Realidad y Apariencia.
Realidad y Apariencia.
Ahora sí, ¿de dónde sale esa idea de que atrás de lo “aparente” hay algo “real”?
El concepto de esencia
aletheia
Esta palabra significaba desocultamiento. Es decir:
consideraban que existía un ser, una realidad esencial, que
estaba de alguna forma oculta tras la apariencia de las cosas; y que alcanzar la verdad
significaba revelar esa realidad tras las apariencias, desocultarla.
Es decir: lo que se nos presenta está “ocultando” algo. De lo que se trata, si uno quiere
alcanzar la verdad, si uno quiere conocer la realidad, es de “des-ocultar” ese algo,
destaparlo, ver lo que hay detrás.
Esto supone un dualismo: es decir, considerar que existen dos cosas diferentes:
-un mundo real donde se encuentra verdaderamente la esencia de las cosas
-y otro mundo aparente, identificado por la manera en que se nos presentan las cosas,
que no es más que una ilusión y encubre al mundo real.
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Sobre este dualismo se ha construido todo el pensamiento filosófico sobre la realidad
(es decir, todo el pensamiento metafísico) occidental.
El primero en plantear este dualismo fue un filósofo griego antiguo, presocrático,
llamado Parménides. Parménides no solo distinguió lo aparente de lo real sino que
creía que aquel mundo real que se escondía tras lo aparente tenía que ser algo
inmóvil, permanente, estable; algo que pudiera fundamentar el movimiento, el
cambio y la inestabilidad que podemos apreciar en nuestra vida cotidiana.
Luego de Parménides, quien ha acentuado esta diferencia entre el mundo real y el
mundo aparente es Platón, a quien veremos a continuación.
Más arriba y más lejos de ellos hay la luz de un fuego que brilla detrás de
ellos, y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual
imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los
titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo,
los muñecos.
-Me lo represento.
-Ahora imagínate que del otro lado del tabique pasan sombras que llevan toda
clase de utensilios y figurillas de hombres, y otros animales hechos en piedra
y a madera y de todas clases y entre los que pasan unos hablan y otros se
callan.
-Extraña comparación haces y extraños son esos prisioneros.
-Pero son como nosotros. Porque, en primer lugar, ¿crees que han visto de sí
mismos o unos de otros otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego
en la parte de la caverna que tienen frente a ellos?
-Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
-Y lo mismo con los objetos que llevan los que pasan, no pueden mirar más
que lo proyectado por el fuego.
-Ciertamente.
-Pues bien, si dialogaran entre sí, ¿no crees que entenderían que es a las
cosas reales que están nombrando, tal como las ven?
-Necesariamente.
-Y si la prisión tuviera un eco desde el lado que tienen delante, y alguno de
los que pasan del otro lado del tabique hablase, ¿te parece que creerán que lo
que oyen proviene de otra cosa que de la sombra que pasa delante de ellos?
-No, por Zeus.
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-¿Y los prisioneros no tendrán por real otra cosa que las sombras de los
objetos artificiales?
-Es de toda necesidad.
- Examina ahora qué les sucedería naturalmente si se produjese una
liberación de sus cadenas y una curación de su ignorancia. Si se liberase a
uno de ellos y forzase a levantarse repentinamente y a volver el cuello y
marchar mirando la luz, al hacer todo esto sufriría y a causa del
descubrimiento sería incapaz de ver aquellas cosas cuyas sombras había visto
antes. ¿Qué crees que respondería si se le dijese que lo que ha visto hasta
entonces eran tonterías, y que, en cambio, ahora está más próximo a la
verdad y vuelto hacia cosas más puras y mira correctamente? ¿Y si se le
mostrara cada uno de los hombres que pasaban del otro lado del tabique y se
lo obligara a contestar a preguntas sobre lo que son, no crees que se sentirá
en dificultades y que considerará las cosas que antes veía como más
verdaderas que las que se le muestran ahora?
-Mucho más verdaderas.
-Pues bien, y si se lo forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los
ojos y trataría de eludir [la luz] y volverse hacia aquellas cosas que podía
mirar, considerando que ésas son realmente más claras que las que se le
muestran?.
-Así es.
-Y si por la fuerza se lo hiciera arrastrar por una escarpada y empinada
cuesta, sin soltarlo antes de llevarlo hasta la luz del sol, ¿acaso no sufriría y
se irritaría por ser arrastrado y después de
llegar a la luz, tendría a los ojos llenos de
fulgores que le impedirían ver uno solo de
los objetos que ahora decimos verdaderos?
