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Historia de Yucatan II - Diego López Cogolludo

El documento aborda la historia de la dominación española en Yucatán desde la conquista hasta la independencia, destacando la importancia de la cristiandad y el papel de los reyes católicos en la evangelización de los indígenas. El editor expresa su preocupación por la interrupción de la publicación del tercer tomo de esta obra histórica debido a la falta de fondos y sus esfuerzos por reanudarla. Se enfatiza la necesidad de preservar la historia y el legado cultural de la región ante el riesgo de que caiga en el olvido.
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Historia de Yucatan II - Diego López Cogolludo

El documento aborda la historia de la dominación española en Yucatán desde la conquista hasta la independencia, destacando la importancia de la cristiandad y el papel de los reyes católicos en la evangelización de los indígenas. El editor expresa su preocupación por la interrupción de la publicación del tercer tomo de esta obra histórica debido a la falta de fondos y sus esfuerzos por reanudarla. Se enfatiza la necesidad de preservar la historia y el legado cultural de la región ante el riesgo de que caiga en el olvido.
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Justo Zaragoza,

TRES SIGLOS

DE L A DOMINACIÓN ESPAÑOLA

i 4

EN

7" U C A T L H 9

Ó SEA HISTORIA DE ESTA PROVINCIA

Desde la Conquista hasta la Independencia,

ESCRIBIÓLA

FR. DIEGO L Ó P E Z DE COGOLLUDO,

PROVINCIAL QUE FUE DE LA ORDEN FRANCISCANA : Y LA


CONTINUA UN YUCATECO.

Tomo Segundo.

MERIDA :
Imprenta de Castillo y Compañía.

1845.
L a historia es una fiel depositaria de todas las acciones
buenas ó malas de los hombres. y forma el estímulo mas
poderoso para la virtud, y el mayor freno del vicio.
BlELFELD,
E L EDITOR.

La publicación de este segundo tomo ka sufrido un


retraso, qtie el editar estaba muy lejos de prever, por-
que hay casos excepcionales que se encuentran fuera de
un . calado racional Creyó, y creyólo de buena fé, que
una obra de esta clase, única en su objeto, sembrada de
tan importantes noticias, rara en el dia, podria reimpri-
mirse, y costearse cómodamente la edición; pero se equi-
vocó. Por mas empeño que mostró en que la suscricion
se aumentase, á fin de que no fuese tan subido el precio
de cada entrega, único medio de que abaraten las publi-
caciones periódicas, no '/nido lograr su intento, y se vio
en el duro caso de abandonar una emprensa tan útil,
por falta de fondos para sostenerla.
Con la intemipcion de la obra, los materiales prepa-
rados para el tercer tomo, que había de comprender el
periodo de ciento sesenta, años que mediaba desde que
escribió Cogolludo hasta la independencia, quedaron sin
arreglaise del todo; porque la poca esperanza de buen
éxito, es para el escritor el retraente mas eficaz y po-
deroso. ¿De qué servirían, en efecto, el laborioso afán
en registrar archivos, el tiempo empleado en compulsar
documentos, el dinero invertido en comprar manuscritos,
y el imp'obo trabajo que demanda la coordmacvm y ar-
reglo de tantos datos reunidos á semejante costa, si ade-
mas de todo esto, 'para que el pais sacase algún fruto
LV.

el pobre editor tendría que hacer gruesos desembolsos 7


¿ Cómo podría, entonces, llevar al cabo sus laudables
proyectos? Lo mas que podría exigirle el patriotismo, se-
ria que trabajase sin mas interés ni estímulo que el lau-
ro de servir á la patria; pero sacrificarse, comprometer
su crédito, é invertir gruesas sumas, y todo eso sin te-
ner mas capital que su profesión y su trabajo, yá eso
seria demasiado exigir, y los suscritores no podrían for-
marle cargo alguno, en vista de lo expuesto, porque de-
jase de llevar adelante una empresa tan ruinosa.
Pero, en fin, prescindir del todo, hubiera sido deplo-
rable, porque si llegase á desaparecer la antigua edición
de Cqgolludo, como es muy factible que suceda dentro
de poquísimo tietnpo, jamas debía perdonarse á la presen-
te generación una culpa tan grave y trascendental. Así
es que el editor acude nuevamente á sus compatriotas
invitándolos á poner algo de su parte, á fin de librará
nuestra pobre y descarnada historia de caer, para siem-
pre, en el sepulcro del olvido. Vuelve á ensayar esta
publicación, y tiene una esperanza, algo remota, de que
esta vez podrá bastar la suscricion á los costos de la
obra.
Si tal sucediese, el tercer tomo vería la luz publica
en pos del segundo, y la historia de los Tres siglos se-
ria completa, en cuanto cabe. Entonces los deseos del
editor cpiedarian satisfechos.

Mérida, agosto 13, de 1845.


L I B R O S É P T I M O

DE L A H ISTORIA DE YUCATAN.

CAPITULO PRIMERO

Corno nuestros católicos reyes han solicitado la cristiandad


y alivio temporal de estos indios.

É L título oneroso con que se puede decir que la


silla apostólica concedió á nuestros católicos monarcas
el dominio de estos dilatados ^reinos, y el real patro­
nato, de que tan justamente gozan, (diga la envidia
de otras monarquías lo que sin atención á la verdad
y razón les dictare), fué la solicitud en la exaltación
de nuestro santa fé católica, aumento en la cristiandad
de estos indios, bien y conservación suya, con que se
han ganado para Dios tantas almas, y para su iglesia
tantos hijos. Siempre la real conciencia se ha confe­
sado, y confiesa obligada á esto, y como tal por todos
caminos siempre, ha solicitado el desempeño, así pro­
veyendo de ministros predicadores evangélicos, enviados
á costa de sus reales patrimonios, como acudiendo, á
las fundaciones, y todas las necesidades de las iglesias,
en que han gastado excesiva suma de oro y plata, y
no menos al bien y utilidad temporal de estos sus va­
sallos. Solo la protervia y mal afecto pueden poner
duda en verdad tan notoria, pues la experiencia está
manifiestándola mas clara que la luz del medio dia.
Las leyes generales que en orden á esto se han hecho,
son testigos que no admiten excepción alguna, ni re­*
том. п. 2
2 HISTORIA v PE YUCATÁN.

pulsa, que no sea ficticia. Las particulares de cada


provincia,. y reales demostraciones, sintiendo omisión
en las ejecuciones útiles, califican los generales intentos.
Pero ¿que pluma es ,1a mia para volar á tan alto
asunto? ¿ni qué necesidad tiene verdad tan patente de
cortedad .tan ínfima, que temo no la empañe ? Y
así vengo á los particulares acaecimientos, que han
originado diversas órdenes,» y pues es de superior ge-
rarquía lo espiritual, daré por ello principio.
Derramóse el veneno de la heregía' luterana, y
pretendió contaminar los reinos de España ; pero como
tan firmes en la fé, dieron con el castigo repulsa á tan
perversa semilla. Cautelando nuestro rey el daño que
podia originarse á estos reinos, previno el remedio al
daño contingente, que podia ser futuro, con una cédula,
dada en Madrid á trece de julio de mil y quinientos y
cincuenta y nueve años, dirigida á todos los arzobispos,
obispos y demás prelados eclesiásticos de ellos, que por
haber venido en particular á Yucatán, la refiero, y dice
así: " Habréis sabido ha permitido nuestro Señor, por
nuestros pecados, que en estos reinos ha habido algu-
nos" que han tenido la opinión y heregía de Lutero,
de muchos de los cuales se ha hecho castigo,, y se
hará de todos los demás que en esto se hallaren cul-
pados. Y porque podría ser que como la maldad es
tan grande, y el demonio tan solícito para sembrar en
la cristiandad heregías, hayan pasado, ó pasen ,á esas
partes algunos luteranos, y otros de casta de moros y
judios, que quieran vivir en su ley y ceremonias.
Y conviene que donde se planta ahora nuevamente
nuestra santa fé católica, haya gran vigilancia, para, que
ninguna heregía se siembre, ni haya en ella; y que si
alguna se hallare, se extirpe, y deshaga, y se castigue
con rigor. Y así vos ruego y encargo á todos, y á
cada uno de vos en vuestras diócesis, arzobispados y
obispados, que tengáis muy gran cuidado y advertencia
LIBRO SEPTÍAIO. 3'

de os informar y saber si á ella' han pasado algu^


nos que son luteranos, moros, judíos, ó que tengan
algunas heregías. Y hallando alguno ó algunos de
éstos, los castigaréis ejemplarmente, que para ello
mandamos á los nuestfos vifeyes, presidentes é oi-
dores de la nuestras audiencias reales de estas paites,
que os den todo el favor é ayuda que íes pidierédés y me-
1

nester hubieredes. Asimismo os informaréis si h^n pa-


sado ó pasan, ó hay en esas diócesis algunos libros
luteranos, ó de los prohibidos; y si sé hallaren algunos, los
toméis'y recojáis todos, y los enviéis á estos reinos á
nuestro consejo de la santa y general inquisición, y pro-
cedáis contra aquéllos en cuyq poder los hallaréis, con-
forme á derecho. Y para mejor poder averiguar si pa-
san á esas paites los dichos héréges, ó libros prohibi-
dos, todas las veces que fueren navios de estos reinos,
haréis' "qvie se haga diligencia, si en ellos va algo de
ello. En lo cual entended con toda diligencia y buen
cuidado que ser pueda, y de vosotros eonñamós, pues
veis lo que importa que así se haga. Fecha, etc."
Despachó esta cédula inserta éñ una real provisión la
audiencia "de Goatemala al obispo de Yucatán (que co-
mo se dijo en el libro sexto, aun no habia llegado) en-
cargando de nuevo la solicitud que en materia tan gra-
ve se debia tener. La data dé la provisión es de diez
y siete de agosto de mil quinientos sesenta años.
Apenas ha presumido el católico celo de nuestros
reyes daño inminente á la cristiandad de estos indios,
y á la sinceridad de la observancia en la verdad de
la religión, cuando le ha puesto remedio conveniente,
como se ve por otra cédula dirigida al obispo de Yu-
catán, que dice así: " E L R E Y . Reverendo in Christo,
padre obispo de Yucatán de nuestro consejo. Aquí se
ha tenido aviso que en algunas partes del delfínado,
y tierras del duque de Saboya, andan algunos predica-
dores luteranos disfrazados, y que de presente hay uno
4 HISTORIA DE YUCATAN.

preso enMondovi, que es de Niza, y ha confesado haber


estado en, Alejandría,-Pavía y Venecia y otras tierras
de Italia, y platicado secretamente en ellas sus erro-
res, y que iba con determinación de embarcarse para
las Indias, donde eran yá encaminados otros de su sec-
ta ; el cual está-obstinadísimo en ella, y dice no llevar
otro dolor si muere, sino no poder dar noticia de su
religión en esas partes. Y aunque se entiende de vues-
tro celo y cuidado ser cual conviene al servicio de
Dios y bien de las almas que están á vuestro - cargo.
Y porque como veis, este negocio es de mucha consi-
f

deración é, importancia, vos ruego y encargo que estéis


muy vigilante en ello, y con todo secreto y diligencia
hagáis inquirir y saber si á vuestra diócesis ha llegado
ó está en ella alguno dé estos falsos y dañados- minis-
tros, ó personas sospechosas en .nuestra santa' fé católi-
xa, y proveáis y pongáis en ello por todas las vias que
pudieredes el remedio que es necesario^ y conviene al
servicio de Dios nuestro Señor, y" que sean castigados
conforme á sus delitos y excesos, y" de lo que eri ello
hicieredes, nos daréis aviso. Fecha en Madrid á veinte
de julio de mil quinientos setenta y cuatro aiios. Y O
E L REY, Por mandado de su magestad.—Antonio
de Eraso."
Pacificada esta tierra, hubo gran omisión, en los al-
caldes mayores, y en las personas á quien se enco-
mendaron los indios de la isla de Cozumel, no cuidan-
do de que tuviesen ministros doctrineros, que les pre-
dicasen y enseñasen la doctrina cristiana. En el arti-
chivo de nuestra provincia tenemos una provisión real
dada en Góatemala á cinco de febrero de mil quinien-
tos sesenta años; por la cual se mandó al alcalde ma-
yor de estas provincias, compeliese á los encomende-
ros de aquella isla, y otra que se dice allí llamarse
Cab, para que proveyesen de ministros que doctrina-
sen á los indios, y que por falta ó ausencia- suya se
LJBRO SÉPTIMO. 5

les pusiesen indios hábiles, y biqn instruidos, que les


enseñasen la doctrina, de suerte que se pudiese ^ener
cuenta y razón con su conversión-. No se ejecutó co-
mo era la real voluntad, y teniendo el rey noticia de
?

ello, lo reprendió ai gobernador por una cédula que


decía así: " A nos se ha hecho relación que la isla
de Cozumeí tiene ocho leguas de longitud, y seis de
latitud, y hay en ella hasta mil quinientos indios na-
turales, sin lumbre ni conocimiento de fé, á causa de
no residir allí ningún clérigo ni religioso que los indus-
trie y enseñe * en las cosas de nuestra santa fé católi-
ca, por lo cual sus ánimas padecen mucho detrimento
y desconsuelo, y es ocasión que algunos de ellos se vuelvan
á sus antiguos ritos é idolatrías, etc." Y prosiguiendo hasta
ordenar el remedio, dice: "Por ende vos mando que lue-
go que esta veáis, deis orden como de estas dichas
provincias vayan á la de Cozumel dos religiosos, perso-
nas de buena vida y ejemplo, que entiendan en ad-
ministrar á los dichos indios naturales de aquella
tierra las cosas de ^nuestra santa fé católica, y les
prediquen el santo evangelio. Y les ayuden en las
cosas necesarias para su salvación y policía, etc." En
esta cédula se manda que luego que lleguen se les
haga iglesia y casa á los religiosos, para que pudiesen
acudir ..á. la administración. Con ella juntamente vi-
no cédula acordada, en que le daba orden cómo y á
qué costa se habia de hacer, para que no hubiese
dilación, y mandato que de lo que obrase diese
cuenta á su magestadj para que de ello tuviese no-
ticia. La data de esta "cédula fué en el Escorial á
veinte y cinco de junio ¥de mil quinientos se-
senta y cinco años. En cumplimiento de esta cédula
fué después Francisco de Villalobos, y llevó religiosos de
esta provincia, cómo consta por las probanzas de méri-
tos que hizo en la villa de Valladolid donde vivia.
El indeficiente cuidado de que los ministros hayan
6 HISTORIA DE YUCATAN.

sido tales cuales la necesidad*de estas almas requiere,


se ve* por dos cédulas reales, dirigidas, la una al obis-
po de este obispado, sus datas en Madrid á 26 dé
mayo de 1573 años, y da otra al provincial de esta
provincia, rubricadas de Antonio de Eraso, ambas de
un mismo tenor, en las cuales diciendo el rey que
tenia noticia cómo había en doctrinas de indios algu-
nos clérigos y religiosos, que no sabían el idioma de
los indios^ para declararles .la doctrina cristiana, y que
se morían muchos por .-esto sin * confesarse, y recibir los
sacramentos, de que habia macho peligro en su salva-
ción, dice en la del^ obispo. " Y porque como sabéis
esto está á vuestro cargo, como pastor de.esas ovejas;
(y al provincial,) esto es á vuestro cargo, como prela-
do de vuestra orden {dice á cada uno ..luego:) Y es
justo se mire con mucho cuidado: os ruego y encar-
go que así lo hagáis, procurando que los dichos clé-
rigos y religiosos sepan la lengua de los dichos indios
para darles mejor á ejitender la dicha doctrina y predi-
cación, y lo demás que convenga' á su salvación; que
demás del servicio que haréis á nuestro Señor, y 'cün>
plir con lo que a esto sois á cargo, yo recibiré conten-
tamiento." Refiere estas* dos - cédulas el Dr. Aguilar
en su informe; pero advierto que aunque en entrambas
nombra solamente religiosos, en la del obispo se hace
mención de tílérigos, y en la del provincial de frailes,
como se ve encellas mismas.
Y porque íos ministros predicadores de estos indios
fuesen de las calidades que, la- predicación evangélica
requiere, se despachó otra dada en el Pardo á 2 de
diciembre de. 1578 añosj^al provincial de Yucatán, que
dice así: " E L É E Y . Reverendo^fChristo padre obis-
po de Yucatán del nuestro consejo. Nos somos infor-
mados que habéis dado órdenes á mestizos, y á otras
personas que no tienen suficiencia para ello. L o cual,
como podéis considerar, es de gran inconveniente por
. . LIBRO SÉPTIMO. %

muchas^ razones, y la principal por lpr^que podida sit-


ceder $or /no ser las personas á quien, se han de dar
las dichas órdenes, recogidas, virtuo|as y., suficientes,; v»y
de las cualidades que se requieren para el .estado del
sacerdocio; Y pues, es cosa qué*toca tanto al servicio
de Dios nuestro Señor, y bichóte las almas ;de esos
naturales, os ruego y ,encargojlfte -miréis mucho enáer
lio, y tengáis en el dar las dichas órdenes el cuidado
que de vuestro buen celo sé confia^ dándolas solo • % per-
sonas ,éh quien concurran las^parteg y eualidadessnece-
sarias, y*por ahora no las daréis á los. dichos mesti-
zos de ninguna manera hasta que habiéndose mirado
en ello, se-os avise délo que se ha de hacer."

—-—o— . '

C A P I T U L O SEGUNDO:

Piadoso celo de que, no falten ministros á los indios, y


cómo se recibió el tribunal .sanio de la fé.

PORQUE correspondiese el efecto y ejecución á la so-


licitud, con que siempre nuestros reyes han procurado
la cristiandad de estos indios, enviándoles ministros
evangélicos que se la enseñasen; porgue la ausencia
de éstos no les hiciesen falta., se idespáraíió al goberna-
dor una real cédula,./dada en Madrid, á veinte y uno
de abril de mil quinientos setenta,* y cuatro años,
del tenor siguiente: 1
V *f|
" E L rey. Nuestro «gobernador de la. provincia d e ^ u -
catan, Cozumel y'Tabasco. Y á habéis entendido cómo
con el deseo y pfcpld* que siempre liemos tenido, y te-
nemos, que en. esas, partes con todo cuidado se pro-
cure y trate el bikude las almas de los naturales, dé
8 .HISTORIA DE YUCATÁN;

ellas,* su.v doctrina y enseñamiento: de ordinario; se han


enviado y envían,-y han ido¡»y van, muchos religiosos
y sacerdotes seculares, ,pará que entiendan en ello. Y
por la misericordia de Dios se ha hecho =tarito fruto,
que se han traído á su verdadero conocimiento innume-
rables gentes, que con'la ceguedad de la idolatría carecían
de lumbre de fé, de que se le deben dar muchas gracias;
y así á este negocio, como tan importante á su servicio, se
ha' de acudir siempre, y con mucha atención. Y porque
algunos ministros de éstos con pretensiones particulares
se vienen á éstos reinos, en lo cual, su estada y vuelta
gastan mucho tiempo por la grande distancia que hay :
demás de la falta que allá hacen, y se detraen, resul-
tando de ello otros inconvenientes. Para lo's obviar, ha
parecido ser necesario que á los tales religiosos y clérigos,
que de estas partes vinieren á estos reinos, no se les
dé licencia para volver amellasen manera alguna. Y
porque nuestra voluntad es que así se haga, os mando
que de aquí adelante cuando algún religioso ó clérigo
secular del distrito de esta gobernación pidiere licencia
para venir á estos reinos, le encarguéis mucho no quiera
dejar una santa obra, como es granjear almas para el
cielo, y entender en su enseñamiento y doctrina. Y si
esto no bastare, y perseverare en pedir licencia para se
venir, dárselaeis, y á entender que no se la mandaremos
dar para volver á estas partes, ni á otras algunas de
las nuestras Indias"
A l mismo intento, y porque l£on la vacante de los
5

beneficios no careciesen mucho tiempo de doctrinero


propietario^ se despachó otra, su data en Portalegre á
cinco de marzo de mil quinientos: : ochenta años,
al ^gobernador de Yücatgfi, la (mal dice así: " Y á sabéis
cómo por derecho, como" por bula, y .letras apostólicas,
nos pertenece la presentación de¡ todos los beneficios
"eclesiásticos de todas las iglesias de las nuestras Indias:
y como por excusar "el daño é inconvenientes que se
LIBRO SÉPTIMO. 9

podrán •, seguir para la­* doctrina y enseñamiento de los


naturales de que en vacando los ,<Jichos beneficios se
hubiese de esperar á que presentemos á ellos; por uno
de los capítulos del título de nuestro patronazgo, se
declara la orden que allá se ha de tener eri la presentación
de los dichos beneficios. Y porque de tal manera queremos
usar del derecho del patronazgo, que no haya falta
en la doctrina de los dichos indios Os mandamos que
de aquí adelante cuando vacare alguno de los dichos
beneficios, administraciones y otros oficios eclesiásticos
cuya ^presentación nos pertenece, guardéis en la pro­
visión de ellos lo que se dispone en el capítulo del
dicho patronazgo. Advirtiendo á que en el título que
en nuestro nombre se diere se ponga que es en el
entretanto que nos otra cosa ordenamos y mandamos.
Que al obispo de esa provincia escribimos que en ca­
da flota nos envié relación de los beneficios que hu­
bieren vacado, y de las personas á quien se hubieren
proveído, y de los sacerdotes beneméritos, para que con
su parecer proveamos lo que pareciere mas á propó­
sito para cumplir con su obligación y descargar nues­
tra conciencia.
Y porque de venir tan lejos á pretender los dichos
beneficios se siguen muchos inconvenientes, así en fal­
tar de la predicación evangélica y administración de
los sacramentos, ejercicio santo y necesario en esas par­
tes, y se distraen y gastan sus haciendas, j es cosa
indecente al hábito y dignidad sacerdotal andar vagan­
do por tan largos caminos. Escribimos asimismo al
dicho obispo que los advierta que los que lo merecie­
ren serán proveídos cohforrtíe á' la relación que nos
enviare de sus personas y méritos. Y que á los que
vinieren, de ninguna manera sé les hará merced, y que
no se dispensará coa ellos, aunque traigan muy suficien­
tes recaudos, ni'.se les dará licencia para , que vuelvan.
Y porque el dicho obispo les pueda advertir de esto,
том. и, 3
10 HISTORIA DE YUCATAN.

os mandamos* que demás de hacer vos la misma dili-


gencia con ellos, np deis Mejencia para venir á estos
reinos á los que lá*« pidieren, sino fuere teniéndola de
sus prelados, y en- cada flota enviaréis relación de los
1

beneficios qué hubieren vacado, y de su valor, y de las


personas que ^estuvieren proveídas en ellos."
Así como les han solicitado la continua asistencia
de los ministros evangélicos para que con ella aprove-*
chásen en la cristiandad; ¿1 mismo paso han evitado
la de aquellas personas de quien podían recibir- algún
daño que fuese inconveniente para ella, anticipando el
remedio al mal que suele seguirse de no buenas com-
pañías. Para este fin se despachó al gobernador una
cédula dada en Madrid á veinte y cinco de noviembre
de mil quinientos setenta y ocho años, que dice: " N o s
.somos informados que es de mucho inconveniente pa^
ra el bien y aprovechamiento de los indios naturales de
esas provincias, que "'anden en su compañía mulatos,
mestizos y negros, porque demás que los tratan mal,
y se sirven de ellos, les- enseñan sus malas costumbres
y ociosidad, y también algunos errores y vicios, que
podrían estragar y estorbar el fruto que se desea pa-.
ra la salvación de las almas de los dichos indios, y que
vivan en policía. Y porque de semejante compañía no
puede pegárseles cosa que les aproveche, siendo umver-
salmente tan mal inclinados los dichos mulatos, negros
y mestizos. Osnmandamos que tengáis mucho cuidado,
de prohibir y defender que de aquí adelante no anden,
ni estén en compañía de los dichos indios," ordenando
á todas las justicias del distrito de esa gobernación, que
tengan mucho cuidado déf defenderlo en todos sus dis-í
tritos, castigando á los qjté hMlafpl en compañía de los.
dichos indios, ni eif sus Jugares, ni. en sus poblaciones,
y tendréis cuidado de que se guardé y cumpla lo conte-
nido en esta nuestra 'cédula, y de como lo hubieredes
ordenado ríos daréis aviso."
LIBRO SÉPTICO. ' 11"

Áígó. después, habiéndose presumido haprian pasado


JL estas partes * algunos gitanos ó personas que andaban
en . su traje, ¿se despachó otra cédula ffecha én Elvas á
once de febrero de mil quinientos ochenta y un años,
én que se;, dice al gobernador. "Habiéndose considerado
los daños que causan eri estos reinos, se dióórdéíuén
recogellos. Y siendo acá su vida y término de'tratar
tan perjudicial, teniéndolos la justicia tan á la manó, sé
entiende que lo será allá mucho mas, por las grandes
distancias que hay de unos pueblos á otros, con que se
podrán encubrir y disimular sus hurtos, y ño conviene
que allá quede ninguno de ellos. Os mandamos que
con mucho - cuidado os informéis y sepáis si éri esa
provincia hay alguno de la diclía nación, ó que ande
en el dicho traje; ,y habiéndolos, ordenéis que luego
sean enviados.á estos reinos, embarcándolos éri los pri-
meros navios que vinieren á ellos, con sus mugeres,
hijos y criados, sin permitir que por ninguna causa que
aleguen, quede ninguno en ésas partes, porque esta es
nuestra voluntad, etc." Esté modo de gentes, ó no le
hubo en Yucatán, ó se remitieron con tanto cuidado que
ni memoria ó noticia de ellos ha quedado.
Tuvo noticia el rey de que habían venido á esta
tierra algunos que no servían mas qué de escandalizar
y alterar los vecinos españoles, y aun mas á los natu-
rales, quitándoles lo que tenian, de que se habia pedi-
do remedio al gobernador de estas provincias, y no lo
habia puesto, como debia. Su niagestad^ por cédula da-
da en ¿Madrid á veinte dé noviembre de mil quinientos
sesenta y nueve años, le reprendió, y mandó que tales
personas que estuviesen en ésta tierra sin querer tra-
bajan y usar sus oficios,; los echase de ella, y los remitie-
se á los reinos de España, según por su magestad esta-
ba mandado. .. »
Porque la malicia con que el demonio solicita la pre-
varicación de los hombres, y qué inobedientes á la ma-
A
12 HISTORIA DE YUCATÁN.

gestad divina no consigan la bienaventuranza para que


los crió, y si haya entrada procura pervertir la verda-
' dera fé con que debe ser venerada, principio para todo
mérito, y sin la cual no es posible agradar á Dios. Nues-
tros reyes, como tan verdaderos hijos déla iglesia, y ce-
losos de la observancia de su verdadera religión, de-
terminaron que en estos reinos se estableciese el san-
to tribunal de la fié, para que con su piadosa solicitud
no permitiese en ellos error alguno que la maculase.
Dióse noticia de ello por reales cédulas á estos reinos,
y la que vino á Yucatán es del tenor siguiente: " E L
R E Y . Consejo, justicia y regimiento de la ciudad de
Mérida de la provincia de Yucatán. Sabed que enten-
diendo ser muy necesario y conveniente para la con-
servación y ensalzamiento de nuestra santa fé católica,
poner y asentar en esas provincias el santo oficio de
la inquisición: el reverendísimo en Cristo padre carde-
nal de Siguenza, presidente de nuestro consejo, é inqui-
sidor apostólico' general de nuestros reinos y señoríos,
con acuerdo de los del nuestro consejo de la general in-
quisición, y consultado con nos, ha proveído por inqui-
sidores apostólicos contra la herética pravedad á los
venerables doctor Pedro Moya de Contreras y licencia-
do Cervantes, y los oficiales y ministros necesarios pa-
ra el uso y ejercicio del santo oficio. Y considerando
lo mucho que importa al servicio de nuestro Señor que
en esas partes, á donde fué servido que estuviese
tan fundada la predicación y doctrina de nuestra * san-
ta fé católica, se proceda con todo rigor y castigo con-
tra los que se apartasen de ella: fué acordado que re-
sida en la ciudad de México. Y porque es necesario
que visiten esas provincias, y vayan á ejercer en ellas
el dicho sarito oficio, con los oficiales y ministros nece-
sarios, y que sean favorecidos, os encargamos y man-
damos que deis y fagáis dar á los dichos inquisido-
res y oficiales todo el favor y ayuda que pidieren, é
LIBRO SÉPTIMO. ' *. 13"

hubieren menester, para ejercer libremente el dicho san-


to, oficio. Y proveed con todo cuidado y advertencia
que los dichos inquisidores sean honrados y acatados,
é se les haga buen tratamiento, corno á' ministros de
un, tan santo negocio, .porque así-cumple al servicio de
Dios y nuestro. Fecha en Madrid á diez y seis* del
mes de agosto de mil quinientos y setenta ?;años:
Y O E L R E Y . Por mando de su magestad. Zurita? Pre-
sentóse esta cédula en el cabildo ole la ciudad de Mé-
rida á veinte y nueve dé- diciembre del año siguiente
de mil quinientos y setenta y uno. Consía por auto
de aquel dia que habiéndola visto, leido y entendido, la
tomaron en sus manos, y levantándose en pié, la pusie-
ron sobre sus cabezas, y obedecieron con todo el aca-
tamiento debido, como á carta y cédula real de su ma-
gestad, y dijeron: que están pi-estos y aparejados de la
guardar y cumplir en todo y por todo, como en ella se
contiene y declara, y lo firmaron de sus nombres.

— 0—-*—-
v

CAPITULO TERCERO.

Cuidado de nuestros, reyes en el bien temporal y buen


tratamiento de estos indios.

AUNQUE las leyes generales con que nuestros reyes


y señores han procurado el bien temporal de estos indios,
son tantas y tan piadosas, me pareció poner en este lugar
algunas cédulas particulares, porque demás de manifes-
tar su celo, dan noticia de cosas sucedidas, que motiva-
ron dirigirías á los gobernadores, porque las generales
no se observaban como se debia. Vino á gobernar esta
tierra Francisco Velazquez Gijon, y se le despachó
una cédula dada en Madrid á veinte y uno de abril de 1
14 HISTORIA D& YUCATÁN.

mil quinientos setenta y tres años, en la cual ^ se'


le dice así: "Nos somos informados, que contra lo que
por nos está proveído para el buen tratamiento y conser-
vación de los indios, son mal tratados lds de la dicha
provincia, así por los encomendero^, como por otras perso-
nas, cargándolos y llevándoles tributos demasiados, y sir-
viéndose de ellos, y así mismo de indias huérfanas, las
cuales casan con sus negros y mulatos esclavos, casi
por fuerza, en tiempo que no tienen edad ni discreción
para entender lo que es el matrimonio, á fin de las tener
debajo de sujeción como á los dichos -esclavos, y que
así en lo susodicho, como en otras muchas cosas son
gravemente vejados, tanto que hasta los esclavos y mula-
tos tienen indios de servicio, y el gobernador que ahora
es de la dicha provincia los consiente. Y ordena y pro-
vee se vaya á tomar residencia á los dichos indios, hacién-
doles, con juez y escribano, costas y gastos. Y porque
el intento principal que se tiene es que los indios é
indias sean bien tratados, y que se conviertan y reduz-
can á nuestra santa fé católica, y no se les haga ve-
jación alguna. Y o vos mando que luego que á la di-
cha provincia lleguéis, os informéis de lo que en lo suso-
dicho pasa, y lo remediéis y proveáis, de manera que los
dichos indios é indias sean desagraviados, y no reciban
en cosa alguna algún agravio, haciendo guardar y cum-
plir las cédulas y provisiones que cerca de lo ¡susodicho
por nos están dadas, y mandaremos dar. L o cual cum-
pliréis así, porque de lo contrario nos tendremos de vos
por deservido etc."
Aunque el no tomar residencia á los indios quedó
por esta cédula prohibido, la ejecución por fines parti-
culares del gobernador no era lo que debia; por lo cual
al año siguiente de mil. quinientos setenta y cuatro, se
le despachó otra dada en Madrid á 14 de marzo, en
que su magestad dice: "Que habiendo sido informado
que á costa de los indios, y con excesivos salarios, enviáis
LIBRO SÉPTIMO': 15

jueces de 'comisión, deudos vuestros, á tomar residencia


en los lugares de esa provincia, y que es causa para* que
los dichos indios reciban mucho daño, y son vejados
y molestados, y convenia se os mandase qué ^n casos
particulares no enviasedes ningún juez á costa dé los di-
chos indios, y en caso que lo' hubiesedes de enviar, no
fuesen vuestros parientes. Y porque acerca de esto te-
nemos proveído lo que .^conviene y se ha de guardar, y
es' nuestra voluntad ojue * se guarde y cumpla. Os
mandamos que así lo hagáis y cumpláis, etc."
Cuando los' gobernadores tomaban posesión de sus
oficios, quitaban á los indios de esta tierra las que de
los suyos les habían dado sus antecesores, diciendo que
era para renovárselas y darles otras en su lugar, sin haber-
se acabado el término á que estaban proveídos para los ofi-
cios, de que resultaba llevarles algunos derechos. Tuvo no-
ticia el rey de que en esto se daban por agraviados los in-
dios, y mandó por su cédula dada en Madrid á vein-
te y seis de mayo de mil -quinientos setenta y tres
años. " Q,ue se les dejase usar. de los oficios á que es-
taban proveídos, hasta el término que por los goberna-
dores antecesores estaba asignado en sus provisiones y
títulos, que les habían sido dados, sin pedírselos. Porque
la voluntad de su magestad era que no recibiesen agra-
vio en cosa alguna."
El palo de tinta, que en esta tierra se corta y llevan
á España y otras partes, (que llaman palo de Campeche),
«es en cantidad considerable, y de que la real hacienda tiene
su parte de interés, por los derechos que de ello se pagan.
Consiguientemente, cuanto mas se' cortase y sacase, ma-
yores serian. Pero porque ordinariamente lo cortan los
indios, y lo sacan de los montes á la playa, aunque los in-
tereses reales se menoscabasen, se dio orden que porque
no fuese con daño de los indios, no se ocupasen en aquel
ministerio sino los que dé su voluntad quisiesen, y sin
cargarlo por sus personas, mandando que lo saquen bes-
HISTORIA"DE YUCATÁN.

tías.**. Y otro palo que llaman los indios E K , que es


palo negro, se dio licencia para que se pudiese benefi-
ciar, , por resultar de ello algún provechp á los españoles,
pero gjf|| Mmisma condición; y que fuese sin daño de
los indios, y sin perjuicio de las labranzas para su sus-
tento, dándose cédula real en razón de esto en Madrid
á quince de febrero de mil y quinientos y setenta y cin-
co años. '
Solían los gobernadores, demás del teniente gene-
ral, que por orden de su. magostad nombraban, elegir
otros á su voluntad sin salarios, para'que residiesen
en las otras villas de españoles de esta gobernación. A
catorce de marzo de mil quinientos setenta y cuatro
años, se dio cédula real prohibiéndolo su magestad, y
mandando que solo hubiese el teniente general para que
había dado licencia. La causa porque se exhibió esta
cédula, dice ser: "Porque de lo contrario se siguen al-
gunos inconvenientes en deservicio nuestro, y daño de los
naturales."
Descubrió y conoció úa hoja del añir en esta tierra
Fernando de Bracamonte por el año de mil quinientos
y cincuenta, y habiéndose experimentado ser muy
bueno, por haberlo remitido á España, y haber pare-
cido bien en Segovia, se fué aumentado el beneficio de
ello, por ser trato en materia considerable, y de que
iba resultando muy grande útil á los españoles de esta
tierra. Llegó á tanto, que el rey per su cédula, dada
en Aranjuez á cuatro dé junio de mil y quinientos y-
y setenta y seis años,' mandó a los gobernadores de es-
tas provincias ayudasen y favoreciesen en todo lo que
conviniese y fuese necesario, para que este trato se
engrosase, y diesen aviso de l a ' utilidad que resultaba
de ello. Creció con esto en mucho aumento, así para
los que trataban en su beneficio, corno para los inte-
reses reales, por los derechos que de ello se pagaban.
Como los españoles no tenían copia bastante de negros
LIBRO SÉPTIMO. 17

6 esclavos para sacarlo, valíanse délos indios que tra­


bajaban en los obrajes dónde se beneficiábale que les
resultó notable daño, porque les resultaban algunas en­
fermedades. Parecia honestarse esto con decir que no
eran apremiados al trabajo, sino que de su voluntarse
concertaban con los españoles para ocuparse * en él, có­
mo habian de trabajar en otras cosas. Tuvo noticia la
real audiencia de Goatemala del daño que resultaba á
la salud de los indios, y por provisión mandó que de
ningún modo los ocupasen en este ejercicio. C onfirmólo el
rey por su cédula dada en Tomar á quince de mayo de mil
quinientos ochenta y un años, posponiendo los intereses á
la salud de los indios, con estas palabras: " Nos somos in­
formados que los vecinos de esa tierra prosiguiendo la
labor y beneficio de las hojas de añir, que en ella
se da en abundancia, y que por ser mucho aprovecha­
miento, y no haber negros, han metido en ello á los
indios, los cuales lo benefician con manifiestos peligros
y riesgo de las vidas, por ser de trabajo dañosísimo, y que
entendiéndolo así la nuestra real audiencia de Goate­
mala, y, que si se proseguía se acabarían en breve, or­
denó que no trabajasen en ello, aunque de su volun­
tadlo quisiesen hacer, y , p o r que la nuestra volun­
tad es que lo mismo se haga en esa provincia, y se
excuse el daño, que de lo contrario se les sigue, os
mando que de aquí adelante por ninguna via dejéis ni
consintáis que los dichos indios labren, ni beneficien el
dicho añir, aunque de su voluntad quieran hacerlo, por­
que esta es nuestra voluntad." C on esta cédula fué
cesando aquel dañoso trabajo, pero escribiéndose de acá
que se perdian muchos derechos reales y grande inte­
rés á los españoles, vino cédula de veinte de marzo de
mil quinientos y ochenta y seis años, á Antonio de
Voz Mediano, que yá era gobernador, para que informa­
se si el daño de los indios era como se habia escrito.
Respondió que sí: con que se disminuyó tanto, que se coge
том. п. 4
18 HISTORU/DE YUCATÁN.

miíy "poco, solo lo que en la tierra se gasta para


labrados ""y tegidos, que las españolas é indias
hacen.: sin que haya para sacar á otras partes.
Habiendo pasado largo pleito entre la ciudad y villas
de esjpañolés de estas provincias por una parte, y Fran-
cisco de Palomino defensor de los indios por otra, sobre
la observancia de las leyes qtíe habia para que los indios
no fuesen cargados con cargas que llevasen de unas par 1

tes á otras, llegó el caso al real consejo de las Indias.


Propuso el defensor el daño que de ello se seguía á
los indios, y de la otra parte la moderación que en ello
habia. Visto por aquellos señores, se mandó por cédula
dada en Aranjuez á veinte y siete de mayo de mil y
quinientos y setenta y nueve años, al gobernador de estas
provincias, que no consintiese ni diese lugar de allí ade-
lante para que en las partes y lugares donde se pudiese
excusar el caigarse indios se cargasen, sino que se cumpliese
lo que acerca de esto estaba proveído y mandado por cédulas
provisiones y ordenanzas. Y donde no se pudiese excusar
se diese orden como se cargasen de su voluntad y no
v

de otra manera, y con carga moderada, pagándoles su


justo precio, sin embargo de cualquiera apelación que
de ello se interpusiese, so la^ penas contenidas en las
cédulas y provisiones para ello dadas.
Informaron al rey que los religiosos de esta pro-
vincia fundaban conventos de su propia autoridad, y en
partes donde no era necesario, con que los indios eran
vejados en las fábricas ícelos edificios. Porque ni aun
en esto se diese molestia á los indios, se mandó por cé-
dula real de diez y nueve de abril de mil y quinien-
tos y ochenta y tres años, que los religiosos no edi-
ficasen monasterios sin licencia del gobernador y obis-
po. Alegóse que se fabricaba con propia autoridad ¿dando
no pudieron alcanzar que habiendo el oidor Tomas López
mandado en una de sus ordenanzas hechas en nombre del
rey, y con su real autoridad, que dentro de dos años todas
LI13R0 SÉPTIMO. 19
las iglesias de los pueblos cabeceras y visitas se hiciesen
de piedra, que se ejecutase aquella ordenanza, y boy
dia cuando esto traslado, año de mil seiscientos cin-
cuenta y seis, son casi todas cubiertas de paja ó una hoja
de árboles que llaman guano, con riesgo especialmen-
te en las cabeceras (por estar en ellas el Santísimo Sacra-
mente) de que suceda una desventura, estando como
están tan sujetas á cualquiera incendio. No solo para
los edificios de entonces, pero para otros muchos que con el
aumento de la provincia fueron necesarios, rara vez ha
habido repugnancia de gobernadores ni obispos, viendo
cuánto convenian para la mejor administración de los
indios que tanto han encargado nuestros reyes, tan lejos
han estado los religiosos de hacerlos en partes ño nece-
sarias ; pero nunca faltan algunos que les parece que lo
que es para el culto divino y sus ministros, casi todo
es sobrado. A buen seguro, que no* falte retribución
á su celo.

o-

CAPITULO CUARTO.

De otras órdenes reales acerca de lo diclw en los capí-


tulos antecedentes.

Los indios mexicanos que vinieron con los españoles


en la segunda entrada que hicieron en esta tierra, y los
siguieron y ayudaron cuando con efecto se conquistó, que-
daron avecindados en los pueblos de S. Cristóbal y San-
tiago, arrabales de la ciudad de Mérida. Estuvieron
algunos años sin pagar tributo, por respeto del servicio
que habian hecho en la conquista, hasta que cuando vino
á gobernar el doctor Diego Quijada, dio orden que paga-
sen tributo. Los indios se dieron por agraviados,-y en grado
de apelación recurrieron á la real audiencia de México,
donde no teniendo quien los defendiese, fué confirmado
20 HISTORIA DE YUCATAN.

el auto que contra ellos estaba pronunciado, dándose


real ejecutoria para que los oficiales reales cobrasen de
ellos el dicho tributo. Con ella no solo les pedían los
tributos corrientes, pero los de los años antecedentes de
este que les fué asignado el tributo. Hízose relación
al rey por parte de los mexicanos, diciendo que sise
hubiese de ejecutar en la forma que los oficiales de su
magestad pedían, seria causa para ausentarse, y no poder
quedar en esta tierra por ser mucha su pobreza. Supli-
caron que ..atento á ella, y haber servido con sus perso-
nas en la conquista, seria justo fuesen relevados . de
pagar tributo los que constasen haber servido en ella,
así ellos como sus hijos y descendientes. Y que de man-
dar su magestad pagasen tributo, se limitase y mode--
rase, ordenando fuese hasta seis reales cada uno, excep-
tuando las viudas y menores, y que de lo pasado no
se les pidiese cosa alguna. Oída por el rey la súpli-
ca con su real benignidad, deseando que los indios no
fuesen cargados, y que se gratificase á los que se hubie-
sen ocupado en su servicio, dio su real cédula en Aran-
juez á trece de mayo de mil quinientos setenta y nue-
ve años, para el presidente y oidores de su audiencia
de México, en que les manda le informen de lo que en,
esto habia pasado, de lo que sirvieron los dichos indios
en la conquista, la necesidad que tenían, y qué tantos
eran, mandando que luego que fuese vista, enviase al su-
premo consejo de las Indias relación particular de todo,
y traslado autorizado de la ejecutoria que habian dado
contra los indios para proveer lo que conviniese^

Las encomiendas se dieron desde sus principios á los


enconmenderos, con cargo, entre otros, de que proveye-
sen á las iglesias de sus pueblos de ornamentos, y de-
mas cosas" necesarias al servicio del culto divino. Algu-
nos, aunque gozaban de los tributos, no acudían á es-
ta obligación. Hoy cuando esto se /escribe no s'on po-
cos (perdónenme, que bien notoria verdad es) los que
LIBRO SÉPTIMO. 21


si oyen álos doctrineros de sus pueblos pedir para sus
iglesias una palia, ó corporales que sea, parece que o-
yen una cosa indigna de nombrarse: si de esta suer|e
poseen justificadamente las rentas, con Dios lo habrán-que
no es este lugar de censura. ' Volviendo á nuestra nar-
ración, sabida la omisión en la real audiencia de Gua-
temala, se libró provisión en veinte de febrero de
mil y quinientos y cincuenta y ocho años, para que
el alcalde mayor de estas provincias ó juez de residen-
cia gue era, y fuesen, se informase, así de los religiosos
que administraban, como de otras personas que lo su-
piesen, de la necesidad que en esto habia, y declarase
lo que cada encomendero debia dar, compeliéndolos á
que luego proveyesen á las iglesias de lo que necesi-
taban, lo cual se ejecutase sin admitir excusa ni dila-
ción alguna. Mandóse por ella a los encomenderos lo
cumpliesen, pena de privación perpetua de los indios que
poseian, y por el mismo caso quedasen vacos para
poderse encomendar en otras personas que no fuesen
los susodichos. Propio es de este lugar referir lo que
vi el año pasado de mil y seiscientos y cincuenta y
tres. Habiendo visitado el padre provincial esta provin-
cia en el espacio de los dos años antecedentes, se lle-
gó el tiempo de eelebrar la congregación intermedia.
Acostumbrase remitir los guardianes los libros de sus
conventos, para que los vea el Difinitorio, y mandó en
su patente se me enviasen á mí, para que juntos to-
dos, yo los entregase. Habia dejado mandado á todos
enviasen memoria escrita aparte de lo que los enco-
menderos habian dado para las iglesias de sus pueblos,
y los oficiales reales para las de su magestad. Los
cuadernos vinieron, pero de estos tiempos modernos ha-
llé y vi que los mas solo traian un título, que de-
cía: memoria de lo que han dado los encomenderos, y
lo demás estaba blanco, sin haber escrito cosa alguna
en ellos.
22 HISTORIA DE YUCATAN".

*,. Por parte de los indios de estas provincias.se recur-


rió á la real audiencia de Goatemala, estando á -ella
sujetas, diciendo qué; ? recibían agravio en que algunos
de los encomenderos sacaban de los pueblos de sus en-
comiendas indios é indias para servirse de ellos en sus
casas, de que dijeron les resultaban algunas incomodi-
daes, que significaron. Para evitarlas - se dio real pro-
visión en cinco de febrero de mil y quinientos y se-
senta años, para, que ninguno que tuviese indios enco-
mendados, por ninguna via ni camino se pudiese ^ser-
vir de ellos, ni sacarlos de sus pueblos para dicho efec-
to, y que si algunos hubiesen sacado los volviesen
á ellos. Y que esta provisión se pregonase en la ciu-
dad y villas de españoles, para que así á ellos como
á los indios fuese notoria.
Por evitar el rey el daño que á los indios podia ve-
nir de que sus encomenderos viviesen en los pueblos
de los indios que les estaban encomendados, sirviéndo-
se de ellos para sus tratos y granjerias, y excusar tam-
bién los daños que sus criados les podían hacer, lle-
vando sus casas á los pueblos, estaba dispuesto por le-
yes generales que los encomenderos no viviesen en los
pueblos de sus encomiendas. Como el trato del añir
creció en esta tierra (según queda dicho) así por el in-
terés que de él se seguía, como por conveniencias de otros
contratos, vivían algunos encomenderos de estas pro-
vincias en sus pueblos. Sin duda cuando se escribió
al rey el daño que los indios recibían con el beneficiar
el añir, (porque lo sacaban á pura fuerza de brazos,,
y estaban de la cintura abajo en agua lo mas del día,
de que les resultaba quemárseles los pies y otras en-
fermedades), se escribió también que vivían algunos" en-
comenderos en sus pueblos, ocupando los indios en aque-
llas granjerias. Mandó S. M. por cédula dada en S.
Lorenzo el real, á cuatro de enero de mil quinientos
setenta y cinco años, á los gobernadores de estas pro-
LIBRO SÉPTIMO. 23

vincjás déiYucatán, encargándoselo mucho:, que viesen


las*dichas leyes generales en orden á lo referido, y las
guarden y ejecuten, no consintiendo* que á los indios se
les haga molestia alguna, vejación, ni los niales tratamien-
tos, antes sean reservados de ellos, y amparados del go-
bernador, como cosa tan importante al servicio de nues-
tro Señor y de su fnágestad.
Habia mucha variedad en acudir los encomenderos'á
una de las cosas que llaman cargo de doctrina",. que era
el sustento de los ministros evangélicos. Para evitarla,
y que no hubiese queja de ninguna de las partes, orde-
nó la real audiencia de México por provisión dada en
siete de febrero de mil quinientos setenta y tres años,
que á cada ministro que residiese en los pueblos con
cargo de la'doctrina y conversión de los indios, se die-
se*á razón de á cien pesos de oro común en dineros, y
á cincuenta fanegas de maiz [que son cien cargas de las
que llaman en esta tierra] por año, pagado el dinero por los
tercios, y el maiz al tiempo de la cosecha, y que lo uno y
otro retuviesen en la caja de su comunidad los indios de
los tributos, sin darlo á los encomenderos para que de
allí se gastase, y que aquello se les recibiese en cuenta
de la tasación que estaba hecha de sus tributos. Y
que este orden se guardase así en la administración
de los indios que pertenecían á la real corona, como
en los de particulares encomenderos.
A estas y otras cargas, que los encomenderos tie-
nen, habia correspondido el cuidado que S. M. habia
tenido de que los tributos de los indios que les habia he-
cho merced de dar en encomienda, se les pagasen enteros.
Porque habiendo tenido su magestad noticia de que algu-
nas personas por pasiones y otros fines que á ello les mo-
vían, aconsejaban é imponían á los indios que no pa-
gasen enteramente el tributo que les estaba tasado
y mandado, las justicias de estas provincias también se
entremetían algunas veces á mandar que se quitase
24 HISTORIA DE YUCATAN.

alguna parte de los tales tributos, á cuya causa había siem*


pre pleitos y contiendas con los indios de que se les seg\rian
muchos gastos y inconvenientes á unos y otros, y mi-
rado con la atención que se debe, era injustamente qui-
tado, pues yU dados por su magestad, son los encomen-
deros verdaderos señores de los tributos, durante su
real voluntad. Para evitar semejante injusticia, y que
los; encomenderos no fuesen defraudados de lo que su
real liberalidad les da en premio y gratificación de ha-
ber conquistado esta tierra; dio su real cédula en Ma-
drid á diez de setiembre de mil quinientos sesen*
ta y un años, dirigida al gobernador de estas provin-
cias, en la cual mandó que se guardasen y, cumplie-
sen las tasaciones, sin que á los encomenderos se les
quitase cosa alguna de lo que por ellas constase que
debían darles los indios. *

— o —

CAPITULO QUINTO;

De los órdenes que se dieron para la administración de


las tenías reales en Yucatán t

Aunque desde la capitulación de la conquista de es-


te reino de Yucatán vinieron personas nombradas, á
cuyo cargo estuviese recoger y cuidar' de los bienes
que pertenecían al rey, como en las demás partes se ha a-
costumbrado, en la ejecución de dar cuentas de ellos, y
conservarlos del modo que les era mandado, no habia
la rectitud que era debida. Ocasionó sé despachase al
gobernador de estas provincias una cédula, dada en el
Escorial á veinte y cinco de junio de mil quinien-
tos sesenta y cinco años, en que se dice: " Á nos se
lia hecho relación que los nuestros oficiales de esa tier-
ra traen mucho dinero de la nuestra real hacienda fue-
Í/IBRO SÉPTIMO. * É5
г*
ra debarca de las tres llaves, que los tienen aprove­
chándose de ellos en tratar y contratar, y otras cosas
de que nuestra real hacienda reciñe mucho perjuicio y
daño. Y que convenia mandásemos tomarles cuenta de
todo el tiempo que" no la hubiesen dado, y el alcan­
ce que les hiciese meterlo en la dicha arca juntamen­
te con lo que mas anduviese fuera de ella. Por ende yo
vos mando que luego que esta veáis, toméis cuenta á
los dichos nuestros oficiales de esas ¡provincias, de to­
do el tiempo que la tuvieren por dar, conforme á lo por
nos ordenado y mandado, y hagáis cobrar y. cobréis de
ellos el alcance que se les hiciere, y metedlo en dicha ar­
ca de las tres llaves que ellos tienen,* juntamente^ con.
el mas dinero que estuviere fuera de ella, haciendo car­
go de todo al nuestro virey y tesorero. ~<Y­ juntamen­
te ^proveeréis cómo de aquí en adelante en ninguna ma­
nera no ande dinero alguno fuera de la dicha arca, y
las dichas cuentas que así les tomaredeS enviarlas heis
con toda brevedad al nuestro consejo de las Indias,
para que en él vistas se provea lo que mas convenga
«.cerca de ello."
Para que esto llegase á mas debida ejecución, se li­
W ó el mismo dia otra cédula para el gobernador, en que
se ordena: "Que ahora, y de aquí adelante, haya en
la caja de nuestra real hacienda de las dichai provin­
cias de Yucatán y C ozumel tres llaves como hasta a­
quí ha habido, y que la uim de ellas la tenga el nues­
tro gobernador que es ó fuere de las dichas provincias,
y las otras dos los nuestros oficiales que en ellas resi­
den, y que todos tres se hallen presentes al abrir y cer­
rar la dicha caja, cuando fuere menester, y al meter
y sacar dinero de ella. Y libren y paguen lo que se hu­
viere de librar y pagar juntamente, y no los unos sin
los otros por ninguna manera, nó embargante que has­
ta aquí los dichos oficiales hayan tenido comisión y
facultad nuestra para lo hacer ellos solos. Y siendo пе­
том, п. 5
26 HISTORIA DE YUCATÁN.

césario, por la presente .damos poder cumplido al di-


-

cho gobernador para todo lo susodicho, y cada 'una


cosa, y parte de ello. Y mandamos á los dichos núes*
tros oficiales, y otras cualesquier justicias de las dichas
provincias, qué guarden y cumplan esta mi carta, y to-
do lo en ella contenido, so pena de la nuestra mer-
ced, y de diez mil maravedices para la nuestra cáma-
ra á cada uno que lo contrario hiciere."
Aunque como ise ha visto pareció por entonces con-
veniente que los gobernadores de estas provincias tuvie-
sen una de las tres llaves de la caja de la hacienda real,
después con las ocupaciones que ordinariamente tienen
los gobernadores, se experimentó no haber el breve des-
pacho que convenia en los negocios tocantes á ella; y
así por esto, como por otros inconvenientes que se ex-
perimentaron, se libró real cédula dada en S. Lorenzo
á veinte y ocho de agosto de mil quinientos setenta
y nueves años, revocatoria de la que se acaba de referir,
y mandando én ella que las llaves estuviesen solo en
t

poder de los oficiales reales, como antes se habia obser-


vado, con apercibimiento que diesen cuentas cada año,
como por cédula de ochó de febrero de mil quinientos se-
tenta y cuatro años estaba mandado, con que los gober-
nadores quedaron sin este cuidado por entonces.
De 16s años de mil quinientos setenta y uno y se-
tenta y dos, no habían enviado los oficiales reales á
España la cantidad que de esta tierra debía remitir-
se al rey, y escribieron que por ocupaciones del go-
bernador no se habían acabado de tomar las cuentas
de aquellos dos años, y por la necesidad que habían
padecido 'los indios los años pasados. Mandóse al go-
bernador por cédula dada en el Pardo á seis de octu-
bre del año siguiente de setenta y tres, que cada año
en principio de él tomase cuenta á los oficiales de S. M.,
las cuales tuviese concluidas en fin del mes de enero,
y se enviase lo procedido en cada flota; y si no diesen
LIBRO SÉPTIMO. 27

las cuentas ajustadas en dicho tiempo, lo descontase de


KSUS salarios. Después, por otra de ocho de febrero de
7

mil quinientos setenta y cuatro años, se mandó quesea-


da un año enviasen los oficiales reales al consejo de las
Indias las cuentas de todo su cargo enteras por su gra-
duación de hacienda distinta, y particularmente conclu-
sas y acabadas por la orden que les estaba dado, y con
el alcance de ellas, con apercibimiento que de nó lo
ft

cumplir así, se enviaría persona á sü?' costa que las'hi-


ciese y cobrase, y quien les sucediese en los oficios.
Ordenóse esto, porque aunque Se" habia njandado las
enviasen todos, los años, se dilataba de tres á tres dar
la final de todo lo que era á su cargo, y así no se
podía allá entender el estado que tenia de cierto la
hacienda real. *
Significaron los oficiales reales en el consejo, que
por falta de jurisdicción riño podrian cobrar lo que al
rey se le debia en .esta tierra, ni dar la cuenta y ra-
zón que eran obligados, y en. especial siendo las cosas
de los tributos tan menudas y diferentes como son, y
que era. grande estorbo para sí, y vejación para los ne-
gociantes y indios, que se hubiese de recurrir á un al-
calde, ó á la audiencia que librase mandamiento para
que se cobrase lo que al rey se debia. Libróse cédu-
la £•real dada en Madrid á veinte y ocho de febrero de
mil quinientos sesenta y nueve años, en- que el rey dio
poder y facidtad á los oficiales reales de estas provin-
cias, para que pudiesen cobrar los tributos, rentas y
otras haciendas que le fuesen debidas, y hacer todas las
diligencias convenientes y necesarias para cobrarlo y po-
nerlo en la Nueva-España. Mandando al gobernador
y demás justicias de ella y de esta tierra, no les pusie-
sen ni dejasen poner inconveniente alguno, antes les die-
sen todo favor y ayuda. Y las apelaciones que de ellos
se hiciesen, fuesen ante la audiencia real de México, y
no ante otro juez alguno. Porque ésto tuviese la de-
28 HISTORIA DE YUCATÁN,

bida'ejecución, se libró otra cédula el mismo dia al al-


guacil mayor, mandándole que los mandamientos que
en orden á ello librasen sus oficiales, se ejecutasen co-
mo por ellos filase ordenado, sin excusa ni dilación al-
guna, mandando también al gobernador que le compe-
liese á ello, si necesario fuese. 1

Como estas cédulas quitaban la jurisdicción sobre


este* caso al gobernador, y la daban á los oficiales rea-
les, aunque por ellos le fueron presentadas, y el gober-
nador las obedeció, llegado á la ejecución no habia la
observancia de ellas que se debia, poniendo para ello
estorbos. Quejáronse en el real consejo de las Indias,
y se despachó sobre carta, dada eD Aranjuez á veinte
y ocho de mayo de mil quinientos setenta y un años,
insertando en ella ambas cédulas, y luego dice: " Q u e
habiéndose presentado las dichas nuestras cédulas suso
incorporadas ante nuestro gofernador, que ha sido de
esta provincia D. Luis Céspedes de Oviedo, para que
las mandase guardar y cumplir, no lo habia querido
hacer. Antes las tomó y guardó "en su poder, para que
no se usase de ellas, dando ciertas respuestas indebU
das, y mandando, á los dichos oficiales que no usasen
de ellas. Y cuando se ofreciese alguna cosa en que
ellos, conforme á las dichas nuestras cédulas, eran y
podian ser jueces, ocurriesen ante él á pedirlo. En que
nuestra hacienda habia recibido daño por haberse de-
jado de cobrar cantidad que se nos debia. Por ende
vos mando, que veáis las dichas nuestras cédulas que
de suso van incorporadas, y no embargante la respues-
ta é impedimentos que de ellas se puso por el dicho
D. Luis Céspedes de Oviedo, las guardéis y cumpláis,
y proveáis que se guarden, y cumplan en todo y por-
todo, según y como en ellas se contiene y declara, sin
poner en ello impedimento alguno, etc." Con-esto quedó
confirmada la autoridad de los oficiales reales, independiente
de] gobernador, en orden á la cobranza de la real hacienda.
LIBRO SÉPTIMO. 29

' • Y a fuese por pareéér á los gobernadores que'pro-


veían de justicia, ya por desabrimiento originado de
la competencia de jurisdicción entre ellos-, y los oficia-
les reales, solia suceder que algunas yeces en pleitos
tocantes á la cobranza de la hacienda real que pasaban
ante el gobernador, apelando " de su sentencia los ofi-
ciales reales para la audiencia de México, los prendía
y hacia algunas molestias, de que ellos dieron al rey
r

noticia. Libróse en orden á esto cédula* dada en Madrid


á diez y ocho de febrero* de mil quinientos sesenta y "
nueve años,í' mandando al gobernador qué por razón
de los dichos pleitos, y cosas que ante él tratasen los
oficiales reales sobre la cobranza de la hacienda, no los
prendiese, ni molestase, ni hiciese otra vejación alguna.
Rara vez acaba el gobierno gobernador alguno sin que
haya discordias y pleitos con dos oficiales reales, y unos
y otros dicen que es mirárido al mayor servicio del rey.
Dios les dé su gracia y paz, para que en todo sirvan'
á S. M. como se debe,, y que no sea el servicio pre-
texto para ocultar particulares afectos.
Cuando estos mueven los ánimos, fácilmente descu-
bren que no es aquel el principal motivo; y así el mis-
mo gobernador, con quien habia pasado lo referido, cuan-
do se ofrecía que los oficiales reales presentaban alguna
cédula ó escrito tocante á-estas materias, no admitía
traslado, aunque fuese autorizado, y compelía á los ofi-
ciales reales á que sacasen el original de la caja de las
tres llaves. Quejáronse ante S. M., que libró su real
-

cédula en Galapagar á veinte y dos de marzo del di-


cho año de sesenta y nueve, mandando al gobernador
que dándosele de parte de los oficiales reales un trasla-
do, signado de escribano público, del escrito que se tra-
taba, no los pudiese compeler ni apremiar á que el ori-
ginal fuese llevado ante el gobernador, á quien mandó
que no consistiese que se llevase por ninguna manera,
que así convenía á su , real servicio.
30 HISTORIA DE YUCATAN.

Quitó el mismo gobernador á los oficiales reales la


visita de los navios que entraban y salían en los puer-
tos cíe esta tierra, aunque tenían comisión para visitar-
los, y estaba puesto en costumbre hacerlo. Puso visita-
dor que los visitase, y su sucesor con el ejemplar prosi-
guió déljCmismo modo, teniéndole en Campeche. T u v o ,
noticia de ello el rey, y libró su cédula en Madrid á
dos* de enero de mil quinientos sesenta y dos años pa-
ra el gobernador, en que S. M. le dice: que por cuan-
to mediante esto no solo no hay el buen recaudo que
debiera en, las cobranzas de sus derechos reales, pero
que es en desautoridad de sus oficios, ' y porque es su
voluntad que en ejercicio de ellos tengan sus oficiales
la jurisdicción y mano conforme á sus títulos, y lo que
por su magestad proveido les perteneciere, que en
lo tocante á las dichas visitas, y á lo demás que se
fes ofreciere, les deje usar libremente sus oficios, y
les dé todo favor y ayuda para que cumplan lo tocan-
te á sus cargos.
A veinte y dos de marzo de mil quinientos sesen-
ta y nueve años, se despachó cédula real dirigida al
gobernador de estas provincias, para que los derechos
.de almojarifazgo, se cobrasen según la cédula de vein-'
te y nueve de mayo del año antecedente de sesen-
ta y seis, y que demás de los dos y medio por cien-
to que se pagaban, se pagasen otros dos y medio que
serian cinCo por todos. Y que en los puertos donde
acá se descargasen las mercancías, y sé cobraba cinco
por ciento, se cobrasen diez, con que llegaron á ser
quince por ciento. Y que" los vinos, que pagaban allá
dos y medio, pagasen siete y medio mas, con que lle-
garon á diez, y acá otros diez con que ajustaron en e-
Uos á veinte por ciento.
LIBRO SÉPTIMO. 31

CAPITULO SEXTO. ' " -••

Prosiguen los órdenes reales, y* dicense las rentas que


el rey tiene y ida en Yucatán.

Por evitar las desórdenes que. había en pasar navios


délas islas de Canaria á estos reinos, así „ con mer-
cancías prohibidas, como en los registros, por virtud
que tenían para venir, aunque no con ellas, se ordenó
por cédula de primero de octubre de mil quinientos
setenta y dos años, dada en S. Lorenzo el real, que
desde entonces en adelante los navios que. allí se car-
gasen, en virtud de la licencia que tenian, guardando
el orden que les estaba dado de registro y visita, no
saliesen de ellas hasta que las flotas que venian á es-
tos reinos llegasen allí, y que en conserva y compañía
las "mismas flotas volviesen con el mismo registro hasta
llegar é Sevilla, y presentarse á los oficiales dé la con*r
tratación, como los demás navios de flota. Esta cédüíá
inserta en otra dada en Madrid á diez y nueve de
noviembre del mismo año, se despachó á los oficiales
reales de estas provincias, para que la ejecutasen, si
algunos navios llegasen de las islas á estos puertos.
Y porque los maestres de las naos á cuyo cargo
iba el oro y plata de estas provincias que se enviaba
al rey, al tiempo de entregarlo en la casa de contrata-
ción de Sevilla, pedían se descontase de ello cierta
cantidad de la que habían recibido, diciendo haber
mermado por la mar. Entendido el daño que de ello
se seguía á la real hacienda, se mandó por cédula
dada en Madrid á catorce de octubre del mismo año
de sesenta y dos, á los oficiales de la casa de la con-
tratación, que de allí adelante en las fianzas que los
maestres acostumbraban hacer, se pusiese cláusula denlas
de las ordinarias, para que se obligasen de traer y en-
tregar todo el oro y plata que recibiesen en esta tfer-
32 HISTORIA DE YUCATÁN.

ra enteramente, sin descontar merma alguna, so pena


de pagar lo que faltase. Y á los oficiales reales de
estaisplovincias, que encajonasen muy 'bien, y pusiesen
de «manera que no pudiese recibir daño.ni' merma al-
guna. Y convelió enviasen á.la contratación relación
de la cantidad de barras que iban y del tamaño de ca-
?i

da una, y sü peso'y valor, y--diesen aviso • á su ma-


gestad de • cómo se cumplía este orden. *
Proveían los gobernadores las visitas y tasaciones
de indios á su voluntad, si% dar parte a los oficiales
reales, de que reclamaron, diciendo era en daño de
la real hacienda, y llegó" á término que hubieron de
apelar á la audiencia de México. E l gobernador, sin
otorgar esta apelación, las proveía cuándo habia ocasión,
de que dieron noticia al rey. Su magestad, por cédula
dada en la Escorial á cinco de julio de mil quinien-
tos y sesenta años, mandó al gobernador que cuando
conviniese y fuese necesario proveer las- dichas visitas,
1

Casas de indios y otras cosas tocantes al acrecentamien-


to de la real hacienda, se juntase con sus oficiales, y
se informase de ellos lo que sería bien proveer y or*
denar en ellas. Y habiendo tratado, proveyese lo que
mas conviniese i ál servicio de Dios y de su magestad,
bien y conservación de los naturales estas provincias.
Porque por muerte ó falta de alguno de los oficíales
reales, los gobernadores proveen otros en Ínterin que
el rey nombra quien administre sü real hacienda, y
gozaban del salario entero que se daba á los pro-
pietarios, declaró su magestad por cédula dada en Ma-
drid á cuatro de diciembre de mil quinientos y setenta
años, no ser esta su real intención, sino que á los tales
interinos no se les dé mas que la mitad del salario
que á los propietarios. Fué orden universal para todas
provincias de estos reinos.
Por la seguridad de la hacienda real que está en
poder dé los oficiales, se mandó por cédula dada en
LIBRO SEPTIMOi ­33

Madrid á, treinta y\uno de julio de mil'qiiinienlos^seten­


ta y dos años. ? Que acaeciendo que alguno denlos fia­
dores que teman dados, fallezqa б quiebre de su 'cré­
dito, ó se ausente de., esta tierra, los compeliese é l go­
bernador de ella á" que subroguen otro fiador, que; sea
persona llana y abonada, en lugar del otro. En lo cuál
se manda tener todo cuidado, como tocante al servició
de su magestad, y buen recaudo de su hacienda. 1

Por la distancia qué liay entre la ciudad de Me­


rida y las demás villas, y no haber comodidad para po­
ner en cada una oficiales, por cédula dada en Bada­
joz á tres de junio "de mil quinientos y ochenta años,
se ordenó que en cada villa sirviesen estos oficios un
alcalde ordinario, un regidor y el escribano, ó todo el
cabildo junto, para que cobrasen lo que al rey perte­^
necia, y diesen cuenta de ello á los oficiales reales
que residen en Mérida. Quedó este cargo en. el
alcalde de segundo voto, y así lo cobran en todas
tres villas, C ampeche, Valladolid y Salamanca, con títu­
lo de oficiales reales.
Por cédula dada en Madrid á quince de febrero de
mil quinientos setenta y cinco años, se mandó.al pre­
sidente y oidores de la real audiencia de México, y á los
oficiales reales de Veracruz, que en lo que á los
de esta tierra se les ofreciese, para el buen despacho
de la real hacienda, tuviesen correspondencia con ellos,
y les respondiesen y satisfaciesen á lo que en orden á
ello les escribiesen.
Juntamente con el gobernador ha acostumbrado su
magestad proveer un teniente general letrado, que sirve
el oficio con quinientos ducados de salario. Preten­
dieron los gobernadores por aquellos tiempos gozar los
quinientos ducados sin tener teniente letrado, y dando
título de este oficio á un vecino, y si tenían teniente
letrado, le hadan residir en lugares particulares de esta
tierra, contra lo ordenado por el rey, de qué resultaba
том. II. 6
34^ HISTORIA DE YUCATAN.

que los negocios y pleitos no. tenían el expediente


1

necesario. Por esto se mandó á los oficiales reales,


por cédula dada en el Pardo' á veinte y uno de julio de
mil quinientes y setenta años, que de ninguna manera
los pagasen, sino es siendo el teniente general letrado,
y residiendo en la parte y lugar donde el gobernador
residiere; porque dándolos én otra forma, no serian re-
cibidos en cuenta para su descargo, y en ella se le
manda al teniente no los pida ni cobre, sino es con
la calidad referida, pena que se volvería á cobrar de
sus^bienes, y se proveería acerca de ello lo que mas
conviniese.
iíYá^se dijo cómo los" tributos que se quitaron al
adelantado Don Francisco de Montejo, se asignaron á la
real corona, aunque no para gastos suyos, sino para
socorro de los conquistadores que no habían alcanzado
encomiendas. Aunque las situaciones las habia con-
firmado su magestad, los oficiales reales no querían -pa-
gar los corridos de las ayudas de costa sin nuevo
orden y declaración del rey, que expresase que
estos tributos fuesen solamente para aquellas ayudas
de costa, y no para los salarios de obispo, gobernador
y otros, =que se contenían en unos escritos que para
ello presentaron en el real consejo de las Indias. Los
interesados suplicaron en él al rey se sirviese declarar
su determinación en ello. Con su acostumbrado benig-
nidad y clemencia declaró, por cédula suya, dada en
San Lorenzo á catorce de abril de mil quinientos seten-
ta y nuevo años, que aquellos tributos los distribuyesen
en pagar las ayudas de costa, para que desde el prin-
cipio se aplicaron. Y que los otros salarios de obispo,
gobernador y los demás, que sus oficiales decian, se
pagasen con las otras rentas reales que les escaba ordena-
do cobrasen. *•
Parecióme este lugar y ocasión á propósito para
dar noticia de los tributos de los indios de Yucatán,
LIBRO SÉPTIMO. 35

©empresente no me ha sido posible ajustar la cuenta,


porque se entiende haber faltado casi la mitad de los
indios con las mortandades ¿de la peste, hambre y vi-
ruelas, que desde el año de - mil seiscientos cuarenta
y ocho hasta el presente de cincuenta y seis,, en que
voy trasladando esto, han fatigado tanto e n ' esta
tierra. Referiré lo que constó por la matricula real
que se hizo el año de mil seiscientos euarenta y tres,
para cobrar las rentas reales y demás servicios que al
rey pertenecen de esta tierra en cada un año. Halló-
se el referido, que tributaban los indios quince > mil
trescientos ochenta una mantas y dos piernas. Cada
manta se entiende cuatro varones casados, ó ocho • per-
sonas. Manta se llama una tela de algodón delgada,
(que algunas parecen rúan muy bueno), y cada una
tiene cuatro piernas ó telas por sí, cada una de tres
cuartas de ancho y cuatro varas de largo, y cada
tributario da una pierna, de estas por San Juan y otra
por Navidad, y por año una gallina de la tierra y dos de
Castilla, y á la cosecha de maiz dos cargas cada uno,
que es una fanega, porque cada carga es media.
L a jurisdicción de la ciudad de Mérida tenia aquel
año diez mil seiscientas noventa y ocho mantas y
una pierna. La de Campeche tenia mil seiscientas
cincuenta y dos mantas y tres piernas. La de Valla-
dolid tres mil y treinta mantas y dos piernas. La de
Salamanca, como ya se habian alzado los indios, (según
se dice adelante), tenia solamente de tributos cuatro-
cientos y sesenta pesos.
Estas mantas, á razón del precio que se tenia de-
terminado, que es á diez pesos por año, cinco la de
San Juan y cinco la de Navidad, valen cada un año
ciento cincuenta y tres mil ochocientos diez y seis pe-
sos, que juntos con lo que rentaban los indios de Sa-
lamanca, montan ciento cincuenta y cuatro mil dos-
cientos setenta y seis pesos.
3G HISTORIA DE YUCATAN.

De estas mantas están eri la corona real mil ocho-


cientas veinte y ana, que al.dicho precio montaban diez
y ocho, mil doscientos diez pesos. Estaba también en
la corona real la encomienda que vacó .por muerte del
capitán Hernando Muñoz Zapata, que tenia trescientas
ochenta y siete mantas, que valían tres mil ochocien-
tos setenta pesos, y hoy la tiene encomendada ej gene-
ral Di Enrique Dávila ,y Pacheco, caballero del orden
de Santiago, gobernador actual de la Nueva Vizcaya,
por S. ,M., y que lo ha sido dos veces interino de es-
tas - provincias de Yucatán. En la cabecera de Tiab
ciento diez y seis mantas, y así se daban á la caja
real cada año de los tributos de los indios veinte y
tres niil doscientos cuarenta pesos.
1

Danse á diferentes personas que residen fuera.de


ésta^tierra,:por diversas cédulas reales, que lo han man-
dádoj'veinte y un mil setecientos treinta y dos pesos,
quef con los de la caja real son cuarenta y cuatro mil
novecientos setenta y tres pesos, que quitados de la grue-
sa de las rentas de los tributos, que daban ciento nue-
ve mil trescientos tres pesos, que son los que la liberali-
dad real de nuestro rey y señor, que Dios guarde, da-
s

ba en aquellos años de renta en toda esta tierra á los


méritos de todos los descendientes de los conquistadores
que se la pacificaron, y poblaron la ciudad de Mérida,
y tres villas de españoles como se ha dicho.
Pero de esta cantidad están hechas mercedes á per-
sonas de fuera, que no residen en esta tierra, preten-
diendo cobrarlas de quince mil novecientos sesenta y
cuatro pesos, que en la instrucción que la ciudad de
Mérida remitió á sus procuradores de corte el dicho
año de cuarenta y tres, alegan que con lo demás que
no se da en esta tierra, se quita á trescientos cincuen-
ta nietos de conquistadores, y á mas de doscientas don-
cellas que no están premiadas, y que tienen derecho
á ello por la capitulación de la conquista, y por otras
LIBRO SÉPTIMO. 37

diversas cédulas referidas en aquella instrucción, y


también en estos escritos en sus tiempos, con que de
haberse de pagar las mercedes que están esperando va-
cantes, en veinte años no* cabrá á descendiente de con-
quistador cosa alguna, pues para las del adelantado < y
D. Diego ¡Garcia de Montalvo, fué necesario aguardar
las vacantes de seis años para cumplírselas.

o •

C A P I T U L O SÉPTIMO.

JDiceríse dos ékcciones capitulares, y lo que sucedía entre


el gobernador y ciudadanos sobre las encomiendas efe
los indios. Jfcf
No se halla yá en el archivo de nuestra provincia
la tabla del capítulo provincial que se celebró entre
el que se tuvo el año de mil quinientos y setenta; y
el de setenta y seis; pero según las leyes de la reli-
gión, se hubo de tener el año de setenta y tres. Por
la del capítulo de 76 consta que habia sido provincial
el R. P. Fr. Thomé de Arenas, pero no en qué dia
fuese su elección, ni quiénes los padres difinidores de
aquel trienio.
E l año siguiente de mil quinientos setenta y cua-
tro se hizo la información en que, como en otra par-
te se dijo, testificó el Sto. obispo D. Fr. Diego de Lan-
da los trabajos y peligros de los conquistadores. Hi-
cieron esta información los alcaldes ordinarios de la ciu-
dad de Mérida á petición del cabildo de ella. Ocasio-
nóse de que los gobernadores antecedentes, contra los
órdenes y voluntad real tantas veces declarada, pertur-
baban la sucesión de las encomiendas de indios que
38 HISTORIA DE YUCATÁN,

vacaban, no dándolas á los conquistadores que estaban


sin gratificación, ó á los descendientes de los yá difun-
tos, sino á parientes y amigos suyos en perjuicio de
los tales sucesores. Exprésanse en la información, (de
que tengo la mayor parte original en mi poder, y pre-
sente, cuando esto escribo), las encomiendas así dadas,
que no singularizo, por excusar prolijidad no necesaria;
basta decir del modo que se daban.' El gobernador ac-
tual. Francisco Velázquez Gijon habia dicho pública-
mente también que en el tiempo que gobernase ño ha-
bia de - pasar la sucesión de los indios á los nietos, y
que la ciudad recurriese sobre ello al rey, porque ha-
bia de escribir al presidente del consejo real de las In-
dias que no convenia que pase, y que tenia algunos
vecinos que firmarían lo que él decia, de que habia
de hacer información, y remitirla al consejo. Movidos
con esta amenaza tan dañosa á toda esta tierra, fué
puesta por uno de los artículos del interrogatorio, y res-
pondiendo á él el Sto. obispo Landa, dice estas palabras:
" Q,ue si la quiere hacer, sí hará, que no le faltará con
quien, como no suele faltar para otras cosas; pero que
es del servicio de Dios y del rey, y conviene al bien
común, que pasen para el remedio de pobres hijas y
hijos de conquistadores, que no tienen mas ayuda ni
amparo que sus hermanos y parientes, que con eso se
sustentan por la pobreza de la tierra, y no ser á pro*
pósito para otro modo de haciendas permanentes, que
le parecía descargo de la real conciencia la continuación
de los indios en ellos, como hasta entonces estaba por
S. M. ordenado," Esto afirmó por su santa consagra-
ción que sentía, y lo mismo juraron el Lic. D. Cris-
tóbal de Miranda primer deán de la Sta, Catedral de
este obispado, Juan de Magaña teniente general de es-
ta gobernación por el rey, el R, padre Fr. Thomé de
Arenas provincial de S. José de Yucatán, y otras per-
sonas de lo mas noble, testigos todos los mas califica-
LIBRO SÉPTIMO.

dos y desinteresados en la sucesión de las encomiendas,


por cosa pública y notoria á todos. ¿Qué testificaran
hoy, viendo la tierra tan necesitada, consumida y po-
bre, con tantas calamidades como se han padecido en
ella, si entonces cuando no estaba desfrutada, afirmaron
lo que se ha dicho'? Ni será mucho que siendo his-
toria generalj y llegando á este punto, diga yo aquí lo
qué todos los que residen en esta tierra están viendo,
y á muchos que miran la materia con cristiana piedad
mueve á compasión, y es á muchos descendientes de
calificados conquistadores tan pobres, que casi piden li-
mosna, y otros con muchas rentas. Los pobres se que-
jan de que la avaricia de los-gobernadores anteceden-
tes lo ha dado lo mas de ellos á unes, y casi totalmen-
te quitádolo á otros, no guardando equidad en la gra-
tificación de los méritos; sino disponiendo de las enco-
miendas mas á arbitrio de su voluntad, que repartién-
dolas como dispenseros de nuestros reyes^ que están
en gloria. Quejas de pobres que se dan por agra-
viados contra justicia distributiva, y claman en la pre-
sencia divina, son terribles actores, como si ello ha sido
así habrán experimentado los que hubieren hecho, ha-
llándose al pasar de esta vida mortal en el tribunal don-
de ni las intenciones ni las acciones pueden paliarse.
Llegado el año de mil quinientos setenta y seis, vi-
no á visitar esta provincia el R. P. Fr. Bernardino Pé-
rez, comisario delegado por el muy R. P. Fr. Rodrigo
de Sequera, comisario general de todas estas provincias.
Celebró y presidió el capítulo en la ciudad de Méri-
da á veinte y cuatro de abril de aquel año, y salió
electo ministro provincial el R. P. Fr. Pedro de Norie-
ga, y difinidores los RR. P P . Fr. Alonso de Rio Frió,
Fr. Fernando deSopuerta, Fr. Diego Cazalla, y Fr. Juan
de Padilla. Advierto que en ninguna tabla de estos
tiempos he hallado electo custodio, y por eso no se nom-
bran. Parece haberse yá hecho erección de los con-
40 HISTORIA DE YUCATAN.

ventos de S. Agustín de Tekantó, -de S. Juan Bautista


de Tekax, de N. P. S. Francisco de Hocaba, de S.
Pedro y S. Pablo de Sotuta, de N. P. S. Francisco de
Chancenote, de S. Bernardino de Ichmul, conque yá á
este tiempo tenia esta provincia diez y siete conventos.
Pase, aunque parezca impertinencia, advertir que los
comisarios delegados que venían á visitar ésta, tenían
título de vice-coinisarios, y traían sello de su oficio, que
era una cruz con una corona de espinas en la juntura
de los brazos. Él título de la cruz en lo superior de
ella, al pié un escudo de las cinco llagas, de la esqui-
na derecha salía una lanza, y de la izquierda una va-
ra con una esponja en el extremo. Ceñíalo un cordón
de nuestra sagrada religión, y por la parte exterior un
rótulo que decia: Vice-comissañus S. Joseph de Yucatán.
Consta de las tablas capitulares, y yá usan del sello
menor de la provincia, como se acostumbra en todas.
Fué nuestro R. padre Fr. Pedro de Noriega de los
religiosos de la primera misión, que vino de España á
esta provincia el año de mil quinientos cuarenta y nue-
ve. Salió del convento de Oropesa donde era yá predi-
cador, y tenia grande opinión de muy religioso en la san-
ta provincia de Castilla. Era de natural severo, que no
parecía tener la pasión de risible, ni hablaba sin mucha
necesidad, si sentía algún descuido en los religiosos le cor-
regia con graves palabras, y así temían dar ocasión de
ello á su buen celo. Pospusieron el recelo de su severi-
dad al crédito de su vida ejemplar y buenas letras que
en él reconocían, y así le eligieron provincial de esta pro-
vincia. Algunos temerosos de su condición y al parecer
áspero natural, luego le pidieron licencia para irse de
la provincia á vivir á otras, y diósela para su consuelo
espiritual. Fué al contrario de lo que se presumía, por-
que puesto en el oficio, hallaron acompañado el santo celo
que tenia de la honra de Dios, con una mansedum-
bre de paloma, unas entrañas de piadosa madre para
LIBRÒ SÉPTIMO. 41

como los subditos, y un don del cielo para'sü gobier*.


no ; ¿pero qué mucho, si dimanaba de la Virtud dé la ca­
ridad y ' arríóf de Dios, qué ^redundase en el bien
del prójimo'? Supieron los ausentes el desengañó de !
su presunción, y algunos sé volvieron'' á l # provirieTa
;

arrepentidos. Pidiéronle perdón, confesando su , livian­


dad, y los recibió con tal caridad, que el temor se
:

les convirtió én filial amor,' y decir. dé' su béhignicí^el 4

mil alabanzas. 1
' ...
Celebró su congregación en la ciudad de Méridá.
á catorce de enero dé mil quinientos setenta "y óch(f
años, y en ella fué electo custodio para él capítulo
general futuro de nuestra sagrada religión él Ж. padre
Fr. Juan de Padilla, que era definidor actual, y es eí
prírtíero qué hallo electo después de la erección de es­
ta provincia. Hizo el R. padre'''provincial' 'sitó" dos
visitas de ella caminando á pie, y, después de acaba­
do su oficio, ditíe el padre Lizaria qué se volvió á
la santa provincia de C astilla, de donde vino, y al
mismo convento dé Órqpésa, dé donde salió para esta.
Aunque dice que sé fué' eí año de mií quinientos se­
tenta y cinco, ya se ve que no pudo ser hasta eí de,
ochenta, cuando mas presto fuese, y debió de ser yerro
d é l a estampa llamarle Fr. Francisco. Dice que en
Castilla vivió algunas años lo restante de su vida con
tanta perfección, que murió con Opinión de santo, y por .
tal le aclamaban y tenian, y que hace memoria suya
entre los santos varones de aquélla provincia eí R. P.
Fr. Pedro dé Salazar en el libro que dé ellos escribió,
donde dice mucho de su santidad, y cómo está en­ r

terrado en el convento de Oropesa. 1

Juzgo haber muerto acabado lúégo aquél triéniOj el '


padre Fr. Diego Zazo, porque , ­ habiendo hallado
su nombre en las tablas capitulares hasta el
año'de ' ¿etéñtá y nueve,' en las restantes no, sé hace
memoria de su persona, y así me pareció hacerla en
том. и. 6*
42. HISTORIA DE TU CATAN.

esta ocasión antes de pasar adelante. ...Habiendo veni*.


do, pues, .con los demás conquistadores que sujetaron
estos indios con las armas, y cabídole como á tal una,
buena encomienda de ellos, fué nuestro Señor servido,,
llamarle para la conquista espiritual dt: las almas,
yá que había trabajado en la temporal de los cuerpos.
Pidió el hábito de .nuestra religión á aquellos primeros
apostólicos fundadores de esta provincia, que se le con-
cedieron, y así dejando la renta que tenia de los in-
diqs, entró, en la religión á ser pobre por Cristo re-
dentor nuestro. No he halladq qué año, pero el de.
quinientos cincuenta y seis está yá en la tabla capi-
tular asignado por compañero y .morador del conven-
to de la villa de Valladolicl. Lo que de su vida es-n
cribe el Padre Lizana, es que fué tan humilde y san-
to religioso, que no se le conoció después que lo fué
cosa que oiiese á resabio de la tierra, mas solo tra-
taba de las del cielo. Celaba la honra de Dios núes-;
tro Señor, y hacia las causas de los pobres indios, pa-,
ra que nada le ponía, temor, ni en cosa reparaba de esta.vi-
da por ellos. No fué lengua porque no la pudo aprender,
mas en lo que pudo fué muy útil á los,indios. Fué guardián
del convento de Quantum Murió en el de Maní con opinión
de santo no se dice qué año, ni he podido hallar mas
?

de lo referido.
El padre Fr. Clemente Cornejo, habiendo venido d e :

los reinos de España poco después de la conquista, y


habiéndole Dios dado muchos bienes de los que lla-
man de fortuna, y. no pocos de los de naturaleza, • qui-i
so su-divina Magestad enriquecerle con los de gracia.
Llamóle á nuestra religión, y recibió, el hábito en esta ¡
provincia para el coro, porque sabia latinidad. No pue-
do decir qué año, porque una gotera oculta que cayó
al archivo, pudrió el libro en que se escribía la recep-
ción de los novicios y otros escritos de aquellps tiem-
pos, que hoy me hacen falta para estos presentes. ,Di-
LIBHO SÉPTIMO. 43

ce de este religioso el padre Lizana, que fué muy sier-


vo de nuestro Señor, y que tanto se daba á Dios y
al bien de las almas, que bien parecia ser discípulo del
santo obispo Fr. Diego de Lauda, que le dio el liábi?
to, y le enseñó el idioma de estos naturales, á los cua-
les amó mucho, y. trabajó por el bien de sus almas
con gran espíritu. Fué muy observante déla regla, v
especialmente pobrísimo, que nunca quiso mas de lo
que necesariamente habia menester, para vivir. De-
cía muchas veces que hallaba por supérfluo querer mas
para pasar la vida que lo que el caminante lleva pa-
ra llegar á la jornada. Porque no aprovechaba el re-
galo y riqueza mas de para ir muy cargados, y estorbar el
buen viaje que se puede llevar con poca carga.. Fué
maestro de novicios, á quien decia en sus pláticas es-
pirituales para animarlos á seguir la vida religiosa, que
haber dejado el siglo y los bienes que tenia; era por-
que se hallaba torpe para servir á Dios, y que después:
que se veia pobre, todo se le facilitaba, Murió con o-
pinion de siervo de Dios, aunque ño dice dónde, ni
en qué tiempo, y dejando llenos de buen ejemplo á
los religiosos.

—0—

'••se. •••

CAPITULO OCTAVO.

Del gobierno de D. Guillen de las Casas, y por qué se


quitaron los corregidores españoles de los pueblos de
los indios. •!

A Francisco Velázquez Gijon sucedió en! el gobier-


no de Yucatán don Guillen de las Casas, á quien hizo
44 msTbiitA DÉ YUCATÁN.

él rey-lá merced en el' Pardo á diez" y seis de dicieíii*


bre dé mil quinientos setenta y cinco años, por tiéríi-
:

] # dé cuatro] atento- a Servicios qué á 'su magestad


;

tenia hechos. Llegó "primerea á Tabascó, (no se qiíé


fuese la causa), y presentado su título én la villa dé
:

Vitoria,- le recibió' por gobernador á diez de setiem-


bre de mil quinientos setenta y siete años; y á • veinte y
siete ¡del mismo mes fué recibido* en"> Íaícíúdad' de Mé-n

ridá, y gobernó; hasta veinte y Ochó dé setiembre de


milíqUiMentos ochenta y dos. 'El mismo diá qué el go-
bernador; fué recibido él teniente general que :trajo,'
llamado'el" licehciado Frías Quijada, ' Tuvo el go-
bernador 'al principió dé su gobierno graves' disgus-1 :

tos ícon':el obispo y ' con los religiosos de ésta pro-


vincia, de qué sé > ocasionó escribirle' él rey la
; 1 1

eaa^a r que; queda referida entré los sucesos del obispo


Di FVr Diego' dé Landa. Parece que este caballero
era; muy divertido,'gastando rriúeho tiempo en' juegos dé
naipes,. tablas y otros, con que ocupado én ellos Sé r é Ji

tardaba la administración de la justicia. Sentíanlo los


interesados, y ya sea ellos, 6 'algún celoso del bíéri dé
la república, dio noticia al rey del daño qué álos ne-
gociantes se seguía. Llegó á sus oidos, aunque tan
distante, (que si esto se considerase, y que no hay dis-
tancia que impida el poder real, quizá muchas veces
no se ejecutaran en estas partes algunas cosas que se
ven), y sintiendo su magestad el gravamen que los nego-
ciantes padecían, le escribió una carta llena de piedad
para con sus vasallos que decíatasí: " E L R E Y . D.
Guillen de las Casas, nuestro gobernador de las pro-
vincias de Yucatán. Nos somos informados que por
ocupar mucha parte'del tiempo en juego de naipes; ta-
blas, dados é ajedrez, dejais de acudir á lo que sois
obligado por razón de vuestro oficio, y no hacéis au-
diencia á< las horas*'acostumbradas, u i traéis •' vara 'de
f

Muestra justicia, paía lá administrar á todos igüalmén-


1
LIBRO SÉPTIMO. 45

te. Y porque de esto se siguen muphos inconvenientes,


y es de creer que los que tuvieren negocios con vos,
por no disgustaros, hallándoos en semejantes ocupaciones,
perderán el tiempo esperando. Y sabqis que en casa
de los jueces nunca ha de haber puerta cerrada, ni
hora en que todos no puedan acudir á tratar sus ne­
gocios. Y el que esto no hace, no solo no mira por
el bien de la república, que tiene á cargo, antes la
daña y da mal ejemplo en ella, y no es justo que
se permita. Os mandamos que de aquí adelante ten­
gáis mucho cuidado de no faltar á tan precisa obliga­
ción, y que trayendo en vuestra mano de ordinario la
dicha vara de nuestra justicia, á todos oigáis con be­
nignidad, de manera que se huelguen de acudir á vos
á pedir remedios de sus trabajos y agravios, haciendo
audiencia pública en lugar y tiempo señalado. Que
con esta continuación, y sabiendo que os han de hallar
allí los negociantes, vendrán á tratar y seguir sus causas
y justicia, sin que reciban molestia en la dilación, por­
que de lo contrario nos tenemos por deservido. Fecha
en Badajoz á veinte y seis de agosto mil quinientos
y ochenta años. Y O E L R E Y . Por mandado de
su magestad. Antonio de Eraso."
Materia ha sido el haber corregidores españoles en
los pueblos de los indios en estos reinos, cuya conve­
niencia y desconveniencia han ocupado la consideración
de muchos buenos discursos. Permanecen hoy estos
oficios en la Nueva­España y otras partes, y por los
tiempos que voy refiriendo, los habia en los pueblos
mas crecidos de esta tierra, que eran como cabeceras
de algún buen territorio. Experimentáronse mayores
daños para los indios de la asistencia de los tales cor­
regidores, que conveniencias en consecuencia de los de­
sagravios que los indios podian haber, si alguna veja­
ción les hacían los españoles. Libróse real provisión en
la audiencia de México, para qué los gobernadores de
том. и. 7
4G HISTORIA DE YUCATÁN.

esta tíeiTa extinguiesen estos oficios; pero por particu-


lares intereses no lo ejecutaban. Llegó este grava-
men á noticia del rey, y por su cédula dada en Ba-
dajoz á once' de noviembre de mil quinientos ochenta
años, mandó al gobernador, que porque á su real ser-
vicio, y bien de los naturales de esta tierra y buen
gobierno de ella, convenia que no hubiese los dichos
corregidores, que luego que viese esta cédula los qui-
tase, y no consintiese quedase en Yucatán alguno. " Y
de aquí adelante (dice) estaréis advertido de no ha-
cer semejantes novedades, y enviéis luego razón
de la causa que tuvisteis, y os movió para proveer los
dichos oficios, y del cumplimiento de esta nuestra cé-
dula, etc." No habia sido D. Guillen de las Casas ei
que instituyó estos oficios, si ya no es que por ciarlos
después de prohibido por la audiencia, se le dijo: "Es-
taréis advertido de no hacer semejantes novedades." Lo
que á su magestad respondió, y causas que dio para
la continuación de los corregidores, por acá se ignora:
pudo ser fuesen las que ponia en los títulos de las
personas á quien daba estos oficios. Leílas en un nom-
bramiento que hizo de un Juan de llivas para el pue-
blo de Motul y su distrito, (donde actualmente escri-
biendo esto soy indigno guardián), y dice ser: "Por
la freeuencia de españoles tratantes, y otros que en
los pueblos vienen para que los indios sean ampara-
dos y defendidos de las personas que agravios y ma-
los tratamientos les quisieren hacer, y porque vivan en
rectitud y justicia, y se les haga y administre, y ellos
lo adquieran con policía española. Porque á causa de
estar distintas y apartadas las provincias para donde
se nombraban, y de la cabecera de esta gobernación,
donde reside el gobernador y su lugar-teniente gene-
ral, han sido inconvenientes en deservicio de Dios y
de su magestad, y ejecución de su real justicia, en da-
ño y perjuicio de su real hacienda," fraude de los de-
LIBRO SÉPTIMO. 47

reehos de almojarifazgo y alcabalas, y de la preeminen-


cia y jurisdicción real, etc." Estos eran los motivos
para la institución de estos oficios; pero en la verdad,
las ejecuciones eran muy al contrario, como constan
de la dicha real cédula de Badajoz en que se mani-
fiestan, porque en ella se dice así: "Nos somos infor-
mados que sin orden y licencia nuestra, habéis puesto
en esa tierra corregimientos y alcaldes mayores en pue-
blos de indios, para que oigan y conozcan de sus cau-
sas y negocios. Y que aunque entendidos los daños y
agravios y malos tratamientos que los sosodichos y
sus oficiales hacian á los dichos indios, especialmente
un Juan López de Moya corregidor de los pueblos
de las ciudades de Mérida y Conkal, llevándoles de-
rechos demasiados, y de cosas que no debían ningu-
nos. Y visitándoles sus cajas de comunidad muya me-
nudo para llevarles por ello dineros. Y dando licen-
cias y mandamientos para tener caballos. Y confirmán-
doles las tierras y estancias que tienen, y hubieron de
sus ante pasados para el mismo efecto. Teniendo
para ello por su escribano, alguacil y naguatato á un
Diego de Vargas Mestizo, mozo vicioso y de mala vi-
da y costumbres, el cual en la visita que hacia en
los pueblos de indios, con el dicho corregidor, ha he-
cho muchos . agravios á los dichos indios, tomándoles
sus mujeres y aprovechándose de ellas, etc." Y después
prosigue mandándolos quitar. Mediante esto obedeció
D. Guillen de las Casas esta cédula, y ejecutóla, qui-
tando los corregidores, pero lo que después sucedió se
dice adelante en tiempo de otros gobernadores.

De la información que en el capítulo antecedente


se dijo habían hecho los alcaldes ordinarios de la
ciudad de Mérida, sobre lo que el gobernador
Francisco Velazquez Gijon habia dicho de la su-
cesión de las encomiendas y situaciones de las
ayudas de costas, que de las rentas de los tributos-
48 HISTORIA DE YUCATAN.

que se quitaron al adelantado D. Francisco de Monte-


jo para los descendientes de conquistadores necesitados,
y antiguos pobladores, se originó que habiéndose da-
do algunas, no distribuidas según la voluntad, real, se
despachó á los. últimos del gobierno de D. Guillen una
cédula dada en Lisboa á quince de octubre de mil
quinientos ochenta y un años, en que se dice: que las
situaciones así hechas no habían parecido bien, por no
haber sido en personas tan beneméritas como se re-
quería, y entenderse que habia otros con quien se po-
dría y debería descargar la conciencia, por haber servi-
do mas y tener mas necesidad. Y porque convenia
mucho en lo de adelante mirarlo, le mandaba á él y
á sus sucesores tuviese mucho cuidado de que estos
tributos se distribuyesen entre los que mejor le hubie-
sen servido, y fuesen mas beneméritos. Porque demás
de que no se confirmarían las situaciones que se hi-
ciesen de otro modo, se tendría por deservido, y pro-
veería en ello lo que conviniese. Y porque los oficia-
les de su magestad, en cuyo poder entran estas ren-
tas para la distribución dicha, tuviesen noticia de es:
ta cédula, mandó al gobernador que una copia de ella
se escribiese en los libros de sus oficiales, á los cua-
les también mandó que la notifiquen á todos los gober-
nadores que fueren de estas provincias, cuando comen-
zaren á servir sus cargos. Y al gobernador, que avi-
sase á su magestad de lo que en virtud de esta cé-
dula se hubiese hecho. En los años que ha que vi-
ne á esta tierra, y estaba en la ciudad de Mérida le-
yendo, he visto bien graves disgustos entre gobernado-
res y oficiales reales sobre la distribución de estas ayu-
das de costa, y muchos interesados en ellas quejosos.
De presente no se dice cosa en la materia, porque pa-
rece estar yá muy asentada.
Habían querido en algunas partes los indios hacer
algunos ornamentos para las iglesias de sus pueblos, y
LIBRO SÉPTIMO. 49

porque no habían pedido licencia al gobernador de es-


• tas provincias para ello, les habia quitado algunas can-
tidades de dinero, que para obra tan santa juntaron,
reservándolo por entonces en la persona que le pare-
ció. De la acción dio noticia en la real audiencia de
México el padre Fr. Gerónimo de León, religioso de
esta provincia, y se libró real provisión, dada en diez
y siete de octubre de mil quinientos ochenta y dos años,
para que dentro de sesenta dias, después de notificada,
diese la razón que le habia movido para impedir que
los indios de su propia voluntad hiciesen limosna á las
iglesias de sus pueblos, y á los religiosos que en ellos
residian, para el dicho efecto, y qué cantidades eran
las que el gobernador habia embargado.
También dio queja que el gobernador por impedir
que no se entendiese su modo de gobernar, habia im-
pedido á los religiosas de esta provincia el pasar á
México,, quitándoles las embarcaciones, y rasgándoles
las licencias que de sus prelados tenían para ir, con lo
cual les hacia notoria fuerza y agravio, demás de las
censuras que por ello habia iucurrido. A esto ocur-
rió la real rudiencia con una provisión dada el dia
que la antecedente, por la cual le mandaron que den-
tro de sesenta dias de la notificación de ella, enviase la
causa y razón que habia tenido para impedir á los re-
ligiosos la ida á México, así á las cosas de la orden
como á informar á la audiencia de otras que convenían
al servicio de su magestad, para ver si era justo el
impedimento que les ponía. Asimismo se determinó
en ella que en el ínterin que esto se resolvía por
aquel real acuerdo, no se pusiese estorbo alguno á los
religiosos para pasar á Nueva España, como tuviesen
licencia de sus prelados. Con estos favores hechos
en nombre de su magestad, respiraban los religiosos
de los ahogos en que los ponian los superiores de esta
tierra, con quien en ocasiones se ha padecido v pade-
50 HISTORIA DE YUCATÁN.

ce lo que Dios sabe, y ven todos los que viven en ella,


Sea tu divina Magestad bendito por todo, que nosotros
obligación tenemos en el estado que profesamos á ser
humildes, y á tolerar por el bien de los indios cual-
quiera otro disgusto que se nos recrezca, pues nos tiene
el rey puestos por sus padres espirituales, y ellos nos
sustentan como á tales.

CAPITULO NUEVE.

Dedos reverendos padres provinciales, y cómo sucedió en


este obispado Don Fr. Gregorio de Montalvo.

Acabando el trienio del R. padre Fr. Pedro de No-


riega, envió comisión el muy R. padre comisario gene-
ral á nuestro R. padre de esta provincia, y que como
se ha dicho habia sido provincial en ella, para que la
visitase, y celebrase capítulo provincial. Túvose en la
ciudad de Mérida á veinte y siete de mayo de mil qui-
nientos setenta y nueve años, y en él fué electo el
R. padre Fr. Fernando de Sopuerta, nacido en esta tier-
ra en la ciudad de Mérida, hijo de uno de los funda-
dores y primeros pobladores de ella. Fué religioso cria-
do con la doctrina y ejemplar de los apostólicos varo-
nes, los padres Landa, Torre y sus compañeros, que
aún vivian. Sin duda no iban en aquellos tiempos tan
ajustados los electores en el dictamen, como suele acon-
tecer, porque precedieron á esta elección diez y nueve
escrutinios, como parece por la tabla capitular. Y o su-
pe de un capítulo de cierta religión, en que al primer
escrutinio hubo electo con solo falta de un voto, sin ha^
LIBÍlO SÉPTIMO.

bef ninguno que directamente le diese por su dictamen,


de que quedó muy alegre el ^presidente de aquel capí-
tulo por ser gusto suyo; pero permitió Dios que el elec-
to procediese de tal modo, que lo depusieron del oficio
con confusión y ignominia, privándole del honor-de él,
que no todas veces aguarda la justicia divina á castigar
culpas cometidas Contra un común, para la otra vida.
Por donde se puede conocer el religioso proceder del
R. padre Fr; Fernando de Sopuerta, es poí haberle es-
Cogido tantos religiosos ancianos, tan Celosos del servi-
cio de Dios y del bien de la religión, para prelado su-
perior suyo, siendo tan mezo, que á lo mas se dice ten-
dría treinta años de edad. No sé engañaron en él con-
cepto que del sugeto habían formado, pues gobernó tan
á satisfacion de todos, que le veremos adelante otras
dos veces electo ministro provincial en capítulo, y una
vicario provincial- por muerte del que lo era. En este
capítulo fueron electos difinidores los reverendos pa-
dres Fr. Gaspar de Paz, Fr. Pedro Cárdete, Fr. Gas-
par de Najara y Fr. Pedro de Penal ver, y río parece
haberse hecho elección de custodio. Hízoseen este ca-
pítulo erección de la doctrina de Jecelchakan en conven-
to, su titular, que ella tenia, nuestro padre. San Fran-
cisco. Parece haber celebrado el R. padre provincial
su congregación á cinco de mayo de mil quinientos ochen-
ta y un años, en que se hizo erección dé los conven-
tos de nuestro padre San Francisco de Oxkutzkab, del
de Junucmá con el mismo titular, del dé San Bernar-
dino de Tixkokob, y del de lá Pura Concepción de
nuestra Señora dé Tinurt con título de vicaría.

