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Cain y El Cainismo en La Historia Universal - Leopold Szondi

El libro de L. Szondi explora el concepto de 'cainismo' como un símbolo de la maldad inherente en la humanidad, representada por Caín, y su manifestación a lo largo de la historia. A través de ejemplos históricos y psicológicos, el autor argumenta que la lucha y la violencia son características persistentes en la historia humana, donde Caín simboliza la ambición, la envidia y el deseo de poder. Szondi también contrasta a Caín con Moisés, quien representa la ley y la posibilidad de redención, sugiriendo que ambos destinos están intrínsecamente conectados en la naturaleza humana.

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Cain y El Cainismo en La Historia Universal - Leopold Szondi

El libro de L. Szondi explora el concepto de 'cainismo' como un símbolo de la maldad inherente en la humanidad, representada por Caín, y su manifestación a lo largo de la historia. A través de ejemplos históricos y psicológicos, el autor argumenta que la lucha y la violencia son características persistentes en la historia humana, donde Caín simboliza la ambición, la envidia y el deseo de poder. Szondi también contrasta a Caín con Moisés, quien representa la ley y la posibilidad de redención, sugiriendo que ambos destinos están intrínsecamente conectados en la naturaleza humana.

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L.

Szondi

EL CAINISMO EN LA HISTORIA UNIVERSAL

E d it o r ia l B ib lio tec a N ueva


El autor emplea el nombre
de Caín como símbolo para
esa clase de hombres que
ha podido demostrar (por
investigaciones genéticas,
evolución vital, datos clíni­
cos y métodos experimen­
tales) la realidad de su
existencia entre nosotros.
El autor aporta 33 ejemplos
minuciosos de cómo Caín
aparece en la Sociedad. Le
muestra como enfermo pa-
roxismal, como criminal de
guerra, como asesino por
placer, asesino por robar,
como incendiario, suicida,
como paciente de ataques
de Amok, como neurótico,
y el Caín enmascarado de
todos los días
El autor se muestra en es­
te libro fiel a su elevada
condición científica y a su
fina espiritualidad
El libro es una invocación
a la conciencia y a la re­
nuncia; apela a la toleran­
cia, buena voluntad, fran­
queza y altruismo; invita
nos sometamos a la volun­
tad divina y a la observan­
cia de la ley frente a la fal­
ta de conciencia; a la fuer­
za y el valimiento frente a
la intolerancia, maldad, ma­
levolencia, insidia, com­
placencia por el mal ajeno;
y se enfrenta al ateísmo
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E D IT O R IA L .
B IB LIO TE C A NUEVA
Alm agro, 38 - M adrid-4
Teléf. 410 04 36

P recio: 350 p t a s.
L. Szondi

CAIN
Y EL CAINISMO EN LA HISTORIA UNIVERSAL

Traducción hecha del alemán por el


Dr. Federico Soto Yarritu
Profesor de Psiquiatría de la U niversidad
de N avarra

BIBLIOTECA NUEVA
Titulo original: Kain Gestalten des Bosen
© by Verlag Hans Huber Bern
© EDITORIAL BIBLIOTECA NUEVA
Almagro, 38—Madrid-4 (ESPAÑA)
Impreso en España — Printed in Spain
ISBN 84-7030-247-7
Depósito legal: M. 31.721-1975

Imprime: Héroes, S. A.—Torrelara, 8.—M adrid-16


INDICE
Pág.

Prólogo.................................................................................................... , 9
Introducción............................................................................................. 11

I. Caín a la luz de la Biblia y de la leyenda...................................... 21


El nacimiento de Caín..................................................................... 23
Caín, un hijo de S a tá n ................................................................... 23
El nombre de Caín........................................................................... 25
Los hermanos de C a ín .................................................................... 26
El matrimonio de Caín.................................................................... 28
El fratricidio..................................................................................... 28
La señal de C a ín .............................................................................. 37
La descendencia de Caín................................................................. 38
La muerte de Caín............................................................................ 39
Genealogía de Adán y Eva.............................................................. 42

II. Caín a la luz de la psicología del destino........................................ 47


Los ocho radicales del destino hum ano......................................... 50
El radical C aín.................................................................................. 53
El Caín enfermo........................... ' ................................................... 54
Caín, el enfermo epilético............................................................. 54
Caín, el enfermo m ental............................................................... 57
El Caín criminal................................................................................. 62
Caín, criminal de guerra............................................................... 62
Caín, el asesino............................................................................... 68
Caín, asesino por placer................................................................ 71
P ág .

Exámenes com parativos entre asesino p o r ro b o y asesino p o r


placer......................................................................................................
72
Caín, el incendiario; C aín y el f u e g o ................................................ 78
Caín, el ta n a tó m a n o ; el ataque de A m o k ........................... ¡ . . . . 89
Caín, el suicida......................................................................................... 91
Caín, el neurótico......................................................................................... 112
El complejo de C a ín ............................................................................... 112
Caín, el despersonalizado (ex trañ am ien to )...................................... 117
Caín, el a u to sa b o te a d o r........................................................................ 120
Caín, el so ñ ad o r....................................................................................... 123
Caín, el hom bre v u lg ar.......................................................................... 130
A. La vida afectiva de C a ín ............................................................... 131
B. Vida del yo de C aín........................................................................ 136
Caín, el hom bre de las mil c a ra s ........................................................ 138
Caín, el p ro fe sio n a l................................................................................ 141
A.— D iaphotos: Caín, el sin luz, el ten eb ro so .................................... 152
Bibliografía y notas...................................................................... 161
PROLOGO

Caín rige el mundo. El que lo dude le aconsejamos que lea la Historia Universal.
El historiador no disimula que la esencia de la Historia Universal es la lucha.
El analista del destino dice: «La mayor parte de la Historia Universal está
constituida por la eterna repetición de la historia de Caín».
El historiador establece bien claro que la Historia Universal no es la reali­
zación de un continuo progreso desde lo- bajo a lo alto, de lo malo a lo mejor,
de la esclavitud a la libertad. Su opinión es de que la Historia Universal repre­
senta, más bien, una línea tortuosa de crueldades. A la perfección sigue inme­
diatamente la caída en el precipicio. La Historia Universal registra cuándo el
pueblo crucifica o quema a profetas y santos, tribunos y misioneros. Com­
prueba que un emperador romano, Nerón (Lucius Domitian Ñero), asesina a
su hermano, a su madre, a su mujer, así como a su preceptor; que incendia por
puro placer Roma y que lleva a cabo la primera persecución contra los cristianos,
encontrando así un «buco emisario». En la Historia Universal se «profana,
con demasiada frecuencia, la razón por la pasión».
Y cuán frecuentemente se «sacrifica la flor y la esperanza de la vida a la am­
bición, a la envidia y a la vanidad». Así se expresa el historiador (1).
Ambición, envidia y vanidad son peculiares en Caín. No Dios, sino Caín,
es el nombre del hombre que se manifiesta en la Historia Universal. Así piensa
el psicólogo del destino. Cualquier fricción entre los hombres —aun cuando
sea mínima— es suficiente para despertar el eterno Caín.
Al cabo de miles y miles de años no ha disminuido la actividad de matar
en Caín. Persiste el «fratricidio». Subsiste puesto de manifiesto en lo profundo del
alma por la leyenda bíblica con la que comienza la historia del mundo. Los sen­
timientos de los hermanos han permanecido idénticos. El historiador lo expresa
así: «La familia lucha contra la familia, el pueblo contra la ciudad, el caballero
10 Caín y el cainismo en la H istoria Universal

contra el ciudadano, el príncipe contra la Iglesia y el aristócrata, el creyente


contra el ateo, el pueblo culto contra el pueblo primitivo, la nación contra los
opresores, el continente contra los poderosos del mar, las confederaciones es­
tatales contra el superestado, los sistemas de estado Universal contra el impulso
imperialista; también el campesino contra el terrateniente, el ciudadano contra
los privilegiados, el liberal contra la burocracia, el parlamentario contra la corona,
el pacifista contra los militaristas, el obrero contra el capital, el terrorista contra
la sociedad, el anarquista contra la deificación del estado (2).
El sentimiento homicida de Caín se percibe fácilmente. Este sentimiento de
matar halló en la Historia Universal, una y otra vez, nuevas metas y nuevos
motivos para matar. Caín, empero, no es solamente el portador del sentimiento
de matar. No solamente acumula en sí ira y odio, furia y venganza, envidia y
celos, que descarga luego repentinamente de forma explosiva; Caín impulsa
también, sin límites, el afán de imponerse. Quiere tomar posesión de todo lo
que tiene valor y aumentar ilimitadamente su poderío en el tener y en el ser.
Estas características son las que determinan la estructura básica de las fun­
ciones cainíticas. La llamada «civilización» y «cultura» obligan al Caín a des­
arrollar un arsenal de técnicas de enmascaramiento. Con mentiras, acusaciones,
calumnias y denuncias domina Caín el mundo. A esto lo llama él política y di­
plomacia.
Así actúan los fuertes. Los débiles sucumben a la conciencia interior y se
hacen neuróticos o psicóticos.
Raras veces se presentan en el escenario del mundo figuras que quieran re­
parar el Caín que han sido después de haber actuado ellos mismos cainíticamente.
Estos antípodas de Caín invocan la ley contra el homicidio. A éstos los llamamos
simbólicamente figuras «Moisés». Son los legisladores en la religión, en el estado,
en el arte y en las ciencias. Sobre ellos versará el segundo tomo «Moisés».
El psicoanálisis ha elegido el complejo de Edipo como el problema central
de su investigación. El análisis del destino coloca a Caín en la entraña del ser
humano. El «Edipo» en el hombre deja de actuar, mientras que Caín sigue im­
perando. Rige a cada uno desde la cuna hasta la tumba, y rige el mundo desde la
edad de piedra hasta la era atómica y seguirá rigiendo en los tiempos venideros.

Zürich, marzo 1966 L. S z o n d i


INTRODUCCION

El hombre Caín figura en la psicología del destino como símbolo del destino
de un infractor de la ley.
El hombre Moisés, por el contrario, simboliza el destino de un hombre que
intenta reparar su falta mediante severa legislación.
Ambas clases de hombres, tanto los cainitas como los moiseítas —como los
denominaremos simbólicamente en lo sucesivo— albergan el mismo destino
del sentimiento de matar. Estas dos clases de seres pueden, en ciertas circuns­
tancias, transformarse súbitamente, casi a manera de ataque, en homicidas
por afecto. Según el Antiguo Testamento (A. T.), Caín mató a su hermano Abel
por celos; Moisés, al egipcio por encolerizada rebeldía contra la injusticia de
éste. Este acto de violencia une estrechamente los dos destinos opuestos. Sin
embargo, el mismo hecho —el homicidio afectivo— fue castigado por Dios de
forma desigual.
«Aunque labres el suelo no te dará más su fruto, vagabundo y errante serás
sobre la tierra», así decía el castigo de Dios a Caín. (A. T. 1. Moisés 4, 12; según
la traducción de Martín Buber) (3).
«¡Ahora ve, yo te envío al faraón para que saques a mi pueblo, los hijos de
Israel, de Egipto!», decía la orden de mando dada precisamente a un homicida
afectivo, Moisés, a quien Dios había elegido (2. Moisés 3, 10) (4).
Uno de los homicidas, Caín, por consiguiente, es expulsado de su campo
privándosele de todo éxito en su trabajo. El otro homicida, por el contrario, es
elegido caudillo de su pueblo y profeta de su Dios.
Parece como si el Dios del Antiguo Testamento —al igual que un juez pro­
gresista de nuestro tiempo— hubiese fallado su veredicto no en virtud de la mag­
nitud de la falta, sino de acuerdo con los motivos del delito.
■ 12 Caín y el cainismo en la Historia Universal

Se podría, sin embargo, preguntarse —como ciertos teólogos— : «¿Es el Dios


de Caín el mismo Dios que aquél de Moisés ?»
De esta cuestión teológica nos ocuparemos en el segundo tomo. En esta obra
tratamos exclusivamente sobre la psicología del destino.
¿Cómo, dónde y qué relación guardan ambos destinos polarmente opuestos
—el del infractor de la ley y el del legislador— ? Esto representa también la cues­
tión referente al origen del bien y del mal.
Con anticipación a los resultados finales de nuestras investigaciones podemos
comunicar aquí que, según hipótesis de la psicología del destino, la necesidad de
matar en arrebatada pasión y el ardor irresistible de dar al pueblo una ley de
«¡No matarás!» proceden de las mismas raíces psíquicas. Los cainitas y moi-
seítas son seres que están ligados con un parentesco de destino. Sus destinos
brotan de la misma fuente primitiva, del alma.
Pero, ¿es nueva esta hipótesis?
Una antiquísima leyenda judía, de la colección de Micha Josef Bin Gorion (5),
nos informa muy exactamente. Transcribiremos textualmente dicha leyenda
y veremos que el alma popular presentía en ella aquellos profundos nexos que la
psicología del destino intentaba aproximar a la realidad.

De Caín, de Abel y de Moisés

«Desde el momento en que Eva comió del árbol de la sabiduría se entremezcló


el bien con el mal; de la chispa del bien nació Abel, pero Caín vino del mal. Y
así como toda clase de santidad contiene una mezcla de impureza, y por el con­
trario, también en toda impureza hay algo de santidad, resultó que de la porción
de santidad que en Caín había nació Jetró, suegro de Moisés; éste resultó ser
uno de los que se declararon partidarios de Yahvé; pero de la dosis de impureza
que se le había añadido a Abel nació Bileam, el hechicero.
Y Eva continuó y dio a luz a su hermano, al Abel que sería Moisés. Moisés,
nuestro maestro, la paz sea con él, fue como un acrecentamiento de la creación,
y por eso es por lo que siguió procreando. Si Adán no hubiese caído en pecado,
al mundo le hubiera bastado únicamente la estirpe de Caín. Pero así tuvo que
venir otra creación; ésta fue Moisés, que vino a reparar el pecado de Adán. Pero
cuando Israel cayó en el pecado de adorar al becerro de oro, y se airaron contra
el Señor por la sequía en el desierto, hicieron que volviese nuevamente al mundo
la impureza, originada por el pecado de Adán».
En otro libro leemos:
«Con Abel nacieron dos hermanas gemelas; con Caín, sin embargo, solamente
una; por eso mató Caín a Abel, pues a él le había de corresponder el doble, según
Introducción 13

el derecho de primogenitura. Pero ambas hermanas gemelas fueron Zippora,


esposa de Moisés, y Bathia, la hija del faraón que le educó.
Mira y comprende los misterios ocultos. Caín salió a su madre; Abel, sin
embargo, fue hijo de Adán. Caín tomó de los frutos de la tierra y siguió, por tanto,
el camino de su madre, pues de este modo obró también Eva: ella cogió la fruta.
Abel, sin embargo, se atuvo a la palabra de su padre; su sacrificio fue un sacrificio
en acción de gracias...».
«Sorprendente es la muerte de Abel. No encontramos pecado alguno en él
que debiera castigarse con la muerte. ¿Cuál fue, pues, el motivo? Cuando él
consumó el sacrificio se atrevió a contemplar la majestad de Dios más de lo que
estaba permitido.
Está escrito: Moisés escondió su cara, pues temía mirar a Dios. ¿Por qué
tenía miedo? Recordaba aquello que le había ocurrido cuando él, en aquella
ocasión, era Abel, elevaba la mirada hacia la grandeza de Dios...; en aquella
época fue castigado por ese motivo y fue muerto. Cuando el Señor se dirigió al
sacrificio de Abel y vino una llama del cielo y se tragó la ofrenda, ya había mirado
en el fuego y estaba perdido» (5).
¿Pueden, sin embargo, las leyendas expresar la realidad psíquica ?
Tenemos que contestar afirmativamente a esta pregunta, ya que las leyendas
pueden ser interpretadas como los sueños del pueblo. Este modo de interpreta­
ción significa que nosotros, ante todo, traducimos el significado de las legenda­
rias narraciones a un lenguaje científico, verificando posteriormente las narra­
ciones obtenidas en sus núcleos de veracidad con los instrumentos de las ciencias.
Nos propusimos dicha tarea y verificamos la verdad de aquellas narraciones
que contiene la leyenda precedente. En nuestra traducción significan aproxima­
damente :
Bien y mal, santidad e impureza no forman juntas contradicciones alternativa­
mente excluyentes, contradictorias, sino integrantes y complementarias.
Esta tesis se ha confirmado mediante árboles genealógicos familiares, bio­
grafías personales de individuos y mediante el diagnóstico experimental del
instinto y del yo. De ello dedujimos la conclusión de que tanto los cainitas como
los moiseítas no representan variantes de seres homocigotes, sino heterocigotes.
En todo «Caín» hay de hecho un algo de «Moisés» y en todo «Moisés» algo de
«Caín», debido a que tanto los cainitas como los moiseítas son individuos hete­
rocigotes, en el sentido del proceso hereditario recesivo. En la descendencia del
«Caín» pueden incluso presentarse, junto a los cainitas (Lamech), naturalezas
moiseítas, y también viceversa.
Trataremos casos tomados de la Historia de la Humanidad e historiales de
pacientes de clínicas y prisiones que confirman esta tesis.
14 Caín y el cainismo en la Historia Universal

En virtud del proceso hereditario recesivo puede manifestarse naturalmente


la naturaleza «Abel», predominante en Adán, pero también presente en Eva en
estado latente; posteriormente puede aparecer en un descendiente con una
excesiva carga hereditaria como en Moisés. Este fenómeno hereditario se ilu­
minará más adelante mediante historias familiares. La leyenda refuerza esta po­
sibilidad con las siguientes palabras:
«Y Eva prosiguió y dio a luz a su hermano, al Abel, que sería Moisés».
Genéticamente significa lo siguiente: Eva, la primera infractora de la ley,
tenía una fuerte carga hereditaria de los cainitas y una más débil de los moiseítas.
Adán, por el contrario, poseyó la más fuerte predisposición de los moiseítas,
ya que la naturaleza «Caín» era en él la más débil. Así aconteció que Eva en­
gendró primeramente a Caín por su mayor predisposición al mal y después, en
cambio, a Abel como consecuencia de la mayor predisposición mosaica de Adán.
Esta más enérgica predisposición se manifestó posteriormente en Moisés, una
vez agotada su naturaleza «Caín». La posibilidad de retorno, recesividad, de
determinadas taras hereditarias a lo largo de una serie de generaciones se expresa,
por consiguiente, con claridad en la leyenda por medio de la expresión: «Abel,
que sería Moisés».
El siguiente enunciado de la leyenda no podría, ni siquiera por un genético,
ser formulado con más actualidad:
«Caín salió a su madre. Abel, por el contrario, era hijo de Adán. Caín tomó
de los frutos de la tierra y siguió, por tanto, el camino de su madre, pues de este
modo obró también Eva: ella cogió la fruta. Abel, sin embargo, se atuvo a la
palabra de su padre; su sacrificio fue un sacrificio en acción de gracias».
La psicología del destino habla de memoria de los antepasados, de engramas
de antepasados, es decir, huellas latentes de vivencias de antepasados en el in­
consciente familiar del individuo. Estos pueden ser recordados súbitamente por
el descendiente en situaciones peligrosas y guiarle, mediante advertencia, para
tomar una decisión corregida.
También esta importante tesis del análisis del destino se expresa claramente
en la precedente leyenda. El texto dice así:
«Moisés escondió su cara, pues temía mirar a Dios. ¿Por qué tenía miedo?
El recordaba aquello que le había ocurrido; cuando él, en aquella ocasión, era
Abel, elevaba la mirada hacia la grandeza de Dios. En aquella época fue casti­
gado por ello a morir. Cuando el Señor se dirigió al sacrificio de Abel vino una
llama del cielo y se tragó la ofrenda; ya había mirado al fuego y estaba perdido».
Aquí se presenta la profunda sabiduría del pueblo respecto a la memoria
a los antepasados y el regreso de un antepasado como señal de aviso en el des­
tino del individuo.
Introducción 15

El crear símbolos de personajes de la mitología, de mitos y leyendas y emplear­


los en la psicología profunda para complejos, depresiones, acontecimientos
o caracteres psíquicos, nos lo ha mostrado S. Freud en el ejemplo del complejo
de Edipo. Por consiguiente, confiamos que el empleo simbólico de los nombres
«Caín» y «Moisés» (o bien «cainitas y moiseítas») en esta obra, para determi­
nados destinos del instinto y del yo y complejos, no causen impresión desagra­
dable al lector. Tanto más cuanto las mismas leyendas han empleado ciertos
nombres de la Biblia como símbolos para el bien y el mal.
En la leyenda en cuestión está el nombre «Abel» o «Moisés» como símbolos
del bien y de la santidad. Por eso se dijo de Moisés, «ya que él era aún Abel».
O también: «Y Eva prosiguió y dio a luz a su hermano, al Abel que era Moisés».
El nombre «Caín» es el símbolo de la impureza, del mal, pero con una porción
entremezclada de «puro y bien». De aquí la aseveración de la leyenda de que «de
la porción de santidad que en Caín había nació Jetró, suegro de Moisés; éste
resultó ser uno de los que se declararon partidarios del Señor...».
El empleo de nombres bíblicos como símbolos del bien y del mal se extiende
en las leyendas, incluso a los nombres femeninos. Así pues, cita la leyenda a una
de las hermanas gemelas de Abel como «Zippora», si bien en el Antiguo Testa­
mento era Zippora la mujer de Moisés. Incluso por ello se subraya simbólica­
mente la igualdad en la santidad de las dos figuras: Abel = Moisés.
En el transcurso de esta obra hemos de ocupamos también de los destinos
de las mujeres que los cainitas y moiseítas acostumbraban a elegir como esposas
y compañeras, y dentro de ese marco intentaremos comprender las manifesta­
ciones de las leyendas respecto al papel desempeñado por los personajes bíblicos
femeninos.
Otra cuestión más que hemos de tratar aquí preliminarmente es:
¿Determinan, en general, los destinos de los hombres «Caín y Moisés» la
total e invariable esencia del hombre? ¿O, por el contrario, las tendencias predo­
minantes que condicionan el destino en cainitas y moiseítas son rasgos esenciales
de sólo un grupo de determinadas variantes de hombres?
La cuestión relativa a la esencia del hombre, como es ya sabido, se ha formulado
a través de los años de diversos modos.
¿Qué es el hombre? ¿Quién es el hombre? ¿Cómo transcurre el camino hasta
hacerse hombre?, etc.
En aquel tiempo, en el cual se formulaba la pregunta de qué es el hombre,
imperaba en la filosofía el concepto de que la naturaleza del hombre permanecía
invariable. La esencia del hombre debía basarse siempre, según un plan inva­
riable, permanente sobre los mismos cimientos y de igual modo.
Contra esta inmutabilidad del ser humano se han rebelado ciertos filósofos.
Así, por ejemplo, W. Dilthey opinaba, en virtud del historicismo, que el «hombre
16 Caín y el cainismo en la Historia Universal

tipo» se «fundía» en el proceso de la historia. En idéntico sentido afirmaba


K. Lowith que «el convencimiento de que una naturaleza siempre igual del hom­
bre, en el pensamiento histórico-intelectual e histórico, es considerado como una
recaída en un naturalismo pasado de moda y trasnochado» (6). M. Heidegger ha
transformado la pregunta referente al qué en la pregunta «¿quién es el hombre ?»
En «Sein und Zeit» escribe él: «El hombre no subsiste como una piedra,
o puede tratarse como una materia y tampoco es viviente como un ser vivo,
sino que la ek-sistencia es eso, donde la esencia del hombre guarda la procedencia
de su destino..., pues el hombre está solo, así lo experimentamos, introducido
en el destino de la ek-sistencia» (7). ¿Y qué es esa ek-sistencia? Heidegger contesta:
«El estar en la luz del ser llamo yo ek-sistencia del hombre» (8).
La transformación de la pregunta respecto a la esencia del hombre en la ac­
tual psicología profunda se basaba en que el hombre no ha sido determinado
en virtud del ser, sino del llegar a ser (S. Freud, A. Adler, C. G. Jung, el autor,
etcétera) (9).
En contraposición al rígido «ser» se subrayó el carácter ejecutivo de la vida
y del destino con el concepto «de llegar a ser». Y precisamente ejecución: «no
como avance creciente o emanación pacífica, sino siempre interpretado como
polémica, lucha (por ejemplo, entre el bien y el mal), como rivalidad (agón) o dia­
léctica (contraposición, negación, antagonismo), tal como lo destacó J, Hof-
fmeister (10). Cita éste una importante declaración para la presente obra del
maestro Eckhart, quien atribuye además al mismo Dios un «devenir» y un «des-
devenir» cuando dijo: «El llegar a ser de Dios es su esencia».
Con ocasión de la parábola de la levadura incluso Lutero expuso su opinión
en pro del llegar a ser en contra de la esencia: «Esta vida no es una devoción,
sino un ser devoto; no es salud, sino llegar a ser sano; no es un ser, sino un llegar
a ser; no es una fama, sino un ejercicio. Aún no somos, pero seremos; aún no se
ha hecho ni acontecido, pero está en marcha y en movimiento. No es el fin, pero
es el camino».
Hay que añadir además el proverbio de Goethe: «Sé lo que eres».
La psicología del destino pregunta constantemente sobre el llegar a ser y no
por el ser.
Caminos de la lógica, que en el pasado se emprendieron con el elevado pro­
pósito de llegar al fin en la «esencia general del hombre», son, a nuestro juicio,
siempre inciertos y no pocas veces caminos falsos. La experiencia registrada
hasta la fecha confirma el hecho de que ninguna de estas expediciones del pensa­
miento —incluso cuando éstas han sido guiadas por los más afamados pensa­
dores— pudo alcanzar su meta final. Todos los caminos del pensamiento de esta
índole —uno antes, otro después— encallaron o se perdieron en bajos fondos de
huellas secundarias. Así, a varios de estos pensadores, como consecuencia de
Introducción 17

estos caóticos entrecruzamientos de rastros de raciocinios ajenos, se les cegó el


raciocinio y no notaron que sus sendas que deberían conducir a la estación final
«esencia» eran erróneas desde la propuesta de la meta.
En esta experiencia radica para el investigador una primera advertencia,
independientemente de si él intenta desenterrar las raíces determinantes de la
esencia «general» del hombre con los recursos de la mitología o de la historia,
de la teología o filosofía, de la psiquiatría o psicología, de la psicología profunda
o genética. Puede, eso sí, lograr por este u otro camino, sacar a la luz una más
fina o más gruesa «raíz» de la naturaleza humana, o hacer visibles ramificaciones
ocultas —pero todos estos análisis filosóficos de raíces conducen únicamente a
una mejor comprensión de propiedades únicas, emociones únicas, comporta­
mientos únicos, o en el mejor de los casos, a la comprensión de formas de exis­
tencia únicas de la esencia—, pero jamás a la general totalidad de la «esencia»
del hombre.
En virtud de estas reflexiones determinó el análisis del destino que sólo la
naturaleza Caín-Moisés no puede determinar la esencia general del hombre. Ni
incluso cuando —como suponemos— puedan encontrarse los factores radicales
de Caín y Moisés en diferentes cantidades en cada persona. Pues junto a las raíces
cainíticas-moiseíticas encontramos también en cada persona otros radicales que
pueden conducir a otras posibilidades de destino.
Hay, sin embargo, un grupo de determinadas personas en las que los radicales
del destino Caín-Moisés llegan a ser dominantes. Los denominamos homines
paroxysmales u hombres epilépticos. Esta paroxismal dominante del destino,
de un determinado grupo de personas, se caracteriza por una naturaleza he­
reditaria, instintiva y afectiva específica, por una especial estructura del yo
y por una especial relación con el espíritu. Los portadores de este destino paro­
xismal eligen en la sociedad determinadas profesiones, amigos, cónyuges muy
concretos y tienen un concepto muy particular de la vida (11).
¿Qué debe entenderse entonces por «radicales»?
Radicales, como es sabido, son aquellos factores raíces que condicionan y
determinan hereditariamente especiales posibilidades del destino de una persona
o grupo humano.
Se quisiera —escribió K. Jaspers— encontrar cualidades básicas que fueran
biológicamente, y por ello esencialmente iguales a través de los milenios, ahis-
tóricos, algo absoluto, presente en toda vivencia, comportamiento y creación
del individuo correspondiente, además completamente inespecífico en el con­
tenido» (12).
Así, por ejemplo, buscó E. Kretschmer tales radicales de personalidad, me­
diante los cuales pudieran percibirse homogéneamente tanto lo somático como
lo psíquico, lo sano como lo enfermo. De esta manera llegó él a su teoría sobre

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18 Caín y el cainismo en la H istoria Universal

«Constitución y carácter», o bien, a su teoría de la constitución y tipología de la


constitución (13). Klaus Conrad intentó después atribuir las constituciones
humanas de Kretschmer a pares antagónicos de tendencias de crecimiento aprio-
rísticas polarmente opuestas.
Cari Schneider recopiló en nueve puntos los criterios de los radicales útiles,
e intentó, sobre esta base, establecer tres «grupos de síntomas» de la esquizofre­
nia y tres «grupos de funciones normales», en las que veía él los radicales bioló­
gicos de la totalidad psíquico-corporal (14). Si bien se ha demostrado posterior­
mente que este ensayo «no tenía base» (K. Jaspers), sí dan sus criterios para los
aspectos útiles de los radicales.
El análisis de los radicales del hombre paroxismal abrió tres caminos diferen­
tes. Uno puramente genético, otro clínico-psicológico y otro terapéutico del
destino.
Por el camino genético se logró determinar estadísticamente el proceso here­
ditario de los hombres paroxismales mediante dos determinados factores here­
ditarios (dimer rezessiver Natur) (11).
Por la vía clínico-psicológica:
a) Se descubrió la diversidad de las posibilidades de manifestación de la
paroxismalidad de los cainitas y moiseítas en sanos y enfermos (15).
b) Se prosiguieron paso a paso las fases del proceso psíquico, que al fin y
al cabo puede llevar al paroxismo, al homicidio o a la autodestrucción, es decir,
el camino que trae la muerte, proceso tanatotrópico en los cainitas.
c) Se dilucidó experimentalmente la polaridad en los caracteres y tenden­
cias de cainitas y moiseítas.
Como orientación preliminar han de ser suficiente aquí la confrontación de
las dos naturalezas opuestas.
A. Naturaleza de Caín B. Naturaleza de Moisés
1. Falta de conciencia. 1. Escrupulosidad de conciencia.
2. Afán de poder, ansia de poseer, 2. Capacidad de renuncia.
saber y serlo todo. 3. Tolerancia.
3. Intolerancia. 4. Benevolencia.
4. Maldad. 5. Sinceridad.
5. Insidia. 6. Altruismo.
6. Alegría del mal ajeno. Ansia de sanar.
7.
7. Ansia de herir a otros.
8. Disposición para matar. 8. Disposición a la justicia.
9. Ateísmo. 9. Sumisión a la voluntad de Dios.
10. Violar la ley. 10. Legislador.
11. Figura originaria de lo malo. 11. Figura originaria de lo justo.
Introducción 19

Los ejemplos de cainitas y moiseítas reseñados en el libro pueden también


interpretarse como figuras del mal y del bien. Sin embargo, debemos hacer de
antemano hincapié en los dos siguientes principios:-
1. Las figuras de Caín y Moisés se consideran aquí no bajo el aspecto de la
ética, sino puramente del análisis del destino y clínicamente.
2. Aquellas manifestaciones descritas por K. Lorenz en su obra Lo así
llamado malo (16) no pertenecen —en personas— en el análisis del destino pri­
mordialmente al campo del radical «agresión», sino al del «radical Caín».
Es decir, el Caín no se caracteriza en primer término por su agresión, sino
por sus afectos y su yo. Afectivamente el Caín anumula cólera y odio, envidia y
celos, ira y venganza, además la perniciosa ansia narcisista de notoriedad hasta
la explosión; y el yo se caracteriza por su codicia y acusación a otros (proyección).
Si bien puede él —en ciertas circunstancias— emplear también para sus «así
denominadas malas acciones» la fuerza de la agresión, a pesar de ello no es la
agresión, sino los afectos bastos y el especial yo lo que le sella como Caín. En la
teoría del instinto humano, la agresión es en parte un instinto de conservación
y en parte un instinto sexual.
La terapia analítica del destino buscó, finalmente, caminos por los que, bajo
ciertas circunstancias, pudiera transformarse al hombre «Caín» en hombre
«Moisés» (15). Por supuesto hay un algo de «Moisés» —decía ya la leyenda—
en cada Caín.
El volver lo malo en bueno, el ánimo de matar en ánimo justiciero es, sin
embargo, una tarea casi sobrehumana. Especialmente porque en esta metamor­
fosis de la innata y bipolar naturaleza del instinto son las instancias superiores
las que han de jugar el papel principal consiguiendo este giro. Estas instancias
superiores son la razón, el talento, la idea «Hombre»; por tanto, el humanismo,
la función de la fe y el espíritu. No es extraño que este giro en los sentimientos sea
tan raro de conseguir.
CA IN A LA LUZ DE LA BIBLIA
Y DE LA LEYENDA
I

CAIN A LA LUZ DE LA BIBLIA


Y DE LA LEYENDA

El nacimiento de Caín

El nacimiento de Caín se cuenta en la Biblia del siguiente modo (Génesis 4, 1):


«Conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín, y
dijo: He alcanzado de Yahvé un varón. Volvió a dar a luz y tuvo a Abel, su her­
mano» (Traducción de M. Buler).
Hay una leyenda judía en la cual Caín no fue concebido por Adán, sino por
Satán, el ángel malo, Semael. La leyenda dice:

Caín un hijo de Satán

«Semael, el ángel, el jinete serpiente, entró en Eva y fue concebida y dio a luz
a Caín. Ella miró su rostro y vio que no se parecía a los terrenales, sino a los ce­
lestiales; le miró y dijo: He conseguido un hombre con el emisario del Señor.
Entonces conoció Adán a su mujer y ella dio a luz a Abel, de Adán» (17).
Según esta leyenda la paternidad de Adán no comienza con el engendramiento
de Caín, sino con el de Abel. Por tanto, el procreador de Caín es incierto. ¿Fue
Semael el ángel malo? ¿Fue el emisario del Señor, como aseguraba Eva?
Con el primer alumbramiento de la primera mujer se asienta en el mundo la
frase de la duda: pater semper incertus. Desde entonces imperan en el mundo es­
tas dudas en la propia paternidad.
24 Caín y el cainismo en la H istoria Universal

La leyenda sobre la creación del mal se podría explicar de forma que el alma
popular se haya sublevado contra la Suposición de que Caín, es decir, lo malo,
provenga de un hombre, de Adán. Carga esta responsabilidad grave del destino
del hombre en el ángel malo, Semael, quien —según la leyenda— figuraba como
emisario del Señor. La culpa en el nacimiento de lo malo no la lleva el género
humano, sino el mismo Dios, el Padre todopoderoso.
Y hay de hecho otra leyenda según la cual el Caín malo —después de su
fratricidio— culpa al Señor por el asesinato de Abel. Caín dijo al Señor:
«Es cierto que he sacrificado a mi hermano, pero tú fuiste quien puso el
mal instinto en mí; tú eres el guardián de todo lo creado y me dejaste que matara
a Abel, es más, tú eres el que ha matado a Abel, pues si hubieras acogido mis dones
como los suyos nunca se hubiera despertado en mí la envidia» (18 a).
Sobre la relación entre envidia e impulso a inculpar y acusar a otros y el ca­
rácter de Caín ya se informó anteriormente.
Según otra leyenda, los dos hermanos, Caín y Abel, son «hijos del demonio».
Esta leyenda tiene su origen en las herejías gnósticas y penetra también en las
leyendas mahometanas. Fabricáis escribe (Codex pseudoepigraphus V. T. I.):
«Nam licet Archonticos narrat Theodoritus lib. I, de haereticis fab. c. II. do-
cuisse Cain et Abel, sive ut, Muhamedanis appellantur Cabel et Habel fuerit».
toO Aia(3ól.ou jtaíSe?. (18 c).
Pirke R. Elieser se aparta de los herejes —informa V. Aptowitzer— que sólo
Caín fue engendrado por Semael, es decir, por Satanás. Aquí hay una concor­
dancia con Tertuliano (de patient, cap. 5):
«Nam statim illa (Eva) semine diaboli concepta malitiae fecunditate irae
filium procreavit».
Según Philastris Brixiensis, los cainitas enseñan que Caín era hijo del diablo:
«... ex altera virtute, id est diaboli, Cain factum, ex altera Abel beatisimum
natum» (18 c).
La identificación de la serpiente con Satanás es de origen cristiano. En la
literatura rabínica antigua no aparece esta unión. Por el contrario, la encontra­
mos tanto en la literatura mahometana como también en Pirke R. Elieser. Apto­
witzer escribe que la literatura talmúdica estaba influenciada por la gnosis.
Este cita aquí la gnosis de Justinos:
«El Nahas (la serpiente) trae también la violación de la ley. Pues ella fue a
Eva, la engañó y rompió con ella el matrimonio, lo que es ilegítimo. También
fue donde Adán y lo utilizó como joven de placer, lo cual también es ilegal».
El autor de Schar habla, asimismo, de esto y dice que Caín y Abel eran hijos
de la serpiente (= Sátanás) (18 b).
Sobre el nacimiento de la primera pareja de hermanos hay una interpretación
de la Biblia en la que Caín y Abel eran gemelos. Esta explicación se encuentra
/.— Caín a la luz de la Biblia y de la leyenda 25

en el libro La vida de Adán y Eva (Vita), que en general se cita como el Libro
cristiano de Adán. En la gran colección de E. Kautzsch,: Los Apócrifos y Pseudo-
epígrafes* del Antiguo Testamento, E. Fuchsha reseñado bajo el pseudoepígrafe
El libro de Adán, en el segundo tomo. El libro de Adán está en griego, en latín
y eslavo (véase anotación 18 b). Allí se dice:
«Adán tomó a su esposa Eva y emigró hacia el Este; allí permaneció dieciocho
años y dos meses. Y Adán vivió junto a su esposa y Eva concibió y dio a luz dos
hijos: Adiaphotos — el sin luz, que se llamó Caín, y Amilabes — el justo, al cual
se le llama Abel» (Apokalypsis Mos 1 y Vita 18 ff) (18 b).
Según V. Aptowitzer era ya conocido por el Agada «que Caín y Abel nacieron
el día de la creación de la primera pareja de hombres». El nacimiento de gemelos
aparece también en Pirke R. Elieser. Esto está en contraposición de la idea de
R. Miaschas: «Nació Caín y su hermana gemela con él». Según otras fuentes
tanto Caín como Abel tenían hermanas gemelas, pero no eran la misma. Esto
aseguraría que Caín y Abel nacieron en distintos tiempos (19 e).

El nombre de Caín

Varios autores lo hacen provenir del verbo hebraico kana. Significa: 1. fundar,
crear (de Dios); 2. adquirir por compra. Figuradamente: adquirir de Dios
(Gesenius) (19). El texto hebreo sobre el nacimiento de Caín y de la exaltación
de júbilo de Eva por el nacimiento de su primer hijo dice:

’— nJtJl iDtfrn rp-nK ibm H-tén w k mrmtf py Diftny 4


:nvr-*nx
« V I t 1
t$?
' /|t

En sánscrito:
«Wóhaadam jada át Hawwa ischtau wattachar wattelád át Kajin wattomár».
Kaniti isch át Jahwá.
La segunda línea dice: «He adquirido ( = kaniti) un varón (isch) con el favor
de Yahvé (át Jahwó)».
Según esto el nombre de Caín tenía que significar en hebreo «posesión»
[F. Dlitzsch (20), W. Vischer (21), S. Speier (22) y otros]. Delitzsch escribe:
«El verbo cana asocia en sí los conceptos de ktizein (produci \ crear) y ktasthai
(adquirir, tomar en posesión), procrearse (condere) y aquieri». Por tanto, se
puede traducir aquí: yo he producido o yo lo he recibido en propiedad (W. Vis­
cher) (21). W. Gesenius cree que este pasaje del Antiguo Testamento es confuso.

* Se entiende por Pseudoepígrafes aquellos escritos con nom bre de au to r falso o supuesto.
26 Caín y el cainismo en la H istoria Universal

Pero Caín tiene que ser también el nombre del pueblo de los kenitas, una raza
emparentada con los midianitas y que vivía entre los amalequitas, en el sur de
Palestina (W. Gesenius) (19 a). A estos kenitas y midianitas huyó más tarde
Moisés, a Midia, después de haber matado al egipcio. Moisés estaba como pastor
al servicio de Jetrós, el sacerdote de los midianitas, con cuya hija Zippora se casó.
Y aquí, al pie del monte de Dios, Horeb, se le apareció el enviado de Dios en
forma de llama de fuego, en un zarzal, y le dio el encargo de sacar a su pueblo
de Egipto.
De esta leyenda provienen la tan reñida hipótesis de los kenitas. Esta acepta
que Moisés ha adoptado el Dios Yahvé de los cainitas y midianitas. En el segundo
tomo nos ocuparemos de esta hipótesis y de la discusión teológica de que Yahvé,
el Dios de Israel, es Dios originario de los kenitas, es decir, que proviene de Caín.
Aquí se alude únicamente a un grupo de teólogos que aún hoy hablan de «Yahvé,
el Dios de Caín» (21).
La palabra de «Caín» en arameo significa: «Lanza y herrero» (19 a). El
nombre Tubal-Caín, un descendiente de Caín, significa, por tanto, «Tubal el
herrero». Fue, según la Biblia, el descubridor del arte de forjar las armas.
Aptowitzer añade que el hijo de la ira, irae Jíluis de Tertuliano, era Caín, de
la raíz Xüp airarse, encolerizado. Hace notar, además, que esta etimología
del nombre de Caín aparece también en la Onomástica sacra de Eusebius, como
Cti^-oTUJtía = envidia, celos y = tendencia violenta, apasionado (19 b).
Clemente dice también: icaív 8 écm QñXoq. El libro cristiano de Adán dice:
«Caín se puede interpretar como odiador, pues odiaba a su hermano en el
seno materno ya antes de nacer y por eso Adán le llamó Caín» (19 c).

Los hermanos de Caín

En las leyendas y comentarios se dan distinto número y diferentes nombres


de los hermanos de Caín. Sólo los nombres de Abel y de Set son siempre los mis­
mos. Pero la Biblia, también, habla de las hijas de A d án :
«Fueron los días de Adán después de engendrar a Set ochocientos años y
engendró hijos e hijas» (1-5-4). Aptowitzer hace notar aquí que el Agada tam­
bién conoce el número de hijos e hijas. Existen diferentes datos.
Dos hijas: una hermana gemela de Caín y otra hermana gemela de Abel.
Tres hijas: una hermana gemela de Caín y dos hermanas gemelas de Abel (19 f)-
Otra leyenda cuenta: «Y ella (Eva) alumbró otra vez a la herm ana gemela
(de Caín) y a la de Abel». Según esto, por tanto, cop Caín sólo nació una hermana
gemela (19 f)- Según el Libro del Jubileo, Adán y Eva tuvieron dos hijas y nueve
hijos además de Caín, Abel y Set. Según Epifanius:
l.— Cain a la luz de la Biblia y de la leyenda 27

«Nacieron de Adán otros hijos, nueve después de estos tres, como lo ates­
tigua el pequeño Génesis, de forma que tuvieron dos hijas y doce descendientes
masculinos; uno de éstos fue matado, pero los once restantes permanecieron
con vida. Esto se encuentra también indicado en la historia de la creación, ya
que en el primer libro de Moisés se dice (5-4 y 5): «Y vivió Adán novecientos
treinta años y engendró hijos e hijas y murió» (19 h).
Con la notación del Agada, según la cual Adán sólo tuvo dos hijas, concuerda
la escritura siria del siglo V o VI Schatzhóhle (cueva del tesoro), los libros cris­
tianos de Adán y los comentarios mahometanos, así como los de Tabri, El Atir,
Massudi y Abulfeda.
Aptowitzer cita también aquellas fuentes que enumeran con más amplitud
la descendencia de Adán. Así, Syncellus:
«El año 930 murió Adán dejando una descendencia de treinta y tres hijos
y ventisiete hijas».
Datos parecidos se encuentran también en Cedrenus (19 j). Según el Apoca­
lipsis de Moisés, 4-5, Adán después del nacimiento de Set engendró todavía
treinta hijos y treinta hijas, por tanto, en total, sesenta y tres hijos (19 k).
¿Cuándo engendró Adán esta cantidad de hijos e hijas? Aptowitzer considera
interesante que el Apocalipsis de Moisés y la Vita —siguiendo el sentido literal
de los textos primitivos bíblicos (Génesis 5-4)— opinan que durante los ocho­
cientos años que median entre el nacimiento de Set y la muerte de Adán nacieron
todos estos hijos. También Targum Jeruschalmi refuerza esta idea.
Pero estos nacimientos se cuentan en la Tora, antes del nacimiento de Set y no
después, como tenía que haber sucedido. Aptowitzer cree que el matrimonio
de Caín —que sólo pudo ser posible con una de sus hermanas— se cita por eso
en la Biblia antes del nacimiento de Set, porque «la Tora no se detiene a gusto
en el asunto de los cainitas, cuya historia quería hacerla desaparecer, de ahí
también que los sucesos de esa línea que caen en el tiempo después del nacimiento
de Set se narren antes» (19 1).
También reina gran diferencia sobre los nombres de las hermanas de Caín.
La Agada rabínica no menciona ningún nombre. Más tarde, en algunos escritos
judaicos de la Edad Media se mencionan algunos. Así en la crónica de Jeramel
(Ed. Gaster), la hermana gemela de Caín se llama «Kelmana», y la de Abel,
«Débora» (19 m). También el Pseudo-Metodis las nombra así. La hermana
gemela de Caín se llamaba aquí «Kalemera»; la de Abel, «Lébora». Teodosio lla­
maba a la hermana gemela de Caín, «Clímia», y la hermana gemela de Abel se
llamaba en éste «Lebhüdhá» (19 m). En el Libro del Jubileo, Caín se casó con la
hermana mayor de nombre «Save»; el tercer hijo, Set, estaba unido a su hermana
«Azura» (19 o). Según los libros de Adam, la hermana de Caín se llamaba «Kinan»;
la de Abel, «Ima» (19 p). En la cueva del tesoro siria se llama a la hermana de
28 Caín y e l cainismo en la H istoria Universal

Caín «Kelimath». Rónsch intentó recopilar la variedad de estas denominaciones


en la literatura cristiana (S-373). Aptowitzer hizo lo mismo en relación con las
fuentes judías (19 m, n, o, p).

El matrimonio de Caín

La mayoría de las fuentes cristianas y judaicas están de acuerdo en la acep­


tación de que Caín y Abel se casaron con sus hermanas gemelas. Una leyenda
cuenta:
«En aquel día ocurrieron tres milagros; en aquel día fueron creados Adán
y Eva; en aquel día se unieron; en aquel día apareció una familia. Dos eran
cuando entraron en el campamento, y siete eran cuando lo abandonaron: vino
Caín con su hermana gemela y Abel con sus dos hermanas gemelas» (23). «Estas
fueron más tarde sus mujeres, ya que en aquel tiempo no había más hijas de
hombre que pudieran haber tomado Caín y Abel; de ahí que se les permitiera»
(24 a).
¿Se tomaban estos incestos como pecado o como gracia? El Agada explica:
«Se dice: Si alguien toma a su hermana, hija de su padre o hija de su madre,
de forma que él vea sus vergüenzas y ella vea las vergüenzas de él, así es esto.
Chesed (pecado) (Lev. 20, 17). Dice R. Abin: Para que no digas ha tomado
Caín a su hermana como esposa, ¿casó a Abel con su hermana ? Esto es una gracia,
un don concedido a los primeros hombres para que ellos construyeran el mundo,
“pues yo dije, el mundo se construirá en gracia” (Ps 89, 3) (24 b).»
Aptowitzer hace notar que sucedió lo mismo con respecto a los hijos de Jacob:
«Con cada uno de los doce fundadores nació una hermana gemela, pero con
Benjamín... nacieron dos hermanas gemelas» (24c). «Y así como Caín y Abel
casaron con sus hermanas, así también casaron los hijos de Jacob —a excepción
de José, que no tenía hermanas gemelas— con sus hermanas» (24 d).
Aquí hago mención de la creencia popular por la que gemelos de distinto
sexo pueden casarse (24 c).

El fratricidio

El fratricidio se presenta y motiva en la Biblia y en una serie de leyendas de


modo diferentes. Según la Biblia: «Fue Abel pastor, y Caín labrador; y al cabo
del tiempo hizo Caín ofrenda a Yahvé de los frutos de la tierra, y se la hizo tam­
bién Abel de los primogénitos de su ganado, de lo mejor de ellos; y agradóse
Yahvé de Abel y su ofrenda, pero no de Caín y la suya. Se enfureció Caín y andaba
cabizbajo; y Yahvé le dijo: «¿Por qué estás enfurecido, y por qué andas cabiz-
I.— Caín a la luz de ¡a Biblia y de la leyenda 29

bajo? ¿No es verdad que si obraras bien andarías erguido, mientras que si no
obras bien estará el pecado a la puerta como fiera acurrucada, acechándote
ansiosamente, a la que tú debes dominar? Cesa, que él siente apego a ti, y tú
debes dominarle a él». Dijo Caín a Abel, su hermano: «Vamos al campo». Y
cuando estuvieron en el campo, se alzó Caín contra Abel, su hermano, y le mató
(1 Mose 4, 2-8).
Una leyenda cuenta:
«Entonces prendió el odio y la envidia en el alma de Caín, porque su oblación
no había sido aceptada, pero no sólo esto, sino porque la hermana gemela de
Abel era la más bella de todas las mujeres. Entonces se dijo Caín: Yo mataré a mi
hermano y su mujer será mía» (25).
Otra variación de esta leyenda cuenta el fratricidio de la siguiente forma:
«Y sucedió que cuando los dos estaban en el campo hablaron así: Vamos
a repartir el mundo entre nosotros. Uno tomó para sí el campo, el otro tomó todo
aquello que se movía encima; pero ellos riñeron y entonces se volvió Caín sobre
su hermano Abel. Pero Abel era más fuerte que Caín y puso a Caín debajo de él.
Entonces dijo Caín a Abel: Mira, nosotros somos solamente dos en el mundo,
¿qué vas a decir después de esto a nuestro padre? Entonces se compadeció Abel
de su hermano y le dejó. Caín se levantó y mató a Abel» (26).
Lo alevoso de los cainitas está aquí manifiesto. Los motivos del fratricidio
se presentan de distintas maneras en las leyendas —cosa parecida a loque ocurre
en la realidad con los asesinatos.
«He ahí que prendió odio y envidia en el alma de Caín porque su oblación no
había sido aceptada».
Odio y envidia son los rasgos característicos, guía de todos los cainitas. A
esto hay que añadir también —como dice la leyenda mencionada— los celos
sexuales, ya que Abel poseía dos hermanas gemelas y Caín sólo una.
Debido al impulso de posesión en general, vicio al cual Caín debe su nombre,
parece, según la leyenda, que eran en gran medida esclavos de este vicio. Se dice:
«Sucedió después de un tiempo, que Caín y su hermano Abel salieron al
campo para arreglar su trabajo. Caín cultivaba su campo y Abel cuidaba de sus
ovejas; corrió de pronto el rebaño de Abel al campo en que Caín estaba arando.
Entonces Caín se excitó y fue hacia su hermano Abel y le dijo: ¿Qué, somos el
uno para el otro para que tú vengas con tu rebaño para acampar y pacer en mi
tierra? Abel contestó y dijo: ¿Qué, somos el uno para el otro que tú te alimentas
de mis ovejas y te cubres con su lana? Devuélveme la lana con la que te cubres
y págame el precio de sus dones y de toda su carne que has comido, y si haces eso,
yo también abandonaré tu tierra como tú quieres y subiré al cielo cuando pueda».
«Entonces habló Caín a su hermano Abel: Mira, si hoy te mato, ¿quién me
exigirá tu sangre ? Abel contestó y dijo: Dios que nos creó, El me vengará y te
30 Caín y el cainismo en la H istoria Universal

exigirá mi sangre si me matas, pues El juzga y castiga y El paga al malo su maldad


y al ofensor la ofensa que hace en la tierra. Bien, si tú me matas hoy, mira, Dios
conoce todos los escondites y te juzgará por la afrenta que quieres cometer hoy
en mí. Y sucedió que cuando Caín oyó esto echó llamaradas de ira sobre su her­
mano por su forma de hablar, y entonces se levantó y agarró un hierro, que era
su herramienta en el campo, y, de repente, pegó con él a su hermano y le mató» (27).
Sobre la historia de la violencia de los cainitas y de su motivación, se podría
continuar hablando a través de diversas variantes de leyendas. Pero los lugares
presentados son suficientes para poder valorar más tarde, psicológicamente, el
rasgo conductor del destino de los cainitas, es decir, la idea de matar. Otras tres
características del destino de los cainitas se acentúan igualmente en las leyendas :
el miedo al castigo, la expiación y el estar siempre huyendo. Sobre el miedo de Caín
ante el castigo, cuenta la leyenda :
«Entonces dijo el Señor a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? El Señor
quiere la penitencia del pecador y por eso Caín tenía que haber contestado: ¡Señor
de todo lo creado! Tú sabes todo lo oculto, yo le he matado, yo he pecado.
Entonces el Señor también le hubiera perdonado. Pero Caín no lo hizo; cuando
oyó preguntar al Señor: ¿Dónde está tu hermano Abel?, entonces pensó en su
corazón: Dios está cubierto en las nubes y así no ve lo que hacen los hijos de los
hombres. Caín empezó entonces a mentir delante del Señor, y dijo: No lo sé. ¿Soy,
acaso, el guardián de mi hermano ? Como el Señor vio que Caín daba una con­
testación falsa, empezó a convencerle y decirle que El sabía todo, que era el Juez,
y que en el futuro también juzgaría y le exigiría la sangre de su hermano Abel,
y de sus descendientes hasta la consumación de todos los linajes. Luego habló
Dios a Caín: Maldito seas lejos de esta tierra que abrió su boca para recibir la
sangre de tu hermano. Aunque labres el suelo, no te dará más su fruto. Vaga­
bundo y errante serás sobre la tierra. Entonces dijo Caín: Mi pecado es demasiado
grande para que le pueda soportar. Es decir, que hoy me echas de este suelo, y he
de esconderme de tu presencia. Cualquiera que me encuentre me matará, pues
todas tus criaturas saben que soy culpable de esta muerte.
Entonces respondió el Señor: Al contrario, yo te ayudaré de forma que la
muerte de Abel no te sea vengada ahora. Te esperaré hasta tu séptima generación.
Y el Señor hizo una señal a Caín para que quien le encontrase le reconociera
y no le matara y se percatara de que el Señor le había perdonado hasta la séptima
generación (28).
Así Caín fue «despedido condicionalmente» por su Juez. El Señor Dios hizo
a Caín una señal y le dejó crecer en la frente un cuerno. Emigró a la tierra de Nod,
al oriente de Edén. La leyenda hace notar adem ás: «Por tanto, huyeron también
todos los que mataron, sin querer, a las ciudades libres que están al este del país
de Israel» (28).
I.— Caín a la luz de la Biblia y de la leyenda 31

Las leyendas en el Agada sobre el fratricidio, las interpretaciones rabínicas,


cristianas y mahometanas sobre las conversaciones mencionadas y los motivos
del fratricidio han dado en la psicología del destino dos motivos de una significa­
ción especial.
Primero, porque estas leyendas y sus comentarios descubren la necesidad,
que germina en todos nosotros, y que todos experimentamos alguna vez en no­
sotros mismos, es decir, que somos capaces de cometer un fratricidio. Si esta
posibilidad remota no estuviera en nosotros, ¿cómo sería posible que la his­
toria del mundo estuviera formada por una cadena ininterrumpida de violencias,
guerras y genocidios ?
Segundo, la Iglesia intentó encontrar en la leyenda, Caín-Abel, una base natural
para la ética. Ha idealizado en toda medida a Abel y rebajado a Caín. Así, para
la Iglesia, Abel fue la imagen de la justicia, de la piedad, de las virtudes, de la hu­
mildad : el prototipo de la perfección de lo «bueno». Caín, por el contrario, re­
presenta en la Iglesia la injusticia, el vicio, la impureza, el sentimiento de matar,
la impiedad que sólo lleva a la ganancia y a la posesión. Y así, Caín fue tomado
como la plenitud de los vicios y como el símbolo de lo «malo».
Más de una vez se hizo hincapié en que el Agada rabínica no había idealizado
en absoluto la figura de Abel, que no le había presentado como ejemplo de virtud,
sino que, más bien, presenta su indiferencia moral y su insignificancia. Tampoco
Caín se presenta a diferencia de los comentarios cristianos como asesino, sino
que su acción se califica como una transgresión en legítima defensa. Pues se dice :
«Caín fue tirado al suelo por Abel mucho más fuerte que él y amenazado de
muerte; él pidió clemencia y le dejó libre».
La idealización de Abel proviene, según otros comentarios de Philo, judío
neoplatónico del siglo I d. de C., y fue continuado por el historiador del mismo
siglo, Josephus Flavio (27 b). «Sólo más tarde pudo penetrar en el ámbito islá­
mico, así como en círculos judíos, por mediación de escritores islámicos, un
rayo del esplendor de Abel. De este modo, una visión originaria judía encontró
entrada otra vez entre los judíos haciendo un desvío por el Islam (27 c).
Según esto se dan cuatro causas diversas de la discordia entre los hermanos:
1, la aceptación desigual que encontraron los hermanos ante Dios; 2, la disputa
por el reparto de las posesiones; 3, la disputa por los lugares sagrados, y 4, la disputa
por las hermanas gemelas de Abel y Caín.
Si se contemplan las motivaciones primitivas del fratricidio en las leyendas
populares, con ojos de psicólogo, es asombroso lo poco que ha cambiado la na­
turaleza instintiva del hombre a través de los siglos. Los mismos impulsos ori­
ginarios, esto es: 1, necesidad de aceptación del hijo por el padre, y la envidia y los
celos hacia el hermano ; 2, el impulso de posesión, el «querer tenerlo todo» ; 3, la
disputa religiosa por la tradición y sus lugares sagrados; y 4, el instinto sexual estaba
32 Caín y el cainismo en la H istoria Universal

siempre con aquella fuerza instintiva que le ha llevado siempre a la disputa, y la


guerra, al asesinato individual y al genocidio.
El dejar a un lado al mayor y enaltecer al menor de los hermanos, es una y
otra vez, a través de los siglos, la causa de la discordia entre hermanos. Que esta
lucha se manifieste hoy más a menudo en forma de neurosis que de asesinato,
es precisamente la consecuencia del malestar en la civilización y en la cultura.
Las conversaciones que tuvieron lugar antes del fratricidio eran, según las
leyendas, de naturaleza religiosa; son presentadas por los agadistas de tal forma,
que hoy día se podrían reproducir casi textualmente. Como ejemplo citamos la
siguiente conversación: «Cuando los dos habían salido al campo, Caín dijo a
Abel: Yo reconozco que el mundo (no) ha sido creado con misericordia; tam­
poco es gobernado según los frutos de las buenas obras, y hay partidismo en el
juicio. ¿Por qué entonces ha sido aceptada —agradablemente— tu oblación
mientras que mi ofrenda no ha sido aceptada agradablemente? A esto respon­
dió Abel y dijo a Caín: El mundo ha sido creado con misericordia, se gobierna
según los frutos de las buenas obras, y no hay partidismo en el juicio. Sólo porque
los frutos de mis obras eran mejores que los tuyos y anteriores a los tuyos, por
esto mi oblación ha sido aceptada favorablemente. Caín respondió y dijo a su
hermano Abel: No hay juicio y no hay juez, no hay mundo futuro, no hay sa­
tisfacción con un buen premio para el justo y un castigo para el malo A esto
respondió Abel a Caín y dijo: Hay un juicio y hay un juez, hay un mundo futuro,
hay un buen premio para el justo y hay un castigo para el malo».
Huellas de esta conversación se muestran en el diálogo que tienen en el Corán
Caín y Abel:
«Y anúnciales la historia de los dos hijos de Adán, según la verdad, cuando
ofrecieron su oblación. Fue aceptada la de uno de ellos, pero no la del otro. El
dijo: ¡En verdad, te mato! (el otro) dijo: Mira, Allah sólo acepta lo de los teme­
rosos de Dios. En verdad, que si tú extiendes tu mano sobre mí para matarme,
yo no extiendo la mía sobre ti; mira, yo temo a Allah, el Señor del mundo. Mira,
quiero que lleves tu pecado y el mío, y que seas un amigo del fuego: y éste es el
premio del injusto. Entonces le empujó su alma a m atar a su hermano, y así le
mató y fue uno de los perdidos» (27 d).
En muchas modificaciones de la disputa entre los dos hermanos se presenta
a Abel como personificación de los buenos sentimientos y a Caín como al de los
malos. Por ejemplo, en Philo, en Josefo Falvio, en algunos tradicionalistas
mahometanos, en Schahin, poeta judío-persa y, sobre todo, en las escrituras
cristianas.
En el testamento de Benjamín X I I 7 se dice (véase 33 c ): «pero lo primero es
la envidia... traspasado por Dios..., pues hasta la eternidad serán juzgados con
el mismo castigo aquellos que se parecen a Caín en la envidia, de forma que odien
/.— Caín a la luz de la Biblia y de la leyenda 33

a su hermano» (27 f). Esta envidia determina hoy el destino de tantos hombres
—también en forma de neurosis— exactamente igual que en los primeros tiempos.
Lo mismo vale para la disputa por el reparto de los bienes. Al hombre que
-disputa por la posesión se le llama, tanto en los comentarios como en la psico­
logía del destino, «Caín» o «cainita».
Con prisa quiere enriquecerse un hombre de malas intenciones (Pro 28, 22),
con esto se quiere referir a Caín, que con prisa se ha dado a la idea de poseer
todo el mundo... Ambrosio escribe: «Cain dictus est acquisitio, qund oinia sibi
acquireret». A Caín se le llama posesión, porque tomó todo para sí. De esto la
psicología del destino saca la conclusión de que lo propio de los cainitas son
no sólo los afectos groseros —como cólera y furia, odio y celos, rabia y venganza,
fraude y astucia, alegría del mal ajeno y falsedad—, sino sobre todo el impulso
hacia la posesión, a tenerlo todo.
Como tercera causa de la discordia entre hermanos se menciona la disputa
por los lugares sagrados (27 h).
R. Josua de Sichnin en nombre de R. Levis: «El reparto tuvo lugar de forma
que cada uno de los hermanos recibió una parte del terreno y de los bienes mo­
vibles. Pero, ¿de qué se trataba en aquella disputa? En que cada uno de ellos dijo:
En mi territorio se erigirá el altar. Ello sucedió cuando estaban en el campo
(Gén 4-8). Por «campo» no se puede entender otra cosa que lugar sagrado,
como se dice: Sión será un campo que se ara» (Miq 3, 12).De esta discusión su­
cedió que Caín se alzó contra su hermano Abel y le mató (27 h).
El agadista no manifiesta de ningún modo que Caín y Abel hubieran sabido
qué y dónde se habría de erigir en un futuro lejano el santuario; Caín y Abel
no eran profetas. El agadista opina que Caín y Abel disputaron a causa de la
posesión de los lugares, en los que ellos llevaban a cabo sus ofrendas, pero que es
idéntico al lugar donde más tarde estuvo el santuario. Así ya en el Tanchuma:
«Dijo Caín a su hermano Abel (Gén 4, 8). ¿Qué le dijo? Le dijo: Vamos a
repartirnos el mundo, en donde yo, naturalmente, como primogénito recibo el
doble. Abel respondió: ¡Bien! A esto Caín: Entonces, tomo como parte el lugar
donde fue aceptada tu ofrenda. Abel: ¡Este no lo tomas! Por esto estalló la disputa
entre ellos, como se dice: “Sucedió que cuando estaban en el campo”, y en otro
lugar se dice: Sión será arada como un campo».
Pero que los lugares en los que Caín y Abel ofrecieron era el lugar donde más
tarde estuvo el santuario se deduce de las siguientes Agadas:
«Cuando Abraham e Isaac llegaron a la cercanía del monte Moriah, entonces
se le mostró Dios a Abraham diciendo: Aquí está el altar. Este es el altar en el
que el primer Adán hizo su ofrenda en los días de la antigüedad, es el altar en el
que Caín y Abel sacrificaron...» (27 h).

