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Pasiones y Razón en El Pensamiento de Rousseau

El trabajo analiza la relación entre pasiones y razón en el pensamiento de Rousseau, centrándose en su 'Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres'. Rousseau argumenta que el hombre natural, guiado por pasiones básicas, se ve transformado por la razón y la sociabilidad, lo que lleva a la desigualdad y la dominación. A través de la reflexión sobre estas dinámicas, el autor sugiere que es posible una sociedad basada en la libertad e igualdad, a pesar de la degeneración de las pasiones en la sociedad moderna.
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Pasiones y Razón en El Pensamiento de Rousseau

El trabajo analiza la relación entre pasiones y razón en el pensamiento de Rousseau, centrándose en su 'Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres'. Rousseau argumenta que el hombre natural, guiado por pasiones básicas, se ve transformado por la razón y la sociabilidad, lo que lleva a la desigualdad y la dominación. A través de la reflexión sobre estas dinámicas, el autor sugiere que es posible una sociedad basada en la libertad e igualdad, a pesar de la degeneración de las pasiones en la sociedad moderna.
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Trabajo final Filosofía Moderna

1. Título
“Pasiones y razón en el pensamiento de Rousseau”
2. Autores
Gonzalo Sepúlveda Ballesteros
3. Planteamiento de la cuestión
Gran provecho tenemos al reencontrarnos una y otra vez con la obra de Rousseau, y
no solamente dentro de la historia de la filosofía, que lo coloca dentro del canon
filosófico como un pensador político que creó un nuevo paradigma. Pensadores más
cercanos a nuestra época que Jean-Jacques lo han ocupado como fuente principal al
momento de hablar de filosofía de la educación, buscar argumentos a favor de los
derechos de los animales, enriquecer la filosofía práctica (tal como nos dice Kant que,
Rousseau fue quien lo despertó de su escepticismo moral), entre muchos más frutos
que podemos sacar de su pensamiento. Aquí nos enfocaremos en el así llamado
‘Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres’, en este texto nuestro
autor tiene el objetivo de enfrentarse a la verdadera pregunta que, según su juicio,
debiese encaminar toda la filosofía política y moral: ¿En qué consiste nuestra
humanidad y cómo se originó? Esta pregunta sería el primer paso para comprender
cabalmente lo que la filosofía hasta ese punto se preguntaba: el origen de la
desigualdad, la justificación de obedecer a las instituciones y la formulación del
estado correcto llegan a responderse en la medida de entender qué es lo que
propiamente generó la sociabilidad en nuestra especie.
Este método antropológico nos invita a hacer precisiones acerca del estado natural y
de nuestras sociedades artificiales. Lo más importante en este punto es recordar que,
al reflexionar acerca del hombre natural, estamos hablando de una época a la cual no
le podemos asignar una ubicación ni una fecha, ya que, como seres tan acostumbrados
a manejar la razón, no podemos evidentemente ‘pensar’ en un ser humano que no
contenía en sí capacidades de razonar que le permitiesen verse más allá de su propia
actualidad, más allá de lo que debiese hacer para subsistir, por lo que debemos
eliminarle las características y conceptos propios del ser humano en sociedad: la
moralidad, dominación, propiedad privada, entre otros. Esto claramente nos evidencia
la crítica que tiene Rousseau a la filosofía contractualista, atacando concretamente a
Hobbes en este punto: el estado de guerra y la constante competencia tienen como
condición necesaria tener en sí los conceptos antes mencionados, porque para ser
naturalmente violento es necesario estar ya acostumbrados a la sociabilidad y ver a los
pares como enemigos. El hombre natural no contiene las capacidades cognitivas como
la imaginación ni la razón porque no las necesita para subsistir, su vida y su mente
son sencillas porque sus necesidades son básicas. Acerca de esto, Rousseau nos dice
lo siguiente:
“(...), y meditando sobre las primeras y las más simples operaciones del alma
humana, creo advertir dos principios anteriores a la razón, uno de los cuales
nos interesa vivamente para nuestro bienestar y el otro nos inspira una
repugnancia natural si vemos sufrir o perecer a cualquier ser sensible,
principalmente a nuestros semejantes. Del concurso y de la combinación que
nuestro espíritu sepa hacer de esos dos principios, sin que sea necesario añadir
el de la sociabilidad, me parece que se derivan todas las reglas del derecho
natural, reglas que la razón se ve precisada a establecer sobre otros
fundamentos cuando ha llegado, por sucesivos desenvolvimientos, a sofocar la
naturaleza.”1
El hombre natural no necesitaba de la capacidad de ingenio que tiene nuestra razón ni
de otros seres humanos para enfrentarse a las adversidades, estas llegan al momento
de tener necesidades más complejas. Mediante esta reflexión Rousseau llega a una
característica puramente natural: el alma humana antes de la razón, en su esplendor,
contenía pasiones que lo hacen ser lo que es; el deseo de nuestro bienestar o la
autoconservación, y la repulsión por el sufrimiento. Estos son principios esenciales en
nuestra mente, porque sin el primero sería imposible que el ser humano se haya
interesado por seguir viviendo, y sin el segundo florecería la violencia que en el
mundo natural no tiene sentido porque impera un mundo en donde el ser humano
tiene todo al alcance. Bajo estas consideraciones no tendríamos nada de distinto con el
restante mundo animal, ¿Qué es lo que nos diferencia? La diferencia radica en la
capacidad de ser libre, ya que el ser humano puede decidir su curso y no es sometido
por la naturaleza a comportarse de una manera fija, como lo es en el resto de los
animales. Un animal que come únicamente carne se moriría de hambre antes de comer
los frutos de un árbol, no así el ser humano, que es libre e indeterminado para llevar a
cabo experimentos que prueben si existe un beneficio o un daño en un alimento
nuevo.

