65 12DTO LC 9, 11-17 CORPUS CHRISTI Cuerpo y Sangre Gen 14,18-20 1co 11,23-26
65 12DTO LC 9, 11-17 CORPUS CHRISTI Cuerpo y Sangre Gen 14,18-20 1co 11,23-26
Año Impar Ciclo C (Gen 14, 18-20; 1Co 11, 23-26; Lc 9, 11-17)
Festividad del CORPUS CHRISTI, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO
✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de
todos los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi mente
y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar, sorprender,
seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.
✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén
✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del Padre.
Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“CUERPO DE CRISTO, SÁLVAME.
SANGRE DE CRISTO, EMBRIÁGAME…”
«Betsaida. Jesús multiplica el Pan… y eran unos cinco mil hombres».
«Dijo Jesús: Mandadles que se sienten por grupos de cincuenta».
«Tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo,
pronunció la bendición, los partió y dio para su distribución a la gente»
«Comieron hasta saciar, y de los sobrantes recogieron doce canastos».
1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Sal 80, 17
El Señor los alimentó con flor de harina y los sació con miel silvestre.
Monición de entrada
Hoy, solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, cobra su relieve el mandato del Señor:
«Haced esto -la Eucaristía- en memora mía». Alegrémonos todos en el Señor,
comensales suyos; entremos en su presencia, dándole gracias. Celebremos con gozo el
sagrado banquete, memorial de Jesucristo, de su Pascua, y prenda de vida eterna en el
reino glorioso.
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado
Misa de Domingo, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, solemnidad, ciclo C. 22 de Junio
2025
La oración colecta de la misa de hoy subraya la conexión de la Eucaristía con la Pasión
de Cristo, de la que es memorial. La paz y la unidad de la Iglesia están en el fondo de la
orac. sobre las ofrendas. En la orac. después de la comunión se subraya la dimensión
escatológica de la comunión, «signo del banquete del reino» que nos llenará del gozo de
la divinidad. La liturgia de la Palabra nos presenta el sacrificio de Melquisedec, anticipo
del de la misa (1 lect.). El sal. resp. nos recordará a Cristo como único y eterno
sacerdote de la Nueva Alianza. En la 2 lect. se nos recuerda que la eucaristía es el
memorial de la muerte del Señor. Y el Ev. nos narra la multiplicación de los panes, signo
profético del banquete mesiánico que es la comunión eucarística.
• Directorio sobre la piedad popular y la liturgia
La solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor
160. El Domingo después de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra la solemnidad del
santísimo Cuerpo y Sangre del Señor. La fiesta, extendida en 1269 por el Papa Urbano IV
a toda la Iglesia latina, por una parte constituyó una respuesta de fe y de culto a
doctrinas heréticas acerca del misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, por
otra parte fue la culminación de un movimiento de ardiente devoción hacia el augusto
Sacramento del altar.
La piedad popular favoreció el proceso que instituyó la fiesta del Corpus Christi; a su vez,
esta fue causa y motivo de la aparición de nuevas formas de piedad eucarística en el
pueblo de Dios.
Durante siglos, la celebración del Corpus Christi fue el principal punto de confluencia de
la piedad popular a la Eucaristía. En los siglos XVI-XVII, la fe, reavivada por la necesidad
de responder a las negaciones del movimiento protestante, y la cultura – arte, literatura,
folclore – han contribuido a dar vida a muchas y significativas expresiones de la piedad
popular para con el misterio de la Eucaristía.
161. La devoción eucarística, tan arraigada en el pueblo cristiano, debe ser educada
para que capte dos realidades de fondo:
- que el punto de referencia supremo de la piedad eucarística es la Pascua del Señor; la
Pascua, según la visión de los Padres, es la fiesta de la Eucaristía, como, por otra parte,
la Eucaristía es ante todo celebración de la Pascua, es decir, de la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesús;
- que toda forma de devoción eucarística tiene una relación esencial con el Sacrificio
eucarístico, ya porque dispone a su celebración, ya porque prolonga las actitudes
cultuales y existenciales suscitadas por ella.
A causa precisamente de esto, el Rituale Romanum advierte: "Los fieles, cuando veneran
a Cristo, presente en el Sacramento, recuerden que esta presencia deriva del Sacrificio y
tiende a la comunión, sacramental y espiritual".
162. La procesión de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo es, por así decir, la
"forma tipo" de las procesiones eucarísticas. Prolonga la celebración de la Eucaristía:
inmediatamente después de la Misa, la Hostia que ha sido consagrada en dicha Misa se
conduce fuera de la iglesia para que el pueblo cristiano "dé un testimonio público de fe y
de veneración al Santísimo Sacramento".
Los fieles comprenden y aman los valores que contiene la procesión del Corpus Christi:
se sienten "Pueblo de Dios" que camina con su Señor, proclamando la fe en Él, que se ha
hecho verdaderamente el "Dios con nosotros".
Con todo, es necesario que en las procesiones eucarísticas se observen las normas que
regulan su desarrollo, en particular las que garantizan la dignidad y la reverencia
debidas al santísimo Sacramento; y también es necesario que los elementos típicos de la
piedad popular, como el adorno de las calles y de las ventanas, la ofrenda de flores, los
altares donde se colocará el Santísimo en las estaciones del recorrido, los cantos y las
oraciones "muevan a todos a manifestar su fe en Cristo, atendiendo únicamente a la
alabanza del Señor", y ajenos a toda forma de emulación.
163. Las procesiones eucarísticas concluyen, normalmente, con la bendición del
santísimo Sacramento. En el caso concreto de la procesión del Corpus Christi, la
bendición constituye la conclusión solemne de toda la celebración: en lugar de la
bendición sacerdotal acostumbrada, se imparte la bendición con el santísimo
Sacramento.
Es importante que los fieles comprendan que la bendición con el santísimo Sacramento
no es una forma de piedad eucarística aislada, sino el momento conclusivo de un
encuentro cultual suficientemente amplio. Por eso, la normativa litúrgica prohíbe "la
exposición realizada únicamente para impartir la bendición".
La adoración eucarística
164. La adoración del santísimo Sacramento es una expresión particularmente
extendida del culto a la Eucaristía, al cual la Iglesia exhorta a los Pastores y fieles.
Su forma primigenia se puede remontar a la adoración que el Jueves Santo sigue a la
celebración de la Misa en la cena del Señor y a la reserva de las sagradas Especies. Esta
resulta muy significativa del vínculo que existe entre la celebración del memorial del
sacrificio del Señor y su presencia permanente en las Especies consagradas. La reserva
de las Especies sagradas, motivada sobre todo por la necesidad de poder disponer de las
mismas en cualquier momento, para administrar el Viático a los enfermos, hizo nacer en
los fieles la loable costumbre de recogerse en oración ante el sagrario, para adorar a
Cristo presente en el Sacramento.
De hecho, "la fe en la presencia real del Señor conduce de un modo natural a la
manifestación externa y pública de esta misma fe (...) La piedad que mueve a los fieles a
postrarse ante la santa Eucaristía, les atrae para participar de una manera más profunda
en el misterio pascual y a responder con gratitud al don de aquel que mediante su
humanidad infunde incesantemente la vida divina en los miembros de su Cuerpo. Al
detenerse junto a Cristo Señor, disfrutan su íntima familiaridad, y ante Él abren su
corazón rogando por ellos y por sus seres queridos y rezan por la paz y la salvación del
mundo. Al ofrecer toda su vida con Cristo al Padre en el Espíritu Santo, alcanzan de este
maravilloso intercambio un aumento de fe, de esperanza y de caridad. De esta manera
cultivan las disposiciones adecuadas para celebrar, con la devoción que es conveniente,
el memorial del Señor y recibir frecuentemente el Pan que nos ha dado el Padre".
165. La adoración del santísimo Sacramento, en la que confluyen formas litúrgicas y
expresiones de piedad popular entre las que no es fácil establecer claramente los
límites, puede realizarse de diversas maneras:
- la simple visita al santísimo Sacramento reservado en el sagrario: breve encuentro con
Cristo, motivado por la fe en su presencia y caracterizado por la oración silenciosa;
- adoración ante el santísimo Sacramento expuesto, según las normas litúrgicas, en la
custodia o en la píxide, de forma prolongada o breve;
- la denominada Adoración perpetua o la de las Cuarenta Horas, que comprometen a
toda una comunidad religiosa, a una asociación eucarística o a una comunidad
parroquial, y dan ocasión a numerosas expresiones de piedad eucarística.
En estos momentos de adoración se debe ayudar a los fieles para que empleen la
Sagrada Escritura como incomparable libro de oración, para que empleen cantos y
oraciones adecuadas, para que se familiaricen con algunos modelos sencillos de la
Liturgia de las Horas, para que sigan el ritmo del Año litúrgico, para que permanezcan en
oración silenciosa. De este modo comprenderán progresivamente que durante la
adoración del santísimo Sacramento no se deben realizar otras prácticas devocionales
en honor de la Virgen María y de los Santos. Sin embargo, dado el estrecho vínculo que
une a María con Cristo, el rezo del Rosario podría ayudar a dar a la oración una profunda
orientación cristológica, meditando en él los misterios de la Encarnación y de la
Redención
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.
✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
• Jesús, sé que estás aquí. No te veo, pero lo sé. Dame una visión cada vez más clara y
profunda. Dame una fe que no dude de tu presencia. “Hijo de David” escucha mi
oración. Ve mi pobreza y ten compasión de mí. Permíteme entrar en tu presencia. Dejo
todos mis mantos y seguridades a un lado; me pongo delante de Ti tal cual soy. Tú me
conoces, me llamas por mi nombre y me miras con amor. Sabes bien mis pecados y mis
cegueras y aún así me amas. No tengo vergüenza de presentarme ante Ti con mis
pecados. De hecho pongo delante de Ti mis heridas y mis llagas para que Tú las sanes.
Te abro las puertas de mi alma de par en par.
✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.
Liturgia Viva del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
La forma más frecuente de contacto con la Iglesia es, para casi todos los católicos, la
Misa Dominical. Es bueno preguntarnos hoy: ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué estamos
haciendo? ¿Por qué ha de ser la Eucaristía la que nos una como comunidad? Porque la
Eucaristía es el Señor mismo. La Eucaristía nos asegura a nosotros, creyentes, que el
Señor está aquí, que él se hace presente no sólo en el Santísimo Sacramento, sino en
cada uno de nosotros y en nuestras comunidades. Él nos garantiza, a los que creemos en
Él, que Él va caminando con nosotros como nuestro compañero en la vida. Más todavía,
Él nos muestra en la eucaristía cómo vivir como Él, darnos a nosotros mismos con Él.
¿Cómo rompernos como él, los unos para los otros, y cómo dar gracias a Dios, y a cada
uno de nosotros también. Unámonos ahora a Jesús en su acción de gracias al Padre.
✞ ✞ ✞ Acto penitencial
Nuestra vida es todavía muy diferente de la de Jesús, ya que somos pecadores,
necesitados de perdón. Pedimos ahora el perdón y la fuerza del Señor. (Pausa)
Señor Jesús, en la Eucaristía Tu te das a nosotros como comida compartida. ¡A Ti toda
nuestra gratitud y alabanza!
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, en la Eucaristía Tú nos invitas a hacernos, Contigo, alimento y bebida para
la vida del mundo. ¡A Ti toda nuestra gratitud y alabanza!
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, en la Eucaristía Tú nos das la fuerza para vivir de la forma como Tú viviste:
entregado a Dios y a los hombres. ¡A Ti toda nuestra gratitud y alabanza!
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor, únenos más a Ti, perdonándonos y haciéndonos
participar más profundamente de tu vida. Llévanos a la vida eterna. Amén.
✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.
Monición al Gloria. Con los ángeles y santos, alabemos y glorifiquemos a Dios, Padre
todopoderoso, por su Hijo Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo.
• Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del mundo, ten
piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica. Tú que
estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque solo Tú eres Santo,
solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios
Padre.
✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
Oh, Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te
pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu
Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú,
que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos
de los siglos.
Oremos para que el Espíritu Santo nos dé una auténtica hambre del Señor. (Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro: Tú sacias a los hambrientos con el alimento que necesitan, y no
dejas a los pobres partir con las manos vacías. Sigue proclamándonos la Palabra de tu
Hijo como inspiración y guía de nuestra vida. Que Jesús nos sustente y nos restaure con
su pan de vida y nos rejuvenezca con su bebida de alegría, para que sepamos compartir
nuestras personas, los unos con los otros, y llegar a alegrarnos mutuamente. Que tu pan
de vida sea la prenda de tu dicha y felicidad eternas. Te lo pedimos por Cristo nuestro
Señor.
2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Génesis 14, 18-20
Una Alianza por medio de Pan y Vino. Melquisedec, sacerdote y rey de
Jerusalén, dio la bienvenida a Abrahán con una comida de alianza, ofreciendo
pan y vino.
--- En los signos de pan y vino de la eucaristía, Jesús nos fortalece en la alianza
con el Padre.
En aquellos días,
18 Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, le ofreció pan y vino
19 y lo bendijo diciendo: Que el Dios Altísimo, que hizo el cielo y la tierra, bendiga a
Abrán.
20 Bendito sea el Dios Altísimo que te ha dado la victoria, sobre tus enemigos. Y Abrán le
dio el diezmo de todo.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
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• Podría ser útil señalar que la breve introducción litúrgica a esta perícopa inserta el
encuentro entre Abrán y la misteriosa figura de Melquisedec dentro de los
acontecimientos de Génesis 14. El autor de este capítulo une Abrán a la historia de los
grandes reinos de oriente (cf. w. 1-12): Lot ha sido hecho prisionero en una de las
batallas por la supremacía sobre el territorio, y sólo Abrán, pariente suyo, consigue
liberarle y recuperar el botín sustraído al rey de Sodoma, que por ello querrá mostrarse
agradecido a Abrán por el desenlace de esta empresa (cf. w. 13-16.21-24).
De modo semejante, tiene también lugar el encuentro con un sacerdote que no es
asimilable a ninguna institución israelita: Melquisedec, rey de Salem. Esta figura ha sido
interpretada por la tradición de varios modos: como figura del rey David (cf. Sal 110) -y
por consiguiente del Mesías- y, no en último lugar, como figura del sacerdocio de Cristo,
que supera el sacerdocio levítico (cf. Heb 5-7). Es probable que se trate, en realidad, de
una transcripción mítica de la figura del sumo sacerdote en el período siguiente al exilio
y tome de él todas las prerrogativas (reales y sacerdotales). Para quedarnos en el
fragmento que se nos propone hoy, vale la pena detenernos en dos gestos que éste
realiza. En primer lugar, la ofrenda del pan y el vino. Con ello realiza un rito que tiene un
significado particular en el interior de la fenomenología de las religiones. Si el gesto de la
ofrenda significa gratitud al «Dios altísimo» (v. 18) por la riqueza de los dones de la
tierra y por el alimento que ella pone a disposición de la humanidad, al mismo tiempo se
convierte en una invitación dirigida a la divinidad para que participe en un banquete de
comunión, a fin de compartir los productos de la creación: el pan como signo de fuerza y
el vino como signo de alegría.
En segundo lugar, la bendición. La bendición bíblica no es un gesto de hechicería, un
augurio de benevolencia, una promesa vacía: bendecir pretende significar una palabra
eficaz que lleva salvación y paz a quien es bendecido. Para Abrán, ser bendecido es
convertirse en un gran pueblo, tener un nombre grande y una gran descendencia en
todas las familias de la tierra (cf. Gn 12,1-3). A partir de ahí se comprende que la fuente
de la bendición sólo puede ser la Palabra eficaz de Dios; sólo de Dios puede partir la
bendición. Con la fuerza de esta bendición, el que ha sido bendecido por Dios puede, a
su vez, bendecir a Dios, para llevar de nuevo a él su propia existencia (cf. este doble
valor de la bendición en los w. 19ss o, en el Nuevo Testamento, en Ef 3,3). De este
modo, ofrenda y bendición, comunión y salvación, vienen a formar una unidad entre
ellas, convirtiéndose en signo del cumplimiento de las promesas.
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El relato presenta a Abrám bendecido por el rey-sacerdote Melquisedec. Éste ofrece pan
y vino, y bendice al Dios creador del cielo y la tierra. En este personaje y en el gesto
sagrado, el Nuevo Testamento ve un anticipo de la figura de Cristo, sumo y eterno
sacerdote de la nueva alianza.
