QUIERO SABER
El pecado imperdonable - I
¿En qué consiste el pecado imperdonable?
Responde DANIEL OSCAR PLENC
La Biblia no habla literalmente de “pecado imperdonable”, pero sí
de pecado contra el Espíritu Santo (Mat. 12:31, 32) y de pecado de
muerte (1 Juan 5:16, 17; Heb. 10:26, 27). El tema es inquietante,
porque implica la pérdida definitiva de cualquier esperanza de
salvación. Conviene, por eso, recordar primeramente que Dios
“perdona la maldad y olvida el pecado [...] porque se deleita en
misericordia” (Miq. 7:18) y que no quiere “que ninguno perezca,
sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9). Siempre
es bueno pensar en un Dios Salvador, “el cual quiere que todos los
hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim.
2:4).
Antes de comprender qué es el pecado imperdonable, debemos
todavía definir lo que es el pecado. El Comentario bíblico
adventista del séptimo día (tomo 1, p. 741) hace una buena
síntesis de los conceptos que se desprenden de las palabras
bíblicas usadas para definir y describir el pecado. Hay cuatro
ideas básicas e interrelacionadas: (1) El pecado es desviación de
una línea recta, de una norma determinada; es transgresión de la
Ley de Dios (1 Juan 3:4); (2) El pecado es quedarse corto, no
alcanzar la meta, no llegar al blanco propuesto por Dios; (3) El
pecado es desobediencia consciente a la voluntad divina; (4) El
pecado es ofensa contra Dios.
En las Escrituras encontramos el registro de personas que
pecaron contra el Espíritu Santo:
a) El faraón del éxodo (Éxo. 5-14). Dice Elena de White:
“Cada prueba adicional del poder de Dios que resistió el monarca
egipcio lo indujo a un más fuerte y persistente desafío a Dios.
Así prosiguió la obra: el hombre finito luchando contra la expresa
voluntad de un Dios infinito. Este caso es una clara ilustración
del pecado contra el Espíritu Santo. ‘Todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará’. El Señor retiró su Espíritu
gradualmente. Al quitar su poder represor, entregó al rey en las
manos del peor de todos los tiranos: el yo” (Review and Herald, 27
de julio de 1897, en Comentario bíblico adventista del séptimo
día, t. 1, p. 1114).
b) Coré, Datán y Abiram (Núm. 16). Promovieron un
levantamiento contra Moisés y Aarón, y mantuvieron una actitud
profana. Comenta Elena de White: “Este acto selló su perdición.
Habían cometido el pecado contra el Espíritu Santo, pecado que
endurece definitivamente el corazón del hombre contra la
influencia de la gracia divina [...] Por medio del Espíritu Santo
es como Dios se comunica con el hombre; y los que rechazan
deliberadamente este instrumento, considerándolo satánico, han
cortado el medio de comunicación entre el alma y el Cielo [...]
Por la manifestación de su Espíritu, Dios obra para reprender y
convencer al pecador; y si se rechaza finalmente la obra del
Espíritu, nada queda ya que Dios pueda hacer por el alma. Se
empleó el último recurso de la misericordia divina. El transgresor
se aisló totalmente de Dios; y el pecado no tiene ya cura. No hay
ya reserva de poder mediante la cual Dios pueda obrar para
convencer y convertir al pecador” (Patriarcas y profetas, p. 429).
c) Saúl. La Biblia habla de ese resultado de la apostasía del
Rey. “El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y un espíritu malo
de parte de Jehová lo atormentaba” (1 Sam. 16:14). Llegó el
momento en que “Jehová no le respondió” (1 Sam. 28:6).
d) Algunos de los enemigos de Jesús (Mat. 12:22-32). La
declaración más específica de Jesús sobre el pecado contra el
Espíritu Santo fue realizada en este contexto. “Precisamente antes
de esto, Jesús había realizado por segunda vez el milagro de sanar
a un hombre poseído, ciego y mudo, y los fariseos habían reiterado
la acusación: ‘Por el príncipe de los demonios echa fuera los
demonios’. Cristo les dijo claramente que, al atribuir la obra del
Espíritu Santo a Satanás, se estaban separando de la fuente de
bendición. Los que habían hablado contra Jesús mismo, sin
discernir su carácter divino, podrían ser perdonados; porque
podían ser inducidos por el Espíritu Santo a ver su error y
arrepentirse. Cualquiera que sea el pecado, si el alma se
arrepiente y cree, la culpa queda lavada en la sangre de Cristo;
pero el que rechaza la obra del Espíritu Santo se coloca donde el
arrepentimiento y la fe no pueden alcanzarlo. Es por el Espíritu
Santo como obra Dios en el corazón; cuando los hombres rechazan
voluntariamente al Espíritu y declaran que es de Satanás, cortan
el conducto por el cual Dios puede comunicarse con ellos. Cuando
se rechaza finalmente al Espíritu, no hay más nada que Dios pueda
hacer para el alma” (El Deseado de todas las gentes, pp. 288,
289).