3
34 Caín y el cainismo en la H istoria Universal

En los comentarios se acepta que los lugares de sacrificio de los hermanos


eran los lugares del santuario de Jerusalén. Por estos lugares marcharon, en un
tiempo, los cruzados y a sus peregrinaciones siguieron persecuciones y guerras.
Después de miles de años luchan hoy todavía en Jerusalén por los mismos lu­
gares del santuario tres religiones, la cristiana, la judía y la islámica. Por estos
lugares hay actualmente guerra, se planean genocidios y se cometen asesinatos.
El Corán utiliza y prescribe aquí en el Sura 5. 33 (Al-Maida) una postura más
humana:
«33. Por este motivo hemos ordenado a los hijos de Israel, que si alguien mata
a un hombre —ya sea por un asesinato o por una acción violenta en el campo—,
que sea como si hubiera matado a toda la humanidad; si alguien salva la vida a
alguien, que sea como si hubiera salvado la vida de toda la humanidad. Y nuestros
enviados llegaron a ellos con señales claras, pero con todo, incluso después de
esto, cometan muchos de ellos excesos en el campo (Der Heilige Qur-An, pá­
gina 104».
Cuando un suceso en la historia confirma lo imperecedero de la necesidad
del fratricidio, así debemos pensar en este lugar.
Como cuarto motivo se hace resaltar en las leyendas y comentarios los celos
sexuales. R. Huna, dice:
«Con Abel nació una hermana gemela más que con Caín; por ella disputaron,
ya que ambos la querían poseer. Caín fundamentaba su derecho en su primoge-
nitura, mientras que Abel creía tener mayor derecho porque había nacido con él.
R. Zadok (en Pirke R. Elieser) dice: además que la mujer de Abel, su hermana
gemela, era muy bella. Por eso Caín concibió el plan de matar a Abel. Este mismo
motivo lo encontramos, también, en las leyendas cristianas y mahometanas.
Según Abul-Farags, hystoria Dynastiarum, cuenta Theodosius:
«Después de esto Adán quiso, al cabo de setenta años, casar a uno de ellos
con la hermana gemela del hermano. Caín rechazaba esto y deseaba a su propia
hermana... Por esto alimentando un odio secreto contra su hermano le condujo
engañosamente a un lado y le mató (27 i).
Interesante es el texto sirio de la «Cueva del tesoro»:
«Y estaba en cinta y dio a luz a Caín, y con él a su hermana Lebhudha; y ella
quedó en cinta otra vez y dio a luz a Abel, y con él a su hermana Kelimath. Y,
cuando los hijos crecieron, dijo Adán a Eva: que se tome Caín a Kelimath (como
mujer), la que había nacido con Abel, y Abel que tome a Lebhudah, la que había
nacido con Caín». Entonces dijo Caín a su madre Eva: Yo tomaré a mi hermana
y que Abel tome a su hermana; pues Lebhudha era bella. Y cuando Adán oyó
estas palabras se enfadó y dijo: Es una transgresión del mandamiento que tomes
a la hermana que ha nacido contigo. Pero tomad de los frutos de los árboles y de
los corderos y subid a la cumbre del monte santo y entrad en la cueva del tesoro
I.— Caín a la luz de la Biblia y de la leyenda 35

y allí presentad vuestras ofrendas, rezad ante Dios, y luego, ¡unios con vuestras
mujeres! Y sucedió que cuando Adán, el primer sacerdote, y sus hijos Caín y
y Abel subían a la cumbre del monte, entró Satán en Caín para que matase a Abel,
su hermano, a causa de Lebhudha y porque su sacrificio había sido repudiado
y no había sido aceptado por Dios, mientras que el de Abel sí había sido aceptado.
Y Caín aumentaba su envidia contra su hermano Abel. Y cuando llegaron a la
meseta se puso Caín contra su hermano Abel y lo mató hiriéndole con un pe­
ñasco».
«Pero en Caín, el despiadado, entró Satán: y se le apareció en la noche y le
dijo: Adán y Eva quieren más a tu hermano Abel que a ti, y porque le aman más
le quieren casar con tu hermosa hermana, y a ti porque te odian te quieren dar
por mujer a tu hermana fea. Y mira, yo te aconsejo, tan pronto te hagan esto,
mata a tu hermano, de esta forma será tuya tu hermana, y su hermana será re­
chazada». Y Satán marchó de él, pero lo malo permaneció en su corazón y bus­
caba a menudo a su hermano «para matarlo» (27 j).
Esta leyenda también la aceptaron Tabari e Ibn-El-Atir, en la que Adán de­
seaba casar a cada uno de sus hijos con la hermana gemela del otro y no con la
nacida con ellos mismos. Pero dado que la hermana gemela de Caín era la más
bella, quería Caín a ésta por esposa.
«En relación con el sacrificio mencionado se dice en el Corán, Sure 5, 30, que
Adán para zanjar la disputa pidió a sus dos hijos que cada uno hiciera una ofrenda
y la del que fuera aceptada tenía que casarse con la hermana gemela de Caín;
ocurrió que llevó el pastor (Abel) lo mejor de su rebaño, y el labrador (Caín), lo
peor de los frutos de la tierra; entonces cayó fuego blanco del cielo y consumió
la ofrenda de Abel, mientras que la de Caín permaneció intocada» (27 k).
Oigamos la presentación del fratricidio según cuenta Abul-Feda:
«Que Kábil —que también se le llama Caín— había matado por envidia a su
hermano Hábil (Abel), porque Dios había aceptado la oblación de éste y no la
de aquél; pero según otra opinión, había tenido cada uno una hermana gemela
y Adán quería que la de Hábil fuera la mujer de Kábil, y la de éste fuera la mujer
de Hábil. Pero esto no quería Kábil, ya que la suya era la más guapa y así mató
a su hermano y huyó con su propia hermana gemela» (27 1).
V. Aptowitzer hace notar con razón que entre las leyendas judías y cristiano-
mahometanas sobre la discusión fraterna, hay dos diferencias esenciales. «1.a En
la leyenda judía, la mujer por la que se disputa (la más guapa) es la hermana ge­
mela de Abel, mientras que en la leyenda cristiano-mahometana era la hermana
gemela de Caín. 2.a En la leyenda cristiana es sólo Caín el que desea la mujer;
Abel empero no se preocupa en lo más mínimo por el asunto del matrimonio.
Ya hemos visto que en el Agada judía prevalece la opinión de que Abel llegó
36 Caín y e l cainismo en la H istoria Universal

a casarse, mientras que Jos autores cristianos aseguran unánimemente que Abel
murió virgen y soltero».
Aptowitzer opina que Abel, en la Iglesia, es el modelo y precursor de Jesús
(27 m).
De forma interesante cuenta Agustinus (De Civitate Dei), de una secta cris­
tiana cuyos miembros siguiendo a Abel se llamaban «Abeloni», y que practicaban
la continencia en lo referente a las relaciones sexuales, pero, por otro lado, según
las reglas de la Orden, no podían vivir sin mujer. Estos «Abeloni» aceptaban que
Abel se había casado, pero que vivía un m atrimonio casto (27 n).
Para los psicólogos es aleccionador el com probar la cantidad de cualidades
que el pueblo ha proyectado sobre la pareja de hermanos, según lo hayan narrado
y expuesto, la materia primitiva de esta leyenda, judíos, cristianos o mahometanos.
A nosotros nos llamó también la atención cómo en estas leyendas Adán
intervino en el matrimonio incestuoso de sus hijos. N aturalm ente que, detrás de
esta figura legendaria de Adán, tenemos que aceptar un grupo posterior de
personas en las que se trataba de su propio inconsciente o que tomaban posición
conscientemente en el problem a del incesto. Lo que, según la leyenda, quería
Adán, era lo que, naturalm ente, querían los descendientes posteriores. Vemos
que Adán tenía como trasgresión de la ley el m atrim onio con la hermana gemela
nacida con él mismo, pero, por el contrario, perm itía el matrim onio con la her­
mana gemela del otro hermano. El hizo como si ésta no hubiese sido también
hermana de Caín. Esto nos m uestra, otra vez, lo flexible que era el concepto de
incesto a través del tiempo y de los pueblos. La ley de Adán estaba sólo en contra
del matrimonio con la herm ana gemela nacida en el mismo parto. Por motivos
comprensibles, el concepto de incesto estaba lim itado, pero, para nosotros, es
importante el que se hubiera lanzado ya este problem a. Esta ley se asemeja en
la flexibilidad del concepto de incesto a aquel tabú que fue descrito por Bro-
nislaw Malinowski de los indígenas de las islas T obriand, en el noroeste de Me­
lanesia (en Nueva Guinea Británica). Entre estos indígenas que vivían en un
estado matriarcal, sólo se atribuía el tabú del incesto con los parientes (clan) de
la madre, por el contrario, estaban perm itidas las bodas con los parientes del
padre. Así aparecieron los llamados patrim onios cruzados, primos-primas
(cross-cousin mariages), en la parentela paterna. El m atrim onio con la hija de la
hermana de la madre se tom aba como una vergüenza de sangre (27 o). Aquellas
gentes que pusieron en la boca del Adán bíblico, el tabú del incesto, han sido más
benévolos —por necesidad— con el tabú del incesto ya que lo atribuyeron sólo
al haber nacido en «el mismo parto» y no al m atrim onio entre herm anos en
general.
Para reconocer la necesidad y las posturas del pueblo hacia estas necesidades
tenemos que tomar seriamente tanto las leyendas mismas com o sus explica-
/.— Caín a la luz de la Biblia y de la leyenda 37

ciones, modificaciones, falsificaciones y suplementos a través de los tiempos.


Todo este camino tiene que recorrer, por de pronto, el análisis del destino para,
desde el punto de vista psicológico, poder establecer correctamente la poderosa
figura de lo «malo», y confirmar la concepción, según la cual la figura de Caín
— como portador de sentimientos asesinos—, representa la primitiva y natural
base de la ética. Precisamente en esto radica la importancia histórico cultural
de las leyendas populares sobre el fratricidio.

La señal de Caín

La cuestión sobre la señal de Caín todavía no ha terminado. En la Biblia


leemos solamente acerca de una «señal, para que nadie que le encontrase le
atacara». Una leyenda pretende saber que Dios dejó crecer en la frente de Caín
un cuerno (29). Según otra leyenda, Dios tomó una de las 22 señales de la Escri­
tura y «la escribió en el brazo de Caín, para que así no pudieran matarle» (30),
Se aceptó, incluso, que la señal de Caín fuera como una especie de tatuaje (31 a).
Dos hechos hablan en favor de la hipótesis de un cuerno (29). Primero:
A Moisés, que también era un criminal de afecto, se le representa con cuernos.
Segundo: Los hebreos ofrecían sus animales sobre altares con cuernos. Aquellos
criminales que huían al templo de las ofrendas y sostenían con la mano estos
cuernos del altar no se les podía matar. Estos cuernos del altar los menciona
la Biblia:
«Tomando sangre del novillo, untarás con tu dedo los cuernos del altar y
derramarás toda la sangre al pie del altar» (2 Mo 29, 12).
Más notable es lo enunciado por el poeta judío-persa, Schahin:
«Caín recibió de Dios una barba de la que se asustaban los animales, de forma
que huían de Caín» (31 b).
De todas las interpretaciones de la señal de Caín mantenemos como más
interesante para la psicología del destino la siguiente:
«Puso Dios una señal a Caín para que no le matase nadie que pudiera encon­
trarle». De qué clase de señal se trataba, no ha sido dicho... ¿No consistiría la
señal no en que Caín no podía ser matado, sino precisamente en que no podía
ser jamás destruido ? Pues en ningún lugar de los Libros de la Ley se menciona
su muerte, como para indicar que —como aquella Skylla de la mitología—, la
incomprensión es un mal inmortal que nunca toma un fin como muerte y, sin
embargo, muere continuamente por toda la eternidad (31 c).
Lo atrayente en esta interpretación es la creencia de que Caín es inmortal.
Como necesidad instintiva Caín permanece de hecho por toda la eternidad.
38 Caín y e l cainismo en la H istoria Universal

Contrariamente a las interpretaciones cristianas en las que la señal de Caín


es una señal de vergüenza, mencionamos el libro de F. Wertham, un psiquiatra
americano del año 1966, que lleva por título: «A sing fo r Cain» Ahí leemos:
«Even the sign o f Cain, or mark o f Cain, is sometimes misunderstood. I have
heard district attomeys asking for the death penalty while pointing to the “sign
o f Cain” on the accused’s forehead. They did not realize that this sign does not
stamp a man as one fít for the death penalty, but on the contrary is a device
against continued violence: a sign fo r Cain, lest any finding him should smite
him» (31 e).
Recordemos aquí que hasta el siglo pasado se ha considerado la sangre de
un criminal como saludable para la epilepsia. H. Balzer escribe:
«En “Oberhalbstein”, se cuenta que la última persona que fue ejecutada en
la horca de Rietberg (Domleschg), era una mujer de Prásans. Estuvo en Suavia
y a su vuelta, en Domleschg, había alum brado y m atado a su hijo. En su ejecución
había siete clérigos y m ucho pueblo a su alrededor. Debajo había también dos
hombres que padecían un mal de epilepsia, uno era de Oberlander; el otro de
Heinzenberg. Ambos bebieron de la sangre caliente de la ejecutada. Después
de esto tuvieron que correr un largo trecho p ara que la sangre bebida pasara a
la propia. El de Heinzenberg estaba en condiciones de correr el trecho prescrito
y se curó, pero el de O berlander no; éste m urió pronto» (32).

L a descendencia de Caín

La Biblia cuenta como sigue:


«Conoció Caín a su mujer, que concibió y parió a Henoc. Púsose aquél a
edificar una ciudad, a la que dio el nom bre de H enoc, su hijo. A Henoc le nació
Irad, e Irad engendró a M aviaeld; M aviaeld a M atusael y M atusael a Lamec.
Lamec tomó dos mujeres, una de nom bre A da y otra de nom bre Sella. Ada parió
a Jabel, que fue el padre de los que habitan cabañas y pastorean. El nombre de
su hermano fue Jubal, el padre de cuantos tocan la cítara y la flauta. También
Sella tuvo un hijo, Tubalcaín, forjador de instrum entos cortantes de bronce y
hierro. Hermana de Tubalcaín fue Noem a» (Gen 4, 17-22).
Sobre la descendencia de Caín existen diversas tradiciones que expresan lo
contrario de la Biblia. Algunas de ellas se pueden leer en «Ephraem Syrus»
(Obras completas de los Padres de la Iglesia, X X V II). A quí se explica que el
castigo de Caín se ha extendido hasta la séptima generación de su estirpe, y el cas­
tigo endosado se efectuó en la generación de Lam ec en la que la procreación
de su género fue interrumpida. El, Lamec, no tuvo ningún vástago masculino
—como castigo por haber m atado a Caín—, sólo Je nacieron mujeres. Sus mu-
I.— Caín a la luz de la Biblia y de la leyenda 39

jeres, Ada y Sella tenían que consolarle por esto. Los tres hijos mencionados en
la Biblia, Jabal, Jubal y Tubalcaín (Gen 4, 17) no se mencionan aquí.
De forma interesante menciona Ephraem en la cita (Gen 6, 1) a un comen­
tarista que dice:
Por los hijos del hombre entiende él los Cainitas y el que ellas hubieran en­
gendrado hijas, lo dice para indicar con ello que la procreación de la estirpe
de los cainitas fue interrumpida precisamente por la causa mencionada.
Porque los cainitas eran viciosos, sólo les dio Dios muchas hijas (33 a).
Pero Caín tiene que ser el padre de los quenitas. La tribu nómada de los quenitas
pertenecía —como ya se ha indicado— a la de los medianitas. Ellos habitaban
una parte de la península del Sinaí. El suegro de Moisés, Jetró, era un quenita
o medianita. Los quenitas emigraron con las tribus de Israel a Canaán y allí, en
la tierra, fueron forjadores errantes y paulatinamente fueron fusionados del todo
con la población israelita (33 b).
Tenemos que diferenciar bien a estos «quenitas» de los llamados «cainitas».
Los quenitas son una tribu nómada bíblica. Los cainitas, por el contrario —visto
psicológicamente—, son hombres que llevan en sí la naturaleza instintiva y las
malas intenciones de Caín. De manera sorprendente ya nos habla Ephraem Syrus,
este obispo del siglo IV —según la traducción—, de los «cainitas». Pero estos
cainitas viven todavía entre nosotros y —al parecer— seguirán viviendo siempre.

La muerte de Caín

En las leyendas, la muerte de Caín se cuenta en tres variaciones (ver Kautzch


y Aptowitzer, cita 33 c).
1. Caín encuentra la muerte bajo los escombros de su casa derribada sobre él.—
Esta leyenda la encontramos en el Libro del jubileo o el Pequeño génesis, 4, 81,
publicado por Hermann Rónsch (1874); por tanto, en un seudoepígrafe (ver
cita 19h), y dice:
«Al final de este jubileo fue muerto Caín, un año después de él (es decir, des­
pués de la muerte de Adán); su casa le cayó encima y él murió en medio de su
casa y por sus piedras, pues con una piedra mató a Abel; con una piedra le ma­
taron a él, según la ley. Y por esto está ordenado en las tablas celestiales: con
los utensilios con los que un hombre mata a su prójimo, con éstos sea él muerto;
como él le haya herido, así le han de hacer a él. Los padres de la Iglesia calculaban,
coincidiendo con el Libro del jubileo, que Caín tenía ochocientos sesenta años
cuando murió.
40 Caín y el cainismo en la Historia Universal

Esta leyenda no la conocía el Agada rabínica ni la mahometana.


2. Caín sucumbe en el diluvio universal.—Levis transmite esta leyenda en
nombre de R. Simón-Ben Lakisch:
«Dios colgó a Caín en el aire, hasta que llegó el diluvio universal y le arrastró»
(33 c). Otra explicación dice: «Dios le dejó seguir sufriendo».
Aptowitzer escribe que esta última leyenda es más antigua que las Tradentes
en las fuentes rabínicas. Ya la encontramos en los testamentos de los doce patriar­
cas y en el testamento de Benjamín XII, 7:
«Por esto le dio Dios a Caín siete castigos, pues cada cién años Dios le man­
daba un castigo. Sufrió doscientos años y en el año novecientos fue expulsado
durante el diluvio, a causa de su hermano, el justo Abel» (33 c).
3. Caín es matado por Lamec.—La primera variación de esta extendida
leyenda habla de una muerte involuntaria y dice:
«Lamec, el descendiente de Caín, el séptimo en la línea de la especie, era ciego.
Siempre que iba de caza, le acompañaba su hijo Tubalcaín que era el que le con­
ducía. Si éste divisaba el cuerno de un animal entonces guiaba el arco de su
padre contra el animal de forma que éste fuera cazado. Un día apareció Caín
—que tenía un cuerno en la frente— entre dos montañas, de forma que el mucha­
cho de lejos no podía ver del todo la figura, pero sí el cuerno. Pensando que era
un animal que aparecía entre dos m ontañas lo comunicó a su padre, que disparó
la flecha en la dirección del supuesto animal. Esta alcanzó su destino demasiado
bien. Taladrado por la flecha del ciego cazador cayó Caín muerto como un ani­
mal salvaje. Pero cuando Lamec y su guía se acercaron a su destino para coger
el animal salvaje cazado, dijo el m uchacho a su padre: Veo que el supuesto animal
es un hombre que tiene un cuerno en la frente. Aterrado gritó Lam ec: ¡Dolor, es mi
abuelo! Desesperado de arrepentimiento cerró de golpe sus manos y de manera
accidental dio en la cabeza del muchacho, que murió. Así dijo Lamec a sus mu­
jeres: A un hombre maté por una herida que le hice y a un muchacho por un golpe
que le di» (Gén 4, 23) (33 d).
Una variante de esta narración dice: «Lamec m ató a Caín y al muchacho
que le conducía (a Lamec); a Caín con una piedra que le tiró y al muchacho
de un golpe con el puño, por desesperación de la muerte de Caín» (33 e).
El obispo sirio Ephraen Syrus aceptó esta leyenda. Las variantes cristianas
y mahometanas de esta narración coinciden en parte con (Jelamdenü-Tanchuma),
y en parte cambian o están resumidas.
También la «Cueva del tesoro» siria coincide en el contenido con Tanchuma.
El texto, en el libro cristiano de Adán, no cita a Tubalcaín como acompañante
de Lamec, sino a un joven pastor al que Lamec —cuando se percató de que invo­
luntariamente había m atado a su antepasado— , le dio con la palm a de la mano
y éste cayó como muerto. Lamec lo tuvo por m uerto. «Tom ó una piedra y le
I.— Caín a la luz de la Biblia y de la leyenda 41

aplastó la cabeza, de forma que murió». «En Tabari» y en «Ibn-El-Atir» el nom­


bre de Lamec no se menciona, sólo se dice que su propio hijo mató a Caín. Tam­
bién Metodio y Hyeronimus hablan de una muerte involuntaria.
De una muerte intencionada habla también —junto a otros comentaristas
hebreos—, Prokopius de Gaza. Ya Ephraem Syrum mencionaba una variación
intencionada de esta leyenda. En Aptowitzer sólo hay una huella de muerte in­
tencionada, en un fragmento joven del Midrasch. (Midrasch = expresión para
varias escrituras rabínicas en hebreo o arameo que van hasta los tiempos posbí­
blicos.) Aquí se dice:
«... los descendientes de Caín eran asesinos, descendientes de asesinos; Caín
mató a Abel, Lamec mató a Caín y a sus hijos» (33 f).
La expresión asesino tiene que indicar muerte intencionada. Este fragmento
indica el mismo pensamiento al que ha llegado hoy día la psicología del destino
por medio de los métodos genéticos.
En una notación (261) de Aptowitzer leemos lo siguiente (33 g):
«Fabricius (Codex pseudepigraphus V.T.I., pág. 122), indica una costumbre
universitaria de llamar a los doctores de la medicina, en su promoción: Vade
et occide Caín. La exclamación la entiende así: ¡Ve y mata, oh Caín!, y explica
que el sentido de la frase sería que se inculcaba a los jóvenes médicos a utilizar
su arte con cuidado, recordando aquello de que contribuyendo, por su culpa,
a la muerte se les vengaría siete veces.
¡Quod Medicis Doctoribus recens creatis solenni ritu acclamari consuevit!
¡Vade et occide C ain!, de quo varia et iucunda vir ingenioisis Paulus Ammannus;
illius dicti ni fallor haeec fuit sententia, ut monerentur caute agere cogitarentque;
necem eorum quos culpa sua occidissent septies vindicanda».
«Pero no es convincente que esta advertencia y recomendación se haya pre­
cisamente revestido en la amonestación del crimen. Sería también de mal gusto
y poco ingenioso hablar a los jóvenes médicos de «Cain», precisamente, en la
celebración de su promoción. Por eso, me parece más correcto el entender
la cuestión de la noble aclamación así: ¡Ve y mata a Caín! Al joven médico, en
la entrada de su profesión, se le llama para sanar a los enfermos, para arrancarles
de la muerte, a luchar contra Caín, el ángel de la muerte, para matarle. La leyenda
de Tanchuma que no aparece ni en los padres de la Iglesia ni en la escritura de
Petrus Comestor, en los que se han infiltrado algunos elementos agadísticos
en la literatura alemana de la Edad Media (com. Historienbibel ed. Merzdorf,
págs. 132, 610; Narrenschiff, ed., Zamke, págs. 238, 371; Conrad von Megen-
berg, ed., Pfeiffer, pág. 307) pudo entrar en el círculo universitario por judíos,
quizá bautizados (33 g).
C a ín y e l c a in ism o en la H is to r ia U n iversa l
42

Genealogía de Adán y Eva

La genealogía que cuenta el Antiguo Testamento sobre la descendencia de


Abel, es decir, de Caín se puede presentar en el árbol genealógico siguiente (1.
Moisés 5, 1-32).

El árbol genealógico del Antiguo Testamento sobre la descendencia de Adán


es para un analista del destino de gran interés, tanto en la línea de Caín, como
en la de Set, al que Dios dio a Eva en lugar de Abel.
En la raza de Caín vuelve en Lamec el destino de matar, ya que m ata a su ante­
pasado Caín y a su hijo Tubalcaín. A pesar de que este doble asesinato de Lamec,
según la leyenda, fue involuntario, la idea asesina de Lamec aparece incompren­
siblemente en la voz culpable, con la que habla de ello a sus mujeres. La mi^ma
idea asesina se manifiesta en la intención de sus mujeres (Ada y Sella), que —según
una leyenda (34)— querían matar a su marido Lamec, cuando supieron lo que
había hecho con Caín y con Tubalcaín. También las mujeres de Tubalcaín te­
mían que éste fuera castigado por haber descubierto la espada y todos aquellos
instrumentos de muerte.
Junto al retorno de los sentimientos cainitas, en los descendientes de Caín
está la elección de oficio de sus descendientes, que es de gran importancia para
la psicología del destino.
Caín mismo construyó la prim era ciudad, de nombre Henoc, y así colocó la
primera piedra de la civilización; Josephus Flavius escribe:
«Caín cambió, la hasta entonces sencilla, forma de vida por el descubrimiento
de la medida y el peso y así cambió la inocencia y la ingenuidad de las costumbres,
así como la nobleza del espíritu, en astucia y sagacidad. Fue el primero que puso
límite al campo, que construyó una ciudad, la fortificó con murallas y obligó
a los vecinos a vivir juntos. A esta ciudad la llamó Henoc, como a su hijo ma­
yor» (35).
Según esta versión Caín tuvo «propiedad» y así descubrió el «capitalismo».
En su séptima generación con los hijos de Lamec, aparecen ya otras elecciones
de oficios que alcanzan gran significación histórico-culturales. Mientras Lamec
era un cazador, su primer hijo de Ada, Jabal, descubrió la cria de ganado, el pas­
toreo y el habitar en tiendas; el segundo hijo, Jubal, la música instrumental; y el
tercer hijo de Sella, Tubalcaín, el arte de fo r jar armas. La importancia de la fun­
dación de estas industrias fue puesta de relieve por historiadores y teólogos.
I __Caín a la luz de la Biblia y de la leyenda
43

. Eva Adán
9
-J
Caín S Abel<? SchetJ 1
Labrador,
Asesino
1
II.
Chanoch,S
Edificó la ciudad Enosch<J
1
III.
Ira d S 9 c? KenantJ
1____ ______1
IV.
Mechujael S Mahalalel

V.
Metusckael <3 Jared«J
1 --------1
VI. V 9
LamechS A da Zilla Chanoch <J
' Asesino _____ 1_______
L II________

VII.

Jabal c? JubalS Thtbal-Kain<? Naama? Metuschalach S


Descubridor Inventor del arpa Inventor de las
de la cría y la flauta armas blancas
de ganado Lamechr?

Moach S

Figura 1.—Arbol genealógico de Adán y su descendencia según la Biblia

Nachmanides (1195 a 1270) expresa en sus comentarios a la Torá, tanto la


imitación (¿herencia?) del impulso de matar, como su socialización en el oficio
y en el arte, con las siguientes frases:
«Me parece que Lamec era muy versado en el acabado del trabajo. A su hijo
mayor le enseñó el pastoreo; al segundo hijo, el arte de la música; al tercer hijo,
el martilleo y a hacer espadas lanzas, jabalinas y todos los utensilios de guerra.
Sus mujeres temían que fuera castigado porque había descubierto la espada y
el matar. Así imitaba la acción de su padre. El, el hijo del primer asesino crea la
corrupción para destruir» (36).
44 Caín y e l cainismo en la Historia Universal

En la explicación dej Génesis escribe F. Delitzsch, 1852:


«Los tres hijos de Lamec han adquirido gran importancia histórico-cultural,
como descubridores y fundadores de tres industrias... Jabal descubrió el pastoreo;
Jubal, la música instrumental, y Tubalcaín, el arte de la forja de armas» (20).
En la historia de la primera familia bíblica de Adán y Eva no sólo volvió el
instinto malo para matar, sino también el de la orgía, la inmoralidad; en resumen,
la falta de freno sexual. En la primera leyenda citada se dice:
«Caín tomó de los frutos de la tierra, y así siguió el camino de su madre, pues
así también lo hizo Eva: Ella tomó del fruto».
Otra leyenda habla del árbol del placer y de los encantos.
La Biblia dice también:
«Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la
vista, y excelente para lograr la sabiduría, tomó de su fruto y comió y dio también
a su marido que igualmente comió. Entonces, se le abrieron a entrambos los
ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos» (37).
Así reconocieron los primeros hombres el placer sensual.
«Del árbol del placer» no sólo comieron Adán y Eva de manera excesiva,
sino sus hijos y los hijos de sus hijos.
De F aín oímos que había deseado tanto a la mujer de su hermano, que se
dijo: Yo mataré a mi hermano y su mujer será mía.
Sobre Caín leemos en Josephus Flavius:
«Además el castigo no lo tomó en ningún momento como amonestación,
sino que aumentaba más y más su maldad. Pues se entregó a todo tipo de placeres,
aunque sólo los pudiera alcanzar con detrim ento de sus amigos. Su riqueza la
aumentó por medio del robo y de la violencia, indujo a sus vecinos a la orgía
y al robo y les enseñaba todas las maldades» (38).
El placer sensual de la mujer primitiva, Eva, después de tom ar del fruto «del
árbol del placer», parece alcanzar en la séptima generación su forma máxima
y, sobre todo, en la segunda mujer de Lamec, Sella, y de su hija Noema, la her­
mana de Tubalcaín.
Lamec, el hijo de Matusael, se em parentó con K enan, descendiente de Set,
cuyas dos hijas Ada y Sella fueron sus mujeres. Según la leyenda, Sella fue largo
tiempo estéril, por una bebida para que su figura m antuviera la hermosura y
atractivo (hoy en día hubiera tomado la pildora anticonceptiva).
«A las mujeres —así cuenta la leyenda— que daban a luz niños les eran sus
maridos adversos y parecían viudas y abandonadas, por el contrario, los hombres
iban tras las estériles» (39).
Una de estas mujeres era también Sella. Sólo cuando fue vieja dio a luz a su
hijo Tubalcaín, y a su hija Noema.
Y leemos de nuevo:
I.— Caín a ¡a luz de la Biblia y de la leyenda 45

«Ciento treinta años mantuvo Adán las relaciones con espíritus femeninos,
hasta que nació Noema. Por su gran hermosura se enloquecieron dos ángeles,
Aza y Azael, y ella parió de ellos. De ella han venido todos los malos espíritus y
demonios que pululan por la noche en el mundo. Donde encuentran a un hombre
solo, durmiendo, se colocan a su lado; pero esto solamente ocurre cuando la
luna está decreciendo» (40).
La línea de Caín, del linaje de Adán y Eva, se carga en las leyendas con pro­
piedades periódicas de los «instintos malos», sentimientos asesinos, robos y
violencia, impulso de tener y poseer, astucia y sagacidad, orgía y concupiscencia,
y, «aunque alguno quizá estaba menos capacitado para matar, se destacaba más
en él la altanería y la injusticia» (41).
La misma raza de Caín que se entregaba tanto a los malos instintos construyó,
a pesar de esto, la primera ciudad, descubrió el pastoreo, los instrumentos mu­
sicales y el arte de forjar armas, midió, pesó y determinó límites para salvaguardar
las posesiones «burguesas» y así colocó la piedra base del capitalismo y de la
civilización.
Pero a la raza de Caín le faltaba «las relaciones con Dios», «el llamar su
nombre». Esto llegó a ocurrir sólo con la raza de Set o Seth de la primera pareja
de hombres. La Biblia cuenta:
«Adán conoció otra vez a su mujer, y ella dio a luz a un hijo, al que puso por
nombre Set, diciendo: “ Dios me ha otorgado otro descendiente en lugar de
Abel, porque le mató Caín”. También a Set le nació un hijo al que puso por
nombre Enós. Este fue el primero en invocar el Nombre de Yahvé» (G 4, 25).
Según la genealogía del Antiguo Testamento fue el quinto descendiente de
Set, Enós, el hijo de Jaded, el que invocó el nombre de Yahvé. La leyenda cuenta:
«Enós anduvo con Dios..., odiaba los caminos ateos de los hombres, pues su
alma estaba en la cría y en los prados» (42). Enós comprendió el temor de Dios,
oraba ante el Señor, y comprendió el Nombre puro de Dios. Era un ejemplo de
justicia y piedad. Pero los hombres llevaban una vida atea y Enós dijo a Dios:
«Esta es una generación de malvados orgullosos y no hay fe en ellos. Yo sé
que Tú piensas destruirlos. ¿Por qué me has puesto entre ellos? Mira, yo debía
ser el primero de mi raza, y no me hagas responsable de su mala vida; así que
hazme, Señor de todo el universo, uno de tus siervos. Entonces el cuerpo de Enós
se hizo como una antorcha de fuego, como el cuerpo de Elias y fue recibido bajo
los ángeles» (43). «Se convirtió en el soberano del mundo, que sustenta a los
soberanos de todos los pueblos de la tierra». «... y servía diariamente a la silla
de su santidad». Recibió el nombre de Metatrón.
Entonces la raza atea de Caín fue exterminada por el diluvio de la tierra.
Cuando Adán y Eva comieron del árbol de la sabiduría, es decir, «del árbol
del placer», según la leyenda, se mezcló lo bueno con lo malo; pero después fue
46 Caín y el cainismo en la H istoria Universal

separado en las razas de sus dos hijos. La generación de Caín multiplicó lo malo,
y la serie de quebrantadores de la ley en la tierra. Por el contrario, en la línea de
Set resucitó lo bueno con Enós —Metatrón—. El instruyó a los ateos en la dis­
ciplina de Dios, pues a él le fue regalada el alma del primer hombre, Adán, el cual
perdió su cuerpo antes de que hubiera pecado. Fue siervo de Dios, y como más
tarde Moisés, pregonó los mandamientos de Dios. De este modo, del seno de Eva
nacieron tanto los quebrantadores de la ley como los que la traen.
II

CAIN A LA LUZ DE LA PSICOLOGIA


DEL DESTINO
II

CAIN A LA LUZ DE LA PSICOLOGIA DEL DESTINO

Se calcula la existencia de la historia de la humanidad aproximadamente en


500.000 años o quizá más. La historia escrita cubre sólo una pequeñísima parte
—aproximadamente 6.000 años—. Parece que el Antiguo Testamento se terminó
de escribir en el siglo V antes de Cristo. Las historias bíblicas de la creación hasta
la vuelta de la cautividad de Babilonia (516 a. de C.) se acompañan de leyendas.
La expresión «leyenda» corresponde al término vulgar «Agada» o «Haggada»,
que significa textualmente «expresión». Las leyendas proceden por transmisión
oral de expresiones. Las leyendas relatadas en el anterior capítulo sobre Caín y
su tiempo las ha coleccionado Micha Josef Bin Gorion de fuentes hebreas (y ara-
meas) que se remontan a muchos siglos.
El hombre Caín y su descendencia no vivieron en un tiempo histórico. En
contraposición a esto nuestra segunda figura del destino, la del hombre Moisés,
es considerada ya como una figura histórica y cuyo tiempo se calcula en los siglos
XIV a XIII a. de C. De todos modos esto lo han impugnado algunos historiadores.
Así, Eduard Meyer, por ejemplo, afirma que una figura como Moisés nunca ha
existido y que, por tanto, tampoco representa una personalidad histórica (44).
Con razón se podría preguntar aquí: ¿Existe en realidad una relación entre el
Caín legendario, y Moisés, y nosotros?
Ante todo se establece que: Para el presente trabajo es totalmente indiferente
que Caín y Moisés hayan vivido en realidad o no. Para nosotros los nombres de
«Caín» y «Moisés» son sólo símbolos del destino humano, que cada uno de nosotros,
bajo ciertas condiciones, podría estar obligado a llevar.
De la figura bíblica y legendaria de Caín sólo nos hemos ocupado para poder
hacer más comprensible la siguiente tesis central de la psicología del destino:
50 Caín y el cainismo en la H istoria Universal

El Caín viviente entre nosotros y en nosotros, permanece, sigue siendo a través


deJ tiempo, el mismo Caín que el alma popular había colocado, en aquel tiempo
en la Biblia y en las leyendas.
La figura de Caín se había erigido en la Biblia y en las leyendas por proyección
de la naturaleza congénita y ubiquitaria del hombre Caín.
Esto significa: Si el hombre desde tiempos remotos no hubiera tenido en sí
disposiciones, condicionadas hereditariamente, hacia formas de destino cami­
ticas, no podría aparecer esta figura ni en la Biblia ni en las leyendas.
El mundo, el saber del mundo, el orden en este mundo, el concepto de la fa­
milia, de la sociedad, de la cultura y de la moral, la jerarquía de los ideales, se
cambian siempre en la historia de la humanidad. Pero lo que en el fondo no cambia
nunca es el Caín en nosotros. Aquel destino que se indicó en la psicología del
destino simbólicamente como «Destino Caín», apareció en todos los tiempos
de la historia humana y en lo sucesivo seguirá siempre manifestándose.
¿Puede afirmar alguien, con sinceridad, que la intención criminal y el afán
de poder, el robo y la violencia en los pueblos, el impulso a tener y poseer todo,
la astucia y sagacidad, celos y envidia, orgía y lascivia, presunción e injusticia
entre los hombres, haya desaparecido a lo largo de miles y miles de años? ¿No
se entrega la humanidad, hoy todavía, a este mismo «instinto malo» como en la
época bíblica de Caín ? Sólo han cambiado las artes de «camuflaje» de este senti­
miento malo. Pero la naturaleza Caín, del hombre, permanece inmortal. No se
deja extirpar.
La psicología del destino es de la opinión de que la naturaleza Caín en el
hom bre no se puede eliminar porque se basa en una predisposición-raiz congénita
en un radical especial. Por este motivo el sentimiento cainítico de la humanidad
es el mismo en su esencia a través de los siglos y el destino de Caín ha permanecido
ahistórico.

Los ocho radicales del destino humano

La psicología del destino edificó, en 1937, de los ocho radicales posibles que
había apartado de las categorías psiquiátricas, aquel sistema de instintos con cuya
ayuda fue posible examinar funcionalmente el destino hum ano (45). Natural­
mente, que por este camino sólo se descubren los factores internos, condicionantes
del destino endógeno; los factores exteriores exógenos o peristáticos, que forman
asimismo el destino, tienen que seguir examinándose cuidadosam ente caso por
caso. Pero esta clase de factores externos producen, la m ayoría de las veces,
solo aquellas reacciones que están condicionadas por los radicales internos ancla­
dos hereditariamente. Por ejemplo: un hombre que ha sido educado en un orfe-
//.— Caín a la luz de la psicología del destino 51

linato, sin amor maternal y sin ternura puede, más tarde, por esta frustración,
manifestarse con un comportamiento sexual anormal; otro, puede responder
con reacciones camiticas; un tercero, con esquizoformes y un cuarto con reaccio­
nes maniacodepresivas, según la preponderancia que tenga uno u otro radical
en su carga hereditaria.
A pesar de que en todos los hombres están establecidos los mismos ocho radi­
cales, la fuerza de penetración es cuantitativamente diferente tanto en su curso
como en su periodicidad. Por eso hablamos de una escala de proporción indivi­
dual, variable y actual, de los ocho radicales del destino que podemos evidenciar
con el test.
El destino del individuo se examina en cuatro vectores de vida, que están condi­
cionados cada uno por dos radicales (factores). Estos cuatro vectores de vida son:

I. La vida sexual, vector S. Sus dos radicales:


1. El impulso hacia el amor, eros. Factor h.
2. El impulso de agresión, sadismo. Factor s.

II. La vida afectiva, vector P, vector paroxismal. Sus dos radicales:


3. Sentimientos camiticos y factor e.
4. El sentimiento moral, mostrarse u ocultarse; factor hv.

III. La vida del yo, vector Sch. Sus dos radicales:


5. El impulso a tener; factor k.
6. El impulso a ser; factor p.

IV. La vida de contacto, vector C. Sus dos radicales:


7. El impulso a buscar y adherirse; factor d.
8. El impulso a agarrarse y a separarse; factor m.

Las dos últimas tendencias fueron descritas por I. Hermann (Hungría).


Cada radical indica en su función una polaridad contrapuesta que expresamos
con los signos + y —.L a función aislada del radical en la dirección positiva, o,
bien, en la dirección negativa, se llama «ambición» o «tendencia».
De este modo el sistema instintivo del destino se constituye de cuatro vectores
de vida, ocho radicales o factores y dieciséis funciones individuales como ambicio­
nes o tendencias, tal como se han agrupado en la tabla 1.
Caín y el cainismo en la H istoria Univer
ersal
52

3 •§ 5 g
//.— Caín a la luz de la psicología del destino 53

El radical Caín

De esta tabla se deduce que las necesidades de Caín, o bien de Abel = Moisés,
son condicionadas por el radical e.
Su vector-socius, el radical hy colabora en todas las funciones de Caín, así
en el afán de valimiento o de ocultarse sólo juega un papel secundario. Aquí es
suficiente el describir con precisión la función del radical e. (La presentación de los
restantes factores-función los encontrará el lector en el «Lehrbuch der experimen-
tellen Triebediagnostik» *.
En esencia, el factor e es la causa, tanto de todas las acciones afectivas groseras,
de lo malo del hombre Caín, así como de todos los actos éticos de lo bueno, de
lo justo, del hombre Moisés, que da al pueblo órdenes contra el crimen y manda­
mientos para hacer el bien. Moisés es el Caín abelizado.
El radical instintivo «<?» es el que puede transformar al hombre, por ira y odio,
por cólera y por venganza, por envidia y celos y por afectos bastos en homicida;
el que instiga al hombre a almacenar sus emociones hasta reventar, para descar­
garlas después de repente, a modo de explosión, por sorpresa, sobre sus prójimos;
el que pone la mano estranguladora de «Caín» —en lugar del hermano— sobre
los propios vasos del cerebro, del corazón, de los instintos y de las extremidades y
convierte, por tanto, al hombre, en un enfermo de ataques, «homo paroxismal»;
el que —en lugar del enemigo, al que desearía azotar hasta dejarlo morado—
cubre su propia piel con «erupciones»; el que entorpece la lengua del hombre,
al hablar, hasta hacerle tartamudear; el que causa los atroces miedos por la noche
y el día, este radical aterrador es el factor e.
Pero, por otra parte, este mismo factor e es aquella instancia que despierta la
conciencia del hombre,prohíbe la impaciencia y el homicidio, pone preceptos
para el comportamiento ético de la Humanidad, el que impulsa al hombre «Caín»
—que habita eternamente en nosotros— a la paciencia y a la justicia, a la piedad
y a la compasión, el que sana a los enfermos y el que funda religiones.
No hay nada en el mundo, en el obrar del mal y del bien, en la falta de con­
ciencia y escrupulosidad, en el trato con impaciencia y con paciencia, en la anar­
quía, legislación y legalidad, en la inundación de afectos y en estar libre de todos
los arrebatos groseros, en la causa y en la cura de heridas, sin el factor e. El factor e
epileptiforme puede hacer, de la persona, tanto un hombre «Caín», como también
un hombre «Moisés», el hombre de la ley.
Con razón podría preguntar aquí alguien: ¿Dónde radica la diferencia entre el
radical s (radical del sadismo) y el radical e (radical de Caín) ? Caín es con fre-

* Nota del Editor: Este libro está traducido al español por esta Editorial, con el título de «Tra­
tado del diagnóstico experimental de los instintos».
54 Caín y el cainismo en la Historia Universal

cuencia violento, continuamente hace uso del radical de la agresión y de la vio­


lencia. La contestación dice:
La esencia del factor s radica, en primer lugar, en la necesidad de la conser­
vación de sí mismo, junto con el impulso sexual coloreado de sadismo y de maso­
quismo. El radical s es un factor de la vida sexual y condiciona con su factor-socius,
el factor de eros (/?) el modo peculiar de la vida del amor.
El radical e, por el contrario, es primordialmente un factor condicionante
de los afectos, precisamente el radical de la idea de matar y de la justicia. Natural­
mente que el radical e tiene que emplear en ocasiones la fuerzá para matar del
radical s, pero la meta instintiva no es sexual, sino que primariamente es siempre
de naturaleza afectiva, incluso cuando se trata de un acto violento. Pero ambos
radicales se pueden mezclar. Por eso —de forma parecida a como lo hace la ley
penal— tenemos que hablar de un impulso hacia el sadismo y hacia el asesinato
(por ejemplo, asesino sádico) y de otro impulso de homicidio de afecto.

EL CAIN ENFERMO

Caín, el enfermo epiléptico

En lo sucesivo, las enfermedades de Cain no se presentarán en su forma diag-


nosticoclínicas. Esto se hizo ya en otro lugar. Aquí, lo que hay que examinar es
si la suma de los síntomas primarios de las enfermedades de Caín se reducen al
mismo radical y a la misma asociación de funciones.
Ya se mencionó que según el análisis del destino, los cainitas son hombres
epilépticos típicos, que pertenecen al círculo hereditario «paroxismal-epilepti-
forme». La palabra griega Jtap-o^úveív tiene el siguiente significado: aguzar,
excitar, incitar a algo, encolerizarse, irritar, exasperar; en pasiva en relación a una
enfermedad: convertirse en violento, aceptar un carácter inflamable (Hyppo-
crates (46). La otra palabra quiere decir: tocar algo hostil, sorprendente, retraer,
frenar. En pasiva: ser sorprendido por una enfermedad, paralizarse (47).
Vamos a permanecer fieles al sentido primitivo de estas dos palabras y así
resulta la siguiente diferencia en su uso.
Llamamos paroxismal al fenómeno anímico por el cual la persona almacena
los afectos toscos, es decir, la furia, odio, cólera, venganza, envidia y celos, para
luego irrumpir excitado e irritado. Sólo después de este estado paroxismal, puede
entrar el proceso epileptiforme en una segunda fase, en la que el atacado quiere
atacar por sorpresa al enemigo, e incluso puede llegar a convertirse en un asesino
como Caín. O puede retener en sí la rabia paroxismal almacenada y lleva pasiva-
II.— Caín a ia luz de la psicología del destino 55

mente contra sí mismo el ataque enemigo. Entonces, él mismo es sobrecogido


por la agresión y después de esto aparece el ataque.
El fenómeno paroxismal precede siempre al epileptiforme. En la fase paro­
xismal se almacenan las energías de los afectos toscos. Es así la fase preparatoria
psíquica, del almacenamiento de energía, sin la que nunca se llegaría a un ataque
—excluyendo las enfermedades orgánico-cerebrales—. En la fase epileptiforme, la
fuerza almacenada es conducida, o activamente hacia afuera, o pasivamente
contra sí misma. En la fase activa, epileptiforme, la persona quiere matar al ene­
migo, auténtico o supuesto; en la pasiva se retiene la fuerza asesina contra el
mundo que le rodea e intenta matarse a sí mismo total o parcialmente. Decimos:
la persona es «sobrecogida» de un ataque. Así llegamos al sentido de la psicología
profunda del ataque en general que formularon, como sigue, S. Freudy W. Stekel:
El ataque es un síntoma que aparece como sustitución y signo de una exigencia
a matar no llevada a cabo. Los neuróticos epileptoides no enferman por la repre­
sión de la sexualidad, sino por el sentimiento de matar retenido que dirijen
contra sí mismos.
Aquí es importante hacer notar que esta idea de matar primaria no está ali­
mentada por la fuerza mortífera y asesina del sadismo, sino, en primer lugar, por
la energía de los afectos toscos, que explotan contra quienes se lleva a cabo el
ataque; contra el enemigo o contra sí mismo. El instinto de agresión tiene un
papel secundario e incluso puede faltar. Dado que los epilépticos almacenan los
afectos toscos para matar al enemigo supuesto, un rival, decimos que padecen
del «complejo de Caín». Son cainitas y no sádicos. Las enfermedades convulsivas
las llamamos también «enfermedades de Caín» ya que en el centro de sus comple­
jos está la idea de matar de Caín.
Junto a lás fases paroxismales y epileptiformes aparecen en las enfermedades
de ataque —más o menos pronunciadas— otra tercera fase, en la que estos cai­
nitas quieren reparar, otra vez, su idea de matar. Es la «fase reparadora» hipe-
rética, a menudo hiperreligiosa. El paso de la idea de matar a la fase reparadora
es rapidísimo *.

Un débil y genuino epiléptico (48) de dieciocho años tenía la costumbre de arrojar cerillas
encendidas en la cara de la madre, o de tirar sus vestidos a la estufa antes del ataque. Después
del ataque era exageradamente obediente, ayudaba a la madre donde podía y la inundaba
de caricias.

Otro epilético, con ataques poriomanos de fuga, besaba la mano de su madre


incontables veces, tantas veces como la encontraba.

Citado literalmente en «Schieksalsanalytischen Therapie». Págs. 326-327.


56 Caín y el cainismo en la H istoria Universal

Un hombre que estuvo en la cárcel muchos años por homicidio se hizo más
tarde predicador ambulante.
Según la Biblia Moisés era también un enfermo paroxismal. Primero: tenía
«una lengua pesada», es decir, tartamudeaba. Segundo: mató en el afecto a un
vigilante egipcio, después huye, más tarde tiene visiones y alucinaciones religiosas.
Oía la voz de Dios y fue su profeta. Así fue cómo un homicida tartamudo llevó
al pueblo las Tablas de la Ley. Simbólicamente podemos llamar a la tercera fase
«complejo de Moisés» (véase tomo II).
En el curso de una enfermedad epiléptica se pueden distinguir tres fases psi-
copatológicas :
1. La paroxismal, almacenamiento de afectos.
2. La epileptiforme, tipo de ataque.
3. La fase reparadora. Al término de la tercera fase comienza el proceso de
nuevo.
Las formas clínicas de las enfermedades convulsivas se recopilaron en la
literatura de forma diversa. (Véase H. Selbach (49), G. Schorsch (50), etc.).
Nos servimos del siguiente esquema de las formas clínicas:
A. La triada principal de las enfermedades convulsivas comprende:
1. Epilepsia genuina, incluyendo los grupos de los pequeños ataques (petit
mal), Ausencias: Pyknolesia (Fiedmann, 1904), es decir, pausas de la conciencia
de poca duración sin ausencias, pero predominio de movimientos rítmicos de
cabeza, ojos, tronco y brazos; Narcolepsia (Gélineau, 1880), sopor, es decir, un
dormir a manera «de ataque» de algunos minutos varias veces al día, etc. 2. Ja­
quecas. 3. Tartamudez.
B. Todas las formas de neurosis vasculares (vasoneurosis, incluyendo tam­
bién los ataques de angina-pectoris).
C. Enfermedades de ataques alérgicos: Asma, catarro del heno, eccemas,
neurodermitis, etc.
D. Glaucoma (según U. Studer-Salzmann).
E. Enuresis nocturna.
F. Psiquismos paroxismal-epileptiforme:
1. Paroxismal, en forma de ataque, de poca duración, breves distimias, de­
presiones y euforias (hypomanías). 2. Ideas de persecución paranoides, a manera
de ataque, o estados negatívistas o catatoniformes. 3. Cleptomanía. 4. Piromanía
(incendio en crisis de rabia, odio, etc.). 5. Dipsomanía (bebedor temporal).
6. Poriomanía (fugas a manera de ataque con pérdida de conciencia). 7. Onioma-
nía (ataques de afán de compra). 8. Tanatomanía, es decir, un impulso inmotivado,
a manera de ataque, a morir, a quitarse la vida, pero que desaparece tan repen­
tinamente como vino. 9. Homicidio de afecto.
II.— Caín a la luz de la psicología del destino 57

Si se examinan los síntomas clínicos de las enfermedades de Caín mencionados,


se demuestra:
1. Todo este conjunto de síntomas patológicos se basan en la misma asocia­
ción de funcionas, a las que llamamos radical paroxismal-epileptiforme, abrevia­
damente «radical Caín».
2. El conjunto de todas estas funciones paroxismal-epileptiforme son:
a) La función paroxismal, es decir, la retención de los afectos toscos de rabia,
odio, ira y vergüenza, envidia y celos; abreviadamente, la irrupción repentina,
ser implantado, ser azuzado por excitaciones externas.
b) La función epileptiforme, es decir, la irrupción de tipo explosiva de un ataque
de cualquier tipo con síntomas de ataque corporal (motor) o sólo psíquicos.
e) La función tanatomática, es decir, el sentimiento de matar a otros (homicidio)
o contra sí mismo (suicidio); brevemente, la idea de la muerte.
d) La función hiperética del querer reparar.

Caín, el enfermo mental

¿Cómo se acoplan los estados psicóticos con la epilepsia, o bien con el radical
paroxismal-epileptiforme de los cainitas?
A nuestro juicio, el primero que ha hablado de una «paranoia de base epi­
léptica» fue Büchholz en 1895 en su trabajo de habilitación (51). W. Weygandt
indicó en 1902, en adhesión a este trabajo, que también los epilépticos con repre­
sentaciones delirantes permanentes —entre otros— pueden desarrollar ideas de
grandeza, intercalados con alucinaciones (52). El problema de las posibles rela­
ciones y combinaciones entre esquizofrenia y epilepsia es todavía hoy un tema de
discusión candente de la psiquiatría. Se podrían agrupar como sigue las opiniones
de los autores:
a) La teoría de la casualidad según Kraepelin (53).
b) La teoría del antagonismo biológico según V. Meduna (54). A esta opinión
se ha unido también J. Staehelin (55). Este, i ?calca que la combinación de epi­
lepsia y esquizofrenia habría que aceptarla cas’ como un «milagro biológico».
Pues una esquizofrenia posibilita siempre la apariñón de una epilepsia, una
epilepsia impide casi siempre la aparición de una esquizofrenia. Esta teoría la
aceptan también Smorto y Sciorta.
c) La teoría de la combinación o de los casos mixtos la propagaron E. Bleu-
ler, Stransky, Giese, Vorkastner y De Boor. De forma parecida que en Büchholz
según H. Dórries y H. Selbach, se puede realizar, en base epiléptica, la esquizo­
frenia paranoide, catatónica y hebefrénica. G. Schorsch comunica los descubri­
mientos de H. Fürstenberg del sanatorio de Bethel (57), los cuales realzan la
58 Caín y el cainismo en la Historia Universal

aceptación de la combinación entre epilepsia y esquizofrenia, a pesar de que nin­


guno de los enfermos ofreció un cuadro clásico esquizofrénico. «Siempre había
caracteres epilépticos y esquizofrénicos que se combinaban entre ellos predomi­
nando de forma alternante...».
d) Según una cuarta «teoría del desencadenamiento» la actividad epiléptica
es decir, el ataque tiene que desencadenar los brotes psicóticos pero sin «ser su
propio sustrato físiopatológico». (Alajouanine y colaboradores. Citado según
G. Schorsch) (50).
é) La teoría del intercambio, de ¡a convertibilidad admite que los que padecen
de ataques y paranoia representan formas de aparición intercambiables de la mis­
ma perturbación básica. Es decir, que las perturbaciones básicas pueden presen­
tar un «cambio de campo», en el sentido de Bürger y Prinz.
Los resultados más impresionantes de esta hipótesis fueron aportados por
Landolt, en 1960 (58 a). En la «normalización forzada» del electroencefalograma
(EEG) en epilépticos, con medicación antiepiléptica logró hacer desaparecer los
ataques, pero en su lugar aparecieron trastornos paranoides. Que este intercambio
no apareció casualmente, lo demostraron clínicamente en 69 casos Slater, Beard
y Glithero, en 1965 (58 b). H. Tellenbach (1965) pudo demostrar que en nueve de
doce casos de epilépticos seguía un intercambio del padecimiento de ataque por
paranoia —tal como lo describió Landolt— y desaparecieron las ondas de epi­
lepsia típicas en EEG (58 c). Tellenbach admite que ambas formas son la conse­
cuencia de un mismo trastorno básico, que se caracteriza por el tema «muerte»,
es decir, por una agresión violenta, incluso cruel. La persona tiene miedo de que
le maten o, incluso, de cometer un suicidio, o de matar a otro.
Tellenbach no habla de que estos epilépticos pertenezcan al tipo de hombre
«Caín», pero refuerza —sin saberlo— la antigua tesis del análisis del destino, según
la cual el sentimiento de muerte de Caín pertenece a la antropología de todos los
que padecen ataques. Nosotros no sólo hemos visto este intercambio descrito
en los epilépticos, sino también en enfermos de jaquecas, de asma, de eccema e
incluso en tartamudos. Para poder separar estos trastornos psíquicos de la esqui­
zofrenia paranoide, proponemos la denominación «epifrenia» y «tanatofrenia»
donde el síntoma del sentimiento de muerte se llamaría «tanatomanía».
j) La teoría de la rotación, o bien de la complementación de los trozos
escindidos en el yo, fue desarrollada por el análisis del destino en 1963. Esta
admite que el yo, en condiciones especiales, puede escindirse de forma que un
trozo de esta escisión motiva ciertos trastornos del yo, esquizoformes paranoides,
y el otro, por el contrario, síntomas paroxismales. Por la rotación de los trozos
escindidos se pueden intercambiar los cuadros esquizoformes con los paroxismal-
epileptiformes.
II.— Caín a la luz de la psicología del destino 59

Esta rotación de los trozos escindidos puede llevar a engaño en la sucesión


de los llamados «antagonismos biológicos» entre la esquizofrenia y la epilepsia.
Primariamente estos dos trozos escindidos están estrechamente unidos y aunque
en el plato clínico se comporten en apariencia «antagónicamente», provienen
del mismo yo, por lo que hay entre ellos una complementación y no un antago­
nismo. Por esto se pueden asociar en el yo pocas veces, pero sí ocasionalmente
en una totalidad de forma que los dos trozos escindidos aparecen en el plato
simultáneamente, lo que constituye la base para la hipótesis de una combinación
de dos enfermedades. Con las posibilidades de aparición simultánea de los dos
trozos escindidos, se comprende también la observación de U. Steiner, que en
cuarenta y ocho epilépticos adultos —con una única excepción— fueron en­
contrados síntomas esquizoformes en todos sus estados crepusculares. El autor
acentúa lo poco que se ha atendido hasta ahora sobre la acción equizofrénica en
los estados crepusculares epilépticos (citado según G. Schnrsch) (50).
De estos sistemáticos fenómenos de la escisión, que hemos presentado ba­
sándonos en trabajos experimentales clínicos y terapéuticos, es decir, empíricos
y no especulativos, se ve que la forma de manifestarse está determinada por la
clase de escisión respectiva y así si el trozo escindido es el epifrénico se mani­
festará en forma proyectiva, paranoide, inflactiva, histeriforme-heboide, o cata-
tónica ; por el contrario, si el trozo escindido es el paroxismal, aparecerá como epi­
lepsia proyectiva, como psiquismo epileptiforme (por ejemplo, poriomanía)
o enajenación o ataques de estados crepusculares o destrucción (muerte) o
autodestrucción, suicidio.
Con ciento veintiséis epilépticos del «Schweizerischen Anstalt für Epileptis-
che» (Director: H. Landolt) pudo demostrar mi colaborador, R. Ph. Seidel,
en 1962, con la ayuda del test de Szondi, que el 89 por 100 de los enfermos tenían
interiormente una disposición para la paranoia (58 e). Más tarde, A. Leder pudo
diferenciar testológicamente, en la clínica de la Universidad de Heidelberg
(director doctor P. Vogel) con el mismo test, los dos grupos de epilépticos pre­
sentados por D. Janz. Los llamados epilépticos diurnos están caracterizados,
según Leder, por la inflación (+ p) y los del grupo de epilépticos morfeicos
por la proyección (— p). Mientras que el epiléptico de día posee la tendencia a la
dilatación del yo (egodiástole), a fantasear, a mostrar ideas de grandeza, etc.,
los epilépticos morfeicos son más bien proyectivos paranoides inhibidos, sin
fantasía y sin vida (58 f).
Los siguientes ejemplos indican las experiencias de que los auténticos cainitas
—con o sin ataques epilépticos— dirigen con frecuencia su sentimiento de matar
de Caín, en los estados psicóticos, contra su propia persona o pueden desarrollar
ideas delirantes religiosas.
60 C a ín y e l c a in is m o e n la H is to r ia U n iversal

Ejemplo 1. Representa en el caso veintinueve a un enferm o de W. Weygandt


«Atlas und G rundriss der Psychiatrie» (59) (ataques convulsivos, distimias,
poriomanía, estados crepusculares).
«El hermano de la m adre tenía una psicosis; el paciente padeció a los cuatro
años espasmos (calambres), desde entonces, con frecuencia, ligeros m areos, pero,
con todo, estudiaba bien. De vez en cuando tuvo, ya en la niñez, distim ias y mostró
la inclinación a escaparse. Cuando, con once años, se accidentó estuvo varios
días sin conocimiento. Más tarde bebió en abundancia. A los veintitrés años
padeció tifus y pleuritis. No toleraba el alcohol. A los treinta y cuatro años tuvo
un estado crepuscular de ocho días. Desde entonces cam bió m uchas veces de
empleos y lugares que con frecuencia a b an d o n ab a en estado crepuscular. Los
ataques se m anifestaban frecuentem ente en instinto de vagabundear.