La tabla del capítulo provincial que sé siguió, no pa-


rece, pero segürí el orden hubo de celebrarse el año dé mil
quinientos ochenta y dos, y por la del subsecuente cons-
ta haber sido eri aquel trienio provincial de esta provin-
cia, segunda vez, el R. padre Fr. Thoníc de Arenas, y
por que se ofrece presto materia qué ocupará más la-
52 HISITORIA DE YUCATÁN.

ta mente la pluma, quiero desocuparme ahora del capí-


tulo celebrado el año de mil quinientos ochenta y cinco.
Celebrólo en la ciudad de Mérida á veinte y tres de
febrero el padre R. padre Fr. Alonso Urbano, con
comisión del muy reverendo padre Fr. Alonso Ponce
comisario general, y fué electo provincial el R. y venera-
ble padre Fr. Pedro Cárdete, hijo de la santa provin-
cia de Castilla, y de cuya santa vida y muerta se da
adelante dilatada noticia. Fueron difinidores los
reverendos padres Fr. Alonso Solana, Fr. Francisco de
Bustamante, Fr. Juan de Padilla y Fr. Fernando de
Sopuerta, y custodio por el capítulo general el R. pa-
dre Fr. Pedro Delgado. Hízose erección de los con-
ventos de Tichel con título de la Concepción de nues-
tra Señora, y del de Uman nuestro padre San Fran-
cisco. Después este R. difinitorio celebró su congre-
gación en el convento de Mérida á once de enero de
mil quinientos ochenta y siete años, y no parece hubo
novedad alguna en ella.
Y á se dijo cómo pasó de esta presente vida el san-
to obispo don Fr. Diego de Landa. Por su muerte
presentó el rey para obispo de estas provincias á D.
Fr. Gregorio de Montalvo, de la orden de nuestro padre
santo Domingo, que vino á ellas el año de mil qui-
nientos y ochenta. Mientras estuvo en este obispado,
se i celebró el concilio mexicano, y aunque^ en todas
ocasiones lucieron sus muchas letras, prudencia y santa
doctrina, en la de aquel concilio fué con mayores expe-
riencias, porque se dice haber tenido grande autoridad
sus resoluciones y parecer en toda la diversidad de ma-
terias que en él se trataron y decretaron, y que de
la disposición en que quedó se debe la mayor parte á
su trabajo. Estuvo en este obispado hasta el año de
mil quinientos ochenta y siete, en que salió promo-
vido para el obispado del Cuzco en el reino del Perú.
Visitó tres veces este obispado, y hallando una de ellas
LIBRO SÉPTIMO. 53

en el pueblo de Tixmeuac unos indios idólatras, los


castigó y exortó á la enmienda, como verdadero padre y
prelado eclesiástico. Visitando una vez, cuando estuvo
por visitador general de esta tierra el doctor Palacio, oi­
dor de la real audiencia de México (de que presto se
tratará) le entregó muchos indios idólatras relapsos, que
el oidor desterró á las fuerzas de la Veracruz y Ha­
bana, y en el partido de Peto castigó algunos con pe­
nas mas moderadas. Hizo aranceles para los curas de
españoles y ministros doctrineros, para que no hubiese
demasías en los entierros, funerales y lo demás tocan­
te á la administración de ello. Y o me holgara hallar
mas larga relación de las acciones de tan gran prela­
do, pues es cierto tendría muchas dignas de memoria,
y que se conservasen dadas á la estampa. Quedó por
su promoción el gobierno de este obispado en el cabil­
do sedevacante, en que se hallaban el bachiller D.
Francisco de Quintana arcediano, Don Leonardo Gon­
zález de Sequera tesorero y Pedro Pérez de Vargas
racionero, y gobernaron hasta trece de enero de mil
quinientos noventa años.
De los aranceles referidos resultaron algunos incon­
venientes en perjuicio de nuestros conventos de la ciudad
de Mérida, y villas de españoles. Suplicósele á su se­
ñoría, por parte de la religión, la exonerase de aquellos
gravámenes, á que no dio oidos, con que fué necesario
recurrir á la real audiencia de México, que con noticia
de lo que pasaba libró una provisión, que porque en
ella ­se contiene la materia y su resolución, me
pareció ponerla á la letra, donde después de los títu­
los acostumbrados de S. M. se dice: "Reverendo
in C hristo Padre Fr. D. Gregorio de Montalvo, obispo
de las provincias de Yucatán del nuestro consejo,
y á vuestro provisor é vicario general, salud y gracia.
Sepades que Fr. Francisco de Torralva, profeso de la
orden de S. Francisco, morador en esas provincias, en
том. и. 8
54 UISITORIA DE YUCATÁN.

nombre de los religiosos de ellas presentó ante nos una


petición, por la cual nos hizo relación, que contra lo
dispuesto en derecho, breves apostólicos, cédulas é pro-
visiones nuestras, que en favor de la dicha su orden
estaban librados é despachados, habiades proveido y
ordenado, que ningún español pudiese elegir, ni eligie-
se sepultura en los conventos de la dicha su orden, y _
que el que la eligiese, é se mandase enterrar en ellos,
pagase de derechos á la catedral de vuestro obispado
é curas de ella, veinte pesos, é de los cuerpos peque-
ños cuatro de minas. Lo cual era digno de remedio,
y asimismo contra los dichos privilegios, é breves apos-
tólicos, especialmente el del papa Pió quinto, que es-
taba pasado por nuestro consejo real de las Indias.
Llevabades y pretendiades llevar la cuarta funeral, aun
hasta las misas, lo cual era digno de remedio, é nos
pidió y suplicó, que mandándolo poner, no diésemos lu-
gar que vos, ni vuestros ministros inquietasedes la di-
cha su orden, ni alterasedes lo dispuesto por los dichos
derecho común, privilegios y cédulas que cerca de ello
disponían. E que los dichos religiosos fuesen bien tra-
tados, amparados é defendidos en ellos. Lo cual visto
por el presidente é oidores de la nuestra audiencia y
cancillería, que reside en la ciudad de México de lá
Nueva España, fué acordado que debiamos mandar dar
esta nuestra carta en la dicha razón, é nos tuvímoslo
por bien. Porque vos rogamos y encargamos que en lo
susodicho, y en cada una cosa, é parte de ello, no ha-
gáis novedad alguna de lo que hasta al presente se ha
hecho. E mandamos al nuestro gobernador de esas pro-
vincias, ó su lugar-teniente, no permitan, consientan ni
den lugar á que se haga la dicha novedad, ni que con
ella hagáis á los dichos religiosos y á sus conventos
é monasterios ninguna vejación ni molestia en los casos
de suso referidos, ni en alguno dé ellos. Dada en la
ciudad de México á primero dia del mes de setiembre
LIBRO SÉPTIMO. 55

de mil quinientos ochenta y cuatro años, etc." Aun cons-


tando de la real voluntad de tantos años ha, y habien-
do nuevos privilegios en confirmación de lo mismo, has-
ta de nuestro santo padre Inocencio décimo, están nues-
tros conventos padeciendo el gravamen en cuanto á
los derechos de los que en ellos se entierran, y pier-
den muchas limosnas que la devoción y caridad de
los fieles nos hicieran, porque muchos no tienen cau*
dales para pagarlos, con que no se entierra en nuestros
conventos.

CAPITULO DIEZ.

De las ocasiones de otras discordias que hubo entre el


obispo y religiosos, decididas por la real audiencia.

Habiéndose celebrado el concilio mexicano, quisieron


luego los señores obispos ponerle en ejecución. Algu-
nos han reparado poco en la observancia de los pri-
vilegios que las religiones mendicantes tienen en es-
tos reinos, y por obviar este y otros inconvenientes que de él
se podian seguir, libró el rey una su cédula, dada en Bar-
celona á trece de mayo de mil quinientos ochenta y cin-
co años, dirigida al marques Villa-Manrique, virey de la
Nueva España, que hace relación de otras que en la mis-
ma conformidad estaban libradas, encargando á los dichos
prelados que en él habían asistido, no le ejecutasen en
sus obispados hasta que conforme á las dichas cédulas
fuese visto por S. M., y se proveyese lo que conviniese.
N o obstante esto, solicitaban la observancia del dicho
concilio, por lo cual el R: padre Fr. Pedro de Pila, de
nuestra sagrada religión, provincial de la provincia de
Michoacan en la Nueva Galicia, recurrió á la real audien-
cia de México, que libró provisión dada en cuatro de
HISTORIA DE YUCATÁN.

setiembre de mil quinientos ochenta y seis años, para


el obispo de la Nueva Galicia Don Fr. Domingo de Alzóla,
en que se le rogó y encargó observase las dichas cédulas,
sin llevar á ejecución decreto alguno de aquel concilio.
También fué necesario para que no lo ejecutase nuestro
obispo Don Fr. Gregorio de Montalvo, que esta provin-
cia recurriese á la misma real audiencia. Presentó en
ella el padre Fr. Diego de Castro, religioso de esta
provincia, petición con relación de lo referido, y de lo
que por acá estaba sucediendo. Los señores de aquella
audiencia dieron provisión á veinte y cinco del mismo
mes de setiembre que la precedente, dirigida á nuestro
obispo Don Fr. Gregorio de Montalvo, en que insertando
todo esto, se le ruega y encarga que dichas cédulas y provi-
siones las observe, como si fuesen á su persona especial-
mente dirigidas. Mándase en ella al gobernador de estas
provincias, y á todas las justicias de ellas, la guarden y cum-
plan en lo que á ellos tocaba, só las penas que en la pro-
visión inserta estaban puestas, que era de la su merced,
y quinientos pesos de oro aplicados á la real cámara.
Con esto cesó el obispo de la ejecución del concilio por en-
tonces. Cesó el gravamen que se nos hacia, y cesando la
causa, cesó el efecto de los disgustos y disenciones entre
su señoría y los religiosos; pero ofrecióse otra diversa,
con que hubo de recurrirse también á la audiencia.
Por ser tantos los pueblos que en aquel tiempo ad-
ministraban los religiosos de esta provincia, hicieron li-
bre y voluntariamente dejación del convento de Chen-
oonót ó Chancenote en manos del obispo, para que
pusiese ministro doctrinero clérigo, que administrase á
los indios de él. Admitido por el obispo, no se con-
tentó con eso, sino que agregó al nuevo beneficio el
pueblo de Zucopo contra expresa provisión real de la
audiencia de México, en que se le habia rogado y en-
cargado que no sacase ni dividiese pueblos de una
doctrina ó partido para anexarlos y ponerlos en otros
LIBRO SÉPTIMO. 57

de diferente doctrina, sin parecer y consentimiento del


gobernador de estas provincias; y que si algunos hubie-
se sacado, los restituyese al partido de donde eran. Pre-
sentándole esta provisión, suplicó el obispo de ella,
diciendo que solamente habia enagenado aquel pue-
blo de Zucopo. que era del partido de Tizimin, en
ocasión que los mismos religiosos por su propia volun-
tad habían dejado el partido de Chancenote, para que
su señoría, como prelado, le proveyese en clérigo, y que
le habia anexado (palabras son del obispo) por engro-
sar el nuevo beneficio, porque si no era así, no podia
sustentar clérigo. Mediante esta respuesta, proveyó la
real audiencia, por entonces, que cuanto á aquel pue-
blo, se suspendiese lo mandado, y pasase por anexo
al nuevo beneficio, con tal que en lo demás no hi-
ciese mudanza ni novedad alguna, y en esta razón se
dio provisión real.
Notificada á los indios del pueblo de Zucopo, en nom-
bre suyo, reclamó en la audiencia Francisco de Herre-
ra, como su procurador que era, nombrado para ,«110,
diciendo: que recibían notable agravio con aquella mu-
danza, por ser forzados y cbmpelidos á oír misa y doc-
trina á Chancenote donde residía el beneficiado, distan-
te ocho leguas de Zucopo, por cuya causa se habían de
recrecer y seguir muchos inconvenientes de muertes de
indios sin confesión y bautismo, porque el beneficiado
no podia acudir coa tanta presteza, que primero que
le avisasen y fuese allá, se pasaban dos días y mas,
así por la distancia, como por la aspereza del camino,
que se andaba con dificultad. Q,ue por el contrario, Ti-
zimin, de donde el obispo habia quitado su pueblo, y
habia religiosos, estaba muy cerca de él, porque dista-
ba legua y media, donde habia mucha facilidad para ir
á la doctrina, y ser socorridos en las necesidades espi-
rituales que los indios podian tener. Y así desde que
se habia fundado el dicho convento, que fué luego que
58 HISTORIA DE YUCATAN.

se habia poblado la tierra, y convertídose los natura-


les, los del pueblo de Zucopo habían acudido á la doc-
trina al convento de Tizimin, donde siempre habían
sido industriados en las cosas de nuestra santa fé. Que
siendo esto así, no era justo que por solo el provecho
del beneficiado de Chancenote, sin respeto de la con-
servación de los indios, los obligasen á ir allá con tan-
to trabajo y molestia, pues los necesitaban á andar diez
y seis leguas en ida y vuelta, y que así no se hiciese
novedad en la costumbre que habian tenido de acudir
á la doctrina al convento de Tizimin, y que así lo
pudiesen hacer libremente, sin obligarles á ir á otra par-
te alguna.
Presentado este pedimento y súplica á la audien-
cia, libró real provisión, dada en México á seis de oc-
tubre de mil quinientos ochenta y seis años, en que
se mandó al gobernador de estas provincias que cita-
das las partes, obispo y religiosos, se informase de la
distancia que hay de Zucopo á Tizimin, y á qué doc-
trina habian estado sujetos los indios del pueblo de
Zucopo, y desde qué tiempo lo habian dejado de estar,
si era en utilidad ó daño de ellos, así por ser ás-
peros los caminos, como por tener mas suficiente
y. cercana doctrina en Tizimin, con lo demás que
los indios alegaban. Y que todos los autos que
sobre ello se hiciesen, los remitiese á la audiencia, pa-
ra que en ella se proveyese lo mas conveniente al
bien de los indios, y que las partes recurriesen á ella,
citándolas por aquella provisión, porque de no parecer,
les pararía todo perjuicio, y pasado por todas instan-
cias, fenecería la audiencia este negocio. Averiguóse lo
que por ella Se mandaba, y hallóse ser verdad lo que
su procurador de los indios habia por ellos alegado, pues
la distancia hoy dia se ve, y el tiempo en que el obisr
po los anexó á Chancenote, era notorio, y así volvió á
los religiosos la posesión del pueblo de Zucopo, que
LIBRO SÉPTIMO. 59

hasta hoy permanece. De allí á pocos años se movió


el pleito, que aun hoy tiene la clerecía pendiente en el
real consejo de las Indias, pidiendo este pueblo y otros,
con pretexto de que eran administración suya, y que
, cuando vino el santo obispo D. Fr. Diego de Landa,
se los quitó y dio á los religiosos por haberlo sido en
esta provincia. De éste bien consta por lo referido que
siempre fué de nuestra administración, y si lo contra-
rio hubiera sido, mejor lo alegara el obispo D. Fr. Gre-
gorio de Montalvo, (sucesor inmediato al que dicen que
los quitó), que no decir que por engrosar el nuevo be-
neficio de Chancenote anexaba á él el pueblo de Zucopo,
cuando se le dieron voluntariamente los religiosos. Con
la dilación de los tiempos se ha confundido la verdad
de lo que piden, así en éste, como en los demás; pero
porque adelante se trata de este pleito, paso á otra ma-
teria.
No solo miró en esta ocasión esta provincia por el
derecho que durante la real voluntad tenia á las doc-
trinas, sino también por el útil y bien de los indios, así
espiritual, como temporal, (solicitud que siempre ha ob-
servado.) Habia puesto el obispo en las visitas que
habia hecho pena de excomunión en algunos casos á los
indios. Los ministros religiosos se dolian de esto, por
ver el riesgo que las conciencias de los indios corrían,
que como gente-nueva en nuestra santa fé católica, y
de tan corta capacidad para entender la gravedad del
efecto que„ la excomunión causa, no haciendo el caso
que de ella era debido, quedaban expuestos á graves pe-
cados, que incursos podían cometer contra la Magestad
Divina. No debieron de poder conseguir con el obispo
que las suspendiese, cómo ni tampoco la ejecución dé
algunas penas pecuniarias por ello. Recurrieron los
religiosos ala real audiencia de México, y representan-
do en su nombre el [padre Fr. Diego de Castro, reli-
gioso de esta provincia (que como se ha dicho, estaba
60 HISTORIA DE YUCATAN.

en México) estos inconvenientes, se libró real provisión


dada en ocho de octubre del mismo año que las ante-
cedentes, en que insertando otra real cédula, dada en
Toledo á veinte y siete de agosto de mil quinientos
setenta años, para el arzobispo y sufragáneos de México,
en razón de que álos seculares por casos y cosas livianas no
les pusiesen pena de excomunión ó pecuniarias por los
inconvenientes que de ello resultaban en tierra donde
nuevamente estaba plantada, y se plantaba, nuestra santa
fé católica, y donde era necesaria gran templanza en se-
mejante materia, se le ruega y encarga al obispo que esta
cédula la guarde y cumpla, y particular,y especificadamen-
te, con los indios naturales de estas provincias, porque como
nuevamente convertidos á nuestra santa fé, no tengan cau-
sa y ocasión,'que haciendo poco caso de las excomu-
niones, no procuren salir del daño que se les puede se-
guir, ni les echase, ni llevase penas pecuniarias, con-
conforme á la dicha Cédula, porque no se le daría lugar,
ni permitiría lo contrario, y se proveería del remedio
que conviniese al servicio de nuestro Señor y de su
magestad, y al bien y conservación de sus vasallos
naturales de esta tierra.

0—

CAPITULO ONCE.

Del gobernadoi* Francisco de Solis, y cómo vino en su


tiempo visitador enviado de la audiencia.

A D. Guillen de las Casas sucedió en este gobier-


no de Yucatán, Francisco de Solis, á quien hizo el
rey la merced á veinte y cuatro de abril de mil qui-
nientos ochenta. Fué recibido en Mérida á veinte
y ocho de setiembre del de ochenta y dos, y go-
bernó hasta el de ochenta y seis, que le vino su-
ЫШШ SÉPTIMO. 61.

cesor nombrado por S. M. Aunque el gobernador Fran­


cisco Velázquez Gijon habia hecho tanta oposición en
la materia de las encomiendas y ayudas de costa, que
el rey daba y da en esta tierra á los descendientes de
los conquistadores, se le dio de nuevo facultad á Fran­
cisco de Solis para proveerlas, encargando mucho que
su distribución fuese en los mas beneméritos descendien­
tes de ellos, y después los antiguos pobladores. Había
tenido este caballero el gobierno de Puerto­Rico, y es­
tando en el de Yucatán sucedió que un cacique de C am­
peche llamado D. Francisco, indio natural de esta tierra,
intentó rebelarla contra la obediencia á nuestro rey y señor
debida. Dio principio á la ejecución conmoviendo los
ánimos de los indios, y debió de llegar el trato á
peligroso estado, pues obligó al gobernador á ir perso­
nalmente á C ampeche, para atajar el daño que la per­
suasión de aquel indio habia ocasionado. Llevó con­
sigo alguna gente de guerra para lo que se pudiese
ofrecer, y llegado á C ampeche prendió al cacique D.
Francisco y otros cómplices, y hecha información jurí­
dica, resultó quedar el cacique y otros indios con­
vencidos de aquel gravísimo delito. Sentencióle á
muerte, y también á otros dos indios que tenia nom­
brados capitanes para cuando hubieran de ejecutar el
levantamiento, y eran las cabezas de la conjuración.
Cortáronles las suyas después de ahorcados, y las cla­
varon en tres palos, poniéndolas en la parte mas públi­
ca, para que estuviesen patentes á todos. Pareció
que con esta justicia quedaban sosegados, ó por lo me­
nos amendrentados; pero no debieron de quietar lo
interior de sus ánimos conforme al exterior que pare­
cía, porque antes de acabar su gobierno, intentó otra
rebelión en el mismo C ampeche un indio llamado D.
Andrés C ocom, principal natural del pueblo de Sotuta,
de que luego se tratará.

Antes que esto sucediese, vino á Yucatán nueva de


том. и. 9
62 WSTORIA DE YUCATAX.

que una armada gruesa de ingleses habia robado á


Cabo Verde y la ciudad de Santo Domingo, y que
traían la derrota á estas provincias. Para defensa
de ellas nombró el gobernador capitanes y los demás
oficiales que la milicia acostumbra. Fué tal el ru-
mor que ocasionó esta nueva, que se tuvo presunción
no leve de alguna novedad en los indios, y aumentábase
la poca satisfacción de ellos por lo sucedido de Cam-
peche. Para remedio del daño interior presumido,
(estando prevenido el exterior amenazado), despachó el
gobernador desde Mérida personas de confianza, por la
tierra adentro, á los pueblos de los indios, para que los
desarmasen.. Fueron y quitáronles todos los arcos y
flechas, de que usan comunmente, lanzuelas, rodelas
y otras armas ofensivas y defensivas, conque se asegu-
raron los españoles, y por lo menos si los indios ha-
bían tenido alguna mala intención, viendo esta diligen-
cía estuvieron quietos y sosegados. No parece haber
llegado aquella armada entera á vista de esta tierra;
pero por algunas informaciones que he leido, debió de
venir parte de ella sobre el puerto de Campeche, por-
que envió el gobernador allá desde Mérida al capitán
Gómez de Castrillo, uno de los conquistadores de esta
tierra (de quien yá en otra facción semejante queda
hecha memoria), con gente de guerra de socorro, y asistió
en aquella villa, hasta que los enemigos (que allí si dice
ser ingleses), que estaban á la vista con sus vajeles, se
fueron sin haber hecho daño alguno, ni salido á tierra.
Desde que el oidor José de Loaisa visitó esta
tierra, no lie hallado que haya venido otro á visitarla
hasta el tiempo . presente, que voy refiriendo, en qué la
audiencia de México, por real provisión, dada en siete
•de febrero de mil quinientos ochenta y tres años, en-
vió á Diego García de Palacio, oidor actual de ella,
para que hiciese la visita de su jurisdicción, comen-
zando por estas de Yucatán, Cozumel y Tabasco,
LIBRO SÉPTIMO. G3

aunque no le cabla su turno, según se dice en el des-


pacho, por la gran satisfacción que de su persona se tenia.
Como nuestros reyes han solicitado siempre tanto el bien
de los indios, lo primero que se le encargó fué que ave-
riguase los agravios y vejaciones que los indios, así per-
tenecientes á la real corona, como los encomendados, hu-
viesen recibido, así de sus encomenderos como de los
caciques y gobernadores, y que se les restituyese lo
que les fuesen en cargo, y si los encomenderos, habian
tenido el cuidado y diligencia que eran obligados en la
conversión y doctrina de los naturales que tenian
encomendados, según lo dispuesto por las nue- t

vas leyes, y el ejemplo de cristiandad que ellos


1

y sus criados les habian dado. Mirase la tasación para


que no fuesen excesivos los tributos, y que si hallase
serlo, moderase así lo que habian de dar al rey,- como
á los encomenderos, y que habiendo de darse en espe-
cie, no se excediese de tres géneros diferentes, por la
vejación que podría recibir de ser mas, y no tener pre-
cio conocido.. También si andaban por esta tierra algunos
moriscos berberiscos ó del reino de Granada que pudie-
sen dar mal ejemplo á los indios, que los enviase á los
reinos de Castilla. Estas y otras muchas cosas con-
cernientes al útil de los indios, que por excusar proliji-
dad dejo, se le encargan mucho. Para que con mas ple-
naria autoridad pudiese proceder en la visita, y reme-
diar lo que hubiese necesidad sin dependencia ni estor-
bo alguno, el conde de Coruña D. Lorenzo Suarez
de Mendoza, virey que era de la Nueva España, y
presidente de la real audiencia, por su decreto de 16 de
febrero le dio autoridad, en nombre del rey, para que
durante el tiempo de su comisión despachase todos los
negoeios tocantes á gobernación en estas provincias, y
mandó al gobernador y demás justicias que como á su
lugar teniente le obedeciesen y cumpliesen sus mandatos.
Despachóse el visitador con brevedad para pasar lúe-
64 HISTORIA DE YUCATÁN.

go á estas provincias, y aunque no he podido hallar


qué dia fué recibido en Mérida al ejercicio de su co-
misión, estaba yá en la ciudad por el mes de mayo de
aquel año, como parece por un auto del libro de ca-
bildo de la villa de Valladolid, en que se determinó que de
parte de ella fuesen á darle la bienvenida á la ciudad
de Mérida, y juntamente la obediencia, como á visita-
dor general, que venia en nombre de S. M. Procedió
en la visita cristianísimamente, con tanta rectitud en
la administración de la justicia, que hoy dura su bue-
na memoria, y durará me parece por muchos tiempos.
Castigó con severidad algunos indios idólatras relapsos
que le entregó el obispo D. Fr. Gregorio de Montalvo,
desterrándolos á los presidios de la Habana y Veracruz,
para que allí (como forzados) sirviesen al rey en pena
de su gravísimo delito, como lo refiere el Dr. D. Pe-
dro Sánchez de Aguilar (que lo vio) en su informe
contra los idólatras. En esta visita me parece que-
daron los tributos de los indios en la tasación de lo
que hoy dan. Las ordenanzas y leyes con que hasta
el tiempo presente se están gobernando los indios de
esta tierra, son las que hizo este visitador. Casi to-
das son renovación de las que hizo el oidor Tomas Ló-
pez, cuando visitó esta tierra el año de mil quinientos
cincuenta y dos, sino que como de aquellas se perdie-
ron con el tiempo los cuadernos, y en el presente son
muy pocos los que los han visto, dan por nuevo au-
tor de ellas á este visitador. Algunas omitió de las
precedentes, porque yá no parecían" necesarias, estable-
cida mas la cristiandad en los indios, y otras (aunque
pocas) instituyó de nuevo, y porque fuera volver á re-
ferir casi lo mismo que queda dicho antecedentemen-
te, no las pongo aquí. Tradujéronse en el idioma na-
tural de los indios, para que mejor las entendiesen y
supiesen, quedando en todos los pueblos un traslado
de ellas, para que las leyesen continuamente, como le-
LIBRO SÉPTIMO. 65

yes que habían de observar. Después Francisco Palo-


mino, protector de estos naturales, presentó petición en
la audiencia real de México, pidiendo fuesen confirma-
das en nombre del rey, y se libró real provisión, dada
en doce de julio de mil quinientos ochenta y cuatro
años, para que por ser en orden al buen tratamiento
y conservación de los indios, se guarden y cumplan co-
mo en ellas se contiene. Parece haber obedecido esta
provisión el gobernador Francisco de Solis á treinta y
uno de mayo del año siguiente de ochenta y cinco, y
por auto suyo mandado se observase, y que si el pro-
tector entendiese se excedia en algo, diese noticia pa-
ra que se remediase castigando á los culpados. El ba-
chiller Valencia dice en su relación que este Sr. oidor
dejó subordinadas estas provincias á la real audiencia
de México; pero ya se dijo cómo lo estaban desde el
año de mil quinientos sesenta y uno, y también se ve
que si yá no lo estuvieran, no viniera por orden suya,
siñftenerla expresa de su magestad, á visitarlas. Con-
cluida la visita, se volvió el Dr. Diego García de Pa-
lacio á la real audiencia de México, y quedó el gobierno
de esta tierra en solo el gobernador Francisco de Solis.
Entre los indios desterrados por el oidor por relap-
sos en la idolatría, hubo uno llamado D. Andrés Co-
com, indio principal, natural del pueblo de Sotuta. Pren-
dióle el obispo D. Fr. Gregorio de Montalvo entre otros
idólatras, que se descubrieron en aquel tiempo. Con-
vencido no solo de idólatra, sino de perverso dogma-
tizador y inventor de nuevas maldades entre los indios,
le entregó el obispo á la justicia real en manos del
oidor Diego Garcia de Palacio, cuando estaba actual-
mente haciendo la visita. El oidor le desterró al pre-
sidio de S. Juan de Ulúa, para que allí sirviese co-
mo forzado, y en esta tierra no derramase mas el ve-
neno de su perversa enseñanza, engañando la simpli-
cidad de los indios. Entregado en una fragata para
G() HISTORIA DE YUCATÁN.

que llevasen á la Veracrüz la gente de mar, no enten-


diendo el mal que hacian, con inicua compasión le die-
ron lugar para que se pudiese salir á tierra. Quedóse
oculto en el territorio de Campeche, y. allí tramó una
conspiración, intentando no menos que levantarse por
rey. Mandó á los indios que le tributasen, y juntó
muchas armas, que las tenia guardadas en cuevas
para el tiempo en que había de descubrirse. Como
era materia que para salir con ella era forzoso
la consultase con muchos indios, llegó á noticia de los
mas, que estaban permanentes en la fidelidad que de-
bían, y dándola al gobernador, fué con toda presteza á
Campeche, llevando en su compañía al licenciado León
de Salazar, teniente general, que á la sazón era de esta
gobernación. Buscó al D. Andrés y indiciados, y pren-
diólos, sustanciándose la causa conforme á derecho. Con-
vencido de su delito, fué castigado con pena condigna, y
la tierra quedó segura de recelos. Demás de haber
leído el suceso en escritos jurídicos, le refiere también
el doctor Aguilar en su informe contra los indios idó-
latras de esta tierra.

CAPITULO DOCE.

Del gobierno de Antonio de Voz-Mediano, y disensiones


que tuvo con la ciudad de Méiixla.

Sucedió en el gobierno de Yucatán á Francisco de


Solis, Antonio de Voz-Mediano, enviado por el rey. N o
he hallado dónde le fué hecha la merced, como ni su
recibimiento al gobierno en la ciudad de Mérida, por-
que el libro de cabildo que corresponde á este tiempo,
LIBRO SÉPTIMO. 67

no parece en los archivos de la ciudad: pero según


el cómputo del bachiller Valencia, entró el año de mil
quinientos y ochenta y seis, y gobernó hasta el de
noventa y tres. Ya se ha visto cómo hasta estos tiempos
visitaba, en los que parecía convenientes, un oidor de
las reales audiencias esta tierra, según que á ellas es-
tuvo subordinada. Aunque esto era conforme á cédula
real que para ello habia, no obstante, el gobernador An-
tonio de Voz-Mediano, comenzó á proceder á la visita
general de estas provincias. El cabido de la ciudad
de Mérida lo contradijo, por medio de su procurador,
en la real audiencia de México, diciendo que hacia la
visita por solo su motivo y aprovechamiento de sus cria-
dos, llevando un interrogatorio de mas de ochenta pre-
guntas contra encomenderos y vecinos. Q,ue se prohi-
biese hacerla, pues habia visitado el doctor Palacio poco
habia, y que si el gobernador tenia facultad, la manifes-
tase, para que se supiese con qué autoridad obraba.
De algunas visitas que se han hecho en algunos tiem-
pos, según la fama que de ellas ha quedado, se
pudiera' haber pagado que no se hiciesen. No a-
hrmo cosa en esto, porque no lo he visto ocu-
larmente: solo escribo lo que todos dicen. La au-
diencia, por real provisión de diez y siete de abril de
mil quinientos ochenta y ocho años, mandó al gober-
nador que dentro de noventa dias enviase al real a-
cuerdo la comisión con que hacia la visita, y en el
ínterin no procediese á ella, sino que la dejase en el
estado que la tuviese. También se habia quejado la
ciudad que estando libradas á su pedimento dos pro-
visiones para que el cabildo de ella conociese en grado
de apelación de las causas de sesenta mil maravedís
abajo, y sobrecarta para que la justicia ordinaria, y no
el gobernador, hiciese la lista y visita de armas, no las
quería cumplir, y mostraba enojo por habérselas inti-
mado, quitándoselas al escribano, y reteniéndolas en su
68 HISTORIA DE YUCATAN.

poder, sin quererlas volver, aunque se lo liabian requeri-


do. Mándesele por provisión de cinco del mes que la
precedente, las volviese á la ciudad, y las cumpliese
como en ellas se ordenaba, porque de no hacerlo, se
enviaría juez contra él para la ejecución.
Notificáronle estas órdenes al gobernador, que dijo
las obedecia, y respondió: que la visita la hacia porque
como gobernador le incumbía inquirir los agravios que
á los indios hiciesen,' así encomenderos, como otros es-
pañoles, conforme á un capítulo de la instrucción que
tenia. Que en lo de la visita de armas, habia sido si-
niestra la información, porque habiéndole sido presenta-
das las dos provisiones, las obedeció con todo respeto,
y que porque tenia que informar á la audiencia, habia
diferido la respuesta para otro dia, en que queriendo
responder no habían parecido, porque no le habían si-
do entregadas: que el cabildo por no llevar la respues-
ta á ellas con razones concluyentes, las debió de ocul-
tar. . La que dio fué, que cuando el cabildo ganó la
primera provisión (que era de la audiencia de Goate-
mala) no habia gobernador nombrado por S. M., ni le
hubo en algunos años, sino alcaldes mayores, á quien
como letrados no habia cometido la visita de armas, co-
mo cosa de milicia, sino al cabildo, el cual no habia
usado de la provisión. Que á él, como á quien estaba
obligado á defender la tierra, le incumbía saber las ar-
mas que cada vecino encomendero tenia, conforme á la
obligación de su encomienda, porque los regidores habían
sido y eran encomenderos que debían ser visitados, para
saber qué armas y caballos tenían. Que por tanto, su-
plicaba se revocasen las dichas provisiones, dando otras,
para que hiciese la lista de armas, y proseguir la visita
general que le estaba inhibida. Vistas por la real au-
diencia las alegaciones de ambas partes, pronunció au-
to á veinte y nueve de octubre de aquel año, mandan-
do que el gobernador hiciese la visita de su goberna-
LIBRO SÉPTIMO. 69

cion, y también la lista y visita de armas; y aunque


por la ciudad se suplicó de este auto, fué confirmado
á doce de noviembre, y ejecutoriado C on real provisión
á veinte y cinco del mismo mes, con que desde enton­
ces los gobernadores siempre han hecho ambas visitas.
Aunque como se ha dicho estaban quitados los cor­
regidores españoles que los gobernadores ponían en los
pueblos de los indios, puso éste á un Juan de Sana­
bria por corregidor de la provincia de Maní, á quien
antes se le habia quitado el mismo oficio en virtud de
las cédulas reales dirigidas á D. Guillen de las C asas,
,qüe las ejecutó, como se dijo en este libro, y pretendía
también poner otros en otras provincias de esta tierra.
Dióse noticia á la real audiencia de México, que libró
provisión á veinte y uno del mes de julio del año que
la precedente, mandándole quitase luego aquellos oficios,
como tenia obligación, sin ponerlos adelante, ni otro de
justicia ninguna, por poco ni mucho tiempo, con salario
ni sin él, ni en otra forma alguna. Y que si algunos
salarios hubiesen llevado por razón de los dichos ofi­
cios, los restituyesen enteramente á los oficiales de la
real hacienda, á los cuales se mandó los cobrasen de
ellos, procediendo á ejecución, prisión, venta y remate
de bienes, para los enterar con pena de quinientos pe­
sos de oro para la real cámara, y apercibimiento al go­
bernador que de no lo cumplir se enviaría persona
que á su costa lo hiciese guardar y los ejecutase. L a
provisión original está en nuestro archivo de provin­
cia. C on esto cesó por entonces la imposición de
aquellos oficios, pero presto se verá que el interés y
la codicia fueron causa de que á su sucesor Alonso
Ordoñez fuese necesario mandárselos quitar con dobla­
da pena pecuniaria, fuera de las que por derecho hay
contra los que ejercen jurisdicción real sin tenerla.

Por una cédula del rey, dada en el Escorial á cua­


tro de octubre de mil quinientos sesenta y nueve años,
том. п.. 10
70 HISTORIA DE YUCATÁN.

parece que en el tiempo antecedente habia sido voluntad


de S. M. que el obispo de estas provincias tuviese la
protectoría de los indios; pero gobernando D. Luis Cés-
pedes de Oviedo, sin facultad ni licencia de S. M., pro-
veyó esíe oficio en un Francisco Palomino, al cual
mandó el rey, por esía cédula del año sesenta y nueve, se
le quitase, y corriese por cuenta del obispo á quien
estaba encardado, y que el salario que habia lleva-
do el Francisco Palomino ( I J K C aún habia sido acre-
centado,) le resiKuyesc á los indios, en quienes el
gobernador le habia señalado. Y que si no se pu-
diese cob.ivr de él, los oficiales reales hiciesen eje-
cución en los bienes del gobernador, y en su perdona, para
que cobrado se restituyese ft los indios, y que diesen
aviso á su magostad del cumplimento de este mandato.
Aunque vino este orden, ó no se le quitó el oficio
entonces, ó se lo volvió :l dar otro gobernador. .Y aun-
que generalmente mandó S. M., por cédula dada en
Lisboa fi siete de mayo de mil quinientos ochenta y
dos años, que se quitasen todos los protectores de in-
dios, por ser á costa suya, de que les resultaba nota-
ble daño y perjuicio; con todo eso, cuatro años des-
pués (por el de ochenta, y sois) ¿eüa el oficio de. pro-
tector en Yucatán el Francisco Palomino. Súpolo S.
M., y por cédula de nueve de febrero de aquel año,
insertando en ella la del de ochenta y dos para que
se cumpliese, mandó al gobernador que sin réplica le
quitase el dicho oficio. Después, á veinte de marzo del
mismo año de ochenta y seis, se libró otra cédula al
gobernador, en que expresa el rey las causas porque
le: mandó que le quitase, donde dice que tenia en su po-
der muchos bienes de los indios entregados, para que
se los diese, de restituciones que muchas personas les
habían hecho, y que les habia tomado mucha suma de
pesos de oro de sus comunidades en diferentes tiempos,
ademas de su salario, y muchos cohechos, y aprovechan-
LIBRO SÉPTIMO. 71

dose de todo sin cuenta ni razón, y habia mas de ocho


años que no se- le (ornaba residencia del oficio, y de
muchos agravios y daños que habia hecho á los in-
dios. Que el gobernador le tomase cuentas de todo, y.
si estaban agraviados los desagraviase, y hiciese res-
tituir lo que fuese suyo. Habiendo recibido el goberna-
dor ambas cédulas, las obedeció, y por auto de trein-
ta de octubre del mismo año de ochenta y seis, decla-
ró por privado del oficio de protector de los indios
á Francisco Palomino, y se le notificó al dia siguien-
te que no usase mas el dicho oficio, según su mages-
tad ordenaba por su cédula de nueve de febrero refe-
rida, y á los oficiales reales para que no le acudiesen
con el salario acostumbrado. Habiéndose quitado el ofi-
cio de'protector, se experimentaron algunos graves da-
ños que se seguian a los indios, porque la expedición
de sus causas y negocios se dilataba mucho tiempo, y
con su cortedad y poca capacidad se les recrecían mu-
chos gravámenes. Sentíanlos los religiosos doctrineros,
como quien mas de cerca los veia y experimentaba, y
informado de ellos el R. Padre provincial, y habiéndo-
los también experimentado en visita de la provincia,
escribió ni rey diciendo los daños que r los indios se
les seguian con la ejecución de la cédula de su S. M.
con que se habia quitado el protector de los indios.
Recibió el rey benignamente la carta y informe del
provincial, y al año siguiente le respondió dando orden
de que se pusiese de nuevo, y otros oficios para el
útil de los indios, como se dice en el capítulo siguien-
te, favoreciendo y honrando mucho al provincial, y
mandándole diese aviso de todo lo que juzgase conve-
niente, con seguro de que seria bien oido.
Parece á veces á algunos ministros de la real jus-
ticia, que es acción para cobrar reputación, ó por otros
fines que tendrán, quebrantar la inmunidad eclesiástica,
y no tratarla con la decencia que los sacros cánones
72 HISTORIA DE YUCATÁN.

y leyes reales han determinado, Pero como tenemos


reyes tan hijos de la iglesia católica, no pasan por ello
como lleguen á saberlo S. M. y sus reales consejos. Su-
cedieron en tiempo del gobernador Antonio de
Voz-Mediano ciertas prisiones hechas en lugar sagrado;
y habiéndose dado noticia de ellas al rey, le escribió
una carta, fecha en Madrid á veinte de abril de mil
quinientos y noventa años, que decia así: " E L R E Y .
Porque según he entendido, y se me ha significado, el
estado eclesiástico de esas partes tiene sentimiento de
que algunos ministros de ellas no hayan guardado el
debido respeto y reverencia á las iglesias, haciendo pren-
der las personas que se recogen á ellas, y si así fuese,
me desplacería, por lo que (ademas de la obser-
vancia que requiere lo determinado y establecido por-
los sacros cánones y leyes de estos reinos), yo ten-
go particularmente proveído y encargado á todos los
ministros de las Indias. Os mando tengáis de aquí ade-
lante grande y continuo cuidado de la conservación de
la autoridad y inmunidad eclesiástica, y reverencia de
la dignadad sacerdotal, como yo lo confio de vos. Y
esta cédula quedará en el archivo, para que los que
os sucedieren tengan el mismo cuidado, que así lo en-
cargo y mando." Daba el gobernador gran ocasión al
menosprecio de los ministros doctrineros; pero sabién-
dolo el rey, le escribió el año siguiente una carta, que
decia así: "Porque deseando yo lo mucho que tenéis en-
tendido el bien espiritual de los indios, y habiéndose
éste de conseguir, después de la voluntad de Dios, por
medio de los religiosos que los han de doctrinar y
enseñar, conviene y es necesario que sean muy esti-
mados y reverenciados, y especialmente de los que go-
biernan, por el ejemplo de los demás. Os mando ten-
gáis muy particular cuenta y continuo cuidado de hon-
rar y favorecer en público y en secreto á los dichos
religiosos, sin dar lugar á que se diga ni presuma que
LIBRO SÉPTIMO. 73

por ayudar á los dichos indios, y volver por ellos, son


molestados; que de lo contrario me terne por deservido.
Fecha en Madrid á nueve de abril de mil quinientos
noventa y un años, etc." Cuan poca memoria haya
de estos órdenes de nuestros piísimos monarcas, las
ocasiones lo manifiestan, los casos que suceden lo dicen.
No faltan algunos en estos escritos de mas de los que
se van refiriendo. Véase el suceso del canónigo San-
tos en el libro duodécimo, y lo que sucedió á un juez
de cruzada enviado á esta tierra por el comisario general
de estos reinos, que obligó á su magestad á librar su
real cédula, como adelante se dice. En otras dos oca-
siones en estos últimos tiempos, un gobernador hizo una
información contra un religioso, y otro contra muchos, y aun-
que éste se excusa, todo el cabildo de la ciudad lo
afirma, pues dice en un informe escrito al rey, que in-
forma: "Remitiéndose en todo lo individual del caso
de juicio informatorio que ha formado el gobernador,
examinando mucha copia de testigos para informar á
V . Magestad, etc."

CAPITULO TRECE.

Desde cuándo ha sido permanente el oficio de defensor


de los indios, y qué obligaciones tiene.

Dije en el capítulo antecedente, cómo el rey respon-


dió benignamente al provincial de esta provincia, cuan-
do le escribió era conveniente poner de nuevo defensor
de los indios. Pero para que los religiosos de esta provin-
cia tengamos siempre presente la especial obligación con-
que estamos á nuestros reyes y señores, por las honras que
74 HISTORIA DE YUCATAN.

la han hecho, demás de las diversas que quedan referidas en


estos escritos, referiré á la letra la carta que el rey es-
cribió al provincial en esta ocasión, y está original en
el archivo de nuestra provincia, que dice así : " E L R E Y .
Venerable y devoto padre provincial de la orden de San
Francisco de Yucatán. La carta que me escribiste de
diez y ocho de mayo de mil quinientos noventa, he re-
cibido, y contentamiento de entender que la doctrina de
los indios vaya en aumento que decis. Encargóos mu-
cho se prosiga con toda asistencia, celo y cuidado, ani-
mando á vuestros religiosos a l a perseverancia; pues de-
mas de lo que nuestro Señor se servirá en ello, es pro-
pio de vuestra profesión. Y para que esto se pueda
hacer con menos estorbo y contradicción, envió á man-
dar á mi gobernador de esa provincia, tenga mucha
cuenta con honrar y favorecer á los dichos religiosos.
Y vos la terneis de me avisar en todas ocasiones de lo
que sé ofreciere y pareciere, para que con la claridad eme
se requiere y crédito que se ha de dar á vuestra informa-
ción, se proverá lo que mas convenga. Mediante vuestra
relación, y la noticia que se tenia del perjuicio y da-
ño que á los dichos indios se les habia seguido de haber-
les quitado el protector que tenian, escribo al dicho
gobernador que le vuelva á poner, y que juntamente
nombre letrado y procurador que les ayude en sus
pleitos y los defiendan y amparen en todo lo que se les
ofreciere. De Madrid á nueve de abril de mil qui-
nientos y noventa y mi años. Y o el R E Y . Por mandado
del rey nuestro señor, Juan de Ibarra." En esta oca-
sión era provincial lá segunda vez el R. padre Fr.
Alonso de Rio Frió. E l mismo dia se libró la cédula
que S. M. dice, para el gobernador Antonio de Voz-
Mediano, en que le ordena es su voluntad vuelva á po-
ner el protector, letrado y procurador de los indios,
para que habiendo quien vuelva por ellos, alcancen jus-
ticia en los negocios que se les ofrecieren. " Y les se-
LIBRO SÉPTIMO. 75

ñaleis (dice) cómodos y competentes salarios en las


condenaciones que hiciéredes, ó en las comunidades de
los indios. Ordenando que de ninguna manera les lle-
ven derechos, ni reciban cosa alguna de los dichps in-
dios. Y porque en sacar los despachos y provisiones
de gobierno y justicia que se les ofrecen, he entendi-
do que se detienen haciendo costas, y padeciendo otros
trabajos, preveréis que de aquí adelante con solos los
despachos rubricados de vuesíra mano, é refrendados
del escribano, se vuelvan. Y ningún escribano, relator ni
procurador les pueda llevar derecho, si no fuere á ca-
cique principal ó comunidad de indios, y á éstos sola-
mente la mitad de lo que pagan los españoles confor-
me á los aranceles. Y asimismo ordenaréis que cuan-
do hubiere pleitos entre indios, que se siguieren ante
vos, el protector favorezca la una parte, y el letrado
é procurador á la otra, componiéndolo de manera que
esta orden se ejecute en beneficio universal de los di-
chos indios. E procuraréis qiie las justicias de ese dis-
trito, sin daL- lugar á que los dichos indios salgan de
sus tierras, envíen al dicho protector los despachos y
procesos de los pleitos y diferencias que hubiesen de
tratarse ante vos y vuestro teniente, para que se si-
gan las dichas cansas, y acabadas se les remita
y envié su resolución á las dichas justicias, y de
lo que hiciéredes me avisaréis muy particularmente
&c." Recibió el gobernador esta cédula, y habiéndo-
la obedecido, se publicó por pregón dado á seis
del mes de setiembre del mismo año de noventa
y.uno en la plaza de Mérida, para que á todos constase
de la real voluntad, y luego puso los oficiales que en
ella se mandaba, y hoy permanecen, como se ha dicho
en el libro, cuarto tratando del gobierno político de la
ciudad de Mérida.
No me pareció fuera de propósito referir aquí la
instrucción que en esta ocasión dio el gobernador á
76 HISTORIA DÉ YUCATÁN.

un Juan de Sanabria, á quien nombró por protector de


los indios, la cual dice así. "Primeramente usaréis vues-
tro ofició de protector bien y fielmente, y con mucha
legalidad, como de vos se entiende y confia, sin afición
ni pasión, acudiendo en todo á lo que debéis y sois
obligado al cargo y oficio que se os encarga, sin au-
sentaros de esta ciudad, ni salir de ella un punto sin
expresa licencia del gobernador, y por cosa muy for-
zosa y ardua.
Mando á vos el protector que veáis la dicha cédu-
la, que de suso se hace mención, y de ella saquéis un
tanto, y la tened é "guardad en vuestro poder autoriza-
da en pública forma, y la guardad y cumplid en todo
y por todo, según y cómo en ella se contiene, y en
lo que se concede en favor de los indios, y en lo que
toca al uso y ejercicio de vuestro oficio, no les lle-
vando á los indios derechos, cohechos, presentes, dádivas
ni otras cosas, en poca ni en mucha cantidad, so pena
de suspensión de oficio de protector. Pues por el tra-
bajo, solicitud y cuidado que habéis de tener en sus
negocios, se os ha señalado salario á costa de sus co-
munidades para el sustento de vuestra persona doscien-
tos pesos de minas, pagados mitad S. Juan, y mitad
Navidad.
ítem, tendréis mucho cuidado de mirar, amparar y
defender á los indios de esta gobernación, y hacer que
sean bien tratados y industriados, y enseñados en las
cosas de nuestra santa fé católica por las personas que
las tienen, é tuvieren á su cargo. Y si algunas per-
sonas les hicieren agravios, vejaciones, fuerzas y malos
tratamientos, pediréis en su nombre lo que les conven-
ga, hasta que en todo sean satisfechos y desagraviados
y restituidos en sus bienes y haciendas.
ítem, con toda diligencia, solicitud y cuidado pro-
curaréis saber y entender las leyes, é ordenanzas, é ins-
trucciones y provisiones, que se han fecho y hicieren
LIBRO SÉPTIMO.

cerca del buen tratamiento y conservación de los dichos


indios,' las cuales con toda instancia, solicitud, cuidado
y diligencia haréis guardar y cumplir, tratándolo* y pi-
diéndolo ante las justicias reales y eclesiásticas que de
sus causas puedan y deban conocer. E si algunas perso-
nas las dejaren de guardar, se ejecuten en sus perso-
nas las penas en ellas contenidas."
Manda asimismo á los tales protectores que no tra-
ten, ni contraten, ni tengan granjerias con los indios de
esta gobernación, por sí, ni por interpósitas personas,
so pena de suspensión de oficio. Que no escriban car-
tas á los caciques ni alcaldes de los pueblos de esta
gobernación, para que con rigor paguen á los españoles
tratantes con ellos las deudas que les deben, y les
han dejado fiadas, ni por otra alguna causa. Que vi-
niendo cualquier indio 6 india á quejarse al gobernador
de estas provincias de cualquiera agravio recibido de
encomendero, gobernador, alcaldes 6 principales, los
traiga luego ante el gobernador, para que provea justi-
cia. Que tenga especial cuidado~ que en lo que toca
á los derechos de escribano, procurador y letrado, se
observe lo que manda la real cédula. Que también le
tenga de saber é inquirir si hay enfermedades en los
pueblos de viruelas, ó otras, y que acuda á dar noticia
al gobernador, para que provea de remedio. También
de saber si los indios tienen hechas sus rozas, milpas
y sementeras, para que si no las han hecho, pida al
gobernador mandamientos para que sean compelidos á
hacerlas. Y asimismo informarse si las que tienen
hechas se han sacado para poder tornar á sembrar
de nuevo, y si tienen langosta para qne se acuda al
remedio.
Cuanto á sus pleitos civiles y criminales, que pueda
paracer ante cualesquier justicias en todas instancias,
y hacer por los indios todas las defensiones, recusa-
ciones de jueces, súplicas y apelaciones que los dere-
TOM. II. 11
IS HISTORIA DE YUCATAN.

chos conceden, y á los indios convengan, contra cuales-


quier personas, tratando sus causas fiel y diligentemente,
alegándoles su pro y bien, arredrándoles su daño, pérdida
y menoscabo, de modo que por su culpa ó negligencia
no vengan daño y perjuicio á las causas de los dichos
indios, las cuales comunicará con el letrado para el di-
cho efecto. Y concluyendo dice : " Y en todo acudi-
réis á lo que entendiéredes ser bien y utilidad de los
dichos indios, procurándoles arredrar todo lo que les fuere
dañoso, y defendiéndoles en todas sus necesidades, para
que sean desagraviados de cualquier género de agravio
que se les hiciere. L o cual cumpliréis so las dichas
penas y suspensión de oficio, y de ser castigado con
todo rigor, con mas las demás cosas é instituciones
que adelante enseñándolas la experiencia se os encarga-
ren. Y así lo mando y firmo. Antonio de Voz-Mediano?
A l año siguiente de mil quinientos noventa y dos, te-
niéndose noticia de que en la isla de Contoy y otras
partes habia muchos indios de esta tierra, que allí es-
taban fugitivos, dio este gobernador comisión á Juan
de Contreras, alcalde ordinario de la villa de Valladolid,
jurisdicción mas cercana, por estar la isla á lo orien-
tal de esta tierra, para ir con algunos españoles y in-
dios, y traerlos á ella. E l alcalde nombró por capi-
tán de los indios que consigo llevó, á D. Juan Chan,
indio gobernador del pueblo Chance-note, persona de va-
lor aunque indio. Fueron á la isla y otras partes, y sa-
caron muchos indios cristianos que en ellas estaban po-
blados, idolatrando, apóstatas miserablemente de la fé ca-
tólica que en el santo bautismo profesaron. Sacaron
también algunos gentiles, que después, reducidos á ella,
se sirvió N. Señor fuesen bautizados. Aunque eran
de diversos pueblos de esta provincia, los pusieron en el
beneficio de Chancenote, por ser el mas cercano. Esto
no parece fué muy acertado, pues cuanto mas los ale-
jaran, quedaban menos dispuestos á retroceder y volver
LIBRO SÉPTIMO. 79

el vómito. Hizo Juan de Contreras este viaje á su


costa y espensas propias, pagando de su hacienda á
todos los soldados indios que con él fueron á esta
entrada, quedando satisfechos, como declaro el mismo
r

capitán don Juan Chan después á 20 de mayo de 1617


años, ante don Antonio de Figueroa, gobernador por
su magestad en estas provincias.

CAPITULO CATORCE.

Del obispo D. Fr. Juan Izquierdo, y segunda elección de


provincial en el R. P. Fr. Fernando de Sopuerta.

Aunque salió el obispo D. Fr. Gregorio de Mon-


talvo de Yucatán, promovido para el obispado del
Cuzco el año 1586, como se dijo, no luego vino su-
cesor á este obispado; porque aunque el rey presentó
para él á Don Fr. Juan Izquierdo, de la orden de mi
Padre San Francisco, no se tomó la posesión en su
nombre hasta trece de abril del año de mil y quinientos
noventa. Estaba, cuando le vino la nueva de su pre-
sentación y cédula de su magestad, en la provincia de
Goatemala, según dice el bachiller Valencia en su re-
lación, y desde allí envió al licenciado Marcos de Se-
gura, clérigo presbítero, que tomó la posesión en su
nombre el dia que se ha dicho. Vino el obispo á es-
ta tierra el año siguiente de noventa y uno, no he po-
dido ajustar el dia ó mes que entró, porque yá se
dice no parece en el archivo eclesiástico el libro de ca-
bildo, que corresponde á aquel tiempo, (á todos los ar-
chivos de esta tierra parece les ha ocurrido ima fortuna, con
que estos escritos tienenen algunas faltas, que no tuvie-
80 HISTORIA DE YUCATÁN.

ran si permanecieran con la integridad que convenia.)


Vivió en el obispado once años, hasta el de mil seis-
cientos dos, con mucha rectitud y justicia, según afir-
ma el mismo Valencia, y con nombre de mucha san-
tidad. Visitó en este tiempo su obispado tres \eces. y
pasó de esta presente vida el dicho año de seiscientos
dos, á diez y siete de noviembre, domingo en la noche,
como á las siete de ella. Fué sepultado su cuerpo con
mucha veneración en la Santa Catedral de Mérida, y
después de algunos años fueron trasladados sus huesos á
una bóveda hecha para este fin, debajo del descanso
del altar mayor.. Por su muerte gobernó el obispado
el cabildo sedevacante, en que se hallaban D. Leonardo
González de Sequeira deán, el bachiller D. Francisco de
Quintana arcediano, D. Pedro Borjes chantre, el bachi-
ller D. Manuel Nuñez de Matos teorero, y Pedro Pé-
rez de Vargas racionero. Duraron en el gobierno has-
ta el año de seiscientos cuatro, en que el último decre-
to del cabildo en su libro está fecho á treinta de ju-
lio, y á veinte y cinco del setiembre inmediato hay fir-
ma del obispo sucesor, sin haber otro escrito interme-
dio entre estos dos cabildos que se tuvieron.
Como con la provisión real que se sacó contra el
obispo Landa, habia cesado tanto el castigo de los in-
dios idólatras, se hallaban mas cada dia con dolor de
los obispos y ministros doctrineros, no pudiendo reme-
diarlo como deseaban, por la competencia de jurisdicción
que pretendían los gobernadores. Aumentóse ésta por ra-
zones de una cédula real dada á veinte y ocho de junio
de 1599 años, dirigida al gobernador de Yucatán,
en que deseando el rey con su católico celo, se extin-
guiese este vicio, le dice: Y con muy particular dili-
<C

gencia procuraréis remediar lo que toca á la idolatría


como mas convenga al servicio de Dios nuestro señor, pues
veis de la importancia y consideración que es." Median-
te esto, pretendian conocer de este delito, y fué oca-
LIBRO SÉPTIMO. 31

sion de que el obispo tuviese sobre ello grandes contro-


versias con el gobernador Don Diego Fernández de Ve-
lasco. Era vicario general de este obispado el doctor
Don Pedro Sánchez de Aguilar, que viendo lo que pa-
saba, dice en su informe que escribió al real consejo délas
Indias, de que resultó librarse una real cédula para
el obispo,la cual dice así: " E L R E Y . Reverendo in Christo
padre obispo de Yucatán: por carta del doctor Pedro Sán-
chez de Aguilar he entendido que en muchos pueblos de in-
dios de ese obispado hay algunos de ellos culpados en idola-
trías. Y aunque los ministros, así clérigos como frailes, tie-
nen gran cuidado en su conversión, é por ser toda
esa tierra de montaña espesísima y llena de cuevas
dónde se ocultan, es muy aparejada para semejantes
pecados. Y que esta es la causa de estar en ella
mas arraigada que en otras la idolatría. Y q u e e l castigo
¿

y penitencia que ha visto dar á los que han incurrido


en este pecado, siendo bautizados y hijos de católicos,
es muy leve para tan gran culpa, porque solamente se
les han dado cien azotes y dos ó tres meses de servicio
en la obra de la iglesia Catedral de ese dicho obispa-
do, que es causa de reincidir muchos de ellos en el
pecado, como lo hacen de ordinario. Y que habiendo
comunicado con personas doctas del remedio que para
evitarlo se podría hacer, ha hallado ser el mas útil y
necesario castigarlos con mucho rigor. Y que si yo no
mandase hacer esto, nunca dejarían á los dioses y ri-
tos de sus pasados. Y visto en mi consejo real de las
Indias, y tratado sobre ello, se acordó se diese la pre-
sente para vos. Por la cual vos encargo y mando que
me informéis si los dichos indios de ese obispado ido-
latran, como está referido, y qué es la causa de que
esto se haga mas en esa tierra que en otras, y si rein-
ciden por el poco castigo que se les da, y qué se po-
dría hacer para su remedio, con todo lo demás que se
os ofreciere y ocurriere ser necesario advertirme, todo
82 HISTORIA DE YUCATÁN.

ello con vuestro parecer, para que visto se provea lo


que mas conviniere al servicio de Dios y mió. En
Ventosilla á 24 de abril de mil seiscientos cinco años.
YO E L R E Y . Por mandado del rey nuestro señor.
Andrés de TovalinaP
Era yá obispo de estas provincias D. Diego Váz-
quez de Mercado, que respondió por su antecesor
la audacia con que los indios idolatraban pospues-
to el temor de Dios y de los hombres, venerando
sus ídolos que tenían en las cuevas de los mon-
tes, y trayéndolos sobre sus hombros en procesiones
que les hacían, como se halló en la provincia de Ba-
calar, y se había visto en la de Valladolid el año de
mil seiscientos seis. Informado S. M. por el obispo, le es-
cribió diciendo: " E L R E Y . Reverendo in Christo padre
obispo de Yucatán del mi consejo. Habiendo conside-
rado en mi consejo de las Indias cuánto conviene al
servicio de Dios y mió, poner remedio en cuanto fue-
re posible en las idolatrías de esa provincia, que tan ar-
raigadas están, me ha parecido escribiros la presente.
Por la cual os ruego y encargo que por vuestra parte
procuréis con muchas veras excusar estas idolatrías, u-
sando para ello de los medios que os pareciere mas
convenientes; y procurando que los clérigos de las doc-
trinas sean de las partes necesarias, para que hagan
el fruto que se pretende. De Madrid á nueve de di-
ciembre de mil seiscientos ocho años. Y O E L REY,&c."
Aunque el doctor Aguilar ponderó con celo cristiano
la idolatría de estos indios de Yucatán, siendo después
canónigo de las Charcas, y viendo lo que por allá pa-
saba, dice en su informe estas palabras: "También di
gracias á nuestro Señor viendo que las idolatrías de estos
reinos del Perú son mas perjudiciales y de muchas mas
raices que las de Yucatán &c." Por donde tengo por
cierto que cuando escribía el informe en Yucatán, juz-
gó que no habría semejante en las Indias. Y el obispo
LIBRO SÉPTIMO. 83

Di Diego Vázquez, como mas experimentado, dice en


un informe que hizo al rey, lo que se verá en el libro
octavo.
Celebróse capítulo provincial de esta provincia, año
de mil quinientos ochenta y ocho, en que fué electo
provincial primera vez el R. padre Fr. Alonso de Rio-
Frio, y de este capítulo no digo mas, porque no pa-
rece la tabla capitular. Por la del siguiente consta
que fué provincial .hasta el año de mil quinientos no-
venta y uno, que vino á visitar esta provincia el muy
reverendo padre Fr. Bernardino de S. Ciprian, comisa-
rio general de la Nueva España. Tuvo capítulo en la
ciudad de Mérida á veinte y siete de abril de aquel
año de noventa y uno, y en él fué electo provincial
segunda vez el reverendo padre Fr. Fernando de So-
puerta. Si la primera elección que de su persona se hizo,
fué después de diez y nueve escrutinios, como se advirtió, en
esta segunda con la experiencia que de su gran gobier-
no y religioso proceder se tenia, salió electo al primero, y
casi con todos los votos de los vocales, que algunas
veces (aunque otras no) el exceso de los méritos lleva
con eficacia las voluntades de los electores, especialmente
si los dejan seguir su dictamen, y no los violentan á
torcerle por particulares fines. Fueron electos difinido-
res los reverendos padres Fr. Juan de Salinas, Fr. José
Muñoz y Fr. Gaspar de Nájera: hízose en este capí-
tulo erección de conventos de la doctrina de San Antonio
de Ticul, dándole los pueblos de Muña, Sacalum, y
PustUnich por de su administración, y de la de San
Miguel de Temax, á quien dieron el pueblo de Buct-
zotz.
Hallo asimismo' en este capítulo haberse- incorpora-
do por convento de esta provincia el de nuestro padre
San Francisco de la ciudad de la Habana, porque
en la tabla capitular, después de la asignación del
guardián de nuestro convento de Mérida, se dice: "En
84 HISTORIA DE YUCATÁN.

el convento tle la Concepción de la Habana, el cual de


nuevo se incorpora en esta provincia, se instituye guar-
dián el padre Fr. Juan de Padilla, predicador y pa-
dre dé esta provincia. Serán moradores del convento
el padre Fr. Francisco Marrón y el padre Fr. Anto-
nio de Villalon, &c." Después, el capítulo del año de
noventa y cuatro, fué electo guardián el padre Fr. Alon-
so de Sosa, padre esta provincia, y en la congregación
del año de noventa y cinco el padre Fr. Bartolomé de
Avila, y en- las tablas siguientes no hallo mas memo-
ria del convento de la Habana por de esta provincia.
Tengo por cierto " que el padre Fr. Francisco Marrón,
que como se ha visto fué de ella por morador al con-
vento de la Habana, cuando se incorporó en ella, es de quien
hace mención nuestro R. Padre Torquemada, tratando de
la fundación de la provincia de Santa Elena de la Flori-
da diciendo: "Que al principio los ministros evangélicos
eran pocos, y los que había eran contados por del gobierno
del comisario general de la Nueva España, y él nom-
braba prelados de ellos, que de ordinario era el guardián
del convento de San Francisco de la Habana. "Pero que
haya sido sujetó á esta provincia antes que aquella haya
sido custodia, bien claro se ve por lo dicho (de que
le debió de faltar memoria,) pues dice después : "Que el
año de mil seiscientos tres, en la congregación general
que nuestra orden celebró en Toledo, fué erigida en
custodia, y después el de seiscientos doce en provincia."
Antes de este tiempo dice: "Que vinieron doce religio-
sos de la santa provincia de Castilla, por su comisario
el padre Fr. Juan de Silva, que por ser nom-
bre de nueva conversión, se movieron de los que mas
hervían en espíritu y devoción con ánimo de recibir
muerte por Jesucristo, y por plantar su fé en los co-
razones de aquellos errados idólatras. Y llegados á la
Florida, se presentaron al padre Fr. Francisco Marrón,
que era custodio, &c." Por esto se ve que este reli-
LIBRO SÉPTIMO. 85

gioso enviado de esta península de Yucatán, se quedo


en aquella con el mismo espíritu para la conversión de
aquellos infieles, y que fué el primero prelado superior
que la gobernó con título de custodio, si ya no fué o­
tro de su nombre; pero no hacerse mas memoria de él
en las tablas capitulares de esta provincia, desde el año
de noventa y uno que fué de ella enviado á la Habana, ser
en los mismos tiempos, y no hallarse otro de su nom­
bre en todos los escritos de la Monarquía indiana, per­
suade á que fué él: no lo puedo afirmar con mas cer­
tidumbre, porque no la tengo de esto. Por la tabla
capitular del dicho año de noventa y uno consta tener
esta provincia de Yucatán, entonces, veinte y cinco con­
ventos, y en la congregación subsecuente no hubo no­
vedad alguna.

CAPITULO QUINC E.

Del gobierno de Alonso Ordóñez de Nevares, y de otros


dos capítulos, y un gobernador interino.

Sucedió en el gobierno de Yucatán á Antonio de


Voz­Mediano, Alonso Ordóñez de Nevares, enviado
por el rey. Según el bachiller Valencia en su rela­
ción, entró en esta tierra el año de mil quinientos no­
venta y tres, y duró en el gobierno hasta el de noventa
y seis.
E l de noventa y cuatro fué tiempo de celebrar capí­
tulo en esta provincia, y la visitó el R. padre Fr. Sebastian
Castrillo, comisario para ello delegado. C elebró las
elecciones capitulares en la ciudad de Mérida á diez
de julio de mil quinientos noventa y cuatro años>
том, и, 12
86 HISTORIA DE YUCATÁN,

saliendo electo provincial el R. padre Fr. Gerónimo de


León, y difinidores los reverendos padres Fr. Fernando
de Sopuerta que acababa de ser provincial, Fr. Alonso
de Sosa, Fr. Alonso Martínez y Fr. Alonso de Ortega,
y los conventos de la provincia quedaron en el mismo
número de veinte y cinco que estaba.
Habia mandado el gobernador Antonio de Voz-'
Mediano que los españoles que tenian contratos con
los indios no les pudiesen fiar mas que hasta doce
reales, los cuales no pagando pudiesen pedírseles ante
la justicia; pero que si les fiaban mas. no pudiesen
ser compelidos á la paga. Dijo moverle á esto la facili-
dad que los indios tienen en recibir fiado sin cuidar de la
paga al tiempo de los plazos, de que se les seguian
muchos daños y vejaciones, porque se iban á los montes,
dónde idolatraban, dejando los mas sus casas, mujeres
y hijos, sin abrigo en deservicio de Dios y ruina de
estas provincias. Ahora Alonso Ordóñez, su suce-
sor, mandó absolutamente que no se les pudiese fiar
cosa alguna, pena de perderlo y otras, á las justicias
de los indios que mandasen pagarlo. La causa dijo
ser que recibían de tantos la cantidad de doce reales,
que se hallaban con las mismas cargas que antes,
N o se puede negar el poco cuidado de los indios en
atender á que han de pagar, y que cuanto les dieren
fiado recibirán y gastarán sin mirar de dónde lo han
de pagar, y que así se vian en aprieto al tiempo
de los plazos, y no hay duda que pierden mucho los
españoles de lo que fian á los indios. Pero siempre que los
gobernadores proveen algún auto en esta materia, cla-
man todos los pobres españoles que se sustentan del
contrato con los indios, que solamente tienen la mira
en que sus tratos y contratos sean mas gruesos y se-
guros, para el tiempo en que les han de pagar los gé-
neros que les reparten, y que así no les queda en que
granjear cuatro reales para vivir, Y á sin autos está
LIBRO SÉPTIMO. 87

mas cerrada esta puerta totalmente, porque son tan ex^


cesivos los repartimientos que echan á los indios de to-
do cuanto en esta tierra se coge y beneficia, y tan con-
tinuados uno tras otro, y con tan limitado tiempo para
hacerlos, que no hay lugar de que contraten con los.
españoles, aunque quieran, y aun buenos políticos te-
men en breve la asolación de esta tierra, y que no que-
de indio que no se huiga á los montes ; porque aun-
que nuestro piísimo rey y señor, que Dios guarde, ha
librado diversos órdenes bien apretados para remedio de
este daño, que por su mandato se han publicado con
pregones en esta tierra, no han tenido ejecución algu--
na. Notorio es á todos: no es mucho llevase el celo
del bien común tras sí la pluma; pero volvamos á
los tiempos pasados, que es materia muy recelosa pa-
ra tratarla quien ha de vivir en esta tierra, pero cuan-
do la codicia sienta mal de este escrito, tiene seguro
el sentimiento de los ajustados, y esperanza en Dios,
que no desampara á quien en S. M. confia.
Aunque por tantos órdenes reales, como se ha visi-
to, estaba prohibido á los gobernadores de Yucatán po*
ner corregidores y alcaldes mayores españoles en los
pueblos de los indios, y la obediencia ó temor á la vo-
luntad real hizo quitarlos; el gobernador Alonso
Ordóñez por sus particulares fines y intereses,
los volvió á instituir innovando estos oficios. Con
la novedad resucitaron contra los indios los daños
que con quitarlos habian cesado, y como los doc-
trineros somos los que mejor lo vemos por la asis^
tencia en los pueblos donde los indios los reciben, y
aunque causan dolor no hay otro remedio que tole-
rarle, dieron noticia de ellos al R. padre provincial Fr.
Gerónimo de León. No era posible obiarlos, sino con
mano poderosa del real brazo, y así recurrió á la au-
diencia de México, donde en su nombre presentó Pe-
dro de Espinosa, procurador, una petición haciendo en
88 HISTORIA DE YUCATAN.

ella relación de las órdenes reales y acaecimientos en


la materia, referidos en estos escritos, y de los daños
presentes, suplicando se mandase guardar y ejecutar
la real voluntad tantas veces expresada. Pareció
esta petición á los señores de aquel acuerdo
piadosa y justificada, y así libraron mía real
provisión, dada en México á diez de junio de mil qui-
nientos noventa y cinco años, insertando en ella todo
cuanto en esta razón estaba ordenado á los gobernado-
res D. Guillen de las Casas, Francisco de Solis y An-
tonio de Voz Mediano, mandando á Alonso Ordóñez,
que lo era actual, con pena • de mil ducados para la
real cámara, quitase aquellos oficios, y que dentro de
noventa dias como le fuese notificada enviase testimo-
nio de su ejecución. Está esta provisión original en
nuestro archivo de provincia.
Por todas las vias posibles procuraba el R. padre
provincial evitar las vejaciones que se hacian á los in-
dios. Y á queda dicho cómo era orden expreso del rey
que los indios no pagasen derechos en los despachos de
sus negocios, y llevábanselos excesivos. Para remedio
de esto el mismo provincial, por medio del procurador
dicho, habiéndolo representado á la real audiencia, habia
solicitado otra provisión dada en México á veinte y seis
de mayo del mismo año, en que se mandó al goberna-
dor, teniente y demás oficiales observasen los órdenes
reales que en esta razón estaban dados, con pena de
quinientos pesos de oro si contravenían á este orden.
Está original en nuestro archivo de esta provincia.
Ocupado en este santo celo del bien y alivio de
los indios, le halló al provincial el tiempo' en que hu-
bo de celebrar su congregación, la cual tuvo en el
convento de Motul á nueve de diciembre de mil
quinientos noventa y cinco años, y no se innovó cosa
alguna en orden" á conventos ni administración de doc-
trinas. En el tiempo intermedio que después hubo
LU3HO SÉPTIMO, 89

hasta el capítulo siguiente (aunque no he podido


ajustar cuándo) fué Dios servido llevar de esta
presente vida al R. padre provincial, y se puede enten-
der fué á gozar del eterno descanso en premio de su
celoso cuidado, y caritativo afecto con que amparaba
á estos pobres indios. No solo les solicitó el bien tem-
poral, pero siendo difinidor pareció personalmente en la
real audiencia de México, donde dio noticia á aquellos
señores cómo habia en esta tierra gran cantidad de in-
dios dogmatizadores idólatras, que engañaban á los de-
mas, y por el estorbo de los gobernadores de estas
provincias, con la jurisdicción que alegaban tener so-
bre el conocimiento de este delito, no se castigaban co-
mo se debia, con que el daño se aumentaba. Para evi-
tarlo se libró una real provision dada en México á diez y
siete de octubre de mil y quinientos ochenta y dos
años, en que á todas las justicias de esta tierra se
dice "Por lo cual os mandamos á todos, y á cada u-
no de vos, según dicho es, que de aquí adelante
no os entremetáis á impedir ni estorbar á los dichos
religiosos y . justicia eclesiástica de estas provincias
conocer y proceder de aquellos casos y cosas que se
ofrecieren y recrecieren, en que conforme á derecho
lo pueden y deben hacer. Y antes si por su parte
se vos pidiere el auxilio de nuestro real brazo seglar,
se le impartáis tanto cuanto con fuero y derecho de-
báis, y non fagades endeal por alguna manera, etc."
Sacó otra real provision aquel año para que el gober-
nador que era, dentro de sesenta dias diese razón en
la audiencia de las causas que le habían movido para
impedir que los indios de su propia voluntad hiciesen
limosna á los iglesias de sus pueblos y religiosos que
en ellos residían, Y otra del mismo dia, mandan-
do enviase razón dentro de sesenta dias por qué
habia impedido á los religiosos el ir á México, así
á las cosas de su orden, como á informar de otras que
90 HISTORIA DE YUCATÁN.

convenían al servicio del rey, para ver si era justo el


impedimento, y que mientras daba resolución el real a-*
cuerdo, no pusiese estorbo alguno á los religiosos para
pasar á la Nueva-España, como tuviesen licencia de
sus prelados, &c. Habíaselo estorbadOj y roto las licen-
cias que tenian, para que no se entendiese en la au-
diencia su modo de gobierno. Con estos favores, en
nombre .de S. M. hechos, respiraban los religiosos de los
ahogos en que los ponían superiores de esta tierra, con
quienes en muchas ocasiones han padecido lo que se
ha visto, y Dios sabe. Sea bendito por todo: amén.
Habiendo muerto el R. padre provincial Fr. Geró-
nimo de León, el difinitorio eligió en vicario provincial -
al R. padre Fr. Fernando de Sopuerta, dos veces ante
cedentemente ministro provincial de esta provincia, la cual
en esta ocasión gobernó con el mismo aplauso que en las
otras. Grandes fueron las prendas de este varón, pues se
ve que la provincia, en dando lugar nuestros estatu-
tos y leyes para elegirle prelado superior, luego lo
ejecutaba, y así le vemos ya tres veces electo, y le ha-
llaremos otra en el discurso de su vida.
Cumplido él trienio del R. padre Fr. Gerónimo de
León, visitó esta provincia el R. padre Fr. Rodrigo Du-
ran, comisario nombrado por el muy R. padre Fr. Pe-
dro de Pila, comisario general, y celebró capítulo en
la ciudad de Mérida á veinte y tres de agosto de mil
quinientos noventa y siete años. Fué electo provincial
el R. padre Fr. Alonso de Rio-Frio segunda vez, y
difinidores los R. R. padres Fr. Juan de Padilla, Fr.
Gaspar de Nájera, Fr. Gaspar de Paz y Fr. Juan Bau-
tista Salvago. Celebró su congregación en el convento
de Mérida á diez y siete de enero, y en ella no hubo
novedad del estado de la provincia, mas que la del
capítulo, que fué haber quedado en veinte y cuatro
conventos, porque en él no hay nombrado guardián
para el convento de la Habana.
LIBRO SÉPTIMO. 91

El año de mil y quinientos noventa.y seis sucedió


a Alonso Ordóñez en el gobierno de Yucatán D. Car-
los de Samano y Quiñones, castellano que era de la fuerza
de la Veracruz, enviado por el virey de la Nueva Es-
paña que era, y así fué el primer gobernador interino
que han tenido estas provincias. Gobernó, según dice
el bachiller Valencia en su relación, hasta el año si-
guiente de noventa y siete. No se dice si este gober-
nador vino por muerte de Alonso Ordóñez, ó por qué
causa, porque no era cumplido el tiempo. El dicho año
de noventa y siete, con comisión del gobernador D. Car-
los de Samano, fué Juan de Contreras segunda vez á
la isla de Contoy^ llevando en su compañía por capi-
tán de los indios á D. Juan Chan, gobernador de Chan-
cenote, como la otra vez un tiempo de D. Antonio de
Voz Mediano, y trajeron cantidad de indios que habían
hecho fuga, y pobládose idolatrando miserablemente, y
también algunos que no estaban bautizados, y unos y
otros fueron reducidos al gremio de la iglesia y obe-
diencia del rey, de que estaban sustraídos.
El mismo año el capitán Palomar, teniente general
de esta gobernación, condenó á muerte (hecho proceso
por via jurídica) á un indio natural del pueblo de So-
tuta, llamado Andrés Chí, que solicitaba á todos los
indios de aquel territorio para que fuesen á los mon-
tes á idolatrar. Mintiéndose otro Moisés, y diciendo que
lo era, engañaba á los de su pueblo, persuadiéndoles
que lo que hacia era revelado del Espíritu Santo.
Para esto ponia un muchacho encubierto en su casa,
que de noche le hablase, y dijese lo que quería, oyén-
dolo los indios, que ignorantes del embuste ciegamen-
te se dejaban engañar. Véase por esto si tienen estos
indios tan corta capacidad como se dice, que quizá
por el castigo tan leve que á los idólatras se hace,
aún en estos tiempos no hay seguridad de que no haya
muchos, y este presente año de cincuenta y seis se cas-
92 HISTORIA DE YUCATÁN.

tigó uno iniquísimo por las maldades que se dicen en


otro lugar.
Dios los remedie y ayude para que no le ofendan
tan gravemente.
L I B R O OCTAVO

DE L A H ISTORIA DE YUCATAN

CAPITULO PRIMERO.

Álzame pendones en Yucatán por el rey don Felipe


tercero, y cómo por traición saqueó un capitán ingles la
villa de Campeche.

Llegó la hora de pagar la deuda inexcusable de


la muerte, y que pasase de esta presente vida, el pruden­
tísimo rey don Felipe segundo, nuestro señor, que esté
en gloria; y sucediéndole en sus estados el tercero de
este nombre, su hijo, escribió á la ciudad de Mérida
una carta, que dice así : " E l R E Y . C onsejo, justicia
é regimiento de la ciudad de Mérida de la provincia de
Yucatán. Habiéndose acrecentado de algunos dias á
esta parte la falta de salud que el rey mi señor traia
algunos años ha, y recibido los Santos Sacramentos con
muy grande y ejemplar devoción, fué Dios servido de
llevarle para sí á los trece de este, manifestándose mas par­
ticularmente en su muerte la gran cristiandad con que su
magestad vivió é gobernó sus reinos tantos años. Y como
quiera que por estose puede tener por cierto que usan­
do Dios nuestro Señor de su misericordia, le tiene en
su gloria, quedo con la pena é desconsuelo que tan
gran pérdida me obliga, y muy confiado de que vos^
otros, y todos esos reinos terneis de ello el sentimien­
to que debéis. E por esta causa he sucedido en los

том. п. 13
94 HISTORIA DÉ YUCATAN.

reinos y señoríos de la corona de Castilla y León, y


lo anexo y dependiente de ellos, en qué se incluyen
esos estados de las Indias. Y aunque la gran cristian-
dad, larga experiencia y mucha prudencia de S. M.,
no pueden dejar de hacer mucha falta, espero en Dios
que me dará fuerzas, conforme á los deseos que me
quedan para que imitando al rey mi señor pueda cum-
plir con mis obligaciones. Y estoy cierto que cumplien-
do con la vuestra, y correspondiendo á la lealtad, fi-
delidad y amor que á S. M. habéis tenido, como se ha
conocido hasta ahora, me lo terneis á mí, y acudiréis
á mi servicio, y al cumpliente de mis órdenes y man-
damientoSj como de verdadero rey y señor vuestro, y lo
debéis á la voluntad que os tengo. Y os encargo y
mando que en ejecución de esto alcéis pendones, y ha-
gáis las otras solemnidades y demostraciones que se
requieren y acostumbran en semejantes casos, como lo
confio de vosotros, que yo mandaré mirar por lo qué
general é particularmente os tocare, haciéndoos merced
y favor en lo que fuere justo, como lo merecéis. É
sobre todo terne el cuidado, que es razón, de que seáis
bien gobernados, é mantenidos en paz y en justicia.
De Madrid á veinte y seis de setiembre de mil qui-
nientos noventa y ocho. Y O E L R E Y . Por manda-
do del rey nuestro señor. Juan de Ibarra."
Recibióse en la ciudad de Mérida esta cédula y
carta de S. M. á los principios del año siguiente de
noventa y nueve, y luego obedeciendo .el mandato del
rey, se juntó el cabildo de la ciudad, á dos de abril,
y por decreto de aquel dia se determinó que el do-
mingo de Cuasimodo se hiciese la jura y recibimiento
del rey nuestro señor D. Felipe tercero, y que para
tan solemne acto se hiciese un tablado alto en la pla-
za mayor enfrente de las casas reales y obispales. Y
én el dicho tablado y otras dos partes las mas conve-
nientes se hiciese el juramento, según fuero de Casti--
LIBRO OCTAVO. 95

lia, y como se acostumbra en las ciudades de su real


corona, con la solemnidad que á semejante ministerio
se debía, hallándose presente toda la ciudad, vecinos y en-
comenderos que la habitaban, dándose el cuidado de hacer
el tablado á Gonzalo Méndez de Sandoval, procurador ge-
neral de la ciudad, y poniendo pena de diez pesos de
oro común á los que siendo avisados no asistiesen
á él. A diez y ocho de abril de mil quinientos no-
venta y nueve años se hizo el acto y jura real en la
plaza mayor de la ciudad de Mérida, presente D.
Diego Fernández de Velasco gobernador de estas pro-
vincias, el cabildo de la ciudad, oficiales de su magestad,
y los demás vecinos, levantando en el tablado el estandarte
real Francisco Martin Redondo, alférez mayor, y diciendo á
voces inteligibles tres veces: "Yucatán, Yucatán, Yucatán,
Cozumel é Tabasco por el rey don Felipe, nuestro señor,
tercero de este nombre, que Dios guarde muchos años."
Y quitándose todos las gorras, respondieron en altas
voces: amén, aiuén, amén. El mismo acto se repitió
en la plazuela de nuestro convento de San Francisco,
y después en el corredor de las casas reales, haciéndose
siempre grandes salvas de artillería y mosquetería, con-
cluyendo el acto con general demostración de alegría,
dando testimonio de todo los escribanos que se ha-,
liaron presentes.
Después á veinte y nueve del mismo mes de abril
por la tarde, y el dia siguiente por la mañana, se cele-
braron las honras reales por el rey nuestro señor D.
Felipe segundo en la Santa Catedral de la ciudad de
Mérida, con la mayor magnificencia que fué posible. Pre-
dicó el obispo D. Fr. Juan Izquierdo las heroicas virtu?
des y grandezas del difunto, que esté en gloria, y conclui-
da la debida y piadosa función, dio testimonio Ambro-
sio de Arguelles, escribano público y de cabildo, y
- después la ciudad respondió al rey con una carta del
tenor siguiente.
96 HISTORIA DE YUCATAN.

"Señor. Con la de V. M. de, veinte y seis de


setiembre del año pasado de noventa y ocho, recibimos
mercedes con la estimación debida á nuestra obligación
natural, Y por ser la misma la que tuvimos al rey nuestro
señor, que Dios tiene en el cielo, nos dio su muerte
notable pena, y hásenos revelado mucha parte de ella
con saber falleció tan católica y cristianamente, como de S.
M. se debia esperar, prendas muy ciertas con que enten-
demos, usando Dios nuestro Señor de su misericordia,
le tiene en su gloria. En esta provincia de Yucatán se
ha fecho este sentimiento y exequias reales, con la de-
mostración que fué posible. Y haber sucedido V. M.
en los reinos y señoríos de la corona de Casti-
lla y León, y lo dependiente de ella, donde se incluye
esta provincia y los demás estados de las Indias, con sumo
gusto damos gracias á nuestro Señor por habernos da-
do por rey y señor á V. M., cosa que aunque sabe-
mos estimarla, no hay razones para encarecerla, pues
asegura la gran cristiandad y prudencia de V. M., á
que general y particularmente todos sus reinos son y
han de ser mantenidos en paz y justicia. En recono-
cimiento y ejecución de la lealtad, fidelidad y amor que
al rey nuestro Señor siempre tuvimos, y al que debernos
y hemos de tener á V. M. en su real nombre, se han
alzado pendones en esta ciudad y provincia con las.so-
lemnidades y demostraciones que se requieren, y por los
testimonios que con esta van, habiendo acudido á todo
con gran cuidado D. Diego Fernández de Velasco que en
servicio de V. M. la gobierna con mucha satisfacción. E l
cual asimismo, con la exortacion que al servicio de V. M. hi-
zo á toda esta provincia, animó á todos los vecinos de ella á
que le hicieron harto mayor que la pobreza de la tier-
ra prometía, y en prorogarle su acertado proveimiento
entendemos será V. M. servido. Y para que de
nosotros lo sea V. M. en lo que conviene, hace-
mos este advertimiento, y suplicamos á V. M. le re-
LIBRO OCTAVO. 97

ciba, y nuestros fieles corazones, con la voluntad y


ánimo que los ofrecemos, con el que quedamos de-
seando que nuestro Señor guarde á V. M muchos
años para nuestro amparo, y aumento de su santa
fé, Mérida de Yucatán á veinte y dos de mayo de mil
y quinientos noventa y nueve años."
Sucedió en el gobierno de Yucatán á D. Carlos de
Samano y Quiñones, gobernador interino, D. Diego Fer-
nández de Velasco, hijo del conde de Niebla, envia-
do por el rey. Según la relación del bachiller Valencia
vino á Yucatán el año de mil quinientos noventa y
siete. No hay el libro de cabildo por donde consta de
su recibimiento, pero hayle de cuando acabó el gobier-
no, que fué á once de agosto de mil seiscientos y cua-
tro años.
Aquel mismo año de noventa y siete dio vista al
puerto de Campeche una escuadra de navios ingleses
corsarios que andaban al pillaje, cuyo cabo y capitán
se llamaba Guillermo Parque. Quedóse barloventeando
con un navio grande, un patache y un lanchon, y tu-
vo traza para que un Juan Venturate, que estaba en
Campeche con traición, por trato que con él hizo, le
entrase en la villa por parte segura, donde no se rece-
laba, desembarcando la gente de noche. Puesto el ene-
migo por medio de aquel traidor á su salvo en la villa, causó
grandísima confusión, como cosa no imaginada, suce-
dida de noche, y sin recelar el peligro por la parte que vino,
que á no ser guiado como fué, era imposible llegar sin
ser sentido. El uno de los dos alcaldes, llamado Francisco
Sánchez, con algunos estaba en una estancia, y fueron
luego á darle aviso: el otro alcalde, llamado Pedro de
Iñterian, se recogió con alguna gente á nuestro conven-
to de san Francisco, un poco apartado de la villa, des-
de donde dio voz, para que el resto de ella se junta-
se allí, y salir después á defenderla. Vino con toda pres-
teza el otro alcalde, y sabiendo que estaba en el con-
98 HISTORIA DE YUCATAN.

vento, fué allá con alguna gente que en el cami-


no se le habia llegado, para salir todos juntos, y
hacer rostro al enemigo. Tardaron en esto has^
ta yá entrado el dia, y marchando para la villa, halla-
ron que la estaban dando saco á toda prisa. Cogieron
á los enemigos las bocas de calles, para cuando saliesen con
el robo de las casas; y habiendo peleado por espacio de
mas de dos horas, el capitán Guillermo Parque se
halló herido al parecer de muerte, con que mandó ha-
cer señal de retirarse á la playa, donde habían dejado
cuerpo de guardia á la lengua del agua. Los cam-
pechanos les fueron siguiendo, y obligaron á que
se embarcasen pon aceleración, dejando gran parte del
robo en tierra, por coger mas presto sus bajeles. Cos-
tóles buen número de ingleses, que después se hallaron
muertos por las calles de la villa, y en la playa. Los
que escaparon dejaron al traidor que los habia entrado
en la villa, diciendo á los vecinos de ella que él era,
y que le castigasen como merecía por haberla vendi-
do ; por que los ánimos generosos válense para sus in-
tereses de los medios que les son congruentes, pero abor-
recen el vil ájnj'no de los ejecutores, condigno premio á
tan execrable delito. Por él fué su perpetrador atenaceado
muriendo como merecía. Habiéndose embarcado los ingle-
ses armaron los de la villa muy bien una fragata, y salie-
ron en seguimiento del enenmigo, la mar afuera. Mientras
esto sucedia, habia llegado la nueva de lo que pasaba
á la ciudad de Mérida, y el cabildo con el teniente ge-
neral, que era Martin de Palomar, ordenaron enviar gen-
te de socorro á aquella villa, por si el enemigo qui-
siese otra vez entrarla. Nombraron un capitán que no
se dice su nombre, solo que era viejo y tan impedi-
do que toda la facción hubo de correr por cuenta del
cuidado de D. Alonso de Vargas Machuca, que fué por
alférez de aquella compañía, y con cuya diligencia se
juntaron dentro de diez horas cincuenta y seis hombres.
LIBRO OCTAVO. 99

Habia á ía ocasión en el puerto de Caucel una buena


fragata artillada, y como está cercano, á otro dia se em-
barcaron en ella para ir por la mar á Campe-
che. Yendo su viaje, encontraron el vajel nuestro, que
de allá venia, y juntos prosiguieron en busca del ene-
migo. Diéronle vista, y él envió su patache á rendir
Ía fragata en -que iba el D. Alonso, porque le cogió
asotaventado respecto de lade Campeche. Disparáronse
la artillería gruesa, y abordaron ambos vajeles, pelean-
do algún espacio, y fué Dios nuestro Señor servido
que el D. Alonso de Vargas rindió al patache del ene-
migo. Cambiaron en él de nuestra gente, y viraron la
vuelta de Campeche. Fué el otro navio de ingleses en
seguimiento suyo, pero como le habia cogido asotaven-
tado, no íes pudó dar aícañcé. Estuvo diez y siete
dias barloventeando á la vista de Campeche, solicitan-
do recuperar su patache, y los vecinos con D. Alonso
de Vargas, y su. gente, le defendieron de suerte, que ni
le cogió, hí le dejaron hacer daño alguno. Viendo
el enemigó que era en vano su trabajo, dejó de
dar mas molestia, dejando el puerto de Campeche,
y D. Alonso volvió con la gente á la ciudad de Mé ¿

rida, dónde fué bien recibido.

—o

CAPITULO SEGUNDO.

Cómo unieron otras dos veces corsarios ingleses, y de una


elección capitular de esta provincia.

Como sucedió haber rendido D. Alonso el patache


ingles que llegó á Campeche, segunjvse dijo en el capí-
tulo antecedente, ellos, ó sentidos del mal suceso, ó con
él deseó de robar, que siempre traen, volvieron el año
100 HISTORIA DE YUCATAN.

siguiente de noventa y nueve á esta tierra con mas


fuerza. Dieron fondo en la isla de Cozumel, como par-
te menos defendida, y separada de esta tierra; pero lue-
go se dio aviso al gobernador D. Diego Fernández de
Velásco, y habiéndole recibido dio noticia á todos los
puertos para que estuviesen prevenidos, y especialmen-
te el de Holcoben que llamaban Rio-de Lagartos, por
haber en él alguna ropa y hacienda. Valió la diligencia,
y también el hallarse Antonio Pérez alcaide de aquel
puerto adelante de él hacia Cozumel, porque dio aviso á la
villa de Valladolid cómo uno de los navios del enemigo
venia para el puerto, que enviasen gente que le defendie-
se, y le hallarían á él en él puerto cuando llegasen.
Ofrecióse á ir para la defensa Alonso Sánchez de Agui-
lar, alférez mayor de aquella villa, á quien se le dio
comisión con título de caudillo, y con los españoles que
lupgo se le pudieron juntar, y ayuda de indios flecheros,
salió aquel mismo dia ocho de abril por la tarde, y por
el camino se le juntaron mas españoles, porque por a-
quellos pueblos suelen andar muchos, y especialmen-
te en el pueblo de Tizimin. En dia y medio lle-
garon al puerto de Holcoben, y fué necesaria toda es-
ta presteza, porque hallaron que el navio había yá da-
do fondo á vista del puerto, y hecho presa de algunos
barcos pequeños que estaban sin defensa. L o prime-
ro que en el puerto se hizo fué poner en cobro toda
la hacienda y géneros de la tierra, que habia de valor,
y estuvieron dos dias los enemigos sin hacer demos-
tración de querer salir á tierra, después de los cuales
alzaron velas, y desaparecieron.
Escribió luego el alférez mayor al gobernador y á
la villa cómo habían desaparecido, pero le fué dada
orden que no desamparase el puerto, porque había nue-
va cierta de que en la isla de Cozumel quedaban otros
dos navios grandes y un patache. Recibida la orden,
se quedaron en el puerto haciendo prevención dé trincheras
LIBRO OCTAVO. 101

en las partes convenientes, para impedir la entrada al


enemigo, y con cien cueros curtidos reparó y cubrió el
alférez mayor los vacíos que hacian, por el riesgo que
corria la gente de ellas, asegurando primero á los dueños
que los pagaría de su hacienda. En estas diligencias
pasaron once días, y al cabo de ellos dieron vista al
puerto los enemigos con las otras dos naos grandes y
el patache. Dieron fondo y echaron las lanchas al
agua, señal de querer salir á tierra, y conocido el
intento puso el alférez mayor de manifiesto cuatro
banderas, representándole batalla. Echó el enemigo
hasta sesenta hombres en las lanchas, que entraron
con gran ímpetu por la canal que hace el puerto, y se
fueron acercando á tiro de mosquete para tierra, desde
donde le dispararon la arcabucería, y acercándose mas
la flechería de los indios, con que se detuvieron sin
pasar adelante. Llegó la hora del A v e Maria, y re-
tirándose algo á la mar, dejó á la entrada del puerto
quince hombres en vela con cuerda encendida. Reco-
nociéronlos los centineles del puerto, y dieron aviso
al alférez mayor, el cual envió gente que en contrapo-
sición estuviese también en vela, con que unos y otros
pasaron así aquella noche. El dia siguiente vieron los
de tierra que los navios bajaban la costa abajo, como
para venir á la ciudad de Mérida, ó pasar á Campeche,
y el alférez mayor dio noticia al gobernador, y se es-
tuvo en el puerto con la gente hasta que recibió or-
den de que podia irse á la villa de Valladolid, ha-
biendo sustentado aquel tiempo así á españoles como
á indios á expensas de su hacienda.

A l año siguiente de mil y seiscientos, vinie-


ron á estas costas, ó los mismos cuatro navios, ó otros
de ingleses, que dieron mayor cuidado, porque por
medio de algunos prisioneros que en la mar cogieron,
echaron voz de que venían con ánimo de entrar
la ciudad de Mérida, y esto con tiempo tan an-
TOM. ii, 14
102 HISTORIA DE YUCATÁN.

tieipado, que por el mes de febrero yá se habían descu-


bierto en la costa. El gobernador, previniendo el remedio,
mandó tocar arrebato, y juntándose todos los vecinos y
encomenderos con la presteza que acostumbran delan-
te de las casas reales, les hizo notorio cómo los enemi-
gos habían robado algunas fragatas del trato,' que halla-
ron en Rio de Lagartos, y cómo habían dicho venían
á la ciudad con ánimo de entrarla. Alistó luego soldar
dos que fuesen al puerto de Sisal, que es el que tiene ca-
mino mas abierto para ella, y con treinta despachó al
capitán Ambrosio de Arguelles, mientras se disponían
mas que fuesen en su seguimiento, y salieron á
nueve de marzo á medio día, aunque el calor de la
siesta por aquel tiempo es de ordinario muy gran-
de, sin aguardar á que declinase el sol por el peli-
gro que podia ocasionar la tardanza. Llegados á otro
dia al puerto, repartió el capitán los soldados por la
playa para hacer posta aquella noche, y amanecido
el dia siguiente, se hicieron cuatro trincheras muy fuer-
tes en las partes mas convenientes, para impedir la sa-
lida á tierra, cargando el mismo capitán, y á su ejemplo
todos, la madera, arena y demás materiales para ellas,
(que no fué pequeño trabajo, y por los calores muy
sensible, y mas habiendo indios á quien pudieran de-
jarle), con que se acabaron con presteza, y quedó el puer-
to fortificado. Necesaria fué la diligencia, porque luego pa-
recieron los cuatro navios á la vista de él, donde estuvie-
4
ron veinte y cuatro dias.
A los treinta españoles primeros que fueron, siguió
con presteza muy crecido socorro, porque quedó dispo-
niéndole el gobernador, y fortificando la ciudad y ca-
mino de ella. Dejó en la plaza mayor, que lo es de
las armas, doce piezas de artillería con que había ser-
vido el rey para la defensa de la ciudad, y marchó
para el pueblo de Hunucmá, que dista cinco leguas
del puerto. Allí hizo alto, y envió al capitán Juan
LIBRO OCTAVO. 103

de Magaña, regidor de Mérida, para que como su lugar-


teniente asistiese en el puerto, y llegado á él diese no-
ticia del estado de aquello, y juntamente viniese á su
presencia el capitán Ambrosio de Arguelles, para comuni-
car con él algunas cosas. Habiendo llegado el capi-
tán Juan de Magaña al puerto con el crecido socorro
que llevaba, visto por los enemigos, retiraron los navios
la mar á fuera, con que la gente de tierra se retiró
á tener alguno descanso, Los enemigos descubrieron des-
de la mar que no andaba tanta gente en la playa como an-
tes, y presumiendo que se habian retirado, viéndolos
alejar, volvieron las proas al puerto. Como ni era des-
cuido ni falta de gente lo que pudieron tener por tal,
viendo los de tierra que se acercaban demasiado, y
que estarían ya como media legua de ella, salieron
todos á darles vista. Juntamente avisó el capitán al
gobernador, desde luego que aproaron á tierra, cómo
venían, y luego que el gobernador recibió la nueva, sa-
lió con el resto de la infantería y„ caballos para el
puerto. Pararon su curso los enemigos á la vista de
la gente que .en él pareció, y llegando el gobernador se
alojaron los mas con bien poca comodidad, por ser cor-
ta la que el paraje tiene. Como los enemigos vieron
tanta gente por la playa, y la gran resistencia . que
habían de tener queriendo salir á tierra, sin duda
juzgando por tiempo perdido su detención en el
puerto, y dando vuelta para la mar, desaparecieron,
que no fué mas visto vajel alguno en aquella cos-
ta por aquel año, habiendo estado veinte y tres dias
á la vista del puerto. Detúvose en él el gobernador
algunos dias recelando algún engaño de que hubiesen
desaparecido para que los soldados se retirasen á la
ciudad no pareciendo yá enemigos, y después desemba-
razado el puerto, desembarcar su gente sin riesgo.
Viendo que de ninguna parte se daba aviso de que
pareciesen, se fué el gobernador á la ciudad, dejando
104 HISTORIA DE YUCATAN.

algunos soldados en el puerto por lo que pudiese a-


contecer, y para que con presteza diesen aviso de cual-
quiera acaecimiento.
Acababa yá el segundo trienio de provincial de esta pro-
vincia el R. P. Fr. Alonso de Rio Frió, y vino á visitarla
el R. P. Fr. Miguel López, comisario nombrado por el muy
R. P. Fr. Pedro de Pila, que aún era comisario gene-
ral de las provincias de la Nueva-España. Acabada la visita
celebró capítulo provincial en el convento de la ciudad
de Mérida, á veinte de agosto del año de mil seiscientos.
Salió electo provincial con todos los votos de los capitu-
lares el R. padre Fr. Francisco Arias Bustamante, y
difinidores los RR. padres Fr. Francisco Selles, Fr. Alonso
Solana, Fr. Antonio de Ciudad-Real, y Fr. Alonso Orte-
ga. No hubo novedad alguna acerca de los conventos.
En la congregación que el R. padre provincial celebró
después, á veinte y ocho de abril de mil seiscientos
dos años, en el convento de Mérida, se dio título de
vicarías á la doctrina del convento que hoy es de Max-
canú, y el pueblo de Opichen por de su administra-
ción y anexo, y á la del convento de Telchac con
los pueblos de Qemul y Sinanché por sus sujetos.
Terminando su trienio de provincial el R. padre Fr.
Francisco de Bustamante, visitó esta provincia el
muy R. padre Fr. Diego Caro, comisario general de
la Nueva España, y celebró capítulo en Mérida á
cinco de enero de mil seiscientos y tres años, siendo
en él electo provincial el R. padre Fr. Antonio de
Ciudad-Real, y difinidores los reverendos padres Fr.
Francisco de Bustamente, que • acababa de ser provin-
cial, Fr. Gaspar de Nájera, Fr. Bartolomé Dávila y Fr.
Antonio de Villalon. En este capítulo se dio título
de guardianes á los dos vicarios de los dos nuevos con-
ventos de Maxcanú y Telchac instituidos en la con-
gregación precedente. Quedó minorado el número de
los conventos de esta provincia, por los cuatro que me-
LIBRO OCTAVO. 105

diante el litigio que movió la clerecía, se nos qui-


taron, de que en este libro se da larga noticia, y así pa-
rece haber quedado con veinte y dos conventos. L a
tabla de la congregación correspondiente á este capí-
tulo no parece yá en el archivo de esta provincia, y
así no doy razón de lo que en ella sucedió, ni cuándo
se tuvo, así por lo dicho, corno por no haber en estos
tiempos religioso alguno vivo de aquellos á quien pre-
guntarlo. En ellos habían consumado felizmente el cur-
so de su vida algunos religiosos, ocupándola en la doc-
trina de los indios, administrándoles los Santos Sacra-
mentos, y predicándoles el Santo Evangelio, y Ufe
reservado para este lugar hacer memoria de ellos,
porque no la hay cierta del dia ni año en que mu-
rieron algunos, ni el padre Lizana la debió de hallar pa-
ra dejarla en su devocionario, siendo quien tuvo (co-
mo dice) los memoriales de ellos, y así diré lo que
nos dejó escrito.

CAPITULO TERCERO.

De algunos religiosos de los prime?vs tiempos de esta


jjrovincia, que en estos eran yá difuntos.