1
Rousseau (1999), pág. 20-21
¿Cómo llega la razón entonces? Llega en el momento en que el ser humano se vio con
nuevas necesidades que sus facultades primitivas no podían saciar, por ende, es el
deseo de conocer “cómo” el que le permite que nazcan nuevas y mejores facultades
cognitivas, como la memoria y la justificación de acción. Por su capacidad de decidir
su curso y justificarlo es que evidenciamos que contiene la característica de una
perfectibilidad, porque decide autodeterminarse, y por ende guiar su curso de acción
hacia esa determinación que decida libremente seguir. Vemos que toda esta evolución
de la razón depende propiamente del deseo de conocer, agregando una nueva pasión,
por ende, es erróneo pensar, según Rousseau, que no haya una conexión entre pasión
y razón en su esencia, el autor nos dice:
“Digan lo que quieran los moralistas, el entendimiento humano debe mucho a
las pasiones, las cuales, según el común sentir, le deben mucho también. Por
su actividad se perfecciona nuestra razón; no queremos saber sino porque
deseamos gozar, y no puede concebirse por qué un hombre que careciera de
deseos y temores habría de tomarse la molestia de pensar. A su vez, las
pasiones se originan de nuestras necesidades, y su progreso, de nuestros
conocimientos, pues no se puede desear o tener las cosas sino por las ideas que
sobre ellas se tenga o por el nuevo impulso de la naturaleza.”2
La capacidad de razonar se debe de entender como un carácter antinatural en el ser
humano que vio todo a su alcance. En el momento en que se sintió carente de algo, de
sentido, es que se fundamenta el deseo por el conocimiento. Ese deseo es maleable, al
igual que su naturaleza libre, y dependiendo el curso que elige su propia libertad es
que las pasiones se generan y su razón reflexiona fundamentándolas, por lo que
podemos suponer que los primeros acercamientos a una razón eran guiados por las
pasiones prereflexivas que mencionamos anteriormente.
¿Cuál es el punto de inflexión, según Rousseau, que genera la desigualdad? La
respuesta llega al momento de adentrarnos en el transcurso que llevó a cabo el ser
humano al momento de verse necesitado de los otros para poder subsistir. El cómo
llegó a ser nuestro devenir humano hasta ahora es el culpable de consentir que la
dominación y la esclavitud sean la base de nuestra sociabilidad y no la libertad,
‘perfeccionando’ nuestra razón y creando pasiones de envidia y de sentirse superior a
los otros. Por esto es que Rousseau nos dice:

2
Rousseau (1999), pág. 38
“(...), la igualdad deshecha fue seguida del más espantoso desorden; de este
modo, las usurpaciones de los ricos, las depredaciones de los pobres, las
pasiones desenfrenadas de todos, ahogando la piedad natural y la voz todavía
débil de la justicia, hicieron a los hombres avaros, ambiciosos y malvados.”3
La razón que se desarrolló a partir del trato con otros es la que permitió que el ser
humano considere que todo le debe pertenecer por su carencia, tratando de defenderse
de sus pares por considerarlos como enemigos que le impiden saciarse de sus
necesidades. Esta perfección de las pasiones mediante la reflexión, que la sustenta y le
da nacimiento, es el origen del estado de desigualdad que ve Rousseau en nuestra
manera de relacionarnos, el autor siguiendo esta línea dice:
“Es la razón quien engendra el amor propio, y la reflexión lo fortifica; ella
repliega al hombre sobre sí mismo; ella le aparta de todo lo que le molesta o le
aflige. Es la filosofía quien le aísla; por ella dice en secreto, a la vista de un
hombre que sufre: ‘Muere si quieres; yo estoy seguro.’ Sólo los peligros de la
sociedad entera turban el sueño tranquilo del filósofo y le arrancan del lecho.
Se puede degollar impunemente a un semejante suyo bajo sus ventanas; no
tiene más que taparse los oídos y razonar un poco para impedir a la naturaleza
que se subleva dentro de él identificarlo con aquel a quien se asesina. El
hombre salvaje carece de este admirable talento; falto de razón y de prudencia,
vésele siempre entregarse aturdidamente al primer sentimiento de la
humanidad.”4
Es una malformación en el aparataje de deseos en el cual nuestra razón se sustenta.
Frente a esto puede llegarse a pensar que Rousseau nos está diciendo que estamos
completamente errados y que debemos de devolvernos al estado natural, que es
nuestra única alternativa de vivir bien. ¿Se puede decir que es así? Evidentemente no,
porque no podemos dar vuelta atrás y eliminar toda la sociabilidad, es un peso que ya
decidimos tomar para subsistir de mejor manera. Pero queda la pregunta, y es nuestra
pregunta por investigar, ¿Cuál es realmente la relación que debiese de existir entre
pasión y razón, si parecen ser nocivas la una con la otra? ¿Podemos ser puramente
pasionales? ¿Podemos ser puramente racionales?
4. Desarrollo