De este modo llegó lejos (Berlín, Sajonia, Renania, Alemania del Sur), y estuvo también
bastante tiempo en sanatorios. Un día, a los treinta y ocho años cambió repentinamente su áni­
mo : empezó a bailar con niños, bebía rápidamente medio litro de vino, después de esto, rompía
ventanas y chillaba que él era el gran Kaiser José, «matadme», y padeció varios ataques
convulsivos de los que despertaba con amnesia, depresión y una herida en la cabeza. Los
reflejos patelares son vivos, de vez en cuando se dejan ver parestesias, bradicardia; algunas
veces aparecen una serie de seis ataques convulsivos fuertes, después, otra vez, estados de
excitación, fugas impulsivas, distimias típicas, también estados crepusculares y delirios. Por
ejemplo: se arrodillaba en la calle, y comenzaba a rezar en alto, exteriorizaba ideas religiosas,
ideas de pecado y persecución como que era hijo de la lujuria y del pecado, que tenía que ser
guillotinado, se contaminaban con él, se le perseguía. Tenía ilusiones auditivas, huía a un
cementerio; una vez se le cogió desnudo. Tuvo un conflicto por delito de lesa majestad,
por vagabundear y por efectuar daños materiales, etc. En los intervalos es serio, piadoso,
reza mucho, trabaja con una aplicación desmesurada, pero despacio, y su exterior es meticu­
losamente ordenado.

E je m p lo 2. F u e co m u n ic a d o p o r Id eler. E s la a u to p r e s e n ta c ió n d e u n a viven ­
cia d oble de un m on je cain ita , d el p a d re S u rin , q u e e n su s d e lir io s ep ile p tifo r m e s
inflativos vivía sim u ltá n ea m en te el m o n je r e lig io so y el d e S a tá n .

«La cosa se ha desarrollado tanto que creo que Dios ha permitido a causa de mis pecados lo
que la Iglesia quizá no había visto nunca, que el diablo abandonase los cuerpos de los posesos
(a los cuales el padre les echaba los exorcismos) y entrando en el mío, me tira al suelo, y,
durante varias horas, me sacude como a un energúmeno con movimientos bruscos (¿Ataques?).
Yo no puedo describir lo que entonces pasa en mí, y cómo este espíritu se asocia con el mío,
pero sin robarme la conciencia y la libertad de mi alma, en la que domina como otro yo,
como si tuviera dos almas, de las cuales, una estuviera fuera de la posesión y utilización de su
cuerpo, y, por decirlo así, como si estuviera retenida en un sector, mientras que la invasora
domina sin trabas. Los dos espíritus luchan en la misma zona del cuerpo, y el alma está como
/ / . — C a ín a la lu z d e la p s i c o lo g í a d e l d e s tin o 61

partida. Con una de las partes de su ser está sometida a las impresiones del demonio y con
la otra obedece sus propios movimientos o aquellos que Dios le ha otorgado. Al mismo
tiempo encuentro una profunda paz en la voluntad de Dios, sin saber de dónde vienen esos
tremendos delirios, y un aborrecimiento hacia El, la saña de escaparme de El, de lo que todos
se extrañan, y, al mismo tiempo, siento una gran alegría y dulzura, lo cual desahoga inmediata­
mente en el diablo clamores y gritos. Siento la condenación, y me da miedo, me pasa como si
estuviera taladrado en el alma extraña, que por así decirlo es la mía, mientras que la otra
alma llena de confianza rompe libremente en desprecios y blasfemias contra el Creador de
mi dolor. Los chillidos de mi boca salen regularmente de ambos lados y sólo puedo diferenciar,
con esfuerzo, si domina el placer o la ira. El fuerte temblor que experimento al acercarme
al Sacramento me parece que procede tanto del destituido, sobre su presencia, como de la
veneración cordial y dulce, y no me es posible impedir lo mismo. Sí en el impulso de una de
las almas quiero hacer en la boca la señal de la cruz, entonces la otra con la mayor rapidez
me lo impide y me pone los dedos entre los dientes para morderlos llenos de cólera. Casi
nunca puedo rezar más suave y tranquilamente que durante estas excitaciones; mientras
que mi cuerpo se vapulea por el suelo y los sacerdotes me llenan de maldiciones como a
Satán, encuentro una alegría indescriptible por ser Satanás no por rebelión contra Dios,
sino por la miseria de mis pecados» (Por el curso de la enfermedad parece que el padre pa­
decía un proceso esquizofrénico).

E je m p lo 3. E s u n a p ru eb a m á s p ara la c o n o c id a estrecha relación entre el


C aín e p ile p tifo r m e y el d e lir io r e lig io so . W . W ey g a n d t describ e el ca so de un
ag ricu lto r, un e p ilé p tic o g ra v e, q u ien en tre d o s a ta q u es co n v u lsiv o s, el ú ltim o co n
un e s ta d o d e e x c ita c ió n fu r ib u n d o , h iz o un o fic io fú n eb re form al d urante la per­
tu rb a ció n d e la c o n c ie n c ia .

«En la colina sepulcral amados reunidos (palabras latinas), bajado a la tumba y des­
prendido de los brazos del padre y de la madre, y subido al cielo. ¡Oh, amado padre, otra vez
exiges a los padres el alma de un hijo! Algunas noches de insomnio, algunos días llenos de
pesar por el cuidado de tu hijo. Pero el Padre del cielo lo ha llamado para sí. ¡Oh, amargo
día, oh, día desgarrador de la m adre...! Consolaos y pensad: Si hubiera engendrado un hijo
inútil, ¿qué sería en el mundo? Es mejor un ángel en el cielo que un hijo inútil en la tierra» (61).

L o s c a in ita s n o s ó lo d esa r ro lla n id ea s religiosas, sin o — en circunstancias


c a ó tic a s— , id e a s d elir a n te s p o lític a s p elig ro sa s. Si un cainita está p o seíd o de una
id ea d elir a n te h ip e r n a c io n a lis ta y c o n sig u e p oder p o lítico , esto n o só lo con d uce
a un in fier n o d e tiran ía y a la m o v iliz a c ió n de los sen tim ien tos cam iticos ocu ltos
en la m a sa , q u e e n to n c e s se lla m a « p u e b lo » , sin o al asesin ato en m asa y a la guerra.
A sí fu e sie m p re y a sí será en lo su c e siv o . C o m o ejem p lo p rop on em os aquí la
h isto r ia d e d o s c r im in a le s d e gu erra d e la ép o ca del III R eich.
62 C a ín y e l c a in is m o e n la H i s t o r i a U n iv e rsa l

E L C A IN C R IM IN A L

C a ín , c r i m i n a l d e g u e r r a

E je m p lo 4. M arton Z óld i, de H u ngría. El c o r o n e l d e la P o lic ía , d e cincuenta


y tres años, padeció de n iñ o ataq u es ep ilé p tic o s. C o m o so ld a d o fu e siem pre el
prototipo de los patriotas sacrificad os y, c o n o c id o al m ism o tie m p o , com o
sádico peligroso frente a, la m ayoría de las veces, su p u e sto s e n e m ig o s. En la época
del régim en nazi, en H ungría, bajo su p ro p ia r e sp o n sa b ilid a d , d e sp u é s d e haber
hecho unos registros p olítico s en el sur d e H u n g ría — sin esp era r u n a ord en directa
de sus superiores— m and ó fusilar a m ile s d e se rv io s y j u d ío s , y su s cadáveres
ordenó tirarlos al D an u b io . P or esta a cc ió n fu e a g a sa ja d o p o r su s seguidores
p olíticos com o «héroe». M ás tarde le fu e e n c o m e n d a d a la e je c u c ió n d e la depor­
tación de los ju d íos a A usch w itz, y se c o n o c e , p o r las a cta s, la cru eld a d con que
llevó a cabo esta «heroica» tarea.
C on la caída del régim en nazi fue d eten id o y a h o r c a d o c o m o crim inal de
guerra.
En el reconocim iento p sic o ló g ic o q u e se le e fe c tu ó en la cá rcel, nuestro
«patriota» m ostró el cuadro clín ico de un d elir io r e lig io so . C o n la autoriza­
ción del señor doctor L. N o sz o li, que d irigía esta s fru ctífera s in vestigacion es
de p sicología instintiva en crim in ales d e guerra, p r e se n ta m o s a q u í lo s resultados
de estas investigaciones del in stin to :

Nuestro «patriota» es enfermo sexual. Está fijado en una escala sexual pregenital polimorfo
perversa, y poseído de exigencias bisexuales sadomasoquistas, analsadistas, exhibicionistas.
Como socio de un club de pervertidos pudo apaciguar sus exigencias antinaturales pegando
y siendo golpeado. Pero al mismo tiempo, tiene el deseo de socializar «más alto» sus exigen­
cias sexuales perversas y satisfacerlas en la forma de «servicio a la patria». De su masoquismo
hace una ofrenda patológica en servicio a la patria.
De cuando en cuando se siente personalmente perseguido. Pero domina este pensamiento
delirante paranoide, en parte por autocontrol, en parte «socializa» su delirio de persecución
en su profesión como coronel de la Policía, y cree que la patria está amenazada por la mino­
ría del pueblo (servios y judíos). Esta desviación de sus ideas delirantes paranoides personales
sobre la patria y las minorías, le hacen posible en un momento político propicio destruir
a los enemigos de la patria con un sadismo inhumano.

La contradicción en el par o p u e s to : el altru ism o h e r o ic o y la b ru ta lid a d inhu­


mana se descubren en nuestro «p atriota»; n o v e él en su c o m p o r ta m ie n to esta
contrariedad. V ive sim ultáneam ente en la o b sesió n , d e su h u m ild a d «religioso-
política», de su im pulso al sacrificio por la p atria c o n la b estia lid a d , sin que vea
en ello la contradicción m ás m ínim a.
II .— C a ín a la lu z d e la p s ic o lo g ía d e l d estin o 63

Si domina la piedad en el plano posterior, aparece en el primer plano el hombre Caín que
dispone a su arbitrio, y el sádico pervertido que se exhibe como héroe y patriota asesinando.
Pero si pasa el hombre Caín al plano posterior, aparece en el primer plano como un humilde
asceta que se sacrifica por la patria, o —como antes de su ejecución—, un loco de Dios.
Hubo fases en su vida en que pudo «sincronizan) su impulso de sacrificio masoquista
con su sadismo bestial. Entonces sería a los ojos de sus seguidores un «héroe de su tiempo»
(1933-1945). A los ojos de los psiquiatras, sin embargo, siguió siendo un Caín perverso
paranoico.

El destino del coronel de la Policía nos provee de un paradigma para ver cuán­
tos son los caminos salidas y caminos erróneos, en los que Caín puede vivir sus
ideas de m atar. Cuando niño tuvo genuinos ataques epilépticos. Como profesión
eligió policía; en la vida sexual era un sadomasoquista pervertido; como político,
un poseso «hiperpatriota» m onomaniaco; luego fue nazi que persiguió a los ser­
vios y judíos, un criminal de masas y de forma pasajera un «héroe nacional». Al
final de su vida —poco antes de su ejecución por la horca— se sumió en su an­
gustia de muerte, en un delirio religioso.
El hom bre Caín lleva diversas caras, que con los años y con las diferencias de
los acontecimientos pueden cambiar. Pero la necesidad que obra siempre como
espíritu rector y como fuerza agitante detrás de todas estas caras es: el sentimiento
de m atar que un cainita no puede satisfacer nunca plenamente. El caso advierte
cómo había que tener con el «nacionalismo» exagerado tiento y cuidado, pues
puede utilizarse como una máscara desorientadora del sentimiento de matar.

Ejemplo 5. Un Caín de escritorio. El caso presenta a uno de los mayores


criminales de guerra, A dolf Eichmann (A.E.), el de un Caín de escritorio que —sin
matar él mismo, sólo de un plumazo— desde su oficina ha hecho desaparecer
millones de vidas. En la descripción de este destino nos atenemos casi textualmente
al informe del psiquiatra I. S. Kulcsar (Israel) que le examinó psiquiátrica y
psicológicamente, desde el 20 de enero de 1961, hasta el 1 de marzo de 1961 y
ha referido sus resultados en el libro «Crimen, Law and Correction» (62).

A. E. nació en Solingen en el año 1906 (Alemania). Su familia emigró en 1913 a Linz


(Austria), donde su padre era el director de la Compañía Municipal de Tranvías. Aquí fue
al colegio, entró después como vendedor en la Vaccum Oil Co., y después pasó a formar
parte del partido nazi —contra la voluntad de su padre.
De niño era desordenado y dejado, en contraposición a su padre que era muy ordenado.
Faltaba con frecuencia a la clase y, desde luego, no fue un muchacho modelo.
El padre inspeccionaba con severidad los trajes, los cajones, los deberes escolares, las
orejas de los hijos; era un padre hiperpedante y severo que no permitía que los hijos habla­
sen en la mesa. A. E. en su autobiografía escribe que su padre era mucho más severo con él,
64 C a ín y e l c a in is m o e n la H is to r ia Universal

ya que con los demás hijos transigía mucho más. Esta forma de trato del padre motivó
en A. E. una sublevación contra él. Detrás de esta oposición, Kulcsar encontró también
huellas de respeto y adoración para este padre severo, estimado en el mundo. Pues —donde
iría más tarde, en Austria— gozaba de buena reputación. En las vacaciones escolares tra­
bajaba igualmente en la compañía de tranvías, bajo la dirección de su padre, y este trabajo
lo encontraba más sencillo que el de la escuela.
La madre, una mujer guapa de buen corazón y que nunca reñía, murió a los treinta años, de
tuberculosis. A la pregunta del psiquiatra sobre qué sintió a la muerte de su madre, respon­
dió con el clisé estereotipado: un tremendo pesar y shock. Pero en el entierro de su madre
no apareció.
Poco después de la muerte de su madre casó el padre otra vez. La «segunda madre»
—como la llamaba A. E. siempre— era fanática religiosa. Estas segundas nupcias del padre
no parece que ejercieran en él un efecto profundo. La familia era familia numerosa. Del primer
matrimonio provenían seis hijos, entre los que Adolf era el mayor; de la segunda mujer, dos.
Todos los hijos —con una excepción— eran chicos. El hermano que le seguía, contrariamente '■
a Adolf, era un buen escolar. Kulcsar admite que Adolf le deseó la muerte. A. E. padeció I
en su juventud poliomielitis, pero al parecer sin graves consecuencias, sólo tuvo que volver ¡
a aprender a andar. Quitando una pequeña operación de forúnculos en su niñez y de una lapa­
rotomía a causa de un padecimiento no específico, no estuvo nunca enfermo. En la escuela
—donde era un estudiante mediocre— sólo tuvo contactos ligeros con los compañeros; sin
embargo, el movimiento Wandervogel parece que obró profundamente en su carácter.
Kulcsar hace incapié en que A. E., en su vida posterior no pudo traspasar nunca el nivel
social y cultural de los años de madurez del Wandervogel. La forma de vida romántica y
juvenil la adoptó otra vez después de la guerra, en su exilio ilegal en Argentina.
Había interrumpido sus estudios «humanísticos» en el instituto —como hemos men­
cionado— y se hizo comerciante en el Vaccum Oil Co. Desde entonces se despertó su interés
por la política. Anteriormente se enroló en una organización monárquica austríaca, pero 1
la abandonó pronto porque su vicepresidente era judío. Después de esto, un secretario de su
padre, uno de sus ideales del yo, reclutó a A. E. para el movimiento nazi. Aquí despertó !
en él el alemán, abandonó su empleo en Austria, volvió a Alemania y desde entonces ofre- !
ció plenamente al partido nazi su vida. Quería ser un luchador militante para el movimiento !
y se decepcionó cuando sólo le dieron deberes «administrativos», al principio en la «División ¡
Freimaurer», más tarde en la «División de judíos» del partido nazi, donde jugó su famoso i
papel hasta el final. Sobre la mujer y los dos muchachos de A. E. no encontramos información
en la reseña. Kulcsar intentó dilucidar a estas personas por conversaciones y test. j
!
Sobre el co n ce p to que ten ía d e la v id a A . E. e s c r ib e : « E r a in h u m a n o , a lo j
su m o orien tad o b io ló g ic a m e n te y e s e n c ia lm e n te m e c á n ic o » . E n u n a conversación |
sobre vida y m uerte se ex te rio r izó A . E . : N o h a y m u e r te , s ó lo v id a . S i m i existencia
co m o h om bre term ina, seg u iré v iv ie n d o en fo r m a s o r g á n ic a s o in o rg á n ica s. El ¡
alm a es un sistem a d e relé a c o p la d o c o n un c a m p o d e fu e r z a electro m a g n ético . ¡
El centro está en cu alq u ier lu gar d el cere b r o . Id e n tific a b a a D i o s c o n la naturaleza, ¡
pero con to d o , creía firm em en te en la p r e d e s tin a c ió n . A . E . d e c ía : « E l orden del
II.— C a ín a la lu z d e la p sic o lo g ía d e l d estin o 65

m undo es inm utable. O bserve este cenicero. Contiene un sistema de átomos y


electrones. Y o lo puedo rom per — con todo, el orden permanece inmutable— . El
psiquiatra hace notar que este con cepto del mundo sin alma e inhumano de A. E.
se m anifestaban en su estilo y definiciones. A sí a la pregunta de qué es matrimonio,
resp on d ía: m atrim onio es una asociación de dos sexos distintos para la procrea­
ción de su especie. El exam inador escribe aquí que «la inhumanidad — en el sen­
tido de la palabra— hay que verla com o uno de los rasgos básicos de su carácter».
En el centro de su m ecan icism o y de su existencia sin alma estaba el orden — que
a su parecer alcan zó en el R eich su m áxim o grado— . Su lema era: idealism o y le
gustaba presentarse co m o «idealista». Pero esto no era característico sólo de su
persona, sino que pertenecía la con cepción del m undo que tenía el Reich de
aquel tiem po.
En relación a su inteligencia escribe K ulcsar, que A. E. disponía de una inte­
ligencia m edia superior, pero tenía lo que se llam a «com plejo de inteligencia».
El inform e presenta algu n os ejem plos en lo s que muestra cóm o intentaba hacer
ver su alta inteligencia.

M an zan a: F ruto de placer para p rom oción de la salud.


La sum a de un co n o cim ien to , el producto.
R e s u lta d o :
C o m ie n z o : L a fijación tem p oral de una actividad.
V is ta : L a p osib ilid a d d ad a al o jo de reconocer algo hasta el estado de lo
todavía co n o cib le .

L eía p o co . L o s clá sic o s a lem a n es lo s c o n o cía só lo por lo s títulos. Por el contra­


rio le gu stab an la llia d a y la O d isea. P arece que leyó «Crítica de la razón pura»,
de K a n t, p ero su co n ten id o lo h a o lv id a d o . La extensión de sus lecturas estaba
b astante lim itad a. N o fu e n u n ca al teatro, ni a la ópera, ni a con ciertos, pero
tocab a él el v io lín .
El p siq u iatra d escrib e su v id a afectiva de la siguiente m anera: A . E. reac­
cio n a b a co n sh o ck co n to d a s las fo to s del test que tenían que dar in form ación
sobre la sex u a lid a d o la a g resió n . (A sí, por ejem p lo, la tarjeta 8BM del T est T A T
o la tab la V I en la exp erien cia d e R o rsch ach ). D urante las entrevistas eludía el
hablar d e su v id a sex u a l, a u n q u e el guard ia de la cárcel, que estaba presente, no
supiera alem á n . K u lcsa r a segu ra q ue d urante to d o el exam en n o encontró nunca
señales d e se n tim ie n to s b u e n o s, sin o m ás bien u n desarreglo o exteriorización de
a fec to s e g o c é n tr ic o s, lá b ile s, q ue le im p u lsab an a accion es im pulsivas e in ade­
cu ad as. Si le so rp ren d ía u n a fo to d el test, en to n ces se con fun día, tartam udeaba
y co n v u lsio n e s n erv io sa s tra n sfo rm a b a n su cara.
C o m o p ro b lem a p síq u ic o m á s grave d e A . E. se indicaba en el inform e la rela­
ció n en tre a ctiv id a d y p a siv id a d . N a tu ra lm en te que él « só lo cum plió órdenes»

5
66 C a ín y e l c a in is m o e n la H is to r ia U niversal

y era «un h om b re que s ó lo perseverab a en su d eb er y n a d a m ás». C u án difícilm ente


sop ortab a A . E. la p asivid ad lo d em u estra K u lcsa r p o r lo sig u ie n te: cu an d o A. E,
pen saba sobre la fase final de su carrera d ijo : «ser p len a m e n te o b je to y só lo objeto
ha cread o tal p esim ism o q ue y o — si n o hub iera e sta d o tan ín tim a m en te ligado a
m i trabajo— hubiera p u esto fin a m i vid a». (E ste p e n sa m ien to d e suicidio fue
a n o ta d o en el test d e S zo n d i, en 1961).
La respuesta de A . E. sob re su m ied o es p sic o ló g ic a m e n te sorprendente:
« Y o he ten id o m ied o d uran te to d a m i v id a , p ero n o sab ía d e q ué. T am b ién en las
ép ocas que he sid o p len a m en te libre e in d e p e n d ie n te sen tía d en tr o la inseguridad.
N o p o d ía ir a n in gu n a p arte q u e h ub iera g en te extrañ a. T e n ía q ue saber, de ante­
m ano, q uién ib a a estar. M is m a n o s su d a b a n . C u a n to m e n o s p en sa b a en ello, tanto
m ás fácil m e era. Siem p re q u e m e p rep arab a p ara u n en cu en tro era tremendo.
Era o lv id a d izo y d esp u és ya n o sa b ía n i de q u é h a b ía h a b la d o » .
E ste m ied o sen sitiv o a lg o p a ra n o id e y lo s sín to m a s n e u r ó tic o s, c o m o el mor­
derse las uñas, tartam u dear, su d a r c o n la c o m p a ñ ía d e estr a ñ o s, p avor, convul­
sion es n erviosas en la cara, n o h a b la n en co n tra d e su d isp o sic ió n cainítica, ya
que con frecu en cia la p o d e m o s o b serv a r en lo s a se sin o s m á s brutales.
P ero, ¿tenía A . E. en realid ad un se n tim ie n to m o ra l ? C u a n d o el psiquiatra le
preguntó si había v iv id o c o n sc ie n te m e n te , a lg u n a v ez, se n tim ien to s de culpa­
bilidad, la respuesta de A . E. fu e : « ¡S í!, u n a o d o s v e c e s p o rq u e h ab ía faltado a la
escuela». El m ied o y lo s sín to m a s n e u r ó tic o s h a b la n en co n tra de la hipótesis de
que A . E. fuera «un m o n str u o , u n a esp e cie d e lu s u s n a t u r a e , u n a co n fu sió n de la
naturaleza». El p siqu iatra so stie n e la o p in ió n d e que A . E. se h abía asegurado
contra el resurgir de su c o n c ie n c ia c o n so b r e c o m p e n sa c ió n , cin ism o , enquista-
m iento o in clu so hasta co n a u tism o . C o n este sistem a d e seguridad d eb ió de re­
chazar A . E. el resurgir de la co n c ie n c ia . C ita m o s tex tu a lm e n te del informe:
«N uestro m aterial dem u estra que lo s im p u lso s de m atar de A . E. representaban
para él m ism o el n ú cleo de su e g o , u na a m en a za p s íq u ic a ...» , resu ltó que los sen­
tim ientos m orales de A . E. se d ejaron repartir en tres fo rm a s:

1. U n a capa d elgad a y su p erficia l in cu lca d a p o r la fa m ilia .


2. U n a m oral cim e n ta d a p o r la G e se llsc h a ft N S segú n el lem a : «debilidad
es un crim en».
3. U n a m oralid ad del « m a ta r es un p erju icio p ara el a lm a » .

I. S. K ulcsar llega a la c o n c lu sió n de q u e el im p u lso d e d estru cc ió n de A. E.


no se puede exp licar por su b an al h istoria. T a m b ién lo s resta n tes test proyectivos,
que fueron ev a lu a d o s p or la p sic ó lo g o S h o sh a n n a K u lcsa r n o p u d iero n descubrir
tam p oco este in stin to de d estru cció n . El a u to r escrib e « q u e e sto su ced ió por el
diagnóstico in stin tivo ex p erim en ta l del test de S zo n d i» .
//.— Caín a la luz de la psicología del destino 67

El 3 de marzo de 1961 me pidió I. S. Kulcsar, por escrito, que hiciera un diag­


nóstico ciego basándome en mi test, de un «hombre de aproximadamente cin­
cuenta años, N». A pesar de que hacía años que no utilizaba el test en diagnósticos
ciegos, lo hice, en este caso, porque en el test las proporciones de sus posibilidades
de existencia me parecieron tan extremada y peligrosamente desplazadas, en la
dirección de Caín, que nunca hasta entonces las había encontrado en mi expe­
riencia. Mi diagnóstico ciego decía:
«El hombre es un delincuente con un irresistible pensamiento de matar».
A pesar de mis continuas preguntas de lo que en realidad se había encontrado
psiquiátricamente en este hombre, tuve que esperar más de un año, hasta que por
fin recibí la respuesta de que este hombre era Adolf Eichmann. Reproduzco en
las notas del apéndice, textualmente, el texto del diagnóstico ciego con la repre­
sentación de sus posibilidades de existencia.
Hemos explicado el «curriculum vitae» de dos criminales de guerra. El destino
del coronel de la Policía, Marton Zoldi, mostró las posibilidades de existencia
clínica extremas de un Caín paroxismal: ataques epilépticos (en su juventud),
perversión sadomasoquista, asesinato de masas en una minoría y delirio religioso.
Su compañero de destino, Adolf Eichmann, por el contrario, estaba en realidad
libre de los síntomas extremos clínicos mencionados de un Caín. Con todo, los
perfiles del test mostraron lo contrario: mientras que el manifiestamente epi-
leptoide paranoide Zoldi, de diez perfiles del primer plano, mostró el sentimiento
de matar, es decir, la señal de Caín, sólo en dos; y de los diez perfiles del último pla­
no sólo apareció un perfil y m edio; en un total de veinte perfiles, por tanto, sólo
el 3,5. En cambio en la investigación de Eichmann que estaba libre de síntomas
clínicos dieron de diecinueve perfiles diez veces (!) la señal de Caín, una sólo en el
primer plano, pero nueve veces (!) en el último plano. De estas investigaciones se
podrían sacar las siguientes conclusiones:
Las energías vitales de facto de los sentimientos de Caín en los síntomas
clínico-epileptoides (como ataques epilépticos, perversiones, éxtasis religiosos,
etcétera) puede descargar la psique de un almacenamiento del sentimiento de
matar en el último plano. Los asesinos de afecto pueden aparecer, sin embargo
—bajo condiciones especiales—, en lugar de la descarga clínica (M. Zoldi).
Un Caín que es capaz de derivar en síntomas clínicos los sentimientos de
matar retenidos en el último plano —bajo condiciones caóticas—, enmascarado
políticamente puede borrar miles de vidas sin matar, de hecho, él mismo (A. Eich­
mann). Los actos violentos de asesinato en masa de todos los tiempos, como las
cruzadas y otras guerras de religión, persecuciones (contra judíos, armenios)
aparecieron con mucha posibilidad de la misma base cainítica.
Ya en 1939 Fr. Exner pudo exponer en su famoso libro «Kriminalbiologie»
la siguiente tesis: «A excepción de la epilepsia genuina, la relación hereditaria
68 Caín y e l cainismo en la H istoria Universal

entre psicosis y criminaJidad no es demostrable» (65). Los mismos epilépticos,


así como sus parientes de sangre y electivos (Stumpfl, Szondi) son portadores
de rasgos característicos, por los cuales se inclinan a la delincuencia. De los exá­
menes de Fr. Stumpfl (1935) se ve que los delincuentes reincidentes, que fueron
penados repetidamente por lesiones corporales y homicidios, así como su familia,
indican una alta frecuencia de casos de epilepsia (66). Conrad, que examinó a
hijos de epilépticos, encontró el 13 por 100 de hijos penados, cuando uno de los
padres padecían epilepsia genuina; por el contrario, entre los hijos de padres
epilépticos traumáticos, sólo 3,3 por 100 eran criminales. Sobre la herencia de la
naturaleza afectiva camitica se hablará más tarde. Aquí mencionábamos la rela­
ción entre la delincuencia de hecho y la epilepsia, por eso creemos que los senti­
mientos de matar camiticos en general —aun sin ataques manifiestos— son con­
cebidos como una carga hereditaria paroxismal epileptiforme.
Según esta opinión no es de extrañar que encontremos también en niños
exigencias de crimen incluso de asesinatos cometidos de facto. Esto lo demuestran
los ejemplos núms. 6 y 7.

Caín, el asesino

Ejemplo 6. Exigencia de matar de una niña de tres años.— H ace aproximada­


mente treinta años vino a m i con su lta una señora, alg o m ayor, con su nieta de
tres años. Con indignación y tem blando m e co n tó el sigu ien te suceso: su hija, la
madre de la niña de tres años, tuvo, recientem ente, su segu n d o hijo, un chico.
Esta primera nieta fue preparada p sico ló g ica m en te «lege artis» para el nacimiento
del segundo hijo. N o obstante, su cedió que, a los p o c o s días, esta nieta pidió a la
abuela, que visitaba a la fam ilia, que fuera co n ella a la cu n a d on d e dormía el
niñito. Cuando llegaron a la cuna sacó la nieta de tres a ñ o s un m artillo escondido
y le dijo suplicante: «abuelita, m átale». G racias a la exp erien cia de los análisis
de niños actualm ente son co n o cid o s ca so s p a recid o s y y a n o p rod u cen una indig­
nación.
El caso del ejemplo 7: una asesina de once años, fin a liz ó trágicamente. Lo
agradezco al catedrático de P sicología L. N o sz lo p i (B u d a p est).

La chica de once años «Y» nació ilegítimamente. Cuando la madre casó con otro hombre
la chica recibió el nombre del padre putativo. La madre, una empleada auxiliar de Budapest,
era una bebedora crónica. Cuando se separó del marido, la hija fue a la familia del padre
natural, que tenía una hija de otra mujer en un orfelinato estatal. Así sólo pasó «Y» del lodo
para caer en el arroyo. La probanda fue gravemente perjudicada espiritualmente por la apa­
sionada madre. Esta le dio con frecuencia a beber alcohol, no se cuidaba de ella y frecuente­
mente le gritaba: «¡Asesina!» Así la niña estaba totalmente abandonada y descuidada.
/ / . — C a ín a ¡a lu z d e la p s ic o lo g ía d e l d e stin o 69

Con el padre natural faltaba a menudo a la escuela, robó repetidas veces y vagabundeó,
pero no era una débil mental. En marzo de 1963, sucedió que «Y» observó casualmente cómo
un hombre de su vecindad limpiaba un revólver y cómo lo guardaba en un cajón. En un mo­
mento oportuno la pequeña se escurrió en la vivienda vecina y robó el arma. A continuación
llevó a un niñito de cuatro años al W. C., dirigió el arma hacia él, disparó e hirió al pequeño
gravemente. Como consecuencia de esto se asustó y enterró al muchacho, todavía con vida,
en un cubo de basura, donde murió. Después de varios días fue encontrado el cadáver.

La chica con el nom bre de su padre natural fue llevada a otra escuela.
El diagnóstico instintivo experimental, llevado a cabo después del hecho,
confirmó su necesidad retenida de am or y ternura, su cruel abandono y aisla­
miento y más tarde su tremendo miedo. Creemos que el abandono movilizó en
ella al Caín y que el trem endo miedo surgió por la avalancha de los afectos cami­
ticos —incluso después de la acción— . Que un niño en estado de gran abandono
y sin am or sea capaz de alm acenar ira, odio y venganza en sí contra el mundo y la
vida es comprensible. En la forma innatural de descarga del sentimiento asesino
—basados en el trasfondo del test— su paroxismalidad grave histeriforme
exteriorizada tenía que jugar un im portante papel.

Ejemplo 8. Intento de envenenamiento de una epiléptica de veinticinco años.

En él año 1939-40, examinamos en Budapest a una chica de veinticinco años con epilepsia
genuina. Vivía con su madre, una maestra de idiomas, que era una persona elegante pero que
era patológicamente masoquista, histérica y periódicamente depresiva. La unión dual entre la
madre y la hija tenía un carácter sadomasoquista. La hija, que en esta existencia dual jugaba el
papel tiránico-sádico hizo varias veces serios preparativos para envenenar a la madre con
luminal, que le habían recetado contra sus ataques epilépticos. Tuvieron que internarla tem­
poralmente, a causa de estas ideas paranoides-cainíticas.

Ejemplo 9. Es un caso totalmente análogo al precedente. Intento de estran­


gulación en una epiléptica de veintitrés años.

A la chica de ventitres años la examinamos en 1945, en una clínica psiquiátrica privada de


Suiza. Su destino y también el resultado del test de los diagnósticos instintivos experimentales
fueron los mismos que en el destino de la húngara. También era una epiléptica genuina con
rasgos paranoides y quiso estrangular varias veces a su madre. Esta era una mujer histeri­
forme y depresiva que estaba internada en la misma clínica por sodomía. Madre e hija no
debían de encontrarse jamás.

Recopilemos las señales preponderantes del árbol genealógico que, según


nuestro examen, son características de familias paroxismal-epileptiformes (67).
Caín y el cainismo en la H istoria TJn\lverSai
70

Figura 2.— Arbol genealógico de una epiléptica de 23 años (Ejemplo 9)


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/ / — Caín a la luz de la psicología del destino 71

I. Epilépticas genuinas eran: la examinada (29), la tía abuela materna (3).


II. Tartamudos: el abuelo paterno (10), su hermano (12) y primo (13).
III. Sádica y cainita: la examinada (29), la madre (19) y el abuelo materno (8).
IV. Sodomita: la madre (19).
V. Eligieron profesiones camiticas: el abuelo materno (8), un coronel de
Policía sádico y el abuelo paterno (10) era carnicero y tartamudeaba.

Caín, asesino por placer

Ejemplo 10. Un asesino por placer.—El minero de veintitrés años era un inter­
no de un sanatorio en Alemania. El psiquiatra que le atendía nos envió una serie del -
test del delincuente y nos pidió el control de su interpretación. Escribía: «A pesar
de que clínicamente no se pudo encontrar ningún síntoma de una epilepsia en la
toma de perfiles, no la he podido excluir y tengo algunas dudas sobre el diagnós­
tico de «asesino por placer». El historial de vida y de acciones del delicuente lo
recopila como sigue:
H. D. nacido el 11 de septiembre de 1930. Historial familiar: una abuela tenía
ataques; según la descripción, eran con seguridad epilépticos. Un hermano,
después de frecuentes depresiones, a los veinte años se suicidó.
La propia historia personal anterior no muestra nada sorprendente. Pasó la
escuela sin dificultades. A los diecisiete años tuvo las primeras vivencias sexuales
(masturbación), pronto tuvo las R.S. (R.S. = relaciones sexuales) con chicas,
que cambiaba semanalmente. A los veinte años, después de una R.S., vio manchas
de sangre en su pantalón. Aparece en él un sentimiento de ternura y de responsa­
bilidad, ya que había desflorado a una chica. Después de esto se casó. Tiene un
hijo. R.S. una vez a la semana, después de beber alcohol frecuentemente en la
noche. Niega la violencia, ya que la mujer es muy delicada. Sin ataques. Profesión
minero.
Delito actual: asalto a una mujer en la oscuridad, le pegó con el puño (?) en
la cara y la arrastró al campo. En el cadáver se encontraron señales de estran­
gulación. Autopsia: muerte por estrangulación. En los vestidos: esperma. Las
ropas de la persona, totalmente desnuda, estaban esparcidas alrededor. Al cabo
de tres meses volvió a asaltar a otra mujer. Mientras la tiraba al suelo, vinieron
paseantes que provocaron su detención. Se pudo deducir, además, que en los úl­
timos años quiso inducir a chicas (conocidas) y a mujeres (aproximadamente
cinco casos conocidos) a ternuras, y al mismo tiempo intentaba estrangularlas
o se volvía violento: pero las mujeres se defendían de forma que él lo dejaba.
Declaraciones del acusado: se entiende mal con sus suegros, que siempre le
reñían cuando había bebido. Sentía, de vez en cuando, un impulso oscuro, enton-
72 Caín y el cainismo en la Historia Universal

tonces tenía que buscar algunas tabernas y beber. No busca compañía en estas
ocasiones. En todas partes tiene el sentimiento: aquí no hay nada, adelante. Con
este ánimo encontró a las mujeres, después de haber bebido pero sin estar borracho.
Las mujeres le habían exasperado y reñido. No las quería matar. Al pegar, sin
embargo, se había excitado sexualmente. No puede acordarse de particularidades,
de si las ha violado. El cree que (en el primer caso) se arrodilló ante la mujer e
intento la R.S., cuando le sobrevino una polución. Vuelto a casa lo contó arre­
pentido a su mujer, que limpió sus ropas, muy sucias. Finalmente, soñó con
frecuencia con semejantes asaltos, se excitaba sexualmente y después tenía R.S.
con su mujer. Los intentos arriba mencionados de inducir a chicas por la vio­
lencia a R.S. fueron negados. En la cárcel D. tuvo un intento de suicidio. Saltó
por la barandilla de la escalera de una casa.
Primer juicio de la personalidad: personalidad primitiva; inteligencia media;
aparece violento; pelirrojo; estatura musculosa, delgado.
Mi resultado de la serie de test confirmaba en todo la opinión del psiquiatra.
El delincuente mostraba el cuadro clásico del test de la «epilepsia afectiva», es
decir, del asesino de afecto con una base epiléptica.

Exámenes comparativos entre asesino por robo y asesino por placer

La presentación única de asesinos cainíticos la rompemos aquí y nos dirigimos


al problema general de si los sentimientos cainíticos son una condición básica
para todo tipo de violencia. La respuesta a este problema intentamos obtenerla
mediante la comparación de 152 perfiles instintivos, de nueve ladrones homicidas,
en relación a la frecuencia de las diversas posibilidades de existencia, con 134
perfiles instintivos de siete asesinos por placer.
El «Método de posibilidades de existencia» (69), desarrollado por nosotros,
radica en que examinamos cada perfil único basándonos en las señales del test,
relacionando las posibilidades de existencia más probables —sanas o patológi­
cas— y contamos sus frecuencias en el grupo. Después partimos las formas de
existencia en dos categorías: A, categoría de forma de existencia peligrosa y B, la
forma de existencia protectora. De esta manera se pudieron comparar fácilmente
los perfiles del test del ladrón homicida con los de los asesinos por placer gráfica
y numéricamente (véanse tablas 2-3-4). En las tablas 2 y 3 cada cuadrado represen­
ta tres perfiles de test, en los que se podían encontrar las formas de existencia con
más posibilidad. El medio número proviene porque en determinados perfiles de
test aparecían simultáneamente señales de test de dos posibilidades de existencia,
los cuales se valoraban cada uno con medio punto.
Los resultados: A: Las existencias peligrosas (tablas 2 y 3).
¡[_Caín a la luz de la psicología del destino

Tabla 2. Posibilidades de existencia en nueve asesinos por robo


73
N."
A. F orm a s de existencia peligrosas: * Profesión: Edad* £ £
Diagnóstico clínico:
Formas psicológicas | Formas clínicas
2
I. Form as de existencia s e x u a le s extremas: i 6 $> í 2 15 18 2 1 24 27 30 33 34 30 « Z 96,5
Hombres fcmeninos/Mujcrcs masculinas Invertidos. Homoscxualcs/Transvesitistas 10 9,0
Formas contra natura Pcrvetidos SrW/íw/Masoquistas 9 ü É! 17,0
26,0

11. F o rm a s de existencia extremas P a r o x i s m a le s :


Justicieros, Coléricos. Vindicadores Epitcptiformes con sentimientos de matar 13 21,5
w< é
Comediantes.Personas que se esconden Histcriforme 14 É I üi 21,5
43,0

III. F o rm a s de existencia extremas del Y o :


Extraños al mundo. Irreales Prcpsicóticos 1 0,0
Desconfiados. Egoístas-egocéntricos Paranoidcs-proyectivos 2 |L 8,0
Posesos. Narcisitas. Orgullosos Paranoidcs inflictivos 3 ¡L 7,5 23,5
Lunáticos. Patéticos posturas teatrales Hcboides 4 0,0
Ncgadores de todo. Destructores Cataloniformcs 5 \i 8,0
IV . F o rm a s de existencia extremas del c o n ta c to y ta la n te :
£
Disfóricos profundos Melancólicos deprimidos ó ü 3,0 a
Ns
Exaltados eufóricos Maniacos-Hipomaniacos 7 0,0 4,0
Anormales sociales. Originales Psicópatas 8 1,0
i
8
Ni.
B. F o rm a s de existencia protectoras: £ z
Necesidad de culpa y de castigo Hipocondría 15 + 11 7A 2,5
I
Persona que se domina Neuróticos obsesivos 12 W í ■i 1 m m i 27,5
37,5 §
Adaptados El hombre medio 16 ¡2 5,5
5"
Formas de existencia humanizas 17 Ú 2,0
L Proporción. Peligro. Protección 1 134 | 5?
* La numeración corresponde a la escala de existencias en el Test. 62 V G P + 62 T h K P + 10 E K P = 134 O
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Tabla 3.—Posibilidades de existencia en siete asesinos por placer ?


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*
76 Caín y el cainismo en la Historia Universal

asesinos por placer están más frecuentemente trastornados los afectos finos
histeriformes. Las proporciones son:
El sentimiento de matar epileptiforme: 35,00 R a 21,5 L.
El sentimiento histeriforme erótico: 9,5 R a 21,5 L.
Es decir: el sentimiento de matar aparece después del hecho en los asesinos
por placer con la misma frecuencia que en el erótico (21,5).
II. La frecuencia total de los peligros del «yo» son casi iguales en los dos
grupos.
Peligro del «yo»: 22,0 R a 23,5 L.
Los ladrones homicidas se inclinan más hacia un trastorno del «yo» poseso
inflativo (11,5 R a 7,5 L); los asesinos por placer más hacia un trastorno del «yo»
negativista, autodestructivo, suicida (8,0 L a 1,0 R).
III. Los trastornos de contacto y de ánimo maniaco-depresivos y psicopá­
ticos son, asimismo, de igual frecuencia. Peligros del estado de ánimo y contacto:
5,5 R a 4,0 L. En los dos grupos aparecen con poca frecuencia.
IV. La desigualdad de las zonas de peligro es mayor en la vida sexual.
Peligros sexuales: 41,5 R a 26,0 L, en donde los ladrones homicidas muestran
más los perfiles sádicos y también más homosexualidad latente (invertidos)
(15,0 R a 9,0 L). Al parecer depende de esto la formación de bandas de los ase­
sinos ladrones. Los asesinos por placer trabajan solos.

B. Las existencias protectoras (tabla 4).


V. Los dos grupos de violentos están casi igualmente protegidos pero en la
práctica están insuficientemente protegidos contra los movimientos peligrosos
psíquicos.
Mecanismo de defensa: 38,5 R a 37,5 L.
La calidad de los mecanismos de defensa dominantes aparece igualmente con
la misma frecuencia y también del mismo tipo. En ambos grupos domina la com­
pulsión como defensa. Mecanismo compulsivo: 30,5 R a 27,5 L.
Muy poco frecuentemente encontramos el perfil del hombre medio adaptado
en asesinos. Los asesinos por placer daban relativamente más perfiles ordinarios
que los ladrones homicidas.
Perfiles ordinarios: 5,5 L a 1,0 R.
Los homicidas tienden algo más frecuentemente a la hipocondría y neurosis
orgánica (6,0 R a 2,5 L) que los asesinos por placer. Lo trágico en el destino de
estos asesinos es la incapacidad de sublimación.
Sublimación: 1,0 R a 2,0 L.

Basándonos en estos exámenes comparativos experimentales del instinto


y del «yo», llegamos a las siguientes conclusiones:
I I — Caín a la luz de la psicología del destino 77

Los asesinos son personas que fundamentalmente están trastornados en la


vida afectiva y sexual y cuentan con un mecanismo de defensa psíquico insufi­
ciente contra sus peligros instintivos y de afecto.
El sentimiento de matar de Caín permanece en el asesino después del hecho,
durante muchos años aun en la cárcel, aunque oculto. La frecuencia de la persis­
tencia del sentimiento de matar en los ladrones homicidas es mayor que en los
asesinos por placer. Por esto a los asesinos que salen prematuramente, en forma
de prueba, no se les debería omitir el diagnóstico experimental instintivo y del yo,
dado que son personas paroxismales en los que puede el león saltar en ellos en
cualquier momento.
Para la reeducación del asesino en la cárcel, parece que el camino sería por
autodominio psíquico del afecto y de la sexualidad, es decir, por la construcción
de mecanismos compulsivos, pues la neurosis compulsiva sabemos que ofrece
mecanismos de defensa apropiados en estos casos (terapia de grupos). La resocia­
lización del criminal en la forma de un hombre común o en la de ocupaciones
sublimadas, nos parece que por la inclinación innata a los diversos trastornos del
afecto y sexuales sólo sería eficiente en muy pocos casos. No obstante, también
el camino de la sublimación está abierto para alguno de ellos, cuestión que se
mostrará en el segundo tomo «Moisés».

El Caín paroxismal epileptiforme no tiene que romper la ley necesariamente


como asesino. Con frecuencia va también por otros caminos de hechos delictivos.
Así puede ser un pirómano, un fugitivo patológico o bien vagabundo, cleptómano
o un bebedor de tipo dipsómano o incluso cometer una serie de intentos de suici­
dio, de tipo de ataque, con frecuencia inmotivados.
En Psiquiatría, se habla de auténticos «equivalentes psíquicos» o de «psiquis-
mos epileptiformes» (Muskens), es decir, de fenómenos que aparecen en lugar
de un ataque convulsivo motor, cuando no se trata de trastornos precedidos del
ataque correspondiente ni cuando aparecen después de un ataque (G. Schorsch)
(50). En la literatura antigua se mencionan sobre todo los siguientes equivalentes:
piromanía (impulso de quemar), poromanía (Donath, impulso fugitivo de huida),
cleptomanía (robar instintivo), dipsomanía (excesos en la bebida reincidentes
periódicamente). La psiquiatría de hoy se ha vuelto bastante precavida en rela­
ción a los equivalentes psíquicos, gracias a los métodos refinados para el diagnós­
tico de las enfermedades convulsivas. Así G. Schorsch, por ejemplo, cuenta entre
los equivalentes psíquicos: distimias, poriomanía y estados crepusculares.
Como hemos mencionado, la psicología del destino presentó los siguientes
criterios para la aceptación de cualquier forma de equivalentes psíquicos:
1. La acción tiene que aparecer de forma paroxismal. Es decir: la persona
tratada tiene que ser excitada por estímulos intemos, o la mayoría de las veces
78 C aín y e l cain ism o en la H isto ria Universal

externos, siendo irritada y amargada y consecuentemente va acumulando ira y


odio, furia y venganza, envidia y celos antes de la acción.
2. La acción tiene que llevarse a cabo en estado crepuscular, casi en forma de
ataque, repentinamente, la mayoría de las veces en un estado consciente limitado
en parte por la afectividad. La acción podía haber sido planeada de antemano
(O. Binswanger, J. E. Meyer).
3. Los perfiles instintivos experimentales tienen que proporcionar las
señales de Caín.
4. Los árboles genealógicos familiares de estos sujetos tienen que indicar
padecimientos del círculo epiléptico (epilepsia, jaquecas, tartamudeo, asma, etc.)
o el sujeto mismo haber sido antes del hecho portador del correspondiente
padecimiento familiar de este tipo de enfermedades. Brevemente: tiene que ser
portador de la peculiar afectividad de un Caín.

Caín, el incendiario, Caín y el fuego

Basándonos en los extensos exámenes de árboles genealógicos, demostramos


en 1944 que personas acuñadas paroxismalepileptiformes muestran una atrac­
ción hacia los elementos primitivos, es decir, al agua, a la tierra, al aire y sobre
todo hacia el fuego. De esta relación instintiva característipa se sigue que los
cainitas eligen con frecuencia profesiones que tienen que ver con el fuego; se hacen
panaderos, herreros, armeros, calefactores, deshollinadores, mineros, asfalteros,
pirotécnicos, bomberos lanzallamas, colocadores de minas, así como soldados,
etcétera. Su forma preferida de suicidio es, junto con el salto en la profundidad,
la muerte por fuego; y la forma más usual de quebrantar la ley es el incendiar por
venganza.
Estas demostraciones puramente empíricas se respaldan con el pensamiento
del filósofo francés Gastón Bachelard, que en 1938, en su libro «La Psychanalyse
du Feu» resaltó, precisamente, aquella naturaleza contraria del fuego, tal como
nosotros intentamos presentar la pareja contrapuesta de Caín y de Moisés como
símbolo del destino. El escribe:
«El fuego es un fenómeno privilegiado, que puede explicarlo todo. Si todo
aquello que cambia con lentitud se puede explicar, aquello que cambia rápidamen­
te se puede explicar por el fuego. El fuego es superviviente. El fuego es íntimo y es
universal. Vive en nuestros corazones. Vive en el cielo, sube de lo profundo de la
substancia y se ofrece a Dios como amor. Baja otra vez a la materia y se oculta
escondido consumiéndose en el odio y la venganza. Verdaderamente entre todos los
fenómenos el fuego es el único al que con igual certeza se le pueden atribuir los dos
valores contrapuestos: lo bueno y lo malo...» Luego sigue: «Es un ángel de la
//.—Caín a la luz de la psicología del destino 19

guarda y un dios castigador, bueno y malo. Se puede contradecir: por tanto, es


uno de los principios con explicación universal (70)».
Con esto describe Bachelard las propiedades de los elementos primarios algo
así como nosotros describimos la naturaleza primitiva del hombre Caín, que, bajo
condiciones, puede aparentar un Moisés. El filósofo ve en el fuego aquel elemento
que cambia rápidamente, es decir la capacidad de mutación repentina, la paroxis-
malidad, lo íntimo y lo universal, al Dios del amor como al Dios oculto del odio
y de la venganza, al ángel de la guarda y al Dios castigador (Yahvé). Brevemente :
El fuego simboliza la base de la ética, por tanto de lo bueno y de lo malo, en un
elemento.
Ocasionar fuegos y apagarlos, herir y curar heridas son aquellas polaridades
instintivas que podemos encontrar en forma extrema en personas paroxismal-
epileptiformes, en Caín que se convierte en Moisés, o en un Moisés que fue un
Caín. Nuestro ejemplo 11 es un paradigma para lo dicho. Cuántas veces comentan
los diarios sobre bomberos que sigilosamente, pero con premeditación, origi­
naron incendios porque los incendios son poco corrientes y su sed de fuego es
insaciable.

Ejemplo 11 Una incendiaria que se hizo enfermera (Caso de H. Ellenberger):


Lina Waldmann, la posteriormente hermana Brígida, será una muestra de
cómo una incendiaria vengativa, paulatinamente, cambió para convertirse en
una enfermera capaz. Este caso lo presentó el que fue colaborador de la revista
«Szondiana» I. H. Ellenberger, en 1953 (71).
Sobre la familia de L. W. pudo contar poso Ellenberger. Su padre era conduc­
tor de una locomotora, tenía, por tanto, un oficio de naturaleza típicamente
paroxismal. Estaba siempre de viaje y poco en casa. Bebía de forma pasajera,
pero pudo dejar de beber cuando le amenazaba el peligro de quedarse sin empleo.
De vez en cuando era irascible, incluso brutal, pero moralmente reflexivo y obe­
diente a su mujer. Tenemos que contemplarle como un hombre paroxismal.
El autor presenta a la madre como una mujer tremendamente autoritaria,
paranoide fuerte, «furiosa», desarrollada. Con amargura contaba sobre su hija
lo siguiente: Desde edad muy temprana fue Lina una niña tozuda, vaga, mentirosa,
envidiosa y mala. Con repugnancia contaba que su hija, ya desde los diez años,
había devorado revistas, novelas amorosas, de aventuras, policiacas de Sherlock
Holmes y todo tipo de literatura de pacotilla posible. Así se convirtió en la oveja
negra de la familia. Madre e hija se odiaban mutuamente. Ellenberger considera
esta relación sadomasoquista de madre e hija como un «délire á deux», pero con
un cuadro clínico en espejo complementario. Nosotros supimos también que
Lina había pasado su primer año de vida, a partir del quinto día, con los abuelos.
Lloraba mucho y como bebé era inaguantable.
80 C a ín y e l c a in is m o e n la H is t o r i a U n iversaI

El herm ano daba la im presión de un esquizoide y estaba en co n tra de la pro­


banda.
El maestro de Lina recalcaba su m anera de ser cerrada y sus dificultades de
concentración en la escuela. El párroco hablaba de su pasión patológica de hacer
bromas. Lina se sentía, con razón, com o la cenicienta de la fam ilia ya que el her­
mano mayor, predilecto de la m adre, recibía todo lo que deseaba (estudios de
música y pintura). A ella, p o r el contrario, todo im pulso a algo m ás elevado se le
reprimió. Su prim er deseo profesional fue ser enferm era, pero le fue denegado por
sus padres. Prim ero trabajó com o aprendiza de co sturera de ro p a blanca, pero no
pudo term inar y más tarde se hizo sirvienta. C u an do tenía doce y dieciséis años
vivió dos incendios. A los doce años, p o r u n a c a rta que recibió su herm ano, se
enteró de los problem as sexuales. A los dieciséis o diecisiete años fue atacada en
la penum bra p o r un hom bre joven que la tiró al suelo, p ero sin ser violada.
El historial de Lina lo divide Ellenberger en dos fases:
1. La incendiaría. 2. La herm ana enferm era volante. V am os a presentar
textualmente las dos fases según el autor.

I. La incendiaria

«El domingo, 13 de febrero de 1921, la ciudad de Zürich estaba animadísima y conmo­


cionada con el carnaval. Las calles principales, las tabernas y salas de fiesta estuvieron sobre­
cargadas de máscaras y curiosos hasta la media noche. En muchos sitios reinaba un ruido
indescriptible, que paulatinamente comenzó a disminuir. Cuando de madrugada, hacia las
tres horas, había comenzado un poco de silencio, sonó repentinamente el grito: ¡Fuego! En
el ánimo de carnaval que reinaba, el grito no se tomó en serio y los que lo gritaban hicieron
el ridículo. Pero no, desde luego no era una broma, pues la casa 57 de la calle Ackerstrasse
había comenzado realmente a arder. Esta casa estaba habitada por cuatro familias con un
total de 20 personas, en el entresuelo se encontraba una papelería. Fue como si un mal destino
dominase sobre la casa. Además, el teléfono, con el que se quería llamar a los bomberos, no
funcionaba, tampoco funcionaba la sirena, que parecía no querer emitir ni un solo tono,
hasta las farolas de enfrente de la casa mostraron su defecto y su inutilidad, ya que desde el
principio, la salida por la escalera, de la casa en llamas, era imposible, la mayoría de los in­
quilinos habían huido al tejado, desde donde pedían auxilio desesperadamente. Los bom­
beros no llegaron hasta las tres y media y comenzó su trabajo contra las llamaradas del
furioso fuego, en medio de una gran cantidad de personas intranquilas y en parte bebidas.
Cuando por fin, con gran trabajo, se pudo colocar una escalera, se echaron al mismo tiempo
cinco personas de las que estaban en el tejado, de forma que con su peso se rompió. No quedó
más remedio que intentar salvar peligrosa y trabajosamente a los restantes inquilinos, por
medio de la manta de salto. Once personas se hirieron más o menos gravemente, y tuvieron
que ser hospitalizadas, mientras que un chico tuvo fractura de cráneo, de la que más tarde
falleció. Además se produjeron unas pérdidas de por lo menos 150.000 Fr.
/ / . — C a ín a la lu z d e la p s ic o lo g ía d e l d e s tin o 81

Se puede imaginar que esta desgracia llamó enormemente la atención en Zürich, era
tanto más sensacional cuanto que parecía, en su examen, un incendio intencionado. Los
expertos determinaron que el fuego tenía qué haber comenzado aproximadamente a los dos,
en la escalera de la casa entre la planta baja y el primer piso. Inmediatamente cayó la sospecha
en varias personas y, como en una novela policiaca, la Policía siguió diversas huellas falsas.
Así se dijo que un antiguo inquilino, un hombre brutal y sin escrúpulos, tuvo que salir por una
disputa (hacía un año) y había amenazado de palabra, las cuales había repetido hada poco
telefónicamente. Varias personas fueron detenidas y luego puestas en libertad otra vez.
Lamentablemente se tuvieron que dejar una detrás de otra todas las pistas y al cabo de siete
meses el caso era todavía un acertijo inexplicable.
Pero la Policía de Zürich tenía entonces a un Sherlock Holmes, el detective V., quien,
el 15 de septiembre de 1921, es decir, siete meses después del incendio, mostró un informe
luminoso: él creía haber descubierto al autor y designó como presunta autora a una cierta
Lina Waldmann, sirvienta en el restaurante «Zum schawarzen Lówen». En este restaurante
habían surgido dos pequeños incendios seguidos: el 31 de agosto y el 6 de septiembre; en el
último, el comportamiento de Lina Waldmann llamó la atención, ya que no quiso ayudar a
apagar el fuego. El detective V. indicó que este segundo incendio había surgido debajo de la
escalera entre el entresuelo y el primer piso, es decir, en el mismo sitio que en la Ackerstrasse;
además, Lina Waldmann estaba enemistada con una sirvienta anterior que vivía muy cerca
de la casa quemada, y aún más: Lina había preguntado con frecuencia por la casa de su
enemiga, que, en la noche del carnaval, había desaparecido entre la una y las dos de la ma­
drugada, sin haber dado una explicación de su ausencia, y a su vuelta había llamado la aten­
ción su nerviosismo (había derramado café sobre el vestido de una ayudanta, de nombre
Dora), y, más tarde, de forma llamativa, quería ver el lugar del incendio; finalmente Lina
fue descrita por su patrona como persona mentirosa y vengativa.
Una consideración detenida de las pesquisas sobre los dos incendios en el «Schwarzen
Lówen» pudo acentuar más la sospecha. Los porteros tenían a Lina como una persona muy
nerviosa: escuchaba siempre en la ventanilla de la cocina, como si creyera que se hablaba
de ella; se marchaba repentinamente del trabajo sin ningún motivo; era embustera, maliciosa
y celosa de sus otras dos compañeras así como de la camarera Rosa, ya que las tres tenían
un acompañante, mientras que Lina sólo había salido un par de veces con un «tesoro» y desde
entonces ya no había tenido ninguno más. El primer incendio, del 31 de agosto, empezó pre­
cisamente después de que Lina Waldmann hubiera observado a Rosa y a su amante, que
estaban sentados juntos en el jardín de la taberna; en este momento la llamaron, se había
ido a la cama, pero poco después ardieron las camas de las dos criadas. Después del segundo
incendio, el del 6 de septiembre por la mañana, Lina no pudo decir dónde había estado en el
momento en que se inició el fuego; por el contrario, se demostró que pocos días antes había
recogido papel y cartón de debajo de la escalera y había rociado la escalera con petróleo.
Fue acusada por los conserjes y detenida por la Policía e interrogada. Muy pronto confirmó
haber provocado los dos incendios en el «Schwarzen Lówen»: Se quería vengar con ello
de las dos chicas por haberle fastidiado. En este interrogatorio llamó la atención su raro
comportamiento; no mostraba ningún «arrepentimiento», sino una expresión especial de
sed de venganza insatisfecha. Esto se verá en el siguiente extracto del protocolo del inte­
rrogatorio (9 de septiembre):

6
82 C a ín y e l c a in is m o e n la H i s t o r i a U niversal

«¿Ha meditado usted ya lo que ha hecho ?»


