de Mateo, problema que se
viene tratando desde los días de Jerónimo14. Así dice Ireneo:
“Además, si [Jesús] hubiera sido hijo de José, no habría podido ser rey ni heredero [del trono de
David], según Jeremías. Porque se indica que José era hijo de de Joaquín y de Jeconías, como
Mateo expone acerca de su origen (Mt 1, 12. 16). Pero Jeconías y sus sucesores abdicaron del
reino, como dice Jeremías: „Vivo yo, dice el Señor, que aun cuando Jeconías hijo de Joaquín
fuese un sello en mi mano derecha15, me lo arrancaría para entregarlo en manos de quienes
buscan tu vida‟ (Jr 22, 24-25). Y también: „Jeconías ha sido deshonrado como un vaso que ya no
se necesita, porque ha sido expulsado a una tierra que no conocía. Tierra, escucha la palabra del
Señor: escribe a este hombre como a un rechazado, porque no aumentará su descendencia que se
sienta sobre el trono de David, príncipe de Judá‟ (Jr 22, 28-30) fueron excluidos del trono. Y dice
también el Señor sobre Joaquín, su padre: […] No tendrá un heredero que se siente sobre el trono
de David, y su cadáver será arrojado al calor del día y al frío de la noche, y los rechazaré a él y a
sus hijos, y lanzaré contra ellos y contra los habitantes de Jerusalén todos los males que he
pronunciado sobre ellos‟ (Jr 36, 30-31). Así pues, quienes dicen que él ha sido engendrado de
José y en él ponen su esperanza, han abdicado del reino y caen bajo la maldición y el castigo
lanzado contra Jeconías y su simiente. También por ello se han dicho estas cosas acerca de
Jeconías, pues el Espíritu preconocía lo que dicen estos malos maestros. Y para que aprendan
que no habría de nacer de su simiente, es decir, de José, sino según la promesa de Dios, es
suscitado del vientre de David el Rey eterno que recapitula en sí todas las cosas”16.
“Él recapituló en sí al antiguo plasma […]; así, para recapitular a Adán en sí mismo, el mismo
Verbo existente recibió justamente de María, la que aún era virgen, el origen de lo que había de
recapitular a Adán. Si pues el primer Adán (1Co 15, 45) hubiese tenido un hombre como padre y
hubiese sido concebido del esperma del varón, justamente se diría que el segundo Adán (1Co 15,
47) habría sido engendrado de José. Pero si aquel fue tomado de la tierra y plasmado por el
Verbo de Dios, era conveniente que el mismo Verbo, que había de realizar en sí mismo la
recapitulación de Adán, tuviese un origen en todo semejante. Pero entonces se me dirá, ¿por qué
no tomó Dios barro sino que realizó de María la creatura que había de nacer? Para que no fuese
hecha ninguna otra creatura diversa de aquella que había de ser salvada, sino la misma que debía
ser recapitulada, salvando la semejanza” 17.
Ireneo introduce otros paralelismos a partir del paulino entre Jesús y Adán, “segundo
Adán”, “primer Adán”, respectivamente, para reforzar la virginidad de María. El
14
Cf. DE ALDAMA, José Antonio, María en la Patrística de los siglos I y II, Madrid, BAC, 1970, p. 89,
n. 48.
15
Se refiere al anillo real con el que el soberano sellaba y llevaba inscripta su imagen.
16
S. IRENEO, Adversus haereses (Adv. haer.) III, 21, 9, en ROUSSEAU, Adelin, DOUTRELEAU,
Louis, Irénée de Lyon. Contre les Hérésies. Livre III (SC 211), Tome II, Paris, Les Éditions du Cerf,
1974, pp. 422-426.
17
S. IRENEO, Adv. haer. III, 21, 10; en ROUSSEAU, A., DOUTRELEAU, L., op. cit., pp. 426-430.
segundo paralelismo se da entre la escena de la caída y la de la redención, entre el
pecado primigenio y la encarnación. En el momento de la ruina de la condición humana,
Eva aparece junto a Adán; en los albores de la salvación, María aparece junto a Jesús.