✞ ✞ ✞ Salmo
Sal 109,1.2.3.4
R/. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado
de tus pies.»
R/. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
R/. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te
engendré, como rocío, antes de la aurora.»
R/. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de
Melquisedec.»
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
✞ ✞ ✞ Segunda lectura: 1 Corintios 11, 23-26
El Banquete de la Venida del Señor. Pablo nos cuenta cómo Jesús instituyó la
Eucaristía en la Última Cena. Nosotros deberíamos seguir celebrando la
Eucaristía para acelerar la venida de su reino de amor y justicia entre
nosotros, y para prepararnos para su gloriosa venida final.
Hermanos:
23 Por lo que a mí toca, del Señor recibí la tradición que os he transmitido; a saber: que
Jesús, el Señor, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan
24 y, después de dar gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, entregado por
vosotros; haced esto en memoria mía».
25 Igualmente, después de cenar, tomó el cáliz y dijo: «Este cáliz es la nueva alianza
sellada con mi sangre; cuantas veces bebáis de él, hacedlo en memoria mía».
26 Así pues, siempre que coméis de este pan y bebéis de este cáliz, anunciáis la muerte
del Señor hasta que él venga.
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• La interpretación de la Eucaristía que Pablo nos ofrece es muy antigua. Los verbos
empleados -«transmitir», «recibir» (cf. v. 23)- pretenden ser la garantía de que las
palabras que el fragmento conecta con el Señor Jesús son auténticas: se trata, en efecto,
de términos usados para describir la enseñanza rabínica, que estaba sometida a unas
reglas de transmisión precisas (cf. También 1 Cor 15,3). Precisamente, esta cadena
ininterrumpida de tradición es lo que permite interpretar a Pablo con autoridad la cena
eucarística frente a la comunidad de Corinto.
Esta vivaz comunidad, en efecto, participaba en la cena eucarística sin plantearse la
pregunta del significado real de la misma. Ésta se había convertido en un momento de
simple fiesta y encuentro, sin conexión con la historia de Jesús (cf. w. 18-21).
Precisamente, esta conexión es lo que Pablo pretende subrayar con su intervención.
Desde esta perspectiva, la cena cristiana se convierte en memorial de una historia: la
historia del Maestro de Nazaret, que, en el momento de la «entrega» (cf. v. 23; Le 22,1-
6.22.48 y passim), compartió con los suyos un banquete de comunión y, ofreciendo pan
y vino en la cena, interpretó su propia historia como el comienzo de una nueva alianza
entre Dios y su pueblo (v. 25). Las palabras de Jesús están dotadas de un vigoroso
realismo, hasta tal punto que el recuerdo no se queda simplemente en el pasado, sino
que entra en el presente para transformarlo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con
mi sangre; cuantas veces bebáis de él, hacedlo en memoria mía» (v. 25). El comentario
final a nuestro fragmento retoma exactamente esta sugerencia: la cena eucarística se
convierte en anuncio de la eficacia de la muerte y de la resurrección de Jesús en toda la
historia: pasada, presente y futura.
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Pablo nos frece ya una versión “eclesial” del relato de la Cena, a diferencia del relato de
Lucas (22, 19-20), donde la bendición sobre el pan está aún separada de la bendición
sobre el vino, las dos reunidas en el ritual de las comunidades paulinas. Pablo insiste,
además, sobre la comida del Señor como proclamación de su muerte (vv 24-25), y la fe
en la presencia de Cristo en el corazón de la acción eucarística es ciertamente afirmada.
Finalmente, cabe decir que Pablo parece más sensible a los comportamientos y gestos
de la comunidad, mientras que los sinópticos lo son a los del ministro que preside la
celebración.
Hoy puede decirse la secuencia Lauda, Sion, salvatorem. (forma larga)
Alaba, alma mía, a tu Salvador; alaba a tu guía y pastor con himnos y cánticos.
Pregona su gloria cuanto puedas, porque Él está sobre toda alabanza, y jamás podrás
alabarle lo bastante.
El tema especial de nuestros loores es hoy el pan vivo y que da vida.
El cual se dio en la mesa de la sagrada cena al grupo de los doce apóstoles sin género
de duda.
Sea, pues, llena, sea sonora, sea alegre, sea pura la alabanza de nuestra alma.
Pues celebramos el solemne día en que fue instituido este divino banquete.
En esta mesa del nuevo rey, la pascua nueva de la nueva ley pone fin a la pascua
antigua.
Lo viejo cede ante lo nuevo, la sombra ante la realidad, y la luz ahuyenta la noche.
Lo que Jesucristo hizo en la cena, mandó que se haga en memoria suya.
Instruidos con sus santos mandatos, consagramos el pan y el vino, en sacrificio de
salvación.
Es dogma que se da a los cristianos, que el pan se convierte en carne, y el vino en
sangre.
Lo que no comprendes y no ves, una fe viva lo atestigua, fuera de todo el orden de la
naturaleza.
Bajo diversas especies, que son accidentes y no sustancia, están ocultos los dones más
preciados.
Su Carne es alimento y su Sangre bebida; mas Cristo está todo entero bajo cada especie.
Quien lo recibe no lo rompe, no lo quebranta ni lo desmembra; recíbese todo entero.
Recíbelo uno, recíbenlo mil; y aquel lo toma tanto como estos, pues no se consume al
ser tomado.
Recíbenlo buenos y malos; mas con suerte desigual de vida o de muerte.
Es muerte para los malos, y vida para los buenos; mira cómo un mismo alimento
produce efectos tan diversos.
Cuando se divida el Sacramento, no vaciles, sino recuerda que Jesucristo tan entero está
en cada parte como antes en el todo.
No se parte la sustancia, se rompe solo la señal; ni el ser ni el tamaño se reducen de
Cristo presente.
He aquí el pan de los ángeles, hecho viático nuestro; verdadero pan de los hijos, no lo
echemos a los perros.
Figuras lo representaron: Isaac fue sacrificado; el cordero pascual, inmolado; el maná
nutrió a nuestros padres.
Buen Pastor, Pan verdadero, ¡oh, Jesús!, ten piedad. Apaciéntanos y protégenos; haz que
veamos los bienes en la tierra de los vivientes.
Tú, que todo lo sabes y puedes, que nos apacientas aquí siendo aún mortales, haznos allí
tus comensales, coherederos y compañeros de los santos ciudadanos.
Amen.
✞ ✞ ✞ Aleluya:
Aleluya Jn 6, 51
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo -dice el Señor-; el que coma de este pan
vivirá para siempre.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que
anuncies dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo”
✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Lucas 9, 11-17
Jesús Da de Comer a los Hambrientos. Jesús acoge a todos los que van a Él,
pronuncia su palabra liberadora, y les da alimento cuando tienen hambre.
En la eucaristía Cristo se entrega a sí mismo por nosotros y renueva la Alianza.
En aquel tiempo,
11 Jesús acogió a las muchedumbres y estuvo hablándoles del Reino de Dios y curando a
los que lo necesitaban.
12 Cuando el día comenzó a declinar, se acercaron los Doce y le dijeron: -Despide a la
gente para que se vayan a las aldeas y caseríos del contorno a buscar albergue y
comida, porque aquí estamos en despoblado.
13 Jesús les dijo: -Dadles vosotros de comer. Ellos le replicaron: -No tenemos más que
cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda
esa gente.
14 Eran unos cinco mil hombres. Dijo entonces Jesús a sus discípulos: -Mandadles que se
sienten por grupos de cincuenta.
15 Así lo hicieron, y acomodaron a todos.
16 Luego, Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció
la bendición, los partió y se los iba dando a los discípulos para que los distribuyeran
entre la gente.
17 Comieron todos hasta quedar saciados, y de los trozos sobrantes recogieron doce
canastos.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.
✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”
Reflexiona con las siguientes palabras del Padre Juan José Paniagua:
El s. XIII vio nacer en la cristiandad la fiesta del Corpus Christi. No es que antes no
hubiera devoción a la Eucaristía pues la hubo desde el principio mismo de la vida de la
Iglesia, como lo atestiguan los Hechos de los apóstoles que nos cuentan que los
discípulos de Jesús: «acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la
comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (Hch2,42). Una serie de circunstancias
históricas y eclesiales fueron el marco para que luego de un proceso de maduración el
Papa Urbano IV instituyese esta fiesta en el año 1264. Desde entonces paulatinamente
se fue difundiendo por todo el mundo cristiano. Por cierto, fue con ocasión de esta fiesta
que el Papa encargó a Santo Tomás de Aquino la elaboración de los textos del oficio
litúrgico y la Misa, algunos de los cuales alimentan nuestra devoción eucarística hasta
hoy. Pensemos, por ejemplo, en himnos como el Adoro te devoteo el Pange lingua, cuya
última estrofa, conocida como Tantum ergo,se canta en la reserva luego de la Exposición
del Santísimo.
Es interesante notar que la celebración de esta festividad ha tenido desde sus inicios
fervientes y públicas manifestaciones como, por ejemplo, la procesión del Santísimo por
las calles de las ciudades. De hecho, en el origen de la institución de la fiesta del Corpus
Christi hubo una procesión de un pueblo llamado Bolzano a otro llamado Orvieto (Italia),
en la que se trasladaron las reliquias del milagro eucarístico ocurrido en el primero.
Dependiendo de la idiosincrasia y las costumbres de pueblos y naciones, las expresiones
en la plaza pública de la fe en la Eucaristía han cobrado diversos tintes y colores.
Esto nos habla de un asunto muy importante: nuestra fe no es un asunto meramente
privado, destinado a estar encerrado en la sacristía de las iglesias o aislado en la
interioridad de las personas. La fe en Jesús, como lo vemos en el Evangelio, transforma
la vida y por tanto genera un dinamismo evangelizador que busca irradiar —como la luz
— e iluminar toda nuestra realidad. ¿No nos dijo Jesús: «Yo soy la luz del mundo; el que
me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida»? (Jn8,12-13).
Cuando el Señor Jesús, realmente presente en su Cuerpo y Sangre, se hace
públicamente presente en nuestras ciudades, por ejemplo en la procesión del Corpus,
nos recuerda que Él es el Señor y que si queremos que nuestra vida (personal y social)
se construya sobre cimientos sólidos que aguanten remezones y dificultades no
podemos olvidarnos de Él. Si lo hacemos, estaremos construyendo sobre arena y vendrá
el viento, la lluvia o la tormenta y todo se vendrá abajo.
Para que las expresiones públicas de nuestra fe en la sociedad sean cada vez más
auténticas y apostólicas, deben ir acompañadas —y en cierto sentido también deben
surgir— de la transformación del propio corazón. Jesús se acerca a cada uno de nosotros
en la Eucaristía y nos dice: “Déjame ser parte de tu vida y alimentarte (ver Ap3,20).
Tienes hambre y Yo soy el alimento para saciarte (ver Jn6,54-55). Hay miles que mueren
de hambre y sed y no me conocen: denles de comer”. Como discípulos suyos, cada uno
de nosotros ha recibido esta bendición y también esta responsabilidad. ¿Cómo podremos
hacerlo? Al igual que los apóstoles ante la multitud hambrienta, cometeríamos un error
si pensamos que el alimento lo tenemos que proporcionar nosotros. ¡Cuántas veces
sentimos esa “desproporción” entre lo que nos pide el Señor y nuestra realidad! “¿Cómo
voy a ser capaz de hacer esto?; ¿De dónde sacaré la fuerza?”. Este tipo de pensamientos
también los tuvieron los apóstoles: “¿Cómo alimentaremos a 5000 hombres?; no
tenemos plata; ¿quién les va a dar de comer?”. Jesús les enseña a confiar en Él. Y nos
enseña también a nosotros que Él es el único alimento verdadero, y nosotros como
discípulos suyos somos portadores de esa buena noticia. Así como alimentó a más de
5000 personas con unos pocos panes y peces, nos viene alimentando espiritualmente
hace más de dos mil años, y nos dará todo lo que necesitemos si confiamos en Él.
En esta Solemnidad Jesús se nos hace inimaginablemente cercano. Hoy es un día para
expresarle nuestro agradecimiento por quedarse con nosotros, de manera
absolutamente real y misteriosa, en la Eucaristía. El Señor nos alimenta, nos fortalece,
nos acompaña, nos sostiene cuando nos faltan las fuerzas, nos nutre interiormente.
Quizá a diferencia del alimento corporal, que una vez ingerido, es procesado y asimilado
por nuestro organismo necesitado de nutrientes, cuando hablamos de alimentarnos de
Jesús, el Pan de la Vida, la dinámica es diversa. Él alimenta nuesro espíritu, sí. Pero
cuando nos acercamos a comulgar y recibimos al mismo Señor, nosotros somos también
“asimilados por Él” y somos hechos partícipes de su vida misma. No nos disolvemos en
Él, sino que por el contrario al entrar en comunión con Él, al vernos configurados con
Jesús, nos encontramos a nosotros mismos con mayor autenticidad. Es parte del misterio
de amor que es la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Jesús. A ese punto nos ama
Dios. Como decíamos, nos toca estar eternamente agradecidos con Él por tanto amor.
¿Lo visitamos y adoramos en el Santísimo? ¿Nos acercarnos con la debida preparación a
recibirlo en la Eucaristía para poder alimentarnos interiormente, unirnos a Él como lo
está la vid con el sarmiento (ver Jn15,1-8), vivir intensamente en Él la comunión entre
nosotros, y compartir esta alegría con todo el mundo?
Multiplicación de los panes
Jesús te acoge y te sana si tienes necesidad, y… ¿no tienes tú necesidad de sanación?
Entonces ve a Jesús, ve al Amor con que Dios te ama, y se hizo cuerpo del cuerpo
virginal de María Inmaculada Concebida.
Acepta la verdad de la vida. Lee la Historia del mundo y ama a Dios sobre todas las
cosas.
Hazte católico. Sé de Dios, y deja que Dios te salve y te sane. Ven, ven, la Santa Madre
Iglesia Católica, Apostólica y Romana, te espera. Tú necesitas de Ella, de una Madre
buena, que también tiene hijos malos, pero Ella, la Madre Iglesia, es buena, es de Cristo,
es de Dios.
P. Jesús
Cristo que te hace crecer
Reflexión
Por: Rafael Moya | Fuente: Cristo en la Ciudad
Hay heridas que el mundo no comprende.
Errores que otros usan para etiquetar.
Y momentos que incluso tú crees imperdonables.
Pero Cristo no se escandaliza de tus quiebres.
Él no se acerca a ti por lo que hiciste bien, sino porque te ama tal como estás.
Tus heridas no son un obstáculo para su gracia.
Son el terreno donde puede obrar con más fuerza.
Donde otros ven fracaso, Él ve tierra fértil para un milagro.
«Dadles vosotros de comer»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
Hoy es el día más grande para el corazón de un cristiano, porque la Iglesia, después de
festejar el Jueves Santo la institución de la Eucaristía, busca ahora la exaltación de este
augusto Sacramento, tratando de que todos lo adoremos ilimitadamente. «Quantum
potes, tantum aude...», «atrévete todo lo que puedas»: ésta es la invitación que nos
hace santo Tomás de Aquino en un maravilloso himno de alabanza a la Eucaristía. Y esta
invitación resume admirablemente cuáles tienen que ser los sentimientos de nuestro
corazón ante la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Todo lo que podamos hacer
es poco para intentar corresponder a una entrega tan humilde, tan escondida, tan
impresionante. El Creador de cielos y tierra se esconde en las especies sacramentales y
se nos ofrece como alimento de nuestras almas. Es el pan de los ángeles y el alimento
de los que estamos en camino. Y es un pan que se nos da en abundancia, como se
distribuyó sin tasa el pan milagrosamente multiplicado por Jesús para evitar el
desfallecimiento de los que le seguían: «Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron
los trozos que les habían sobrado: doce canastos» (Lc 9,17).
Ante esa sobreabundancia de amor, debería ser imposible una respuesta remisa. Una
mirada de fe, atenta y profunda, a este divino Sacramento, deja paso necesariamente a
una oración agradecida y a un encendimiento del corazón. San Josemaría solía hacerse
eco en su predicación de las palabras que un anciano y piadoso prelado dirigía a sus
sacerdotes: «Tratádmelo bien».