«Sí» (las manos en la cara y llorando): «He cometido un grave delito» (la acusada vuelve
a mirar en seguida con una expresión alegre).
¿Ha pensado usted también en la cantidad de gente que ha perjudicado en su cuerpo,
vida y bienes por su delito?
«Sí» (la acusada asiente con una caída de ojos momentánea. Es como si le costase un
cierto esfuerzo poner una cara triste).
Basándonos en el informe del detective V. y a pesar de sus negaciones persistentes, se
acusó a Lina Waldmann de ser la causante del gran incendio en la Ackerstrasse. A causa de
su especial comportamiento se la llevó, con el fin de hacerle un reconocimiento psiquiátrico,
a la clínica Universitaria Psiquiátrica de Burghólzli. Desde aquel día, el 16 de septiembre
de 1921, se llevaron simultáneamente a cabo los dos exámenes, el judicial y el psiquiátrico.
En Burghólzli se distinguía la probanda por su com portamiento obstinado y tenaz. Negaba
enérgica y expresamente ser la causante del incendio de la Ackerstrasse. A causa de su com­
portamiento recalcitrante, la exploración era de mucha paciencia. Pero finalmente una mé­
dico asistente consiguió ganar la confianza de Lina W aldmann y la inculpada aceptó con­
tarle sus sueños. El registro, de aproximadamente 30 sueños, es la pieza más interesante
en el historial de esta joven pirómana. Dado que estos sueños son de gran importancia para
el enjuiciamiento del caso tenemos que ser algo más extensos. Pero lo que más llamaba la
atención era el hecho de que siempre soñaba con fuego. De ello referimos un ejemplo de prin­
cipios de octubre:
«Estaba en la ciudad y ardía una casa. Entonces oí cómo la gente gritaba pidiendo auxilio.
La casa estaba completamente en llamas, entonces quise entrar porque oí gritar pidiendo
auxilio a alguien. Por la puerta no pude entrar. Entonces fui al patio, miré hacia la parte
alta de la casa y me echaron un niño, entonces salté otra vez a la calle y pregunté á alguien
cómo había empezado a arder el fuego en esa casa. Me dijeron que un padre de familia había
matado primeramente a su mujer y luego a algunos niños. Después había hecho quemar la
casa, se había quedado dentro y se había quemado. Entonces me desperté.»
No es difícil reconocer en este sueño un reflejo del incendio de la Ackerstrasse. A pesar
de que la exploranda, en este momento, negaba todavía ser la causante del incendio, el sueño
descubre un sentimiento de culpabilidad y el deseo de considerar como no realizada su acción
(salva la vida del niño, el autor es otro, no ella). O tros sueños de fuego no hacen relación a un
incendio, sino al extraño ser del fuego y su relación al juicio final. Pero lo que nos llama
menos la atención que los sueños de fuego, a la vista de los sueños, es el detalle de que la
exploranda, frecuentemente, soñaba también con agua. De esto un pequeño ejemplo de
finales de septiembre.
«Estaba en el Rheinfall. Durante toda la tarde tuve que nadar de una orilla a otra. Por
fin se hicieron las 6 de la tarde. Entonces me llamó un recadista del sanatorio y me dijo que
ya era suficiente, que debía de parar. Entonces nadé hasta la orilla. Después ya no sé a dónde
fui.»
Muy frecuentes eran también los sueños de tema tierra (cementerio, tum ba, pasillos sub­
terráneos, desfiladeros etc.). Un ejemplo de finales de septiem bre:
«Yo estaba en el cementerio, estaba sentada en una tum ba abierta, era una tumba de
piedra y estaba sentada en el borde. De la tum ba salió un cadáver, el cadáver me regaló
II.—Caín a la luz de la psicología del destino 83

una rosa. AI poco tiempo de irse vino otro, éste me regaló una flor, otra, no sé de qué clase.
Tras el segundo vino un tercero, éste también me regaló una flor, y así vinieron otros tres.
De pronto tuve los brazos llenos de flores. Entonces, al final del cementerio, oí gritar mi
nombre: ¡Lina! Me levanté rápidamente, tiré las flores dentro de la tumba abierta y salí
corriendo. Me volví otra vez y vi cómo se había cerrado la tumba. Entonces me marché real­
mente y seguía oyendo llam ar: ¡Lina! ¡Lina! Entonces saltaba más deprisa y, finalmente, des­
perté. La voz me sonaba conocida, pero no sé de quién era.»
Con menor frecuencia aparecen los sueños de aire (tormenta de viento). Por el contrario
se trata con frecuencia de movimientos fuertes por el aire, bien como caída (se cae en lo pro­
fundo) o como siendo arrojada.
Tras los cuatro elementos nos encontramos con frecuencia a la muerte, bien en relación con
sueños de fuego o de tierra, o también independientemente, como en los siguientes:
(30 de septiembre) «Estaba en la calle, era más bien un camino en el bosque. A lo lejos vi
venir una procesión, un entierro. La procesión se acercaba cada vez más. Cuando la procesión
estaba aproximadamente a cinco metros de mí, entonces pude distinguir mejor las figuras. De­
lante estaba la figura de la muerte: Estaba totalmente cubierta de negro, sólo vi su cara y
cómo llevaba en la mano la guadaña. Detrás le seguían cuatro figuras que llevaban el féretro
y luego otras muchas figuras también cubiertas de negro. Y así, pasó la procesión delante de
mí. Entonces pude m irar dentro del ataúd y mi madre yacía allí muerta. Al mismo tiempo,
tuve un estremecimiento, estaba muy asustada. La procesión entonces desapareció en el
bosque.»
Esta figura negra, que está aquí personificada como la muerte, aparece de vez en cuando
también sola. En septiembre contaba la probanda un sueño que hacía poco había tenido
en el sanatorio:
«Una figura vino a mi cama, colocaba cerillas en mi cama y me decía un par de veces:
¡enciende, enciende! Cuando quise coger las cerillas, ya no estaban y la figura también había
desaparecido.»
La exploranda agregaba que mucho antes de su detención había visto la misma figura
ante su cama, tenía puesto un abrigo negro y una capa, tenía toda la cara cubierta.
Entre los demás sueños terroríficos tenemos que resaltar por su importancia el siguiente,
del que haremos mención más adelante:
«El doctor L. me llamó. Cuando llegué a la puerta salió otro médico (es una tontería lo
que he soñado, pero yo no sé por qué). El otro tenía un puñal en las manos; vino hacia mí
y me cortó el brazo en dos. Entonces di un tremendo grito. El doctor L. me vendó, él tenía
todo, gasas, etc., en las manos.»
Más frecuentemente aparecían sueños, mezclados, donde se combinaban los elementos
arriba indicados. Los sueños de la joven pirómana son de un pathos intenso y de una fuerte
belleza poética. Los sentimientos de culpabilidad de la soñadora se manifiestan cada vez
más claramente. En el historial no se ha constatado exactamente en qué fecha afirmó la ex­
ploranda su culpabilidad en el incendio de la Ackerstrasse. Lo cierto es que se declaró cul­
pable, primeramente a la médico, y después al juez del caso. Pero sus recuerdos eran to­
davía muy oscuros. No sabía por qué lado de la casa entró, ni dónde prendió el fuego. Ella
se creía en la casa de su enemiga. Sus recuerdos se relacionaban, sobre todo, con el senti­
miento de una especie de borrachera intensa que había sentido, repentinamente, al comienzo
84 C a ín y e l c a in is m o e n la H is to r ia Universal

del fuego. Cumpliendo el deseo bien intencionado de la médico, Lina Waldmann describió
sus sensaciones durante y después del hecho, de la siguiente form a:
Sentimientos antes de prender el fuego: «El pensamiento de prender fuego me vino de
repente, un deseo insuperable y un ansia de fuego se apoderó de mí súbitamente. Es cierto
que temblaba con la idea de que quizá pudiera costar la vida a personas y todavía por el ca­
mino luchaba conmigo misma. Pero me empujaba una fuerza misteriosa hacia adelante
y así tuve que llevar a cabo esta acción.»
Sentimientos durante el incendio: «No sé cómo llegué a aquella casa, ni cómo bajé al
sótano, ni qué clase de material inflamable encontré; pero las llamas subieron en seguida
y yo hui de la casa llena de estupor.»
El estado de ánimo después del hecho: «No sé cómo llegué a casa, estoy en duda de si le
tiré a Dora el café sobre los vestidos, pero sí sé que interiormente estaba muy excitada,
pero exteriormente tan tranquila, como si no hubiera hecho nada malo. Cuando por fin subí
a mi habitación y me eché a descansar, estaba otra vez totalmente tranquila y creo que dormí
tranquila toda la noche hasta la mañana siguiente.»
Después del suceso, los sueños no dejaron nada que desear en claridad. En lo que sigue
se reconoce el «resurgir» del recuerdo reprimido.
(14 de noviembre) «Estaba en casa. En frente de donde vivíamos había una casa grande,
estaba totalmente quemada. Por fuera estaba todavía bonita, pero las ventanas eran como
agujeros negros. Entonces oí cómo alguien me decía que yo había incendiado esa casa, y que
mucha gente se había quemado. Yendo otra vez a nuestro jardín, miré de nuevo hacia aquella
casa, entonces vi cómo empezaba a arder otra vez, y también vi cómo mucha gente se querían
salvar y salir por las ventanas. Yo miraba hacia allí y, de pronto, toda la gente volvió a caer
dentro de la casa, sencillamente, no podían salir. Entonces volví a oír cómo alguien me decía
que esa gente tendría que quemarse por mi culpa, entonces volví otra vez a nuestra casa y
desperté; tenía la cabeza como un bombo.»
En aquella misma época empezó a explicar, más claramente, lo que ya antes significaba
el fuego en su vida. A los doce años, después de un incendio empezó a ocuparse con la idea
del fuego; a los dieciéis años volvió a ver otro incendio, y, por primera vez, pensó en prender
ella misma fuego; «fue como si algo se hubiera despertado en mí». Posteriormente este im­
pulso le había atormentado más intensamente. Sencillamente tenía que encender fuego o
romper algo (lo que, ciertamente, no era nada raro), ya que si no después de una oposición
contra este impulso tenía un intenso dolor de cabeza. Algunas veces se encontraba en un
estado de tremenda angustia; y se sumía en densa meditación para esta realización. Un placer
apasionado y anhelo indescriptible por ver fuego, o mejor, por iniciarlo me dominaba. De
repente, por la noche, veo, a ratos, llamas que desaparecen en seguida. A la médico le llamó
sobre todo la atención que cuando hablaba de fuego su cara tomaba una expresión reluciente
y un colorido erótico.
El diagnóstico clínico de Lina era: Ezquizofrenia. El informe la describe como irresponsa­
ble y con necesidad de ser internada. Después de esto la probanda pasó tres años y medio en
un manicomio en donde, en su historial clínico, se informó sobre hipocondría, comporta­
miento inconveniente, rivalidades y riñas. En este sanatorio también escribió la paciente
sus sueños y pensamientos. La descripción siguiente demuestra cómo le atormentaba to­
davía grandemente el hambre de fuego.
II.— Caín a la luz d e la p sic o lo g ía d el destino 85

«Tengo hambre, una verdadera ansia de fuego. Ya suponía desde hace tiempo que vol­
vería, en vano lucho en contra, ahora tengo que sucumbir otra vez, con nueva violencia se
avalanza sobre mí y no me deja en paz. Desde hace dos semanas me molesta de tal forma,
que estoy desalentada, insatisfecha conmigo y con todo el mundo, y con frecuencia pienso
en quitarme la vida. ¿No sería mejor que lo hiciera? Soy desgraciada, y tengo horas en que
me odio ardientemente porque soy una pobre criatura limitada por esta insana pasión»
(febrero 1923).

Además, por una carta que escribió la paciente por aquella época, se ve que muy pronto,
después del traslado al sanatorio, empezó a alimentar dudas de si verdaderamente era cul­
pable del incendio en la Ackerstrasse. El 30 de enero de 1922 escribió a un tío:
«... La duda, que llena de día en día más mi interior, es de si verdaderamente he hecho
todo eso que me vuelve algunas veces casi loca. Yo cavilo y cavilo y no me viene ni el menor
recuerdo de dónde y cómo pasé aquellas horas de aquella noche terrorífica..., que debí estar
fuera de casa.»

Por indicación del director del sanatorio, el 17 de mayo de 1924 la paciente fue
esterilizada por ovariectom ía de los dos ovarios. Después de esto tuvo fuertes
orgasmos. Los sueños de fuego disminuyeron considerablemente y —según el
historial médico— desaparecieron totalm ente los impulsos pirómanos. La pa­
ciente fue juzgada por segunda vez para resolver el problema de la salida del sana­
torio psiquiátrico. Según este segundo juicio, el incendio de la Ackerstrasse se
llevó a cabo en un estado crepuscular, así como los dos posteriores, aunque estos
en un estado crepuscular menos profundo. Más tarde se resaltaron en ella la labi­
lidad de ánim o, falta de control, egocentrismo y deseo de notoriedad. El segundo
diagnóstico decía: carácter histérico, asociado con un «destino inconveniente».
Así la paciente, después de tres años y nueve meses de intemamiento, fue dada
de alta en el sanatorio y puesta bajo tutela.

.II. La hermana enfermera volante

Sobre esta fase de su vida informa H. Ellenberger lo siguiente:

«Después de su salida del sanatorio empezó para Lina Waldmann un tiempo de transi­
ción muy penoso. Ya no se sentía como la «incendiaria». Sobre su pasado se había echado
una raya. Pero con todo no podía encontrar bien su nueva personalidad. Sobre este lapso
de tiempo no estamos bien orientados; pero lo esencial lo podemos sacar de los cortos in­
formes tutelares. Fue de casa en casa durante dos años y medio y, una y otra vez, se informa
de dificultades de carácter, de disputas con las amas de casa. El oficio de criada lo hacía con
un rechazo interior cada vez más creciente.
86 C a ín y e l c a in is m o e n la H is to r ia Universal

Y un día sucedió el gran milagro, apareció la oportunidad única, el Kairos *, que supo
aprovechar bien para poder dar a su vida el giro decisivo. En abril de 1928 entró a trabajar,
Lina Waldmann, en casa de la familia W. Empezaron pronto fuertes disputas con la señora
W. Pero el señor W. era un industrial fino, rico y educado, y al parecer, pronto se dio cuenta
de que Lina no era una muchacha vulgar. Se interesó por la joven de unos 35 años y decidió
proporcionarle un empleo en la vida, que correspondía a sus deseos y facultades. Así unos
meses más tarde se le permitió, después de un último altercado con la señora W., dejar de ser
criada para siempre y entrar como alumna en una escuela de enfermeras. Allí siguió su meta­
morfosis interna y externa. Lina recibió un nuevo vestido, un nuevo nombre y una nueva
alma. El traje blanco de enfermera lo recibió con el entusiasmo de un neófito de una religión
misteriosa. El nombre nuevo fue más bien una casualidad; en la escuela había ya otra Lina;
para evitar las confusiones diarias, la nueva alumna recibió, de la superiora, el nombre de
«hermana Brigitte», el cual conservó cuando se marchó de la casa la otra Lina. Y desde ese
momento se entregó la «hermana Brigitte» a la humanidad doliente. De un informe posterior
de la superiora supimos que se la consideraba como una personalidad sacrificad'a y desintere­
sada, a pesar de que algunas veces era difícil.
Sabemos que la hermana Brigitte cursó todos los cursos en la escuela, pero, cosa rara,
no consiguió ningún diploma, y dejó un buen recuerdo, de forma que por parte de la escuela
se le ofrecieron muchos puestos de trabajos privados. Los años siguientes son los más oscuros
en nuestra reconstrucción. Desde la salida de la escuela de enfermeras hasta finales de 1933
no sabemos prácticamente nada. La «hermana Brigitte» había tenido cantidad de coloca­
ciones privadas, algunas también en el extranjero. El tutor sólo podía confirmar en sus in­
formes que su pupila cambiaba frecuentemente de señas sin comunicárselo, de forma que
perdía una y otra vez sus huellas. Pero en octubre de 1933 podemos dar con ella. La «hermana
Brigitte» sentía una reducción insoportable de su libertad el estar bajo tutela, y exigía su
levantamiento. Para ello entró en un sanatorio privado para que le hicieran un reconoci­
miento psiquiátrico, requisito legal indispensable.
De este reconocimiento, así como del historial del sanatorio, podemos sacar algunos
datos sobre la forma de vida de la probanda en aquella época. A su llegada parecía limpia,
presumida y sin distancia con las personas, además de voluntariosa e influenciable. En aquella
época había vivido con una amiga en una ciudad y se ocupaba en cuidados pasajeros y poco
estables. En las épocas intermedias vivía con gran tren y sin mirar para nada el dinero. Según
su amiga estaba «loca por m ontar a caballo». En lo financiero, sin el apoyo continuo del
septuagenario, W., no hubiera seguido adelante, le llamaba «padrino» y éste le proveía con
generosidad de dinero y regalos. El examen psiquiátrico del 14 de diciembre de 1933 llegó
a la conclusión de que no existía ningún síntoma de enfermedad mental. Se trata de una cons­
titución psicopática de tipo histérico y matiz esquizoide. La personalidad de la exploranda,
desde su salida del sanatorio, se ha desarrollado ampliamente y se concluye que no necesita
la condición de tutela.
Siguiendo el juicio hecho en el sanatorio privado, la tutela se levantó a principios de 1934.
A esto sigue un lapso de tiempo de 15 años durante los cuales la exploranda llevó una vida
de «enfermera volante». Después de la muerte del dadivoso «padrino» ya no pudo disfrutar

* Kairos = el momento favorable.


11.— C a ín a la lu z d e la p s i c o lo g í a d e l d e s tin o 87

más de las bellas vacaciones y tiempos de descanso, y así tuvo que pasar de una colocación
directamente a otra. Ya hacía tiempo que su centro de vida no era la familia, sino la escuela
de enfermeras; de allí recibía propuestas y algunas veces colocaciones. Durante los quince
años tuvo gran*cantidad de colocaciones, algunas de días, otras para algunos meses, a lo
sumo medio año, y así estaba siempre viajando. En las actas oficiales se encontraban notas
o declaraciones de unos veinte patrones. Generalmente se reconoce su «aplicación», algunas
veces también alaban su capacidad de entrega. Pero, por el contrario, también hay muchas
quejas por su «forma arrogante» y sus disputas con ciertas «jefas». También se hacía notar,
que algunas veces sólo quería hacer el servicio y no quería ayudar en los trabajos de casa.
A comienzos de 1949, recibió Ellenberger el encargo de examinar por cuarta vez el estado
psíquico de la «hermana Brigitte», a quien se la inculpaba de haberse ido sin pagar el hospedaje
y de estafa. La acusada había pasado dos meses y medio en un hotel, y siempre había puesto
pretextos para aplazar el pago de la cuenta. Finalmente, cuando la cuenta había ascendido
a 956,85 Fr., se supo que todo su capital consistía en 0,82 Fr. También se supo que durante
este tiempo se afanó, pero sin resultado, por encontrar un empleo o un préstamo. El porqué
de este cuarto examen se debió al hecho de que la acusada había estado internada en un mani­
comio varios años, lo que levantó ciertas dudas sobre su estado mental. La vista de las actas
judiciales, pero sobre todo, las absurdas declaraciones de la misma exploranda no dan la
impresión de una estafadora corriente, sino más bien de una «neurótica estúpida» como con­
secuencia de su autohostilidad.
De los resultados de diversos exámenes de test que llevó a cabo Ellenberger, queremos
dar aquí un resumen.
Según el análisis del carácter, la paciente pertenece al grupo de «los nerviosos» y al de los
«sentimentales» en el sistema de Heymans y Wiersma.
Según la prueba de inteligencia, la observación, concentración, memoria reciente, aso­
ciaciones, combinaciones, capacidades lógicas, conocimientos escolares y generales tenía
todos en una buena media. Con todo, en la prueba de asociaciones aparecieron contestaciones
complejas y en la de definiciones, juicios de valor negativo.
El Thematic Apperception Test (T. A. T.), resumiendo, dio el siguiente cuadro; Persona­
lidad seca, esquizoide llena de resentimientos que, por otro lado, señalan fuertes afectos.
Sentimientos de inferioridad, despotismo, tendencias agresivas, pero que están acopladas
con no pocos y fuertes sentimientos de inferioridad. El pasado está visiblemente cargado de
complejos (hombre oscuro, madre-hija), el futuro se ve con una mezcla especial de inseguridad
y optimismo.
En la experiencia de Rorschach, que ya antes, el 16 de noviembre de 1935, se había llevado
a cabo, resultó lo siguiente: La inteligencia alcanzó una buena media. La afectividad estaba
especialmente inhibida. Respecto a la sociabilidad se resaltó la relación personal, egocentris­
mo, adaptación intelectual sin toma de contacto afectivo. Trastornos neuróticos fueron:
Miedo a la oscuridad, a lo malo, quizá también ante la sexualidad, a la represión afectiva
(¿representación de fuego ?), coraza de miedo, infantilismo. Según esta experiencia la neurosis
se fundamenta en una base constitucional, es decir, en parte con rasgos de una constitución
esténica y, en parte, con rasgos de una constitución paranoide epileptoide.
Resultados del Test de Szondi: 1. En relación con los elementos constitucionales, el
síndrome epileptoide con frecuentes paroxismos es el más claro. 2. Además, en la estructura
Caín y el cainismo en la Historia Universal

instintiva y d in ám ica, se ven m o m e n to s grav es: n ecesid ad de a m o r p a to ló g ic o insatisfecho,


agresividad, q u e en p a rte se lleva c o n tra sí m ism a, y en p a rte c o n tr a lo s d e m á s (resentim ientos
auto-o d io ), tra sto rn o s de co n ta c to y d isp o sició n a u n io n e s h o m o se x u a le s sadom asoquistas,
necesidad in satisfech a de ex tensión del yo, q u e se s o lu c io n a d e fo rm a am b iv alen te. Senti­
m ientos de cu lp ab ilid ad , que en p a rte son p ro y e c ta d o s, h ip o c o n d ría . 3. L a constitución
psicosexual es d isa rm ó n ic a : p ro n u n c ia d a « fem in id a d » , en el te rre n o d e la se xualidad, de la
afectividad y del yo, p re d o m in io especial de la in te rse x u a lid a d en la v id a de co n ta c to . 4. En
el últim o p lan o , fu erte p re d o m in io de la su b lim a c ió n , q u e c a m b ia n las te n d e n c ia s peligrosas
en p a rte c a n alizad a s en la p ro fesió n (so cializació n ), y en p a rte en ben eficio de la hum anidad
(hum an izació n ).

Como conclusión de su análisis pluridimensional del caso, H. Ellenberger


escribe:
«Si volvemos a nuestro caso, vemos que todos los fenómenos se pueden or­
denar sin esfuerzo en el ámbito del círculo de destino e (epileptiforme).
Caracterológicamente la exploranda pertenece, por su carácter explosivo
sin dominio, al grupo epileptoide aunque exteriormente aparezca esquizoide
(relación con factor p = paranoide). El primer incendio se cometió, sin duda,
en un estado crepuscular epileptoide.
Cuando Lina Waldmann entró en Burghólzli, se encontraba en un estado
presicótico, en el que estaba dominada totalmente por la imagen del fuego:
pensamientos, sueños, impulsos, de vez en cuando también alucinaciones, todo
giraba alrededor del fuego. Pero como hemos visto en sus sueños junto al fuego
también entraban con frecuencia las imágenes de los cuatro elementos aire, agua
y tierra, todo con un aspecto “paroxismal”. Esta presencia de los cuatro elementos
es para el psicoanálisis inexplicable; para el análisis del destino es totalmente na­
tural. Por el mismo motivo se explica la aparición del «hombre negro» —el
arquetipo del diablo— : factor e (= epileptiforme) que es el factor por excelencia
de la lucha entre lo bueno y lo malo.
De si en el incendio se trata de psicosis, neurosis o psicopatía, es en esta pers­
pectiva una cuestión sin importancia. Para el análisis del destino la piromanía es
sencillamente una aparición negativa en el círculo del destino e. Según este modo
de ver no tiene nada de extraño que al cambiar este destino en positivo se encuen­
tre la solución en el espacio del mismo círculo del destino: en una profesión movi­
ble y al mismo tiempo caritativa —la de “hermana temporera’’».
Para la tesis básica de la psicología del destino en la que lo bueno está siempre
mezclado en el hombre con lo malo y en la que ambos se alimentan juntos de una
misma raíz por el radical bipolar epileptiforme e, el destino de esta hermana,
que anteriormente fue una pirómana es en realidad un paradigma. El caso es
también una muestra de que por un único hombre (prójimo) que se asoció ayu­
dando de forma humana a lo llamado «malo», cambió el destino de un Caín
¡l.—Caín a la luz de la psicología del destino 89

vengativo, es decir, cambió un sentimiento de matar por sentimientos de jus­


ticia.

Caín, el tanatómano, el ataque de Amok

Ya se informó, que cuerpos brillantes, la luz y en especial el fuego ejercen en


cainitas epileptiformes una atracción patológica. Esto mismo sirve para la muerte.
Los cainitas son, con no poca frecuencia, apasionados por la muerte, individuos
tanatómanos.
La palabra griega «thanatos» tiene un significado doble. Por de pronto signi­
fica muerte, y también el matar con violencia a otro, por tanto, asesinato. Según
esto la tanatomía puede estar dirigida hacia otras personas (Allotanatomanía)
y así, por ejemplo, en los malayos pueden llegar al ataque de Amok, o también
contra la propia persona (auto-tanatomanía) y entonces aparece con más frecuen­
cia en forma de ataques epileptiformes, o también en forma de impulsos —o ata­
ques de suicidio.
E. Kraepelin informaba en 1909 que había encontrado, en las crisis de Amok,
muchos epilépticos. El ataque de Amok radica en «un estado crepuscular repen­
tino que se produce tras un pequeño cambio de humor, en el que los enfermos, a
los que se les ha vuelto oscuro todo ante los ojos («meta glap»), clavan su daga
en todo aquello que se les pone en su camino; después no hay recuerdo y si existe
es muy oscuro» (72). Se han descrito ataques de Amok que al final de su carrera de
Amok, cayeron y tuvieron verdaderos ataques epilépticos. Nuevos autores tienen
dudas del origen epileptiforme del ataque de Amok, pero Kraepelin subrayaba
que aun en los casos que en el cuadro clínico no se podía observar ataques epilép­
ticos hablaba en favor, muy probablemente, de una disposición epiléptica.
De forma interesante S. Freud, en 1928, admitió en los ataques epilépticos un
cambio del impulso de matar contra la propia persona. O bien, como castigo por
la culpa que se ha deseado —la mayoría de las veces porque se ha deseado la muerte
al padre o a la madre. Según la hipótesis de Freud —el epiléptico se tiene que iden­
tificar con la muerte o bien con aquella persona que el había querido matar. Así
morirá él en forma de ataque por su culpabilidad (73).
El cambio del deseo de matar contra sí mismo, según nuestra experiencia,
puede manifestarse también sin ataques tónico-clónicos como ataques o im­
pulsos suicidas periódicos psíquicos. Este cambio consiste en que el individuo es
conmovido en medio del trabajo o de la diversión a manera de ataque de un asco
intenso de la vida y deseo de muerte (tanatomanía), que no puede soportar más
la vida. Un ataque tal de pensamientos de suicidio puede durar algunas horas,
rara vez, incluso algunos días, hasta que inesperadamente desaparece. En una
90 Caín y el cainismo en la Historia Universal

gran parte de los casos se pueden demostrar en la familia individuos epileptiformes


y en el historial médico del individuo la presencia de ausenciás.

Ejemplo 12. Ataques de suicidio en una chica de ventiún años:

Una paciente de veintiún años de edad contaba que desde sus quince años le
acometían, con frecuencia, pensamientos de suicidio inesperados. Ya había
intentado tres veces el suicidio. Su hastío de la vida es infundado, pero insopor­
table. El ataque no duraba más de dos horas. En el interrogatorio cuenta que con
frecuencia se marea; por ejemplo, se cae al telefonear o, si está en un sillón o en la
cama, de repente le parece como si se estuviera hundiendo y se le va el conocimiento
por un momento; luego vuelve otra vez en sí también de repente. Un primo pa­
terno es epiléptico. Entre los primos de su madre hay cuatro clérigos de la iglesia
reformada y un profesor de teología (ver también ejemplo 25).
En las explicaciones y ejemplos anteriores se examinaron las ideas camiticas
en los llamados piro y tanatómanos y en su relación con el grupo de la epilepsia,
es decir, con el radical e ¿quiere esto decir que la psicología del destino intenta
conseguir el resurgir, en el diagnóstico, el concepto más que centenario de «mo­
nomanía» de Jean-Etienne Dominique Esquirol (1772-1840)? De ninguna ma­
nera. Ya un colaborador duda de la existencia autónoma de la monomanía, como
cuadro clínico y como diagnóstico. Con todo, difícilmente se puede negar que
existe un cierto parentesco entre las monomanías de Esquirol y de los llamados
posteriormente «Equivalentes epileptiformes» o «psiquismos». Pues ya, según la
definición de Esquirol, las monomanías pertenecen al dominio de las pasiones y es
difícil de separar su historia de la historia de las costumbres (W. Leibbrandt) (74).
Según Esquirol —entre otros— pertenecen al grupo de la monomanía la eroto-
manía, la piromanía (Ch. H. Marc) la forma homicida (tanatomanía), la pasión
por el alcohol (toxicomanía) y algunos «delirios parciales» que pertenecen a esta
familia. Esquirol hacía incapié en la importancia de los afectos en los monomania­
cos en los que por una parte hablaba de monomanía afectiva y por otro lado del
sentimiento moral, o bien de sus trastornos. La diferencia entre las dos concep­
ciones la vemos en lo siguiente:
Esquirol habló en la monomanía de un «delirio parcial», es decir, estos cua­
dros clínicos los ha repartido entre el grupo de los «delirios» y de las enfermedades
delirantes. Sus opuestos por el contrario recalcan que «no hay enfermos mentales,
que sólo en un punto están sin juicio» (citado según W. Leibbrandt) (74). La psi­
cología del destino no ordena los cuadros clínicos de enfermos en la categoría
de los «enfermos delirantes», sino en la de «enfermedades de afecto camitico»
en los cuales el radical e, es decir, el sentimiento de matar, juega el papel conductor.
//.—Caín a la luz de la psicología del destino 91

Si Esquirol asegura que las monomanías revelan «todas las acciones de las rela­
ciones de nuestras inclinaciones, todos los engaños de nuestras pasiones», inclu­
yendo las del amor, el miedo, vanidad, amor propio, así podemos reforzar estas
afirmaciones dentro de las enfermedades de afecto de los cainitas. Pero aquí,
primariamente, hablamos de enfermos de afecto y no de enfermos delirantes, aun
cuando los trastornos de afecto influencien desfavorablemente la vida del yo.
Además, los destinos camiticos criminales y clínicos no sólo son capaces de
manifestarse en el grupo de los epilépticos. Pueden aparecer igualmente en otras
enfermedades psíquicas —así como en los diferentes trastornos sexuales, del yo
y del contacto. El sentimiento camitico que es una cualidad de afecto especial
hace posible —aunque ocultamente— como cualidad afectiva ubiquitaria su
aparición sincrónica con enfermedades de otro tipo. El capítulo siguiente reforzará
esta afirmación.

Caín, el suicida

¿Es el suicida un Caín? ¿Es de hecho un criminal, a quien la sociedad condena


con derecho, como ya lo hicieron en la antigüedad los pitagóricos?
Las denominaciones: suicidium, autochiria, melancolía anglica (Sauvages).
surgieron ya en el siglo XVIII. En el «Dictionaire philosophique» Voltaire escribió
un artículo sobre «suicide», «homicide de soi-méme». También Kant enjuició,
en el Tugendlehre 1-6, los «Homicidium dolorosum» y aseguraba que era cometer
un delito (asesinato) (W. Leibbrandt) (75).
El Antiguo Testamento registra cinco casos de suicidio, pero sin enjuiciarlos.
Según la clasificación de F. Schwarz estos suicidas del Antiguo Testamento
pertenecen a diversas categorías psicológicas (76).

1. Suicidio-venganza llevada a cabo por Sansón (libro de los Jueces 16,27-30).


Para tomar venganza de los filisteos dobló las dos columnas centrales de la casa
donde estaban todos los nobles de los filisteos y todos —incluyendo a S an só n -
sucumbieron.
2. Suicidio de convención o de costumbre fue el del Rey Saúl (1 Sam. 31,4-6).
Para no caer en poder del enemigo y sucumbir en sus manos, dio la orden a su
escudero de que le apuñalase. Puesto que éste dudaba, se lanzó Saúl sobre su
puñal. Lo mismo hizo a continuación el escudero.
3. Suicidio de equilibrio llama F. Schawarz a la acción de Ahithopheles
(2 Sam. 17,23), quien se ahorcó después de un fracaso. Otros dos suicidios de equi­
librio según el autor fueron:
4. El suicidio de Simri (1 reyes 16, 18). El rey de las diez tribus, que asesinó
al rey Ela y tomó su lugar en el trono. Pero a los ocho días las tropas proclamaron
92 Caín y el cainismo en la Historia Universal

rey a Omri y cuando éste apareció en la capital Thirza, Zimri se vio perdido.
Entonces prendió fuego al palacio y pereció él mismo en el fuego. Por último:
5. La muerte por ahorcamiento de Judas (Mat. 27,5 y Hechos de los Após­
toles 1,18).

El cristianismo rechaza rigurosamente el suicidio.


Misioneros y etnólogos encontraron casos de suicidios en pueblos primitivos,
especialmente frecuentes en mujeres. Informes interesantes sobre causas de sui­
cidio en los indígenas de las islas Trobriand (Britisch-Nueva Guinea) proporcionó
Bronislaw Malinowski (77-78). Estos «salvajes», la mayoría de las veces, se quitan
la vida de dos formas: 1. Salto desde la punta de una palmera (Lo’u). 2. Por enve­
nenamiento : por ingerir un veneno de la vesícula de un «pez bola» (Soka), o un
veneno vegetal dulce de Tuuwa. Como causas más frecuentes menciona Malino­
wski : la vergüenza de sangre, penas de amor, pero sobre todo la vergüenza por
amonestación pública o abuso de expresiones obscenas del hombre respecto a la
mujer, quien por sentimiento de honor se quita la vida. Con frecuencia el marido
culpable sigue a la mujer en la muerte.
En la psicología del suicidio, en estos hombres primitivos, Malinowski acentúa
dos motivos: primero, el pecado como falta, estallido de una pasión, transgresión
de una prescripción de exogamia, es decir, del tabú incesto, adulterio del matri­
monio, injuria injusta, no cumplimiento de un deber, etc., que debe ser reparada.
Segundo, el suicidio es una protesta contra aquellas personas que cometieron
públicamente la falta o que amonestaron abiertamente al delincuente. Pero Mali­
nowski cree que el suicidio en los pueblos primitivos es un medio para acostum­
brar a los indígenas a observar la ley y establecer, de esta forma, un soporte de jus­
ticia y orden.
Nuestra tarea aquí no es informar sobre problemas generales, estadística
(según épocas, confesión, raza, género, estado civil, oficio), derecho penal o pre­
vención del suicidio (ver Literatura en H. Rost con 3.771 citas Dahlgreen, Weich-
brod, Lasch, B. Malinowski (en los pueblos primitivos), Gruhle, Wellauer,
Bernstein, F. Schwarz, E. Ringel, F. Dubitscher y otros).
Aquí examinamos exclusivamente la relación de Caín con el suicidio. Nos
preguntamos si los suicidas cainíticos sólo pueden ser portadores de determinadas
formas de enfermedades del destino o, si por el contrario, pueden ser portadores
de varias a la vez.
Ya se informó que el análisis del destino intentó determinar el destino de cada
individuo por el examen de ocho radicales instintivos en el cuadro de cuatro
vectores de vida. Naturalmente que también considera los factores del ambiente,
de la concepción del mundo, de la inteligencia, de las facultades, pero sobre todo
de las tomas de posición del yo creador, cuya relación con el espíritu tiene una signi­
II.— Caín a la luz de la psicología del destino 93

ficación de peso en la formación del destino. Para la determinación de la forma


del destino se sostiene que el camino más sencillo es el de los radicales instintivos.
Para poder responder a la pregunta propuesta presentaremos seguidamente
aquellos suicidas como «formas de lo malo dirigidas contra sí mismo» en los que
el radical factorial de la enfermedad de destino se deja determinar con relativa
facilidad. Por eso trataremos los ejemplos de suicidas e intentos de suicidio de las
zonas: 1. Anomalía sexual, es decir, casos de suicidio en pervertidos e invertidos.
2. Enfermos de afecto, es decir, epilépticos e histéricos suicidas. 3. De enfermos
del yo, es decir, de los suicidas catatónicos y paranoicos. 4. Enfermos del contacto
y del ánimo, es decir, de los depresivos, hipomaníacos y psicópatas de contacto
que se quitaron la vida.

Ejemplo 13. Un suicida homosexual:

Un pintor y poeta de treinta y cuatro años, de ascendencia francoalemana,


vivía en París. Fue internado en una clínica psiquiática privada, por sus relaciones
sexuales con menores.

E n su fa m ilia p a te r n a e n c o n tr a m o s v a rio s e n fe rm o s m e n ta le s in te rn a d o s . U n h e rm a n o
del p a d re e r a u n e s q u iz o fré n ic o , q u e se h a c ía p a s a r, en su d e lirio d e g ra n d e z a , p o r el K a ise r
de A le m a n ia . O tr o h e r m a n o d e l p a d r e fu e in te r n a d o p o r u n a p a rá lisis p ro g re siv a . E l p a d re
del p a d re , u n c o m e r c ia n te e x p e r im e n ta d o e n A le m a n ia , n o lla m a b a la a te n c ió n ; su m u jer,
de F ra n c ia m e rid io n a l, f u m a b a to d o el d ía p u r o s , v iv ía c o m o u n a g ita n a y re p re se n ta b a ,
en to d o , el tip o V ira g o . E l p a d r e d e l p a c ie n te p a re c ía u n h in d ú . L le v ab a u n a v id a e x tra ñ a
com o u n h o m b r e e s tra f a la r io , p a ro x is m a l — e s q u iz o id e — . E ra c o m o n u e s tro p acien te,
« lu n ático » , es d e c ir, p a d e c ía d e u n so n a m b u lis m o e p ile p tifo rm e . Y a de e s tu d ia n te h u y ó y
fue a Ita lia d o n d e , e n F lo re n c ia , v isitó u n a esc u e la d e a rte . M á s ta rd e le e n c o n tra m o s c o m o
re p o rte ro en L o n d re s , d e s d e d o n d e , p r o n to , m a rc h ó a la In d ia . A llí, p a rece qu e vivió d u ra n te
cu a tro a ñ o s e n u n m o n a s te rio b u d is ta y lu c h ó c o n tr a el c ristia n ism o . A su v u e lta a A le m a n ia
se casó c o n u n a a m ig a d e la ju v e n tu d y tu v o c u a tr o h ijo s, d e los q u e el p a c ie n te e ra el m ás
joven. D o s d e lo s h ijo s m u r ie ro n p r o n to d e d ise n te ria . E l te rc e r h ijo, el hijo p re d ile c to , q u e
estudió a g r ic u ltu ra , m u r ió a lo s 21 a ñ o s d e s a rc o m a e n los h u eso s. T ra s este golpe, el p a d re
se re tiró del m u n d o y fa m ilia y se re la c io n a b a , só lo p o r c a rta , co n la m u je r y el hijo . Si iba
de a q u í p a r a a llá y si h a b la b a p o r la calle c o n a lg u ie n e ra só lo co n g ente p o b re . A la m u e rte
de su p a d re , n u e s tro p a c ie n te , d e 22 a ñ o s , su p o p o r el d ia rio d e su p a d re q u e éste h a b ía te n id o
relacio n es h o m o s e x u a le s . El m ism o p a c ie n te e ra y a in v e rtid o d esde los 17 a ñ o s. El p a d re
m u rió de u n a ta q u e c a r d ia c o .
L a m a d re d el p a c ie n te p r o v e n ía d e u n a a n tig u a fam ilia fran c esa en la que, desde el si­
glo X V III, se h a b ía n c o n tr a íd o p rim o rd ia lm e n te m a trim o n io s e n tre p arientes. E n su m a tri­
m o n io se c o n v ir tió en la s o m b r a d e su m a rid o , a l q u e tira n iz a b a . H a s ta su m u e rte (a los
76 añ o s) fu e c o m o u n a n iñ a in m a d u r a , to ta lm e n te a je n a a l m u n d o . Se dejó llevar en la vida
p o r un jo v e n p a r ie n te d el m a rid o , p o r la p rim a del p ac ie n te que vivía con ella, y m ás ta rd e
94 C a ín y e l c a in is m o e n la H i s t o r i a U niversal

por el paciente. Vivía con el hijo en una unión incestuosa de matiz místico. En años poste­
riores, cuando por su padecimiento del corazón empezó a faltarle la respiración, el hijo le
tenía que hacer la respiración boca a boca, como si fuera un ahogado. Estaba verdaderamente
ahogada en el amor incestuoso hacia el hijo. Hasta los 70 años se comportaba como una
inocente jovencita. Hasta los 76 años fingió tener la menstruación. En su comportamiento
mostraba el cuadro de una histérica. Ya a los 12 años tuvo, durante una año, una ceguera
histérica y la curó un curandero en la India. En la relación con el paciente resaltaba con fre­
cuencia una gran debilidad con una bondad sin límites, su total separación del mundo, su
irrealidad y sobre todo su beldad. También desde el sanatorio tenía que recibir «por escrito
fuerza de vida».
El paciente era de una estatura alta, en parte atlética, en parte displática en la que ha­
bitaba un alma intranquila, hiperafectiva, sensitiva, en parte tímida, en parte cruel. En el
sanatorio se comportaba como un elegante aristócrata francés, para después convertirse
en brutal por una bagatela y chillar.
Desde los 9 a los 22 años, es decir, hasta su muerte odió a su padre. Esta relación de odio
e'ra también un motivo por el cual fue educado en diversos institutos, pero fue siempre un
mal alumno. Sólo en el dibujo y en la pintura llamó pronto la atención por sus dotes. Al igual
que su padre, se excitaba también mucho con la luna llena y nueva, y también era sonámbulo
(epileptoide). El padre prefería al hermano mayor y con frecuencia resaltaba que éste era
su hijo. A éste lo llevaba a pasear durante horas y al paciente le dejaba con la madre.
Su vida sexual estaba, desde el principio, invertida en la elección del objeto, y pervertido
en el fin instintivo. Su primer compañero homosexual fue su hermano a quien amó el paciente
desde los 11 hasta los 17 años. El hermano le sedujo. Este hermano siempre fue un tipo raro,
estudiaba como perito agrónomo el tiempo atmosférico, y daba diariamente a los miembros
de su familia, según su comportamiento hacia él, las noticias del tiempo. Era obsesivo y limi­
tado, pero jugaba mucho con el paciente, a quien tiranizaba. La muerte del hermano fue
un duro golpe para él. (El paciente tenía entonces 17 años. Tras la muerte de su hermano
escribió una novela en dos tomos.)
Tras la relación de onanismo con el hermano buscó otro compañero y encontró bastantes.
Ya con el primer amigo verdadero fue el paciente un activo analsádico y siguió así. Era infiel
con los hombres; pero uno, precisamente el primero, le fascinaba una y otra vez. Los com­
pañeros que buscaba eran imberbes, blandos, jóvenes afeminados, justo como aquel chico
que él mismo había sido en los años de su pubertad. Tenían que ser absolutamente pasivos
cuando los quería poseer tiránicamente, enseñarles y guiarles. Con frecuencia llevó estas
fuertes escenas de celos a la brutalidad. Pronto notó el padre su inclinación homosexual.
Una vez, cuando estaba leyendo un libro de Oscar Wilde, se lo arrancó de las manos y le
preguntó si él también vivía una situación como aquella. Cuando el paciente contestó afirma­
tivamente el padre dijo de forma sorprendente al hijo: ¡Te lo desaconsejo! Pues en esto tengo
mis propias experiencias.
Como la mayoría de los invertidos, el paciente intentó también la vida heterosexual.
A los 22 años lo intentó con prostitutas. La primera mujer con la que tuvo una relación bas­
tante larga era 10 años mayor que él. Con ella primeramente vivió en un diluvio erótico.
Pero al cabo de un año la abandonó y volvió con el primer amigo y con él a la sexualidad
invertida anal. Después de esto llevó una vida sexual insaciable y sin medida con muchos
¡I. —C a ín a la lu z d e l a p s i c o l o g í a d e l d e s t in o 95

hombres. Tuvo gusto por tensiones, peligros y escándalos. Fue acusado repetidas veces,
pero pudo salir airoso del asunto. Nunca pensó en dejar la homosexualidad, pero tampoco
pensó en permanecer Fiel a alguno de sus compañeros. El impulso hacia la multiplicidad en
la posesión de hombres era demasiado grande. Este excesivo impulso de posesión es un
rasgo cainítico (Kana = posesión).
Junto a la homosexualidad se entregaba también al vicio de la bebida y medicamentos.
Principalm ente p o r la noche bebía h asta media botella de coñac con objeto de es­
timularse p ara el tra b a jo con el alco h o l. E ra un hom bre nocturno y sólo podía trabajar
de noche.
La neurosis del paciente, que rayaba en psicosis paranoide, se manifestaba, junto al so­
nambulismo ya mencionado y los ataques cainíticos brutales, por la angustia, pensamientos
compulsivos y formaciones delirantes. Su angustia llevaba con frecuencia el carácter de in­
tuición de catástrofe: por ejemplo, que las madres mueren, que la prima puede sucumbir
en un accidente de coche, o que su amigo o su padre pueden sufrir un accidente, etc. Con
frecuencia tenía miedo de que le pudieran matar. Los pensamientos de violencia eran de
contenido tanatom ático: el podría matar a la madre, al padre o a cualquier otro. Como idea
delirante podemos señalar que se calificaba a sí mismo como si fuera otro. En este estado
sólo hablaba inglés; así se quería distanciar de su otro yo. Entonces decía: Yo tengo un yo
de día y otro de noche y se cambian continuamente como dos tumos de trabajadores en una
mina. «Un delirio compulsivo» de que le podía caer algo en la cabeza y morir, le molestaba
frecuentemente. También pensamientos mágicos místicos y ocultos que habia traído su
padre de la India los alimentaba tanto que creía, por ejemplo, que podía inspirar fuerza de
vida a su madre enferma o que podía enviársela por carta.
La muerte le ocupaba tanto en forma pasiva como activa, Ya mencionamos que quiso
matar al padre y más tarde a la madre. Unido a esto le atormentaban también pensamientos
de suicidio.
Su primer intento de suicidio lo tuvo a los 22 años. Estuvo sentado durante media noche
al borde de la cama, sostenía el revólver en la mano y esperaba que fuese su padre a la habi­
tación para suicidarse ante él. El padre llegó, le quitó el arma, y la aseguró, por lo que el pa­
ciente se tiró sobre él. Así rodaron un tiempo por la alfombra; luego, por fin, marchó su
padre a su habitación. Como consecuencia de este intento de suicidio apareció el odio hacia
su padre, «este viejo Laos que quería ejercer sobre el hermano los derechos de Edipo».
«Pero quizá a mi padre también le apetecía yo». Con este padre no se podía identificar, a
pesar de que se le asemejaba en muchas cosas. Así : 1.a En el sonambulismo. 2.a En el instinto
de vagabundear. 3.a En la homosexualidad. 4.a En el talento para dibujar. 5.a En el tiranizar
y «last not least». 6.a En hacer negocios.
Una de las más notables experiencias del psiquiatra es la de que gente que vive en un
mundo irreal, oculto, parasicológico, tienen una gran capacidad para hacer dinero. Así le
sucede también a nuestro paciente. A la muerte de su padre, jugó a la Bolsa con tanta suerte
—como él decía con presentimiento— que pudo adquirir una fortuna.
El diagnóstico instintivo experimental descubrió: l.° La sexualidad invertida y perver­
tida. 2.° La fobia. 3.° El impulso de destrucción y de suicidio. 4.° Estado crepuscular epilep-
tiforme. 5.° Las compulsiones. Y 6.° el dominio del principio del placer. Sobre todo llamaron
la atención en el test sus trastornos de contacto y el impulso de estar eternamente a la búsqueda.
96 C aín y e l c a in ism o en la H isto r ia Universal

D e s p u é s d e m á s d e d o s d é c a d a s d e e s te e x a m e n o í u n a y o t r a v e z d e e x p o sicio n es con
é x ito d e l p a c ie n te e n P a rís , y leí c rític a s s o b r e su s n o v e la s . L a ú ltim a n o tic ia q u e m e dio su
a m ig o fu e la d e su su ic id io .

Ei caso refuerza la concepción de que la homosexualidad no excluye nunca la


naturaleza polarmente opuesta, es decir, el mismo sentimiento camitico epilep-
tiforme. Las siguientes experiencias hablan de la estrecha relación de estas estruc­
turas aparentemente opuestas.

1. Nuestros exámenes en el árbol genealógico, m ostraron que los homosexua­


les, con no poca frecuencia, son descendientes de epilépticos o de otro tipo de
enfermos de este grupo.

2. Se describieron epilépticos genuinos que eran manifiestamente invertidos.


Así E. Stumper (Ettelbrück, Luxemburg) encontró en su sanatorio a un epilép­
tico de veintiocho años que tenía un carácter pegajoso, pesado, criticón, que
hacía de moralista, pero al mismo tiempo era hom osexual (79). También A. Mae-
der (1909) describió la hom osexualidad com o una especie posible de los epilép­
ticos junto con las otras perversiones com o ^exhibicionismo, masoquismo, sa­
dismo, coprofilia (80). W. Stekel interpreta la hom osexualidad de los epilép­
ticos como defensa del homicidio (1917). Com o ejemplo menciona el caso del
duque von Praslin-Choiseut, un hom osexual que en 1864 estranguló, en París,
a su joven esposa «post coitum» (81).

3. L. Poljak constató, basándose en el m aterial de Sing Sing de H. P. David


(1955) de cien epilépticos y cien hom osexuales —ju n to a las diferencias decisivas—
también una determ inada igualdad de los dos grupos en los síntomas del test. Es
de destacar que los homosexuales indican con frecuencia en el último plano una
naturaleza Caín latente. En el últim o plano de los homosexuales encontraron
frecuentemente el llam ado síndrom e «de la E negra del asesino», como en los
epilépticos (173 :83). Los autores acentúan la legitim idad de los órganos policiales
en países donde la hom osexualidad no se persigue com o delito, de llevar listas de
homosexuales (82).

4. Sobre la frecuencia de coexistencia de hom osexualidad y suicidio, el lector


encuentra un paradigm a en el libro «Schicksalanalyse» (83).
Aquí es suficiente resum ir los resu ltad o s:
De veintinueve m iem bros de esta familia ocho eran m anifiestam ente invertidos
y siete suicidas. La prob an d a (25 ó 24) era psicólogo y se ocupaba de la psicología
del suicida.
//,— Caín a la luz de la psicología del destino 97

Ejemplo 14. Un homicida familiar sádico pervertido y suicida


El p r o b a n d o e r a u n p in to r q u e lla m ó la aten ció n p or su extrem a violencia, su orgullo
p a to ló g ic o y p o r su in s o p o r ta b ilid a d . C o m o p in to r se hizo un nom bre ya con pocos años,
incluso tu v o f a m a e n su c a r r e r a , p e ro p r o n to se estancó. El m otivo fue, com o lo m ostró su
vida p o s te rio r , su s id e a s d e lir a n te s d e g ra n d e z a y de persecución. Su ideal com o hom bre y
com o p in to r e r a R e m b r a n d t. C u a n d o se d io c u e n ta de que no podía llegar a ser tan grande
com o R e m b r a n d t, d e jó lo s p in c e le s , in c a p a z de tra b a ja r, se ap artó de los hom bres, se hizo
h u ra ñ o y c o n f re c u e n c ia a s u s t a b a a la g e n te c o n su s extravagancias. Su p o stu ra aislada tenia
u n a ra íz p a to ló g ic a in s tin tiv a p r o f u n d a , c o m o se d e m o stró m ás tard e. E ra un sádico extremo,
que sa tis fa c ía su s in s tin to s s á d ic o s p e g a n d o a su c o m p añ era sexual con u n látigo m ojado
en a g u a . E s te s a d is m o d e c id e su d e s tin o in stin tiv o to ta l. Se casó tres veces. L a prim era mujer
se su ic id ó e n c ir c u n s ta n c ia s s o s p e c h o s a s . Se la e n c o n tró u n a m a ñ a n a m uerta ju n to a su m arido
d o rm id o . D e e s te m a tr im o n io p ro v ie n e n d o s h ijo s, u n h ijo que tu vo parálisis infantil y una
hija de c u y o tr is te d e s tin o se h a b la r á m á s ta rd e . C o n la segunda m ujer convivió m uy poco
tiem p o y n o p u d im o s d e s c u b r ir n a d a . L a te rc e ra m u jer es la que, sin d uda, estaba m ás cerca
de él e s p iritu a lm e n te y e n lo q u e a ta ñ e al p a re n te sc o de herencia. E ra su alum na com o pin­
to ra re c ie n te y se e n a m o r ó d e su m a e s tro . C u a n d o se c asaro n d ejó de pintar y se convirtió
en la m u c h a c h a , in c lu s o la e s c la v a d e su m a rid o . Su u n ió n am o ro sa tenía u n a raíz profunda.
L a fo rm a d e m a n if e s ta c ió n d e s u s e x c ita c io n e s sex u ales e ra el pegar. L os látigos m ojados es­
ta b a n s ie m p re p r e p a r a d o s e n el c u a r to d e b a ñ o o en la cam a debajo de la alm ohada. Jun to
a sus r a re z a s , el p i n t o r se h a b ía p u e s to u n a sin g u la r m á sc a ra « santa»; en casa se vestía con
p re fe re n c ia c o m o u n m o n je , h a b la b a c o n u n c ió n y m ald ecía las faltas de los hom bres con
im p a c ie n c ia . H a c ía e x a c ta m e n te el p a p e l d e S a v o n a ro la . Sus exigencias narcisistas las satis­
facía e n c u a n to se p i n t a b a c o n la s r o p a s d e u n m o n je. A sus colegas pintores los apartó ,
re ñ ía c o n c u a lq u ie r a . E n su b o ls illo lle v a b a sie m p re u n cuchillo largo y afilado y un revólver.
U n a n o c h e d is p a r ó c o n t r a u n h o m b r e a q u ie n m a tó en la calle en «defensa propia». Al parecer,
no e ra é ste el p r im e r c a s o e n el q u e m a ta b a a g en te en «defensa propia». Su intranquilidad
in te rn a c re c ía d e a ñ o e n a ñ o y p a r a le la m e n te c o n ella la m iseria que quería encubrir p o r
fu e ra . Se m a r c h ó a l e x tr a n je r o y a llí in te n tó v o lv er a p in ta r y a tranquilizarse, pero en vano.
Su h ija , c o n la c u a l e s ta b a e n c a d e n a d o p o r u n a m o r in cestu o so , creció entre ta n to y se casó
en el e x tr a n je r o e n d o n d e tu v o u n a h ija . E s ta n ie ta casi co nsiguió im poner la tran q u ilid ad es­
p iritu a l d e l d e s g r a c ia d o y a c o s a d o p in to r. P e ro c u a n d o la h ija estaba con su hija de visita
en c a s a d e lo s p a d r e s , u n a n o c h e , c o n p re m e d ita c ió n , es d ecir, después de h aber agotado sus
p e q u e ñ a s p o s ib ilid a d e s c o n p e n o s a p e d a n te ría , el p in to r m etió u na bala en la cabeza de su
d u r m ie n te m u je r , d e s u h ija y d e su n ie ta y lu eg o d irig ió el a rm a co n tra sí m ism o. M urieron
lo s c u a tr o .

F. Schwarz menciona como único el caso de suicidio colectivo de una familia


de diez, compuesta de abuela, padres y siete hijos (en edades de siete a veinte años),
que «bajo una ceremonia religiosa» padecieron muerte por gas (84). En esta fa­
milia el padre era bebedor, la madre débil. El causante del suicidio colectivo pa­
rece que fue el único superviviente de la familia, un hijo que luego entró en un mo­
nasterio.

7
98 Caín y el cainismo en la Historia Universal

Este caso indica claramente aquella relación que existe entre Caín y religio­
sidad de la que nos ocuparemos detenidamente en el segundo tomo.
A pesar de que los dos casos precedentes no indican señales clásicas de genuina
epilepsia, se encontraron típicos rasgos de un carácter epileptiforme. Ahora vamos
a presentar formas de suicidio en los que eran genuinos epilépticos.
Ducosté describió en 1899 una forma especial de casos de suicidio en epilép­
ticos genuinos, a los que llamó «suicide impulsif conscient». Esta forma se carac­
teriza por un impulso repentino y fuerte de quitarse la vida. Nuestro ejemplo 12
pertenece a esta categoría.
Según Ducosté, en estos casos, este impulso de suicidio permanece consciente
y la persona es capaz de resistirlo. Al impulso no le acompaña el miedo, aparece
y desaparece repentinamente y puede —o no— dejar un estado nebuloso psíquico
y de cansancio. También puede acabar con un suicidio consumado. Ducosté lo
considera como la única manifestación de una epilepsia larvada, pero también
puede estar acompañada de otros síntomas clínicos (como calambres tónico-cló­
nicos). El siguiente ejemplo representa un caso de Ducosté.

Ejemplo 15. Un epiléptico genuino con ataques de suicidio (caso Jérome J. según
Ducosté) :

U n h o m b re d e 27 a ñ o s e s tu d ia b a filo s o fía y te o lo g ía . L a m a d r e te n ía ja q u e c a s y era his-


te ro id e. El p a c ie n te p a re c e q u e d e n iñ o tu v o « c a la m b r e s » y p a d e c ió e n u re s is h a sta la edad
de 14-15 a ñ o s. H a s ta e n to n c e s n o h a b ía te n id o a ta q u e s e p ilé p tic o s , n i a u sen cias, pero sí
ja q u e c a s . S u c a rá c te r e ra lig e ra m e n te c o lé ric o . L o s im p u ls o s d e s u ic id io d el p a c ie n te los des­
c rib e D u c o s té c o m o s ig u e :
Se p e rc a ta d e la p ro x im id a d d el a ta q u e p o r p a lp ita c io n e s d o lo r o s a s . E n to n c e s siente un
in te n so p la c e r p o r el su ic id io . E l p a c ie n te d ic e : « q u is ie r a m á s q u i t a r m e la v id a m il veces que
u n a». El a ta q u e d u r a a p r o x im a d a m e n te m e d ia h o r a , p e r o el p a c ie n te , lo re c h a z a con toda su
fu e rz a ; p ie n s a en D io s, p e ro sie m p re , u n a y o t r a v ez, v ie n e el p e n s a m ie n to de suicidarse.
E n to n c e s cesa el im p u lso r e p e n tin a m e n te , la m a y o r ía d e la s v e c e s c u a n d o el a ta q u e ha llegado
a un p u n to c u lm in a n te . D e s p u é s d e e sto sie n te u n g ra n c a n s a n c io , u n d o lo r de cabeza conti­
n uo y u n a n ece sid a d im p e rio s a d e d o r m ir . El p a c ie n te d e s p u é s d e u n a t a q u e de suicidio de
éstos d o rm ía d e 8 a 10 h o ra s.
L o s a ta q u e s v o lv ía n re g u la rm e n te a las 3 ó 4 s e m a n a s . D u r a n t e u n a ñ o y m edio se hi­
cieron los a ta q u e s d e su ic id io m á s fre c u e n te s (d ie z v e c e s a l d ía ) , p e r o d e m e n o r duración
(10-20 m in u to s). D e s p u é s, d u r a n te un tie m p o d e c in c o s e m a n a s , a p a r e c ie r o n seis grandes
a ta q u e s ep ilé p tic o s q u e d e s a p a re c ie ro n p o r la m e d ic a c ió n a n tie p ilé p tic a , p e ro entonces
ap are c ie ro n o tr a v ez lo s a ta q u e s d e su ic id io y a d e m á s c o n m a y o r in te n s id a d y frecuencia,
m ie n tra s q u e d u r a n te lo s a ta q u e s e p ilé p tic o s h a b ía n d e s a p a r e c id o t o ta lm e n te . En este tiempo
quiso matar el paciente a su «maitresse», p e ro p u d o r e s is tir a e s te im p u ls o . E s interesante
sa b e r que p a ra el p a c ie n te fu e ro n m á s s o p o r ta b le s lo s a u té n t i c o s g r a n d e s a ta q u e s epilépticos
//.— Caín a la luz de la psicología del destino 99

que los a ta q u e s d e s u ic id io . P o r este m o tiv o reg u ló él m ism o la m edicación antiepiléptica,


de hecho te n ía c a d a m e s u n a ta q u e e p ilé p tic o , p ero en cam b io desaparecieron los ataques
de suicidio.

