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Alan N. Shapiro, La Paradoja de Prever El Futuro

Alan N. Shapiro explora la paradoja de prever el futuro, argumentando que la ciencia ficción no se trata de predicciones, sino de comprender el presente. A través de la teoría de la conciencia y la crítica a las narrativas apocalípticas, sostiene que el futuro ya ha tenido lugar en gran medida y que la ficción es esencial para el diseño y la creatividad. Propone cinco áreas de diseño que pueden emancipar y transformar la sociedad contemporánea, enfatizando la importancia de la sostenibilidad y la codificación creativa.

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Alan N. Shapiro, La Paradoja de Prever El Futuro

Alan N. Shapiro explora la paradoja de prever el futuro, argumentando que la ciencia ficción no se trata de predicciones, sino de comprender el presente. A través de la teoría de la conciencia y la crítica a las narrativas apocalípticas, sostiene que el futuro ya ha tenido lugar en gran medida y que la ficción es esencial para el diseño y la creatividad. Propone cinco áreas de diseño que pueden emancipar y transformar la sociedad contemporánea, enfatizando la importancia de la sostenibilidad y la codificación creativa.

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Alan N.

Shapiro

La paradoja de prever el futuro

A pesar de mi reputación como teórico de la ciencia ficción y diseñador


futurista, debo decir que no creo gran cosa en el futuro. Partiendo del
importante campo de la psicología de la conciencia, quisiera invocar al autor
germano‑canadiense Eckhart Tolle, quien, en su obra El poder del ahora (1999),
enfatiza que conviene vivir en el presente y ejercitar una disciplina mental que
evite los pensamientos tanto del pasado como del futuro. Los pensamientos
sobre el pasado suelen girar en torno a arrepentimientos por acontecimientos
que ya no podemos cambiar ni influir. Los pensamientos sobre el futuro
adoptan con frecuencia la forma de preocupaciones y ansiedades
probablemente inútiles acerca de sucesos que imaginamos podrían ocurrir,
pero que, de hecho, casi nunca se desarrollan de la manera en que los
concebimos ahora. «Nada ha sucedido jamás en el pasado; sucedió en el
Ahora», escribe Eckhart Tolle. «Nada sucederá jamás en el futuro; sucederá en
el Ahora». Solo existe el Ahora.
Para pasar instantáneamente, de manera transdisciplinaria, al campo de la
sociología de la cultura, diría que creo que el futuro, tal como muchos lo
conciben, ya ha tenido lugar. La mayoría de las prognosticaciones sobre lo que
va a ocurrir son, en efecto, proyecciones psicológicas hacia un escenario futuro
imaginario de algún fenómeno actual que ya ha sucedido o está sucediendo en
el presente, y al que la persona que hace la predicción se niega a enfrentar de
forma directa. Un ejemplo de ello, considero, es el discurso apocalíptico
habitual de la política ecológica establecida, que advierte perpetuamente sobre
catástrofes que supuestamente van a acontecer en un futuro extrapolado
estadísticamente. Tales narrativas de protección ambiental, que hablan de «el
fin» y «la venidera catástrofe ecológica», son —en gran medida, aunque no por
completo— reflejos especulares de la atmósfera sociopsicológica de los
discursos dominantes en los medios de comunicación convencionales y en las
películas de ciencia ficción comerciales, los cuales con frecuencia difunden
miedo, histeria y un dramatismo extremo en sus estrategias ideológicas
visceralmente antiutópicas. El discurso de la «guerra contra el terrorismo» es
un ejemplo de ello: nos dice que no se nos permite dirigir nuestra atención a
proyectos de mejora social de modo democrático o pragmático‑utópico, porque