Un rápido examen de conciencia nos ayudará a advertir qué debemos hacer para tratar
con más delicadeza a Jesús Sacramentado: la limpieza de nuestra alma —siempre debe
estar en gracia para recibirle—, la corrección en el modo de vestir —como señal exterior
de amor y reverencia—, la frecuencia con la que nos acercamos a recibirlo, las veces que
vamos a visitarlo en el Sagrario... Deberían ser incontables los detalles con el Señor en la
Eucaristía. Luchemos por recibir y por tratar a Jesús Sacramentado con la pureza,
humildad y devoción de su Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Alimentó a la muchedumbre cuando ya declinaba la tarde, esto es, cuando ya se acerca
el fin de los tiempos, o cuando el Sol de Justicia iba a morir por nosotros» (San Beda el
Venerable)
«En este día de la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo queremos reconocer y
celebrar a Cristo presente entre nosotros. Y por eso salimos a la calle, para manifestar al
mundo nuestra fe, para dar testimonio y para llegar a todos con el misterio de la
Presencia de Cristo» (León XIV)
«Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió
y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, prefiguran
la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía» (Catecismo de la Iglesia Católica,
nº 1.335)
EVANGELIO ORADO
MOTIVACIÓN
Señor Jesús, Pan vivo bajado del cielo, en este día en que celebramos tu presencia real
en la Eucaristía, queremos abrir nuestro corazón a tu Palabra y a tu don. Ven y sácianos
con el alimento que da vida eterna. Enséñanos a confiar en tu providencia, como aquella
multitud que en el desierto recibió de tus manos el pan multiplicado. Que hoy, al meditar
este evangelio, comprendamos que en la fracción del pan nos das tu amor infinito, y
que, al recibirte, somos llamados a compartir el pan de la vida con nuestros hermanos.
COMENTARIO ORANTE
El evangelio de la multiplicación de los panes y los peces nos revela la providencia de
Dios, la Eucaristía y la misión de la Iglesia. Jesús atiende las necesidades del pueblo y
nos enseña que la Eucaristía es alimento espiritual y llamada a la solidaridad.
Cuando dice: «Dadles vosotros de comer», nos invita a ser parte de su obra, confiando
en que Dios multiplica lo que compartimos. Cristo, Pan de Vida, nos alimenta en la
Eucaristía y nos llama a ser pan para los demás.
En el Domingo de Corpus Christi, Jesús nos invita a recibirlo con fe y a compartir su
amor, viviendo como pan para el mundo.
PALABRA DE LOS MÍSTICOS
Así ora santa Teresita:
«Vivir de amor es darse sin medida sin reclamar salario aquí en la tierra.
Yo doy sin llevar cuentas, ¡muy segura! de que en el amor el cálculo no entra… Lo he
dado todo al Corazón divino, pura ternura…; así, ligera voy sin más carga que mi única
riqueza: vivir de amor.
Vivir de amor es navegar sin tregua, sembrando paz y gozo en las Hermanas; me urge la
caridad, Piloto amado, pues te veo de todas en las almas.
La caridad me guía, ella es mi estrella, a su luz voy bogando sin error.
Mi divisa está escrita en mi velamen: “Vivir de amor”» (Poema 17, 5.8).
CANTO: VENIMOS A ADORAR, Jésed. Ministerio de Música. CD: Quédate con nosotros, nº
1.
ORACIÓN
Señor Jesús, Pan de Vida, venimos a Ti con el corazón abierto.
Bendice y multiplica lo que somos para ser instrumentos de tu amor y compartir con
generosidad.
Padre de bondad, hoy nos das el Pan del Cielo.
Enséñanos a reconocer en la Eucaristía la fuente de unidad, de amor y de misión.
María, Madre de la Eucaristía, ayúdanos a recibir a Jesús con humildad y gratitud;
guíanos en el camino de la entrega.
Que nuestra vida sea un reflejo del amor que hemos recibido. Amén.
El don de la multiplicación realizado por Jesús está vinculado con su cruz (9,
10-17). Cf. Mc 6,30-44; 8,1-10; Mt 14,13-21; 15,32-39; Jn 6,1-15. A los discípulos que
acaban de regresar de predicar y curar al pueblode Dios les da Jesús un nuevo encargo:
tienen que alimentar al Israel reconstituido con la eucaristía.
Retorno de los doce; jesús da de comer a cinco mil personas. Cf. Me 6,30-44; Mt
14,13-21; cf. Jn 6,1-13; Mt 15,32-39; Mc 8,1-10.
10. los apóstoles: Los Doce (v. 1) reciben ahora este otro nombre (cf. 6,13).
Tomándolos consigo, se retiró privadamente a una ciudad llamada Betsaida:
Hay numerosas variantes textuales para las tres últimas palabras en los distintos
manuscritos: «ciudad» (Sa, B, L,X), «pueblo» (D), «lugar desierto de una ciudad» (A, W) o
simplemente «lugar desierto» (S*b; Mc 6,32; Mt 14,13). Betsaida, originalmente una
aldea, fue embellecida por el tetrarca Filipo (cf. 3,1) y elevada a la categoría de ciudad, a
la que llamó Julias en honor de una hija de César Augusto. Felipe, Andrés y Pedro eran
oriundos de Betsaida (Jn 1,44). No estaba realmente en Galilea, y Lucas pasa en silencio
su localización.
11. La predicación del reino de Dios y las curaciones resumen el ministerio galileo de
Jesús.
Al recibirles: Propio de Lucas. 12-17. Este episodio es el único relato de milagro común
a los cuatro evangelios; constituye la culminación del ministerio de Jesús en Galilea,
pues a partir de este momento se centrará en la instrucción de los apóstoles, mientras
sus pensamientos se dirigen cada vez más a su propio destino. Es ciertamente notorio el
simbolismo eucarístico en este relato, y la forma en que los cuatro evangelistas
conectan la multiplicación de los panes con el anuncio de la pasión subraya el rasgo
«sacrificial» de la eucaristía.
12-15. Vuelve a aparecer el tema lucano de la comida. En 4,16-9,6, este motivo
apareció, en gran parte, en los relatos que presentaban la gozosa comunión de mesa de
Jesús con los pecadores (p.ej., 5,27-32). Aquí recibe una dimensión complementaria: En
la misión del reino de Jesús, Dios está cumpliendo sus promesas de alimentar a una
creación hambrienta. Cf. 1s 25,s-6; Karris, Luke 52-57.
12. empieza a declinar: Lucas relaciona la necesidad de comida con la última hora del
día. El Evangelio de Marcos debió de ser enriquecido después que Lucas lo utilizara como
fuente, pues éste no habría dejado de consignar la razón que da Mc del milagro: «Sintió
compasión de ellos, porque le parecían como ovejas sin pastor».
13. Lucas suaviza la brusca respuesta de los apóstoles a Jesús (Mc 6,37).
16. tomando...: En cada una de las escenas de la multiplicación (Mc y Mt consignan
dos), en las palabras de la institución de la eucaristía y en la cena de Emaús (24,30)
aparecen las mismas palabras y en el mismo orden: «tomó... levantó los ojos... bendijo...
partió... dio». Lucas intensifica aún más la semejanza eucarística al suprimir la doble
alusión de Mc a los peces, centrando más la atención en el pan.
Bendijo, partió, dio: Estas palabras son iguales, casi verbatim, a las del relato lucano
de la institución de la eucaristía (22,19) y a las del relato de Emaús (24,30). De todos los
evangelistas, Lucas es el único que vincula inmediatamente este relato de multiplicación
con la predicción de la pasión y el mandato de tomar la cruz cada día (9,18-27). Celebrar
la eucaristía en memoria de Jesús (22,19) no sólo significa compartir su misión (9,1-6),
sino también su entrega y destino, que se manifiestan simbólicamente en la cruz (9,18-
27).
Discípulos: La misma palabra aparece en el v. 14, mientras que en el v. 10 se
encuentra el término «apóstoles» y en el v. 12 «los Doce». Cf. Comentarios sobre 6,12-
16 y 8,1-3. Quienes alimentan al pueblo de Dios son los discípulos, tanto hombres como
mujeres.
17. doce canastos: ¿Es que los doce apóstoles recogieron los fragmentos (Lagrange) o
hemos de ver un significado más simbólico en el número 12?
Fragmentos: La palabra griega es klasmata y se utiliza en la Didajé (9,3-4) como
término técnico para designar las partículas de la fracción eucarística.
www.santaclaradeestella.es
El regreso de los apóstoles permite a Jesús retirarse con ellos. Su intencion es,
evidentemente, revigorizar las fuerzas en un «retiro» espiritual. Sin embargo, las
muchedumbres no lo permiten. Jesus se ve obligado a acogerles, a partir con ellos el pan
de la Palabra y a renovar sus gestos de salvacion. En este marco tiene lugar un milagro
de nuevo tipo que, sin embargo, evoca algunos precedentes biblicos: el maná del
desierto (Ex 16) o la multiplicación de los panes realizada por Eliseo (2 Re 4).
Esta anocheciendo. Se encuentran en un despoblado, lejos de los centros habitados. Los
discípulos señalan a Jesus lo embarazoso de la situacion (v. 12). Su respuesta es
paradojica y no hace mas que poner de manifiesto que no hay salida. Jesus toma ahora
la iniciativa (vv. 14-16): hace disponer a la gente de manera ordenada; se trata, en
efecto, de un gran banquete. Los gestos descritos «tomó los panes», «pronunció la
bendición», «los partió y se los iba dando» evocan los de la última cena, que los lectores
conocen ya por la tradicion y por la praxis eucaristica (cf. Lc 22,19; 1 Cor 11,23-26). Los
discipulos se implican en la distribucion del pan a la muchedumbre: cinco mil hombres, a
los que se debe añadir, naturalmente, las mujeres y los niños. «Comieron todos hasta
quedar saciados», dice el salmo (Sal 37,19). Los doce canastos de sobras ponen de
relieve la abundancia del prodigio. Este prepara de cerca la confesion de Pedro.
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No hay Contexto.
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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No hay Reflexion.
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1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo
con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la
Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los
acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final
de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu
palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén.
2. Lectura
a) Clave de lectura: el contexto literario:
Nuestro texto se encuentra a mitad del evangelio de Lucas: Jesús extiende e intensifica
su misión por las aldeas de la Galilea y manda a sus doce discípulos para que le ayuden
(Lc 9,1-6). La noticia de todo esto llega a Herodes, aquel que mandó matar a Juan
Bautista ((Lc 9, 7-9) Cuando sus discípulos regresan de la misión, Jesús los invita a ir a
un lugar solitario (Lc 9,10) Aquí sigue nuestro texto que habla de la multiplicación de los
panes (Lc 9, 11-17)
En seguida Jesús hace una pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Lc 9, 18-21).
Dicho esto, por la primera vez, habla de su pasión y de su muerte y de las consecuencias
de todo esto para la vida de los discípulos (Lc 9, 22-28). Luego viene la Transfiguración,
en la que Jesús habla con Moisés y con Elías de su pasión, con el aturdimiento y la
incomprensión de parte de los discípulos (Lc 9, 44-50). Finalmente, Jesús decide ir a
Jerusalén, donde encontrará la muerte (Lc 9, 52).
b) Una división del texto para ayudar la lectura:
Lucas 9,10: Se retiran a un lugar apartado
Lucas 9,11: La gente reconoce a Jesús y Jesús acoge a la gente
Lucas 9,12: La preocupación de los discípulos por el hambre de la gente
Lucas 9, 13. La propuesta de Jesús y la repuesta de los discípulos
Lucas 14-15: La iniciativa de Jesús para resolver el problema del hambre
Lucas 9,16: La evocación y el sentido de la Eucaristía
Lucas 9,17: El gran signo: Todos comieron
c) El texto: Lucas 9,10-17
3. Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros
e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Cuál es el punto del texto que más te ha gustado o que más te ha llamado la
atención?
b) ¿Cuál es la situación de la gente, que se desprende del texto?
c) ¿Cuál es la reacción o el sentimiento de Jesús ante la situación de la gente?
d) ¿Qué hechos del Antiguo Testamento se evocan en este texto?
e) ¿Conoces iniciativas de personas que hoy dan de comer a la gente hambrienta?
f) ¿Cómo ayudamos nosotros a la gente? ¿Damos peces o enseñamos a pescar?
5. Una clave de lectura para los que desean profundizar en el tema
a) El contexto histórico de nuestro texto:
El contexto histórico del Evangelio de Lucas tiene siempre dos aspectos: el contexto del
tiempo de Jesús en los años 30, en Palestina, y el contexto de las comunidades cristianas
de los años 80, para las que Lucas escribe su Evangelio.
Al tiempo de Jesús en la Palestina, el pueblo vivía en la expectativa de que el Mesías,
cuando viniese, sería como un nuevo Moisés, y repetiría los grandes prodigios operados
por Moisés en el Éxodo: conducir al pueblo por el desierto y alimentarlo con el maná. La
multiplicación de los panes en el desierto era para la gente la gran señal de que estaba
llegando el tiempo mesiánico (Cf.6,14-15).
Al tiempo de Lucas, en las comunidades de Grecia, era importante confirmar a los
cristianos en sus convicciones de fe y orientarlos en medio de las dificultades. En el
modo de describir la multiplicación de los panes, Lucas recuerda la celebración de la
Eucaristía que se realizan en las comunidades de los años 80, y ayuda a las personas a
profundizar el significado de la Eucaristía en sus propias vidas. Además, en la misma
descripción de la multiplicación de los panes, como veremos, Lucas evoca figuras
importantes de la historia del pueblo de Dios: Moisés, Elías y Eliseo, mostrando así que
Jesús es verdaderamente el Mesías que viene a cumplir las promesas del pasado.
b) Comentario del texto:
Lucas 9,10: Jesús y los discípulos se retiran a un lugar solitario
Los discípulos regresan de la misión, a la que han sido enviados (Lc 9,1-6). Jesús los
invita a retirarse a un lugar solitario, cerca de Betsaida, al norte del lago de Galilea. El
evangelio de Marcos añade que Él los invita a descansar un poco (Mc 6,31). Describiendo
la misión de los 72 discípulos, Lucas describe la revisión de la acción misionera por parte
de Jesús, acción desarrollada por los discípulos (Lc 10, 17-20).
Lucas 9,11: La gente busca a Jesús y Jesús acoge a la gente
La gente sabe dónde se encuentra Jesús y lo sigue. Marcos es más explícito. Dice que
Jesús y sus discípulos van en barca y la gente lo sigue a pie, por otro camino, en un lugar
determinado. La gente llega primero que Jesús (Mc 6,32-33). Llegados al lugar del
descanso, viendo aquella muchedumbre, Jesús la acoge, habla del Reino y cura los
enfermos. Marcos añade que la gente parecía un rebaño sin pastor. Ante esta situación
de la gente, Jesús reacciona como “un buen pastor”, orientando a la gente con su
palabra y alimentándola con panes y peces (Mc 6, 34ss).
Lucas 9,12: La preocupación de los discípulos y el hambre de la gente
El día comienza a decaer y se acerca el ocaso. Los discípulos están preocupados y piden
a Jesús que despida a las gentes. Dicen que en el desierto no es posible encontrar
comida para tanta gente. Para ellos la única solución es que la gente vaya a las aldeas
vecinas a comprar pan. No consiguen imaginar otra posible solución.
Entre líneas sobre esta descripción de la situación de la gente, aparece algo muy
importante. Para poder estar con Jesús, la gente se olvida de comer. Quiere decir que
Jesús debe haber sabido atraer a la gente hasta el punto, de que ésta olvida todo,
siguiéndolo por el desierto.
Lucas 9,13: La propuesta de Jesús y la respuesta de los discípulos
Jesús dice: “Dadles vosotros de comer”. Los discípulos se asustan, porque sólo tienen
cinco panes y dos peces. Pero son ellos los que deben solucionar el problema y la única
cosa que le viene a la mente es que la gente vaya a comprar pan. Sólo tienen la solución
tradicional, según la cual alguno debe procurar pan para la gente.
Alguno debe procurar el dinero, comprar pan y distribuirlo a la gente, pero en aquel
desierto, esta solución es imposible. Ellos no encuentran otra posibilidad de resolver el
problema. O sea: Si Jesús insiste en no mandar a la gente a sus casas, no hay solución
para el hambre de la gente. No pasa por sus mentes que la solución podría venir de
Jesús y de la misma gente.
Lucas 9, 14-15: La iniciativa de Jesús para resolver el problema delhambre.