Al paralelismo entre Eva y María se le añade otro respecto del origen, a saber, el primer
Adán, cabeza del linaje humano, proviene de la tierra virgen no inseminada. En
consecuencia, el segundo Adán, en función de su recapitulación (ἀνακευαλοίωσις =
“volver a colocar la cabeza”), no habría sido cabeza de la descendencia de Adán si no
hubiese pertenecido a ella de no haber tomado su carne. Para poder recapitular la carne
de Adán, debía asumirla como propia, por lo cual debió nacer como el primer Adán, de
una matriz virginal. Ireneo pone de este modo la virginidad de María al servicio de la
economía salvífica. Al mismo tiempo, José queda excluido de la paternidad de Jesús por
dos motivos, uno histórico, que lo excluye de la descendencia de David, y otro
teológico, por las exigencias extraordinarias del nacimiento del Redentor.
A diferencia de Ireneo, Agustín ve en la exclusión de Jeconías un refuerzo a la
afirmación de la descendencia de José desde David. Al ser rechazado por los judíos
como rey en tiempos del exilio a Babilonia, Jeconías, quien no fue culpable de esta
situación, se transformó en figura de Cristo, piedra desechada por el pueblo pero que se
convirtió en cabeza de ángulo para judíos y gentiles. Para el Hiponense, esta situación
explica el misterio por el cual Jeconías es nombrado dos veces en una de las genealogías
de Jesús, cerrando la segunda serie de catorce generaciones e inaugurando la tercera y
última serie de ascendientes del Salvador18.
2. José ante el misterio
En el contexto de su explicación de la parábola del sembrador relatada en Jn 4,
35-38, Ireneo vuelve a recurrir a la figura de José, eligiéndolo en primer lugar entre los
hombres que han sabido comprender en fenómenos inexplicables, las profecías del
Antiguo Testamento. Se pregunta el Obispo de Lyon quiénes fueron los que trabajaron
y sirvieron a las disposiciones de Dios, y se responde diciendo que los patriarcas y los
profetas prefiguraron nuestra fe y diseminaron como semilla en la tierra el advenimiento
del Hijo de Dios, y agrega:
“Por eso José, al entender que María estaba embarazada y pensar en abandonarla secretamente
(Mt 1, 18), oyó al ángel que le decía en sueños: „No repares en tomar por mujer tuya a María,
pues lo que tiene en el vientre procede del Espíritu Santo […] Y añadió para persuadirle (Mt 1,
22-23; Is 7, 14): „Todo esto tuvo lugar para que se cumpliese lo dicho por el Señor mediante el
18
Cf. S. AGUSTÍN, Sermón 51, 12-16, en LOPE CILLERUELO, MOISÉS Ma. CAMPELLO, CARLOS
MORÁN, PÍO de LUIS (traductores), Obras completas de San Agustín X: Sermones (2º) 51-116, Madrid,
BAC, 1983, pp. 18-25
profeta: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y tendrá por nombre Emmanuel‟.
Mediante las palabras del profeta el ángel convencía a José y disculpaba a María, mostrando ser
ella la virgen engendradora del Emmanuel, anunciada de antemano por Isaías. Por lo cual,
excluida toda duda, tomó José a María, y en toda la restante educación de Cristo prestó gozoso
servicio: se encargó de la marcha a Egipto, de su regreso y de su traslado a Nazaret. Por último,
quienes ignoraban las Escrituras y la promesa de Dios y la disposición de Cristo, le creían padre
del niño”19.
Como si las palabras del ángel en el sueño de José no bastasen por sí solas para
persuadirlo, la figura celestial se apropia también del oráculo de Is 7, 14, con lo cual se
despeja toda incógnita en el carpintero de Nazareth temeroso de Dios, y tomó por
esposa suya a María excluida toda indecisión y duda.