Según esta descripción se hace muy probable que los ataques de suicidio se
presentan en lugar de los ataques motores y que eran de naturaleza epiléptica.
Aquella monomanía que describimos como «tanatomanía» (1944) fue introducida
ya por Ducosté en 1899 bajo otro nombre en la literatura.
L. Marchand y J. Ajuriaguerra describieron en 1941 cinco formas de suicidio
en epilépticos. 1. Suicidio en el transcurso de estados de automatismo epiléptico.
2. En el transcurso de estados alucinatorios. 3. En el transcurso de estados de­
presivos. 4. En el transcurso de impulsos de muerte consciente (impulsión-suicide
consciente). 5. En el transcurso de estados depresivos reactivos (85). De estas
cinco formas creemos que la cuarta, es decir, el tipo de suicidio descrito por Du­
costé es el que corresponde, la mayor parte de las veces, a la naturaleza paroxismal
de los epilépticos. La primera forma refuerza la hipótesis general de la psicología
profunda de Freud, de que el ataque representa una vuelta del impulso de matar
contra sí como una sustitución del deseo de matar a otra persona.
En contraposición a los epilépticos suicidas, los suicidas histeriformes pre­
sentan las siguientes características comunes: 1. El suicidio es, la mayoría de las
veces, una acción chantajista; la persona quiere alcanzar por este camino sus de­
seos. 2. El momento de la acción se elige tendenciosa y demostrativamente.
3. La escenificación de la acción es frecuentemente teatral. 4. Las «últimas» nota­
ciones están concebidas patético-sentimentalmente. 5. Se ocupa de que, a pesar
de la acción, se quede con vida, pero algunas veces se equivoca. Una morfinómana
histérica, por ejemplo, tom aba cerca de un hospital una dosis «mortal» y siempre
se salvaba. Vive todavía hoy, tiene más de sesenta años. Otra histérica me llamaba
por teléfono inmediatamente después de tomar las píldoras. Por el contrario una
tercera histérica, que tenía detrás de sí una hilera de intentos de suicidio, en una
ciudad del extranjero saltó desde la ventana de la consulta de un dentista mientras
éste se lavaba las manos y murió.

Ejemplo 16. Intento de suicidio por venganza de una chica histérica de dieciséis
años:

Hay dos momentos especiales que hablan de un intento de suicidio histeri-


forme.
Primero. La escenificación: después de una violenta disputa con la madre,
la joven Lotti fue al cuarto de baño, se echó en la bañera llena de agua, tomó
100 Caín y el cainismo en la Historia Universal

somníferos y colocó su «última anotación», un dibujo, ya preparado de antemano


sobre una silla junto a la bañera. El dibujo representaba a la suicida amorta­
jada.
Segundo. Habla también en favor de la tendencia histeriforme de la acción
de venganza la elección del momento: era el día de la madre en el mes de mayo.
La joven fue llevada poco después de la acción a una clínica donde, tras un
lavado de estomago, volvió rápidamente en sí. Más tarde se la hizo un tratamiento
analítico.
Catamnesia: Al cabo de un año, Lotti terminó los análisis. Desde entonces
han transcurrido veinte años. Al poco tiempo de terminar los análisis se casó
con un comerciante, tuvo muchos hijos y vive desde entonces dedicada a su familia.
Vamos a tratar los grupos más frecuentes de suicidio o de intentos de suicidio,
es decir, de los enfermos mentales suicidas cuya proporción está entre un 10 y un
20 por 100 (F. Schwarz). Entre los enfermos hospitalizados con intento de suicidio
están en tercer lugar los enfermos mentales con un 25 por 100, de los cuales son el
15 por 100 esquizofrénicos y el 10 por 100 depresivos (P. Rüegsegger) (86). Pero
aquí hay que mencionar, otra vez, que en nuestro trabajo se pregunta exclusiva­
mente por el papel del sentimiento cainítico del suicida y se buscan las caracterís­
ticas primordiales de la ejecución del suicidio.
Como especialmente característico, para el tipo de suicidio esquizofrénico
resalta: 1. El hecho inmotivado visto desde fuera y la probable dominancia de los
motivos internos. 2. La crueldad. 3. Lo extravagante en la ejecución. F. Dubits-
cher menciona, por ejemplo, casos en los que suicidas esquizofrénicos se quitan
la vida por medio de un aparato explosivo, o anudándose una cuerda al cuello
y atándola al último vagón de un tren, o saltando de un tren, o dejándose atropellar
en un túnel o tragando hojas de afeitar. También rociarse de gasolina y prenderse
fuego pertenece a esta categoría de suicidio.
Desde el aspecto de la psicología del destino, estos tipos de suicidio son también
de naturaleza típicamente paroxismal (87). Habla ya en favor del papel de Caín
en los suicidas paranoides el hecho de que por lo exámenes de los árboles genea­
lógicos y cursos de enfermedad pudimos comprobar —coincidiendo con Bu-
cholz— «paranoia en base epiléptica» —la estrecha relación entre la forma de
existencia paroxismal— epileptiforme y la forma de existencia paranoide (88 y 89).
En favor de la importancia del sentimiento paroxismal cainítico de los cata-
tónicos hablan (junto a las conocidas observaciones clínicas) los siguientes resul­
tados de test: 1. La retención de ira, odio, cólera y venganza. 2. La gran fuerza del
impulso de destrucción. 3. La negación y depreciación de todos los valores de la
vida, incluso de la propia vida. 4. La disolución de todas las uniones con el mundo
a causa del odio, la ira, la cólera y la venganza contra este mundo que le rodea (90).
Tenemos que aceptar que los afectos cainíticos toscos van acompañados siempre
II.—Caín a la luz de la psicología del destino 101

de aquellas ideas de grandeza y alucinaciones que condicionan, como motivo


interno, al suicidio.
Esta concepción coincide con la hipótesis de Da Villa, que encuentra en el
llamado «Síndromes presuicidas» la susceptibilidad, autismo, ánimo lleno de
temor, la rabia, la inclinación acentuada a sentirse ofendido y la explosibilidad (91).
E. Ringel ha resaltado las siguientes fases del «síndrome presuicida» :
a) Encogimiento: 1. «Pérdida de la fuerza expansiva, cuya vivencia condicio­
na la mayor parte de los sentimientos de felicidad del hombre». 2. Estancamiento.
3. Regresión.
b) Agresión: Que la mayor parte del tiempo está inhibida. De ahí que los
suicidas tengan que soportar, durante mucho tiempo, una situación inaguantable
(masoquismo, inculparse, etc.). La descarga de la agresión se produce, la mayoría
de las veces, por una causa relativamente insignificante.
c) Huida a la irrealidad: 1. El fantasear lo «contrario». 2. Elevada significa­
ción de los contenidos de la fantasía. 3. Los contenidos de la fantasía en semejanza
con la realidad. 4. Realización del contenido de la fantasía.
E. Ringel escribe: «Durante el encogimiento la realización del suicidio se
hace comprensible, pero la agresión significa su afirmación de contenido; en el
tercer síntoma (c) de nuestros síndromes, podremos ver la fuerza que abre el
camino, sirviéndose con frecuencia del encogimiento y agresión hasta llegar al
suicidio» (92).
A la luz de estos precedentes, que conducen al suicidio, E. Ringel ha colocado
a los candidatos de suicidio cerca de los neuróticos. F. Dubitscher, que ha reco­
pilado sus experiencias especialmente con los militares cree que, entre los dos gru­
pos, sólo existe un parecido formal en la fase de insuficiencia y encogimiento, y
dice: «No es la sobrevaloración representación del suicidio la que conduce al
suicidio, sino la negación de toda representación desviada y contraria» (91). Aquí
se mencionaba el síndrome del presuicidio para señalar que la explosibilidad y la
dirección de la agresión contra sí mismo y, por tanto, la reacción de Caín paroxis­
mal y epileptiforme en estado de insuficiencia, de impotencia, tanto según Da
Villa como también E. Ringel, antes de la acción del suicidio juega un papel muy
importante (véase también ejemplo 18).

Ejemplo 17. Un suicida catatónico esquizofrénico (Caso de P. Rüegsegger


de la clínica psiquiátrica de la universidad de Basilea 1963 (86)):

El paciente, un obrero manual esquizofrénico con tara de suicida, era padre


de dos hijos. Tuvo que ser hospitalizado por cuarta vez en 1959, por una recaída
catatónica e intento de suicidio con treinta pastillas de Nozinan. Le habían em-
102 Caín y el cainismo en la Historia Universal

pujado al suicidio primordialmente voces imperativas. El brote desapareció den­


tro de las seis semanas. Al año siguiente tuvo que ser tratado clínicamente durante
dos meses sin que se hubiera repetido un intento de suicidio. En los meses sucesi­
vos iba regularmente al control de la policlínica psiquiátrica y podía seguir su
trabajo. Diez días después del último control (dos años después de su primer
intento de suicidio), en el cual no se había encontrado ningún cambio en el estado
del paciente, se dejó atropellar por el tren sin ningún motivo externo aparente.
En el «Análisis del destino» recordábamos ya en 1944 en el capítulo «Todes-
wahl ais Schicksal» (elección de muerte como destino) que los tipos de suicidio
aparentemente «pasivos» en el círculo de la esquizofrenia catatónica, como en el
caso 17, es corriente el dejarse atropellar por un tren (93). Con razón se podría
preguntar si este tipo de suicidio es realmente de naturaleza «pasiva». Primera­
mente el impulso de autodestrucción «al echarse atravesado sobre las vías», el
esperar al tren, o el repentino saltar sobre el tren, tiene que estar de tal forma
dirigido contra sí mismo, que es mucho más intensivo que la muerte por gas
o por veneno. Segundo: es conocido que enfermos catatónicos pueden atacar
también repentinamente y sin esperarlo al médico. Así, por ejemplo, un psiquiatra
húngaro durante la visita fue atacado repentinamente por un catatónico de
mucho tiempo. El enfermo le cortó, con un cuchillo de cocina, desde la boca
hasta la oreja,'hiriéndole profundamente. Tercero: la veloz locomotora lleva
—como medio que porta la muerte— no menos características de paroxisma-
lidad que el salto repentino a lo profundo. Debemos señalar como caracte­
rístico de un hombre que se mata de esta forma el almacenamiento de odio, ira
y cólera cainítica.
En los casos de suicidio de esquizofrénicos proyectivo-paranoides, que saltan
de lo alto a lo profundo por la desesperación de su huida, en una supuesta perse­
cución, no es difícil encontrar el núcleo paroxismal epileptiforme del hecho.

Ejemplo 18. Una suicida proyectiva paranoide:

En el año 1939 tuve que hacer, en Budapest, por encargo de un psiquiatra


psicoanalista un test a una mujer de aproximadamente 30 años. El psiquiatra me
dijo que la mujer había sido tratada con medicamentos, sin resultado, a causa de
sus depresiones y ahora la tenía que tratar por medio de psicoanálisis. Pero antes
quería saber, por el test, algo más sobre la personalidad de la paciente.
A la paciente la encontré en un estado de pánico y de angustia. Ya que mi
trabajo sólo consistía en hacerle un test, no tomé ningún antecedente. Cuando vi
la resistencia de la paciente a los tests, intenté tranquilizarla. Esto hizo también
su marido intentando hacerle ver que el test era una introducción a la psicote-
II.— Caín a la luz de la psicología del destino 103

rapia siguiente. De esta forma sólo pude hacer un perfil del test. Poco después
llamé al psiquiatra y le dije que el test indicaba rasgos clásicos de una paranoide
candidata al suicidio, le hice ver los peligros y le aconsejé una hospitalización
inmediata. Pero el ocupado psicoanalista sólo pudo encontrar a la paciente
horas más tarde. La encontró muerta; había saltado desde un segundo piso.
Sobre los motivos profundos del hecho supe por el marido al cabo de aproxi­
madamente dos semanas que: la paciente se introdujo a escondidas y a media
noche en la vivienda de su hermana que vivía en la misma casa un piso más arriba
y antes del hecho cortó con un cuchillo el vestido nuevo de fiesta de su hermana
que quedó hecho jirones. Amaba a su hermana sobre todas las cosas (¿lésbica-
mente ?) y quería impedir, por celos, que ésta fuera al baile sin ella. De su acción
nocturna no dijo a nadie nada. Cuando llegué yo al día siguiente, para hacerle
el test, creyó que era un detective y que había descubierto su acción. Con esta idea
delirante se quitó la vida.
Aunque en la literatura se indica la depresión como el grupo de enfermedad
en el que se da con más frecuencia el suicidio, la relación entre depresión y suicidio,
a la luz de la psicología del destino, no es tan sencilla, como generalmente se acepta.
La oscuridad en este terreno procede de dos fuentes de error. 1. Tanto en la
psiquiatría como en la psicología se toman erróneamente, como sinónimas, la
mayoría de las veces, los dos conceptos de «afecto» y «estado de ánimo» (talante).
2. No se tiene en cuenta que hay tantas clases de «depresiones» como enfermedades
posibles del instinto y del yo. Estas diferentes clases de distimias tienen que ser
separadas de cada cuadro de enfermedad endógena independiente, que figuran
en la psiquiatría bajo el antiguo nombre de «locura maniaco-depresiva» (Krae-
pelin) o bajo el moderno título de «Zyklophrenie». Para operar con conceptos
claros nos hemos decidido a emplear la siguiente determinación de conceptos:

1. Afectos son las señales intencionales concretas dirigidas del sentimiento


correspondiente al estado en la vida del instinto y del yo.
2. Los estados de ánimo no están dirigidos, sino que son primitivamente
situaciones básicas independientes y sin objeto del Dasein (Heidegger, Bollnow).

Mientras que los afectos señalan las situaciones o estados del yo antes, durante
y después de la satisfacción de un instinto o su actuación, los estados de ánimo
(talante) descubren «cómo uno es y será», es decir, su existencia (Heidegger) (94).
El sentimiento de muerte de Caín es, en este sentido, un estado afectivo. Como
clases de afecto se señalan ira y cólera, envidia y celos, odio y venganza, es decir,
aquellos estados peligrosos de la persona, en los que podría estar capacitada para
matar a otro o a sí misma. La acción consumada del homicidio o bien el matarse
a sí mismo es ya una acción instintiva. El proceder psíquico hasta la estación final
104 Caín y el caihismo en la H istoria Universal

«homicidio» o «matarse a sí mismo» se le va señalando al yo paso a paso, por tanto


se le va anunciando casi afectivamente. De este modo se le da al yo una última
oportunidad para impedir la acción. Por eso no se deben quitar a los afectos su
«Radarfunktion», ya que, bajo ciertas circunstancias, actúan como funciones
protectoras. Por el contrario, siempre queda en el yo aquella instancia que a causa
de los avisos afectivos puede desviar el hecho cainítico o su puesta en práctica.
De todas formas puede suceder que afectos fuertes apaguen totalmente al yo que
decide. Lo mismo que puede llegar a impedir acciones posibles.
Disposiciones de ánimo no son afectos sino «situaciones» que están muy ale­
jadas de encontrarse en un estado psíquico. La «simple» disposición de ánimo»,
escribe M. Heidegger, «descubre el ahí causal, pero también lo cierra tenazmente
correspondiendo a todo lo no observado. Esto muestra la distimia».
O. F. Bollnow afirma con Brentano, Klages y Lersch que los estados de ánimo
no tienen objetos determinados. Son «matices del ser humano total, en el que el yo
se descubre independientemente a sí mismo de una determinada manera, pero que
no indica algo externo ligado a él» (95). Basándose en esta explicación de los con­
ceptos se puede afirmar lo siguiente:
ira y cólera, celos y envidia, odio y venganza se dirijen siempre hacia un deter­
minado objeto (persona, cosa, suceso, acontecimiento). De ahí el porqué «lo malo»
es en primer lugar un afecto. Lo bueno, lo justo es igualmente un afecto que se
dirige hacia algo que se quiere reparar.
El ser (Dasein) por el contrario está siempre «afinado». Y porque el ser lleva
siempre un «carácter de carga» el talante está unas veces «ahogado» y otras
«eximido» de esta carga (Heidegger) (94).
La psicología del destino ha intentado coordinar los afectos y las disposicio­
nes de ánimo en dos tipos diferentes de instintos. Supuso que el llamado instinto
paroxismal, que se manifiesta en ataques, se manifiesta con los afectos el instinto
de contacto y cooperan los estados de ánimo. Según esta hipótesis los padecimien­
tos de ataques (epilepsia e histeria así como sus múltiples variantes) pertenecen a
las enfermedades de afecto. Por el contrario, la melancolía y la manía correspon­
den a las enfermedades del ánimo. Ambos tipos de enfermedades son enfermedades
primordiales, endógenas, es decir, enfermedades psíquicas prefijadas por heren­
cia específica.
Todavía debemos una contestación al problema de si las enfermedades psí­
quicas de otro tipo —como la homosexualidad, el sadomasoquismo, la esquizo­
frenia catatónica y paranoide— no están también coloreadas por las disposiciones
de ánimo. Además: si la melancolía y la manía, como todas las otras categorías de
enfermedades psíquicas, no están acompañadas de afecto. La respuesta dice:
Cada enfermedad psíquica y cada estado de un no estar enfermo está acom­
pañada tanto de afecto como matizada por disposiciones de ánimo del ser. Pero
//.— Caín a la luz de la p sico lo g ía del destino 105

estos afectos llevan a auténticos ataques, sólo en las enfermedades endógeno-


paroxismales (epilepsia, histeria y en sus equivalentes); y en el mismo sentido
llevan a la melancolía y a la manía las disposiciones de ánimo sólo en auténticas
enfermedades endógenas de contacto.
Según esto, cuando un enfermo sexual, del yo o del contacto, sin ataques,
experimenta afectos cainíticos sin acciones de tipo de ataque, entonces es un
«Caín», pero no un epiléptico o un histérico. Pero si, en enfermos del contacto
del yo o sexuales, se llega a auténticos ataques (asesinato de afecto, suicidio, etc.),
entonces tenemos que hablar de enfermedades mixtas heredadas. Estas son más
frecuentes de lo que normalmente se cree. Naturalmente que estos enfermos
del afecto, del yo, o sexuales pueden estar ahogados, aliviados del peso del ser,
y del ser así. Pero entonces sólo hablamos de mal humor, de distimia, de depre­
sión o bien de «buen ánimo», de euforia y no de manía ni de melancolía. Seria,
para el futuro, una meta de investigación interesante el comprobar diagnostico-
diferencialmente las características de cada depresión de los invertidos, de cada
uno de los pervertidos, de los epilépticos, de los histéricos, de los catatónicos
y de los paranoides. Según nuestra experiencia, este tipo de «distimias» («depre­
siones») son diferentes según el tipo de enfermedad y, sobre todo, diferentes en
el curso y en la terminación con respecto a la auténtica melancolía.
La relación entre suicidio y depresión se complica porque la depresión y el
suicidio, con frecuencia, están estrechamente ligadas a cualquier pasión morbosa.
Pero existe entonces de común en todas estas pasiones morbosas el impulso de la
autodestrucción. Esta realidad nos coloca frente a la cuestión: ¿En estos casos,
el impulso de autodestrucción es paroxismal, es decir, originariamente cainítico
o la consecuencia de una depresión ? O ¿los dos, el paroxismal y la depresión,
juegan un papel común, en el suicidio de los suchtigen ? Antes de contestar a esta
pregunta, presentamos a un suicida en el que encontramos junto a una enferme­
dad maniaco depresiva, tanto una pasión morbosa, como una perversión sexual.

Ejemplo 19. Suicidio de un maniacodepresivo, perverso y suchtigen:

U n a lm a c e n is ta d e u l t r a m a r i n o s , d e 54 a ñ o s v in o a v e rm e , en 1953. en u n a fase d e p re siv a


grave. E ra im p o s ib le lle v a r u n tr a t a m ie n t o c o n tin u a d o c o n él y a q u e sus n eg o cio s le o b lig a b a n
a estar c o n tin u a m e n te e n tr e B ra s il, H o la n d a , A le m a n ia , A u s tria , Ita lia y S uiza. P o r eso el
tra ta m ie n to p s íq u ic o se lim ita b a — j u n t o a l tr a ta m ie n to c o rrie n te d e a n tid e p re siv o s— a u n a
psic ag o g ia f r a c c io n a d a . P a r a c o m p r e n d e r b ie n el d e s tin o d e este h o m b re d e sd e sus co m ie n z o s
ten em o s q u e ir a s u s a s c e n d ie n te s .
El a b u e lo m a te r n o e r a f a b r ic a n te y b a n q u e r o en u n a p e q u e ñ a c iu d a d del E ste d e E u ro p a ,
que se e n r iq u e c ió c o n la u s u r a . S e e n tr e g a b a p a s io n a lm e n te al ju e g o de c a rta s y a la v o lu ­
b ilid ad s e x u a l. S u e s tilo d e v id a te n ía r a s g o s d e s n o b y m o d e lo d e g ra n se ñ o r. E sta s c u ali-
106 C a í n y e l c a i n i s m o e n l a H i s t o r i a U n iversal

dades las adquirió también su única hija, la madre del paciente. Esta, vivía las pasiones paternas
en una manía de comprar, patológica y oniomanía. El padre le daba crédito en los comercios, y
ella se compraba vestidos, zapatos, medias, paraguas, bisuterías, etc., en tal cantidad, que
varias habitaciones no bastaban para dar cabida a estos objetos. Cuando murió, siendo joven
—12 días después de nacer el paciente—, dejó mercancía, en tal cantidad, que hubiera bastado
para una tienda de modas. Junto a la pasión de com prar, vivía con su padre una vida sexual
libre y aventurera. Cuando nuestro paciente era adulto, supo que su madre tuvo que casarse
rápidamente con cualquiera, ya que de uno de sus amantes, que no quería casarse con ella, ha­
bía quedado embarazada. Es posible, así se decía, que el padre natural fuera un noble polaco
que más tarde se quitó la vida junto con su mujer. El paciente no pudo comprobar jamás nin­
gún dato seguro acerca de su padre. La muerte de la m adre parece que fue motivada por levan­
tarse demasiado pronto después del parto.
El probando, por consiguiente, había crecido sin la madre, incluso sin padre, ya que el
marido legítimo de la mujer después de la muerte de ésta m archó a otra ciudad y visitaba a
su «hijo» sólo de vez en cuando. Pero esta relación se perdió paulatinamente. De la educación
se cuidaban los abuelos. La abuela, una mujer tranquila y modesta, le educó con un miedo
exagerado. Murió cuando tenía él siete años. Desde entonces estuvo totalmente sólo. El abuelo
le servía como sustituto de la hija perdida, en la que am aba su imagen. Así, quiso levantar
en su nieto su estampa y esto lo consiguió sobradamente. En la escuela dominaba el paciente
sobre sus compañeros como «un príncipe, o príncipe heredero» (son sus palabras). Con re­
galos e invitaciones en pastelerías los dom inaba tiránicamente. A pesar de que él no había
convivido con la madre empezó a repetir en la pubertad su pasión de compra. Con el crédito
que le daba el abuelo en los comercios, se com praba camisas de seda, medias de seda, pañue­
los de seda. Más tarde el abuelo pedía a Viena ropa interior y trajes de seda para el nieto.
A los 19 años comenzó su carrera como empleado en un comercio de ultramarinos, donde
desarrolló rápidamente su capacidad extraordinaria de comerciante. Decía: «Yo llevaba en
mi ramo el Globus totalmente con los datos más exactos en la memoria. Era un niño pro­
digio». «Pronto fue a la capital, se hizo viajante de ultram arinos y se hizo rápidamente un
hombre famoso en su negocio. Más tarde se convirtió en representante general de la mayor
empresa de importación extranjera para Europa, y pronto fue un hombre rico. Esta rápida
carrera no le fue bien para su carácter. Su vanidad y arrogancia, su egoísmo y su narcisismo
crecieron sin medida. Siempre estuvo adulado por un cortejo de parásitos, estafadores, de­
fraudadores, en una palabra, de los miserables y dudosos, que se aprovechaban y le llevaban
a locales nocturnos. Así se convirtió en un cliente diario del bar, en un bebedor nocturno.
No podía vivir sin asistir a estos locales nocturnos, pues ahí podía repetir su «papel de prín­
cipe», que ya lo había hecho desde la pubertad con los com pañeros de clase, cuando les in­
vitaba a las pastelerías. Estos locales nocturnos no solo condicionaron su vicio de beber,
sino también sus aberraciones sexuales.
Su vida sexual la comenzó con chicos a los doce años. Después, a los dieciséis, abusó de la
hija de una modista de su misma edad. Después, se convirtió en el héroe de un burdel, y en
la capital cambió las prostitutas vulgares por famosas artistas, pero que, la mayoría de las
veces, eran mujeres lésbicas. Las invitaba a pares. Sus necesidades instintivas tenían rasgos
de triolismo, donde él tomaba parte con el papel de «voyeurs» en la relación lésbica de dos
mujeres, en ocasiones, también actuaba como hombre. La mayoría de las veces era impotente
/ / . — C a ín a la lu z d e la p s i c o l o g í a d e l d e s tin o 107

y quería humillar a las mujeres. Hasta su muerte se entregó a esta relación de sexo homose­
xual de cariz triolista, para lo cual invirtió cantidades enormes. Se casó a los 37 años, con una
profesora de música, cuyo hermano era un sucio tratante de prostitutas. La mujer, enérgica,
intentó quitarle de los locales nocturnos, del beber y de las artistas, pero sin éxito. Cuando
nació su hijo le abandonó la mujer, ya que ésta quería educar al hijo «como un hombre
honrado». Más tarde se divorciaron. En aquel tiempo pasó el paciente, por primera vez, por
una mala época en su manera de ser eufórico. El estancamiento de los negocios y el divorcio
lo soportó con dificultad. Comenzaron síntomas neuróticos: miedos de muerte, impulso de
orden y limpieza, tics, desazón, mortificación y miedo a contradecirse. Se hizo melancólico
y a los 39 años tuvo, por primera vez, pensamientos de suicidio. Cuando salió de esta melan­
colía continuó de manera excesiva la vida nocturna y el beber en los bares de los hoteles, Su
situación financiera fue otra vez buena, ganaba, según decía, cincuenta mil dólares al año,
de los que gastaba treinta mil. Junto a la de sus amiguitas, una de sus pasiones preferidas
era el antiguo y familiar vicio de com prar: nunca pudo comprar una corbata, un par de za­
patos, un traje, o ropa interior, sino siempre media o una docena. Todo lo pagaba inmediata­
mente. Además, su cuenta de droguería subía tanto al mes que parecía la cuenta de una «prima-
dona». Se mudaba diariamente dos veces de camisa y de ropa interior, tomaba diariamente
baños de espuma perfumada, pues su deseo era oler tan bien como sus compañeras las artistas.
Alquiló en un palacio antiguo una elegante vivienda y se dejaba servir por un lacayo.
El paciente que pudo y quiso llevar a la ruina, camiticamente, y sin misericordia, a su
competencia comercial, era generoso sin medida con los amigos que le rodeaban, y con los
halagadores que estaban pegados a él como barro. Sólo estos parásitos le daban el falso senti­
miento de serlo todo, de tenerlo todo, de dominar en todos, de regir poderoso como un Rey.
Su impulso de valía y de poder no tenía límites. Pagaba para aparentar siempre más de lo que
era en realidad. A los 48 años padeció una trombosis coronaria. Esta advertencia tampoco
le sirvió de nada. Siguió su antigua vida nocturna hipomaniaca con el beber, francachelas,
triolismo, hasta que se presentaron con más frecuencia las fases melancólicas. Creía que la
causa de estas fases estaban en la sociedad, en los malos negocios, las crisis en el mundo, etc.
A mi parecer, tanto la melancolía como la manía eran de naturaleza endógena. Los senti­
mientos de suicidio se hicieron más profundos y frecuentes. No quiso ser examinado ante
la necesidad de tener que dejar sus ideas de grandeza y su aparente vida «feudal», o, por
lo menos, a reducirla. En cuanto cedía la fase melancólica intentaba inmediatamente una
y otra vez acumular riquezas inmensas para convertirse de nuevo en el «rey» de su ramo
pero a esto no llegó jamás. Los sentimientos de abandono crecieron en 1956, otra vez, con
pensamientos de muerte. Tuvo que hacer deudas, y cuando se le apremió para pagar, intentó
suicidarse, siempre mediante narcóticos. El año 1957 fue catastrófico para su negocio
Tuvo que liquidar su negocio y seguir trabajando como empleado. Pero su mortificación
narcisista no le permitía aceptar una colocación. Para él nada era interesante, todo gris. Fu­
maba diariamente 50 cigarrillos y no se dejaba ver por ninguna parte.
Desde 1953 a 1957 pudimos seguir exactamente con el test de Szondi su estado psíquico.
En el test dom inaron las reacciones Molí femeninas (80 % Molí y 20 % Dur). También, el
principio de placer aparecía siempre más fuerte frente al principio de realidad (7 : 3), Con
los años, el impulso de destruirse se hizo cada vez mayor. La pseudologia fantástica, el vivir
en un mundo de fantasía irreal aumentó igualmente.
108 Caín y e l ca in ism o en la H isto r ia Universal

B a sá n d o se en el ex am en in stin tiv o se in c lu y ó al p a c ie n te e n la c la s e in s tin tiv a de los


m a n ia c o d e p re siv o s. E l m o d o d e vivir h ip o m a n ia c o d e su a b u e lo , d e su m a d r e , así como
de su p ro p io ser fue c o n firm a d o p o r las p ru e b a s te s to ló g ic a s .
E n o to ñ o d e 1957 vi al p ac ie n te p o r ú ltim a vez. E n to n c e s v o lv ió d e n u e v o a su ciudad
n a ta l. E sc rib í a su h ijo , q u e e n to n c e s vivía c o n su p a d r e , d ic ié n d o le q u e e s ta b a e n u n peligro
m u y e x tre m a d o d e su icid io y q u e n e c e s ita b a u n tr a ta m ie n to p s iq u iá tr ic o m u y severo. Dos
m eses m á s ta rd e recibí la n o tic ia de su m u e rte p o r su ic id io .

El destino de este hombre que era tanto melancólico como psicópata, tanto
maniacódepresivo como en ocasiones negativista y que desvalorizaba todo
valor del mundo, que actuaba eri la vida comercial como un brutal Caín y que que­
ría acumular y tenerlo todo, que en su vida familiar y en su círculo de amigos, por
el contrario, era un donante eterno, un despreocupado Abel, que se entregaba
en su vida sexual al triolismo, puede servir como paradigma de la afirmación
acerca de lo difícil que es encontrar, con seguridad, la motivación de un suicidio.
No debemos buscar nunca el motivo de la acción, sólo en la depresión, o sólo en
una pasión morbosa, solo en un trastorno de afecto actual, sólo en una aberración
sexual o sólo en la crisis del mundo que le rodea. Nuestro deber sería, más bien,
analizar el hecho del suicidio multidimensionalmente y mirarlo como resultado
común de múltiples posibilidades de existencia que componen el destino. El caso
precedente también se puede considerar como caso modelo de complejidad en la
formación de todo suicidio y el camino del destino que termina con el suicidio
siguiéndolo, desde el nacimiento hasta la muerte, por las siguientes estaciones:
I. Frustración de la primera niñez en la participación y en la unión dual con
la madre. En nuestro caso la madre murió cuando el paciente tenía doce días.
Normalmente la madre vive, por esto la unión dual con ella está turbada. La falta
de la primera unión dual y formadora del destino con la madre hace que el niño
pequeño tenga una «pasión de participación». Hablamos aquí de un «enmadra-
miento» («Muttersucht»)* que la mayoría de las veces tiene una raíz hereditaria.

II. La pasión por la madre, «enmadramiento» («M uttersucht»), está condicio­


nada psicológicamente en sí ya desde la temprana infancia. Hace que el niño
pequeño, a quien la madre quita del pecho, inmediatamente comienza a sustituir
a la madre que le falta chupándose el dedo pulgar. El chupar no es únicamente la
primera pasión del hombre, sino que también es el modelo causal y permanente
de todas las pasiones morbosas en las edades posteriores. La esencia de todas las
pasiones radica en el impulso de sustituir a la madre con un «medio» o con una
«acción». Pues:
* El traducir «Muttersucht» por «enmadramiento» ha sido una idea, creemos que afortunada,
de! doctor Rof-Carballo (N. del T.).
¡I.—Caín a la luz de la psicología del destino 109

«Sucht» (pasión morbosa) es una prótesis permanente que sustituye ala madre
que defrauda, por la pérdida de la dual-unión con la madre (96).
Cuanto más dure la frustración, en la unidad madre-hijo, tanto más probable
es que el niño pueda ser más tarde víctima de un «Sucht». Nuestro paciente es un
paradigma de esta afirmación. Junto al «Muttersucht» (enmadramiento) infantil
reaccionan muchos niños pequeños por la frustración en la participación también
con el Caín.

111. La reacción cainítica de los bebés se manifiesta de muchas formas:


a) en el morder el pezón de la madre hasta sangrar; b) en los ataques de ira, de
chillidos hasta quedarse azul, eventualmente hasta los llamados espasmos de
afecto (Fraisen, Ecclampsie); además, c) ataques depresivos y d) de miedo.
Melanie Klein ha estudiado principalmente estas reacciones del niño pequeño
y los ha hecho responsables de los estados paranoides y depresivos. Escribe:
«Ya en los primeros meses de vida, el bebé tiene impulsos sádicos, que no sólo
se dirigen contra el pecho de la madre, sino pronto contra su propio cuerpo, im­
pulsos de agotar, de enredar su interior, de destruirlo por todos' los medios del
sadismo». Estas exigencias sádicas del bebé no sólo se proyectan en el cuerpo de
la madre, sino también son encarnados en el propio yo, es decir, introprovectados.
«Así sucede que niños muy pequeños pasan por situaciones de miedo (y reaccio­
nan con mecanismos de defensa) cuyo contenido se puede comparar con la psi­
cosis de los adultos» (97). La autora opina que la base de la esquizofrenia hay que
buscarla en el sadismo oral del niño pequeño. Por tanto, en un período «en el
que la capacidad del yo de identificarse con su objeto es todavía pequeña; en
parte, porque él mismo está todavía demasiado incoordinado y en parte, porque
el objeto introyectado son principalmente objetos parciales que son igualados
con los excrementos (Abrahám) (98). M. Klein propone la teoría de que la depre­
sión —como consecuencia de una pérdida de amor— está determinada por el
sentimiento del individuo, de haberse equivocado en el tomar en sí y guardar sus
buenos objetos internos y el no haberlo poseído nunca suficientemente. Es un
sentimiento que vuelve al período del destete y al tiempo independientemente
anterior y posterior. Un motivo de este error es que el yo no estaba en condiciones
de vencer su miedo paranoide ante el perseguidor interior. La autora pone así la
depresión en un estado paranoico y las aparta así genéticamente de la para­
noia (99).

A esta teoría, que está fuertemente discutida por la escuela de Anna Freud,
tenemos que añadir desde el punto de vista del análisis del destino lo siguiente:
1. Aquellos fenómenos que califica Melanie Klein como fantasía y acción
destructiva y sádica del niño pequeño en el período preverbal son, entre otras, las
110 C a ín y e l c a in is m o e n la H isto r ia Universal

primeras manifestaciones paroxism al-epileptiform es del Caín que reacciona


frente a la frustración en la participación de la m adre con ataques de ira y cólera.
Los afectos cainíticos son las reacciones prim arias en la privación del amor. La
aplicación del sadismo es secundaria y el sadism o sólo eleva la fuerza del afecto
con el que el niño pequeño dirige su ira y cólera destructiva contra la madre
desfalcada. Los ataques de ira y de llanto y de o tro tipo habla del papel primordial
de Caín en los niños frustrados en la necesidad de participación.
2. Consideramos falso hablar de paranoides o depresivos, es decir, de bebés
psicóticos. Aquí sólo se trata de reacciones de afecto, no de un trastorno psíquico
del niño.
3. Estamos de acuerdo con la hipótesis de la a u to ra de que el niño incorpora
al propio yo este contenido proyectivo destructivo que nosotros denominamos
introyecciones ad-hoc y que dejan huellas p erm an en tes; son las llamadas «Trauma
Engramma» que en la vida posterior pueden aparecer al ser despertadas por cua- |
lidades externas. Así se conciben las acciones de afecto camiticas posteriores '
(hasta matar por pasión) y la dirección del C aín infantil introyectado contra sí
mismo (hasta el suicidio) como repetición del trau m a infantil. j
4. Mucho de lo que la autora llam a «paranoide» pertenece al cuadro del |
Caín paroxismal-epileptiforme que tam bién proyecta e introyecta.
5. Reforzamos su hipótesis por la que la depresión —como reacción y con­
secuencia de una pérdida de am or— «está determ inada por el sentimiento del
individuo al equivocarse en el tom ar en sí y g u ard ar sus buenos objetos internos,
que nunca lo había poseído con suficiente seguridad. U n sentimiento que vuelve
al período del destete y al tiempo anterio r y posterior». «Tenemos que aceptar
que la reacción “paranoide-depresiva” de la prim era infancia del niño frustrado, j
deja en el yo profundas huellas (“T raum a E n g ram m a”) que en la edad posterior
puede, con adecuado estímulo, despertarse y volver a vivir. i
6. Debemos completar la hipótesis anteriorm ente explicada de Melanie
Klein con el problema del «Sucht» (pasión m orbosa) y del suicidio. Tanto el Sucht
como el suicidio no se basan sólo sobre el T raum a E ngram m a de la primera infan- ,
cia. El impulso de repetición de este E ngram m a heredado tempranamente es de
esperar más tarde tanto más probablem ente cuanto m ás se asocien los Engrammas
hereditarios adecuados con el traum a Engram m a personal (100). El caso del alma­
cenista refuerza esta hipótesis en relación con el Sucht. El análisis de otros casos
de suicidio habla del papel de la herencia en la estructura funcional de la perso- :
nalidad.

IV. La sexualidad pregenital juega un papel im portantísim o tanto en la


formación del Sucht como también en la del suicidio. Aquí imita la patología
como —tan frecuentemente— los sucesos psicológicos. Niños pequeños que I
¡I.— Caín a la luz de la psicología del destino 111

fueron dañados (perjudicados) seria y tempranamente en la unión dual con la


madre y con la base de una herencia adecuada, permanecen con frecuencia fijos
en una escala de desarrollo pregenital. También se convierten más tarde en indi­
viduos hiperorales o hiperanales, analsádicos o analmasoquistas, exhibicionistas
o menos frecuentemente ambiciosos uretrales y —aunque alcancen la escala
heterosexual— su sexualidad la matizan con fantasías pregenitales y tienden
a la regresión.

V. En la pubertad aparecen las consecuencias de las frustraciones menciona­


das de la primera infancia, en diversas formas. La primera forma es la formación
de un sustituto de la dual-unión con la madre por un compañero del mismo sexo
o por compañeras, eventualmente también por personas mayores. La mayoría
son aquellos que prefieren a la madre, y, que con frecuencia, fueron muy mimados
en la participación auténtica pero se quedaron cortos ya que la madre los domi­
naba totalmente. A pesar de que su inclinación invertida nunca desaparece ple­
namente, con frecuencia se casan y son desgraciados en el matrimonio, caen una
y otra vez en la homosexualidad o en la perversión y fácilmente son viciosos y
depresivos. Otra forma de aparición en la pubertad son los complejos en la vida
del contacto y en el trabajo. Caen en un mundo irreal y de ensueño, se desconocen,
se abandonan en el onanismo, se quedan aislados, van al cine excesivamente y con
frecuencia también beben. Son sencillamente incapaces de soportar la más pe­
queña desgracia.

VI. En el matrimonio se muestra más fuertemente su fijación de edad tem­


prana en una escala narcisista, autista, cainítica. Se desarrollan siendo tiranos
en casa con fuertes períodos de ataques de ira, ya que son inmaduros para el ma­
trimonio. La mayoría de las veces eligen mujeres fuertes, frías, generalmente mas­
culinas, posesivas y captativas, que no sirven para una unión dual matrimonial.
El papel de padre lo hacen mal y son incapaces de ser ejemplo para los hijos.
El matrimonio comienza a tambalearse y la salida de emergencia es con frecuencia
la infidelidad sexual, la inversión, la perversión, el vicio y no pocas veces el suici­
dio por venganza
Todas estas formas de destino están estrechamente vinculadas, al parecer, con
los trastornos de desarrollo generales del niño pequeño que fue frustrado dema­
siado pronto en la dual-unión. Cuanto antes aparezca este «Trauma-Engram-
ma, tanto más fuertemente se inclinarán a los impulsos de la repetición. El con­
cepto de impulso de repetición que tiene una raíz hereditaria y traumática abarca
también el concepto de fijación. Así, la experiencia clínica nos hace comprensible
por qué tanto Süchtige como suicidas son tan frecuentemente pervertidos sexua­
les o invertidos.
112 C a ín y e l c a in ism o en la H is to r ia Universal

Vil. Inversión, perversión, paranoia, Sucht y suicidio forman con frecuencia


un complejo sintomático unitario, en cuyo último plano está el Caín a quien la
frustración en la primera infancia en la dual-unión con la m adre le ha colocado
en el plato de la vida. Cuanto más paroxismales fueron los antepasados tanto
más temprana y poderosamente aparece esta existencia cainítica.
VIII. Las personas invertidas, pervertidas, paranoides, viciosas y suicidas
llevan según esto un destino com ún: tras una frustración infantil en la participa­
ción con la madre no soportan en su vida ni una sola interrupción en la unión
y en la relación con «los objetos sustitutos», con las prótesis de la desbancada
madre. Todos estos hombres sin excepción muestran el llamado «síndrome de
adherencia», es decir, el eterno quedar pegado al objeto sustituto de la madre, el
impulso de repetición y el no poder dejarlo. Precisamente la presencia de este
síndrome de adherencia habla de la actuación de Caín en los trastornos psíquicos
señalados. Pues la adherencia, como se sabe, pertenece a la organización paro-
xismal-epileptiforme de Caín.
La causa actual del impulso de autodestrucción puede estar en diversas fuentes
de los instintos sexuales, del yo y del contacto, pero la mano del ejecutor de la auto-
destrucción es siempre la mano de Caín.

CAIN, EL NEU RO TICO


El complejo de Caín
¿Puede un hombre con una naturaleza Caín llegar a ser un neurótico? Esta
pregunta la tenemos que contestar con un sí rotundo y hablar de un complejo
de Caín.
El complejo de Caín puede presentarse por diferentes clases de conflictos.
Primero: Puede aparecer por el conflicto entre el yo personal y sus antepa­
sados camiticos. Esto, sobre todo, cuando la persona proviene de un Caín mani­
fiesto (por ejemplo, de un padre epiléptico) y así es él mismo, conductor de la
epilepsia, o bien de sus equivalentes. Esta naturaleza conductora pone a la persona
ante el deber de encontrar para esta necesidad oculta, y a veces ruidosa, de Caín,
un camino social. Así se crea una lucha entre las exigencias de los antepasados
enfermos y el yo de la persona.
Segundo: Un complejo de Caín puede aparecer en un cainita manifiesto y
de nacimiento por el conflicto con el mundo que le rodea, con su moral y con su
ética.
Tercero: También puede aparecer por el conflicto del propio Caín con su
conciencia.
11.— Caín a la luz de la psicología del destino 113

Tanto el propio yo como el mundo que le rodea y —según circunstancias—


el super-yo y la propia conciencia oponen resistencia a los brotes de afecto paroxis-
males, al deseo de notoriedad sin medida, a la pasión de tener, arrebatar y de
acusar del propio Caín. Por eso algunos cainitas se ven obligados a rechazar al tras-
fondo sus necesidades más vitales. El Caín se busca, por eso, salidas de emergen­
cia. Pero éstas no son sólo aquellas que le llevan a la socialización y sublimación,
sino a la formación de síntomas de una neurosis. Tenemos que aceptar que estas
necesidades cainíticas son importantes dialécticamente. Con esto se quiere decir
que también en el alma de Caín operan fuerzas contrarias del super-yo. De la
lucha dialéctica entre Caín y su conciencia aparecen nuevas formaciones que
pertenecen al cuadro de los síntomas neuróticos. La conciencia de Caín se trata
extensamente en el segundo tomo. Aquí nos interesan los tipos sintomáticos más
frecuentes del Caín neurótico. Estos son: 1. La neurosis compulsiva con fobia.
2. Los fenómenos de extrañamiento. 3. La hipocondría. 4. Los trastornos en el
trabajo o en la carrera (autosabotaje). 5. La somatización de Caín en los cuadros
de enfermedades psicosomáticas.
Con frecuencia es difícil aclarar si las consecuencias neuróticas de una evasión,
represión, inhibición, extrañamiento o proyección, han aparecido como conse­
cuencia de un complejo de Edipo o de Caín.
Esta tarea es tan difícil porque la necesidad del hijo, de desalojar al padre del
camino o la misma necesidad de la hija frente a la madre, también en el complejo
de Edipo —junto al amor— juegan los dos papeles. Por eso no es de extrañar que
el psicoanálisis sólo hable del complejo de Edipo y que confunda la figura de Caín,
la mayoría de las veces, con la de Edipo.
El análisis del destino, empero, tiene la opinión de que ambos complejos exis­
ten independientemente y que pueden neurotizar al hombre.
Las diferencias entre los dos tipos de complejo neurótico las presentamos en
la tabla núm. 5.
En ciertas circunstancias pueden figurar en los dos complejos y en los dos sexos
en lugar del padre la madre y en lugar del hermano la hermana.
En la diferenciación de los dos complejos las exploraciones de los árboles
genealógicos nos proporcionan una ayuda, de tal forma, que los casos en los que
se indica en las familias la existencia de una epilepsia o sus equivalentes, el papel
del complejo de Caín es muy probable en la aparición de la neurosis. Individuos
que figuran como conductores de la epilepsia o más frecuentemente de la para­
noia en base epiléptica, padecen más frecuentemente del complejo de Caín (véase
ejemplo 21). Además el test de Szondi puede descubrir, con seguridad, la paroxis-
malidad de la persona. Para estos cainitas «latentes» creemos conveniente el
análisis del destino como el más adecuado tratamiento terapéutico, ya que por
114 C a ín y e l c a i n i s m o e n l a H i s t o r i a U n iversal

Tabla 5.—Diferencias entre el complejo de Caín y el complejo de Edipo

1
Las preguntas dicen: En el complejo de Edipo En el complejo de Caín

1. ¿En qué triángulo apa­ Madre Padre


rece el conflicto ?

Padre <-------- Hijo Hermano «------- Hijo


Odio Odio

a) Amor a la madre a) Amor al padre


2. ¿Qué es lo que se de- (unión con la madre) (unión con el padre)
fiende? b) Sentimiento de matar b) Sentimiento de matar
contra el padre contra el hermano

3. ¿Con qué medios se Por: Por:


defiende el amor y el l.° Rechazamiento El mismo mecanismo de
odio? 2.° Inhibición defensa que en el Com-
3.° Extrañamiento piejo de Edipo y eventual­
mente por:
4. ° Proyección y
5. ° Autodestrucción,
como, por ejemplo:
a) Nostalgia «de boue»
b) Autodestrucción en el
trabajo y en la carrera
c) Pensamientos suicidas

4. ¿Qué formas de Neu- l.° Histeria 1,° Neurosis obsesiva


rosis son las más fre- 2.° Neurosis de extraña- 2.° Neurosis de extraña-
cuentes ? miento miento y fobia
3.° Inversión pasiva 3.° Hipocondria
4.° Psicosomáticas 4.° Inversión activa anal-
Taquicardia sádica
/ / . — C a ín a la l u z d e l a p s i c o l o g í a d e l d e s t in o 115

su terap ia d e t r a b a jo , o r ie n t a d a g e n o tr ó p ic a m e n te , tien e la p osib ilid ad de dirigir


a los c o n d u c to r e s d e la e p ile p s ia e n la v ía d e u n a a ctiv id a d p ro fesio n a l adecuada.
U n e x a m e n c o m p a r a t iv o s o b r e e l c o m p le jo d e C a ín y de E d ip o lo lle v ó a cab o
A. V erg o te, en la U n iv e r s id a d d e L ó w e n . C o m o resu lta d o final p resen tó la prueba
de que a m b o s c o m p le j o s e x is t e n in d e p e n d ie n te m e n te u n o d e o tro y lo s d o s so n im ­
p ortantes p a r a el a n a lis t a . P u e s e l c o m p le j o d e E d ip o llev a a la form ación de la

Las preguntas dicen: En el complejo de Edipo En el complejo de Caín

Diarrea 5. ®Neurosis proyectiva-


Colitis nerviosa paranoide
Impotencia 6. ° Perversión (exhibicio­
nismo, etc.)
7. ° Psicosomáticas:
Jaqueca, alergia, as­
ma bronquial, eccema,
angina pectoris, infar­
to de miocardio, hi­
pertensión, ulcus ven-
triculi y duodeni, es­
treñimiento, alteracio­
nes intestinales

5. ¿Qué forma de sociali­ La comunidad familiar, es La comunidad fraterna, es


zación aparecen por las decir, la familia decir la sociedad
nuevas formaciones? (A. Vergote)

6. ¿Cómo aparecen las Por introyección de la ma­ Por introyección del padre
nuevas formaciones? dre e identificación con la e identificación con el pa­
madre en el tener; reco­ dre en el Ser; reconoci­
nocimiento del padre miento del hermano

7. ¿Dónde se hace visible En el borde del perfil, es­ En el medio del perfil, esto
el complejo en el test pecialmente en el vector es, en los vectores del YO
de Szondi? del contacto (C) y de los afectos
116 C a ín y e l c a in is m o e n la H i s t o r i a U niversal

s o c ie d a d d e la s fa m ilia s y al r e c o n o c im ie n to d e l p a d r e , el c o m p le jo d e C aín , por el


c o n tr a r io , a la c o m u n id a d c o n el h e r m a n o , e s d e c ir , al r e c o n o c im ie n to del pró­
j im o (1 0 1 ).
E l e je m p lo 2 0 y 21 d a n u n a id e a en la fo r m a c ió n d e l c u a d r o n e u r ó tic o del com­
p le jo d e C a ín .

E je m p lo 20. U n C a ín n e u r ó tic o c o m p u ls iv o f ó b i c o y p a r a n o i d e :

L a h is to r ia d el a g e n te d e tr e in ta y c in c o a ñ o s q u e m e v in o a v isita r a la consulta
h a ce a ñ o s p o r o b s e s io n e s y f o b ia d e m a ta r , ilu m in a m u y b ie n lo q u e entendem os
p o r c o m p le jo d e C a ín .

En su juventud vivía en una estrecha unión dual homoerótica con su hermano más
joven, en la que el paciente llevaba el papel dominante activo. Pero cuando se casó, el hermano
separado reaccionó de una manera patológica paranoide. Se le tuvo que internar. Desde
entonces nuestro paciente desarrolló obsesiones con un matiz fóbico y paranoide-cainítico.
En el centro de sus ideas fijas estaba la idea de que podía matar a alguien o que le podían
matar a él. Intentó evitarlas por caminos neuróticos de forma que, por la noche, encerraba
todos los cuchillos en la cocina, además intentaba quitar a todos sus clientes tijeras y corta­
plumas. Una acción que, en su profesión de agente, le perturbaba extraordinariamente.
Los impulsos de m atar los quería socializar espontáneamente, de tal modo, que se inscribió
en la comunidad judía como carnicero judío amateur. Cuando este intento no cuajó comenzó
a satisfacer su impulso de m atar en una forma natural, del siguiente modo: Alquiló en la
ciudad una habitación de paso. Después de preguntar por teléfono dónde podía encontrar
un pollo vivo, lo compraba, iba a la habitación y con un cuchillo mataba al pollo, y en dos
lavabos, uno con agua caliente y el otro con fría, dejaba correr la sangre —en forma ritual—
en el agua fría, a continuación se lavaba las manos en agua caliente y se marchaba satisfecho.
Pero, con todo, después tenía remordimientos de conciencia. Esto le llevó al médico.
El examen de la familia descubrió los siguientes datos: La abuela materna murió a causa
de demencia senil. Desarrolló ideas de pobreza y reunía todos los trozos de papel y harapos
en la calle. Paranoides y estrafalarios eran además una tía materna y dos parientes del padre,
La fuerza dinámica de la carga neurótica compulsiva paranoide del paciente se manifestaba
en sus dos matrimonios elegidos genotrópicamente. La primera mujer era una enferma
psíquica, el hermano de la segunda mujer fue internado por esquizofrenia paranoide. Esta
segunda mujer era neurótica. En su familia había dos casos más de esquizofrenia paranoide,
y además, un caso de demencia senil paranoide y con la idea fija de que la robaban. Además,
encontramos tres suicidas, de los cuales uno era, al mismo tiempo, enfermo mental. La her­
mana del paciente, una profesora de matemáticas, se hizo más tarde psicólogo.

L a c ir c u n s ta n c ia d e q u e e l p a c ie n te er a u n j u d ío r e lig io s o o rto d o x o y un
in v e s tig a d o r d e l T a lm u d , n o s h a b la , c o n g ra n p r o b a b ilid a d , d e la tesis de que en
¡I.— C aín a la lu z d e la p s i c o lo g í a d e l d e s tin o 117

su familia así com o en él m ism o, la paranoia se basaba en una forma epiléptica


(Bucholz).
El caso d escrito d e m u e str a c ó m o se p u ed e convertir el com p lejo d e C aín en
una form a de n eu ro sis c o m p u ls iv a y en una fo b ia de m atar. U n a segunda form a
de la co n versión n e u r ó tic a d e l c o m p le jo de C aín es el extrañam iento de la percep­
ción del m u n d o in te rio r y ex te rio r .
Según la tesis de la p s ic o lo g ía d el d e stin o lo s fen ó m e n o s de extrañam ien to
aparecen esp e cia lm e n te en lo s n e u r ó tic o s d e tal fo rm a que pueden hacer estallar
los afectos to sc o s c o n g e s tio n a d o s d e C a ín , h a sta d esb ord ar el p uente d e percep­
ción del y o y así d e sc o n e c ta r se p a r c ia lm e n te ta n to d el m u n d o exterior c o m o del
interior de la p er c e p c ió n . S e g ú n e s ta te sis el ex tra ñ a m ien to es prim ord ialm en te
un trastorno d el a fe c to , p ero q u e tie n e seria s c o n se cu en cia s secundarias en lo s
trastornos del y o . L o s tr a s to r n o s d e a fe c to p u e d e n ten er lugar, o en el terren o de
los afectos c a in ític o s to s c o s , o en lo s a fe c to s e r ó tic o s fin o s, o en am bos. Sobre la
forma p u d o ro sa h isté r ic a L . W u r m se r (B a se l y B a ltim o re) h a llev a d o a ca b o , y
com unicado, r e p e tid a s in v e s tig a c io n e s (1 0 3 ).

C a ín , e l d e s p e r s o n a liz a d o ( e x tr a ñ a m ie n to ) .

El sigu ien te e je m p lo p r o v ie n e d e L . W u rm ser y tien e un esp ecia l sig n ifica d o


ya que en este c a s o d e e x tr a ñ a m ie n to a c tú a n co n ju n ta m e n te el co m p lejo d e E d ip o
y el de C aín.

E je m p lo 21. E s t a d o s d e e x t r a ñ a m i e n t o e n u n a c h ic a d e v e i n t i t r é s a ñ o s v a r i a s v e c e s
con in te n to d e s u i c i d i o .

El au tor p resen ta el c a s o te x tu a lm e n te c o m o s ig u e :

«Se trata de una estudiante de 23 años, que proviene de una familia cargada, con un
carácter paranoico y sádico, en la que ha habido varios suicidios, divorcios y figuras tirá­
nicas y amargadas. Una bisabuela de la enferma padeció una catatonía tardía. El hermano
del padre tuvo durante años una despersonalización duradera, el padre mismo tenía una
personalidad esquizoide impulsiva (matemático), tuvo varios estados de ausencia breves.
Su padre sufrió un delirio de persecución y de envenenamiento; otro pariente, delirio de
herencia. Profesiones en la familia: Profesores de idiomas, artistas, matemáticos, arquitec­
tos, músicos, intérpretes, políticos».