El primero que según lá antigüedad del tiempo


me ocurre es Fr. Juan de Mérida. Fué uno de los
conquistadores temporales de esta tierra, y dejando lo
que en la conquista habia granjeado, recibió el hábito
de nuestra religion para lego en el convento de la
ciudad de Mérida,y tan recien venidos los primeros religio-
sos que por la tabla del primero capítulo custodial consta
era yá profeso, y está en ella asignado por morador del
106 HISTORIA DE YUCATAN.

convento de Izamal. Era arquitecto, y así proveyó


Dios á la provincia de Maestro que hiciese templos
donde su Divina Magestad fuese adorado y reveren-
ciado de los nuevos cristianos que entonces se bau-
tizaban. Edificó gran parte del convento y iglesia
antigua del convento de Mérida. Todo el convento y
iglesia de Maní, el de Izamal, el de S. Bernardino de
Sisal en la villa de Valladolid y parte de otros, que
son fábricas muy fuertes y bien obradas, y se mues-
tra su maestría y trabajo en ellos. Y para que no
se haga difícil el crédito de haber edificado tantos con-
Vtentos, digo que el número de indios que trabajaban
era muy grande. Todo el convento y iglesia de Ma-
ní se dice que se hizo en siete meses, pero fué dan-
do el cacique, que habia sido señor de aquel territorio,
seis mil indios que trabajaron en la fábrica. A mu-
chos enseñó este bendito religioso la de albañilería y
cantería, y dispuso las cosas de suerte que se aca-
baban con tanta brevedad. Como esta tierra estaba
tan abundante de indios, y regados sus. corazones con
la divina gracia, los ministros con espíritu celestial
todo parece que se facilitaba. No. por estos traba-
jos corporales faltaba á los ejercicios del espíritu, pa-
sando en oración mucha parte de la noche, y á todo
le ayudaba el Señor, dándole fuerzas bastantes. Murió
en el convento de Mérida con mucha opinión de vir-
tud y santidad.
El padre Fr. Antonio de Figueras fuer natural de
Figueras en el reino de Toledo. Recibió nuestro san-
to hábito en la provincia de Castilla, y pasó á esta
de Yucatán en la primera misión de religiosos que vi-
nieron de España el año de mil quinientos cuarenta y
nueve. Dice de él el padre Lizana: "No me pesa si-
no que donde hallé su vida escrita no dice mas de es-
tas razones. Vino á esta provincia el padre Fr. An-
tonio de Figueras el año de cuarenta y nueve con el
LIBRO OCTAVO.

santo Landa y venerable padre Navarro, que fueron após-


toles verdaderos de esta tierra. Y si de los dos he dicho
que fueron muy siervos del Señor, y que obró por e-
llos milagros; no menos digo del bendito P. Figueras,
el cual se crió entre siervos de Dios, que lo fueron
sus padres naturales de Figueras, reino de Toledo. To-
mó el hábito en la santa provincia de Castilla, y pa-
só á esta el año dicho, donde fué apostólico varón, y
muy grande trabajador y defensor de los indios. Mu-
rió santamente, y según nuestra santa fé goza de e-
terno descanso, por ser su vida muy perfecta, y sus vir-
tudes conocidas, y mas para imitar que para poderlas
declarar," Y luego dice: "Estas son las palabras, si bien
el que las dejó escritas es digno de todo crédito, por
ser religioso de mucha virtud, y que le trató mucho
á este santo varón." Y o digo que me holgara hubiera
escrito quién fué el que dio este testimonio, pues era
mas digno de saberse que de omitirlo, siendo tan virtuoso.
De otro compañero de la primera misión, llamado
Fr. Antonio de Valdemoro, dice. Que vivió en esta pro-
vincia de Yucatán cuarenta y ocho . años, y trabajó en
ella apostólicamente todos ellos, habiendo venido déla
de Castilla. Fué muy gran lengua de los indios,
y mal sufrido en las vejaciones que veia hacérseles, por
cuya defensa le trataron mal algunas veces. Decia que
cualquiera á quien sustentataban, ó comia algo suyo, de-
bía defenderlos, pues estaban declarados por menores
y no capaces para volver por sí. Que sus padres es-
pirituales debían á fuer de tutores mirar por ellos, y so-
bre esta materia hacia varios discursos. Era hombre
de los robustos y fuertes en lo natural que ha pa-
sado de España, á las Indias, y llegó á estar en
el convento de Mérida, antes que muriese, diez a-
ños, impedido de vejez sin otra enfermedad conocida.
Pasó aquel tiempo con mucha oración, pobreza y celo
de la religión, y murió santamente y con tanta pací-
108 HISTORIA DE YUCATAN.

lición, cuanto su condición en lo natural habia pareci-


do rígida.
Dice del padre Fr. Alonso de Sosa que fué de los pri-
meros obreros de esta provincia, y era hijo de la de
Portugal. Trabajó mucho en la administración de los
indios, y fué observante religioso. Del mucho trabajo
cegó, y así padeció muchos años, mas con tal toleran-
cia y alegría de espíritu, que jamas dio muestra de
impaciencia. Murió con opinión de gran siervo del Se-
ñor.
De por aquellos primeros tiempos fué el padre Fr. Juan
Velázquez, nacido en la ciudad de Mérida de esta tier-
ra. Dice de él el padre Lizana que fué gran lengua de
los naturales, y excelente ministro, muy siervo de Dios
y observante de su profesión. Fué muy cuidadoso del
bien de los indios, y así dio principio á nombrar los
ministros que cuidan los enfermos, repartidos por bar-
rios, para que los visiten cada dia dos veces, y nece-
sitando de algún Sacramento, vengan á decirlo al doc-
trinero para que vaya á administrársele, de que yá se
ha dado razón en el libro cuarto, y así no se dice aquí
mas de que á este bendito religioso se le deben las
gracias de esta tan piadosa institución, cuanto necesa-
ria, conocido el descuido natural de los indios, con que
quizá muchos murieran sin Sacramentos, si esto no se
hubiera ordenado. Q,ue fué uno de los religiosos de
mas consideración que hubo en su tiempo, y corona de
los nacidos en esta tierra. Murió en el convento de
Motiú, donde quedó sepultado en la capilla mayor, año
de mil quinientos noventa y cuatro, y que oyó decir á
los que le alcanzaron y comunicaron que fué estimado
por varón apostólico.
El R. padre Fr. Thomé de Arenas, de quien queda
dicho fué dos veces provincial, vino á ella de la Cas-
tilla muy á los principios de la fundación, y trabajó en
ella como gran siervo de Dios, Obligado de la obedien-
LIBRO OCTAVO. 109

cia fué provincial las dos veces, porque no quería otra


ocupación sino el ministerio de los Santos Sacramentos
para con los indios, y para con Dios la de la. ora­
ción.
Puesto por la obediencia en la prelacia, procedió tan á
satisfacción de todos, que jamas le visitaron defecto pro­
pio ni omisión para con los subditos. Gran fiador lle­
va consigo el que es llamado á las prelacias por la obe­
diencia que ejecuta. Mal se le puede asegurar el que
las consigue con violentas solicitaciones, que después á
muchos los derriban á su perdición y descrédito. Fué
este bendito varón tan pobre, que apenas tenia lo muy
necesario de ropa para pasar, según nuestro estado. Si
algún religioso traia el hábito roto, se quitaba el de su
uso, si era mejor, y se le daba, diciendo que él por pro­
vincial, ó muy "anciano, le darían mas presto otro con
que socorriese su necesidad. Vivió treinta años en es­
ta provincia, y murió santamente, quedando*" de él tal
opinion en esta tierra. Por el año de mil quinientos
cincuenta consta de las tablas capitulares que estaba
yá en esta provincia el padre Fr. Francisco de Santa
Marina, religioso lego. Vino á ella de la custodia de
Galicia, provincia de Santiago, donde estaba opinado de
muy siervo de nuestro Señor. Según la verdad lo era,
y tanto, que no parecia haber nacido para otra cosa,
ni quería la Divina Majestad que aquel su siervo se
le ocupasen, porque lo estaba de su mano. Parecia así,
porque siendo muy humilde y obediente, parece que nun­
ca acertó á hacer lo que la obediencia le mandaba en
las obras y trabajos exteriores de la orden, para los cua­
les habia tomado el hábito, y conocíase tenia voluntad
y deseo de hacerlo, pues nunca repugnó á cosa alguna
que la obediencia le mandase. C oncurriendo en él una
sencillez admirable, con tanta razón y memoria tenací­
sima, que se acordaba de todas las cosas que le habían
pasado, y los nombres de las personas que comunicó,
том. п. 15
HQ HISTORIA DE YUCATAN.

sin que fuese necesario preguntarle circunstancia ni co-


sa alguna en lo que conversando trataba.
Fué muy perseguido del demonio que le azotaba y mal
trataba, sintiendo no poder perturbarle su quietud espi-
ritual. Llegó á estar tan advertido el santo viejo, que
en sintiéndole, luego levantaba una cruz que consigo
traiaj y le decia: Ancla, enemigo, que yá te conozco.
Eran tantas las veces que le maltrataba, que solia el
estruendo causar alboroto en el convento de Mérida, y acu-
diendo los religiosos á verle, le hallaban sudando y muy con-
gojado. Preguntándole qué era aquello, decia: No duerme el
enemigo, es menester velar para escapar de sus manos, Dios
sea conmigo. Llegó por su mucha edad á estar como
decrépito, y ya fuese por la continuación de las tenta-
ciones pasadas, ó ya porque también entonces el enemi-
go (como él decia) no dormía, á cualquiera que le llega-
ba á hablar, le decia que se fuese y no le tentase. Cuan-
do hubo d é ' pasar de esta vida mortal, fué Dios servi-
do que tuviese su juicio cabal, y entera razón. Pidió
él mismo los Santos Sacramentos, que recibió con mu-
cha devoción y humildad, pidiendo perdón de sus de-
fectos á todos los religiosos. Llegó la hora de su trán-
sito, y habiendo dicho cosas admirables, y de gran fer-
vor espiritual á un Santo Crucifijo que en sus manos
tenia, dio el espíritu á su Creador, quedando como un
ángel.
Los religiosos edificados solicitaban tener alguna
partecita de su pobre hábito, y de las otras pocas co-
sas de que usaba viviendo, las cuales estimaron por re-
liquias, como al bendito varón por santo. Era hombre
de mas de cuarenta años cuando vino á esta provincia,
y vivió en ella mas de sesenta y siete, y así murió de
ciento ocho años, y aún de esta edad era de admiración
cuál andaba y acudia á los actos,de comunidad, sin fal-
tar, y siempre con su rosario en la mano. No tuvo
enfermedad en toda su vida, y murió sin otra mas que
LIBRO OCTAVO. 111

la vejez, consumido el húmido radical y calor natural


que la sustenta.

•o

CAPITULO CUARTO.

Continuase la memoria de otros religiosos antiguos.

El padre Fr. Andrés Marcos, dice también el padre


Lizana, que pasó á esta provincia de la de Castilla al
principio de las conversiones, y no fué lengua de los
indios, porque no la pudo aprender. Fué natural del
Cubillo en tierra de LTzeda, y de tan sencillo natural,
que creia todo lo que le decian, con tal que fuese en
alabanza de Dios, ó de su pueblo. Con esto era obser-
vantísimo de la regla,y su inocencia daba suficientes mues-
tras de que tenia la sabiduría del cielo. Fué estima-
do como santo, y tenido por tal muchos años vivió
en esta provincia, que fueron mas de cincuenta. Murió de
ochenta de edad, y sesenta y cinco de religión.
A l padre Fr. Bartolomé. Garzón trajo el bendito
padre Fr. Lorenzo de Bienvenida á esta provincia de la
de Castilla, donde recibió nuestro santo hábito en el real
convento de nuestra Señora de Esperanza de Ocaña.
Era predicador cuando vino, y lo ejercitó con gran
fervor de espíritu, tan celoso de la honra de Dios, que
no sufría se cometiese en su presencia por obra ó pa-
labra culpa alguna sin que la reprendiese, y por eso
fué tenido por de áspera condición, aunque conocido
su santo celo. Ocupóle la obediencia en la predicación
de españoles y indios, y murió con la opinión de sier-
vo de .Dios con que vivió.
Otro religioso, llamado Fr. Francisco de Miranda
112 HISTORIA DE YUCATAN.

de la santa provincia de Andalucía, de los muy anti-


guos en esta, fué aficionadísimo á la lengua de los
naturales, la cual supo muy bien. Era de apacible na-
tural. Fué muy observante de la regla, y murió en
el convento de Maní, donde está sepultado, habiendo
ocupado treinta años en la doctrina y enseñanza cris-
liana de estos indios. Aunque el padre Lizana dice
que fué provincial de esta provincia, consiguiente al santo
Fr. Francisco de la Torre, consta de lo dicho en es-
tos escritos que he dirigido por las tablas capitulares ori-
ginales, no haberlo sido entonces, ni en otro tiempo, aun-
que sí difinidor en el capítulo celebrado el año de mil y
quinientos y setenta.
El padre Fr. Francisco Perales (á quien trajo de
España también el padre Bienvenida) fué eminente len-
gua de estos naturales, varón de gran tolerancia en los
trabajos y enfermedades, habiendo llegado por causa de
ellas á estar casi sin cascos en la cabeza, y las piernas
quebradas: cuando le curaban cantaba, aunque le apli-
casen hierros ardiendo. Cantó él mismo todo el oficio
de difuntos estando para morir, y después con un san-
to Crucifijo en sus manos con fervor de espíritu le di-
jo : Vamos, Señor, que nunca de mi voluntad me he
detenido en esta vida, mas aguardaba vuestra venida,
y pues yá llegaste, vamos, y así espiró. Bien se pue-
de entender sería á eterno descanso el tránsito de quien
tan prevenido estaba. Murió en el convento grande de
Mérida, donde fué su cuerpo sepultado.
El R. padre Fr. Alonso de Rio-Frío vino en la mi-
sión que trajo el padre Bienvenida el año de mil qui-
nientos sesenta y uno. Salió de la santa provincia
de Castilla para esta de Yucatán, donde como se ha
dicho fué dos veces provincial, muy prudente, y quien
dispuso las ordenanzas de aquellos tiempos para el buen
gobierno de esta tierra. Era persona de letras,. y sus
dichos muy estimados y tenidos por sentencias. L o
LIBRO OCTAVO. 113

mas necesario no le faltó, que fué ser observante de


la religión y administración de doctrina á estos natu-
rales. Fué un muro fuerte en defender las causas ecle-
siásticas y á los indios, pero con toda prudencia y ma-
duro acuerdo. Vivió treinta y siete años en esta pro-
vincia, y murió con opinión de gran siervo de nuestro
Señor en el año de mil quinientos noventa y ocho, se-
gún esta cuenta.
Fr. Antonio de Tarancon de la misión del prece-
dente, y hijo de la provincia de Castilla, sirvió al Se-
ñor en esta con alma y cuerpo. E l espíritu ocupado
lo mas de la noche en oración, á que acompañaba siem-
pre con dos disciplinas rigorosas sobre un continuo cilicio
que traia, siendo muy abstinente. Corporalmente tra-
bajó mucho, porque edificó gran parte del convento de
GUadalajara en Castilla, en el de la Puebla de los An-
geles la mayor parte de él, y mucho en aumento del de
Mérida en esta provincia. Obraba tan presto en ellos,
que les parecia á los religiosos, y lo decían, que mas
era efecto de la oración, que trabajo suyo crecer tanto los
edificios. Fué muy humilde, y así amado de todos, por-
que su boca era una risa y placer, y sus manos ver-
tían caridad. Vivió muchos años en esta provin-
cia, y murió santamente, quedando sepultado en el con-
vento de Mérida.
El padre Fr. Juan de Padilla (de la segunda mi-
sión que trajo el padre Bienvenida) fué natural de tier-
ra de Toledo, y recibió el hábito de nuestra sagrada
religión en el convento, de recolección del Castañar, de
la santa provincia de Castilla. Era yá predicador cuan-
do vino á esta, en que trabajó cuanto pudo para bien y
utilidad de los indios, no tanto en su administración,
por no ser lengua muy consumada,, cuanto en procurar-
les favores de la silla apostólica y reales. Fué dos ve-
ees á España, y trajo dos misiones de religiosos. Era
tan dado á la sahta oración, que apenas dormia, y tan
114 HISTORIA DE YUCATAN.

amigo del silencio, que una palabra ociosa no se había


de hablar en su presencia, muy humilde y pobre. Tres
veces fué difinidor y guardián del convento de Mérida,
y aunque los prelados le reconocieron con la capaci-
dad y prudencia necesaria para estos oficios, le dotó
Dios de una sencillez santa, teniendo buen concepto de
todos, y de que trataban verdad, con que le persua-
dían á algunas cosas imposibles, que le admiraban. Re-
fiere el padre Lizana que sirviéndole por su mucha
vejez en la celda un corista, le preguntó una v e z : Hi-
jo ¿á qué hora hace la media noche en este tiempo?
Queriendo preguntar que á dónde señalaban á media
noche las estrellas que suelen llamar guardas del nor-
te. E l corista le respondió: padre nuestro, á las doce
hace ahora la media noche. E l bendito varón sin re-
parar mas, le dijo, atendiendo á su concepto que habia
formado en la pregunta: pues, hijo, llámame á esa hora.
En ella debia de querer ejercitar algún acto virtuoso,
con la quietud que ofrece. Vivió en esta provincia cua-
renta y cinco años, y aunque el padre Lizana- dice
que cincuenta, no pudo ser, pues murió el año de mil
seiscientos. Fué sepultado en el convento de Mérida
con aplauso de santo é inocente, título que le daban
todos los que en vida le comunicaron.
El padre Fr. Pablo Maldonado fué natural de la
villa de Cimentes, y recibió el hábito de nuestra re-
ligión seráfica en la santa provincia de Castilla, de
donde le trajo á esta el padre Bienvenida, antes que
fuese sacerdote. Aprendió la lengua de estos natu-
rales con mucha perfección, y se ejercitó grandemente
en la predicación y ministerio de ellos, no resplande-
ciendo menos en virtudes que los demás de su misión.
Habiendo gastado mas de catorce años en este santo
ejercicio, le pareció no tenia la suficiencia necesaria
para cura de almas, y por no haber estudios en la pro-
vincia, alcanzó licencias para ir á España á estudiar
LIBRO , OCTAVO. 115

en nuestro convento de Alcalá de Henares. Noten esto


los que les parece que con solo saber la lengua de los
indios, son idóneos ministros evangélicos, y esto lo ad-
vierto para dentro y fuera de la religión. Habiendo
ocupado diez años en los estudios, salió buen teólogo;
y viéndose yá con la suficiencia que le pareció
necesaria, determinó volverse á esta provincia, don-
de había escrito la resolución con que estaba, y con
esta noticia se le habían enviado poderes para pedir
al rey una misión de religiosos. Hízolo así, y S. M.,
con el santo celo que en esto ha habido, le concedió
un copioso numero de ellos, que se dice fueron trein-
ta. Antes de traerlos á Sevilla fué á su patria á'ver
una hermana que tenia religiosa, por quien nuestro Señor
obraba muchas maravillas, y comunicóle su venida. A l
despedirse le dijo su santa hermana qne no volviese
á las Indias. Replicó que hacia escrúpulo dé faltar á
la administración de los indios, porque era gran len-
gua, y habia ido á estudiar para satisfacer mas bien
á aquel ministerio. Díjole segunda vez: hermano, no va-
ya, que el Señor no se sirve de ello. Respondióla que
estaba resuelto de venir con los religiosos que habia jun-
tado. Entonces ella le dijo: pues vaya, hermano, que no
ha de llegar allá. Vino á Sevilla, y embarcado á su
tiempo con los religiosos, año de mil quinientos noven-
ta y dos, llegando al puerto de Ocoa, donde las flotas
hacían aguada, murió allí, cumpliéndose la profecía de
su hermana, y él con el término de su vida por
ejecutar la obediencia que le mandaba traer los religio-
sos. Dice el padre Lizana que no se deben atribuir
á liviandad estos viajes, ni á terquedad no hacer lo que
su hermana le dijo, porque fué tenido por de vida in-
culpable y perfecto religioso. La causa de aconsejarle
su hermana que no pasase otra vez á estos reinos, siendo
enviado por la obediencia, queda reservada á Dios, que
pudo ser la revelase á su sierva.
116 HISTORIA DE YUCATAN.

El padre Fr. Hernando de Torquemada fué gran


teólogo, y muy útil en esta provincia, enseñando á mu-
chos ministros las divinas letras, y predicando á todos.
Tuvo grande humildad, con que obedecía los mandatos
de los superiores. Celebraba mucho que los doctrine-
ros predicasen á los indios, y animábalos á que lo con-
tinuasen, yá que él no sabia lengua para hacerlo. De-
cíales que muchas veces un soldado particular valia
mas que un capitán para asaltar al enemigo, y que así
un buen religioso con pocas letras y que sabia bien
la lengua de los indios, valia mas que él con ser le-
trado, porque no sabia jugar las armas de la administra-
ción, aunque sabia y disponía á los otros el modo- Mu-
rió como siervo del Señor, y está enterrado en el conven-
to de Mérida. No se dice de qué provincia era.
Fr. Cristóbal Villoldo, lego, hijo de la provincia de
Castilla, y de la misión del padre Bienvenida, fué un
retrato de San Diego en humildad y caridad extrema-
da, según refiere el padre Lizana, y que era venerado de
los religiosos por varón santo y de inculpable vida, de
mucho razón y tanto peso en sus palabras y modesta
conversación, que á todos admiraba. Fué observantísi-
mo de la castidad, que ni palabra ni acción se le cono-
ció que oliese á deshonestidad. Vivió muchos años en
esta provincia, y murió con opinión de santo religioso,
tenido por uno de los grandes siervos de Dios que en
ella se han conocido. De común parecer se le puso
palma de virgen cuando fué sepultado en el convento
de Mérida, donde murió.
E l padre Fr. Gerónimo de Arriaga, hijo de esta san-
ta provincia, fué gran lengua de estos naturales, y
muy cuidadoso ministro de su doctrina cristiana. Fíle-
lo también el padre Fr. Juan de Tordesillas, nacido en
esta tierra, religioso muy pobre y el mayor lengua de
indios que hubo en su tiempo. Murió en el convento
de Tinum, siendo guardián actual. El padre Fr. Jo-
LIBRO OCTAVO. 117

sé de Moyalejo, hijo de la santa provincia de Anda­


lucía, fué observante religioso, y trabajó en esta mu­
chos años doctaúnando á los indios. El padre Fr. Juan
Martínez, hijo de la santa provincia de C artagena, fué ex­
celente lengua de estos indios, y observante religioso
siervo de nuestro Señor. El ­ padre Fr. Juan de
Santaella, hijo de la santa provincia de los Angeles,
vivió pocos años en esta, mas fué muy virtuoso. Fr.
Alonso de C olmenar, religioso lego, venido de la santa
provincia de C astilla, murió en Campeche con opinión
de muy siervo de Dios. El padre Fr. José Muñoz,
de la misma provincia, fué gran lengua de los indios,
siéndoles también muy útil en la enseñanza de la mú­
sica y órgano. Dejó muchos discípulos muy diestros
en ambas habilidades y otros instrumentos con que en
todos los pueblos se celebran los oficios divinos, que
es digno de admiración como en otra parte se dijo.
Referidos los acaecimientos hasta el año de mil seiscien­
tos, ajustadamente número perfecto, vuelvo á los del
presente siglo en el capítulo siguiente.

CAPITULO QUINTO.

Litigio entre la clerecía y religiosos de esta pivvincia so­


bre unas doctrinas de indios.

Tanto ha llegado á tener de confusa, cuanto se ha


dilatado el tiempo en que se ha procedido acerca de
la materia del presente capítulo. Dícese que siendo
custodio ó provincial de esta provincia nuestro R. pa­
dre Fr. Diego de Landa, por andar vagueando algunos
religiosos de otras órdenes, y algunos clérigos, como
том. п. 16
118 HISTORIA DE YUCATAN.

los nuestros no eran suficientes en número para sin


increíble trabajo acudir á la administración de todos los
Sacramentos) puso en algunos pueblos, para que dije-
sen misa á los indios, y bautizasen á los niños, al-
gunos de aquellos forasteros, y cuando iban nuestros
religiosoSj que eran leuguas, suplian lo que podían ha-
ber ejercitado los que no la sabían. Usaba en esto de
la autoridad apostólica que los superiores de las órdenes
mendicantes tenían en estos reinos, en las provincias donde
no habia obispo. Hízose después en esta erecion de obispa-
do, y cuando vino consagrado obispo, como yá se ha di*
dio, trayendo tantos religiosos, como trajo, habiendo
aprendido la lengua, los repartió en aquellas doctrinas,
como en administración que era propia de los religiosos
de esta provincia. De aquí tomó ocasión D. Cristóbal
de Miranda, deán de la santa catedral de Mérida, lue-
go que murió el santo obispo D. Fr. Diego de Landa,
recibiendo el gobierno en la sedevacante en el cabildo,
que le nombró su juez administrador, para mover liti-
gio sobre algunas doctrinas, pronunciando un auto á
veinte y siete del mayo siguiente del mismo año, sin
haber pedimento de parte, y luego procedió á hacer in-
formación en orden á querer probar que el primero obis-
po D. Fr. Francisco Toral habia dado á los clérigos
aquellas doctrinas, y que habiéndole sucedido D. Fr,
Diego de Landa, se las quitó, y dio á los religiosos por
haberlo sido de esta provincia, con que alegó que los
clérigos habian sido violentamente despojados de ellas.
Dejóse en este estado, como cosa que no tenia funda-
mento, por espacio de veinte años casi, (grandemente os-
curece la dilación del tiempo la verdad de las cosas que
suceden,) hasta que siendo obispo D. Fr. Juan de Iz-
quierdo, cuyo tiempo de obispado voy refiriendo, reno-
vó este pretenso despojo. A la petición, que por par-
te del obispo D. Fr. Juan Izquierdo se presentó en el
real consejo de las Indias, pidiendo que aquellas doc-
LIBRO OCTAVO. 119

trinas se quitasen á los religiosos, y se diesen á los


clérigos, se proveyeron dos autos de vista y revista,
el primero en diez y seis de enero de mil quinientos
noventa y nueve años, y el otro en veinte y dos del
mismo mes, en que se le denegó la dicha pretensión
y restitución que pedia de los dichos pueblos y doc-
trinas.
Habiendo quedado en aquel estado, sin haber clé-
rigo particular que hubiese reclamado, sino el deán Mi-
randa, siendo provisor, y el obispo D. Fr. Juan Izquier-
do, después, el año de seiscientos uno, el bachiller D.
Pedro .Sánchez de Aguilar, queriendo ir á España á
sus pretensiones, (que allá consiguió,) sin poder alguno
de la clerecía, puso la misma demanda ante el obispo
mismo. D. Fr. Juan Izquierdo, pidiéndole recibiese in-
formación de testigos por la parte de los clérigos, ale-
gando, que habia veinte y cinco años que se hizo el
despojo. Presentóse esta petición á quince de mayo de
aquel año, y el obispo por su auto de aquel dia la
mandó hacer y recibir, siendo parte formal que habien-
do hecho el mismo pedimento en el consejo, por los
autos que se han dicho en vista y revista, fué contra él
declarado. Esta y la precedente información se hicieron sin
citación de los religiosos, pero ahora se hizo con dife-
rente alegación. E l deán Miranda intentó, verificar que
el obispo Toral dio las dichas doctrinas á los clérigos,
y hizo probanza de esto, y ahora el bachiller Aguilar"
la hizo de suerte, que sin tratar de aquello dijesen
los testigos que en tiempo del obispo Toral tenian los
clérigos estas doctrinas, y aun hay testigo en ella que
habiendo jurado lo uno en la del deán, juró después
esto otro en la segunda.
Habiendo hecho el bachiller Aguilar su información,
presentó ante el gobernador D. Diego Fernández de
Veiasco una remisoria del obispo, para que con reten-
cioa de su beneficio de indios que administraba, pudie-
120 HISTORIA DE YUCATAN.

se ir á los reinos de España, y para ello le pidió li-


cencia. Reparó el gobernador en dársela, conformándo-
se con la cédula real que antes de ahora queda yá en otra
parte referida, y proveyó un auto á veinte y tres del
dicho mayo, en que dijo: "que hasta ahora su merced
no le ha denegado ni deniega la dicha licencia que
pide, sino exortándole asista en la doctrina y conver-
sión de las almas que tiene á su cargo, por merced
que en nombre de su majestad, conforme á su real
patronazgo, se le hizo, por ser benemérito, del partido
de Chancenote. La cual exhortación su majestad le
manda hacer con las personas semejantes, antes de dar-
les licencia para ir á los reinos de Castilla. Y de
nuevo vuelve á le requerir y amonestar en nombre de
su majestad, y por lo que toca al bien de las almas de los
naturales, que tiene á su cargo, no los deje, y se
desista de la ida, pues por sus peticiones consta con
evidencia no ir á otra cosa que á sus particulares pre-
tensiones, y para gozar de su beneficio, y defraudar
el real patronazgo, lo ha pretendido colorear con de-
cir que es enviado por el obispo á pedimiento de la
clerecía. Siendo la verdad, como de los mismos pape-
les podrá constar y constará, si hubiera presentado el
poder, como se le ha mandado, que sin preceder man-
dato del obispo, el dicho bachiller Sánchez de Aguilar
solicitó algunos pocos ordenantes, que han venido de
fuera de estas provincias, que le dieran el dicho po-
der. Porque los clérigcs que hay naturales de esta
tierra presbíteros, hijos de conquistadores y pobladores,
todos tienen que comer por la iglesia, excepto Francisco
de Aguirre, que por sus pocas letras y suficiencia, aunque
habrá un mes se ordenó de misa, fué con aditamen-
to que dentro de un año la cantase, para que en
este tiempo aprendiese las ceremonias y un poco
de latin, y al cabo de este tiempo hay bien en que
le poder ocupar. De modo que la ida es solicita-
LIBRO OCTAVO. 121

da para diferentes intentos y fines, pues públicamente


ha dicho que no va á pleitear con frailes, sino á sus
negocios. Y decir ahora que va á graduarse de licencia-
do y doctor, son nuevas invenciones como la del dolor
de pechos que le ha dado después de la primera exhor-
tación. Y el dicho bachiller lo es graduado en artes y
cánones en la ciudad de México, aprobación bastante
para el partido que tiene. Y si otra cosa pretende, no
ha de ser en fraude del patronazgo real y de las al-
mas que le están encomendadas. Y decir que hay vein-
te presbíteros hijos de conquistadores y pobladores que
podían quedar en su lugar, que son mas beneméritos que él,
es querer engañar áS. M. yá su real consejo, porque excep-
to el dicho Aguirre, todos los demás están ocupados en sus
partidos y beneficios. Y en prueba de esto declare y nom-
bre el dicho bachiller Sánchez de Aguilar qué clérigos
son estos : demás, que en todos estas provincias no hay
clérigo tan hábil y suficiente como él. Y así le re-
quiere y amonesta las veces que son necesarias, según
y de la manera que le tiene amonestado, que no re-
nuncie el dicho partido que tiene, sino que se esté en
él, pues el padre Herrera, que está en Castilla, podrá
acudir á los negocios de los clérigos, sustituyéndole el
poder, sin ir los curas de los partidos en cada flota á
España. Y si sin embargo de los dichos apercibimien-
tos perseverare el dicho bachiller Pedro Sánchez de
Aguilar en ir, dando noticia, acudirá á lo que S. M. le
manda, conforme á la real cédula que manda se pon-
ga en estos autos, con protestación que hace de dar no-
ticia á S. M. y á su real consejo de las Indias de
lo qué en esto sucediere, y de acudir á la defen-
sa del real patronazgo, y que no se defraude con se-
mejantes cautelas. Y así lo mando &c."
Notificósele este auto el mismo dia al bachiller A -
guilar, y de ningún modo dio los nombres de los pres-
bíteros que habia dicho, como cosa que tal no era, y
122 HISTORIA DE YUCATAN.

prosiguiendo en su determinación de ir á España, tra-


tó de juntar á la información que habia hecho los pa-
peles que pudo para presentarlos en el real consejo de
las Indias. Pero esto que habia pasado con el goberna-
dor, como era contrario, así al pleito que movía, como
á su persona, para la pretensión que llevaba, lo omitió,
y solo pareció esotro en el consejo, aunque después se
mandó llevar y se juntó con los demás papeles.
Por el mismo tiempo que el bachiller andaba so-
licitando esto contra los religiosos, quiso Dios, para que
se les templase el desabrimiento que con el pleito y
contradicción del obispo podian tener, que el rey y su
consejo, deseando saber cuál doctrina era mas conve-
niente á la conversión y cristiandad de los indios, la
de los religiosos de esta provincia, ó la de los clé-
rigos, se despachó real cédula para el cabildo,
justicia y regimiento de la ciudad de Mérida, man-
dando informase acerca de ello, dando su parecer.
Recibió el cabildo la cédula, y respondiendo á S. M.
después de hacer relación cómo la habia recibido, y
lo que por ella se les habia mandado informar, dijeron;
"Sobre lo cual tuvimos nuestro ayuntamiento, y avisamos
á V. M. el fruto que los religiosos hacian en estas pro-
vincias con su predicación y administración, y las co-
nocidas ventajas que en esto hacian á otros cualesquier
ministros en descargo de vuestra real conciencia y bien
y aprovechamiento de las almas. Y esta han continuado
siempre y conocemos al presente, y que con la vigilancia
y cuidado que los dichos religiosos administran sus ofi-
cios, están estas provincias muy sujetas al gremio
de la santa madre iglesia, con mucho aumento en su
cristiandad, y muy pacíficas al vasallaje de V. M.,
&c." En conformidad de lo que el cabildo informó por
esta carta, hizo el gobernador D. Diego Fernández de
Velasco información jurídica, examinando por su per-
sona los testigos mas calificados de la ciudad de
LIBRO OCTAVO. 123

M'érida, y conclusa dio certificación de la calidad de los


testigos, aprobando deposiciones, y afirmando lo mismo
que ellos, hablando con el rey, termina así: " Y yo en
descargo de vuestra real conciencia, y de la mia, he
visitado personalmente toda esta provincia, y he visto
que se descarga mucho mejor con estar religiosos en
la administración de los Santos Sacramentos entre los
naturales."

•o-

CAPITULO SEXTO.

Prosigue la materia del precedente, y cómo se ñas quita'


ron cuatro doctrinas.

Llegado- á España el bachiller Aguilar, presentó los


escritos que llevaba en el real consejo de las Indias, y pu-
so toda solicitud en el pleito contra los religiosos. Su-
cedió haber ido por custodio de esta provincia el padre
Fr., Alonso de Ortega, y sin tener poder para ello (dí-
cese que por particulares conveniencias suyas de em-
parentar con el bachiller Aguilar por medio de cierto
casamiento, el cual después no se consiguió) hizo
convenio de que se le diesen cuatro doctrinas
* de las que pedia, y que cesase el pleito. Como
el consejo vio que 'el custodio de la misma provincia
venia en aquello, y el bachiller Aguilar instaba tanto,
le proveyó un auto en veinte y nueve de enero de
mil seiscientos dos años, en que se mandó poner á la
clerecía en posesión de las cuatro doctrinas, Hocabá,
Tixkokob, Iehmul y Tixchel, y cédula real que en
cumplimiento de él se libró.
Cuando se hizo notorio este auto así á los enco-
124 HISTORIA DE YUCATAN.

mencleros como á los indios, reclamaron y suplicaron


de él para que se sobreseyese en su ejecución. Los indios
presentaron una petición firmada de los caciques,
gobernadores y alcaldes de los pueblos ante el
gobernador de estas provincias, en que manifestaron
bien su sentimiento por estas palabra^: "Decimos que á nues-
tra noticia ha venido cómo S . M . ha mandado que los
padres religiosos de la orden de S. Francisco dejen la
doctrina que tienen á su cargo, y los dichos pue-
blos, por la relación que el bachiller Sánchez de
Aguilar hizo al consejo, diciendo que los clérigos habían,
morado siempre, y tenido la doctrina del dicho pueblo
y provincia, lo cual no pasa así, y fué siniestra rela-
ción. Porque los que tomáronla primera posesión del di-
cho pueblo y provincia, y moraron en ella y doctri-
naron á los indios, fueron frailes de S. Francisco, por el
año de 548 pasado, que fué cuando se comenzó la con-
versión cielos naturales, y se bautizaron y tornaron cris-
tianos, y primero poblaron la casa y convento de Hoca-
bá, que es el convento de Izamal. Y habiendo referi-
do otras cosas, prosiguen después. Y si después acá, como
el dicho Sánchez de Aguilar informó, hubo clérigos
en el dicho pueblo de Hocabá y su provincia, fué de
prestado, por falta de religiosos, y no permanecieron
en ella ni predicaron á los naturales la palabra de Dios,
porque no sabian la lengua de los naturales. Y cuan-
do á estas provincias vino el obispo D. Fr. Diego de
Landa, como ya habia copia de frailes, poblaron otra <
vez la dicha casa de Hocabá, y la han tenido y es-
tado en ella hasta ahora. Y nosotros con mucha vo-
luntad les hicimos la dicha casa y convento con nues-
tro sudor y trabajo, y hacienda de nuestros subditos,
para que los dichos religiosos morasen en ella, y nos
1

doctrinasen con voluntad y beneplácito, que para ello


hubo de su majestad. Y así es nuestra voluntad que
los dichos religiosos vivan y moren en ella, y no otra
LII5JU) OCTAVO.

persona alguna, pues para ellos, como dicho es, lo hi­


cimos. Y en decir que se manda que los dichos re­
ligiosos se despueblen de la dicha casa, y dejen la doc­
trina á nosotros, nos pesa mucho y estamos muy des­
consolados, porque tenemos amor á los dichos religio­
sos como padres, y ellos nos aman como ú hijos. Otro
sí: presentamos la información ó relación, juntamente
con esta petición, de cómo los religiosos de la orden de
S. Francisco fueron los que primero predicaron la pa­
labra de Dios en el dicho pueblo y provincia, y bauti­
zaron á los naturales de ella, la cual relación dan al­
gunos viejos de la dicha provincia. ' :

Esta información,' que dicen presentaban, contenia lo


mismo que su pedimiento, y los testigos cíe ella dicen:
"que el primer religioso que fué al dicho pueblo de Ho­
cabá, se llamaba Fr. Luis de Villalpando (de quien lar­
gamente queda tratado en el libro quinto) y que enton­
ces no habia casa de piedra en que pudiesen morar los
religiosos, y que no habia algún indio bautizado, ni sa­
bían qué cosa era ser cristianos, hasta que el dicho
religioso los predicó, doctrinó y bautizó, y que en
su lugar, porque se fué á otra parte, sucedió Fr.
Diego de Landa, que después fué obispo, y que
luego le sucedió Fr. Francisco de la Torre, y des­
pués Fr. Roque y otros religiosos. Dicen también que
el padre Fr. Lorenzo de Bienvenida pobló la casa de
Homun, y que cuando la pobló no habia pueblo, sino
que era todo despoblado, (y esta es otra de las doc­
trinas que piden), y que estando el sitio lleno de ar­
boleda, el dicho Fr. Lorenzo le hizo desmontar y poblar,
donde acudieron á la doctrina de los religiosos los indios.
Y que ya después de estar bautizados, vinieron algu­
nos clérigos al dicho pueblo de Hocabá, y estaba ya
hecho el convento de los dichos frailes, y los clérigos
les decían misa solamente, porque no sabían la lengua
de los naturales de la dicha provincia." De esto que
том. п. 17
126 .HISTORIA ÜE VUCATAN.

los indios dijeron ve hubia hecho iníbrmacion jurídica


siendo provincial el R. P. Fr. Thonié de Arenas; y
á petición suya por el obispo D. Fr. Diego de Lauda
, examinados los testigos en siete y catorce dias del mes
de julio de mil quinientos setenta y cuatro años, de
que hay traslado autorizado en pública forma en el
archivo nuestro de ia provincia.
En conformidad de uno y otro, se halla en las ta-
blas originales de las elecciones capitulares de ella,
que Fr. Diego de Lauda que dicen sucedió en la pre-
dicación evangélica al santo P. Fr. Luis de Villalpan-
do, fué as.ignado por compañero del P. Fr. Lorenzo
de Bienvenida, primero guardián del convento de Iza-
mal electo en el capítulo que primero se celebró el año de
mil quinientos cuarenta y nueve, y continuado en la
congregación siguiente del año de cincuenta y uno. Y los in-
dios dijeron que la casa de Hocabá era por aquel tiempo,
y después, de la administración del convento de Iza-
mal de donde fué electo segundo guardián el mismo Fr.
Diego de Landa, año de cincuenta y tres, hasta el de
cincuenta y seis, y por todo aquel trienio les continuó
la predicación evangélica. A l padre Landa sucedió el
santo Fr. Francisco de la Torre, como dicen los in-
dios, ele.cto año de cincuenta y seis. Estuvo hasta la
congregación del de cincuenta y siete, y el padre Fr.
Roque (que dicen) no.le sucedió inmediatamente, sino
el padre Fr. Hernando de Guevara, y á éste le vol-
vió á suceder el año de cincuenta y nueve el dicho
padre Torre, y en la congregación del año de sesenta
fué electo guardián el padre Fr. Roque (que dicen los
indios) y tenia por alcuña de la Ventosa, y lo fué hasta el
año de sesenta y uno, que habiéndose hecho la erección
de esta provincia, se celebró el primer capítulo provincial,
y haciéndose erección del convento de Homun en este
mismo capítulo, por estar tan cerca de él Hocabá, y Iza-
mal mas distante (como se ve), se ordenó perteneciese
T.IIÍHO, OCTAVO. 127

á su administración; como dicen los indios. Deispr.es


•Hocabá se hizo convento, habiendo yá nías religiosos,
y aunque las tablas de la congregación del año ele se-
tenta y dos, y capítulo del de setenta y cuatro, no pa-
recen, en la del, de setenta y seis consta que yá era
convento, su guardián el padre Fr. Pedro de Oñate,
y se continuaron hasta que, como se va diciendo, el
año de mil seiscientos dos mandó S. M. que con las
tres referidas se diese la posesión de ella á la clere-
cía.
Los encomenderos viendo el pleito que se movia
jiara despojar álos religiosos de las doctrinas que siempre
habían estado á su cargo, habían hecho un pedimento á 17 do
setiembre de 1602 años, alega ndo.lo mismo que los indios
dijeron en el suyo, y que lo que se alegaba en el con-
sejo carecía de relación verdadera, como lo era decir:
"Q,ue el obispo Landa habia despojado á los clérigos
de las doctrinas que tenían, no siendo así, porque por
cédula real del año de quinientos sesenta, tenían los
religiosos todas las doctrinas que los clérigos les pe-
dian. Y que el dicho obispo Landa vino á esta pro-
vincia y obispado trece años después, que fué por el
de setenta y tres,, y que así dicho auto y cédula, que
en virtud de él se despachó, habia sido con siniestra
relación. Y que demás de ser grandes los daños que
á los naturales se les siguieron de la dicha novedad
que se pretendía, no. era justo que á los religiosos que
desde la conquista de esta tierra bautizaron y sacra-
mentaron á los naturales, y los habían conservado y
conservaban en la cristiandad que tenían, se los qui-
ten para darlos á quien no los ha de tener con el con-
suelo con que los religiosos los tenian, ni acudir ásus
trabajos y hambres con el cuidado y puntualidad que
v
los religiosos." Otras cosas añaden á lo dicho, que aun-
que son en nuestro favor, por la reverencia debida al
estado clerical no las refiero, aunque el pedimiento es-
128 HISTORIA DE Yl'CATAX.

tú. con los demás papeles del pleito en el real conse-


jo de las Indias.
En comprobación de lo que dicen los encomenderos
en este pedimento, que por el año de sesenta tenían
los religiosos todas las doctrinas, -dos antes que viniese
el obispo Toral, diré lo que hallé en las probanzas de
Hernando Muñoz Zapata (leyendo cuantas pude de los
conquistadores, para escribir la conquista de esta tier-
ra en la forma que dije desde el segundo libro.)
Cúpole al dicho conquistador en el repartimiento ge-
neral, cuando se acabó la conquista, la encomienda
de indios del pueblo de Texul, de la otra parte de la
•sierra. Cuando visitó esta tierra el oidor Tomas Ló-
pez (como se dijo) mandó que bajasen de detras de la
sierra y montañas, donde vivían aquellos indios, al si-
tio y llano de Oxkutzcab, para que allí los doctrina-
sen nuestros religiosos del monasterio de Maní, de don-
de dista dos leguas. La causa porque lo mandó el oi-
dor se dice en aquella probanza ser: Porque no había
clérigos en aquella sazón en estas ¡provincias, que administra-
sen y doctrinasen á los indios. Y á se dijo cómo el oi-
dor Tomas López visitó esta tierra el año de cincuen-
ta y dos. Hizo esta probanza Hernando Muñoz Za-
pata por el mes de noviembre de 1567 años, (cuando
vivia el obispo Toral, que dicen las dio á los clérigos,
y si así fué, despojó á los religiosos de ellas para dár-
selas, y no por el contrario), porque corría riesgo
no se dijese cómo estaban los indios en otro si-
tio que no eran los que le habían cabido en el repar-
timiento general de la conquista. Los testigos que ju-
raron , lo dicho en la probanza, fueron Francisco de
Bracamonte maestro de campo general de la conquis-
ta, Juan Vela alférez mayor de ella, Juan de Aguí-
lar alférez mayor de la caballería, el capitán Juan de
Contreras, el capitán Gómez ele Castrillo, Diego Brise-
ño, Alonso Rosado, Rodrigo Alvarez alcalde de Mérida
UBR0 OCTAVO. 129

cuando el rebelión de los indios orientales de Valla-


dolid, el capitán Francisco de Montejo que pobló la di-
cha villa, el capitán Francisco Tamayo Pacheco yá
regidor perpetuo de Mérida, y Fernando de Bracamon-
te alcalde ordinario de ella cuando se hizo la proban-
za. La cual ni es para cosa 'tocante á los religiosos
como se ve, ni los testigos oculares que lo afirman de
dentro de la religión. Todos fueron conquistadores: véa-
se si sabrían bien quién habia convertido y doctrinado
á los indios, y cuyas habían sido las doctrinas, i
Hallóse convencido con esta verdad el bachiller Va-
lencia, cuando el año de seiscientos treinta y siete es-
cribió la relación que fué al consejo refiriendo cómo el
año de mil quinientos cuarenta y seis volvió el ade-
lantado á esta tierras dice: "Advocó en sí el gobierno de es-
ta tierra, y en esta ocasión trajo á ella cinco religiosos
de S. Francisco, que fueron los primeros que vinieron
á la predicación del Santo Evangelio y administración
de los naturales, por cuanto no habia mas ministro que
el padre Francisco Hernández clérigo presbítero, que
sirvió valerosamente en toda la conquista, sin salvar un
punto en las obligaciones de buen ministro, ni huir el
rostro á tantas dificultades como se han referido, antes
permaneció en esta provincia hasta el fin de sus dias,
esperando el premio de sus trabajos donde los habia
padecido. Y como él era solo, y no podia acudir al
ministerio de tantas almas, acudiendo á dar aviso al
adelantado para qne trajese ministros, y así lo hizo."
Y prosigue diciendo que fueron los religiosos referidos
en el libro quinto capítulo primero.

•o
130 HISTORIA DE YUCATÁN.

CAPITULO SÉPTIMO

Dkp.se el estado presente del litigio, con que se hace men-


ción de algunos ministros clérigos y religiosos.

Que el padre Francisco Hernández, clérigo presbí-


tero, vino con los conquistadores cuando dieron prin-
cipio á la conquista, ya queda dicho cuando
se trató de ella. Pero cuánto descontento diese
al rey que el adelantado no hubiese traído consigo re-
ligiosos se manifestó por la cédula real de veinte y dos de
setiembre de mil quinientos treinta años, dirigida á la audien-
cia de México, pues dice la reina. " Y o soy informada que
Francisco de Montejo nuestro gobernador de la provin-
cia de Yucatán é Cozumel, no ha cumplido lo que
por nos le fué mandado y era obligado, no llevó reli-
giosos que habia de llevar á la dicha tierra, ni los hay
allí, lo cual es grande estorbo para los naturales de la
dicha tierra, que es nuestro principal intento &c." Yá
esta cédula se refirió toda en el libro segundo, y por
esto no la prosigo. Cuan poco se habia tratado de
la conversión de los indios de esta tierra por el año de
mil quinientos cuarenta y cuatro, lo refiere el padre
Remesal en su historia de Chiapa, y queda dicho en
esta, como se ha visto, y también cómo desde que vinieron
nuestros religiosos, que dice el bachiller Valencia en
su relación, tuvo efecto la conversión de los indios,
quedando todos por el Santo Bautismo que les dieron,
hijos de nuestro Santa Madre Iglesia Católica Romana.
Véase lo que queda dicho en el libro tercero. De-
mas que no parece necesario sutilizar mucho el dis-
curso para entender que en los mismos tiempos que el
señor emperador Carlos Quinto tuvo tan especial solici-
tud que no pasasen clérigos seculares á estos reinos
si no eran de vida muy aprobada, como refiere el padre
Torquemada en su Monarquía indiana, en esos mismos
MíiKO OCTAVO. 131

tiempos hubiese en esta tierra tantos clérigos como


dicen.
Ni en el libro de gobierno antiguo donde están copia-
das las presentaciones que los gobernadores en nombre de
nuestros reyes han hecho, y colación del prelado eclesiásti-
co, se halla alguna de tales clérigos hasta el año de
mil quinientos ochenta y siete, que según el real pa-
tronato presentó Antonio de Voz Mediano, gobernador
que era, al bachiller Bartolomé de Herrera, para el
beneficio de la villa de Valladolid, y desde allí todos
están escritos. En todo el pleito no hay nombre algu-
no de clérigo á quien se quitasen estas doctrinas, y
no parece que que el deán Miranda, que hizo la pri-
mera información de este pretenso despojo, ignorase quié-
nes habían sido los despojados, y pusiera sus nombres
en ella para mayor calificación de la verdad si lo fuera,
pues hizo la información luego que murió el obispo Lan-
da, que fué quien dijo quitó las dichas doctrinas á
los clérigos. No habia mas de ocho años que pasó
de esta presente vida el obispo Toral, que fué el que
dijo se las dio. ¿Cómo en tan breve tiempo se borró de la
memoria de los hombres quiénes fueron? Y _si la pose-
sión habia sido antes, admira mas, pues vivían tantos que
los habrían visto en ellas. Una de las cuatro doctrinas
que en la ocasión del año de seiscientos dos se man-
dó dar, fué la de Tichel. Esta por el año de mil qui-
nientos sesenta la administraban los religiosos. Consta
poique sacaron en favor de aquellos indios una real
provisión, para que no tuviesen los españoles osadía de
agraviarlos, y queda referida en el libro sexto, y está original
en nuestro archivo, y no la solicitaran los religiosos si
no fueran indios de su administración La cautela con
que en esto se ha procedido, se manifiesta mas, pues n-
tra de las doctrinas que piden en el pleito es lá de Ti-
zimin con Sucopo. Yá queda dicho lo que su-
cedió en tiempo del obispo D. Fr. Gregorio de Montalvo
132 HISTORIA DE YUCATÁN.

pues cuando quitó el pueblo de Sucopo para el


beneficio de Cliancenote que le dieron los reli-
giosos, era mas eficaz alegación decir que le res-
tituya ala clerecía, por habérsele quitado su antecesor
Landa, que no que le quitaba á los religiosos para en-
grosar el beneficio por ser corto, ni habiendo sucedido
el despojo tan pocos años antes podia ignorarlo. En
el tiempo que voy refiriendo, cuando el obispo Iz-
quierdo con tanta instancia pidió en el consejo el año
de quinientos noventa y ocho se nos quitasen estas
doctrinas, vivia D. Leonardo González deán actual, y
que en tiemqo del obispo Toral era tesorero, que no
podia ignorar qué beneficios hubiese dado en su tiem-
po á los clérigos, y no dejaría de preguntárselo si hu-
biese sido así, para hacer información, como de
causa principal que habia de mover á la restitución
del pretenso despojo de que la pedia. Cuando el
bachiller Aguilar hizo la información para ir á España
(como fué con ella) era beneficiado actual de Chance-
note, y sin duda conociendo allí la verdad, porque lo
preguntaría á muchos indios que habia vivos, no prosi-
guió haciendo información de que el obispo Toral dio
aquellas doctrinas á los clérigos, como hizo la primera
el deán Miranda. Ni hubo forma especial de la obser-
vancia del real patronato, hasta que por cédula de do-
ce de junio de mil quinientos setenta y cuatro años,
dirigida á D. Martin Henriquez, virrey de la Nueva
España, se dio la que se debia observar en la
presentación y colación de las doctrinas. El virrey la
hizo notoria al obispo de estas provincias, por un es-
crito dado en México á siete de enero de mil quinien-
tos setenta y cinco, y como se ha dicho no parece hubo
presentación, que hacerse en esta forma hasta doce años
después, que fué el de ochenta y siete. Finalmen-
te, mediante el concierto referido en el capítulo ante-
cedente, quedó la posesión de las dichas cuatro doc-
LIBRO OCTAVO. 133

trinas en la clerecía, y aunque la provincia reclamó


no habia tenido poder el custodio para hacerle, y se
despacharon diversas cédulas pidiendo informes sobre
la verdad de lo sucedido, se han quedado en ellas.
Con la cautela que se comenzó se dejó, desde a-
quel año de mil seiscientos hasta el de treinta y nue-
ve, en que sin dar parte,' ni citar á la provincia, ha-
ciendo instancia en el real consejo de las Indias, los
señores de él en once de agosto pronunciaron un au-
to en que amparando á la clerecía en la posesión de
las cuatro doctrinas, de que mediante el concierto (sin
poder para él) fueron despojados los religiosos, se les
mandaban dar las seis doctrinas mas que pedían. N o
llegó á ejecución este auto, por la súplica que de él
hizo esta provincia, alegando la justicia que tenia, y
quedó suspenso hasta el año de seiscientos cuarenta
y tres, que fué el R. P. Fr. Antonio Ramírez, pro-
vincial pretérito, por custodio al capítulo general, y lle-
vó poder como procurador para todas las causas de
esta provincia. Con él presentó en el real consejo de
Indias un informe muy docto, ajustando el hecho y el
derecho, que hizo el doctor Márquez de Cisneros, y
se dio á la estampa, en que alega lo mas que se ha
dicho en estos capítulos, aunque no con tanta indivi-
duación, por falta de instrumentos, y aquellos señores
redujeron el negocio á forma de justicia, porque hasta
ahora parece habia andado indiferente á ella, ó á la
de gobierno, como materia que depende de la voluntad
de S. M., que Dios guarde, darlas á quien fuere ser-
vido, pues sin ella ninguna parte tiene derecho, como
consta de la cédula de su real patronato, siendo como
son ad nutum amovibles.
Despachóse real provisión dada en Zaragoza á vein-
te y seis días del mes de marzo de mil seiscientos cua-
renta y cinco años, en que se mandó á ambas partes
hacer información jurídica, con citación la una de la o-
TOM, ii. 18
134 HISTORIA DE YUCATAN.

tra, para que se alegase la justicia que tienen en pre-


tensión tan prolija, oscurecida con el tiempo. Para ha
cer la de la provincia, me nombró á mí por su procu-
rador, y la hice como se ordenaba, según lo que pu-
de con la poca noticia que entonces tenia de las co-
sas de esta tierra, y se remitió al real consejo de las
Indias. Si en aquel tiempo tuviera la comprensión de
las cosas sucedidas, que con escribir esta historia des-
pués he alcanzado, se hubiera actuado de forma que
con toda claridad constara á los señores de él que en
via jurídica los despojados somos los religiosos; pero
finalmente entonces hice todo lo que pude. Parece que
pasados los límites, ó mezclado historia con informe, pe-
ro ¿á quién no se le hiciera pesada carga llevar que
lo que sus padres y predecesores trabajaron en servi-
cio de ambas majestades, como lo hicieron nuestros
religiosos fundadores de esta provincia, reduciendo ellos
solos á todos los naturales de ella, quieran otros dar
á entender, solo con decirlo, que fueron los ejecutores
de tan gloriosa acción, sin mostrar otro instrumento au-
téntico y verídico, ni asignar nombre particular de quién
la obrase, y decir que les tenemos quitado lo que me-
diante la real voluntad siempre ha sido administración
nuestra?
No se ha dejado piedra (como suele decirse) que
no hayan movido contra nosotros en este pleito, hasta
alegar que los religiosos no sabían la lengua de los na-
turales, que fué como decir que el sol á medio dia no
da luz, sin tener impedimento alguno. El santo padre
Villalpando supo tan presto el idioma, que pareció in-
fusión milagrosa, y hizo arte de él, con que admiró á
los indios. Perfeccionóle el padre Landa, después obispo,
que aun le aprendemos por él los que venimos de España,
si bien mas recopilado, y es adagio común decir que
es lengua de cocina la que no se habla conforme á él.
E l padre Fr. Antonio de Ciudad-Real, con trabajo de
LIBRO OCTAVO. 135

cuarenta y seis años, compuso un vocabulario, que lla-


man Calepino por su grandeza, donde no hay cosa es-
cogitable que falte, obra que llenó mas de mil doscien-
tos pliegos en limpio. El padre Solana compuso ser-
monarios de dominicas y santos, y un vocabulario pe-
queño. El padre Torralva otro sermonario de domini-
cas y santos. El padre Coronel, que murió poco ha,
dio á la imprenta en México un tomo de pláticas es-
pirituales y misterios de la fé, cartilla que contiene to-
da la doctrina cristiana, confesonario para los nuevos
ministros, y arte reducido á mas breve método. De es-
tos escritos se han valido todos los ministros, así clé-
rigos como religiosos, para ser perfectas lenguas, y to-
dos sus autores han sido venidos de España. Pues los
nacidos en esta tierra que han entrado en la religión,
bien notorio es cuan grandes lenguas han sido y son,
ni mi cortedad bastará para la ponderación que sé les
debe. Los mas maestros de la lengua han sido veni-
dos de España. No entiendo cómo se pudo afirmar,
porque alguno ó algunos no la supiesen, (no he olvida-
do una cédula real que dejo referida, ni presumo se
libró sin causa, pero otra semejante vino para la cle-
recía), que en común los religiosos la ignoraban.
Ni por ésto digo que habiendo comenzado á mul-
tiplicarse la clerecía, no ha habido en ella grandes mi-
nistros • muy peritos en el idioma de los indios,
y personas de muchas y conocidas letras. Han
llegado á mi noticia las del dicho bachiller D. Pedro
Sánchez de Aguilar, que después de este pleito se gra-
duó de doctor: fué deán de esta catedral, provisor de
este obispado, y murió canónigo de las Charcas, cuyo
informe contra los idólatras tantas veces he citado, lle-
no de erudición y celo católico, para autorizar estos
escritos. Conocí al bachiller Valencia, cuya relación
tantas veces nombro, y al doctor Cano, teólogos y lu-
cidos predicadores de españoles, naturales ambos de la
i: 56 HISTORIA t>E yl'CAT.W.

villa de Valladolid eti este reino. Viven de presente


el bachiller Bartolomé Gómez, gran ministro y muy an-
tiguo, sacerdote muy recogido y ejemplar, beneficiado
actual del partido de Tixkokob. El bachiller D. Agus-
tín de Magaña, que estudió en la real universidad de
México, y fué colegial del colegio de Santos, persona que
en los actos literarios de filosofía y teología le vi, sien-
do yo lector actual, siempre desempeñar con mucho luci-
miento la obligación en que el ser hijo de aquella in-
signe universidad le tiene puesto, y es hoy beneficiado
del partido de Yaxcabá. El bachiller José de Espino-
sa, que lo es del de Ichmul, estudió filosofía y teología
en nuestro convento de Mérida, saliendo muy lucido es-
tudiante, y no menos aplaudido en la predicación de
españoles. Fué su condiscípulo el bachiller Francis-
co Chacón de Aguilar, beneficiado que es del partido
de Hocobá, y ambos se graduaron en el colegio de la
compañía de Jesús por su suficiencia, habiendo acaba-
do sus estudios. El bachiller don Fernando Pacheco
es beneficiado del partido de Sotuta, y el bachiller An-
drés Márquez, sacristian mayor , de la santa catedral
de Mérida, ambos mis discípulos del curso que leí de
filosofía, y el último el mejor estudiante que en
él tuve. Todos son nacidos en la ciudad de Mé-
rida de este reino, y otros, que fuera demasiada
prolijidad referir en este lugar, si bien unos y
otros dignos de mayores dignidades, así por su sufi-
ciencia, como por ser de gente calificada. No es dig-
na de pasar en silencio la memoria del padre D. Eu-
genio de Alcántara, que murió poco ha. Fué natural de
Madrid, y viniendo á esta tierra, reconocido por la ma-
yor-lengua de estos, tiempos, celosísimo de la mayor
cristiandad de los indios, de su mayor útil temporal,
caritativo mucho con ellos, y cuidadosísimo del ador-
no del culto divino. Fué examinador sinodal de la len-
gua, y murió beneficiado del partido de Hoctun. Y así
LIBRO OCTAVO. 137

no se puede negar que lo que se hallan sabido de la


lengua los nacidos en esta tierra, por hablarla antes que
la castellana, no puedan alcanzarlo con el trabajo los
que vienen de fuera, como se experimenta, y de todos sea
Dios bendito, hay religiosos en esta provincia que son
muy grandes lenguas.

CAPITULO OCTAVO.

Cómo se intentó reducir á los indios infieles de la Bahia


de la Ascensión, y desgracia por que no se consignó.

Consta de las historias generales de la Nueva España,


y del primer libro de esta, cómo desde que el ínclito D.
Fernando Cortés hizo su viaje, que llamaron de las
Hibueras, á tierra de Honduras, se sabe que en las que
confinan á esta por la parte del mediodía, y por allí
al oriente, hay cantidad de indios infieles, y aunque en
diversas ocasiones se ha intentado reducirlos, no ha
tenido efecto, permitiéndolo así nuestro Señor por
las causas que no alcanzarnos. Gobernando estas
provincias Alonso Ordóñez de Nevares, se trató de
pacificar los indios de la bahía de la Ascen-
sión, y para hacer aquel viaje dio su poder, en trece de
enero de mil quinientos noventa y cinco años, ai capi-
tán Ambrosio de Arguelles, vecino de la villa de Va-
lladolid, para que fuese personalmente á hacer aque-
lla pacificación. La causa que le movia dijo ser: "Por-
que ademas de los servicios que al rey tenia hechos,
en prosecución de ellos por aumentar mas señorío á
la corona real, y porque nuestra santa fé católica mas
se aumente, quería hacer entradas en la bahía de la
Ascensión y en otras poblaciones de indios idólatras,
HISTORIA OK YUCATAN.

que están por conquistar, y para tomar razón de la


disposición de la tierra y bahía, y procurar la pacificación
de ella, lo cual quiere hacer á su costa." Diósele autoridad
para que juntase la gente de á pié y de á caballo que
quisiese, 6 hubiese menester, y para que hiciese el via-
je por mar, ó por tierra, como mejor le pareciese, y
para que reconocida la disposición de la tierra, la gen-
te y población que en ella habia, por los mejores me-
dios y orden que se pudiese, fuesen reducidos aque-
llos naturales á nuestra santa fé y á la corona real
de Castilla, con orden de que fuese dando aviso al go-
bernador de lo que fuese sucediendo, para que según
ello proveyese lo que mas conviniese al servicio de S.
M. Para los gastos le señaló una ayuda de costa con
que pudiese mejor ejecutarlo.
Aquel mismo año de noventa y cinco, parece
haber gobernado estas provincias algunos me-
ses el licenciado Pablo de las Higueras Cer-
da, con título de alcalde mayor, porque á sie-
te de julio confirmó este asiento en la ciudad de Mérida, en
la misma forma que le habia hecho el gobernador Alonso
Ordóñez. Solamente he hallado esto en este título, y
así antecedentemente no traté de este gobierno entre A -
lonso Ordóñez y D. Carlos de Samana y Quiñones, por-
que no habia llegado á mi noticia, y yá dije no hay
libro de cabildo de la ciudad de Mérida que corres-
ponda á aquel tiempo, ni el bachiller Valencia hace
de él mención en su relación. Venido á gobernar D. Car-
los de Samano y Quiñones, confirmó ambos nombramien-
tos en la misma ciudad, por auto suyo de siete de se-
tiembre de mil quinientos noventa y seis años.
Aunque el capitán Ambrosio de Arguelles permane-
cía en el deseo de ejecutar esta pacificación, se dilató
hasta que después gobernando D. Diego Fernández de
Velasco, cuyo tiempo se va refiriendo, se trató de ello
con mas veras. Significó el capitán al gobernador las
LIBRO OCTAVO. 139

causas de la dilación, que dijo ser: Porque los oficia-


les y soldados que tenia nombrados y pretendía llevar pa-
ra la jornada, ponían excusas y dilaciones, diciendo que
no sabían la gratificación y la remuneración que ha-
bían de tener por el trabajo y riesgo á que se expo-
nían. Y que aunque cuanto era de su parte estaba
aprestado para con la voluntad de Dios hacer la dicha
jornada y la entrada, la retardaba lo dicho, de que se
le recrecían muy grandes gastos, y que parece tendría
el fin deseado si en nombre de S., M. se capitulase
lo siguiente
"Primeramente, que pudiese nombrar alférez,, sargen-
tos é otros oficiales de guerra, y hacer gente, así en
la ciudad de Mérida, como en las villas de Valladolid,
Campeche y Bacalar, poniendo bandera, según el orden
que en lo militar se acostumbra.
"Q,ue los indios que redujese, los pudiese juntar en
una, dos, tres ó mas poblaciones, y ponerlos en modo
de repübliga, para que así poblados pudiesen susten-
tarse con mas facilidad, y ser .mejor industriados en
nuestro Santa Fé Católica por el religioso que para
el efecto fuere en la dicha jornada.
"Q,ue para la gratificación, así de los oficiales, como
de los soldados, la mitad de los indios que se redu-
jesen, se le diesen en encomienda al capitán con nue-
vo título, no obstante la que tenia en esta tierra, por
ser corta su renta. Y que la otra mitad se repartiese
en dos partes, la una en los oficiales de guerra, y la
otra entre los soldados que el capitán señalase, con tal
que su majestad se sirviese de confirmarlo, y hacer la
merced que suele á las personas que en semejantes
servicios suyos se ocupan.
" Y si pacificada la tierra de la bahia de la Ascensión,
hubiese comodidad de pasar adelante, y llegar á la de los
indios Ytzaes, que es en tierra firme de esta provin-
cia, entre ella y la de la Vera-Paz y Tabasco, pudie-
140 HISTORIA DE YUCATÁN.

se entrar en ella á reducirlos, por ser tan perniciosos


con su vecindad, no solo viviendo ellos en su infide-
lidad y idolatría, pero recogiendo á muchos bautizados,
que de esta provincia se huyen á ellos á vivir en sus
ritos y ceremonias gentílicas, y los encomendase, según
el capítulo antecedente. Con tal que esta pacificación
la hiciese en todo el año de seiscientos y dos, por
la brevedad necesaria en atajar el daño referido. Pero
no haciéndola, reservó el gobernador la autoridad de
nombrar otra persona en *nombre de S. M. Y asimis-
mo facultad de hacer esta entrada y descubrimiento por
las partes y lugares de mar y tierra que le pareciesen mas
convenientes, y que los indios que en prosecución del
dicho viaje redujese, pudiese hacer de ellos según que
de los demás contenidos en los capítulos de arriba le
era concedido, con el mismo aditamento de que el rey
nuestro señor lo confirme." Esta capitulación se hizo
en la ciudad de Mérida á veinte y tres dias del mes de
noviembre de mil seiscientos un años, por ante Luis de
Torres escribano público.
Dado este asiento, los oficiales y soldados que has-
ta entonces habian estado remisos en la ejecución del
viaje, se animaron y dispusieron con diligencia para
hacerle, con la esperanza que se les daba del reparti-
miento y encomiendas que habian de conseguir pa-
cificando aquellos naturales. Grandemente alienta los
ánimos el premio á la vista para la tolerancia de los
trabajos, como el verlos sin remuneración desanima cuan-
do no se exponen á ellos por Dios puramente.
Habiendo parecido mas conveniente hacer este viaje por
mar, compró el capitán una fragata de buen porte, la
cual proveyó de todas las armas necesarias, pólvora y
munición bastante, hachas y machetes para abrir cami-
nos. Llevaba determinación de sondear todas aquellas
costas para traer razón de ellas, y así compró una lan-
cha larga y cuatro canoas, con que se hicieron dos fal-
LIBRO OCTAVO. 141

cas para discurrir por todas las ensenadas, y que juntamen­


te sirviesen para salir á tierra. Aunque todo estaba >
prevenido, no dieron los tiempos lugar para salir, por­
que los nortes eran muy recios y continuos, y cualquie­ '
ra embarcaciones peligran mucho con ellos en aquella
parte de mar, por ser lo mas costa brava (que lla­
man) y haber muchos bajos y arrecifes.
Pasado el rigor del invierno y llegado el febrero de
mil seiscientos y dos, puso el capitán Ambrosio de
Arguelles toda diligencia en salir á su viaje, y el go­
bernador le dio todo favor, mandando á las justicias
de Valladolid, C ampeche y Bacalar, y á las de los
pueblos de indios de esta gobernación, le diesen toda
la ayuda necesaria, pagando lo que pidiese en reales,
conformé á los aranceles. Juntóse la gente en el
puerto de C uyo, ó Rio de Lagartos, de donde salieron
para doblar la punta de C abo de C atoche, adonde era
su derrota. Aunque capituló llevar religioso consigo,
no parece haberle llevado, sino, un clérigo llamado
Francisco de Aguirre, de quien poco ha se hizo men­
ción en el capítulo quinto; y aunque salieron con
buen tiempo, no hubo el suceso que se deseaba. Do­
blando la punta de C atoche para dar la vuelta al
mediodía, pareció una vela, que luego que los descubrió
enderezó la proa á ellos. Por si eran enemigos se
previnieron al combate, y lo hubieron menester porque
acercándose reconocieron ser navio grande, con mucha
artillería gruesa y al paracer extranjero. El los cer­ ,
tincó, porque llegando á tiro dieron voces diciendo
amainasen por Inglaterra y se rindiesen. Los de nues­
tra fragata, que no estaban de ese paracer, dieron la
respuesta con las pelotas de la artillería, y recogidas las
embarcaciones pequeñas al abrigo de la fragata, la dis­
paró la nao de los ingleses toda la una banda de ar­
tillería, conque la maltrató en gran manera, y acercán­
dose mas, desarboló á nuestra fragata, con que se halló
том. и. " 19
142 HISTORIA DE YUCATÁN.

desaviada. Abordáronla, y los nuestros hicieron stl


esfuerzo defendiéndola, pero eran muchos los heridos,
aunque uno solo había muerto, con que hubieron de
rendirse á la pujanza de los enemigos, de los cuales
hubo también algunos heridos. Rendida la fragata, se
apoderaron de las armas y bastimentos que en ella ha-
llaron, y cambiando de su gente se la llevaron, echando
íi los nuestros en la playa. A l cabo de tres meses
como habían salido de la ciudad de Mérida, volvieron
á ella pobres y robados, donde contaron el desgraciado
fin de su embarcación y jornada. El capitán con
esta perdida quedó muy gastado y empeñado, y los
soldados cada uno se volvió á su casa, viendo que
por entonces no habia orden de volver á salir, ni hasta
hoy se ha hecho, con que aquellos" naturales se que-
daron como estaban. ' Aunque al intento principal no
se consiguió mas feliz suceso que el referido, resultó
otro bien que no se imaginaba, ordenándolo la Divina
Providencia por medio para la conversión de otros in-
fieles, cuya reducción se esperaba necesitase de las armas,
y aun con ellas ser la última de lo que podia preten-
derse, como se dice en el capítulo siguiente.

: O <

CAPITULO NOVENO,

Vienen unos indios infieles á pedir el Santo Bautismo 1

y enseñanza de la doctrina cristiana.

Tiénese por cierto, per muchas experiencias que en


esta. tierra se han visto, que no se trata materia al-
guna tocante los indios, y en especial de reducción, que
luego no corta la vofc entre ellos, y llegue la noticia
LU3R0 OCTAVO, 143

á los infieles vecinos. Y no hay que admirar, cuan-


do se tiene por cierto que los de estas provincias se
comunican con ellos muy de ordinario, llevando ma-
chetes, hachas, sal y otras cosas que de por acá no
tienen, y rescatan cera y de las que por allá cogen.
Ofrece ocasión para esto la poco distancia, y ser los
indios naturalmente inclinados á penetrar los montes.
Como el viaje referido en el capítulo antecedente se
dilató tanto, hubo mas causa para que plegase á su
noticia, y con ella los indios de las montañas que
llaman de Sacalum, que caen á lo occidental respecto
de la bahía de la Ascensión y como al mediodía de
la ciudad de Mérida y villa de Campeche, entre esta
tierra y la de la Vera-Paz y (ioatemala, temieron que
sujetados aquellos, habían de bajar los españoles cor-
riendo la tierra, y con la violencia de las armas suje-
tarlos á ellos, porque pacificados los otros, no les que-
daba refugio donde poder retirarse ni esconderse. Habia
entre aquellos infieles gran número de bautizados fugi-
tivos, que, por vivir con la libertad que los otros les
permitían, se habían acogido á ellos, y muchos que
sabían leer y escribir, y aun hablar español, por haber
sido sacristanes y cantores de sus pueblos en esta pro-
vincia, los cuales temían mas,. como quien se hallaba
con mayor culpa. Estos persuadieron á los infieles,
y convinieron unos y otros en que el mejor medio para
excusar el rigor de las armas y las incomodidades que
á ellos, á sus hijos y mujeres amenazaba la guerra,
era venir á entregarse, dando la. obediencia al goberna-
dor, y pedir ministros doctrineros que les enseñasen có-
mo debían vivir según nuestra Santa Fé Católica, pues
con esto los dejarían quietos y sosegados.
Aunque su determinación era buena, no se atrevie-
ron á proponerla públicamente por el temor que los
fugitivos-tenían, y para asegurarse resolvieron que en
oculto se propusiese á 'alguno dé los religiosos ministros
144 HISTORIA DE YUCATÁN.

que ellos conocían, para que lo dispusiese ordenado á su


conveniencia-. Estaba en esta ocasión en nuestro convento
de Campeche el padre Fr. Juan de Santa María, gran
lengua y ministro de estos naturales, y era guardián
actual de este convento de Oxkutzcab, donde me ha-
llé trasladando esto en limpio. A este religioso se mani-
festaron nueve indios de los fugitivos, que en nombre
suyo y de los demás le pidieron negociase con el go-
bernador, obispo y provincial les diesen ministros re-
ligiosos que catequizasen y bautizasen á los infieles
de la tierra donde asistían, y á ellos los reconciliasen
con la iglesia, y administrasen los Sacramentos. Fué
grande el gusto que el padre Fr. Juan recibió con la
ocasión que Dios le ofrecía para ocupar bien el ta-
lento de que le había dotado, y coger el fruto, que su
buen espíritu le prometió y aseguró á los indios del
recelo con que estaban, ofreciendo llevarlos él personal-
mente al gobernador, y asentar la materia de forma que
se consiguiese su mayor comodidad y conveniencia en
todo. Con esta promesa quedaron los indios muy con-
tentos, y se manifestaron en público. El padre Fr. Juan
cumpliéndoles la palabra los llevó á la ciudad de Mé-
rida, y presentó al gobernador D. Diego de Velasco,
diciéndole el seguro debajo de que los traia confiados,
y la petición con que venian. El gobernador, como
tan gran caballero, los trató con afabilidad y amor, y
en todos causó universal contento ver que parte de
lo que habia de sujetarse con alguna violencia de ar-
mas, cuando no hubiera precedido la desgracia referí-,
da, se ofrecía voluntariamente, así á dar la obediencia
á la majestad de nuestro rey, como á recibir la pre-
dicación evangélica.
Confirióse entre el gobernador, obispo y provincial,
y convinieron en que se les diesen los ministros reli-
giosos que pedían, como cosa tan del servicio de Dios
y del rey, pero en suceder lo referido, y determinar
LIBRO OCTAVO.

quién liabia de ir, remató el año de seiscientos tres.


Empezando el de seiscientos cuatro, fué nombrado por
comisario de aquella conversión el mismo padre Fr.
Juan de Santa Maria, á quien se habían manifestado,
así por el amor que le habían cobrado los indios con
el "buen despacho que les negoció, como por ser reli-
gioso de toda satisfacción y tan gran lengua. Juntóse
al buen deseo que tenia de hacer aquella entrada, el
mérito de la obediazicia que el provincial le impuso,
y así renunciando la guardianía, se dispuso con toda
brevedad para la jornada, mas seguro que antes fuera,
pues yá no la ejecutaba por sola su voluntad, sino en-
viado de la obediencia, según siente S. Pablo deben
predicar los ministros evangélicos para conseguir el fru-
to de su predicación.
Salió acompañado de rus nuevos hijos espirituales,
y guiado de ellos penetró aquellas montañas no vistas
hasta entonces de otro ministro evangélico, y anduvo
todo aquel año de 604 visitándolas, acariciando y, re-
duciendo á los indios, con los trabajos que ordinaria-
mente hay en las nuevas conversiones. Tanta fué su
solicitud, que en aquel año redujo y pobló tres pro-
vincias, de que después al siguiente se hicieron tres
guardianes. Porque habiendo dado noticia al provin-
cial del estado en que tenia aquella conversión, y re-
conocida la necesidad de ministros, la provincia eligió por
guardianes de la provincia de Sacalum y sus sujetos
á aquella cabecera al padre Fr. José del Bosque, con
título aquel convento de N. P. S. Francisco: de la de
Ichbalché al padre Fr. Buenaventura de Valdes, titu-
lar del convento los Stos. Reyes: de la de Chunhaas al
padre Fr. Juan de S. Buenaventura, titular S. Juan; y
después el de S. Gerónimo del de Tzuctok. Hubo guar-
dianes electos para ellos hasta el año de mil seiscientos
catorce. El de mil seiscientos siete envió el provin-
cial por visitador de aquellos conventos al padre prc-
146 HISTORIA DE YUCATÁN.

dicador Fi\ Pedro de Beleña (que después fué comi-


sario del santo oficio de la inquisición) con comisión para
visitar aquellos conventos, y habiéndola ejecutado volvió
dando razón del gran fruto de conversión que el padre
Fr. Juan y los otros religiosos habían hecho en aque-
llas almas,
No se contentaba el espíritu del bendito padre co-
misario Fr. Juan de Santa María con lo reducido, sino
que puesta la atención en los indios Itzaes, vecinos su-
yos, deseaba grandemente pasar á ellos, y predicándoles
el santo evangelio ver si á costa de su trabajo podia,
ayudando la divina gracia, reducirlos al gremio de la
iglesia, como yá vi á aquellos con quien conversaba.
Habia yá venido por gobernador de estas provincias D.
Carlos de Luna y Arellano (como se dice luego) y re-
pugnó ejecutase su santa intención, con que sintiendo
oposición y disfavor en el gobernador, dejando aquello
encomendado á los religiosos que allá estaban, se vino á
la provincia. El dictamen cierto ó motivo verdadero
que el gobernador tuvo para no dejar pasar á los Itzaes
no le he alcanzado. Lo que con certidumbre sfe supo
fué que este caballero pretendió hacer la conquista de los
Itzaes y sus circunvecinos con violencia de armas y
soldados, y para conseguirlo escribió al consejo real de
las Indias pidiendo licencia y título de adelantado de
lo que así se conquistase para un hijo suyo llamado
D. Tristan. Denegósele en el consejo la licencia que
pedia para entrar en aquella tierra con armas á suje-
tar los indios, y se le despachó real cédula para que
fuesen religiosos de esta provincia, que predicándoles
el santo evangelio, sin estrépito de soldados, con la amo-
rosa eficacia de la palabra divina los redujesen. Pa-
ra esta entrada mandó dar el rey á los religiosos que
fuesen dos mil pesos de ayuda de costa para su viá-
tico, ornamentos, cálices y demás cosas necesarias al
culto divino.
LIBRO OCTAVO.

Debió de ocasionar esta resolución eri eí consejo


haber escrito el provincial al rey la conversión referida;
y cómo el padre Fr. Juan estaba con el espíritu dé
proseguirla en los ltzaes, á que S. M. le respondió una
carta, que está original en el archivo de nuestra pro-
vincia, y dice así: "El rey: venerable y devoto P\ Ff;
Hernando de Sopuerta, ministro provincial dé la orden
de S. Francisco de la provincia dé Yucatán. Vuestra
carta de los trece de julio del año pasado de seiscientos
ocho, se ha recibido y visto en mi consejo de las
Indias, y he holgado de entender por ella el buen es-
tado de las conversiones délos indios de esa provincia;
Y pues veis cuánto importa al servicio de Dios y nues-
tro llevarlas adelante, os encargo que por vuestra par-
te ayudéis á ellas, advirtiendo lo mucho que conviene
que se hagan solo por la predicación del evangelio
por medio de los ministros de él sin ruido de armas ni
soldados, como también á vos os parece. De Segoviá
á 19 de agosto de 1609 años. Y o el rey. Por man-
dado del rey nuestro señor, Juan cíe Círiza."
Pudo ser que como el gobernador sabia eran los religio-
sos de contrario parecer al suyo, y tiraba á aquei tituló
temporal para su hijo, se exasperase con los religiosos;
Dios sabe los corazones. En lo que paró fué eri qué
se fué perdiendo aquello ganado, y desde el año de
catorce totalmente no se nombran yá guardianes en
aquellas guardianías, A diez y siete de abril del año
de mil seiscientos y once, siendo guardián del convento
de Homun el padre comisario Fr. Juan de Santa Ma-
ría, á petición del capitán Ambrosio de Arguelles (re*
ferido en el capítulo antecedente) le dio una certifica-
ción que leí original entre sus probanzas que hizo de
la desgracia qué le sucedió én su viaje, y en ella
manifiesta los impedimentos que hubo de uno y
Otro. Y tratando de la entrada que quiso hacer á los
ltzaes, dice estas palabras: " Y estando para pasar á
148 HISTORIA DE YUCATÁN.

los gentiles Ta-Itzaes, el dicho gobernador de esta pro-


vincia me estorbó la entrada, y por su orden el padre
provincial Fr. Antonio de Ciudad Real me mandó por
santa obediencia que no pasase á los dichos gentiles-
Y habiendo, yo entendido el estorbo grande que hubo
en la dicha reducción y conversión por parte" del go-
bernador, me volví á la provincia dejando allá dos re-
ligiosos que llevaron adelante lo que yo dejé poblado y
congregado &c. Después mas adelante dice estas pa-
labras : L o cual no ha ido adelante, antes algunos
se han despoblado y huido algunos, por impedimen-
tos que el dicho gobernador ha puesto, y puesto
muchos estorbos, y dado muchas y grandes causas á
que todo lo poblado y reducido se tornase á sus idola-
trías. Y si con el ayuda de Dios, paciencia, diligencia
y buena administración ele los ministros religiosos no
se hubieran vencido las adversiones que ha habido has-
ta el dia de la fecha de esta certificación, firmada de
mi nombre, &c." Pero como he dicho poco ha, de allí
á tres años yá estaba del todo perdido. Después otro
religioso lo habia comenzado á reducir, pero el desdi-
chado fin que tuvo por la codicia de un capitán es T

pañol, se dice en el discurso de estos escritos llegando


al tiempo en que sucedió.

o-

CAPITULO DIEZ.

Del obispo D. Diego Vázquez de Mercado y mcesosper*


i

fenecientes á su dignidad.

Habiendo vacado este obispado de Yucatán por muer-


te de D . Fr* Juan Izquierdo, como se dijo, presentó
LIBIlO OC TAVO. 149

para él S. M. á D , Diego Vázquez de Mercado, clérigo.


Llegó á esta tierra el año de mil seiscientos y cuatro,
y estuvo en ella hasta el de seiscientos y ocho que fué
promovido al arzobispado de Manila. E l tiempo que es­
tuvo en este obispado dio muestras de vigilantísimo
pastor y prelado. Visitóle dos veces con mucha paz y
justicia, y por su promoción dio su autoridad en trein­
ta de enero de inil seiscientos nueve años al cabildo
eclesiástico, para que le gobernase mientras recibía las
bulas apostólicas. Fuese á la Veracruz á esperarlas, y
allí las recibió á Once de marzo del mismo año, de que
envió testimonio al cabildo' de la santa catedral para
que supiese cómo era vacante la sede. Recibióse en
Mérida á veinte y siete del mismo mes, y corrió el go­
bierno en ella hasta veinte y siete de abril de aquel
año, en que tomó posesión de este obispado el R. P.
Fr. Fernando de Nava, provincial actual que era de
esta provincia, en nombre y con poder de D. Fr. Gon­
zalo de Salazar, obispo yá electo, como se dice ade­
lante: estuvo en esta ocasión la sede vacante en solos
el Br. D. Andrés Fernández de C astro maestre­escuela;'
y el Br. D. Manuel Núñez de Matos tesorero.
Y á se dijo cómo en su tiempo miserablemente al­
gunos indios engañados del demonio se daban al abo­
minable vicio de la idolatría con poco temor de Dios
ni del castigo temporal que en ellos se hacia, sobre
que habiendo tenido noticia el rey, escribió deseando
informarse de la causa por qué seria, y le respondió á
S. M. lo que allí se dijo. No solo este grave mal de
parte de los indios, y estorbo de las justicias seculares
para remediarle, le daba cuidado, que otras ocasiones
se ofrecieron que le causaban desvelo. Sucedió que en
el territorio de la villa de Valladolid, en un pueblo de
indios, cierto hombre y una mujer españoles, y con e­
Uos un meztizo y otros, llevaron á su casa á un reli­
gioso de la orden de nuestro padre Santo Domingo,,
том. п. 20
150 HISTORIA dK VÚCATAN.

engañándole,' y allí le quisieron ahogar con ün mecate


ó cordel, y á buen medrar quedó muy maltratado
¡

de los golpes que le dieron. Él Dr. D. Pedro Sánchez


de Aguilar (de quien Se trató en los capítulos anteceden-
tes) había ya venido de España, y era provisor del o-
bispo, y como Vicario general del obispado fulminó pro-
ceso contra los agresores, y con el auxilio del gober-
nador indio'-hizo embargo de algunos bienes que tenían,
porque corría peligro la tardanza de pedirle é impar-
tirle la justicia española.. Después para ir procediendo
en la^ causa, pidió el auxilio á los alcaldes de la villa
de Valladolid, que no le dieron, sino que lo remitieron
al gobernador á Mérida, y él á su teniente general.
Este despachó receptor para la causa, constituyendo en
culpa al provisor por haber procedido al embargo sin
su autoridad especial, con que al parecer se barajó la
materia, sin darse satisfacción equivalente al delito.
Por esta causase querelló el obispo del teniente gene-
ral en la real audiencia de México, pidiendo juntamente se
mandase diesen el auxilio real en casos semejantes cuales-
quiera justicias, pues donde hay distancias tan gran-
des, se originaban muchos Inconvenientes y daños de
haber de recurrir al gobernador de estas provincias, que
reside en la ciudad de Mérida. A lo cual aquellos
señores dieron real provisión en diez de julio de mil
Seiscientos y siete años, en que insertaron un auto
que pronunciaron. Por él mandaban y mandaron se
diese real provisión en forma, para que el dicho gober-
nador y mas justicias de la ciudad de Mérida de la dicha
provincia den á las justicias eclesiásticas el auxilio real que
les pidieren; conforme ala ley, justificando primero el darlo.
Y los demás alcaldes y demás justicias fuera de la parte
donde estuviere él gobernador, lo den también con la
dicha justificación. Y donde hubiere letrados, lo justi-
quen ellos,' y rio los habiendo, las dichas justicias, vean
bien y de qué manera dan e l auxilio dicho. Ñopa-
T.IBRO OCTAVO. 151

rece haberse proveido cosa alguna en orden á la que-


rella contra el teniente general, y el obispo se hubo-
de contentar con lo proveido para reparo de lo de ade-
lante, como refiere todo este suceso el mismo doctor
Aguilar en su informe contra los indios idólatras de
esta tierra.
A l año de seiscientos cinco sucedió que andando á
caza en los montes del beneficio de Tiliosuco un
mancebo español llamado Juan Cansino, de la villa de
Valladolid, buscando conejos y higuanas, halló una
cueva, y en ella muchos ídolos que tqnian los indios
de aquel pueblo. Dio noticia de ello al beneficiado
Francisco Ruiz Salvago, que fué á la cueva y sacó los
ídolos que en ella estaban. Viendo los indios qué su
delito era yá manifiesto, y temiendo del castigo, casi lo
mas del pueblo se huyó á los montes. Sabiendo Francisco
Sánchez de Aguilar, que era encomendero de aquel pue-
blo, la fuga de sus indios, trató de reducirlos, y para los
atraer .envió algunos indios buenos cristianos, que con
amonestaciones los persuadiesen. Estos trajeron al pue-
blo gran parte de los fugitivos, á quien también persua-
dió el encomendero pidiesen misericordia á la iglesia,
rogándoles se volviesen de corazón á Dios, y dejasen to-
talmente de sus idolatrías, y que con esta condición
los favorecería, porque no quería tener idólatras en su
encomienda. Con estas amonestaciones los redujo y {&-,
voreció, hasta que fueron penitenciados con mucha mi-
sericordia, aunque algunos se huyeron á islas que hay
cercanas, y nunca volvieron. Así lo refiere el mismo
Aguilar en el informe dicho, y para que se vea la
variedad de las cosas de esta vida y de los dictáme-
nes humanos, prosigue diciendo: "Muy al contrario de
lo cual sucedió á un encomendero, que fiado en el fa-
vor del gobernador y en la cédula antigua referida, en
que mandó S. M. no tuviesen los religiosos doctrineros
cepos¿ quebrantó una cárcel eclesiástica en un pueblo.
152 HISTORIA DE YUCATAN.

y echó fuera los idólatras presos, con gran escándalo y


perjuicio de su conciencia, sobre que el dicho obispo le
tuvo muchos meses descomulgado, y cayendo en su yer-
ro, como cristiano, ocurrió al metropolitano, y fué ab-
suelto."
E l mismo año de seiscientos cinco llegaron á la
ciudad de Mérida los reverendos padres maestros Pe-
dro Diaz y Pedro Calderón, para fundar colegio de la
compañía de Jesús en ella; pero no tuvo efecto la fun-
dación por entonces, y así se volvieron á México de
donde habian tenido, hasta que se efectuó el año de
mil seiscientos diez y ocho como yá se dijo.
E l de seiscientos siete sucedió un caso que por sin-
gular y raro diré con las mismas palabras que el doc-
tor D. Pedro Sánchez de Aguilar le escribe en otra
parte de su informe, diciendo: "Demás de esto, el año
pasado de mil seiscientos siete llovió en muchos pue-
blos del distrito de la villa de Valladolid sangre por
el mes de diciembre, como fué público, y me certificó
haberlo visto Fernando de Recalde, sacerdote, y los in-
dios del pueblo de Tixcacal lo certificaron á los alcal-
des de la villa, presagios y documentos manifiestos de
la ruina y castigo que se puede temer contra estos idó-
latras &c." Y para confirmación de su recelo trae las
señales que se leen en los libros de los Macabeos, y
otras que en diversas ocasiones y partes se han visto,
que por no necesarias para este escrito no refiero.

CAPITULO ONCE.
Informa el obispó al rey que los religiosos satisfacen á
la obligación de su ministerio, y la causa de ello.

Quisieron en tiempo del obispo D. Diego Váz-


quez de Mercado unos religiosos fundar convento su-
LIBRO OCTAVO. 153

yo en esta tierra, y aun debía de extenderse á mas su


intención. Como si fuera buen medio prudencial para
introducirse, pusieron dolo en la administración de nues-
tros religiosos de esta provincia, diciendo que por su
poco cuidado habia, indios idólatras en ella. Que tenía-
mos engañado al rey, y que habían de ir ó enviar uno
de ellos á desengañarle, y dar noticia al papa de la ma-
la administración de doctrina que los religiosos tenía-
mos, y hacer que S. M. nos las quitase y las diese á
religiosos de su orden y provincia, que lo administra-
rían mejor y sin que hubiese idolatrías. No fué esto
solamente hablillas que suele haber: dijéronlo con pu-
blicidad que causó escándalo, como cosa notoriamente
contraria á la verdad.
Era á la ocasión provincial de esta provincia cuar-
ta vez el R. P. Fr. Hernando de Sopuerta, como se
dice adelante, y viendo el escándalo que habia, y el gra-
ve daño que de él podia resultar, pidió ante el obispo
hiciese su señoría información jurídica de la gran vi-
gilancia con que los religiosos de esta provincia habían
acudido y acudían á la administración de la doctrina
y satisfacción de la real conciencia. Y que como quien
habia visitado este obispado dos veces, informase al
rey lo que por vista de ojos habia experimentado, por
si acaso confiados aquellos religiosos en la distancia,
le hacían algún siniestro informe con que mientras se
sabia la verdad corriese detrimento el crédito de esta
provincia. Hizo el obispo la información por abril del
año de seiscientos siete, y poniendo por principio de e-
11a las cédulas referidas en los libros sexto y séptimo
de estos escritos, y habiendo testificado lo mas califica-
do de la ciudad de Mérida, así eclesiástico como se-
cular, el incesante cuidado que nuestros religiosos ha-
bían tenido siempre y tenían del aumento de la cristian-
dad de los indios, por remate de la información dio el
obispo testimonio suyo informatorio para su magestad
154 HISTORIA DE YUCATÁN.

así de la calidad de los testigos, <$mo de Ja verdad de


lo que pasaba con las palabras siguientes.
"Señor. He visto el interrogatorio y demás
recaudos presentados en esta causa por parte de los
religiosos de la orden de San Francisco de esta
provincia de Yucatán, y juntamente los dichos y declara-
ciones de los testigos que sobre ello han sido exami-
nados. Y queriendo acudir á lo que por parte de los
dichos religiosos se me ha pedido, y juntamente satis-
facer á la obligación -que como prelado de e>,te obis-
pado tengo de informar á V. M., como á patrón, rey
y señor que es de estos reinos, de lo que pasa acer-
ca de la doctrina y enseñanza que en los indios de
este obispado han hecho y hacen los religiosos de la
dicha orden, que desde su conquista la han tenido á
su cargo. Hablando con la verdad que debo, y como
„ testigo de vista que en estos dos años le he visitado
personalmente todo, y advertido con mucho cuidado á
lo que en esta parte pasa. Digo que lo que he vis-
to es que por la industria, trabajo, doctrina y ense-
ñanza, ejemplo y religión de muchos y muy graves re-
ligiosos • que en esta orden y provincia han tenido y
tienen á su cargo la doctrina de los indios, están
muy bien doctrinados y enseñados en las cosas de nues-
tra santa ié católica, y en el servicio y culto divino de
las iglesias, y en la educación y crianza de los niños
desde su tierna edad, no consintiendo en sus puestos
pecados públicos ni escandalosos, velando porque no
los haya, y desarraigando los que van naciendo. Y en
la puntualidad y cuidado con que los dichos religiosos,
después de haber aprendido muy bien la lengua de los
naturales de esta tierra, acuden á enseñarles, predicar-
les y administrarle los Santos Sacramentos de la igle-
sia, así en salud como en sus enfermedades, acudien-
do con mucha caridad y amor los dichos religiosos al
.amparo y defensa de los indios, contra los que los agrá-
LIBRO OCTAVO. 155

vian, y á socorrer y "remediar sus necesidades espiritua-


les y corporales en cuanto pueden. Pretendiendo en
toda la gloria de Dids nuestro Señor, y el bien de
sus almas y el servicio dV V . M., como muy fieles y
leales vasallos y capellanes suyos que en todo profe-
san ser, sin haber entendido ni imaginado otra cosa en
Contrario. Velando los prelados de esta provincia y or-
den en que se cumplan las reales cédulas de V. M,
castigando severamente á quien en algo va contra ellas.
Y si algunas idolatrías ha habido, digo que las han
procurado descubrir y sacar de rastro' los que con gran
celo de la honía de Dios son los que las buscan y ma-
nifiestan á los jueces para que se castiguen y remedien,
no son otros que los mismos religiosos, que como tan
fieles hijos de la iglesia católica, abominan semejantes
pecados, y procuran que sean atroz y gravemente cas-
tigados, predicando con gran celo contra ellos en sus
sermones, y enseñando con obras y palabras la since-
ridad de nuestra santa fé católica.
Cuanto mas que si se mira la gran muchedumbre
de gente que tiene esta provincia sana y entera en la
verdad y sinceridad de la fé católica,' es muy poqui-
to lo que hay dañado, y casi nada con algunas ido-
latrías que luego sé descubren, castigan y enmiendan.
Y si se mira al gran aparejo qué la tierra trae consi-
go por su mucha aspereza, braveza y montuosidad, no
hay que espantar de las que hay, sino que dar gra-
cias á Dios que sean tan pocas, las cuales siempre
sé hallan aun en lo mas sano, granado y doctrinado
de las Indias.
Y así digo que. aunque he estado en lo mas y me-
jor de ellas por espacio de mas de cuarenta años, y.
tenido administración de doctrina y gobierno de igle-
sias y provincias, puedo con verdad decir que es una
dé las mas sartas y enteras en la fé, y bien doctrina-
das y sacramentadas, esta de Yucatán, y que en nímie-
Í56 HISTORÍA DE YUCATÁN.

ro y entereza de gente: es una de las mas floridas que


hay en todas ellas.
Y supuesto esto, mi parecer (siendo V. M. servido)
es que en ninguna manera conviene que V . M. mu-
de ni altere cosa ninguna en lo que toca á ministros
de doctrina, ni permita que de otra religión entren doc-
trinas de ella, y mucho menos los padres dominicos
de la isla española. Así por haber muy suficientes mi-
nistros de frailes de S.Francisco que por muchos años pue-
den administrar, sin que haya necesidad de que entren
otros, como porque cualquiera novedad en esta parte se-
ria de grande escándalo entre los indios, y de gravísi-
mos inconvenientes, sin poderse atajar ni remediar.
Fuera de que, es muy justo que los que con esta ver-
dad, fidelidad y trabajo han • plantado y conservado la
fé por espacio de ochenta años, desde que se plantó en es-
ta provincia, no sean sin causa (pues ñola hay justa) pri-
vados y desposeídos de lo que con tanto sudor han planta-
do. Y para que V. M. y su real consejo quede del todo y en
todo satisfecho, afirmo y testifico que todos los testigos que
en esta probanza van jurados y examinados, así ecle-
siásticos como seculares, son de los mas honrados, califi-
cados y desapasionados, y sin sospecha, que hay en toda
esta provincia, y de quienes en ninguna manera se puede
ni debe presumir que no habrán dicho cosa que no sea
muy verdadera y cierta. Guarde nuestro Señor á V.
M. largos y felices años, para aumento de la cristiandad.
En la ciudad de Mérida de Yucatán á primero dia del
mes abril de mil seiscientos siete años.—Diego, obispo
de Yucatán.—Por mandato de su señoría: Gerónimo de
Castro, secretario."
Tal fué el testimonio que dio el obispo de los re-
ligiosos de esta provincia, en cuya ocasión se halla ve-
rificada la doctrina de S. Agustín, tratando de la di-
vina permisión del pecado de nuestros primeros padres,
que permite Dios algunos males para que sean ocasión
LIBRO OCTAVO. 187

de, obrar por, ellos mayores < bieñ^sj:.,. Así fué publicar­,
:
:

se. esta calumnia, contra los religiosos de esta provin­


cia, para que sq. hiciese la información, jurídica que
se hizo de la verdad,Г. y el obispo diese un informe
tan honroso, y testificase, como testigo de vista, la ver­,
dad de lo que pasaba, el cual no diera, ni los religiosos­
con su humildad hubieran pedido, menos que ocasionar­
dos con tan.grave descrédito como contra la verdad
en deshonor, del común de la provincia y de nuestra
religión se habia intentado. Sea Dios bendito en sus
ocultas disposiciones, que así^ordena lo que mas con­
viene. . ..... .r; .. ;, ;, : ; '.
:

­ .v O —•>• .

CAPITULO DOC E.

Del gobemacbr, D. Garlos, de JLuna y Arellano.

A D. Diego, Fernández de Velasco sucedió en el


gobierno de Yucatán D, Carlos de Luna y Arellano, ma­
riscal y señor de las: villas de .Siria y Borovia en el
reino de Aragón. Hízole el rey la merced en S. Lo­
renzo á veinte y uno de junio de mil seiscientos y dos
años, y la real provisión, por donde consta de ella,­pre­;
sentó en la audiencia de, México á treinta de junio del
año siguiente de seiscientos y tres. Tardó.en venir á
Yucatán hasta.el de seiscientos y cuatro, que: á once
del mes de agosto fué recibido en la ciudad de Méri­
da, y gobernó hasta veinte y nueve del mes de mar­
zo de mil seiscientos v doce, años.
Fué este caballero varón de gran gobierno en lo po­
lítico, cuya memoria dura,: y me parece durará muchos
tiempos, porque aunque en el suyo tuvo con los esta­
dos eclesiástico y secular algunos disgustos, no obstan­
том. и. 21
158 HISTORIA DE YUCATÁN.

te, lo reconocían y confesaban. Hizo cosas muy útiles


al bien común dé esta tierra, y hoy en cualquiera ma-
teria grave que sé ofrece, se acuerdan de su gran ca-
pacidad. Mandó abrir los caminos para facilitar el tra-
to y comercio: cómo ía tierra és tan breñosa y llena
de boscaje, habíanlo intentado sus antecesores, pero
no ejecutádose. Los mesones de los pueblos de in-
dios, para hospicio de los pasajeros y resguardo de
sus mercancías, en que había mucho descuido de que
se segUia grande incomodidad á los caminantes, los de-
jó con la asistencia de servicio que hoy se ven. En
los pueblos que llaman de la Sierra se Carece de agua,
especialmente en el tiempo de seca, y los pozos por
allí son muy profundos, con que entonces se pasa mu-
cho trabajo para socorrerse de ella. Aunque para las
necesidades domésticas en todos hay norias que conti-
nuamente sacan agua, falta muchas veces, y arbitró pa-
ra remedio de esto que se hiciesen lugares donde en
tiempo de las lluvias se recogiesen las aguas, y se
conservasen para el de la necesidad y falta. Lláman-
se en esta tierra xaveyes, y son á modo de aljibes aun-
que sin cubierta. E l circuito por lo superior cercado
y almenado, porque no peligren las cabalgaduras 6 mu-
chachos que por allí llegaren. Tienen cuatro arcos, que
sirven de entradas, con sus escaleras para bajar á co-
ger el agua, según se va gastando. Es su capacidad
grandísima, y el fondo de mas de dos estados de un
hombre, obra verdaderamente insigne y de grande utili-
dad para los pueblos. Y á (como las atenciones son á
otras cosas) están casi perdidos, que no recogen agua,
no costando mas el conservarlos que solamente mandar
á los indios que cuiden de su aderezo, con que las
pobres indias sienten el trabajo presente, por ser quien
la carga para sus casas, y los que lo ven se acuerdan
de la utilidad experimentada.
Parece que en algunas ocasiones^ ó ya por éscri-
LIBRO OCTAVO. 159

bir al rey, ó ya p a r a . d e t e r m i n a r ^
nientes á la ciudad por cabildo, s£ habian hecho algu-
nas juntas, no en. la p í a para ello diputada, ni con
todo el regimiento, de que se originaban algunps ru-
mores en el vulgo, juagando cada uno & su arbitrio,
y de esto otros inconvenientes qué suelen seguirse.
Evitó el gobernador los futuros con pronunciar un au-
to á veinte de octubre de aquel año en que llegó,
mandando que según las leyes del reino no se hiciese
junta ni cabildo privado, para determinar cosa en nom-
bre de cabildo, si no fuese en l a sala para ello dipu-
tada, pues la tenia la ciudad, y estando todos juntos,
y no siendo ¿ia señalado por la ciudad para elky.no
se pudiese hacer sin dar noticia al gobernador, como
persona que en nombre del rey debe asistir y pre-
sidir en el cabildo, y que en tal ocasión estaba pres-
to de acudir á lo que conviniese al servicio de Dios
y del rey, y bien de la república. Notificóse después
este auto al cabildo, y habiendo visto que era confor-
me á las leyes, y conveniente para la paz común de
la ciudad, le obedecieron con mucho gusto, y para que
tuviese la ejecución debida, se mandó poner autori-
zado en el libro de cabildo, y con ella se qui-
tó al vulgo ocasión de hablillas, y al cabildo de darla,
y disgustos que de lo contrario se habian experimen-
tado-
Á desgracia singular se puede atribuir, que siendo el
mariscal un caballero de tan lucidas prendas, y de tan
gran capacidad para el gobierno, se ocasionasen en todos
estados graves disgustos, turbándose todo, con que no
se gozó de un tiempo muy feliz. Vino á quejarse an-
te el gobernador un indio, cacique del pueblo de Zónot
A k é , contra un religioso morador del convento de Tizi-
min, á cuya administración está sujeto, diciendo: que le
habia mandado azotar públicamente, con achaque de que
la comida que le habian dado estaba fria, habiendo ido
160 HISTORIA DE YUCATÁN.

á decirles misa.? Q.ue la causa verdadera habla sido por


que le habia pedido unas piedras vesares, y no sé las
•habia dado, dicíéndole que ya.las habia buscado, y no
las hallaba. Dio la queja él gobernador al provincial,
qué era el reverendo padre Fr. Antonio de Ciudad-Reaí,
pidiéndole/con exagerada aceleración castigase aquel
exceso. El provincial estaba próximo á salir á la visita
de aquel convento, y como tau gran lengua no quiso
fiarla averiguación para qué la hiciese otro alguno,
y así respondió al gobernador cómo estaba para salir á
la visita de aquel y los démas conventos, y pues había
de comenzarla por allí, pondría el remedio necesario.
No satisfizo esto al gobernador, que luego de par-
te del rey requirió al provincial castigase á aquél
religioso con ejemplo y demostración pública, que sa-
tisfaciese al dicho indio y a la jurisdicción real que
quedaba lesa cometida, diciendo (lo que nadie ignora)
que los religiosos no tenian jurisdicción para prender
ó castigar á cualquier indio particular, cuanto menos á un
cacique. Cuando los agentes de los comercios de los gober-
nadores, por no acabalar los intereses de sus repartimientos,
los azotan públicamente, los apalean, y acocean á los caci-
ques, entonces ni la jurisdicción real queda lesa, aunque tan
prohibidos están estos tratos y contratos, ni és aquel exce-
so digno de castigo. No es ésto querer minorar el del
religioso, pues le escribo como el indio quiso referirle,
sino decir lo que pasa, se ve, y hay informaciones de
ello remitidas ál consejo. Respondió el provincial man-
daría en el ínterin que iba (pues estaba para salir) al
guardián del convento ejecutase lo qué convenía, y lle-
gando liaría todo lo que era justo en él caso.
Mal satisfecho el gobernador, despidió al indio dán-
dole á entender por lengua de los intérpretes que él
rey nuestro señor quéria y mandaba que los caciques
y demás indios fuesen muy bíén tratados, como los es-
pañoles, y que los frailes no los prendiesen, encarcela-'
LIBRO OCTAVO. 161
4

fien, ni hiciesen otros castigos, pnes^tejtian justicias que


los castigarían. Volvió el indio á* su pueblo, y lo que
dijo el gobernador, siendo tan justificado, de tai, modo
lo, trocó, y de tal suerte lo dio á entender á los indios,
que perdieron mucho el respeto á los religiosos, y de-
cían que el gobernador mandaba que no respetasen ni
obedeciesen á ios frailes, porque no les podían hacer
castigo alguno. Era guardián de aquel convento en la
ocasión el venerable padre Fr. Juan de Salinas, religio-
so'de vida tan inculpable como se dice en el libro dé-
cimo, que viendo el descomedimiento con que yá lps
indios procedían, fué á la ciudad de Mérida, y dio
noticia, de ello al gobernador, admirado de que por su
causa los indios perdiesen el respeto á ¡os religiosos
sus doctrineros. Como el padre Salinas era tan
venerado de todos, le satisfizo el gobernador con la
verdad de lo que habia dicho al cacique, presentes allí
los intérpretes que lo dijeron, y á otro dia le envió
al convento la cédula real, que no era necesario, por-
que ¿quién ignora que carecemos de toda autoridad
para, ejercer jurisdicción real? ¿Quién habia de enten-
der que un gobernador cristiano y tan político habia
de decir á los indios que no respetasen á los minis-
tros doctrineros? Pues cuando no hubiera esas causas,,
está encargado no solo á los que gobiernan estos rei-
nos en general, sino en especial para Yucatán, que pro-
curen tengan todo respeto á sus ministros, como una
de las cosas.de que tanto depende su cristiandad y
conservación, de que hay diversas cédulas referidas en,
estos escritos. L o que se vio fué que los indios prosiguie-
ron desde entonces con tanto desacato, que no reme-
diándolo el gobernador, fué necesario dar noticia, al rey,
qué proveyó cédula para el gobernador, la cual referiré
en el capítulo siguiente. Por esto podrán ver (y lo ad-
vierto en el Señor) las justicias superiores la pruden-i
cia con que es necesario hablar á los indios en se-
162 HISTORIA DE YUCATAN.

mejantes casos, para ,que no lleguen á despreciar a sus


ministros, y del "desprecio se sigan en su cristandad o-
tros mayores males qne se dejan entender,
i Sobré el disgusto del gobernador por lo sucedido," se
ofreció otra nueva ocasión y fué, Habia mandado el
rey incorporar las salinas de este reino con los bienes
de su real corona, y administrándose por su cuenta un
religioso predicador de nuestro convento de Mérida pre-
:

dicó alguna doctrina acerca del modo de esta admi-


nistración, de que tomó ocasión el gobernador para que r

jarse al provincial de que habia predicado contra los


órdenes del rey, y contra su gobierno de él. Que aquer
lio era escándalo del pueblo, y dar motivo para que
se menospreciasen sus mandatos, y no le obedeciesen
como era justo. Parece también que habia dicho el go-
bernador en algunas ocasiones que gobernaba guardan-
do y cumpliendo las ordenanzas del rey, y procuraba
lío ofender á Dios mortalmente, como por la gracia de
Dios después que estaba en este gobierno que no se
acordaba haber confesado pecado mortal. Predicando el
mismo religioso en otro sermón, dijo que era soberbia
luciferina y satánica decirse en público, como jactándo-
se, que se vivía sin pecar mortalmente, ó otras palabras
como estas. Dióse el gobernador totalmente por ofendi-
do, y presentó querella por escrito ante el provincial
de lo uno y de lo otro, y ante el R. P. Fr. Hernan-
do de Sopuerta, que era comisario del santo oficio,
para que se calificase el haber dicho que era soberbia
luciferina lo que habia dicho el gobernador, porque él
la tenia por proposición católica, y digna de que cual-
quier cristiano se preciase de decirla y obrarla, y que
contradecirla, y mas en pulpito, le parecía herético y
mal sonante. Porque Dios no mandaba cosas imposi-
bles, y que mediante su gracia muchos siervos de Dios
pasaban muchos años sin pecar mortalmente, y que ha-
bia de saber cómo sentía aquel religioso de la doctri-
LIBRO OCTAVO. 163

ha que había predicado, porque era el fundamento de


los herejes que negaban la gracia' y libre alvedrío.
Respondió el provincial á la petición que luego ha-
ría información de lo tocante al primer sermón, por-
que lo restante pertenecía al tribunal de la santa in-
quisición, y que así lo remitía al padre comisario de
ella, para que como causa suya la conociese. Prpce-
dio el provincial á su información, y porque el religio-
so parecía continuar lo dicho en otros dos sermones
siéndole "mandado que no tratase de la materia, le
desterró de la Ciudad á la villa de Campeche: conclui-
da la Sumaria, dio noticia al gobernador, que dijo era
truncada por no contener lo que pedia, ni haber deja-
do decir á los testigos todo lo que sabían, y era por-
que no incluía lo que pertenecía al santo oficio. Pi-
dió al provincial que la volviese á hacer, conforme á
un interrogatorio que le daría. Respondióle que ha-
ría tódó ío que gustase con que las preguntas no tu-
viesen materia que tocase al santo tribunal, porque se
lo' habia de remitir como había hecho, y era justo se
líiciése, y mas habiendo yá delatado ante su comisa-
a

rio, que allí estaba, de los otros sermones deque se es-


taba haciendo averiguación; Dijo eí gobernador que así
seria, y con esto se despidió.
Estando en esto el caso, y el religioso desterrado á
Campeche, desde allí escribió al provincial que tenia or-
den del comisario general de Nueva España para ir á
su presencia. Luego él provincial dio noticia al gober-
nador, y juntamente Una patente que él mismo despa-
chase a Campeche^ por la cual mandaba al religioso
por santa obediencia y. descomunión, pareciese á dar
cuenta de su persona, por estar yá hecha información
sumaria, y á manifestar la licencia que tenia para que
constase si era legitima. Despachó el gobernador este
mandato del provincial, y Cuándo llegó á Campeche,
1

yáse habia embarcado el religioso para la Nueva España.