Luego, Ireneo resume los avatares del viaje de la familia de Belén a Egipto, de Egipto a
la tierra de Canaán y el regreso a Nazareth, respondiendo José a las órdenes del ángel en
su mensaje onírico. Se hizo cargo de la educación del niño con tal dedicación, que la
gente del lugar creyó que era su padre. Según el Lugdunense, estos trabajos de José
estuvieron animados por el gozo del segador que comprueba en esas tareas el
cumplimiento de las Escrituras proféticas.
Otros testimonios patrísticos plantean una doble duda de José. La primera, ante el hecho
inexplicable; la segunda, acerca de cómo actuar. En un sermón escrito durante la época
de su presbiterado, San Agustín explica el drama de José en estos términos:
“Sabiendo él que era ajeno a esta concepción, con cierta lógica la consideraba ya adúltera.
Siendo justo, como dice la Escritura y no queriendo delatarla, es decir, divulgarlo (divulgare)20,
pues también muchos códices traen esta palabra, resolvió abandonarla en secreto. Se turba
(turbatur) ciertamente en cuanto marido, pero no se ensaña en cuanto justo. Tanta santidad se
atribuye a este varón, que no quiso tener consigo a una adúltera, ni se atrevió a castigarla
delatándola. Resolvió abandonarla en secreto, dice, pues no quiso castigarla ni descubrirla. Ved,
pues, su sincera santidad. El desear tenerla consigo no fue motivo por el que quiso perdonarla.
Hay muchos que por amor carnal perdonan a sus esposas adúlteras, y quieren retenerlas aun
siendo adúlteras para satisfacer la concupiscencia carnal; este varón justo no quiere tenerla
consigo; por lo tanto, su amor no es carnal. Y sin embrago no quiere castigarla; luego, su perdón
procede de la misericordia. ¡Gran justo es este! Ni retiene a la adúltera, y el motivo del perdón no
procede de un amor libidinoso. Y, sin embrago, tampoco la castiga ni la delata. Con toda razón
fue escogido para testigo de la virginidad de su esposa. Turbado por la debilidad humana, fue
fortalecido por la autoridad divina” 21.
19
S. IRENEO, Adv. haer. IV, 23, 1, en ROUSSEAU, A., Irénée de Lyon. Contre les Hérésies. Livre IV,
Tome II (SC 100), Paris, Cerf, 1965, pp. 690-694. El texto de Mt 1, 20 aparece con algunas variaciones
en III, 16, 2: “No temas recibir a María tu esposa, porque lo que ha concebido es del Espíritu Santo”. En
vez de quod enim in ea natum est, de Spiritu sanctu est, Ireneo lee quod enim habet in ventre de Spiritu
sanctu est. Lo más probable es que lea Mt 1, 20 a la luz de Mt 1, 18, intercambiando ambos textos; cf.
ORBE, A., Teología de San Ireneo IV, Madrid, BAC, 1996, p. 347, n. 6.
20
Era costumbre de Agustín cotejar distintos códices para aclarar textos oscuros de la Escritura, como él
mismo recomienda hacerlo en De doctrina christiana II, 12, 17.
21
S. AGUSTÍN, Sermón 51, 9; en LOPE CILLERUELO, MOISÉS Ma. CAMPELLO, CARLOS
MORÁN, PÍO de LUIS (traductores), op. cit., pp. 15-16.
En el verso siguiente (v. 10), Agustín trae las palabras del ángel de la Anunciación
vinculadas a la profecía de Isaías para concluir firmemente que Jesús nació del Espíritu
Santo y de María.
Cuando San Jerónimo escribe contra un tal Helvidio, que se oponía a la virginidad
consagrada, doctrina y tradición que en el siglo IV se encontraba muy arraigada en el
seno de la Iglesia, también nos da una idea del estupor experimentado por José:
“Así pues, cuando el evangelista dice „antes de que cohabitaran‟, alude a que ya estaba próximo
el tiempo de las nupcias y a punto de ocurrir que la prometida pasara a la condición de casada. Es
como si dijera: antes de que se intercambiaran besos y abrazos, antes de que se consumara el
matrimonio, se descubrió que ella había concebido. El que lo descubrió no fue otro que José, el
cual se dio cuenta de que se abultaba el vientre de su prometida, puesto que la observaba
atentamente, gracias a la familiaridad casi marital que le correspondía. De aquí no se sigue, sin
embargo, tal como nos lo han puesto de manifiesto los ejemplos anteriormente alegados, que
después del parto José cohabitase maritalmente con María, ya que el deseo que tuviera de hacerlo
así, desapareció cuando ella hubo concebido en su seno”22.