Había allí cinco mil personas. ¡Mucha gente! Jesús pide a los discípulos que la gente se
sientan en grupos de cincuenta. Y es aquí, cuando Lucas comienza a usar la Biblia para
iluminar los hechos de la vida de Jesús. Recuerda a Moisés. Él es, de hecho, el primero
que dio de comer a la gente hambrienta en el desierto, después de la salida de Egipto
(cf. Num cap. 1 al 4). Lucas evoca también a Eliseo. En efecto, es Eliseo quien en el
Antiguo Testamento, hace desaparecer el hambre de la muchedumbre con unos pocos
panes e incluso sobra (2 Re 4,42-44). El texto sugiere pues, que Jesús es el nuevo
Moisés, el nuevo profeta que debe venir al mundo (cf. Jn 6, 14-15). Todas las
comunidades conocían el Antiguo Testamento y a buen entendedor bastan pocas
palabras. Así van descubriendo poco a poco el misterio que envuelve la persona de
Jesús.
Lucas 9, 16. Evocación y significado de la Eucaristía
Después que el pueblo se sienta en tierra, Jesús multiplica los panes y pide a los
discípulos que lo distribuyan. Aquí es importante notar, cómo Lucas describe el hecho.
Dice: “Tomó entonces los cinco panes y los dos peces y, levantando los ojos al cielo,
pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los iba dando a los discípulos para que los
fueran sirviendo a la gente”. Este modo de hablar a las comunidades de los años 80 ( y
de todos los tiempos) hace pensar en la Eucaristía. Porque esta mismas palabras serán
usadas ( y lo son todavía) en la celebración de la Cena del Señor (22, 19). Lucas sugiere
que la Eucaristía debe llevar a la multiplicación de los panes, que quiere decir compartir.
Debe ayudar a los cristianos a preocuparse de las necesidades concretas del prójimo. Es
pan de vida que da valor y lleva al cristiano a afrontar los problemas de la gente de
modo diverso, no desde afuera, sino desde dentro de la gente.
Lucas 9,17: El gran signo: Todos comieron
Todos comieron, se saciaron y ¡sobraron cestas enteras! Solución inesperada, realizada
por Jesús y nacida desde dentro de la gente, partiendo de aquel poco que habían
llevado, cinco panes y dos peces. Y sobraron doce cestos, después que cinco mil
personas han comido ¡cinco panes y dos peces!
c) Profundizamiento: El milagro más grande
Algunos se preguntan: ¿Pero entonces, no hubo milagro?¿Fue sólo compartir? He aquí
tres reflexiones a modo de respuestas:
Primera reflexión: ¿Cuál sería hoy el milagro más grande: por ejemplo, en un
determinado día del año, el día de Navidad, todas las personas tienen qué comer,
reciben una cesta de Navidad; o podría ser que la gente comenzase a compartir su pan,
llegar a quitar el hambre a todos y que sobrara alimento para otras gentes?¿Cuál sería el
milagro más grande? ¿Qué pensáis?
Segunda reflexión: La palabra Milagro (miraculum) viene del verbo admirar. Un milagro
es una acción extraordinaria, fuera de lo normal, que causa admiración y hace pensar en
Dios. El gran milagro, el más grande de todos es (1) Jesús mismo, Dios hecho hombre.
¡Es tan extraordinariamente humano, como sólo Dios mismo puede ser humano! Otro
gran milagro (2) es el cambio que Jesús consigue obtener de la gente, habituada a
soluciones de fuera, Jesús consigue hacer que la gente afronte el problema a partir de
ella misma, a partir de los medios de que dispone. Gran milagro, cosa extraordinaria, y
(3) que mediante este gesto de Jesús todos comen y la comida sobra. Cuando se
comparte, hay siempre ...¡ y sobra! Por tanto, son tres los grandes milagros: Jesús
mismo, la conversión de las personas, el compartir los bienes que genera abundancia.
Tres milagros nacidos de la nueva experiencia de Dios como Padre, que se nos revela en
Jesús: Esta experiencia de Dios cambió todos los esquemas mentales y el modo de vivir
junto a los otros. Este es el milagro más grande: ¡ otro mundo es posible!
Tercera reflexión: Es difícil saber cómo han sucedido de hecho las cosas. Ninguno está
diciendo que Jesús no hizo el milagro. ¡Hay hechos y muchos! Pero no debemos olvidar
que el milagro más grande es la resurrección de Jesús. Por la fe en Jesús, la gente
comienza a vivir en un mundo nuevo, compartiendo su pan con los hermanos y
hermanas que no tienen nada y que están hambrientos: “Y todos distribuían lo que
tenían, y no había necesidades entre ellos” (cf. Act 4, 43). Cuando en la Biblia se
describe un milagro, la atención mayor no viene puesta en el aspecto milagroso en sí,
sino más bien en el significado que tiene para la vida y para la fe de las comunidades
que creen en Jesús, revelación del Padre. En el así llamado “primer mundo” de los países
dichos “cristianos”, los animales tienen más alimento que los seres humanos del tercer
mundo. Mucha gente tiene hambre. Quiere decir que la Eucaristía no tiene todavía la
profundidad y la raigambre que pudiera y debiera tener.
6. Oración de un salmo: 81 (80) Dios que libera y alimenta a su pueblo
¡Aclamad a Dios, nuestra fuerza, vitoread al Dios de Jacob! ¡Tañed, tocad el tamboril, la
melodiosa cítara y el arpa; tocad la trompeta por el nuevo mes, por la luna llena, que es
nuestra fiesta! Porque es una ley para Israel, una norma del Dios de Jacob; un dictamen
que impuso a José al salir del país de Egipto. Se oye una lengua desconocida: «Yo liberé
sus hombros de la carga, sus manos la espuerta abandonaron; en la aflicción gritaste y
te salvé. Te respondí oculto en el trueno te probé en las aguas de Meribá. Escucha,
pueblo mío, te conjuro, ¡ojalá me escucharas, Israel! No tendrás un dios extranjero, no
adorarás a un dios extraño. Yo soy Yahvé, tu Dios, que te saqué del país de Egipto; abre
tu boca y yo la llenaré. Pero mi pueblo no me escuchó, Israel no me obedeció; los
abandoné a su corazón obstinado, para que caminaran según sus caprichos. ¡Ojalá me
escuchara mi pueblo e Israel siguiera mis caminos, abatiría al punto a sus enemigos,
contra sus adversarios volvería mi mano! Los que odian a Yahvé lo adularían y su suerte
quedaría fijada; lo sustentaría con flor de trigo, lo saciaría con miel de la peña».
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del
Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para
seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén.
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Estamos leyendo unos fragmentos bíblicos en el marco de una fiesta particular que pone
en el centro de la reflexión de la comunidad de los creyentes y también de todo el
mundo un signo concreto. ¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué dedicamos un domingo a
reflexionar sobre el significado de la eucaristía? ¿Por qué mostramos a todos este
«secreto» nuestro como el centro de nuestra vida cristiana? Es menester que intentemos
ofrecer una respuesta a estas preguntas a la luz de la palabra de Dios que hemos leído.
De entrada, diremos que el signo del pan y del vino eucarísticos constituye el centro de
nuestra vida cristiana, porque salvan nuestro pasado. Conectan nuestra historia con una
historia «diferente», con la historia de un hombre que pasó en medio de su gente y
anunció con obras y palabras la presencia de Dios en la historia de la humanidad.
Conectan nuestra historia, nuestro pan y nuestro vino de ayer con una persona que nos
ha dado, finalmente, una palabra verdadera, atestiguando con su propia vida y su propia
muerte el valor de la verdad. Unen nuestra historia con un hombre que ha salvado su
propio momento de vida, manifestando de este modo que era Hijo de Dios.
Ahora bien, eso no basta. El pan y el vino de la eucaristía hablan también de salvación
para nuestro presente. Precisamente, mientras acogemos en nuestra vida ese pan y ese
vino, nos damos cuenta de un amor que nos sostiene, nos damos cuenta de que nuestra
vida tiene un fundamento, un alimento, la posibilidad de ser y de existir; de que se
convierte en encuentro real con nuestro sueño de siempre, un encuentro hecho de amor
y de comunión, de paz y de bendición: compartir el pan y el vino en la misma mesa es el
gran signo que nos permite comprender cómo la bendición de Dios continúa hoy en
nuestra historia, en nuestro pan y en nuestro vino de hoy.
Por último, el pan y el vino salvan también nuestro futuro: nuestra historia no encuentra
ya un cielo cerrado encima de ella; nuestra jornada ya no se extiende simplemente entre
una aurora y un ocaso; nuestra vida ya no es algo que transcurre con angustia entre un
nacimiento y una muerte. Cuando caemos en la cuenta de que nuestra historia, nuestro
pan y nuestro futuro de mañana son este cuerpo y esta sangre, cuando, al renovar el
gesto de Jesús, anunciamos su retorno, cuando el pan de cada día se vuelve frente a
nosotros el pan del futuro, podemos aferrar el anuncio que nos dice que la Palabra
inaudita se dice precisamente en nuestro día y, con él, la bendición de nuestro camino.
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No hay Reflexión.
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Corpus Christi
Queridos hermanos, paz y bien.
El comienzo del Tiempo Ordinario siempre es poco ordinario. Las solemnidades de la
Santísima Trinidad y del Cuerpo y la sangre de Cristo nos invitan a centrarnos en lo
esencial, es decir, a pensar en qué Dios creemos y cómo recibimos ese alimento que es
el mismo Cristo. Con esa intención, la Palabra de Dios nos presenta diversas realidades,
para ayudarnos hoy a profundizar en nuestra fe.
Vemos en la lectura del Antiguo Testamento de hoy una misteriosa pre-aparición
eucarística. Nos lo narra el capítulo 14 del Génesis. Abraham, el gran padre del Pueblo,
ofreció el diezmo a un extraño sacerdote. Se llamaba Melquisedec. Poco sabemos de él,
pero suficientes para considerarlo un sacerdote alternativo: su templo era el universo;
los dones que ofrecía eran «pan» y «vino»; su procedencia era desconocida; tenía poder
para bendecir; y así lo hizo con Abraham. El gran Patriarca le ofreció el diezmo y lo
reconoció como su Sacerdote.
Los primeros cristianos descubrieron muy pronto que Melquisedec era la figura de Jesús.
Más todavía: se dieron cuenta de que el sacerdocio levítico, propio del templo de
Jerusalén y de la religión de Israel, no tenía tanta fuerza profética o mesiánica, como el
sacerdocio de Melquisedec. En este sacerdote alternativo pasan a segundo plano los
ritos, las celebraciones, los sacrificios de animales; y entra en escena una ofrenda
sorprendente: pan y vino. La pre-aparición se torna aparición en la Última Cena de Jesús
con sus discípulos. Allí aparece el «sin generalogía», el Hijo de Dios, ofreciendo Pan y
Vino. Quien, ante la religión de Israel, era un mero laico, aparecía como el Gran
Sacerdote «según el orden de Melquisedec». ¡Qué bien interpretó este acontecimiento la
carta a los Hebreos y qué perspectivas abrió para darle al culto cristiano y su liturgia un
sentido diferente!
Antes de dar su Cuerpo, Jesús en la última Cena honró el cuerpo de sus discípulos,
lavándoles los pies y les pidió que se honrasen mutuamente, lavándoselos unos a otros.
Jesús tenía tanto interés en entregar su Cuerpo como en hacer que la lógica de la
entrega mutua funcionara entre los miembros de su comunidad, a los cuales Pablo llamó
«Cuerpo de Cristo». Antes de ofrecer su sangre derramada, Jesús derramó el agua
purificadora sobre cada discípulo, aunque la fuente de purificación más intensa era su
Palabra: «¡Vosotros estáis limpios, por la Palabra!». Después derrama el vino, como
símbolo y presencia de su sangre derramada. Y vuelve a sus discípulos «con-
sanguíneos», aliados hasta la muerte.
En la mesa de Jesús hay sitio para todos. No se puede convertir la Mesa de Jesús en
lugar de exclusión. En un espacio de espectadores que ven cómo «los buenos»
comulgan y los demás asisten pasivamente al banquete. ¡Despide a la gente! ¡Que
vayan a buscar alojamiento y comida!», le dicen a Jesús los doce apóstoles. Jesús les
había hablado sobre el Reino de Dios, había curado a sus enfermos. A los Apóstoles les
parecía suficiente la liturgia de la Palabra y el servicio de la Caridad. Por eso, intentaban
forzar un «ite missa est». Pero Jesús sentía la necesidad de algo más. Les pide a sus
apóstoles que lleven la hospitalidad hasta el extremo. Se lo pide con propuesta
imperativa: «¡Dadles vosotros de comer!». Su respuesta es: «¡No tenemos para tan gran
gentío!»
Para Jesús nada hay imposible. El encuentro debe continuar hasta la noche. Solo es
cuestión de mirar al Cielo y desde allí recibir la bendición del Dios Abbá. La bendición
llega a los panes y a los peces a través de las manos de Jesús. La forma de realizarlo nos
recuerda lo que hizo en la última Cena, con los Apóstoles. De las manos de Jesús pasa a
las manos de los discípulos. Desde las manos de los discípulos a las manos de la gente.
«Comieron todos y se saciaron». Jesús no quiere una liturgia de la Palabra sin Eucaristía,
ni un encuentro sin llevar a culmen la hospitalidad.
Hoy es la Fiesta del Corpus. En estos años hemos meditado en la Iglesia mucho,
muchísimo sobre la Eucaristía. Hemos de preguntarnos: ¿está cambiando algo entre
nosotros? ¿Hay una visión nueva o estamos repitiendo las viejas fórmulas?
Hoy es el día de la alianza de Jesús con nosotros, su Iglesia. Jesús viene del Cielo, del
Mundo de la Resurrección. Se sienta con nosotros a la Mesa. Repite los gestos de la
última Cena. Resume ante nosotros todo el entramado de su vida. No se ha ido al cielo
para no volver. Vuelve en cada celebración eucarística y se aparece a nosotros. Lo que
se pone sobre la Mesa es de la máxima importancia. Jesús pone sobre la Mesa, su
Cuerpo y su Sangre, pero en estado de suprema perfección. Pone sobre la Mesa el
Cuerpo entregado, el Cuerpo que ama sin límites, que in-corpora, que unifica. Pone
sobre la Mesa la Sangre, la Vida, su impresionante Vitalidad. Se quiere derramar en
nosotros
Hoy es el día del Cuerpo y de la Sangre en que todos nos encontramos, como Pueblo o
Comunidad de la Alianza. También hay muchas personas que están buscando «el
medicamento de la inmortalidad». ¡Quiera el Espíritu que descubran el inimaginable
magnetismo del Cuerpo-Sangre de Jesús! Y que lo descubramos nosotros, esas personas
a quienes se nos concede encontrarnos todos los días con el nuevo Melquisedec.
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2 Bendito seas, oh Padre, que nos das cada día pan y vino y todos los bienes de la
creación. Nuestra jornada comienza con la luz del sol, nuestro terreno se riega con la
bondad de tu lluvia, nuestros campos y nuestras vides toman color por la vida que Tú les
has dado. Bendito seas, oh Padre, que nos das la fuerza para gozar de estos dones.
Bendito seas, oh Verbo del Padre, que a través de las realidades que nos rodean nos
revelas que nuestra vida se vuelve comunión con Dios cuando se vuelve comunión
Contigo y con nuestros hermanos y hermanas que nos acompañan en nuestro camino.
Bendito seas, oh Verbo eterno, que pronuncias en nuestra historia la Palabra del Padre.
Bendito seas, oh Espíritu de Dios, que soplas en nuestros cuerpos y reviven a una vida
nueva, que transformas la creación para que pueda acoger la presencia de Dios y
continúe renovando la esperanza en nuestra vida, a fin de que podamos seguir orando
para obtener nuestro pan y nuestro vino de cada día. Bendito seas, oh Espíritu de Dios,
que tocas con tu soplo el pan y el vino y nos haces entrar en la vida de Dios.
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3 Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad
del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para
seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén. www.ocarm.org
4 Oracion al Cuerpo y Sangre de Cristo.
Señor Jesús, Tú eres el Pan vivo, Tú eres el pan de Dios, Tú eres el Pan que desciende del
cielo, Tú eres el Pan para ser mi alimento espiritual.
¡Cuando me acerque a Ti en la comunión, haz que comprenda la profundidad de este
misterio!
Tú siempre estás listo para encontrarme: haz que yo camine siempre hacia Ti, haz que
yo permita ser atraído por Ti. Haz que siempre haya en mí una absoluta disponibilidad,
para que Tú puedas arrollarme con la fuerza de tu amor, y de este mundo conducirme al
Padre.