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vivimos en una condición de emergencia permanente donde el Estado político
ha de centrarse en hacer la guerra. Esta situación de discursos de advertencia
de catástrofe guarda también una relación significativa con la diferencia entre
lo llamado «real» y lo llamado «virtual». El discurso de la inminente catástrofe
«real» practicado por gran parte de la política ecológica y por los medios de
comunicación convencionales nos disuade de confrontar plenamente la
catástrofe «virtual» en la que ya estamos inmersos. Percibir la catástrofe
virtual, como la llamo, exige desarrollar tanto una sensibilidad sociológica
literaria como una aguda conciencia de la crisis del espacio‑tiempo que ya
estamos experimentando en lo que denomino la condición socioexistencial del
hipermodernismo.
Soy teórico de la ciencia ficción, pero para mí la ciencia ficción nunca trata
del futuro, ni de predicciones del futuro, ni de la «precisión» de esas
predicciones. La ciencia ficción versa sobre el presente, la realidad virtual del
presente que las formas dominantes de pensamiento nos impiden ver.
Debemos contemplar el presente con inteligencia literaria y científica para,
paradójicamente, prever algo del futuro. Ciertamente estamos separados del
futuro por el abismo del caos. Nadie predijo la caída de la Unión Soviética el 26
de diciembre de 1991 ni el derrumbe de las Torres Gemelas del World Trade
Center en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Podemos reconocer la
imposibilidad de imaginar cómo será el mundo dentro de cien años
simplemente imaginando la evidente imposibilidad de que la gente de hace
cien años imaginara el mundo en que vivimos hoy.
Con Internet, los teléfonos inteligentes y otras tecnologías de telepresencia
remota, vivimos una creciente confusión entre «el aquí» y «el allí», entre el
lugar donde estamos físicamente y las redes electrónicas a las que estamos
conectados, entre los seres humanos virtuales, avatares y entidades de software
con los que nos comunicamos. Estamos «solos juntos», como diría la teórica de
medios del MIT Sherry Turkle. La crisis sociocultural del hipermodernismo
corresponde a los sorprendentes hallazgos sobre el comportamiento de la
naturaleza realizados por las ciencias emblemáticas del siglo XX: la física
cuántica; la relatividad especial y general einstenianas; las geometrías y
topologías no euclidianas, como las de Riemann, la botella de Klein y la cinta de
Möbius; los teoremas de incompletitud de Kurt Gödel; y la teoría del caos. Es
como si esas extrañas propiedades del espacio‑tiempo, que se creía que
ocurrían solo en circunstancias físicas extremas según las teorías de la
mecánica cuántica y la relatividad, ahora sucedieran en nuestras propias
experiencias inmediatas en el mundo social y en la vida cotidiana.
En el ámbito temporal, estamos inmersos en un proceso paradójico de
reversión, una «reversión de la historia», el tiempo corriendo al revés, el fin de

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la linealidad, como una película reproducida en sentido inverso o transpuesta
por empalmes, mezclas y «cut‑ups». Estamos en medio de fenómenos de
turbulencia temporal de bucle y patrones de distorsión del tiempo como
recurrencia, retroversión y retroactividad. En 2016, la Unión Europea quizá
esté ya al borde de la disolución, y quizás nos dirigimos hacia una nueva
Guerra Fría con Rusia. Recientemente, el primer ministro ruso Dmitry
Medvédev preguntó: «¿Estamos en 2016 o en 1962?»
La apreciación de la ficción es asimismo crucial para el futurismo y el
diseño futurista. Para anticipar el futuro, necesitamos adquirir conocimiento
de la dimensión ficcional de la realidad social. Cuanto más entendamos el
presente, más podremos prever algunos aspectos del futuro. Lo que llamamos
«realidad» es, en verdad, una idea muy restringida de lo que es la realidad,
pues hemos excluido de nuestro concepto de realidad aquello que
denominamos ficción. La ficción como contrapartida de la realidad. La ficción
como el segundo término de la oposición binaria, la contraparte exiliada en el
dualismo.
La ciencia no trata realmente de descubrir la verdadera naturaleza de la
realidad, como gusta describirlo su misión a algunos científicos. Descubrir la
verdadera naturaleza de la realidad sería una tautología, dado que es la ciencia,
bajo el paradigma actualmente dominante, la que ha generado el concepto de
«realidad». La ciencia, por tanto, investigaría su propia proyección. No
podemos permitir que la ciencia se base en un principio primero tautológico y
auto‑contradictorio.
Para explicitar la expansión geométrica del recableado de nuestro
paradigma de conocimiento desde la llamada Realidad hacia un marco mayor
que incluya tanto la Realidad como la Ficción, debemos adentrarnos en el
complejo mundo de la teoría de conjuntos matemáticos. Los dos conjuntos —el
uno contenido dentro del otro— no se distinguen realmente por sus tamaños
respectivos, sino por cuestiones de densidad o magnitud. La Realidad no es
compacta, mientras que la Ficción sí lo es. Esta compacidad de la Ficción
deriva del hecho de que la Ficción es ilimitada, infinita y continua. La Realidad,
tal como la hemos diseñado históricamente, es limitada, finita y discreta,
divisible en identidades y diferencias claramente separables. Algo se considera
científicamente «real» si es algo de lo que podemos estar seguros, si tiene
comportamientos greifbar, repetibles en una serie de pasos experimentales, y
sobre lo cual existe consenso. La Ficción, en cambio, es aquello que
consideramos «solo un relato». Esa es nuestra definición operativa, conductista
y pragmática de ficción: la ficción es lo que no es real; la ficción es la opuesta a
la realidad. La insistencia en lo Real constituye una oposición binaria. Como
escribe Jean Baudrillard en su libro Intercambio imposible: «Lo real, despojado