22
S. JERÓNIMO, La virginidad perpetua de María, 4, en PONS PONS, Guillermo (Introducción,
traducción y notas), Biblioteca de Patrística 25, Madrid, Ciudad Nueva, 1994, p. 47s.
23
Ibidem, 8-bis; p. 60.
24
Ibidem 19, p. 83.
sobremanera: Porque lo que en ella ha nacido es obra del Espíritu Santo. ¡Maravillosa palabra, que
sobrepasa todo humano razonamiento y está por encima de las leyes de la naturaleza! ¿Cómo la creerá un
hombre que nada oyera jamás de estas cosas? Por la revelación de lo que a él le había pasado, pues para
este fin le reveló el ángel cuanto había habido en su alma: lo que había sufrido, lo que había temido y lo
que había determinado hacer. Lo uno daba crédito a lo otro”25.
La expresión en disputa es erwat dabar, que significa literalmente “la desnudez de una
cosa”; su equivalente griego es ἄσχημον πρᾶγμα, “cosa indecente”. Hillel es partidario
de una interpretación amplia y adscribe al significado de “cosa indecente” cualquier
motivo. Esto llevó al R. Aquiba en el siglo II d. C. a afirmar que bastaba con que el
25
S. JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (Hom. In Mt.), IV, 4, en RUIZ
BUENO, Daniel (Introducción, traducción y notas), Obras de San Juan Crisóstomo I (1- 45), Madrid,
BAC, 2007, p. 64s.
26
Lv 20, 10: “Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, serán castigados con la muerte:
el adúltero y la adúltera”.
27
Nm 5, 11-31: “Cualquier hombre cuya mujer se haya desviado y le haya engañado (ha dormido con ella
un hombre con relación carnal, a ocultas del marido; ella se ha manchado en secreto, no hay ningún
testigo, no ha sido sorprendida), si el marido es atacado de celos y recela de su mujer, la cual
efectivamente se ha manchado; o bien le atacan los celos y se siente celoso de su mujer, aunque ella no se
haya manchado; ese hombre llevará a su mujer ante el sacerdote y presentará por ella la ofrenda
correspondiente: una décima de medida de harina de cebada […]”.
28
Dt 22, 23-26 “Si una joven virgen está prometida a un hombre y otro hombre la encuentra en la ciudad
y se acuesta con ella, los sacaréis a los dos a la puerta de esa ciudad y los apedrearéis hasta que mueran: a
la joven por no haber pedido socorro en la ciudad, y al hombre por haber violado a la mujer de su
prójimo. Así harás desaparecer el mal en medio de ti. Pero si ha sido en el campo donde el hombre ha
encontrado a la joven prometida, y la ha forzado y se ha costado con ella, sólo morirá el hombre que se
acostó con ella; no harás nada a la joven: no hay en ella pecado que merezca la muerte”.
marido haya encontrado una mujer más hermosa. En una palabra, Hillel excusa al varón
de justificar el despido de su mujer por haber hallado en ella una causa considerada
grave. El rigorismo de Shammai, en cambio, exigía una falta grave contra la castidad29.