Cuando vienes hacia mi en la comunión, ilumíname para entender que estoy
sometiéndome a tu acción divina. Dóname la capacidad de descubrir cara a cara el
misterio de tu amor por mí.
Haz que comprenda tu llamada, aquella vocación personal, inefable y misteriosa y ser
una sola cosa Contigo y con el Padre.
Que tenga bien presente en todos mis sentidos la convicción de pertenecerte, de ser tu
posesión.
Oh Señor quiero pertenecerte, y poder decir: «Ya no soy yo quien vivo, es Cristo quien
vive en mí.»
V. ¡Señor mío y Dios mío!
R. Oh Jesús, haz que yo sea tuyo, todo tuyo, siempre tuyo.
V. ¡Bendito sea el que viene en Nombre del Señor!
R. ¡Hosanna en las alturas!
V. Oh Jesús, presente en el Santísimo Sacramento,
R. Ten piedad de nosotros.
V. Sea alabado y adorado para siempre.
R. El Santísimo Sacramento
V. Alabanzas y gracias se den en todo momento
R. Al Santísimo y Divinísimo Sacramento.
V. Te adoro en todo momento, oh vivo Pan del cielo, gran Sacramento
R. Ven, Señor, y no quieras tardar.
V. Viva Jesús Sacramentado,
R. Viva y de todos se muy amado.
V. Oh Sacramentado Jesús,
R. Ten piedad de nosotros www.dario.res
5 Oh Dios, que conoces todas nuestras necesidades y toda nuestra pobreza y nos
provees con amor de Padre, perdona nuestra incredulidad y refuerza nuestra fe, para
que, junto con una multitud de hermanos y hermanas, podamos gozar de la
sobreabundancia de tus bendiciones y participar con la entrega de nosotros mismos en
la comunion de amor de tu Hijo. Amen. www.evangeliodeLucas.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
Cristo libera a los esclavos y los hace hijos de Dios porque, al ser Él mismo hijo y libre de
todo pecado, los hace partícipes de su cuerpo, de su sangre, de su espíritu y de todo lo
que es suyo. De este modo, recrea, libera y diviniza, fundiendo su mismo ser con el
nuestro: intacto, libre y verdaderamente Dios. Así, el sagrado convite hace de Cristo, que
es la verdadera justicia, un bien nuestro, más aún de lo que son nuestros los bienes de la
naturaleza; de modo que nos gloriemos de lo que es suyo, nos complazcamos en sus
empresas como si fueran nuestras y, por último, tomemos de ellas el nombre, si
custodiamos la comunión con él [...].
Si llamamos enfermedad y curación a lo que nos sucede, él no sólo va al enfermo, se
digna mirarle, tocarle y hacer por él personalmente todo lo necesario para la cura, sino
que él mismo se convierte en fármaco, en dieta y en todo cuanto puede contribuir a la
salud. Si, en cambio, se habla de nueva creación, es él quien con su ser y con su carne
renueva lo que falta, es él quien sustituye a nuestro ser corrupto (N. Cabasilas, La vita in
Cristo, Roma 1994, pp. 225ss [edición española: La vida en Cristo, Rialp, Madrid 1999]).
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Nuestro Señor y Salvador dice: «Si no comeis mi carne y no bebeis mi sangre no tendreis
la vida en vosotros. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera
bebida». Porque Jesus como todo en el es puro; por eso toda su carne es «una comida» y
toda su sangre «una bebida». Porque cada una de sus obras es santa y cada una de sus
palabras es verdadera. Por eso su carne es «verdadera comida» y su sangre «verdadera
bebida».
En efecto, con la carne y la sangre abreva y reconforta como con una comida pura y una
bebida pura a la totalidad del género humano. En segundo lugar, despues de su carne,
son «comida pura» Pedro, Pablo y todos los apostoles; en tercer lugar, los discipulos de
ellos. Asi, cada uno, segun la cantidad de sus meritos o de la pureza de su sentido,
puede llegar a ser una «comida pura» para su projimo... Cada hombre tiene una cierta
comida en si; si es buena y uno toma de ella y saca el bien «del buen tesoro» de su
corazon, entonces ofrece a su projimo una «comida pura» (Origenes, Homilias sobre el
Levitico, 7,5, citado en H. U. von Balthasar, Teodramcitica, vol. 5, Encuentro, Madrid
1997, 374). www.evangeliodeLucas.GiorgioZevini
6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Bendito sea Dios, que nos ha
bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en Cristo» (Ef 1,3).
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Dadles vosotros de comer" (Lc 9,13).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
El milagro de la multiplicación de los panes tiene lugar allí donde en el pueblo de Dios se
escucha la Escritura cuya exégesis mesiánica nos proporcionó Jesús, y, por consiguiente,
allí donde se respeta la Escritura y se obedece su Palabra, que encuentra su expresión
actual en la asamblea de la comunidad.
Eso significa: allí donde se vive la vida cotidiana bajo el lema de la voluntad de Dios [...].
El milagro de la multiplicación de los panes tiene lugar allí donde se celebra el banquete
mesiánico, al que Jesús quiso invitarnos precisamente a todos, a los justos y a los
pecadores, a los sanos y a los enfermos, a los invitados de la primera hora y a los que se
quedan mirando los toros desde la barrera, es decir, allí donde se ha hecho posible, a
continuación, la integración y la unanimidad de aquellos que quieren ponerse al servicio
ae la construcción del pueblo de Dios. Eso significa: allí donde al convivium, o sea, al
banquete de la eucaristía, le corresponde de nuevo el convivir, o sea, la convivencia de
los creyentes que precede y sigue a la eucaristía, y encuentra su síntesis festiva en la
celebración de semana en semana, de una fiesta a la otra.
El milagro de la multiplicación de los panes tiene lugar allí donde se vuelve vital la fe en
que el hombre no vive sólo de pan, sino que vive, en primer lugar, de la Palabra de Dios,
de su promesa y de la voluntad de aquel que se ha creado un pueblo al que debe llevar
a una tierra que mana leche y miel. Eso significa que el milagro tiene lugar asimismo allí
donde los creyentes se atreven a dar pruebas de su propia fe y a ponerla a prueba (R.
Pesch, Il miracolo della moltiplicazione dei pañi. C'é una soluzione per la fame nel
mondo?, Brescia 1997, pp. 182ss, passim). www.santaclaradeestella.es
La atencion de nosotros, los lectores, no debe detenerse solo en el poder de Jesús en la
realizacion del milagro de la multiplicacion de los panes, sino tambien en otros dos
rasgos que revelan quien es el y cómo debería ser, a su vez, el discipulo.
El primero es el dialogo entre los discipulos y Jesus. Estos ven la situacion en que se
encuentra la gente y se erigen en portavoces: «Despide a la gente para que se vayan a
las aldeas y caserios del contomo a buscar albergue y comida». Sin embargo, este
compromiso no basta para Jesús: «dadles vosotros de comer».
Solo si se acepta este compromiso pleno y directo se puede hablar de Evangelio. La
atencion y el interes son ya algo importante, pero todavia no llegan a revelacion. Jesus
no quiere saciar simplemente el hambre de la gente, sino realizar un «signo» revelador
de como querria Dios el mundo. Segun los discipulos, la gente hubiera debido comprarse
algo para comer.
Para Jesús, sin embargo, hay que sustituir el comprar por el compartir: eso significa que
deben cambiar las relaciones entre tu y los otros, entre tú y las cosas. Tú eres
responsable del otro y, por consiguiente, está implicado personalmente en su necesidad.
El problema del pan para todos es problema tuyo, no solo de los hambrientos. El
esquema del comprar crea los afortunados y los desafortunados: algunos tienen mucho,
otros poco, otros nada. Es preciso, mas bien, pasar del comprar al compartir.
Si —paradojicamente— los discipulos hubieran comprado ellos mismos el pan para la
gente, habrian realizado un gesto de caridad, no un signo que introduce una logica
diferente en las relaciones y capaz de revelar un rostro nuevo de Dios.
Aparece, a continuacion, una segunda insistencia en la que debemos detenernos: el
lugar desierto, el acampar a cielo abierto y la division en grupos ordenados hacen pensar
en la asamblea de Israel en el desierto. Y algunos gestos de Jesús, como la bendicion, el
partir el pan, la distribucion con la ayuda de los discipulos, la recogida de las sobras,
hacen pensar en la cena eucaristica. Con todo, no se trata solo de una prefiguracion
simbolica de la eucaristia, sino de una autentica revelacion de Jesús y de su existencia.
La multiplicacion de los panes, la última cena (22,19s) y la cena de Emaús (24,13-35)
son los pilares que muestran la lógica de la existencia de Jesús: una vida como entrega.
Es ésta una característica que identifica tanto al Jesús terreno como al Jesús resucitado.
Por consiguiente, en esto es donde los discípulos pueden seguir reconociendo a su Señor
y encontrándole (B. Maggioni, II racconto di Luca, Asís [Pg] 2000, 178s).
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Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el
perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)
Oremos a Dios Padre, que da el alimento a todo viviente.
- Por la unión de todos los cristianos en la unidad de la Iglesia de Cristo, para que
formemos un solo cuerpo los que comemos del mismo pan. Roguemos al Señor.
- Por la organización eclesial de Cáritas, para que promueva el amor fraterno, la mutua
ayuda, la solidaridad. Roguemos al Señor.
- Por los responsables políticos de las naciones, para que fomenten la libertad religiosa y
la justicia. Roguemos al Señor.
- Por los que sufren hambre, para que sepamos compartir con ellos nuestro pan de cada
día, anuncio del pan de vida eterna. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, invitados a la mesa del Señor, para que el pan de la palabra despierte en
nosotros el hambre del pan de la eucaristía. Roguemos al Señor.
Escucha, Señor, la oración de tu Iglesia, que observando fielmente el mandato de tu Hijo,
celebra el memorial de su obra, hasta que él vuelva. Por Jesucristo, nuestro Señor
• Oremos a nuestro Señor Jesucristo para que con Él nos abramos a todas las
necesidades y a todas las clases de hambre. Y digámosle.
R/ Quédate con nosotros, Señor.
Por nuestra Iglesia, que sienta hambre de comunidad y de responsabilidad compartida,
para que seamos tolerantes unos con otros y respetemos la legítima diversidad; y para
que con amor nos edifiquemos unos a otros, roguemos al Señor:
Por las Iglesias cristianas deseosas de unidad y de compartir la eucaristía, para que
nuestras súplicas y esfuerzos por lograr la reconciliación nos reúna un día recibiendo
juntos el cuerpo eucarístico de Jesús, roguemos al Señor.
Por las muchas personas que sufren de hambre en el mundo, pero no satisfechas
todavía ni con alimento material, ni con respeto a su dignidad humana, para que
sepamos proveerles con una participación equitativa de los bienes del mundo y de
valores espirituales, roguemos al Señor.
Por los que tienen hambre de libertad, justicia y paz, para que nos contemos entre
ellos en la lucha por su liberación y para que no nos sintamos fácilmente satisfechos con
nuestra labor, roguemos al Señor.
Por los que tienen hambre de fe y esperanza, para que encuentren a Cristo en su vida,
y para que nosotros seamos el camino humilde que les lleve a ti, roguemos al Señor.
Señor Jesucristo, permanece con nosotros y nútrenos con tu cuerpo -pan de vida-, y
danos el valor para caminar juntos hasta el fin, con los hermanos y contigo, Dios y Señor
nuestro, por los siglos de los siglos.
3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)
• Llenos de alegría damos gracias a nuestro Dios, que se cuida de nosotros dándonos a
Jesús como nuestro compañero en la vida y como nuestro alimento para el camino.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio II de la santísima Eucaristía. Los frutos de la Santísima Eucaristía
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
El cual, en la última cena con sus apóstoles, para perpetuar a través de los siglos el
memorial de la cruz salvadora, se entregó a Ti como Cordero inmaculado y ofrenda
perfecta de alabanza. Con este sacramento alimentas y santificas a tus fieles, para que
una misma fe ilumine, y un mismo amor congregue, a todos los hombres que habitan un
mismo mundo. Así, pues, nos acercamos a la mesa de este sacramento admirable, para
que, impregnados de la suavidad de tu gracia, nos transformemos según el modelo
celestial.
• Te doy gracias Jesús por este momento de oración. Te pido que pueda profundizar
cada vez más en las verdades que me muestras para mi felicidad. Obtenme, Señor, la
fortaleza para cooperar activamente con tú gracia, y así seguir, día a día, la guía de tu
Santo Espíritu. Amén.
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Por eso, Señor, tus criaturas del cielo y de la tierra te adoran cantando un cántico nuevo,
y también nosotros, con todo el ejército de los ángeles, te aclamamos por siempre
diciendo:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él, porque
esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada persona
de la tierra.
Oremos a nuestro Padre del Cielo que nos dé el alimento para nuestro cuerpo; y para
nuestro espíritu, que nos dé el alimento del pan de vida, el cuerpo del Señor.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.
Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos vivir en paz y amistad. Por medio del
cuerpo y de la sangre de tu Hijo líbranos del egoísmo del pecado y danos la
determinación y el arrojo para proveer de alimento material y de justicia a un mundo
hambriento de dignidad y de pan, mientras trabajamos con alegre esperanza por la
venida entre nosotros de tu reino y por la gloriosa venida final de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo.
• Al Partir el Pan Como Jesús nos mando, partimos su pan para todos los que están
hambriento de él. Rompámonos y compartámonos a nosotros mismos, unos con otros,
para caminar juntos por el camino del Señor.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)
d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de la comunión Jn 6, 57
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él, dice el Señor.
✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión
Concédenos, Señor, saciarnos del gozo eterno de tu divinidad, anticipado en la recepción
actual de tu precioso Cuerpo y Sangre. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Señor Jesús: Tú nos has dado tu cuerpo y tu sangre, tu persona entera. Acepta nuestra
acción de gracias y permanece con nosotros para ser nuestra fuerza en la linda pero
exigente tarea de llevar tu amor, justicia y esperanza a un mundo frío, egoísta y dividido.
Y haznos capaces de preparar para los otros la mesa de nosotros mismos, como Tú lo
haces para nosotros, Señor y Salvador nuestro por los siglos de los siglos.
4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.
✞ ✞ ✞ Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen
gloriosa y bendita! Amén.
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu
gracia y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y
en Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16
DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Ciclo C. Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
La Sagrada Eucaristía
790 "Un solo cuerpo"
Los creyentes que responden a la Palabra de Dios y se hacen miembros del Cuerpo de
Cristo, quedan estrechamente unidos a Cristo: "La vida de Cristo se comunica a a los
creyentes, que se unen a Cristo, muerto y glorificado, por medio de los sacramentos de
una manera misteriosa pero real" (LG 7). Esto es particularmente verdad en el caso del
Bautismo por el cual nos unimos a la muerte y a la Resurrección de Cristo (cf. Rm 6, 4-5;
1Co 12, 13), y en el caso de la Eucaristía, por la cual, "compartimos realmente el Cuerpo
del Señor, que nos eleva hasta la comunión con él y entre nosotros" (LG 7).
1003 Unidos a Cristo por el Bautismo, los creyentes participan ya realmente en la vida
celestial de Cristo resucitado (cf. Flp 3, 20), pero esta vida permanece "escondida con
Cristo en Dios" (Col 3, 3) "Con El nos ha resucitado y hecho sentar en los cielos con
Cristo Jesús" (Ef 2, 6). Alimentados en la Eucaristía con su Cuerpo, nosotros
pertenecemos ya al Cuerpo de Cristo. Cuando resucitemos en el último día también nos
"manifestaremos con El llenos de gloria" (Col 3, 4).
Artículo 3 EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA
1322 La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la
dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con
Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad
en el sacrificio mismo del Señor.
1323 "Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el
sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su
vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de
su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor,
banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una
prenda de la gloria futura" (SC 47).
I. LA EUCARISTÍA - FUENTE Y CUMBRE DE LA VIDA ECLESIAL
1324 La Eucaristía es "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG 11). "Los demás
sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado,
están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto,
contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua" (PO
5).
1325 "La Eucaristía significa y realiza la comunión de vida con Dios y la unidad del
Pueblo de Dios por las que la Iglesia es ella misma. En ella se encuentra a la vez la
cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el
Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por él al Padre" (CdR, inst. "Eucharisticum
mysterium" 6).
1326 Finalmente, en la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del cielo y
anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos (cf 1Co 15, 28).
1327 En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: "Nuestra
manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra
manera de pensar" (S. Ireneo, haer. 4, 18, 5).