Historial sintomático de la paciente; es la mayor de cuatro hijos. A los dos años reaccionó,
al nacimiento de su hermanita, con una grave retención de heces que tuvo que ser tratada
durante años con enemas. Hasta hoy es todavía muy estreñida. Alrededor de los tres años,
118 C a ín y e l c a in ism o e n la H isto r ia Universal

fobia a los pájaros (miedo de que las palomas le quiten los ojos, clásica fobia de un Caín);
estados y sueños de angustia en los que se ve perseguida por gigantes y por fuego; presen­
tación del «círculo de sangre», que aparece nuevamente en el análisis; encuentra la ropa
de la madre manchada de sangre, vive la decapitación de las gallinas por el abuelo, escri­
be la muerte de la abuela; de la brutalidad de las continuas disputas de los hombres, ve
las humillaciones de la madre, por el padre. Todo esto le desvaloriza la feminidad y se di­
buja en ella un cuadro cruel de la sexualidad: La fecundación tiene lugar al herir en la boca,
al ser mordida y sigue con vómitos; el niño nace al cortarle el vientre a la madre. A los 5-7
años, miedo de violación y embarazo (ante el padre), evitado por impulsos de limpieza.
Una serie de vivencias exhibicionistas y de «Voyeur» terminaron con tremendos sustos.
A los 12 años, grave depresión como consecuencia de una escena que observó, en la que
el padre amenazaba de muerte a la madre. A los 13 años, menarquia, que fue anunciada
en la mesa por la madre. Desde entonces, hasta los deseos de suicidio, se aumenta el miedo
a quedar embarazada. De los 16 a los 18 años: una primera amistad sadomasoquística, no
íntima, que intentaba reparar mediante mortificaciones (no dormir, golpear la cabeza contra
la pared). Liberada de esto por una seducción a los 18 años aparece una grave anorexia que
alternaba con fases de gula y de vómitos que duran hasta hoy. AJ mismo tiempo apareció
amenorrea. Por entonces, deslumbrante fin de los estudios medios; estudiante brillante en la !
universidad. A los 21 años, por un desengaño amoroso, grave psicosis de extrañamiento :
acompañado posteriormente con alucinaciones. A causa de gravísimos estados de angustia,
extrañamiento y profundas depresiones que duraban semanas enteras. Entra en una clínica
en Elsass. Comienza el análisis en octubre de 1959. En cuyo transcurso comienza un serio
intento de suicidio con más de 100 (diferentes) píldoras, para así, como ella decía, asociarse
con los vivos y con los muertos. Desde entonces, intensivación de la terapia (de ocho a diez
horas semanales). Hasta ahora trescientas horas de tratamiento.
El extrañamiento ha desaparecido completamente desde hace algunos meses, a excep­
ción de algunos restos matutinos, los trastornos de comida continúan en una forma más
reducida. La angustia y depresión que tenía aparecen, de vez en cuando, corrientemente j
durante una visita o una llamada telefónica. La paciente trabaja otra vez y junto con el estudio
da clases con éxito. j

En este análisis ha ju g a d o un p a p e l d e c isiv o en la c u r a c ió n la confrontación


del com plejo de E d ip o con el d e C aín. E n re la c ió n al c o m p le jo d e E dipo, Wurmser
inform a que la paciente quería taladrar « c o m o O r e ste s a la m a d r e» ; pero deseaba
un hijo del padre. D e la p resen cia del c o m p le jo d e C a ín h a b la n m uchos detalles.
En prim er lugar, la circu n stan cia d e q u e la p a c ie n te d u r a n te el extrañamiento in­
tentaba rechazar la prop ia in feriorid ad b ajo el h o m b r e p o d e r o s o (Caín-padre). '
Pensaba que había sid o co n d en a d a a m u erte p o r el p a d r e ju e z a cau sa de la ropa
ensangrentada y por sus d ese o s sex u a les c u lp a b le s. P r o y e c ta b a al C aín en el padre,
que en realidad era un p elig ro so C aín. L a c o n fr o n ta c ió n c o n su p ro p io Caín pudo
hacer desaparecer el ex tra ñ a m ien to (c o m u n ic a d o o ra l d e l a n a lista ). Wurmser
m enciona un sueño de la p a cien te q u e r e p r o d u c im o s c o m o u n su eñ o típico de
Caín. El sueño decía:
U .— Ca¡n a la lu z d e la p s i c o l o g í a d e l d e s tin o 119

«D e repente v e o en el e s p e jo un g ig a n te que vien e h acia m í por una serie de


habitaciones. Sé q u e és ta e s m i v id a an terio r. El gigan te está rígido y n o se puede
mover él so lo , lle v a v e s tid o s m a r r o n e s, n o tien e cara : su sem b lan te es liso , sin
expresión, sin n ariz. E s u n a s e s in o d e m a sa s, un « g a sea d o r de ju d ío s» , un verdu go.
Como ca stig o d e su s t r e m e n d o s c r ím e n e s le fu e co r ta d a la nariz (la p acien te n o es
judía). D e m ied o , m e tiro al s u e lo y o c u lto m i c a r a ... D esp u és v a g a b u n d e o p or
París, siem pre lle n a d e m ie d o d e e n c o n tr a r m e otra v ez co n el gigan te. Sin querer,
me encuentro c o n él, es tá a rr ib a en u n a e sca le ra : a h o ra m uy d elg a d o , ya n o in cita
al m iedo, lo s b ra zo s e x te n d id o s . E s C r isto q u e c o n o c e to d o el m u n d o y to d o s lo s
pueblos, que n o n e c e sita c o m e r , s ó lo b eb e a g u a y siem p re se b a ñ a ; siem p re tien e
algo que hacer c o n el a g u a » .
W urm ser in te rp re ta el s u e ñ o p s ic o a n a lític a m e n te y d ice: «Su v id a está entre
dos im ágenes d ir e c to r a s: el “ g ig a n te ” y “ C r is to ” q u e están ju n to s. P o d r ía m o s
decir que “ C r is to ” e s la f o r m a c ió n r e a c tiv a c o n tr a el “ g ig a n te ” . El g ig a n te sim ­
boliza la v io le n c ia ; es d e c ir , p o r u n a p a rte sig n ific a la im p u reza , m a teria lid a d ,
cercanía. El ríg id o y o - c u e r p o a u to m a tiz a d o , “ sin ca r a ” , es u na m a sa a m o r fa , sin
figura detrás d e ella . E l e x c r e m e n to m a r r ó n , el p a n ta n o en el q u e se h u n d e , e s la
solución d e lo s p e n s a m ie n to s q u e le o b lig a n a ca lla r. P o r o tra p arte, es la au to rid a d
cruel con lo s o jo s c a s tig a d o r e s d e la m a d r e , d el v e r d u g o a se sin o , el su p er y o d e lo s
m elancólicos. C r is to , p o r el c o n tr a r io , e s la p u r e z a , esp ir itu a lid a d , leja n ía y a u to ­
nomía, la n e g a c ió n d e t o d o lo c o r p o r a l...» .
D esd e el p u n to d e v is ta d e l a n á lis is d e l d e s tin o en este g ig a n te se p u e d e ver la
vuelta d el C a ín , en su v id a p a s a d a c a in ític a . P o r ta n to , C a ín — c o m o en la B ib lia —
ha perdido su cara. E l d ijo a C a ín : ¿ P o r q u é te ir rita s? , ¿por q u é a n d a s e n o ja d o
y por qué está d e m u d a d o tu r o s tr o ? (G é n 4 .6 ) ... E s u n h o m ic id a d e m a sa s, un
gaseador de ju d ío s , u n v e r d u g o ..., q u e se c o n v ie r te en C risto . El a g u a y el la v a rse
significa p r e c isa m e n te la p u r ific a c ió n d e lo m a lo . L a B ib lia c u e n ta : el h o m b re
que m ató al e g ip c io h u y ó a u n a tier ra ex tr a n jer a (a lo s m ed ia n ita s) y se c o n v ir tió
en profeta d e D io s . L a c o n v e r s ió n d e C a ín en p r o fe ta lo v iv ió la p a cie n te en u n
sueño. E l s u e ñ o in d ic a c la r a m e n te la c o m p o s ic ió n d ia lé c tic a d el c o m p le jo d e
Caín: d el h o m ic id a d e m a s a s , d e l g ig a n te , se h a c e n C risto en el su eñ o .
A d m itim o s en la p a c ie n t e u n a n e u r o s is d e e x tr a ñ a m ie n to en b a se d e l c o m p le jo
de C aín. C o n tr a la s u p o s ic ió n d e u n a p s ic o s is h a b la ta m b ién la cir c u n sta n c ia d e q ue
en este m o m e n to e s tu d ia m e d ic in a .

La h i p o c o n d r í a p r e s e n ta la f o r m a d e n e u r o sis m á s frecu en te d el C a ín c o n v e r ­
tido. L a p s ic o lo g ía in s t in t iv a h a d e m o s tr a d o p o r c a m in o s ex p e r im e n ta le s q u e el
perfil del test d el h ip o c o n d r ia c o p u r o es la im a g e n p o la rm en te o p u e sta d el « p u ro
C aín» (1 0 4 ). F u n c io n a lm e n t e e s to s ig n ific a lo sig u ie n te : M ien tra s q u e el « C a ín
p Uro — c o m o y a s e h a d ic h o — r e p r e se n ta sim b ó lic a m e n te a un h o m b re q u e re-
120 C a ín y e l c a in is m o en la H istoria Universal

prime los afectos toscos, pero que los alm acena en sí mismo, además es codicioso
con deseo de notoriedad, sin m edida, que calum nia y acusa a su prójimo, el hipo­
condriaco puro intenta ser ético, ju sto , p u ro y bueno, se oculta, rechaza el tener y,
la mayoría de las veces, está poseído de un m iedo de muerte o de enfermedad.
Basándose en análisis breves de trein ta casos ha descrito mi antiguo cola­
borador D. Blumer (John H opkins U niversity, Baltim ore) los síntomas de los
síndromes neuróticos hipocondriacos (no psicóticos) de la siguiente forma:
1. Fijación patológica del interés en uno o varios órganos del cuerpo. 2. Miedo
de culpa y de castigo. 3. Relación odio, a m o r hacia uno de los padres. 4. Animo
depresivo. 5. Aferrarse fuerte a la vida (105). E stos síntom as clínicos se demos­
traron experimentalmente gracias al test de Szondi. Pero el antípoda de Caín
en el experimento es un hom bre p o rta d o r del m iedo de la culpa y del castigo, es
decir, de la conciencia. Sobre esto se edifica la h ipocondría. La psicología del des­
tino acepta que los así llam ados cain itas escinden sus funciones instintivas con-
génitas en una form a especial que caracteriza la form a de división Caín-Abel,
(Véase nota 106). C uando, según esto, el A bel neurótico actúa como portador
del miedo de culpa y castigo en el p rim er p lan o , necesariam ente se tiene que ocultar
Caín en el plano posterior.
Aquellos casos que describe B lum er m u e stra n de hecho que el miedo de culpa
y de castigo de los pacientes h ip o co n d riaco s se b asa en una relación odio-amor,
hacia uno de los padres, o bien hacia el h e rm a n o o la herm ana a quienes o a quien
se quiere quitar de en medio. El h ip o c o n d ria c o persiste — antes de la neurosis—
en una dependencia infantil a estas p e rso n a s fuertes, crueles, poderosas y con
frecuencia violentas. El h ip o co n d riaco q u iere m a ta r a estos tiranos. Pero su
conciencia le retien e—y com o o fren d a su p le to ria — , proyecta sus deseos de matar
en cualquier órgano de su cu erp o y cree q u e este ó rg an o (corazón, intestino) le
matará a él.
Así representa la psicogénesis de la h ip o c o n d ría, según la hipótesis del aná­
lisis del destino, una lucha d in ám ica en tre la p e rso n a abelizada y neurótica y
su órgano camitico. La n atu raleza cain ítica de los hipocondriacos se manifiesta
en que estos neuróticos m uestran u n a especial inclinación al suicidio.

C a ín e l a u to s a b o te a d o r

La cuarta form a de neurosis del C aín o cu lto es la autodestrucción de la carrera,


el autosabotaje de todos los éxitos de tra b a jo , m enos frecuentem ente, los llamados
«Nostalgie de boue», es decir, la vuelta a casa ( = nóstos) con dolor (= algos)
en el excremento y en el p a n ta n o ( = de boue). E sta nostalgia de la persona que
después de estar en una posición a lta se h u n d e en u n a m ás baja, se realiza—con
II.— Caín a la lu z d e la p s ic o lo g ía d e l d e s tin o 121
más frecuencia de lo que se cree— por el oculto Caín. Así Caín intenta destruirse
a sí mismo y la m ayoría de las veces como autocastigo por pecados que en su niñez
no fueron suficientemente castigados.

Ejemplo 22. Autosabotaje como necesidad crónica por faltas graves no casti­
gadas en la niñez en un Caín latente:

Hace años intenté un análisis breve de un oficinista de unos 25 años que cambiaba con­
tinuamente su empleo. Cuando en una colocación conseguía la confianza y la plena satis­
facción de sus jefes «cometía» siempre, de nuevo una y otra vez, una falta grave en su trabajo,
por la cual se le despedía. Discutía de tal manera y tan frecuentemente con su mujer, a la que
quería y ella también le quería a él, que se separaron. El breve análisis descubrió en su niñez
dos hechos trágicos, que al parecer había olvidado, y que los descubrió otra vez por el tra­
tamiento.
El primer hecho lo cometió contra el hermano, cuatro años más joven, cuando él tenía
aproximadamente ocho años. Los padres construyeron una casa y pronto fueron a vivir a
ella, a pesar de que la escalera no tenía todavía baranda. Nuestro paciente, que era muy ce­
loso de su hermano, le mandó un día que trajera un cubo lleno de agua hasta el piso, por la
la escalera sin barandilla. El hermano lo consiguió. El paciente le ordenó volverlo a hacer por
segunda vez, pero ésta andando por la escalera de espaldas. Al hacer este intento cayó el
hermano por la escalera desde el segundo piso. Padeció graves fracturas y comenzó además
una infección en los pulmones. Cuando nuestro paciente fue un día a casa después de la es­
cuela, le llamó la atención que el comercio del padre estaba cerrado. Presintió la tragedia. Y
de hecho, encontró al hermano muerto. Cuando por fin estremecido comenzó a llorar, se le
consoló con ternura y amor y se le premió. Nadie supuso lo que en realidad sintió el niño,
de ocho años, con la muerte de su víctima.
El mismo año le «pasó» en la escuela la segunda desgracia. Apuntó, por broma, con una
regla en la que había puesto como proyectil un lápiz al ojo de una compañera. Dio en el blanco.
La chica perdió el ojo. Sus padres obligaron al chico a visitar a la chica y a disculparse, lleno
de arrepentimiento, delante de los padres de ésta. Así lo hizo. Y aquí se repitió lo mismo que
en el lecho de muerte de su hermano. Comenzó a llorar tan amargamente que la madre de
la chica le consoló con palabras de amor y ternura a él, al autor, y aún más, le regaló golosinas.
Cuando nuestro paciente volvió a revivir estos dos hechos en nuestra consulta lloró amarga­
mente, y se quejaba de que en vez de castigarle le dieran amor. Si hubiera recibido entonces
el castigo que le correspondía por su pecado, no se tendría que castigar a sí mismo tan dura­
mente una y otra vez.

El caso nos m uestra que la necesidad de castigo del niño por las fechorías se
debería «satisfacer» con el correspondiente severo castigo. Pues al dejar al niño
sin castigo esperado, la necesidad de castigo puede llevarle más tarde a sín­
tomas neuróticos, especialm ente a trastornos de trabajo por autosabotaje.
122 Caín y e l cainismo en la H istoria Universal

O t r a v a r i a c i ó n d e ] a u t o s a b o t a j e c a m i t i c o d e la c a r r e r a a p a r e c e d e la siguiente
f o r m a : E l h ijo o h ija c o n f a c u l t a d e s , p e r o c a m i t i c o l a t e n t e c a s t i g a , a l térm in o
d e s u s e s tu d io s , a u n o d e lo s p a d r e s d u r o s , c r u e l e s p e g a d o r e s e n el q u e estaba
h a s t a e n to n c e s a p o y a d o d e f o r m a m a s o q u i s t a d e m a n e r a q u e se c o n v ie r te en un
v u lg a r m a n u f a c t u r e r o , t a x i s t a o c a m i o n e r o , p i n t o r o c a r g a d o r . A lg u n a s veces
in c lu s o lle v a u n a v id a d e « c l o c h a r d » — s in s e r e s q u i z o f r é n i c o — . E s te ir a m enos,
e s ta « n o s ta lg ie d e b o u e » e s u n a a u t é n t i c a d i a n a e n e l q u e r e r s e r c a s t i g a d o . P u es tro ­
p ie z a e n u n o d e lo s p a d r e s e n el o r g u l lo q u e a l i m e n t a b a n h a s t a e n to n c e s en la
in te lig e n c ia y c a r r e r a d e l h i j o o d e l a h i j a . H i j o s d e p a d r e s q u e , la m a y o r í a de las
v e c e s , n o a l c a n z a r o n s u c a r r e r a , s o n c o n f r e c u e n c i a v í c t i m a s d e e s t a f o r m a n eu ró ­
tic a . Si se h a c e u n te s t a e s t o s n e u r ó t i c o s , e l p e r f i l d e l p r i m e r p l a n o m u e s tr a , la
m a y o r í a d e la s v e c e s , u n a f i g u r a d e A b e l s u p e r h u m a n i z a d a , h i p e r j u s t a . p e ro en el
p l a n o p o s t e r i o r a c e c h a la r e t e n c i ó n d e a f e c t o s d e m a t a r d e u n C a ín . U n ejem plo
c lá s ic o d e e s te d e s t in o lo h a p r e s e n t a d o T s c h e s h o w e n la n o v e l a « M e in Leben».
E n t r e lo s l l a m a d o s s o c i a l is t a s d e i z q u i e r d a , h u m a n i s t a s e i n t e l e c t u a l e s , se en cuen­
t r a , n o p o c a s v e c e s , e s te t i p o d e n e u r ó t i c o s . D a d o q u e e s t a g e n t e v a c o n p o c a fre­
c u e n c ia a l a n á lis is , s u f r e c u e n c i a p a s a i n a d v e r t i d a .
L a q u i n t a f o r m a e n la q u e e l c o m p l e j o d e C a í n s e p u e d e m a n i f e s t a r fo rm a n d o
s í n t o m a s e s la p s i c o s o m á t i c a . M i e n t r a s q u e e n e l c o m p l e j o d e E d i p o se e n c u e n tra n
c o m o s í n t o m a s c o n d i c i o n a n t e s p s i c o s o m á t i c o s , l a m a y o r í a d e la s v e c e s , la inver­
s ió n p a s iv a , la t a q u i c a r d i a , d i a r r e a , c o l i t i s n e r v i o s a e i m p o t e n c i a , el com plejo
d e C a ín se m a n i f ie s t a f r e c u e n t e m e n t e e n la z o n a p s i c o s o m á t i c a c o m o : perv ersió n
( e x h i b i c i o n is m o , a n a l s a d i s m o , e t c .) , j a q u e c a s , a l e r g i a , a s m a b r o n q u i a l , eczem a,
e t c é t e r a , a s í c o m o o t r o t i p o d e « e r u p c i o n e s » , p e r o , s o b r e t o d o , c o m o «angina
p e c to ris » , in f a rto , h ip e r te n s ió n « u l c u s v e n t r i c u l i e t d u o d e n i » , e s tr e ñ im ie n to y
t r a s t o r n o s in te s t i n a l e s . L a s o c i a l i z a c i ó n y a n á l i s i s d e l c o m p l e j o d e C a ín puede
lle v a r en d e te r m in a d o s c a s o s — a d e s a p a r e c e r l o s s í n t o m a s p s ic o s o m á tic o s ,
o b ie n a a y u d a r a s u d i s m i n u c i ó n .
N o se p u e d e a f i r m a r c o n s e g u r i d a d q u e e l C a í n n o p u e d a a p a r e c e r d e alguna
o t r a f o r m a j u n t o a lo s c i n c o t i p o s n e u r ó t i c o s m e n c i o n a d o s . N u e s t r a m e ta era,
s o b r e t o d o , i n d i c a r q u e u n a p a r t e d e lo s n e u r ó t i c o s y D i o s s a b e q u é m a g n itu d
tie n e e s ta p a r t e - n o n a c e s ó l o s o b r e la b a s e d e l c o m p l e j o d e E d i p o . E x is te tam ­
b ié n u n c o m p l e j o d e C a ín a u t ó n o m o , i n d e p e n d i e n t e y a c t i v o q u e p u e d e neu ro -
ti z a r s e r i a m e n t e a a l g u n a s p e r s o n a s . L o s s u e ñ o s d e l o s n e u r ó t i c o s r e a f ir m a n una
y o t r a v e z e s t a te s is .
¡[.— Caín a la luz de la p s ic o lo g ía del destino 123

C aín , el soñador

Sería una empresa imposible y sin límite el querer comprobar estadísticamente


con qué frecuencia los sueños de los hombres evidencian el ominioso sentimiento
de matar de Caín. O tra dificultad más es la circunstancia de que hoy existen
muchos métodos de interpretación de los sueños, los cuales pueden explicar el
mismo sueño de diversas formas. La teoría de los sueños de la Psicología profunda,
como hemos descrito en el «análisis del yo», se pueden ordenar en tres diferentes
grupos de la concepción ideológica. A. Entre los grupos monísticos tenemos la
teoría de la satisfacción del deseo de Freud y la de la representación prospectiva
y autosimbólica de A. Maeder. B. Como tipo de interpretación dualista figura lo
simbólico material y funcional de H. Silberer. C. Las teorías de la totalidad
global las representa C. G. Jung con la teoría de la compensación y de la partici­
pación. Según esto, tenemos que admitir que la persona de Caín, que aparece
en el sueño, puede manifestarse de una forma totalmente distinta según la dirección
de la psicología profunda a la que pertenezca el mismo descifrador del sueño. Que
un analítico del destino consiga del analizando con bastante más frecuencia
«sueños de Caín» que representantes de otras líneas, es un hecho que no dudamos.
Al psicoanalítico le dan los pacientes, ciertamente con mayor frecuencia, sueños
de Edipo que al análitico del destino.
Además hay que preguntar que si los cainitas manifiestos u ocultos sueñan
con mayor frecuencia con el homicidio y el crimen. A este problema tampoco
podemos contestar estadísticamente. Pues a los asesinos y criminales no se les
analiza, ni antes ni después del hecho, por su m undo de sueños. Los analíticos del
destino se inclinan hacia la tesis de que los sueños de Caín quizá se sueñen con
mayor frecuencia en los cainitas ocultos que en los manifiestos. Seguramente
que esto corresponde tam bién a la teoría de Freud. Sólo que en el psicoanálisis se
habla siempre de los sueños de Edipo y no de Caín. La tesis de «un Caín arque­
tipo» es posible, pero tam poco soluciona el problema propuesto. C. G. Jung
habla de un «arquetipo de los dos hermanos» y dice: «La prefiguración del
Antiguo Testam ento a este respecto sería Caín y Abel y sus sacrificios. Caín es
de poder luciférico por su progreso revolucionario. Pero Abel es el piadoso pastor.
En todo caso Yahvé no ha estim ulado la orientación vegetariana» (108).
Aquí no podem os pro b ar nada general sobre la frecuencia y significado de los
sueños de Caín. N os tenem os que conform ar por ahora con los siguientes ejemplos.

Ejemplo 23. Diez sueños de Caín de un manifiesto homosexual pasivo de 24 años:

En el sueño 1 se encuentra con su compañero homosexual, al que quiere matar. En sueños,


tiene un hacha en su cuarto.
124 C a ín y e l c a in is m o e n la H is to r ia Universal

En el sueño 2 es llevado por un conocido (de su propio yo-sueño), en cuya habitación


había colgado en todas partes cuchillos. El soñador quiere ponerse sobre el estómago del
amigo homosexual, torcerle el brazo.
L. Poljak y H. P. David pudieron dem ostrar con el test de Szondi -—como ya
se ha dicho— que en el plano posterior, el hom osexual aparece con mucha
frecuencia el desdoblado Caín con sus exigencias pervertidas (109). Esto confirma
nuestra tesis de que el hom osexual pasivo despierto, en el sueño se encuentra con
el trozo desdoblado de su vida instintiva, es decir, con el Caín que mata (teoría
com plem entaria del sueño). El hom osexual pasivo m ezcla su sexualidad en cuanto
que desdobla las necesidades agresivas, o bien sádicas, de la sexualidad y las coloca
en el últim o p lan o ; en el prim er plano, p o r el co n trario , viven únicamente las ne­
cesidades finas de ternura fem eninas.

En el sueño 17, la amiga de un compañero le golpea con un brazo mutilado. El mismo


tiene el deseo de azotar a una chica (su propia feminidad). En el trauma-asociación, el tema
es de tormentos, galeras de esclavos, de azotar hasta sangrar a los esclavos.
En el sueño 22 aparece una pintora contrahecha que le irrita. Se ocupa en pensamientos
homicidas.
En el sueño 29 muere su amigo homosexual.
En el sueño 30 piensa si podría matar a alguien con su cuchillo, por ejemplo, a alguno de
sus amigos homosexuales. En las asociaciones habla de naranjas envenenadas, de gatos
a los que en su juventud había aplastado sus cabezas contra las piedras, de coches con los
que atropella a personas, de armas, municiones, de campos de concentración, de una mujer
a la que le pega el marido, etc.
En el sueño 31 se trata de profanación del Pan consagrado.
En el sueño 32 fantasea con crueldades que hombres desconocidos hacen a su madre.
En el sueño 43 abundan miembros de la familia contrahechos, brujas, demonios.
En el sueño 46, por la noche, está un amigo con un cuchillo delante de él. Piensa cómo
podría meter a alguien el cuchillo en el cuerpo.

En los hom osexuales activos n e u ró tico s com pulsivos, analsádicos puede


aparecer n a tu ra lm e n te la fem inidad com o « p rim a d o n a» en el plato de los sueños
com o lo d em u estra este con traejem p lo .

E je m p lo 2 4 . S u e ñ o d e un m ú s ic o a n a ls á d ic o n e u r ó tic o c o m p u ls iv o :

«Estoy en un diván apoyado sobre el vientre, con la cabeza hacia abajo. De forma análoga
a como me pegaba mi madre cuando era niño. Entonces viene mi madre y me toca, inmediata­
mente se despierta en mí la niña. De mi cuello crece una cabeza de niña, junto a la antigua.
El ano se convierte en una vagina. Entonces viene un hombre —quizá mi padre—, y tiene
lugar un “coitus per anum ”. En mí, la mujer domina al hombre, y así, se restablece mi si­
tuación espiritual».
1 1 — C a ín a la lu z d e la p s i c o l o g í a d e l d e s tin o 125

El h o m b re p a d e c ía g r a v e s o b s e s io n e s d e cerrar todo. La madre era una


sádica. El p a d re, ju e z . E l m is m o era u n an alsad ista en el sexo y en su neurosis
obsesivá. Su s u e ñ o — c o m o c o n tr a e je m p lo del sueño núm. 24— demuestra cla­
ramente q u e, en e s te c a s o , a c tú a en el p rim er p la n o el C aín analsádico en form a de
neurosis o b se siv a , la « m u je r se p a r a d a » p u ed e entrar en el plato de los sueños
pero sin tener q u e d eja r la m a sc u lin id a d . E sta situ ación de sueño corresponde
plenam ente al c o m p o r t a m ie n to d e u n h o m o se x u a l an alsádico activo en la rea­
lidad. E sto s s o n , d e h e c h o , c a in ita s y p or eso viven en el sueño su feminidad
escindida.

L os su e ñ o s de C a ín ju e g a n u n p a p e l im p o r ta n tísim o en lo s m asoquistas.

E je m p lo 2 5 . T r e s s u e ñ o s d e C a í n , d e u n m a s o q u i s t a p a r a n o i d e d e 2 0 a ñ o s (Caso
de R. K r e ie n b ü h l):

El p a cie n te, d e 2 0 a ñ o s , e s e l h ijo m a y o r d e cu a tro h erm anos. Su padre era hijo


único. E ste d ir ig e u n c o m e r c io d e h ie r r o s d o n d e el hijo h izo su aprendizaje de
com erciante. E l h a s ta e n t o n c e s h ijo , te n id o en p o c o , se desarraigó de repente y
quiso ir al J a p ó n c o m o m is io n e r o . S ó lo c o g ió su eq u ip o de ju d o, pero en M arsella
lo recogió su p a d r e.

Numerosas vivencias traumáticas, en edad temprana, le llevaron a la formación de sín­


tomas de diverso tipo: miedo de separación, operación de hernia y de ombligo, miedo al
castigo en el hospital por separación de otros niños, glotón, se chupa el dedo hasta la sexta
clase de primaria, que dejó de hacerlo por la amenaza de San Nicolás. Hasta la edad de los
10 años se metía todas las mañanas en la cama de los padres, entre el padre y la madre, y,
con frecuencia, en la ausencia de la madre (por estar en el hospital) dormía en la cama de
la madre, juntó a su padre, hasta los 19 años. A la muerte del abuelo, con frecuencia, dormía
con la abuela. Alimentaba fuertes celos de las hermanas nacidas después, con las que tenía
una relación sadomasoquista de amor-odio. Miedos fóbicos (por ejemplo, fobia a los perros);
le atormentaban ataques de miedo paranoides; así el miedo a ser asesinado por la Mafia,
además miedo a que la madre cumpliera sus amenazas de que se quitaría la vida a causa de
las agresiones de su hijo. Se inclina también a la somatización de los conflictos (dolores de
espalda, estómago y cabeza, vómitos), a los miedos hipocondriacos por la pasión de ona­
nismo y de fumar. Se m asturba con ceremonia, la mayoría de las veces excesivamente. Durante
esta época visita prostíbulos y derrocha dinero. Frecuentemente estaba inundado de deseos
homosexuales y perversos de tipo uretral, anal y sadomasoquistas y se deja azotar por los
camaradas y humillar por las prostitutas. Con frecuencia se humillaba tí mismo. Intentó
también relacionarse sodómicamente con los animales, a los 18 años entró en un establo de
caballos y se satisfizo sexualmente con caballos.
126 C a ín y e l c a in is m o en la H is to r ia Universal

En esta época el paciente m uestra reacciones inflativas-paranoides graves,


que alg u n as veces se am ortig u ab an con m edicam entos. A dem ás, es interesante su
esquem a c o rp o ra l bisexual, en d o n d e el om bligo representa la vagina. Por eso
le era posible — así lo cree— llevar a cabo el «coitus» consigo mismo. Tenía,
adem ás, ideas de grandeza: creía que era d escubridor, m ago, Cristo, faraón,
tiran o . T am bién aparecieron d u ra n te el tratam ien to trasto rn o s en el trabajo, de
tipo depresivo.
P resentam os aquí, entre o tro s que tuvo, tres sueños, de naturaleza típicamente
cam itica.
Sueño núm . 210: soñé que viajaba en un avión gigantesco. Hicimos muchas
escalas. V oláb am o s m uy alto com o u n a nave interplanetaria. A la derecha, en la
p ared , ten íam o s u n a especie de ray o láser. Al m enos así parecía. Tenía dos fuertes
a p a ra to s ópticos. E stab an u n id o s con un ray o fino de luz. Todo el avión era un
p ro to tip o , hecho p a ra la feria in tern acio n al. E l a p a r a t o s e r v í a p a r a la destrucción
d e l a h u m a n i d a d . U n o m e enseñó lo fuerte que era el ap arato . Orientó el rayo hacia
M arte, tro p ezó en M arte, se reflejó cayendo de vuelta en la Tierra y destruyó
de 8.000 a 15.000 h om bres, p o r ta n to , m uchos m enos que si hubiera sido orien­
ta d o directam en te hacia la T ierra. E n esta época el m atar es algo normal.
Sueño núm . 214: está con u n a chica en u n a casa de cuatro pisos. Otra chica se
había m atad o tirándose desde el tejado. Yo le dije a la chica que ya había sucedido
que u na chica « s e m a t a s e p o r m í » . Y o tengo m iedo de que esta chica se mate
tam b ién p o r mí.
Sueño núm . 242: m i p ad re y yo d isp aráb am o s con dos arm as. Era de noche. El
estab a ap ro x im ad am en te m edio m etro d elante de mí. P or tanto, con un pequeño
desvío hacia la derecha le p o d ía dar. En vez de eso disparábam os los dos a un
bloque cuyas ventanas estaban to d av ía encendidas, parecía que era nuestra casa.
Los sueños 210 y 214 son sueños de C aín clásicos. En el sueño 242 aparece
prim ero el com plejo de E dipo (m a ta r al p adre) pero después dispara, junto con su
padre, a su pro p ia casa p o r odio e ira co n tra la m adre enferm a y por celos hacia
las herm anas.

E je m p lo 26. D o s s u e ñ o s d e C a ín d e u n e s t u d i a n t e d e v e in t ic u a t r o a ñ o sy medio
co n h ip o c o n d r ía , c o m p u ls io n e s y tr a s to r n o s s e x u a le s (caso de R. Kreienbühl):

El estudiante Phil II, de veinticuatro años y m edio, es el más joven de cinco


hijos. P or el consejo del m édico, la m adre no debería de haber tenido más hijos,
ya que antes del nacim iento del paciente padeció fuertes miedos de culpa y de
castigo de tipo religioso y síntom as de histeria de conversión. El padre fundó
una fábrica de m aterial de cem ento que la llevaba con la ayuda de sus dos hijos
//.— Caín a la luz de la psicología del destino 127

mayores. Como hijo más joven se sentía por la sobreocupación de ambos padres y,
sobre todo, por la enfermedad de la madre durante años, abandonado y a falta de
cariño.

El p acien te se p r e s e n tó p a r a el tra ta m ie n to , p or recom endación del médico de cabecera.


Después de un a ta q u e d e n e rv io s le h a b ía tra ta d o el m édico durante ocho semanas con in­
yecciones d e C a lc iu m -B ro m a ts in , y ex p e rim e n tó u n a m ejoría notable de los síntomas psíqui­
cos. E stos s o n : fu e rte s m ie d o s h ip o c o n d ria c o s (m iedo al cáncer, enfermedades del corazón,
tum ores en la c a b e z a , e p ile p s ia , este rilid a d ), a taq u es de m iedo paranoide (miedo a que le
atacasen p o r d e trá s), a ta q u e s d e m ie d o cain ítico s (m iedo a tener que m atar de repente al
igual que los a s e sin o s se x u a le s y n azis, o a ser asesinado él mismo de form a cruel, sexual-
m asoquísticam en te), s ín to m a s c o m p u lsiv o s co m o im pulsos de tocar y lavar, impulsos anales,
y sobre to d o u re tra le s , « p r u ritu s a n i» ; o b sesio n es religiosas (por ejemplo, el paño de la cin­
tura del C ru c ific a d o se cae en la re p re se n ta c ió n y tiene que ser subido); representaciones
im pulsivas d e d iv e rso tip o sá d ic o sex u al y m a s o q u is ta ; deseo de m uerte a los padres y her­
manos qu e so n re p rim id o s c o n v io len cia. R esuelven este impulso las llamadas telefónicas
y el leer c u a lq u ie r e s q u e la . T ie n e q u e c o n ta r to d a s las buenas acciones de los padres y de los
herm anos, y p e n s a r c o n a h ín c o en o tr a s p e rso n a s que pueden estar m uertas. De vez en cuando
im pulsos o n a n is ta s , im p o te n c ia a n te s y d e sp u és del m atrim o n io . M uestra también formación
de reacciones c o n tr a su e le v a d o a fe c to de o d io , envidia y celos, alim enta deseos de muerte,
tam bién c o n tr a la m u je r e h ijo q u e , p o r escrú p u lo s, la m ayoría de las veces, son dirigidas
contra sí m ism o .

El orinarse en la cama hasta los doce años, las jaquecas, los mareos, el tener que
llorar de repente reafirman la tesis de una constitución paroxismal. En la época
de sus estudios tenía fuertes trastornos de concentración (física y matemáticas) y
por esto tuvo que cortar sus estudios.
Los dos sueños cainíticos dicen:

En el su e ñ o 127 h e m o s m a ta d o a alg u ie n (n o está claro si intencionadam ente o no). Mi


a c o m p a ñ a n te y yo h u im o s p rim e ra m e n te a pie, después tom am os un auto. Tres policías
vienen tra s el a u to . Y o n o te n g o m u c h o m ied o p o rq u e todavía no pueden saber nada. Se
sientan en el c o c h e y só lo q u ie re n ir u n tra y e c to con nosotros. Estam os en una ciudad. Te­
nem os q u e h u ir ta m b ié n . D e r rib a m o s a un hom b re. Saltam os otra vez de allí. El otro me
llam a. V u elv o . H a s id o « c o g id o » p o r u n h o m b re. Este dice: He m atado con un cuchillo al
h o m b re d e r rib a d o . T e n e m o s q u e ir c o n él, v am o s a una casa y estam os vigilados por todas
p a rte s p o r h o m b r e s a n tip á tic o s . D e s c u b ro u n in stru m en to parecido a un lápiz cualquiera,
cuyos ra y o s e n s o rd e c e n a l q u e le d a n , los d irijo hacia el vigilante. Me lo quita y me dice:
« E sp era, y te v o y a e n s e ñ a r c ó m o te sie n ta » . N o to que estoy raro, com o si estuviera volando
p o r el a ire . B a ja m o s al s ó ta n o , allí se n o s d a un calam b re con alam bres puestos en la corriente.
E n to n c e s n o s m u e s tr a f o to g ra f ía s en las q u e to d av ia éram os pequeños. Tengo que decir
sie m p re c u á l d e lo s c h ic o s so y y o en las fo to s. En seguida lo encuentro, porque el otro es más
128 Caín y el cainismo en la Historia Universal

oscuro. Luego tenemos que esperar ante una puerta. Allí, nos espera otra vez algo desagra­
dable. El hombre que nos ha traído es médico. Tengo miedo durante todo el sueño.
En el sueño 231, mi hermano y yo estamos en el portal. De repente aparece un enemigo.
Nos cubrimos. El nos arroja un largo cuchillo. Creo que primero hacia mí, pero lo arroja
contra mi hermano. Lo levanto y lo vuelvo a echar, y mato al enemigo. Después de algún
tiempo se mueve otra vez. Lo hago pedazos y lo meto en una bolsa, y voy a donde mi tío,
El me da veneno para que pueda destruirlo de una vez. Pero no sé dónde puedo echar la bolsa
de forma que no mate a otra persona.

E je m p lo 2 7 S u e ñ o s c a m itic o s d e un q u e r u la n te d e v e in tis ie te a ñ o s :

E l m u y d o ta d o p s ic ó l o g o d e 2 7 a ñ o s , a p e s a r d e su s c o n o c im ie n t o s n o se le ad­
m itía en n in g u n a p a r te — n i en la U n iv e r s id a d n i en la s o c ie d a d — . E ra evitado o
b u r la d o , p o r la m a y o r ía d e lo s c o le g a s . D e a q u e llo s q u e n o le q u e ría n y que herían
su n a r c is is m o h a b la b a p e s te s , se q u e r e lla b a fu r io s a m e n te y n u n c a se agotaba;
c o m o u n a lejía c o n c e n t r a d a lo s p o d ía c a u te r iz a r . P o r e l c o n tr a r io con aquella
m in o r ía q u e le a c e p t a b a y a la b a b a s e c o m p o r t a b a d e u n a m a n e r a exageradam ente
su m isa , h a b la b a d e e llo s y c o n e l lo s e n u n t o n o d u lc e y s e le s p e g a b a co m o pez.

El paciente era el mayor de cinco hijos, fue frustrado por la madre y educado por una
muchacha muy exigente, ya que sus padres trabajaron siempre en el comercio. Así, por
ejemplo, no tenía tiempo de hablar con su madre porque el tiránico marido no la permitía
salir del comercio. Con el hermano, tres años más joven —al que de pequeño estaba unido
homoeróticamente, de tal forma, que por amor llegó incluso a beber su orina— alimentó
después una relación Caín-Abel. En el ámbito de la familia era insoportable, grosero, petu­
lante, un querulante, con. frecuencia también violento. Como el padre, tiranizaba él también
a la familia, sobre todo a la madre. Su deseo ilimitado de notoriedad y su querer saber todo,
le hacía insoportable para sus colegas. Su eterna tendencia a riñas y querellas trastornó más
tarde seriamente su carrera y tuvo que cambiar frecuentemente su empleo. Su matrimonio
fue el de un C aín: Un infierno lleno de disputas por bagatelas insignificantes, ya que no so­
portaba ningún reproche y siempre sabía todo mejor que nadie. La mujer pensó muchas veces
en el suicidio. El hizo todo lo posible para llevar a la mujer a la muerte.

S eg ú n la h is to r ia fa m ilia r er a c ie r ta m e n te u n c o n d u c t o r d e p a r a n o ia de base
e p ilé p tic a .
S u s su e ñ o s lle v a n u n a n o t a t a n t o c a in ít ic a c o m o m o is e íta .
C o m o s u e ñ o s d e « M o is é s » se p o d r ía n e n te n d e r e l 7 y el 8.

En el sueño 1, en la orilla del Sena me pregunta mi padre por mi hermano. Yo digo que
no hay mucha esperanza de encontrarle con vida y le veo en mi pensamiento muerto y de­
vorado (como desgarrado) en la orilla del Sena. Entonces veo ante mí las cuatro muchachas
¡I,—-Caín a la luz de la psicología del destino 129

de servicio que tenemos ahora (dos de ellas tienen un aspecto ordinario de judías). Una de
ellas fue asesinada. Finalmente, me veo yo a mí mismo devorado: V, la amante, me ha des­
garrado.
En el sueño 2 el asesino, Domini, se ha escondido en medio del bosque en un castillo.
Está asustado y se le busca por todas partes. Cuando llegué allí por caminos de arena, cruzados
y perdidos están sólo un médico (o policía) y dos vigilantes. De repente Domini asalta a la
gente de la retaguardia y se llega a una cruel pelea. Al mismo tiempo Domini consigue hundir
la pistola en el hombro del médico-policía, pero los vigilantes, o yo, se la podemos quitar.
Pero Domini puede llevarle detrás de él, de forma que a pesar de que está sujeto por dos
vigilantes intenta matarle con su fuerza violenta. Se iguala ahora en su potencia con la del
Sr. G. Pero ahora —yo no soy ningún héroe— levanto el revólver, a pesar de estar temblando
muerto de miedo, y disparo al homicida en el corazón, entonces le machaco en su insensible
cabeza de buey. Los vigilantes huyen, y yo detrás de ellos. Las dos muchachas encierran a
Domini de forma que ahora, muriéndose, llora de tal forma que lo oye toda la ciudad. En­
tonces entran los oficiales y ven que el temido asesino por fin está muerto. Yo me despierto
temblando de miedo y con un pulso muy alterado.
En el sueño 3, en un campo de trabajo, hay un hombre que mata una y otra veza hombres,
y a pesar de eso se le deja libre después de observado, para luego en un ataque de cólera matar
a un hombre. ¿Por qué no se le encierra ?
En el sueño 4, sólo una frase: La madre es la que mata a los hijos. Y ahora me preguntan
todos los de la familia, que están furiosos después de este asesinato, todos menos mi hermano
que no ha sido desgarrado. Pero les enseño (como respuesta) cuchicheantes ángeles de la
muerte.
En el sueño 5, de la boca de un durmiente, en un despeñadero, sale una llama.
En el sueño 6, en un desfile militar estaba en una moto y voy como un demonio por d
mundo lo que me gusta mucho. De pronto, cuando paro en un semáforo, me dicen que me
he puesto un ropaje prohibido. Entonces tomo veneno y me muero.
En el sueño 7 veo en un libro antiquísimo y también, en viejo alemán: Los cielos alaban
al Honor infinito, bajo el título: El primer sacabuche de Juan.
En el sueño 8 voy con mi esposa de viaje, y paralelamente a nosotros va Noach con dos
chicas. Como Noach habla de que por este camino se va hacia Dios, vamos por un pequeño
agujero que conduce por él a la calle, y sobre el que se alzan las montañas de Italia. Mi esposa
pasa por él; pero yo no lo quiero ni intentar, así de inmenso me resulta.

E ste c a s o p o d r ía serv ir c o m o parad igm a del hecho de que también un cainita


m anifiesto p u e d a ten er su e ñ o s m a siv o s de Caín. Pues en este hombre actuaba
el C aín en las s e s io n e s a n a lític a s tam b ién sin límite. Com o ejemplo indicamos el
p ro to co lo d e u n a se sió n .
D esp u és d e q u e el p a c ie n te había interrum pido espontáneamente por dos se­
m anas las se s io n e s a n a lític a s y se había analizado él mismo, trajo un sueño en el
que era o p e r a d o d el vien tre. S o b r e esto dijo lo siguiente:

o
130 C aín y e l cainismo en la Historia Universal

« E sto y co n u n a g u je ro a b ie rto en el v ie n tre . ¿E s este el a n á lisis qu e se ocupa de mis en­


tr a ñ a s ? E sto y c o lg a d o d e un a b is m o . Q u ie ro s a lta r y m a ta rlo s . T e n g o rá p id o s pensamientos
de m u e rte c o n tr a ello s. ¿ P o r q u é te n g o este C a ín en m í: c o n tr a el p a d re , c o n tra la niñera, con­
tr a la m a d r e ? ¡A h, este in fin ito a lm a c e n a m ie n to d e ira ! ¡P o rq u e n o tuve a la madre tengo
a h o r a el C a ín ! C a si n o p u d o re s p ira r. B u sc o u n a s a lid a . Si d e s tru y o a to d o s, tampoco esto
m e d a la p az. E s el v a c ío ... Q u ie ro te n s a rlo s a to d o s (es d e c ir, al p a d re , a la madre, a la ni­
ñ e ra , al a n a lític o ), a ta r lo s a la s ru e d a s , d e s tru irlo s , p is o te a rlo s , a to rm e n ta rlo s ..., los mato,
los e c h o a to d o s en p lo m o d e r re tid o , e s g rim o u n a e s p a d a , lo s d o b lo a to d o s ... (actúa cada vez
m á s fu e rte ). N o a y u d a n a d a , m e sig u e a to r m e n ta n d o , te n g o n á u s e a s ... (después de una pausa
sigue). ¡Es o tr a c o s a ! Y o p o d r ía d e s c a rg a rm e d u r a n te u n a h o r a c o n este Orgasmus-Caín.
N o he a d e la n ta d o n a d a en el a n á lis is . N o m e a y u d a n a d a . N ie b la , fuego, asesinato, hoz,
éste es el C a ín . Sé lo q u e es. N o es a lg o p e r s o n a l, es a lg o fa m ilia r ...» .

Al final del análisis admite que por envidia al analítico no le ha permitido que
alcanzase un éxito en su curación.
La hilera de sueños de Caín que estaba a nuestra disposición nos cierran la
esperanza de que algunos lectores si experimentan en sus sueños al Caín sean
conscientes al despertar de que todavía no han solucionado su complejo de Caín.

Caín, el hombre vulgar

La psicología práctica está ante uno de los problemas más difíciles, cuando
tiene que encontrar, exclusivamente, por medio de la conversación, al Caín de
todos los días. Ya para poder reconocer al Caín manifiesto tiene que tener el
médico una suerte especial. Los ataques cainíticos se presentan visiblemente sólo
periódicamente y con muy poca frecuencia en la presencia del médico o psicólogo.
Estos sólo pueden tener noticias por lo que les refieren los ataques manifiestos,
o bien sobre la erupción de los afectos de Caín. En caso de que el oculto Caín se
manifieste en acciones típicamente paroxismal-neuróticas, psicóticas, criminales
o antisociales o psicosomáticas entonces se le puede reconocer naturalmente más
fácil —como lo demuestran los ejemplos precedentes—. Pero en el llamado
«Caín cotidiano» se entremezclan estas señales de Caín que se pueden encubrir
con frecuencia con los rasgos del carácter (camuflaje como reacción). El ca­
rácter parece que es para el Caín un refugio seguro.
El arte de disfrazarse del Caín es, como se sabe, inmenso. A pesar de que algunas
de esas técnicas encubridoras de todos los días son conocidas (véase más tarde),
el psicólogo no puede prescindir del diagnóstico instintivo y del yo experimental,
ya que éste, sin fijarse en sus disfraces, descubre al Caín con gran precisión y
seguridad.
II.— Caín a la luz de la psicolo g ía del destino 131

Las diferencias entre el complejo de Caín y el de Edipo las hemos representado


en la tabla 5. Allí se indicó que el complejo de Caín se hace visible en el medio
del perfil del test, en cambio el de Edipo aparece en el borde (véase nota 110 y 111).
Esto significa: el complejo de Edipo se hace visible por las especiales reacciones
en el vector del contacto, el complejo de Caín, por el contrario, en los vectores
del afecto y del yo.
A continuación intentamos describir algunas variaciones del Caín cotidiano,
del Caín vulgar.
Basándonos en el destino afectivo de Caín se pueden diferenciar las siguientes
variantes:
1. El puro Caín vulgar que almacena en sí los afectos toscos y que presiona
sabiamente sus tendencia de grandeza ilimitada y que no se le puede reconocer
en la vida diaria. Sin embargo, el test le hace visible.
2. El Caín cotidiano con ropaje encubridor fácilmente reconocible. Sobre
todo le puede descubrir la forma de hablar «con frases cortadas».
3. El Caín cotidiano que se avergüenza, que almacena igualmente sus afectos
toscos, pero que con un ropaje encubridor de pudor inadecuado aparece como un
hombre inofensivo. Especialmente los exhibicionistas se encubren de esta forma.
4. El aparentemente abelizado Caín cotidiano almacena interiormente sus
afectos toscos y retiene también su tendencia ilimitada de grandeza. Hacia fuera
aparece como si fuera un puro y bondadoso Abel. A pesar de que en problemas de
justicia e injusticia interiormente es ambivalente, intenta, con todo, encubrir su
maldad interior con el comportamiento de Abel. Así, con este traje camuflado,
aparece en la sociedad incluso como clérigo, director de un orfanato o de una
oficina, como médico, enfermero o enfermera y así permanece como un Caín
oculto.
A estas cuatro formas de Caín cotidiano hay que añadir una quinta forma de
aparición que la presentaremos más tarde en la explicación cainítica del afán de
imponerse. Estas existencias de Caín son fáciles de reconocer en los perfiles del
test. No podemos dejar de dar una respuesta al siguiente problema: ¿Qué entiende
la psicología por el concepto de «afectos toscos» y por tendencia ilimitada de
imponerse?

A. La vida afectiva de Caín

Seguidamente a la explicación del suicidio depresivo se mencionó que la psi­


cología del destino entiende por afecto el sentimiento intencional concreto y diri­
gido de aquel estado en la vida instintiva y del yo. Los afectos fueron diferenciados
de tal modo del talante (Stimmung) por estar aquellos siempre orientados de
! 32 Caín y el cainismo en la H istoria Universa!

manera intencionada a alguna persona o cosa, por algún estímulo determinado,


por tanto son dependientes. El talante (Stimmung), por el contrario, es una situa­
ción básica del ser que es independiente de los objetos, no está orientado y de
este modo es primitivo.
Desgraciadamente la psicología profunda no dispone todavía de una doctrina
moderna de afectos que sea de igual condición que la doctrina del instinto. Por
eso tuvimos que tomar la antigua ordenación fenomenológica de los afectos de
Tomás de Aquino (1225 ó 1227-1274) que apoyándose en Aristóteles divide los
afectos en dos categorías:
I. Los afectos irascibles (vis irascibilis): 1. ira. 2. Odio. 3. Envidia. 4. Celos.
5. Miedo.
II. Los afectos concupiscibles (vis concupiscibilis): 1. Anhelo. 2. Concu­
piscencia. 3. Amor. 4. Valor. 5. Compasión. 6. Alegría (112 a, b).
Los afectos de la categoría I los incluimos dentro de los cainíticos toscos,
aquellos de la categoría II los incluimos en los afectos finos y delicados de Abel.
La determinación conceptual de cada uno de los afectos la encontramos en la
«ética» de Benedict Baruch de Spinoza (1632-1677). Aunque instinto y afecto
no se pueden separar de una manera clara y tajante, pues aparecen mezclados
disposiciones de ánimo y afectos (113), sus definiciones de los afectos toscos
están, tan clara y comprensiblemente acuñadas, que todavía las tenemos como las
más usuales. Pero en estas antiguas definiciones tenemos que poner la mayoría
de las veces, en lugar de «tristeza» la palabra «desgracia» y en lugar de «idea» la
palabra «representación», y de este modo hacer comprensible para la psicología
de hoy el sentido de este concepto. Vamos a transcribir textualmente las definicio­
nes de Spinoza:
«Por afecto entiendo —escribe Spinoza— las afecciones del cuerpo (exci­
tación, estímulo) por las que la fuerza actuante del cuerpo se aumenta o dismi­
nuye, se favorecen o se inhiben y al mismo tiempo las ideas (representaciones) de
estas afecciones» (114).
Ira: Es la «concupiscencia por la que estamos inducidos por el odio, a hacer
el mal al que odiamos» (115). Según Spinoza el odio va delante de la ira.
Odio: «Quien odia a alguien le llevará al mal en caso de que no tenga miedo a
que a él mismo le venga un mal mayor»...
«Uno que odie procura alejar y destruir el objeto que odia» (116). También
la desvalorización del otro es odio, pues esto significa tener, por odio, a alguien
en menos de lo que es justo (116).
Envidia: «Es odio en tanto que éste afecte al hombre de forma que con la suerte
del otro se aflija y viceversa, se alegre en las desgracias del otro» (117). La envidia
y la alegría del mal ajeno tienen, con frecuencia, la misma fuente de afecto.
¡I.—Caín a la luz d e la p sic o lo g ía d el destino 133

Venganza: Es la concupiscencia por la que somos inducidos, por odio, a


causar el mal que por el mismo afecto del odio nos ha inducido al daño (118).
Spinoza determina de igual modo 48 tipos de afectos, pero entre ellos faltan
la designación de cólera y celos. Quizá la cólera sea para él sinónimo de ira, y celos
sinónimo de envidia y venganza.
La cólera nos parece a nosotros el mal relativamente más pequeño de los cai­
nitas. Estar colérico significa que ha sucedido algo de lo cual se esperaba lo contra­
rio y en la impotencia se orienta la fuerza de destrucción de los afectos contra obje­
tos inadecuados. La cólera contra la mujer, por ejemplo, se descarga con el romper
un plato, una silla o una mesa. Si no se experimenta la cólera contra la persona que
le ha llevado a la cólera, entonces con frecuencia se orienta hacia otra persona que
es inocente. Así, por ejemplo, la cólera de la oficina se descarga en la mujer y en los
hijos. El odio no es condición previa de la cólera como en la ira.
Según Schleiermacher los celos son aquella pasión que «busca con empeño
lo que hace sufrir». Pero esta designación conocida desde antiguo es determinante
para todas las pasiones y no contrasta los celos de los restantes afectos en forma
específica.
En los celos como pasión, uno quiere tener o volver a tener un objeto que en ese
momento está en posesión de otro. Una condición de los celos radica, con fre­
cuencia, precisamente en que el objeto que se poseyó en un tiempo se ha perdido.
Así, por ejemplo, un chico está celoso de su hermano más pequeño a causa del
amor de la madre que hasta entonces poseía él sólo y que ahora lo ha perdido.
Entre envidia y celos existe una relación o dependencia, pero también hay una
diferencia. Se habla de envidia si uno está entristecido por la suerte del otro. Se
puede hablar de celos cuando uno ha poseído antes la misma felicidad pero lo ha
perdido del todo y entre tanto otro ha obtenido esta felicidad (= objetos).
Temor «es —según Spinoza— una tristeza honda, inconstante, de algo inse­
guro, de un mal que se funda en una idea de una cosa futura o pasada, de cuya
salida estamos dudando en cierto modo».
Spinoza opina que no existe temor sin esperanza ni esperanza sin temor.
En los cainitas se encuentra con frecuencia el afecto «temor», tanto si tienen
miedo de matar o de matarse como si están ya determinados a reparar su culpa o a
rechazar su tendencia de grandeza ilimitada. Pero con mucha frecuencia dudan si
esto les servirá para siempre, de si la esperanza que acompaña a su arrepentimiento
se realizará.
En la psicología profunda actual se ha ocupado especialmente la escuela extre­
mista de Melanie Klein con los afectos toscos de los lactantes hasta la edad adulta.
Pero esta escuela atribuye, erróneamente, los afectos toscos más extremos a los
paranoides y a la depresión y deja a un lado totalmente el que estos fenómenos
pertenecen plenamente a la constitución camitica paroxismal-epileptiforme.
134 Caín y el cainism o en la H istoria Universal

M. Klein define la envidia como «el sentimiento enojoso de que una persona
posea algo y disfrute algo apetecible, de ahí que el impulso envidioso radica en
quererlo quitar o destruir. La envidia se limita a la relación de un objeto hacia una
única persona y retrocede a la relación más temprana para con la madre» (119).

Los celos se basan —según la autora— en la envidia, pero condiciona la rela­


ción del sujeto a, por lo menos, dos personas. M ientras que los celos se refieren
principalmente al derecho de reclamar un determinado objeto que está en peligro
de quitársele o de haber sido quitado, en la envidia la cosa puede ser objeto de valor
(el pecho de la madre, un juguete, más tarde el coche, la casa, la mujer, etc.),
por lo que uno puede ser envidiado y por eso se valora como «perdido» o que se lo
tienen que quitar.
Según la tesis de esta escuela el pecho de la madre es el objeto de envidia pri­
mordial. El pecho materno tiene que interesar en las dificultades del niño en tanto
que tenga el sentimiento de que «el pecho negado guarda para él la satisfacción
retenida». La envidia del pecho del lactante tiene que tender —según M. Klein—
no sólo a «robar ese pecho, sino también a introducir lo malo, sobre todo los malos
excrementos y malas partes de sí mismo, en la madre, es decir, en primera línea en
su pecho para pudrirlo y destruirlo» (119). La autora cree que los lactantes dividen
el pecho de la madre en pecho «bueno» y «malo». Si la envidia es constitucional y
extremadamente grande —como en los paranoides y esquizoides— entonces la
relación para con la madre puede estar seriamente perturbada. Pues en estos casos
el niño es incapaz de construir y de guardar interiormente «un buen objeto». La
condición de que un lactante quiera destruir con ataques oral sádicos el pecho
de la madre «por envidia», puede trastornar —según la autora— el fundamento
de la estabilidad y de la formación de un yo fuerte. El pecho materno —como ob­
jeto primero— forma, según Melanie Klein, el núcleo del yo «pues sólo si se expe­
rimenta frecuentemente el placer tranquilo de ser alimentado, la introyección del
pecho de la madre se realiza como un objeto bueno con relativa seguridad» (120).
Para la felicidad posterior y para alcanzar el placer es el «pecho bueno» el que
forma el fundamento.
Melanie Klein separa el agradecimiento de la envidia. Pues al agradecimiento
pertenece la facultad de asimilar el objeto, de amarlo sin envidia, a aceptar el re­
galo del objeto amado, de conservarlo, de poder hacer regalos con generosidad.
Lo más chocante en esta hipótesis es que el lactante ya desde los primeros
meses de vida estaría en condiciones de distinguir el llamado «objeto bueno del
malo». Esta separación sólo la consigue el lactante «si posee una adecuada capa­
cidad de amor». Cuando existe una envidia constitucional demasiado grande,
entonces está perturbada la separación de lo bueno y lo malo.
//.—Caín a la luz de la psicología del destino 135

Se tiene la impresión de que esta escuela deriva la esencia de la ética de la capa­


cidad de separación, del lactante, de lo bueno y de lo malo del pecho de la madre
y con esta base constituye la total actuación de la ética.
Coincidimos con M. Klein cuando considera la capacidad de separación como
innata, es decir, constitucional. Pero la hipótesis parece una separación «ética»
de lo bueno y lo malo y que el analizado adulto «por recuerdo de los sentimientos»
reviviese en el análisis, asociativamente, esta experiencia de separación. Esta .
hipótesis la tomamos como «pura fantasía», pero no como una verdad empírica­
mente demostrada, aun cuando pudiéramos reforzar su hipótesis de que el pre-yo
comienza a funcionar de hecho ya en los lactantes. Pero el error que comete
a este respecto la autora radica primeramente en que confunde, la mayoría de
las veces, las funciones del yo (proyección, introyección) con los contenidos
psíquicos de esas funciones del yo; segundo: en que confunde los sentimientos
(afectos) con las funciones del yo. Que el yo del lactante, por ejemplo, proyecta
es cierto. Pero la tesis de que esto necesariamente sea una «persecución» sería
muy discutible. El contenido de la proyección en los lactantes radica generalmente
en la participación, es decir, en el ser uno e igual con la madre. Pero este contenido
es igualmente inconsciente como la devolución de la proyección con los contenidos
de la participación, como la consiguiente inflación (chupar, onanismo y como
la introyección).
Es muy perturbador —incluso increíble—, especialmente, la equiparación
irresponsable de proyección con paranoide y la introyección con la depresión.
A pesar de ser cierto que el paranoide proyecta y el depresivo introyecta, esta
experiencia no permite de ninguna manera la generalización, de que toda proyec­
ción tienen que tener en su contenido persecución y toda introyección la depresión
(la tristeza).
Para el concepto de «tendencia de valía ilimitada» de Caín es significativo lo
siguiente:
La tendencia de sobresalir es la pasión de exponer a la luz alguna propiedad de
sí mismo, de ponerse a la vista, de mostrarse. Lo contrario es la tendencia a ocul­
tarse, es decir, la modestia. En la tendencia de sobresalir, de abrirse camino se
trata de una tendencia psicológica, una conservación de sí mismo que no significa
todavía un mal. Pero si esta tendencia de notoriedad se hace ilimitada ocasiona a
otro voluntariamente, incluso con violencia, perjuicio. Si alguien se muestra,
se hace ver de tal form a que obliga al otro premeditadamente y con violencia a la
sombra, entonces la tendencia dañina de destacarse es cainítica.
La quinta variación del Caín de todos los días es el Caín arribista, narcisista,
ambicioso, dañino.
Tropezamos con él en todas las clases sociales: comenzando por los luchadores
de clases, pasando por los rivales en las ciencias, las artes, la literatura y la política
136 Caín y el cainismo en la Historia Universal

hasta los continuos competidores por una posición. Lo que en este ámbito se
permiten políticos, artistas y científicos en su arrogancia, puede llegar con fre­
cuencia a lo que es una difamación criminal. Pensemos sólo en la competición
por un premio de arte, por una silla ministerial, por una cátedra en las universi­
dades o por una canonjía. De qué sirven al calumniado si después de la elección
el Caín vencedor desmiente las calumnias —como sucede a menudo frente a su
rival—. El perjuicio causado con su calumnia se pega a su persona como si fuera
pez. Un Caín malicioso narcisista y dañino puede detener, con su tendencia de
sobresalir y notoriedad ilimitada, en las academias de arte, música o literatura, o
en las universidades, los adelantos en las artes y en las ciencias, por décadas. Pero
precisamente por esta actividad represiva y destructiva estos caínes engañadores
son coronados como «defensores de la sociedad y como precursores del arte y de
las ciencias». A pesar de esto son perjudiciales.
Toda persona imparcial tiene conocimiento sobre la capacidad oculta, trai­
dora, destructora de estos caínes ambiciosos narcisistas, dañinos. Su arte de dis­
frazarse deslumbra a los bien intencionados. Yo sólo conocí a un Caín ambicioso
que se atrevía a descubrir abiertamente su naturaleza de Caín. Fue hace muchos
años el secretario general de «la Academia Húngara de las Ciencias» y una vez
comenzó su discurso de jubilación de un miembro muy famoso de la academia
fallecido con las siguientes palabras maliciosas: «¡Gracias a Dios!» «Dios sea
alabado y demos las gracias: Otra vez nos hemos quedado con un miembro
memorable menos...».
¿Quién era este «animoso» Caín? Después de un caso de homicidio trágico
tuve que examinar genealógicamente a su familia. Entre sus familiares más
cercanos encontré dos homicidas pasionales. Uno de ellos había disparado por
celos a su mujer y luego a sí mismo; el otro, un bachiller de catorce años y medio,
había matado con un hacha a su madre paranoide, que era parienta próxima
del secretario general. Ahora está internado por un delirio religioso. Además
encontré varios suicidas, paranoicos y bebedores, pero también dos monjes y
una monja en esa familia. La tesis de ser el secretario general un conductor de las
tendencias de Caín es, por tanto, muy probable.