164 HISTORIA DE YCCATAJf.

CAPITULO TRECE.

Prosigue el precedente, y otras discordias que el goberna-


dor tuvo con los seculares, y obispo

Luego que supo el gobernador que aquel religioso


habia salido para la Nueva España, tuvo nlaypr sen-
timiento, y si bien se mira.no lo acertó el religioso
ausentándose, aunque tuviese licencia, porque se enten-,
derla rehusaba dar razón de su persona, aunque fuese
otro el motivo, y obediencia la de su superior que no
habia de querer la ejecutase en ocasión que era teni-
( dó por reo demandado ante su juez inmediato. Mudó con
esto de parecer el gobernador, y no dip el interroga-
torio que habia dicho al provincial, sino que presentó
una querella criminal ante el obispo D. Diego Vázquez
de Mercado, nombrando fiscal y procurador contra el
provincial y aquel religioso, diciendo que el provincial
no le habia querido castigar aunque se lo habia pedido,
y que la información que habia hecho era truncada.!
Presentada la querella por el licenciado Pablo de. la
Cerda, fiscal nombrado, la admitió el obispo con un in-
terrogatorio de siete preguntas, y contenia l o q u e esta-
ba delatado y pendiente ante el comisario del santo
tribunal. Procedió el obispo á hacer la información, y
examinados los testigos, pidió el fiscal por petición que,
para saber si tenia necesidad de examinar mas testigos
y dar mas información, mandase al secretario de la cau-
sa que se la diese en el estado que tenia. ,El obispo,
por su auto de veinte y siete de agosto de aquel año
de mil seiscientos y cinco, proveyó; diciendo que la in-,
formación que á pedimiento del fiscal habia hecho, era,
para requerir con ella al provincial guardando el orden
del santo concilio de Trento, para que fuese castigado
el religioso conforme á la culpa que de ella resultase:
que dar la información seria pervertir el orden del san-
LIBRO OCTAVO. 165

to concilio, y excedería facultad que en él se le da­


ba, y que así no habia lugar lo pedido, No parecia
esta respuesta á propósito para la aceleración con que
el gobernador procedía. Trasladando esto del borrador,
ha sucedido otro caso en que se pedia también otra
arrebatada aceleración, y porque el superior iba pro­
cediendo según derecho, como debia hacerlo, se escri­
bió al rey que no se quería castigar, como si ajustar
la acción según las leyes ordenan fuera rehusar el cas­
tigo.
E l mismo día veinte y siete de agosto presentó el
provincial ante el obispo una petición, y en ella, he­
cha de todo el suceso relación, y dé que se estaba so­
bre él actuando en los dos tribunales, del santo oficio
y de la religión, dijo que no obstante esto era voz y
fama que su señoría estaba haciendo información, no
solo de la misma causa, sino también contra otros re­
Iígiosos; siendo contra derecho; con que se daba á en­
tender que el gobernador solo trataba de enconarla, á
fin (según se podría presumir) de desdorar el buen
nombre y opinión que esta provincia habia tenido y
tenia ante el rey nuestro señor y su real consejo de
las Indias, á quiert daria satisfacción de las ocasiones
qué habían precedido para alterar este negocio. Que
aunque le habia enviado á rogar, por estar enfermo, que
mirase que no le habia hecho requerimiento alguno, co­
mo los santos concilios, breves apostólicos y reales cé­
dulas disponían; á que su señoría habia respondido
que lo hacia por nuestro bien, y otros justos respetos.
Que aunque ésto fuese así, era novedad muy grande,
y contravención expresa de nuestra exemcion y volun­
tad de S. M, declarada por sus cédulas. Que por tan­
to, con la humildad posible le suplicaba, y si era ne­
cesario con la debida reverencia le requería, que si ha­
cia dicha información ó informaciones, no pasase ade­
lante con ellas, sino que mandase al notario que sin
том. п. 22
166 HISTORIA DE YUCATÁN.

dejar traslado alguno en su poder, se la entregase pa-


ra, que como juez competente proveyese en ella lo mas
conveniente, como lo hubiera hecho si se le hubiese
dado lugar, sin aquellas altercaciones y mudanza de
tribunales. Y que de cualquiera fuerza que en esto se
nos hiciese, apelaba &c. A esto respondió el obispo
lo mismo que había respondido á la del gobernador,
y remitiéndose al auto proveído, mandó que de todos
los autos se le diese al provincial traslado, como pedia.
No he hallado razón por escrito deí fin que esto
tuvo; pero es cierto que el gobernador y provincial die-
ron cuenta al rey de Ib que pasaba/ Sin duda llego
antes el informe del gobernador, y por su relación escri-
bió el rey al provincial una carta del tenor siguiente.
" E L R E Y . Venerable y devoto padre provincial de
la orden de S. Francisco de la provincia de Yucatán.
He entendido que el año de 605 llegando á decir mi-
sa un fraile de vuestra orden, compañero del guardián,
pidió al gobernador que le diese piedras vezares, y por-
que no se las dio, tomando por achaque que la comi-
da no estaba sazonada, le hizo hincar de rodillas, • y le
azotó delante de otros indios. Y que habiéndoos da-
do cuenta D. Carlos de Luna y Arellano, mi goberna-
dor y capitán general de esa provincia, lo que hicisteis
fué solamente escribir una carta de reprensión al guar-
dián. Y que diciéndoos después que no bastaba este
castigo para un exceso como aquel, pues se debía ha-
cer tal que fílese escarmiento para que todos los frai-
les se abstuviesen de hacer otro tanto, y que los in-
dios sintiesen que tenían amparo en m í ; lo mas que
se pudo acabar con vos fué que cuando fuésedes á la
visita, tratariades de ello. Y porque ha parecido éste
caso grave, y en que vos debiérades hacer bien dife-
rente demostración de la que hicisteis, os ruego y en-
cargo que ya que entonces no lo hicisteis, procuréis po-
ner luego el remedio en el.que pide semejante exceso.
LIBRO OCTAVO. 167

y de lo que hiciéredes |ne daréis aviso para que lo ten-


ga .entendido. De Madrid á 9 de diciembre de 1608
años. Y O E L R E Y . Por mandato del rey nuestro
señor.—^Juan driza? •
i Si viera esta modestia con que un monarca tan
grande reprendió al provincial, suponiéndole culpado,
cierto gobernador de Yucatán, no escribiera á la prime-
ra relación que de un suceso dio á otro provincial, sin
mas urbanidad, que decir: padre fulano provincial de
esta provincia & c , cuando para haber de repren-
der al de quien voy diciendo, le honra primero nues-
tro piísimo rey nombrándole : venerable y devoto padre &c.
Dios sabe lo que á veces pasamos por estar tan lejos
de nuestro príncipe. Pero volvamos á la materia, don-
de parece que si el gobernador hiciera relación al rey
de la prisa con que habia querido la ejecución del cas-
tigo del religioso, y que el provincial estaba para sa-
lir luego á hacer la visita de aquel convento, en que
prometía satisfacción bastante de la culpa que sé halla-
se, no se conociera que le movía pasión alguna; pe-
ro' omitió todo lo que excusaba de culpado al provin-
cial, religioso de tan inculpable vida como se dice en
el lib. 9. N i que reprensión pudo el provincial escri-
bir al guardián, cuando era religioso á quien el mismo
gobernador tuvo tanta veneración, como se ha dicho,
cuando fué á darle la queja, del poco respeto de los in-
dios, por causa de lo que dijo al cacique cuando le
despachó, después de dada la queja.
Llegó á mano de nuestro piísimo rey la noticia del
provincial, y aun debió de llegar queja del obispo, pues
escribió al gobernador una carta, diciendo: " E L R E Y .
D. Carlos de Luna, y Arellano, mi gobernador y capi-
tán general de la provincia de Yucatán. He entendi-
do que os lleváis mal con los religiosos de la orden
de S. Francisco, y que os entremetéis en despachar man-
damientos para todos los gobernadores y alcaldes de
168 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

los indios, para que no den fayor ni ayuda á ningún


religioso ni clérigo que quisiere castigar algún indio por
cualquier delito que haya cometido, de que resultará el
perderles el respeto, y vivir sin ningún miedo. Y que
asimismo os entremetéis en hacer informaciones, contra
religiosos, como en efecto la hicisteis contra un guardián
que azotó algunos indios porque no oian misa ni sa-
bían la doctrina, y á los alcaldes de los lugares porque
lo consintieron los prendisteis. Y porque quiero saber
lo que en todo esto ha pasado y pasa, os mando que
me informéis de ello con mucha particularidad, y que
en cuanto pudiéredes no deis lugar á que los indios
pierden el respecto á los religiosos, y que tengáis buena
correspondencia con el obispo de esa tierra, que de ello
me temé por servido. De Madrid á veinte y cuatro de
marzo de mil seiscientos y nueve años. Y o el rey.
Por mandado del rey nuestro señor.—«Ata?! de driza."
Sino pareciera que me ponia de propósito á quejarme
de lo que nos esta sucediendo al presente, cuando tras-
lado esto, dijera las gravísimas ocasiones que se están
dando á los indios para que nos desestimen á los minis-
tros doctrineros que estamos en sus pueblos. Dios nos
reciba lo que toleramos, y pasémoslo por su amor, pues
toleró tanto por el bien de nuestras almas, y no bastan
tantas recomendaciones de nuestros católicos reyes y
señores.
E l año referido de 605, mandó á todos los enco-
menderos manifestasen los títulos de sus encomiendas,
de que resultó dar por vaca la de D. Juan de Mon-
tejo Maldonado, nieto legítimo de D. Francisco de Monte-
jp hijo del adelantado, y que fué capitán general de la
conquista, y pobló y sujetó esta tierra, como se ha
visto en estos escritos. Estaba la encomienda en. últi-
ma vida, y era única remuneración de los servicios
de su abuelo, y así pareció á todos demasiada riguri-
dad, aun cuando la posesión no fuese muy justificada.
LIBRO OCTAVO. 169

Apeló D. Juan para la real audiencia de México, que


dio el auto del gobernador por nulo, y el real conse-
j o de las Indias, por autos de vista y revista, confirmó
lo proyeido por la audiencia, dé que se le dio á D.
Juan Real provisión y carta ejecutoria en 12 de agosto
de 1613 años. Esta encomienda dio después S. M.,
que Dios guarde, al conde duque de Olivares, y hoy
la goza el Excmo, Sr. D. Luis de Haro.
Primero dia del año siguiente de seiscientos y seis,
junto el cabildo de la ciudad de Mérida para elegir
alcaldes ordinarios de ella, se notificó un auto para
que la elecíon se hiciese entre veinte personas que
allí nombraba, diciendo hacia aquella asignación por
evitar parcialidades y inquietudes. "Votó el alguacil ma-
yor por dos no nombrados en el auto, y sobre no
ejecutarle mandó el gobernador prender á los mas
del cabildo, y con solos tres que quedaron de su pa-
recer hizo la elección de alcaldes ordinarios. Quejáron-
se los restantes á la real audiencia de México, que
despachó al licenciado D. Pedro de Otalora, oidor en
ella, y llegado á la ciudad de Mérida, habiendo hecho
información de lo sucedido, por auto de tres de agos-
to de aquel año declaró por nulas las elecciones he-
chas, y mandó se hiciesen de nuevo para lo restante
de él. Protestó el gobernador la nulidad, y dándole tes-
timonio de todo, se eligieron nuevos alcaldes y demás
oficios de república, que continuaron hasta acabar aquel
año. ,
Tuvo grandes disensiones con el obispo D. Diego
Vázquez de Mercado, sobre querer conocer del de-
lito de idolatría de los indios; pero mucho mayores con
D . Fr. Gonzalo deSalazar, sucesor en el obispado, y
de esta materia sé pasó á otras bien delicadas, cuya
omisión es justa, dándose que decir notablemente al
pueblp, y no muy bien del crédito del gobernador. Fundá-
base para lo de la idolatría en algunas cédulas rea-
170 HISTORIA I)E YUCATAN.

les, que solicitando el remedio de aquel delito, encar-


gan "al gobernador que por su parte procure excusar
estas idolatrías. Discorde con el obispo D. Fr. Gon^
zalo de Salazar, durante el litigio, hizo sacar un tes^
timonio de los capítulos de cédulas referidos, y remi-
tiéndosele, escribió de su letra. "Este testimonio fice sa^
car, para que el Sr. obispo se entere de lo que S. M.
tiene mandado acerca de estas idolatrías, como á su
gobernador y capitán general, juntamente con su señoría,
y que para cumplir lo que se manda, he de tener co*
nocimiento de lo que se hiciere, y ahora no me entre-
meto en el castigo ni medios para él, pero es bien que
se adviertan todas las comisiones, y que hablan con go->
bernador y obispo &c." L o que dicen las cé-
dulas es que habiéndose librado una para obis-
po y gobernador, encargándoles el remedio, y habien-
do dicho al obispo usase de los medios y penas mas
eficaces guardando lo proveído por derecho, y de lo
que resultase diese aviso, y de la ejecución y modo
de las reducciones, prosigue diciendo al gobernador. " Y
lo mismo haréis vos el dicho gobernador para que lo
tenga entendido. En otra se dice: Y por vuestra parte
procuraréis excusar estas idolatrías. En otra: Luego que
haya llegado el nuevo obispo, pondréis en ejecución lo
que está ordenado acerca de las idolatrías y reducción
de los indios de esa provincia y la de Bacalar." Estos
son los capítulos de las cédulas porque quiso conocer
del pecado de idolatría: los señores canonistas y legis-»
tas verán si la hilacion era conforme á derecho.

o
LIBRO OCTAVO'; 171

CAPITULO CATORCE.

Mueva del nacimiento del rey D. Felipe cuarto nuestro


señor, que Dios guarde, y la honra que con ella reci-
bió la ciudad de Mérida.

Los disgustos que los pleitos ocasionaban en esta


tierra, se moderaron con la feliz nueva que á ella lle-
gó del nacimiento del rey nuestro señor D. Felipe
cuarto, que Dios guarde dilatados siglos, para amparo
de esta su monarquía y protección de nuestra santa fé
cotólica; Nació S. M. haciendo favores y ennobleciendo ,
la ciudad de Mérida en esta su provincia, pues lo que
no habia conseguido desde que se pobló, alcanzó con
la dicha de ésta nueva. Dióla la magestad del tercero,
que esté en gloria, á la justicia y regimiento de la
ciudad, y en la cédula que para ello despachó, la da
v

titulo de muy noble y-muy leal ciudad, por lo cual


es justo referirla, que dice asi: "En lo exterior. Por
el rey. A l consejo, justicia y regimiento de la muy no-
ble ciudad de Mérida de la provincia de Yucatán Y en
el interior decia asi: E L R E Y . Consejo, justicia y re-
gimiento de la muy noble y muy leal ciudad de Méri-
da de Yucatán. Viernes santo á los ocho de este fué
nuestro Señor servido de alumbrar con bien á lá sere-
nísima reyria mi muy cara y muy amada mujer de
un hijo, porque le doy infinitas gracias, y estoy con el
alborozo y contento que es razón por tan buen suceso,
y por la salud con que quedan la reina y el príncipe,
de que os he querido avisar por lo mucho que os ha-
béis de holgar, como tan buenos y leales vasallos, in-
teresados en ello por vuestra mucha fidelidad y amor
á mi servicio. Y así no será menester encargaros la de-
mostración de regocijo que habéis de hacer en esta ocasión,
habiendo dado gracias á su Divina Majestad por esta mer-
ced suplicándole juntamente se sirva de guardarlos y enea-
172 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

minar todo como mas convenga para gloria y servicio su-


yo. De Valladolid á treinta de' abril de mil seiscien-
tos y cinco años, Y O E L R E Y Por mandado del
rey nuestro señor.—Andrés de Zavaliná."
Hiciéronse, luego que se recibió tan feliz nueva, to-
das las fiestas y regocijos posibles, dando muchas gra-
cias á Dios por tener príncipe heredero de esta monar-
quía, correspondiendo cómo leales vasallos al título tan
honroso que nuestro rey y señor natural les daba, en
que fueron los gastos muy crecidos por manifestar ca-
da uno cuanto podia, así el gusto como el agradeci-
miento. Aunque la ciudad tenia este título por esta carta
de S. M., los escribanos en los autos judiciales y extrajudi-
ciales no la titulaban con él, por lo cual en veinte de agos-
to de mil seiscientos ocho años, en un cabildo el procura-
dor general pidió que pues S. M. así la había honrado, lo
hiciesen en sus escritos los escribanos. Respondió el ca-
bildo con un decreto, que dice: "Q,ue sin embargo de
que el año pasado de 605 cuando su señoría recibió
la dicha real cédula se hicieron muchas fiestas y re-
gocijos en demostración del gran contento que esta ciu-
dad y provincia recibió con tan alegré nueva, como
fué la contenida en la dicha real cédula, de nuevo la
vuelven á obedecer en forma con el acatamiento debi-
do. Y en su cumplimiento acordaron que se prego-
nase públicamente, para que conste á todos tan gran
merced como S. M. ha hecho á esta ciudad de intitu-
larla : Muy noble y muy leal ciudad de Mérida. Y que
se notifique á todos los escribanos de esta dicha ciudad
que en todos los autos, escrituras y otros despachos
que ante ellos pasasen, se intitulen con los dichos títu-
los de que S. M. ha hecho merced á esta dicha ciudad,
pena de doscientos pesos de oro para la real cámara, y
el presente escribano asiente la dicha cédula real y es-
ta petición y proveimiento en el libro de cabildo." Eje-
cutóse como se proveyó, y así desde entonces hallo en
LIBRO OCTAVO.

todos sus escritos públicos él título de ¿muy noble y


muy leal ciudad de Mérida, con que la honró S. M. que
está eu gloria.
Reconocida la ciudad de Mérida á la • merced que
recibió en el nacimiento de nuestro rey y señor D. Fe-
lipe el cuarto, que Dios guarde, teniendo noticia que
estaba mandado jurar por príncipe heredero de esta
monarquía, aún antes de llegar la cédula en que se
manduba, per decreto del cabildo de veinte y cinco de
octubre del año de mil seiscientos y ocho se determi-
nó, aunque no habia llegado la cédula real, se previ-
niesen todas las tiestas y regocijos posibles, para mani-
festar el contento que tenian para hacer la dicha jura
y seíenmidad, á que como leales vasallos y criados es-
taban aparejados y prestos. Dispusieron sejf'corriesen
toros eu la plaza pública, se jugasen cañas, se hicie-
sen máscaras de noche, y las mas invenciones de fue-
gos que fuesen posibles, y que se hiciese alarde ge-
neral de toda la gente de guerra, con que se celebró
la jura aquel año, habiendo, me parece, llegado en el
ínterin la cédula real que la ordenaba. Yá que en es-
ta ocasión fué forzoso tratar de este título de nobleza
de la ciudad de Mérida, me pareció poner aquí (aun-
que fué después) la provisión con que el rey lo confir-
mó, que dice así:

Privilegio de nobleza de la ciudad de Mérida de Yucatán,

"D. Felipe por la gracia de Dios rey de Castilla,


de León, Aragón & c : prosigue poniendo los títulos acos-
tumbrados, y luego dice: Por cuanto el licenciado Juan
Alonso de Lara, en nombre de los hijos y nietos de
conquistadores de la provincia de Yucatán, y de los
vecinos de la ciudad de Mérida de ella, me ha hecho
relación que la dicha ciudad es cabeza de la dicha
provincia, y la mas principal de ella, y que en una car-
TOM. n, 23
HISTORIA DÉ YÜCATATV.

ta que mandé escribir al cabildo y regimiento de á-


quella ciudad en treinta de abril del año pasado de
seiscientos cinco, se le intituló imnj noble y leal ciudad.
Suplicándome atento á ello, y á lo*que los dichos ve-
cinos me han ofrecido, y que cada dia va en mayor
crecimiento su población, y para que fuese mas honra-
da le hiciese merced de confirmarle el título, y que así se
llamase é intitulase. Y habiéndose visto en mi real consejo
de las Indias, acatando lo sobredicho y los servicios que la
dicha ciudad y vecinos me han hecho,lo he habido por bien,
Y por la presente es mi merced y voluntad que perpé^
tuamente la dicha ciudad se pueda llamar é intitular:
muy noble'y muy leal ciudad de Mérida, que por esta
mi carta le doy título y renombre de ello, y licencia
y facultad* para que se pueda llamar é intitular como
dicho es, y ponerlo así en todas y cualesquier escritu-
ras que se hicieren y otorgaren, y cartas que se escri-
bieren. Y de ello mandé dar la presente firmada de'
mi mano, y sellada con mi real sello, y librada de loS
del dicho mi consejo. Dada en Madrid á trece de ju-
lio de mil seiscientos diez y ocho años. Y O E L R E Y .
Y o Juan Ruiz de Contreras, secretario del rey nues-
tro señor, la fice escribir pot su mandado." Y luego
está firmada de los nombres de ios señores del consejo.
Queda dicho en el libro tercero cómo al primer pro- 1

curador que la ciudad envió á los reinos de Castilla


en el principio de la fundación, se le dio orden para
que pidiese título de ciudad para la de Mérida, y 'las
armas que habia de pedir á S. M. que íe fuesen
Concedidas. No parece se habia conseguido esto últi-
mo hasta estos tiempos, y recibida la merced antece-
dente, como se ha dicho, se impetró la de las armas,
como parece por otro real privilegio, que es del tenor
siguiente:
Privilegio de armas de la ciudad de Mérida de Yucatán,
!
'D. Felipe por la gracia de Dios rey de Castilla &c'.
LIBRO OCTAVO. ' 175

Por cuanto el Lic. Juan Alonso de Lara en nombre


de los hijos y nietos de conquistadores de la provincia
de Yucatán, y de los vecinos de la ciudad de Mérida
de ella, me ha hecho relación que la dicha ciudad es
cabecera de la dicha provincia, y la mas principal de
ella, y donde está la iglesia catedral y residen el go-
bernador y oficiales reales, y que los vecinos me han
servido y sirren en su población y conservación, y par-
ticularmente en las cosas que se han ofrecido contra
corsarios;-suplicándome atento á ello, y para que déla
dicha ciudad, lealtad v servicios de los vecinos de ella
quedase memoria, mandase señalar armas á la dicha
ciudad, como las tenían las demás de las mis Indias.
Y habiéndose visto en mi real consejo de ellas, acatan-
do lo sobredicho, lo he tenido por bien, y por la pre-
sente hago merced á la dicha ciudad de Mérida de la
dicha provincia de Yucatán de que ahora y de aquí
adelante haya y tenga por sus armas conocidas un es-
cudo con un león rapante en campo verde, y un cas-
tillo torreado en campo azul, según va aquí pintado, tal
como éste. Las cuales-doy á la dicha ciudad de Mé-
rida por sus armas y divisas señaladas y conocidas, pa-
ra qUe las pueda traer y poner, y traiga y ponga, en
gus pendones, escudos, sellos, banderas y estandartes,
y en las otras partes y lugares que quisiere y por bien
tuviere, según y cómo y de la forma y manera
que las ponen y traen en las otras ciudades de mis v
reinos, á quien tengo dadas armas y divisa. Y
por esta mi carta encargo al serenísimo prín-
cipe D.¿'Felipe, mi muy caro y mi muy amado hijo,
y mando á los infantes, prelados, duques, marqueses,
condes, ricos-hombres, maestres de las órdenes, priores,
comendadores y sub-comendadores, alcaides de los cas-
tillos y casas fuertes y llanas, á los de mi consejo,
presidentes, oidores de las mis audiencias reales, alcal-
des de nii casa y corte, cancillerías y á todos los con-
HISTORIA OF. YUCATAN.

sejos, corregidores, asistentes, gobernadores, veinticuatros,


regidores, jurados, caballeros, escuderos, oficiales y hom-
bres buenos de estos mis reinos y señoríos, y de las
dichas mis Indias y tierra-firme del mar océano, así
á los que ahora sm, como á los que de aquí adelan-
te fueren, y á cada uno y cualquiera de ellos en su
jurisdicción que sobre ello fueren requeridos, que guar-
den y cumplan, é hagan guardar y cumplir la dicha
mi merced que así hago í la dicha ciudad de Merida
de las dichas armas para que Jas haya y tenga por
sus armas conocidas^ y se las dejen como tales poner
y traer, y que en ello, ni en parte de ello, embargo ni
contrario alguno os no pongan, ni consientan poner a-
hora ni en tiempo alguno, ni por alguna manera, so
pena de ^a mi merced y de dos mil maravedís para mi
cámara á cada á cada uno que lo contrarío hiciere. Dada
en San Lorenzo el Real á diez y ocho de agosto de
mil seiscientos diez y ocho años, Y O E L R E Y . Y o
Juan Ruiz de Contreras, secretario del rey nuestro se-
ñor, la fize escribir por su mandado." Y luego está fir-
mada de los nombres de los señores del consejo.

o ^—

CAPITULO QUINCE.

De dos elecciones de 'provinciales de esta jrrovincia, y otros


sucesos de aquel tiempo. \ >

Bien necesario era en tiempo que entre el goberna-


dor, y los religiosos había tan poca concordia, como se
ha dicho, habiendo de dar sucesor al R. padre provin-
cial Fr. Antonio de Ciudad-Real, elegir persona que
dispusiese la paz que se deseaba, y se evitase toda oca-
LIBRO OCTAVO. 177

sion de mal ejemplo que en el siglo se recibe por


jnst.inc.ada que sea la causa d é l o s religiosos. Porque
nos quieren tan muertos al mundo, cuanto vivos para
consuelo en sus aflicciones y trabajos: quisieran para
esto hallarnos siempre ( y ordinariamente nos htílan'; pe-
ro que nunca fuésemos hallados ni aun para comer, ves-
tir y lo demás forzoso á la vida humana, según todo
lo notan y censuran. Ninguno habrá estado en esta
tierra que no diga es esto verdad, y así A'uelvo al pro-
positó de lo que iba refiriendo Como la experiencia
que se tenia del R. padre Fr. Hernando de Sopuerta
era tan á satisfacción de todos estados, eclesiástico y
secular, como quien habia sido tres veces provincial, le
eligieron cuarta los vocales para superior de esta pro-
vincia, año de mil seiscientos y seis, en la ciudad de
Mérida, aunque por haberse perdido la tabla capitular
no asigno el dia. Fueron electos difinídores los reve-
rendos padres Fr. Juan de Salinas, Fr. Juan Bautista
Salvago, Fr. Julián de Cuartas y Fr. Francisco de' la
Parra. Celebróse la congregación siguiente á éste ca-
pítulo en la ciudad de Mérida á diez y ocho de oc-
tubre del año siguiente de seiscientos y siete, y en ella
se hizo erección de conventos de las doctrinas de Ca-
calchen, de Mocochá, de Chichimilá, de Tiab, de Te-
kóh, con título de vicarías. A las doctrinas de Can-
zahcab, de Muña y de Citilcum se les señalaron re-
ligiosos con título de administradores de ellas, si bien
á la última no se nombra ministro, pero dícesé que se
señalará cuando los indios lo pidieren.
Aunque la prudencia y gobierno del R. padre provin-
cial Ff. Hernando de Sopuerta eran tan notorias, y su
persona digna de tanta estimación que el santo tribunal
de la inquisición de México le habia honrado, haciéndo-
le su comisario en toda esta tierra; no fueron suficien-
tes para conseguir la paz que con el gobernador se de-
seaba tener. En los capítulos antecedentes escribí la
178 HISTOKIA RE Y U C A T Á N .

nueva conversión­ de los indios comarcanos, en que


el padre Fr. Juan de Santa María y otros religiosos
andaban ocupados en este tiempo, y cómo el di­
cho religioso quería entrar á predicar á Jos gen­
tiles Ytzaez el Santo Evangelio. C ómo el goberna­
dor lo impidió, solicitando la conquista para su hijo I ) ,
Tristan. C ómo el provincial no convino en que se
hiciese con armas, y lo escribió al rey, de que su majes­
tad le dio gracias, conformándose el consejo con su
paracer: continuó el gobernador estar disgustado con
el provincial y religiosos. Qué mal llevan algunos del
estado secular cualquiera oposición que se haga por
parte del eclesiástico, cuando media pretensión en que
se interese honra ó hacienda, aunque los medios con que
se solicita no sean muy ajustados Д cristianismo, Queja
fué de S. Pablo, diciendo : Todos buscan sus cosas, no
las de Jesu­C risto. Pero yá dice el fin que tuvo сод
la­contradicion, que fué perderse todo aquello; y así de­
jándolo digo solamente que el reverendo padre provincial
prosiguió su trienio, y le consumó, tolerando muchos dis­
gustos que sobre ello cada dia se le ocasionaban.
Concluyendo su trienio, vino á visitar esta provin­
cia el muy reverendo padre Fr. Juan de Zieza, с о т ь
sario general de la Nueva España; y convocado capítu­
lo provincial para la ciudad de Mérida, fué electo á nue­
ve de enero de mil seiscientos y nueve añqs el reve­
rendo padre Fr. Fernando de Nava, varón de gran pru­
dencia y gobierno, como se experimentó desde aquel dia
todo el tiempo que vivió, que fueron muchos años, y sa­
lió electo sin faltarle voto alguno de todos ios capitula­
res. Difinidores fueron los reverendos padres Fr. Fran­
cisco de Pina, Fr. Diego de C astro, Fr. Francisco de
Soria y Fr. Gabriel Martínez. De las doctrinas que en
el capítulo antecedente se nombraron vicarios, se hizo
én el presente erección de guardiánías, nombrando á los
superiores guardianes de aquellos conventos. Este pa­
LIBRO OCTAVO. 179

círe provincial tuvo ' su congregación en eí conven-


to dé Mérida á veinte y tres de julio del ano de
mil seiscientos y diez, presidiéndola el reverendo par
dre Fr. BaltaSar dé Morales, comisario del Santo oficio
y delegado del muy reverendo padre Fr. Juan dé
Zurita, yá couiisárió general, que para ello le dio sü
autoridad.
Q,Uedá dicho cómo por. promoción del obispo D.
Diego Vázquez de Mercado al arzobispado de Manila
quedó vacó éste obispado- dé Yucatán. Presentó el
rey para él al padre maestro Fr. Gonzalo de Salazar,
nacido en la ciudad de México y religioso de la orden
del glorioso doctor de la iglesia S. Agustín, y hijo de
aquella santa provincia que tan esclarecidos varones en
santidad y letras ha dado á estos reinos. Hizo
la gracia la santidad dé Páüló quinto, como consta de
su bula dada en Roma en San Pedro a
diez dias de junio dé mil seiscientos ocho años, en
el cuarto de su pontificado. Recibida la bula en Ma-
drid, y vista en el real consejo de las Indias, libró el
rey su provisión, dada éfi ddce de octubre del mismo
año, por la cual mandó que se lé acudiese al nuevo
obispo con los frutros y rentas de éste obispado; y por-
que no poáia venir entonces, mandó también que á quien
el obispo enviase su poder para tomar la posesión en su
nombré y goberhár el obispado fuese admitido, así por el
cabildo eclesiástico de la santa catedral, como por el
gobernador de está tierra. Cotí esté real auxilio dio
el obispó su poder amplísimo á díéz y seis de diciem-
bre de aquél año. para que el provincial que fuese de
esta provincia recibiese en sü nombre la posesión de
este obispado, f le gobernase en el ínterin que venia.
Cuándo el poder ílegó era ya provincial el R. P. Fr.
Fernando de Nava, el cual presentados los poderes fué
recibido", y tomó la posesión en nombre del obispo á
Veinte y cuatro de abril de mil seiscientos nueve a-
180 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

ños, presentes el cabildo eclesiástico y gobernador D.
Carlos de Luna y Arellano. A veinte y siete del mis-
ino mes hizo la pública profesión de la fé que man-
da el santo concilio tridentino, y desde aquel dia que-
dó admitido al gobierno del obispado, que ejercitó has-
ta fines de agosto del año siguiente de seiscientos diez
con gran rectitud, justicia y prudencia, de que hoy per-
manecen vivas memorias, como refieren los que lo vie-
ron.
Algún cuidado dio una nueva que vino de la vi-
lla de Salamanca de Bacalar por estos tiempos, porque el
cabildo de ella escribió al gobernador una carta á diez y
seis de marzo de mil seiscientos nueve años, la cual
decia así: "Mi señor mariscal. Como á nuestro capi-
tán general, que V. es, damos aviso de cómo un indio na-
tural de esta provincia, el cual se ausentó de esta villa
habrá, doce año.", y ahora volvió, 'el cual se dice An-
drés Pech, y por la confesión que ha hecho trae consi-
go cantidad de indios de unos pueblos que nuevamen-
te redujeron en la provincia de Campeche. E l cual
tiene la tierra invocada en arma pa<a el Jueves San-
to, este presente,, venir con todos los indios que trajo
de las dichas montañas, qué el dicho tiene escondida,- y
los que ha invocado de esta provincia para la noche
del propio dia de. Jueves Santo dar guerra á esta vi-
lla, y matar los españoles en ella. De todo lo cual
se ha hecho información, y como decimos lo ha decla-
rado con otros que con él son-para la dicha rebelión.
Y así mismo tiene confesado que fué parte para que
los indios de Tzuctok y Chimun diesen en mano ar-
mada contra el padre Fr. Matías; y que dos españoles
que estaban en compañía del dicho fraile los mataron,
y al fraile le dejaron dentro de una laguna por muer-
to, y de cuarenta indios que venian con el dicho frai-
le y españoles mataron de ellos, y los demás sino hu-
yeran fuera lo propio, y fueron muy mal heridos de
LIBRO OC TAVO. 181

las flechas. 'Todo lo cual tiene'épnfesado, y los demás


que son con' él en la dichái rebelión. 'V. sea ser* :

vidó de enviarnos socorro de gente, por que los que


aquí estamos somos muy pocos, y • pólvora y media do­
cena dé arcabuces; y los ¡encomenderos que están en
la villa 'de Valladolid, •' que tienen; en esta provincia ren­
ta,' mandarles V. venir á hacer veciudad. Y el pro­
curador de esta villa dirá á V. cómo quedamos
con las que cada noche hacemos, f ser: como decimos
tan pOCOSi Y por que Otro ¡ño se ofrece, guarde nuestro. Se­
ñor &C ." • • ••' •:•'•••.:>,: :••:•.•••••.<
;Juntó el gobernador el cabildo de la ­ ciudad, y con­
sultada la nueva, aunque;por las noticias qué se tenían
•dé­¡Campeche no pódia'ser él peligro 'como sé significa­ 1

ba, por ló que^ podía suceder despacharon luego seis


! 1

soldados con buenas armas, y por cabo de /ellos á Bar­


tolomé 'Picón, y orden á Jos encomenderos q u e ' e s t a ­
ban en Valladolid que fuesen á Bacalar, y al alcal­
de de allí que con brevedad enviase el aviso de to­
do lo hecho y actuado ¡Con toda puntualidad y ver­
1 1

dad;­ La ¡respuesta del gobernador füéíla siguiente. "MU­


eha pena' recibí con la de V. que me trajo el pro­
curador'de ésa Villa, y ¡no tanto por la nueva que tíae
de la alteración dé los indios, cuanto ])or la que V.
itiuestra eri ella. Y supuesto que tiene pena de la
; : :

vida, el que dice que sueña un rebelión, dicho queda


la que merece él *]ue despierto le publica y firma de
su nombre, mayormente no habiendo hechoí y actuado
sobre ello. Pero viniendo á lo sustancial de la nueva
que funda en la confesión de Andresillo¡se presupone que no
solo По han muerto dos españoles, cuando dice que de­
jó casi muerto al padre Fr. Matías en una laguna, si­
no que no ha habido tales hombres, ni sucedido cosa
d é l o qué en esto refiere, ni de los cuarenta indios que
dice que mataron algunos. Y lia «mas de seis meses
qué este indio se fué de 'Tzuctok; de la doctrina del
том. п. 21
182 tÜSTORÍA Í>E YUCATÁN.

padre Fr. José Bosque, y.vino á dtxt á üri pueblo dé


esa provincia, donde se hizo contar coíl su gente, cuando
el capitán Alemán hizo aquella cuenta. Y no cabe
en buen discurso pensar que un indizuelo semejante
habia de tener á sti orden gerite de los itzaes tan apar-
tada de esa villa, ni que él habia de andar de pueblo
en pueblo íhduciendo á los naturales para efecto tan
peligroso y de tanto riesgo para su persona y que ha-
}

bia de ser tan público qué citasen dia y plazo como


la noche del Jueves Santo, en que parece de ordinario
se fingen estas alteraciones, que sin duda tratar de ellas
es tan perjudicial .que obliga á hacer Castigo ejemplar
sobre ello. Porque los vasallos del rey no se han de
acordar de que hay rebelión en el mundo, mayormen-
te tratar de ella con tanta publicidad y entre indios,
pues los deja casi tan inquietos como si fuera Verdad.
Y así para esta vez se enVian seis soldados lo mejor
apercibidos que ha sido posible, para que hagan com-
pañía entretanto que se me da aviso del estado de
las cosas con , todo lo escrito y hecho en la causa.
Q,ue si (lo que Dios no quiera) el caso lo pidiere, se
socorrerá conforme á la obligación que se tiene al
servicio del rey nuestro señor. Y en cualquier
suceso para, otra vez no se haga ruido con se-
mejante nueva, que cuando sea muy cierta no se ha
de fiar de otra mano. Y con el mismo recato y se-
creto dar cuenta al gobernador y capitán general, que
lo fuere, porque lo demás alborota la tierra y merece
muy gran castigo. También he proveído que los en-
comenderos de ese distrito vayan luego á hacer vecin-
dad y servir en lo que se ofreciere, como V , verá por
el auto y diligencias que he remitido á los alcaldes de
la villa de Valladolid, ordenándoles que luego los en-
víen á V. A quien guarde nuestro Señor. Méri-
da y de marzo 28 de 1609 años.^—El mariscal.—Fran-
cisco de Sanabria, escribano de S. M." N o he halla-
LIBRO OCTAVO. 183

do razón dé que se necesitase de mas socorro, y así


parece que la confesión del indio fué fingida con' rece-
lo de algún ¿ormento*, ni hay noticia de mas novedad
en aquel tiempo,
L I B R O N O V E N O

DE L A HISTORIA DE YUCATÁN.

CAPITULO PRIMERO

Dó, la venida del obispo D. Fr. Gonzalo de Sídazar, y


cosas,, notables de atjuel tiempo.

E l mismo año de seiscientos y nueve que sucedía


lo que se dijo en el fin del libro precedente, por el
mes de setiembre afligió mucha á los ciudadanos de
Mérida una enfermedad, así por¡lo _pox;o experimentada
de los españoléis en esta tierra, como por lo mucho
que con ella sé peligraban Fué ; el achaque tabardillo
con sarampión, y viruelas. El cabildo secular, conside-
rando que muchas veces semejantes enfermedades son
castigos con que la justicia ditfina purga los pecados
que en las ciudades se cometen, decretó se pidiese li-
cencia al R. padre provincial, como á gobernador del
obispado, para hacer una pública procesión de sangre
en.señal de penitencia, con que procurasen aplacarla
divina justicia. Ejecutóse así, y en ella acudieron to-
dos con sus oraciones, pidiendo á nuestro Señor miseri-
cordia y la salud que para la salvación de las almas
conviniese, que es el mejor modo de pedir lo temporal,
y en que se mostró mas la piedad cristiana, confor-
mándose con la voluntad divina; y así pasaron aquella
calamidad' no experimentada hasta los términos de a-
quel año.
LIBRO NOVENO,

. . E n el. siguiente de seiscientos y diez; llegó á . esta


tierra el obispo D. Fr. Gonzalo de Salazar ppr.fin de
.agosto, según algunos escritos que lie visto, y ¡no -he
hallado certidumbre del dia que entró en Mérida,. ni
én el libro de cabildo eclesiástico hay firma, ¡suya ha¡3-
ta el dia catorce de octubre de aquel año. A^ós,. prin-
cipios de setiembre, por d ecreto del cabildo, secular, fué
acordado que por regocijo de su llegada se corrie-
sen .toros, hiciesen máscaras y fuegos, señales de ale-
gría. «.JJió desde luego que llegó muestras de, gran pre-
lado,,'y constante defensor de su iglesia, y. autpri^d
.eclesiástica, mirando por su honor y reputación no; te-
nida..en lo que parece era justo, y así dice el doctor
Aguijar, tratando de su ¡venida, estas palabras: "Q,ue
como otro Abacuc guiado de Dios á Daniel, y envia-
do de nuestro rey á este obispado, confortó á los mi-
nistros doctrineros, los cuales estaban coma reclusos
en cueva de leones, calumniados y menospreciados,, .y
que. halló la jurisdicción eclesiástica, menospreciada de
(

los... indios, cuyos delitos habían crecido, negando los go-


bernadores que otra justicia inferior á ellos diese el au-
xilio real contra los idólatras, hasta , que el obispo J) r

Diego Vázquez de Mercado sacó la real provisión que


se ha dicho &c." Con su venida comenzaron á temer
mas que antes, aunque á costa dé gravísimos disgustos
que, tuvo con los gobernadores. «Y para que. se vea
á Jo que habia llegado la malicia de los indios, diré
lo nque este mismq año que llegó el obispo se-vio en Yu-
catán. ' ;., •
;;¡

. • DAOS indios, uno llamado Alonso Chablé y otro Fran-


¡ci'sco Caniü, aquel se .fingió papa; Í y,sumo pontífice,.,y
.estotro; obispo, y por. tales se publicaron entre lps .in-;

;dios,. y ,se hicieron venerar eiigañando á los .miserables


indios católicos con infernal doctrina. Estps decian m^-
r

sa¡ de noche, revestidos con los orñamentos sagrad^, ¿fe


la iglesia, que sin duda se los daban Jos sacristanes.
186 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

Profanaban los santos Cálices y óleos consagrados, bau-


tizaban muchachos, oian de confesión á los adultos,
dábanles comunión, adorando los ídolos que en el al-
tar ponían. Ordenaban sacerdotes para servicio de ellos,
ungiéndoles las manos con el óleo y crisma san-
to, y cuando los ordenaban se ponian mitra y bá-
culo en la manó. Mandaban á los indios les die-
sen ofrendas, y profesaban otras gravísimas herejías.
Manifestólo nuestro Señor para bien de los miserables
engañados, y remedióse tanto mal lo mejor que fué
posible. "¿Dónde se ha dicho (dice el doctor Aguilar re-
firiendo este caso) tal cosa de indios de todos estos rei-
nos de la Nueva-España?. ¿Y si éstos tienen capaci-
dad (prosigue) para tan diabólicas máquinas, por qué no
la tendrán para ser castigados en el delito de idolatría
conforme á derecho, si a s i l o ordenase el celo santo de
nuestro católico rey, de quien se debe tener por cierto
lo mandaría con el conocimiento de tan grave causa? &c."
Era culpa de reincidencia en el indio llamado Chablé,
y por el leve castigo que había, llegó á tan graves er-
rores. Condoliéndose mas adelante con celo cristiano,
dice " Y ocularmente he visto que hacen platillo y
trisca estos idólatras del poco castigo que se les hizo,
con que animan é incitan á otros." Por que demás de
, lo referido dice que hacían execrables brujerías.
Este peligro pasaba en lo espiritual de los indios,
y el mismo año sucedió un alboroto, de que se pu-
do temer resultase grave daño en lo temporal. Gober-
naba el pueblo de Tekax (que entonces era muy gran-
de, y está en el territorio de la Sierra, último conven-
to nuestro por aquella parte) un D. Pedro Xiu, indio
descendiente de Tutul Xiu, señor de Maní. Era D. Pedro
verdaderamente católico y buen cristiano, y como tal
procuraba que lo fuesen los indios de aquel pueblo,
castigando los vicios y embriagueces que en ellos ha-
llaba. Son aquellos indios amicísimos de estarse en los
LIBRO NOVENO; 187

montes y ch sus milperías (que son las tierras donde


siembran) lo mas del año si los dejan: (¿qué, cristian-
dad pueden tener los que tan|p huyen de la iglesia y
de estar donde los comuniquen sus ministros y
los españoles? ) D. Pedro no pasaba por esto,, obligán-
dolos a que pareciesen en el pueblo, y oyesen misa los
domingos, y asistiesen-,á la doctrina. Cobráronle gran
odio, y pidieron diversas veces al gobernador de estas
provincias le quitase el cacicazgo; pero no hallándole
culpado, no lo pudieron conseguir. Viendo ésto los in-
dios, como en los dias de carnestolendas los pueblos se jun-
tan para holgarse y muchos en ellos se pintan los jos-
tros, que no es posible conocerlos, acometieron la casa
del cacique, y le robaron cuanto en ella hallaron. Hu-
yeron el D. Pedro, su mujer y familia, porque á vo-
ces iban diciendo querían matarle, y se fué) á nuestro
convento, donde era guardián el R. padre Fr. Juan Co-
ronel, de quien en otra parte se trata. Habiendo los
indios saqueado la casa al cacique, y no hallándole en
ella, tuvieron noticia de que estaba en el convento, Fue-
ron \á él, y viendo la puerta cerrada, le cercaron todo,
y trajeron una viga con que quebrantaron la puerta, y
con grande alarido y voces entraron armados en el
convento. No hallaron al cacique, porque los religio-
sos viendo el tumulto popular le guardaron detrás del
sagrario del Santísimo Sacramento. ^
Desvanecida la ejecución de matar al cacique, le
pregonaron por enemigo del pueblo, y asimismo con
voz pública del pregonero amenazaron con la muerte á
los religiosos, si no les entregaban á D. Pedro para'dár-
sela. Toleraron los religiosos hasta la noche aquellas
amenazas, y luego que oscureció se apartó la multitud del
convento, aunque le dejaron con guardias. A otro dia uno
de los religiosos moradores, pareciendo que habia roas
sosiego, quise sacar en su compañía al Don Pedro dis-
frazado ; pero apenas salieron ambos á caballo por la
i 88 HISTORIA DE YUCATÁN.

puerta qué seasuele llamar dèi campo, cuando" cargó*


;i

sóbre"1é)los';iteá$a; -multitud -de. indios-,'con sus armas qué


acostumbraban y piedras^qne con toda prisa hubieron
de Volverla entrar en él convento, y áno^estár la puerta
abierta, qué éériároh en entrando, sin duda mataran á
los dos. Dióse como sé pudo noticia á-losr-pueblos
comarcanos dél'aprieto y peligro eri que,-estaban los
Religiosos ,y cacique, y juntándose los españoles que en
ellos vivían, y forasteros que andan eii sus contrataciones,
conlas armas defuego que tenían fueron al pueblo de Tekax.
Llegando cerca, y luego que entraban por él, iban-dis-
parando los arcabuces y escopetas ilqúe llevaban, y o-
yendo los indios del pueblo el estruendo, comenzaron á
desamparar la plaza, y dejaron el convento libre, con
que cuando Jlegaron los españoles á él, yá no parecían
J

los indios'. Estuviéronse allí algunos días para asegurar


aquéllo, y dióse noticia al gobernador, que envió comi-
sión para asegurar quiénes fueron las cabezas de aquél
motín. Hallóse que eran tres, y presos con otros de
los mas culpados, fueron llevados á la ciudad dé -Mé-
rida, y convencidos judicialmente, sentenciados a muer-
te dé horca las tres cabezas, y se ejecutó en la pla-
za pública, castigando á otros no tan culpados con otras
penas, y al resto dejándolos como que no habían co-
metido culpa, disimulando con la multitud, y con aque-
llas muertes dejándoles ejemplar con que ésCarménta-
sem Declararon én sus confesiones que el intento con
qué levantaron aquel tumulto fué páreciéndoles que
haciendo el delito común no habría castigó para al-
gun particular
Concluyo el tiempo de gobierno del mariscal D. Car-
los de Luna y Arellano (porque esté año se le prove-
yó sucesor, como se dice en el capítulo siguiente) con
decir que en ocho años que gobernó á Yucatán, mu-
dó sus tenientes generales de esta gobernación en esta
forma. E l primero con que comenzó, el Lic. Esteban
LIBRO NOVENO. 189

de Contreras, que lo fué desde catorce de agosto de


mil seiscientos y cuatro años hasta doce de mayo
del siguiente, y desde aquel dia hasta seis de setiem-
bre del de seiscientos y seis lo fué otro, que nó he ha-
llado su nombre. Desde el setiembre dicho entró en
el oficio el licenciado Higueras dé la Cerda, fiscal en
el pleito que se dijo contra los religiosos, y estuvo bas-
ta diezíy siete dé enero de mil seiscientos y nueve
años, en qué fué recibido al oficio el licenciado León
de Salazar, y le ejercitó hasta trece de noviembre del
de mil seiscientos diez, en que se admitió por te-
niente general al Dr. Gutiérrez de Salas, Teniéndole
á éste descomulgado el obispo D. Fr. Gonzalo de Sa-
lazar por una injustiRa qué hizo á un cacique, no que-
riendo admitirle una apelación, debiendo hacerlo, fué
nombrado otra vez el licenciado Salazar á dos de oc-
tubre de mil seiscientos once años, y en este nombra-
miento se dice qué el licenciado Juan de Arguello ha-
bía tenido el oficio algunos dias. N o sé qué decir á tan-
ta mudanza de tenientes. L o que se dice per cierto
es que siendo un caballero rico de sus propios^, bienes
y hacienda, y habiendo gobernado ocho años esta tierra
cuando estaba tan abundante de todo, acabó su gobier-
no saliendo adeudado, cuando otros en poco tiempo pa-^
gan grandes deudas, y salen muy ricos.
*' * .
'_ o _—

CAPITULO SEGUNDO.

Del gobierna de D. Antonio de Figueroa, y desgracia


de unas naos de flota.

Sucedió en el gobierno de Yucatán D. ¿Antonio de


Figueroa, á quien el rey concedió la merced en Aran-*
da á siete dé agosto de mil seiscientos y diez años, se-
TOM. ii. 25
190 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

Salándole seis meses para llegar á tomar la posesión,


Hecha la merced, fué á Madrid, y á catorce del mis-
mo mes le fué notificado cómo S. M. habia mandado
que todos los proveidbsj así en prebendas eclesiástica^
como en oficios seculares de estos reinos, los viniesen
á servir en las primeras embarcaciones que se ofrecie-
sen, y no lo haciendo los daba por vacos. Respondió
que estaba presto de cumplir lo que S,. M. mandaba, y
á nueve de setiembre presentó en el real consejo de
las Indias su título, y fué admitido, mandándosele ha-
cer el juramento acostumbrado, el cual hizo, y recibió
testimonio de todos estos despachos. Tardó su venida
porque á veinte y dos de enero del año de seiscientos
y doce, parece haber presentado én la real aundiencia
#

de México su título de merced, que aquel dia se dio


por presentado, y én la ciudad de Mérida á veinte y
nueve de agosto de aquel año de seiscientos y doce,-
dia en que fué recibido al uso y ejercicio de este go-
bierno, en que estuvo hasta veinte y siete de setiem-
bre de mil seiscientos diez y siete años, ,
Nó, trajo consigo teniente general, y informado de
t

que el Lic. Gaspar León de Salazar lo habia sido otras


veces con aceptación de la república,- le nombró por
su teniente general," y fué recibido al oficio á-30 del
mismo mes de marzo. Fuéle pedido al gobernador
que le quitase, por ser yá vecino y encomendero de
indios, y llegado á noticia del cabildo secular eh cin-
co dé mayo, hizo un decreto que dice: " Y porque conviene
al bien público lo sea en el ínterin que viene el propietario,
y de ello se le avisó á S. M. y á su real consejo,
acordaban y acordaron que este cabildo pida a su mer-
ced el Sr. gobernador no le quite el oficio, y para ello
se haga petición en forma, expresando todas sus cali-
dades, valor y letras é importancia, y de ló bien que
-ha usado y ejercido el dicho oficio los muchos años
que ha que lo ha ejercido, la cual se haga luego y
LIBRO NOVENO. 191

firme por todos, y lleve á presentar por este cabildo


por cuanto así conviene al bien y sosiego de esta ciu-
dad &c." Presentóse la petición y quedó en el oficio,
granjeándole este aplauso la rectitud con que en él ha-
bía procedido, pues se dice una excelencia grande, que
de muchas sentencias que dio, de las cuales se apeló
á la real audiencia de México, ninguna fué revocada
ó corregida por aquellos señores.
Este caballero D. Antonio de Figueroa, en el tiem-
po que gobernó, aumentó mucho el lustre de la ciudad
de Mérida en lo material, porque con la ayuda que dio
á los vecinos, se fabricaron las mejores casas de vi-
vienda que hoy hay, y labró unas en que vivió, muy
capaces, que hoy las habita una señora hija suya, lla-
mada Da. Lorenza de Figueroa, y sus nietos. Los pue-
blos de la Sierra han sido de los mayores y mas lu-
cidos que hay en esta tierra, por cuya causa el con-
curso de los españoles y personas nobles ha sido mas
ordinario que por otros territorios. Pareciéndole que
era indecencia que las justicias^ españolas, cuando se
ofrecía, y personas como las referidas, se hospedasen en
los mesones comunes, que son casas cubiertas de paja
y donde tambiep paran los indios, mandó que en los
pueblos grandes, fuesen cabeceras ó visitas, se fabrica-
sen casas de piedra capaces, para que les sirviesen de
hospicio, que comunmente se llaman casas reales. Las
de la ciudad de Mérida, que están en la plaza mayor,
donde viven los gobernadores, las edificó como hoy es-
tán, aumentándoles gran parte de vivienda, porque la
que habia era muy corta. No fué menos atento en la
administración de la justicia, y en tener en paz y tran-
quilidad estas repúblicas, tanto mas estimada cuanto ex-
perimentados los daños de lo contrario en los años an-
tecedentes. Trajo indios de la Nueva España que en»
señaron á estos de Yucatán á beneficiar la grana, de
que se coge gran cantidad, aunque no tan fina como
192 HISTORIA DE YUCATÁN.

en otras provincias, de que ha resultado aumento á los


derechos reales, interés muy crecido á' quien todos sa-
ben en esta tierra, y mayor daño que provecho para
los indios, como es notorio y se dice en otra parte.
Poco después de venir el gobernador, se tuvo nueva
de que habia muerto la reina nuestra señora doña
Margarita de Austria, que esté en gloria. Sabiéndose
de cierto que en México se habían hecho sus reales
exequias á veinte de julio de aquel año, aunque no
habia llegado la cédula real que en semejantes ocasio-
nes se -despacha, para cumplir como leales vasallos
con su obligación decretó el cabildo de Mérida que
se hiciesen con la solemnidad posible, y así se ejecutó
con las señales de sentimiento debidas á tan gran pérdida.
Los indios itzaes (de quien se ha tratado y trata-
rá, no sin dolor de que estando tan ¡vecinos se estén
en las tinieblas de su gentilidad) vinieron en tiempo
de este gobernador á la ciudad de Mérida, diciendo era
á dar la obediencia al rey, y el gobernador en su nombre
les dio varas de alcaldes, y nombró regimiento, con
que se volvieron, entendiéndose que yá estaban volun-
tariamente sujetos; pero vióse después ser engaño. Y á
que no tuvo mejor fin su venida de aquellos indios du-
rante este gobierno, se consiguió una gran reducción
de muchos de esta provincia fugitivos en las montañas
de Sahcabchen. De estos dice el Br. Valencia en su
relación qué se fundaron los pueblos de San Antonio
de Sahcabchen, San Lorenzo de Ulumal, el de Tzuc-
tok y el de Cauich, por comisión que para la reduc-
ción tuvo el capitán Francisco de Villalobos su abue-
lo. Y á se ha dicho desde cuándo era guardianía el
pueblo de Tzuctok en tiempo del gobernador antece-
dente á éste, y el pueblo de Sahcabchen lo era tiem-
po habia, y aun en capítulo provincial celebrado poco
antes de llegar este gobernador se eligió guardián de
Sahcabchen. Los indios que en esta reducción se
LIBRO NO.VÍNO. ,193

recogieron fueron puestos por vecinos de aquellos


pueblos, y por eso 'debió de decir que de resulta
de ella se poblaron, y ' no es lo mismo uno y otro.
Quedaron en la corona real, y en ella están pagando
los tributos á su caja.
E l año de seiscientos catorce, viniendo de España
la flota, su general D. Juan de la Cueva y Mendoza,
último dia de agosto le dio un temporal recísimo con
que se perdieron en la isla del Contoy y Gabo de
Catoche siete navios de ella. Diósele nueva de esta des-
gracia con gran brevedad al gobernador D. Antonio
de Figueroa, y dispuso el remedio mayor para repa-
ro de aquel daño, y á siete de setiembre si-
guiente tenia yá nombrados á D. Iñigo de Figueroa su
hijo y capitán de infantería de Mérida para lo tocan-
te á justicia, gobierno y guerra, y al capitán D. Fran-
cisco de Figueroa juez oficial real de estas provincias
por lo que tocaba á los reales intereses, para que fue-
sen al socorro de aquellos navios y gente que en ellos
venia. Para que se trajesen los azogues del rey dio
comisión á Juan de Contreras, regidor de Mérida, y
que para ello juntase todas las fragatas y barcos que
hallase en los puertos, y como persona de tanta expe-
riencia en aquellas costas (yá quedan dichas dos en-
entradas que habia hecho á la isla Contoy) fuese á ellas
y los pusiese á buen recado, Partiéronse luego D. Iñi-
go y D. Francisco de Figueroa por tierra, y en el puer-
to de Sisal se juntaron todas las embarcaciones que
habia en Campeche y otras partes. Nombró el gober-
nador la fragata de Juan Mejía de Sotomayor por ca-
pitana, en que se embarcó el cabo Juan de Contreras
con orden de que cualquiera embarcación que encontra-
se á ida ó vuelta, la visitase por sí traia alguna cosa
de los navios, y -prendiese á quien lo llevaba. Si era
en Cabo de Catoche lo entregase á los capitanes que
allá iban, y si de vuelta á Sisal los remitiese con guar-
-394. HISTORIA DE YUCATAÍf.

das al gobernador para castigarlos conforme á derecho.


L o mismo mandó se hiciese aunque hallasen fragatas
que iban á otras provincias, "por el riesgo de que no
llevasen alguna hacienda, y que se visitasen las playas
por si habia algo escondido, para que se juntase con
la demás 'hacienda. A l mismo tiempo mandó que en
los puertos de Oilam y Rio de Lagartos se hiciese pro-
visión de bastimentos, y se llevase á la gente de los
navios, que el costo de ello se mandaría, pagar de los
bienes que se trajesen.
Fueron por mar y tierra llegando por ambas partes
el socorro posible, y así se recogió y sacó mucha rp-
pa y otras cosas, con que la pérdida no fué total aunv
que muy cuantiosa. Habia juntamente dado el goberna-
dor noticia al consulado de México del suceso y fdili-
gencias hechas, y envió poder al mismo Juan de Con-
treras para que condujese al puerto de Sisal los bie-
nes que se hallasen, y hizo asiento con él para inqui-
rir lo perdido de ellos. Hubo de confirmarle el poder
del gobernador, dándole autoridad para que con vara
alta de justicia hiciese las diligencias necesarias en to-
da esta tierra. La causa fué porque babiendo hecho
algunas con el poder que del consulado tenia, le ha-
bia escrito se decia haber alguna cantidad de hacienda
en poder de indios y otras personas, y así necesi-
taba de aquella autoridad para inquirir la verdad. Se-
ñalósele, por el trabajo que en esto habia de tener, la
mitad délo que hallase en poder de indios ó españo-
les; pero que si los ministros doctrineros le entregasen al-
go que se hubiese dado por via de restitución ó depó-
sito, no habia de llevar de ello la mitad, porque el
gobernador se lo gratificaría por otro camino. Con estas
diligencias, hechas con mucha presteza, se restauró gran
parte de lo que se perdiera; si bien fué muchísimo lo que
peligró, como sucede de ordinario en semejantes ocasiones,
por grande reparo que se halle á la desdicha de un naufragio.
LIBltO NOVENO. Í9$

Y á toqué en tiempo del gobernador pasado* cómo


las salinas de esta tierra se habiatí puesto en la co-
rona real por bienes suyos, habiendo sido antes comu-
nes á todos, que sacaban libremente lo que de ellas
podian. Sucedió que en aquellos años casi no cuajaban,
especialmente el dé seiscientos y nueve," con que la ca-
restía fué mucha y muy sensible para los pobres que con
mucha comodidad la tenían de antes. Tuvo noticia
nuestro piísimo y Santo rey Felipe tercero que está en
gloria, y mirando mas al bien de sus vasallos que al
interés de su regalía, las mandó dejar libres como antes
hábian estado. Reconocióse por singularísimo beneficio
y merced hecha á ésta tierra, y así en cabildo de la ciu-
dad de Mérida, que se tuvo á doce de mayo de mil seis-
cientos doce años, se hizo decreto de que se diesen las
gracias & S. M. por ello con el reconocimiento debido.
Fué cosa muy advertida y notada que solo en aquel
tiempo faltase la salj habiendo sido antes y después la
abundancia tanta, que se saca mucha de ella para o-
tras tierras y provincias. Aunque están libres, suelen
poner los gobernadores al tiempo de la cosecha perso-
nas que asistan en ellas para que todos saquen á un
liempo, y evitar desórdenes que allí podrían suceder, si
bien lds hay por los que deberían evitarlos:

•-—• ^O—•

CAPITULO TERCERO.

De dos capítulos provinciales, y de Francisco Ramírez En-


seño que murió gobernando.

Por no interrumpir los sucesos del estada secular,


loS referí hasta acabar el tiempo de D. Antonio de
196 HISTORIA DE Y U C A T A N .

Figueroa, y ahora vuelvo á los de la religión, porque


el mismo año de seiscientos doce, que llegó á Yuca-
tan vino á visitar esta provincia el R. padre Fr. Anto-
?

nio Tineo, provincial que habia sido de la de Goate-


mala. Celebró capítulo en. la ciudad de Mérida ultimo
dia de junio de aquel año, en que fué electo segunda
vez provincial el R. padre Fr. Francisco Arias de Bus-
tamante, y difinidores los reverendos padres Fr. Fernando
de Nava provincial pretérito, Fr. Garcia de la Barre-
ra, Fr. Diego de Avalos y Fr. Miguel de Perales, y no
hallo otra novedad mas que. haberse hecho erección de
convento de la doctrina de S. Esteban de Calotmúl;
El bendito provincial renunció su oficio deseoso su es-
píritu de la quietud de la celda para vacar á ejercicios
espirituales antes de celebrar la congregación, y en su
lugar fué electo vicario provincial el R. padre Fr. Fer-
nando de Nava, que la celebró en Conkal á ocho de
mayo de mil seiscientos catorce años. No se halla ra-
zón del dia en que se tuvo.
Terminó aquel trienio, y vino á visitar la provincia
el muy R."padre Fr. Cristóbal Ramirez, comisario ge-
neral, que celebró capítulo en Mérida á diez y nue-
ve de julio de mil seiscientos y quince años; en que
fué electo provincial e l ' R . padre Fr. Alonso de los Re-
yes, y difinidores los reverendos padres Fr. Gaspar de
Sosa, Fr. Alonso de Guzman, Fr. Juan de Arrellano y
Fr. Gerónimo de Porras. Custodio para el capítulo
general el R. Padre Fr. Fernando de Nava. L a con-
gregación se tuvo en el convento de Motul, presidida
del R. padre Fr. Francisco Rodríguez, lector de teolo-
logía de México, á veinte y cinco de abril de mil seis-
cientos diez y siete años. En ella fué nombrado por
custodio para el capítulo general el R. P. Fr. Antonio
de Villafaña, y se dio título de vicarías á las doctrinas
de Telia y Mama nombrando los conventos.
Terminándose también él tiempo del gobierno de D.
LIBRO NOVENO. 197

Antonio de Figueroa, hizo el rey merced de él al capi-


tán Francisco Ramirez Briseño, en Madrid á doce de
julio de mil seiscientos diez y seis años, señalándole
cinco para que gobernase. Fué recibido en la ciudad
de Mérida á veinte y siete de abril del año siguiente
de diez y siete, y gobernó hasta siete de diciembre del
de diez y nueve, dia en que pasó de esta presente vi-
da. Habia servido al rey muchos años en la milicia,
en que era muy experto capitán, y así le honró S. M.
no solo con el gobierno sino con título aparte de capi-
tán general en estas provincias, siendo el primero gober-
nador que fué capitán general por real título y provi-
sión, aunque sin él á los antecedentes los llamaban capi-
tanes generales, y por haber sido el primer título, fuera del
adelantado, y á quien han seguido los demás, me pa-
reció ponerle aquí, el cual dice así: "Por cuanto yo he
proveído á vos el gobernador Francisco Ramirez Brise-
ño por mi gobernador de la provincia de Yucatán, y
por la satisfacción que tengo de los servicios que me
habéis hecho en la guerra, mi voluntad es que asimis-
mo seáis mi capitán general, de la dicha provincia. Por
la presente os elijo y nombro por tal, y os doy poder
y facultad para usar y ejercer el dicho cargo de capi-
tán general de la dicha provincia, durante el tiempo que
sirviérédes el de gobernador de ella en todos los casos
y cosas al dicho cargo de capitán general anexas y per-
tenecientes, según y de la manera que lo hacen, pue-
den y deben hacer los otros mis capitanes generales de
semejantes provincias, é islas de las Indias. Y mando
á los vecinos, estantes y habitantes de la dicha provin-
cia de Yucatán que os hayan y tengan por tal mi ca-
pitán general de ella, y usen con vos el dicho cargo en
todo lo á él tocante y perteneciente, como dicho es, y
os obedezcan y acaten, y acudan á vuestros llamamien-
tos, alardes, muestras y reseñas, con sus personas, ar-
mas y caballos, así en las ocasiones necesarias de la guer-
TOM, i!. , 26
193 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

ra para qué los previniéredes, como en las demás á qué


los apercibiéredes para disciplinarlos é instruirlos en las
cosas de la milicia, y que se os guarden y sean guar-
dadas todas las gracias^ mercedes, franquezas y liberta-
des que debéis haber y gozar, y os deben ser guarda-
das por razón del dicho Cargo de capitán general, de
1

todo bien y cumplidamente sin que os faite cosa algu-


na. Dada en San Lorenzo el real á veinte de agosto
de mil seiscientos diez y seis años &c."
Recibido al gobierno, como era tan gran soldado,
para satisfacer á la obligación de capitán general con
que el rey le hábia honrado, redujo á toda buena dis-
ciplina militar la gente de esta tierra, industriándola y
ejercitándola mucho en actos militares. Instituyó las
compañías de caballos lanzas jinetas que hoy hay en
la ciudad y villas; nombrándoles su capitán, teniente y
demás oficiales: compónense de los encomenderos de in-
dios. Dispuso qué todos los qué de ellos tuviesen á
cincuenta mantas de renta, estuviesen obligados á te-
ner un arcabuz y un mosquete con veinte y cuatro
varas de cuerda, cincuenta balas ajustadas para cada
pieza, y doce libras de pólvora para entrambas, con to-
dos los adherentes necesarios á ellas. E l que tuviese
cien mantas, fuesen dobladas estas armas, y tuviese
un caballo aderezado á la jineta con su lanza y adar-
ga; y siendo la renta de doscientas mantas, doá caballos,
y así respectivamente según fuere mayor ó menor la
renta. Ordenó también qué todos los Vecinos que lle-
gasen á tener seis mil pesos de hacienda, aunque no
sean encomenderos, estuviesen obligados á tener un ar-
cabuz y mosquete con la munición y pólvora necesa-
ria, y siendo de doce mil pesos, dobladas armas, y sien-
do persona de nobleza conocida, tuviese utt caballo a-
derezado como si fuera encomendero de cien mantas,
aunque no tuviese encomienda de indios; orde-
nada toda esta prevención de armas para el mayor ser-
LIBRO NOVENO. 199

vicio del rey y defensa de esta tierra. Hizo minuta de


todos los encomenderos y vecinos, con que llevó la dis-
puesta prevención de armas á ejecución, y por el or-
den que entonces dio se hacen las reseñas y muestras
de armas, que verdaderamente son de ver, porque cuan-
do se hacen no queda persona que no salga á ellas,
con que se forma un escuadrón muy lucido y nume-
roso á que guarnece la caballería, según el orden que
los gobernadores dan después de hecha la muestra de
armas.
Parece haberse quejado al rey los que tenían dere-
cho á las encomiendas de indios, según las cédulas y
órdenes reales antecedentes, por no estar premiados mu-
chos de los descendientes de conquistadores, que ha-
bían pedido no se diesen sino á ellos, y que especial-
mente se denegasen á quien no tiene precisa obligación
de vivir en esta tierra, por ser en notorio daño de ella,
de su conservación y lustre. Por esto despachó el rey
una cédula, fecha en Madrid á diez y seis de diciem-
bre de mil seiscientos diez y ocho años, dirigida á es-
te gobernador, por la cual se le manda guarde y cum-
pla las cédulas reales que estaban dadas en razón de
esto, como en ellas se contiene y declara, porque así
era la voluntad de S. M.
Querido y estimado de toda esta tierra estaba este
caballero, así por lo referido como por la rectitud con
que administraba la justicia, cuapdo le dio la enfer-
dad con que pasó de esta presente vida, víspera de
la purísima Concepción de la Virgen MARÍA Señora
nuestra, á siete de diciembre de mil seiscientos diez
y nueve años, acabando de cantar la oración de
vísperas en la santa catedral, y cumpliendo un año
justo que con toda la ciudad habia hecho voto
solemne de defender la pureza de este misterio, como
se dice adelante. Fué muy sentida su muerte por es-
tar bien querido de todos, y el dia siguiente por la
200 HISTORIA DE Y U C A T A X .

tarde fué sepultado en nuestro convento de aquella


ciudad, y quedó en él su cuerpo hasta hoy, aunque
fué por vía de depósito. Por su muerte advocaron en
sí el gobierno de esta tierra los alcaldes ordinarios de
la ciudad de Mérida y villas, cada uno en su jurisdic-
ción, según el orden que el rey tenia dado por su real
cédula, que por ser honorífica, y la primera vez que se
usó de ella, la refiero, y dice así:
" E L R E Y . Por cuanto el rey mi señor, que ha'
ya gloria, á ocho de diciembre de mil quinientos y se-
senta años mandó dar para la provincia de Venezue-
la la cédula del tenor siguiente: E L R E Y . Por cuan-
to Sancho Briseño en nombre de las ciudades y villas
de la provincia de Venezuela, me ha hecho relación
que muchas veces acaece estar la dicha provincia sin
gobernador por fallecer los que lo eran por provisión
nuestra durante el término de su gobernación, como ha-,
bia acaecido con los licenciados Tolosa y Bellacinda,
á cuya causa padecía detrimento, y estaban sin justi-
cia los vecinos y naturales de aquella tierra, Y me
suplicó en el dicho nombre mandase que cuando acae-
ciese caso semejante de morir el gobernador que hur
biese, antes de nos haber proveído otro en su lugar,
gobernasen los alcaldes ordinarios cada uno en su jurisdü>
cion, ó como la mi merced fuese. E yo acatando lo
susodicho, helo habido por bien. Por ende por la pre-
sente declaramos y mandamos que cada y cuando que
acaeciere fallecer el nuestro gobernador de la dicha
provincia de Venezuela antes de haber nos proveído o-
tro en su lugar, gobiernen en cada una de las ciuda-
des y villas de ella los alcaldes ordinarios que én los
tales pueblos hubiere, entretanto que por nos se pro-
vee otro gobernador. Que por esta nuestra cédula da-
mos poder y facultad á cada uno de los dichos alcal-
des ordinarios en su puesto que tengan la dicha go-
bernación durante el dicho tiempo. Fecha en Toledo
LIBRO NOVENO,. 201.
á ocho dias del mes de diciembre de mil quinientos
sesenta años. Y O E L R E Y . Por mandado deS. M.
Francisco de Eraso. Y ahora por parte de D. Grego-
rio dé Funes, como procurador general de la ciudad
de Mérida provincia de Yucatán, se me ha fecho rela-
ción que por haber muerto en siete años dos goberna-
dores de ella, ha habido escándalo y disenciones sobre
quién habia de gobernar y administrar la justicia de go-
bierno, porque los alcaldes de la.s villas de aquella
provincia se aplicaron á la jurisdicción de su distrito,
lo cual era en daño de los naturales, porque como su
defensor asiste en la dicha ciudad de Mérida, no los
puede defender en otras partes sino estando la cabeza
de la dicha jurisdicción en la dicha ciudad, como siem-
pre lo está, suplicándome lq mandase declarar, y dar
la orden que con esto se habia de guardar, ó que el te-
niente del dicho gobernador con un alcalde de la dicha
ciudad, ó con la persona nombrada por el cabildo de
ella, hiciesen todo lo que el dicho gobernador hacia en
el ínterin que se provee sucesor. Y habiéndose visto en
mi consejo de las Indias, he tenido por bien de man-
dar dar esta mi cédula, por la cual mando que su-
cediendo el dicho caso de morirse al gobernador, que
ai presente es, ó adelante fuere, de la dicha piwineia
de Yucatán, .se guarde, cumpla y ejecute en ella lo con-
tenido y dispuesto por la dicha cédula suso incorpora-
da, entretanto que el virey de la Nueva-España nom-
bra y envia persona que gobierne la dicha provin-
cia de Yucatán, como lo ha de hacer en ej ínterin que
yo proveo otro gobernador para ella, que así es mi vo-
luntad. Fecha en S. Lorenzo á veinte y cuatro de ma-
yo de mil y seiscientos años. Y O E L R E Y . Por
mandato del rey nuestro señor.—Juan de 1Jarra.
Luego que murió el gobernador, fué presentada esta
cédula, y mediante ella admitidos al gobierno los alcal-
des ordinarios, que en la ciudad eran el capitán Ber-
202 HISTORIA PE YUCATAN.

nardo de Sosa Velázquez y Juan Bote, y gobernaron


hasta acabar aquel año. Por no haber enviado el vi-
rey de Nueva-España gobernador á estas provincias, las
gobernaron el año siguiente de seiscientos veinte los al-
caldes, hasta tres de setiembre que vino gobernador, y
lo fueron en la ciudad de Mérida los capitanes Miguel
de Argaiz y D. Diego de Solis Psorio.

CAPITULO CUARTO.

De un capítulo provincial, y cómo fueron religiosos á la


conversión de los gentiles itzaes.

Acababa su trienio de provincial de esta provincia


el R. padre fray Alonso de los Reyes, por cuya causa
vino á visitarla el muy R. padre fray Diego de .Ota-
lora, padre de la santa provincia de Santiago y co-
misario general de estas de la Nueva-España. Celebró
capítulo provincial en la ciudad de Mérida á veinte y cinco
de marzo de mil seiscientos diez y ocho años, en que fué
electo provincial el R. padre fray Juan de Acevedo, y
difinidores los reverendos padres fray Francisco de Tor-
ralva, fray Alonso de Hoyos, fray Francisco Matías y
fray Juan de Sequera. La congregación correspondien-
ee á este capítulo se tuvo en el convento de Maní á
veinte de octubro del año siguiente, presidiéndola el pa-
dre Fr.Gabriel de Zurita, guardián de Uaychiapa en la pro-
vincia del Santo Evangelio,y en ella se hizo erección de con-
vento con título de vicaría de la doctrina de Zonotppipp.
Felices progresos en la cristiandad de estos indios
se presumieron aquel año de diez y ocho, ofreciéndose
dos religiosos de esta provincia á ir á los gentiles itzaes
LIBRO NOVENO.

para predicarles el Santo Evangelio, deseosos de reducir-


los, á nuestra santa fé católica. Habia intentado el
gobernador D. Antonio de Figueroa aquella conquista
por armas, y denegóseíe la licencia en el consejo, como
al mariscal su antecesor, y como ellos habían venido
de paz á dar la obediencia á D. Antonio, se presu-
mió admitieran cort gustó la paz verdadera de la di-
vina palabra. Luego qué se celebraron las elecciones
capitulares, se determinó que los padres Fr. Juan de
Órbita y Fr. Bartolomé de FuehSalida, sacerdotes, am-
bos grandes lenguas dé estos iridios, fuesen á aquel san-
to ministerio. Admitieron sin dilación el empleo (que
no lá sufre el amor dé Dios y caridad á vista de la
necesidad espiritual del prójimo), y puesta su confian-
za ert Dios qué favorece el buen deseo de la salvación
de las almas, sin mas armas que la fuerza amorosa
de la divina palabra resolvieron visitar aquéllas cie-
gas con su infidelidad y adoración de los ídolos. Dio
calor á esto las cédulas de S. M. que para ello habia, y
saber que era su real voluntad fuesen solamente reli-
giosos sin estrépito de soldados. Hízose decreto por
el reverendo difinitorio para qué el padre provincial
les diese sU patenté en forma, y como se acostumbra
en nuestra sagrada religiori dar á los que van á pre-
dicar entre infieles, usando de la potestad que los su-
periores dé las religiones tienen en éstos reinos pa-
ra enviar sus religiosos entre indios idólatras que no
han recibido nuestra santa fé católica. Determinóse que se
hiciese notoria la resolución al obispo D. Ff. Gonzalo de
Salazar para que con su bendición y berieplácito se dispu-
siese mejor la entrada, y también les diese su comisión y li-
cencia para asistir en el pueblo de Tipú, último en
la provincia de Bacalar, y pueblo de aquella doctrina
sujeta al beneficiado de la villa de Salamanca, don-
do era necesario parar para disponer la entrada, pa-
ra qué el benefiado tuviese á bien residiesen allí,
204 HISTORIA DE YUCATAN.

y no les fuese impedimento á su ejecución piadosa.


Presentáronse los dos padres Órbita y Fuensalida
con la patente de. su superior ante su señoría, que ha-
biéndola visto y leido (dice el padre Fuensalida en
una relación que de este viaje escribió, habiéndosele
puesto precepto de obediencia para ello), se holgó tan-
to cuanto no sabrá decir, ni menos escribir, y que tu-
vo deseo de ir en su compañía á esta conversión. N o
le dio lugar la necesaria asistencia al gobierno de su
obispado; pero con sumo gozo mandó llamar á su se-
cretario, y ordenó que les hiciese á los religiosos
una amplísima comisión en que les concedía toda
su autoridad, como si nos (decia) estuviéramos pre-
sentes, así para españoles como para todo género
de gentes estantes y habitantes en la villa de Sa-
lamanca de Bacalar, y mandando en virtud del Espíri-
tu Santo, por santa obediencia y pena de descomunión
mayor, al beneficiado de aquella villa y partido que en
ninguna manera directa ni indirectamente estorbase á
los religiosos, y que no fuese al dicho pueblo de Tepú,
ni otro alguno comarcano, si no fuese llamado por ellos, y
que administrasen los Santos Sacramentos como si fuesen
sus propios curas, y que los indios diesen á los reli-
giasos los derechos eclesiásticos de funerales, bautismos
y casamientos para su sustento, de la forma que acos-
tumbraban darlas al dicho beneficiado. Mandó esto ¿i
obispo porque aunque habia las cédulas que se* han di-
-

cho para que se diese de la caja real lo necesario pa-


ra el culto divino y viático de los religiosos, no so-
lo no se daba, pero ni aun licencia del gobernador pa-
ra ir, (como se dice luego.) Así viéndolos el obispo ir
sin atención á cosa temporal, no solo les dio el orden
y ayuda referida, sino también muchas cruces, cuchi-
llos, tijeras y otros dijes de Castilla con que acaricia-
sen á los indios, y confortó y animó á los religiosos á
la perseverancia en su buen propósito.
LIBRO NOVENO. 203

Sabida por los vecinos de la ciudad de Mérida la resolu­


ción de los religiosos, fué universal el contento eñ todos,­y
les hicieron algunas limosnas;; El gobernador pretérito
D. Antonio de Figueroa, que se estaba en la ciudad,
les dio sus informes para hacer el viaje, y muchas
cuentas y abalorios para dar á los indios, y muchos ve­
cinos los proveyeron así de estas como de otras cosas.
Algunos encomenderos dieron limosnas con que se com­
praron cosas necesarias para el culto divino y ornato
de iglesia, y la provincia les dio cáliz, casullas, albas
misales y lo demás necesario para el santo sacrificio
de la misa. D. Manuel Nuñez de Matos, tesorero de
la santa catedral, les dio un santo C rucifijo muy devoto
para que pusiesen en el altar donde habían de celebrar­
la. Dícese en aquella relación que era para alabar al
Señor ver la .devoción y fervor que todos mostraron de
la jornada de los religiosos, deseando la conversión de
aquellos indios, y así les daban lo que podian para e­
11a, y los Sres. prebendados de la santa catedral les
dieron algunas limosnas y láminas para adorno de la
iglesia. Hasta los ánimos de los indios dice que se mo­
vieron, y por los pueblos donde después pasaron, los in­
dios principales y las indias les daban vestiduras de
las que usan, y de las cosas que para su mejor pa­
recer acostumbran, que diesen al C anek, que es su re­
yezuelo, á su mujer y á los otros indios principales;
y que llegó á ser cosa de valor y estimación después
de junto todo lo que les dieron. •
Hicieron notoria su determinación al gobernador Fran­
cisco Ramírez Briseño, como á quien estaba en nom­
bre del rey, y pidiéronle les diese ayuda y favor en
nombre de S. M., para que en los pueblos dé ésta
provincia, que están en el camino áe^ e la ciudad de
*Mérida á Bacalar, les diesen los indios el avío nece­
sario para lo que llevaban, y para que desde allí los
caciques y justicias les diesen indios i guias que los Пе­
том, п. 27
HISTORIA DE YUCATAN.

vaseíi con fidelidad y amor, cómo cohstuiñbré muy usa-


da còri los ministros evangélicos cuando van á admi-
nistrar los Santos Sacramentos y predicar. Oida por
el. gobernador su justa petición, mostró holgarse mucho,
y las prometió dar todo eí favor y ayuda posible co-
mo en materia tan del servicio de Dios y conforme
á la voluntad del rey, con que todo al parecer se dis-
ponía con feliz prosperidad, que animaba el buen de-
seo .de los religiosos. Como el gobernador supo que
iban cómo varones apostólicos á pié, descalzos y sin
mas confianza que en la misericordia divina, no trató
de que para su avío, ni para lo del culto divino, se
diese de la caja real cosa alguna, ni tampoco los re-
ligiosos hicieron instancia en pedirlo, viendo que' la de-
voción de los fieles les iba socorriendo con lo que por
entonces parecía necesario para adorno, de la iglesia, y
la provincia para los ornamentos. Aun el favor que
les prometió para que los indios los aviasen, y después
diesen guias para ir á los itzaes, no se le dio, ponien-
do-excusas que según se verá no eran suficientes. Pa-
rece que el enemigo del linaje humano envidioso de
ver que aquellos religiosos trataban de desposeerle del
imperio que en aquellas almas había tenido, solicitan-
do reducirlas al conocimiento del verdadero Señoi', que
las. crió para que: le adorasen, comenzó desde -luego
"á poner inconvenientes, permitiéndolo Dios por lo que
su Divina Magestad sabe, al paso que los religiosos so-
licitaban dar principio á su jornada. Retardóse algo
habiendo de juntarse lo necesario de particulares limos-
nas como sucedió, y sentían la dilación en sumo gra-
do, porque si con ella se adelantaba el tiempo, y lle-
gaba el de las lluvias, perdían aquel año, no pudién-
dose pasar á los itzaes en continuando las aguas por
las muchas ciénegas que á cada paso se ofrecen y ríos
caudalosos que con las crecientes grandes imposibilitan
el pasaje. N o les daba el gobernador su despacho, di-
LIBRO: NOVENO, 207"

ciendo que cuando estuviesen de todo prevenidos se.


les entregaría, pero la causa que le movía se dice én.
el capítulo siguiente,

o- :—

CAPITULO QUINTO.

Salen de Mérida los religiosos á la nueva conversión, y


llegan á Salamanca de Bacalar

Llegó el dia que tanto deseaban aquellos dos reli-


giosos, ambos venidos en una misión de España, y hi-
jos de la santa provincia de Castilla, y recibida la ben-
dición de su prelado y del Sr. obispo, y pedido á los
religiosos y á todos los seculares encomendasen el buen
fin de su viaje á Dios de quien dimana todo bien; cuando
hubieron de salir de la ciudad y pedir al gobernador
les diese su despacho, no estaba en ella, .porque un
ciudadano encomendero, llamado Miguel de Argaiz, le
habia llevado á festejar á una estancia suya con otras
personas de la ciudad. Está la estancia distante una
legua de la ciudad, y al paso del camino por donde
habiañ de i r á su viaje, y así salieron para verle allí
y despedirse de él. Iba por comisario de esta conversión
el P. Fr. Bartolomé Fuensalida, y por su compañero
el bendito P. Fr. Juan de Órbita, cuya santa vida, mi-
lagros y feliz tránsito de ella se dice en otra parte ;

Como la ocasión era mas á propósito para entreni-


mientos que para hacer despachos, el que les dio el go-
bernador fué solamente decirles que prosiguiesen su via-
je, y que al caminóles enviaría los recados necesarios
de muy buena gana Y que si cuando llegasen al conven-
to deTelíax(que como se ha dicho es •eKütimo-que-teñe-
208 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

mos en la Sierra) no los hubiesen reeibido,que esperasen en


él, que sin falta allí se los -remitiría. Quedóse el go^
bernador con los ciudadanos en su festejo, y los reli-
giosos prosiguiendo su camino llegaron al convento de
Tekax, donde se detuvieron algunos días esperando los
recados del gobernador. Cuando entendieron tener lo
que deseaban, y se les habia prometido, recibieron una
sola carta del gobernador en que les decia: Que ha-
biendo bien considerado» la materia, habia acordado no
dar los recados que le habían pedido, por no tener or-
den del rey para ello. Y que si acaso los indios gen-
tiles les quitaban la vida, ó á algunos de los indios de
esta tierra que iban con ellos, le seria mal contado, y
que en el real consejo de Indias le culparían por la
acción de haber ido con orden suyo. Que pues su pre-
lado ios podía enviar á predicar-el santo Evangelio en-
tre los infieles, y de hecho los enviaba, pues les ha-
bía dado su licencia y patente comisión para ello, que
. con la bendición de Dios prosiguiesen su viaje. Cau-
só notable admiración á los religiosos ver que tan pres-
to hubiese mudado parecer, dejando de ayudar á una
obra tan buena y santa, y así dice el que hizo la re-
lación que he dicho estas palabras: " Y para mi bien
entendí y sospecho que algo dirían al gobernador los
que le asistían para que así se resfriase en su buen
propósito primero, y desistiese de él, y nos escribiese lo
dicho, siendo así que le habíamos dado cuenta cómo
había en esta provincia dos cédulas de S. M. D. Fe-
lipe Tercero, > que está en gloria, para que fuese he--
cha la reducción y conversión de estos indios y los
demás que estuviesen circunvecinos á ellos por los
religiosos de esta provincia, y los oficiales reales que
eran Gil Carrillo de Albornoz y D. Francisco Sarmien-
to, y otros muchos que sabían de ellas, querían que se
ejecutasen y cumpliesen."
Sintieron mucho los religiosos este despego del go-
LIBRO NOVENO, 209

bernador, ño por otra cosa sino porque sin su favor les :

parecia que en Bacalar nó tendrían tan breve despacho


en el avío por ser necesaria desde allí embarcación
para ir al pueblo de Tepú, donde habián de hacer asien-
to, según el orden que del obispo llevaban y porque
los" indios de él no viendo letras del gobernador no los
ayudarían como era menester, así para guiarlos, como
para acompañarlos, siendo desde Tepú despoblado, y
necesitando de embarcación para algunas islas que.hay
en el camino. Pero aunque se representaban estos in-
convenientes, propusieron seguir su viaje, y después Dios
los favoreció facilitando aquellos estorbos, como si lle-
varan los mandamientos mas apretados que pudieran
habérseles dado. Movió Dios nuestro Señor los cora-
zones de algunos indios de esta provincia, cantores y
sacristanes de nuestros conventos, que voluntariamente
se ofrecieron á acompañar á los religiosos, aunque co-
nocían peligroso el viaje yendo solos sin defensa huma-
na á ponerse en manos de aquellos bárbaros infieles,
de quien sabían con certidumbre comen carne humana.
Pero el que es poderoso para hacer de piedras hijos de
Abrahan, lo fué para que pospuesto el temor acompa-
ñasen á los religiosos. Viendo éstos tenian yá con quien
celebrar los oficios divinos solemnemente como en esta
provincia se acostumbra, salieron" del convento de Te-
kax muy contentos y consolados, y llegaron á un pue-
blo distante cinco leguas llamado Galotmul, adminis-
tración del beneficio de Peto. Desde allí se atraviesa
la Sierra para un pueblo, su nombre Chunhuhüb, y hay
á él quince leguas de despoblado. Algunos trechos del
camino son tierra descubierta sin arboleda, que por acá
lo llaman sabanas, y algunas ciénegas malas de pasar.
Hay en algunas lagunas ranchos y paraderos donde
españoles y indios descansan y duermen de noche, aun-
que están sin gente que los habite. A todos los sitios, ran-
chos, lagunas, sabanas y ciénegas tienen los indios pues-
210 I-USTORIA DE YUCATAN,

tos nombres en su lengua por donde los conocen, que


en esto tienen gran curiosidad y cuenta. Por aquellos
montes y términos del, pueblo hay mucha zarza y muy
buena, que en su lengua llaman cocoh, y en aquel pue-
blo los recibieron con mucho amor y caridad los indios.
Hay desde Chunhuhub á otro pueblo llamado Pacha
otras quince leguas de despoblado y de peores caminos
que lo antecedente, porque son tan anegadizos en tiem-
po ;de lluvias que es menester canoas para pasar mu-
chos» parajes,- y se quedan allí el tiempo de la seca. En-
tre otras, hay una ciénega á que los indios llaman Uba-
ceititzmin, que es como decir huesos de caballo, por
los muchos que allí han muerto atollados trajinando
aquel camino, y quedándose allí por no poder salir ni
sacarlos sus dueños. Ahora diez y ocho años por este
mes de julio en que estoy trasladando esto, me pudo
suceder allí una desgracia y peligro grave. Venia de
vuelta de Goatemala en compañía del R. P. Fr. Luis
de Vivar, de visitar aquella provincia y celebrar su
capítulo, y llegando á este paraje, habiéndome adelan-
tado algo á las demás, me iba entrando en la ciénega
presumiendo era algún mal paso como otros muchos
que en el viaje habíamos pasado. Quiso Dios, á quien
doy las gracias, que rae alcanzaron á ver los que des-
pués vénian, y á voces me detuvieron y dijeron volviese
á salir por donde habia entrado, porque iba á dar á un
paraje de que con mucha dificultad podrían sacarme.
Hice lo que me decían, y habiendo dado con los demás
una gran vuelta á un lado para evitar aquel paso, v i
á la otra parte que salia al camino una canoa en que
en tiempo de aguas se anda, por ser tantas las que allí
se recogen que se navega en ella.
Del pueblo de Pacha fueren á otro llamado Xocá
casi diez leguas distante y ahora es despoblado sin señal
de casas ni iglesia, todo hecho monte cerrado de arboled
que es lástima verlo, A los lados de este camino hay
LIB'RÓ NOVENO. 211

algunas iagUriás grandes de buena agua y pesca. Cinco


leguas dista Xocá de lá villa de Salamanca de Bacalar,
donde llegaron dando gracias áDios de verse yá cércanos á
dar principio á su obra: Era beneficiado de aquélla villa y
su partido Gregorio de Aguilar, el cual estaba
en los pueblos de Su feligresía á adminis-
trar los Santos Sacramentos á los indios, y así hubieron
de pi'ésentar los religiosos las licencias qué llevaban
al alcalde de la villa, pidiéndole que coii brevedad
los ayudase y diese avió de embarcación antes que
entrasen las aguas, pues sabia que después la corte-
dad dé las embarcaciones no tiene fuerza para resistir
la violencia que con las corrientes de las aguas traen
los rios, principalmente aquel por donde sé sube al
pueblo dé Tepü, y otro llamado Cancanilla que está
antes de él. Era alcalde en está ocasión Andrés Car-
rillo de'Pérnia vecino dé la villa de Valladolid, el cual
los hospedo con mucho amor y voluntad en uñas casas gran-
des cubiertas de paja que sirven de casas reales; Allí los
regaló el tiempo que estuvieron en la villa dándoles de co-
mer y sustentando á su costa á los indios que iban acom-
pañando á los religiosos. Fué tanta la caridad que
les hizo, y el ayuda con que después los favoreció,
que agradecido á ella el religioso que hizo la relación
dice én ella así: "Acción tan bueña y santa fué ésta,
que solo Dios se la ha de pagar, porque de parte de
la tierra en cosa alguna se le ha gratificado, que si se
hiciera fuera mucha razón y justicia, y hubiera mu-
chos que acompañaran á los religiosos en ocasiones se-
mejantes. Y á algunos se dan muy buenas encomien-
das y rentas y ayudas de costa Con menos méritos
que los que tiene dicho Andrés Carrillo, porque es crio-
llo benemérito, y su mujer también lo es. Mas Dios
les da vida y salud, y plega á su Divina Magestad
se la dé por muchos años, que con su rentecilla que
tienen viven y pasan, y Dios les ha de dar la gloria,
212 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

que la tiene prometida á los que dieren un jarro de


agua por su amor &c." Tan.-en la memoria tenia este
religioso, la caridad que entonces se les hizo habiendo
pasado treinta años, porque escribió la relación el año
de mil seiscientos y cuarenta y ocho,

o :
—' '

CAPITULO SEXTO.

Van los religiosos á Tepú, y algunas cosas particulares


de aquel camino.

. Estaban, como se ha dicho, los religiosos en la vi-


lla de Salamanca de Bacalar solicitando salir con pres-
teza para el pueblo de Tepú antes que entrasen las
lluvias; pero como no llevaban favor del gobernador
para que los indios de aquella tierra los ayudasen, y ellos
iban como verdaderos hijos de nuestro padre S.
Francisco sin recurso á dinero con que pagar la
embarcación que es forzosa para el viaje, y su tra-
bajo á los indios remeros que los habian de lle-
var, se detenían mas de lo que quisieran. Viéndolos el
alcalde Andrés Camilo por esto con alguna tristeza,
porque el santo propósito que llevaban no se entibiase,
previno una piragua suya muy capaz y indios remeros,
y el matalotaje necesario para todos; determinando no
solo aviarlos con lo dicho, pero también hacerles com-
pañía hasta el pueblo de Tepú, porque los indios no
los dejasen y fuesen mas bien socorridos en lo que se
les ofreciese, y esto de su propia hacienda, que fué pol-
lo que el religioso da las gracias referidas en el fin del
capítulo antecedente. Porque dice que á no moverse el
alcalde con tan buen celo á ayudarlos, fuera imposible
pasar adelante. . i
Prevenido todo lo ' necesario»-salieron de Bacalar los
religiosos y el alcalde én su compañía, á los principios
de mayo, por la laguna en cuya ribera está fundada la
villa, como se lia dicho en otra parte, y fueron con
buen tiempo por el rio que los indios llaman Nohukum,
que quiere decir rio grande. Hace también este rio an-
tes de salir á la mar división en muchos pequeños, que
forman gran número de isletas, y todos ellos se vuelven
á juntar á una madre para salir á la mar que dista ce-
rno nueve leguas déla villa. Salidos á la mar pasaron
una travesía de tres leguas para llegar á una estancia de Un
vecino déla villa, que estaba allí y los recibió con mu-
cho gusto, dándoles buen refresco para pasar adelante.
Este sitio-de la estancia es donde al tiempo de la con-
quista de esta tiera estaba fundado el gran pueblo de
Ghetemal, dé que tanto se- trató eh el libro segundo; y
yá no hay. mas de la memoria de que estuvo allí
fundado. De la estancia fueron á un pueblo llamado
Uaitibal que estaba cerca de la playa, y ahora total-
mente despoblado (como se dirá tratando del tiempo en
que sucedió), y de allí á la boca de un rio qué los
indios nombran Suluinicob, que es lo mismo que de los
españoles, Dícese este viaje Comúnmente de los rios,
por.los muchos que en él hay¿ Por el de Suluinic
llegaron al pueblo de Ppuncuy que está á orilla de él,
y pasaron al de Zonail, al de Holpatin, al de Lamanay
ó Lamayná. Este tiene una gran laguna á su ribera que
se forma de los rios y otras aguas que se le juntan,
y tiene gran abundancia de pesca de tortugas y dife-
rentes especies de peces, todos de muy buen gusto
como son de agua dulce. A no haber tantos mos-
quitos, que dan mucha pena, era deleitosa la navega-
ción por aquellos rios, porque la-vista es amena,-y
los indios con harpones van hiriendo los peces sin de-
tener el viaje. Atravesaron la laguna para llegar á
tierra, y en su playa se quedan las embarcaciones, pot-
TÓM, ii. 28
¡HISTORIA DE YUUÁ'TAÍÍ.

que desdé allí sé camina por tierra cdmo hasta doce '
leguas para llegar al rio de Tepú.
Hay en aquel camino uri grandísimo piñal que
tiene tres legdas de travesía; y por lá mano izquierda
hacia el oriente se dilata tanto, qué dicen los indios
no saben adóficíe termina, porque no acostumbran an-
darlo. JEn la relación dice el autor de ella que entien-
de va este piñal á Nueva España, que no parece estar
'muy lejos, aunque según el sol estará mas de ochenta
leguas. A mí me parece que' sí se dilata por la parte occi-
dental como por la oriental, aunque vaya á la Nueva Es-
pilatila de estar muchas maS leguas, según las tierras
que hay de indios cristianos entre aquello y la Nueva-
España. Así lo colige mi corto discurso por haberlo
andado casi en circuito á la redonda dos veces que he
ido á la visita de la provincia de Goatem'ala.i Las pi-
nas de aquellos pinos nò dan piñones, la tierra es muy
parecida á la de nuestra España, corren por ella mu-
chos arroyos, y hay algunas encinas'cuyas bellotas no
son muy dulces, y solo dejan buen sabor bebiendo agua
después de ellas. A las seis leguas de aquel camino
está un rio muy caudaloso, á quien nombran los espa-
ñoles Cancanilla. Tiene una puente de piedra natural-
mente formada desde el pincipic del rio, y por ella pa-
saron con el agua á la media pierna, • con ser tiempo
1

de seca, y en el de lluvias no es posible pasarla, por-


que la sobrepujan las aguas. Nace esta piedra de de-
bajo del agua desde su principio, y tendrá de atocho
como dos varas. Dióle Dios tal aspereza, que con es-
tar continuamente bañada de agua nc es resbalosa, y se
va por ella sin peligro de caer hacia la parte de la
corriente, á donde hace un gran salto ¿el agua que cor-
re por debajo, de cuya violencia es tan grande el rui-
do que una legua de distancia se oye. "Ello és .(dice
la^relacion); para alabar á Dios nuestro- Señor; qüte la
•crió, que. es santo y*, admirable en /todas ísuscosas^y^-
LIBRO KCVESRJ.'

te rio cení esta puente es una de ellas y digna de ad-


miración. El Señor sea bendito qué con su sabiduría
obró todas las cosas &&"• De allí hay otras seis leguas
á un pueblo llamado Lucú, que está á la orilla del
rio que viene de Tepú, y llegando á Lucú los indios
los recibieron con amor y contento.
Habiéndolos regalado con lo que ten jan, aprestaron
de sus canoas, para llevarlos con buen avío y
seguridad. Son grandes pilotos de aquel rio,'
y diestrísimos remeros criados desde muchachos en
aquella ocupación y ejercicio, que es el principal
que tienen. Hay en el pueblo de Lucú mucho achio-
te, que es lo mejor que se conoce en toda la Nueva-
España, muy buen cacao grueso que tira á colorado,
y por sí solo de buen sabor, vainillas que llaman ciz-
biques, muy buenas y olorosas para el chocolate. Era
pueblo de mucho recreo y regalo con muchas huertas
de cacao á Ja ribera del rio. En él hay mucha pesca
de tortugas y del pez que llaman bobo, que es muy
regalado. Desde Lucú se sube el rió arriba doce le-
guas ^contra la corriente para llegar al pueblo de Tepú.
Es tanta la violencia del agua, que no bastan remos,
y es necesario subir á fuerza de palancas; y á pequeño
descuido la del agua vuelve atrás las canoas, y muchas
veces se arrojan los indios al agua para tirallas á bra-
zo. Así es trabajosísima la subida, porque en el espa-
cio de las doce leguas tiene el rio ciento y noventa
raudales «de impetuosa corriente; pero lo que admira es
la curiosidad de los indios, que á cada una le tienen
puesto sur nombre propio con que todas las conocen.
Es tan caudaloso este rio como cualquiera de los ma-
yores de nuestra España, y su agua tan buena que
dicen es mejor que la del celebrado Tajo. Cria zarza
y oro, y ya sea por esto ó por virtud oculta -que Dios
la ha dado, bebida sana la enfermedad de hidropesía.
Causa muy buenas ganas de comer, a s í a enfermos co-
4№- wsrmax DE Y U C A T Á N .

mo á sanos, y á poco rato con lá ayuda que da pa­


ra la digestión de los mantenimientos, se siente ham­
bre, como dice el religioso que hizo la relación, que
lo experimento algunas veces. Una propiedad singular
tiene el agua de este rio, y es que á medio dia, cuan­
do el sol calienta mas, está frescay aun casi fria, y de
noche se calienta de tal modo que sube el vaho de
ella como si fuera de una caldera de agua puesta al
fuego. , A los lados del rio hay minas de piedra pa*
ra yeso, que sale muy blanco: hay muchas palmas rea­>
les, y también las hay en las lagunas y ríos queque­
dan dichos, y por regalo suelen comerse los palmitos
que tienen sabor de cima de cardo. Hay también per­
las riberas de él de todas frutas de tierra caliente en
mucha abundancia, caza de venados, puercos del motK
te que son­ los que tienen el ombligo en el espinazo,
codornices y otras aves de diversas especies. Otras co­
sas dice que hay por allí maravillosas, y que no lo es
poco ver tantas lagunas, esteros, brazos y divisiones que
hacen, y lo rnismó los rios, que por muchas partes se
pierde de vista su longitud. Los montes y sierras que
los cercan, ásperas y agrias de subir, pero llenas de
árboles fructíferos, que dan sustento á los indios por aque­
llos caminos. Y qué de veces dice aquel religioso las
he comido yo en su compañía caminando.
En tres dias fué Dios: servido vencieron la dificul­
tad de la subida tan trabajosa, y llegaron al pueblo
último de esta gobernación y de cristianos, plaza<le armas
de su espíritu, destinado para residir el tiempo que fuese
necesario para pasar á la nueva conversión dé aquellos
infieles. Supieron el cacique, alcaldes y principales án­>
tes que llegaran los religiosos cómo iban, y vinieron con
sus. canoas mas de dos leguas del rio abajo á recibir­
los, con refresco de comida y una bebida que llaman
z a c á , q u e la hacen de maiz y cacao,, y es sabrosa.
Saludáronlos con gran contento y alegría, y volvieron
WRO' ì fcaVasee.

con ellos. Está el desembarcadero como •' üá tiro de


piedra del pueblo, y allí tenían prevenidas danzas S
su usanza, y con ellas y mucho regocijo los llevaron
á la iglesia, donde hicieron oración. Allí dicen qué
dieron muchas gracias á Dios nuestro Señor por haber-
los llegado con bien y librádolos de tantos peligros de
mar, rios y tierra que se les habían ofrecido, y también
á la Virgen Santísima Madre de Dios á quien séiiábian
encomendado muy deveras, y al glorioso príncipe" dé
los apostóles San Pedro, patrón y titular de aquella
iglesia. Habiendo hecho oración, los aposentaron en la
casa del padre beneficiado conjunta con la iglesia, y al
alcalde Andrés Carrillo hospedó en su casa Una india
principal llamada doña Isabel Pech, mujer que había
sido de un cacique llamado D.'-'Luis Mazun, que había
muerto estando preso en la ciudad de Mérida por algu-
nos delitos que se decia haber cometido, y debía dé ser
idólatra porque después té hallaron ídolos én sü casa
como se dice adelanté,

•O'

CAPITULO SÉPTIMO.