Con respecto al caso de José y María, A. Isaksson comparte la presunción de los Padres
de la Iglesia acerca de la obligación que aquel tenía de denunciar a su esposa hallada
encinta antes de la consumación del matrimonio30. La Lex Julia de adulteriis et
pudicitia31 obligaba al marido a denunciar a su esposa adúltera y al cómplice,
privándole así al varón de la posibilidad de perdonar a la arrepentida, lo cual es
reprochado por Agustín al Derecho romano. Según esta ley, el marido debía expulsar a
su mujer y denunciarla a las autoridades antes de los tres días. En caso de que no lo
hiciera, se lo imputaba de intermediario. Esta acusación se reservaba al marido y al
padre durante los primeros sesenta días. Se redactaba por escrito y el proceso judicial
debía comenzar en un plazo de seis meses para la mujer y de cinco años para su
cómplice. La mujer adúltera era confinada en una isla y debía ceder a su marido la
mitad de su dote y un tercio de sus bienes. Le estaba prohibida toda forma de
matrimonio legítimo y sólo le era permitido el concubinato en el sentido romano. No
podría llevar la stola de las matronas, sino la toga las cortesanas. Su cómplice era
exiliado en otra isla, se le confiscaba la mitad de sus bienes y era castigado con ciertas
inhabilitaciones civiles o militares. Estas medidas se mantuvieron vigentes casi sin
modificación hasta Constantino, quien las agravaría aún más32.
Frente a estas exigencias, ¿cómo, entonces, José pudo ser considerado justo si actuó en
contravención a la ley vigente? En un fragmento atribuido a la vez a Orígenes y a
Eusebio se propone una solución que intenta salvar a José de no haber actuado
conforme a la ley, pues tenía el deber de denunciar a su prometida. La solución consiste
en proponer que José, antes de que el ángel se le apareciera en sueños, sospechaba del
29
Cf. CROUZEL, Henri, La Iglesia primitiva frente al divorcio. Del siglo I al siglo V, Madrid, BAC,
2015, p. 7.
30
Cf. ISAKSSON, Abel, “Marriage and Ministry in the New Temple. A study with special reference to
Matt. 19, 3-12 and 1Cor 11, 3-16”, translated by N. Tomkinson in Acta Seminarii neotestamentici
Upsaliensis, 24, Lund, 1965, pp. 137-139.
31
Promulgada por Augusto el 18 a. C., año 736 de la fundación de Roma, como reacción a la relajación
de las costumbres. El adulterio se define aquí de la misma forma que entre los judíos, por lo tanto, es
considerada adúltera la mujer casada que tiene relaciones sexuales con otro hombre; es adúltero el
hombre que tiene relaciones sexuales con una mujer casada, pero no es adúltero el hombre casado cuya
amante no lo es. Augusto considera también como adúltero a todo aquel que colabore aconsejando,
ayudando o protegiendo a quienes incurren en este tipo de faltas.
32
Cf. CROUZEL, H., op. cit., p. 30s.
carácter milagroso de esa concepción y, en consecuencia, quería separarse de María por
considerarse indigno de pasar por padre de ese niño.
“En efecto, si él no hubiera creído que ella había concebido del Espíritu Santo, puesto que él
sabía con certeza que lo que ella llevaba en su seno no venía de él, ¿por qué, entonces, este
hombre justo no había denunciado públicamente a aquella cuya juventud había sido corrompida
antes del matrimonio para llevarla ante aquellos que eran competentes para juzgar esta falta?
¿Cómo, entonces, era justo negándose a difamar a aquella que había actuado así y queriendo
dejar este hecho en la sombra y esconderlo?”33.
“Si quien se une a una prostituta se hace un solo cuerpo con ella34. Y en la ley está el precepto de
que no sólo los reos, sino también los sabedores de los crímenes son culpables de pecado 35,
¿cómo se escribe que José, aunque oculta el crimen de su esposa, es justo?”.
33
En ORÍGENES, Fragmentos sobre Mateo, 15, en GCS XII/1, pp. 21-22 (aquí, p. 22, líneas 15-21). En
EUSEBIO, Quaestiones Evangelicae ad Stephanum, Quaestio I, en MIGNE, J.-P., Patrologia Graeca
(PG) 22, p. 884.
34
Cf. 1Co 6, 16.
35
Cf. Lv 5, 1.