B. Vida del yo de Caín

Al tratar este problema nos encontramos con los resultados del análisis expe­
rimental del yo que ya presentamos en 1947 en la primera edición del «Experi-
mentellen Triebdiagnostik» (121).
Tanto en la vida diaria como en la práctica psicológica, se ha enraizado la
costumbre de diagnosticar la naturaleza de Caín, de una persona basándose
/ / —Caín a la luz de la p sicología d e l destino 137

fundamentalmente en su vida afectiva. No se puede poner en duda que precisa­


mente los afectos tanto encubiertos como manifiestos, de hecho presenten los
rasgos más característicos del Caín de todos los días. Pero para la recopilación
total y para la comprensión de las naturalezas de Caín no es suficiente el descu­
brir sólo los afectos toscos. N os tenemos que ocupar también del yo de los cainitas,
de las preferencias de las funciones del yo, cuáles son las que usan con mayor
frecuencia, para así por ellas hacer comprensible el destino desde el punto de vista
de la psicología del yo.
Nuestro informe sobre la vida del yo de los cainitas se basa en el análisis expe­
rimental del yo de 2.237 hombres corrientes (en edades comprendidas entre los
cuatro a ochenta años) y de 1.880 personas enfermas mentales, por lo tanto en
total 4.417 personas. Basándonos en este resultado experimental confeccionamos
en 1947 la siguiente ordenación de los destinos del yo más preferidos de los cai­
nitas.
1. El yo autístico e indisciplinado está en primer lugar. Esto quiere decir
que los cainitas eligen la cooperación de dos funciones del yo, es decir, la proyec­
ción y la introyección. Los contenidos de las proyecciones pueden ser el traslado
de diversos deseos la m ayoría de las veces, de aquellos de matar, de destruir, de la
humillación y la de calum niar al prójimo. El contenido de las introyecdones es,
la mayoría de las veces, la omnipotencia en el tener. Las funciones del yo usadas
más frecuentemente, las llam adas introyecciones, indican que los cainitas afirman
y aceptan, la m ayoría de las veces, las pasiones instintivas proyectadas destructivas.
En estas personas la inclinación a la depresión depende estrechamente del poder
de la introyección.
2. El yo prófugo paroxism al está en segundo lugar en la ordenación del des­
tino del yo. De ahí el elevado instinto de vagabundear, el cambio frecuente de
lugar, la inestabilidad, la intranquilidad de todos los cainitas vulgares o patoló­
gicos. Este yo es el equivalente complementario del yo poseso inflativo. Estas dos
partes del yo, com plem entarias (el yo poseso y el yo prófugo) se cambian alter­
nativamente.
3. El yo de proyección puro y el yo compulsivo están, con igual frecuencia,
en el tercer lugar. Del yo de proyección depende la inclinación de los cainitas a la
calumnia y acusación de otros; así como la disposición a querellarse, a procesar
y a otros conocidos m odos de comportarse de tipo paranoide. El yo compulsivo
les sirve para frenar sus sentimientos antisociales y antihumanos. Por tanto con
este yo se puede resguardar de vez en cuando. El yo compulsivo advierte al psi­
cólogo y al criminólogo de que en el último plano de estos cainitas compulsivos
se esconde un destino de yo femenino, con frecuencia homosexual. Por esto
se comprende por qué asesinato y homicidio aparecen frecuentemente en el
círculo de los homosexuales.
1.18 C a in i' e l ca in is m o en la H is to ria Universal

4. El llamado yo-drill, el yo gregario, el cual se acomoda al hombre vulg


conviniéndole en ciudadano sólido, está en los cainitas vulgares en cuarto lugar
del destino del yo.
Sería conveniente recordar el hecho de que «el puro Caín» lo más frecuente­
mente utiliza: 1. El yo autíslico indisciplinado, es decir, la introyccción. 2. El yo
total narcisisla que quiere tenerlo y serlo todo (las formas testológicas de esta
constelación del yo las encuentra el psicólogo en las notas 11 la y b).
En conjunto es significativo para la vida del yo de los cainitas el hecho de que
prefieren las funciones del yo de la infancia temprana, es decir, la introproyección,
la proyección con compulsión (yo prófugo) y la proyección pura. ¿Se puede o debe
concluir con esto que los cainitas se inclinan a quedarse fijos en el escalón más
bajo del desarrollo del yo? Esta conclusión sólo la podemos afirmar con cuidado
y únicamente para un grupo de los cainitas vulgares. Pues, en general, es más
válida la siguiente tesis:
Función y contenido del yo deben ser rigurosamente separados uno de otro.
De esto se sigue que las funciones que aparecen más tempranamente en el des­
arrollo del yo no condicionan necesariamente las exigencias de la primera infancia
como contenidos. Así, por ejemplo, el yo proyectivo y el yo prófugo e incluso bajo
ciertas circunstancias el yo autista pueden —independientemente de la especial
capacidad espiritual, de las facultades, del talento de la persona— preparar tam­
bién contenidos muy desarrollados; es el caso de los artistas e investigadores. La
circunstancia de que el artista y el investigador científico represente sólo una
minoría en la humanidad ha inducido a muchos psicólogos a igualar las funciones
del yo con los más frecuentes contenidos. Este tipo de igualación de las funciones
con los contenidos más frecuentes es erróneo. Con una metáfora quizá se pueda
hacer comprensible la relación de función y contenido. Con la misma máquina
que en tiempos de paz hace latas de conserva, se hacen, en tiempos de guerra,
estuches de proyectiles, los cuales se llenan con explosivos y balas y no con carnes
y verduras.
La enseñanza de esta exposición es que jam ás debe establecerse el diagnóstico
de que la vida del yo de un cainita se ha quedado detenida en una escala de la in­
fancia muy temprana del desarrollo del yo. sin antes lanzar una mirada retros­
pectiva y tener en cuenta las capacidades espirituales de esta persona. Es obligada
la separación de función y contenido en el yo.

Caín, el hombre de las mil caras

No es una exageración el afirmar que la cultura y la civilización nos obliga a


cada uno de los hombres, de vez en cuando, a enmascararnos. Con razón se habla
de «mentiras convencionales», que son casi inevitables en la sociedad para «no
¡I ... Caín a la ta z ele la p sico lo g ía del destino 139

querer molestar al otro». Junto a las aberraciones de la vida sexual se camufla


más frecuentemente «lo malo» en el hombre. La ética de la religión exige del
pobre Caín que ame al prójim o como a sí mismo. Sin embargo, él odia a su
prójimo con todo su corazón. Envidia al prójimo todos sus bienes, está celoso
del prójimo y le desea la muerte. ¿Qué puede hacer si a pesar de su naturaleza
camitica tiene que vivir junto con el prójimo en una sociedad? Está casi obligado
por el mundo que le rodea a ponerse un disfraz, un «camouflage-suit» como
«ovcrall» sobre su cainism o para no tener que llevar un destino de paria, es decir,
una vida solitaria.
Hasta qué punto el cam uflar es una necesidad innata en un Caín, y hasta qué
punto es acuñada por la cultura y la civilización de una sociedad, por la ética
y moral de una religión, tiene que determinarse caso por caso, por medio de aná­
lisis extensos de la familia y del medio ambiente. Este problema depende íntima­
mente de la constitución histcroepileptiforme de los cainitas. Ciertamente que
en cárceles y en instituciones cerradas se encuentran cainitas que se enorgullecen
de sus malas acciones. Pero también hay muchos que, bajo sus acciones cami­
ticas, padecen de arrepentim iento real o disfrazado. Fuera, en la vida diaria,
entre los hom bres, los cainitas -y a por instinto de conservación— no pueden
existir sin cam uflaje.
El examen testológico experim ental nos muestra que sólo tos cainitas histeroe-
pileptiformes «puros» tienen la necesidad de mostrarse abiertamente —así como
sus acciones . El asesino vuelve al lugar del crimen, el pirómano se queda donde
el fuego que ha provocado y lo apaga. Incluso algunas veces llaman ellos mismos
a la Policía o a un periódico por teléfono y se jactan, de incógnito, por su acción
camitica. Estos sucesos no se encuentran con frecuencia. A menudo disfrazan su
apariencia corporal después del hecho dejándose crecer la barba o el pelo, o
cortándoselo, o tiñéndose el pelo, o con disfraces, con nombre falso, etc. Pero
este tipo de cam uflaje no debe de ocuparnos más. Esto pertenece a la crimino­
logía. Aquí nos interesa sólo el arte de camuflarse del Caín vulgar y corriente.
Pero dado que este arte es casi ilimitado nos tenemos que conformar con breves
indicaciones de algunos tipos de camuflaje.

El camuflaje por « ismen» en la masa. Es y fue el disfraz de todos los tiempos


de disturbios políticos, revoluciones, guerras y movimientos de liberación en los
que los cainitas desfogaban «sin culpa» sus crueles necesidades 1’ltrachuuv;-
nismo, patriotism o, nacionalism o y racismo fueron siempre tipos de camuflaje
los cuales incluso hicieron, con frecuencia, de cainitas héroes. Los ejemplos 7 y 8
de este libro pueden servir com o ejemplo de esta afirmación.
Que un delirante de grandezas emperador o rey, político o caudillo llegase a
empresas ignom iniosas, que las propagaba como «guerra santa o lucha», que
140 Caín y el cainismo en la Historia Universal

movilizase en todo el mundo y en todas las épocas de la historia universal a mi­


llones de personas y puedan y pudieron llevarles a las acciones asesinas, es y fue
sólo posible porque el llamado «pueblo» se compone en parte de cainitas ocultos.
Estos ultrachauvinistas y ultrarracistas sólo esperaban poder vivir libremente
sus pasiones cainíticas resguardados y camuflados, como «patriotas». La «masa»
es en sí un disfraz excelente en que uno, como cainita, se puede introducir, pues la
masa releva la responsabilidad personal. Este tipo de camuflaje en «Tutti» por
masifícación es hoy bien conocido no sólo por los psicólogos de masas, sino por
los procesos de criminales de guerra, «post festa». Menos conocidos son los «ca-
mouflaje-suit» utilizados en solitario. Para estos contamos con:
Los gestos mímicos del Caín que camufla sus afectos toscos por tensión
muscular —llevados hasta la rigidez— sobre todo en las mandíbulas (masetero),
También son frecuentemente señales de camuflaje el temblor de labios y mandí­
bulas.

La música del habla traiciona al oculto Caín más frecuentemente que el conte­
nido. Parece como triturado, desmenuzado, como cortado. La terminación tonal
normal de una frase se pica, incluso de una palabra. A veces sucede que el Caín
disfrazado desplaza el acento al hablar. Con frecuencia lo traslada a conjunciones
como, por ejemplo: y, si, en parte, en caso de, por una parte, por otra parte, etc.
Además hace una pausa de respiración incomprensiblemente larga —señalando
con el dedo a cualquier sitio—, al parecer para evitar sus impulsos de sobresalir
o las palabras toscas realmente queridas, o para poder espantarlas sin acento.
A este camuflaje en el lenguaje pertenece también un tono pastoral, lleno de
unción de algunos cainitas, sobre todo de algunos médicos, psicoterapeutas,
pastores, asistentes sociales, etc. De forma interesante se reconoce al Caín más
fácilmente por su voz en el teléfono que en la conversación normal. Si se le llama
por teléfono, ruge su nombre brutalmente en el teléfono, pero en cuanto sabe con
quién está hablando cambia su voz en un tono bajo, suave, casi lisonjero en espe­
cial en cainitas femeninos.

La conducta y los modales de los cainitas latentes es con frecuencia exagerada­


mente encantador, hipócrita engañador, sumiso. También puede suceder que al
compañero en la conversación le interrumpa a cada minuto no de forma brutal
ni fuerte, sino con frases hipócritas como, por ejemplo: «Perdone, por favor, la
interrupción, pero no quiero olvidar que...» y con frases parecidas que se repiten
continuamente. El otro no puede terminar de hablar. El pudor es para un cierto
grupo de cainitas muy característico. En realidad se quieren hacer valer exagera­
damente y hacerse ver, menos frecuentemente incluso exhibirse sexualmente. En
lugar de esto se com portan pudorosamente como ciervos en el bosque que se
//.—Caín a la luz de la psicología del destino 141

ven sorprendidos. J. Stáhelin, en exhibicionistas habituales, confirmó el camuflaje


por pudor alrededor de setenta casos judiciales.
Una clase especial de formados académicos, camuflados cainitas, está repre­
sentada por los llamados cainitas.
Caín de tintero. Son aquellos críticos y recensionistas quienes detrás de la
barrera segura de la redacción de un periódico o de una revista ennegrecen tex­
tualmente —como en un tintero— las obras literarias, artísticas, científicas o
de otro tipo, de sus colegas. Hacen como si ellos en persona fueran la pura literatu­
ra, arte o ciencia. Pero con mucha frecuencia son, en realidad, talentoides equivo­
cados, «genios hipotéticos o fracasados» que no están en condiciones de hacer algo
en serio pero que, como críticos, toman la égida de la literatura, del arte y de la
ciencia. Algunos de ellos tienen tal arte en la hipocresía que el pobre lector no
nota casi la envidia enmascarada, pues ocultan su Caín en las recensiones y críticas
detrás de oraciones subordinadas que no llaman la atención o en paradojas oclu­
sivas.
Se podrían presentar otros muchos disfraces del Caín vulgar, pero los seña­
lados deberían ser suficientes para demostrar este extraordinario arte del camu­
flaje de los cainitas.

Caín, el profesional

Una de las causas por las cuales es tan difícil encontrar entre nosotros a los
cainitas ocultos, es la condición favorable de que los sentimientos afectivos
toscos y ávidos de poder camiticos son relativamente fáciles de socializar en la
profesión. Ya mis exámenes comparativos en treinta y seis univitelinos, y treinta
y seis bivitelinos del mismo sexo, y en veinticinco bivitelinos de distinto sexo
(en total noventa y siete), en el año 1939, mostraban claramente que la formación
de una barrera social puede obrar con relativo éxito contra el sentimiento vio­
lento de Caín —en comparación a las otras necesidades instintivas.
La misma comprobación se relaciona también con aquellas dos necesidades
instintivas con las cuales Caín está y obra en estrecha cooperación, es decir, en
la agresión y en la pasión por el poder y del dinero, la analidad. El sentimiento
cainítico la agresión y la analidad representan, según estos exámenes en mellizos,
aquella tríada de factores instintivos, en los cuales la influencia del mundo que
les rodea —en contraposición con la herencia— puede ser mayor (124). Como
primera consecuencia de este favorable influjo del medio ambiente, comprende­
mos el bien desarrollado arte de camuflaje del Caín y segundo, la socialización,
o bien la sublimación del Caín en la profesión.
Lo dicho se demuestra con el ejemplo 28.
142 Caín y el cainismo en la Historia Universal

Ejemplo 28. Socialización por la profesión del sentimiento camitico en una


familia epileptiforme por ¡a elección profesional de carnicero y cirujano.

En esta familia se pueden seguir los destinos patológicos asociales y sociales


del sentimiento camitico por cuatro generaciones (véase árbol genealógico 3).

Figura 3.—Arbol genealógico de una familia cainitica. Epilepsia. Violencia. Suicidio. Glaucoma.
Eccema. Carnicero y Cirujano (Ejemplo 28)

En la primera generación encontramos un epiléptico genuino (núm. 4) un


celoso comerciante que se caso tres veces y que murió de un ataque epiléptico.
En la segunda generación hay que mencionar el destino asocial violento del
hijo de este epiléptico. Había mordido la nariz de su novia en un ataque de celos
amorosos y después se había suicidado (núm. 9). Su hermano (núm. 12) padecía
de glaucoma, es decir, una enfermedad que pertenece a un círculo hereditario
paroxismal epileptiforme (Studer-Salzmann) (125).
En la tercera generación aparecen ya las elecciones profesionales adecuadas
de un Caín: el carnicero y el cirujano.
Número 18. Era un extremadamente celoso carnicero. Su hermano.
Número 19. Nuestro paciente era un cirujano soltero de treinta y cinco años.
Este era un celoso patológico, padecía de hipocondria, fobia (especialmente
antes y después de una operación), además de una neurosis sexual con incapacidad
//.—Caín a la luz de la psico lo g ía del destino 143

de trabajo. En una psicoterapia breve, se descubrió que la incapacidad de trabajo


depresiva motivada porque había dejado, por motivos económicos, la gran
cirujía en la clínica donde trabajó durante cuatro años como asistente y en donde
operaba diariamente varias veces, y había abierto una consulta ginecológica que
le ofrecía* rara vez, una oportunidad de grandes operaciones. Le aconsejamos
que volviera a la gran cirujía ya que sin esta actuación socializante «sangrienta»
se incapacitaba para el trabajo.
Ya en 1944 informamos que los cainitas tenían la mejor oportunidad de socia­
lizar sus sentimientos con estos cuatro elementos: tierra, agua, fuego y aire (126).

Tierra: Especialmente es la elección profesional de los cainitas, la de


minero bajo tierra. Esta actividad profesional posibilita a estos hombres —que
originariamente quisieran m ostrar su fuerza destructiva— a ocultarse bajo
tierra y al mismo tiempo, por ejemplo, a satisfacer— en el verdadero sentido de
la palabra— como mineros, sus impulsos destructivos no con el prójimo, sino
con los minerales de form a explosiva. Esta confirmación del hecho lo demostró,
experimentalmcnte, H. Dreyer con treinta y seis muy buenos mineros, cincuenta
y uno medios y trece malos de la zona del Ruhr, en total cien mineros, con mil
tomas de test (127).
Dreyer demostró que «los mineros muy buenos, tienen caracteres paroxis-
males epileptiformes. El querer ocultarse parece ser, en los buenos mineros, un
impulso instintivo inconsciente. Esta afirmación quiere decir que estos hombres:
l.° Pueden descargar de m anera explosiva los afectos toscos. 2.° Se esconden con
gusto bajo tierra en los montes (minas)».
El ejemplo 29 confirma esta tesis en forma clásica.

Ejemplo 29. Elección de profesión y de muerte en una familia de canteros:

Un hombre de constitución atlética de cuarenta y dos años fue primero


estudiante en una facultad de filosofía y trabaja de momento como cantero en la
construcción de calles. Me pidió que le ayudase en la elección profesional y ma­
trimonial, pues hasta entonces no podía conseguir elegir ni esposa ni oficio.
Padecía un carácter raram ente tímido, medroso, acomplejado, inseguro y apocado
en contraposición con su tipo. Además le molestaban las excitaciones y emociones
en la sociedad, produciéndole incómodos sudores. Este ser ha envenenado su vida,
lo descomponía todo y fracasaba en todo. Tuvo que dejar sus estudios en la uni­
versidad. Estuvo cinco años prisionero en un campo de concentración de guerra
y volvió, en 1947, otra vez a Alemania. En su «curriculum vitae» escribe lo si­
guiente sobre su familia (véase árbol genealógico 4):
144 <. C aín y e l ca in ism o en la H isto ria
Üniversai

z
¡]—Cain a la luz de la psicología del destino 145

El padre (en e l á r b o l g e n e a ló g ic o n ú m . 18) era m aestro y se suicidó disparán­


dose cu an d o el p a c ie n te t e n ía c in c o a ñ o s.
Padre del padre (7 ), c a t e d r á tic o d e en señ a n za m edia, m urió por envenena­
miento de se ta s. U n h e r m a n o d e e s te a b u e lo (5) tam b ién se suicidó. U n a her­
mana (6) del a b u e lo era d e f ic ie n te m e n ta l.
Los dos herm anos d el p a d re (1 6 y 17) eran ta m b ién m a estro s; u n o de ellos (17)
perdió la v id a en u n a c c id e n t e d u d o s o .
Primo del padre (1 2 ) ( h ijo d e l t ío su ic id a d el p adre), se ahorcó.
Prima del p a d re ( 1 1 ), t a m b ié n p u s o fin a su v id a ah o rcá n d o se. P or tan to, en la
familia del p a d r e se e n c u e n t r a n c u a tr o su icid a s (5 , 1 1 ,1 2 , 18), d e lo s cu ales d o s
se colgaron y d o s se p e g a r o n u n tir o .
La madre del p ro b a n d o ( 1 9 ), h ija d e u n c a m p e sin o , es u n a p erson a lírica-espi­
ritual, se n tim en ta l y en s u é p o c a d e jo v e n c it a escrib ía su d iario.
Hermano de la m a d re (2 0 ), u n m a e s tr o , escr ib ía cu en to s. D o s h erm an os m ás,
de la m adre (21 y 2 2 ), s ig u ie r o n s ie n d o c a m p e s in o s c o m o el padre (9). U n herm an o
de la m adre se h iz o d o c t o r (2 3 ) e n c ie n c ia s p o lític a s. E n su «curriculum » escribe
el paciente « q u e la p a r te q u e t ie n e d e su m a d r e rep resen ta el elem en to vital, claro,
luminoso, o p tim is ta , a le g r e , v a le r o s o , m ie n tr a s q u e la p arte q u e tien e del padre
representa p o r el c o n t r a r io , lo o s c u r o , lo p e sim ista , lo so m b río , co n m ied o s, m e­
lancolías y s u ic id io s » .

Hace 11 años tuvo que dejar la universidad por amenazar con disparar a los profesores
después de nueve semestres (filosofía, psicología, ciencias literarias) sin examen final. En
la universidad estaba siempre sin esperanza, como un raro y solitario totalmente sólo y
aislado. Se ocultaba en su habitación, o en las salas de las bibliotecas, donde no Samaba la
atención, se sentaba allí, totalm ente sin provecho y deprimido. De la universidad huyó a la
casa de su madre y allí vivió durante tres años, como en una torre de marfil y no hizo nada.
Con frecuencia fantaseaba con la violación de chicas jóvenes. Después de este tiempo muerto
con 34 años intentó —como su padre— ser maestro, pero también este intento fracasó.
Otra vez comenzaron los sudores, timidez, medrosidades y complejos a i sociedad, que en­
venenaban su vida y que le llevaban a renunciar a esto. Así también, tuvo que dejar la acade­
mia pedagógica.
Tras esta vida en la torre de marfil con libros, salas de lectura, seminarios, ocurrió el
cambio a una ocupación polarm ente opuesta, le apetecía un trabajo corporal, en la na­
turaleza, donde tenía que llevar un trabajo muscular pesado. Así se hizo en los seis años
pasados picapedrero en la construcción de calles. En los primeros años ya no soportaba
más esta clase de vida, se hizo otra vez depresivo y dejó su empleo. Desde hace un año vive
nuevamente con la m adre, estudia autodidácticamente otra vez, en especial psicología
profunda, en un aislam iento y depresión total. Tiene el sentimiento cruel de disipar, de

10
146 Caín y el cainismo en la Historia Universal

malograr, de desaprovechar su vida. Noches de insomnio, estados de pánico, miedos in­


numerables le atormentan siempre porque ya es tarde para el amor, para el matrimonio,
para una profesión para ser algo, ya que entre tanto tiene cuarenta y dos años.
Desde los diecisiete años se inclina por ser actor, pero nunca tuvo el ánimo para realizar
sus deseos ya que estuvo rodeado de miedos. También quiso ser médico psiquiatra y psico-
terapeuta. Me preguntó si debía de volver a la construcción de carreteras y continuar su
vida como obrero. Ahora vive en «una cámara sin aire en su entelechie-vaccuum, en un
estar muerto con un cuerpo vivo» del que no puede salir por sus propias fuerzas.

L os resu ltad os de los exám en es del test n o eran a le n ta d o r es: un fuerte com­
p lejo de E d ip o con u nión a la m adre y co n ex ig en cia s de a ce p ta c ió n p atológica se
a so cia n a una existen cia p a roxism al ep ilep tifo rm e p a ra n o id e. El com plejo de
E d ip o y de C aín con a isla m ien to total del m u n d o d o m in a n en el test. En el primer
p la n o aparece d iez veces el C aín p a ra n o id e q ue se quiere o cu lta r. En el último
p la n o esperan la dep resión y el a u tism o c o n un m ied o p á n ic o para poder entrar
en el prim er p lan o.
B asán d om e en este resu ltad o d el test, le a co n se jé q u e n o trabajase en la calle
sin o co m o m inero bajo tierra, y a q ue lleva en sí esta n ece sid a d d e ocultarse del
m un do y de los hom b res.
Y aquí su ced ió a lg o in esp era d o . El h o m b re se e x c itó y só lo p o d ía repetir una
frase: «es c o m o brujería». D e sp u é s e x p lic ó q ue to d o s su s a n te p a sa d o s por parte
del padre en el sig lo X V II eran m in ero s en el H a rzg eb ierg e. F u e su ab u elo el que
em igró de H arz a la ciu d a d , se h izo m a estro , p ero c o n se r v ó la co stu m b re de picar
con un p ico de m inero lo s m in erales d e las m o n ta ñ a s lo s d o m in g o s. D e un oficio
fam iliar a n tiq u ísim o p a só a ser un « h o b b y » d e d o m in g o .
La h istoria de esta fam ilia es un p a ra d ig m a p ara la ex p erien cia de que los
in stin to s ca in ítico s p ueden so cia liza rse sin p elig ro b ajo tierra, en minas (en
algu nas fam ilias in clu so d u rante tres sig lo s). La su p o sic ió n es ev id en te de que el
padre del p acien te (18), su p rim o (12), a d em á s su tío a b u e lo (5), q u izá n o hubieran
p a d ecid o el d estin o del su icid io si h u b ieran e leg id o — c o m o su s a n te p a s a d o s -
c o m o o ficio , un trabajo bajo tierra en m in a s y n o la de m a estro s en las aulas esco­
lares o parecidas o cu p a cio n es a la lu z del día. El d e stin o d el p a cie n te habla clara­
m ente de lo destru ctivo que p u ed e ser una elec ció n d e o fic io in a d ecu a d a si aban­
donan vías fam iliares de una so c ia liz a ció n ca in ítica .
Por otra parte, o fic io s para ca in ita s u n id o s a la tierra s o n : m o z o d e comedor,
b oto n es, co ch ero s, carreteros o arrieros, la b rad ores, g ra n jero s, etc.

Agua: L os o ficio s de agua (m arinero, so ld a d o de m arin a, a za fa ta s, camareros,


cocin eros, m éd ico s d e un b arco, servicio d e p rá ctico , etc .) p u ed en servir igual-
//.—Caín a la luz de la psicología del destino 147

mente como posibilidad de socialización para sentimientos cainíticos, especial­


mente para los instintos de vagabundeo paroxismal (fuga).

Ejemplo 30. Elección profesional y muerte de un marinero de veintitrés años


que provenía de una fam ilia epiléptica:

La historia del m arinero es breve (14): con, aproximadamente, dieciocho años


se emancipó y se hizo m arinero. A los veintitrés años por un «affáire» amoroso
se suicidó saltando al agua y se ahogó.
Sobre su familia inform a el árbol genealógico 5.

3 4
i L abrador 2 $ <? C ochero
1
9 c f Labrador
aldeano | ,
7 ______________ ,

Epiléptico
Abogado

F igura 5.— A rg o l g e n e a ló g ic o . P ro f e s io n e s d e a g u a , suicidio p o r agua en un m arinero de 23 anos,


q u e p r o c e d ía d e u n a fa m ilia ep ilép tica (Ejem plo 30)
148 Caín y el cainismo en la Historia Universal

Epilépticos genuinos eran dos hijos de sus dos hermanas (15 y 16). Ambas se
casaron con sus primos (10 y 11) y ambas tuvieron un hijo epiléptico. Uno de ellos,
un abogado, tenía ausencias (15), el otro (16), a los veintiocho años comenzó
con los clásicos ataques tónico-clónicos durante la noche. Fue más tarde criminal.
La hermana del padre (7) padecía jaquecas.
La elección de profesión en esta familia era específica:
1. Las primas tuvieron en su familia cocheros carreteros (4 y 9).
2. Los primos: labradores, granjeros y un rabino. Un primo (11), que tam­
bién era cuñado del marinero, a los cincuenta y cinco años se tiró de un quinto
piso de un hospital cuando el médico le comunicó que no podría trabajar más por
una afección grave incurable de corazón.

Fuego: No con poca frecuencia se encuentran bomberos en las familias de los


paroxismales epileptoides pirómanos. Por eso nuestro ejemplo 31 es aleccionador
porque junto al pirómano figura en el árbol genealógico un homicida de afecto.

Ejemplo 31. Bomberos, pirómanos y homicidas afectivos en una familia camitica:

Enfermedades paroxismales en la familia: 1. Jaquecas: la madre (5). 2. Porio-


manía: la pro banda (16), que era una ladrona y un hermano de la madre (7).
3. Pirómano era precisamente este vagabundo (7) cuya profesión era auxiliar de
carnicero y que por venganza incendió la casa de su patrón. Más tarde se volvió
loco (psicosis epiléptica). 4. El padre era homicida de afecto (4), en un estado
afectivo fuerte cometió el homicidio por venganza.
Profesiones paroxismales en la familia: 1. Un primo de la probanda por parte
de la madre trabajaba como camarero en un transatlántico (18). Bomberos eran
el hermano, así como sus amigos y un hermanastro de la madre (10), que incluso
llegó a ser comandante de los bomberos.
En esta familia se encuentran tanto profesiones de agua como de fuego.
Podemos mencionar algunas profesiones más de fuego propias de los cainitas:
herrero, calefactor, deshollinadores, caldereros, pirotécnicos, panaderos, etc.
Aire: El oficio de aviador puede ser una satisfactoria socialización de los cai­
nitas paroxismal inflativos. Pero, precisamente por eso, puede ser una profesión
peligrosa. Desde hace años recopilamos árboles genealógicos en los que avia­
dores que provienen de familias epileptiformes, se han estrellado. Creemos que
una parte de los aviadores estrellados son epileptoides latentes que se han estre­
llado en un estado de ausencia o de estado crepuscular. Aquí presentamos dos
ejemplos:
¡l^-Caín a la luz de la psicología del destino
149

1 1 10 12 n
Jaqueca Bombero
Homicida 6 8 11
3 i 9 6
Poriomanía
y Piromanía

15___ 16 L_17 18 19 20 I 21 22

¿ 9 ? <? < ? ( ? $ $ $
Bombero Poriomanía Camarero
Ladrón en un
buque

Figura 6.—Bomberos. Pirómanos y homicidio por afecto en una familia cainítica (Ejemplo 31)

Ejemplo 32. Dos hermanos se estrellan como aviadores privados, su abuelo y una
tía eran epilépticos:

L a f a m ilia d e lo s d o s a v i a d o r e s e s tre lla d o s e s tá re p re se n ta d a en el g ráfico 7.


El á r b o l g e n e a ló g ic o h a b l a d e p o r sí. C o n f ir m a d e fo rm a trág ica la afirm ación
de q u e la p r o f e s i ó n d e a v i a d o r — n o sie m p re , p e ro sí en caso s d e te rm in a d o s—
p u ed e d e p e n d e r d e la d is p o s ic ió n f a m ilia r a la e p ile p sia . E sta d e p en d en c ia se re a ­
firm a e n e s ta f a m ilia p o r la s s ig u ie n te s e le c c io n e s p ro fe sio n a le s y en ferm edades.
H e r r e r o s f u e r o n : el a b u e l o (3 ), q u e e ra u n b e b e d o r h a b itu a l y un m iem b ro
p o r m a t r im o n i o d e la f a m ilia (2 ). A d e m á s : u n p rim o (22) era m isionero, u na
p rim a (25) d e lo s h e r m a n o s a v ia d o r e s se h iz o p sic o te ra p e u ta . U n m iem b ro p o r
m a tr im o n io (1 0 ) e r a s e c ta r io y c o n d e lirio d e g ra n d e z a .

Ejemplo 33. Dos aviadores que pertenecían a unafamilia epiléptica se estrellaron:

E s to s d o s a v i a d o r e s e s tr e lla d o s (5 y 7) e ra n c o n c u ñ a d o s . L a h e rm a n a del uno,


u n a p s ic ó lo g o d e n i ñ o s , p a d e c í a d e e p ile p s ia g e n u in a (8). E sta era tam bién so n á n -
b u la y q u is o e n e s te e s t a d o m a t a r a su m a r id o . U n o d e los av iad o res estrellado
era, p o r t a n t o , el h e r m a n o d e la e p ilé p tic a y el o tro el c u ñ ad o .
150 Caín y el cainismo en la H istoria Uni\
versal

eran epilépticos (Ejemplo


Jl.—Caín a la luz de la psicología del destino 151

En los casos precedentes llaman la atención la frecuencia de los accidentes


en las familias cainíticas epileptiformes. Sobre esta «inclinación a los accidentes»
en los círculos hereditarios epileptiformes ya lo habíamos señalado, en 1944,
en nuestro libro «Análisis del Destino» (128). A. Hedri pudo reforzar esta obser­
vación en más casos. Habla de un «tropismo para el accidente» y prueba que son
reincidentes en los accidentes los conductores con herencia paroxismal epilepti-
forme en los que la herencia epileptiforme latente opera en el sentido de un geno-
tropismo. Por tropismo para el «accidente» entiende él la elevada inclinación al
accidente por caminos inconscientes, los cuales aparecen por descarga paroxismal
acumulada contra el yo orientado al «dinamismo agresivo». Asegura que el acci­
dente no es «casualidad» (Zufall) sino «ataque» (Anfall). Esta afirmación debería
ser examinada testológica y hereditariobiológicamente en una gran muestra de
accidentes, pues en epilépticos genuinos no fue resaltado este hecho hasta ahora.
Pero aquí sólo se habla de conductores de la epilepsia.
Existe todavía una zona profesional especial donde encontramos frecuente­
mente figuras paroxismales epileptiformes, es decir, en la ocupación con el:

3 4
2 9 <í Profesor
<?
| 1
l 6 7 1 8

^ A viador ^
estrellado $ ¿ £ Epiléptica
Psicólogo J Aviador i i Sonámbulacon
estrellado I 1 sentimiento de
I malar

Figura 8.—Dos aviadores que se estrellaron y que pertenecían a una familia epiléptica (Ejemplo 33)

Alma. Ya en la primera edición del «Análisis del Destino» publicamos varios


árboles genealógicos en los que la epilepsia llamada enfermedad «santa» (morbus
sacer) y las «profesiones santas homo-sacer» (sacerdotes, monjes, monjas,
rabinos, etc.), coincidían en las mismas familias. En la tercera edición del mismo
libro hemos logrado comprobar ahora (1965), en un conjunto de parientes de
1.491 personas, en el que había veinticinco religiosos de distintas confesiones, que
se encontraban diez veces más parientes consanguíneos epilépticos que en la
152 Caín y el cainismo en la Historia Universal

población normal y cuatro veces más parientes epilépticos por afinidad. Lo mismo
ocurre en las psicopatías epileptiformes. A pesar de que la frecuencia de los crimi­
nales en los parientes de sangre corresponde a la proporción media (1,4 por 100).
Tenemos que hacer notar todavía que entre los diez parientes de sangre criminales
de religiosas figuran cuatro homicidas pasionales, entre ellos un asesino de su ma­
dre, uno de su padre y dos asesinos de sus hermanos. Una circunstancia que confir­
ma que la naturaleza del Caín paroxismal epileptiforme en las profesiones sagradas
está (130) apoyada en una base hereditaria (130).
Estas realidades estadisticohereditarias y fenomenologicoclínicas se confir­
maron experimentalmente con la ayuda del test de Szondi en Lowen (Bélgica)
por Cl. van Reeth (131) y por Veress (132). También los psicoterapeutas, psicoana-
líticos y psicólogos provienen con frecuencia de familias epileptiformes. Pero dado
que esta elección de profesión espiritual ya pertenece al círculo de los «moiseítas»
este problema se tratará expresamente en el segundo tomo.
Como conclusión de esta explicación debemos citar las siguientes líneas del
Talmud Sabbath (156 a):
«En el diario del Rabbi Jehoschua ben Levi (Palástina hacia 250) estaba
escrito: ... (quien hubiera nacido) bajo la dominación de Marte (Maadim =
el rojo) será un hombre que riegue sangre. Rab Aschi decía: sangrador, ladrón,
carnicero o cortador. Rabbi Bab decía: Yo he nacido bajo la dominación de
Marte. Abaje (Abbajje) decía: El Señor (maestro) castiga también y mata (= con­
dena a los transgresores de la ley a la muerte)».
Samuel Edels (nacido en 1555 en Posen, muerto en 1631 en Ostrog) señala:
«También aquí se puede explicar que fue obligado a derramar solamente sangre.
Según la elección de los hombres ejercitará la profesión de un sangrador, la cual
está permitida, de un ladrón al que se le prohíbe, o de un sacerdote que practica
la circuncisión...» (133).
Según esto la socialización de Caín en la profesión no la he descubierto yo.
Ya era conocida en el siglo III.

A.—Diaphotos: Caín, el sin luz, el tenebroso

Nunca ha llegado a ser, está ahí siendo siempre.


En la variación griega de la leyenda judía, se llama a Caín «el sin luz» para
expresarlo como opuesto al lleno de luz Aiá<pam>v - En la variación latina al
lleno de luz se le llama: lucidus. Así en la Vita, en el libro cristiano de Adán.
Según esto, los hombres han perdido su originaria naturaleza de luz por la caída
del pecado. Pero el Agada dice que Caín se hizo sin luz porque fue creado por
Semael, el Satán (134). Lo mismo se dijo del origen de Lutero.
¡!—Caín a la luz de la psicología del destino 153

La psicología del destino interpreta las «tinieblas» de los cainitas como conse­
cuencia de un proceso psíquico entre el afecto y el yo. Así: la inundación de los
afectos toscos almacenados en un cainita puede apagar la «luz» del yo, por tanto,
la claridad de la conciencia, el autocontrol de los afectos y de la motórica, la
verdadera relación para con la realidad. El rfiismo iracundo y furioso Caín dice:
Se le hizo «negro» ante los ojos. Actúa con frecuencia en un estado crepuscular
o en un estado de extrañamiento (135).
Las leyendas primitivas nos proporcionan sobre la figura de Caín un cuadro
de la humanidad intuitivo casi completo. Vamos a recopilar otra vez las cualidades
de Caín según las leyendas.
Está totalmente cargado de ira y cólera, envidia y celos, con odio y venganza,
con fraude y astucia, de alegría en el mal ajeno y mentira hasta reventar y por eso
tiene que descargar con frecuencia sus afectos toscos. Por tanto, según la leyenda,
es también un hombre paroxismal e inclinado a ataques epileptoides. Pero no es
el padecer de ataques lo que hace al hombre Caín, sino que el Caín se inclina a
tener ataques.
Puede estar tan inundado de estos afectos toscos por excitantes internos o
externos que puede perder su yo —según la leyenda su luz— hasta la inconscien­
cia y pérdida de sentido y hacer lo «malo» en un estado crepuscular de penumbra
oscura y sin luz.
Lleva en sí el sentimiento de matar y está dispuesto al fratricidio por envidia
y celos.
Es un materialista, que quiere tener todo el mundo, es decir, tenerlo todo, que
estima los valores de la posesión sobre todos los valores del mundo, que cuida
desconfiadamente de los límites de su haber y pone, por encima de todo el poder
por la posesión de todo lo que está ahí.
Es errante, siempre viajero, huyendo, probablemente también de sí mismo;
vive sumido en un miedo pánico ante los animales, ante los hombres y, sobre todo,
de que le puedan matar o de que él pueda matar a alguien.
Es infiel a su Dios, intenta engañarle con mentiras, le muestra su arrepenti­
miento, pero exige de él protección y seguridad en la tierra.
Es ateo y sólo el temor a la muerte le mueve a dirigirse a Dios de vez en cuando.
«Su castigo no le sirvió de aviso, sino que su maldad aumentó más y más.
Pues él fue tras todo tipo de pasiones, aun cuando sólo lo pudiera alcanzar en
detrimento de sus compañeros. Sus riquezas las aumentó por el robo y por la
violencia, indujo a sus camaradas a la rapiña y a la orgía y les aleccionaba en toda
clase de maldades. La, hasta entonces, sencillez en el modo de vivir, lo trasformó
él con el descubrimiento de la medida y del peso y cambió la inocencia en astucia
e hipocresía...». Así le presenta Josephus Flavius, el historiador judío en el
154 Caín y el cainismo en la Historia Universal

siglo I después de Cristo (136). Y así vive todavía hoy en el siglo XX entre nosotros,
N o h a cam biado.
T odas estas cualidades de la legendaria figura de Caín han sido confirmadas
totalmente-, tanto en el diagnóstico instintivo experimental como también en ei
análisis del destino de los cainitas.
En el test de Szondi se descubren las cualidades afectivas de los cainitas al recha­
zar los cuadros de los epilépticos, es decir, por la llam ada reacción negativa e. La
epilepsia es la enfermedad convulsiva adecuada de los cainitas. Cuanto más
constante es esta reacción (— é) y cuanto más fuerte (— 4e,— 5e,— 6e) tanto más
seguro es que se trata de un cainita en la vida afectiva. Esta señal del test es muy
significativa de lo malo en la vida afectiva.
La reacción polarm ente opuesta en el test, es decir, la elección positiva de
fotos de epilépticos (las + 4e, -f 5e, + 6é) m uestra la bondad, la justicia, la
piedad, brevemente, la bondad de Abel.
Los gráficos 9, 10 y 11 m uestran —basándonos en una población de 4.117 per­
sonas, en las que figuran sanos y enfermos psíquicos— la frecuencia de las reac­
ciones Caín-Abel en las diversas edades de tres a ochenta años (páginas 155-157).
Las curvas dicen lo siguiente sobre la distribución de los «malos y buenos»
afectivos en una población:
El malo afectivo alcanza su máxima frecuencia (45-50 por 100) en el niño
pequeño entre los tres a los seis años. Después baja rápidam ente la frecuencia de lo
malo hasta los treinta o cuarenta años aproxim adam ente al 20-25 por 100.
Después de este valle se eleva la frecuencia de lo malo otra vez empinadamente
hacia arriba y alcanza en los setenta y ochenta años la frecuencia de aproxima­
dam ente 40-45 por 100. Por tanto, los niños pequeños y los ancianos son los
hom bres de afectos malos más frecuentes.
El bueno afectivo muestra en el test el curso contrario: El mínimo en frecuencia
lo encontram os en edades infantiles entre los tres y los ocho años y en ancianos
de setenta a ochenta años. La frecuencia máxima en bondad afectiva la dan en el
test los adultos entre treinta y cuarenta años (gráfica 9).
Si presentamos no sólo las reacciones afectivas de Caín y de Abel puras (137),
sino también las cinco variaciones más frecuentes en una curva, entonces éstas
van casi paralelamente a la curva de las reacciones afectivas puras (— e y 4- e).
Sólo se am inoran algo sus valores de frecuencia (gráfico 10). Además es intere­
sante que las reacciones de test de la disposición a la espiritualidad o bien a la
posesión ( + p) tienen casi el mismo curso que las reacciones de Abel (gráfica 11).
Esto es una demostración experimental de que los abelitas son portadores de la
espiritualidad.
Las curvas de los gráficos 9 a 11. sólo dan una visión panorámica sobre los
valores frecuentes de la afectividad buena y mala en las diversas edades. El papel
'*

_\ . m u n a n n h lñ C lO n
it miro Abel (
istribución de las reacciones del puro
a 1n __________ pnfprm a
50 %

40 %

30%

**
**
**
* *
*
*
*
*
20%

*
I * Lo justo
* /
* *
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* ***** V
/ * * V * *
/* * * **
* * *
•* * \
- 10% •* * *
* * *
* *
* * *
* * *
* * * * ■ Lo espiritual
* * *
* * ****
* *
*

3 -------- 5 -------- 7 — 9 — 13— 17— 21 — 3 1 - 4 1 61 71 ^

E dad: 4 6 8 12 16 20 30 40 60 /O

la reacción Abel (+ e) en las


Figura 11.— D istribución de la reacción de espiritualidad ( + P
diferentes edades
158 Caín v el cainismo en la H istoria Universal

de las funciones del yo se presenta en la nota nüm. 111, ya que éstas sólo son
comprensibles para aquellos psicólogos que conocen el test de Szondi.
En general llama la atención lo siguiente: Las reacciones de Caín con mayor
frecuencia van junto con el yo autístico indisciplinado y con el yo fugitivo (huida-
yo). Ya se ha mencionado anteriormente.
Las reacciones de Abel, por el contrario, se encuentran, generalmente, con el
yo de la feminidad, de la adaptación o del abandono y de la integración.
Caín es, por tanto —también según los resultados experimentales—, en la
vida afectiva un hombre malo, en la vida del yo un autista indisciplinado o un
inestable, que siempre está huyendo de sí mismo o de otros. El Abel lleva, en el
experimento, la afectividad de lo «bueno», su yo se acopla, y en este caso, o e$
suave-femenino, o bien integrado.
Leyenda y experimento coinciden así totalmente.
El nombre «Caín» es sólo un símbolo para un género de personas, pero el
análisis del destino pudo demostrar de forma exacta por exámenes genéticos,
«curriculum vitae», datos clínicos y por métodos experimentales la realidad de
Caín como hombre viviente, que vive entre nosotros. Nuestros ejemplos hablan
un lenguaje claro de esta realidad.
Es imposible establecer exactamente la frecuencia y la herencia de todos los
cainitas de una población con la ayuda de métodos estadísticos clínicos. En último
término no por otra razón, sino porque los ejemplares brillantes de los cainitas
están con sus disfraces no pocas veces como miembros venerables de la honorable
burguesía, de la gran industria, de las academias, del arte, de las asociaciones de
autores y de las universidades en todo el mundo y cierran herméticamente y
permanecen cerradas sus puertas a los psiquiatras y psicólogos. Es una pena;
no tanto para la ciencia en sí, sino para la comunidad. Si se pudiese llevar a cabo
este examen psicológico-psiquiátrico de carácter y de aptitud también a los pre­
sidentes de academias, profesores, altos políticos y jefes de estado oficial y perió­
dicamente, entonces la sociedad, el arte y las ciencias padecerían menos de la dic­
tadura y la tiranía de los cainitas camuflados, con delirio de grandeza y de poder.
Por su excitación los «pequeños cainitas» se convierten en criminales en tiempos
de guerra. Nadie nos puede garantizar que en el futuro será distinto. Y no será
distinto porque el grupo pequeñísimo de los humanistas piadosos se acurrucan
impotentes y aislados en torres de marfil. Nunca en la historia universal han
podido fundar los humanistas un partido político conductor de su humanismo.
Sí que es verdad que intentan extender vocalmente y por escrito la justicia y el
amor, pero los brutalistas con la expansión y propagación de las exigencias Caín
hacen ilusorio aquel trabajo humanista.
//.— C aín a la luz de la p s ico lo g ía d el destino 159

Un exacto examen clínico, psiquiátrico y de herencia de los cainitas es sólo


posible en los «cainitas enfermos», que tienen que ser reconocidos médico-
psicológicamente como enfermos de ataques o como criminales.
Elegimos de nuestro material clínico cien familias con 2.449 miembros, que
padecían ataques y en las cuales aparecían, con gran frecuencia, la tríada heredi­
taria: epilepsia, jaquecas y tartamudez. Los exámenes psicológicos de estos
enfermos (test, «curriculum vitae», clínica, etc.), nos convencieron de que estos
enfermos de ataques m uestran auténticos caracteres cainíticos.
Los resultados de estos exámenes en enfermos de ataques los comunicamos,
en 1965, en nuestra tercera edición del «análisis del destino» (139).
Aquí es suficiente el haber podido establecer que las enfermedades convulsivas
como la epilepsia, las jaquecas, la tartamudez, representan enfermedades here­
ditarias, es decir, genuinas (con un paso hereditario recesivo de dominancia fa­
cultativa). Los traum as juegan un papel desencadenante.
Los llamados «conductores» de este tipo de enfermedades cuya frecuencia
en la población es m ayor que la de los enfermos manifiestos viven la vida diaria
entre nosotros cam uflados como neuróticos o como cainitas «de todos los días».
Pero nada habla en contra de que este gran grupo de la humanidad abarca a per­
sonas que son individuos con fuerte raíz hereditaria y fondo congénito camitico.
Basándonos en las investigaciones con el test podemos calcular su frecuencia
aproximadamente, ésta es del 20 por 100 de la población, de los cuales el 6 por 100
está cualificado como cainitas puros y el 14 por 100 como más o menos cainitas
camuflados. Esta gran frecuencia de cainitas en la sociedad no es tan peligrosa, sino
la circunstancia de que, precisamente estos cainitas, pueden tener posiciones polí­
ticas, económicas, artísticas y científicas en la sociedad.
De la literatura no podem os esperar ninguna ayuda (142). F. Wertham cen­
suró a literatos y autores de teatro contemporáneos que ellos extendían la vio­
lencia en los platos, en la radio, en la televisión y en las novelas. En el capítulo
«Blood and Oil» de su libro «A sign for Caín» escribe: «But art is not merely
something passive and negative; it can be a positive forcé which can help to over­
eóme be spirit o f the time. In the same vein, a professor of psychology tells us that it
is obvius that m urder is a necessity in fiction because it is a fact of experience».
«Wertham contesta a esto: «The necessity is not to depict it, but to overeóme
it» (140).
Menos optim ista fue H onoré de Balzac que en el libro «Glanz und Elend der
Kurtisanen» IV en la últim a aventura de Vautrin, habla de una carta que escribe
su héroe y víctima Lucien al seudoenviado papal español, Abbé Carlos Herrera,
a un malhechor de nom bre Collin, antes de que se suicidase. Esta decía:
«Hay la descendencia de Caín y la de Abel, según solía usted decir. Caín, en el
gran dram a de la hum anidad, es la oposición. Usted desciende de Adán por esa
160 Caín y e l cainism o en la H isto ria Universal

línea en la que el diablo ha seguido atizando el fuego, cuya primer chispa cayóle
encima a Eva. Entre los demonios de esa filiación surgen de cuando en cuando
algunos terribles, de amplios temperamentos, que compendian todas las humanas
fuerzas y se semejan a esas febriles fieras del desierto, cuyo vivir exige los inmensos
espacios que en él hallan. Tales individuos son peligrosos en la sociedad, cual lo
sería un león en plena Normandía; necesitan pasto, devoran a los hombres vul­
gares y ramonean los escudos de los bobos; tan peligrosos son sus juegos, que
acaban matando al humilde perrillo del que hicieron su compañero, su ídolo.
Cuando así lo quiere Dios, esos seres misteriosos son Moisés, Atila, Carlomagno,
Mahoma o Napoleón; pero cuando deja enmohecerse en el fondo del océano
de una generación, esos instrumentos colosales, no son más que Pugachov,
Robespierre, Louvel y el abate Carlos Herrera. Dotados de un inmenso poder
sobre las almas blancas, las atraen a sí y las trituran. Lo cual es grande y bello
en su estilo. Es la planta venenosa de ricos colores que fascina en el bosque a los
niños. Es la poesía del mal» (141).
Hay una historia, que de hecho representa la «poesía del mal»: es la Historia
Universal.
BIBLIOGRAFIA Y NOTAS
A D V E R T E N C IA S P R E L IM IN A R E S

Al lado de la bibliografía habitual hemos empleado aquí dos categorías de escritos.


La primera categoría abarca todas aquellas notas que se relacionan con las interpreta­
ciones de las leyendas populares más antiguas del pueblo judío, las islámicas, cristianas,
pseudoepígrafes, helénicas y rabínicas. El empleo y la intepretación de las leyendas en un
trabajo científico tiene la especial finalidad de poder comparar la figura de Caín en base de
las leyendas y tradiciones con los resultados de la Psicología del Destino.
La segunda categoría de notas contienen los hallazgos testológicos de los ejemplos men­
cionados, pero que son exclusivamente para aquellos psicólogos que están interesados en
dominar el Test de Szondi.
Entre las fuentes de trabajo de la primera categoría para la Psicología del Destino de Caín,
queremos dar a conocer aquí, brevemente, las notas más importantes.
I. Bin Gorion: «Die Sagen der Juden», en cinco tomos. 1913 Rutten y Loengin, Frankfurt
am Main. Las leyendas Caín-Abel se encuentran en el primer tomo y llevan el título de «Von
der Urzeit». Las leyendas usadas por nosotros y sus fuentes están en las páginas 355-357; die
Texte S. 131-150, XIV: Kain und Habel: S. 151-164, XV. Adamssóhne; S. 167-186, XVI:
Die Gerechten und die Bósen; S. 309-310, XXVI: Von Kain, von Habel und von Moses,
Quellen: 361; ferner S. 136-138, XIV/3: Kainzeichen; S. 141-142, IV/4: Der Fluch, zu finden.
II. Aptowitzer, V.: «Kain und Abel in der Agada, den Apokryphen, der hellenistischen,
christlichen un mohammedanischen Literatur» 1922, Wien und Leipzig. Este libro es una
verdadera mina en relación con las tradiciones e interpetaciones de las leyendas Caín-Abel.
Son de especial utilidad las anotaciones siguientes:
III. Kautzsch, E.: «Die Apokryphen und Pseudepigraphen des Alten Testaments».
Tübingen, Verlag von J. C. B. Mohr (Paul Siebeck), 1900, en unión con varios autores.
Son conocidos los Apócrifos libros no canónicos, que solamente fueron tomados para
la Biblia popular y parte para la Biblia católica (8. April, 1546 im Koncil von Trident). Los
Pseudoepígrafos son designados como leyendas. Para el tema «Caín» hemos empleado
solamente los Pseudoepígrafos Tomo II de las obras completas. De especial utilidad son los
siguientes Pseudoepígrafos:
164 C a ín y e l cainism o en la H isto ria Universal

1. Das Buch der Jubiláen, mitgeteilt von E. Littmann in Kautzch’s Sammelwerk Bd. 11/2,
S. 31-119. Das Buch erhielt den Titel: xá IcoPri^aía, und swar von den Jubelperioden von
49 Jahren, die in sieben Jahrwochen zu sieben Jahren zerfallen (Lev. 25, 8 ff.). Este libro que
solamente está traducido por completo al etíope es nombrado el «pequeño Génesis». Her-
mann Rónsch, Leipzig, 1874. Dillmann tiene una parte tradncida al latín.
2. Das Leben Adams und Evas. Comunicado por E. Fuchs en las obras completas de
Kautzsch II/7, S 506-528. Este escrito aparece en tres formas.
a) La forma griega que Tischendorf ha publicado en 1886 bajo el título de «Apoca­
lipsis Mosis». En realidad sobre la base de cuatro manuscritos. A: un manuscrito veneciano
del siglo XIII; B y C : dos manuscritos vieneses de los siglos XII, XII ó -XIV y D: de un
manuscrito mailandés del siglo XI.
E. Fuchs emplea además, con la designación de E1 y E2, dos manuscritos, uno de Paré
(Bibli. Nat. Fond. grec. 1313), y el otro de Montpellier (Bibl. de l’Ecole de Méd. 405), ambos
del siglo XV. Tischendorf utilizó el manuscrito D y Ceriani lo publicó en «Monumenta sacra
et profana» V (1868) 21 ff.
b) La forma latina del pseudoepígrafe se llama «Leben Adans und Evas» (Vita editada
por W. Meyer en 1878.
c) El libro de Adán de la antigua iglesia eslava ha sido publicado en 1893 por Jagig
(Citado por E. Fuchs, II/7 S. 506-507, donde son encontrados importantes datos, sobre el
llamado Libro Cristiano de Adán). En la forma griega del libro se recuerda que los nombres
griegos de los hermanos (Apokryphen 1-5, 1 S. 514, véase nota de piegy h) serían:
Kain == Adiaphotos — Lichtlose
Abel = Amilabes = der Gutgesinnte
(probablemente de s£Aaí3ii ?)
3. Die Testamente der zw olf Patriarchen, der Sóhne .Jakobs. Mitgeteil von E. Kautzsch,
II/6, S. 458-506. In dieser pseudepigraphischen Schrift sind die zwolf Reden und letzten
Weisungen der zwolf Jakobsóhne am Sterbebett an ihren Sóhnen niedergelegt, die nach
dem Testament Jakobs, Gen. 49, nachgebildet sind. Wir benützten im besonderen Benjamins
Testament, XII/7, S. 502-506.
Die Zitate von:
IV. Ephraen Syrus fue Obispo sirio y vivió en el siglo IV.
V. Las fuentes helénicas, latinas e islámicas las he tomado del libro de Aptowitzer
(como Tabari, Ibn-El-Atir, Masudi, Abul, Feda y otros).
VI. Speier, S. (Rabbiner in Zürich): «Aus dem jüdischen Schrifttum über Kain und den
bósen Trieb». Beiheft zur Schw. Ztsch. f. Psychologie und ihre Anwendungen, Nr. 47,
Szondiana V. Festschrift Leopold Szondi, S. 244-252 mit wichtigen Quellenangaben. Ihm
verdanke ich auch die deutsche Übersetzung aus Talmud Sabbat, 156a, die er auf Grund des
alten Goldschmidtschen Textes erneuerte.
VII. Biblia Hebraica. Edit. Rud. Kittel, Württembergsche Bibelanstalt, Stuttgart, 1937.
VIII. Die heilige Schrift des Alten und Neuen Testamenta. Verlag der Zwingli-Bibel,
Zürich, 1954.
IX. Buber, M.: Die füñf Bücher der Weisheit. In Gemeinschaft mit Franz Rosenzweig.
Verlag J. Hegner, Kóln und OIten, 1954.
B ibliografía y notas 165

X. Der Heilige Qur-An (Koran). Arabisch-Deutsch von Hazrat Mirza Bashiruddin,


Mahmud Ahmad. Hg. Ahmadiyya-Mission des Islams, Zürich und Hamburg, 1954.
XI. Wertham Frederic, M. D.: A sign for Cain. An exploration of human violence.
New York The Macmillan Company, London: Collier-Macmillan Limited 1966. Este libro
se ocupa casi exclusivamente de las cualidades de Caín, es decir, de la violencia. El gran ser­
vicio del autor consiste en el humanismo y audacia con que trata tanto las formas nativas
como las figurativas de la violencia en el lenguaje, en la política, en el arte, en la literatura,
en la vida económica y académica como quizá nadie lo había hecho hasta entonces. Una
buena bibliografía hace al libro muy valioso.
Le quedo cordialmente agradecido al Prof. Dr. Phil G. Scholem, de Jerusalén, por sus
valiosos consejos y datos.