Escriben los religiosos al Canek, señor de los Uzaes, y


recibe bien la embajada.

Llegaron los padres-Fr. Bartolomé de Fuehsatida y


Fr. Juan de Orbita al pueblo de Tepú poco antes de
la pascua del Espíritu Santo, y lo primero que hicie-
ron fué adornar la iglesia lo mas curiosamente qué pu-
dieron, éM' que era cuidadosísimo el padre Orbita, y
componerla con lo que en Mérida se les habia. dado
p§ra §u qrna.toay gdeb^feipnjj;de )°s .pfijtios divinos?
y ?

E l ¿alcalde - Andr^GarHÜQjf visitó el pueblo como de


su.' jurisdicción-, y cobró lo que había tocante al rey
como, su oficial. Celebraron da pascua Con grandísimo
contento de los indios, porque pocas veces en ella habrá
halládose sacerdote presente que les diga misa, por Ja mu-
cha ¡y trabajosa distancia. ; Fué mayor el gozp de los
indi0§; ;en la festividad de la .institución del Santísimo
:

Sacramento d e l altar, la cual celebraron los religiosos


; f

cpn ;la<;mayor solemnidad que pudieron, y los indios con


:

todas-, las danzas y festejos que supieron. Hízose la pro-


cesión pomo se acostumbra» que por ser la primera vez
que la vieron en aquel pueblo, pausó grande alegría á
los; indios. N o teniendo, yá que hacer allí el alcalde,
les encargó mucho el buen tratamiento de los religio-
sos y la fidelidad que les debían guardar, con que des-
pedido rde ellos ;volvió alypueblo para visitarle y pasar
á la villa: de Salamanca. Quedaron los religiosos en-
comendándole á Dios como bienhechor suyo que tan-
to los habia favorecido, y sucedióle bien su viaje, comen-
zando á pagarle en ello la Divina Majestad la caridad
y amor con que decían los religiosos que los llevó.
Y á los tenemos solos con los indios de Tepü, pero
acompañados de un fervoroso espíritu y muy gustosos
por ver á los indios tan contentos epn su asistencia, que
acudían á la iglesia con gusto, y continuación á misa,
doctrina y oficios divinos. Enviaban sus hijos todos los
dias á la iglesia á rezar y aprender las oraciones, co-
mo loablemente hasta hoy se acostumbra en todas las
doctrinas de esta tierra, así en las de los clérigos, co-
mo : en las, nuestras,: de; que-yá se trató. Necesitaron
para poder administrarles los Santos Sacramentos de
tener toda la prevención que llevaban para el ministe-
rio,, porque como está, tan distante de Bacalar, cuando
el beneficiado va & administrarles lo lleva consigo, y lo
vuelve cuando s'p va, sin atreverse, á r dejarlo en Tepü.
en poder de los :múiosy ¡pot.-&eél6^vi^'i№i profanen con
alguna iddlatría. N o ¿s infocholose temiéSe­a'Ilí­esto,
pues acá dentro en la í.ptóvincia: donde¡ continuamente
están á la vista de ios:ministros,' ;y donde saben asis­
ten obispo y gobernador que l©svcastigan^ sucédió^ló^que
se : dijo: ^en este libro­ nono .¡qátehaeián aquellos ­ dos in­
dios Alonso Ohablé y Eran ciscó: Cantil, y aun ¡este pré­
sente año dé seiscientos cincuenta ¿y seis, estando tras­
ladando esto,. me han dicho que­el Br/ D.>Francisdo
:

Marino, canónigo de la santa catedral de este obispado,


y vicario'i general: en él ­ para ¿lo que pertenece á los in­
dios, ha desterrado uno ó no sé si mas por delitos Se­
mejantes á los de aquellos, dos; ¡tan execrables idólatras.
¡Dios por su misericordia . los favorezca, porque cierto
tengo por entendido que mientras no hubiere mayor
castigo que el que se; les.da, no ha' de< haber; seguri­
dad en la materia.­. C on .la­asistencia de los «religiosos,
los indios de Tépú se mostraban muy devotos y fre­
cuentaban la iglesia como buenos cristianos.'; L a que
pasaba en sus corazones (dice la relación). Dios lo
sabe, que es el escudriñador de sus secretos; pero
para con ellos parecía tenerle. buenoJi . Hacíanles
;r

mucha caridad y limosnas, dándoles para su­Sus­


tento aun mas de. lo necesario, que como ^cogían
mucho cacao estaban ricos y sobrados.. El orden que die­
ron para ello fué,.quecada familasustentase un dia^ai­los
religiosos, que por esto y no.serles gravosos:con¿la> cos­
ta, se moderaban cuanto podían; pera ellos';üo­daban; al
parecer con mucho gusto, y lo continuaron el tiempo que
con ellos estuvieron hasta­pasarla los íuzaés;;Шее ífe.
relación que les acudían con ornas de lo; que­ttecesteban,
­y;qué vieron. verificado en.. todo este ¡viajeque йsin ­te­
ner cosa de este mundo parece poseían lo que en^ sel
hay,„ségun lo que dijo S.: Pablo >á los córihtiosf quécdé­
­bian prpceder. como quien;.nadaUiene­y» todo ltf¿jjoseé.
;
halló pdcp después la idolatría que presto se dirá,
. . . i , T e n i a entonces el pueblo de. Tepü hasta cien veci-
nos, y el cacique de él, que se llamaba D . Cristóbal N á ,
era muy afecto á los religiosos y buen cristiano, que
aun en otra entrada que después se intentó hacer pa-
ra reducir aquellos indios, ayudando á ella perdió la
vida, como se dice en su lugar. Entre los indios de
Tepü había uno muy principal, llamado D . Francisco
Cumux, que era descendiente del señor de la isla de Cozu-
iñelj el que recibió á D. Fernando Cortés cuando pasó á
-la conquista de la Nueva-España, y dicela relación que en
la cortesía y afabilidad con que trataba á los religiosos,
manifestaba mucho su nobleza y buena sangre, aunque de
indio. E r a muy aficionado á. la iglesia, por cuya causa
-era, gran cantor y -músico (costumbre que á los principios
. de su cristiandad observaron mucho los señores que ha-
bían sido en estos reinos), dando sus hijos á los reli-
giososos para que los enseñasen en las escuelas, y se
guardó muchos, años, aunque yá no están general, y
, así acudía á cantar en el coro como si fuera un
indio particular. D e otro que allí servia de maes-
t r o de capilla, y era natural del pueblo de Jeeelchakaíi,
junto á Campeche, y se habia huido allí, dice el que
hizo la relación que según entendió, su fuga habia ori-
ginádose de ser gran idólatra: no sé en Tepú (dice)
cómo se había: él era gran trabajador, y estaba muy ri-
co con muy-buenas huertas de cacao, que él solo por
; SU mano habia plantado ocho mil árboles de ello.
Comentóse á tratar de lo que importaba, que era
el principio que se habia de dar para la entrada de los
itzaes,, y juntos los religiosos con Jos principales del pue-
blo^ acordaron que seria mejor enviárselo á decir pri-
; mero coa, algunps indios de satisfacción, y convinieron
todos qué el mas á propósito para principal cabeza, de
la embajada era el D . Francisco Cumuxj á quien pro-
puso, el padre. cojjtfsario Fuensaüda, asi por. el ié&fé-
LIBRÒ NOVENO: 221

to qué tendrían los itzaes á sil conocida nobleza, corno


por el buen corazón y amor que él mostraba á los re-
ligiosos. Para más autoridad, ordenaron que le acom-
pañasen algunos indios de razón, sin que hubiese
un tan solo parecer en contrarici, que no fué poco pa-
ra consulta entre indios, y de cosa que nocareciade pe-
ligró. Aceptó D. Francisco hacer la jornada' con' mu-
cho gusto, aunque podía recelar de la poca fidelidad que
acostumbran guardar aquelles indios; pero Dios le dio
esfuerzo y Valor para exponerse al riesgo por su santo
servició. Prevínose todo lo que . necesitaban llevar
para el viaje, y el padre comisario FuenSalida,
que fué el que hizo la relación que he dicho,
escribió una carta al Canek, que contenia casi estas
mismas razones. " Q u e él y su compañero, el padre
Orbita, habían llegado al pueblo de Tepu, donde queda-
ban: la causa de su venida era para irle a y e r y comuni-
car ciertas cosas que le estaban bien á él y á los su-
yos, y que así los mandase juntar con sus capitanes,
para que oyesen lo que les proponía por su carta. Q u e
su venida era de paz, sin gente de guerra ni armas,
solos dos pobres religiosos de S. Francisco (de que yá :

tenían noticia, pues los habían visto los que estuvieron


en la ciudad de Mérida,) y que así enviase sus princi-
pales á verlos á Tépú, porque querían con su licencia y
beneplácito, dándoles seguridad, ir avérle, y que dán-
dosela tendrían gran placer porque sin su consentimien-
to no harían cosa alguna." Escribióles dé aquella suer-
te por atraer mas los ánimos incultos de aquellos bár-
baros infieles con la humildad dé sus razones, y en-
cargó muého á Di Francisco se lo diese á entender mas
por extenso, y la seguridad con que podían recibirlos,
pues eran dos solos religiosos con unos póco& indios que
llevaban para celebrar los oficios divinos.
Salió D. Francisco Cumux con los indios que le
asignaron para hacer su viaje, tan contento como mani-
TOM. ií. 29
222 HISTORIA DE rUGATAÑ;

festó cuando le nombraron, llevando sii matalotaje de


comida, porgue desde alií es todo montes despoblados.
Quedaron los religiosos ' alegrísimps con su partida, pof
haber dado principio ,á lo que deseaban, dando; gracias
de haber hallado quien quisiese llevar la embajada, y
encomendando continuamente á Dios él mensajero para
que le llevase con bien á la presencia de aquellos in-
fieles idólatras, y á éstos moviese los corazones para que
los recibiesen con amor, pues se ordenaba á reducirlos
á su conocimiento, y á que le confesasen profesando
su santa,fé. En orden á, esto dijeron misas al Espíritu
Santo y á la Virgen Santísima Maria señora ; nuestra,
para que como madre de misericordia la impetrase dé
su Santísimo Hijo, alumbrando aquellas almas para qué
dejasen sus antiguos errores; Como D. Francisco iba
favorecido ¡con tan piadosas, oraciones y sacrificios, aun-
que tardó en el camino seis dias ppr lo cerrado, y ro-*
déos que ocasionaban las lagunas, fué Dios, servido llega-
se, con bien á los itzaes, y llevado á la, ..presencia del
:

Canek dio su carta y embajada según se le habia or-


denado. Recibiéronle con afabilidad, y le hospedaron á
él y los qué llevaba conforme á su calidad de cada
Uno. Después"' llainó el Canek-á consejo á todos sus
Capitanes y principales, para ver qué responderían á la
embajada y carta que, los religiosos les enviaban, y co-
rrió algunos de aquellos indios ya sabían quiénes eran,
y que fío les podían hacer, daño alguno viniendo, solos
como iban, y l e s aseguraba D, Francisco,, resolvieron
L :

no solo dar licencia á los religiosos para que, fuesen


á, verlos, sino que también el Canek envió dos. capi-
tanes suyos con algunos, indios en compañía de í ) . Fran-
cisco, para que de su.parte lo,s visitasen y dijesen cómo
podían ir .con,,seguridad á su tierra cuando gustasen, y
con este' buen papacho despidieron, á D. Francis^
LIBÉ O NOVENO.

CAPITULO OCTAVO. :
' . '

Vienen bs indios itzaes• el friiébló de Tepü, y cómo los


religiosos fueron Ü su isla.

Pasados cómo quince dias que los religiosos habián


despachado * a D. Francisco Cumux, volvió al pueblo
dé Tepü con todo él buen suceso que pudieron desear.
Vinieron en su compañía á visitarlos dos capitanes de
los Itzaes, llamado el uno Ah Cha T a p p ó l y e l ótrp
Ahau Ppuc con mas de veinte indios. Traían los dos
capitanes sus jinetas con mojarras de pedernal al modo
de las dé los nuestros, y en el principio de ellas mu-
chas plumas de diversos colores muy vistosas, al mo-
do de las cintas que usan los qué son alférez éjn sus
venablos, y las mojarras Cómo de una cuarta de largo
de dos cortes, y la punta cómo dé daga, Los otros in-
dios venían cotí sus arcos y flechas con que caminan
siempre que van' fuera dé la isla y de su territorio,
por si encuentran indios chinamitas, qué es otra nación
cotí "quién"tienen enemistad y guerra de ordinario. Llega-
dos a la presencia de los religiosos los saludaron a su
usanza, que es echar el brazo derecho sobré él hombro
en señal de paz y amistad, y los religiosos los corres-
pondieron. Aposentaron á los dos capitanes én casa déí
cacique, y á los demás en las dé los principales, cuidan-
do de su regalo, como en su isla sé había hecho con
los nuestros. DéspUes D. Francisco Cumüx dio cuenta
á los religiosos cómo habia sido recibido de Cánek y
los demás principales con alegria de que hubiesen ve-
nido, y qué al parecer la tenían de que fuesen allá á
1

verlos, con que quedaron contentos, y agradecieron a D.


Francisco y sus compañeros e l trapajo que hátóan teni-
!

do én el viaje, advirtiéndoles que tuviesen por cierto


que Dios nuestro Señor se lo pagaría, pues había sido
224 HISTORIA DE YUCATAN.

en servicio suyo, y para gloria y honra de su santo nom-


bre el cual querían dar Á .conocer á, aquellos infieles.
Los dias que estuvieron los indios itzaes en Tepú,
miraban con mucha atención el modo de vivir de los
religiosos, y la enseñanza con que tenian á los pueblos,
y aun algunos iban á oir decir misa y cantar en él co-
ro, y mostraban holgarse porque son amigos de músi-
ca. Comunicaban á menudo con los religiosos, y éstos
les trataban siempre de la ida á su tierra, y en parti-
cular al capitán Ahau Ppuc por ser indio de buena ra-
zón, y uno de los que estuvieron en la ciudad de Mé-
rida cuando fueron á ella gobernando D. Antonio de
Figueroa. Cuatro ó cinco dias estuvieron en Tepú, y
los capitanes, dijeron álos religiosos que podrían ir cuan-
do quisiesen, que ellos necesitaban de partirse para dar
la nueva á su cacique de cómo iban, y que estuviese
avisado, con que se despidieron. Los religiosos trata-
ron con sus indios de Tepú de poner luego en ejecu-
ción la jornada, y prevenir la comida necesaria para el
camino. Salieron del pueblo de Tepú día de la festivi-
dad de, la Asunción de la Reina de los ángeles, quince
de agosto de mil seiscientos y diez y ocho años, invo-
cando con humildes corazones y súplicas el patrocinio
de esta Santísima Señora para aquella santa, empresa,
á que daban principio en su día. Salieron en su com-
pañía el cacique de Tepú D. Cristóbal Ná, y mas de
veinte indios principales, y los que eran necesarios de ser-
vicio con su maestro de capilla, cantores y sacristanes,
que de acá de la provincia se habían ofrecido á ir con
los religiosos.
E l primer paraje donde se va en este camino, es
un gran rio, que dista dos leguas del pueblo de Tepú,
el cual por no haber, sido aún mucha la continuación
de las lluvias, pudo vadearse. E l mismo cacique D.
Cristóbal,, que era indio robusto y de muchas fuer-
zas, pasó i sobre sus hombros los dos religiosos. Después
LIBRO NOVENO. 225

caminaron como ocho ó diez leguas, y dieron con una


gran laguna á que tienen puesto por nombre Yaxhaa.
No hallaron canoa para atravesarla, y los, indios decían
á los religiosos que se volviesen al pueblo de Tepú, pues
no podían ir adelante por falta de embarcación para
atravesar la laguna por donde era forzoso pasar. El
padre comisario Fuensalida se hizo del enojado con
ellos, diciendo que no podía ser hubiesen ignorado a-
quel impedimento, el cual podían haber remediado: que
él no había de dar paso atrás en lo comenzado, sino
proseguir hasta llegar á los itzaes para donde habían
salido él y su compañero. Q u e por la parte de la
mano izquierda de la laguna parecía poderse romper el
monte, y ir abriendo camino con quedando la vuelta
saldrían al derecho para el viaje. A los indios se les hizo
esto muy dificultoso, y replicaron que era lejos y de
mucho trabajo, que la comida que llevaban no era pa-
ra tantos dias y así después les faltaría, que también
se iba haciendo tiempo de coger sus sementeras, y que
mientras las cogían harían una canoa en que pasar
la laguna, y los llevarían con mucho gusto. Instaba el
padre comisario Fuensalida en lo que primero, habia di-
cho, y los indios rogaron al padre Fr. Juan de Órbita
que le disuadiese de ello, pues era mas acertado l o q u e
ellos decían. Pareció ser así, y convinieron todos en
volver á Tepú, para que se hiciese la canoa en que
pasar la laguna. Vueltos á Tepú, envió el cacique D .
Cristóbal indios carpinteros que á la ribera de la la-
guna labraron una buena canoa, porque allí, hay muy
"grandes maderas de cedros y otros árboles de que pue-
den hacerse, y los demás en el ínterin cogieron sus se-
menteras y hicieron nuevo matalotaje para la partida.

Salieron segunda vez de Tepú á veinte y ocho de


setiembre de aquel año, y dia en que se celebra la fes-
tividad de S. Elzeario, santo de nuestra Tercera Orden.
Pasaron el rio grande, que dista las dos leguas dichas.
226 HISTORIA BE Y U C A T Á N .

con' tifias trabajo que la primera vez. por continuar тая


las lluvias én aquel tiempo, y llegaron á la laguna de
Yaxhaa donde estaba la canoa. Pasaron personas y
lo que sé llevaba en tres ó cuatro viajes, y tendrá la
laguna de travesía dos leguas. Estando yá de la otra
parte, caminaron por tierra como quince leguas hasta
otra laguna que se llama Zacpeten, que es como decir
isla blanca, y ésta es mas corta que la antecedente:
tendrá dé travesía como una legua. Para haber dé
proseguir adelante, dice la relación qué comenzaron
los indios á hacer de las suyas. Tomaron el ca­
minó por manó izquierda de la laguna donde hay unas
:

sierras, llevando dos dias á los religiosos por aquellas


montañas, que C omo nunca se andan estaban muy cer­
radas, y consiguientemente muy trabajoso el caminarlas.
Fingían muchas veces los iridios que iban perdidos, y
así entraban unos por una parte del monte, y otros por
otra, y se daban voces unos á otros, diciendo que; rió
era a^quel el camino, y que no sabían si iban errados.
Dice el padre FUensalida que hacían esto por cansar*
los, y que se volviesen á Tepú sin llegar á los itzaes,
б ya por temor de que allá no los matasen, ó ya por*
que convertidos aquellos no les quedaba lugar ó parte
segura á los que miserablemente se huyen apóstatas de
nuestra santa fé, como muchos hacían; y después se
alzaron los de este pueblo y sus comarcas por el año
de seiscientos treinta y siete, y fué este mismo reli­
gioso á reducirlos y no pudo, como' se dice adelante.
Aunque sospechaban la malicia con que procedían los
indios, tuvieron paciencia, y los animaban diciendo que
Dios los sacaría al camino y los ayudaría, pues los
habia llegado allí. Viendo los indios la tolerancia cotí
qué los seguían los religiosos, y que no parecían tener
propósito de volver atrás, antes mostraban mas ánimo
cuanto mas dificultad Veían en el camino, los sacaron
al bueno y derecho después de dos dias en que an»
LIBRO NOVENO.

Üuyiéran como diez y oclio leguas, y llegaron á la la­


guna de los itzaes, que la Датап C haltunaj . л
Pararon en su ribera, donde, hicieron un rancho en
que se puso altar paía decir misa, y despajaron; un,
indio principal (que ,después fué cacique) con algunos
;

que le acompañasen, para que dijese al C anek cómo


yá estaban allí los religiosos. Dieron que lé llevase
un presente de las cosas que les habián dado
en Mérida para el efecto, con un poco de cacao y
un muy buen alfanje. Advirtiéronle dijese al C anek
que les enviase buenas canoas, y algunos principales
de sus indios que los llevasen. Pasados mas de ocho
dias de; detención (que yá daba á los religiosos cui­
dado) volvió D.Gaspar­..C etzal (que así se llamaba
el que fué) acompañado de los capitanes Ah C ha Тар­
pol. y Ahau Ppuc, que habían ido al pueblo dé Te­ (

pú, con algunos indios y cuatro canoas grandes que el


Canek enviaba para que todos pasasen de ün viaje.
;

Con este buen avío se embarcaron muy alegres aquel


día, después de, comer, y navegaron cort buen tiempo
:

la. .travesía, de ¡ la laguna,' que. será como seis leguas.


Los itzaes que estaban á la vista para reconocer cuan­
do se acercaban, dieron aviso cómo iban los religiosos,
y el C anek envió un yerno suyo con otros de su fa­
milia en dos Ganoas, que salieron mas de dos leguas,
á saludarlos y recibirlos en su nombre. Trajéronles de
la bebida qué he dicho se llama zacá, con su espu­
ma de cacao estimada entre ellos,, que al fin (dice la
relación)' aunque bárbaros tienen alguna urbanidad y
gobierno político. C uando llegaron al desembarcadero
muy cercano al, pueblo, , estaba. el» mismo cacique
Canek con sus principales y'gran gentío que., habían
salido á.recibirlos. Seria.como á las diez de la noche,
. pero había muchos hachones de tea encendidos, con.que
todo estaba muy claro y patente. Salidos á tierra, los
recibió el C anek con muestras de amor y voluntad, f
228 HISTORIA DE Y U C A T A N .

hospedó a los religiosos en una casa que les tenia


hecha aunque no muy grande, cercana adonde él re-
sidía, distante como veinte pasos y bastante para lo
que entonces necesitaban, dos barbacoas á su usanza
por camas, y por allí cerca aposentaron á los demás.

o———

CAPITULO NOVENO.

Predican los religiosos ü los itzaes, que los quisieron ma-


tar por quebrantarles un ídolo.

La casa del cacique Canék. estaba como cuarenta


pasos de la laguna, y tenia delante una placeta
en la cual estaba la casa que habián hecho á los re-
ligiosos, de que no poco se holgaron, porque ademas
de estar en buen paraje, tenian la comodidad de la
cercanía para verle y comunicarle con frecuencia, como
después lo hacían, y 'él'también visitaba á los religio-
sos. Entre otros apuntamientos que el muy docto y
religioso padre lector Fr. Francisco Gutiérrez (de quien
se trata adelante) les dio para portarse con aquellos
infieles, aconsejó que escogiesen por sus patrones, y de
aquélla conversión, al glorioso príncipe de la iglesia S.
Pablo y á su consorte S: Bernabé. Hiéiéronlo así, y
al siguiente dia como llegaron aderesaron una pieza de
la casa en que los hospedaron, donde erigieron altar
para decir misa", y el padre comisario Fuensalida la
cantó de su patrón S. Pablo, pidiendo á Dios por su
misericordia, méritos é intercesión del santo apóstol, la
conversión de aquellos infieles. Los itzaes estaban por
la parte de fuera mirando con grande atención lo que
hacían los religiosos, pero con silencio, sin hacer ruido
LIBRO NOVENO. 229

alguno que pudiese ocasionar turbación. Desde aquel


dia, dice el padre comisario Fuensalida en la relación,
que ha hecho siempre conmemoración á estos santos por
la conversión de aquellos indios, para que se la alcan­
cen de Dios nuestro Señor: plegué á su Divina Ma­
jestad (dice) que yo lo vea. Amen. Y По es mucho
los llore como á hijos perdidos por quien trabajó tanto.
Después de haber dicho misa fueron á ver al C a­
nek, y estuvieron con él un rato conversando. Pidié­
ronle licencia para andar todo el pueblo y las casas,
por saber el modo de vivir, y qué modo de gobierno
tenían: para ver sus cues ó adoratorios donde tienen los ído­
los, y se juntan á sus bailes y embriagueces que hay
siempre que han de idolatrar ó hacer algún sacri­
ficio. ¿Y cuántos habia? Se lamenta este religioso.
E l C anek se la dio y indios principales que anduviesen
con ellos por el pueblo. La principal causa fué para
tener motivo de dar principio á la predicación evangéli­
ca, y allí luego congregados los indios principales en pre­
sencia del C anek lo comenzaron. C ada uno de los re­
ligiosos tenia un santo C rucifijo en la mano, y el pa­
dre comisario Fuensalida intentó persuadirles con una
plática espiritual (y qué bien la ordenaría por ser tan
gran lengua, y muy versado en la escritura, demás del
buen espíritu que le guiaba.) Declaróles la ceguedad en
que estaban, adorando al demonio en los ídolos, y con.
la vanidad de tantos dioses, no habiendo mas de uno
solo vivo y verdadero, uno en esendia y trino en per­
sonas. Que éste lo crió todo de la nada con solo su
palabra, formó al hombre á su imagen y semejanza para
que le sirviese y gozase en la eternidad dé su gloria;
mas que por el pecado de nuestros primeros padres ha­
bíamos todos sus descendientes perdido la amistad y gra­
cia de tal Dios y Señor. Que para remedio nuestro, y
volvernos á su gracia para que le gozásemos, el Hijo
de Dios se habia hecho hombre en las purísimas entrañas
том, п. * 30
230 HÍSTOttlA DÉ YUCATÁN.

de una Virgen llamada Santa Maria, y discurriendo les


explicó el misterio de la Encarnación del Verbo eterno,
y cómo obró medíante' sil muerte nuestra redención.
Declaróles cómo instituyó los Sacramentos, instrumentos
con que nos da su' gracia , y se perdonan los pecados;
1

la necesidad que tenían' del santo Bautismo para salvar


sus almas; y finalmente eri general los misterios necesa-
rios de saber para conseguir la vida eterna, y cómo ve-
nían á convertirlos ¿é hijos del pecado y dignos de eter-
nas penas', en hijos de Dios por su gracia' con que mere-
ciesen la gloría.
Con gran atención oyeron los indios la plática que el
padre comisario Fuensalida les hizo; pero por entonces
respondieron que no era llegado el tiempo de ser cristia-
nos; (tienen profecías suyas de que lo han de ser) y que
así se volviesen á su lugar de donde habían, salido: que
después irían otra vez, porque entonces no querían ser
cristianos. Aunque les dieron está repulsa,' los acompi-
pañaron y llevaron á ver al pueblo. Por ía cuenta que
pudieron hacer los religiosos, serian doscientas las casas
s que tenían, las cuales están en la orilla de la laguna, á
poca distancia unas cíe otras, y ert cada una viven pa-
1

dres y hijos con sus familias, En lo alto y medio de


lá isla están los cues y adoratorios donde tienen sus ído-
los. Fueron á verlos, y eran doce ó mas ios templos,
de grandeza y capacidad como las mayores iglesias que
hay en los pueblos de indios de esta provincia de Yu-
catán, qué según la relación cabían en cada uno mas
de mil personas juntas. En medio de uno de ellos ha-
bía un grande ídolo de figura de caballo, hecho de cal y
cantó. Estaba sentado en el suelo del templo sobre las
ancas, encorvados los pies y levantado sobre las manos.
Adorábanlo por dios de los truenos, llamándole Tzimin
Chac, que quiere decir caballo del trueno ó rayo. La
causa de tener este ídolo fué que como yá noté en el pri-
mer libro dé estos escritos, cuando pasó D. Fernando
LIBRO NOVENO. 231

Cortés por aquella tierra para el viaje de Honduras,


les dejó un caballo que no pudo caminar adelante.
Murióseles, y por temor de no poderle entregar vivo,
si acaso volvia por allí y se le pedia, le hicie-
ron aquella estatua, y comenzaron atenerla'con ve-:
neracion, para que por esto coligiese no haber sido'
culpables en la muerte del caballo. Como se le deja-
ron encomendado diciendo que volverían por él, enten-
diendo que era animal de razón, dábanle á comer galli-
nas y otras carnes: presentábanle ramilletes- de flores
como acostumbraban á las personas principales. Toda
esta honra (que á su parecer le hacían) redundó en a-
carrearle la muerte al pobre caballo, qué murió dé ham-
bre. Pusiéronle] aquel nombre por haber, visto que al-
gunos .de los españoles de aquel viaje-disparaban sus
arcabuces ó escopetas encima da los caballos cazando
venados, y entendieron que estos animales eran causa
del estruepdo que haciah, que les pareció trueno,-y la
luz del fogón y humo de la pólvora, rayo. Con aque-
llo, tuvo rnotivo el demonio, junto con la ceguedad dé
sus supersticiones, para que se fuese aumentando la ve-
neración de aquella estatua, y llegó á tanto qtie^ cuan-
do allí estuvieron los religiosos era el principal ídolo que
adoraban. : ,
Luego que el padre Fr. Juan de Órbita le vio,-di-
ce su compañero el padre Fuensalida, qué parece qué
descendió el espíritu del Señor en él, y que •revestido
de un fervoroso celo de la honra de Dios, cogiendo una
piedra en la mano, subió sobre la estatua del. caballo/
y le hizo pedazos, desparramándolos por aquél sue-
lo. Los indios que iban' en su compañía,' y"
eran, muchos, viendo quebrantar su ídolo tan estimado
de. ellos, levantaron gran grita' y vocería; diciendo unos
á ¡otros: matadlos, que han muerto á nuestro Dios: mue-
ran • en recompensa de la injuria que le han hecho, y
esto con tan gran alboroto, que sé conoció obrar núes-
232 HISTORIA DE Y U C A T A N .

tro Señor en que no lo ejecutasen luego, aunque di-


chosos (dice) fuéramos en morir allí por su santo amor.
N o turbó aquel rumor á los religiosos, que con grande
ánimo y fortaleza de espíritu, puesta toda su confian-
za en Dios, y levantando el santo Crucifijo que lleva-
ban en las manos, dijo á los indios el padre comisario:
Sabed vosotros (ó itzaes) que este ídolo que aquí ado-
ráis por vuestro dios, no lo es, sino una figura de bes-
tia irracional, como son los venados y otros animales
que flecháis para comer. En ella adoráis al demonio
que os tiene engañados y ciegos en vuestras idolatrías,
y que no puede él ni vosotros hacernos mal ó daño al-
guno, si nuestro Dios y Señor verdadero, Creador del
cielo y tierra y de todas las cosas, al cual nosotros cree-
mos, confesamos y adoramos, no os da permiso para ello.
Y si fuere servido de dárosle, eso es lo que nosotros
deseamos, morir por este santo Señor que tenemos en
las manos, y que así murió por nosotros crucificado en
una santa cruz como esta. Daremos la vida por su
santo amor y por la confesión de su fé, que profesa-
mos. Esta es la que os venimos á enseñar y predicar
ayudados de su gracia, para que recibiéndola vosotros
os salvéis y dejéis de condenaros al infierno, donde
tendréis eternos tormentos con esos ídolos que adoráis.
Mirad (ó itzaes) que os venimos á predicar y manifes-
tar á Jesucristo, y éste crucificado por el bien de los
hombres todos, como le veis aquí en la cruz. Mirad-
lo-bien, que este Señar es vuestro Dios verdadero que
os crió y redimió del poder del demonio con su san-
tísima y muerte, derramando su preciosa sangre por vos-
otros y por todos los hombres del mundo, para salvarlos
y llevarlos al cielo. Recibid (ó itzaes) nuestras pala-
bras, creed en Dios para que os bauticemos, que así
os salvaréis, y no quedaréis perdidos como hasta aho-
ra ló habéis estado. En esta forma les dijo otras mu-
chas cosas, que con la fragilidad de la memoria y tan*
LIBRO NOVENO. 233

tos años como han pasado, dice el padre Fuensalida


que yá no se acuerda individualmente, y que así no
las singulariza por no contravenir en algo al precep-
to de obediencia, que para que estuviese sencillamente
la verdad de lo sucedido en aquel viaje le fué im-
puesto.
Manifestóse admirable la potencia de la Majestad
Divina, porque aunque al quebrantar el padre Órbita
el ídolo fué tanta la gritería de los indios, como se ha
dicho, clamando á voces que muriesen por ello, ningu-
no levantó mano para ofenderlos, antes parece que se
acobardaron .con la plática, la cual oyeron quietos y so-
segados. Dice que se conoció muy bien el favor divi-
no que los amparaba, según quedó aquella multitud man-
sa, y atenta á lo que se les predicó en ocasión de tan-
to sentimiento para ellos. Habiendo quebrantado el ído-
lo el padre Órbita, quedó con grande alegría (según
dice su comisario el padre Fuensalida), y con un ros-
tro tan agradable á la vista, que era para dar gracias
á Dios mirándole.
>

—o—

CAPITULO DIEZ.

Lo que sucedió ü bs religiosos con el Canek, quebrado yá el


ídolo, y cómo volvieron á Tepú.

Pasado lo referido en el capítulo antecedente, vol-


vieron los religiosos á la casa de su hospicio, descansa-
ron un rato, y luego fueron á ver al Canek, que aun-
que yá lo sabia, y ellos se lo dijeron, no habló pala-
bra ni mostró enojo por ello, con que los demás vien-
do á su cacique sosegado se acabaron de quietar, y no
234 HISTORIA DE Y U C A T A N .

les hablaron mas palabra) aunque no dejo de admira}?


al Canek, que se hubiesen atrevido á aquello , los reli-r
:

giosos. Hízolos sentar en uno como forma de trono pe-


queño pn que solía estar, y él se levantó y puso; ¡ en
;

medio de ellos. Platicaron estando así gran rato délas


cosas de Dios, lo bien que haria pn ser cristiano y
aconsejar á los suyos que lo fuesen, pues lo habían pro-
metido en .tiempo de su padre á D. Fernando Cortés
cuando pasó por allí, y que mirase que los señores y
caciques deben guardar su palabra. Q,ue bien sabia, y
tenia noticia de esto, y que algunos de sus principa-
les que recibieron á: Cortés eran vivos, y. que! vieron
la obediencia que su padre Canek y todos los de la
isla dieron al. rey de los españoles, haciéndose sus va-
sallos.; Que entonces se habia dicho misa allí en su
tierra, y pidieron á D. Fernando Cortés el santo bau-
tismo, ; diciendo querían ser cristianos, y quedó una cruz
puesta en el pueblo en señal de ello. Que debían cum-
plir esta palabra, pues yá era tiempo y los tenían allí,
que para eso solamente habjan ido. A esto respondió
el Canek que no habia llegado el tiempo en que sufe
antiguos sacerdotes les tenían profetizado que habian de
dejar la adoración de sus dioses, porque la edad en
que estaban al presente era la que ellos llaman oxahau
(que quiere decir tercera edad), y que no se llegaba
tan presto la que les estaba señalada. Pidióles que no
tratasen por entonces mas de ello, que se volviesen al
pueblo de Tepú, y que en otra ocasión irian á su isla
á verlos. Con todo esto, fué el primero que recibió
una cruz que le dieron, y después de él la recibieron
otros indips. Dióles permiso para que los días que allí
estuviesen en su hospicio se cantase Ja doctrina ¡ cris-
tiana en séptimo tono, como se acostumbra en e¿ta pro-
vincia, y el que la cantaba á los demás tuviese una-
cruz, en la mano. ,Djce el padre Fuensalida . que .ái
su parecer se hplgó el Canek que el padre Fr. Juan
LIBRÓ NOVENO. 235

dé Órbita hubiese quebrantado el ídolo Tzimin Chac,


porque á la verdad deseaba ser el primero en recibir
el santo bautismo ;i' pérd ó poi temor de los suyos, ó
;

otra causa que rio alcanzo, no llegó á ejecución ni dio


lugar para mas de lo referido. -
; :

Pasando algunos días, y viendo los religiosos qué


no podían adelantar mas lá ejécüciori de ' su buen
deseo, determinaron, por rió alterar mas á los indios
entonces, dé volver al.pueblo dé Tepú, para desde allí
granjearles las voluntades con suavidad y paciencia.
Previnieron los indios qué cori ellos habian ido una
canóá,y'los itzaes dieron filos religiosos algunas figu-
ras dé sus ídolos, que íás trajeron acá á lá provincia para
qué se"' viesen, y algunas de sus ropas qué usan, que
son unas mantas como losl hayales dé los; indios de 1 r

acá, muy bien labrados y tegidos de "diversos colores,


v

cuyas labores parecen á las del damasco. Otras


Como dé cuatro varas'délargo y una tercia de áricho,
labradas, y én los extremos mucha plumería de diver-
:

sos colores', cori las cuales sé ciñérí para cubrirlas


partes verendas, y esta es su mayor gala; porqué no tíaeri
ótfó vestuario. Despidiéronse deí CahéK y demás ;

principales siri quererles dar indio alguno qué viniese


:

cori ellos, y embarcándose comenzaron á navegar lá la-


guna Algunos indios qué debían dé ser délos ma^apesárá-
dos por lo déí ídolo, les tiraban piedras desdé lá ribe-
ra hasta que sé apartaron algún tanto dé éllá, y' entonces
sé fueron haciendo grande algazara y mofa dé ios'reli-
giosos. Bien descuidados ibari cuando vierori salir de
parte de mano izquierda dos canoas. Vériiaii los re-
ligiosos* atrevésandó al occidente, y comd salieron de ládó
bogando con grart fuerza, eri merlos dé una hora dieron bou
lá carioa de los religiosos. Veniari las otras doá llenas
de indios con sus arcos y flechas todos untados dé rié-
gro, cara y cuerpos, cori cabelleras largas (costumbre' dé
tódbS ellos), con que su aspecto era horrible porque pá-
286 HISTORIA DE YUCATÁN.

redan figuras de demonio. Luego que llegaron, pues-


tas las flechas en los arcos, amenazaron con mucha ira
á los religiosos, diciendo que los querían matar. Con
buenas palabras que les dijeron, y en especial un in-
dio de los nuestros llamado Gaspar Cetzal, llamando de
tío al que los capitaneaba, y diciéndole que ¿por qué los
quería flechar pues yá se iban? Con grande enojo le
dijo: Pues no traigáis mas acá otra vez á esos xolo-
pes, que así nos llaman á los españoles desde que vie-
ron á los primeros comer anonas, que es fruta de
tierra caliente. Fué Dios servido que con aquello los
dejaron. Dice el padre Fuensalida que tuvo por cierto
que entonces les quitaran la vida que tenian ofrecida á
Dios por su santo amor, según las muestras que da-
ban de querer flecharlos, pero que no lo merecieron,
y lo atribuye á sus pecados, diciendo: "Hágase la vo-
luntad del Señor, que sabe para que le guarda."
Libres yá de aquel peligro prosiguieron su viaje,
y llegaron al desembarcadero donde cuando iban dije-
ron misa. Los indios de Tepú tenian gran recelo no
viniesen los itzaes aquella noche á matarlos, ó por lo
menos hacerles algún daño, y robar los ornamentos con
las demás cosas que traían. Por esto acordaron retirarse
algún tanto el monte adentro, apartados del camino pa-
ra dormir con mas seguridad aquella noche. Aunque
estuvieron con cuidado toda ella velando por sus horas, no hu-
bo rumor que se le aumentase, con que pasaron hasta
la mañana, y después en cuatro días llegaron al pue-
>

blo de Tepú. Fueron bien recibidos de los indios, que


se alegraron viéndolos libres de los peligros del cami-
no y de que no los hubiesen muerto los itzaes; . Suce-
día esto á principios de noviembre, dejando puesto al
pueblo nombre de S. Pablo de Itzá, y elegido al san-
to apóstol por patrón de aquella isla. Habiendo des-
cansado dos ó tres dias, dijo el padre Fuensalida al
padre Órbita que le parecía necesario volver á la pro-
LIBRO NOVENO. 237

vhicia á dar cuenta al-provincial de lo qué les habia


sucedido, y también al señor obispo, para que ambos
solicitasen el favor del gobernador, con que -los indios
les diesen mas ayuda. Ocasionaba esta deliberación la
experiencia, porque cuando rió;,; ven carta ó manda-
miento suyo, no hacen cosa á derechas; y como los
indios de Tepú no la habian visto, no hacian diligen-
cia alguna con los itzaes que fuese favorable á la pre-
tensión de los religiosos. Los vecinos de Bacalar
españoles como vieron también que iban sin orden del
gobernador, no solamente no alentaban á los indio^pe^
ro algunos desayudaban y llegaban á ser contrarios al
intento. E l beneficiado y su compañero no llevaban bien
que estuviesen- los religiosos de residencia en el pueblo
de Tepú, como era de su partido, y habían hecho des-
pacho á Mérida, valiéndose de algunos de, los preben-
dados, para que se mandase retirar los religiosos, y que
se viniesen á la provincia. Solo en el obispo tuvierqn.
favor permanente, porque sabiendo l o que panaba por
;

parte del beneficiado, sintió tan mal del impedimento


que ponia, solicitando que se volviesen los religiosos/'
que le escribió una carta con áspera' reprensión, por
pedirlo, mandándole que no tratase. mas "de ello, por-
que le traería á Ja ciudad de -Mérida, para que no sa-
liese de ella sin orden suyo, mientras necesitasen estar
en Tepú los religiosos. Tenia tanta satisfacción del pio-
ceder de los dos que allá residian, que una vez; impor-
tunándole sobre lo pedido" por el beneficiado, dijo á los
que se lo pedían. "¿Cómo tengo de retirar á los pa-
dres que están en Tepú, que por mi consagración
que merecen la mitra que tengo, mejor que yo?' y o-
tras muchas razones equivalentes á estas.
Por evitar todos estos inconvenientes, convinieron^
en que quedándose el padre Órbita en Tepú, para ad-
ministrar aquellos indios, y que no entendiesen desis-
tían del intento con que fueron, el padre comisario Fuen-
TQM. II. 31
238 HISTORIA- DE YUCATÁN".

salida viniese á la provincia. Al siguiente dia dijo mi-


sa, encomendando á Dios el buen suceso de su jor-
nada, y -dejando al padre Órbita en Tepú, a-
compañado de algunos indios, se embarcó; y por
los parajes donde habian ido bajó á la villa
de Salamanca de Bacalar. Hospedóle en su casa y re-
galóle con mucha caridad el padre beneficiado los dias
que allí'estuvo, y no se olvidó, siendo agradecido, de
visitar á su bienhechor el alcalde Andrés Carrillo que
los habia llevado, y así luego que llegó le fué á ver.
Holgóse mucho el alcalde con su presencia, porque, es-
taba receloso nó los hubiesen muerto los itzaes; Era yá
por la festividad 'de nuestro glorioso S. Diego, que co-
munmente llaman de Alcalá (mi patria), cuando se veia
en esta tierra aquella cometa, grande, que se dijo fué
pronóstico de las muertes de nuestro muy santo padre
5

Paulo, papa quinto, y de nuestro católico rey y Sr.


Felipe tercero, que esté en gloria, y era como una
hoja grande de palma encendida. Por este tiempo, pues,
salió el . padre Fuensalida para la ciudad de Me-
tida, y llegó á ella en la ocasión que con piadosísi-
mo afecto se trataba de hacer el voto público y so-
lemne en la santa catedral de ella, de defender el mis-
terio de la inmaculada Concepción d e j a Virgen Santa
Maria madre de Dios y señora nuestra, concebida sin
mácula de pecado original. Fué grande el gozo que
el obispo y provincial tuvieron con la llegada del pa-
dre comisario Fuensalida, de quien luego supieron lo
que les habia sucedido en los itzaes; pero no trataron
por aquellos dias de la materia con singularidad, ni del
despacho que se le habia de dar para que volviese,
hasta que se celebrase la dicha festividad; y pues ella
v l o interrumpió, no será mucho que la narración pase
en el capítulo siguiente á referir cómo se hizo el voto
y las fiestas con que se celebró, para mayor solemnidad
suya.
UB.ÍiO NOVENO. 230

C A P I T U L O ONCE.

Hacen los estados eclesiástico y secular voto público de la


•pureza de la Concepción de la Madre de Dios.

E l afecto, de los fieles á la veneración de ' la rei-


na de los ángeles María santísima madre de Dios y
señora nuestra, 'se aumentó tanto en estos tiempos, que
lo que hasta entonces era devoción voluntarla en el
sentimiento del misterio de su purísima Concepción, qui-
so piadosamente pasase á obligación precisa, obligándose
con voto público al sentir de su pureza, aunque con
humilde y católico rendimiento á la determinación de
la santa sede apostólica romana, acerca de la verdad
del artículo, imitando, pues, la piedad cristiana de los
fieles de estas provincias la qne en otras muchas se
habia ejecutado de hacer este voto, resolvió que el
dia de la festividad suya se votase públicamente el sen-
timento que tenian de la pureza de este misterio.
Llegado, y prevenidas. las vísperas con la solemnidad
y grandeza mayor que el cabildo eclesiástico de la sari-
ta iglesia catedral pudo, en que con singulares demos-
traciones manifestó su piedad, le votaron como cons-
ta del auto de su libro de cabildo por las razones si-
guientes.
"En la muy noble y muy leal ciudad de Mérida
de Yucatán de, las Indias, en ocho dias del mes »de di-
ciembre de mil seiscientos diez y ocho años, dia-en
que se celebra la limpia Concepción de la madre de
Dios, y estando en la capilla mayor déla santa catedral de
este obispado, celebrando su reverendísima el maestro
D. Fr. Gonzalo de Salazar misa .de pontifical; el ve-
nerable cabildo de esta santa iglesia, habiendo tratado
con su señoría reverendísima hacer el juramento y pro*
testación de tener y creer y enseñar en las cátedras
y pulpitos, y en las partes y lugares públicos y secre-
240 HISTORIA DE YUCATÁN.

tos, que la madre de Dios fue concebida sin pecado


original. Y por su reverendísima visto y aprobado su
santo celo é intento, dijo ser lo que siempre habia teni-
do y creído, y quiere protestarlo y jurarlo, y que los
prebendados del dicho cabildo le hagan según y có-
mo con su señoría lo tienen comunicado, para cuyo
efecto se han juntado á celebrar este acto. En cuya
consecuencia su señoría reverendísima poniendo las ma-
nos en un misal, que para este efecto en un sitial es-
taba puesto, hizo juramento solemne, en la forma y
manera que se leyó en latin y en romance por el ca-
nónigo Francisco de Aldana Maldonado, á voces cla-
ras é inteligibles que los dichos prebendados, clero y pue-
blo lo entendió, que es el siguiente."

Forma del juramento.

"Nos el maestro D. Fr. Gonzalo de Salazar por


la gracia, divina y de la santa sede apostólica, obispo
de Yucatán, Cozumel y Tabasco, y nuestro venera-
ble cabildo, y la mny noble y muy leal ciudad de Méri-
da de Yucatán, postrados á los pies de tu sagrada ma-
jestad, ó María reina del cielo y tierra, celebrando los
beneficios hechos á tu inmaculada Concepción, siguien-
do el común sentir de las sagradas letras de los san-
tos concilios, y principalmente del tridentino, y de los santí-
simos ' romanos pontífices, y dé nuestro muy santo padre
1

Paulo por divina gracia papa quinto, que en aquella fes-


tividad' por particular afecto se ha mostrado, y de los
muy aprobados padres, y también de los prelados que
hasta hoy han sido de esta iglesia sahta, con aplauso
y aclamación de todo el universo y pueblo cristiano,
confesamos en este sagrado templo é iglesia catedral
de esta muy noble y muy leal ciudad de Mérida en
el dia solemnísimo de tu alegre y deseada festividad,
que tú, oh madre de Dios, en el primer instante de
LIBRO NOVENO. 241

tu concepción fuiste, por los méritos de nuestro Señor


Jesucristo, hijo tuyo, y hijo de Dios, previstos en su
eternidad, preservada de pecado original. Y protestamos
y hacemos voto á Dios nuestro Señor, y hijo tuyo, de
guardar y tener constantísimamenté hasta lo ultimo de
nuestra vida esta sentencia, que inspirada del Espíritu
Santo ha estado tan asentada en nuestros corazones. Y
así en público como en secreto lo enseñaremos. Cuanto
en nos fuere, que los de-nuestro rebaño así lo tengan,
protesten y confiesen. Y así lo prometemos, juramos
y hacemos voto. Así Dios nos ayude y estos santos
evangelios. La cual proposición, voto y juramento
sujetamos humildemente á los pies de nuestro santísi-
mo padre Paulo, papa quinto, para que todas estas cor-
sas se digne amplificarlas con su apostólica bendición;
Y asilo acordaron y firmaron.—Fr. Gs. Eps. Yucat.
D. Andrés Fernández de Castro, el doctor D. Gaspar
Nuñez de León, el licenciado Bartolomé de Onorato,
Francisco de Aldana Maldonado, doctor Francisco Ruiz
Alonso López Delgado. Ante mí Nicolás de Tapia
secretario."
Habiendo hecho este voto solemne el obispo y ca-
bildo eclesiástico, le prosiguió el gobernador Francisco'
Ramírez Briseño, y todos los del cabildo secular, de
uno en uno, y después todo el resto de la ciudad, cla-
mando en voz alta inteligible que así lo votaban y '
prometían, de que quedó testimonio auténtico en el li-
bró de cabildo de la ciudad de Mérida, y le termina
su escribano con dar pública fé diciendo: " Y hecho
el juramento, y habiéndose leído en latín por el canó-
nigo Francisco de Aldana en la parte y lugar donde
se dijo la epístola, y por mí el escibano fué leí-
do en público en romance como aquí se refiere,
estando mucho número de gente española, así cléri-
gos y frailes como seglares hombres y mujeres, á quien
su señoría el Sr. obispo dijo que si lo querían man-
242 HISTORIA DE YUCATÁN.

tener, jurar y guardar. Y todos en voz común y COIÍ


sentimiento general, según que se pudo entender, dije-
ron que así lo juraban levantando las manos y las vo-
ces. Siendo testigos Francisco de Sanabria y Santia-
go de Villalta escribanos por S. M., y los padres A -
lonso^ Rodríguez y bachiller Juan Cano, curas de la
catedral de esta ciudad y de ello doy fé é fize mi signo.+
En testimonio de verdad. Juan Bautista Rejón Arias,
escribano público y de cabildo."
Demás del voto, se obligó la ciudad á la obser-
vancia del dia de esta festividad, como se observan lafe
demás que en la iglesia comunmente se dicen de guar-
dar, haciendo todos los años singulares demostraciones
de festejos con fuegos y luminarias la noche de la vís-
pera,; y después del dia correr toros en la plaza ma-
yor para alegrar la ciudad, cuya fiesta está por cuen-
ta del alcalde de segundo voto de ella.
Habia traído el gobernador Francisco Ramírez Briseño
una relación de la grandeza con que la ciudad de
Sevilla habia festejado esta solemnidad y semejante
voto; y así en las fiestas de la de Mérida procuraron
sus caballeros imitarla. La víspera de la festividad fue-
ron los artificios de fuego de pólvora muchos en la
cuantidad, porque la devoción de los ciudadanos no re-
paró en gastar, sino en hacer ostentación de cuan gran-
'de era: en la cualidad del artificio fueron muy visto-
sos, y sin que sucediese desgracia alguna. Habiendo
durado desde la oración por largo espacio de tiempo
en la plaza mayor, entró en ella una máscara muy lu-
cida. Dábale principio la representación de todas las
naciones, dos de cada uno, vestidos en su traje á ca-
ballo con muy ricas libreas, llevando delante de sí cua-
tro vestidos á lo salvaje con hachas eucendidas en las
manos, y ellos también las llevaban en las suyas. Se-
guía á esta diversidad de naciones (que por serlo ale-
graba la vista) la ascendencia de los reyes progenito-
LIBRO' NOVENO. 243

res de la Purísima Virgen ricamente vestidos á su u-


sánza á caballo y con sus hachas encendidas, prece-
diendo á cada dos otros cuatro en forma de salva-
jes, como los antecedentes. Venia inmediato á ellos
un carro de vistosa fábrica y arquitectura, en cuyo re-
mate estaba una imagen pequeña de aspecto muy her-
moso, que representaba á la reina de los ángeles, y á
sus pies un dragón espantoso que en entrando en la plaza
despidió por la boca muchas bombas de fuego, y de lo
restante otras invenciones, sin que dañasen á persona al-
guna de las que iban en el carro, y á un lado del niño
el glorioso patriarca S. José, esposo de María Santísima.
Descendiendo en la segunda grada estaban sus felicísimos
padres S. Joaquin y Santa Ana, y en cada una de las
siguientes, de dos en dos, los principales santos y doctores
que con singular piedad ilustraron y defendieron este
misterio, con las vestiduras. según su estado de cada
uno. En lo inferior venia un niño de poca edad, hijo
del licenciado D. Antonio Triviño, teniente general de
esta gobernación, que representaba á nuestro sutilísimo
Dr. Scoto. Fué cosa digna de admiración la felicidad
de memoria que en aquel niño se experimentó, porque
habiendo llegado el carro á las casas reales donde los
gobernadores viven, predicó un sermón comprobando la
pureza de Virgen María en su- concepción, que duró me-
dia hora, refiriendo en él muchas autoridades de la sa-
grada escritura y santos padres de la iglesia, con notable
gracia y sin tnrbarse en cosa alguna; motivo para que
todos los presentes alabasen á Dios y á su santísima
madre; y acabado el sermón, hubo una • música dé varios
instrumentos y buenas voces. A aquel carro seguia otro
no menos bien adornado en qué venia uno que repre-
sentaba al rey Asuero con mucha majestad y grandeza,
y en él la figura que precedió á este misterio.
Para dar á entender que no solo la nación españo-
la le celebraba y festejaba, sino también la de los in-
244 HISTORIA DE YUCATAN.

dios, seguia después en unas andas ricamente adorna-


das uno qne representaba al emperador Moctezuma
vestido á su modo con muchas riquezas y vistosos
plumajes. Llevábanle en hombros cuatro hombres, con
muy lucidas galas y plumería como acostumbraba andar
en su tiempo. Precedían á las andas diez personas
con vistosas vestidnras á lo indio, que bailaban al uso
mexicano delante de ellas. Por último, iba mucha gente
vulgar con diversas invenciones y figuras ridiculas, y
así discurrieron por diversas calles de la ciudad alegrán-
dola.
Pasado el di a de la festividad se corrieron toros, y
hubo un juego de cañas. Entraron en la plaza mayor
para ellas cuatro cuadrillas, cada una por su calle di-
ferente: la una de encarnado y blanco la librea: la otra
de blanco y negro: otra de amarillo y morado; y otra
de azul y blanco. Habiendo jugado las cañas con mu-
cha bizarría, porque comunmente los hijos de esta tie-
ra son muy diestros jinetes, les echaron un toro que
los apartó, y que lo pagó en breve tiempo matándole
los caballeros á rejonazos. Otra noche de la octava hi-
cieron una máscara los mulatos y negros con diversidad
de invenciones, que dieron mucho que ver; y asi todos
manifestaron el piadoso afecto con que veneraban la pure-
za de la Virgen.
Aunque fué después, por ser en esta materia, digo
cómo también esta santa provincia de S. José de Yuca-
tan de nuestra seráfica religión, estando junta celebran-
do capítulo provincial, hizo el juramento y voto solem-
ne publicamente en la capilla mayor de nuestro conven-
to, con asistencia de lo mas notable de la ciudad, dia
domingo á catorce de mayo de mil seiscientos veinte y
tres años, celebrándole los religiosos con todos ios rego-
cijos decentes á su estado, y alegraron la ciudad los ca-
balleros de ella por su parte, renovando el piadoso a-
fecto con que antes le habían hecho. Hicieron los reli-
LIBRO NOVENO. 245

giosos el juramento, según la forma contenida en la pa-


tente do nuestro R. P. Fr. Benigno de Genova, minis-
tro general de toda nuestra sagrada religión, dada eu
Madrid á seis de noviembre de mil seiscientos veinte
años, para que todas estas provincias le hiciesen en el
primer capítulo provincial que celebrasen. Puse á la le-
tra el que hicieron los cabildos eclesiástico y secular,
por pertenecer á lo historiado de esta tierra, y no ha-
berle hallado entre los que nuestra familia cismontana
juntó para defensa del título de Inmaculada Concepción
de la Virgen Mana, en su armamentario seráfico.

C A P I T U L O DOCE.

Va el padre Fwnsalkla á Tcpú segunda vez, y descú-


brese entre aquellos indios gran idolatría.

Plisada la ocupación de la festividad dicha en el ca-


pítulo antecedente, informó muy por extenso el padre
comisario Fr. Bartolomé de Fuensalida al obispo, go-
bernador y provincial, de todo lo sucedido en el viaje,
y que esperaba en la divina misericordia ver la conver-
sión de los itzaes, según lo que con ellos habia comu-
nicado, aunque los habían á la primera vista despedi-
do, como se dijo. Presentó al obispo algunas de las
vestiduras que le habían dado los itzaes, algunas figuras
de ídolos y muchas piedras, de las que ellos aprecian
por de valor, y entre nosotros no tienen estimación, si
bien dice este religioso que algunas eran curativas de
diversas enfermedades. Todos tuvieron mucho gusto con
la esperanza que decía tener el padre comisario, y to-
TOM. ii, 32
24(3 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

dos le prometieron nueva ayuda para que entrase segun-


da vez á visitar aquellos infieles.
Dejamos al padre Órbita en el pueblo de Tepú so-
lo con aquellos indios, y será bien referir yá qué le su-
cedía con ellos, mientras despachan á su comisario en
la ciudad de Mérida, para que vuelva á hacerle com-
pañía. Luego que los indios vieron al padre Fr. Juan
de Órbita solo, comenzaron á manifestar menos venera-
ción á su persona, que hasta entonces habían tenido,
no acudían con el amor qué solían, y le llegaron á per-
der el respeto algunas veces. L o que mas sentía era
ver que cuando se juntaban en la iglesia, no estaban
con la reverencia al lugar sagrado que se debe, y en
la asistencia á la doctrina no tenían la devoción que
solían. Predicábalos y exortabalos á la enmienda con
espirituales pláticas, tolerándolos con sufrimiento y pa-
ciencia, como enseñó el apóstol de las gentes. Enco-
mendábalos á Dios con verdadero espíritu de* caridad,
y ellos perseveraban en su mal. proceder, que era lo
que mas sentía: de todo lo que le pasó con ellos, hi-
zo relación por escrito á su comisario. El fin que los
indios tenían en ello, era obligar al padre Órbita con
aquel proceder á que los dejase y se viniese, porque
entendían que el padre Fuensalida no habia devolver,
y ellos deseaban vivir solos al antojo de su apetito, en
la idolatría que después se descubrió. El siervo de
nuestro Señor perseveró con celo que tenia de la sal-
vación de las almas, ofreciéndose á Dios, por cuyo amor
toleraba tantos disgustos como los indios le dieron.
Tenia el padre Fuensalida deseo de volver á la vis-
ta de su compañero, y así solicitó con brevedad su des-
pacho por parte del obispo y provincial. Salió de la
ciudad de Mérida á principios del año de mil seiscien-
cientos y diez y nueve, para ver al gobernador que es-
taba visitando los pueblos de la Sierra, y que le die-
se el favor, segunda vez prometido, y el mas necesario
LIBRQ NOVENO. 247

para que los indios les diesen avío, y tratasen con res-
peto y fidelidad. Hallóle en el pueblo de Üxkutzcah,
y con mucho gusto le dio cartas para los españoles de
la viíla de Salamanca, y órdenes para los indios de Te-
pú y los demás pueblos de aquella jurisdicción, que les
acudiesen con lo necesario, aviasen de suerte que tu
viese efecto la segunda entrada de los religiosos, aunque
se recelaba, y lo decia, que no tenia orden del rey para
ello. Con este buen despacho prosiguió muy alegre su
viaje, y en diez ó doce clias (por ir á pié) llegó á Sa-
lamanca, donde fué bien recibido. Con brevedad se em-
barcó para Tepú llevando el viaje' que la primera vez--
se dijo, y llegó á ver á su deseado compañero. Fue
grande el contento que con su llegada tuvo el padre,
que le refirió todo lo que le habia pasado con los in-
dios, y ambos se consolaron y consultaron el remedio.
Con la venida del padre Fuensalida, considerando
que por mal tratamiento que hiciesen á los religiosos,
no habia¡ de faltar su asistencia; los indios que antes
andaban inquietos, y algo atrevidos con el padre Órbita,
se sosegaron, acudían ya mas á la iglesia y doctrina, y
servían á los religiosos con mas señales de amor; pe-
ro los mas de ellos estaban muy ágenos del verdadero
culto divino, como se experimentó en breve. Ocupában-
se los religiosos mientras habia oportunidad de pasar á
los infieles, en predicar y doctrinar los pueblos de Te-
pú, Lucú y Laczuc. Dilatóse algún tanto su partida, y
por el mes de mayo de aquel año descubrió el padre
Órbita una gran idolatría en el pueblo de Tepú, en que
generalmente indios y indias de aquel pueblo estaban
comprendidos. Halló gran cantidad de ídolos, y junto
á casa del cacique, que habia sido D.Luis Mazun, (que
como se dijo murió en la cárcel de la ciudad de Ma-
rida) un retrete con algunos ídolos y vestiduras de
sus sacerdotes dentro, que ¡eran las que aquel cacique
tenia, y estaban en poder de su mujer Da. Isabel Pech.
248 HTSTOnrA DE YUCATÁN.

Llamáronla los religiosos, y preguntada cuyos eran aque-


llos ídolos y vestiduras, respondió que su marido las
habia dejado allí y que eran de los itzaes, y aunque
le dieron algunos azotes para que descubriese la ver-
dad, no fué posible declárase mas de lo dicho. El pa-
dre Órbita con tanto espíritu predicó á los indios, que
ellos mismos le manifestaron gran multitud de ídolos,
tanto que dice el padre Fuensalida que parece no se
puede contar, porque para cada cosa, que sentían tenor
necesidad, habían fabricado ídolos diferentes á quien
recurrían. Todos los que se hallaron quebrantó el pa-
dre y arrojó á lo mas hondo del rio.
A esta sazón llegó á Tepú el padre Gregorio de A-
guilar, beneficiado de aquel partidy, y el alcalde de la
villa de Salamanca con algunos españoles, á quien fué
notoria aquella idolatría. Rogaron los religiosos al be-
neficiado que como su vicario concluyese la inquisi-
ción de los culpados, y los castigase como mas bien
le pareciese convenir. Hízolo así el beneficiado, y fue-
ron castigados, unos con azotes, los mas culpados; y
otros con penas arbitrarias mas leves. Hízose un gran
fuego en la plaza, donde se les leyó la sentencia, y
fueron quemados en su presencia algunos de los ídolos,
que para este intento se habian reservado. Amenazó-
se á los idólatras que si reincidían en el delito habian
de ser sentenciados á muerte, y que los habian de
quemar como habian hecho á los ídolos. Ayudó mu-
cho á la buena expedición de este castigó hallarse allí
el alcalde de Salamanca (de cuya jurisdicción eran) con
los españoles que habian ido en su compañía. No te-
nia á bien el beneficiado que el obispo le hubiese pro-
hibido la administración de aquellos indios, y tan al
"descubierto manifestó su sentimiento, que obligó al pa-
dre comisario que enviase; á su compañero el padre
Órbita, para que diese noticia de ello al obispo.
Salió de Tepú caminando á pié por Pascua de E s - -
LIBRO NOVENO. 249

píritu santo, y llegó á Mérida víspera de la festividad


del Santísimo Sacramento, que parece cosa milagrosa
tal brevedad siendo el camino tan largo y trabajoso;
pero no era nuevo en el siervo de Dios hacer seme-
jantes viajes que parecían milagrosos, ni fué este el úl-
timo, como se verá donde se escribe su vida. Dio
cuenta al gobernador, obispo y provincial de la oca-
sión de su venida, y de la gran idolatría que se
halló en Tepú, y cómo quedaba corregida. Gober-
nador y obispo dieron nuevo orden para que los reli-
religiosos residiesen en Tepú, mandando á los indios asis-
tiesen en todo lo necesario á los religiosos, y estuviesen su-
jetos á su doctrina. El obispo escribió reprendiendo ás-
peramente al beneficiado por el estorbo que ponia. Man-
dóle expresamente que no fuese á aquellos pueblos, sin
que fuese llamado de los religiosos, pues tenían á aquellos
indios pacíficos y sujetos, remediado el contagio de la
idolatría, y á los itzaes comunicables, pues (dice el pa-
dre Fuen salida en la relación) según lo que se acuerda
habian venido algunos á Tepú en aquella ocasión, lla-
mados de los religiosos. No habian procedido los indios
mientras fué el padre Órbita á Mérida con el descome-
dimiento que cuando quedó en Tepú, y acudían á la
iglesia y doctrina con puntualidad, lo cual atribuye el
padre comisario al haber visto que cuando volvió traía
el favor del gobernador que antes no tenían.
Antes de llegar el padre Órbita á Tepú lo supo su
comisario, y salieron él y los indios con mucha alegría,
el rio abajo, á recibirle, y salido á tierra, dieron gracias
á Dios por haberle traído con salud y tan favora-
bles despachos. Luego pusieron toda diligencia en pa-
sar á los itzaes, y el cacique y religiosos convinieron
en que fuese un principal con cuatro ó seis indios á
decir al Canek cómo querían volver á visitarle según
se lo habian prometido, y que si gustaba trajesen sus
indios canoas al desembarcadero de la laguna. En po-
250 HISTORIA DE YUCATÁN.

eos dias volvieron los mensajeros, y con ellos algunos


indios itzaes. Tratáronlos con mucho amor mientras
estuvieron en Tepú, persuadiéndolos siempre á que el
gran deseo que tenian de ir á su isla, era para que
entendiesen. cuánto les importaba á sus almas la con-
versión á nuestra santa fé católica, de que para lo tempo-
ral les habia de resultar otro gran bien, que seria paz
perpetua entre ellos y los chinamitas sus mortales ene-
migos. Porque recibiendo la fé tendrian á los españoles
por sus amigos, que los defenderían de cualquiera que
les hiciese algún daño en sus tierras y personas, como
lo hacian en Yucatán con sus parientes los indios ma-
yas, de quien sabian la paz y seguridad con que ca-
da uno vivia en su casa quieto y sosegado. Que yá
habían visto los que vinieron á Mérida cómo los in-
dios tenian en sus pueblos caciques, alcaldes y demás
justicias, que los gobernaban, de sus mismos naturales
y otras comodidades para aficionarlos, y que ellos las
significasen allá á sus paisanos. Oído por los itzaes, de-
cían á los religiosos que fuesen, que allá darían noti-
cia á su cacique Canek de todo lo que les habían di-
cho, y que ellos irian por delante á darle noticia cómo
iban, y así vendrían indios con canoas y todo lo ne-
cesario, y con ellos los dos capitanes Ahau Ppuc y
Ah Cha Tappol, y otro que se llamaba Cocom, que así lo
habia dicho su cacique. Con esto se despidieron, y los
religiosos quedaron muy contentos, previniéndose para
su segundo viaje y entrada á los itzaes.
LIBRO NOVENO. 251

CAPITULO TRECE.

Van tos religiosos segunda vez á los itzaés, fjue los re-
ciben bien y los echan ignominiosamente.

Luego que los indios itzaes se despidieron, el caci-


que de Tepú previno la salida de los religiosos en
su seguimiento, y partieron dentro de ocho dias, a-
compañándolos hasta cuarenta personas. Llevaron esta
vez á los religiosos por mejor camino que la primera^
porque donde se dijo que para dar vuelta á la laguna los
trajeron dos días perdidos por aquellas serranías, ha*
ciéndolos andar mas de doce leguas; ahora con media legua
de camino los pusieron de la otra parte de la dicha la-
guna, llamada Sacpeten, en la tle los itzaes, que se di-
jo llamarse Chaltuna. Es camino tan corto que suelen
ellos llevar las canoas tiradas con bejucos de urta lagu-
na á otra, y así en esta ocasión manifestaron la verdad,
y el camino derecho por donde ellos van, con que en
breves dias dieron vista á la laguna de los itzaes. Es-
tos cumpliendo la palabra que dieron, estaban yá allí
con grandes y buenas canoas en que embarcaron á los
religiosos y indios que con ellos iban, y llegando á la
ribera, salió el Canek con todos sus principales á re-
cibirlos, mostrando mucha alegría. Fueron hospedados
como el año pasado, y ocho ó diez dias qUe estuvieron
allí los indios de Tepú fueron bien tratados y regalados.
Fué esta segunda entrada á principios del mes de octu-
bre de mil y seiscientos y diez y nueve años.
Determinaron los de Tepú volverse á su pue-
blo dando por causa á los religiosos que era tiempo
de recoger sus cosechas de milpas y cacabatales, que
idos enviarían otros del pueblo que les hiciesen
compañía. La verdadera ocasión era el recelo que
tenían de los itzaes que sabían guardaban poca fé
y palabra, y así aunque veían el buen trato prc-
252 HISTORIA D& YUCATÁN.

senté, ninguno del Tepú quedó con los religiosos.


Solos yá, tenían todos los dias grandes pláticas
con el Canek, con los capitanes y principales, exor*
tándolos á que recibiesen la fé y el santo bautis-
mo, enseñándoles la doctrina cristiana y misterios de
ella. Asistían á las pláticas que se les hacían con a-
tencion y sosiego, sin haber quien perturbase la predi-
cación evangélica, ni el rezo de las oraciones de . que
daban gracias á Dios los religiosos viendo tan buenos
principios, y á los indios tan quietos, al parecer su
conversión cercana. Con esta buena disposición, en nom-
bre del gobernador de estas provincias, capitularon con
el Canek que se quedaría con el cacicazgo y gobier-
no como le tenían, por ser señor natural, y nombra-
rían alcaldes y demás gobierno como acá le tienen los
indios. Que le sucederían en el cacicasgo sus des-
cendientes y que á uno de ellos, el que nombrase, se le
daría título de teniente para que le ayudase á gobernar.
Que en diez años no pagarían tributo, y después les
señalaría el rey alguna cantidad moderada per haberse
dado pacíficamente por sus vasallos y recibido el santo
evangelio. Mandó el mismo Canek que se labrase una
cruz y se levantase en alto junto á su casa para que
allí le adorasen sus indios, conformándose con lo que les
habían dejado dicho sus sacerdotes antiguos. Que levanta-
rían la señal de lacruz,y que adorarían alverdaderoDios de-
jando sus ídolos. Nombró fiscales que asistiesen á los
religiosos, para lo necesario á la iglesia y doctrina, y se
daba orden para que el gobernador en nombre del rey
confirmase la nueva elección y lo demás tratado entre
los religiosos y itzaes.
Grandes esperanzas eran estas, y aun principios de
la conversión de aquellas gentes, porque demás de
lo dicho yá los indios comunicaban con mucho amor
á los religiosos, y aunque el Canek los sustentaba, mu-
chos indios y indias les traían tortillas de maiz, una be-
LIBRO NOVENO. 263
bida que usan llamada pozole que se hace de ello, al­
gunos huevos y pescado de la laguna en abundancia.
El enemigo del linaje humano, sintiendo que los reli­
giosos le quitaban aquella presa de las manos, y el
principado que en aquellas almas tenia, incitó algunos
malditos sacerdotes de aquella gentilidad contra los re­
ligiosos, y aunque habian atraído á su sentir algunos
capitanes y principales, no se atrevían á manifestar su
intención viendo el afecto que el C anek mostraba á
la religión cristiana. C omo no había olvidado el de­
monio cuan poderosa es la persuacion de la mujer pa­
ra engañar al hombre, y que por medio de ella con­
siguió la perdición de todos en nuestro primer padre,
se valió ahora de la del C anek para­ que todo aquello
se malograse. Recurrieron á ella los sacerdotes y ha­
lláronla fácil á la ejecución de su dañado intento. Per­
suadiéronla á que dijese á su marido que echase á los
religiosos de la isla, y los enviase á Tepú, porqué de
no hacerlo se había de huir con su familia, yéndose con
uno de los capitanes llamado Nacon Ppol, porque no
querían ser cristianos. Ejecutólo la mujer, y para per­
suadirle mas le dijo que fuese á otro dia con ella y sus
sacerdotes á su huerta y labranza, que estaba en.tier­
ra firme y allí ejercitaban sus idolatrías con bailes y
embriagueces, y que allí veria y sabría cómo sus dio­
ses no querían que estuviesen los religiosos entre ellos,
ni que fuesen cristianos sus indios.
Cuando esto pasaba habian yá venido tres indios
del pueblo de Tepíi á hacer compañía á los reli­
giosos; y viendo un dia al amanecer juntas muchas
canoas en la playa, y sabiendo que el C anek salía
para su huerta con toda aquella gente, como sabíanlas
idolatrías que en semejantes juntas acostumbraban ha­
cer, no les pareció bien. Dijeron á los religiosos el
mal fin que recelaban de aquella salida, en que fué lo
mas del pueblo, sino algunas mujeres que se quedaron
том, ii. 33
254 HISTORIA VE Y U C A T Á N .

<iiilas casas. Todo aquel dia estuvieron los indios en


la huerta del Cauek, y los religiosos encomendándoso
á Dios y haciendo oración por aquellas almas redimi-
das con la sangre preciosísima de Jesucristo Redentor
nuestro, pidiendo no resultase su perdición por fin de
aquella junta. Lo qué eit la huerta del Canek hicie-
ron, no supieron los religiosos: lo que 'vieron á la no-
che fué qué volviendo á sus casas, ninguno los* vino
á visitar como solían', ni el Canek les envió á decir cosa
alguna, cotí qué presumieron la mala determinación con
que venían, aunque aquella noche estuvieron sosegados.
A l siguiente dia por la mañana vinieron muchos indios
armados á la casa dé los religiosos, y sin hablarles pa-
labra ' C o m e n z a r o n á sacar toda la ropa y ornamentos,
y llevarlo á embarcar. Luego les dijeron qué se embar-
casen con su ropa, y llevasen consigo los indios de T e
pú que con ellos estaban, y sé volviesen allá, porque ni
querían ser cristianos, ni que estuviesen mas en su com-
pañía. No estaba presente el Canek, y los religiosos
quisieron verle para decirle cómo los echaban así de
su tierra, sin haber dado causa para ello. Los indios
no les dieron lugar, arrebatándolos con violencia para
llevarlos á embarcar. El padre Fr. Juanile Órbita hi-
zo alguna resistencia para que no le llevasen con tan-
ta prisa, entendiendo con razones sosegarlos; pero liego
un indio gandul, que asiéndole de Ja c;ipilla se la tor-
ció al cuello, con tanta violencia, que le trajo al suelo,
dejándole perdidos los sentidos, y él sacó en la mano la
capilla hecha pedazos y la arrojó. Al padre Fuensalida,
dice en la relación, que aunque maltrataron, no fué tan-
to, y que todo lo veía y consentía el Canek, sin decir
cosa alguna á los indios.
Embarcaron al padre Órbita privado de todos lo¿¡
sentidos, luego al padre Fuensalida, y después á los tres
indios de Tepú en una mala canoa, sin darles cosa al-
guna que comiesen, habiendo de pasar tanto despoblado
UBIÍO NOVENO. 255

hasta llegar á.Tepfi, sin duda parcciéndoles que. echa-


dos de aquella suerte perecerían en el camino con la
hambre. Previnieron esto los indios recien llegados de
Tepú, porque recogieron Jas tortillas y bebida de pozole
que habian llevado, viendo la resolución con que los
itzaes echaban á los religiosos. Salieron á la laguna en
su mala canoa, y yendo navegando recobró sus sentidos
el padre Órbita, y cuando se yió que estaba sin capilla
se maravilló mucho, y quedó tan triste como si hubiera
cometido una grave culpa; pero diciéndole lo sucedido,
se alegró mucho de habcilo pasado por amor de Dios,,
y remendó su capilla para ponérsela. Fué la Divina
Majestad servida que se halló bueno sin señal alguna
en la garganta, ni lesión en parte de su cuerpo, habien-
do recibido gravísimos golpes. Prosiguieron su camino
sustentándose con aquella poca vianda que los indios
sacaron, con el trabajo que 'se puede entender hasta •
llegar á Tepú. Allí los recibieron los indios con amor,
•y descansaron unos dias. '
Gran desconsuelo les causó ver el poco fruto de
sus trabajos, y la obstinación de aquellos indios en su
idola ría, y quedaron pesarosos de haber salido con vida
de aquella espiritual empresa, en la cual desearon.per-
der la temporal para hallar la eterna con la corona
del martirio. Esta la concede la Divina Majestad á
quien es servicio y cuando es su voluntad, como tam-
bién la conversión de los infieles á su santa fé, en el
tiempo que. su infinita sabiduría tiene previsto. No pa-
recía el presente oportuno para proseguir, y no siendo
su asistencia en Tepú para otro fin, aunque los indios le
mostraban voluntad, determinaron volverse á la provincia.
Dióles á entender el cacique y principales que sen-
tían > los indios se viniesen ;• pero dice el padre
Fuensalida que presume se holgaban (aunque el caci-
que era buen cristiano) por quedarse solos • á vivir
á su gusto. No es esta . presunción sin fundamento,
256 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

pues pasados diez y seis años todos ellos apostataron


y se huyeron, como se dice adelante. Finalmente, los
religiosos se vinieron á la villa de Salamanca, y de
allí bajaron á la ciudad de Mérida donde supieron es-
taba su prelado. Llegados que fueron, los recibió co-
mo padre benigno á hijos que venían de tan santa o-
cupacion, agradeciéndoles los trabíijos que habían pasa-
do en ella por amor de Dios y por la obediencia.

~_—,—o———

CAPITULO CATORCE.

De dónde son originarios los indios itzaes, y algunas co-


sas suyas y de otras naciones vecinas.

Estos indios itzaes son de nacimiento yucatecos, y


originarios de esta tierra- de Yucatán, y" así hablan la
misma lengua maya que ellos. Dícese que salieron del
territorio y jurisdicción que hoy es de la villa de Va-
liadolid, y del pueblo de Chichen-Ytzá donde hoy per-
manecen unos de los grandes edificios antiguos que se
ven en esta tierra, y tanto admiraron cuando se des^
cubrieron estos reinos, como se dijo en otra parte, y
también salieron con ellos otros de pueblos comar-
canos. Dice el padre Fuensalida que cien años an-
tes que viniesen los españoles á estos reinos, se huye-
ron de Chichen-Itzá en la edad que llaman ellos octava,
y en su lengua Uaxac Ahau,y poblaron aquellas tierras don-
de hoy viven. Su fuga á isla y partes tan escondidas fué sa-
biendo por las profecías- que tenian, y quedan referi-
das en el libro segundo, que habían de venir de las par-
tes del oriente gentes de una nación que habia de do-
minar esta tierra, Conservan hoy las profecías (escritas.
LIBRO NOVENO. 257

con sus caracteres antiguos) los que llaman sacerdotes


en un libro como historia á que nombran analte. En
ella conservan la memoria de cuanto les ha sucedido
desde que poblaron aquellas tierras. Dice también que
se fueron á ellas por la mar, y por aquella parte que
sale á su laguna tienen en tierra un rancho á que lla-
man Zinibacan, que quiere decir donde tendieron las
velas, por porque allí las enjugaron habiéndoseles
mojado. También se dice que la ocasión de la
fuga fué que estando para casarse un gran señor
ó reyezuelo de aquel territorio, entre las alegrías y
festejos dé la boda vino otro reyezuelo que estaba
enamorado de la desposada, y dando con gente arma-
da sobre los de la fiesta, que como en ella estaban des-
cuidados, hecho algún daño en ellos robaron la novia.
Este era menos poderoso que el primero, y así vien-
do que después le había de hacer guerra, receloso del
daño que se le seguiría tenia prevenida la fuga, y así
llevando la novia en su compañía con muchos de los
suyos se fué á aquellas tierras tan apartadas y ocultas.
E&tán en altura de diez y nueve grados poco mas
ó menos, con poca diferencia de las circunvecinas, y
es tierra mas templada de calor que esta. Los indios
bien dispuestos, hombres y mujeres, de buenas faccio-
nes, no de color muy trigueño. Corren aquellas tierras
por espacio de mas de ciento cincuenta leguas de orien-
te á poniente, teniendo por la parte del medio la Ve-
rapaz y reino de Goatemala, y por la del norte este
de Yucatán, por la del oriente el mar, y al sueste Ja
tierra de Honduras, por el occidente la de Chiapas que
corre á la Nueva-España. Conservan los misinos ape-
llidos que tenían (y aún usan hoy los de Yucatán): di-
feréncianse en que se nombran con el de la madre pri-
mero, y luego juntamente con el del padre. Así el ca-
cique que se dijo llamarse Canek, es como decir: El
que es ó se llama Can de parte desmadre, y Ek
258 HISTORIA DE YUCATÁN.

de Ja de su padre. Estos de Yucatán yá solamente


usan hijos y hijas del de su padre, como es lo común
entre españoles.
Dice al padre Fuensalida, tratando de la infidelidad
de los itzaes, habiendo nombrado muchos ídolos en par-
ticular, que por ser casi las mismos que se dijo en el libro
cuarto que tenían estos de Yucatán "no los singu-
larizo: "Son tantos los ídolos y dioses falsos que tienen, que
seria menester para ellos, y para sus bailes) un gran libro
mas para tan ruin gente basten estos que hemos dicho; &c."
Por singular diré un modo de sacrificio qne tienen, seme-
jante al que se hacia al ídolo Moloc, que siendo de bronce
ó metal, de hechura de un hombre, hueco y abierto por la
espalda, tendidos los brazos, ponían en ellos la. miserable
víctima racional que sacrificaban, y dándole fuego queda-
ba allí abrasada. Para que á nadie pudiese moverá la com-
pasión, que parece connatural, en el ínterin que se abrasa-
ba, los sacerdotes idólatras bailaban haciendo tal ruido
con instrumentos y voces, que el miserable sacrificado
no podia ser oido aunque se quejase Este sacrificio
prohibió Dios á los de su pueblo por cJ Levítico, man-
dándoles con pena de la vida que no sacrificasen á es-
te ídolo hijo alguno suyo, ó hija. Así los itzaes tie-
nen un ídolo á quien llaman Hobó, delante del cual
cuando sacrifican algún, indio ó india bailan con tal
estruendo de tuncules, tortugones, flautas y voces de
cantores que para él tienen señalados, que no es posi-
ble; oirle y para que así lo sientan menos los padres y pa-
rientes, los hacen entrar con los domas al baile. Tié-
nenlos persuadidos los sacerdotes que son dichosos y
bienaventuradas en que sus hijos, sean así sacrificados,
y que su Dios quiere y pide aquel sacrificio, para que
les dé lo que ellos le pidieren,'y desde entonces que-
dau por gente principal,-y sus casas y familias ilustradas.
Tienen los ídolos de las batallas, uno llamado Pakoc,
y otro" Hoxchuncham. Estos lievan cuando van á pe-
LIBRO NOVENO. 259

íear con los chinamitas sus fronterizos y mortales ene-


migos. Cuando han de dar-principio á la batalla les
queman copal, que es cómo incienso, y cuando hacen
alguna facción yalerosa. Suelen darles respuesta sus
ídolos cuando los consultan, y en los bailes suelen ha-
blarlos y bailar con ellos,, y que esa es lá causa de
pintarse los indios cuando bailan el, baile del sacrificio
referido. Dice el padre Fuensalidá que se echa de ver
es enseñado del demonio, porque cada indio ío parece, y
que en aquella figura deben de verle.
Diversas' naciones hay en la cordillera que se ha di-
cho corre de oriente á poniente, porque son los itzaes,
de quien se ha tratado, los chinamitas sus mas vecinos,
los lacándones, los ehakan-itzaes, los cehaches, los 1110-
panes y los de una gran población y ciudad que dicen
tiene ocho mil vecinos. Llámase Tuíumcí, y dicen hubo
en ella, algunos españoles y españolas cautivos: de que
hubo mujer española entre ellos tuvo noticia mas cierta
el padre Fuensalidá, pero no de cuándo llegasen allí,
ni cómo. Tulumcí significa* fortaleza de maguey, por-
que está toda cercada de magueyales, y que no hay para
ella mas de una entrada angosta cerrada y cercada de
agua. Allí están fortalecidos, y se defienden de sus con-
trarios, porque estas gentes siempre traen guerras unos
con otros, como sean de diferente nación, y á veces los
de una misma, teniendo diferentes caciques. En'especial
los itzaes y chinamitas se comen unos á otros cuando so
prenden. Los chinamitas son tan crueles y barbaros que
diciendo nuestros religiosos á los itzaes, cuando estaban
con ellos, que lambían habían de pasar á predicarles el
•Santo Evangelio,- les decían que no fuesen allá porque
era gente feroz, y que sin duda los matarían porque ma-
uinicob, les decían, dándoles á entender cou esta palabra,
que significa no son hombres, que no lo.eran sino fie-
ras, y que cuando hubiesen de ir allá los acompañarían
porque no los matasen.
260 HISTORIA DE YUCATÁN.

Ha habido diferentes sentimientos acerca de la ac-


ción del padre Órbita quebrantándoles luego aquel ído-
lo: dijeron unos fué celo indiscreto, no regulado con la
' prudencia conveniente, quebrantarle tan presto sin te-
ner dispuestos los ánimos de aquellos infieles para ello,
y que esto fué ocasión de que echasen á los religio-
sos sin admitir su predicación. Otros lo atribuyen á
permisión divina y oculta disposición, que no alcanza-
mos, y que no debia de haber llegado el tiempo deter-
minado por la divina Providencia para su conversión,
quizá indignos de ella por resistir á la divina miseri-
cordia con sus graves pecados, para que no fuesen en-
tonces alumbrados con la luz evangélica El padre
Fuensalida dice en la relación que cuando ellos fueran muy
ignorantes, entre los apuntamientos que el padre lector Fr.
Francisco Gutiérrez (cuya erudición fué tan notoria
en estos reinos y se dice adelante) les dio, fué que
siguiendo la- doctrina de S, Agustín primero quitasen
los ídolos de los corazones de aquellos infieles, y des-
pués las figuras de ellos que en los altares adoraban.
"Mas ¿quién (prosigue) puede resistir al espíritu del
Señor'? De S. Teodoro se dice en la lección que .trac
el breviario romano, que puso fuego á un templo de í-
dolos sin prevenir los ánimos, de los gentiles que los
adoraban, por cuya causa le martirizaron, y celebra su
fiesta la santa iglesia á nueve de noviembre. Y Dios
mandó á su pueblo que destruyesen todos los ídolos
que tenían aquellos idólatras cuya tierra eneraban á po-
ser, y abrasasen con fuego los bosques y montes donde
sacrificaban. Y que el padre Órbita quedó, habiendo
quebrantado aquel ídolo, con una cara tan alegre que
era para alabar á Dios, cuyo espíritu juzga asistía á su
siervo &c."
Porque este lugar no lo es de controversia digo bre-
vemente (lo que los doctos tienen leido) que en el con-
cilio milevitano se dice: Q,uc el que irrita á los in-
LIBRO NOVENO.. 261

fieles quebrantándoles los ídolos si por eso quitan la


vida no se ha de tener­ por del número de los már­
tires porqué ni enseña á hacer esto el evangelio, ni lo
hicieron los apóstoles predicándole &o. Veo por otra
parte que muchos mártires con su oración redujeron
á cenizas innumerables estatuas de ídolos con que se
enfurecieron los tiranos gentiles, y con exquisitos tor­
mentos les quitaron las vidas como se lee en sus leyen­
das. Santa Apolonia ella misma se arrojó al fuego con
que la amenazaban, encendido su corazón con ma­
yor llama de amor del Espíritu Santo, como le
canta la iglesia nuestra madre. S. Sebastian ha­
biéndole Dioclesiano dejado por muerto y curádole san­
ta Irene, fué á reprenderle severamente, por lo cual
le hizo azotar, hasta que dio su espíritu al Señor. Los
primeros mártires de nuestra religión, San Verardo y
sus compañeros, habiendo ido á Sevilla á predicar á los
moros, anunciándoles á Jesucristo redentor nuestro, jun­
tamente decian muchos oprobios contra Mahoma. y
su inicua ley, con que provocaban aquellos infieles con­
tra sí. Desterráronlos dos veces, la una por petición
del hijo del rey: la otra por temor déla pestilencia que
tuvo en la ciudad de Marruecos, teniéndolos presos; pe­
ro los santos mártires se volvieron á Marruecos, donde
el rey Miramamolin los mandó descabezar, con que
consiguieron la gloriosa palma del martirio. N o faltará
sentir de prudencia humana que dijera parecer estas
acciones demasiada porfía, y haber dicho estos santos con­
tra Mahoma oprobios tan en los principio^, antes de te­
ner convertido á alguno, imprudencia y celo no dis­
creto. La iglesia católica las tiene canonizadas por san­
tas y guiadas del Espíritu Divino. Pudo ser que el
mismo que obró estas acciones por sus santos, movie­
se al padre. Órbita, á quebrantar aquel ídolo llamado
Ttzimin Ghac, aunque llevaban por documento la doc­
trina de S. Agustin referida. No afirmo esto ni lo«on*
T O M . и, 34
262 HISTORIA DE VUCÍTAX

trario: lo cierto es que debemos estar á lo que la san-


ta iglesia católica romana en la materia ha declarado y
declarare..

o—'

CAPITULO QUINCE,

Di algunos religiosos siervos de Dios, que yá eran difUñ*


tos en estos tiempos.

Yá será razón hacer memoria de algunos religio-


sos siervos de nuestro Señor, que por estos tiempos
felizmente habían consumado el de su vida mortal, y
pasado á la eterna; E l primero que se me ofrece es el
venerable padre Fr. Alonso de Solana. No he hallado
de dónde fué natural, ni quién fueron sus padres.. En
su mocedad fué escribano seis meses no mas, y decia
después que aunque se ajustó á los aranceles lo mas
que pudo, necesitaba de muchos años de penitencia pa j

ra satisfacer á aquel poco de escribano. Dejó esta ocu-


pación y fuese á la universidad de Salamanca en Espa-
ña donde estudió cánones, y graduado en aquella facul-
tad trataba de acomodarse. En aquel tiempo llegando
la cuaresma oyó predicar al padre Lobo (á quien llama-
ban el S. Pablo de sus tiempos) el gran peligro que
corría la salvación de los que atentos á las cosas de es<-
te siglo, solicitaban menos la salud de sus almas. Ha-
biendo oído á aquel apostólico varón, se recogió á nues-
tra religión seráfica, que como tan apartada de las so-
licitudes del mundo, le pareció puerto seguro para eva-
dir la tempestad del naufragio. Vino á la santa pro-
vincia de Castilla, y pidió el hábito al muy docto y
religioso padre Fr. Antonio de Córdoba, tan conocido
LIBRO NOVENO. 263

por sus escritos, que era provincial de la provincia.


Concediósele, y asignóle el convento de S. Juan de los
Reyes para que en él le recibiese, como lo hizo. El
guardián del convento era un gran siervo de Dios : mu-
chos de sus connovicios salieron extremados en virtud,
y algunos de ellos fueron obispos y prelados generales,
previniéndole Dios con tantos ejemplares para que cor-
respondiese á la vocación con que fué llamado. Co-
noció ser divina por la perfección á que se conoció as-
;

piraba, y después de profeso fué ú vivir al convento


de la Salceda, casa recoleta, Estaba en ella cuando el
padre Albalate trajo á esta provincia la primera misión
de religiosos de España, que se dijo. Allí persuadió
"al padre Diego de Landa, que como se ha visto mu-
rió obispo de esta provincia, para que viniese á la con-
versión de los indios de ella, como lo hizo. Solicitaba
también traer al padre Solana, por la relación que de
su virtud y letras tenia, y excusóse diciendo que no se
sentía con el fervor de espíritu que tan ardua empre-
sa requería.
Venido el padre Landa á Yucatán, y viendo cuán-
to provecho haría en la conversión de estos indios, ro-
gaba á nuestro Señor le inspirase la venida, y siempre
que podia se la amonestaba por cartas. Al parecer oyó
nuestro Señor estos ruegos, como dirigidos á su san-
to servicio y al bien de las almas, porque cuando fué
el padre Fr. Lorenzo de Bienvenida la segunda vez á
España, entre los demás religiosos que en aquella misión
trajo, vino el bendito pariré Solana: En breve compren-
dió la lengua de los indios, de tal suerte que después
fué maestro de ella muchos años. Escribió un bocabu-
lario - muy copioso, sermonarios' y muchos sermones
sueltos con tan gran propiedad, como si fuera indio
muy versado en la policía de su idioma, muchos apunta-
mientos de la sagrada escritura y algunas historias:
Averiguó y dejó mucho escrito de las antigüedades de es-
264 HISTORIA KF. Y U C A T A N .

tos indios, que yá no se halla. Dice el P. Lizana que


lo mas que escribió en su devocionario lo sacó de los
escritos de este venerable padre. Su vida dice que era co-
mo de ángel, porque toda la gastaba tratando de cosas
del cielo. Era muy abstinente, y lo poco que comia era
cocido en sola agfua, con que se ye no solicitaba gusto sino
simple sustento á la natural necesidad. A esto se le
debió de segáir falta de calor, porque á la una deldia
volvía la comida, y sin mas comer ni cenar pasaba hasta
el di a siguiente, y así estaba siempre muy flaco. No le
impedia esto predicar, escribir y enseñar continuamente,
que aun los ratos de conversación con los religiosos
trataba de la administración y lengua de los indios, y
en otras materias traia un cuentecito para ejemplar de'
que se sacase algún provecho, y han sido muy celebra-
dos por graciosos y sentenciosos.
Fué varón de mucha humildad y mansedumbre, muy
amado de los indios. Nunca quiso oficios de la reli-
gión, aunque tuvo muchos en la provincia obligado de
la obediencia. Cuando le hacian guardián lo admitía,
y en llegando al convento daba lo que había en las ofi-
cinas á los pobres, y luego renunciaba. Admitían los
prelados la renunciación, como yá le conocían, y que-
dábase por subdito en aquel convento. Esto hacia por
quedar desocupado para los ejercicios referidos. De
noche era tan continuo el de la santa oración, que no
se sabia si dormía, ni cuándo pudiese. Finalmente dice
el padre Lizana que oyó decir á un santo religioso de
esta provincia que parecía Dios habia criado al padre Fr.
Alonso de Solana para santo, y para que fuese parte
de que gozasen de Dios muchos pecadores. Pasó de
esta presente vida habiendo gastado .mas de cuarenta
años con tan santos ejercicios en esta provincia, y por
esta cuenta murió por el año de mil seiscientos, poco
•mas. Su cuerpo está sepultado en el convento de Mé-
rida, y dejó opinión de santo y docto, y en particular
LIBRO NOVENO; 265

de la lengua yucateca, que por sus escritos- durarcúmucho


su memoria. ^ '
Habia tenido esta provincia otro religioso llamado
Fr. Francisco de Cuevas, natural de Murcia y hijo dé
la santa provincia de Castilla. Vino á esta en la
sion que de España condujo nuestro santo padre Car-
déte el año de mil quinientos setenta y seis. Fué va-
ron celosísimo de la honra de Dios, y así parecía ri-
goroso con los indios en razón de su cristiandad. En
lo demás los trataba con amor, y á las necesidades de
los pobres acudía con caridad. Fué tan observante re-
ligioso que nunca hubo que reprenderle. Habiendo ocu-
pado treinta y dos años en la enseñanza de éstos in-
dios, murió el año de mil seiscientos ocho en el con*
vento de Maní, donde quedó sepultado.
De la santa provincia de los Angeles vino á esta
un religioso lego llamado Fr. Gaspar de Molina. Ejer-
citó con ferviente caridad el oficio de enfermero mas
de sesenta años, y era excelente boticario. Llegó á te-
ner tanto conocimiento ert las enfermedades, que como
si fuera médico muy docto curó muchos años con grande
acierto. Por el aspecto pronosticaba al enfermó el pe-
ligro del achaque, y si decia ser mortal rara vez se
vio viviese el paciente. Si le sentía peligroso, especial*
mente de noche, no se le quitaba un punto de la ca- ,
becera, y para poder asistir tenia una camilla con una
piel de vaca y un cojinillo de lo mismo para reclinar
la cabeza. No se le conoció celda, porque su habita-
ción era la enfermería, y en ella la del mas necesitado.
Fué muy pobre, solamente á medio dia comia,. no ha-
biendo bebido chocolate, vino ni' agua desde el medio
dia antecedente. Vivió muy sano y entero. F.ué Dios
servido, para mayor mérito de su siervo, que le salió
un accidente que llaman fuego á la cabeza, de que se
le hicieron unos berrugones grandes, pero no se queja-
ba y se curaba él mismo: inflamósele el accidente has-
266 HISTORIA DE Y U C A T A N .

ta corroerle el casco, y conociendo su muerte pidiólos


Santos Sacramentos, los cuales recibidos dio su espí-
ritu al Señor, que habrá remunerado caridad de tan-
tos años continuada hasta el fin de sus dias. Murió
en el convento de Mérida: no he hallado qué año ni
dia.
E l padre Fr. Julián de Cuartas fué natural de Al-
magro y hijo de la santa provincia de Castilla, de don-
de vino siendo corista, de edad de diez y nueve años.
Supo la lengua de los indios con mucha perfección, y
abrevió el arte por donde se enseña para facilitar la
inteligencia de sus reglas. Fué causa de que haya
muchos indios pintores, doradores y entalladores, por-
que aunque no sabia estos oficios, era muy ingenioso y
procuraba saber algo de ellos para enseñarlo á los in-
dios, que con maestros españoles se han perfeccionado tan-
to en ellos, que igualan á los muy buenos en sus obras.
Causa ha sido de que haya particularmente en las mas
cabeceras de las iglesias de esta provincia retablos de talla
de escultura y de media talla muy vistosos y costosos. Tu-
vo natural inclinación á la arquitectura, y así fabricó dos
iglesias con sus conventos y algunas capillas mayores de
otras, y donde estaba hacia relojes de sol de muchos mo-
dos. Fué observante religioso y especialmente pobre.
Habiendo trabajado treinta y ocho años en esta provincia,
murió á veinte y cuatro de mayo del de mil seiscien-
tos diez- con cincuenta y siete de edad.
E l dia siguiente veinte y cinco de mayo pasó de es-
ta presente vida el reverendo padre Fr. Fernando de
Sopuerta tantas veces nombrado hasta este lugar. Fué
natural de la ciudad de Mérida en este reino de Yu-
catán. Sus padres legítimos Hernando de Sopuerta con-
quistador de él y doña Maria Magaña, nobles ciudadanos.
Fué admitido á la religión siendo de pocos añcs, y
criáronle aquellos primitivos padres con la perfección
de observancia religiosa que en sus vidas dejo escrita.
ÜEFÍO NOVENO. 267

Conocida eri él muy hábil capacidad, por no haber eri


la provincia estudios con que fecundarla le enviaron á
estudiar á México, de dohde vino muy aprovechado. Tá'
les prendas vieron en él, que nó teniendo más de vein-
te y ocho años de edad,"entré'tantos santos y ancianos
religiosos le escogieron para su ministro provincial.'Tan
á satisfacción de todos procedió,'qué en ótrás dos oca-
siones yá queda dicho cuándo fué electo en la misma
dignidad, y éh una vacante dé provincial en vicario
provincial dé la provincia. Por espacio de treinta años
estuvo honrado del santo tribunal de la fé cort el ofi-
cio de su Comisario én todo este reino. Tuvo no so-
lo en él, sino en los restantes, y aun ért toda la
orden, opinión de gran varón. Fué de natural muy apacible,
Observante religioso y pobre, sentia humildemente de sf,
y fué dotado de muchos dones dignos de alabanza. Vivió
sesenta y tres años, los cuarenta y ocho en la religión,
sustentando esta provincia desde la primera vez que
fué su superior en gran crédito y reputación. Murió eri
el convento de Mérida dicho dia veinte y cinco de
mayo de mil seiscientos diez años de achaque dé
una apostema,

c : _ 0 : _

C A P I T U L O D I E Z Y SEIS.

Prosigue la memoria de otros religiosos qiie sirvieron &


nuestro Señor en está proviricia.