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de lo antirreal, se vuelve hiperreal, más real que lo real, y desaparece en la
simulación». El medio en el que puede florecer el pensamiento genuino es
aquel de la incertidumbre radical. El «otro» de la insistencia en lo Real es el
término excluido de la pareja: la incertidumbre radical o la Ficción.
La ciencia ficción, tal como se expresa en sus novelas y filmes canónicos,
ya se ha materializado en el presente, en nuestra forma de vida, en nuestra
sociedad. Muchas de las tecnologías futuristas y los regímenes sociales
totalitarios imaginados en esas obras se han hecho realidad. Cualquier idea de
la ciencia ficción clásica como un modelo lineal y directo que permita
predicciones sobre el futuro ya no tiene cabida. Sin embargo, los mejores
momentos de nuestras vidas como aficionados a la ciencia ficción aún están
por venir. Conscientes de las poderosas narrativas de ciencia ficción que se han
escrito y filmado, y conscientes de que la sociedad ha descendido en muchos
aspectos hacia la distopía que esas narraciones vaticinaron, ahora podemos
vivir la ciencia ficción verdaderamente como ficción, podemos vivir la ciencia
ficción como forma de diseño creativo. La ficción es un elemento esencial del
acto creativo. La ficción debería enseñarse en las universidades de arte y
diseño. ¿Cuál es una definición contemporánea de ficción en la era de la
hiperrealidad? La ficción es la conciencia de la diferencia o brecha entre la
realidad y su representación. Esto contrasta directamente con la pérdida de
conciencia de esa diferencia, casi universal en la cultura consumista de medios
de la sociedad del espectáculo.
Ray Bradbury escribió célebremente: «Tan pronto como tengas una idea
que cambie alguna pequeña parte del mundo, estás escribiendo ciencia ficción.
Siempre es el arte de lo posible, nunca de lo imposible». Como expliqué en mi
libro sobre Star Trek, la ciencia ficción es una fuerza proactiva de configuración
de la realidad que influye de manera formativa en la cultura, las ideas, las
tecnologías, la ciencia y el diseño. La ciencia ficción puede ser el iniciador vivo
de un «nuevo real». Para los diseñadores, la cuestión no es ya leer o ver ciencia
ficción (en el paradigma mediático de pasividad y consumismo de la sociedad
del espectáculo), sino escribir ciencia ficción. Escribir ciencia ficción mediante
los actos situacionistas de «construir situaciones» e iniciar proyectos
transdisciplinarios que existen en la frontera entre la teoría de las
humanidades y la práctica del diseño, en las actividades de nuevas culturas de
conocimiento que surgen en la sociedad de la información.
Ahora hablaré de cinco áreas prácticas de diseño relacionadas con
potencialidades emancipadoras‑liberadoras en el amplio contexto de la
escritura y la construcción de situaciones: Objetos singulares, Códigos
poéticos, Dispositivos inteligentes, el Internet de las cosas y la Sostenibilidad.
Objetos singulares es un concepto inventado durante una discusión de