3
Rousseau (1999), pág. 77
4
Rousseau (1999), pág. 53-54
Gracias a la lectura que realizamos del segundo discurso de Rousseau es que pudimos
hacer más rica nuestra reflexión acerca de nuestra actualidad sumida en la esclavitud,
dejándonos como una respuesta que el transcurso de la historia es la culpable de
degenerar al ser humano hacia estados de dominación que el hombre natural no podría
ni siquiera imaginar. Pero poco podemos sacar de esta conclusión fatalista, lo único
que podemos decir que nuestra naturaleza se vio transformada, en donde nuestras
pasiones prereflexivas tomaron un rumbo en el que el bien común no parece tener
importancia. Descartando esto se instauró, gracias a las instituciones, un sentimiento
de verse únicamente de manera individual y, el miedo que genera eso, nos guía a
sentirnos seguros bajo las cadenas, por ser un lugar aparentemente seguro. ¿Debemos
contentarnos con que nuestra reflexión se mantenga en ese plano? Claramente no,
debemos de desentrañar las preguntas que nos hicimos anteriormente para ver qué
podemos sacar de provecho de parte de las reflexiones que nos deja Rousseau.
Seguiremos las interpretaciones que nos deja Vera Waksman con sus lecturas de
Rousseau, en donde sus objetivos se unen con los nuestros:
“¿Por qué el amor de sí degenera en amor propio? ¿Se trata de una
metamorfosis de un principio bueno en el contexto del desarrollo social, lo que
implicaría un cambio completo de forma que haría pensar que no hay retorno
posible? ¿O puede pensarse, en cambio, que se trata de un mismo principio
que opera en un sentido positivo o negativo, según la situación en la que se
encuentre?”5
Nuestras lecturas previas respondieron la primera pregunta, en donde vimos que, bajo
una idea errónea de sociabilidad que se fundamenta en la dominación, las pasiones se
volcaron hacia vernos como enemigos constantes o seres inferiores entre sí. La
segunda pregunta parece ser lo único que nos queda de consuelo al momento de
reflexionar acerca de la desigualdad. El gran valor que nos proporciona la autora para
nuestra investigación radica en el punto de fuga que nos muestra en la tercera
pregunta. Nos brinda la capacidad de ver a la antropología rousseauniana no como
una condición irrevocable de nuestra sociedad, sino que nos brinda la perturbación y
la salvación bajo las dos caras de una misma moneda. Según Waksman, Rousseau
permite pensar al ser humano como un ser puramente maleable en todo su esplendor,
donde la libertad natural puede tener cabida mediante las pasiones que son innatas
dentro de esa libertad. Aunque evidentemente bajo un plano totalmente diferente por
5
Waksman (2016), pág. 60
la presencia que tiene la razón ahora en nuestra ecuación. Es por esto que debemos de
seguir el curso de análisis, ¿Cómo responde Waksman a este estado de
degeneramiento de la pasión prereflexiva? Lo responde de la siguiente manera:
“Acallado no significa anulado: el amor de sí mismo no puede anularse porque
esto equivaldría a anular toda pulsión de vida. Este principio fundamental debe
entenderse, entonces, como una fuerza, un impulso que no tiene forma fija y
que configura una naturaleza humana dinámica, o maleable, que puede tomar
un rumbo de desarrollo u otro, según ese principio primordial pueda
expandirse, componiendo relaciones o, por el contrario, se retraiga y se
concentre, produciendo el amor propio.”6
A pesar de que la sociedad humana tomó un curso, dejando de lado el amor de sí en
su unión con la piedad, esto no significa que sea un camino que imposibilite la
generación de este sentimiento dentro del ser humano. Al ser una pasión prereflexiva
es evidente que la razón, a pesar de todos sus esfuerzos, no puede eliminarla
completamente de la naturaleza humana. Por lo tanto, esto no significa que la razón
elimina totalmente del alma humana los sentimientos de piedad, que es la primera
manifestación del amor de sí como pasiones propias del hombre natural en libertad,
sino que, al decidir encaminarse hacia rumbos que socavan la libertad, las pasiones y
la razón actúan ‘dialécticamente’ para llevar a cabo la perfectibilidad que el alma
humana estimó como su determinación. Es este deseo de amor propio el que permite
la formulación y justificación de un nuevo cumulo de pasiones que se encaminen con
ese principio contraído, llegando al alma humana pasiones como la envidia,
considerarse superior a los otros, entre otras. Con esta nueva forma de ver las pasiones
y razón como una unión dialéctica que se orienta en el intento de determinar al ser
humano como una vía de escape frente a las formas de dominación, es que podemos,
antropológicamente hablando, pensar en el ser humano justificando la libertad, yendo
en contra de la desigualdad, tal y como nos dice Waksman respecto a este punto:
“Si la perfectibilidad puede dar lo mejor como lo peor del género humano, la
orientación que puede proveer el principio del amor de sí a la libertad del
individuo parece indicar que podría haber una manera de socializar a los
hombres en una forma de relación con sus pares que provenga de la expansión
del amor de sí y no de la competencia mutua.”7