Aunque el padre Fr. Fraricisco Lozano vino a esta


provincia después de otros religiosos, de quién se tra-
ta en este Capítulo, le nombro primero por haber pre-
cedídoles én la muerte. Fué natural del Alcarria en el
268 IIISTOIUA DE YUCATÁN.

reino de Toledo, y recibió el hábito de nuestra sagra-


da religión en el convento de S. Antonio de la Cabre-
ra, provincia de Castilla, y vino á esta en la mi-
sión que trajo el padre Fr. Juan de Padilla, siendo de cua-
renta y cinco años de edad. Por esta causa supo poca
lengua de los indios; pero ocupóle la obediencia ha-
ciéndole maestro de novicios, que educó muy religio-
samente, como lo habia hecho en la recolección de S.
Antonio donde recibió el hábito. Ocupaba lo mas de
la noche en el ejercicio de la santa oración, y así su
continua asistencia era en el coro, levantándose en pié
cuando se cansaba de estar de rodillas. Su proceder fué de
vida inculpable, su condición y natural sencillo. Debilitado
con la penitencia necesitó de pequeño achaque para pa-
sar de esta vida pocos años después de venido, y no
se dice en qué tiempo, ni el convento donde está sepul-
tado.
E l reverendo padre Fr. Antonio de Ciudad-Real, hi-
jo de la ciudad de este nombre, y en la religión del con-
vento de S. Juan de los Reyes de Toledo, vino á esta
provincia en la misión que trajo el santo obispo Fr.
Diego de Landa, cuando volvió á ella consagrado. Era
corista, pero gran latino y filósofo, y aprendió el idio-
ma de estos indios con tanta perfección, que fué el ma-
yor maestro de él que ha tenido esta tierra. Como tal
predicó, enseñó y escribió sermones de santos y de to-
do el año con la mayor elegancia que pudo' en esta
lengua desearse. N o solo hizo bocabularios, que el uno
empieza con la lengua castellana, y el otro con la. de
los indios, pero compuso una obra tan insigne, que por
su grandeza se llamó Calepino de la lengua maya
6 yucateca. Contiene en limpio seis volúmenes de
á doscientos pliegos de escritura cada uno, y con
ella se resuelve cuantas dudas se ofrecen en la len-
gua de los indios, y se halla cuando se puede desear
saber de sus diversos modos de locuciones, que son ca-
LIBRO NOVENO. 269

si innumerables, sin que se haya hallado falta de una voz


tan sola siendo como es, copiosísima. Ocupación fué
que le costó cuarenta años de trabajo, y si como es
singular el idioma en esta tierra fuera general á otras,
sin duda fuera de las obras' mas celebradas que hubie-
ran salido á luz en estos reinos. ..- ;
No fué esta sola su ocupación, porque conocido por per-
sona de mucha capacidad y de buena disposición para las
materias de gobierno, lo traian de ordinario los provincia-
les por su secretario. Acompañó al muy reverendo
padre Fr. Alonso Ponce de la santa provincia de Cas-
tilla, y decimoquinto comisario general de esta Nueva-
España, en todos sus trabajáis, aflicciones y destierro
que refiere el padre Torquemada en su Monarquía in-
diana (y por eso y no ser propios de estos escritos omi-
to referirlos.) Escribió, siendo su secretario general, un
tratado curioso de las grandezas de la Nueva-España
y sucesos de aquel pleito, como quien manejaba los
negocios. Fué con el muy reverendo padre comisario
general á Castilla, y habiendo muerto, determinó volverse
á esta provincia á lograr en provecho de los indios
la mucha lengua que sabia. Vino con los religiosos de
la misión que condujo el padre Fr. Pablo Maldonado
el año de mil quinientos noventa y dos. Holgóse mu-
cho la provincia viendo restituido á ella un varón de tanta
conveniencia suya, y después fué electo provincial de
ella como queda dicho. Amó á los indios tiernísimamente
por tener un natural piadoso y mansedumbre extraña.
Procedía con mucha madurez y atención en sus accio-
nes, no precipitándose sin recibir consejo para obrar en
ellas. Como se encontró con la aceleración que el go-
bernador de esta tierra D. Carlos de Luna y Arella-
:

no solía tener en algunas suyas, queriendo que todos


obrasen conforme su dictamen, hubo entre los dos los
disgustos que quedan referidos en aquellos tiempos. En
todo el discurso de sus peregrinaciones, y mientras es-
TOM. ii. 35
HISTORIA' 'DE YUCATÁN.

tuvo en España, nunca alzó la manó del trabajo de los


escritos c|Ue he dicho llamarse Caíépino, que así refie-
re el padre Lizaiía se lo oyó decir iriüchas veces. Ha-
biendo dado loable ejemplo á los religiosos y seculares,
así siendo prelado comd subdito, y tenido en opinión de
observante religioso, pasó de esta presente vida en el
convento de Mérida á cíntíó de julio dé 1617 años, con
66 de edad y 51 de reiigiort.
El padre Ffi Andrés Cíávijo, hijo cíe ía santa provin-
cia de Andalucía) trabajó en esta muchos años con apro-
bación de religioso observante; Fué muy amado de los
indios, cort quiert era tan apacible, que se acornodaba al
parecer con ellos á cóffiüíficacíon demasiadamente humil-
de. N o lé faltó censura que dijese no se daba á esti-
mar como ministro del evangelio; pero llegado á sü no-
ticia decia: Ojié lo hacia por dornesticaf á los indios, á
quien quería tanto, que no sabia cómd manifestarlo sino
con allanarse á comer con ellos,- y que su natural no le
daba lugar á otra cosa, Cuando esto pasaba, bien do-
mésticos estaban los indios, y así juzgo qué era por ejer-
citarse humilde, y daba aquella razón pof excusa para
que no se entendiese así, Fué pobrísimó religioso, y
de mucha caridad.
E l padre Fr. Diego de Castro víntí de España ert
la misión que trajo el santo obispo Landa. Salió de la
provincia de Castilla siendo corista, y en esta supo muy
bien la lengua de los indios, en cuya defensa y de la
provincia trabajó, yendo á la real audiencia de México
de donde sacó provisiones favorables. Fué después á
España de donde también les trajo algunas, y uha mi-
sión de religiosos para que ayudasen á doctrinarlos:
fué religioso pobre y amado de todos, porque á nadie
agravió con obra ó palabra. Donde quiera que se ha-
llaba, decia que allí era lo mejor del mundo, aun
hasta el agua de el convento donde vivia. Fué es-
pecialmente devoto de la Virgen santísima madre de Dios;
LIBRO NOVENO. 271

y habiendo servido á esta provincia 40 años, el de 1613


dijo que su muerte-había de ser día de la Natividad
de la reina del cielo, y así se cumplió, con que se pue-
de entender le alcanzó el premio de su devoción pa-
ra que le gozase en la gloria.
E l mismo año á trece de diciembre pasó de. esta
presente vida el padre Fr. Pedro de Oña te, vizcaíno
de nación y natural de la villa de Oñate. Crióse, des-
de niño en Castilla, y con todo eso aún yá viejo, no
acertaba á hablar la lengua castellana. Recibió nuestro
santo hábito en la provincia de Castilla, y pasó en la
misión del santo obispo Lauda, siendo yá sacerdote, gran
latino y moralista. No habiendo podido saber la lengua
castellana, supo perfectísimámente la de estos indios, á
quien predicó y administró los Santos Sacramentos cua-
renta años, y no cincuenta como dice el padre Liza-
na. Murió con opinión de observante religioso, tenien-
do de edad setenta y seis años.
Fr- Pedro del Almendral, religioso lego, pasó de la
provincia de Castilla á esta de Yucatán en la misión
que trajo el año de 1578 el venerable y santo padre
Fr. Pedro Cárdete, á cuya vida se da principio en el
capítulo siguiente, Cuantos oficios de humildad tiene
la religión, todos los sirvió con mucho amor y caridad.
Fué tan observante, que nunca hubo que reprenderle.
Su dormir era poco, su oración mucha, y su caridad
para con todos en superior grado, y al parecer no ha-
bía virtud en que no se ejercitase. Era muy enten-
dido y de tal conversación, que acomodándose á la de
todos, los dejaba aficionados, y solían ser sus dichos'co-
mo sentencias en las materias que se le comunicaban,
por cuya causa le llamaban el santo discreto. Parece
haber tenido espíritu de profecía. En una ocasión di-:,
jo á un Fulano del Barco, devoto suyo, que rio saliese
en una reseña de armas que se hacia por aquella oca-
sión. El por obedecer al bando que el gobernador ha-
272 HISTORIA DE YUCATAN.

bia publicado, salió con su arcabuz, y al primer tiro re-


bentó y le llevó una mano. Conoció con su daño el
secular cjue aquel bendito religioso su devoto habia si-
do inspirado del cielo para lo que le dijo, y así lo pu-
blicó, dando á todos grande ejemplo; y con aprobación
de vida sirvió' al Señor hasta doce de setiembre de mil
y seiscientos y quince años que pasó á gozar de la
eterna, y fué sepultado en el convento de Mérida con
aplauso de varón santo. El • padre Lizana tratando de
él: "No digo muchas maravillas y milagros que el Se-
ñor hizo por este su siervo, porque fuera alargarme
mucho; mas solo digo que vimos por nuestros ojos que
sanó enfermos que á sus oraciones se encomendaban,
y dijo algunas cosas -que sucedieron, y solamente re-
fiere esta del arcabuz." Con sentimiento leo estas ra-
zones que da: unas veces, que porque lo testificaban
indios: otras, que por no alargarse: con que virtudes y
maravillas de siervos de Dios quedan ocultas, porque
yá no hay á quien preguntarlas para escribirlas, como
parece fuera justo para gloria de Dios, honra de sus sier-
vos y de esta provincia.

•o

-CAPITULO DIEZ Y SIETE.

Da principio á la vida y milagros del venerable padre Fr.


Pedro Cárdete, provincial que fué de esta provincia.

Es: la Divina Providencia admirable en sus dispo-


siciones, ordenando las cosas con fortaleza y dulzura.
Consérvalas con su poder como fuerte, y guíalas con
la benignidad de su clemencia suave, para que sus cria-
turas le alabemos y demos continuas gracias, y con-la
LIBRO NOVENO.

experiencia de sus maravillas, venerándole poderoso, sien>


pre lé esperemos benigno, si correspondiendo á lo fuer-
te de la vocación santa con que para sí nos atrae,
nuestra tibieza no nos desvia del camino por donde la
dulzura ,de su suavidad la dispone. Manifestó por es-
tos tiempos lo magestuoso de su poder, conservando la
vida tantos años al venerable padre Fr. Pedro Carde-
te, ejercitado en ásperas penitencias, abstinencia sin-
gular y mortificaciones continuas, acompañadas de acha-
ques graves (regalo de siervos suyos), y juntamente os-
tentó la suavidad de su disposición en la misma con-
servación, para consuelo de sus fieles y ejemplo de to-
dos. Fué dé los inmediatos á los primeros ministros
evangélicos que de España vinieron, y vivió hasta es-
tos tiempos, para ejemplar de santidad á los modernos
y atracción de sus voluntades al divino servicio.
Fué nuestro venerable padre Fr. Pedro Cárdete natu-
ral de la Mancha, y aunque no quedó escrito el nom-
bre de su patria y padres, súpose que se crió con
buena enseñanza en servicio de un santo obispo.
Estudió la latinidad, y* dado yá principio á la filoso-
fía le llamó Dios á nuestra sagrada religión siendo de edad
de quince años, y recibió el habito en el conventó de S.
Juan de los Reyes de Toledo, provincia de Castilla. Co-
mo fue disposición divina la' que le guiaba á ser un
gran siervo del señor, desde luego comenzó la gracia á
manifestar su poder en el ánimo de nuestro venerable padre,
correspondiente á la vocación santa. Ayudó á la bueña
inclinación de su fervoroso espíritu con las ejecuciones
virtuosas, y llevando tras sí la atención de todos los religio-
sos admiraba ver en tan tierna edad y tan prestó muestras de
santidad grande y virtud perfecta. Era en lo natural dé
buen rostro, muy blanco y perfecto en la composición
de su cuerpo, con que todos daban gracias á Dios vien-
do en un sugeto tantos dones de naturaleza y gracia; Es-
Judió la filosofía en la orden y la teología, en que se
274 HISTORIA ÜE Y U C A T Á N ,

aventajó á otros, y después, con sus sermones adquirió


nombre de orador famoso. Para aumento de su virtud
*y letras, se fué á nuestro convento de Alcalá de He-
nares (seminario de ambas ciencias divina y humana)
donde resplandecía venerado, que no es pequeño elogio
donde hay tanto bueno merecer algún singular partir
culares atenciones. En aquel religiosísimo convento es-
taba cuando Dios le llamó para apóstol de Yucatán : be-
neficio universal, gloria y honor de este reino, que, en
tal estimación tiene haberle gozado vivo y poseer las
santas reliquias de su cuerpo después de muerto, Ha-
llo diversidad en señalar el tiempo en que vino de Es-
paña, porque el padre Lizana dice que fué el año de
mil quinientos cincuenta y tres. En. el proceso jurí-
dico que el obispo D. Fr. Gonzalo de Salazar mandó hacer
de su santa vida y dichosa muerte, se dice que vino en
compañía del santo obispo Landa, y aunque no singu-
lariza si fué cuando vino religioso, ó cuando volvió o-
bispo, se , colije de él que fué en esta ocasión, y no en
la primera, porque así se ajustan cuarenta y siete años
que se dice habia venido de España cuando murió,
aunque no cumplidos.
Luego que llegó á esta provincia, le ocupó la obe-
diencia en predicar á los españoles, para que gozasen
de su santa doctrina. Con- ella y la perfección de vida
que en el veian los oyentes, fué grande el fruto que
logró de su apostólico trabajo, cp.nio consta del proce-
so de su vida, porque allí se dice testificado que gran-
jeaba tantas almas para Dios con el buen ejemplo de
su vida, como con su predicación santa, y que ésta ha-
cia gran efecto en los corazones dé los fieles, como les
era notorio que ejecutaba con las obras eu su vivien-
da todo lo que les predicaba en el pulpito
con los ser-
mones. Como muchos años fué esta su ocupación con-
tinua, no supo el idioma de los indios con la perfec-
ción que otros ministros, con que no pudiendo por sí
LIBRO NOVENO, 275

predicarles, siempre qué hallaba intérprete lo hacia-po*


medio de él, y estimaba mucho á los que predicaban
á los indios: Suplía para con éstos el defecto de la
lengua con eí buen ejemplo qué les daba, por cuya
causa le* reverenciabanj de suerte qué al padre Lizána
dijeron muchos indios-viejos qué les daba mucho mié-
da el Verle cuando lé encontraban, y era respeto re-
verencial qué lé tériianí Conocíase ésto, porqué no ex-
trañaban comunicarle; y eh viéndose eh algüh trabajo
ó aflicción; recurrían al santo varón, como á padre pia-
doso, á pedirle lo qué necesitaban. Consolábalos con
tan amorosas palabras, y remediaba si podiá sus nece-
sidades con tari caritativas obras; qué el respeto y re-
verencia pasaba á aniof, y se les aumentaba la confian-
za para áCudir á éi ert todas ocasiones.
Lá perseverancia qué tüvó ért acudir á lá comuni-
dad fué dé las grandes que sé han visto en cualquie-
ra religioso qué más la haya seguido, sin qué jamas
faltase á acto-dé ella ni á hora del coró; aunque hu-
biese dé predicar, hasta dos áñós poco máS órnenos antes
que rriuriésé,qué viendo ei superior su mucha vejez y graves
achaques, le mandó qué sé bajase á una celda de lá en-
fermería; dohdé tuvti los santos ejercicios que después
1

se dicen. Fué muchas veces .guardián dé diversos con-


ventos y provincial de está provincia; comd yá sé di-
jo, pero nunca aflojó urt punto dé íá aspereza de
vida con que sé trataba¡ Siendo enfermo de acha-
que de asma, que le fatigaba mucho, nunca usó
lienzo sino túnica, comb pudiera estando muy sa-
no y en tierra muy templada. Su cama era un solo
petate (que es mas delgado que una estera de Espa-
ña) sobre los cordeles, con un pobre cobertor por la de-
cencia. Su vestido áspero y pobre, tanto que siempre
buscaba hábito viejo que ponerse, y si se rompia le
remendaba él propio por su mano, sin permitir que ó-
tro lo hiciese por él. No solamente observó los ayu-
276 HISTORIA DE YUCATAN.

nos obligatorios por la regla y la cuaresma que llama-


mos de los benditos, sino otros muchos que aumentaba por
su devoción y mayor maceracion de su cuerpo. A ellos
acompañaban muy ásperas y continuas disciplinas, sien-
do tantas sus penitencias, que ponia admiración á todos
ver cómo vivía un hombre de tantos años, tan flaco que
no parecia tener mas que la piel y los huesos, gravado con
penosas enfermedades. Su mayor asistencia de día y
de noche era en el coro, donde por ella habia gran
puntualidad en todo, y apenas se decia un mal-acento,
cuando, si no era prelado para enmendarle, hacia algu-
na señal para que se advirtiese, y luego se corregía.
Continuamente despertaba al religioso que tocaba la,
campana, á maitines, tan cuidadoso de que todos asistie-
sen á ellos, que faltando una noche el provincial salió
del coro el bendito padre, y aunque lo que allá pasó
no se supo, lo que se vio fué que muy presto vino
con él al coro. Todos lo atribuyeron á que aunque el
superior hubiese faltado con justa causa, el respeto
y veneración que se le tenia le habría hecho ir en su
compañía. ¿Quién faltaría de los demás con esto? Era
tan celoso de la honra, de Dios, que en su presencia no
se habia de hablar ni aun una palabra ociosa.
"Visitábanle obispos, gobernadores y otras personas no-
bles, así eclesiásticas como seculares, por la devoción con
que le veneraban; y como le hallaban continuamente
de rodillas orando, los recibía en pié y hablaba con
mucha brevedad de palabras, y los despedía, y como
yá le conocían, con la misma brevedad se despedían de
él gustosos, porque sabían lo hacia para continuar su
oración, y iban consolados con haberle visto aquel bre-
ve rato, E l capitán Ambrosio de Arguelles, de quien
se ha tratado en otra parte, era muy devoto de este
bendito religioso, y le visitaba con frecuencia, aunque
con la brevedad que se dice. Fué á verle una vez, y
hallando cerrada la puerta de la celda, llamó. Abrióle
LIBRO NOVENO. 277

y viole con una pluma en la mano, y le dijo: Sea bien


venido, hermano: yo le perdonara la visita, por estar
escribiendo cosas del servicio de Dios, y piensan los
seglares que hacen mucha merced en visitar á los re­
ligiosos que estamos siempre ocupados. Respondióle que
no iba mas que á verle, y sin hablarle otra palabra se
fué, y dijo que muy consolado con haberle visto, aun­
que despedido al parecer con despego.
Eligiéronle provincial, y siendo vigilantísimo en que
se ejecutase con entereza la observancia de la discipli­
na regular, tenia unas entrañas de madre amorosa para
los religiosos. Siendo su modo de vivir para con su
persona tan áspero, para con los demás era muy pia­
doso y compasivo, sintiendo sus necesidades y afliccio­
nes, y mas cuanto mas Ínfimo era el estado de los
que las padecían. Así era mas piadoso con los novi­
cios coristas y legos que con los demás religiosos sa­
cerdotes. El amor que. á los indios tenia era entraña­
ble, y así no les habia de tocar ministro doctrinero al
pelo de su ropa. Si algún indio se le quejaba, por li­
viana que fuese la queja, hallando al ministro culpado
la castigaba como si fuese un grave delito, diciendo que la
humildad del indio merecía se le perdonasen otros defec­
tos que tuviese, y que como plantas nuevas se habían
de guiar con blandura y no con aspereza, aunque los
hallasen culpados, porque no quebrasen en la fé, que es
lo principal. Y aunque tal vez es necesario mostrar­
les alguna severidad moderada con caridad y pruden­
cia, el bendito prelado no queria que hubiese mas
de caridad, blandura y mansedumbre para con los in­
dios.
Acabado el trienio de su provincialato se recogió al con­
vento de Mérida con intención de darse todo á Dios, y olvi­
dar las cosas de este presente siglo. Para esto pidió al pre­
lado que siendo posible le excusase salir fuera del conven­
to, salvo si la caridad y necesidad de los fieles pidiese otra
том. п. 36
278 HISTORIA DE YUCATAN.

cosa. Concediósele su petición, y desde entonces hasta que


murió no salió del convento, sino hubiese de resultar
algún gran bien, ó evitar algún mal con su salida. Pa-
ra que se vean qué tales eran, referiré una que testi-
ficó el padre Tomas Domínguez, rector del colegio de
la compañía de Jesús. Gobernó estas provincias (como
yá se dijo) don Carlos de Samano y Quiñones, y en
su tiempo se ofreció una causa muy grave, porque es-
taba resuelto á ejecutar una justicia que en la ciudad
de Mérida se sentia mucho. Ningunos ruegos ni inter-
vención bastó para moverle, porque se cerró mandan-
do que á ninguna persona se abriese la puerta para que
le pudiese ver ó hablar. En esta ocasión por instantes
ruegos que hicieron á este Vble. padre, salió para casa
del gobernador, á quien hubieron de decir cómo había
llegado allí. A l punto mandó abrir las puertas y salió
á recibirle, y antes que le hablase palabra alguna le
dijo el gobernador estas: No se puede hacer justicia en esta
tierra,porque¿cómo puedo negarlo que V.paternidadpidiere?
E l bendito padre lé respondió: "Sr. gobernador, yo no pi-
do que no haga justicia, sino que la haga con modera-
ción y pecho cristiano." Y sin decirle otra cosa se des-
pidió y fué al convento. Después de salido, dispuso el
gobernador la causa muy á gusto de todos, y cesó en
la ciudad el sentimiento. Véase cuan notorio era que
sin causa gravísima no salia del convento/ y la venera-
ción con que de todos era estimado.

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LIBRO NOVENO. 279

C A P I T U L O D I E Z Y OCHO. •

Prosigue la vida del venerable padre, y álcense algunas


cosas maravillosas de ella.

Vivia nuestro V. Padre en la reclusión voluntaria que


se ha dicho, y así tenia el tiempo distribuido, que ni le
faltaba para ejercicio suyo, ni le "sobraba, aunque se le
ofreciese alguna ocupación extraordinaria, y especialmen-
mente siendo maestro de novicios, como lo fué después
de provincial. Antes que á media noche tocasen á mai-
tines yá estaba en el coro, y cuando era hora, desperta-
ba al que habia de tocar. Después de ellos, y cuarto
de oración de la comunidad, se quedaba de rodillas o-
rando con los novicios, y tenia su disciplina con ellos, 6
él á solas, después que á las tres de la mañana los ha-
bia enviado á recoger. Quedábase otra hora en con-
templación, y pasada se iba á la celda, donde se ocupa-
ba en leer libros de devoción, hasta que despertaba á
prima, á la cuál asistía con la comunidad. Quedába-
se después una larga hora en el coro, preparándose pa-
ra decir misa, para la cual salía con tal compostura
que movia á todos á devoción y reverencia. Tardaba
su decir misa como tres cuartos de hora, y acabada,
se iba al coro, donde estada una entera, dando gra-
cias á nuestro Señor, y de allí se iba á la celda. En
ningún dia se desayunó con chocolate, atole ni otra cosa,
hasta la comida de medio dia, cosa de admiración, y mas
cuando era yá muy anciano y tan enfermo. En el es-
pacio que habia hasta tocar á comer, daba lugar para
que le hablase quien tenia algo que comunicarle. Co-
mía con la comunidad, pasaba la siesta en su celda sin
dormir, y lo restante de la tarde, fuera de las horas del
coro y ejercicios de los novicios, gastaba en leer libros
de devoción y ejemplos de santos, con que consiguió
tai quietud de ánimo, que no daba lugar para qué co-
280 HISTORIA DE YUCATÁN.

sá alguna le perturbase su oración y santos ejercicios de


dia ni de noche.
N o solo se ocupaba'en lo referido para con la Ma-
jestad Divina, mas también ejercitaba la caridad con los
prójimos. Dentro en el convento visitaba á los religio-
sos enfermos, solicitando que fuesen curados y regalados
con mucho cuidado. Consolábalos, y como le tenían por
santo se alegraban mucho con sus visitas. Aunque no
salia del convento, gozaban los pobres de la ciudad los
efectos de su caridad, solicitándoles el remedio de sus
necesidades, las cuales le enviaban á manifestar. Y á se
dijo cómo le visitaban los gobernadores, obispos y otras
personas nobles, que le ofrecían socorro á sus necesida-
des corporales,. y nunca para sí recibió cosa alguna,
como consta de la información jurídica. Respon-
día con agrado: Sea por amor de Dios, mas bien
tengo que merezco, no Soy yo el menesteroso, otros hay
cuya necesidad clama al cielo. Preguntábanle que quién
era, que acudirían á ella con buena voluntad, y enton-
ces manifestaba la persona y la necesidad, la cual so-
corrían no solo en Mérida, sino en otras partes, y el
siervo de Dios encomendaba el secreto á los que lo da-
ban y recibían, con que granjeaba mérito á los ricos,
vestido y sustento á los pobres, venerando su santidad
los unos y los otfós.
L a reverencia en que todos le tenían, se conocerá
por lo que testificó el padre rector de la compañía, in-
mediatamente á lo que se dijo en el capítulo antece-
dente. Y á se dijo cómo Francisco Ramírez Briseño,
gobernador de estas provincias, fué muy soldado y per-
sona de gran valor, animoso, y esforzado corazón. Es-
te caballero dijo al padre rector que saliendo una vez
de visitar al santo varón dijo á los que. le acompa-
ñaban que la visita y comunicación del padre Fr. Pe-
dro Cárdete le habia causado tanto respeto y venera-
ción, que en su vida le parecía que no habia tenido
•LIBRO NOVENO. 281

temor á otra persona, tanto como al dicho padre Cár-


dete. Y dice el padre rector en su testificación qué
hizo reparo en esto cuando se lo dijeron por el cono-
cimiento que tenia del grande ánimo y curso en ejer-
cicios de la guerra, en que tanto se habia el goberna-
#

dor ejercitado.
Conocióse por lo que se experimentaba que este
siervo del JSeñor tenia algunas revelaciones en Cosas to-
cantes al bien de los prójimos. Viniendo un devoto
suyo á consultarle un caso que se le habia ofrecido,
de mucha importancia, llegó á hablarle estando para
querer decir misa, y antes que le hablase, le dijo el
bendito padre: El negocio conviene que se haga de tal
y de tal manera. Vaya con Dios, que quiero de-
cir misa. Qruedó el hombre admirado, porque á nadie
habia comunicado lo que venia á tratarle. Hizo lo que
le ordenó, y le salió cierto como le dijo.
Una niña estaba muy enferma, y su madre envió aun
hermano suyo que rogase al siervo de Dios la encomendase
á su' Divina Majestad, para que la diese salud. Vino el
hombre apresurado á la celda, donde vivia, y antes que le
hablase le dijo: vaya, señor, que yá espiró la niña, que
así convino. Volvió á casa el hombre, y hallando la
niña muerta, dijo lo que le habia pasado. La madre
se consoló, y dio muchas gracias á Dios, qué tanto bien
le habia hecho de llevar aquel angelito al cíelo, qui-
tándola de los peligros de esta vida.
Otros devotos del santo, que aun vivían cuando el
padre Lizana escribió su devocionario, dice que tenían
un niño á quien amaban tiernamente: llegó á estar tan
enfermo, que le juzgaban yá por muerto, y lleváronle
al bendito padre para que le dijera un evangelio. Ha-
biéndosele dicho, rogáronle la madre y abuela que pi-
diese á Dios la salud de su niño, y les dijo: el Señor
le concederá la salud- Fuéronse, y cuando llegaron á
su casa, yá el niño estaba sano y bueno. Pocos tiem-
282 HISTORIA DE Y U C A T A N .

pos pasados enfermó otra vez el mismo niño, y con el


seguro del beneficio referido, recurrieron al santo varón
como la primera vez, y les dijo: no es justo pedir lo
que el Señor concedió una vez y yá lo niega, porque
el mayor bien que ños puede hacer es llevarnos por
caminos seguros á su gloria, y el mas seguro, y en que
muestra su misericordia, es llevar á los fieles antes que
abran los ojos al mundo, porque somos tan frágiles que
fácilmente caemos. E l Señor quiere para sí esa cria-
tura, y morirá sin falta muy presto. Asi sucedió, que-
dando los padres consolados por ver llevó Dios para
sí aquella criatura.
Tenian estos mismos ciudadanos un árbol frutal en
su casa, cuyo fruto llaman guayabas, y el siervo de
Dios gustaba de comer de él, con que los dueños re-
servaban el fruto de aquel árbol para enviársele. Fué
cosa digna de admiración que todo el tiempo que vivió
tenia el árbol fruto todo el año, con una singularidad
grande, que no quería mas que dos guayabas cada dia,
y siempre que iban al árbol hallaban no mas de las
dos, las cuales ningún dia faltaron, hasta que murió el
bendito padre, y luego se secó el árbol, que no fué mas
de provecho, aunque su madera la guardaron para re,-
liquias.
En el puerto de Campeche se embarcó un vecino
de aquella villa en una canoa para ir á un pueblo de
su encomienda, y le cogió una tormenta que le llevóla
mar á fuera sin poder arribar en mucho tiempo. N o
pareciendo por las costas, y sabiendo que no llevaba
comida ni bebida mas. que para cuatro dias, y consi-
derada la fueza de la tormenta, le juzgaron por muer-
to, y como á tal le hicieron el funeral. Su madre de este
encomendero era devotísima del santo padre Cárdete, y
luego que viola tormenta y conoció el peligro de su hijo, le
despachó un mensajero pidiéndole que rogase á nuestro Se-
ñor librase á su hijo de aquella tormenta. Dándole el re-
LIBRO' NOVENO.* 283

cabo al bendito padre, respondió al que se lo dijo.


ya, hermano, que mas cierta es la muerte de la madre
que là' del hijo, que vivo es y anda por la mar, y cuan-
do llegue á Campeche hallará ala madre muerta. Volvió él
mensajero á Campeche, y halló cumplido lo que le di-
jo, porque la buena señora era yá difunta, y el hijo ve-
nia de vuelta á Campeche. Allí publicó que Dios le 5

habia sustentado veinte dias sin comer él ni los in-


dios remeros, y que la Virgen de Izamal l e libró, y
.encomendarse al santo padre Fr. Pedro Cárdete.
Siendo guardián del convento deMérida el reveren-
do padre Fr. Alonso de los Reyes, que fué después pro-
vincial de esta provincia, llegó á él en una ocasión, y
lé preguntó quién era el padre Fr. Juan del Hierro que
estaba en España. Respondióle que. era un religioso-
grave, y provincial de la provincia de los Angeles. A
lo cual dijo el bendito padre. Este padre ha de ser
general de la orden. Así se vio, saliendo electo en el ca-
pítulo general celebrado en el convento de Ara-Cocli de
Roma, á nueve de junio de mil seiscientos doce años.
Y en la testificación de este dicho se refiere que el
padre Cárdete nunca conoció al dicho padre, qué fué;
general, ni tuvo correspondencia Con persona dé España
de esta provincia, por donde se tuvo por cierto que
fué revelación del Señor, que como á siervo suyo le
hacia estos y otros favores en la oración en que èra tan
continuo..
Uno testificó de vista el padre Fr. Juan Fernán-
dez, religioso lego, el cual dice así: "Que habiendo si-
1

do el padre Fr. Pedro Cárdete su maestro de novicia-


do, y como á tal comunicádolé con la continuación qué sé
puede entender. Que de cuantas veces entró en su
celda, solas cuatro ó cinco poco mas ó menos le' ha-1

lló que no estuviese de rodillas orando vocal ó men-


talmente, porqué siempre decia que le faltaba tiempo
para camino tan largo como era de esta vida á la otra.
284 - HISTORIA DE Y U C A T Á N .

En particular (dice) sucedió, puede haber cosa de


doce años,:que causó á este testigo grande admiración,
y,fué que'una noche, después de haber salido del co-
ro todos los religiosos del cuarto que se suele 4iacer
de oración á prima noche, se quedó el dicho padre Fr.
Pedro Cárdete en el coro, y entrando este testigo en
él, corno entre las nueve y las diez, halló luego inmediata-
mente á la entrada del dicho coro á un religioso llamado
Fr. Juan Roldan, que habia dos dias que habia llega-
do de España al dicho convento, y por ser tan nue-
vo no conoció al-; dicho padre Fr. Pedro Cárdete, y con
grande alboroto y admiración llamó á este testigo di-
ciendo: Padre, padre, ¿qué padre es este que está tan
alto del suelo? Y este testigo á esté mismo tiempo
iba entrando en el dicho coro, y vio hacia la parte que
el dicho padre Juan Roldan le decia, al padre Fr. Pe-
dro Cárdete rodeado el rostro de una grande luz y res-
plandor, por donde le pudo conocer este testigo era el
dicho padre Fr. Pedro CárdetQ, que sin la dicha luz no
le pudiera conocer por estar en un rincón del coro y
muy distante de la puerta donde le vio y conoció. E l
cual dicho resplandor y luz salia del rostro del dicho
padre Fr. Pedro Cárdete, á manera de un globo que
le rodeaba todo el rostro, y era mayor que la luz de
cualquiera hacha encendida ó lámpara, de donde enten-
dió .claramente este testigo, y el dicho religioso, ser luz
y resplandor sobrenatural. Y este testigo le dijo al pa-
dre Fr. Juan Roldan que se sosegase y no alborotase
el convento, que era un santo viejo, y después de su
muerte se publicaría esta maravilla &c." Y después di-
ce que lo referido lo vio también el padre Fr. Luis
Tirado, recién venido de Castilla, qué estaba en el co-
ro Un poco apartado del santo padre Cárdete, y debia
de estar en oración, y como aun no le conocia, con
la misma admiración que el padre Roldan le pre-
guntó quién era aquel padre, y cómo se llamaba,
LIBRO NOVENO. 285

viendo que de él salía aquella luz y resplandor.


, Ocupado este santo varón en tan santos ejercicios,
y en una vida angélica, que tal parecía la suya (según
testificaron los testigos de su información, y era voz co-
mún de toda la, ciudad y esta tierra), llegó apestar
muy viejo y iin^edido de poder, seguir la comunidad, y
hubo de bajarse á la enfermería, donde le dieron una
pobre celdita y « v i o . el resto de su vida.

CAPITULO DIEZ Y NUEVE.

JEjercicios del bendito padre en su senectud. Cómo, supo


su muerte, y se dispuso para ella.

Y á tenemos al valeroso soldado de Cristo en el pa-


lenque del último certamen de esta vida, falto como
en suma senectud de fuerzas corporales, atenua-
das con la edad ayudada de continua mortificación y
penitencias, pero con vigor de joven en el- espíritu.
Junto á la enfermería donde el bendito se recogió, hay
una capilla donde está una imagen de nuestra Señora
de la Soledad muy devota, y á quien tenia muy singu-
lar veneración. Vestíala santa imagen y adornaba su
altar con limosnas que sus devotos le daban para ello, y en
él decia misa. Aunque siempre era con tanta devoción
que la causaba á los oyentes, en este tiempo pasó á
admira cien viéndosela decir con el sosiego y vigor que
cuando era mancebo, sin omitir genuflexión ni ceremo-
nia alguna persona yá de tanta edad tan sin carnes que
con la vista se le podian contar los huesos, tan en-
fermo, como se sabia que estaba, tan sin fuerzas que
no podia moverse, y tan debilitado que siempre prc-
TOM. ii. 37
286 HISTORIA DÉ VUCATAÑ.

sumían no liabiá de poder mediarla. Muchas personas


aunqné podían oír otra misa,, asistían á la suya por
singular devoción, dando gracias "a Dios, y atribuyen-
do á milagro que pudiese asi decirla. L o mas del dia
y noche pasaba ya en presencia de aquella santa ima-
gen, donde rezaba el oficio divino, oraba y meditaba.
Visitábanle allí Sus devotos; pero había de sci* con bre-
vedad, y tratando cosas dé espíritu. Por lo qué yá sa-
bían, testificó en su dicho el padre rector Tomas Do-
mínguez, que cuando le visitaba tenia singular cuida-
do de no hablar palabra alguha supérflüa, ni aun de-
cir que le deseaba, salud, porque entendía qué le da-
ria pena. Colegíalo de que una vez, entre otras, des-
pidiéndose del santo varón le dijo: Dios guardé á V.
Paternidad, y al salir le llamó y preguntó qué le ha-
bía querido decir en aquel modo de salutación, y con-
cluyó pidiéndole que de ninguna manera rogase á Dios
que le guardase, qué yá era tiempo de llevarle para sí.
Aunque fuera obispo ó gobernador, primero hacia ora-
ción á la santa imagen, y después le hablaba, porque
sabían que no habia de recibirlos con gustó de otra
suerte, y decía que en presencia de ella no sé habia
dé tener respeto á criatura alguna, sin adorar primero
a l a madre del creador de todo.
Llegó él tiempo próximo á su fin: aumentáronsele
los achaques, hinchósele primero un pié y luego el o-
tro, ascendiendo poco á poco á lo superior del
cuerpo, y preguntándole aquellos días cómo se hallaba,
respondía que muy bien, pues se acercaba el tiempo
de daté cuenta en él tribunal de Dios. Díjole una vez
el padre Lizaria, ¿no podría ser, padre nuestro, que el
Señor diese á V. Paternidad muchos años de vida? A
esto lé respondió: mucho mas puede el Señor, pero es-
to lío hará, porque yá es llegada la hora, de que le doy
muchas gracias. A dos años (poco mas ó menos) de
como bajó á la enfermería, como un mes antes que'
LIBRO NOVENO. 287

Dios le llevase, no pudo decir misa, habiéndola dicho


siempre sin omisión alguna desde que,, fué, sacerdote;
pero testificó Agustín de la Rea, mayordomo de la ¡co-
fradía de nuestra Señora, que siempre que abría ¡la Capilla
por. la puerta que tiene al compás, á cualquiera hora le
hallaba de rodillas hasta cinco ó seis dias antes que mu-
riese, que le pusieron en cama. ., ...
Entrando una vez el dicho Agustín de la Rea, -testi-
ficó que le había dicho estas palabras: " Y á estoy muer-
to, hánseme hinchado las piernas, y no me puedo tener
para decir misa: yo me muero. Y á sabe la devoción
que siempre he tenido á esta Virgen, y la he procura-
do acompañar en vida, y así quisiera que mis huesos
la acompañasen en muerte. Y o no tengo voluntad,.que
es de mis prelados, pedirésela y si me quisieren hacer
caridad me enterrarán &c." Y respondiendo después a l a
pregunta siguiente, dijo: Que* por las palabras .que, con
él tuvo un mes antes de su dichosa muerte,¡entendió
fácilmente que hablaba el dicho padre Cárdete, como perso-
na que sabia y entendía que era llegado el fin de su vida.
Y después de las palabras referidas, dice: "En otra
ocasión, que fué á. diez y ocho de agosto .(quince dias
antes que muriese) entrando en la capilla, de nuestra
Señora de la Soledad, para descomponerla y descolgar-
la para volver á sus dueños lo que habian prestado
para aderezo de la capilla, por ser aquel dia. el dé, la
Asunción de nuestra Señora, y habia habido jubileo en
ella, halló al santo varón hincado de rodillas, y como
le vio entrar le preguntó qué quería hacer. Respon-
dióle diciendo á lo que iba, á lo cual le dijo estas ra-
zones. Mire que el dia de la Natividad de nuestra
Señora, que es á ocho de setiembre, hay también jubileo en
esta capilla, y ho he de estar vivo aquel día, y me holgaría
mucho que estuviese tan bien aderezada como ahora está.
Por vida suya que no la descuelgue, que la deje estar, has-
ta aquel día. Replicóle que era ajeno lo que estaba col-
288 HISTORIA DE Y U C A T A N .

gado, y él lé dijo: pues dígalo á sus dueños de irii par-


te que lo tengan por bien, que yo sé que lo harán
así." Dejó el mayordomo la capilla como estaba, y los
dueños lo tuvieron por bien, y á dos de setiembre mu-
rió 'el santo varón, seis dias antes de la dicha-fiesta de
la Natividad, con que se deja piadosamente entender
tuvo revelación . cierta del dia de su muerte.
Agravada la enfermedad, no pudo yá excusar recos-
tarse en cama, si bien tan áspera como solia, y sin
ponerse camisa. Pidió los Santos Sacramentos, los cua-
les recibió con gran veneración y devoción recostado en
la cama. Pidió á los religiosos perdón del mal ejemplo
que les podría haber dado, porque como hombre flaco y
miserable habría faltado á las obligaciones de religioso,
y que como hermanos le encomendasen á Dios que Je per-
donase sus culpas. La respuesta del guardián y religiosos
fué pedirle-con muchas lágrimas que les diese su ben-
dición antes de su muerte. Mesuróse el bendito padre
oyendo aquéllo, y abrazó en señal de amor al guar-
dián y á todos los religiosos. Quedóse con el enfer-
mero al cual dijo estando yá solos: "Padre enfermero,
mire que lé pido por caridad que cuando muera que
no me toque á mis paños^ menores, ni me quite el há-
bito que tengo puesto, que no hay necesidad masque
de atarme los brazos y los pies. Díjole el enfermero:
Pues, padre nuestro, si acaso el cuerpo se vacia yá difunto,
jno será bueno prevenir eso por la limpieza? Respondióle:
N ó hay necesidad, porqué aunque soy grande pecador, le
pedí al Señor me concediese el don de limpieza, y me fué
concedido, y así descuide de esas diligencias que no son
menester." Parece que aun en vida se echaba de ver
este, don concedido, porque no solo tenia la pureza de
alma que se ha dicho, pero era limpísimo aun en el
cuerpo, y así tenia su hábito y túnica muy pobre, pero
limpio y compuesto. Como con el achaque del asma
(que padeció muchos años) se escupe tanto, tenia una
LIBRO NOVENO. 289

escudilla de barro sobre una ' mésitá junto a sí, y* allí


escupía porqué estuviese limpia la capilla,' y si alguno
escupía en ella, ó en la' iglesia, le pesaba/ porqué de-
seaba qtie los lugares sagrados estuviesen icón toda la
limpieza posible. -"' ; ;

Regalóle lá Divina Majestad en aquellos últimos dias


con grandes aflicciones, qué rio se supieran por la tole-
rancia con qué las sufría, sino quisiera la 'divina"''-bon-
dad' que - s é manifestasen' de esa suerte. Sabiendo el
y

padre rector de la compañía cuan á lo último estaba


el bendito padre, con la íntima veneración que le tenia
fué á visitarle, y cómo á religioso y persona que trataba
mucho de espíritu, se lo comunicó, porque después tes-
tificó en su deposición estas palabras: "Yendo éste tes-
tigo dos dias antes que muriese el dicho padre Fr P e -
dro Cárdete á verle, le halló muy cercano á la muer-
te, y entendió de él que nuestro Señor lé ejercitaba y
purgaba con excesivos dolores del cuerpo y del alma.
Y se admiró este testigo de que padeciendo tanto in-
teriormente no diese muestras de ello, ni se quejase
estando con aquella serenidad que tenia cuando esta-
ba bueno." •
Quiso un famoso pintor llamado Francisco Antonio
retratar su efigie, estando yá tan cercano á la muerte,
y encubierto por una ventana, quiso dar el primer ras-
go del bosquejo estando vuelto el rostro al contrarió de la
vista del pintor, y oyó que le dijo, sin moverse dé co-
rno estaba, estas razones: vaya con Dios, que' quiere re-
tratar á un pobre mendigo gran pecador. Concibió tal
miedo el pintor, que se fué confuso y turbado, y no
se atrevió a ejecutarlo hasta después de muerto, que
sacó su efigie muy perfecta, aunque mas abultado él
rostro por morir algo hinchado. E l segundo dia del
mes de setiembre, preguntó al enfermero si habia comi-
do, y respondiendo que sí, le dijo: "pues yá se va lle-
gando la hora, haga señal para que nuestros hemiarios
29Q H ISTORIA DE Y U C A T Á N .

se hallen aquí.", Tocó el enfermero la campanilla,, y a­


cudieron todos los religiosos y el guardián, al cual le
dijo: ,,Padre, yá la hora es llegada, por amor de Dios
si hay lugar, y conviene, conceda que mi cuerpo sea
enterrado debajo de} altar de la madre de Dios que está
' en la capilla déla Spledad. El guardián era muy prudente y
le resppudip; V , Paternidad, será enterrado donde.conven­
ga, y la obediencia prdenare, E l bendito varón le di­
jo que el Señor le había industriado .para responder­
le, que, en tpdp era hijo de obediencia. Pidió luego un
santo C rucifijo, que juntp á sí tenia, y que encendie­
sen, ,1a candela, bendita, y recontándose en el cabezal
de. la cama, tuvp un diyino coloquio con la santa ima­
gen, que sqlo un espíritu lleno de Dios pudiera, tan
próximo á su separación, decir lq que dijo, Llegado yá
el último vale, dijo: "Digamos hermanos el credo, que
es, símbolo de nuestra santa fé; y comenzándole el ben­
dito padre, prosiguieron los religiosos como se acostum­
bra,,^ llegando á aquellas palabras E$ incamatus est de
Spfritu Sánelo, dio el alma á su Creador, quedando los
ojos elevados al cielo, сод tal compostura, de rostro y
cuerpo, que mas parecía extático que yá difunto. :
Luego la divina bondad, manifestó сцап agradable
le había sido su siervo en vida, porque en espirando, an­
tes que se diese el clamor que se acostumbra, se re­
picaron las campanas del convento con un repique muy
solemne y alegre, el cual oyeron muchas personas de
la ciudad sin oírse en el cpnyento. C ansó novedad,
como era á deshora, y nq sabían hubiese causa á qué
atribuir la alegría que las campanas manifestaban. El
clamor que en la santa catedral y demás iglesias oye­
ron acompañar al que luego se diq en el convento, los
sacó de duda, porque á todos era notorio cuan próximo
estaba á su fin el santo varón, y se persuadieron á que
el repique habia sido milagroso, queriendo deparar la
Majestad divina con él el feliz tránsito de su siervo, y
ilBRÓ NOVENO.

feí gozó etèrno que su alma yá poseia: Los que oyeron


el repique Vinieron al convento á inquirir la causaf pero'
en 61 nadie supo dar razón, pdrqúé ninguna personarle
oyó de las qué en él moraban. Certificados Íos 'reli-
l

giosos de que las personas* seculares', :y 'éstas de


qué ellos no lo oyeron, unos y otros alabaron ' à DiÓsj s

qué así liabia querido honrar á su siervo. Testificaron des-


pués haber oido el repiqué el Dr. Francisco Rüiz;'ca-
nónigo dé là sarita catedral, Diego dé Magaña 'Áldána;
encomendero, y la gétttè de su casa, Juan Lucerò; que
habiendo poco rato se apartó de la cabecera del* en- :

fermo, estando comiendo en su casa, oyó tres campana-


das, cosa que le hizo reparar con el cuidadd qtié tenia,
y luego tras ellas oyó el repique y su mujer también;
Oyóle la madre Maria dé Santo Domingo, una dé las
fundadoras del córivénto dé religidsas de la ciüdM, él 1

Dr. D. Gaspar Nuñéz dé Leon, arcediano, y Águstiri


de la Rea, qué como sé ha dicho era mayordomo de
la capilla de ía Soíedad, que con el cuidado qué estaba
dé la muerte dé su devoto, oyó el riiidó de las campanas,
y saliendo para venir al convento oyó doblar, y acercándose
cesó el ddbíé y oyó inmediatamente repique, y luego otro
doble á que siguió otro repique, sücedíéndosé uno a
ótrd como testificó èri su deposición.

. —-—o '•'"'•;' 1
'

1
CAPITULO VEINTE.

Del granile concurso _ que se juntó á 'ienèrur el santo cuerpo)


y vino el obispó con su cabildo á sepultarle.

Luegrí que cori el clamor sé; supo, que el siervo de


nuestra'' Señor habia consumado' el feliz cursa de su
292 HISTORIA DE YUCATÁN.

vida, fué cosa digna de admiración el concurso de gente


de todos, estados que vino á venerar el santo cuerpo.
Fué puesto en la capilla que se ha dicho de la Soledad,
cuya puerta principal sale al compás, y fué necesario
que estuviese patente toda la noche, satisfaciendo á la
devoción de los fieles que venian á verle, nobles, plebeyos,
varones, mujeres y niños, todos aclamándole por santo,
postrándose de rodillas á besarle los pies y manos, y
tocar en él sus rosarios. Dos hábitos le quitaron, llevando
el que podía un pedacito estimado por reliquia santa.
El cuerpo padeció detrimento porque con la multitud
de la gente hubo lugar de que le cortasen algunos dedos
de los pies y manos, de que corrió tanta sangre y tan
fresca (pasadas muchas horas de su fallecimiento) que
obligó á los que se hallaron cercanos á recogerla en sus
lienzos, teniéndolo por favor divino, la cual testificaron
después tenia un olor suavísimo que no hallaban á que
compararle, y así pasó toda aquella noche.
A la mañana siguiente vino el gobernador Francisco
Ramírez Briseño y su mujer, que tenian gran veneración
al santo, y arrodillados le besaron los pies y manos, y
lo mismo hizo todo el cabildo secular que habia venido
al entierro. Vino también el eclesiástico con su obispo
D. Fr. Gonzalo de Salazar, y siendo yá hora, revestido
su señoría de pontifical con sus dignidades, dio principio
á los oficios funerales. Para que- todos gozasen de la
Vista de aquel bendito cuerpo, se ordenó que desde la
capilla se diese vuelta al patio del compás, en forma de
procesión con el féretro para entrar en la iglesia. Hubo
una piadosa contienda sobre quién habia de cargar el
santo cuerpo. Las dignidades cogieron las andas,, el
cabildo secular,, alegaba su autoridad y devoción'que le
tenia, los religiosos de la compañía lo mismo, y los de
nuestro convento que erasu padre y hermano. Rematóse
con que entre todos léjcogieron, teniéndose por dichosos
los que alcanzaron á llevarle, que apenas podían dar paso
LIBRO NOVENO. 293

por estar el patio lleno de gente. Pasabaseme decir


que el R. padre provincial no estaba en la ciudad á és­
te tiempo, y el bendito padre cuando salió de ella le
pidió que cuando Dios le llamase de esta vida pudie­
se ser su cuerpo enterrado en la capilla de la madre de
Dios, y se lo concedió ; pero no dijo cosa alguna al
guardián, porque no entendió fuese su muerte tan pres­
ta. ' Por esta causa nadie lo sabia sino el santo varón,
el cual se lo dijo un dia á su devoto el mayordomo Juan
de la Rea, y que tenia esperanza le sepultarían en ella,aun­
que habría antes alguna duda. Así fué,'porque­el guar­
dián y algunos religiosos eran de paiecer que fuese se­
pultado en la bóveda, común entierro de los frailes; pe­
ro los cofrades dieron petición por escrito, pidiendo el
cuerpo para enterrarlo en su capilla, alegando que ha­
bía dicho tenia licencia del provincial para ello. La Ma­
jestad divina había ordenado aquella repugnancia para
mayor honra de su siervo, porque mediante la petición
se volvió á juntar la comunidad, y los que habían si­
do de contrario 'sentimiento, fueron los que mas instaron
para que se enterrase en ,1a capilla de la Virgen,, co­
mo, lo habia rogado al guardián, en presencia de todos.
Puesto ya en la iglesia cantó el obispo la misa de
cuerpo presente de pontifical, que no pudo asistir el go­
bernador por estar enfermo, y se quedó en la capilla
donde estaba dispuesta la sepultura. Acabada la misa,
aunque quisieron volver el cuerpo con el mismo orden
que le trajeron, no fué posible porque la multitud de
la gente no dio lugar, y así determinaron llevarle via
recta á la capilla. Volviendo el cuerpo derecho para
ella, abrió los ojos tan claros y hermosos como
cuando estaba vivo, que los tenia zarcos, habiendo
ya veinte.y dos horas que era difunto;'­' A la vista de
esta maravilla fué grande el rumor que se levantó en­
tre la gente, diciendo á voces de devoción: milagro del
santo, milagro del santo. Túvolos así por espacio de
том. и, 3.8
294 HISTORIA DE YUCATÁN.

un credo, hasta que el padre Francisco de Contreras,


lector dé teología del colegio de la compañía, dando mil
gracias á Dios (como lo testificó en su dicho) se los
cerró con la facilidad que sL estuviera vivo. Con esta
aclamación le entraron en la capilla, y allí el obispo ar-
rodillado le besó los pies y las manos. Siguiéronle en
esta veneración»el gobernador y su mujer, los dos ca-
bildos eclesiásco y secular, y los religiosos. Continua-
ba tanta gente que fué necesario que el obispo en
f

voz alta mandase, pena de descomunión mayor, que nin-


guna persona tocase mas el cuerpo para tener lugar de
sepultarle, y aun no bastaba. Habíanle yá quitado otros
dos hábitos á pedazos, que llevaban por reliquias. Es-
taba el cuerpo tan flexible y tratable como uno vivOj
y mas que cuando lo estaba, impedido entonces con la
ancianidad y achaques. Sentaban el cuerpo para poner-
le los hábitos que fué necesario con la facilidad que si
estuviera vivo, y sin mal olor, siendo así que otros á
las ocho horas le tienen, y aquel era el tiempo mas á
propósito para disponerle á corrupción por los excesivos
calores y mucha humedad con la mayor continuación
de las lluvias.
Teniéndole yá con el último hábito para enterrar-
le, y acabándole de cortar el pelo del cerquillo, que lo
llevaban por reliquias, en aquel mismo punto entró ti-
na corona hecha de flores y claveles de seda y oro,
que con una palma enviaban las MM. religiosas, para
que puestas en su cabeza y manos le enterrasen con
ellas como virgen que era. Túvose por cosa milagrosa
entrasen en aquel punto, y así testificó el Dr. Geró-
nimo Gutiérrez de Salas, que líabia sido teniente gene-
ral de esta gobernación, estas palabras: "Que le pare-
cía señal bien grande de que le tenia Dios nuestro Se-
ñor preparada en el cielo otra (habla de la corona) co-
mo la tiene prometida á los que vencedores del enemi-
go salieren triunfantes de este mundo, como lo salió
LIBRO NOVENO.

el dicho P. Fr. Pedro Cárdete." También testificó que


le cortó un dedo de un pié, y que habiendo pasado has-
ta veinte y ocho de noviembre, que eran yá mas de
dos meses y medio después de su muerte, no tenia el dedo
corrupción, antes bien un olor sobrenatural á su parecen.
Apresuróse el darle «sepultura' por la confusión que la
gente causaba, y pusieron el cuerpo en una caja que esta-
ba prevenida. Recibiéndole Agustín de la Rea, el mayordo-
mo que se ha dicho, para ponerle en la sepultura que
estaba .cabada al pié del altar de la madre de Dios,
testificó que sucedió lo siguiente, diciendo así: "Este
testigo yido clara y patentemente cómo abrió los ojos
el dicho padre Fr. Pedro Cárdete, mirando corijnucha
atención la imagen de nuestra Señora de la Soledad.
Y después tomando este testigo con sus propias manos
el dicho cuerpo, vido como los volvió á cerrar. Y asi-
mismo dice que puesto yá en la caja, en la sepultura
Le cortó, un religioso del convento (que estaba junto con
el mayordomo para recibir el cuerpo y ponerle en la
sepultura) un dedo de un pié, y salió mucha cantidad
de sangre, habiendo yá veinte y dos horas que era di-
funto, la cual dicha sangre tenia muy buen olor, y
este testigo lo reparó y los demás que estaban presen-
tes, que asimismo repararon y tuvieron por cosa sobre-
natural haber salido tanta copia de sangre de un cuer-
po difunto, que en vida conocieron seco y enjuto, que
parecía que si estuviera vivo no le sacaran tanta san-
gre. Y que tenia en su poder uno de los dedos que
le cortaron de los pies, y que lo guardaba y reveren-
ciaba por reliquia. Y que habiendo yá mas de dos
meses que se le habían cortado, lo tenia sin corromperse
ni tener mal olor, no habiendo hecho diligencia alguna
que le pudiese preservar de corrupción &c." El mismo
buen olor conservaban todas las cosas que al santo
le quitaron de sobre su cuerpo, como constó de la" in-
formación jurídica.
29G HISTORIA DE Y U C A T Á N .

Finalmente fué supultado su cuerpo y despedido


el concurso, habiendo sido como un dia de festividad
muy .alegre; y habiéndolo visto el padre rector de la
compañía Tomas Domínguez testificó en su dicho,
respondiendo á la séptima pregunta, estas palabras.
" Y este testigo estaba presente- y lo vio y quedó con
muy grande gozo y alegría, pareciéndole que había si-
do aquel un dia en que nuestro Señor había sido muy
glorificado en aqueste santo varón, y había dado á los
presentes muy grandes deseos de servirle deveras, vien-
do cómo paga á los que le sirven acá en esta vida.
Porque le pareció que aqueste entierro tenia mas de
triunfo que de obsequias funerales, y así se ciaban el
parabién con los religiosos de su orden del dicho pa-
dre Cárdete, pidiendo á nuestro Señor que nos diese
muchos días como aquel. Y aunque este testigo se ha
hallado presente á los entierros de otras personas que
murieron con opinión de graneles santos, de cuyos ,veslidos
hacia el pueblo reliquias, á ninguno ha visto este tes-
tigo venerar con mayor devoción y afectó y mayor fer-
vor del pueblo para llevar alguna cosa de las que ha-
bían tocado al dicho padre por reliquia de mucha de-
voción &c." Y prosigue refiriendo lo que se ha dicho
que sucedió desde que murió hasta que fué sepultado,
L o mismo testificó, en la información que seThizo con
autoridad del obispo á petición de la provincia acerca
de su santa vida y muerte, todo lo mas calificado de
los estados eclesiático y secular de la ciudad.
Habiéndose de volver el obispo á su casa pidió al
padre guardián que le diese el hábito con que murió;
respondióle cómo se le habían llevado á pedazos, y otros
cuatro que le habían puesto, como su señoría había -
visto, pero dióle una capilla del hábito con que dormía.
Recibióla con mucha veneración, y llevándola la
aforró de brocado con pasamanos de oro, y la
puso en un rico escritorio estimándola por reliquia. De-
LIBRO NOVENO. 297

ciafjoejspues de muchos años que vivió; que era gran par-


te páfa que nuestro Señor le diese salud, y hubiese vi-
vido muchos años. Todos aquellos dias las conversacio-
nes eran tratar de la vida y muerte del bendito padre,
y encomendarse á él en las necesidades de salud y o-
tras que se les ofrecían á los fiéléáf .Fué ihnühiérable
la multitud de luces que acompañaron al santo cuer-
po desde que espiró hasta que lo enterraron,' porqué
no'solo la gente de la ciudad de todos estados acudió
con sü'devoción, sino toda la comarca y pueblos de iri-
dios parece que se habían despoblado viniéndole a ver
difunto, con que los caminos parecían hormigueros se-
gún los indios y indias que iban y venian por ellos
luego que corrióla, voz de su dichoso transitó. Mu-
1

rió año de mil seiscientos diez y nueve, limes' á


dos de setiembre entre la una y las dos del día, te-
niendo noventa años de edad, setenta y cinco de reli-
gión y cuarenta y siete de esta provincia de Yucatán':
dichosa mil veces en haber tenido tal padre y prelado
que la gobernó, y después tantos años la ilustró éfn
su santa vida y ejemplo, y hoy podemos esperaren la
divina clemencia está en la gloria, siendo nuestro pa-
trón y abogado ante la presencia divina, cuya piedad nos
conceda imitemos su santa vida, para que consigamos,
muriendo en servicio de la Majestad de Dios, el premió
prometido á los que corresponden á la vocación con qué
para este fin nos llamó á la religión de nuestro padre
S. Francisco, en la cual nos dé su gracia.
298^ HISTORIA , DE- Y U C A T Á N .

CAPITULO VEINTE Y UNO.

De otras maravillas que califican sif, virtud, y testimonio


que de ella dio el obispo. D. Fr, Gonzalo de Solazar.

Como la vicia de nuestro venerable y santo padre


Fr. Pedro Cárdete habia sido tan ejemplar, y su virtud
tan notoria, así á los seculares como á los religiosos, la.
devoción con que en su muerte todos le veneraron fué
tan fervorosa como se ha dicho. Pocos dias después
que pasó de esta presente vida, se pidió por petición de
parte de esta provincia al obispo D. Fr. Gonzalo de
Salazar, hiciese información jurídica de todo lo mas que
queda referido, y por no poder personalmente hacer
el examen de los testigos, cometió Ja causa al doctor
D. Gaspar Nuñez de León, arcediano de la santa ca-
tedral, y al doctor Francisco Ruiz, canónigo de ella,
provisor y vicario general del obispado, que los exami-
naron. Después Jos dos testificaron ante su señoría 1Q
qu0 sabían y vieron de la santa vida y muerte de núes-:
tro bendito padre. Muchas maravillas se pudieron en-
tonces comprobar según la voz común de todos, que
juzgo se dejó de hacer por la cortedad del interrogar
torio que con el pedimento se presentó. Nuestro Se-
ñor sabe cómo dispone semejante materia, y así no di-
go mas de lo siguiente. *
Después de muerto el santo varón, manifestó tam-
bién la Divina Majestad los méritos de su siervo. La
madre Maria de Santo Domingo, una de las fundadoras
del convento de la ciudad de Mérida, y de quien se
hace después memoria, testificó que habiendo tenido
suerte de alcanzar un pedazo de hábito y cabellos
del cerquillo de' la corona del bendito padre,
y un lienzo con sangre de la que le habia salido de
los dedos que le cortaron; venerándolos, dice, por reli-
quias de santo! Con esta fé dos dias después de su
LIBRO ÑÓVÉNCJ. 299

did^Ja riiüerté, estando hincada de rodillas éo. su cel-


da teniendo las reliquias en sus (nanos, se encomendó
al dicho P. Fr: Pedro Cárdete, y haciendo examen de
su conciencia de aquel dia por ver si le faltaba dé cum-
plir alguna de sus obligaciones, le dijo éstas palabras.
"Padre mío, ¿fáltame algo de rezaí ?^^ luego inmediata-
1

mente oyó una voz que le dijo pelara y. distintamente:


"reza vísperas de la Concepción." Y al punto se acor-
dó que no'' las habid rezado, que era sábado y confor-
me á su instituto dia de obligación de rezarlas." Y asi
*

lo hizo, mandando luego encender candela, con lo cual


quedó muy consolada y mas firme en la fé y devoción
con éste siervo de Dios.
A un religioso nuestro llamado Fr. Diego Quijada
Zetirta, le dio üri gravísimo accidente dé que enloque-
ció, y estaba tari furioso qué lé tenían atado, porque
no le podian valer coii él, así en dichos como én he-
chos. Habíanlo llevado á casa de una hermana Suya,
llamada Da. Francisca del Castillo Zetina, la cual es-
taba con iriucha pena de ver á su hermano de aquella
Suerte, sin remedio humano á su parecer. Acordóse que
tenia un dedo ó uña de los que al siervo dé Dios ha-
bían cortado, y sacándola-de una árquita, donde lá te-
nia guardada, la echó én el agua que hábia de beber
su hermano. Luego que la bebió* volvió én su acuer-
do el religioso, y cobró sü entero juicio. Testificó este
milagro el Dr. D. Pedro Sánchez dé Aguilar, siendo yá
canónigo dé las Charcas, y dice en su deposición qué
se holgóde oir referir esta maravilla qué Dios obró por.
méritos dé su siervo Fr; Pedro Cárdete, y que aunque a-
quella señora le en corriendo, el secreto, por que sü her-
mano rio gustaba de que sé .supiese que hábia estado
loco furioso, no se atrevía á callarlo en su declaración,
porque yá Sabia que era publico porque otras perso-
nas se lo habian referido, y así declaro ser ía persona
que se ha dicho.
300 HISTORIA-PE YUCATÁN.

Todos los que conocieron á este siervo de Dips tu-


vieron gran concepto de su mucha santidad, y así refie-
re el padre rector Tcynas Domínguez en el fin de su
declaración estas palabras:í"Demas de lo que ha dicho este
testigo en su dicho, dijo y declaró : Que estando en la ciudad
de México de partida para venir á esta provincia á la fun-
dacipn del colegio de la compañía de Jesús, le, dijo
el padre maestro Pedro Diaz de la misma compañía, tan
conocido en esta dicha ciudad y provincia por su.
autoridad, santidad y letras, que fué amigo íntimo del
padre, Fr^^edro Cárdete, y que trató con él las cosas
de su espíritu, por, animar á este testigo á esta em-
presa, estás palabras: Vayan enhorabuena muy conso-
lados, que allá hallarán al viejo Cárdete, hombre de
gran virtud y santidad. Y habiendo llegado á esta ciu-
dad este testigo y sus compañeros, echaron de ver en
cuánta razón habia fundado el padre maestro Pedro
Díaz, la grande opinión y estima que tenia de la san-
tidad....¡del,,dicho padre Fr. Pedro Cárdete."
. E l obispo D. Fr. Gonzalo de Salazar, que cuando
el siervo de Dios murió habia yá años que estaba en
esté obispado, y le comunicó mucho y visitó muchas
veces,; después de hecha la información que se ha dicho,
y habiéndola visto,, la autorizó con su testimonio, que
clip en la forma siguiente.
. "Nos el maestro D. Fr. Gonzalo de Salazar, por la mise-
ración divina y de la santa sede apostólica de Roma, obis-
pó de.estas provincias de Yucatan,Cozumel y Tabasco del
coiisejp-de S. M. &c. Visto por nos la información dada
por el padre Fr. Juan de Arellanó, guardián del conven-
to del seráfico padre S. Francisco de esta ciudad, atrás
contenida, decimos que los testigos en ella presentados
son: personas honradas y principales de entera fé y ver-
dad. Y certificarnos que de tiempo de mas de diez a-
ñps á esta parte que venimos á este nuestro obispado,
y conocimos al padre Fr, Pedro Cárdete, nos fué públi-
­ LIBRO NOVENO. 301

со у notorio la entereza, sátitidad y religión con qué


siempre procedió* hasta el fin de su vida. Y las veces
que le visitamos experimentamos ser religioso santo de
toda virtud, porque en sus palabras tan compuestas y
macizas, en su virtud tan penitente y religiosa, nos cons­
tó ser uno de los santos religiosos que ha tenido la
orden del seráfico padre S. Francisco en esta provincia.
Y como tal le estimamos y veneramos con toda devoción,
porque elfésplendor de su vida movia á nuestro interior
espíritu para; tratarle con el respeto y veneración de'siervó
de Dios. C on cuya fé nos hallamos á las obsequias y en­
tierro de su cuerpo adonde se movió toda la ciudad. Y lo
que mas causó en nos, y en todos generalmente, fué es­
tar el dicho su cuerpo al cabo de mas de veinte horas
de su fallecimiento, tan flexible, tan amoroso y tratable,
que se dejaba gobernar sus miembros y coyunturas con
muy grande facilidad: cosa extraordinaria y particular
en esta tierra, donde por ser caliente á las ocho ho­
ras los cuerpos se corrompen y quedan tiesos. Y te­
niéndole como siempre le tuvimos por varón santo, con
toda veneración le besamos las manos, y procedía
del dicho cuerpo un olor suave, que demostraba es­
tar su alma en verdadero descanso. Todo lo cual
certificamos y interponemos en los dichos autos, y
esta nuestra certificación, nuestra autoridad, y lo firma­
mos de nuestra mano en esta muy noble y muy leal
ciudad de Mérida de Yucatán en treinta y un • dias del
mes de diciembre de mil seiscientos y veinte años.—­Fr.
Gs. Eps. Yucatán.—Por mandado de su señoría reve­
rendísima el obispo mi señor.—Gaspar Gallo, secre­
tario."
Estuvo el santo cuerpo en la caja, que se puso al pié
del altar de la madre de Dios, desde el año de mil seis­
cientos diez y nueve en que murió hasta el de treinta
y uno, que por orden del mismo obispo D. Fr. Gonza­
lo de Salazar, que le habia sepultado (como se dijo)
том. и. 39
302 HISTORIA DE YUCATÁN.

fué ¡sacado de la sepultura, y trasladados sus huesos en


otra caja mas adornada, y para que estuviesen con mas
veneración colocados en un . hueco que se abrió en la
muralla de la iglesia, por no haber otro lugar mas có-
modo. Asistió á la traslación de los huesos el Obispo,
continuando su devoción con todo su cabildo y la rnái
yor parte de los vecinos de la ciudad. Iluminóse todo
el circuito del hueco, y púsose delante de la caja una
reja dé hierro matizada de verde y el retrató' del ben-
dito padre, que se ve su efigie. En lo superior; un ró-
tulo de letras grarTdes de oro, que dan testimonio de
esta traslación, y cómo fué allí puesto por orden del
obispo, En el archivo de provincia quedó uno auténti-
co, de todo, para que siempre conste de lo actuado has-
ta, aquel punto, por lo que Dios nuestro Señor fuere ser-
vido de disponer en lo futuro para gloria suya y hon-
ra i de su siervo.

...... -—' o :—-. . • ••

C A P I T U L O V E I N T E Y DOS.

Be un .gobernador interino y una cédula real sobre las vtí-


cantes de indiosy súplica que se hizo de ella.

: Queda dicho eu su lugar cómo murió el. gobernador -

Francisco Ramírez Briseño á siete de diciembre de mil


seiscientos diez y nueve años, por lo. cual quedaron go-?
bernando los alcaldes ordinarios, cada uno en su jurisdic-
ción y distrito, según el orden de la real cédula para
este caso librada,por el rey,, y en que da: autoridad al
virey de la Nueva España; para que envié gobernador
á este reino de Yucatán,. en el ínterin que S. M. pro*
vee sucesor propietario. Ocho meges^ó casi nueve pa-
saron hasta llegar -, ala¡ciudad de Mérida el capitán
LIBRO NOVENO.

Arias Conde ele Losada y Tabeada, qué había sido cas*-


telíano de la fuerza de S; Juan de Ulúa, al cual despa-
chó el marques de Guadalcazar, Virey de la Nueva Es-
paña, para gobernar esta tierra. Diósele el título en Mé-
xico á ocho de julio de mil seiscientos y veinte años,
y-fué recibido en Mérida al gobierno á tres deL mes dé
setiembre siguiente. Diósele también título de capitán
general, qiíe presentó juntamente con el de gobernador,
siendo ambos obedecidos: Gobernó hasta él mes de se-
tiembre del año siguiente de mil seiscientos veinte y uno,
que vino sucesor de España nombrado por el rey. Dio
luego que llegó título de teniente general de esta gober-
nación al licenciado Agustín Prolongó de Villanueva, que
fué recibido al ejercicio de su oficio el mismo dia qué
el gobernador Arias Conde de Losada.
Habia venido una cédula por la cual el rey manda-
ba ; al gobernador Francisco Ramírez Briseño, que sé
pusiesen en su real caja, y asignasen para su corona,
veinte y cinco mil pesos de oro común de los pueblos
que fuesen vacando de particulares encomenderos, y que
hasta el cumplimiento de dicha cantidad no se enco-
mendasen indios que vacasen en particulares personas.
Sintióse esto mucho en esta tierra, porque los pobres
descendientes de los conquistadores viven con algún con-
;

suelo esperando estas vacantes hasta: qué les toca parte


de ellas; merced hecha del invicto emperador Carlos
Quinto i nuestro rey y señor, confirmada por el pruden-
tísimo Felipe Segundo, y continuada por el mismo Fe-
lipe Tercero que ahora daba este nuevo orden. : El'
cabildo, justicia y regimiento de la Ciudad de Mérida,
considerando no. ser posible sustentarse esta tierra en
lo común con algún lustre, si las encomiendas de in-
dios no se diesen a' los vecinos de ella, y en lo partí--
vcular tantos á quien nuestros reyes con su benignidad
han dado por beneméritos dé rertumeración á sus ser-
vicios, destituidos de amparó por la jnuéha pobreza y
304 HISTORIA UK Y U C A T A N .

poca ó ninguna comodidad para valerse de otras hacien-


;

das; rogaron al gobernador que obedeciendo la cédula


con la reverencia debida, se suspendiese la ejecución,
hasta dar aviso al rey, en su real consejo de las Indias,
de los graves daños que á esta tierra resultaban llevan-
do á ejecución la real voluntad por dicha cédula de-
clarada.
Vacó, habiendo venido á este gobierno el castellano
Arias Conde, la encomienda del pueblo de Sinanché,
y determinó ponerla en la real corona, como por la cé-
dula se ordenaba.' Manifestóle el cabildo el daño que
á esta tierra se seguía, y rogóle que no la ejecutase has-
ta que informado S. M., como se ha dicho, declarase
su voluntad, reconocidos los inconvenientes que de la
ejecución se originaban. N o atendió el gobernador á
ellos, ni á la súplica (que hay muchos ministros que
cifran toda la suma del buen gobierno en acrecentar el
real fisco aunque sea con daño de los vasallos, lo cual
reconociéndolo nunca es la voluntad de nuestros piísi-
mos reyes se ejecute) y de hecho la puso en la real coro-
na. Vino después por gobernador propietario D. Diego
de Cárdenas, y representándole la ciudad los inconve-
nientes que dimanaban de la ejecución de la cédula,
expresados en el informe que le hizo al rey sobre ello,
y se referirá luego, reconocidos por verdaderos, le dic-
tó á este caballero la grandeza de su nobilísima san-
gre,, y ascendencia de progenitores ilustrísimos, que ten-
dría por bien S. M. no se ejecutase su real cédula tan
en. perjuicio de sus vasallos y daño común de esta tier-
ra, y no se engañó en el concepto que habia formado.
.., Aunque estaba yá la encomienda dicha de Sinan-
ché puesta en la real caja, que tenia posesión de ella,
la encomendó á un benemérito pobre descendiente de
conquistadores; y* en las demás que en su tiempo vá- *
carón prosiguió de la misma forma, remediando muchas
doncellas nobles, pero pobres, que al abrigo de las ren-
LIBRO NOVENO. 305

tas que les encomendó, se casaron cbn personas de su


calidad (que de otra suerte hubieran acabado su vida
en miseria y desventura,) y lo mismo otros hombres
nobles, á quien dio algunas que con ellas hallaron mu-
jeres iguales en calidad, para contraer matrimonio y
posterizar su nobleza. No obstante qué la encomien-
da de Sinanché sé sacó de la real caja para un par-
ticular benemérito, y las demás Se dieron contra el or-
den de la cédula referida, el rey nuestro señor D. Fe-
lipe Cuarto (que hoy vive y Dios guarde muchos si-
glos) con "su real benignidad y magnífica clemencia las
confirmó todas, dándolas por bien encomendadas, aun-
que era en diminución de su real fisco, por ser en be-
neficio de sus vasallos. Cuánto se deba reverenciar
esta piedad, ella misma lo manifiesta. Nació S. M.(co-
mo yá dije) nobilitando esta tierra, y en especial á la
ciudad de Méridá con tan sublimado título y honorí-
ficas armas: ¿qué puede esperar de su grandeza sino
continuación de favores? L o que yo presumo es, que
'falta quien > con veras los solicite, y reciban esta adver-
tencia (nacida de buena voluntad) los ciudadanos, qué
yá lo he dicho á algunos de los que he visto gobernar
esta república. Aunque vino á residenciar á D . .
Diego de Cárdenas, particular juez, que fué un relator
llañíado el licenciado Mena, y resultó cargo de residen-
cia de no haberse ejecutado esta real cédula, remitió
el relator la resolución de él á S. Mí; que usando de
la misma benignidad con que confirmó las encomien-
das; no le sentenció por él en cosa alguna, y solamen-
te asignó tres encomiendas que se gozaban en última
vida, para que cuando vacasen se pusiesen en su coro-
na. L o qué la ciudad representó al gobernador Arias
Conde, á que no dio oidos, y después al rey, que como
tan piadoso sin duda los miró con ojos de padre, cons-
tan del informe que se le hizo, y está copiado en el
libro de cabildo de la ciudad, donde después del preám-
bulo requisito, dice lo siguiente.
306 HISTORIA DE YUCATÁN.

"Que los conquistadores vivieron con solas las con-


fianzas del premio de sus . servicios tan \ pobre-
mente, que en sus muertes no dejaron sino muchas
deudas, obligando á sus hijos á la paga de ellas, sin de-
jar algunos bienes que les pudiesen heredar, mas que
los méritos y servicios, muriendo pobres y en una
tierra casi olvidada de las otras, y sus trabajos y ha-
zañas sepultadas en olvido. Bien diferentes de sus
compañeros que se fueron al Perú que fundaron casas
nobles y estados que los conquistadores de aquí dejaron
de hacer, y estimaron mas de su rey y señor el ser-
vicio y premios que esperaban suyos, Y habiendo sido
tan fieles, que desde que se descubrió esta provincia jamas
ha interrumpido este celo, por lo cual merecieron el título
y privilegio de muy noble y leal ciudad de Mérida, y
escudo de armas de reino fiel y de vasallos celosos del
real servicio; y si ahora se les revocasen las mercedes
y premios prometidos, señalados y diputados en las va-
cantes de indios, afectadas para solo este efecto, seria
haberles honorificado solo de palabra y con solo el
nombre, aceptando el merecerlo, y quitárselo de hecho
y dejarlos sin esperanza de remuneración merecida por
sus servicios, y miserables desterrados, sin haber co-
metido delito, y tales como.en este propósito adelante
se verá. Porque si la real cédula se cumpliese y se
metiesen los veinte y cinco mil pesos de renta en la
real caja, que conviene á saber es la tercera parte de
todas las encomiendas que hay en esta gobernación, y
quede la otra tercera parte, que ha vacado por muer-
te de los beneméritos, quedando sus descendientes pobres.
; "S. 31. ha hecho merced á las personas que se
ha servido de fuera de esta provincia de once mil
pesos de renta. A D. Bernabé Vivanco dos mil
ducados, al adelantado D. Alonso Suarez? de Solis,
:

tres mil ducados, y lo restante, á. D. Diego Gar-


cia de Moñtalvo, que hacen los once mil pesos de: ren-
ta cada año, Y estando la otra tercera parte en pri-
LIBRÓ NOVENO. 307"'

meras vidas, de solo la otra tercera parte, y ípoco mas


que queda, es de quien se esperan las vacantes, que da-
rá, poco mas de los dichos veinte y cinco;mil pesos que*
S. M. manda meter, en su real caja/ Y cuando algo
sobrara (que no hace) habia de ser agualdando mas de
sesenta años, y muertes ajenas de sus propios pa-
rientes, para que pudiera haber tiempo en que les alcan-
zara: y cupiera algo, en el cual tiempo se habrán acaba-
do de morir todos los pretensores beneméritos á las di-
chas encomiendas. Y es un camino el cumplimiento do
la dicha real cédula, cierto, claro y sin opinión ni du-
da,, por donde se les ha quitado todas las,encomiendas
de una vez, para siempre jamas, revocándoseles todas
las; mercedes y promesas contenidas en tanto número de cé- !

dulas, y quitado poder tener en ningún tiempo esperanza de >


premio,:obligándoles á que se desnaturalicen de sus pa-"
trias,, sin haber conocidas otras, qué tendrán por menor;
mal la muerte que ir á servir en las ajenas, personas
nobles y que toda su vida sin haber hecho otra cosa.
se han ocupado en servir á su majestad, y en cosas de
tanta importancia y calidad."
Parecióme hacer descanso en esta congoja-y solí-
cito cuidado, cuando los considero discurriendo en elhv
para manifestarla á nuestro rey y señor, y confieso qué
me da pena, porque mé ha sustentado esta tierra vein-
te, y dos años' y así terminando este capítulo también,
por no alegarle demasiado, referiré en^eb siguiente las
demás razones que ^hicieron manifiestas en la materia.
308 HISTORIA DE YUCATÁN.

CAPITULO VEINTE Y TRES,

Prosigue el informe de la ciudad sobre los indios que


vacasen, mandados poner en la real corona,
#• •
Ponderando lo que se ha referido en el capítulo an-
tecedente con la benignidad del rey, prosiguen dicien-
do: "Cosa es que la piedad cristiana (en especial la
de S.'M.) no querrá ni permite. Siendo tan justo rey
y señor, que con haber dado á la santa iglesia cate-
dral de esta ciudad veinte y cuatro mil pesos en la
encomienda de Ixil y Pencuyut, que vacó por fin de
Juan de Argaiz, con ser su inclinación á hacer mercedes y
limosnas por solo habérsela encomendado el gobernador de
esta provincia primero á D. Diego García de Montalvo, se la
ha mandado volver, sin dar de ella cosa á la dicha santa
iglesia. Y siendo esto así, ¿cómo ha de querer revocar
las mercedes de justicia, que resueltamente S. M., su
padre y abuelo, han hecho á los conquistadores y des-
cendientes por sus palabras y firmas reales, en públi-
ca forma y en juicio dadas? En especial dejándolos tan
pobres que es como quien deshace el hospital mas me-
nesteroso, y que la pobreza y necesidad común les ha
de obligar á buscar fuera el sustento que no pueden
haber en su patria, vagando las ajenas con notable miseria,
redundando en quiebra de que haya quien" defienda esta
provincia, que es imposible sin las dichas encomiendas; y
este cabildo en tan conocido riesgo de poder defender esta
ciudad, cabecera de esta gobernación, sin vecinos obli-
gados á ello. Siendo á su cargo el procurar la vecin-
dad y aumento, pues quedando desamparada aun cuan-
do falten beneméritos á S. M., ha dé dar los dichos in-
dios de necesidad á los que quisieren avecindarse en
esta ciudad y provincia para su defensa, como se
han dado y da*r~vecindades en provincias de España,
pues aquí no se puede habitar ni ser de otro modo.
LIBRO NOVENO. 309"

"Siendo de consideración de la importancia que es


esta provincia por ser el paso forzoso de ida y vuelta
de las flotas, y tan cerca de la Habana, y íener ciento
cincuenta leguas de costa, donde puede el enemigo ha­
cer su entrada y población, y.donde es necesario ha­
ber mucha defensa, como siempre la ha tenido, con excesi­
vo trabajo sin dejar parar alguna vez al enemigo. En cuya
conquista y conservación y defensa han hecho conoci­
da ventaja los conquistadores y sus descendientes á to­
dos los conquistadores de las Indias, Nueva­España y
Perú, como siempre lo han confesado y confiesan: pues
ellos con todo el cuerpo del ejército, y con saneada cer­
tidumbre de los grandes tesoros que por gran premio
veian á los ojos y tenían ей las manos, hicieron su
conquista, y por ser tantos y no los poder todos go­
zar, llamaban á otros, en especial á los de esta provin­
cia, que como arriba se refiere, por estar satisfechos e­
ra mayor servicio de S. M., lo menospreciaron y no quisie­
ron desamparar esta conquista.
" Y á ellos se les repartieren luego las encomiendas gruesas
que tuvieron, las cuales gozaron y gozan con quietud y sin
cargos y repartimientos ni tener que ir á defender los
puertos dos y tres veces cada año, y los conquistado­
res de esta provincia desamparados de todos la des­
cubrieron y permanecieron conquistando palmo á palmo
diez y seis años, y la han conservado hasta el dia á
pura fuerza. Porque continuamente todas las guerras
de Fiándes, Inglaterra y Francia han caido sobre 'ella
de cuarenta años á esta parte de ordinario. Porque to­
dos los corsarios piratas, como esta provincia está tan
metida en el mar en forma de isla, luego vienen аеШц
y los mas años ha habido enemigos que infestan estas'
costas y mares, y se han llevado de estos muchos ba­
jeles cargados de grana y haciendas de los mercade­
res vecinos de esta ciudad. Y esté año se llevaron y
robaron cuatro navios de la tierra, y tres que venían
том. п. > 40
310 HISTORIA DE TUCA T A N .

sin haber un dia de descanso, co,mo si fuera un presi-


dio cerrado. , Obligando siempre los Sres. gobernadores,
á los encomenderos á que vayan á la dicha defensa,
cargando sobre ellos todo, y juntamente van los preten-
sores beneméritos por hacer nuevos servicios por su par-
te, para que les toque algún repartimiento.
" Y por esta causa cuanto tienen los hijos y nietos
de los conquistadores, empeñándose el que no lo tiene,
lo gastan y emplean con sus vidas en servicio de S. M,
yendo siempre á su costa á servirle y defender esta
provincia. Y costándole á S. M. tanto la defensa de
la Habana, Santo Domingo, Puerto Rico y la Florida,
en lo que tiene diputado y situado para ello, no se
saca ni ha sacado por ningún riesgo y aprieto en que
se haya visto, un real, siendo tan importante como to-
dos ellos, sino qué los encomenderos y pretensores van
á su costa y misión. Y concurriendo á la necesidad
pública, que es casi cada año, no aguardan á que les
quepa, ni á que se les mande, sino que al primer
rebato y llamamiento en oyendo las cajas, clarines y
campanas, se ofrecen, y van, cargando sobre ellos y sus
encomiendas todo el peligro. Demás de tener otras mu-
chas costas por haber mandado S. M. se les eche re-
partimiento, que han tenido mas de cincuenta años pa-
ra la fábrica de la santa iglesia, retablo, ornamentos,
campanas, libros y otras cosas públicas, en que han gasta-
do y pagado mas de ciento ochenta mil pesos de su
parte, sin los que han gastado y gastan de ordinario en
proveer de doctrina á los indios, y de darles todo lo
necesario para las iglesias de sus pueblos. Con que
los unos por una via, y los otros por otra, encomendé*
ros y pretensores están en la última pobreza^ y empeño.
" Y cuando en premio de tantos servicios y méritos
esperaban particulares y grandes mercedes y ayudas de
su real caja, para defenderse de tanto número de ene-
migos como se van multiplicando al nombre de la gra-
LIBRO NOVENO. 341

na, que es fruto que solos los indios pueden beneficiar,


y trataban de enviar persona que eri nombre de todos
lo suplicase á S. M.: su merced el Sr.'gobernador, sin
aguardar (cpmo arriba se refiere) á •informar á S. M.
de > tantas necesidades é inconvenientes, siendo mayor
servicio que se encomendase, que meterlo en su real ca-
ja, de hecho metió la -dicha encomienda de Sinanché,
quitando á los beneméritos lo que tan suyo es y de
derecho les pertenece, y sus majestades los Sres. reyes
se lo tienen señalado por tantos títulos, cédulas y pri-
vilegios, habiendo el dia de hoy tantos por premiar,
dejándoles á ellos y á sus hijos sin remedio alguno. Te-
niendo S. M. en su real corona muchos pueblos, como
son S. Cristóbal, Sta. Lucía, Santiago, S. Juan,. Tabuc-
tzotz, S. Román, Nunkiní, S. Antonio Sahcabchen, S.
Lorenzo Ulumal, Suktok, Cauich, S. Marcos, Sta. Ana,
Maní, que todos le pagan sus tributos, y otras rentas
de almojarifazgos, alcabalas, oficios vacos y otros dere-
chos, y sin suplir nada á los obispos.
" D e mas de quince añosa estamparte valen las ren-
tas reales treinta y cinco mil pesos, y con pagar sala-
rios y limosnas, sobró este año veinte mil pesos que
se enviaron á España. Y se pagaron al adelantado por
ejecutoria de S. M., en que le hizo merced de tres mil
ducados en la caja, y tres mil en indios vacos, siendo
la real hacienda al respecto de este valor los demás
anos.
" Y cuando no hubiera tanto como hay, fuera necesa-
rio traer situado, como se trae y señala para otras par-
tes, aun no tan importantes como esta, y constándole de
tantas necesidades, y tan continuo trabajo y riesgo de
las vidas; tuviera por bien de que se guardaran y cum-
plieran tantas mercedes y promesas, como por cédulas
y sobre cédulas S. M. y sus antecesores, que están en
gloria, han hecho á los conquistadores y sus descendien-
tes, y mandara suspender el cumplimiento de esta di-
312 HISTORIA DE YUCATAN.

cha real cédula, hasta que estuvieran cumplidas las da-


das en favor de los susodichos.
"En consecuencia de todo lo referido, y por el ma-
yor servicio de S, M., y por lo que toca á este cabildo
de despoblarse esta ciudad, y quedar sin defensa con-
tra tantos enemigos como de fuera vienen, y de dentro
tienen domésticos entre tantos naturales,pues las Semanas
Santas y Pascuas de Navidad guardan la ciudad las
compañías españolas, de que no se puede tratar mas
en público sin dar en inconvenientes. Con ánimos sen-
cillos y fervorosos del servicio de S. M., desnudos de
todo interés, y solo por el bien público y conservación
de esta ciudad, con aquella reverencia y acatamiento
que deben como fieles vasallos, suplican de la dicha
real cédula, por ser tan en perjuicio de las cosas refe-,
ridas, y mas de S. M. Y acordaban y acordaron que
Thomé de Rúa, procurador general de este cabildo, su-
plique de ella mas en forma, expresando y alegando to-
das las causas que le pareciere convienen, J necesarias
fueren, pidiendo cumplimiento de todas las mercedes
franquezas que S. M. ha hecho á esta ciudad,
conquistadores y descendientes para su conserva-
ción, con que sean mantenidos sin nuevas ¡ im-
posiciones ni pensiones, pues se dieron en servicio de
S. M. Y ademas del poder que tiene, como procura-
dor general, y adquirió con la elección que en él se
hizo, le dan poder y facultad de nuevo (si necesaria es)
para que en nombre de este cabildo y ciudad, pueda
hacer y haga todas las diligencias judiciales y extra-
judiciales que convengan &c." Y prosiguen poniendo los
requisitos que en semejantes poderes se acostumbran.
Hízose este acuerdo de cabildo á trece de octubre de
mil seiscientos veinte años. Todo esto le habían pro-
puesto al gobernador Arias Conde de Losada, y no 1

dio oidos á tantos inconvenientes; pero viviendo D. Die-


go de Cárdenas sucedió lo que queda dicho. ,
L I B R O D I E Z

DE L A HISTORIA DE Y U C A T Á N

CAPITULO PRIMERO

Alzánse pendones en Yucatán por el rey nuestro señor


D. Felipe Cuarto el grande. Y gobierno de D.
Diego de Cárdenas.

La vida y la muerte, como dependientes de la divi-


na Providencia, suceden en los tiempos que tiene pre-
determinados la eterna sabiduría. En el presente que
voy refiriendo fué nuestro Señor servido de llevar al
eterno descanso de su gloria al rey D. Felipe tercero,
señor nuestro, que según su santa vida debemos piado-
samente creer la gozó muy presto. Fué su muerte úl-
timo dia de marzo de mil seiscientos veinte y un años,
y el siguiente primero de abril dio noticia de ella nues-
tro rey y señor D. Felipe cuarto el grande, que Dios guar-
de dilatados siglos, así al gobernador de Yucatán como á
los 'cabildos de la ciudad de Mérida y villas, para que co 7

mo leales vasallos cumpliesen con las obligaciones debidas


á ambos reyes, difunto y vivo. Salió el aviso de España
con ellas, y fueron recibidas y obedecidas en Mérida á -
veinte y ocho de julio del mismo año. La cédula que
venia para la ciudad, era dirigida al consejo y-, justi-
cia de la villa de Valladolid, que juzgo fué yerro-del
que la escribió no titularla al de la ciudad de Méri-
314 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

da, porque en el libro de cabildo' de ella se copió y


se mandó leer^como en cabecera (dicen) de esta gober-
nación, donde asiste el gobernador, y donde se acostum-
bran hacer semejantes ceremonias y demostraciones, la
cual decia así:
E L R E Y . Consejo, justicia, caballeros, oficios y
<;

hombres buenos de la villa de Valladolid de Yucatán.


Habiendo sobrevenido al rey mi señor y padre una gra-
ve enfermedad, y recibido los Santos Sacramentos, ha sido
nuestro Señor servido de llevarle para sí á los treinta y uno
del pasado, mostrando en la muerte, como en la vida, su
ejemplar cristiandad. Y como quiera que mediante es-
to se puede tener piadosamente por cierto que nues-
tro Señor le tiene en su santa gloria, quedamos yo y la
reina, é infantes mis hermanos, con la, pena y descon-
suelo á que tan gran pérdida obliga: ciertos de que vosotros
y todos esos reinos terneis el que debéis como tan bue-
nos y leales criados y vasallos. Y aunque su grande y
ejemplar cristiandad,prudencia y experiencia no puede dejar
de hacer mucha falta: espero en la misericordia de Dios,
que como causa tan propia suya, me dará las fuerzas
necesarias, y conforme á mi de&eo para que imitando
,á tal abuelo y padre, pueda cumplir con mis obligacio-
nes, habiéndole sucedido en estos reinos y señoríos de
la corona de Castilla y ¡León, lo á ellos anexo y de-
terminante en que se incluyen esos estados de las Indias.
Y confiado de que cumpliendo con vuestra obligación,
y correspondiendo á todo lo tocante á mi servicio, cum-
plimiento de mis órdenes y mandatos, como de vues-
tro verdadero rey y señor natural: os encargo y man-
do que luego que esta recibáis alcéis pendones en mi
nombre, y hagáis las otras solemnidades y demostra-
ciones que en semejantes casos se requiere y acostum-
bra, ¡como lo confio de vosotros. Teniendo por cierto
que con particular cuidado mandaré mirar ppr todo lo
que os tocare para haceros bien y merced en lo que
LIBRO DIEZ. 315

fuere justo, manteniéndoos en paz y justicia. De Ma-


drid á primero de abril de mil seiscientos veinte y un
años. Y o el rey. Por mandado del rey nuestro señor.
Pedro de Ledesma."
Porque habiendo muerto el rey cesase la duda que
podia ^resultar sobre si el gobernador que era á la oca-
sión habia de gobernar, libró S. M. otra real cédula
confirmando el gobierno indiferentemente al goberna-
dor que en él estuviese por estas palabras. "Y
para que vos lo podáis hacer en lo que os toca, confor-
me á la confianza que S. M. hizo de vuestra per-
sona, tengo por bien que por el tiempo que fuere mi
voluntad, y entretanto que no ordenare otra cosa, u-
seis y ejerzáis vuestro oficio, conforme* al título que
tenéis de él, teniendo mucho cuidado con la admi-
nistración de la'justieia, bueno y breve despactío de
los negocios, tratamiento y conservación de los natu-
rales de esa provincia, en que cumpliendo con vues-
tra obligación yo me terne por servido. De Ma-
drid, &c." Habia yá intimado el gobernador esta cédula á
catorce de aquel mes de julio (en que se recibió la re-
ferida antes) al cabildo de la ciudad, que la obedeció con
toda reverencia, y admitió de nuevo al gobernador en
nombre de S. M. Recibida por el cabildo su cédula
especial y obedecida, como se debia, sin salir de aquel
cabildo se decretó' la ejecución de ambas cosas, para
que se hiciesen con la mayor suntuosidad posible. N o
he hallado escrito alguno que diga el dia en que se al-
zaron pendones en la ciudad par el rey nuestro señor^
que Dios guarde;- pero en la villa de Valladolid se pu-
so en ejecución esta solemnidad dia domingo veinte y
nueve de agosto de aquel mismo año de mil seiscien-
tos veinte y uno.
E l rey nuestro señor D. Felipe Tercero, que esté
en gloria, habia dado el gobierno de Yucatán á' D. Die-
go de Cárdenas, caballero del orden de Santiago, y her-
316 HISTORIA DE YUCATAN.

mano 'del Excmo. Sr. conde de Iá Puebla, y no he ha-


llado escrito que diga dónde, ni en qué dia le hizo la mer-
ced, porque su título no está copiado en el libro de ca-
bildo, ni tampoco el dia de su recibimiento, que no alean-*
zo cuál fuese la causa de esta omisión; pero por el di-
cho libro consta que á primero de setiembre de'aquel
mismo año de mil seiscientos veinte y uno, tuvo el
cabildo de Mérida carta suya, escrita en Campeche, por
la cual daba noticia cómo yá estaba en aquella villa.
Llegó á lá ciudad en aquel mes de setiembre, y gober-
nó á Yucatán hasta quince de setiembre de mil
seiscientos veinte y ocho años. Tuvo por su teniente
general de esta gobernación cuando llegó á ella al li-
cenciado D. Antonio Fernández Triviño (que lo habia si-
do del gobernador antecedente Francisco Ramírez Bri-
seño)* hasta que á diez y seis de setiembre del año si-
guiente de veinte y dos, hizo renunciación del oficio,
por cuya causa fué nombrado para él el licenciado Juan
Diaz Fiórez, abogado de la real audiencia de Canarias,
y admitido aquel dia por el cabildo. Cuando llegó á Mé-
rida D. Diego de Cárdenas, tuvo alguna repugnancia pa-
ra ser recibido al gobierno por parte de su antecesor,
que decia deber gobernar, y que esto era la voluntad de
S. M., fundando su intención en aquellas palabras de
la cédula referida. " Y entre tanto que no Ordenare otra
cosa, uséis y ejerzáis vuestro oficio, conforme el título
que tenéis de él &c." Y qué esta cédula era de S. M.
nuevamente sucedido en el reino, y el título de D. Die-
go de Cárdenas era del rey yá difunto, y qué así este
otro orden, como posterior, debia observarse. No obstan-
te, el cabildo le recibió por gobernador, y lo fué el tiem-
po que se ha dicho.
El gobierno de este caballero fué muy apacible, y en
su tiempo gozó esta tierra de mucha paz y tranquili-
dad. Fué muy amado de todos los vecinos de ella; poi-
que hizo cuanto bien pudo á todos. Favoreció mucho
LIBRO DIEZ.

la necesidad de doncellas nobles y virtuosas pobres, des-


cendientes de conquistadores, dándoles de las lentas que
vacaban de los indios, con que se casaban honradamen-
te, y demás de esto á muchas ayudó con limosnas con-
siderables que para el mismo efecto les daba de su ha-
cienda. Tuvo gran caridad' con pobres personas honra-
das que por vergüenza no pedían limosna á las puertas de
los vecinos. Tanta habia sido su caridad con los pobres,
que la noche antes que salió de esta ciudad para volver-
se á España, se juntaron muchos en su casa á despedirse
de él con notable sentimiento de la falta que les habían de
hacer sus limosnas. Consoló á todos, y dióles cuanto
dinero le habia quedado en los bolsillos, y no alcan-
zando, se quitó una cadena de oro que tenia al cuello
de valor de mas de trescientos pesos, y con su daga
la fué cortando 'en pedazos de á cinco ó seis pesos de
valor cada uno; y eran tantos los pobres, que no le que-
dó eslabón en las manos, repartiéndola toda. Fué gran
venerador del estado eclesiástico y devotísimo de nuestro
santo hábito y religión, que hoy dia conservan los re-
ligiosos la memoria y agradecimiento del agrado que
en él hallaron siempre, y amparo en los trabajos y ne-
cesidades que se les ofrecían. ;

A l año siguiente de como entró en este gobierno,


vino el doctor Diego de Porras Villerias á recibir la re-
sidencia dejos gobernadores Francisco Ramírez Briseño,
y Arias Conde de Losada. Despachóle el Excmo Sr.
D. Diego Carrillo de Mendoza Pimentel, marques de
Gelves y conde de Priego virey de la Nueva-España,
en virtud de cédula que tenia (dada en Madrid á último
de diciembre de mil seiscientos veinte años) para seña-
lar persona que la recibiese. Presentó el juez de resi-
dencia la real provisión que para ella traia al cabildo
de la ciudad de Mérida á cinco de marzo de aquel año
de veinte y dos. Obedecióse con toda reverencia, pe-
ro aunque pidió al gobernador le recibiese al usoyejer-
TOM, 11. 41
318" H I S T O R I A D E V Ü C A T A N .

cicio de SU comisión, solamente respondió que lo veria.


Pasó esto á término que el dicho Sr. virey escribió á
S. M. esta repugnancia, y por cédula de veinte y cuatro
de abril del año siguiente de veinte y tres, le respondió:
Q,ue si la residencia no se habiá ejecutado con la di-
cha comisión, la diese de nuevo para que se tomase, y
que si lo estaba se remitiese al consejo. Y si por ra-
zón de esta repugnancia habia multado al gobernador
en alguna pena pecuniaria, no la ejecutase, y si la ha-
bía exhibido, se le volviese libre y sin cosas sin dila-
ción alguna.
El mismo año de seiscientos viente y dos, habiendo
venido cédula real de veinte y ochó de junio del áñó
antecedente, en que manifiestaba su majestad las graves
necesidades de la monarquía por las guerras que tenia
con herejes, turcos y moros, juntó el cabildo de la ciu-
dad á diez y nueve de agostó, reconociendo el título dé
muy noble y muy leal por mereced singular, en manifes-
tación del agradecimiento con qué estaba determinó que
de los pocos bienes que tenia se diesen á su majestad
dos mil pesos de oro común. El gobernador donó para
el real servicio un mil pesos de la misma renta que
su majestad asignaba por servir el gobierno, y el resto
del cabildo donó novecientos y cincuenta pesos de sus
bienes. Todos los demás encomenderos y vecinos de
esta tierra acudieron al servicio del rey, con lo que al-
canzó su posible, que he oido decir llegó todo junto á
ser cantidad considerable, aunque no he hallado persona
que me dé razón de ella con certidumbre.
LIBRO DIEZ.

CAPITULO SEGUNDO.

/{educción de unos indios hecha por el padre Fr. Diego,,


Delgado, á quien, mataron los itzaes y ü unos espa?
ñoles, y la causa.

Opuestos dictámenes se experimentan cada dia en


el sentir humano acerca de una misma materia, y los
hallamos en la presente, pues habiendo repugnado tan-
to el gobernador Francisco Ramírez Briseño dar ayu-
da á los religiosos para ir á la conversión de los itzaes,
diciendo que no se sabia si parecería mal en el con-
sejo sucediendo algún caso adverso; gobernando ahora
D. Diego de Cárdenas, no solo intentó la entrada pa-
cífica con la predicación del santo evangelio para que
habia licencia expresa, dada por cédula y sobre ^cédula,
sino también la violenta de las armas, que expresamen-
te se prohibió á los gobernadores D. Carlos de Luna
y D. Antonio de Figueroa. La causa que dio principio
á ello fué esta. Habiendo visitado la provincia el muy
R. P. Fr. Diego de Otalora, padre de la de Santiago
y comisario general de la Nueva España, celebró capí-
tulo en Mérida á veinte y cuatro de enero de mil seis-
cientos veinte y únanos. Salió electo provincial R. pa-
dre Fr. García de la Barrera, hijo de la santa provin-
cia de Andalucía, y difinido res los RR. P P . Fr. Fran-
circo de Pina, Fr. Rodrigo de Segura, Fr. Juan Coro-
nel y Fr. Francisco de la Parra. Fué electo custodio
el R. P. Fr. Francisco Gutiérrez, lector de teología. A
once de junio del mismo año murió el R. P. provincial,
y así fué electo vicario provincial el R. P. difinidor Fr.
Francisco de la Parra, que absolvió el trienio de este
provincialato. Habiéndose celebrado el capítulo, pidió
licencia al padre provincial el P. Fr. Diego Delgado,
natural de la villa del Pedroso, y hijo de la sah(a pro-
vincia de lps Angeles, para ir á reducir muchas almas
320 HISTORIA DE YUCATAN,

que fugitivas por los montes estaban separadas de la


comunicación de los fieles, y aun se tenia por cierto ido-
latraban en compañía de los gentiles que en otra par-
te se ha dicho. Concediósela el provincial, y obteni-
da la presentó al gobernador Arias Conde, que, como
se ha dicho, gobernaba interino, y antes de despachar-
se llegó de España D. Diego de Cárdenas, con que
hubo de presentarle la licencia para ir con su beneplá-
cito. Túvolo por bien el gobernador, y como tan gran
caballero le concedió cuantos despachos previno el P.
Fr. Diego para la ejecución de su buen deseo.
'Fué con ellos al convento de Jecelchacan por ser
los indios de aquel pueblo muy cursadores en los mon-
tes, y algunos de los sacristanes y cantores se ofrecie-
ron á ir en su compañía, con que no solo le dio nues-
tro Señor guias que le llevasen, sino también ministros
que le ayudasen á celebrar el santo sacrificio de la
misa. Sabiendo el viaje del padre Fr. Diego los indios
dé la Sierra, también se le ofrecieron algunos con de-
seo de acompañarle. Juntos unos y otros se entró por
las montañas al medio dia de esta tierra, y hallando
en ellas muchos indios fugitivos que vivian rancheados
en diversos sitios sin policía ni Sacramentos, los fué
congregando y llevó á los montes que llaman de la
Pimienta. Formó pueblo con ellos en el sitio donde
estuvo el que se llamó Sacalum, cuando el padre Fr.
Juan de Santa María pobló las guardianías que se dijo
en él libro octavo que después se perdieron como yá se vio.
Puso el padre Fr. Diego por nombre al pueblo S. Fe-
lipe y Santiago de Sacalum. Llevaba autoridad del go-
:

bernador D. Diego de Cárdenas para nombrar justicia


y regimiento en cualesquiera poblaciones que forma-
se, y así en nombre de S. M. y de su gobernador, hi-
zo nombramiento de cacique, alcaldes, regidores y de-
mas oficiales que pide el gobierno de una república,
en la nueva* de Sacalum, para que viviesen en policía
LIBRO DIEZ. 321

y servicio de las majestades divina y humana, y lue-


go dio noticia al gobernador, pidiéndole que confirma-
se el nombramiento hecho.
Mucho gusto tuvo el gobernador y toda esta tierra
con la buena nueva. Esta alentó el ánimo del capitán
Francisco de Mirones, que era juez de grana del ter-
ritorio de la Costa, para entrar desde allí á conquistar
con armas á los itzaes, por la comodidad que la cercanía
de aquel paraje ofrece para cualquiera facción que se in-
tentase. Comunicado con el gobernador, le pareció bien
la entrada, y asentaron capitulaciones de la forma que
en ella se habia de observar, en el ínterin que re-
mitiéndolas al supremo consejo de las Indias, ó S. M.
en él las confirmase, ó enviase el orden mas convenien-
te para reducir aquella gente á la ejecución de la o-
bediencia, que yá con toda solemnidad dos veces le
habían prometido. Publicada la capitulación (de que no
he hallado escrito para dar aquí razón de ella) levan-
tó bandera el capitán Francisco de Mirones, y habién-
dose alistado hasta cincuenta soldados españoles, salió de
la ciudad con ellos á aguardar el resto de los que se iban
j untando en Oxkutzcab, pueblo de la Sierra. Ocasionó
el viaje por aquella parte el discurso de un piloto, que le
dijo al capitán que desde aquel pueblo tenia demarcada la
altura del Itzá y de Yucatán, y hallaba que via* recta, ó
medido por el aire, habia no mas de ochenta leguas,
con que se acortaba mas de la mitad del camino. Cre-
yólo el capitán, y así habiendo dejado en Mérida su po-
der al contador Juan de Eguiluz, para que se prosiguie-
se leva de gente, .salió del pueblo de Oxkutzcab, abrien-
do nuevos caminos de montes y bosques espesísimos,
lagunas y pantanos, tierras estériles y faltas de agua
en muchas partes, con que no solo para los indios que
los abrian fué trabajosísimo, pero aun para los espa-
ñoles fué muy penoso. Vencieron estas dificultades, y
llegaron al pueblo de Sacalum, donde estaba yá de asien-
322 HISTORIA D E Y U C A T Á N .

to el padre Fr. Diego Delgado. Hizo allí alto el ca-


pitán y asiento de plaza de armas, para guardar la de-
mas gente de que se quedaba haciendo leva en Mérida,
para en llegando comenzar juntos la conquista.
No se dispuso la salida de los soldados de la ciu-
dad con la presteza que entendió el capitán Francisco
de Mirones, y así se le pasó todo aquel año de seis-
cientos veinte y dos esperándolos en el pueblo de Saca-
lum. En este tiempo no advirtiendo que aquellos in-
dios eran gente de nuevo reducida, y que era convenien-
te no tratarlos con la opresión que por acá muchos los
tratan, se dio á tener tratos y contratos de granjeria
con ellos en cosas de que no gustaban, con que comen-
zaron á exasperarse. Viéndolo el padre Fr. Diego, y
pareciéndole que no era modo aquel para conservar-
se con los indios, le rogó al capitán que cesase en aque-
llos tratos, pues el tiempo de conquista no lo era
de mercancías. Que le parecía estar los indios
muy disgustados, y que de ello podría resultar in-
conveniente para pasar adelante en lo comenzado.
N o pudo el padre Fr. Diego negociar cosa alguna con
el capitán, antes cada dia iban mas en aumento sus
granjerias y otras cosas, con que se inquietaban mas
los indios. Disgustados sobre esto el capitán y reli-
gioso, andaban yá en lo público declarados. Confirma-
ron los indios su inquietud con llegar nueva cómo el
capitán Juan Bernardo Casanova estaba en el pueblo
de Maní, para marchar con otros cincuenta soldados á
juntarse en Sacalum con el capitán Francisco de Miro-
nes.
Era yá entrado el año de mil seiscientos veinte y
tres cuando esto sucedía, y no pudiendo concordar el
padre Fr. Diego con el capitán Mirones por las veja-
ciones que se hacían á los indios, las cuales no podia
remediar, escribió al padre provincial dándole noticia
de lo que pasaba, y pidiendo le declarase si debia ó
LIBRO DIEZ 323

era su voiundad estuviese con el capitán y sujeto á sus


órdenes, sucediendo lo que le referia. Respondióle el
provincial que pues la entrada á los itzaes con armas
y soldados estaba prohibida por el rey, que mientras
su majestad y sú real consejo dé las Indias no deter-
minaban otra cosa, que no hallaba razón para obligar-
le á estar sujeto á las órdenes del capitán, pues pro-
cedía contra voluntad expresa del rey. Q,ue pasando lo
que decía, si no podia remediarlo, que hiciese lo que
Dios le inspirase en orden al bien dé las almas de los
indios Esta respuesta fué escrita de mano del R. pa-
padre Fr. José Narvaez (hoy padre de esta provincia,
y entonces compañero del provincial) que me dio por
escrito rázon de éstos sucesos. Habiendo recibido el pa-
dre Fr. Diego esta respuesta, determinó (aunque con
secreto) dejar al capitán Mirones, y pasarse á los indios
itzaes. Así lo ejecutó, no faltándole los mas de los
indios que con él salieron de Jecelchacan. Dirigió su
viaje al pueblo de Tepú, donde estuvieron los padres
Fuensalida y Órbita, y aunque con mucho trabajo, por
montes sin caminos, le llevaron allá sus indios. E l ca-
pitán Mirones hallando menos al padre Fr. Diego, y
sabiendo el camino que llevaba, envió doce soldados con
su cabo llamajK Fulano de Acostá que le alcanzasen
y persuadiesenaÉyólver á su compañía, y no querien-
do le" sigüieseiFSónde fuesen. Antes de llegar á Tepú
le alcanzaron, pero como no quisiese volver le acom-
pañaron hasta el pueblo.
Desde él escribieron al capitán la resolución del
padre Fr. Diego, y se quedaron en su compañía, por-
que llevaron orden que no le desamparasen, y debió de
ser sin duda con buen celo, porque viéndole con aqué-
lla compañía no se le atreviesen los indios. Luego
envió el padre Fr.Diego á decir*á los itzaes cómo estaba allí,
y quería pasar á verlos. Ofrecióse á llevar la embajada
el cacique D. Cristóbal ..Ná,- el que fué con los padres
324 HISTORIA DE Y U C A T A N .