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libro extenso sobre arquitectura y filosofía entre el arquitecto Jean Nouvel y el
filósofo Jean Baudrillard. A diferencia de las estructuras arquitectónicas
replicadas como parte de series formulaicas derivadas de modelos
prefabricados —como centros comerciales, aeropuertos y edificios
residenciales u oficinas de gran altura estándar—, los Objetos singulares
encuentran su lugar fascinante en el entorno urbano como artefactos
culturales irreductibles, singularidades o «atractores extraños» (término
tomado por Baudrillard de la teoría del caos en física).
Entiendo los Códigos poéticos como ubicaciones privilegiadas de
inscripción para el diseño transformacional en el siglo XXI, actos de resistencia
estética y política contra el mundo codificado dominante de la vigilancia, la
automatización y la burocratización de la vida cotidiana. En lugar de concebir
el código de software únicamente como imposición de estructuras y
procedimientos fijos, veo la escritura y el habla de código como un acto
expresivo y creativo. Los Códigos poéticos se relacionan con lo que
tradicionalmente se ha denominado arte y política. El lenguaje poético debe
reaparecer dentro del código de software para contrarrestar la suposición
histórico‑tecnológica original de que el código es una serie de instrucciones
para una máquina, un ejercicio de lógica formal y la reducción del lenguaje a
información.
Los Dispositivos inteligentes deben analizarse tanto como fenómeno
sociológico de medios y tecnología —como sucede con los teléfonos
inteligentes y las tabletas— como en relación con el surgimiento de Fab Labs y
Maker Labs. Fab Labs y Maker Labs forman parte del movimiento de
descentralización de abajo hacia arriba, que reúne economía y tecnología.
Todos los medios ejemplares de la sociedad posmoderna anterior (cine,
televisión, computadoras personales) se centraban en la pantalla como
metáfora preeminente. El Dispositivo inteligente, por el contrario, introduce
una nueva metáfora encarnada que se asemeja al autómata codificado de las
propiedades del Dispositivo. El Dispositivo inteligente es un aparato
codificado, no un medio de pantalla. Aunque aparentan ser pequeñas pantallas,
los teléfonos inteligentes no son medios centrados en la pantalla.
Los Fab Labs y Maker Labs son espacios tanto de Codificación creativa de
código abierto como de emprendimiento y empoderamiento de individuos y
economías pequeñas y sostenibles. Los Fab Labs suelen contar con numerosas
máquinas de prototipado, excelentes instalaciones de hardware y un grupo de
personas con sólidos conocimientos prácticos de prototipado rápido y de
calidad. Plataformas de hardware como Arduino y Raspberry Pi, así como
impresoras 3D, suelen estar en el centro de las actividades de los Fab Labs.
Estas nuevas contrainstituciones económico‑tecnológicas (o dispositivs, según

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la terminología de Michel Foucault) también tienen relevancia para la
educación y la invención. Los Fab Labs y Maker Labs desarrollan habilidades y
economías para pequeños colectivos que crean sus propios Dispositivos
inteligentes al margen de las realidades y hábitos de la producción en masa.
El Internet de las cosas es un futuro muy cercano en el que los objetos
físicos han evolucionado de sistemas embebidos independientes a dispositivos
de red potentes y potencialmente inteligentes. Miles de millones de
dispositivos estarán interconectados mediante electrónica, software, sensores,
escáneres y cámaras. Compartirán datos entre sí. Cada cosa será identificada
de manera única mediante algo parecido a una dirección IP. Hay tres posibles
enfoques del Internet de las cosas. Primero, uno puede ser un simple defensor
del mismo, en el sentido dominante de la perspectiva empresarial o corporativa
de lucrar con él. Segundo, puede considerarlo como una amenaza, como una
catástrofe. Muchos sociólogos críticos o filósofos humanistas ya adoptan esta
posición. Esta perspectiva tiene cierta utilidad limitada al señalar las carencias
de la postura dominante. La tercera posición es algo similar a la perspectiva
hacker, afín al movimiento de Codificación creativa o a las actividades en torno
a Raspberry Pi y Arduino. Uno hackea el Internet de las cosas de manera
creativa y políticamente desviadora.
Entiendo la Sostenibilidad como un asunto transdisciplinario, que abarca
áreas de responsabilidad social, cultural, económica, ambiental y personal. El
desarrollo sostenible perdura en ecosistemas que mantienen la diversidad, la
supervivencia continua y la prosperidad. Debemos considerar la arquitectura y
el urbanismo, la movilidad y el transporte, y el consumo ético. El Diseño
sostenible es la práctica de concebir objetos físicos y entornos urbanos de
acuerdo con principios ecológicos sostenibles. Cada persona asume una
responsabilidad moral de permanecer dentro de los límites de la solvencia
fiscal.
¿Qué define lo que tienen en común estos cinco temas —Objetos
singulares, Códigos poéticos, Dispositivos inteligentes, Internet de las cosas y
Sostenibilidad? Todos ellos se vinculan a culturas de conocimiento donde los
agentes sociales pueden llevar a cabo actividades dentro de un modelo
económico que no es el de las grandes corporaciones ni el de un impulso
determinista tecnológico populista, como el de los años 90. Se trata, más bien,
del modelo económico del capitalismo emprendedor de abajo hacia arriba, de
pequeñas empresas emergentes. Y se relaciona con un tipo de diseño en el que
la teoría y la práctica mantienen una relación híbrida entre sí.

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Shapiro, Alan N. «The Paradox of Foreseeing the Future». Hypermodernism,
Hyperreality, Posthumanism: Blog and Project Archive about Media Theory,
Science Fiction Theory, and Creative Coding. 17 de febrero de 2016.
https://www.alan-shapiro.com/the-paradox-of-foreseeing-the-future/

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