6
Waksman (2016), pág. 68-69
7
Waksman (2016), pág. 70
De manera que entendemos que Rousseau no se contenta en su segundo discurso con
demostrar la naturaleza del ser humano y el porqué de la desigualdad, sino que por
medio de esta explicación es que se ve en la tarea de justificar que una sociedad en
libertad y en igualdad es posible por su artificialidad, condición que comparte con la
sociedad desigual, por lo que es capaz de romper con ese modelo dialécticamente. Es
así como se fundamentan los objetivos filosóficos que tiene en el resto de sus obras,
como en el Contrato Social, en donde la mirada está particularmente en dar con las
características que debe de contener el tipo de instituciones propias de ciudadanos
encaminados por su razón y sus pasiones en determinarse como seres libres e iguales.
De manera que continuamos en la linea de Waksman, pasamos a citarla dos veces
seguidas para luego explicar:
“La apuesta teórica y sistemática de Rousseau reside, justamente, en la
convicción de que la naturaleza humana puede cambiar, porque lo que la
historia del hombre muestra es que ya cambió una vez.”8
“Ese es el objetivo. Habrá que mostrar, en consecuencia, cómo debe
conducirse el amor de sí mismo para dar lugar a la libertad en sentido moral.
Esto plantea una serie de problemas: ¿cómo concebir el amor de sí mismo?,
¿cómo es que pasa de ser un principio que lleva a velar por la propia
preservación a ser un principio de orden moral?”9
Ya tenemos el objetivo de Rousseau con respecto a considerar que existe una
dialéctica maleable dentro del espíritu humano que permite evolucionar sus pasiones
y su razón en dos caminos diacrónicos: en concordancia con su naturaleza libre o en
concordancia de la acumulación y la dominación. Como mencionamos antes, en
Rousseau no existe una invitación a que volvamos a nuestra condición natural, debido
a que tiene demasiada estima a la razón como para poder sostener algo así. Por ello, se
hace necesario conceptualizar a la libertad natural y modificarla con las distintas
facultades cognitivas que conlleva la vida en sociedad, más en concreto, dotarla de
moralidad, y dejar de considerar a las pasiones del ser humano como prereflexivas, ya
que no podemos pensarnos a nosotros mismos sin la característica de una razón que
fundamenta toda nuestra vida.
Evidentemente realizar estos objetivos, únicamente con la mirada en el segundo
discurso es forzar demasiado un texto que no tiene aquellas características, por ende