36
EFRÉN de NÍSIBE, Commentaire de l’Évangile concordant ou Diatessaron, II, 4, en LELOIR, Louis
(Introduction, traduction et notes), SC 121, Paris, Cerf, 1966, p. 67.
37
S: JUAN CRISÓSTOMO, Hom. in Mt. IV, 4, en RUIZ BUENO, D., p. 63s.
En su elogio de José, Crisóstomo destaca la ausencia de celos y su voluntad de no
causarle mal alguno a María.
San Ambrosio también aprueba el comportamiento de José sin acudir a las
explicaciones de corte legal:
“En cuanto a san Mateo, bellamente enseña él lo que ha de ser un justo que comprueba la falta de
su esposa, para guardarse inocentemente de un homicidio, puro de un adulterio; pues el que se
une a una mujer libertina, un cuerpo forma con ella (1 Co 6, 16)”38.
38
S. AMBROSIO de MILÁN, Comentario al Evangelio de Lucas, II, 4-5, en GARRIDO BONAÑO,
Manuel (Introducción, traducción y notas), Obras de san Ambrosio I: Tratado sobre el Evangelio de
Lucas, edición bilingüe, Madrid, BAC, 1966, pp. 85-86.
39
Cf. EUSEBIO de CESAREA, HE II, 1, 3: “Por aquel entonces, también Santiago, el llamado hermano
del Señor (Ga 1, 10), porque en verdad también a él se le llamaba hijo de José […]”, en VELASCO-
DELGADO, A., op. cit., p. 62s.
40
Cf. ORÍGENES, Homilías sobre el Evangelio de Mateo (In Math.), 10, 17: “Algunos, haciendo caso a
la tradición contenida en el evangelio titulado según Pedro o en el libro de Santiago, dicen que los
hermanos de Jesús eran hijos de José, habidos de una primera mujer que convivió con este antes de
María”, apud SANTOS OTERO, Aurelio, Los evangelios apócrifos, edición crítica y bilingüe, Madrid,
2003, p. 62.
41
Cf. EPIFANIO, Panarion II, 4, 1, en PINI, Giovanni (ed.), Epifanio di Salamina. Panarion. Libro
Primo, Roma, Morcelliana, 2010, p. 395.
42
Cf. S. HILARIO de POITIERS, Comentario al Evangelio de Mateo, 1, 4, en LADARIA, Luis
(Introducción, traducción y notas), edición bilingüe, Madrid, BAC, 2010, p. 7s.
43
Contra Helvidio, Jerónimo escribe los siguiente: “Tú dices que María no permaneció virgen; yo digo
más: que incluso el mismo José fue virgen por María, de tal modo que de unas nupcias virginales nació
un hijo virgen”, S. JERÓNIMO, La virginidad perpetua de María, 19, p. 83.
En cuanto a la paternidad de José respecto de Jesús, la expresión “padre putativo”
muchas veces usada en los documentos pontificios y sugerida por cierta lectura de Lc 3,
23, que dice que Jesús era “según lo que se pensaba, hijo de José”, es rechazada por San
Agustín, quien afirma que el evangelista nunca llama así a Jesús:
"José -dices-, en opinión de todos, era el esposo de María". Parece que quieres dar a entender que
es una opinión, no la verdad, cuando llama la Escritura a la virgen María esposa de José. ¿Vamos
a creer que, al narrar el evangelista, con sus propias palabras o las de otro cualquiera, un suceso,
habla según la opinión de los hombres, y el ángel, contra su conciencia y la de su interlocutor,
cuando habla cara a cara con José, le habló, acaso, según una opinión común y no según la
verdad al decirle: No temas recibir a María como esposa? Además ¿por qué hacer descender la
genealogía de Cristo hasta José sino para expresar que su matrimonio era verdadero, en el que es
cabeza el varón? Esto fue lo que dije en el libro que tú refutas; pero no te has atrevido a tocar
este pasaje. Dice del Señor el evangelista San Lucas: Era, según se creía, hijo de José; y es
porque los hombres creían que era hijo de José según la carne, y el evangelista quiso destruir esta
falsa opinión, sin negar, contra el testimonio del ángel, que María fuera su esposa”44.