Bibliografía y notas

1 Valentin, V.: Weltgeschichte. Vólker-Mánner-Ideen. G. Kiepenhauer, Kóln/Berlin,


Allert de Lange, Amsterdam, 11. Aufl. 1950, S. 8.
2 Ebenda: S. 10.
3 Buber, M.: Die fünf Bücher der Weisung. In Gemeinschaft mit Franz Rosenzweig,
J. Hegner, Kóln und Olten, 1954, S. 18.
4 Ebenda: S. 158.
5 Bin Gorion, M. J .: a) Die Sagen der luden. Bd. 1. Vonder Urzeit. Rütten und Loening,
Frankfurt am Main, 1913, XXVI. S. 309. Quellen, S. 361. Zu der Abel-Moses-
Gleichheit siehe zwei Emek-Hamelech-Zitate in Jalkut Reubeni Gen. p. 22/a, Ehl’Abr.
Zitat ds. Der Ursprung dieser Sagen und Mythen ist die Zielsetzung, die Geschichte
der Menschheit und der Welt auszulegen. Sie fólgen dem Gang der Schrift und sind
Bibelauslegungen.
b) Insel Verlag, S. 102.
6 Lówith, K .: Natur und Humanitat des Menschen. Festschrift fur Helmuth Plessner,
Wesen und Wirklichkeit des Menschen. Hg. von Klaus Ziegler. Vandenhoeck und
Ruprecht, Góttingen, 1957, S. 58.
1 Heidegger, M.: Sein und Zeit § 25. Der Ansatz der existenzialen Frage nach dem
Wer des Daseins. M. Niemeyer, Halle a. d. S. V. Aufl. 1941, S. 114ff.
^ Ebenda: S. 13.
^ Szondi, L .: Der Weg zur Menschwerdung. Mensch, Schicksal und Tod. Beiheft zur
Schw. Ztschr. f. Psych. und ihre Anwendungen, Nr. 46. Szondiana IV. S. 95-120.
0 Hoffmeister, J.: Wórterbuch d. philosophischen Begriffe. Meiner Verlag, Leipzig,
1944, S. 753f.
* Szondi, L.: Schicksalsanalyse. Erstes Buch. 1. Aufl. 1944, II. Aufl. 1948, III. AufL
, 1965. Schwabe & Co. Basel. S. 263ff. und 375-501.
Jaspers, K .: Allgemeine Psychopathologie. Springer, Berlin-Heidelberg, 1948,
S. 522, 540ff.
3 Kretschmer, E .: Kórperbau und Charakter. 23.-24, Aufl. Springer, Berlin/Gottingen/
Heidelberg, 1961.
^ Schneider, C .: Die schizophrenen Symptomverbande. Springer, Berlín, 1943, S. 30ff.
166 C a ín y e l c a in is m o en la H is to r ia Universal

15 Szondi, L.: Schicksalsanalytische Therapie. Huber, Bern-Stuttgart, 1963, S. 326ff.


16 Lorenz, K .: Das sogenannte Bose. Zur Naturgeschichte der Aggression. G. Borotha-
Schoeler-Verlag, Wien, 1963.
17 Bin Gorion: Die Sagen der Juden. XIV. Kain und Habel und: Kain ein Sohn des
Satans. S. 134. Quelle S. 355: Pirke d’Rabbi Elieser XXI nach eienr Textverbesserung
des Kommentators und Jalkut Simeoni Gen. § 35 und erg. b. Targum Jonathan Gen.
IV. 1. (Vgl. zu Semael Hamburger: Real-Enzyklopádie für Bibel und Talmud II.
p. 1060,1.) Ferner Pirke R. Elieser, Kap. 21.
18 a) Ebenda: XIV. 5. S. 145. Quellen S. 356 Midrasch Tanchuma, Bereschith § 9 (erg. d.
Jelamdenu-Fragment in Sefer Ha-likkutim VI. p. 14b, Midrasch Hag-gadol, Gen.
IV. 13 und Midrasch Bereschith Rabba XXII. 12. Siehe auc S. Speier 35).
18 b) Kautzsch, Bd. II. Das Leben Adams und Evas. S. 514 und Aptowitzer, V.: Kain und
Abel in der Agada, den Apokriphen, den hellenistischen, christlichen und moham-
medanischen Literatur. Wien, Leipzig, 1922, S. 1.
18 c) Ebenda: S. 128: Fabricius, S. 139. Ferner S. 129.
18 d) Ebenda: S. 130: Gen. r. LXXXV, 2. und in alten Texten auch Gen. r. XVI11 Ende:
die Schlange begehrte Adam und Eva. S. Theodor. z. St. S. 169. Ferner Sohar 1.54a.
19 a) Gesenius, W.: Hebraisches und Aramaisches Handworterbuch. 17. Aufl. Springer.
Berlin-Gottingen-Heidelberg, 1962, S. 717, 713.
19 b) Eusebius: Onomástica sacra, ed. Lagarte 1.172,177,193 und 203. Nach Aptowitzer:S.
129.
19 c) Christliches Adambuch, ed. Dillmann, S. 139 und 67. S. Aptowitzer: Anmerk. 53
und S. 129.
19 d) Kautzsch, E .: Die Apokryphen und Pseudepigraphen des Alten Testaments. Tübingen
Mohr Verlag, 1900. Neudruck 1921, Bd. II. S. 506 Hier wird die Entstehung des
Adambuchs von E. Fuchs rezensiert. Siehe dazu die Vorbemerkungen.
19 e) Aptowitzer, V.: Kain und Abel in der Agada, den Apokryphen, der hellenistischen,
christlichen und mohammedanischen Literatur. Wien und Leipzig, 1922, S. 1.
19 f) Aptowitzer, V.: S. 115 gibt folgende Quellen zu den zwei Tochtem an: Aboth R.
Nathan, Kap. 1. Vgl. dazu Theodor zu Gen. r. S. 205 unten, Jebamoth 62a, Pierke
Elieser, Kap. 21.
Zu den drei Tóchtern: Gen. r. XXII. 4 und 7. LXI. 4.
19 g) Ebenda: S. 116. Quelle: Jonathan Gen., 4, 2.
Aptowitzer, V.: S. 116.
19 h) Littmann, E.: Das Buch der Jubiláen, in Kautzsch’s Die Apokryphen und Pseudo-
epigraphen. Bd II. S. 31ff. El libro es un pseudoepígrafo para el Génesis canónico
y está totalmente traducido al etíope. Sobre ésta se basan las traducciones hebreas
y griegas. R. H. Charles, Oxford, 1895. Hermann Ronsch trata el contenido de todos
estos problemas de sabia manera en el libro del jubileo o pequeño Génesis. Leipzig,
1874 (citado según E. Littmann).
19 i) Aptowitzer gibt S. 116 folgende Quellen an: Syrische Schatzhohle, S. 38 (deutsch
S. 8), Christliches Adambuch, ed. Dillmann, S. 67, Adambücher, ed. Preuschen,
S. 24 und 33; Theodosius bei Barhebraeus (Ronsch, S. 375); die muhammedanischen
BibliografiJ y notas 167

Schriftsteller: vgl. Grünbaum, Neue Bei'tráge, S. 68ff. Eine teilweise Übereinstimmung


mit Jonathan bei Chrysostomus; s. Text II. 2c, S. 8.
19 j) Ebenda: S. 116; Ronsch: S. 304.
19 k) Kautzsch: Apokryphen II. S. 515 und Aptowitzer: S. 116.
19 1) Aptowitzer: S. 117.
19 m) Ebenda: S. 117; Ronsch; S. 375f.; Preuschen: Adambücher S. 33.
19 n) Ebenda: S. 115; Ronsch: S. 346. Ferner: Barhebraeus-Abul-Farag, Historia Dy-
nastiar. S. 4.
19 o) Ebenda: S. 8.
19 p) Adambücher, ed. Preuschen, S. 24. Aptowitzer, S. 117.
"20 Delitzsch, F.: Génesis. Dorfling und Franke, Leipzig, 1852, S. 147, 158.
21 Vischer, W .: Jahwe, der Gott des Kains Kaiser Verlag, München, 1929, S. 41i
22 Speier, S.: Aus dem jüdischen Schrifttum über Kain und den «bosen Trieb». Beiheft z.
Schw. Ztschr. f. Psych. Nr. 47. Szondiana V. Huber, Bem und Stuttgart, 1963, S.
244ff.
23 Bin Gorion M. J .: Die Sagen der Juden. XIV. Kain und Habel. 3. (Kains Zeichen S,
136). Quellen: S. 356 (siehe Anmerk. 29).
24 a) Dasselbe, neu herausgegeben von Emanuel Bin Gorion. lnsel Verlag, 1962, S. 95.
24 b) Aptowitzer: S. 7.
24 c) Gen. r. LXXXII, 8; Pirke R. Elieser Kap. 36; Baba Bathra 123 a, zit n. Aptowitzer,
S. 118.
24 d) Gen. r. LXXXIV, 21; Pirke. R. Elieser Kap. 36, 39, n. Aptowitzer, S. 118.
24 e) Szondi, L.: Schicksalsanalyse, III. Aufl. Schwabe & Co. Basel. 1965, S. 144.
25 Bin Gorion, M. J.: Die Sagen der Juden. XIV/2. Kain ein Sohn des Satans. S. 135.
Die Quellen siehe unter (17).
26 Ebenda: XIV/3 Kains Zeichen. S. 137.
27 a) Ebenda: XIV/1. Der Streit. S. 132.
22 b) Aptowitzer, S. 23, 24.
27 c) Ebenda: S. 24.
27 d) Ebenda: S. 11-12. Koran, 5, 28.
27 e) Ebenda: S. 12-14. Siehe auch seine Anmerkungen 65-67.
27 f) Ebenda: S. 14-15 und seine Anmerkungen 69.
27 g) Ebenda: S. 18. Siehe dort die Quellen in den Anmerkungen 75-83.
27 h) Ebenda: S. 18-19.
27 i) Abul-Farag: Historia Dynastiarum, S. 4, und Fabricius Codex pseudepigraphus
V. T. I. S. 111. Siehe Aptowitzer, S. 20, und Anmerkung 93.
27 j) Syrische Schatzhóhle, deutsch von Bezold, S. 8. Text S. 34-36. Ferner Christliches
Adambuch, ed. Dillmann, S. 69. Nach Aptowitzer, S. 21 und 131.
¿7 k) Tabari und Ibn-El-Atir refiere que Kábil (Caín) y su hermana nacieron durante su
estancia en el Paraíso. Abel y su hermana gemela vinieron al mundo después de la
expulsión del Paraíso. Véase Grünbaum Neue Beitrage, S. 68, y además las notas
4, 92, en Aptowitzer (S. 22).
27 1) Zitiert nach Aptowitzer, S. 22.
27 m) Aptowitzer, S. 23 und seine Anmerkungen 97-100.
168 Caín y el cainismo en la H istoria Universal

27 n) A n m e rk u n g 55, S. 120, desselben A u to rs. Siehe R o n sch , S. 378, F a b ric iu s, Codex


p se u d e p ig ra p h u s V. T. I. S. 134f.
27 o) M a lin o w sk i, B .: D a s G eschlechtsleben d er W ilden. G re th le in e t C o. L eipzig und
Z ü ric h . 326IF. F e m e r: Szondi, L .: Ich-A nalyse, 224ff., 366fT.
28 Bin G o rio n IV /4. D e r F lu ch . S. 141-142. Q uellen A. 356: M id ra sc h A gada, Gen.
IV . u n d T a rg u m Je ru sch alm i G en . IV /8, M id rasch W a jo sa in B eth H a m id ra sc h I.
p . 5, T a rg u m Je ru sch alm i G en . IV. 16.
29 Ebenda: IV /3 : K a in s Z eichen, S. 138. Q u ellen S. 3 5 6/3: M id ra s c h B e resch ith R a b b a
X X II. 2-12 erg. d. P ar. in M id rasch H ag g a d o l G en . IV . 4u. M id ra sc h T an ch u m a
B e re sc h ith § 10, vgl. zu m Schlu/J M id ra sc h B eresch ith R a b b a X X II. 8.
30 Ebenda: IV . 2, K a in ein S o h n des S a ta n s, S. 136 (vgl. (17)).
31 a ) V. R a d , G e r h a r d : D a s A lte T e sta m e n t (D e u tsc h ü b e rse tz t u n d e rk lá rt). V erlag v.
W a n d e rh o e c k u n d R u p re c h t, G o ttin g e n , 19491
31 b) B a c h e r: Z w ei jü d isc h -p e rsis c h e D ic h te r, II. S. 145. V gl. d a z u A p to w itz e r, A nm er­
k u n g 242, S. 183-184,383.
31 c) S ieh e A n m e rk u n g 315 bei A p to w itz e r. S ieh e: D e p ro fu g is 11 (M . I. 555).
31 d ) E p h ra e m S y ru s : E rk lá ru n g e n d e r G é n e sis III (O p . I. 26 D S á m tlic h e W erk e der
K irc h e n v a te r, X X V II. S. 162). E r Iebte im 4. J a h rh u n d e r t u n f w a r B ischofin Syrien.
31 c) W e rth a m , F . M . D . : A sign fo r C a in . A n e x p lo ra tio n o f h u m a n violence. N ew Y ork,
T h e M a c m illa n C o m p ., L o n d o n , C o llie r-M a c m illa n . L im . 1966, S. 2.
32 B a lz e r, H . : K u ltu rg e sc h tlic h e s a u s d e m O b e rh a lb ste in . B ü n d n e risc h e s M o n a tsb la tt,
1922. S. 14.
Aptowitzer: Anmerkung 264, S. 164ff. Ephraem: S. 165.
33 b) K le in e s B ib e lle x ik o n . C h ristlic h e s V e rla g sh a u s, K o n s ta n z , B ern.
33 c ) K a u tz s c h : D ie T e s ta m e n te d e r 12 P a tr ia rc h e n , X II. 7. in D ie A p o k ry p h e n und
P s e u d e p ig ra p h e n , II. S. 504. F e r n e r A p to w itz e r, S. 56fF.
33 d ) D a s B u c h d e r J u b ilá e n , K a u tz s c h : D ie A p o k r y p h e n u n d P se u d e p ig ra p h e n . Bd. II. S.
48. B e a rb e ite t v o n E . L ittm a n n . A p to w itz e r, S. 59-60.
33 e) Midrasch Tanchuma. Aptowitzer, S. 60-65.
33 f) Aptowitzer, S. 66-68, Anmerkung S. 259-260. Siehe ebanda auch S. 69-74.
33 g) Fabricius: Codex pseudepigraphus V. T. I. S. 122. Aptowitzer, Anmerkung 261, S.
162-163.
34 Bin Gorion: XV/7. Die Weiber Lamechs. S. 158 Sefer Hajaschar, p. 6a, b.
35 Speier, S.: Aus dem jüdischen Schrifttum über Kain und den «bosen Trieb». Beiheft
zur Schw. Ztschr. f. Psychologie und ihre Anwendungen. Nr. 47. Szondiana V.
Festschrift Leopold Szondi. Verlang Huber, Bem und Stuttgart, 1963. S. 249. Quelle:
Josephus Flavius, Jüdische Altertümer. Erstes Buch, 2, 2, S. 23.
36 Ebenda: S. 249-250. Quelle: 250, Nachmanides: Kommentar zur Tora.
37 Buber, M.: Die fünf Bücher der Weisung. S. 15.
38 Speier, S.: c. Op. S. 248-249. Quelle: Josephus Flavius, Jüdische Altertümer. Erstes
Buch, 2, 2, S. 23.
39 Bin Gorion, Emanuel: c. Op. 21. Sage, S. 107.
40 Bin Gorion, Mischa, Josef: c. Op. S. 323.
41 Speier, S.: c. Op. S. 251. Quelle: Josephus Flavius, Jüdische Altertümer, 1. c. S. 24.
Bibliografía y notas 169

42 Bin G o r io n , M . J . : c. O p . X V I. D ie G erechten und die Bósen. 1. Henoch. S. 167.


43 Ebenda: D e r v o r w e ltlic h e H e o n o c h . X X IV /8 . S. 291-292. Quellen: S. 360. Pelia-Zitat
— in Jalkut R eu b e n i G e n . p. 2 6 /b . P ardes-Z iíat in Jalkut Reubeni u. a. Q. Emek Ha-
m elek -Z itat d s. p. 2 7 /b .
44 M eyer, E . : D ie Israliten und ihre N achbarstam m e. 1906.
45 Szondi, L .: E x p erim en telle T riebdiagnostik. Huber, Bem und Stuttgart. I. Aufl. 1947.
II. A ufl. 1960.
46 Pape, W . : G rie c h isc h -D e u tsc h e s Handwdrterbuch, Braunschweig, Vieweg und Sohn,
1849. II. Bd. S. 16.
47 E benda: I. Bd. S. 849.
48 Szondi, L .: L ehrbu ch der experim entellen Triebdiagnostik. II. Aufl. 1960, S. 56.
Abb. 6.
49 Selbach, H .: Die zerebralen Anfallsleiden. Hb. der inneren Medízin. V. Dritter Teii,
Neurologie.
50 Schorsch, G .: Epilepsie, Psychiatrie der Gegenwart. Springer, Beriin-Gottingen-Hei-
delberg, 1960.
51 Buchholz, A .: Ü ber die chronische Paranoia bei epileptischen Individúen. Habilita-
tionsschrift. A ugust Preis, Leipzig, 1895.
52 Weygandt, W .: Atlas und Grundri/? der Psychiatrie. Lehmann, München, 1902,
S. 272.
53 Kraepelin, E .: Das epileptische Irresein. Lehrbuch der Psychiatrie. Bd. 111/11. Teii,
Leipzig, J. A. Barth, 1913.
54 v. Meduna, L .: Die Konvulsionstherapie der Schizophrenie. Halle, 1931.
55 Stahelin, J. E .: Epilepsie und Schizophrenie und das Problem der antagonistischen
Krankheiten. Bull. Schweiz. Akad Wiss, 6, 1950.
56 Selbach, H.: zit. Arbeit, S. 1103.
57 Fürstenberg, H .: Über die Kombination von Epilepsie und Schizophrenie. BetheL
Diss. 1949.
58 a) Landolt, H .: Die Temporallappenepilepsie und ihre Psychopathologie. S. Karger,
Basel und New York, 1960.
58 b) Slater, W., Beard, E. A. W., und Glithero, E .: Int. Z. Psychiatrie, 1, 6. 1965. Zitiert
n. 58c.
58 c) Tellenbach, H.: Epilepsie ais Anfallsleiden und ais Psychose. Über altemative
Psychosen paranoider Prágung bei «forcieter Normalisierung» (Landolt) des Elek-
troenzephalogramms Epileptiker. Nervenarzt, 36. Jg. 5. H. 1965, S. 190-202.
58 d) Szondi, L .: Schicksalsanalytische Therapie. H. Huber, Bem und Stuttgart, 1963, S.
426ff. Und: Neuorientierung in der Frage der Ich-Spaltungen. Med. Künik, 59.
Jg. 48. H. 1964.
58 e) Seidel, R. P h .: Experimentelle Existenzformenanalyse an einem Krankengut von
126 Epileptikern. Juris-Verlag, Zürich, 1962. S. 25flf. Figur 8. (AusderSchweizerischen
Anstalt für Epileptische. Direktor: H. Landolt.)
58 f) Leder, A .: Zur Psychopathologie der Schlaf-und Aufwachepilepsie. Aus der Nerven-
klinik der Univ. Heidelberg. (Direktor: P. Vogel.) Nervenarzt. 38. Jg. 10. H. 1967.
S. 4 3 4 - 4 4 2 .
170 Caín y e l cainism o en la H isto r ia Universal

59 Weigandt, W.: zit. Buch, S. 275f.


60 Ideler, H. W.: Der religiose Wahnsinn. Halle, 1847. Zitiert nach K. Jaspers, Allgem.
Psychopathologíe. V. Aufl. Springer, S. 104.
61 Weygandt, W .: zit. Buch, S. 268.
62 Kulcsár, I. S., Kulcsár Shoshanna and Szondi, L.: Adolf Eichmann and the third
Reich. Crime, Law and Corrections (by Ralph Slovenko, M. D.). Ch. C. Tilomas
Publ. Springfield, Illinois, USA. p. 16-52.
63 Die Profile und die Auslegung von Márton Zóldi siehe Szondi: Triebpathologie, 1952,
S. 386ÍF.
64 Análisis a la ciega del test instintivo de Adolf Eichmann. Análisis a la ciega de un
hombre de 50 años cuyo nombre, profesión e historia de la enfermedad no me fue
comunicado. Para ello me sirvieron diez perfiles del primer plano y nueve del tras­
fondo.

A. Resultado del análisis del primer plano

I. Se trata de un individuo con una perversión sadomasoquista. De diez perfiles del


primer plano, este hombre da diez veces el signo típico en el Test del sadomasoquismo
( ± s). En favor de la forma peligrosa de esta perversión sadomasoquista hablan los siguientes
indicios del Test:
1. El síndrome del asesino del perfil IV ( —e, —k, ± m).
2. El Yo aurista perverso (Sch + O) en el perfil V y VI.
3. De un valor especial es la circunstancia que el individuo elige, de las seis fotografías
de asesinos, dos veces cuatro, seis veces cinco, y dos veces elije las seis. Esto es muy significa­
tivo, pues el hombre normal elige, de estas seis fotografías de asesinos, a lo sumo 2-3, y este
individuo ha elegido una media de cinco asesinos.
II. La inclinación a culpar a otros, es decir, la forma de existencia proyectiva (Perfil
VII. VIII Sch = O —).
III. Inclinación a la bisexualidad. Perfiles III, VII, IX, y X(S = ± ± ). Además:
IV. La posesión con la perversión sadomasoquista: Sch = O + en el III perfil con s ±.

B. Análisis del trasfondo

I. El trasfondo descubre en los nueve perfiles al Caín cuyo sentimiento de matar con su
deseo de poder, completamente aurista, le permite sobrepasar los límites de la realidad. Para
demostrar la dominancia del sentimiento de matar, del trasfondo de este Caín, basta ver la
serie de formas de existencia de los nueve perfiles del trasfondo en la siguiente tabla.
II. La magnitud de la peligrosidad social del trasfondo se puede ver con claridad por
el hecho de que de 36 (9 x 4) reacciones vectoriales 32, es decir, el 88 por 100 son reacciones
socialnegativas.
Bibliografía y notas 171

C. Análisis de la personalidad total


I. Puesto que el tra sfo n d o representa a la persona en el pasado y que este pasado puede
presentarse en cu alq u ier m o m e n to en el primer plano, debemos considerar a este hombre
como sumamente peligroso para la sociedad (véase Tabla 1).
II. Sobre la base d e q ue la historia personal era para nosotros desconocida, podríamos
formular d os p o sib ilid a d es d e enferm ar:
1. U n a genuina ep ilep sia , y
2. U na esq u izofren ia paran oide.
En contra de la a cep ció n d e u n a epilepsia genuina hablan en el Test:
a) La falta d e la rea cció n : S + + ! , + + !!; b) la existencia en el primer plano de la
reacción del Y o Sch -f- O es m u y rara en los epilépticos y habla, más bien, de una per­
versión sad om asoq u ista. P o r el contrario la reacción — !e en el trasfondo habla en favor
de una naturaleza co n d u c to r a d e epilepsia que sería necesario probar en base de una investi­
gación de la historia fam iliar.
En contra de la a ce p c ió n d e u na esquizofrenia paranoide habla la falta de la típica exci­
sión diagonal, en 3 o 4 v ectores (-)----- , 4 — O —, O —, etc.).
De todo esto p o d e m o s sacar la siguiente con clu sión : Este hombre es un criminal con m
insaciable deseo de matar. Su p eligrosid ad para la comunidad viene aumentada por su «Yo»
autista y el p red om in io d e la p royección.
Quisiera hacer n o ta r q u e en nuestros 24 años de práctica con el Test (1937-1961) y con
más de seis m il series del T est estu d iad os, no hem os encontrado un Caín autista con un sen­
timiento de m atar en el tra sfo n d o con tanta intensidad y dominancia. Se trata, por consi­
guiente, casi de un ca so ú nico.
Zürich, 1 de abril, 1961 D r- L‘ Szon<fi

Perfiles P Sch C
del T ab la 1. S ig n ifica d o del trasfondo (Afectos) (Yo) (Contacto)
Trasfondo

I El C aín au tista con sentim ientos de matar - ± + -


II C aín q u iere escapar. Pensam iento de
h u id a .................................................................... O i ¿ —
III C aín n iega la vid a (Pensam ientos suici- 0 ! “r í— —
d as). S e h a ce ver ( + h y )................................ Pcnsa m ien tes suicidas
IV C aín q u iere serlo to d o y tenerlo tod o......... -!+ + + -? 0
V C aín cu lp a a otro s, el puro C a ín ................ -+ + -!
VI C aín cu lp a a o tro s, el puro C a ín ............... -+ + -1
v il C aín cu lp a a o tro s, el puro C a ín ............... -+ ■ + -!
VIII C aín retiene co n com p u lsión sus deseos
d e m a ta r ................................................................ -± ±0 ± o
IX C aín au tista , el p uro C a ín ............................. - + + -
172 Caín y el cainismo en la Historia Universal

65 E xner, F . : K rim inalbiologie. H anseatische V erlagsanstalt, H am burg, 1939, S. 160.


66 S tu m p fl, F r . : E rb an lag e und V erbrechen. Berlin, 1935, S. 288, 290.
67 S zondi, L . : Schicksalsanalyse, III. Aufl. Schw abe & C o. S. 374-489.
68 Derselbe: a) Le T est de Szondi em ployé com m e critére de l’in dication d ’une Psycho-
th érap ie an aly tiq u e. R evue de Psychologie A ppliqué. Vol. 15, N o 2. 2m e Trim es­
tre 1965.
b) U rsp ru n g u n H in terg ru n d d er K risis in den an alytischen Psychotherapien.
S z o n d ia n a VI. B eiheft d. Schweiz. Z tschr. f. Psych. u n ihre A nw end. N r. 50. 1966,
H u b e r, B em un d S tu ttg a rt, S. 22ff.
69 S zondi, L . : Schicksalsanalyse. III. A ufl. S. 268-269. T ab . 13. Berufe.
70 B a ch elard , G .: P sychoanalyse des F euers. C. E. Schw ab, S tu ttg a rt, 1959, S. 19.
71 E llen b e rg er, H .: Psychose, N e u ro se o d e r S chicksalskreis. S zon d ian a I. Beiheft zur
Schw eiz. Z tsch r. f. Psychol. u n d ih re A n w en d u n g en , N r. 21. H u b e r, B ern un d Stutt­
g a rt, 1953, S. 44-90.
72 K ra e p e lin , E .: P sy ch iatrie. J. A . B a rth , L eipzig, 1909, S. 158.
73 F re u d , S .: D o sto je w sk i u n d die V a te rto tu n g . G es. Schr. Bd. X II. S. 7-26 (1928).
74 L e ib b ra n d , W ., u n d W ettley, A . : D e r W ah n sin n . K . A lb er, F re ib u rg /M ü n c h e n , 1961,
S. 429.
75 Ebenda: S. 653.
76 S ch w arz, F .: P ro b le m e des S elb stm o rd es. H u b e r, B ern, 1946, S. 19, 58f.
77 M a lin o w sk i, B .: D a s G esch lech tsleb e n d e r W ilden. G re th le in & C o. Leipzig und
Z ü ric h . S. 86-88, 226, 334, 360, 367, 389, 393, A n m . 407 f.
78 Derselbe: S itte u n d V erb re ch en bei d en N a tu rv o lk e rn . A . F ra n c k e A G Bern. Sam-
m lu n g D a lp . Bd. 33. S. 73; 88-92.
79 S tu m p e r, E . : T rie b s tru k tu r u n d G eiste sk ra n k h e ite n . A b h a n d lu n g z. exper. Trieb-
fo rsch . u n d S ch ick salsp sy ch o lo g ie. Bd. 2. H u b e r, B e m u n d S tu ttg a rt, 1956,
80 M a e d e r, A .: S e x u a lita t u n d E pilepsie. Jb . f. psa. u n d p sy c h o p a th . F o rsch u n g . Bd.
I. 1909. S. 119ff.
81 S tekel, W .: N e rv ó se A n g stz u sta n d e u n d ih re B e h an d lu n g . U rb a n u n d Schw arzenberg,
B e rlin -W ien , 1924, S. 560f.
82 P o lja k , L ., u n d D a v id , H . P .: V erg leich en d e S y n d ro m a n a ly se bei 100 E pileptikem
u n d 100 H o m o se x u ellen . S z o n d ia n a II. H u b e r, B e m u n d S tu ttg a rt, 1953, S. 72-87.
83 S c h ick salsan aly se. III. A ufl. S ch w ak e & C o. B asel, 1965. S. 101-103 (A bb. 10 a und
10b).
84 S chw arz, F . : P ro b le m e des S elb stm o rd es. H u b e r, B ern , 1946. S. 110.
85 M a rc h a n d , L., u n d A ju ria g u e rra , J . : D u suicide ch ez les e p ilep tiq u es. L a presse
m é d icale, 1941. S. 407ff.
86 R ü e g seg g er, P . : S e lb stm o rd v ersu ch e. P sy ch ia t. N e u ro l., B asel, 146; S. 81-104,1963.
87 S c h ick salsan aly se. III. A u fl. S. 360.
88 Ebenda: S. 280.
89 S eidel, R .: E x p e rim e n te lle E x isten zfo rm en an a ly se a n ein e m K ra n k e n g u t von 126
E p ile p tik e m . Ju ris V erlag , Z ü ric h , 1962.
90 S zo n d i, L .: T rie b p a th o lo g ie , H u b e r, B ern u n d S tu ttg a rt, 1952, S. 260.
91 Z itie rt n a c h D u b its c h e r, F .: D e r S uicid. T h eim e, S tu ttg a rt, 1957, S. 202.
Bibliografía y notas 173

92 R in g el, E .: D e r S e lb s tm o r d . M a u d ric h , Wien, 1953, S. 153.


93 Szondi, L.: Schicksalasanalyse. III, Aufl. S. 360.
94 Heidegger, M.: Sein und Zeit. Niemeyer, Halle a. d. S., 1941, S. 134ff.
95 Bollnow, O. F .: Das Wesen der Stimmungen. Klostermann. Frankfurt ara Main,
1956, S. 34ff.
96 a) Szondi, L.: Triebpathologie, Huber, Bern und Stuttgart, 1952, S. 415ÍT.
96 b) Szondi, L.: Schicksalsanalytische Therapie. Huber, Bem und Stuttgart, 1956, S.
513ff.
97 Klein, Melaine: Zur Psychogenese der manisch-depressiven Zustande. Psyche,
Jg. XIV. H. 5, 1960.
98 Ebenda: S. 2 5 8 .
99 Ebenda: S. 2 62.
100 Szondi, L.: Die Dialektik Ich/Erbe und Ich/Trauma im Schicksal des Einzelnea
Szondiana VII. (Beiheft z. Schweiz. Ztschr. f. Psych. und ihre Anwendungen, Nr. 51.)
Huber, Bem und Stuttgart, 1967, S. 15-35.
101 Vergote, A.: Ethik und Tiefenpsychologie. Vergleichende Untersuchung über den
Kains- und den Oedipus-Komplex. Szondiana VIL Bericht über das IV. lnteraat
Kolloquium der Forschungsgemeinschaft für Schicksalspsychologie (herausgegeben
von Ulrike Studer-Salzmann). Huber, Bem und Stuttgart, 1967, S. 212-220.
102 Szondi, L.: Schicksalsanalyse. III. Aufl. Schwabe & Co., Basel, 1965. Hier geben
wir auch den Stammbaum des Patienten, S. 302-303.
103 Wurmser, L.: a) Über die Entfremdung. Ein kasuistischer Beitrag. Szondiana III.
(Beiheft z. Schweiz. Ztschr. f. Psych. und ihre Anwendungen, Nr. 43.) S. 96-106.
Huber, Bem und Stuttgart, 1962.
104 En el diagnóstico experimental instintivo (Test de Szondi), los perfiles del puro Caín
y del puro hipocondriaco son los siguientes:

e hy k p
El puro Caín — 4- +

El puro hipocondriaco + — —

El perfil del hipocondriaco en el Test es el perfil del miedo de cidpay miedo de castigo,
es decir, la conciencia sobre cuya base se apoya la hipocondría.
105 Blumer, D .: Beitrag zur Psychologie der neurotischen Hypochondrie. Inaugural-
Dissertation, Schwabe & Co. Basel, 1957.
106 Derselbe: Das Gewissen. Szondiana V. Festschrift Leopold Szondi. Huber, Bem
und Stuttgart, 1963, S. 29-38.
107 Szondi, L.: Ich-Analyse. Huber, Bem und Stuttgart, 1956, S. 466-509.
108 Jung, C. G .: Symbole des Geistes. Rascher, 1958, S. 407 (Fu/fnote 20).
109 Poljak, L., und David, H. P.: Vergleichende Syndromanalyse bei 100 Epileptikem
und 100 Homosexuellen. Szondiana II. Huber, Bern und Stuttgart, 1955, S. 72-87.
110 Szondi, L.: Experimentelle Triebdiagnostik, I. Aufl. 1947. S. 195.
174 Caín y el cainismo en la H istoria Universal

Illa) E n la ta b la 5 .a se h a c e v isib le q u e el c o m p le jo d e E d ip o a p a r e c e e n el borde (C y S)


y el c o m p le jo d e C a ín , p o r el c o n tr a rio , en el centro (P y S ch).
I. N a s to v ic h a e s ta b le c id o la fre c u e n c ia d e la serie d e v a r ia n te s e n 4 0 n e u r ó tic o s con
p r o n u n c ia d o c o m p le jo d e E d ip o (1968).

20 20 $

VGP: ThKP: EKP: VGP: ThKP: EKP:


R ang-
R e ih e :
S C S C S C S C S C S C

+ ---- -----

+
1. H— + + - + ------------b + + H—
l
l
O +
2. + o - + -± + - o — o 4 -------b + + ■+ - o
o + ± -
3. O - O + ± + ± - O O ± 0

4. + + + o
+ +

Suma total de las reacciones S y C independiente del sexo

Rang- VGP: ThKP: EKP:


Reihe: S C S c S C

1. - - - +
+
+

+ - - +
i
i

2. + O + + - ± - - + - - o
3. — — o + + + ± - 0 - + O
+

4. - - o -
-H
o
°

+ + i +
5. o - i +

S o b r e la b a s e d e la in v e s tig a c ió n e x p e r im e n ta l d e 4 .1 1 7 in d iv id u o s , p a r t e d e e llo s e n fe rm o s
y p a r t e s a n o s p s íq u ic a m e n te (1 9 4 7 H u n g r ía ) , h e m o s p o d id o r e u n i r e n la s ig u ie n te t a b la la
f r e c u e n c ia d e la s c u a t r o r e a c c io n e s d e C a ín e n el V e c to r P , v id a d e lo s afectos y sentimientos
y e n el V e c to r Sch, v id a d e l Y o .
175
Bibliograf ia y ñ o la s

En el Las relaciones En el
Las reacciones del Tes La fre­ Tes
P = conductoras Sch =
Caín — Afectos cuencia
e hy del YO i k p

El «puro» Caín - + 6,0% Tener y Ser todo + +


El Yo autista e
indisciplinado + -

Caín se pone a salvo - O 7,5% El Yo prófugo ± -


ante la angustia en El Yo que intuye
un acto violento. las catástrofes ± ±
Caín disfrazado

El Caín que se 4- O
oculta - ± 4,9% El Yo desintegrado O o
El Yo autista + —

El Caín ambivalente - ± + 1,8% El Yo autista + -


El Yo prófugo

2 20,2%

Puesto que la epilepsia representa la enfermedad convulsiva de los cainitas, por indica­
ción mía, ha hecho un estudio Frau. H. Stoll con 100 epilépticos que estaban en tratamiento
(60 O y 40 O) del servicio del R. Ph. Seidel [89], teniendo en cuenta las variaciones Caín en
la vida de los afectos y en la vida del Yo. Sus resultados no han sido aún publicados.

1. El «puro» Caín es en la vida de los afectos de los epilépticos en tratamiento, en el


primer plano, muy raro (0,5 por 100 en el hombre y 0 por 100 en la mujer), por el contrario,
en el trasfondo aparece en el hombre con la frecuencia de un 1,8 por 100 y de 1,7 por 100 en
la mujer.
El Yo del «puro» Caín que aparece, con más frecuencia, en los epilépticos tratados, es el
Yo autista indisciplinado.
2. El Caín disfrazado (P = — O ) suele llevar consigo el que aparezca en el Yo el autis-
mo, el Yo prófugo, el Yo que intuye las catástrofes, siendo más frecuente este tipo de reacción
en el hombre que en la mujer y especialmente más raro que en la media general, que es de
un 7,5 por 100.
176 Cain y el cainismo en la H istoria Universal

El perfil del medio (P + Sch) muestra en los epilépticos tratados en primer lugar la reac­
ción de la conciencia, es decir, miedo de culpa y de castigo, hipocondría y organoneurosis.

o de miedo pánico
l: " así como también el medio negativo

Esto es una prueba de que la medicación antiepiléptica puede, en parte, cambiar los malos
sentimientos del Caín en miedo de culpa y de castigo, y en parte, puede también el tratamiento
hacer visible la inclinación paranoide y el miedo sensitivo de referencia (Landolt Sesdel,
Tellenbach).
111b) Vgl dazu Leder, A.: Zur Psychopathologie der Schlaf- und Aufwachepilepsie. Ner-
venarzt, 38. Jg., 10. H. 1967, S. 434-442.
112 a) Thomas von Aquino: Summa Theologiae. Prima Pars 81, Artic. 23. Marietti, Tau-
rini, 1952, Romae, p. 396 ff. Siehe femer:
112 b) Schicksalsanalytische Therapie, S. 356.
113 Spinoza, B.: Ethik nach geometrischer Methode dargestellt. Übersetzt von Otto
Baensch. Verlag F. Meiner in Leipzig. III. Teil. Von Ursprung und Natur der Affekte,
S. 108-185.
114 Ebenda: S. 110.
115 Ebenda: S. 180.
116 Ebenda: S. 123, 144, 171, 174.
117 Ebenda: S. 174.
118 Ebenda: S. 145, 180.
119 Klein, Melanie: Das Seelenleben des Kleinkindes. Klett, Stuttgart, 1962. S. 178.
120 Ebenda: S. 181.
121 Szondi, L.: Experimentelle Triebdiagnostik. I. Aufl. Huber, Bern, 1947, S. 194ff.
122 Staehelin, J .: Untersuchungen an 70 Exhibitionisten. Z. Neur. 102.
123 Wertham, F .: gab seinem Buch den Titel: «A signfor Cain und nicht A sign of Cain».
Er schreibt: «I have heard district attorneys asking for the death penalty while
pointing the, sign of Cain’ in the accused’s forehead. They did not realize that this
sign does not stamp a man as one fit for the death penalty, but on the contrary is a
device against continued violence: a sign for Cain, lest any finding him should smite
him.» S. 2.
124 a) Szondi, L.: Trieb und Erziehung (ungarisch). Lélektani Tanulmányok. III. Psych.
Instituí d. Universitat Budapest, 1939, S. 79-111.
124 b) Deutsch: Schw. Ztschr. f. Psych. und ihre Anwendungen, 1946.
124 c) Lehrbuch der experimentellen Triebdiagnostik. Huber, Bern und Stuttgart, 1963.
S. 413-415.
124 d) Freiheit und Zwang im Schicksal des Einzelnen, Huber, Bern und Stuttgart, 1967,
S. 66-67.
124 e) Ebenda: Tabelle 2, S. 66.
125 Studer-Salzmann, E.: Schicksalspsychologie und Glaukom (Grüner Star). Szon-
diana II (Beiheft z. Schweiz. Ztschr. f. Psych. und ihre Anwendungen, Nr. 26), S.
129-152.
B ibliografía y n o ta s 177

126 Szondi, L.: Schicksalsanalyse. III. Aufl., S. 340.


127 Dreyer, H.: Triebstruktur und Berufseignung. Triebdiagnostische Untersuchungen
im Bergbau. Szondiana I (Beiheft z. Schweiz. Ztschr. f. Psych. und ihre Anwendun­
gen, Nr. 21), Huber, Bern und Stuttgart, 1963, S. 156-179.
128 Szondi, L.: Schicksalsanalyse. III. Aufl. S. 365.
129 Hedri, A.: Unfall und Schicksal. Szondiana IV. Mensh, Schicksal undTod. Huber,
Bern und Stuttgart, 1963, S. 61-78.
130 Szondi, L.: Schicksalsanalyse. III. Aufl. S. 494.
131 van Reeth, C l.: a) Feuerwehrleute und Missionsschwester.
b) Die Probleme von Ethik und Moral. Lizenz-, bzw. Doktor-Dissertation an der
Kath. Universitát in Lowen (Belgien).
132 Veress, Z.: Etude du phénoméne contemplatif á travers le Schema théorique de la
pensée de Szondi. (Etude de l’opérotropisme) Lizenz-Arbeit an der Kath. Univer­
sitát Lowen (Belgien), 1967.
133 Goldschmidt: Talmud-Sabbat 156/a. Rabbi Jehoschua ben Levi lebte in Palñstina
um 250. Rabbi Aschi lebte in Babylonien, gestorben 427. Rabba Bab. gestorben
330-331. Abaja (Abbajje) lebte in Babylonien und ist um 338/339 gestorben. Samuel
Edels, geboren 1555 in Posen, gestorben 1631 in Ostrog (R. S. Epeier).
134 Fuchs, E .: Das Leben Adams und Evas in Kautzsch’s Sammelbuch: Apokryphen
und Pseudepigraphen. II/7. S. 514. Auch FujSnote «g».
135 Szondi, L .: Schicksalsanalytische Therapie. Huber, Bem und Stuttgart, 1963, S.
138ff. (Entfremdung).
136 Josephus Flavius (geb. 37 n. Chr. in Jerusalem): Jüdische Altertümer. Erstes Buch,
2, 2, S. 23 (übersetzt von Heinrich Clemenz). Zitiert nach S. Speier [22J, S. 249.
137 Como variaciones de las reacciones Caín-Abel son designadas las siguientes:
Caín — P ~ + , — O, — i , ± +
Abel = P = + - , O ± + ±
Queremos hacer notar que aquí confrontamos la frecuencia de las reacciones afec­
tivas Caín-Abel.
138 Véase el reparto de las reacciones afectivas Caín-Abel en las diferentes ciases del Yo,
en Experimentelle Triebdiagnostik. I. Aufl. Huber, Bern, 1947, S. 194.
139 Szondi, L .: Schicksalsanalyse. III. Aufl. Schwabe & Co. Basel, 1965, S. 374-489.
140 Wertham, F .: A sign for Cain, 1966, S. 326-327.
141 Balzac, H .: La última aventura de Vautrin. (La última encarnación de Vautrin.)
Esplendor y miserias de las cortesanas IV. Traducido por F. P. Greve. Adaptado
por E. Sander. Goldmann Verlag, München. Libro de bolsillo 1617, página 28.
Anotación de la página 154: 11. «Yemelka PugatschefF (1726-1773). Cosaco del
Don, puso en marcha a los cosacos del Ural, a los que se presentó como el Zar
Pedro III, al cual su esposa la Zarina Catalina había mandado matar. El se parecía
a este Zar. Después de grandes éxitos iniciales fue vencido, encarcelado y, más
tarde, decapitadn por el Príncipe Galitzin y el Conde Panin.»
«Louvel, Louis-Pierre (1783-1820) planeó desde 1814 exterminar toda la casa real
francesa. En 1815 mandó preparar un cuchillo como instrumento de asesinato.
El 13 de febrero de 1820 asesinó en la escalinata de la Opera al Duque de Berry,

12
178 Caín y el cainismo en la Historia Universal

que él creyó el único príncipe capaz de engendrar un heredero al trono. A pesar


de que el moribundo duque pidió el perdón para su asesino, fue condenado a muerte
y ejecutado. La viuda del asesinado, la Duquesa de Berry, dio a luz pocos meses
después a un niño, el Duque de Burdeos, que más tarde fue Conde de Chambord,
el cual, como pretendiente al trono, fue llamado por sus partidarios Enrique V.
El atentado al Duque provocó una fuerte ola de reacción, la cual determinó la caida
del Ministro Liberal Decazes.»
«Collin, Jacques, nacido en 1779, educado en los Oratorianos, empezó su carrera
criminal al ser cargado con la culpa de la falsificación hecha por un amigo suyo.
Esto le condujo al presidio desde 1810 hasta 1815. Se escapó y se escondió en París
bajo el nombre de Vautrin en una pensión familiar de Madame Vauquer. En aquella
pensión conoció al joven Eugéne de Rastignac, se interesó por él, intentó conver­
tirlo a sus ideas anarquistas e imponerle una protección con el señuelo de unos
bienes que él podía obtener por el casamiento con Victorine Paillefer, a cuyo her­
mano mandó matar por el Coronel Franchessini. Airado rechazó Rastignac esta
indigna alianza. Al día siguiente, Vautrin fue entregado a la policía por Made-
moiselle Michonneau, que era igualmente huésped de la pensión Vauquer, y por
Bibi-Lupin, condenado y llevado de nuevo al presidio (Papa Goriot). En 1823
escapó otra vez y viajó por Francia bajo el nombre del Abate Carlos Herrera; en
las orillas del Charente encontró a Lucien de Rubempré, que estaba decidido a
suicidarse. Le infundió nueva energía vital, pagó sus deudas y le empujó a la con­
quista del poder y del gran Mundo ('Ilusiones perdidas’, IV).»
Ver también Szondi, L .: Thanatos and Cain. American Imago. Eros and Thanatos.
Volumen 21, Nos. 3-4, 1964 Deutsch: Néue Zürcher Zeitung Sonntag, 2. Mai 1965
(Literatir und Kunst).

Como final de todas estas notas comunicamos aquí la lista de las obras de literatura
alemana que se han ocupado de Caín. Por esta lista estoy muy agradecido al Prof. Dr. Phl
Martin Stem.

142 De nuestra época Siglo XV III

Margarethe Klopstock: Der Tod Abéis (1758).


Salomón Gessner: Der Tod Abéis (2. Aufl. 1759).
Males Müller: Der erschlagene Abel (edit. Heues).
J. G. Herder: Der himmlische Scháfer (edit. Suphan Bd. 26, S. 326-327).
L. F. Hudemann: Der Brudermord des Kain (Butzow 1761).
Joh. Sam. Patzke: Der Tod Abéis. Lyrisches Drama (1769).
Joh Zahnesnig: Abéis Tod. Duodrama (1779).
Sebastian Sailer: Von Kain und Abel (Gedenkschrift f. Herm. Albert, Halle, 1928).
Caín, eine Kantate, Góttinger Musenalmanach auf 1777, S. 16.
B ib lio g r a fía y n o ta s 179

Frds. Leop. Graf zu Stollberg: Kain am Ufer des Meeres (Ges. Werke). 19. Jahrhundert I.
F. Á. Krummacker: Kains Klagen (Parabeln 2. Bd.) 1815. Kaíns Traum (ebendort).
L. C. Wittich: Kain und Abel am Sturbach (Mittemachtsblatt hrsg. v. A. Müllner 1827).
Frieds. Küchert: Kabil und Hábil (Morgenlánd. Sagen Bd. 1, 1837).
Franz Hedrich: Kain (1851).
Herm. Lingg: Kain (1869).
Martin Wagener (= Frehsee, Martin): Kains Tod (1895).
Ludw. Weber: Kain (1896).
Max Hermanny: Kain. Dramat. Dichtung (Leipzig 1896).
M. E. Sachs: Kains Schuld und ihre Sühne (München 1897).

Siglo XX

Paul von Wichmann: Kain. Drama (1897).


Eduard v. Meyer: Die Bücher Kains vom ewigen Leben (1899).

20. Jahrhundert:

Paul Heyse: Kain, Mysterium (Mythen und Mysterien 1904).


Porges (= C. Hilm): Kain (1904).
Amold Winkelmann: Kain. Gedicht (1904).
E. K. Alexy: Abéis Tod. Schauspiel in 4 Akten (Lorch 1908).
Otto Borgoráber: Die ersten Menschen. Erotisches Mysterium (1908).
Heinr. Bulthaupt: Kain. Oper, Musik von d’Albert (Berlin 1909).
Sebastian Wieser: Der Antichrist. Trilogie (Regensburg 1911).
Derselbe: Brudermord (Biblische Spiele II), München o. Ji
Else Lasker-Schüler: Abel. Hebraische Balladen, S. 13.
Harry Schmidt/Adolf Walter: Kain (Wien 1914).
Félix Weingartner: Kain und Abel. Oper (Wien 1914).
Frds. Kaffka: Kain (Berlin 1918).
Antón Wildgans: Kain (Leipzig 1921).
Wilh. Leunemann: Kain (Geschichten, Legenden, Worte) 1923.
Nicolaus Lauer: Abéis Opfer. II. Aufl. (München 1927).
Wilh. Ebner: Die Tragodie Abéis (Radolfszell 1930).
Jacob Rothschild: Kain und Abel in der deutschen Literatur. Diss. Frankfurt am Main/
Würzburg 1933.
V. Aptowitzer: Kain und Abel in der Agada, den Apokryphen, der hellenistischen, chris-
tlichen und mohammedanischen Literatur (Wien 1922).
Berdyczewski, Micha Josef, Bin Gorion: Die Sagen der Juden, Bd. I.
Ginsberg, Louis: The Legends of the Jews. Vol. I. V. (Philadelphia 1909).
Winzer, J .: Die ungleichen Kinder Evas in der Literatur des 16. Jahrhunderts. Diss. Gre-
ifsw. 1908.
180 C a ín y e l ca in ism o en la H is to r ia U n iversa l

D e la l i t e r a tu r a in g le s a r e c o r d a m o s s o la m e n te :
L o r d B y r o n : K a in . E in M y s te riu m . S. F is c h e r V e rla g , F r a n k f u r t a m M a in .
D e la li t e r a tu r a e s p a ñ o la :
U n a m u n o , M . : A b e l S á n c h e z . D ie G e s c h ic h te e in e r L e id e n s c h a f t ( M e y e r & J e s s e n V e rla g ,
M ü n c h e n 1 925).
EXTRACTO
DEL
CATALOGO DE BIBLIOTECA NUEVA
TEXTOS Y TEMAS PSICOLOGICOS EDITADOS
bajo la dirección de José Germ ain y Juan A. P o rtuondo

F. A lexander y H . Staub:
El delincuente y sus jueces bajo el punto de vista psicoanalítico.

A. A lvarez Villar:
Psicología de los pueblos primitivos.
Sexo y cultura.
Psicología del arte.
Psicología de la religión.
Manual de psicología experimental.

Raymond de Becker:

La trágica vida de Sigmund Freud. U n a a p a s io n a n te b io g r a f ía d e l c r e a d o r


del p sic o a n á lisis.

Lee J. Crombach:

Fundamentos de la exploración psicológica (2 .a e d ic ió n a c t u a liz a d a p o r


el a u to r , 1972).

Sigmund F reud :
Epistolario. M á s d e 3 0 0 c a r ta s q u e F r e u d e s c rib ió d e s d e 1873 h a s t a 1939,
p o c o a n te s d e su m u e rte .

W. Kohler :
Psicología de la forma.

D avid K rech, R ichard S. C rutchfield y E gerton L . Ballachey :


Psicología social (2 .a e d ic ió n ).
C armelo M onedero:
Psicología evolutiva.
Psicopatología general.

J uan A . P ortuondo :
El psicodiagnóstico de Rorschach en psicología clínica.
Tabla de respuestas para calificar el psicodiagnóstico de Rorschach.
Veinte folletos para evaluar el Rorschach.
Psicoterapia de grupo y psicodrama.
Introducción al psicoanálisis.
El psicodiagnóstico de Rorschach y la esquizofrenia.
Interpretación psicoanalítica del psicodiagnóstico de Rorschach. (E jem plo
d e r e s p u e s ta s .)
El Rorschach psicoanalítico.
Cuatro técnicos en el test de apercepción temática y la autobiografia como
temática proyectiva.
Escala de Wechsler-Bellevue (su e n fo q u e clín ico ).
Test proyectivo de Karen Machover: la figura humana (to m o II).
El test sociométrico.
Los tests de formación de conceptos en psicología clínica.
Hipnoterapia.
Zonas clásicas y zonas especiales del test de Rorschach.

M ichel R oche :

El hombre al volante.

L. Szo nd i :
Tratado del diagnóstico experimental de los instintos. L a o b ra fu n d a m e n ta l
d e S z o n d i t r a d u c i d a d e l a le m á n p o r el p ro fe s o r S o to Y a rritu .

Z angw ill :
Introducción a la psicología moderna.

J ohn N. R osen :
Psicoanálisis directo.
SIGMUND FREUD
OBRAS COMPLETAS (Edición especial)

Consta de nueve tomos, tamaño 16 x 23 cm., con un total aproximado de


4.000 páginas, cuyo sumario extractado es el siguiente:
T omo I (Ensayos I al 16).— 3. E stu d io c o m p a ra tiv o d e las p a rá lis is m o tric e s, o rgánicas e
h istéricas— 5. C h arco t.— 6. E stu d io s so b re la h iste ria .— H is to ria le s clín ico s.— 9. La
neurastenia y la neurosis de an g u stia .— 11. P ro y e c to d e u n a p sic o lo g ía p a r a neurólogos.
15. La sexualidad en la etiología de las n eu ro sis.— 16. L o s re c u e rd o s e n c u b rid o re s.

T omo II (Ensayos 17 al 19).— 17. L a in te rp re ta c ió n d e lo s su e ñ o s.


T omo III (Ensayos 20 al 25).— 20. P sic o p a to lo g ía d e la v id a c o tid ia n a .— 21. A n álisis frag­
m entario de una histeria (caso D o ra ).— A rtíc u lo s so b re p s ic o te ra p ia .— 25. El chiste y
su relación con lo inconsciente.

T omo IV (Ensayos 26 al 45).— 26. T res e n say o s p a r a u n a te o ría se x u a l.— Y o tr o s artículos


sobre el m ism o tem a.— 37. El c a rá c te r y el e ro tis m o a n a l.— 40. A n á lis is d e la fobia de
un niño (Juanito).— A nálisis de u n ca so d e n e u ro s is o b se siv a (c a so d el hombre de las
ratas/.— A nálisis de un caso de p a ra n o ia (caso S c h re b e r).
T omo V (Ensayos 46 al 84).— 46. P sico a n álisis (c o n fe re n c ia en la C la r k U n iv e rsity ).— Ar­
tículos de tratam ie n to (técnica p sic o a n a lític a ).— Y o tr o s d e p sic o a n á lis is ap licad o —
52,67. Psicología de la vida e ró tica.— 55. L o s d o s p rin c ip io s d el su c e d e r p síq u ic o .— 74. Tó­
tem y tabú.— 77. El Moisés, de M iguel A n g e l.— 79. H is to r ia d el m o v im ie n to psicoanalítico.

T omo VI (Ensayos 85 al 97).— 85. H is to ria d e u n a n e u ro s is in fa n til (c a so del hombre de los


lobosy .— 87. El n arcisism o.— 88, 89. L o s in s tin to s y su s d e s tin o s .— 9 0 . L a rep re sió n —
91. Lo inconsciente.— 93. D u elo y m e la n c o lía .— 97. L e c c io n e s d e p sic o a n á lisis.

T omo VII (Ensayos 98 al 144) .— A rtíc u lo s d e tr a ta m ie n to p s ic o a n a lític o .— E l ta b ú de la


v irg in id ad — 109. M ás allá del p rin c ip io d el p la c e r.— C e lo s , p a r a n o i a y h o m o se x u alid a d .
112. Psicología de las m asas y a n álisis del yo.— S u e ñ o s .— 124. E l yo y el ello.— N eurosis
y psicosis.— 128. El final del c o m p le jo d e E d ip o .— 129. M a s o q u is m o .— 130. A u to b io ­
grafía.

T omo V III (Ensayos 145 al 184).— 145. In h ib ic ió n , s ín to m a y a n g u s tia .— S u e ñ o s .— 152. Psi­


coanálisis p ro fan o (psicoanálisis y m e d ic in a ).— -153. E l p o r v e n ir d e u n a ilu s ió n .— 157. Dos-
toiew sky y el p arricid io .— 158. El m a le s ta r en la c u ltu r a .— S e x u a lid a d fem enina.—
166. Siete lecciones de p sic o an álisis (X X IX a X X X V ).

T omo IX (Ensayos 185 al 203).— 185. M o isés y la re lig ió n m o n o te ís ta .— 192. A n á lis is termi-
yo en el
nable e in term in ab le.— 193. C o n s tru c c io n e s en p s ic o a n á lis is .— 194. E x c isió n del
proceso de defensa.— 195. C o m p e n d io del p s ic o a n á lis is .— 2 0 4 . L o s o ríg e n e s del psi­
coanálisis.
Al propio tiempo, para esta edición en rústica, el doctor Numhauser ha redactado
un índice analítico exhaustivo de la extraordinaria y variada temática freudiana,
hasta en sus más minuciosos aspectos y su relación de interdependencia. El
mencionado índice analítico, por su propio realizador, se ha completado con un
índice de personas y autores citados y otro exclusivamente bajo el epígrafe de
Freud por Freud, básico para un estudio biográfico, que consigna su historia,
su personalidad, su labor científica, sus sueños, sus postulaciones y citas, además
de su personal anecdotario, y finalmente, su propia sintomatología clínica.

Esta considerable labor del doctor Numhauser se completa por primera vez
para el estudio de Freud con dos índices parciales, uno referido a los «sueños»
por él estudiados y otro sobre los «símbolos» a los que alude, incluidos en el
tomo II.

Finalmente, junto a los centenares de notas, de diverso género, contenidas en


nuestras precedentes ediciones, para la presente, Jacobo Numhauser ha redactado
otras no menos expresivas, que figuran en el texto señaladas con asteriscos.

También en esta edición, para una mejor valoración del acervo científico freudia-
no, el ilustre doctor Juan R of Carballo ha redactado un estudio de orientación
general. Asimismo, se incluye un centenar de ilustraciones fuera de texto.
SIGMUND FREUD

OBRAS COMPLETAS

---------------------- EDICION DE LUJO -------------------------

Al cumplirse el cincuentenario de nuestra primera edición de las Obras Completas de Sig-


mund Freud, y con motivo de haberse publicado, a título postumo, muchos trabajos del
profesor vienes todavía inéditos, B i b l io t e c a N u e v a inicia esta edición definitiva de la
magna labor científica desarrollada por el creador del psicoanálisis. La edición consta de
tres tomos, tamaño 16 x 23 cm., con un total aproximado de 4.000 páginas.

Esta nueva edición se ha orientado a ordenar cronológicamente toda la obra de Freud,


de acuerdo con el criterio sustentado por la edición inglesa a cargo del doctor James Strachey
y de la doctora Ana Freud, hija y continuadora de su padre en la investigación psicoanalítica.
Esta tarea ha sido encomendada al médico psicoanalista chileno Jacobo Numhauser Tog-
nola, que ha efectuado las correcciones, modificaciones y agregados que las nuevas inves­
tigaciones sobre la obra freudiana aconsejan.

Junto a los centenares de notas, de diverso género, contenidas en nuestras precedentes


ediciones, para la presente, Jacobo Numhauser ha redactado otras no menos expresivas,
que figuran en el texto señaladas con asteriscos.

En esta edición, inexcusablemente figura el prólogo que a la primera de 1922 suscribió el


filósofo español José Ortega y Gasset, quien fue, precisamente, el que propuso a B ib l io t e c a
N ueva la magna empresa de enriquecer la bibliografía en lengua española con la magistral
versión del traductor Luis López Ballesteros y de Torres, y que tan elogiosos comentarios
críticos motivó por parte de Sigmund Freud en la carta que insertamos en el tomo I.

Para un mejor estudio y valoración del acervo científico freudiano, el ilustre doctor Juan
Rof Carballo ha redactado un estudio de orientación general. También hemos de expresar,
una vez más, nuestro reconocimiento a los doctores José Germain y Ramón Rey Ardid por
su respectiva aportación a las anteriores ediciones de las Obras de Freud.

Además, en la presente edición figura un centenar de ilustraciones fuera de texto, que com­
prende una selección iconográfica del profesor Freud, de sus familiares, de sus maestros,
de sus discípulos, por una parte; y, de otra, reproduciendo precedentes terapéuticos de la
técnica psicoanalista y una valiosa selección de obras maestras de la Historia del Arte Uni­
versal, relacionadas, en muy considerable medida, con las concepciones del autor respecto
de la patología, psicología y antropología de la obra casi enciclopédica en los más variados
aspectos de la vida humana que comprende la magna obra freudiana.
SUMARIO DE LAS OBRAS
COMPLETAS DE FREUD

EDICION DE LUJO

T a m a ñ o 1 6 x 2 3 c m ., im p r e s a e n p a p e l b ib lia de p r im e ra c a lid a d y e n c u a d e rn a d a en piel


y o r o . C a d a v o lu m e n c o n 1.300 p á g in a s .

T omo I (Ensayos 1 al 25).— 3. Estudio comparativo de las parálisis motrices, orgánicas o


histéricas.—5. Charcot.—6. Estudios sobre la histeria—Historiales clínicos.—9. La
neurastenia y la neurosis de angustia.—11. Proyecto de una psicología para neurólogos.—
15. La sexualidad en la etiología de las neurosis.—16. Los recuerdos encubridores.—
17. La interpretación de los sueños.—20. Psicopatología de la vida cotidiana.—21. Aná­
lisis fragmentario de una histeria (caso Dora).—Artículos sobre psicoterapia.—25. H
chiste y su relación con lo inconsciente.

T om o II (Ensayos 26 al 97). —26. Tres ensayos para una teoría sexual.—Y otros artículos
sobre el mismo tema.—37. El carácter y el erotismo anal.—40. Análisis de la fobia de
un niño (Juanito).—Análisis de un caso de neurosis obsesiva (caso del hombre de las
ratas j .—Análisis de un caso de paranoia (caso Schreber).—46. Psicoanálisis (confe­
rencias en la Clark University).—Artículos de tratamiento (técnica psicoanalítica).—
Y otros de psicoanálisis aplicado.—50. Un recuerdo infantil de Leonardo de Vind.—
52. Psicología de la vida erótica.—55. Los dos principios del suceder psíquico.—74. Tó­
tem y tabú.—77. El Moisés, de Miguel Angel.—79. Historia del movimiento psicoana-
lítico.—85. Historia de una neurosis infantil (caso del hombre de los lobos/.—87. El
narcisismo.—88. Los instintos y sus destinos—90. La represión.—91. Lo inconsciente:
93. Duelo y melancolía.—97. Lecciones de psicoanálisis.

T omo III (Ensayos 98 al 204/.—Artículos de tratamiento psicoanalítico.—El tabú de la


virginidad.— 109. Más allá del principio del placer.—Celos, paranoia y homosexuali­
dad.— 112. Psicología de las masas y análisis del yo.—Sueños.—124. El yo y el ello .—
Neurosis y psicosis.—128. El final del complejo de Edipo.—129. Masoquismo.—130. Au­
tobiografía.— 145. Inhibición, sintoma y angustia.—Sueños.—152. Psicoanálisis profano
(psicoanálisis y medicina).—153. El porvenir de una ilusión.—157. Dostoiewsky y el
parricidio.— 158. El malestar en la cultura.—Sexualidad femenina.—166. Siete lecciones
de psicoanálisis (XXIX a XXXV).—185. Moisés y la religión monoteísta.—192. Análisis
terminable e interminable.—193. Construcciones en psicoanálisis.—194. Excisión del
yo en el proceso de defensa.—195. Compendio del psicoanálisis—204. Los orígenes
del psicoanálisis. (Epistolario con Fliess.)
WBLIOTECA NUEVA tiene publicadas en edición
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obras de los más famosos autores españoles:

G A B R IE L M IR O
OBRAS COMPLETAS

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OBRA POETICA

E D G A R N E V IL L E

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A sim ism o, dos nom bres extranjeros de fama mundiai:

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TEA TR O Y ENSAYOS

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