-Ciertamente, si le sucede repentinamente.
-Tendría que acostumbrarse, para poder
llegar a mirar las cosas de arriba.
Primeramente mirarla con mayor facilidad
las sombras, y después las figuras de los
hombres y de las otras cosas reflejadas en
las aguas, luego los hombres y las cosas
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mismas. En seguida, contemplaría de noche las cosas que hay en el cielo y el
cielo mismo, mirando la luz de los astros y a la luna, más fácilmente que
durante el día, el sol y la luz del sol.
-Claro está.
-Por fin, pienso, podría mirar el sol no en imágenes en el agua ni en otros
medios, sino en-sí y por-sí, en su propia región, y contemplar cómo es.
-Necesariamente.
-Y después de esto, con respecto al sol concluiría que es lo que producen las
estaciones y años y que gobierna todo lo que hay en el lugar, que se ve, y que
es causa, de algún modo, de las cosas que ellos habían visto.
-Es evidente que llegaría a estas conclusiones después de todo esto.
-Ahora bien, si él se acuerda de su primera morada, y de la sabiduría que allí
se creía tener, así como de sus compañeros de cautiverio, ¿no crees que se
sentiría feliz del cambio y se apiadaría de ellos?
-Ciertamente.
-Respecto de los honores y elogios que se daban unos a otros, y de las
recompensas para el que con mayor agudeza divisaba las cosas que pasaban
detrás del tabique, y al que más se acordaba cuáles habían desfilado antes y
cuáles después en forma habitual, y a aquel de ellos que fuera más capaz de
adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría ansioso respecto a ellos y
que envidiaría a los más honrados y poderosos de aquéllos? ¿0 no le pasaría
como el Aquiles de Homero, y preferiría ser un labrador que fuera siervo de un
hombre pobre o soportar cualquier cosa antes que volver a su anterior modo
de conjeturar y la vida de otrora?
-Yo también creo que padecería cualquier cosa antes que soportar la vida de
otrora.
-Y ahora concibe esto. Si descendiera nuevamente y ocupara su propio
asiento anterior ¿no tendría los ojos ofuscados por tinieblas, al llegar
repentinamente del sol?
-Claro que sí.
-Y si él tuviera que discriminar nuevamente aquellas sombras en ardua
competencia con aquellos que
han tenido siempre cadenas,
vería confusamente hasta que
los ojos se reacomodaran a ese
estado y se acostumbraran
nuevamente, en un tiempo nada
breve, ¿no se expondría al
ridículo y a que se dijera de él
que, por haber subido hasta lo
alto, se hubiese estropeado los
ojos, y que ni siquiera valía la
pena intentar marchar arriba? Y
si intentara desatarlos y
conducirlos hasta arriba, si
pudieran tenerlo en sus manos
y matarlo, ¿no lo matarían?
-Seguramente.
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Interpretación de la alegoría
-Pues bien, debemos aplicar esta alegoría a las cosas que anteriormente han
sido dichas. Por un lado, comparamos la región que se muestra por medio
de la vista a la morada-prisión, y la luz del fuego La idea de “Bien” no debe
que hay en ella a la potencia del sol; por otro lado,
entenderse solo en sentido moral,
toma el ascenso y contemplación de las cosas
que hay arriba al camino del alma desde el lugar sino como equivalente de
pensable y no te equivocarás en cuanto a lo que “Orden”. El Bien es un principio de
pienso, ya que es eso lo que deseas oír. Dios sabe racionalidad que ordena las ideas
si esto es verdad en realidad; en todo caso, lo que a para que todo sea como debe ser.
mí me parece es que en lo cognoscible lo que
aparece al final, y con dificultad de la vista, es la
Idea del Bien.
Una vez percibida, ha de concluir que es la causa de todas las cosas
rectas y bellas que, en el lugar visible ha engendrado la luz y es su señor, y
que en el lugar pensable es señora y productora de la verdad y del
pensamiento (noús), y que es necesario verla para poder obrar con sabiduría
tanto privada como públicamente.
-Comprendo, en la medida que pueda entenderte.
-Mira entonces también si convienes en esto, y no te asombres de que los que
han llegado allí no estén dispuestos a ocuparse de las cosas humanas, sino
que las almas aspiran a pasar el tiempo arriba; lo cual es natural, si la
alegoría narrada tiene vigencia.
-Muy natural.
(...)
