HORA SANTA POR LOS SEMINARISTAS
(SEMINARIO DE LA “ANUNCIACIÓN”)
EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO:
Se inicia con la exposición del Santísimo: la asamblea se arrodilla y entona cantos
eucarísticos.
MONICIÓN:
Señor Jesús, te pedimos hoy de una manera especial por los jóvenes que han
decidido responder a tu llamado e ingresar al seminario, para iniciar su proceso de
discernimiento vocacional y a la preparación para ser sacerdotes dentro de nuestra Diócesis
de Ciudad Altamirano. Queremos tener presente a sus comunidades parroquiales y a sus
familias para que Tú Señor les ilumines con tu Santo Espíritu y puedan ellos dar una
respuesta generosa a su vocación.
CANTO:
Tú has venido a la orilla
LECTURA
Evangelio de San Marcos (1, 16-20)
Iba Jesús bordeando el mar de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés
largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “vengan conmigo y os
haré llegar a ser pescadores de hombres”. Ellos dejaron las redes al instante y le siguieron.
Continúo caminando un poco y vio a Santiago, hijo de Zebedeo y a su hermano Juan, que
estaban también en la barca arreglando las redes. Al instante los llamó, y ellos, dejando a su
padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras Él. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Jesús pasa, ve y llama. Tres verbos que, al aplicar el Señor a un Joven, a cualquier
persona le cambia la vida por su acto infinito de misericordia. Hoy más que nunca,
necesitamos que Jesús “camine por nuestras tierras”, que vea a nuestros jóvenes, que se
encuentre con ellos, que sientan y escuchen su llamado. Nuestra Diócesis, necesita de
jóvenes valientes que dejen su vida de confort, que se atrevan a ir mar a dentro, que dejen
sus barcas y sus redes, en las que muchas de las veces ellos mismos se ven atrapados, en
fin, que lo dejen todo para seguir al Señor. En este pasaje podemos comprobar cómo Jesús
pasa a nuestro lado y nos llama. Cristo se presenta a nosotros en las actividades diarias,
cuando menos lo esperamos, ya sea en la oficina, ya sea en las labores de casa etc.
Él nos ve y nos llama. El seguimiento de este llamado requiere dejar las cosas de
lado y seguirle a Él totalmente. Esto no significa que haya que dejar de trabajar en ese
momento o salir del trabajo para estar con Él (aunque si fuera posible sería maravilloso,
como quien atiende a su mejor amigo recibiéndole en casa y no sólo llamando por
teléfono).
Jesús nos llama sin importarle lo que somos o cómo somos. No le importa si somos
un banquero, un albañil, un ama de casa, un pecador o un santo. Eso sí, una vez que le
hemos respondido se nos pide dejarlo todo y seguirlo. Escogió a pescadores y a publicanos.
Y no fueran los más inteligentes o capaces de su tiempo. Dios escoge a quien quiere. No
hay motivos para tener miedo a fallarle, a no ser del todo fieles a Cristo en nuestro trabajo.
los apóstoles también le dejaron pero, sin embargo, tuvieron el valor de levantarse.
El Papa Juan Pablo II lo dijo al inicio de su pontificado; “no tengáis miedo, abrid las
puertas a Cristo”. Hagámoslo porque para Dios nada es imposible.
ORARCIÓN PERSONAL
Dejemos unos momentos en silencio para platicar con Jesús presente en la
Eucaristía y digámosle que necesitamos más vocaciones, a la vida sacerdotal, que llame de
nuestra comunidad parroquial a adolescentes y jóvenes, para que sean sacerdotes según su
corazón. Pidámosle de manera especial por nuestros seminaristas de nuestra Diócesis, que
ya han respondido al llamado del Señor, para que sean fortalecidos y animados por el
Espíritu Santo.
CANTO
Hoy en oración
PLEGARIA DE LA MADRE DE UN SEMINARISTA
Señor: yo tengo un hijo que te ofrecí desde que abrió los ojos a las sorpresas de la
vida. Tú me dijiste que lo querías. Yo no te pido que me lo devuelvas. Te pido que, si lo has
llamado, lo hagas digno instrumento de tus dones: que sea tu sacerdote. Señor: que sus
manos “las pequeñas manos que acaricié en la cuna” ungidas un día con el Óleo Santo, se
transformen en manos milagrosas que den vida y salud a los enfermos y a los muertos del
alma. Que los sufrimientos y las buenas obras de toda nuestra familia, por los méritos de tu
Pasión y Muerte, preparen el gran don de tu Sacerdocio para mi hijo seminarista Señor: es
largo esperar varios años, pero no me canso de pedirte: ¡Déjame estar cerca de él en su
primera Misa! Te hará bajar del cielo con la misma voz con que le oí decirme tantas veces:
¡Mamá! Señor, pongo en tus manos, mi ofrenda: a mi hijo. Amén
ORACIÓN COMUNITARIA
Como los discípulos del Evangelio, te imploramos. Señor Jesús: ¡Quédate con nosotros,
Señor! Todos: ¡Quédate con nosotros, Señor! - Tú, divino Caminante, experto de nuestros caminos
y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche. ¡Quédate
con nosotros, Señor! - Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta nuestros
pasos por la vía del bien. ¡Quédate con nosotros, Señor! - Bendice a los niños, a los jóvenes, a los
ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y a las personas
consagradas. Bendice a la humanidad. ¡Quédate con nosotros, Señor! - Tú, en la Eucaristía, te has
hecho «remedio de inmortalidad»: danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar
sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin
fin. ¡Quédate con nosotros, Señor!