II. EL NOMBRE DE ESTE SACRAMENTO
1328 La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante los distintos
nombres que se le da. Cada uno de estos nombres evoca alguno de sus aspectos. Se le
llama:
- Eucaristía porque es acción de gracias a Dios. Las palabras "eucharistein" (Lc 22, 19;
1Co 11, 24) y "eulogein" (Mt 26, 26; Mc 14, 22) recuerdan las bendiciones judías que
proclaman - sobre todo durante la comida - las obras de Dios: la creación, la redención y
la santificación.
1329 - Banquete del Señor (cf 1Co 11, 20) porque se trata de la Cena que el Señor
celebró con sus discípulos la víspera de su pasión y de la anticipación del banquete de
bodas del Cordero (cf Ap 19, 9) en la Jerusalén celestial.
- Fracción del pan porque este rito, propio del banquete judío, fue utilizado por Jesús
cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia (cf Mt 14, 19; Mt 15, 36; Mc
8, 6. 19), sobre todo en la última Cena (cf Mt 26, 26; 1Co 11, 24). En este gesto los
discípulos lo reconocerán después de su resurrección (Lc 24, 13-35), y con esta
expresión los primeros cristianos designaron sus asambleas eucarísticas (cf Hch 2, 42.
46; Hch 20, 7. 11). Con él se quiere significar que todos los que comen de este único
pan, partido, que es Cristo, entran en comunión con él y forman un solo cuerpo en él (cf
1Co 10, 16-17).
- Asamblea eucarística (synaxis), porque la Eucaristía es celebrada en la asamblea de los
fieles, expresión visible de la Iglesia (cf 1Co 11, 17-34).
1330 - Memorial de la pasión y de la resurrección del Señor.
- Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la
ofrenda de la Iglesia; o también santo sacrificio de la misa, "sacrificio de alabanza" (Hch
13, 15; cf Sal 116, 13. 17), sacrificio espiritual (cf 1P 2, 5), sacrificio puro (cf Ml 1, 11) y
santo, puesto que completa y supera todos los sacrificios de la Antigua Alianza.
- Santa y divina Liturgia, porque toda la liturgia de la Iglesia encuentra su centro y su
expresión más densa en la celebración de este sacramento; en el mismo sentido se la
llama también celebración de los santos misterios. Se habla también del Santísimo
Sacramento porque es el Sacramento de los Sacramentos. Con este nombre se designan
las especies eucarísticas guardadas en el sagrario.
1331 - Comunión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace
partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (cf 1Co 10, 16-17); se
la llama también las cosas santas [ta hagia; sancta] (Const. Apost. 8, 13, 12; Didaché 9,
5; 10, 6) - es el sentido primero de la comunión de los santos de que habla el Símbolo de
los Apóstoles - , pan de los ángeles, pan del cielo, medicina de inmortalidad (S. Ignacio
de Ant. Ef 20, 2), viático…
1332 - Santa Misa porque la liturgia en la que se realiza el misterio de salvación se
termina con el envío de los fieles (missio) a fin de que cumplan la voluntad de Dios en su
vida cotidiana.
III. LA EUCARISTÍA EN LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN
Los signos del pan y del vino
1333 En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que,
por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el
Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en
memoria de él, hasta su retorno glorioso, lo que él hizo la víspera de su pasión: "Tomó
pan… ", "tomó el cáliz lleno de vino… ". Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de
la creación. Así, en el ofertorio, damos gracias al Creador por el pan y el vino (cf Sal 104,
13-15), fruto "del trabajo del hombre", pero antes, "fruto de la tierra" y "de la vid", dones
del Creador. La Iglesia ve en en el gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, que "ofreció
pan y vino" (Gn 14, 18) una prefiguración de su propia ofrenda (cf MR, Canon Romano
95).
1334 En la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las
primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador. Pero reciben también una
nueva significación en el contexto del Exodo: los panes ácimos que Israel come cada año
en la Pascua conmemoran la salida apresurada y liberadora de Egipto. El recuerdo del
maná del desierto sugerirá siempre a Israel que vive del pan de la Palabra de Dios (Dt 8,
3). Finalmente, el pan de cada día es el fruto de la Tierra prometida, prenda de la
fidelidad de Dios a sus promesas. El "cáliz de bendición" (1Co 10, 16), al final del
banquete pascual de los judíos, añade a la alegría festiva del vino una dimensión
escatológica, la de la espera mesiánica del restablecimiento de Jerusalén. Jesús instituyó
su Eucaristía dando un sentido nuevo y definitivo a la bendición del pan y del cáliz.
1335 Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición,
partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud,
prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía (cf. Mt 14, 13-21; Mt
15, 32-29). El signo del agua convertida en vino en Caná (cf Jn 2, 11) anuncia ya la Hora
de la glorificación de Jesús. Manifiesta el cumplimiento del banquete de las bodas en el
Reino del Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo (cf Mc 14, 25) convertido en
Sangre de Cristo.
1336 El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la
pasión los escandalizó: "Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?" (Jn 6, 60). La
Eucaristía y la cruz son piedras de tropiezo. Es el mismo misterio, y no cesa de ser
ocasión de división. "¿También vosotros queréis marcharos?" (Jn 6, 67): esta pregunta
del Señor, resuena a través de las edades, invitación de su amor a descubrir que sólo él
tiene "palabras de vida eterna" (Jn 6, 68), y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es
acogerlo a él mismo.
La institución de la Eucaristía
1337 El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que había
llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso de
una cena, les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor (Jn 13, 1-17). Para dejarles
una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes de
su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección y
ordenó a sus apóstoles celebrarlo hasta su retorno, "constituyéndoles entonces
sacerdotes del Nuevo Testamento" (Cc. de Trento: DS 1740).
1338 Los tres evangelios sinópticos y S. Pablo nos han transmitido el relato de la
institución de la Eucaristía; por su parte, S. Juan relata las palabras de Jesús en la
sinagoga de Cafarnaúm, palabras que preparan la institución de la Eucaristía: Cristo se
designa a sí mismo como el pan de vida, bajado del cielo (cf Jn 6).
1339 Jesús escogió el tiempo de la Pascua para realizar lo que había anunciado en
Cafarnaúm: dar a sus discípulos su Cuerpo y su Sangre:
Llegó el día de los Azimos, en el que se había de inmolar el cordero de Pascua; (Jesús)
envió a Pedro y a Juan, diciendo: `Id y preparadnos la Pascua para que la comamos'…
fueron… y prepararon la Pascua. Llegada la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y
les dijo: `Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer;
porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de
Dios'… Y tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: `Esto es mi cuerpo que va
a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío'. De igual modo, después de
cenar, el cáliz, diciendo: `Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser
derramada por vosotros' (Lc 22, 7-20; cf Mt 26, 17-29; Mc 14, 12-25; 1Co 11, 23-26).
1340 Al celebrar la última Cena con sus apóstoles en el transcurso del banquete pascual,
Jesús dio su sentido definitivo a la pascua judía. En efecto, el paso de Jesús a su Padre
por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es anticipada en la Cena y celebrada
en la Eucaristía que da cumplimiento a la pascua judía y anticipa la pascua final de la
Iglesia en la gloria del Reino.
"Haced esto en memoria mía"
1341 El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras "hasta que venga"
(1Co 11, 26), no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la
celebración litúrgica por los apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su
vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al Padre.
1342 Desde el comienzo la Iglesia fue fiel a la orden del Señor. De la Iglesia de Jerusalén
se dice:
"Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, fieles a la comunión fraterna, a
la fracción del pan y a las oraciones… Acudían al Templo todos los días con
perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el
alimento con alegría y con sencillez de corazón" (Hch 2, 42. 46).
1343 Era sobre todo "el primer día de la semana", es decir, el domingo, el día de la
resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunían para "partir el pan" (Hch 20, 7).
Desde entonces hasta nuestros días la celebración de la Eucaristía se ha perpetuado, de
suerte que hoy la encontramos por todas partes en la Iglesia, con la misma estructura
fundamental. Sigue siendo el centro de la vida de la Iglesia.
1344 Así, de celebración en celebración, anunciando el misterio pascual de Jesús "hasta
que venga" (1Co 11, 26), el pueblo de Dios peregrinante "camina por la senda estrecha
de la cruz" (AG 1) hacia el banquete celestial, donde todos los elegidos se sentarán a la
mesa del Reino.
IV. LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA DE LA EUCARISTÍA
La misa de todos los siglos
1345 Desde el siglo II, según el testimonio de S. Justino mártir, tenemos las grandes
líneas del desarrollo de la celebración eucarística. Estas han permanecido invariables
hasta nuestros días a través de la diversidad de tradiciones rituales litúrgicas. He aquí lo
que el santo escribe, hacia el año 155, para explicar al emperador pagano Antonino Pío
(138 - 161) lo que hacen los cristianos:
"El día que se llama día del sol tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que
habitan en la ciudad o en el campo.
Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de los profetas, tanto tiempo como
es posible.
Cuando el lector ha terminado, el que preside toma la palabra para incitar y exhortar a la
imitación de tan bellas cosas.
Luego nos levantamos todos juntos y oramos por nosotros… y por todos los demás
donde quiera que estén a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras
acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar así la salvación eterna.
Cuando termina esta oración nos besamos unos a otros:
Luego se lleva al que preside a los hermanos pan y una copa de agua y de vino
mezclados.
El presidente los toma y eleva alabanza y gloria al Padre del universo, por el nombre del
Hijo y del Espíritu Santo y da gracias (en griego: eucharistian) largamente porque
hayamos sido juzgados dignos de estos dones.
Cuando terminan las oraciones y las acciones de gracias todo el pueblo presente
pronuncia una aclamación diciendo: Amén.
Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo le ha respondido, los
que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes pan,
vino y agua "eucaristizados" y los llevan a los ausentes" (S. Justino, apol. 1, 65; 67).
1346 La liturgia de la Eucaristía se desarrolla conforme a una estructura fundamental
que se ha conservado a través de los siglos hasta nosotros.
Comprende dos grandes momentos que forman una unidad básica:
- La reunión, la liturgia de la Palabra, con las lecturas, la homilía y la oración universal;
- la liturgia eucarística, con la presentación del pan y del vino, la acción de gracias
consecratoria y la comunión.
Liturgia de la Palabra y Liturgia eucarística constituyen juntas "un solo acto de culto" (SC
56); en efecto, la mesa preparada para nosotros en la Eucaristía es a la vez la de la
Palabra de Dios y la del Cuerpo del Señor (cf. DV 21).
1347 He aquí el mismo dinamismo del banquete pascual de Jesús resucitado con sus
discípulos: en el camino les explicaba las Escrituras, luego, sentándose a la mesa con
ellos, "tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio" (cf Lc 24, 13-35).
El desarrollo de la celebración
1348 Todos se reúnen. Los cristianos acuden a un mismo lugar para la asamblea
eucarística. A su cabeza está Cristo mismo que es el actor principal de la Eucaristía. El es
sumo sacerdote de la Nueva Alianza. El mismo es quien preside invisiblemente toda
celebración eucarística. Como representante suyo, el obispo o el presbítero (actuando "in
persona Christi capitis") preside la asamblea, toma la palabra después de las lecturas,
recibe las ofrendas y dice la plegaria eucarística. Todos tienen parte activa en la
celebración, cada uno a su manera: los lectores, los que presentan las ofrendas, los que
dan la comunión, y el pueblo entero cuyo "Amén" manifiesta su participación.
1349 La liturgia de la Palabra comprende "los escritos de los profetas", es decir, el
Antiguo Testamento, y "las memorias de los apóstoles", es decir sus cartas y los
Evangelios; después la homilía que exhorta a acoger esta palabra como lo que es
verdaderamente, Palabra de Dios (cf 1Ts 2, 13), y a ponerla en práctica; vienen luego las
intercesiones por todos los hombres, según la palabra del Apóstol: "Ante todo,
recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos
los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad" (1Tm 2, 1-2).
1350 La presentación de las ofrendas (el ofertorio): entonces se lleva al altar, a veces en
procesión, el pan y el vino que serán ofrecidos por el sacerdote en nombre de Cristo en
el sacrificio eucarístico en el que se convertirán en su Cuerpo y en su Sangre. Es la
acción misma de Cristo en la última Cena, "tomando pan y una copa". "Sólo la Iglesia
presenta esta oblación, pura, al Creador, ofreciéndole con acción de gracias lo que
proviene de su creación" (S. Ireneo, haer. 4, 18, 4; cf. Ml 1, 11). La presentación de las
ofrendas en el altar hace suyo el gesto de Melquisedec y pone los dones del Creador en
las manos de Cristo. El es quien, en su sacrificio, lleva a la perfección todos los intentos
humanos de ofrecer sacrificios.
1351 Desde el principio, junto con el pan y el vino para la Eucaristía, los cristianos
presentan también sus dones para compartirlos con los que tienen necesidad. Esta
costumbre de la colecta (cf 1Co 16, 1), siempre actual, se inspira en el ejemplo de Cristo
que se hizo pobre para enriquecernos (cf 2Co 8, 9):
"Los que son ricos y lo desean, cada uno según lo que se ha impuesto; lo que es
recogido es entregado al que preside, y él atiende a los huérfanos y viudas, a los que la
enfermedad u otra causa priva de recursos, los presos, los inmigrantes y, en una
palabra, socorre a todos los que están en necesidad" (S. Justino, apol. 1, 67, 6).
1352 La Anáfora: Con la plegaria eucarística, oración de acción de gracias y de
consagración llegamos al corazón y a la cumbre de la celebración:
- En el prefacio, la Iglesia da gracias al Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo, por todas
sus obras, por la creación, la redención y la santificación. Toda la asamblea se une
entonces a la alabanza incesante que la Iglesia celestial, los ángeles y todos los santos,
cantan al Dios tres veces santo;
1353 - En la epíclesis, la Iglesia pide al Padre que envíe su Espíritu Santo (o el poder de
su bendición (cf MR, canon romano, 90) sobre el pan y el vino, para que se conviertan
por su poder, en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, y que quienes toman parte en la
Eucaristía sean un solo cuerpo y un solo espíritu (algunas tradiciones litúrgicas colocan
la epíclesis después de la anámnesis);
- en el relato de la institución, la fuerza de las palabras y de la acción de Cristo y el poder
del Espíritu Santo hacen sacramentalmente presentes bajo las especies de pan y de vino
su Cuerpo y su Sangre, su sacrificio ofrecido en la cruz de una vez para siempre;
1354 - en la anámnesis que sigue, la Iglesia hace memoria de la pasión, de la
resurrección y del retorno glorioso de Cristo Jesús; presenta al Padre la ofrenda de su
Hijo que nos reconcilia con él;
- en las intercesiones, la Iglesia expresa que la Eucaristía se celebra en comunión con
toda la Iglesia del cielo y de la tierra, de los vivos y de los difuntos, y en comunión con
los pastores de la Iglesia, el Papa, el obispo de la diócesis, su presbiterio y sus diáconos
y todos los obispos del mundo entero con sus iglesias.
1355 En la comunión, precedida por la oración del Señor y de la fracción del pan, los
fieles reciben "el pan del cielo" y "el cáliz de la salvación", el Cuerpo y la Sangre de
Cristo que se entregó "para la vida del mundo" (Jn 6, 51):
"Porque este pan y este vino han sido, según la expresión antigua "eucaristizados",
"llamamos a este alimento Eucaristía y nadie puede tomar parte en él si no cree en la
verdad de lo que se enseña entre nosotros, si no ha recibido el baño para el perdón de
los pecados y el nuevo nacimiento, y si no vive según los preceptos de Cristo" " (S.
Justino, apol. 1, 66, 1–2).
V. EL SACRIFICIO SACRAMENTAL: ACCIÓN DE GRACIAS, MEMORIAL, PRESENCIA.
1356 Si los cristianos celebran la Eucaristía desde los orígenes, y de forma que, en su
substancia, no ha cambiado a través de la gran diversidad de épocas y de liturgias,
sucede porque sabemos que estamos sujetos al mandato del Señor, dado la víspera de
su pasión: "haced esto en memoria mía" (1Co 11, 24-25).
1357 Cumplimos este mandato del Señor celebrando el memorial de su sacrificio. Al
hacerlo, ofrecemos al Padre lo que él mismo nos ha dado: los dones de su Creación, el
pan y el vino, convertidos por el poder del Espíritu Santo y las palabras de Cristo, en el
Cuerpo y la Sangre del mismo Cristo: Así Cristo se hace real y misteriosamente presente
1358 Por tanto, debemos considerar la Eucaristía
- como acción de gracias y alabanza al Padre
- como memorial del sacrificio de Cristo y de su Cuerpo,
- como presencia de Cristo por el poder de su Palabra y de su Espíritu.