-En tal caso, es necesario considerar, si todo esto es verdad, que la educación
no es tal como proclaman algunos que es. Dicen que, al no estar la ciencia en
el alma, ellos la ponen, como si se pusiera la vista en ojos ciegos.
-Ellos dicen eso, en efecto.
-Ahora bien, el presente relato quiere significar que el alma de cualquiera
tiene en sí el poder de aprender y el instrumento para ello, y que, así
como el ojo no puede volverse hacia la luz dejando las tinieblas si no gira con
todo el cuerpo, así es con toda el alma que hay que volverse desde lo
engendrado, hasta que llegue a ser capaz de soportar el contemplar la
realidad, y lo más brillante de lo que es, que es lo que llamamos el Bien. ¿No
es así?
-Así es.
N° 4 – FILOSOFÍA Y CRÍTICA DE LOS SABERES – 1° BACH.DIV. –
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Aclaremos algunos puntos: la teoría de las ideas de
Platón
Con la separación entre el mundo sensorial y el mundo que nos ofrece la razón, Platón
divide la realidad en dos grandes ámbitos:
1-El_mundo_inteligible
Es ese ansiado mundo “real” que se encuentra tras las apariencias falsas, cambiantes y
engañosas que percibimos mediante nuestros sentidos. Este mundo no se puede
conocer, entonces, mediante las sensaciones, sino mediante la razón. Ya que no es
sensible, es además intemporal, inespacial y, por tanto, inmutable. No está
compuesto por las cosas que podemos ver y tocar sino por las
ideas
Las ideas son la verdadera realidad ya que, a diferencia del mundo sensible que captan
nuestros sentidos y que es continuamente cambiante, son eternas e inmutables. Son,
de hecho, el “modelo” de cada una de las cosas que compone el mundo sensible.
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están detrás de las manifestaciones imperfectas de lo sensible. Al conocimiento parcial
e imperfecto de lo sensible Platón le llama “doxa” u opinión, mientras que el
conocimiento de las ideas, del mundo inteligible (¡el verdadero conocimiento!), le
llama “episteme”: ciencia.
Hay muchos filósofos que sostienen que conocemos mediante la experiencia: a través
de nuestros sentidos, de lo que podemos ver, oler o tocar. Es decir, que cuando
nacemos nuestra mente es una especie de cuaderno en blanco que se irá llenando, a lo
largo del tiempo, con todas las experiencias de nuestra vida. Esos filósofos se llaman
EMPIRISTAS.
Sin embargo, hay otros filósofos que consideran que la verdadera forma en que el
hombre conoce no es mediante los sentidos, sino a través de las ideas, la razón y el
pensamiento. Se trata de filósofos RACIONALISTAS.
Platón, como podrás imaginar a esta altura, se encuentra en este segundo grupo. De
hecho, es considerado uno de los primeros filósofos racionalistas.
Ahora bien, si no conocemos con la experiencia, entonces ¿de qué forma aprendemos
las cosas?
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como la posibilidad de relacionar, comparar, establecer
juicios, etc. es previa a toda experiencia, y en el acto del
conocimiento lo que hacemos es recordar o reactualizar
continuamente esta posibilidad.
Con este ejemplo, además, Platón hacía referencia al
conocido método de su maestro Sócrates, la mayeútica.
Mayéutica es el arte de las parteras de ayudar a dar a luz;
Sócrates sostenía que su tarea era similar a la de las
parteras, pero lo que ayudaba a dar a luz en los demás era
el conocimiento. Es decir que el conocimiento no se
adquiere de forma externa, sino que está en uno mismo; por eso, el filósofo no debe
enseñar la verdad, sino ayudar a su interlocutor, mediante el diálogo y la orientación a
través de una serie de preguntas, a que él mismo pueda alcanzarla.
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Crítica a la distinción entre apariencia y realidad
Algunos filósofos han sido muy críticos respecto a este dualismo que distingue la apariencia
de la realidad. Principalmente en la época contemporánea (es decir, a partir del siglo XIX) se
han multiplicado las posturas que sostienen que es imposible mantener tal distinción.
¿Qué es desde ahora, para mí la “apariencia”? No ciertamente lo contrario de un ser cualquiera: ¿qué
puedo enunciar de este ser si no son los atributos de su apariencia? ¡No es ciertamente una máscara
inanimada lo que se podría poner y quizá quitar a una X desconocida! La apariencia es para mí la vida y
la acción misma.
La idea de fenómeno
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