_______________
DANIEL PLENC es doctor en Teología y se desempeña como profesor en
la Universidad Adventista del Plata y director del Centro de
Investigación White.
Daniel Oscar Plenc, “El pecado imperdonable -I”, Revista
adventista, junio 2004, 24.
QUIERO SABER
El pecado imperdonable - II
¿En qué consiste el pecado imperdonable?
Responde DANIEL OSCAR PLENC
En las Escrituras, encontramos el registro de personas que pecaron
contra el Espíritu Santo:
e) Judas. Para el tiempo de la última cena, “el diablo ya
había puesto en el corazón de Judas Iscariote hijo de Simón que lo
entregara” (Juan 13:2). Al haber rechazado la última oportunidad
de arrepentimiento y confesión, “Satanás entró en él” (Juan
13:27).
¿Qué quiso decir Jesús cuando habló de pecado contra el
Espíritu Santo en Mateo 12:31-32? Elena de White lo comenta de
esta manera: “Ellos [los fariseos] atribuían a influencias
satánicas el santo poder de Dios, manifestado en las obras de
Cristo. De ese modo, pecaron contra el Espíritu Santo. Obstinados,
sombríos y duros de corazón, decidieron cerrar los ojos a toda
evidencia, y así cometieron el pecado imperdonable” (Comentario
bíblico adventista, t. 5, p. 1067). La aplicación espiritual
trasciende la experiencia de los fariseos. “En nuestros días, los
hombres se han colocado donde son completamente incapacitados para
llenar las condiciones del arrepentimiento y la confesión; por lo
tanto, no pueden hallar misericordia y perdón. El pecado de la
blasfemia contra el Espíritu Santo no radica en cualquier palabra
o hecho súbito, sino en la firme y determinada resistencia contra
la verdad y la evidencia” (Comentario bíblico adventista, t. 5, p.
1068). Su tesis principal se evidencia en las siguientes palabras:
“Nadie necesita considerar el pecado contra el Espíritu Santo como
algo misterioso e indefinible. El pecado contra el Espíritu Santo
es el pecado de un rechazo persistente a responder a la invitación
a arrepentirse” (A fin de conocerle, p. 245). “La manifestación
más común del pecado contra el Espíritu Santo consiste en
despreciar persistentemente la invitación del Cielo a
arrepentirse. Cada paso dado hacia el rechazo de Cristo es un paso
hacia el rechazo de la salvación y hacia el pecado contra el
Espíritu Santo” (El Deseado de todas las gentes, pp. 291, 292).
Ante una consulta concreta sobre el pecado contra el Espíritu
Santo, Elena de White escribió una carta personal, con
pensamientos iluminadores y consoladores sobre este tema: “Hermano
P, usted pregunta si ha cometido el pecado que no tiene perdón en
esta vida o en la venidera. Contesto que no veo la menor evidencia
de que éste sea el caso. ¿En qué consiste el pecado contra el
Espíritu Santo? En atribuir voluntariamente a Satanás la obra del
Espíritu Santo [...] Por medio de su Espíritu es como Dios obra en
el corazón humano; y, cuando los hombres rechazan voluntariamente
al Espíritu y declaran que es de Satanás, cortan el conducto por
medio del cual Dios puede comunicarse con ellos. Al negar la
evidencia que a Dios le agradó darles, apagan la luz que había
resplandecido en sus corazones y, como resultado, son dejados en
tinieblas [...] Hermano mío, el Espíritu lo invita hoy. Acuda de
todo corazón a Jesús. Arrepiéntase de sus pecados, haga su
confesión a Dios, abandone toda iniquidad y podrá acogerse a sus
promesas. ‘Mirad a mí, y sed salvos’ (Isa. 45: 22), es su
misericordiosa invitación [...] Mientras usted lea las promesas
que le he presentado, recuerde que son la expresión de un amor y
una compasión inefables. El gran corazón lleno de un amor infinito
se siente atraído hacia el pecador con compasión ilimitada” (Joyas
de los testimonios, t. 2, pp. 265, 266).
En síntesis, el pecado contra el Espíritu Santo es: (a)
Persistir en la impenitencia; (b) Rechazar permanente y
definitivamente al Espíritu Santo, que convence de pecado y guía a
la verdad (Juan 16:8, 13); c) No confesar el pecado ni desear su
perdón, y (d) Atribuir a Satanás la obra del Espíritu Santo. No en
vano, Pablo exhorta a sus lectores de entonces y de ahora a no
apagar o entristecer al Espíritu (1 Tes. 5:19; Efe. 4:30).
_______________
DANIEL PLENC es doctor en Teología y se desempeña como profesor en
la Universidad Adventista del Plata y director del Centro de
Investigación White. Correo electrónico:
[email protected] / Página
web: http://centrowhite.uapar.edu
Daniel Oscar Plenc, “El pecado imperdonable -II”, Revista
adventista, julio 2004, 26.