8
Waksman (2016), pág. 78
9
Waksman (2016), pág. 113-114
debemos de proporcionarnos de la conceptualización que hace de pasión innata
Rousseau en el Emilio, en donde ya no contenemos dos pasiones prereflexivas, sino
que se condensa en una sola, y es ahí que la conceptualización nos permite aún más
vincularnos con este giro dialéctico:
“La fuente de nuestras pasiones, el origen y el principio de todas las demás, la
única que nace con el hombre y nunca le abandona mientras vive, es el amor
de sí: pasión primitiva, innata, anterior a cualquier otra, y de la que todas las
demás no son en cierto modo más que modificaciones.”10
Mediante a esta cita es que respondemos la primera pregunta que nos hereda
Waksman al pensar la razón y la emoción como una unión dialéctica. Vale decir que
el amor de sí, la autoconservación, es la primera y más innata pasión que
contenemos., la cual puede, en su giro dialéctico, contraerse y justificar que nuestra
propia autoconservación es más importante que la de los demás, o expandirse y
justificar que la autoconservación es algo equitativo en todo ser humano, y por ende
merecedor del mismo valor. En cada forma de justificación se contiene una evolución
de las pasiones del sujeto, y por ende un código ético que intenta justificar esa pasión
primaria, en donde la razón permite encaminarlas hacia esa decisión de
perfectibilidad.
¿Cómo respondemos la segunda pregunta, es decir, que debe de pensarse a las
pasiones con la moralidad? Frente a esto Waksman nos dice:
“La sensibilidad, o el ser moral, se hace sentir cuando las facultades
intelectuales se han desarrollado: la memoria, durante la infancia, permite al
individuo tomar conciencia de sí mismo, en la medida en que ‘extiende el
sentimiento de identidad sobre todos los momentos de su existencia’, por lo
que llega a ser uno y el mismo. Luego, la imaginación hará posible la salida de
sí y la identificación con otro, que permiten el surgimiento del primer
sentimiento moral: la piedad.”11
De modo que el ser moral nos llega de la mano con la sociabilidad, aquí aterrizamos
lo que anteriormente solo denominábamos como ‘nuevas facultades cognitivas’, ahora
podemos decir que son propiamente dos: la memoria y su facultad de extender la
identidad en un tiempo, que es lo que nos permite desarrollar pasiones y razón de lo
que es futuro, y la imaginación, que nos coloca en el supuesto de acciones que no se

10
Rousseau (1990), pág. 283
11
Waksman (2016), pág. 123
han dado en la actualidad, por lo que nuestro deseo de conocer se ve complementado
con las nuevas herramientas que nos facilita una razón más pulida, la capacidad de
concebir máximas universales, ideas metafísicas, concepciones del derecho, etc.
Evidentemente, para responder cabalmente a nuestras investigaciones, es necesario
vernos con una formulación acabada de la guía de acción que deben de tener estas
nuevas facultades cognitivas con lo que ya hemos explicado. En esto se hace patente
la relevancia que contiene en toda esta formulación el objetivo último que tiene
Rousseau en esta dialéctica. No es solamente hacerla notar y demostrar su validez, lo
cual sería un ejercicio propiamente antropológico, sino que hay todo un objetivo
político, ya que, la motivación central de toda esta base argumentativa, es la de
reeducar a las pasiones, reinstaurar al amor de sí con esa capacidad de expandirse en
pasiones benéficas para una sociedad libre e igual, con todas las herramientas que
contiene el ser humano actual, que lo distancia del hombre natural, tal como nos dice
Waksman respecto a la imaginación:
“La imaginación hace presente lo ausente y permite proyectar lo que no existe,
por eso permite salir de sí y ponerse en el lugar de otro, pero permite también
anticipar situaciones que el tutor prefiere retrasar cuanto pueda. De eso trata la
educación de las pasiones, de expandir el amor de sí por medio de la
imaginación y de contener el avance de esta para evitar que conciba deseos
que terminan generando dependencias esclavizantes.”12
De manera que las dos capacidades -y he ahí lo propiamente dialéctico dentro de la
concepción de Rousseau- subsisten dentro del espíritu humano, y es el filósofo que ha
respirado el aire saludable de la libertad, el que permitirá que, con calma y una
reflexión ardua, el ser humano potencie propiamente su humanidad, que se basa en la
expansión del amor de sí, y le permita ser un ciudadano libre y capaz de explotar todo
su potencial.
Bajo esta reeducación de las pasiones, y con lo que nos menciona anteriormente
Rousseau, se hace evidente que la primera pasión que resultará de esta expansión será
la que naturalmente contenemos en nuestra naturaleza: la piedad, pero considerando
sus distancias respecto a ese hombre natural lejano, pensando a la piedad moralmente,
bajo este modo dialéctico. Así nos explica Aurelio Arteta, quien nos fundamenta lo
que debemos de pensar como piedad virtuosa en estas citas que pondremos juntas:

12
Waksman (2016), pág. 153
“La piedad, aunque natural al corazón humano, permanecería eternamente
inactiva si la imaginación no la pusiera en movimiento, ¿Cómo nos dejamos
conmover por la piedad? Trasladándonos fuera de nosotros mismos,
identificándonos con el ser sufriente (...).”13
“Y esa piedad que es ya virtud solo puede conquistarse merced a la reflexión,
mediante un ejercicio permanente de la razón asentado en el conocimiento de
la naturaleza humana y de los hombres singulares. La piedad es
enternecimiento y reflexión, o, mejor aún, un enternecimiento que para ser
realmente valioso debe nacer de la reflexión.”14
De manera que para que la piedad sea una pasión que contenga el ser humano, es
necesario inculcar y educar el amor de sí en sus capacidades benéficas de la igualdad,
por ser nuestro primer acercamiento a ver una comunidad sana, reconociendo que el
otro es capaz de sufrimiento al igual que yo, y por ende, merecedor de la misma
libertad y de los mismos derechos en la forma que nos organizamos para saciar esas
necesidades que se ven resueltas cuando nos organizamos, y no caer en engaños que
permiten florecer la contracción en amor propio. La razón no debe de verse
perturbada por este tipo de pasiones, ya que es ella la que permite que exista una
fundamentación de la desigualdad si no se educa, de la misma manera que es capaz de
permitirnos una sociedad encaminada con nuestra naturaleza.
5. Conclusión
Con lo ya investigado podemos entender que la problemática que nos hicimos en un
inicio sólo era un problema aparente, ya que no hay en Rousseau una valoración que
jerarquice a las pasiones por sobre la razón o viceversa. La primera es una condición
que compartimos con los animales que no podemos desligar ni extirpar del ser
humano, por ser parte de su esencia y su principio de humanidad. La segunda, a pesar
de ser la que nos faculta para obtener los más grandes conocimientos y los peores
vicios, no la podemos entender cabalmente si no la entendemos como el medio que
tenemos para justificar las pasiones, ya misma filosofía es un deseo desinteresado por
el conocer. Así, no deben pensarse separadamente dentro del alma humana, sino que
deben de ser pensadas en constante diálogo respecto a la determinación que
libremente decidieron de seguir para la perfectibilidad que puede llegar a contener el
sujeto. Esta dialéctica es la que Rousseau busca educar para que su corpus filosófico

13
Arteta (1996), pág. 193
14
Arteta (1996), pág. 198
se vea como un todo unitario, y esto lo podemos fundamentar al releer la siguiente
cita que es extraída de la dedicatoria a la república de Ginebra:
“(...), el pueblo romano no fue al principio sino un populacho estúpido, que
fue necesario conducir y gobernar con muchísima prudencia a fin de que,
acostumbrándose poco a poco a respirar el aire saludable de la libertad,
aquellas almas enervadas, o mejor dicho embrutecidas bajo la tiranía, fuesen
adquiriendo gradualmente aquella severidad de costumbres y aquella firmeza
de carácter que hicieron del romano el más respetable de todos los pueblos.”15
De manera que la reeducacion de las pasiones es la condición necesaria para que la
república, con su objetivo de encaminar al hombre libre, contenga realmente
ciudadanos capaces de no verse engañados por falsos aduladores que lo único que
quieren es apretarles más el yugo.

Bibliografía
-Rousseau, J.J.: (1999) ‘Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres’.
Traducción: Pumarega, A. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Alicante. (Edición
digital basada en la edición de Madrid, Calpe, 1923.)
15
Rousseau (1999), pág. 5
(1990) ‘Emilio o De la educación’. Traducción: Armiño, M. Alianza Editorial.
Madrid.
-Waksman, V.: (2016) ‘El laberinto de la libertad’. Fondo de Cultura Económica.
Buenos Aires.
-Arteta, A.: (1996) ‘La piedad en Rousseau: de la pasión a la virtud’ Universidad del
País Vasco. Isegoría vol. 14.

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