44
S AGUSTÍN, Contra Julianum XII, 47, en MADRID, Teodoro y ARIAS ÁLVAREZ, Luis
(Introducción, traducción y notas), Obras completas de San Agustín XXXV: Escritos antipelagianos (3º),
Réplica a Juliano, Madrid, BAC, 1984, p. 262.
45
ORÍGENES, Homilías en el Evangelio de Lucas, 18, en LÓPEZ KINDER, Agustín (Introducción,
traducción y notas), Biblioteca de Patrística 97, Madrid, Ciudad Nueva, 2014, p. 133.
46
ORÍGENES, op. cit. XVII, p. 123.
estos es, tutorial o adoptiva y, en consecuencia, introdujo la denominación “padre
virginal” (virgo Pater Iesu)47, según la cual se da a entender que José poseía todo lo que
caracteriza a la paternidad humana, excepto su origen físico.
Jerónimo, como hemos visto, adhiere por completo a este adjetivo, sosteniendo que
Jesús fue virgen por María para que el hijo virgen naciera de un matrimonio virginal 48.
Al comentar Mt 1, 18, l Jerónimo ofrece cuatro razones por las cuales Jesús no fue
concebido de una simple virgen, sino de una mujer ya desposada. Primero, para que por
la generación de José se mostrase el origen de María. Segundo, para que no fuese
lapidada por los judíos como adúltera, de acuerdo a Lv 20, 10 y a Dt 22, 22. Luego, para
que en su huida a Egipto tuviese el apoyo varonil de José. Finalmente, aduce una cuarta
causa en base a una sugestión de Ignacio de Antioquía49, a saber, para que el nacimiento
quedase oculto al diablo, ya que este pensaba que Él no había sido engendrado en una
virgen, sino en una mujer casada50.
Tomás de Aquino51 sostendrá lo mismo en el siglo XIII y, más tarde, este apelativo de
José pasará a Pío X, quien la incorpora en 1907 a una de las oraciones oficiales de la
Iglesia conocida como O Ioseph52.
Entre las numerosas referencias en la Patrística a este varón que pasa de manera tan
fugaz y discreta por las páginas de la Escritura, casi subsumida en la imagen de la
familia, pocas hacen tanta justicia a su grandeza como la de Jerónimo, quien en el
Comentario al Evangelio de Mateo lo incardina directamente en la obra de la redención,
cuando dice: “La ruina del mundo se produjo a través de cuatro elementos: un varón,
una mujer, un leño y una serpiente; y su restauración se realizó a través de otros cuatro:
Cristo, María, la cruz y un varón, que es José”53.
47
Cf. S. AGUSTÍN, Sermón 51, 16 y 20, pp. 23 y 27.
48
Ver nota 43.
49
S. IGNACIO de ANTIOQUÍA, Epístola a los Efesios, 19, 1: “Y quedó oculta al príncipe de este mundo
la virginidad de María y el parto de ella, del mismo modo que la muerte del Señor: tres misterios sonoros
que se cumplieron en el silencio de Dios”; en RUIZ BUENO, D. (Traducción, introducción y notas),
Padres Apostólicos, edición bilingüe completa, Madrid, BAC, 1993 6, p. 458.
50
Cf. S. JERÓNIMO, Comentario a Mateo, I, 10, en BEJARANO, Virgilio (Introducciones, traducción y
notas), Obras completas de San Jerónimo II: Comentario a Mateo y otros escritos, edición bilingüe,
Madrid, BAC, 2002, p. 25.
51
Cf. TOMÁS de AQUINO, Sth. III, q. 28, a.4, ad.3.
52
Cf. PÍO X, Rescriptum Indulgentia conceditur recitantibus orationem, ASS 40 (1907).
53
S. JERÓNIMO, In Evangelium secundum Matthaeum, Prologus D, en MIGNE, J.-P., Patrologia
Latina (PL), 30, p. 554.