La acción de gracias y la alabanza al Padre
1359 La Eucaristía, sacramento de nuestra salvación realizada por Cristo en la cruz, es
también un sacrificio de alabanza en acción de gracias por la obra de la creación. En el
sacrificio eucarístico, toda la creación amada por Dios es presentada al Padre a través de
la muerte y resurrección de Cristo. Por Cristo, la Iglesia puede ofrecer el sacrificio de
alabanza en acción de gracias por todo lo que Dios ha hecho de bueno, de bello y de
justo en la creación y en la humanidad.
1360 La Eucaristía es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una bendición por la
cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo que
ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. "Eucaristía" significa,
ante todo, acción de gracias.
1361 La Eucaristía es también el sacrificio de alabanza por medio del cual la Iglesia
canta la gloria de Dios en nombre de toda la creación. Este sacrificio de alabanza sólo es
posible a través de Cristo: él une los fieles a su persona, a su alabanza y a su
intercesión, de manera que el sacrificio de alabanza al Padre es ofrecido por Cristo y con
Cristo para ser aceptado en él.
El memorial sacrificial de Cristo y de su Cuerpo, que es la Iglesia
1362 La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda
sacramental de su único sacrificio, en la liturgia de la Iglesia que es su Cuerpo. En todas
las plegarias eucarísticas encontramos, tras las palabras de la institución, una oración
llamada anámnesis o memorial.
1363 En el sentido empleado por la Sagrada Escritura, el memorial no es solamente el
recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que
Dios ha realizado en favor de los hombres (cf Ex 13, 3). En la celebración litúrgica, estos
acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. De esta manera Israel
entiende su liberación de Egipto: cada vez que es celebrada la pascua, los
acontecimientos del Exodo se hacen presentes a la memoria de los creyentes a fin de
que conformen su vida a estos acontecimientos.
1364 El memorial recibe un sentido nuevo en el Nuevo Testamento. Cuando la Iglesia
celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y esta se hace presente: el
sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre
actual (cf Hb 7, 25-27): "Cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz, en
el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza la obra de nuestra redención" (LG
3).
1365 Por ser memorial de la Pascua de Cristo, la Eucaristía es también un sacrificio. El
carácter sacrificial de la Eucaristía se manifiesta en las palabras mismas de la
institución: "Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros" y "Esta copa es la
nueva Alianza en mi sangre, que será derramada por vosotros" (Lc 22, 19-20). En la
Eucaristía, Cristo da el mismo cuerpo que por nosotros entregó en la cruz, y la sangre
misma que "derramó por muchos para remisión de los pecados" (Mt 26, 28).
1366 La Eucaristía es, pues, un sacrificio porque representa (= hace presente) el
sacrificio de la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto:
"(Cristo), nuestro Dios y Señor, se ofreció a Dios Padre una vez por todas, muriendo
como intercesor sobre el altar de la cruz, a fin de realizar para ellos (los hombres) una
redención eterna. Sin embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio (Hb
7, 24. 27), en la última Cena, "la noche en que fue entregado" (1Co 11, 23), quiso dejar a
la Iglesia, su esposa amada, un sacrificio visible (como lo reclama la naturaleza
humana), donde sería representado el sacrificio sangriento que iba a realizarse una
única vez en la cruz cuya memoria se perpetuaría hasta el fin de los siglos (1Co 11, 23) y
cuya virtud saludable se aplicaría a la redención de los pecados que cometemos cada
día" (Cc. de Trento: DS 1740).
1367 El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio:
"Es una y la misma víctima, que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, que
se ofreció a si misma entonces sobre la cruz. Sólo difiere la manera de ofrecer":
(CONCILIUM TRIDENTINUM, Sess. 22a. , Doctrina de ss. Missae sacrificio, c. 2: DS 1743)
"Y puesto que en este divino sacrificio que se realiza en la Misa, se contiene e inmola
incruentamente el mismo Cristo que en el altar de la cruz "se ofreció a sí mismo una vez
de modo cruento"; … este sacrificio [es] verdaderamente propiciatorio" (Ibid).
1368 La Eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia. La Iglesia, que es el Cuerpo
de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Con él, ella se ofrece totalmente. Se une
a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el sacrificio de
Cristo es también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su
alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total
ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo, presente sobre el altar,
da a todas las generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda.
En las catacumbas, la Iglesia es con frecuencia representada como una mujer en
oración, los brazos extendidos en actitud de orante. Como Cristo que extendió los brazos
sobre la cruz, por él, con él y en él, la Iglesia se ofrece e intercede por todos los
hombres.
1369 Toda la Iglesia se une a la ofrenda y a la intercesión de Cristo. Encargado del
ministerio de Pedro en la Iglesia, el Papa es asociado a toda celebración de la Eucaristía
en la que es nombrado como signo y servidor de la unidad de la Iglesia universal. El
obispo del lugar es siempre responsable de la Eucaristía, incluso cuando es presidida por
un presbítero; el nombre del obispo se pronuncia en ella para significar su presidencia de
la Iglesia particular en medio del presbiterio y con la asistencia de los diáconos. La
comunidad intercede también por todos los ministros que, por ella y con ella, ofrecen el
sacrificio eucarístico:
"Que sólo sea considerada como legítima la eucaristía que se hace bajo la presidencia
del obispo o de quien él ha señalado para ello" (S. Ignacio de Antioquía, Smyrn. 8, 1).
"Por medio del ministerio de los presbíteros, se realiza a la perfección el sacrificio
espiritual de los fieles en unión con el sacrificio de Cristo, único Mediador. Este, en
nombre de toda la Iglesia, por manos de los presbíteros, se ofrece incruenta y
sacramentalmente en la Eucaristía, hasta que el Señor venga" (PO 2).
1370 A la ofrenda de Cristo se unen no sólo los miembros que están todavía aquí abajo,
sino también los que están ya en la gloria del cielo: La Iglesia ofrece el sacrificio
eucarístico en comunión con la santísima Virgen María y haciendo memoria de ella así
como de todos los santos y santas. En la Eucaristía, la Iglesia, con María, está como al
pie de la cruz, unida a la ofrenda y a la intercesión de Cristo.
1371 El sacrificio eucarístico es también ofrecido por los fieles difuntos "que han muerto
en Cristo y todavía no están plenamente purificados" (Cc. de Trento: DS 1743), para que
puedan entrar en la luz y la paz de Cristo:
"Enterrad este cuerpo en cualquier parte; no os preocupe más su cuidado; solamente os
ruego que, dondequiera que os hallareis, os acordéis de mi ante el altar del Señor" (S.
Mónica, antes de su muerte, a S. Agustín y su hermano; Conf. 9, 9, 27).
"A continuación oramos (en la anáfora) por los santos padres y obispos difuntos, y en
general por todos los que han muerto antes que nosotros, creyendo que será de gran
provecho para las almas, en favor de las cuales es ofrecida la súplica, mientras se halla
presente la santa y adorable víctima… Presentando a Dios nuestras súplicas por los que
han muerto, aunque fuesen pecadores, … presentamos a Cristo inmolado por nuestros
pecados, haciendo propicio para ellos y para nosotros al Dios amigo de los hombres" (s.
Cirilo de Jerusalén, Cateq. mist. 5, 9. 10).
1372 S. Agustín ha resumido admirablemente esta doctrina que nos impulsa a una
participación cada vez más completa en el sacrificio de nuestro Redentor que
celebramos en la Eucaristía:
"Esta ciudad plenamente rescatada, es decir, la asamblea y la sociedad de los santos, es
ofrecida a Dios como un sacrificio universal por el Sumo Sacerdote que, bajo la forma de
esclavo, llegó a ofrecerse por nosotros en su pasión, para hacer de nosotros el cuerpo de
una tan gran Cabeza… Tal es el sacrificio de los cristianos: "siendo muchos, no
formamos más que un sólo cuerpo en Cristo" (Rm 12, 5). Y este sacrificio, la Iglesia no
cesa de reproducirlo en el Sacramento del altar bien conocido de los fieles, donde se
muestra que en lo que ella ofrece se ofrece a sí misma" (civ. 10, 6).
La presencia de Cristo por el poder de su Palabra y del Espíritu Santo
1373 "Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e intercede por
nosotros" (Rm 8, 34), está presente de múltiples maneras en su Iglesia (cf LG 48): en su
Palabra, en la oración de su Iglesia, "allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre"
(Mt 18, 20), en los pobres, los enfermos, los presos (Mt 25, 31-46), en los sacramentos
de los que él es autor, en el sacrificio de la misa y en la persona del ministro. Pero,
"sobre todo, (está presente) bajo las especies eucarísticas" (SC 7).
1374 El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la
eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella "como la perfección de la
vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos" (S. Tomás de A., s. th. 3, 73,
3). En el santísimo sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y
substancialmente" el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro
Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero" (Cc. de Trento: DS 1651). "Esta
presencia se denomina `real', no a título exclusivo, como si las otras presencias no
fuesen `reales', sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y
hombre, se hace totalmente presente" (MF 39).
1375 Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace
presente en este sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la
Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo para obrar
esta conversión. Así, S. Juan Crisóstomo declara que:
"No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre
de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de
Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es
mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas" (Prod. Jud. 1, 6).
Y S. Ambrosio dice respecto a esta conversión:
"Estemos bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo
que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la de la
naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada… La palabra
de Cristo, que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas
existentes en lo que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza
primera que cambiársela" (myst. 9, 50. 52).
1376 El Concilio de Trento resume la fe católica cuando afirma: "Porque Cristo, nuestro
Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo,
se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo
Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia
del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del
vino en la substancia de su sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente
a este cambio transubstanciación" (DS 1642).
1377 La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y
dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo entero
presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo
que la fracción del pan no divide a Cristo (cf Cc. de Trento: DS 1641).
1378 El culto de la Eucaristía. En la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la
presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras,
arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor. "La
Iglesia católica ha dado y continua dando este culto de adoración que se debe al
sacramento de la Eucaristía no solamente durante la misa, sino también fuera de su
celebración: conservando con el mayor cuidado las hostias consagradas, presentándolas
a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en procesión" (MF 56).
1379 El Sagrario (tabernáculo) estaba primeramente destinado a guardar dignamente la
Eucaristía para que pudiera ser llevada a los enfermos y ausentes fuera de la misa. Por
la profundización de la fe en la presencia real de Cristo en su Eucaristía, la Iglesia tomó
conciencia del sentido de la adoración silenciosa del Señor presente bajo las especies
eucarísticas. Por eso, el sagrario debe estar colocado en un lugar particularmente digno
de la iglesia; debe estar construido de tal forma que subraye y manifieste la verdad de la
presencia real de Cristo en el santo sacramento.
1380 Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia
de esta singular manera. Puesto que Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma visible,
quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en la cruz por
muestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con que nos había amado
"hasta el fin" (Jn 13, 1), hasta el don de su vida. En efecto, en su presencia eucarística
permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por
nosotros (cf Ga 2, 20), y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor:
"La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera
en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la
adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos
del mundo. No cese nunca nuestra adoración" (Juan Pablo II, lit. Dominicae Cenae, 3).
1381 "La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo
en este sacramento, `no se conoce por los sentidos, dice S. Tomás, sino solo por la fe, la
cual se apoya en la autoridad de Dios'. Por ello, comentando el texto de S. Lucas 22, 19:
`Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros', S. Cirilo declara: `No te preguntes
si esto es verdad, sino acoge más bien con fe las palabras del Señor, porque él, que es la
Verdad, no miente" (S. Tomás de Aquino, s. th. 3, 75, 1, citado por Pablo VI, MF 18):
Adoro te devote, latens Deitas,
Quae sub his figuris vere latitas:
Tibi se cor meum totum subjicit,
Quia te contemplans totum deficit.
Visus, gustus, tactus in te fallitur,
Sed auditu solo tuto creditur:
Credo quidquod dixit Dei Filius:
Nil hoc Veritatis verbo verius.
(Adórote devotamente, oculta Deidad,
que bajo estas sagradas especies te ocultas verdaderamente:
A ti mi corazón totalmente se somete,
pues al contemplarte, se siente desfallecer por completo.
La vista, el tacto, el gusto, son aquí falaces;
sólo con el oído se llega a tener fe segura.
Creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios,
nada más verdadero que esta palabra de Verdad.)
VI. EL BANQUETE PASCUAL
1382 La misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa
el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre
del Señor. Pero la celebración del sacrificio eucarístico está totalmente orientada hacia la
unión íntima de los fieles con Cristo por medio de la comunión. Comulgar es recibir a
Cristo mismo que se ofrece por nosotros.
1383 El altar, en torno al cual la Iglesia se reúne en la celebración de la Eucaristía,
representa los dos aspectos de un mismo misterio: el altar del sacrificio y la mesa del
Señor, y esto, tanto más cuanto que el altar cristiano es el símbolo de Cristo mismo,
presente en medio de la asamblea de sus fieles, a la vez como la víctima ofrecida por
nuestra reconciliación y como alimento celestial que se nos da. "¿Qué es, en efecto, el
altar de Cristo sino la imagen del Cuerpo de Cristo?", dice S. Ambrosio (sacr. 5, 7), y en
otro lugar: "El altar representa el Cuerpo (de Cristo), y el Cuerpo de Cristo está sobre el
altar" (sacr. 4, 7). La liturgia expresa esta unidad del sacrificio y de la comunión en
numerosas oraciones. Así, la Iglesia de Roma ora en su anáfora:
"Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu
presencia hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel, para que cuantos recibimos el
Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, seamos colmados de
gracia y bendición".
"Tomad y comed todos de él": la comunión
1384 El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la
Eucaristía: "En verdad en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no
bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn 6, 53).
1385 Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan
grande y santo. S. Pablo exhorta a un examen de conciencia: "Quien coma el pan o beba
el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come
y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo" ( 1Co 11, 27-29). Quien
tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la
Reconciliación antes de acercarse a comulgar.
1386 Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y
con fe ardiente las palabras del Centurión (cf Mt 8, 8): "Señor, no soy digno de que
entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". En la Liturgia de S.
Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espíritu:
"Hazme comulgar hoy en tu cena mística, oh Hijo de Dios. Porque no diré el secreto a tus
enemigos ni te daré el beso de Judas, sino que, como el buen ladrón, te digo: Acuérdate
de mí, Señor, en tu Reino".
1387 Para prepararse convenientemente a recibir este sacramento, los fieles deben
observar el ayuno prescrito por la Iglesia (cf CIC can. 919). Por la actitud corporal
(gestos, vestido) se manifiesta el respeto, la solemnidad, el gozo de ese momento en
que Cristo se hace nuestro huésped.
1388 Es conforme al sentido mismo de la Eucaristía que los fieles, con las debidas
disposiciones (cf CIC, can. 916), comulguen cuando participan en la misa (cf CIC, can
917. Los fieles, en el mismo día, pueden recibir la Santísima Eucaristía sólo una segunda
vez: Cf PONTIFICIA COMMISSIO CODICI IURIS CANONICI AUTHENTICE INTERPRETANDO,
Responsa ad proposita dubia, 1: AAS 76 (1984) 746): "Se recomienda especialmente la
participación más perfecta en la misa, recibiendo los fieles, después de la comunión del
sacerdote, del mismo sacrificio, el cuerpo del Señor" (SC 55).
1389 La Iglesia obliga a los fieles a participar los domingos y días de fiesta en la divina
liturgia (cf OE 15) y a recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en
tiempo pascual (cf CIC, can. 920), preparados por el sacramento de la Reconciliación.
Pero la Iglesia recomienda vivamente a los fieles recibir la santa Eucaristía los domingos
y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los días.
1390 Gracias a la presencia sacramental de Cristo bajo cada una de las especies, la
comunión bajo la sola especie de pan ya hace que se reciba todo el fruto de gracia
propio de la Eucaristía. Por razones pastorales, esta manera de comulgar se ha
establecido legítimamente como la más habitual en el rito latino. "La comunión tiene una
expresión más plena por razón del signo cuando se hace bajo las dos especies. Ya que
en esa forma es donde más perfectamente se manifiesta el signo del banquete
eucarístico" (IGMR 240). Es la forma habitual de comulgar en los ritos orientales.