Fuensalida y Órbita, como yá se dijo. Llegó,; y infor-


mados los itzaes de los pocos españoles que con el pa-
dre Fr. Diego quedaban, le dieron licencia para ir á su
isla. Hizo el cacique (habiendo vuelto con la respues-
ta) ' el matalotaje para todos, y llevó consigo ochenta
indios de su pueblo para ayudar á llevar el bagaje de
los españoles. Llegaron á la laguna, y en descubrién-
dolos, les enviaron canoas en que pasasen, y al salir
á la isla los recibieron de paz, sin señal de sentimien-
to contrario alguno. Todo esto fué fingido, porque te-
niéndolos asegurados, dieron todos los del pueblo sobre
los soldados españoles y indios que fueron de Tepú, y
sin poderse defender (que según esto estaban sin
armas, descuido bien culpable pues no habia se-
guridad de que fuesen amigos de veras, antes sí expe-
riencia de lo contrario,) los maniataron y juntamente
con ellos al P. Fr. Diego, Luego sin dilación mataron
á los españoles y indios de Tepú, ofreciendo los cora-
zones acabados de arrancar á sus ídolos. Las cabezas
de todos clavaron en unas estacas, y las pusieron en un
cerrillo á vista y cercano de todo el pueblo. Después
sacaron al P. Fr. Diego, y le dijeron que le mataban
por que habia ido con aquella gente ^(alevosía atroz,
pues fueron con licencia suya) y porqpe los religiosos
que habian ido antes que él, les quelWron su ídolo y
les quitaron sus dioses. Esto se dicé*Sque decían por
unos ídolos que el P. Fuensalida llevó á Mérida de
la primera vez que estuvo con ellos; pero en su rela-
ción, (que como he dicho la hizo debajo de precepto de
obediencia,) no dice haberles quitado ídolos, sino que ellos
le dieron algunos. L o primero fué abrir los pechos al P. Fr.
Diego y sacarle el corazón, y ofreciéndole á los ídolos
en recompensa y satisfacción del ultraje que decian
haberles hecho los otros -religiosos. Hasta aquel pun-
to estuvo con valeroso espíritu predicándoles, y después
hicieron piezas todo su cuerpo, y la cabeza pusieron
LIBRO DIEZ. 325

en una estaca con las otras en el cerrillo. Este dicho-


so fin turo el P. Fr. Diego Delgado por el mes de
julio del año de mil seiscientos veinte y tres: no he
hallado certidumbre del dia, y seria, según dicen, de
cuarenta años de edad á lo que parecia. También el
buen cacique de Tepú por último perdió la vida enes*
ta ocasión en demanda de la conversión de aquellos in-
fieles, siendo la tercera vez que acompañaba á los re-
ligiosos, porque se puede entender le habrá premiado
nuestro Señor con la gloria.

—-O- • •

CAPITULO TERCERO.

Intentado conquistar con armas á los itzaes, matan en


Sacalum á los españoles y al padre Fr. Juan Henriquéz,
y la causa,

E l tiempo que pasó en suceder lo referido' en los


itzaes, no habia tenido el capitán Mirones mas noticias
que haberle escrito sus soldados desde Tepú la deter-
minación con que estaba el padre Fr, Diego de pasar
á ellos. Por saber qué fin habia tenido, envió dos es-
3,

pañoles y un indio ladino criado suyo, llamado Bernar-


dino Ek, que les sirviese de lengua y guia. Ordenóles
que habiendo pasado el padre Fr. Diego á los itzaes,
fuesen allá, y si aquellos indios estaban de paz, se que-
dasen, y con otros de por acá le diesen razón del es-
tado en que aquello estaba. Salieron de Sacalum, y
llegando á Tepú supieron cómo yá los compañeros y
el padre Fr. Diego estaban en los itzaes. Ignorando lo
que les habia sucedido, pasaron hasta la playa de la la-
guna, y haciendo fuego señalaron habia quien pidiese pa-
TOM. ii. 42
328 HISTORIA DE YUCATÁN.

saje. A la señal del humo vinieron de la isla con cá*


noas, y acercándose á la ribera, como reconocieron ser
tres no mas, los "recibieron en ellas, y pasaron á la isla;
En saliendo á tierra los maniataron y metieron en un
corral hecho de fuerte palizada, donde los tuvieron dos
dias. A l tercero vinieron muchos indios con arcos y
flechas, y con gran vocería los llevaron por el pueblo,
y luego al* cerrillo donde tenían estacadas las cabezas
del padre Fr. Diego y los demás, volviéndolos á la pa ¿

lizada para sacrificarlos al otro día. Quedaron cerca-


dos aquella noche de indios, que con gran regocijo es-
tuvieron bailando y idolatrando, bebiendo sus brebajes,
con que embriagados unos y cansados otros, se que-
daron dormidos. Oyendo esta quietud los presos, les
dijo el indio Bernardino -Ek que seria bueno huirse,
pues podían, y forcejó tanto con sUs ligaduras, que se
desató á sí y á los dos españoles. Salió primero el in-
dio y quedóse cerca á aguardarlos, pero aunque force-
jaron no pudieron subir la palizada, por tener las ma-
nos casi desgobernadas de las ligaduras, y el uno lle-
gando yá al remate resbaló cayendo dentro del corral.
A l ruido que hizo con el golpe, se alteraron las guar-
das y dieron grandes voces, que oyéndolas el indio Ber-
nardinado Ek, se entró en una mala canoa que halló
en la playa, y bogando con un canalete, como quien
huia de tal peligro, aunque le sintieron y siguieron por
la laguna, después, salido á tierra, se les escondió y fué
á dar á Tepü. Pasó á la villa de Salamanca de Ba-
calar, donde refirió lo que le habia sucedido, y recibien-
do el alcalde su declaración jurídica para remitirla al
gobernador D. Diego de Cárdenas, le despacharon á Sa-
calum por el riesgo que amenazaba á los españoles que
allá estaban, á quienes cuando llegó dio relación de lo
que se ha dicho. Los españoles se quedaron allá, que
los debieron de sacrificar, como a los antecedentes, por
que nunca parecieron.
LIBRO DIEZ 327

Luego que le faltó al capitán Mirones el padre Fr.


Diego Delgado, escribió al contador Juan de Eguiluz,
su agente en Mérida, quejándose de la acción, y pidien-
do solicitase con el provincial les enviase otro religioso
que les dijese misa y'administrase los Santos Sacra-
mentos. Consiguióse que fuese el padre Fr. Juan Ber-
rio, hijo de la santa provincia de Castilla, que llegan-
do allá, y habiendo estado como quince dias, no con-
viniendo con las acciones del capitán y soldados, sin
decirles cosa alguna se vino á la presencia del provin-
cial, que informado de lo que pasaba dio por buena su
venida. Quejóse segunda vez el capitán al contador,
y pidió como la primera otro religioso. Rehusábalo el
provincial por lo sucedido con los dos que habían ido.
Pedia que por defecto de no haber religioso, le diese el
obispo un clérigo; pero su señoría, que sabia lo que pa-
saba, debió de juzgar por mas conveniente que fuese
religioso, y así no asignando clérigo, instó tanto con el
provincial, que dio dos religiosos que se ofrecían al via-
je. Estos, fueron el padre Fr. Juan de Loaisa, criollo
de esta ciudad de Mérida y peritísima lengua de los
indios, y el padre Fr. José Nárvaez (yá nombrado) crio-
llo de México y hijo de esta santa provincia. Iban am-
bos á la obediencia del padre Fr. Diego Delgado, comi-
sario que era de aquella conversion, porque no se sa-
bia aún su dichoso tránsito de esta vida. Presentaron
estos dos religiosos su nombramiento al contador Juan
de Eguiluz, que puso alguna dilación en despacharlos
y darles el avío necesario.
En este tiempo se ofreció á ir del todo voluntaria-
mente el padre Fr. Juan Henriquéz, natural de la ciudad
de Cádiz, hijo legítimo de D. Juan Henriquéz de Var-
gas y de Da. Inés de Vargas en lo natural, y en la re-
ligion del convento de Mérida de esta santa provincia,
donde recibió nuestro santo hábito el año de mil seis-
cientos y quince. Una ocasión bien leve fué motivo
328 HISTORIA DE YUCATÁN.

de que hiciese este viaje, y porque se vean los medios


tan pequeños con qué la Divina Providencia dispone
á sus siervos algunas veces para conseguir la gloria de
las acciones mas heroicas, referiré la que tuvo el pa-
dre Fr¿ Juan para pedir esta licencia. Mandóle la obe-
diencia que fuese hospedero del capítulo provin-
cial^ y suele ordinariamente la provincia dar al que lo
es una de sus guardianías, siendo ministro idóneo. E-
ralo el padre Fr. Juan, y no-se la dieron, con que,que-
dó disgustado porque no la desmerecía, aunque no hu-
biera teñido aquella ocupación en servicio de todo el
común. Esto se dice fué la causa para pedir la li-
cencia, pero sin duda fué orden superior que le lla-
maba, Religioso hubo que viéndole ir le dijo: vaya, pa-
dre Fr. Juan, en buen hora. Q,ué sabe si Dios le tie-
ne guardada toda su gloria detras de esas sierras,
y por el fin que tuvo, podrá conocerse. Obtenida li-
cencia y con la bendición de su prelado salió de la
ciudad de Mérida habiéndose encomendado á Dios con
veras de su corazón. Dispuso su conciencia para todo
riesgo que contra esta vida mortal le podía suceder,
porque conoció iba con peligro de no volver, según el
padre Fr. Juan Berrio había dicho quedaban los indios
de Sacalum exasperados con el proceder del capitán y
los soldados que allá estaban. Finalmente llegó á Sa-
calum y fué recibido con mucho gusto de todos.
En el ínterin que esto pasaba, habían remitido de
Bacalar al gobernador D. Diego de Cárdenas la decla-
ración que el indio Bernardino Ek habia hecho de lo
sucedido en los itzaes con el padre Fr. Diego Delgado
y españoles que con él fueron, y lo que al mismo in-
dio y á los dos españoles habia acaecido. Dio al go-
bernador mucho cuidado, así las muertes de los refe-
ridos, como el peligro del capitán Mirones y sus sol-
dados, estando tan cercanos. Aprobó que hubiesen des-
pachado desde Bacalar á Sacalum al indio Bernardino
LIBRO DIEZ. 329

Tík, para que él mismo dijese el suceso al capitán y


soldados, y dio orden que el capitán Juan Bernardo Ca-
sanova marchase á toda prisa del pueblo de Maní, don-
de estaba, á juntarse con ellos. Pidió al provincial los
acompañase el padre-Fr. Juan Fernández, religioso^le-
gg, por ser persona de mucho valor, gran soldado que
lo habia sido muchos años en la Florida- para que si
fuese necesario se aconsejasen con él, confiando mejor
suceso guiada la materia por su mucha práctica y ex-
periencia. Concedió el provincial que fuese el padre Fr.
Juan Fernández, y él se puso en camino luego para Ma-
ní á salir juntamente con la marcha de los soldados,
como la obediencia le ordenaba.
Antes que pudieran despacharse de Maní los que• ha-
bían de ir, llegó el indio Bernardino Ek á Sacalum y
á la presencia del capitán Francisco de Mirones. Re-
firióle todo lo sucedido en los itzaes, y no solo no le
dio crédito, sino que le atormentó entendiendo que le en-
gañaba. Con esto y con la noticia que yá tenian los de Sa-
calum, acabaron de confirmarle en su mal propósito,
aunque de suerte que no llegaron-los españoles á re-
celar novedad alguna. Dia de la Purificación de la Ma-
dre de Dios, á dos de febrero de mil seiscientos vein-
te y cuatro años, se fueron el capitán y soldados á
la iglesia con menos armas defensivas que pudieran
en la ciudad de Mérida (cuántas desdichas han ocasio-
nado imprudentes y demasiadas confianzas) dejando un
solo soldado que hiciese posta, y cuidase de las ar-
mas. Hallaron los indios á propósito la ocasión para
la ejecución de su intento, fueron al cuerpo de guarda,
y maniatando al soldado de posta, se hicieron señores
de todas las armas. De allí fueron todos pintados los
rostros (que así no es posible conocerlos) á * l a
iglesia con gran grita y algazara, y como los- es-
pañoles estaban sin armas defensivas ni ofensivas,
ios prendieron los indios como á unos tristes desdicha-
330 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

dos; Aún no había acabado la misa el padre Fr. Juan


Henriquez, y sospechando del rumor lo que era, consumió
las especies sacramentales, y arrimado al altar volvió
el rostro al pueblo á tiempo que iban amarrando á los
españoles para matarles. Entonces dijo el padre Fr.
Juan al que capitaneaba á los indios, que era un sa-
cerdote de sus' ídolos llamado Ah Kin Ppol, que les
diese lugar á morir. como cristianos y los dejase confe-
sar. Hiciéronlo todos, diciendo á voces sus pecados, y
luego el Ah Kin Ppol se fué para el capitán Francis-
co de Mirones (que estaba atado á uno de los horcones
de la iglesia, que son los pilares de las cubiertas de
paja, al lado de la epístola) y quitándole la daga que
tenia en la cinta, le dio con ella tan gran puñalada so-
bre el pecho, que abrió boca por donde metiendo la
mano le arrancó el corazón, y de la misma forma fué
haciendo con los demás.
En el ínterin otros indios habían amarrado al pa-
dre Fr. Juan revestido como estaba á otro horcón enfrena
te del del capitán, al lado del evangelio, y los indios
querían soltarle, dejándole vivo; pero el sacrilego yá
Ah Kin Ppol, sin decir cosa alguna, se acercó á él y le dio
otra puñalada como al capitán, arrancándole el corar
zon del cuerpo. No cesó hasta este punto de predicarles
con gran espíritu la impiedad que cometían en aque-r
lias muertes, y los errores de sus idolatrías, como testi-
ficaron después muchos de los delincuentes, que fueron
presos, y castigados. Los cuerpos del padre Fr. Juan y
capitán echaron en una hoya de tierra blanca, dejándo-
los allí. A. los demás llevaron á la cruz del camino por
donde habían de venir los otros españoles, y los dejaron cla-
vados cada uno en una estaca, y después quemando el
pueblo y iglesia,' se huyeron á los montes.
De allí á tres dias, caminando para allá los solda-
ndo» que iban dé Maní, encontraron unos indios con la

rutila en que babia ido el padre Fr. Juan Henriquez, y


LIBRÓ DIEZ. 331

engañaron á los españoles diciendo que los enviaba á


Mérida por vino y otras cosas, con que los dejaron pa-
sar. Arrepintiéronse después,' y volviendo á buscarlos,
no los hallaron; con que recelando algún mal, se ade-
lantó el padre Fr. Juan Fernández con dos soldados.
Hallaron en Sacalum aquel miserable espectáculo; y vol-
vieron á dar noticia de él ál capitán Juan Bernardo,
que yá estaba una jornada del pueblo. Llegando jun-
tos á él, dieron sepultura á todos los cuerpos en
la hoya donde estaban los del religioso y capitán
Mirones, y se volvieron á la ciudad de Mérida. Es-
te desdichado fin tuvo aquella conquista tan á los
principios de ella. Ocasionóle la codicia; querien-
do tratar aquellos indios, nuevamente reducidos por
el padre Fr. Diego Delgado, con la opresión que al-
gunos comerciadores de los gobernadores, á quien los
indios llaman jueces (y este capitán lo era de la cos-
ta) suelen tratarlos. A muchos de los agresores pren-
dió después un capitán indio llamado D. Fernando Ca-
mal, habiendo entrado por aquellos montes á buscar-
los, y fueron castigados por via jurídica. Murió el pa-
dre Fr. Juan Henriquez de cuarenta y dos años dé e-
dad y nueve de religión, y su matador Ah Kin Ppol
ahorcado en Mérida sin querer confesarse para, morir;

CAPITULO CUARTO-

Feliz suceso de las armadas de estos reinos volviendo á


España, y hacimiento perpetuo de gracias que da á
Dios por él nuestro católico rey.

Año de mil .seiscientos veinte y cincOj habiendo ve-


nido de los reinos de España flota de tierra-firme" y
galeones del rey, y flota á la Nueva-España, sucedió
332 HISTORIA DE YUCATAN.

la invasión tan ruidosa, corno poco provechosa y fal-


ta de reputación, con que la poderosa armada de In-
glaterra intentó señorearse de la ciudad de Cádiz. Ha-
biéndole dado vista, echó el enemigo su gente en el puente
de Zuazo y otras partes; pero saliéronles al encuentro los
españoles con tanto valor, que los retiraron con falta
de mucha gente, llegando tan á las manos, que con los
mochos de los arcabuces los obligaron á embarcarse.
El Excmo. Sr. duque de Fernandina, que era gene-
ral de las galeras de España, socorrió la plaza con
su innato valor y esfuerzo, pasando mucha gente
del puerto de Santa Maria por medio de la arma-
da, enemiga, y á pesar suyo, á la ciudad de Cádiz.
Con el daño recibido y experiencia de la valerosa
resistencia que hallaron, dirigieron su hostilidad á
una fuerza que llaman del Puntal. Cercáronla algunas
naos, que batiéndola con su artillería la desbarata-
ron, y el capitán y soldados no púdiendo resistir á
opugnación tan superior y desmedida, la rindió, salien-
do de ella capitán y soldados con cuerda calada y ba-
la en boca, no siendo cosa de importancia la pérdida.
Con tan grandes gastos como para la armada se ha-
bian hecho, y conseguidos tan cortos intereses en, re-
putación y pillaje, aguardaron su última resolución, que
era el de los galeones y flotas que llevan la plata y
oro de las Indias á España. Reconocióse el gravísimo
peligro que corrían si tan poderosa armada de enemi-
gos les daba vista, y se despacharon á estos reinos se-
senta avisos, que diesen noticia del riesgo tan grave que
les esperaba en las costas de España, y el orden que
habian de tener para tomar puerto en ellas; pero toda
esta diligencia no valió cosa alguna (ordenándolo así la
Providencia Divina) porque ningún aviso halló á nues-
tras flotas y galeones. Concurrieron juntas en el céle-
bre puerco de la Habana, donde por descuido del des-
pensero de la admiranta de galeones, yendo al pañol,
LIBRO DIEZ.

quedó una vela encendida, con que se comenzó á abra­


sar la nao, que causó gran confusión en la aunada; pe­
ro fué nuestro Señor servido que sin recibir demasia­
do daño se remediase.
Ignorantes de ló que les esperaba en las costas de
España, por principios del mes de setiembre de aquel
año, salieron de la Habana, siendo general de les ga­
leones el E x c m o . Sr. marques de C adereita. El dis­
curso del viaje fué trabajado y penoso, porque (lo que
nunca ha sucedido) tardaron tres meses en llegar á E s ­
paña, con que á lo último padecieron falta de agua y
bastimentos. Hallábanse todos Jos pilotos por su cóm­
puto yá en las costas de España y con tierra, estando
de esta suerte sin verla mas de veinte dias. C onfir­
maban la certidumbre de su cuenta, que traian, con las
ciertas señales que manifiestamente se mostraban, cosa
que ocasionaba admiración á todos. Descubrían desde
las naos conchas de jibias, que es una especie de pe­
ces que las tiene en el lomo, y los hay en aquellos
parajes. Veian una yerba que llaman seba, larga co­
mo cintas, que se cria en los ríos y puertos de Espa­
ña. Veian corregüela, señales todas en la mar que
vistas es cierto á otro dia hallarse en tierra ; mas la
Divina Providencia que los guardaba para mayor bien,
no daba lugar á que se les manifestase. Impacientes
yá los soldados con dilación tan inusitada y extraordi­
naria, de lo que generalmente experimentaban, acosa­
dos de la sed y hambre, unos decían como por gracia
que yá España se había hundido, y otros con temeri­
dad que se la había llevado el diablo, pues en tantos
años que se navegaba aquella carrera, no se habia vis­
to dilación semejante con tan manifiestas señales de lo
contrario. Una nao que se llamaba S. Juan, vio un
barril vacio, al parecer como de manteca, y una cane­
ca, que es jarro de palo en que beben los del norte,
con que tan ciertas muestras ocasionaban confusiones
том. ii, 43
334 HISTORIA DE YUCATAN.

mayores. A l fin vieron la tierra cuando la Providen-


cia Divina los tenia yá libres del manifiesto peligro eri
que hubieran caido consiguiendo la celeridad de su de-
seo, porque nuestras naos eran por todas solamente
cuarenta velas, y la armada del enemigo se componía
de mas de ciento.
El dia que los nuestros llegaron sobre la barra de
S. Lucar, que seria como á las dos ó tres horas de la
tarde, era tiempo de conjunción de luna y aguas vivas
que llaman, y dispararon algunas piezas, llamando á
los pilotos de la barra para entrar al puerto. Vinie-
ron algunos barcos á las naos, y diciendo á nuestra ar-
mada cómo habría diez ó doce dias que la enemiga
tan poderosa habia salido del puerto, y la merced tan sin-
gular que Dios les habia hecho en no encontrarla, por-
que los habían estado aguardando, y viendo tanta dila-
ción en su llegada se habia ido; conocieron la Provi-
dencia Divina, que los habia favorecido con aquella tar-
danza, que tanto sintieron; y dieron gracias á la Majes-
tad Divina por el beneficio recibido, Turbóse algo es-
ta alegría con una recia turbunada de viento, que so-
brevino de la parte del oeste ó occidental (travesía en
el paraje) durando dos horas, que á llegar hasta la no-
che siguiente, fuera como milagro no perecer la arma-
da por hallarse empeñada cerca de tierra. Tanta fué
la violencia del viento, que de una nao, que llamaban
Marichaga, por no aferrar las velas con tiempo, se le
rompieron los árboles, ahogándose tres hombres que es-
taban en la gavia mayor. Visto por los pilotos tan gra-
ve peligro y la noche cercana, por si aquel gran tem-
poral pasaba adelante, resolvieron entrarse en la bahía
de Cádiz para asegurarse. Viró la capitana la proa al
puerto, y siguiéronla las demás, de las cuales las de-
lanteras entraron á la oración, y las últimas algo tarde,
causa de que se envistiesen dos de ellas; pero la Cle-
mencia Divina que las habia librado de mayor peligro,
LIBRO DIEZ. 335

las favoreció en aquel, dando todas fondo en la bahía, dia


veinte y nueve de aquel año de seiscientos y veinte y
cinco.
En toda España hubo.grandes regocijos por tan fe-
liz suceso en que tanto se interesó, y se dieron por él
reconocidas gracias á la Majestad Divina. Nuestro pií-
simo y católico rey D. Felipe Cuarto, que Dios guar-
de, hizo manifiesta al orbe la cristiandad de su ánimo,
instituyendo en memoria de agradecimiento á tal bene-
ficio una fiesta solemne, que perpetuamente se hace to-
dos los años en sus reinos y señoríos, en veneración del
Santísimo Sacramento del altar, como consta de su real
cédula, que es del tenor siguiente:
" E L R E Y . Habiendo sido nuestro Señor servido de
traer los galeones y flota á salvamento, como habéis en-
tendido, parece justo y forzoso acudir con nacimiento-
de gracias á cuyo es todo, y oyó nuestras oraciones,
peleando por nosotros donde ha sido menester, y guian-
do nuestras flotas por donde no pudieron encontrarlas
sesenta avisos diferentes de las personas expertas de aque-
lla navegación, pudiéndose entender que si los toparan,
nuestra Providencia las guiaba donde sin duda se pue-
de juzgar que se perdieran. Y si bien en todas ocasio-
nes y sucesos se ha conocido y conoce siempre la Pro-
videncia de nuestro Señor, en esta ocasión se ha hecho
tan conocida evidencia de su mano poderosa, que acu-
diendo como yo he acudido, y postrándome á los pies
de nuestro Señor á darle gracias con suma humildad
de corazón y resignación; me ha parecido ordenar
que en estos reinos y en todos los otros mios, se den
con grandes demostraciones las mismas gracias á nues-
tro Señor. Y he mandado que se escriban cartas á
los obispos y generales de las órdenes, para que luego
que se recibieren, y todos los años perpetuamente en
veinte y nueve de noviembre que fué el dia de la lle-
gada délos galeones y flotas, se haga lo mismo en re-
336 HISTORIA DE YUCATAN.

conocimiento y memoria tan extraordinaria, y de todas


las demás que este año de seiscientos veinte y cinco
ha sido servido de obrar en defensa de la religión ca-
tólica, y de esta monarquía suya, haciendo fiesta del
Santísimo Sacramento los dichos dias en los conventos
y lugares principales, suplicándole juntamente se sirva
de continuar su asistencia mientras yo viviere, y después,
siempre que mi ánimo y el de mis sucesores fuere en-
derezado y resignado solo al fin de la justicia y razón,
y en defensa de la religión católica romana, y no de
otra manera. Ordenando á los arzobispos y obispos
que así lo instituyan cada uno en su diócesis, á instan-
cia mia. Y escribiendo á los generales de las órdenes
que hagan lo mismo. Y porque el alegría sueíe cau-
sar en los inadvertidos y ociosos mayor libertad y sol-
tura de vida; hallándome obligado á nuestro Señor por
tan extraordinarios beneficios, me ha parecido asimis-
mo ordenaros, con grande instancia y apretura, lo que
tanto tengo encargado de la reformación y castigo de
los vicios y pecados públicos. Porque tantos beneficios
y auxilios extraordinarios, como hemos recibido de nues-
tro Señor y de su infinita Providencia, nos pueden y
deben recatar mas que nunca de su castigo, si no acu-
dimos á darle las gracias como debemos, y á reformar
la vida y excusar ofensas suyas."
Dictada hasta estas razones, manifestó S.M. católi-
ca el non plus ultra de su piísimo afecto, escribiendo
con su mano las razones siguientes: "Sabe Dios que me
hallaba con tal resignación y conformidad con lo que
fuese su voluntad hacer, que del mal suceso le pensa-
ba dar las mismas gracias que le doy ahora, creyendo
firmemente que lo que su Divina Magestad obrase, se-
ria lo mas conveniente. Confiando de su infinita bon-
dad que siempre gobernará los sucesos de estos reinos
á su mayor bien. Y con la fé que tengo de esto, le
he resignado también los caminos, sabiendo nosotros tan
LIBRO DIEZ 337

poco cuáles son los mejores, como nuestro Señor lo ha


manifestado bien en esta ocasión. En Madrid á cuatro
de diciembre de mil seiscientos y veinte y cinco años."
Desde luego se puso en ejecución en mandato de
S. M:, que Dios guarde, y todos los años se celebra
la festividad en él contenida con la veneración posible.

•o-

CAPITULO QUINTO.

De algunos capítulos provinciales y' religiosos siervos del


Señor que tuvo esta provincia.

Habiéndose de celebrar capítulo provincial en esta


santa provincia, vino á visitarla y presidirle el R. pa-
dre Fr. Miguel de la Cruz, calificador del santo oficio
y padre de la santa provincia del santo Evangelio, con
comisión del muy R. padre Fr. Alonso de Monte-
mayor, comisario general. Asignó para su celebración el
convento de la ciudad de Mérida, y el dia el tercio-
décimo del mes de mayo del año de mil seiscientos
veinte y tres. Salió en él electo provincial el R. P.
Fr. Gerónimo de Porras: difinidores los R R . P P . Fr.
Pedro Beleña, Fr. Pedro de Mendoza, Fr. Bernardo de
Lizana y Fr. Domingo de Azcorra: custodio para el ca-
pítulo general el R. P. Fr. Miguel de Castañeda; y no
hubo novedad alguna en orden á los conventos.
A los diez y seis de mayo de mil seiscientos veinte
y seis años, se celebró capítulo provincial en Mérida, sa-
liendo electo superior de esta provincia el R. P. Fr.
Fernando de Nava, que yá lo habia sido otra vez, y
también vicario provincial, como se dijo. Fueron difi-
nidores los RR. P P . Fr. Alonso de los Reyes, que yá
338 HISTORIA DE YUCATAN.

había sido provincial, Fr. Diego de Ávalos, Fr. Domin-


go de Navas y Fr. Pedro de Mata; y custodio el R.
P. Fr. Francisco de Pina. Perdióse la tabla • de este
capítulo, como también la del siguiente, que se celebró
en Mérida á seis de enero de mil seiscientos veinte y
nueve años, en que fué electo provincial el R. P. Fr.
Pedro de Mata, y difinidores los RR. P P . Fr. Juan de
Sequeira, Fr. Juan de Rojas, Fr. Benito Fernández y
Fr. Gregorio Maldonado lector de santa teología: cus-
todio el R. P. Fr. Rodrigo de Segura. Porque en es-
tos trienios murieron algunos religiosos siervos de Dios,
será bien quede en este lugar su memoria; porque pa-
ra después espera á la pluma turbulenta materia de
las cosas del estado seglar de esta tierra, que la tuvo
en la mayor confusión que se habia visto desde que
nuestros españoles la poblaron.
A la muerte de nuestro santo P. Fr. Pedro Carde-
te, referida en el libro antecedente, se siguieron cerca-
nas las de otros religiosos que vivieron y murieron en
opinión de santos varones, venerados con este título de
todos los que los conocieron, así seculares como reli-
giosos, que cuando esto escribo viven muchos, y siem-
pre que hacen memoria de ellos, es dándoles nombre
de santos E l primero fué el bendito P. Fr, Juan de
Salinas, á quien trajo en una misión de España el san-
to P. Cárdete, habiendo ido por religiosos y vuelto con
la misión, año de mil quinientos setenta y ocho. Fué
el P. Fr. Juan de Salinas natural de Torrija en la Al-
carria (si no fué de Cogolludo, que en esto no dejó cer-
tidumbre el P. Lizana, como ni tampoco escribió en qué
convento de la provincia de Castilla tomó el hábito.)
Era predicador cuando pasó á esta, donde supo el idio-
ma de los naturales con gran perfección, y fué uno de
los ministros evangélicos que con mayor celo han acudi-
do á este santo ministerio, y aun dice el P. Lizana (que
le comunicó muchos años) que dudaba hubiesen sido tan
perfectos como él.
LIBRO DIEZ. 339

Decíase que liabia sido santo toda su vida, y nues-


tro R. P. Fr. Francisco de Bustamante (de cuya virtud
se trata luego,) que habia sido su maestro de noviciado,
decia de él que no habia visto semejante espíritu en tan
tiernos años, porque era necesario mandarle salir del co-
ro y que comiera, según ocupaba el tiempo en la ora-
ción, y su abstinencia tanta que temió se muriese de
flaco. Decia también que conoció á sus padres y her-
manos, y que eran tenidos por santos, y los llamaba
la generación ó casta santa. Tuvo un hermano llama-
do Fr. Lorenzo de Salinas, que fué lector de filosofía
en la provincia de Castilla; y aunque murió mozo, fué
con opinión de santo y milagroso, especialmente en la
villa de Cifuentes, donde pasó de esta vida. Fué este Vble.
padre tan caritativo, que se lastimaba del; mal ajeno
como del propio. Tan compasivo, que si oia decir que
ajusticiaban algún delincuente, lloraba, y aun cuando ma-
taban á algún animal, diciendo, que ¿para qué le qui-
taban la vida? Si le decian que Dios los habia criado
para sustento de los hombres, respondía, ¿no hay pan,
no hay otras cosas que comer? Aunque fué muy doc-
to y excelente predicador de su tiempo, era de ánimo
tan sencillo, que creia fácilmente lo que se le decia, y
aun hablaba algunas cosas que parecían simplicidades
Ocasionábalo atender solamente á cosas del cielo, por-
que lo mas de su vida pasaba en oración y lección de
cesas de devoción y espíritu. L o restante ocupaba
en el provecho de las almas, predicando á los indios
todas las fiestas y domingos, y entre semana á los ni-
ños que vienen á la iglesia, donde se les enseña la
doctrina cristiana (como yá se dijo) después de haber-
la cantado. Resplandeció en todas las virtudes, y es-
pecialmente murió con opinión de virgen, y como á tal
le enterraron con palma candida en señal de su pure-
za. Muchos decian que se encomendaban á este santo
varón, en especial enfermos, y que sanaban, atribuyen-
340 HISTORIA DE Y U C A T A N .

doló á su virtud y méritos. Tal fé tenian con él, que


el enfermo á quien visitaba, se prometía salud y se creia
obraba nuestro Señor por él muchos milagros.
Un caso portentoso le sucedió siendo yá muy viejo.
Salió una tarde del convento, y á poca distancia de él
vino por la calle que iba un toro, que salia garruchea-
do de una plazuela donde habia fiesta. El compañe-
ro, que era un corista llamado Fr. Mateo de la Cer-
da, viendo la ferocidad con que el toro venia para ellos,
ganó una reja de una ventana que estaba algo baja, y
quedóse el santo viejo (que casi no podia andar) solo
en medio de la calle. Muchas personas lo vieron, y
por la presteza con que el toro llegó no pudieron so-
correrle. Tuvieron entendido que le matara, si Dios
con su misericordia no le libraba. Con toda la fiereza
que iba, llegó al santo varón, que levantando el cordón
dijo al toro: Anda, vete bestia, ¿qué quieres? Juraron
los que lo vieron que el toro olió el cordón y pasó
sin hacerle daño; antes parece que le reverenció, y di-
jeron' que no se maravillaron tanto, como si sucediera
á otro, por la grande opinión que de su santidad te-
nian. Privilegio parece de la justificación amansar la
fiereza de los animales, como atribuyó S. Juan Crisós-
tomo la que tuvieron en el arca de Noé á la santidad
del patriarca; y este bendito varón que amansó la de
aquel toro garrocheado, no bastó á aplacar al goberna-
dor D. Carlos de Luna y Arellano, satisfaciéndole á la
queja que dio aquel indio (de que se trató en el libro
octavo) contra su compañero, siendo él guardián del
convento de Tizimin. Dice el padre Lizana que la
vida de este siervo de Dios fué cosa milagrosa, y que
no hubo quien pudiese decir que le vio cometer pe-
cado mortal. Pasó de esta vida en el convento de Mé-
rida el año de mil seiscientos y veinte, no he hallado
qué dia; y fué enterrado como santo, y aclamado por
tal de todos.
LIBRO DIEZ. 341

Grandes son las memorias que en esta tierra dejó des­


pués de su muerte el muy docto padre Fr. Francisco Gu­
tiérrez, así por sus muchas letras, como por su religio­
so proceder. C uando pasó á este obispado el santo obis­
po D. Fr. Diego de Landa, vino por paje suyo el R.
padre Fr. Francisco Gutiérrez, natural de la ciudad de
Guadalajara en el reino de Toledo. Trajo de España
principios de los estudios y una profundísima capacidad
de ingenio con que aumentarlos tanto como vio por
experiencia la Nueva España. Asistiendo en ella le
llamó nuestro Señor á la esclarecida religión de la com­
pañía de Jesús, donde entre los muchos profesores de
las divinas letras que ilustraban aquella religiosa pro­
vincia, mereció per las suyas ser maestro de muchos
grandes que dejó á la posteridad de sus dias. C onfian­
do de sugeto tal los negocios de su religión en aquel
reino, le despachó por su procurador general á las cor­
tes romana y católica, donde solicitó las agencias en­
comendadas á toda satisfacción del empeño.
Otra espiritual para sí granjeó en la curia romana,
y fué licencia para pasar á nuestra religión seráfica.
Pidió, habiendo vuelto á estos reinos, el hábito en esta
provincia de S. José de Yucatán, quizá con las memo­
rias del santo obispo que le trajo, y con el ejemplo
de tan santos religiosos como en ella habia. Diósele
el hábito en el convento de C onkal, y después de pro­
feso le obligó la obediencia continuase el oficio de lector
de las ciencias naturales y divina, de que tan crecidos
frutos tenia en la Nueva­España. Obedeció aumentán­
dolos en esta provincia, á quien dio muy lucidos estu­
diantes y predicadores, con que se mereció la mayor
atención, no solo de la religión sino de los obispos,
gobernadores y ciudadanos, que en las materias
mas graves recurrían á su resolución, fiando en ella
sus mayores aciertos, á que correspondían experiencias
que lograban con sus determinaciones.
том, п. 44
342 HISTORIA DE YUCATAN.

No fué menos loable en lo principal, que es las vir-


tudes, porque fué muy observante de la regla; y á sus
muchas letras acompañaba una profunda humildad, que
se llevaba los ojos de todos. Muy recogido, y dado á
la oración, con que se pudo decir era amado de Dios
y de los hombres. Toleró con gran espíritu y pru-
dencia una tribulación en que le puso un superior (dis-
cípulo suyo) que por algún tiempo le ocasionó disgus-
tos, llevado de conocida pasión, que debia de permitir
la Divina Majestad, para ejercitar el espíritu de este
gran varón, porque le hizo una causa en materia gra-
vísima, sobre que le tuvo encarcelado, siendo testimo-
nio falso lo que se le imputaba, como se vio después,
y que totalmente le quitaba el honor. Pasado esto, su-
cedió al mismo provincial un caso tan grave, que el
guardián y religiosos del convento grande de Mérida
estaban resueltos á negarle por él públicamente la
obediencia. Resolución era temeraria, de que fuera mas
justo dar noticia al superior, y no arrojarse á cosa que
podia ocasionar tan grave escándalo, y para evitarle
debían hacerlo. Era en la sazón guardián del conven-
tó de Conkal el R. P. Fr. Francisco Gutiérrez, y supo
la inquietud del de Mérida (por estar cercano) y pospo-
niendo el sentimiento que podia tener del provincial, fué
allá, reprendió al guardián y demás religiosos, y con
el obispo y gobernador solicitó que se quietasen, bas-
tando su diligencia del R. padre, y la autoridad de su
persona, para que recibiesen al provincial cuando lle-
gó (que estaba fuera de la ciudad) con la reverencia y
humilidad que le era debida por actual prelado. Tuvo
en esta provincia todos los oficios honrosos excepto el
de provincial, que no aceptó, queriendo elegirle superior
suyo, cuando fué electo el R. padre Fr. Francisco de
Bustamente (de quien se trata en el capítulo siguiente)
el año de mil seiscientos y doce. Habiendo vivido
setenta y cuatro años, y en la religión catorce, murió
LIBRO DIEZ. 343

como verdadero religioso en el convento de Mocochá,


á once de octubre de mil seiscientos veinte y un años,
siendo custodio actual de la provincia. Su memoria,
digna de toda veneración, durará en ella por muchos
tiempos.

CAPITULO SEXTO.

De oíros religiosos dignos de memoria que ¡lasaron al


Señor por estos tiempos.

Dije antecedentemente cómo habiendo sido electo


provincial de esta provincia el R. P. Fr. García de la
Barrera, pasó poco después de esta presenta vida, y se
me iba pasando de la memoria decir cómo fué un
religioso muy amado de todos, á quien llamaban el
ángel de la paz. Hame certificado un religioso que
algunos años después de su muerte (que fué á once
de junio del en que fué electo) abriendo su sepul-
tura fué hallado su cuerpo no solo incorrupto, pero
aun entero y sano el hábito con que fué sepultado, cosa
digna de memoria.
Merécela también la virtud y letras del R. P. Fr. Her-
nando de Natera, natural de la ciudad de Mérida en este
reino: aunque murió mozo, mereció en él estimación y
aplauso por uno y otro. Habiendo leido seis años fi-
losofía y teología, y siendo guardián del célebre con-
vento de nuestra Señora de Izamal, murió inopinada-
mente á veinte y cuatro de junio de mil seiscientos
veinte y tres años, con que perecieron las esperanzas
que de su gran capacidad se tenian; pero no las de
que goza la vida eterna, pues muchos siervos de nuesr
344 HISTORIA DE YUCATAN.

tro Señor han pasado de esta vida con muertes al pa-


recer en lo humano desastradas. Antecedióle en el tran-
sito inexcusable otro paisano suyo, llamado Fr. Diego
Quijada Zetina, gran predicador de su tiempo, y muy
erudito en el idioma de los indios, de quien fué gran
ministro. Murió á nueve de febrero de mil seiscientos
veinte y dos años. Y á ocho de marzo del de veinte
y tres, el R. P. Fr. Alonso de Ortega, criollo mexicano,
gran ministro y lengua de estos naturales. Fué, siendo
custodio de esta provincia á capítulo general, y trajo
á ella una misión de religiosos de España el año de
mil seiscientos y tres.
El R. padre Fr. Francisco de Bustamente, que ya
se ha dicho fué provincial de esta provincia y hijo
de la de Castilla, vino en la misión que trajo el san-
to obispo Fr. Diego de Landa. No supo tan perfec-
tamente como otros el idioma de estos naturales,
porque se ocupó mucho en la predicación de los es-
pañoles, pero era gran defendor de los indios. Las
dos veces que fué provincial le obligó la obediencia á
aceptarlo, y así la segunda fácilmente á poco tiempo
renunció el oficio. Era tan humilde después de ha-
berlo sido, como puede estar un novicio, de que se le
originaba ser muy urbano aun con el mas pequeño que
le comunicaba. Ocupaba mucho tiempo en la lección
de los libros, y habiendo faltádole la vista, hacia que un
corista le rezase el oficio divino, y después le leyese
la vida de Cristo redentor nuestro y las de sus san-
tos, con que vivia con notable quietud de espíritu. Fué
devotísimo de santa Ursula y sus compañeras, y así
en los conventos donde estaba, les erigía altar, y su dia
cantaba él la misa aun en su suma vejez, y se holgaba
mucho de que otros fuesen devotos de estas santas,
siendo el mayor gusto que le podian dar decirle que
les habían hecho algún altar ó imagen por su devoción.
Fué religioíso muy pobre, y siguió siempre la comu-
LIBRO DIEZ. 345

nidad en coro, refectorio y demás actos, y aun habien-


do llegado á la edad de jioventa años, la seguia en cuanto
sus fuerzas alcanzaban, teniendo en ella gran consuelo los
religiosos, viendo sus venerables canas tan acompaña-
das de virtud y santidad. Murió en el convento de Mé-
rida año de mil seiscientos veinte y cuatro, á veinte
y seis de agosto, y concluye diciendo de él el P. Li-
zana "Todos le conocimos, y no hay quien no diga
el santo P. Bustamante." Vivió en esta provincia cin-
cuenta y un años, y murió de mas de noventa de edad.
El R. y V. P. Fr. Juan de Acevedo, provincial de
esta provincia, y que vino á ella de la de Castilla, fué
también un perfecto religioso, de quien el P. Lizana dice:
"Bien cierto podré hablar de la santidad del bendito
P. Fr. Juan de Acevedo, porque indignamente le ser-
ví y comuniqué diez y ocho años, y me consta de su
conciencia y grande perfección, y si hubiera de decir
por menudo lo que sé de su santidad de este santo re-
ligioso, dudo que bastara mucho papel; mas no por
eso es justo se calle lo que todos conocimos y^ímos,
que fué y es harto de considerar &."
Fué este bendito religioso natural de Sangüesa eri
Navarra. Crióse en Madrid, y cuando nuestro pruden-
tísimo rey Felipe segundo, que esté en gloria, entró
en Portugal á tomar la posesión de aquel reino como
legítimamente heredado, fué por soldado en aquella jor-
nada. Vuelto á Castilla, le llamó Dios á la espiritual
milicia de la religión seráfica, cuyo hábito recibió en
el convento de S. Juan de los Reyes de Toledo. Des-
pués de profeso fué á vivir al muy religioso convento
de recolección del Castañar, donde estuvo y vivió san-
tamente, porque su vocación á la religión verdaderamen-
te fué de Dios. Vino á esta provincia en la misión que
de religiosos de España trajo el P. Fr. Pablo Maldona-
do, como yá se dijo, y supo el idioma de estos indios
muy bien; y aunque por ser tardo de lengua no les predica-
346 HISTORIA DE YUCATAN.

ba, suplió mucho de lo que. faltó en esto con hacer un ar-


te de la lengua mas breve que el que habia, para ayudar á
los nuevos ministros, y escribió muchas cosas, así del
idioma como morales, porque era de los grandes escri-
banos que tuvo España en su tiempo. Su modo de
vivir siempre fué de una forma: su vestuario el hábito,
un tuniquillo, paños menores muy cortos, y el pié
siempre descalzo. Muy templado en el comer, pues
cuando provincial era lo mismo que siendo novicio, y
era tan escrupuloso, que decia que no se podia hacer
colación los dias de ayuno con legumbres guisadas.
Así no comia en ella mas de un poco de pan de maiz
y agua. Usando esto cuando era provincial, si le da-
ban alguna otra cosa de regalo no la comia, diciendo:
que si mudara de comida cuando podia, y se regalara,
que lo extrañaría después cuando no pudiese, y por
eso lo excusaba, y á la verdad no era sino por morti-
ficarse, porque es de ordinario muy abundante esta
tierra de mantenimientos.
Era celosísimo de la honra de Dios, y así
no consentía cosa que fuese en contrario, porque
luego la reprendía. Fué muy paciente, y en par-
ticular se le conocía en que siendo quebrado se le
salían las tripas, y el dolor le hacia quejarse con ín-
timos suspiros, y preguntándole qué tenia, respondía :
hágolo de bellaco, y nunca quiso ni pidió remedio para
este ni otros achaques, porque decia que san Agustín
aconsejaba que no se curasen de achaques con que
la vida no corría riesgo aunque fuesen de mucho dolor,
porque eran saínetes para merecer con Dios. No
sentía mal de persona alguna, ni daba lugar que se
dijese de alguien cosa de pecado. Pasaba su vida
en mucha oración y quietud de espíritu, especialmen-
te cuando se desocupaba de negocios forzosos, y esto
en la quietud de la noche, cuando le parecía no era
sentido de los religiosos, con muy continuas disciplinas
LIBRO DIEZ, 347

que á la oración aumentaba. Tenia un tímpano, que


con mucha devoción s^lia tocar delante del Santísimo
Sacramento. Lavaba siempre su ropa en las pilas de
los conventos, aunque hay mucha comodidad para ex-
cusarse de este trabajo, y decia que era obligación
suya hacerlo así, y en ello tenia tanto gusto que reci-
biera pena si se lo excusaran. Fué muchas veces
guardián, y de ordinario renunciaba la guardianía. Su
natural muy compasivo, tanto que acabando de ser
provincial, el presidente del capítulo le dio una repren-
sión leve, diciendo habia sido remiso en castigar al-
gunas culpas, que aunque no graves parece pedían mas
severidad de la que habia manifestado. Habiendo sali-
do de capítulo decia el mansuetísimo prelado: Si me
reprendieron por remiso, mas me reprendieran por
cruel. Mas seguro es aquello: yo me entiendo.
Pasado yá su trienio de provincial, se dio princi-
pio á la fundación del convento de la Mejorada, extra-
muros de la ciudad de Mérida, para casa de reco-
lección observante, y le mandó la obediencia que fuese
por fundador de él, donde estuvo dos años con tanta hu-
mildad y buen ejemplo, que edificó mucho á toda la
gente de la ciudad y á esta provincia. Siendo como
yá era muy viejo, seguía la vida de la comunidad co-
mo el mas mozo. Pocos dias antes de su muerte,
entrando en la huerta del convento dio un tropezón
y cayó sobre una mata de albahaca. Tan leve fué
la caida que con dar en ella no la quebró, y ayudán-
dole á levantar su compañero (que cuando esto se
escribe es padre de esta provincia el R. padre Fr. Pe-
dro de Artiaga, que se tiene por dichoso de haberle
servido de compañero) le dijo : Mire, Fr. Pedro, el
padre Barrera siendo provincial murió de acha-
que de otra caida como ésta: hágame una visma. Re-
plicóle el compañero: Mire V. paternidad lo que dice,
que no ha sido cosa de importancia, pues habiendo
348 HISTORIA DE Y U C A T A N .

dado sobre esa mata de albahaca, aun no se ha que-


brado. Dejólo por entonces, y £ otro dia por la ma-
ñana le dijo al compañero: Y o quiero decir misa, y
recibir el Santísimo Sacramento por viático: Díjole su
compañero, ¿qué dice V. paternidad'? Mire que está
bueno, y no tiene necesidad. Respondió que lo hacia
porque seria posible que cuando quisiesen dársele no
podria recibirle.
Sucedió que á la tarde de aquel dia le dio una ca-
lentura al parecer leve con flujo de vientre, y sacáron-
le para medicinarle donde pudiesen mujeres, porque
ellas curan mejor aquel achaque de vientre en esta tier-
ra. Vino á visitarle un religioso de la orden de S. Juan
de Dios, que dijo era necesario sangrarle, cosa que no
permitió, y con un poco de pulpa de cañafistola que be-
bió se le quitó la calentura. A otro dia pidió de al-
morzar, cosa que nunca habia hecho, y pareciéndole
al guardián (que era el padre Fr. Pedro Navarro) se-
ñal de mucha mejoría le dio el parabién. Respondió-
le el bendito: bien está, padre guardián, pero hágame ca-
ridad de darme la santa extremaunción, que en la últi-
ma misa recibí al Señor por viático. El guardián
lo rehusaba pareciéndole que no estaba en tanto
peligro, y diciéndole que desconsolaba con su peti-
ción á los religiosos. Humildemente respondió al guar-
dián que como su prelado hiciese lo que le pareciese,
que él yá habia cumplido con su obligación pidiéndo-
la. E l mismo dia á las ocho de la noche se le quitó
el habla, y á toda prisa le dieron la extremaunción, y de a-
llí á una hora yá era difunto, con que se verificó lo que dijo
á su compañero que cuando quisiesen darle el viático seria
posible no pudiese recibirle, como parece cierto rehusaran
habérmele dado juzgando menos peligroso el achaque.
Haber sucedido así lo referido, me lo juró el dicho
su compañero in verbo sacerdotis, y que por ello le
pareció que este bendito P. supo su muerte, y yo di-
LIBRO DIEZ. 349

go que no solo parece haber tenido revelación de ella,


sino también de las circunstancias con que sucedería,
como el mismo caso manifiesta. Quedaron los religiosos
con gran sentimiento de que les hubiese faltado talpa­
dre, y fué sepultado en aquel convento por primicias de
él con aclamación de varón apostólico, y particulares
devotos suyos procuraron alguna cosa de las que usaba
por reliquias. Afirma el padre Lizana que supo con
certidumbre que murió virgen, habiendo vivido setenta
y tres años, los 43 en la religión, y en esta provincia
32. Pasó de esta vida año de mil seiscientos veinte y
cuatro, á diez y ocho de marzo.
Después de su muerte dieron á un vecino principal
paisano, y que le habia sido muy devoto, vecino de la
ciudad de Mérida llamado Miguel de Argaiz, un tuniqui^
lio de los que el bendito padre traia, y que lo guardó
en un cofre por reliquia. Queriendo después de seis me­
ses sacarle para llevarle á un enfermo, se hallaron mu­
chas rosas, que puso envueltas en el hábito, tan frescas
como cuando con él se pusieron en el cofre. Vista esta
maravilla dejaron el tuniquillo, y sacaron de las rosas
para el enfermo, las cuales se dijo le dieron salud. Di­
ce el padre Lizana que cuando escribía su devocionario
habia yá ocho años que murió, y que le certificaron sé
estaban aún las rosas frescas.

C A P I T U L O SÉPTIMO.

Gobierno de D. Juan de Vargas, y servicio que hizo Yu­


catán al rey para la armada de barlovento.

A D. Diego de C árdenas sucedió en el gobierno de


Yucatán D. Juan de Vargas, caballero del orden de
том. п. 45
350 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

Santiago, y hijo legítimo de D. Alonso de Vargas a-


quel tan famoso capitán que fué general del ejército
que pasó á Zaragoza el año de mil quinientos noven-
ta y uno, con que sosegó el alboroto levantado cuando
prendieron á Antonio Pérez, secretario que habia sido
del rey. Hízose la merced en Madrid á doce de mayo
de mil seiscientos veinte y ocho años, y fué recibido
por gobernador en Mérida á quince de setiembre del
mismo año. Nombró por su teniente general al licen-
ciado D. Gabriel de Prado. Por el mismo tiempo en
que llegó este gobernador hubo en toda esta tierra un tem-
poral de agua, tal que le llamaron el diluvio. Duró el llover
veinte y siete dias continuos, que fué causa de muchas rui-
nas de edificios, sementeras y muertes de ganados, de que
resultó una gravísima hambre, con que murieron muchísi-
mos millares de indios en esta tierra. Precedió á este trabajo
y las demás desdichas que desde entonces se han visto,
la amonestación de un gran religioso de la compañía de
Jesús, llamado el padre Francisco de Contreras, que
predicando un dia en la ciudad, desde el pulpito dijo á
su auditorio con expresas palabras y en voz conminati-
va: "O.Mérida, Mérida, tres azotes te esperan sino
te enmiendas, y qué afligida te has de ver." Bien se
ha experimentado con harto daño de toda la tierra.
Aumentáronse tanto por aquel tiempo los corsarios
enemigos en las costas de estos reinos, que el rey de-
terminó hacer unión de armas de todas las provincias
de ellos, y pues habia de ser para defensa de todas, que
ayudasen todas con recíproca correspondencia para el
gasto de la armada que se intentaba hacer, y después
se llamó la armada de barlovento. Para que se hicie-
se con el menor gasto de estos reinos que fuese posible,
y se supiese con qué cantidades podría servir cada pro-
vincia para el gasto de esta armada, escribió S. M. al
virey de la Nueva-España y á las ciudades sus reales
cartas. La que vino para la de Mérida, decia así:
LIBRO DIEZ. 351

" E l R E Y . Por lo que de mi párteos comunicará mi


virey de estas provincias, entenderéis la conveniencia
que se sigue á todos mis reinos, y á esos en particular,
de unir las armas de mis reinos en recíproca correspon-
dencia de defensa propia y castigo de los que los inva-
dieren. Y así os mando que le acudáis á todo lo que
os propusiere de mi parte, en conformidad de la obli-
gación natural que tenéis, como lo habéis hecho en
las demás ocasiones que se han ofrecido. Q,ue del ser-
vicio que me hiciéredes en esto, como en cosa de tanta
consideración del bien público, tendré la cuenta que
será justo para haceros merced, como á tan fieles y
leales vasallos. En Madrid á viente de mayo de mil
seiscientos veinte y siete años.—Yo el Rey.—Por man-
dado del rey nuestro señor. D.Fernando Ruiz deCon-
treras."
Habiendo recibido el cabildo esta cédula, y tenido
carta del virey en orden á su ejecución, fué obedecida
á diez y seis de febrero de mil seiscientos veinte y
nueve años, y se decretó que el gobernador mirase en
qué le parecía mas conveniente imponer el nuevo ser-
vicio que se habia de hacer á su majestad, y que cada
uno del cabildo consideria lo que pareciese menos gra-
voso para esta tierra. Después de mirado con toda
atención y escrito á las villas la materia y orden dé
su majestad, se cargaron siete mil pesos de oro común
de renta por quince años para el gasto de la unión
de armas, sobre los géneros que entran y salen en esta
tierra, así de ropa, como cacao, vino, aceite, naipes & c ,
con que se ofrecieron servir al rey por el espacio de
los dichos quince años. Comenzóse desde luego a p o -
ner en ejecución, dando aviso al virey y á S. M. del
servicio que se le hacia, y diciendo sentir no fuese mas
considerable por la cortedad de la tierra, -para que se
viese la voluntad con que ejecutaban sus reales man-
datos, Habiendo recibido el rey la carta del cabildo,
352 HISTORIA DE YUCATÁN.

se dio por bien servido, y respondió con su real cédu-


la que dice así:
" E L R E Y . Consejo, justicia y regimiento de la
ciudad de Mérida de la provincia de Yucatán. Vues-
tra carta de diez y ocho de junio de mil seiscientos
veinte y nueve, se ha recibido y visto en mi consejo
real de las Indias, en que decis que el virey de la
Nueva España os remitió una cédula mia en que os
representaba la conveniencia de mi servicio y vuestra
mayor defensa, para que acudiésedes con lo mas que
pudiésedes para la unión de las armas; para cuyo efec-
to ofrece servirme esa provincia con siete mil pesos
de plata en cada un año de los quince que ha de du-
rar la dicha unión. Y pedis que para que mejor se
administren los dichos géneros en que se cargan, y con
menos daño y molestia de mis vasallos, los hayáis de
administrar vosotros. Y porque deseo que se consiga,
ordeno por cédula de este dia á mi gobernador y ca-
pitán general de esa provincia, os dé la dicha adminis-
tración en la forma que lo entenderéis por la dicha cé-
dula. Y os agradezco el cuidado que habéis puesto en
esto, y el celo y voluntad con que mostráis acudir á mi
servicio, que tendré presente para haceros merced en las
ocasiones que se ofrecieren de vuestros acrecentamientos.
De Madrid á diez y nueve de agosto de mil seiscien-
tos treinta y un años.—YO E L REY.—Por mandato
del rey nuestro señor. D. Fernando Ruiz de Contre-
ras."
En la cédula que dice S. M. despacha al goberna-
dor,, refiriendo en breve lo dicho en la antecedente, y
cómo volvia la memoria de los géneros que remitieron,
firmada de su secretario, dice luego: " Y . habiéndose
visto en mi consejo real de las Indias, con lo que di-
jo y alegó mi fiscal en él, teniendo consideración al
servicio que me hace, y que la dicha ciudad me ha pe-
dido que la administración de los arbitrios que pro-
LIBRO DIEZ. 353

pone para la paga de los dichos siete mil pesos, cor-


ra por su cuenta, lo he tenido por bien. Y así os man-
do la deis los recaudos necesarios para ello, nombran-
do dos regidores de dos á dos años con intervención
vuestra, que acudan á ella, á quien se tomará cuenta de
lo que hubiere entrado en su poder, lo cual haréis se
remita cada año por cuenta aparte á los oficiales rea-
les de la casa de la contratación de Sevilla, encargan-
do mucho la buena administración de los dichos ar-
bitrios á las personas que la tuvieren á cargo. Y vos
de vuestra parte lo ayudaréis en lo que os tocare, de
manera que se haga mi servicio sin agravio de mis
vasallos. Fecha en Madrid á diez y nueve de agosto,
&c."
Cuando se recibieron estas dos cédulas, que fué á nue-
ve de setiembre del año siguiente de treinta y dos,
hizo un decreto el cabildo, que dice: "Q,ue aunque pa-
ra arbitrios que necesariamente han de recaer sobre
todos los vecinos de estas provincias, y los estantes y
habitantes en ellas, se requerían juntas de cabildo ple-
no, con asistencia de otras personas inteligentes y prác-
ticas en semejantes materias; con todo eso no reparan?
do en que de doce regidores, que de ordinario tiene es-
te cabildo, se juntaron cuatro, y que sin aguardar la
resolución de los cabildos de las villas de Valladolid y
Campeche, hicieron por sí solos el dicho ofrecimiento:
por atender mas al servicio de S. M. que á la deter-
minación acelerada de los dichos cuatro regidores, están
prestos de cumplir la real voluntad, procurando en to-
do que se haga sin agravio de sus vasallos, como en
la dicha real cédula se declara. Y porque los géneros
en que se cargan los dichos arbitrios, no tienen número
cierto ni cantidad determinada, forzosamente unos a-
ños será mas y otros menos, y si S. M. no fuese in-
formado de este inconveniente, parecería que el ser-
vicio que se le ofreció fué infructuoso; y para que se
354 HISTORIA HE YUCATAN.

conozca ei celo que este cabildo tiene de ser puntua-


lísimo en cuanto fuere ó pudiere del servicio de S. M.,
acordaron unánimes y conformes, con el respeto y aca-
tamiento que deben, de pedir y suplicar, como piden y
suplican al rey nuestro señor, de que los dichos arbi-
trios se ejecuten y carguen sobre los géneros de la di-
cha memoria, mandando despachar su real cédula, para
que lo que procediere en cada un año de los quince
dé la dicha unión de armas, ora llegue á los siete mil
pesos, 6 baje ó crezca, como las ocasiones lo ofrecieren,
se remita á los reinos de Castilla en la forma que se
ordena por esta real cédula, de suerte que siempre
el servicio haya de estar dispuesto al crecimiento como
á la baja y diminución, en que se procurará no la ha-
ya, poniendo sumo cuidado. Y que cumplidos los di-
chos quince años, no se haya de suplir por esta pro-
vincia la cantidad que hubiere faltado, caso que en ca-
da año no hayan llegado los dichos arbitrios á los
siete mil pesos. Y que desde la flota para cuando se
cumplan los dichos quince años, se entienda no haber-
se de continuar con los dichos arbitrios por la pobreza
de la tierra, y estar los vecinos de ella sin sustancia
para que se les carguen nuevas imposiciones con ar-
bitrios « que á unos serán molestos por Ja paga de ellos,
y á otros de daño por haberse de encarecer los géneros
sobre que se cargan. Y en esta razón piden al Sr. D. Fer-
nando Centeno Maldonado, gobernador y capitán general
en estas provincias, informe á S. M. para que usando
de su real- benignidad admita este servicio en la for-
ma que ahora se ofrece. Y en el ínterin que S. M.
manda lo que fuere de su real servicio, su merced pon-
ga en ejecución los dichos arbitrios, que el efecto que
resultare de ellos manifestará mejor el desengaño de no
poder darse punto fijo al ofrecimiento de los dichos cua-
tro regidores; y así lo acordaron y firmaron."
También se advirtió que podría ser hubiesen fir-
LIBRO • DIEZ. 355

mado la carta mas regidores de los cuatro que lo ofre-


cieron en cabildo, y para informar con la legalidad que
se debe, se hizo toda diligencia para ver si quedó co-
pia de la carta que escribieron, y no se halló ni en el
libro de cabildo ni en los archivos de los escribanos,
Y así pidieron al gobernador que nombrando adminis-
tradores para comenzar desde luego á la ejecución de
la real voluntad, informase del buen ánimo con que el
cabildo servia al rey, y de la pobreza de la tierra,
como quien tenia la experiencia presente. En esta con-
formidad escribieron á S. M., y habiendo después (pa-
ra mayor aumento de los intereses reales) impuesto el
nuevo servicio del tostón á los indios, y excluídole el
rey por excusarles ese gravamen (como se dice adelan-
te) dándose por bien servido del afecto de la ciudad,
despachó su real cédula que dice así:
" E L R E Y . Consejo, justicia y regimiento, caballeros,
escuderos y hombres buenos de la ciudad de Mérida
de la provincia de Yucatán. Por cartas y otros pape-
les que se han visto en mi consejo real de las Indias,
he entendido la fidelidad y amor con que habéis acu-
dido á la ejecución de los arbitrios propuestos para la
armada de barlovento. Y porque podría ser que los gé-
neros que se aprueban no fuesen bastantes, respecto de
haber excluido algunos por gravosos; y contiene, en
su lugar imponer otros para la dicha armada, pues. su
formación y sustento es para mayor defensa y seguridad
vuestra y de vuestros tratos y comercios, os encargo
mucho veléis en buscar medios para que todo lo que
se quita á los indios se imponga en otros géneros me-
nos gravosos. Y esto lo platicaréis entre vosotros, y
lo resolveréis con mi gobernador y capitán general de
esa provincia, á quien escribo en esta razón. Y de
lo que en esto obráredes me daré por bien servido, y
lo tendré en la memoria para favoreceros y honraros
en las ocasiones que se ofrecieren. De Madrid á vein-
356 HISTORIA DE' YUCATAN.

te y cuatro de febrero de rail seiscientos treinta y o-


cho años.—Yo el rey.—Por mandado del rey nuestro
señor. D. Gabriel de Ocaña." Lo que en esta mate-
ria pasó después, se dice en el gobierno del marques
de Santo Floro.

CAPITULO OCTAVO.

Ocasión de las querellas contra el gobernador D. Juan


de Vargas en la real audiencia de México.

Para que con claridad se entienda la ocasión del graví-


simo pleito que á este caballero D. Juan de Vargas se le re-
creció al principio de su gobierno, cuyo tiempo se va refi-
riéndoles necesario recurrir á los tiempos antecedentes. Y á
se dijo cómo antiguamente los gobernadores nombraban
para diferentes partidos de esta tierra alcaldes mayores y
corregidores españoles con autoridad de justicia. Dijéronse
los daños que causaban á los indios y agravios que les ha-
cían, los cuales representados á la audiencia de México
libró real provision para que se extinguiesen estos ofi-
cios; pero por particulares intereses no lo ejecutaban los
gobernadores. Vino después de aquella provision Fran-
cisco Velazquez Gijon que los puso contra el tenor
de ella, y lo prosiguió su sucesor D. Guillen de las
Casas; por lo cual vino cédula real, dada en Badajoz,
en que reprendiendo el rey al gobernador por haber-
los puesto, le mandó totalmente quitarlos, la cual eje-
cutó como se le ordenaba, y se dijo en el libro sépti-
mo capítulo octavo. Viniendo después por gobernador
Antonio de Voz-Mediano, los volvió á nombrar en con-
travención de dichas provision y cédulas reales. Sabido
LIBRO DIEZ. 357

en la audiencia de México, se libró otra provisión, da­


da en veinte y uno de julio de mil quinientos ochenta
y ocho años, mas apretada para que cesasen aquellos
oficios, y por entonces se ejecutó. No bastó para que
su sucesor Alonso Ordoñez no los volviese á po­
ner, lo cual sabido por la audiencia libró otra
real provisión, dada en diez de junio de mil quinientos»
noventa y cinco años, con pena de mil ducados para
la real cámara, ordenándole que los quitase, como se di­
jo latamente en el libro séptimo capítulo quince.
Con tantas prohibiciones quedaron extinguidos aque­
llos jueces españoles en los pueblos de los indios, has­
ta que habiendo introducido en esta tierra el goberna­
dor D. Antonio de Figueroa el trato de criar grana los
indios (como se dijo en el tiempo de su gobierno) vol­
vieron á resucitar, aunque con diferente nombre, por­
que les daban los gobernadores título de jueces de gra­
na, y con él solicitaban las granjerias que antes con
el de corregidores y alcaldes mayores. Experimentóse
que los indios recibían los gravámenes que antiguamen­
te, de los cuales Francisco de Espinosa dio noticia al
rey nuestro señor, que Dios guarde, porque era defen­
sor de los indios, y S. M libró una cédula del tenor
siguiente:
"EL REY. D. Diego de C árdenas, caballero de
la orden de Santiago, gobernador y capitán general de
la provincia de Yucatán, ó á la persona á cuyo cargo
fuere su gobierno. Por parte de Francisco de Espino­
sa Bonifaz, protector y defensor de los naturales de esas
provincias, se me ha hecho relación que los jueces que
nombran mis gobernadores de esas provincias para di­
ferentes causas, algunos de ellos llevan comisiones de
jueces de agravios, y de vinos y grana; y en lugar de
evitar que no vendan vino á los indios, ellos mismos
lo hacen, y que tomen otros géneros por fuerza sin
haberlos menester. Y que para cobrar su procedido les
том. п. 46
358 HISTORIA DE YUCATAN.

hacen vejaciones y agravios, á que no se debe dar lu-


gar por estar tan cargados de tributos que así no tie-
nen ccn que poderlos pagar. Y suplicóme que para
remedio de cosa tan importante, os mandase no proveáis
ninguno de los dichos jueces, y en caso que convengan
sea con, muy gran causa, dándole expresa y particular
orden para que no vendan vino, ni otra cosa alguna
á los dichos indios, poniéndolo por cláusula de su co-
misión, so graves penas que se ejecuten irremisible-
mente en los que lo vendieren, cuando se les tome re-
sidencia de las tales comisiones. Y habiéndose visto en mi
consejo real de las Indias, lo he tenido por bien, y por
la presente os mando no pongáis ninguno de los dichos
jueces. Y cuando sea necesario nombrar alguno, sea por*
gran causa, poniendo por cláusula de su comisión ex-
presa y particular orden para que no venda vino ni o-
tra cosa alguna á los dichos indios con muy grandes pe-
nas, que las haréis ejecutar irremisiblemente en los que
lo vendieren, cuando se les tome residencia de las tales
comisiones; advirtiendo que esto ha de ser cargo de re-
sidencia. Y me avisaréis las personas que hubiesen fe-
cho este exceso, y cobraréis lo que hubieren llevado.
Fecha en Madrid á diez y siete de marzo de mil seis-
cientos veinte y siete años. Y O E L R E Y . Por man-
dado del rey nuestro señor. D. Fernando Ruiz de
Contreras."
Como esta cédula dejó abierto camino para decir que
era necesario poner jueces, perseveraron en la forma que
antes estaban puestos; pero como era aborrecido este
nombre, y temiendo de las prohibiciones referidas, veni-
do D. Juan de Vargas á esta tierra, dio á los agentes
de sus tratos y contratos, con los indios títulos de ca-
pitanes á guerra, quedándose en el mismo ser los daños
. de los indios, de que dándose noticia en la audiencia
de México, los señores de ella proveyeron un auto del
tenor que se sigue;
LIBRO DIEZ, 359

"En la ciudad de México á tres dias del mes de


agosto de mil seiscientos veinte y nueve años, los
señores presidente y oidores de la audiencia real de
la Nueva España, habiendo visto lo pedido por par-
te de don Diego García de Montalvo, vecino de la
ciudad de Mérida provincia de Yucatán, por lo que le
toca como encomendero de los pueblos de Tixkokob,
Hunucmá, Ixil y Pencuyut de la dicha provincia, y
por Melchor López de Haro, procurador general délos
indios de esta Nueva España, cerca de que se le des-
pache provisión de S. M. para que D. Juan de
Vargas caballero del hábito de Santiago, gobernador de
la dicha provincia, en conformidad de las cédulas de
S. M. y provisión real que han presentado en esta
real audiencia,quite los jueces de grana y agravios que tiene
nombrados en la dicha provincia, y de aquí adelante
no los nombre con ningún título, y lo demás que con-
tienen sus pedimentos. Dijeron que mandaban y man-
daron se despache provisión de S. M. para que el di-
cho gobernador guarde las cédulas de once de noviem-
bre de mil quinientos ochenta, y diez y siete de
marzo de mil seiscientos veinte y siete, y provisión de
la real audiencia de veinte y uno de julio de mil
quinientos ochenta y ochó. Y en cumplimiento
luego quite todos los dichos jueces de grana y
agravios que tuviere nombrados en la dicha provincia-
pena dé cuatro mil ducados de Castilla para cámara
de S. M., gastos de estrados y obras de las casas rea-
les por mitad. So la dicha pena de aquí adelante no
nómbrelos dichos jueces con ningún título ni color dé
capitanes á guerra ni otro. Y no lo cumpliendo como dicho
es, se da comisión á los jueces oficiales reales de: la di-
cha provincia, para que de los salarios que ha de ha-
ber el dicho gobernador, corridos y que corrieren, re-
tengan los dichos cuatro mil ducados, y los remitan'al
receptor general de penas de cámara de esta real au-
360 HISTORIA DE Y U C A T A N .

diencia con persona de satisfacción y confianza, y ra-


zón por qué los envian. Y asimismo se les da comi-
sión á los dichos jueces oficiales reales, para que
hagan notificar á los dichos jueces de grana y
agravios, nombrados ó que nombrare con cual-
quier título, no usen de los dichos oficios, pena de
mil ducados para la dicha real cámara y privación per-
petua de oficios de justicia y otros cualesquier, y de diez
años de destierro de las Indias. Y el dicho gober-
nador dentro de dos meses envié testimonio, y los di-
chos oficiales reales razón á esta real audiencia, del cum-
plimiento de lo proveído en este auto con apercibimiento
que no lo cumpliendo irá juez de esta corte á costa
del dicho gobernador á lo ejecutar. Y cualquier escri-
bano de gobernación público, ó real ó de minas ó re-
gistros, notifiquen la dicha real provisión, pena de qui-
nientos pesos para la dicha real cámara, y dos años
de suspensión de oficio. Y en su defecto se la no-
tifique cualquier notario eclesiástico ó español, con
testigos españoles. Y en las dichas penas y apercibimien-
tos no lo cumpliendo, como dicho es, se dan por con-
denados los dichos gobernadores y escribanos, sin otra
sentencia ni declaración alguna. Y los dichos oficiales
reales en razón de las cobranzas de las dichas conde-
naciones, hagan todas las diligencias necesarias* hasta
que su cobranza tenga cumplido efecto. Para lo cual
se les da comisión cuan bastante de derecho se requie-
re y es necesario. Lo cual se guarde sin embargo de
suplicación y de la calidad. Y así lo proveyeron y man-
daron. Ante mí, Diego de Rivera."
Para el cumplimiento de este auto se libró
real provisión á veinte y dos del mismo mes de
agosto, insertando las cédulas y provisiones referidas,
y en ésta se expresa la relación que D. Diego Garcia
de Montalvo hizo, y los demás pedimentos y ale-
gatos, excesos que cometían los jueces, y nombres
LIBRO DIEZ. 361

de quiénes eran (que me pareció omitir, pues no es


necesario decirlos) mediante que se proveyó el au-
to que acabo de referir: habiéndosele notificado al
gobernador D. Juan de Vargas, no quiso quitar los jue-
ces como en ella se le mandaba, y los continuó como
si tal provisión no se hubiera librado, diciendo que su-
plicaba de ella, y que habia de informar al rey la ne-
cesidad que habia de aquellos capitanes, que no los lla-
maba jueces. Y que en el ínterin que el rey y su real
consejo de las Indias no los mandasen quitar, habian de
permanecer como los tenia puestos.
Después de esta notificación, el gobernador sobre querer
hacer una como visita de la caja real sin tener facultad
para ello, se disgustó con los oficiales reales y trató pú-
blicamente muy mal en su persona al uno. Debió de
cegarse de cólera, pues pudo y tuvo obligación de casti-
gar como juez si se le descomedió, y no maltratar co-
mo poderoso. Prendiólos á tesorero y contador, y sin
darles lugar á defensión alguna, con toda brevedad los
embarcó y remitió á España al real consejo de las Indias.
Dándose las materias unas á otras la mano contra
el gobernador, parecieron en el real acuerdo á catorce
de enero de mil seiscientos treinta años dos querellas
contra el gobernador D. Juan de Vargas. La una por
pedimento que presentó Melchor López de Haro en
nombre de Martin Jiménez de Palacios, diciendo: Que
habría un año, poco mas ó menos, que D. Juan de
Vargas, gobernador de Yucatán, en transcurso de es-
te tiempo, uso y administración de su oficio, habia he-
cho y cometido los excesos contenidos en un memorial
de capítulos que presentaba con aquella petición, va»
liéndose para ello de la mano poderosa de gobernador,
en daño general de las repúblicas, y menoscabo de los
naturales y vecinos de ellas, cuyos excesos pedian bre-
ve y eficaz remedio. Y no tendría el conveniente, si
no era nombrando uno de los señores oidores de aque-
362 HISTORIA DE YUCATÁN.

Ha real audiencia, que viniese á esta causa para la.ave-


riguación de los dichos capítulos, que de otra manera
rió se podrían verificar, ni el gobernador admitiría otro
juez que contra él se nombrase por la superioridad con
que usaba su oficio. Y que al real acuerdó, que repre-
sentaba á la majestad real, incumbía el amparo y pro-
tección de sus vasallos, y conservación de estras provin-
cias que estaban en evidente peligro de perderse. Del
memorial de Jos capítulos ofreció parte de prueba lue-
go en la audiencia, y afianzó de calumnia y salarios al
oidor y oficiales que viniesen á la averiguación. Dio-
so traslado fd fiscal real, que dijo por su pedimento.
Q,ue atento que los capítulos eran gravísimos y de no-
table perjuicio á la república, y que la parte del capi-
tulante afianzaba en todo lo necesario, que se lé
debía conceder lo que pedia. Por parte también de
Juan Ortíz de Eguiluz contador, y Juan de Zenóz te-
sorero, oficiales reales de Yucatán, se presentó un testimo-
mónió de ciertas cartas misivas, autorizado de escri-
bario, y una petición de querella contra el gobernador
representando los agravios que habian recibido, así en
lo que habia hecho con la caja real, como por haber-
íes quitado los oficios, puesto otro oficiales y hecho
rnal tratamiento en sus personas. Ofrecieron fianza en
lá forma acostumbrada, y dado traslado al fiscal pidió
que también debían ser oídos, y concederse lo que
pedían.
LIBRÓ DIEZ. 363

,., . , CAPITULO NOVENQ.

Viene el oidor don Iñigo de Arguello contra el gobernador,


que alegó causas para que no ejecutase la comisión/

Supo el gobernador en Mérida lo que contra él


se, había delatado en la real audiencia y pedido por
, el fiscal real, y habiéndose juntado cabildo á pnce de
marzo de aquel año de treinta^ propuso el gobernador
que determinaba enviar á la audiencia ,á su teniente
general á defender é informar algunas cosas tocantes
el bien universal de estas provincias, y que seria jus-
to, que el cabildo, como cabeza de ellas, lo solicitase
también, dando su poder al teniente, y habiéndolo pro-
puesto se salió del cabildo. La mayor parte! de
los capitulares vino en que se le diese el poder, y pa-
rece haber contradicho que se nombre juez particular
para la averiguación de los pedimentos, pero habíase ya
proveído por los señores de la audiencia (aunque hu-
bo dicha réplica del cabildo de Mérida á que respondió
el fiscal real) un auto en esta forma:
"En la ciudad de México á siete diás del mes dé fe-
brero de mil seiscientos treinta años, los señores presi-
. dente y oidores de la audiencia real de la Nueva-Es-
paña, habiendo visto este proceso y autos que entré par-
tes, de la una Juan Ortiz de Eguiluz y Juan dé Ze-
noz jueces oficiales de la real hacienda de Yucatán', y
de la otra D. Juan de Vargas caballero de Santiago,
gobernador de la dicha provincia, sobre la querella qué
de él dieron en el real acuerdo por decir que el susodi-
cho sacó la real caja de la parte donde solia estar, les
pidió las llaves de ella, le echó un candado: finalmen-
te , la rompió, los puso presos y nombró otros oficiales
en su lugar quitándoles sus oficios, y la gravísima inju-
ria que el dicho contador dice haberle hecho en su
persona. Y los capítulos que en el dicho real acuerdo
364 HISTORIA DE Y U C A T A N .

puso al dicho gobernador Martín Jiménez de Palacios


sobre los excesos que dice haber cometido, y lo demás
que es el pleito. Dijeron que mandaban y mandaron
se despache real provisión, cometida á uno de los oido-
res de esta real audiencia, el que S. E. nombrare, que
vaya á la dicha provincia de Yucatán á la averigua-
ción, punición y castigo, así de lo tocante á la dicha
querella dada por los dichos oficiales reales contra el
dicho gobernador, como de los capítulos puestos y afian-
zados por el dicho Martin Jiménez de Palacios, hacien-
do justicia en las culpas que hallare haber cometido los
unos y los otros, y restituyendo á la caja real cua-
lesquier dineros, plata ó otra cosa que haya salido de ella
contra cédulas y órdenes de S. M., ejecutando la dicha res-
titución de la real hacienda con efecto y sinembargo de
apelación. Y si juzgare que es justo soltar á los dichos ofi-
ciales reales, y restituirles los dichos sus oficios, lo pueda
hacer sin embargo de apelación. Y en todo proceda con-
forme á derecho; y si fuere conveniente para la averi-
guación de las dichas causas, pueda prender y sacar
de las partes que le pareciere al gobernador ó otras
personas y oficiales reales. Y así lo pronunciaron y
firmaron &c."
Aunque el gobernador hacia las diligencias posibles
para que no se librase la provisión en este auto conte-
nida, y el cabildo de la ciudad de Mérida lo repugna-
ba, no bastó á impedir su ejecución; y así se dio co-
misión para lo referido al licenciado D. Iñigo de Argue-
llo Carvajal, caballero de la orden de Calatrava y oi-
dor de aquella real audiencia, con real provisión dada
en México á siete de abril de niil seiscientos treinta
años, en conformidad del auto referido.
Mientras este caballero se avió para venir á Yuca-
tan, llegó á la ciudad de Mérida una real cédula da-
da en Madrid á veinte y cuatro de diciembre del a-
ño antecedente de veinte y nueve, en que el rey nuestro
LIBRO DIEZ. 365

señor, que Dios guarde, escribió á la ciudad de Méricla


y su cabildo cómo la Majestad Divina habia tenido por
bien de darle príncipe heredero para esta monarquía,
naciendo á los diez y siete de octubre antecedente el se-
renísimo príncipe D. Baltazar Carlos. En esta cédula
aunque por el exterior decia así: "Por el rey. A l a
ciudad de Mérida de Yucatán: en lo interior repite el
honorífico título que cuando S. M. nació se le dio,, y
dice: " E L R E Y . Consejo, justicia y regimiento de la
muy noble ciudad de Mérida de Yucatán, &e." Abrió-
se en cabildo á veinte y cuatro de mayo del año (co-
mo se va refiriendo) de treinta, y publicóse, siendo el
alegría de todos como tan feliz nueva ocasionaba, y allí
se determinó que en señal del regocijo común y parti-
cular se hiciesen todas las fiestas publicas que en esta
tierra fuese posible, y así se ejecutó.
En esta vida mortal todo es una continua sucesión
de placeres y pesares, y así á los regocijos referidos su-
cedió á la ciudad la mayor turbación que los es-
pañoles han tenido después que la poblaron.
Llegó á Campeche por los últimos de julio de aquel
año el oidor D. Iñigo de Arguello, que venia á la eje-
cución de su comisión; y habiendo desembarcado en
aquella villa, por carta misiva dio noticia al cabildo
de la ciudad de Mérida de su venida. Abrióse esta
carta á tres de agosto, estando presente el gobernador,
y se acordó que se le respondiese dándole la bienveni-
da, y se señalaron personas del cabildo que le saliesen
á recibir en nombre suyo, y le viniesen acompañando
con la asistencia que suele á personas de semejante
calidad, que cierto en esto son ostentativos y gastan con
magnificencia. Llegado el oidor D. Iñigo de Arguello,
presentó á catorce del mismo mes de agosto la real
provisión Bartolomé Rodríguez Torquemada, escribano
real receptor de la audiencia de México, y las demás
comisiones, por mandado del oidor, al cabildo de la ciu-
TOM, ii. 47
366 HISTORIA DÉ YUCATÁN.

dad de Mérida, asistiendo en él el gobernado? D. Juan


de Vargas.
Todos la obedecieron con la reverencia debida, y
dijeron que se guardase y cumpliese, como S. M. man-
daba, aunque cuatro de los regidores dijeron que el
cumplimiento fuese sin perjuicio del derecho de la ciu-
dad, y de los poderes que tenia dados el cabildo al te-
niente general y agentes suyos en México. El gober-
nador respondió que se afirmaba en la suplicación que
tenia interpuesta, y de nuevo, con la reverencia que á
tan alto y poderoso tribunal se debe, volvía á suplicar
de los autos, provisiones y comisiones que el oidor traía,
y uso y ejercicio de ellas para ante S. M. y señores
de su real consejo de las Indias. Pues conforme á las
leyes del reino, el enviar jueces pesquisidores ó de re-
sidencia y capítulos, como el oidor lo era, pertenecía
privativamente al rey y su real consejo de Indias, ma-
yormente contra los gobernadores y capitanes generales
proveídos por S. M., como él lo era, en cuyo favor se
libró cédula real para que la real audiencia no le sin-
dique ni residencie, sino fuere en caso tan grave que
notablemente padezca la justicia y gobierno. Y esta
calidad no se verificaba en los capítulos, que todos ve*
nian á reducirse á tratos y contratos, y el padecer la
justicia y gobierno habia de ser absoluta y generalmen-
te, como lo significan las palabras de la real cédula.
Demás de haber librado el rey otra en favor de D.
Diego de Santillan, gobernador que fué de estas pro-
vincias, el año pasado de mil y quinientos y setenta
y uno, en que mandó á la real audiencia de México
que sin embargo de las nuevas leyes, no envié jueces
de residencia, ni suspenda ni quite ios que fueren pro-
veídos por S. M., cuyo testimonio tenia enviado á pre-
sentar al real acuerdo, y requirió con él al oidor pi-
diendo su cumplimiento, y que se pusiese testimonio
de ella con su respuesta. Demás de que juntamente con
L I B R O DIEZ. 367

ser gobernador era también capitán general de estas


provincias, por título particular despachado por el con-
sejo real de las Indias y junta de guerra, con el cual
asimismo requirió al oidor. Y que algunas de las cau-
sas contenidas en su comisión tenian complicación con
el oficio y dignidad de capitán general y con sus efec-
tos, y tenia trabazón el castigo de los indios con las
cosas de su conservación en las materias do la milicia.
Q,ue hasta entonces la real audiencia, sin orden parti-
cular de S. M., no habia inquirido, sindicado ni ad-
mitido capítulos contra ningún gobernador de estas pro-
vincias que sea también capitán general, porque no lo
era el mariscal D. Carlos de Luna y Arellano cuando
despachó al oidor D. Pedro de Otalora.
Q,ue por los recaudos que se presentaron por su parte
en el real acuerdo, constaba de la calumnia evidente
que los capítulos y querellas de los oficiales reales con-
tenían, pues el principal de haberse alzado mas de vein-
te mil indios* y negado la obediencia á las dos majes-
tades divina y humana, quedó deshecho con la carta
de la ciudad y de los encomenderos principalmente
interesados, y con la información judical y certificación
del alcalde y contador de la real hacienda. Q,ue la
querella de Juan Ortiz de Eguiluz con el mismo pro-
ceso que se le hizo, y la querella de ambos oficiales
reales sobre sus despojos y prisiones, estaba todo re-
mitido con sus personas al rey en su real consejo de
las Indias. Y pendientes en mayor tribunal, no sepo-
dian disputar en otro juicio, porque se darían dos de-
terminaciones contrarias ó diversas. Q,ue vinien-
do, como venia el oidor, para el desagravio de
los oficiales reales, y por el favor de la causa públi-
ca que el capitulante pretendía defender, ya no po-
día tener efecto con la dicha remisión. Q,ue en la cau-
sa de los capítulos no podia resultar tanto favor á lo
público, como seria el daño que se causaría con tan-
368 HISTORIA DE YUCATAN.

t.o ruido, embarazo y carga para los indios, á quien


se pretendía desagraviar, demás de los gastos y costas.
Porque el oidor y sus ministros traían de salario ca-
da dia treinta y siete pesos y medio, que importaba en
un año catorce mil pesos, y los de los comisarios, in-
térpretes y alguaciles extraordinarios, y los que las par-
tes harían en sus defensas, instrumentos y derechos,
montan mas de otros tantos. Y si á S. M. se le re-
presentara que á la provincia de Yucatán, la mas po-
bre de las Indias, habia de costar tan gran suma una
querella de los oficiales reales y otra de Martin
Jiménez que no se sabia tuviese treinta reales de cau-
dal, era sin duda que lo remitiera todo á la resi-
dencia, de cuya naturaleza era, y en que estuvo par-
te del real acuerdo pues se votó en discordia.
Q,ue los indios serian los que peor lo pasasen, pues
su riqueza ó pobreza consistía solamente en el traba-
jo que ponen en sus sementeras. Y si dos meses de-
jasen de acudir á ellas, perecerían, y era'fuerza que la
mayor parte de ellos se hubiese de divertir de aquel
ejercicio con la venida á ver al oidor para informarle,
y después en asistir á sus comisarios en sus pueblos.
Y con el aliento que algunas personas les darían por
sus particulares fines y pasiones, todos dejarían sus se-
menteras y pueblos, y acudirían al oidor, como gente
novelera y fácil, y por el desagravio de un real perderían
treinta ó dejarían de ganar otros tantos, como es costumbre
suya. Demás del tiempo que se habia de ocupar en
las informaciones, que mucha parte se habia de hacer
con ellos. Y como quiera que eran casi todos acci-
dentes, venían á recaer sobre los indios hambrientos y
desnudos, con cuatro años de esterilidad y langosta que
al presente afligía con mucha fuerza sus milpas, y si
cesasen de matarla ocho ó quince clias quedarían aso-
ladas y destruidas, y vendría á sacarse daño de don-
de se pretendía remedio.
LIBRO DIEZ. 369

Demás que S. M. y su real consejo de las Indias


tenia el conocimiento de la conveniencia de hacer-jue-
ces, y libró su real cédula sobre ello de pedimento del
defensor de los naturales; y dejó libre el arbitrio del
gobernador de estas provincias, y no se le puede qui-
tar lo que S. M. le concedió, en cuyo real consejo tie-
ne dada cuenta de las causas y razones que le habían
movido para tener los jueces, y esperaba resolución
con brevedad. Y entre tanto no seria justo se tome
otra ninguna con riesgo de ser contraria ó diversa, ma-
yormente habiendo remitido al real acuerdo la copia de
esta carta, y no le habiendo respondido sobre ello. Y
porque lo demás que alegó alargará este capítulo, lo re-
feriré (con lo que fué sucediendo) en el siguiente.

CAPITULO DIEZ.

Prosigue el gobernador sus defensas-: peligro de la ciudad


por él. Publica el obispo un edicto en favor del oidor.

Prosiguió diciendo el gobernador en la respuesta de


la notificación. Que esta provincia tiene mas de tres-
cientas leguas de costa, y casi otros tantos pueblos con
tantos indios como se veia (lo que en esta parte ale-
gó me pareció mejor omitirlo) y que esta provincia se
conserva por el sumo respeto y reverencia que sé tie-
ne á los capitanes generales. Q,ue seria de gravísimos
inconvenientes que durante su oficio, los indios le viesen
inquirido y molestado con pleitos, y que se le atrevían
hombres de tan poca suerte como Martin Jiménez, y-
que se preguntase á los indios sobre causas del honor 4

y crédito de su capitán general, que si fuera posible,


370. HISTORIA DE YUCATÁN.

•durante su gobierno, había de ser tratado con mayor


reverencia que la ordinaria vara. Q,ue todas estas ra-
zones debieran mover á la real audiencia para no em-
viar al oidor, á quien pedia y suplicaba de su parte, y
de la del rey requería por el bien público y por su
derecho particular, no usase de la comisión de capítu-
los hasta que S. M. bien informado lo mandase en su
real consejo de las Indias. Q,ue entonces estaba pres-
to d darle al oidor todo el favor y ayuda necesaria,
e

y acudirle con prontísima obediencia, como siempre le


habia tenido, y tendría á las órdenes de S. M. y á los
justos mandatos de la real audiencia de México.
De lo contrario protestó todo los daños, intereses
y menoscabos que se le siguiesen y mereciesen así
en su derecho particular, como el bien y utilidad pú-
blica ppr el ejercicio de la comisión, y que no consen-
tía en las penas y salarios de ella, de que volvió á
suplicar para ante su majestad. Y que si todavía
el oidor quería usar de la ppmision, fuese con los dichos
protestos, y sin perjuicio de qualquier derecho que le
perteneciese, y con protestación de la nulidad y atenta-
do, y sin que en su oficio de capitán general, ni en
sus efectos, se intromitiese el oidor, pues no lo podia
hacer falta de jurisdicción. Por ser como era el gober-
nador inmediato en este ministerio al real consejo de
las Indias, y junta dP guerra. Y en lo tocante á las
querellas de los oficiales reales hizo la misma
suplicacipn para ante £>• M. y real consejo de las In-
dias, donde habia puesto las causas pendientes y re-
mitidas con las personas de los oficiales reales propie-
tarias. Protesta que pendiente esta remisión, no per-
judicasen los procedimientos que en ellas hiciese otro
cualquier juez ó tribunal, que sin embargo de la dicha
remisión no tuviese orden particular de S. M. para ha-
cerlo, y la nulidad de todo lo actuado y que se ac-
tuase, Y que no le parase perjuicio ninguna, ni cor-
LIBRO DIEZ. 371

riesen por su cuenta ningunos salarios ni costas, ni los


inconvenientes de darse en las dichas causas determi-
naciones contrarias ó diversas por el real consejo, en
virtud de la remisión, y del oidor por su comisión, pues
durante su gobierno, conforme á derecho y cédulas rea-
les con que tenia requerido, no podia ser reconvenido si-
no en el real consejo de las Indias. Y desde luego o-
puso la incompetencia de jurisdicción con todo lo demás
que le con venia. Y si todavía el oidor quisiese proce-
der adelante en el ejercicio de su comisión, fuese cofl
los dichos protestos y requerimientos, y requirió al es-
cribano que le habia notificado la real provisión lé die-
se testimonio de la comisión, y esta respuesta por du- 1

plicado, y lo firmó juntamente con los alcaldes ordina-


rios y regidores y procurador general. Después diré por
qué causa he puesto esta respuesta cort esta latitud;
que pudiera haber abreviádola mas.
Militaban por la parte contraria al gobernador ra-
zones al parecer eficaces y urgentes para que el oidor 1

procediese á la ejecución de su comisión, porqUe los da-


ños que proponia seguirse á los indios no parecían ta-
les; porque se decia que si sola la ocupación de las in-
formaciones era tan nociva á los indios, ¿cómo rto lo era
la Continua con los tratos y granjerias, que con tanto
dañó de ellos traia el gobernador y los jueces para sus
intereses'? Y que si estaban hambrientos y desnudos para
acudirá hacerse las informaciones, ¿cómo no le daba es-
to Cuidado para ocuparlos tddo el año con sus tratos y
contratos'? Qué de ver los indios se inquiría contra su
gobernador y capitán general, mientras estaba en el ofi-
cio, porque les hacia agravios, resultaba conociesen el
amor que el rey nuestro tiene á los indios, pues no
lo permitía como llegase S. M. á entenderlo, y la jus-
tificación con que quiere sean tratados sus vasallos
por los ministros que envia que los gobiernen, no
dejándolos tiempo alguno indefensos. Asuélese la
372 HISTORIA DE YUCATÁN.

provincia (decían muchos) en cuatro años que fal-


tan para la residencia. ¿Q,ué remedio tendrá después,
pudiendo ahora con facilidad prevenirle al daño futu-
ro, evitar el presente y resarcir el pasado?
No obstante lo alegado y protestado por el gober-
nador, comenzó el oidor á proceder en la ejecución
de su comisión contra él, sobre que hubo grandes al-
tercaciones, y llegó á punto de perderse la ciudad de
Mérida, y hubo de retirarse el oidor (para asegurar su
persona) á nuestro convento el principal, y consultar al
real acuerdo de México sobre lo que le iba sucediendo,
habiendo sobreseído en la prosecución de la causa.
Estando retirado en nuestro convento, publicó contra
él un bando el gobernador, que ocasionó al obispo á
interponer su autoridad viendo el peligro que amena-
zaba á la ciudad; y porque en un auto que pronunció
y publicó se da razón de lo que pasaba, y diligencia
que el obispo hizo para evitarle, le referiré á la letra,
el cual decia así.
"Nos el maestro D. Fr. Gonzalo de Salazar, por
la gracia de Dios y de la Santa Sede apostólica ro-
mana, obispo de estas provincias de Yucatán, Co*
zumel y Tabasco, del consejo de S. M. Hacemos
saber al cabildo, justicia y regimiento de esta muy
noble y muy leal ciudad de Mérida, y á todos
los demás vecinos, y moradores estantes y habi-
tantes en ella y en todo el distrito de este nuestro o-
bispado, de cualquier estado, calidad y condición que sean,
cómo hoy dia de la fecha de este nuestro edicto y
mandamiento, proveímos un auto del tenor siguiente.
E n la ciudad de Mérida de Yucatán en diez y siete
dias del mes de diciembre de mil seiscientos y treinta
años, su señoría ilustrísima el maestro D. Fr. Gonza-
lo de Salazar, obispo de estas provincias de Yucatán,
Cozumel y Tabasco del consejo de S. M., dijo: Q,ue
por cuanto por el mes de agosto pasado de este año
LIBRO. DIEZ, 373

entró en ella el .Sr, Li,c. D, Iñigode... Argüeljlp..Cjarva-:


:

jal, caballero del orden de ..Caj.atra.va, del cpnsejp.de S,


M, y su oidor en la real audiencia, déla . Nueva-Espar
ña, con provisiones reales, del Excmp. Sr.. .marques; ,de
Zerralvo, virey lugar-teniepte fiel rey nuestrp ,señor, gq-
bernador y capitán general de .estos reinos, y del real
acuerdo, de la dicha audiencia, para ¡la averiguación., pu-
nición y castigo de los capítulos,puestos,¡por Mqi-tin,>Jir
menez i Palacios, y querella dada por Jos oficiales, ^e^les
Juan Ortiz de Eguiluz y Juan de Zenpz en el dicho
real acuerdo contra D. Juan deV,árgas,, .caballero,,del
hábito de Santiago, gobernador, y capitán:general.de¡esr
tas provincias, como parec,e del testimonio, .que su se-
ñoría tiene de la dicha real proyision, y ,auto dereyisr
ta, en que sin embargo de lo alegado en, el real acuer-
do por parte del dicho gobernador, se mandó despachar
al dicho señor oidor, corno se hizo con efecto.; Y ha-
biéndose presentado dicha .provisión ante, el.cabildo^.jus-
ticia y regimiento de esta muy noble y, leal ciudad, la
obedeció como debia; y en su cumplimiento proveyó que
se guardase y cumpliese, como en ella se contenia.; Y , e l
señor oidor poocedió á la averiguación,de lo que por i :

ella S. M. le mandaba. Y estando entendiendo en ella,


por causas justas qué para ello tuvo, de que su señoría es,tá
enterado, sobreseyó en la prosecución,,y : consultó,.á,S? M, f

en su real acuerdo de la Nueva;España. Y deseando;en


cuanto es de su parte,el señor oidor excusar escándalos,,;al-
borotos, ¡tumultos y sediciones ¡en la república,,y¡ ¡.que
la paz pública, se conserve como cosa que tanto irqpqr-,
ta al servicio de Dios nuestro Señor,y.de.S.. M„. á que
: r

se debe atender, en primer lugar, como cosa- en, que


consiste el bien universal y la conservación *de, IQS in-
dios naturales, y vecinos españoles de estas provincias.
Habiendo con atención considerado, se tuvo por remedio,
preciso y necesario que el señor oidpr se pasase cpn 7

su audiencia al convento de S, Francisco de esta ciu-;

TOM. ii, 48
374 HISTORIA DE YUCATAN.

dad por no haber otro donde con tanta comodidad y se-


guridad pudiese estar. Después de lo cual su señoría
ha tenido noticia, y es público y notorio en esta ciu-
dad, que continuando el dicho gobernador en las inobe-
diencias y excesos que han obligado á lo susodicho, ha
doblado las postas de los soldados de guardia que tiene
en su casa, y ha hecho limpiar y prevenir la artillería,
y puéstole guardia y repartido á los soldados pólvora
y municiones, y otras diligencias y prevenciones tan
nuevas, que parece se enderezan á la perturbación de
la paz pública, en contravención de los reales mandatos,
y desautoridad de la real audiencia y del señor oidor,
que en su real nombre asiste á las dichas causas. Y
hoy dicho dia el dicho gobernador, olvidado de las obli-
gaciones que tienen los leales vasallos de S. M. de obe-
cer sus mandatos reales, mandó pregonar en la plaza
mayor de esta ciudad, y en otras partes, que el señor
oidor salga de ella dentro de seis días, y de ' toda la
provincia dentro de quince, y que ninguna persona le
obedezca, ni ante él pida su justicia, ni escribano nin-
guno haga autos, con graves penas que á los unos y á
A los otros impuso. Y porque semejante auto y pregón
es escandaloso, y se puede temer que por tener el di-
cho gobernador la ciudad en arma, querrá ponerlo en:
ejecución, atropellando los inconvenientes que se recre-
cen contra el servicio de Dios y de S. M., y perturba-
ción de la paz pública, y otras cosas que por justos
respetos no se expresan en este auto, de que ha dado
cuenta, y la va dando á S. M. Y porque en este ca-
so á su señoría toca por su oficio pastoral, y por órde-
nes que tiene del rey nuestro señor, su reparo y reme-
dio, una de las cuales es como se sigue:
E L R E Y . Reverendo in Christo padre obispo de Yu-
catán del mi consejo. Sabed que yo he proveído por
mi virey, gobernador y capitán general de esas provin-
cias al marques de Zerralvo. Y porque podría ser que
LIBRO DIEZ. 375

durante el tiempo que residiere en esas provincias, hu-


biese algunos alborotos y alteraciones, como han suce-
dido en tiempos pasados. O que el dicho mi virey qui-
siese proveer y remediar algunas cosas convenientes al
servicio de Dios y mió, quietud de esa tierra y con-
servación de los naturales de ella, y administración de
mi justicia. Y para que esto se pueda ejecutar por
los buenos medios que conviniere, sea necesaria vues-
tra autoridad, aprobación y medio. Os ruego y encar-
go que en las cosas que sucedieren de esta calidad, ó
otras que tocaren á mi servicio de que os diere noti-
cia el dicho mi virey, procuréis conformaros con él, y
ayudar y encaminar 'todo lo que os fuere posible los de-
signios que tuviere, de manera que mediante éstos ce-
sen los inconvenientes que de lo contrario podían su-
ceder. Y que lo que conviniere proveer para mi ser-
vicio, tenga buen efecto. Q,ue demás de que en hacer-
lo así cumpliréis con lo que sois obligado, y pertene-
ce á vuestro estado y profesión, me tendré de vos por
servido. De Madrid á doce de febrero de mil seiscien-
tos y veinte y seis años. Y O E L R E Y . Por man-
dado del rey nuestro señor. Pedro de Ledesma."
No puedo pasar adelante sin ponderar la Providen-
cia Divina, considerando que verdaderamente los cora-
zones de los reyes están en las manos de Dios, que
especialmente mueve sus consejos para el mayor bien
de sus vasallos, pues en esta ocasión se halló el obis-
po con esta cédula real, que no se sabe haya habido otra
semejante, como ni tampoco otra ocasión en esta tierra en
que se viesen principios de alguna señal de inobediencia,
fluctuando los moradores de ella con perplejidad, oyendo
por una parte los bandos de su capitán general y sus
mandatos, por otra las reales provisiones, y ministro
tan superior que las ejecutaba, apellidando ambos al
rey nuestro señor y su servicio. E l efecto que tuvo
la autoridad de esta cédula, y prosecución del edicto,
se dice en el capítulo siguiente,
376 HISTORIA DE YUCATAN.

!
CAPITULO ONCE

Sosiégase la ciudad con el edicto, y prosigue el oidor


. hmta la sentencia, reservando algunos casos, para t el
real acuerdo. , ;
. .