Los frutos de la comunión
1391 La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la
comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor
dice: "Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él" (Jn 6, 56). La vida
en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: "Lo mismo que me ha
enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por
mí" (Jn 6, 57):
"Cuando en las fiestas del Señor los fieles reciben el Cuerpo del Hijo, proclaman unos a
otros la Buena Nueva de que se dan las arras de la vida, como cuando el ángel dijo a
María de Magdala: "¡Cristo ha resucitado!" He aquí que ahora también la vida y la
resurrección son comunicadas a quien recibe a Cristo" (Fanqîth, Oficio siriaco de
Antioquía, vol. I, Commun, 237 a-b).
1392 Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la comunión lo
realiza de manera admirable en nuestra vida espiritual. La comunión con la Carne de
Cristo resucitado, vivificada por el Espíritu Santo y vivificante (PO 5), conserva,
acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento de la
vida cristiana necesita ser alimentado por la comunión eucarística, pan de nuestra
peregrinación, hasta el momento de la muerte, cuando nos sea dada como viático.
1393 La comunión nos separa del pecado. El Cuerpo de Cristo que recibimos en la
comunión es "entregado por nosotros", y la Sangre que bebemos es "derramada por
muchos para el perdón de los pecados". Por eso la Eucaristía no puede unirnos a Cristo
sin purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de futuros
pecados:
"Cada vez que lo recibimos, anunciamos la muerte del Señor" (1Co 11, 26). Si
anunciamos la muerte del Señor, anunciamos también el perdón de los pecados. Si cada
vez que su Sangre es derramada, lo es para el perdón de los pecados, debo recibirle
siempre, para que siempre me perdone los pecados. Yo que peco siempre, debo tener
siempre un remedio" (S. Ambrosio, sacr. 4, 28).
1394 Como el alimento corporal sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la Eucaristía
fortalece la caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse; y esta caridad
vivificada borra los pecados veniales (cf Cc. de Trento: DS 1638). Dándose a nosotros,
Cristo reaviva nuestro amor y nos hace capaces de romper los lazos desordenados con
las criaturas y de arraigarnos en él:
"Porque Cristo murió por nuestro amor, cuando hacemos conmemoración de su muerte
en nuestro sacrificio, pedimos que venga el Espíritu Santo y nos comunique el amor;
suplicamos fervorosamente que aquel mismo amor que impulsó a Cristo a dejarse
crucificar por nosotros sea infundido por el Espíritu Santo en nuestros propios corazones,
con objeto de que consideremos al mundo como crucificado para nosotros, y sepamos
vivir crucificados para el mundo… y, llenos de caridad, muertos para el pecado vivamos
para Dios" (S. Fulgencio de Ruspe, Fab. 28, 16-19).
1395 Por la misma caridad que enciende en nosotros, la Eucaristía nos preserva de
futuros pecados mortales. Cuanto más participamos en la vida de Cristo y más
progresamos en su amistad, tanto más difícil se nos hará romper con él por el pecado
mortal. La Eucaristía no está ordenada al perdón de los pecados mortales. Esto es propio
del sacramento de la Reconciliación. Lo propio de la Eucaristía es ser el sacramento de
los que están en plena comunión con la Iglesia.
1396 La unidad del Cuerpo místico: La Eucaristía hace la Iglesia. Los que reciben la
Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo los une a todos los
fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta
incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo. En el Bautismo fuimos llamados a
no formar más que un solo cuerpo (cf 1Co 12, 13). La Eucaristía realiza esta llamada: "El
cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? y el
pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos,
un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan" (1Co 10,
16-17):
"Si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es puesto
sobre la mesa del Señor, y recibís este sacramento vuestro. Respondéis "Amén" (es
decir, "sí", "es verdad") a lo que recibís, con lo que, respondiendo, lo reafirmáis. Oyes
decir "el Cuerpo de Cristo", y respondes "amén". Por lo tanto, se tú verdadero miembro
de Cristo para que tu "amén" sea también verdadero" (S. Agustín, serm. 272).
1397 La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres: Para recibir en la
verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a
Cristo en los más pobres, sus hermanos (cf Mt 25, 40):
"Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. Deshonras esta mesa,
no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno de participar
en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún
así, no te has hecho más misericordioso" (S. Juan Crisóstomo, hom. in 1Co 27, 4).
1398 La Eucaristía y la unidad de los cristianos. Ante la grandeza de este misterio, S.
Agustín exclama: "O sacramentum pietatis! O signum unitatis! O vinculum caritatis!"
("¡Oh sacramento de piedad, oh signo de unidad, oh vínculo de caridad!", Ev. Jo. 26, 13;
cf SC 47). Cuanto más dolorosamente se hacen sentir las divisiones de la Iglesia que
rompen la participación común en la mesa del Señor, tanto más apremiantes son las
oraciones al Señor para que lleguen los días de la unidad completa de todos los que
creen en él.
1399 Las Iglesias orientales que no están en plena comunión con la Iglesia católica
celebran la Eucaristía con gran amor. "Mas como estas Iglesias, aunque separadas,
tienen verdaderos sacramentos, y sobre todo, en virtud de la sucesión apostólica, el
sacerdocio y la Eucaristía, con los que se unen aún más con nosotros con vínculo
estrechísimo" (UR 15). Una cierta comunión in sacris, por tanto, en la Eucaristía, "no
solamente es posible, sino que se aconseja… en circunstancias oportunas y aprobándolo
la autoridad eclesiástica" (UR 15, cf CIC can. 844, 3).
1400 Las comunidades eclesiales nacidas de la Reforma, separadas de la Iglesia católica,
"sobre todo por defecto del sacramento del orden, no han conservado la sustancia
genuina e íntegra del Misterio eucarístico" (UR 22). Por esto, para la Iglesia católica, la
intercomunión eucarística con estas comunidades no es posible. Sin embargo, estas
comunidades eclesiales "al conmemorar en la Santa Cena la muerte y la resurrección del
Señor, profesan que en la comunión de Cristo se significa la vida, y esperan su venida
gloriosa" (UR 22).
1401 Si, a juicio del ordinario, se presenta una necesidad grave, los ministros católicos
pueden administrar los sacramentos (eucaristía, penitencia, unción de los enfermos) a
cristianos que no están en plena comunión con la Iglesia católica, pero que piden estos
sacramentos con deseo y rectitud: en tal caso seprecisa que profesen la fe católica
respecto a estos sacramentos y estén bien dispuestos (cf CIC, can. 844, 4).
VII. LA EUCARISTÍA, "PIGNUS FUTURAE GLORIAE"
1402 En una antigua oración, la Iglesia aclama el misterio de la Eucaristía: "O sacrum
convivium in quo Christus sumitur. Recolitur memoria passionis eius; mens impletur
gratia et futurae gloriae nobis pignus datur" ("¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es
nuestra comida; se celebra el memorial de su pasión; el alma se llena de gracia, y se nos
da la prenda de la gloria futura!"). Si la Eucaristía es el memorial de la Pascua del Señor
y si por nuestra comunión en el altar somos colmados "de toda bendición celestial y
gracia" (MR, Canon Romano 96: "Supplices te rogamus"), la Eucaristía es también la
anticipación de la gloria celestial.
1403 En la última cena, el Señor mismo atrajo la atención de sus discípulos hacia el
cumplimiento de la Pascua en el reino de Dios: "Y os digo que desde ahora no beberé de
este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, de nuevo, en el Reino de mi
Padre" (Mt 26, 29; cf. Lc 22, 18; Mc 14, 25). Cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía
recuerda esta promesa y su mirada se dirige hacia "el que viene" (Ap 1, 4). En su
oración, implora su venida: "Maran atha" (1Co 16, 22), "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20),
"que tu gracia venga y que este mundo pase" (Didaché 10, 6).
1404 La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que está ahí en
medio de nosotros. Sin embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos la
Eucaristía "expectantes beatam spem et adventum Salvatoris nostri Jesu Christi"
("Mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Salvador Jesucristo", Embolismo
después del Padre Nuestro; cf Tt 2, 13), pidiendo entrar "en tu reino, donde esperamos
gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de
nuestros ojos, porque, al contemplarte como tú eres, Dios nuestro, seremos para
siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas, por Cristo, Señor
Nuestro" (MR, Plegaria Eucarística 3, 128: oración por los difuntos).
1405 De esta gran esperanza, la de los cielos nuevos y la tierra nueva en los que
habitará la justicia (cf 2P 3, 13), no tenemos prenda más segura, signo más manifiesto
que la Eucaristía. En efecto, cada vez que se celebra este misterio, "se realiza la obra de
nuestra redención" (LG 3) y "partimos un mismo pan que es remedio de inmortalidad,
antídoto para no morir, sino para vivir en Jesucristo para siempre" (S. Ignacio de
Antioquía, Ef 20, 2).
RESUMEN
1406 Jesús dijo: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá
para siempre… el que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna… permanece
en mí y yo en él" (Jn 6, 51. 54. 56).
1407 La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella Cristo
asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y acción de gracias
ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre; por medio de este sacrificio derrama
las gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es la Iglesia.
1408 La celebración eucarística comprende siempre: la proclamación de la Palabra de
Dios, la acción de gracias a Dios Padre por todos sus beneficios, sobre todo por el don de
su Hijo, la consagración del pan y del vino y la participación en el banquete litúrgico por
la recepción del Cuerpo y de la Sangre del Señor: estos elementos constituyen un solo y
mismo acto de culto.
1409 La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la obra de la
salvación realizada por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, obra que se hace
presente por la acción litúrgica.
1410 Es Cristo mismo, sumo sacerdote y eterno de la nueva Alianza, quien, por el
ministerio de los sacerdotes, ofrece el sacrificio eucarístico. Y es también el mismo
Cristo, realmente presente bajo las especies del pan y del vino, la ofrenda del sacrificio
eucarístico.
1411 Sólo los presbíteros válidamente ordenados pueden presidir la Eucaristía y
consagrar el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Señor.
1412 Los signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo y vino de vid,
sobre los cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo y el presbítero pronuncia las
palabras de la consagración dichas por Jesús en la última cena: "Esto es mi Cuerpo
entregado por vosotros… Este es el cáliz de mi Sangre… "
1413 Por la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo
y la Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo,
vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo,
su Sangre, su alma y su divinidad (cf Cc. de Trento: DS 1640; 1651).
1414 En cuanto sacrificio, la Eucaristía es ofrecida también en reparación de los pecados
de los vivos y los difuntos, y para obtener de Dios beneficios espirituales o temporales.
1415 El que quiere recibir a Cristo en la Comunión eucarística debe hallarse en estado
de gracia. Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente no debe acercarse a la
Eucaristía sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la
Penitencia.
1416 La Sagrada Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo acrecienta la unión del
comulgante con el Señor, le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados
graves. Puesto que los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la
recepción de este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.
1417 La Iglesia recomienda vivamente a los fieles que reciban la sagrada comunión
cuando participan en la celebración de la Eucaristía; y les impone la obligación de
hacerlo al menos una vez al año.
1418 Puesto que Cristo mismo está presente en el Sacramento del Altar es preciso
honrarlo con culto de adoración. "La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de
gratitud, un signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo, nuestro Señor" (MF).
1419 Cristo, que pasó de este mundo al Padre, nos da en la Eucaristía la prenda de la
gloria que tendremos junto a él: la participación en el Santo Sacrificio nos identifica con
su Corazón, sostiene nuestras fuerzas a lo largo del peregrinar de esta vida, nos hace
desear la Vida eterna y nos une ya desde ahora a la Iglesia del cielo, a la Santa Virgen
María y a todos los santos.
La Eucaristía y la comunión de los fieles
805 La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Por el Espíritu y su acción en los sacramentos,
sobre todo en la Eucaristía, Cristo muerto y resucitado constituye la comunidad de los
creyentes como Cuerpo suyo.
950 La comunión de los sacramentos. "El fruto de todos los Sacramentos pertenece a
todos. Porque los Sacramentos, y sobre todo el Bautismo que es como la puerta por la
que los hombres entran en la Iglesia, son otros tantos vínculos sagrados que unen a
todos y los ligan a Jesucristo. La comunión de los santos es la comunión de los
sacramentos … El nombre de comunión puede aplicarse a cada uno de ellos, porque
cada uno de ellos nos une a Dios … Pero este nombre es más propio de la Eucaristía que
de cualquier otro, porque ella es la que lleva esta comunión a su culminación" (Catech.
R. 1, 10, 24).
2181 La eucaristía del Domingo fundamenta y ratifica toda la práctica cristiana. Por eso
los fieles están obligados a participar en la eucaristía los días de precepto, a no ser que
estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños
pequeños) o dispensados por su pastor propio (cf CIC, can. 1245). Los que
deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave.
2182 La participación en la celebración común de la eucaristía dominical es un
testimonio de pertenencia y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Los fieles proclaman así
su comunión en la fe y la caridad. Testimonian a la vez la santidad de Dios y su
esperanza de la salvación. Se reconfortan mutuamente, guiados por el Espíritu Santo.
2637 La acción de gracias caracteriza la oración de la Iglesia que, al celebrar la
Eucaristía, manifiesta y se convierte más en lo que ella es. En efecto, en la obra de
salvación, Cristo libera a la creación del pecado y de la muerte para consagrarla de
nuevo y devolverla al Padre, para su gloria. La acción de gracias de los miembros del
Cuerpo participa de la de su Cabeza.
2845 No hay límite ni medida en este perdón, esencialmente divino (cf Mt 18, 21-22; Lc
17, 3-4). Si se trata de ofensas (de "pecados" según Lc 11, 4, o de "deudas" según Mt 6,
12), de hecho nosotros somos siempre deudores: "Con nadie tengáis otra deuda que la
del mutuo amor" (Rm 13, 8). La comunión de la Santísima Trinidad es la fuente y el
criterio de verdad en toda relación (cf 1Jn 3, 19-24). Se vive en la oración y sobre todo en
la Eucaristía (cf Mt 5, 23-24):
"Dios no acepta el sacrificio de los que provocan la desunión, los despide del altar para
que antes se reconcilien con sus hermanos: Dios quiere ser pacificado con oraciones de
paz. La obligación más bella para Dios es nuestra paz, nuestra concordia, la unidad en el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de todo el pueblo fiel" (San Cipriano, Dom. orat. 23: PL
4, 535C-536A).
La Eucaristía como pan espiritual
1212 Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y
la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana. "La participación en la
naturaleza divina que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene
cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto,
los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y
finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por
medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más
abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad"
(Pablo VI, Const. apost. "Divinae consortium naturae"; cf OICA, praen. 1–2).
1275 La iniciación cristiana se realiza mediante el conjunto de tres sacramentos: el
Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación que es su
afianzamiento; y la Eucaristía que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de
Cristo para ser transformado en El.
1436 Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente
y su alimento en la Eucaristía, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que
nos reconcilió con Dios; por ella son alimentados y fortificados los que viven de la vida
de Cristo; "es el antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos preserva de
pecados mortales" (Cc. de Trento: DS 1638).
2837 "De cada día". La palabra griega, "epiousios", no tiene otro sentido en el Nuevo
Testamento. Tomada en un sentido temporal, es una repetición pedagógica de "hoy" (cf
Ex 16, 19-21) para confirmarnos en una confianza "sin reserva". Tomada en un sentido
cualitativo, significa lo necesario a la vida, y más ampliamente cualquier bien suficiente
para la subsistencia (cf 1Tm 6, 8). Tomada al pie de la letra [epiousios: "lo más
esencial"], designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo, "remedio de
inmortalidad" (San Ignacio de Antioquía) sin el cual no tenemos la Vida en nosotros (cf Jn
6, 53-56) Finalmente, ligado a lo que precede, el sentido celestial es claro: este "día" es
el del Señor, el del Festín del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el
Reino venidero. Por eso conviene que la liturgia eucarística se celebre "cada día".
"La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este divino alimento es una
fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para
que vengamos a ser lo que recibimos… Este pan cotidiano se encuentra, además, en las
lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros
cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación" (San Agustín, serm. 57, 7, 7).
"El Padre del cielo nos exhorta a pedir como hijos del cielo el Pan del cielo (cf Jn 6, 51).
Cristo 'mismo es el pan que, sembrado en la Virgen, florecido en la Carne, amasado en la
Pasión, cocido en el Horno del sepulcro, reservado en la Iglesia, llevado a los altares,
suministra cada día a los fieles un alimento celestial'" (San Pedro Crisólogo, serm. 71)