Habiendo insertado la cédula él obispo en su edic-


:

to, prosiguió inmediatamente diciendo: " Y para que los


dichos escándalos; daños é inconvenientes sé excusen,
y esta muy noble y leal ciudad y sus vecinos, y los
indios naturales de estás provincias, se conserven en la paz
publica y > universal, y no lleguen al miserable y des-
dichado estado que se prometen las acciones precipi-
tadas! del dicho gobernador, y el inicuo pregón de es-
te dia, que justamente merece nombre de tiranía. Su
señoría hace saber á todos los vasallos de S. M . , ca-
bildo,* justicia y regimiento, y demás vecinos estantes y
1

habitantes en esta dicha ciudad y su provincia, de cual-


quier estado, calidad y condición que sean, que la in-
tención y voluntad de S; M. es que los advierta de
;

que todos los que fueren contra los reales mandatos


despachados por su virey y audiencia real de la Nue-
va España, y en cualquiera rrianera directé ó indirec-
té impidieren su cumplimiento y ejecución, ó ayudaren
y dieren favor á los que la' impidieren ó trataren dé
impedirla, incurran en crimen dé lesa mágestad. Y de-
seando su señoría que no llegue caso tah terrible, y
en cuanto es de su parte previniéndolo, en la mejor
forma que haya lugar de derecho, y por lo que toca
á la obligación de su oficio y bien de las almas que
tiene á su cargo, y excusar pecados y escándalos, co-
mo cumpliendo con la real voluntad, y qUe el Sr. oidor
goce de la seguridad qué es justo tenga, y juntamente
sea obedecido como se debe por consejero de su ma-
jestad, y que con sus, ministros y audiencia asiste en
esta ciudad en su real nombre á los dichos efectos.
LIBRO DIEZ. 377

Mandaba y mandó al dicho gobernador D. Juan de Vár-


gar, y á su teniente general D. Gabriel de Prado, y
á los alcaldes ordinarios, regidores y demás ministros
de justicia, oficiales de guerra, y á jos denias vecinos
estantes y habitantes en esta ciudad deMérida y su provin-
cia, so pena de excomunión mayor lata? sententise una pro
trina canónica monitione prsemissa ipso fácto incurrenda,
y de mil ducados al dicho gobernador y á su tenien-
te, y á los alcaldes ordinarios y á los regidores y ofi-
ciales de república y guerra, y á los encomenderos de
indios de cada quinientos pesos. Y á los demás ve-
cinos, estantes y habitantes, y soldados cada cincuenta
pesos, aplicados para obras pias y santa cruzada por
mitad, que el dicho gobernador cese y no prosiga en
la intención y ejecución del dicho auto y pregón, y de-
nías escándalos qué con él y dichas acciones ha cau-
sado y causa. Y que el dicho teniente general y los di-
chos alcaldes ordinarios y regidores, y demás oficiales de
república y guerra, y los vecinos estantes y habitantes, y de-
más personas referidas, no obedezcan ni ejecuten lasórde-
dénes y mandatos del dicho gobernador que se encaminaren
y en cualquiera manera se dirigieren directo ó indirecté
á la ejecución del dicho auto y pregón, y á estorbar
ó impedir la prosecución de las dichas reales provisio-
nes y comisiones, y sus efectos. Y á invadir y que-
brantar el convento de S. Francisco donde asiste el
señor oidor, sus límites y cercas. Con apercibimiento
qué demás de las dichas penas reales en que incurri-
rán desde luego, los declara por incursos y condenados
en las dichas censuras y penas pecuniarias, sin otra
declaración ni notificación mas que por el mismo he-
cho sea visto haber incurrido en dichas penas, lo con-
trario haciendo, demás que se procederá á otras mayores,
como hubiere lugar de derecho. Y para que venga á noti-
cia de todos, y ninguno pueda pretender ignorancia, ni sea
engañado con falsos pregones, rumores y hablillas perjudi-
378 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

cíales que las personas inquietas y poco amigas de la paz


pública han sembrado y siembran en la república para per-
turbar y pervertir los buenos y leales vasallos de S. M.
Mandaba y mandó se despache mandamiento en for-
ma con insérsion de este auto, y se lea en la catedral
de esta ciudad y en las villas de españoles de este
distrito, y se fije en las puertas de las dichas iglesias,
y demás partes que convenga para su notoriedad. De
las cuales ninguna persona sea osado á romper ni qui-
tar los dichos autos, so las mismas penas de excomu-
nión mayor y pecuniaria, porque así conviene al ser-
vicio de Dios nuestro Señor y de S. M.. paz y conser-
vación de estas provincias. Y todos los testimonios
que de este auto y mandamiento se sacaren por cual-
quier escribano público ó real, ó notario, eclesiástico, ha-
gan la fé que su original. Y así lo proveyó, requirió,
amonestó, y mandó y firmó. Fr. Gundisalvus Episcopus
Jucatanensis. Ante mí. Gaspar Gallo, secretario. Por-
que mandamos á todas las personas aquí contenidas y
declaradas, guarden y cumplan el dicho auto de suso
incorporado en todo y por todo, según de la manera
que en él se declara, so las penas en él contenidas, en las
cuales desde luego damos por incursos y condenados á los
transgresores que en cualquiera manera fueren contra
su tenor y forma, en todo ó en parte directé ó indi-
recto porque así conviene al servicio de Dios nuestro
Señor y de su majestad, bien y conservación de
estas provincias y de la paz pública. En testimonio
de lo cual mandamos dar y dimos el presente firmado
de nuestra mano, y sellado con el sello mayor de
nuestro oficio, y refrendado del infrascrito nuestro
secretario, de la muy noble 'y muy leal ciudad
de Mérida en diez y siete dias del mes de di-
ciembre de mil seiscientos treinta años. Fr. Gundisal-
vus Eps. Jucatanensis. Por mandado de su señoría re-
verendísima mi señor. Gaspar Gallo, secretaria."
LtBRO DIEZ. 379

El día siguiente diez y ocho de diciembre, se pu-


blicó este edicto en la santa catedral de la ciudad de
Mérida, presentes ambos cabildos eclesiástico y secular,
y gran número ó los mas de los ciudadanos, y des-
pués en las villas y todos los pueblos de indios de es-
ta tierra, despachándole el provincial á todos los doctri-
neros, para que se hiciese notorio como se hizo. Sin duda
fué grande el efecto que obró, como iba acompañado con
la publicación de la real cédula que el obispo hizo notoria.
Resfrióse el ardor con que muchos atendían al goberna-
dor por capitán general, y él también como cristiano tengo
por cierto temió las censuras eclesiásticas, y como ca-
ballero tan noble y de grandes obligaciones la nota
que podia yá incurrir de inobediente y rebelde á los
reales mandatos, y se redujo á saÜr de la ciudad de
Mérida, Con que ni el pregón que habia echado Hegó
á tener efecto, ni ejecución los inconvenientes que tan
ciertos se presumieron.
Con esto sustanció el oidor las causas de sus comi-
siones, y á veinte de febrero del año siguiente de mil
seiscientos treinta y uno, pronunció sentencia difinitiva
contra el gobernador D. Juan de Vargas, declarando
que Martin Jiménez Palacios capitulante habia probado
su intención y demanda en lo que probar le convino,
y que el gobernador no habia probado sus excep-
ciones y defensiones como probar le convino. De-
claróle por culpado en haber nombrado jueces
de grana y agravios en los pueblos de los in-
dios, en contravención de cédulas y provisiones reales
que lo prohibían, condenándole por ello en ocho mil
pesos de oro comün, aplicados cuatro mil á la cámara
de S. M. y dos mil á gastos de justicia, y dos mil
para los naturales de esta provincia, para que se gas-
tasen en sü Utilidad y provecho á disposición del real
acuerdo. Por las quejas que los indios dieron de los
daños, molestias y vejaciones que los jueces de grana
380 HISTORIA DE YUCATÁN.
\

y agravios les hacían, y los indios que por esta causa


se ausentaron á los montes y otras partes sin haber
corregido á los dichos jueces, antes prohibido á los indios
no fuesen con sus quejas contra los jueces ante sü defensor,
ordenándoles fuesen primero con ellas al mismo gobernador.
Y por lo que resultó del cuarto capítulo .contra él goberna-
dor, le condenó en privación de ofició por cuatro años, y en
veinte mil pesos de oro común. Los diez mil parala cámara
de S. M., dos mil para gastos de justicia, y ocho mil
para los indios naturales de estas provincias, á disposi-
ción del real acuerdo. En cuanto al quinto y último
capítulo, y lo en él deducido y probado en razón de
las inobediencias, pregón y cartas á él acumulado, que-
brantamiento de los autos en que se le mandó saliese
de la ciudad, y del de prisión y penas que para que
los guardase le fueron impuestas y notificadas, y reser-
va que el real acuerdo hizo para la definitiva de este
artículo, y la que el oidor hizo en él de la soltura,
y testimonio que tenia pedido; declaró al gobernador por
culpado. Y por lo demás que de los autos resultó, y por la
conservación de los naturales de estas provincias, paz y
quietud de los vasallos que las habitaban, y otras justas cau-
sas que dijo le movían, de que daría cuenta al real acuer-
do, que debía remitir y remitía la persona del goberna-
dor con el proceso al real acuerdo, para que proveyese
lo mas conveniente al real servicio. Y para su cum-
plimiento y ser llevado á la real cárcel de corte de
México, saliese de la ciudad dentro de tercero dia. Pa-
ra que fuese llevado al puerto de Campeche nombró
á D. Antonio Méndez Cancio, alcalde ordinario de la
ciudad, que le llevase, y condenóle en las costas de es-
to y lo demás necesario, y en sesenta días de salarios
suyos y ministros de su audiencia. Lo pedido por el
capitulante en orden á su persona, y pena por la ca-
lumnia que dijo haberle opuesto dé capitulante supues-
to, aunque declaró al gobernador por culpado, remitió
LIBRO . D I E Z . 381

la condenación al real acuardo, y el mismo dia se le


notificó esta sentencia; j \ ;•, * ¡.<"; ¡:}
,;

Luego procedió en la perteneciente á la querella de


los oficiales reales declarando: Que por haber él goV
bernador sacado la caja real de la casa del tesorer,o, y
4

pasádola a la del contador, pedídoles las llaves de ella,


y,¡ echádole un candado con tercera< 1 Jaye,. ¡ haberla,rom­
pido y, descerrajado, y el archivode los , papeles: realest
1

Y la gravísima injuria que.hizo al íContador en;su per­


sona, y prisiones.; en que los. tuvo .quitándoles ¡ sus ofi­
cios, nombrando otros en su lugar, y enviándolos < a los
reinos.de C astilla. Y el teniente D. Gabriel de .¡Prado
haber faltado á la obligación; de su oficio en :kv que le
tocó y debió hacer. Y Juan de. Collazos, que sin ser
graduado pronunció diferentes autos • como, asesor y a*
compañado del gobernador, y el auto con, que los. re­?
mitió á España, y por lo demás que de la causa re­
sultaba, los declaró por culpados en • dichas: acusacioneáj
y remitió, sus personas con el proceso al real acuerdo;
para que determinase j lo que fuese servido. Y ; para este
efecto fuesen sacados de Да • ciudad dentro.de segundó
dia, y llevados á la real cárcel de la­de México^ y, qué
el mismo alcalde ordinario que .estaba nombrado para
llevar á C ampeche al gobernador los llevase.! Y i los
condenó:en lo que importasen cincuenta dias de sus
salarios y de sus ministros, y en costas.
Д uno, de los jueces de grana y agravios, por los
que hizo á los indios de la Sierra estando puesto con
título de librarlos de ellos, le condenó en seis mil pe­
sos de oro común, tres mil para la; cámara áél. rey
y tres mil para los ¡ indios de la Sierra, donde Jiabia
residido. Y en seis años de servicio á S,< M;>';en las
islas Filipinas, en los casos y cosas que, le ordenase el
gobernador de ellas, á su costa y sin sueldo, que sé
habían de contar desde que se embarcase en el puerto
de Acapulco. Finalmente contra los demás procedió, con­
forme los halló culpados. том, n. 49
382 HISTORIA DE YUCATÁN.

CAPITULO DOCE.

El oidor lleva preso al gobernador qué murió en Méa'ico


en< la>prisión, y respuestas del rey á b sucedido,

Luego que pronunció el oidor las sentencias fefe*


ridas, procuró despacharse, y salió de la ciudad de Mé-
rida para la Nueva España por el mes de marzo, lle-
vando presos ai gobernador, al teniente general D. Ga-
briel de Prado y á Juan de Collazos. Llegados á la
ciudad de México, fueron* puestos en la real cárcel de ;

corte, < y prosiguiéndose el pleito, fué nuestro Señor ser-


;

vido diese al gobernador la enfermedad de que murió.


Viéndose gravado con ella, se dispuso á morir como cris-
tiano, ¡y habiendo hecho su testamento por el mes de
noviembre de aquel año de treinta y uno, después á
diez de él hizo un codicilo pidiendo perdón al obispó
y religiosos de esta provincia, por estas palabras: " Y
pido humildemente á todos los caballeros y vecinos de
la dicha ciudad de Puerto-Rico, y de la provincia de
Yucatán donde he sido gobernador y capitán general,
me perdonen por la sangre de mi Redentor Jesucristo.
Y asimismo al Sr. obispo D. Fr. Gonzalo de Salazar
que lo es de la dicha provincia, y á los muy reve-
rendos padres de la orden del seráfico padre S. Fran-
cisco, como fio de su valor y prendas lo haráir. Final-
mente, murió este caballero en la real cárcel de corte
de la ciudad de México, pendiente su pleito, cuyas con-
denaciones no sé en qué pararon, porque en esta tier-
ra no hay escritos en que pueda haberlo visto, por cu-
ya causa no lo refiero, como ni lo que sucedió de re-
sulta en México contra el teniente general y Juan de
Collazos.
Este desgraciado fin tuvo este caballero tan en los
principios de su gobierno. Fué persona de mucha ca-
LIBRO DIEZ. 383

ridad para con los pobres, á quien socorría con, sus


limosnas los sábados y pascuas, días que tenia dedicar-
dos para tan buen empleo, y continuamente á los hos-
pitales y conventos. Ofrecióse en el tiempo • que go-
bernó haber hambre en esta tierra, por haberse comido
los sembrados la langosta, y tuvo gran solicitud para
el bien de los pobres, no permitiendo hubiese revende-
dores del maiz, que es el trigo y sustento general en
esta tierra. En dos ocasiones llegó á su noticia que
algunos habian eomprádolo para revenderlo por precio
subido, obligando la falta que de ello había á comprar-
lo así. Fué personalmente, llevando en su compañía
dos regidores, un escribano y indios que lo cargasen, y
quebrantando las trojes, con cuenta y razón se llevó á
las casas reales. Mandó pregonar que todos los pobres
(y no otros) viniesen á comprarlo al precio justo, y en
su presencia se les repartió, y luego dio el valor pro-
cedido de ello á sus dueños, y una grave reprensión
y prevención de castigo para cualquiera que tal cosa
ejecutase tan en daño de la república. Otras muchas
ocasiones he visto como aquella, pero no he oidq de-
cir se haya hecho semejante diligencia para remedio de
los pobres.
Siempre que he oido tratar de este suceso, ha sido.
con diferentes opiniones, diciendo unos que en el real
consejo de las Indias no se sintió bien de la venida del
oidor á esta tierra, y otros que sí. Pero las cédulas
de S. M. con noticia de lo sucedido,; quitan toda duda.
Parece haber dado relación el oidor de todo lo, que le
sucedió, no solo al real acuerdo de México, sino tam-
bién al supremo consejo de las Indias, porque se des r

pacharon tres cédulas reales en un dia, una al virey


y audiencia, otra al cabildo de la ciudad de Mérida, y
otra para el gobernador. La de la real audiencia de-
cía así.
"El rey. Mi virey, presidente y oidores de mi au-
384 HISTORIA DE
;
YUCATÁN.

dieneia real d e la Nueva España. Por las cartas y


papeles 'que D. ¡Iñigo dé Arguello mi oidor de ella me
envió, se ha entendido él impedimento que D. Juan de
1

Vargas nü: gobernador' y capitán general de la provin-


cia dé Yucatán,' y el consejo, justicia y regimiento de
la ciudad dé Mérida le pusieron, en la ejecución de la
comisión que'le disteis para la averiguación de los ca-
pítulos apuestos por Martin Jiménez Palacios al dicho
'lili gobernador; y querellas de él que dieron los oficia-
les reales de mi hacienda de aquella provincia. Y habién-
dose visto >eri mi consejo real de las Indias, por cédu-
la de» oste-dia; les envió á mandar lo que veréis por
las copias de ellas, que se os remiten en esta. Y os
mandó deis las ordénes que convengan para remedio
!

dé los excesos que allí se cometen., y buen gobierno


de aquella provincia. Y si procediendo conforme á de-
recho, órdeháredes al dicho gobernador que salga de ella,
nombraréis vos el mi viréy en su lugar persona de ca-
pa y espada dé toda satisfacción y experimentada en
las cosas de mar y guerra, para que gobierne en el
ínterin qüe< estuviere ausente ó suspendido del dicho
gobierno . Y én caso que cuando recibáis esta le hayáis
1

nombrado, si no fuere de las calidades referidas, revo-


caréis y nombraréis otro en su lugar que lo tenga, hasta
tanto qué vaya de éste corte con título mió. Y el que
así gobernare en el ínterin, no ha de poder enco-
1

mendar á persona' alguna las encomiendas que en


su* tiempo vacaren en aquellas provincias, porque esta
és mi voluntad, y mando Vengan á pedirlas á dicho
mi consejo, donde sé proveerán en las personas que
fuere justo y por bien tuviere. Fecha en Madrid á diez y
nueve dé mayo de mil seiscientos treinta y un años,
&c." La cédula que en esta se dice vino á la ciudad,
fué del tenor siguiente.
" E L R E Y . Consejo, justicia y regimiento de la ciu-
dad de Mérida de la provincia de Yucatán. Por las
LIBRO DIEZ. 385

cartas, y otros papeles, que se han visto en mi conse-


jo real de las Indias, se ha entendido no obedecéis
las provisiones que en mi nombre os en Via mi real
audiencia de México, antes las impedís y estorbáis su
ejecución, y por esto en gran deservicio mió. Os man-
do las obedezcáis, ejecutando, y haciendo ejecutar las
órdenes y mandatos de la dicha mi audiencia, sin dar
lugar á impedimente ó dilación alguna, que ért ello me
serviréis. De Madrid á 19 de mayo de mil seiscientos
treinta y un años, &c." La que vino al gobernador
dice de esta suerte.
" E L R E Y . Don Juan de Vargas. Por las car-
tas y otros papeles que se han visto en mi consejo
real de las Indias, se ha entendido que con provisión
de mi real audiencia de México fué á esa ciudad D.
Iñigo de Arguello mi oidor de ella á la averiguación
de los capítulos que os puso en aquella audiencia Mar-
tin Jiménez Palacios; y querellas que dieron de vos los
oficiales de mi real hacienda de esa provincia, que no
le obedeciste. L o cual se ha extrañado mucho, por
ser obligación vuestra cumplir las órdenes que ella
os diese, yendo como Van despachadas en mi nom-
bre. Y > porque á la buena administración de mi
justicia conviene se ejecute, como es justo, precisa y
puntualmente: os mando que así lo hagáis, estando ad-
vertido que de lo contrario mandaré que se hagan con
vos las demostraciones qUe convengan para remedio de
este exceso, castigando asimismo á los que con vos fue-
ren culpados en ello. De Madrid diez y nueve de ma-
yo, &c."
" La causa de la cédula que vino al cabildo de la
ciudad, debió de ser por la perplejidad que dije hu-
bo en dar todo favor al oidor en el tiempo de la eje-
cución, porque cuando las reales provisiones se presen-
taron fueron obedecidas, y respondido que se cumplie-
sen y ejecutasen como consta del mismo libro de cabildo.
386 HISTORIA DE YUCATÁN.

Los oficiales reales, Juan de Zenoz tesorero, y Juan


de Eguiluz contador, que estaban en España remitidos
al real consejo de las Indias por el gobernador, volvie-
ron en la flota que yo vine de España al año siguien-
te de seiscientos treinta y cuatro, restituidos en sus
oficios, precediendo para ello junta particular que su
majestad mandó formar de diferentes ministros, para que
viesen lo que el gobernador habia procesado contra
ellos, como consta de cédula real dada en Madrid á
primero de agosto de mil seiscientos treinta y tres
años. El mismo dia se libró otra, ó es la misma, en
cuanto á los excesos que se dice haber cometido los
dichos oficiales, la cual dice así, »
" E L R E Y . D. Gerónimo de Cuero, caballero de
la orden de Santiago, mi gobernador y capitán general
de la provincia de Yucatán, ó á la persona á cuyo
cargo fuere su gobierno. Habiéndose visto en una jun-
ta particular, que mandé formar de diferentes ministros,
las causas porque Juan Ortiz de Eguiluz contador de
mi real hacienda de esa provincia, y Juan de Zenoz
tesorero de ella, vinieron presos á esta corte: he resuelto
que los cargos que miran á algunos desacatos que el
gobernador D. Juan de Vargas les quiso impulsar, se
remitan á vos para que recibáis sus descargos. Y a-
sí os mando lo hagáis, y sustanciada la causa la en-
viéis á la junta, ó al mi consejo de las Indias, para
que visto en él, mande lo que fuere justicia. Fecha
en Madrid á primero de agosto de mil seiscientos trein-
ta y tres años. Y O E L R E Y . Por mandado del rey
nuestro Señor. D. Fernando Ruiz de Contreras." Los
oficiales reales permanecieron en sus oficios hasta que
pasaron de esta vida, si bien el tesorero acabó la suya
en la Veracruz volviendo de otro pleito porque le o-
bligó á ir á México preso D. Juan de Aguileta, tenien-
te general de D. Esteban de Azcárraga, gobernador de
esta tierra, por la cual prisión vino después cédula de
LIBRO DIEZ. 387

reprensión de su majestad, dada en Madrid á diez


de junio de mil seiscientos cuarenta y Ocho años, pero
cuando llegó yá eran muertos gobernador y tesorero. '
Prometí en el capítulo décimo decir la causa p'bf
qué referí latamente las excepciones y defensas que el
gobernador D. Juan de Vargas opuso al oidor í ) . I-
ñigo de Arguello contra la ejecución de la real prbvU
sion, y dígola ahora. Después de aquel suceso se ha
visto yá esta tierra próxima á venir otro oidor sobre
la misma materia, y se decia (no lo afirmo, porque
no supe con certidumbre la verdad de lo que pasa-
ba y seria hablillas de vulgo) que el gobernador, que
era entonces, ó había' dado orden,' ó- tenia intención de
ciarla, como capitán general de estas provincias, para
que si llegase algún oidor. de la real audiencia d é l a
Nueva España al puerto dé Campeche Con alguna co-
misión, no le dejasen desembarcar. No me puedo per-
suadir á que sea verdod tan temeraria resolución; pero
por si aCaso la grandeza de la dignidad de capitán ge-
neral moviere el ánimo al impulso de alguna resolución
no ajustada, se puede volver los ojos de la considera-
ción a que este caballero D. Juan de Vargas era capi-
tán general, con título real de S. M., qué Dios guarde,
rubricado de los señores del supremo consejo de las
Indias, y que lo alegó tan latamente, como se vio
en su defensa, declinando de la jurisdicción del oidor,
por decir era capitón general, y que corno tal no podia
conocer de sus causas sino el supremo consejo de las
Indias, y junta de guerra de él. Lo que de esto re-
sultó tan en daño del gobernador yá se ha dicho, pues
fué llevado preso á México, reservada la sentencia de
esta inobediencia para aquel real acuerdo; ¿y qué se sa,-
be la que dieran aquellos señores, si no hubiera muer-
to pendiente el litigio? Lo que S. M. sintió la oposición
que al oidor se hizo, y castigo con que amenazó á se-
mejante transgresión, también se ha visto por sus rea-
388 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

les cédulas, referidas a l a letra en este capítulo, las cua-


les, y tan plenaria y auténtica de este suceso, he dado
en él, para que los señores gobernadores con ella mi-
ren lo que les está á propósito para el , buen fin de
su gobierno, que las historias son un espejo claro que
por los casos sucedidos manifiestan los riesgos futuros,
y enseñan á prevenirlos cautelando no caer en ellos.

•OT

CAPITULO TRECE.

Trata de la materia del litigio, y última resolución real


en favor del alivio de los indios.

En el capítulo nono, tratando las razones que el


gobernador D. Juan de Vargas alegó para que el oidor
no procediese en la ejecución de la comisión que con-
tra él traia, por causa de la querella de capítulos que
contra él presentó Martin Jiménez Palacios, una fué
decir que tenia escrito al rey las conveniencias que ha-
bía para tener los dichos jueces ó capitanes que ha-
bía en diversos distritos de esta tierra, de que espera-
ba resolución en breve. Aunque por acá no he halla-
do cuáles fuesen las causas, se manifiestan en una cé-
dula real, dada en Madrid á cuatro de febrero de mil
seiscientos y treinta y un años, que parece ser respues-
ta de lo que el gobernador habia escrito á S. M., que
-insertando en esta la que se despachó á D. Diego de
Cárdenas, y queda referida á la letra en el capítulo
octavo, hablando ahora con D. Juan de Vargas, prosi-
gue diciendo.
" Y en capítulo de carta que me escribistes en vein-
te y dos de marzo de mil seiscientos y treinta, decis
LIBBOr'DIEZ. 389

que en cumplimiento de dicha cédula habéis hecho las


diligencias necesarias, y halláis que de. ningún modo
se pueden excusar los jueces que hay, por ser tierrarinuy
dilatada y de grandes poblaciones, y mucho número de
indios que confinan con los :ta,-itzaes, lacándones y otros
barbaros, con quienes j pueden tener trato y comunicar
cion.. Y no habiendo jueces en sus confines, se puede
!

temer cualquier alzamiento qué intenten, y dan aviso


de todo lo- que se ofrece tocante á la milicia con mu-
cha brevedad : Con que los enemigos, que ordinariamen-
te andan en estas costas, no consiguen sus intentos, .y
1

los indios que de su natural son perezosos,! sino los obli-


gan los jueces á sembrar la grana y otras cosas, nb
se alentarán á hacerlo, ni aun lo: necesario para susten-
to. Y que supuesto que el número de los jueces es li-
mitado, y no se puede én ese: ¡gobierno ejecutar la mis-
ma regla que eh la Nueva España, que semejantes juz-
gados se agreguen á los alcaldes mayores,: por no ha-
berlos en esa:provincia, me Suplicáis se conserven los
que hay. Y habiéndose visto en mi consejo real de
las Indias, juntamente con lo que dijo y alegó mi fisr
cal en é l : he tenido por bien de dar la presente,; por
la cual os mando cumpláis precisa; y puntualmente la
cédula aquí inserta, y los jueces que en su conformidad
hubiéredes de nombrar, sean personas las mas benemé-
ritas y desinteresadas qué hay en esa provincia; y que no
tengan interés alguno con las justicias. Y para lo de
adelante me informaréis en la primera ocasión el núme-
ro de jueces que podrá ser bastante, y en qué partes
convendrá ponerlos. Fecha en Madrid, &c."
Cuan poca parte hayan sido los jueces én esta tier-
ra para obviar los daños que de parte de -los indios
pretendía cautelar, todos los que en esta tierra han vi-
vido podrán decirlo, y cuan ¡poco impedimento hayan
sido para los enemigos de fuera, ¡ especialmente estando
los mas en los territorios que se ve. Con todo, no pa-
TOM. íi, 00
390 HISTORIA DE YUCATAN.

rece haber impetrado cosa alguna de nuevo, pues se le


manda estar á'la orden dada en la cédula: que se li-
bró •!para el gobernador su antecesor. Si bien median-
té esta sobrecédula quedó revocada ••la- real provisión de
la audiencia de México, por lá cual totalmente; se ha-
bia prohibido poner los dichos jueces con ningún títu*-
ló que se les diese. Con la continuación de los jueces
(mediante el permiso de esta última cédula) se expe-
rimentó también de los excesos antecedentes, ¿y habien-
do dado la ciudad de Mérida noticia de ellos al capi-
tán Alonso Carrio de Valdez su procurador general, que
tenia despachado á la corte de S. M. para las causas
de esta provincia, los representó aL real consejo de las
Indias. Habiéndolos considerado aquellos señoresi con
el cristiano: y piadoso celo con que siempre han aten-
dido/no solo á su cristiandad sino también al mayor
alivio, bien y comodidades temporales de los indios, co-
mo manifiestan tantos y tan justificados órdenes (fuera
de los generales para todas las Indias) como para es-
ta tierra de Yucatán se han librado, de que van llenos
estos escritos, se dio cédula provisión real ejecutoriada
en Madrid á 19 deagosto de mil seiscientos y treinta y tres
años, á petición del dicho capitán Alonso Carrio de Valdez,
en que insertadas todas las cédulas y provisiones dadas en
razón de esto, y habiendo referido de nuevo los daños
que resultaban á los indios, luego dice:
"Suplicóme atento lo referido, fuese servido de man-
dar poner breve y eficaz remedio, quitando de todo,pun-
to los dichos jueces, mandando ejecutarlo dispuesto pol-
la dicha provisión de mi real audiencia de México en
veinte y dos de agosto de mil seiscientos y veinte y
nueve. Y habiéndose visto en mi consejo real de las
Indias, y lo que en esta: razón me informaron el¡ licen-
ciado Benito de Mena, ¡relator de la dicha mi audien-
cia de México, que por particular comisión mia tomó
residencia á D. Diego de Cárdenas del tiempo que go-
LIBRO DIEZ. 391

bernó la ¡dicha' provincia dé Yucatán, y el cabildo écle-


siásticb de lá iglesia catedral de ella, ért cumplimiento
:

de' cédula mía; he tenido' por bien de dar la presente.


;

Por lá< cual revoco la* dicha cédula de'diez y siete de


marzo dé mil seiscientos y veinte y siete años, y so-
brecédula de febrero de seiscientos y treinta y uno,
en que mandé se quitasen los jueces de grana, en cuan-
to á lo que por ella se ordena que los gobernadores no
proveyesen ninguno de los dichos jueces, y cuando fue-
:

se necesario nombrar alguno, fuese con muy grande cau-


sa. Y porque mi voluntad es que de todo punto se
;

quiten los dichos jueces, y sé guárdela provisión que


la dicha mi- real audiencia de México dio en veinte y dos
de agosto de mil seiscientos y veinte y nueve, que va
;

aquí inserta. Mando á mi gobernador y capitán gene-


ral de la dicha provincia de Yucatán, y á todos mis
jueces y justicias de ella,cumplan y ejecuten todo lo
contenido en la- dicha provisión, sin ir ni contravenir
contra su tenor y forma en manera alguna, pues de lo
contrario de mas de darme por deservido, haré se pro-
ceda contra los transgresores con las penas y como
s e hace con los inobedientes á mis reales man-
;

datos. Fecho en Madrid á primero de agosto d©< mil


;

seiscientos treinta y tres años. Y O E L R E Y í Por


1;

mandato • del rey nuestro señor. D. Fernando Ruiz de


Contreras." ; . -
Esta cédula tan favorable para los indios, aunque
la trajo eí capitán Alonso Garrió de Valdezal año si-
guiente de treinta y; cuatro; no se publicó luego ni en
el tiempo'que vivió D. Gerónimo de Quero, que go-
bernaba entonces. Si fué por temor de lo que haría
notificándose; ó otra la causa, no lo puedo afirmar. Lo
que< vimos todos fué que pasando de esta presente vi-
da el dicho gobernador al año siguiente de treinta y chico,
antes de acabar el tiempo de su gobierno, y siendo alcaldes
ordinarios de la ciudad de Mérida el mismo capitán Alón-
392 HISTORIA. DE YUCATÁN.

so Carrío•'. de Valdez, ¡que la trajo, y el 0a pitan Alon-


so. Magaña Padilla, la presentó en cabildo el procu-
rador general de la ciudad de, Mérida.;á viente y cuatro
de abril del dicho año, de treinta y cinco, habiendo
muerte el gobernador, á diez de marzo antecedente.
Obedecióse y mandóse guardar como en ella se con-
1

tiene, y en esta conformidad se pregonó en las partes


públicas de la ciudad, tocándose trompetas á ocho
del mayo siguiente. Despacháronse , mandamientos
por los •pueblos ,de indios de los términos y, jurisdic-
ción de la ciudad, trasuntados en su idioma, que publi-
caron y pregonaron con la cédula, juntos y congrega-
dos los indios de cada pueblo, para qué les constase la
voluntad de su majestad, y lo mucho que desea su
alivio y que sean bien tratados.
El consuelo que los indios tuvieron, y las alegrías que
hicieron con la publicación de esta cédula, fueron como
si el rey nuestro señor, que Dios guarde, con su real be-
nignidad y clemencia los hubiera sacado de un duro
cautiverio, y aun entre los españoles no fué pequeña el
alegría. Duró solamente hasta el mes de junio siguien-
te, que Vino gobernador interino proveído por el virey
de la Nueva España que puso los jueces como hasta
entonces habían estado, no obstante la publicación tan
reciente y solemne de la cédula;, y aun aumentó los tra-
tos y contratos con los indios mas que sus antecesores,
y así han permenecido. Murió después cierto goberna-
dor, cuyos jueces habían hecho (según se decía públi-
camente), exurbitantos agravios á los indios, de que. los
alcaldes que entraron en el gobierno hicieron gravísi-
mas informaciones probándolos, y las remitieron al real
consejo dé las Indias. Llegó gobernador interino, y uno
de los dos alcaldes que las habían hecho, fué el super-
intendente de todos los jueces que el nuevo goberna-
dor puso, y por cuya mano corrieron todas sus agen-
cias y tratos, que fueron los mas excesivos y gravosos
LIBRO DIEZ. 393

para los indios que se han visto en esta tierra, estan-


do entonces mas miserables y; desdichados que nunca.
Año de: seiscientos diez de, la fundación de Roma, ha-
biendo sido nombrados ¡cónsules Servilio Sulpicio Gal-
ba, y Lucio Aurelio Cotta, cada uno de ellos quería el
gobierno de España por lo mucho que en él interesaban.
No resolviéndose el senado en cuál de los dos iría á
;

gobernarla,, y preguntado Scipion qué le parecía sobre


el caso. Respondió que ni el uno ni el otro convenia
para-el gobierno. El uno (dijo) no tiene nada: al o-
tro nada, le basta. Teniendo por igual inconveniente la po-
breza y la avaricia. Porque la pobreza (dice el padre Juan
de Mariana en su historia ; de España refiriendo este
suceso) casi pone en necesidad de, hacer agravios. La
codicia trae consigo voluntad determinada de hacer mal.
Y así enviaron al pretor Popilio al gobierno de España,

• --—o ,

CAPITULO CATORCE.

Vida del xcncrabk padre Fr. Juan de Órbita, y algunos


>,.• ..casos (k ella maravillosos.

¡ E n la oración del oficio y misa de nuestro seráfi-


co padre S. Francisco, se dice por excelencia que por
sus méritos la Majestad Divina aumenta su iglesia ca-
tólica /con nuevos partos de espirituales hijos, que me-
diante, la observancia de nuestra apostólica regla, para
gloria suya, y honra nuestra, cada dia nos pone á la
vista. L a experiencia de esta verdad se nos manifies-
ta en la; virtud y , santidad del venerable padre Fr.
Juan de Órbita, con que nuestro Señor ha honrado es-
ta provincia de S. José de Yucatán, dándosele por hi
394 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

jo en nuestros tiempos, para que con tan grande ejem-


plar sigamos el camino de la perfección evangélica.
Fué el padre Fr. Juan de Órbita natural de tierra
de Arcila en España (no he hallado quien sepa los
nombres de sus padres,) y crióle desde su niñez en la
villa de Torrijos (reino de Toledo) un clérigo de santa
vida tio suyo. Así desde sus primeros años fué ejer-
citado en virtudes, como á quien tenia la Divina Ma-
jestad predeterminado para tan gran siervo suyo. Dio
desde entonces señales de ello con su compostura, ho-
nestidad, hablando siempre verdad, frecuente en los sa-
cramentos, continuo en sus devociones, ayunos y pe-
nitencias, trayendo un áspero cilicio de hierro con púas
á trechos, para mayor mortificación de su tierna
carne, y dando que admirar á los que le conochm,
y motivo de gracias á Dios nuestro Señor, que
es admirable en sus santos. Prevenido en la ni-
ñez con tanta fortaleza de la divina gracia, le lla-
mó el Señor á nuestra religión, antes que los engaños
del mundo pervirtiesen su inocencia, y recibió el hábi-
to en el convento de Esperanza la real de Ocaña, en la
santa provincia de Castilla. Desde luego se conoció su
virtud y ser su vocación guiada del Altísimo, porque
á los tiempos de la oración mental, que la religión tie-
ne asignada (y en especial á los novicios,) aumentó pa-
ra su espiritual ejercicio otro tanto. Las disciplinas tres
veces mas, la aspereza de cilicio con la mudanza del nue-
vo estado y crecimiento en la edad fué mayor, y así las de-
mas virtudes y mortificaciones con qne se veia mas imitable
en él, que necesario de espiritual enseñanza. Así des-
de novicio cobró opinión de santo entre los religiosos,
y habiendo profesado, con ser tan joven, que no tenia
mas edad que diez y ocho años, era estimado en la
provincia, llevando tras sí la atención de todos, advir-
tiéndole lo que hablaba y hacia, porque eli ello se ha-
llaba motivo de edificación y de dar gracias á la Ma-
LIBRO DIEZ. 395

jestad Divina. Dice el padre Fuensalida en la rela-


ción (que he dicho me dio escrita de la entrada que
los idos hicieron á los itzaes) que era tan hermoso de
rostro que la gente de Ocaña le llamaba el niño Je-
sús, y que (luego que profesó, el guardián le hizo li-
mosnero del convento, y con ser tan mancebo le en-
viaba á pedir limosna por los pueblos dé. la guardia-
níá; ¡en cuya expedición, como otro S. Diego, repartía
muchas limosnas á los pobres, y que Dios se lo au-
mentaba llevando al convento mas que otros limos-
neros habían llevado.
Habiendo yá tres años que era religioso, vivia
en el ¡convento de Ocaña, y solicitando el padre Fr.
Dionisio Guerrero, el año de mil seiscientes y quince,
religiosos para esta provincia que ayudasen en la ad-
ministración de los naturales, el bendito padre Órbita,
movido en celo del bien d é l a s almas, pasó á ella en
compañía de otros grandes ministros que. en aquella
misión vinieron. Luego que llegó aprendió el idioma
de los indios, que supo con toda perfección, y se dio
á; la predicación evangélica con grande espíritu, movien-
do á.muchos á seguirle,: y edificando á todos; en es-
pecial después que fué ordenado de sacerdote, porque
aun era corista cuando entró en esta provincia. Ocu-
pado en este santo ejercicio estuvo hasta el, año de
seiscientos diez y ochó, en que con el padre Fr. Bar-
tolomé de Fuensalida entró á los itzaes deseando con-
vertirlos á nuestra santa fé, como se dijo en el libro
nono, y no habiendo conseguido el fin de su de-
seo, se volvieron á la provincia á ocuparse en¡la manu-
tención de los yucatecos.
Aunque de aquel viaje sacó tan poco fruto, no des-
mayó su espíritu, y yá que a la parte oriental de los
itzaes salió su entrada en vano, hizo otra al occiden-
te por los montes y serranías de Champoton y Sahcab-
chen en busca de indios montaraces, que fugitivos de
306 HISTORIA DE YUCATÁN.

mucho tiempo, habian multiplicado en; número crecido,


Los mas ó todos eran infieles, muertos yá los primeros
que se huyeron de entre .los católicos después dé bau-
tizados, por vivir á la anchura y libertad de sus ape-
titos. Pasó el bendito padre en este viaje muchos tra-
bajos y aun peligros déla vida en lagunas y ciénegas
qué le llegaban á la cintura; y lo que los españoles
que iban con él apenas podían pasar en buenos caba-
llos, lo andaba á pié y descalzo; atravesando lagunas,
ríos muy crecidos y ciénegas pantanosas, sin verle nun-
ca mojado, con que creian que su ángel custodio le pa-
saba librándole de aquellos peligros. Su mantenimien-
to en este viaje por aquellos montes era maiz tostado,
y á veces las frutas silvestres que en ellos sé hallaban.
Dormía en aquellos campos sin ropa ni ;• albergue algu-
no, y con esto estaba mas sano, fuerte y robus-
to que los demás que Se sustentaban con mejores man-
tenimientos. Con estos trabajos y santo celo sacó mu-
chos indios de aquellos montes, á los cuales catequizó,
bautizó y pobló en Sahcabehen y Champoton. >
Vuelto de esta santa peregrinación, con su fervoroso espí-
ritu se ocupaba en la administración de los Santos Sa-
cramentos y predicación evangélica de estos naturales.Anda-
ba siempre á pié, cosa que es raro el español que en
esta tierra puede tolerar por ser tan calurosa y pedregosos
los caminos. Por esto entre los indios le llamaban Ahkiu
ximbal tiyoc, que es el sacerdote que anda ápié.'Como los
predicaba tan continuamente éon ferviente espíritu, y
conocían que los amaba tan de corazón no siéndoles
penoso en cosa alguna, le estimaban y reverenciaban,
llamándole santo. Sucediéronle cosas muy dignas de
memoria en el caminar á pié. Salió una vez de la
ciudad de Mérida para: la villa de Campeche (distan-
te como se ha dicho treinta y seis leguas) después de
algunos seglares que iban á ella. Alcanzólos en el
camino, y parcciéndoles que iba! fatigado, le convidaron
LIBRO DIEZ. 397

con Sus muías. Respondióles riéndose: Vamos, que no


voy 'cansado. C on esto dejándole atrás á su parecer,
prosiguieron su camino. De allí á dos dias encontraron
á otros españoles qué venían de Campeche, y en la conver­
sación que tuvieron' les dijeron cómo dejaban dos jor­
nadas hacia Mérida al santo Órbita, que así le llama­
ban todos. ¿C ómo puede quedar allá, replicaron los qué
venían para la ciudad, que ayer entró en Campeche, y
le hablamos nosotros; y allá queda? C uando llegaron ha­
llaron ser cierto así, y que el dia que salió de la ciu­
dad de Mérida, llegó á C ampeche. Muchas veces cami­
naba ocho y diez leguas, y después decía misa, y sin
desayunarse pasaba adelante, y C aminaba otras diez y
mas, llegando antes del medio día donde habia de co­
mer. Esto lo afirmaban muchos religiosos españoles y
indios, siendo común admiración de todos ver lo que
el bendito padre andaba con su manto puesto al hom­
bro, el breviario en la manga y un coco con vino para
poder decir misa en cualquier pueblo que llegaba, y para
esto llevaba su hostiario. L o ordinario los dias de fies­
ta era decirla en uno, y predicar á los indios, habién­
doles ya administrado los demás Sacramentos de que
necesitaban, y con el cáliz en la mano, y un indizue­
lo que le acompañaba, iba tres, cuatro y á veces seis
leguas á otro pueblo, donde decia segunda misa. Pre­
dicaba también á los indios de él, y les administraba
los demás Sacramentos; acabando siempre muy tem­
prano.
Salió en una ocasión de un pueblo para otro, distan­
te tres leguas, y á poco espacio le dijo al indio que
le acompañaba: Siéntate, hijo, que voy á una necesidad.
Apartóse del camino, entrándose un poco al monte, y
pareciéndolé al indio que tardaba mas tiempo del que
juzgó necesario, le dio gana de ir á ver qué hacia, ó
si se habia dormido. Fué con mucho tiento, porque
no le sintiese, y vio al siervo de Dios como si estuviera
том. íi. 51
398 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

de rodillas en tierra, las manos juntas, los ojos elevados


al cielo, y el cuerpo levantado de la tierra á su pare-
cer una vara. Causóle gran miedo al indio, ignorando
fuese beneficio divino tan crecido, y volvióse de presto
á su lugar donde le habia dejado. A poco rato como
se sentó á esperarle salió del monte, y le dijo: vamos,
hijo. Caminaron el tiempo en que se puede decir un
credo, cuando se hallaron en la cruz del otro pueblo don-
de iban. Así dice el padre Lizana en su devocionario
que se lo afirmó el mismo indio, y que era de mucha
razón, y que no sabia cómo hubiese 6Ído: solo referia
el suceso como se ha escrito. Y muchos indios certifi-
caban haber averiguado que á la hora que salió llegó al
otro pueblo «londe iba.
Siendo morador del convento de Maní, iba al pueblo
Zaan, que es sujeto y visita de aquella cabecera, para
decir misa en él. Habiendo salido al camino, amenazó
una gran tempestad, y alcanzándole algunos españoles y
indios, y entre éstos la mujer del cacique que iba á otro
pueblo con su gente en caballos, temiendo la tempestad
le dijeron: padre, sube en un caballo de estos, que es
grande la tempestad que amenaza. E l bendito varón se
lo agradeció, y les dijo que se fuesen con presteza por
el peligro, que él confiaba en Dios que le guardaría. Hi-
zo como que se detenia para que todos pasasen. Prosi-
guieron su camino, y el agua, truenos y rayos fueron de
suerte, que entendieron perecer todos en él, y sentían mu-
cho lo que podría haber sucedido al santo varón, y cuál
vendría. Llegaron al pueblo de Zaan, y con aquel cui-
dado preguntaron qué orden habría para ir á socorrerle.
Oyólo un indio sacristán, que les dijo: ¿qué os afligís?
Ahora llegó el padre y no viene mojado, ni aun el pié,
ni el indio que viene con él. ¿Qué decis, le dijo el ca-
cique? Y el sacristán respondió: si vas á la iglesia, ve-
rás que lo que digo es verdad. Fué el cacique con los
principales y españoles, y hallaron al siervo de nuestra
LIBRO DIEZ. 399

Señor rezando ante el altar, enjuto su hábito, y como


si no hubiera pasado tal temporal, con que alabaron á Dios
nuestro Señor, y lo publicaron por toda la tierra, tenién-
dolo por caso milagroso. Cosas prodigiosas le sucedieron
en los caminos que andaba, bien notorias á todos esta-
dos de personas, de que se pudiera escribir mucho: bas-
ten las referidas porque va creciendo este volumen, y
pasemos á otras cosas.

CAPITULO QUINCE.

De otras cosas milagrosas de este bendito religioso, y de


sus virtudes.

Siendo el bendito padre Fr. Juan de Órbita guardián


del convento de Zahcabchen, que es el último de esta
provincia en sus montañas al occidente, y donde ha-
bía muchos indios de los que se dijo en el capítulo
antecedente que redujo y bautizó; y vieron los de aquel
pueblo un dia como á las diez de la mañana tanto
fuego y resplandor sobre la iglesia y convento, que juz-
garon que se abrasaba. Acudieron con gran presteza
á socorrer el peligro del incendio, por ser todo cubier-
to de paja, y aun hasta las indias fueron temiéndolo.
Habiendo llegado, viendo que no ardia sino que de la
celda donde el santo estaba salía mucha luz. Acer-
cáronse, y viéronle levantado del suelo mas de tres va-
ras, los brazos abiertos en forma de cruz, su rostro ele-
vado al cielo, y que de él salia toda aquella claridad.
Viendo esta maravilla salieron fuera, y dijeron lo que
habían visto, y así todo el pueblo concurrió á verlo.
Aguardaron los indios lo que de aquello resultaba, y
400 HISTORIA DE Y U C A T A N .

después de mas de dos .horas •• volvió del ¡rapto y éx-


tasis, y la claridad que habia sido patente á todos ^ce-
só como á las doce y media del dia. Llegaron enton-
ces los indios • á hablarle, y díjoles: ¿Qué queréis, hijos?
Y ellos i respondieron que; venian á ver si. necesitaba
de ¡alguna cosa.- Agradecióselo,iy dijo que no, que se
fuesen con Dios. < Fuéronse,.; teniéndole desde entonces
mayor veneración como habian visto una .maravilla tan
grande.
Como yá le reverenciaban por santo, acudían á él en
sus aflicciones y desconsuelos. Tenia una india de aquel
pueblo un hijuelo de edad de dos años, que enferman-
do llegó al último peligro de la vida. Viéndole tan cer-
cano á la muerte, cogióle en sus brazos para llevarle
al santo varón que le dijese un evangelio, creyendo que
con esto sanaría su hijo. Llevándole fué, nuestro Se-
ñor servido que el niño muriese en los brazos de la
madre, con que fué mayor su aflicción, y comenzó á
llorar,, llegando de aquella suerte á la presencia del san-
to varón;. Preguntóle á la. afligida india, ¡¿qué tienes,hi-
ja,, que tan amargamente Horas? Dijo la india: Padre,
traíate mi hijo enfermo para que le dijeses un evange-
lio, y se me murió en la calle entre mis brazos. Mí-
rale; ya difunto,., y que no tengo otro, y le quería mu-
chq. Díjole: confia, hija,en el Señor,.que lo es.de la
vida, y puede darla á tu hijo, aunque dices que > es
muerto. ¿Tienes fé de esto que te digo?; Respondió la
india: sí, padre. Y^él la dijo: pues ponte de rodillas
en tierra y le diré un- evangelio; Hízoio así la india,
y habiéndole. dicho sobre el niño, al punto abrió; los ;

ojos, y no solo quedó vivo, pero del todo sano y mas


lindo que antes. Salió la india tan admirada- como con-
.tenta, y publicó el milagro comprobándole con la salud
repentina de su hijo, y todos los indios se admiraban,
aumentándose el respecto con que al bendito padre ¡ve-
neraban. Presénteseme a l a memoria, leyendo esto,el
LIBRO DIEZ. 401

coloquio de, Cristo; vida nuestra con Sta. Marta, cuando


resucitó á Lázaro, habiendo; permitida que fuesesepul-
tado,primero para manifestar mas su divina potencia y
ejercitar la fe de Marta. A s í ahora permitió la muer-
te de este niño, para que la madre ejercitase, la íe, la
maravilla! fuese mas grande, y la manifestación de cuan
acepto le era este su siervo, mas notoria.
. S i la conversión de un pecador es motivo de gozo
para los ángeles, conió dijo en el evangelio Cristo Se-
ñor , nuestro. Y la mayor maravilla es inmutar su áni-
mo, disponiéndole para que reciba las anuencias de la
Misericordia Divina, como , dijo S. Juan Crisóstorao;
muy, grandes las ocasionó el bendito padre Fr. Juan de
Órbita en el dicho pueblo de Zahcabchen. Para que
mejor se entienda, se debe notar que los indios que por
su desdicha en esta tierra están inficionadas con la ido-
latría, aunque los quemen no manifestarán sus ídolos,
ni dirán dónde les hacen oración y sacrificios, sino es
que otros los descubran, queriéndola Dios, para que tan
gravea mal se remedie* Habia en el puebla de Zaheabr
chen muchos indios idólatras, que recien convertidos
y bautizados yá adultos, no acababan de olvidar sus
antiguos errores. Como el bendito padre Órbita les
predicaba i tan continuamente, y experimentaban en él
una vida; de tan perfecta caridad de amor de Dios y
del¿ prójimo; movidos de la santidad de su ministró,
obrando en ellos la Divina Misericordia, se le descubrie-
ron voluntariamente, y manifestaron mas de treinta tem-
plos ,6, altares de ídolos que tenían en el mismo pueblo.
Guiándole adonde estaban, le entregaron los ídolos, y le a-
yudaron á quebrantarlos y deshacer los adoratorios. Pidie-
ron perdón de su culpa, y misericordia, reconciliándose
con la iglesia por medio de la absolución y saludable
penitencia. ¡ '.

Ñ o basta el cuidado qué se dijo en el libro cuar*


to que hay para que en enfermando algún indio se
402 HISTORIA DE YUCATAN.

de cuenta á su doctrinero, para que necesitando le ad-


ministre los Sacramentos., En el pueblo que los espa-
ñoles llaman la Seiba, enfermó un indio. Enviáronselo
á decir al bendito religioso, que estaba en el convento
de Champoton,* en ocasión que estaba con él un espa-
ñol, el cual hizo grande instancia para que le dejase
ir con él al pueblo donde estaba él enfermo. Salieron
los dos á la playa, y vieron venir una canoa que aca-
baba de salir del pueblo de la Seiba adonde habian
de ir. Volviéndose el santo religioso al español le di-
jo: en aquella canoa traen al indio á quien habia de
administrar los Santos Sacramentos: viene yá difunto,
y lo estaba cuando me vinieron á llamar. Llegaron des-
pués los indios con la canoa, y 'dijeron cómo trayendo
aquel á que le sacramentase, se les habia muerto en
el camino. Reprendiólos el santo varón con severidad
por la mentira que decían, y mandólos salir de la canoa.
Quedando solo, se levantó el cuerpo difunto, viéndolo
el español y los indios, y estuvo Confesando gran rato
con el bendito padre, y después volvió á descansar
en el Señor, como se puede entender, pues usó con él
esta misericordia. Después sepultaron el cuerpo difunto.
No soló presente, pero aun ausente, obraba nuestro
Señor maravillas por este su siervo. Pedro de Aviles,
persona principal de la ciudad de Mérida, era muy devoto
de este santo varón, y certificó que yendo á cierto empleo
á la ciudad de Cartagena en estos reinos le rogó que le en-
comendase á Dios, para que le diese buen viaje, y le libra-
se de los peligros de la mar y corsarios trayendole con bien
á'su casa. Respondióle: Vaya muy confiado en la mi-
sericordia divina, que yo espero én ella le sucederá prós-
peramente librándole de muchos peligros, y su hacien-
da de que lleva el empleo valdrá bien cuando llegue.
Fué el seglar muy consolado con lo que le dijo, y ex-
perimentó ser así, porque habiendo corrido tormenta no
perdieron cosa alguna, y llegaron á salvamento. Vendió
LIBRO DIEZ. 403

muy bien lo que llevaba, y dando vuelta á esta tierra


le siguió un pirata lo mas del viaje, y pareciéndole siena-
pre que yá les daba caza nunca los alcanzó. Certifi-
có también el Pedro dé Aviles que nunca se le-quitaba del
pensamiento el santo Órbita (que así llamaba) y que
parece que le veia. Con esto llegaron al puerto de Cam-
peche, siempre siguiéndoles el corsario, y dieron gracias á
Dios viéndose yá seguros en el puerto. Salió á tier-
ra, y apenas puso los pies en la playa cuando llegó
el padre Órbita á darle la bienvenida. Besóle el hom-
bre el hábito, y le dijo lo que le habia sucedido y que
le daba gracias por ello. Replicóle: al Señor-se den
que quede con V. merced. Y el hombre le dijo.: Y o
iré en desembarcando la ropa á ver á V. paternidad;
y así lo hizo. Llegó al convento, y preguntando por
el padre Órbita le dijeron : Señor, no está aquí; y á mas
de ocho meses que no ha venido é Campeche. El
dijo á los religiosos: Padres, yo le hablé en la playa
habrá tres horas ; pero los padres le dijeron que no ha-
bían visto al santo Órbita. Fuese el Pedro de Aviles
confuso á la villa, y preguntó si habían visto al santo
Órbita. No hubo quien le hubiese visto, pero sí quien
le dijese que quedaba en la tierra adentro mas de cuaren-
ta leguas de allí. Túvolo por milagro, y hallándose
después á su entierro, dice el padre Lizana que en su
presencia lo refirió, y que dijo que lo juraría, y que
daría toda su hacienda para que se hiciese averigua-
ción de ello y de otras muchas maravillas que habia oido
y visto. Era muy continuo en la oración, ocu-
pando en ella lo mas de la noche y á veces toda.
De dia solamente faltaba para cumplir lo que le man-
daba la obediencia, á que estuvo siempre prontísi-
mo, sin que dijese que no, ó que estaba cansado, ocu-
pado ó achacoso, á cosa alguna que se le mandase.
Parecia sobre las fuerzas humanas el perpetuo cilicio de
hierro que trajo pegado alas carnes, las rigorosas disciplinas,
404 HISTORIA DE YUCATAN.

abstinencia grande en córner y beber, pues nunca bebió c h e


colate ni «Usa alguna bebida (que son raros los que sin ellas
pueden pasar en estos reinos,)no desayunándose hasta la co-
mida del medio dia. Guando iba á decir misa á los pueblos
anexos ó visitas, la comida que le daban la repartía á los
indios del servicio de la iglesia y á los pobres que
se juntan en sabiendo que está allí religioso, y mien-
tras la comian estaba en la iglesia en oración. Pacien-
tísimo en los trabajos, conforme con la disposición di-
vina en las adversidades, que nunca se le oyó palabra
de queja 5 impaciencia. A todo decia: sea por amor
de Dios nuestro Señor. Con ser los calores de esta tier-
ra tan grandes, nunca se quitó el hábito, ni aun la ca-
pilla, para dormir, que es una de las grandes peniten-
cias y mortificaciones que un religioso puede hacer. Aun-
que de todos era muy estimado, sentía de sí Con humil-
dad profunda. Amó la pureza de la castidad en tan
superior grado, que murió virgen en el cuerpo y alma,
y su gran honestidad en acciones y palabras daban dé
ello claro testimonio. Fué pobre verdaderamente evan-
gélico, guardando la pureza de nuestra regla en este
artículo á la letra, cuya alteza de perfección tienen tan-
tas veces declarada los sumos pontífices.
Recien fundado el convento de la recolección, le
mandó la obediencia ser morador de él. Obedeció sin
replicar, aunque sentía le pusiesen allí por no tener
administración de indios, pareciéndole que entre ellos
servia á Dios aprovechando á sí y u ios prójimos, y en
la recolección solo trabajaría para sí. Habiendo obe-
decido, satisfizo nuestro Señor su buen deseo, porque
halló muchos pobres de los arrabales necesitados de
socorro espiritual, que allí recurrían. Muchos indios
naborios y de los pueblos que están en contorno de la ciu-
dad, como barrios arrabales de ella, que iban á gozar de su
santa doctrina, con que se consoló mucho, y trabajaba con
aquella gente en gran provecho de sus almas. Como
LIBRO DIEZ. 405

los ciudadanos tenían de él tan gran concepto, que siem­


pre que le nombraban era diciendo el santo Órbita,
les era de grandísimo consuelo tenerle en la ciudad de
Mérida. Todos recurrían á él en sus aflicciones, necesi­
dades, y á pedirle consejo en las dificultades que se
les ofrecían. C uando alguno le veia entrar por su casa
lo tenia por favor especial que Dios le hacia. Los en­
fermos á quien visitaba, decia un evangelio ó daba
su bendición, se juzgaban ya sanos: tantas eran las mer­
cedes que esperaban de la divina clemencia por los mé­
ritos de este bendito religioso.

•o

CAPITULO DIEZ Y SEIS.

De la muerte del santo padre Órbita y lo que en ella


sucedió, y de otros tres religiosos.

La Providencia Divina que dispone las cosas como


mas conviene, le sacó de esta presente vida al bendi­
to padre Fr. Juan de Órbita, cuando todos entendían go­
zar de él muchos años, por estar en lo mas florido de
los de su vida. Vieron esta luz evangélica apagada al
mundo, para que luciese en perpetua eternidad con mu­
chos grados de gloria, que piadosamente entendemos cor­
responden á los de sus grandes virtudes. Estaba con
tanta salud, que (como suele decirse) pedia darla á otros,
y esto fué una de las cosas que admiraron de su vida,
que en viajes tan trabajosos, con tan poco comer, me­
nos dormir, mucho trabajar, caminar siempre á pié, con­
tinuo y áspero cilicio y tan graves disciplinas y morti­
ficaciones, tenia siempre el rostro lleno, la salud ente­
ra, dispuesta para todo trabajo corporal, una boca de
. том. п. 52
HISTORIA DE YUCATÁN.

risa para¡• todos, una • alegría en su ¡aspecto' que Causaba


consuelo 4 los que: le veían,; muy benignos y • 'comunica-
ble á todos i: con que siertdo tan hermbso <;ele;caFa;¡ par
recia un ángel vestido con el hábito. de SrtFraífr
N . i B . '

Con tanta salud se hallaba, cuando; día dé muestro


glorioso padre Sto. Domingo amaneció con un dolor muy
vehemente. Dijo aquel dia: misa y no hizo? cama, con
que aunque el dolor le obligaba á quejarse; no: se enr
tendió era; el accidente peligroso. Pasó la noche de aquel
dia muy trabajosa, por ir arreciando el dolor, y amane-
ciendo el dia siguiente domingo, dia de nuestra Seño-
ra de las Nieves, se levantó y quiso decir misa. Sabia
el guardián lo que habla padecido aquella noche, y vien-
do cómo estaba no se la dejó decir, mandándole que la
oyese. Obedeció diciendo: "Bendito sea el Señor, que
solo este dia dejo de decir vmisá. "¿desdé\qué indignamen-
te soy sacerdote, estando con salud bastante para ello."
Apretado del dolor hubo de recogerse á: la cama; '.don-
de le socorrieron con algunos remedios; mas el bendito
varón solamente decia que le dolia, pero nunca señaló
dónde. Túvose por cierto; le había nuestro Señor revela-
do: su muerte; Apenas tuvieron notieia los .religiosos del
convento principal que: estaba así ' enfermo,, cuando: los
mas graves fueron á verle y visitarle.-> Pidió los Santos
Sacramentos, y Jiabiéndolos recibido: Con lá; devoción qué
se deja entender ide un varón tan apostólica;'seifuéiagrar
vando el'accidente, y como ;á las ocho de;ht noche, asis-
tiéndole los religiosos, lunes-5 de agosto,' ¡año: i de A&29,
dio el espíritu á¡ Su Creador: con gran sosiego,'¡quedan*-
dó los ojos elevados al cielo, donde sé. entiende pasó á
gozan la gloria ;de:ki'Transngurációiii¡ del::Señor;¡ que al
siguiente dia: .se: celebraba, y su rostro* que dé ¡«suyo ;era
hermoso, como se. ha dicho,,con tan agraciado .y lindo: as-
pecto/ que mas parecía; estar:extático; que; ¡difunto'..nv:i$
Acordándose los: religiosüsi rqiié^tt:lfrgiranr>noíi»íurso de
I.ILIJTO IMK7,. 407

géñté q^éiflwW-^li^^ntier^'.'tkil-iísanto padre *Fr; Pedro


¿3tftffc^'4id'<4¿s daba tugar para'sepultar *u> cuerpo,- de-
terminaron'enterrar á este bendito padre el dia siguien-
te, -'mientras los ciudadanos estuviesen'oyendo el sermón
que en la santa catedral aquel dia se predica. No fué
esto suficiente, porque luego que se dio clamor, se dijo:
el «Santo Órbita es muerto, y fué cosa admirable la gen-
te que se juntó á venerar el cuerpo difunto. Todos llegaban
S besarle los pies y manos, y en él tocaban sus rosa-
rios y=' pañuelos con lagrimas de devoción, llevándolo por
relíqúiási Hunos decían que habían perdido su padre, !

otrosyíique tbdo ¡ su -bien, otros que no merecía esta


1

tierra tener tal santo presente y por eso Dios le ha-


bía llevado para sí, y los que^mas devoción y sentimien-
to! ¡mostraban,* eran los indios aclamándole santo.' , ;

f;í
Llegada'la hora de comenzar el oficio funeral, se vio
llena la iglesia de luces de cera que sus devotos habían
traído; que era para dar gracias á. ¡N. Señor. Sacaron
el cuerpo; por la portería al compás, y por la iglesia lé
f

llevaron á la capilla mayor donde se le cantó la misa.


Fué i tanta la gente principal de varones y mujeres, que
cargaren :spbre el féretro, quitándole unos el hábito a
pedatíiosy otros cortando los cabellos del cerquillo,; otros
la ¡palma; y > corona de rosas que como á virgen le ha--
;

bian puesto, qué tanta devoción fué causa de Confusión


grande^ Cortáronle* algunos dedos dé los pies y: manos,
{

dé'qfoe salió- mucha sangré (habiendo tantas horas que


era- difunto) y la recogieron con veneración; llevándola
pofr ireliqjíias'ú$> cuerpo santo. Para ponerle otro hábi-
to l e sentaron, y se trataban y doblaban todas sus co-
yunturas' como si estuviera vivo, y el aspecto tan ale-
gre que no parecia difunto. Este segundo hábito
l é " quitaron á pedazos como el primero, y vesti-
do yá con tercero le sacaron por : la iglesia; y entra- 1

ron'al convento pidiéndolo la devoción de la gente pa-


1

ra verlo- antes desdarle sepultura, y fué necesario todo


408 HISTORIA DE YJJCATAN.

cuidado para que no le quitasen aquel hábito. Que-


riendo yá quitarse á la devoción para darle sepultura,
sudó tanto el santo cuerpo, que llevaron algunos espa^
ñoles del sudor, y tan caliente que admiró á todos,.Los
seculares á voces decían: que suda el santo, no le enr
fierren tan presto, déjennosle gozar, pero los religiosos
con presteza le dieron sepultura. Los ciudadanos mas
graves y las señoras mas principales con sus lenzue-
los cogían tierra para echar sobre el santo cuerpo, y
todos los que podían hacían lo mismo, y sepultado sar
lian llorando de devoción y manifestando el sentimien-
to que tenían de que hubiese faltádoles tan santo . y
apostólico varón.
Afirma el padre Lizana que le certificaron algunas
personas que el dia que murió en Mérida este bendi-
to religioso viéronle en el pueblo de Izamal, que dista
catorce leguas de la ciudad, y que se publicaron muí-
chos milagros que había hecho viviendo, y se decían o-
tros muchos después de muerto, que los testificaban es-
pañoles, religiosos y indios, que por no haberlos averi-
riguado con toda certidumbre no los dio á la estampa.
Y á hoy no parece posible averiguarlos, porque los mas
de aquel tiempo con quien sucedieron, han muerto con
las muchas enfermedades y peste que en esta tierra se
han padecido. Sea Dios bendito por todo.
E l padre Fr. Bartolomé de Fuensalida en la rela-
ción que otras veces he dicho me dio escrita del via-
je que hicieron los dos á los gentiles itzaes, refiriendo
algunas cosas de este santo religioso, que yá quedan
escritas, dice estas palabras: " Y yo digo como quien
le vio y conoció, y comunicó tanto, pues fuimos com-
pañeros tanto tiempo, que todo lo que él vivió fué un
milagro prolongado, y milagrosa su vida, pues tengo
por cierto que en toda no cometió un tan solo peca-
do mortal. (Adviértase aquí que le confesó muchas
veses, y mucho tiempo.) El fué virgen, y no Solo de
LIBRO DIEZ. 409

obra, mas aun de pensamiento consentido. Era don de


castidad el que tenia recibido de la mano de Dios,
porque él roe decia que aunque viera las mujeres co-
mo quiera que fuera, no le daba mal pensamiento ni ima-
ginaba mal. Digo que me parece que puedo muy bien decir
lo que el maestro Alejandro de Ales dijo de su santo
discípulo S: Buenaventura. Q,ue no parecía que había
pecado Adán en este hombre. Así en el padre Órbita
tan observante de i la ley de. Dios y de sus santos man-
damientos, y de los de su santa iglesia, que nunca los
quebrantó. Y tan observante de nuestra regla que pro-
fesó, que la guardó tan á la letra y sin glosa, como di-
ce nuestro padre S. Francisco, que no se le vio aun en
Jas ceremonias faltar un punto." Estas son á la letra
las palabras del padre Fuensalida, con que da testimo-
nió de la santidad del padre Órbita, que por ser escri-
tas; mediante el precepto de obediencia, me pareció re-
ferirlas. Murió este siervo del Señor siendo de treinta
y seis años de edad, habiendo vivido en la religión los
diez y ocho, y catorce en esta provincia, qUe debe dar
muchas gracias á la Divina Majestad por tantos tan
santos religiosos y padres de ella como le ha conce-
dido. ' ;
Por no desacomodar los capítulos antecedentes, here-
servado para este lugar dar razón «le tres religiosos dig-
nos de.memoria que pasaron de esta antes que el re-
ferido. El primero fué el venerable P. Fr. Francisco
de Gadea, hijo de la santa provincia de Castilla. Fué
de los muy antiguos predicadores apostólicos que vinie-
ron á esta siendo aún custodia, porque se dice le trajo
el padre Bienvenida en la primera misión el año de mil
quinientos y cincuenta y tres. Aprendió muy bien el
idioma de estos naturales, y trabajó mucho con ellos en
su:enseñanza. Fundó el convento de Tizimin y el de
íjioantun que tiene de las mas capaces iglesias de bó-
veda que hay en todos estos reinos. Habiendo estado
llISTtíRUU ПК-ТИОАТАЧ.

én ^Ыш^ фh^ Лíl^ nй\§mo^ ШЬtsl, •^ fa&^ • ¡a '.'Gliiter adelante de


:

los'reinos del ':Peru[ dónde» estuvo treitítavyp volvió, àiïïw­


catan' el a ñor de mît y ; seiscientos. ­, Fué сова digna" de
admiración que el т ь т о día que salió á tierra, predi­
có â losi indios comO] si no hubiera faltado uno solo,
^.bibo restante de su vida, aunque por ser ya viejo nó
podía trabajar,­pasó! dando muy buen ejemplo. Era
religioso¡kiqy.^observante y beloso de la honra de'Dios;
­у вasí^ cualquier ' defecto i por ¡pequeño 'que fuese, le nota*
­toa ynadvertia, con­í que íle ; tenían por de áspera con*
dicion:;¡si' bien' conocían qUe'lo causaba su büenCeloi
En­ suma; senectud se; recogió á la enfermería del con­
¡vento; de «Mérida,' y aun con todo' eso andaba y seítra­
taba ¡corno: mozo] pues dormía con su hábito y no • usa­
ba.; lienzói J l b l e g ó ' el; tiempo en. que liábia dé pasar
de; esta présente;>vida, y por su¡ pié­fué a. 'recibir el Via­
r

tica'del Santísimo Sacramento de la;'Eucaristía; y lue­


jgOïseifaêа la enfermería. Pidió que le trajesen el de; ht
rEktrema­uneion, ' y pareciêndole al enfermero que no;te­
f

nia ­necesidad,, por verse sin calentura ni accidente


nuevo, i loi dilataba.' E l venerable anciano l e decía que
<x>mo¡ no i leí traían el Santo Oleo. Respondióle el enfer­
mero: Padre, ¿qué tiene pues anda en pié? Y él le
drjo:!que'ímé­muero,­ eso tengo! Viendo qué­ el 'enfer­
mero­no le. creía; fuévá¡la presencia• del guardián; y
entrando i ­en el refectorio' donde ­estaba comiendo; con
la comunidad, le dijo: ­Padre guardián, déme • el Santo
Oleo, y mire que no me ¡prive.'de;esè 'bien.­; Respon­
dióle el guardián: yá vamos; padre, acuéstese y sé ' l e
dará. Fuese el Vble. viejo, y como estaba con su íhfe­
toito'.se­recostó en la cama, y así. recibió la Extrema­
unción. De allí á; breve rato! murió'sin achaque. cono>­
eido, mas que de'laTvejez/habiendo vivido ;inas de cieniat­
ñosi'con néaróai ¡Salud; que; decia< quebn su ¡vida;>tuvo
•arin'én dolor '• de cabeza. Murió! áiveinte) y einco ; íde' oc­
; ;

tubre de? mil! seiscientos veinte y 'cuatro años;;!'


1 11
LIBRO.; DIEZ; v¡

¡El' R;jJpádrei!Pr; Franciseof :de«i;T;Oíraiha £uéhna{$fa


ral de Madrid, y en la religión hijo de la santa .prjóg
vincia de Castilla. Vino á esta de Yucatán el año
de mil quinientos setenta y tres, en la misión que trajo
el santo obispo Landa. Fué gran maestro de la len-
gua de los indios, y como tal escribió sermonarios pa-
ra que se les predique todo el año. Tienen sus escri-
tos una excelencia, que con ser el lenguaje mas claro
que hay escrito, es elegantísimo, y así aprovechan mu- •
cho a los nuevos ministros, que con ellos se hacen grau>-
des lenguas..¡. Fué religioso ejemplar y inclinado á ser
maestro de novicios, y así crió muchos con gran re-
ligión y; virtud; Predicó, mucho á l o s ¡ españoles,; apor-
que era sugeto capaz para uno y otro.. Fué ..muchas
veces guardián, difinidor y custodio, y; agestas y;¡oíros mis
nisterios! acudió con. tantas puntualidad,, qué' le; tuvieran
por rígido (causa de que. no fuese.provincial.^ y ¡erain*
ícliáacion Íque. tenia a la -virtud;!¡Murió' en el oconveMo
de; ¡la ciudad de Mérida ácuatro i del ¡mes idennovienr-
bre )del año de i seiscientos veinte y cuatro/ eoñ; -gránt
des muestras de sier.vo.ndel Séñoiy habiendo vivido! se-
tenta y tres añds, 'los< cincuenta; y ochó en. la- religión,
-y ¡¡Cinciiérita' y dosren esta, provincia. Í ; > -¡inrn t •••¡-i¡;\'>:>]
/<: E l P. Fr. Antonio ¡de Viilalórt fué natural jde Villaí-
•lon en jel:eái¡npo de Calatrava de España, y recibió fmesr-
tro; sahtor hábito en la ¡santa¡provincia; ¡de -losl Angeles . 1

Con deseo de aprovechar las almas, pasó á laridef Ní>-


caraguay/donde trabajé segurar sü .posible../Be lálilipasó
á: esta ¡ de. .Yucatán ydonde;i por ser ¡ ya. 'viejo, no. supo i lá
lengua de loa ¡indios, pero aprovechó mucho con- sú buen
ejemplo; i Era religioso ' de; gran caridad;. y pobrísim'o
en su trato 'a lo¡ labrador, ¡y. pori>qíué ¡le trataseá) cdn
aspereza; se> i hacia ¡ tosco,, y ' decia: todo >; esto hé ¡mienesiter
yo para ser bueñó. Murió ü como í. un apóstol jenndl
cap vento; de Mérida;.á;> 30¡,de ¡eneró;, dé 1627oaños/;cón
•59yxáe»iEel$i»n -m la^jlndiap, yi .l6si;3S reníestanpros'anetí,
412 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

dejando á todos edificados con su mucha .virtudí y íreli-


gion. ~ • .
• •• :
., • :
-i ;i.¡r'
• •'' . . ' • • ' . > ' • • . . ' .

— O - • .)

C A P I T U L O DIEZ Y SIETE. i

Gobierno de D. Fernando Zenteno, y una gran reducción


que hizo de los indios en su tiempo.

Estando preso en México el gobernador D. Juan


de Vargas, pidió licencia para venir á ejercer su ofi>-
cio á Yucatán, pero por auto de vista se determinó en
la real audiencia que no habia lugar por entonces. Por
esta rasson envió el virey á este gobierno en ínterin á D.
Fernando Zenteno Maldonado. E l título y el de capitán
general le fueron dados en México á nueve de agosto de mil
seiscientos y treinta y un años, y los presentó en Cam-
peche á veinte y ocho de octubre, y en Mérida á diez
de noviembre de aquel año. Como el gobernador pro-
pietario murió en México, estuvo en este gobierno has-
ta 16 de agosto de 1633. Nombró por su teniente ge-
neral al licenciado Agustín Prolongo de Villanueva, que
usó su oficio desde veinte y cuatro de enero del año
de treinta y dos.
Habia precedido á la venida de este gobernador cor-
tísima cosecha de frutos de la tierra continuamente cua-
tro años, y así se padeció gravísima hambre, ocasiona-
;

da de innumerable langosta que hubo. Los indios obliga-


dos de la necesidad desampararon sus pueblos, yéndose á
otros donde no habia tanta falta, y los mas á los montes en
busca de raices y frutas silvestres. Muchos murieron en
ellos, y lo mas lastimoso sin Sacramentos, muchos por
los caminos se quedaban muertos por el hambre, y
LI&llO DIEZ. 418
todo era confusión, porque ios vivos nó > sé sábiar con
certidumbre dónde estaban. Con esté los tributos- dé
Su majestad y encomenderos tenían gran ¡menguaf y
finalmente; estuvo en término de perderse! >esia^ tierra^
como sucedió también'desde el año próximo* deícincuén-*
ta y uno hasta cincuenta y tres, por otra grande liáinH
bre que hubo; E n esto déla langosta sucedió: dna cosa;
milagrosa. Viendo el cabildo de la ciudad» qué dfli-:
géñcias humanas no bastaban para ¡extinguirla; "pidi&
; :

licencia• el • Sr. obispo don Fr. Gonzalo <de Salazar para¡


traer con- devota procesión la imagen 'del '«glorioso ssa
Juan Bautista á la santa catedral para; hacer una w
gativa . " Ejecutado como se intentó, fué Dios nuesfcro.Sé-!
;

ñor servido que la misma langosta se- levantó, de


1

tierra en tanta cantidad, que por donde; ¡¡"pasaba»


cómo si fuera un espesó nublado, ^cubría- laíluz*
del sol, V lo mas de ella se fué ,á la • mar
y <se ahogó, echando después la resaca tan; grandes mon-
;

tones á la playa, que admiró á- todos los que lo veian


y'óian. Por este beneficio y merced divina, el cabildo'
á treinta de julio d e l a ñ o de treinta y uno hizo de-
creté juramentado y ¡ votado de tener al ¡santo; pop pa-
trón'"' contra esta ' plaga, "> y • qUe el lunes siguiente i sé le
: 1

cantase una misa en' su capilla,'habiendo ido la ciudad


eñ procesión con toda solemnidad en nacimiento ¡de gra-
cias á nuestro Señor. Y por la misma causa el idia
dé'su festividad van ambos cabildos de la ciudad á su
ermita én 'procesión, y en ella se celebracon. la- so-
1 !

lemnidad' 'posible; predicándose las excelencias 'y • prero-¡


;

gativasdel gran precursor.


En la Confusión dicha halló D. Fernando Zenteno
! ;

esta tierra cuando vino á gobernarla, y habiendo reco-


nocido í buena -cosecha de maíz aquel año de treinta y
uno, trató de que se buscasen los indios,; reducirlos
sus pueblos y componerlos. Para esto entrando en ca-
bildo á veinte y dos de diciembre de, aquel año; sé di-
TOM. u, 53
414 HISTORIA DÉ YUCATÁN.

ce en el decreto: "Que-su señoría el Sr. D. Fernan-


do Zenténo ¡Maldonado propuso al dicho cabildo los da-
ños é inconvenientes que han redundado de haberse
despoblado de sus pueblos los indios tributarios, que han
estado de ordinario en ellos poblados, y conviene re-
mediar, i tan; gran, falta, como la que bay^y los daños que
para adelante, se promete. Y que muchos indios no se
sabe de su habitación, y otros que están poblados en
algunos ranchos, están sin doctrina, ni inaiz ni algodón
para; su sustento, ni pagar sus tributos, y que es nece-
sario tomar acuerdo, y sobre ello hacerse junta con el
reverendísimo Sr. obispo, padre provincial y comisario.
Para cuyo efecto su señoría se ha determinado á acudir
á lo sobredicho, por el bien común y general de los mis-
mos naturales y españoles,, dejando todas las cosas par-
ticulares, y tratar de esta materia por ser la mas, gra-
ve y de i importancia, así para el servicio de Dios nues-
tro Señor, como el de S. M. y ambas repúblicas. Pi-
de á este cabildo elija dos vocales de él, los que á su
señoría pareciere, para que por lo que le toca asistan
con su señoría el Sr. gobernador y personas de expe-
rieneia¿ para que se dé el asiento mas conveniente &c."
La causa porque en este decreto del cabildo se di-
ce que se dé cuenta al padre comisario/ fué porque el
R. padre Fr. Antonio de Tapia, difinidor actual de la
santa provincia del santo Evangelio y comisario delega-
;

do del muy R. padre Fr. Francisco de Apodaca, comi-


sario general de la Nueva, España, estaba visitando es-
ta provincia para celebrar en ella capítulo provincial.
Acabada la visita, se tuvo en. el convento de Mérida á
diez y siete de enero de mil seiscientos y treinta y dos
años, en que salió electo provincial con todos los votos
e l R . padre Fr. Luis de Vivar, hijo de la santa provin-
cia de Castilla. Fueron difinidores los reverendos padres
Fr. ¡Cristóbal de Rivera, Fr. Bernabé Pobre, Fr. Pedro
de Villa-Gómez y Fr. Fernando de Zetiirn. No se nom-
IJERO DIEZ. 41f>

bró custodio por estar en España el R. padre'Pr: Pe-


dro Henriqüez, que habia ido como custodio" para'¡ello
electo al capítulo general; que se celebró en Toledo el
año de mil seiscientos y treinta y tres. Hallo en¡ este
capítulo electo guardián del convento de S. José en Ta-
basco al padre Fr. Francisco Magalíoh. Celebró el R.
padre provincial su congregación en el convento de Ti-
:

cul á dos de agosto del año siguiente de treinta y tres,


por la tabla de la cual parece yá haberse dejado el con-
vento de Tabasco, porque los religiosos - que le habían
fundado enfermaron, muriendo algunos; y no pudiendo
convalescer los otros, sé trató con el gobernador detesta
provincia se volviesen• • á ella, y con su consentimiento
se ejecutó; En esta congregación, para la mejor adminis-
tración dé los indios, se hizo erección de las vicarías de
S. Martin obispo del pueblo de Zucopo, la de la Asunción
de nuestra Señora del de Bolonchen que llaman de Ti-
cul, y la de la Degollación de S. Juan Bautista del de
Bolonchen que á diferencia del antecedente llaman de
Cauich. " .-¡..¡u.
Asentadas yá las materias capitulares, se trató con 1

todas verás de la reducción de los indios, que tanto ne-


cesitaba está tierra. La multitud ausente era grande:
traerlos á sus pueblos sin prevenirles * maíz ¡ para qué
sé sustentasen algún tiempo después de llegados, mien-
tras asentaban sus casas, era poner el trabajo de juntar-
los á riesgo de perderlo, porque se habian de volver H
las partes de donde los llevasen én busca de sustento,
porque vienen misérrimos cuando les'sucede esta desdi-
cha. Habíase hecho junta general de las personas-)hias
experimentadas, seculares y eclesiásticas; para disponerlo,
1

y en ella se previno este inconveniente.': Juntáronse las


mayores cantidades de maiz que fué posible, y hasta
; :

nuestros conventos dieron gran parte de lo qué tenían pa-


ra su sustento, con que se hicieron depósitos ení todos
los territorios para socorrer de allí la ¡necesidad dé los
416 HISTORIA DE Y U C A T A N .

recién ¡llegados. También puso el gobernador- cantidades-


.aparte: pn todos los pueblos,.para que, se diese mante-
niirtientó á: los que pasasen remitidos á los pueblos de-
su» naturaleza. .-.Señaláronse,s para ministros; espirituales-
dé' aquella reducción ai padre D.:¡ Eugenio de Alcánta-
, ra,; beneficiado del partido de Hoetun, de. quien se ha.
tratado, en otra parte, y al padre. Fr, Lorenzo, de Loai-
,.sa,, religioso, de esta provincia;; y ambos sin controver-
sia, los mayores lenguas de estos: indios que habia en,
da: < ¡tierra. Esto-se ordenó para, que á los que se fue-
- sen? i hall ando les predicasen, y con la dulzura de la di-
urna, .palabra atrajesen sus voluntades á olvidar.los si-
t tiosi i donde ¡ estaban,, .fuesen; con mas afecto á sus pueblos,,
y i tuviesen ¡por. menos penoso ... reducirse otra vez á vi-
:

vir en la¡ policía pasada, y... doctrina cristiana, en .que


•habían/'sido criados,: esto de mas de Ja autoridad del.br,a-
Z0 real, quei se, interponía en ello. . Dispuesto todo, salió
personalmente.; el ¡mismo gobernador, Uevand© consigo; los
dos sacerdotes que se ha dicho, y determinando juntamente
hacer visita general de toda la tierra.
m-¡ Cuando¡la.prudencia dispone los medios^ consvenien-
tes¿ ¡se ve.;buen»;logroen la consecución de los fines Así
fué:¡en esta ocasión, que.en menos de caatro meses por
;la-diligencia, del .gobernador y doctrina denlos ministros
evangélicos, sey hallaron; todos los, pueblos de esta táer-
- ra , ¡con todos sus ímoradoíes á quien 4a hambre dejpvi-
1

ívos, y,que parecía' que tai dispersiont-de ellos no. ha-


:

bía sucedido.<, Desean los: ,indios de esta i tierra, eomo


casi!;cosaÍ connatural en eilos, vivir ent ios montes y apar-
atados* así de los,españoles como; de sus misistros doc-
trineros.;; En ¡ocasiones semejantes l^llan;/(epmo-; suele
decirse) la ¡ suya, los caciques y principales, ocultando á
Ílos maceguales; ó < indios ¡plebeyos, para servirse de, ellos-
en i•• sus:} labranzas, >á;, qme se sigue otro mai -mayor
: ( r

¡ que. los así ocupados • n i . lacuden á. la iglesia,*, ¡ doctrina


1

y Santos Sacramentos,, parte por la poca devocio»


LIBRO DIEZ. 4.1T

que en lo general tienen (como se ha dicho en ptra


/ocasión) y parte por los que ,de ellos se sirven., ppr-
que<w .se los quiten haciéndose, manifiestos., Para;que
por • esta causa no le ocultasen al gobernador indios
algunos,, á, todas las partes donde llegaba mandaba lue-
:

go, , levantar una horca, amenazando por pregón público


con aquel suplicio á cualquiera que le ocultase indios
ó indias forasteros, grandes ó pequeños. Fué de tan
grande efecto esta diligencia, que corriendo la voz,
cuando llegaba á cualquier parte, le tenían yá juntos
todos los forasteros, y los que eran de cada pueblo á
una parte. De allí los remitía adonde eran naturales,
y si tenían algún maíz ó otras álhajuelas, mandábase
que se las llevasen de pueblo en pueblo hasta el su-
yo. Donde había estado, fuese poblado ó ran-
cherías en los montes, mandaba quemar las casas por-
que si después quisiesen volver supiesen que no las te-
nian. En llegando á sus pueblos, los caciques,-daban
recibo de ellos, y luego de comunidad, trabajando ¡en
ellp; tqdo. el pueblo, se les ataban casas donde flora-
sen, y de los pósitos prevenidos se les daba maíz i pa-
ra su sustento con que pudieran perseverar hasta la
nueya cosecha. Fué tanto [el gentío que se redujo en
;

. esta ocasión, que solo al territorio de la , costa §e remi-


tieron diez y seis mil personas' tributarias, ¡sin los mu-
chachos y niñas, cuya memoria y de todos sus nom-
bres me dijo muchas veces el reverendo padre provincjaLFr.
Luis de Vivar le había enviado.el padre Fr. Lorenzo de
I^aisa,como ásupfelado, para quele constase del gran;efec-
to .que con esta salida se habia obrado. ¿Q,ué ¡núme-
ro seria según esto el que se despachó á los demás ter-
ritorios'? Sin duda, como he oído decir á todos, desde
que llegué á esta tierra (que fué dos años .después)
no se ha hecho mayor servicio á las dos ¡majestades
desde que se conquistó, ni acción de tanta i utilidad, pa-
ra cuantos la viven, porque otras que con semejante
418 HISTORIA DE •YUCATÁN.

ocasión después se han hecho, no han tenido el logro


que la presente, por no disponer los medios como'en
ella, aunque la tenían por ejemplar. Con todo esto fué
notado eáte gobernador de que asentados los indios au-
mentó el trato y contrato con ellos mas aun que el go-
bernador propietario que por ello fué llevado preso á
México, donde murió.

; o- •

CAPITULO DIEZ Y OCHO.

Una armada de enemigos entra en la villa de Campeche,


y lo que en esto sucedió.

Compuestas las cosas de lo interior de la tierra en


la forma que se ha dicho, por fin del mes de julio de
aquel año de treinta y dos parecieron á la vista de
Campeche seis urcas de corsarios enemigos, que con su
asistencia dieron algún cuidado. Dióse noticia al go-
bernador, que dejando en la ciudad todo buen recaudo^
y por su teniente de capitán general al capitán Andrés
Dorantes Magaña alcalde de primervoto, trató de socorrer
aquella villa. Asignó para esto la compañía del capitán A n -
drés Dorantes Solis, y compuso otra de setenta encomende-
ros de quien fué por cabo el capitán José de Argaiz
Cienfuegos, y con presteza llegaron á Campeche. Estu-
vo allí el gobernador algunos dias, y dejándalo fortifica-
do y dados los órdenes convenientes, se vino á la ciu-
dad de Mérida. Quedaron las dos compañías, que es-
tuvieron casi dos meses porque las urcas hasta princi-
piar los nortes anduvieron dando vista y aguardando
las'fragatas del comercio para él pillaje.
E l peligro que amenazó aquel año, se Vio ejecutado
LIBRO DIEZ. 419

al siguiente de treinta y tres. Viernes once de agosto


parecieron á la vista, de Campeche diez navios, los sie-
te de mediano porte, y los tres grandes, que se que-
daron muy afuera. Viéndolos desde Campeche, unos de-
cían que eran unas fragatas del puerto que andaban fue-
ra á quien se habrían juntado otras del trato, y otros,
que parecían naos de extranjeros. Ellos quitaron
la duda acercándose al puerto, tanto que pudie-
ron ser conocidos, y así estuvieron hasta la tarde, que
llegaron tan cerca que estaban casi á tiro de pie-
za, y así quedaron aquella noche. Sábado siguiente
al amanecer, dia de Sta. Clara, salieron á tierra mas
Ae . quinientos infantes de diversas naciones, holandeses,
ingleses, franceses y algunos portugueses que andaban al-
zados ; con los enemigos. Venia por cabo, y fué quien
los trajo como guia, Diego el mulato, corsario tan cono-
cido, criollo de la Habana donde fué bautizado. Salie-
ron por la parte de S. Román, que cae al. occidente de
Campeche. E l principal capitán de los enemigos era
aquel tan nombrado corsario, que tanto molestó las cos-
tas de estas provincias, y llamaron pié de palo. For-
mado su escuadrón, vinieron marchando para la villa,
y llegando á la, primera trinchera, que los de ella tenian
hecha para defensa, hallándola sin gente, la pasaron, y
marcharon con el mismo concierto militar á otra,
que estaba entre aquella y la villa. , Defendíala el :

capitán Domingo Galban Romero, y habia en ella


tres piezas .de artillería abocadas, á la parte, por
donde el escuadrón, venia, y cincuenta arcabuceros po-
cos mas. Llegó á tiro el enemigo, y á un mismo tiem-
po se correspondieron la opugnación y la defensa,: por-
que de la trinchera le dispararon las piezas gruesas y
arcabucería á. un tiempo, con que mataron: sobre vein-
te y cinco enemigos, y en esta rociada no se dice pe-
ligró alguno de los nuestros. Hizo alto el escuadrón,
y luego como que se retiraba, y fue por si salian , de la
HISTORIA" DÉ YUCATÁN.

trinchera donde conocidamente peligraban. Incauto él capi-


tán Gálban salió con la infantería en su seguimientOjy á po-
co trocho volvió el enemigo á hacer cafa, como vio tan po-
cos 'españoles qué le següiánjy de la primera rociada qué al-
calizo, hiatáron al capitán Galban y otros diez ó doCe' de sus
soldados. Si esta fué prudencia militar dígalo quién lo
entiende, pues no parece fuera pequeña gloria defen-
der Üá trinchera cincuenta españoles contra un escuadrón
dé «quinientos hombres. Con la falta del capitán y ex-
ceso tan shperíor del enemigo, luego comenzaron á re-
tirarse los que habían quedado hacia la plaza de la
villa,-' "qué lo érá también señalada de armas. Siguiólos
]

•el escuadrón, y pasando vio Diego él mulato al capi-


tán Galbart muerto, de que mostró gran sentimiento por-
;

que había sido su padrino cuando le bautizaron. ¿Quién


dijera, cuándo lé tuvo niño en la pila donde consiguió
Ja regeneración espiritual, que aquel hiño habia de ser
causa para que muriese dé lá suerte que se há dicho?
Secretos son dé la divina Pío videncia, que no alcanza^
riioS. Por lá parte dé la mar vehian las lanchas de
los foavíos haciendo escolta a su escuadrón. cómo hay
;

tan corta distahciá dé la lengua del agua á la callé por


donde véniá, que és sola la que hacen una hilada dé !

casas qué entre ella media. ' : anrvA


Reparaba la entrada de la plaza Otra trinchera, y
allí ocurrieron todos los campechanos, qué con forasteros
fio llegaban á trescientos hombres, y aquí fué donde sé
peleó'cdrt todas Verás, defendiéndola gran rato. Viendo
;

él enemigo la -fuerza Con que se le resistía, y que hó


ganaba baso; sacó un trozó del éscüádroh, y le envió á co-
ger i las otras entradas dé la plaza, 'quedando los' demás
én la bpügnaéion ide aquélla trinchera, fíiciérónld as!, por-
que loS d.é lá villa, ó hó lo advirtieron, ó sea ló que fuese
!

lá causa, con que' 'ganando aquél trozo del escuadrón


las otras entradas que estaban sin defensa, se hallaron
loa nuestros con los enemigos, que les habían cogido lases-
LIBRO DIEZ. *421

páldas. Conservaronse algún espacio; y habiendo yá 'muer-


to de los: d é l a villa elcapitán Juárt' de Pita/ que* era:

alcalde de segundo votó; y üii sobrino suyo llamado


Baniverde, el Capitán Pedro de- Mantilla/el capitán Pe-
1

dro Daza, el alférez. Hernando DiaZ; y» nias dé trein- ;

ta españoles, y salido herido de un balazo-'dé*- cadena


el capitán Domingo Rodrigüez'Calvo; » cayéndó muer- :

to tras aquellos otros seis españoles; y heridos, ya mu- 1

chos de los que restaban, ¡ aunque con gravé daño del


¡enemigo, comenzaron á desbarrarse los de Campeche,
y retirándose dejarbn>'la; plaza, quedando él enemigo
señor de ella. Tin fulano » Cornejo se 'estuVéeft la trin-
chera >de la plaza sin'•quererla desamparar hasta: que en
ella le mataron á arcabuzasos y con -los chuzos. Sa-
lidos de la plaza los de Campeche, ¡ los siguieron' los
enemigos hasta echarlos de la villa; ¿ylos nias se reti-
raron 4 nuestro convento de S. Francisco, que- está
; ;;

fuera de ella. ; Marchando á él los ' enemigos, Un indio


¡ 1

manifestó al capitán Losada, que era hombre grueso y


cansado de pelear se liabia escondido ¿letras de un ma-
torral. Sacáronle:de él, -y teniéndole priaiônero'/él'ca-
bo d é l o s holandeses ;no convino en que pasasen'al
convento,- pareciéndole, y bien, qué 'era'^ mucha
!

fortaleza, habiendo guarnición •('cómo l á hâbia) í ; : !

que le guardase, pues hablan visto retinarse a é l los :

españoles,, aunque el mulato Diego l e animaba'Cíñenos


prudente) que fuesen á él. ; Con esta resolución maridó
1

tocar á-i recoger ¡para volver á la villa, y •llévahdoál ca-


pitán Losada prisionero,'Como estaba cansado y era'hom-
bre tan grueso; no /podia ir'al paso f|ue'ellos querían,
y uno! le idisparó>una¡pist0la;«Con^ què'Ué ma tb; 'p'á'satídb
! : ; r i

todos Con iprestéza'!á juntarse» en la^plazas^'Hlc'?. -v > »n¡


i Como 'señores yá déla villa; hicieron ün¡ gran festejo, y 1

bebieron largamente del vino que éirlaS'bodég'âlsliâllarori,


con que los mas quedaron embriagados, ocaslbil'que si là
aten dieran los campechanos, pudieran qUédái* • pocos Vi-
TO-M, a, 54
422 HISTORIA ÜE Y U C A T Á N .

vos.,de los enemigos que volvieran á los navios. Estu-


vieron otros dos dias dando saco a l a villa, porque no
pudo ponerse la hacienda á buen recaudo, y habiendo
llevado prisioneros á los capitanes Juan Ortuño de Ola-
no, D. Iñigo de Figueroa y otros, con un clérigo lla-
mado Baltazar Ruiz, á quienes tenían en los navios,
trataron de pedir rescate por la villa. Para esto pidió
seguro, y habiéndosele dado, echó en tierra uno de los
prisioneros, que con un capitán suyo fuese donde esta-
ba retirado el alcalde primer voto, por quien corre la
milicia. Y á el capitán Domingo Rodríguez Calvo le ha-
bía aconsejado que aunque el enemigo allanase la villa,
si se pedia algún rescate por ella, ninguna cosa se le
diese, que él era el que mas perdia en ella, pero que
así con venia. Admitió el consejo, que dicen si lo hu-
biera hecho al principio en la disposición con que este
capitán prevenía la defensa de la villa, no hubiera si-
do el suceso tan desgraciado; pero con pasiones par-
ticulares que habia entre los vecinos/ se dice persua-
dieron al alcalde no siguiese el consejo, porque no se
atribuyese al otro la gloria de la defensa. Esta no se
consiguió, como se ha dicho, quedándoles el sentimien-
to de lo que perdieron. Q,ue convengan en uno aun los
irracionales de diversas especies, solicitando su conser-
vación y defensa, como muchas veces se ha visto; y ¿que
los hombres por particulares fines la pospongan? Llega-
do el capitán holandés á verse con el alcalde, preguntó
por los heridos, y ofreció que si no habia cirujano cien-
tífico, que le enviaría de su armada para que los cura-
se. Preguntáronle por los suyos, y dijo que yá esta-
ban curados, si bien se manifestaron después cuerpos di-
funtos sobreaguados que de los navios habían echado.
Trató del rescate de la villa, diciendo que la ha-
bia de allanar si no le daban cuarenta mil pesos, y se
le respondió que hiciese lo que pudiesp, que ni un real
se le habia de dar. Despidióse el capitán de los ene-
LIBRO DIEZ. 423

rñigos, viendo la resolución, y habiendo de volverse no


quiso ir con él el prisionero que trajo de los nuestros.
Dio la respuesta á los suyos, y sintieron grandemente,
y al parecer con razón, que no volviese el prisionero
que enviaron en fé de su palabra: decian no estar buen
caballero que no vuelve con la respuesta. Entonces se
ofreció de ir y volver el alférez Martin Hernández, y
le dieron licencia, que no fué pequeña confianza con lo
sucedido. Fué á ver al alcalde, y habiéndolo tratado,
se le dio la respuesta que antes, y volvió con ella á la
presencia de los enemigos, como lo habia prometido.
Viendo que de la villa no se les daba cosa alguna, aca-
baron de robar todo lo que hallaron, hasta el palo de
tinta que estaba en la playa. Llegó nueva de que iba
socorro de la ciudad de Mérida, que con todos se em-
barcaron y dispararon la artillería, dieron velas al vien-
to apartándose del puerto de Campeche, y llevando con-
sigo los prisioneros, á los cuales echó en tierra después
cuatro leguas de la villa. Mientras duró el combate, di-
cen que había buscado Diego el mulato con gran dili-
gencia al capitán Domingo Rodríguez Calvo, diciendo que
si le hallaba le habia de cortar las orejas y narices, y
no matarle, dejándole así en vengaza de una bofetada
que injustamente le habia dado estando en Campeche,
antes que se alzase y fuese con los enemigos. Peligro-
sa cosa es afrentar contra razón á cualquiera por ínfi-
mo que sea su estado.
424 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

CAPITULO: DIEZ Y NUEVE.

Gobierno .deD¡ -Gerónimo de Quero que murió en él, y


-¡•.¡¡(.¡••i- ¡ :
• -da:otros dos interinos.

Mientras cn-iCampeché sucedía la adversidad referi-


da, llegó al puerto de QÍlam D. Gerónimo de Q,uero,
caballero de ¡ la orden; de; Santiago, que venia' á gober-
nar estas provincias. Era gran soldado muy experto
eri la; milicia, y teniendo nueva en el puerto de lo que
en Campeche; pasaba, bajó con toda presteza á la ciu-
dad; de' Marida, y, aunque llegó, do quiso recibir la po-
sesión del. gobierno hasta tener segunda nueva de Cam-
peche. ; L a . que hubo fué del pillaje de la villa,, y que
se >había el: enemigo largado del puerto, y yá no se
veía. A-éste caballero lé fué hecha la merced de es-
;

te :• ¡gobierno; ¡¡en Madrid á veinte y;siete de¡ noviembre


!

de ¡mil'seiscientos y treinta y dos años, con adverten-


cia qué su teniente general no pudiese ser el del quin-.
qúénio antecedente hasta haber dado residencia; por-
que se ehtendia: lo era él dé D. Juan de Vargas, que
contradijo las. comisiones del oidor D. Iñigo de Argue-
llo, quei aún no: se,¡sabia en España la resulta de ello;
También hallé otra advertencia que en ningún título
1

de sus-antecesores hay puesta,ry fué decir: "Ni servi-


ros: ele los dichos indios, ni ocuparlos en ningunos mi-
nisterios de vuestro servicio, con apercibimiento que se
os hará cargo de ello en vuestra residencia, y seréis
castigado por ello con demostración &c." Esto debió
de orignarse de las quejas dadas contra su antecesor
D. Juan de Vargas. Recibió la pesesion de este gobier-
no en Mérida á diez y seis de agosto de aquel año de
treinta y tres, y luego comenzó a fortificar la ciudad,
y previniendo defensa á cualquiera invasión que inten-
tasen los enemigos. Procedió este caballero con mucha
rectitud en la administración de la justicia, sin ínteres
LIBRO DIEZ. 425

alguno en repartir á los beneméritos las encomiendas de


indios que vacaron en su tiempo. Dio en una ocasión
una muy buena, y agradecido el que la recibió, después
de dado el título le envió un presente que en otras se
tuviera por cortedad grande. Volviólo á remitir por la
mano que se le daba, diciendo que S. M. no le había
hecho mas que administrador que repartiese aquéllo,
y que así no podia con buena conciencia recibir cosa
alguna por ello, pues por razón de su oficio se halla-
ba'obligado á lo que hizo. Por segundos ruegos y gran-
des instancias de la persona beneficiada, recibió algo de
ello, que todo con no ser mucho no se pudo acabar con
'él que ¡ló recibiese. Con los indios fué benigno, y aun-
que tuvo algún trato y contrato con ellos, fué muy mo-
derado, y pagándoles el género en que se dédalos gra-
vaban á doblado precio que sus antecesores, y eso en
reales de plata, con que socorrían sus necesidades. Era
yá persona anciana, y gobernando de esta forma fué
nuestro Señor servido le diese la enfermedad de que
murió en Merida á diez de marzo de mil seiscientos y
treinta y cinco años; y habiendo recibido los Sacramen-
tos, y' dispuéstose como buen Cristiano, que aun Con ha-
ber procedido en el trato con los indios del modo re-
ferido, para mayor seguridad de su conciencia se dice
mandó en aquella hora hacer algunas restituciones. Cuán-
to importará á algunos haber hecho otro tanto, ló ha-
brán visto en la otra vida, porque en esta poco se per-
suaden; aunqne se les diga. Fué sepultado su cuerpo
en la santa catedral con sentimiento común de toda la
tierra, y recibieron en sí el gobierno los alcaldes ordi-
narios, que ¡eran Alonso Carrio de Valdés y Alonso
Magaña Padilla: gobernaron hasta el mes de junio si-
guiente que vino gobernador interinó. Fué teniente ge-
neral de esta gobernación el tiempo dicho, el bachiller
D. Alonso Osorio de Tapia recibido en' Mérida á vein-
te y tres de setiembre de el año de tríenla y tres
al uso y ejercicio de su oficio.
426 HISTORIA DE YUCATAN.

Sabida en México la vacante de este gobierno, el


Sr. vi rey de la Nueva España que aún era el mar-
ques de Zerralvo, envió segunda vez á D*. Fernando
Zenteno Maldonado, que fué recibido en Campeche á
veinte y tres de junio de aquel año de treinta y cinco,
y en el libro del cabildo de Mérida no hay escrito de su
recibimiento mas que un traslado del de Campeche.
Gobernó esta segunda vez hasta el marzo del año si-
guiente de treinta y seis, y tuvo por su teniente gene-
ral al licenciado D. Cristóbal de Aragón y Acedo. De
algunos disgustos que tuvo con los religiosos de esta
provincia (y no le faltaron con otras personas) se oca-
sionó escribir el R. padre provincial, que era al muy R.
padre Fr. Luis Flórez, comisario general de la Nueva
España, cómo el gobernador impedia algunos órdenes
que daba á sus religiosos, y que con el favor que en
él hallaban, algunos no le tenian el respeto que era de-
bido. Dio nuestro superior la queja al Excmo. Sr. mar-
ques de Cadereita, que á la sazón era ya virey de la
Nueva España. Escribió S. E. lo que debia hacer en
esto al gobernador, de que tuvo grandísimo sentimien-
to, y para responder al Sr. virey, juntó el cabildo de
la ciudad de Mérida, y en un acuerdo que hizo á catorce
de enero de mil seiscientos treinta y seis, se dice: "Q,ue
por cuapto tienen noticia que se ha informado á su
excelencia señor virey marques de Cadereita, que el
señor gobernador ha impedido algunos órdenes del pa-
dre provincial, y entremetídose en el gobierno de la
religión sin que tal haya hecho, ni este cabildo oido ni
entendido (como si fuera lo mismo no haberlo sabido
el cabildo que no haberlo hecho el gobernador) y re-
firiendo el suceso de que imaginaron se habia ocasio-
nado, concluyen: Acordaron que 'este cabildo informe
de todo ello á su excelencia, para que esté cierto que
en las dichas acciones se movió el dicho señor gober-
nador y cabildo por el servicio de S. M., paz y quie-
LIBRO DIEZ. 427

tud de estas provincias, y no por otro fin. Y protesta


este cabildo que por este acuerdo y por el dicho infor-
me, no sea visto querer ni tener intención de pedir con*
tra ningtin religioso, ni entremeterse direeté ni indirec-
té en cosa que les toque &c"
El mismo escrito en que dicen no pideri cosa con-
tra ningún religioso, pide contra algunos haber recurri-
do á tribunal secular para negocios de la religión, á
título de que en una junta, que se habia de tener,
presumieron solamente habían de salir muy de quiebra
unos con otros, y aun resultar algunos escándalos. Pa-
ra inconvenientes de que no habia mas causa que ha-
berlos querido imaginar, se previno un remedio tan fuer-
te como venir un gobernador con todo el cabildo de
una ciudad diciendo públicamente que era á poner paz
entre los religiosos: acción que forzosamente habia de
escandalizar al estado secular, que no juzgarla sé mo-
vía todo un cabildo á una acción pública y ruidosa, sin
causa gravísima y muy cierta. Dieron poi excusa que se
4

pidió licencia para hablar juntos al P. provincial y di-


finidores, y se la dieron, como sí no obligara la urba-
nidad á que pidiéndola un cabildo en forma de ciudad
se lé diese, y mas no sabiendo el provincial con cer-
tidumbre el fin á que se ordenaba, y aun si mal no
me acuerdo fué pedida en nombre del rey. Lo cierto
es que el estado secular y algunos religiosos se dis-
gustaron porque fué electo provincial el que lo era, con
que habia inquietudes. Dios que conoce los corazones
dará la retribución conforme á las intenciones;
A catorce de enero se hizo en Mérida este acuer-
do, como seha visto, y á diez y nueve del mismo mes dio
el vi rey título de gobernador y capitán general de Yu-
catán al general don Andrés Pérez Franco, que tomó
la posesión en Mérida á catorce de marzo del mis-
mo año de trienta y seis, y estuvo en él hasta diez
y siete del mayo siguiente; Trajo orden muy apretado
428 HISTORIA DE YUCATÁN.

para que se asentase el nuevo servicio del tostón b,ue


á su majestad habían'de dar los indios cada un año.
Hízose junta de todos estados para arbitrar la forma
menos gravosa á los indios con que satisfaciesen el
nuevo servicio, y aunque se eligió la que pareció mas
suave, cobrándose dos años se experimentó gravísimo
daño, de que avisado su majestad lo revocó y quitó, co-
mo se dice adelante. Aunque el Sr. virey envió á es-
te caballero por gobernador, no parece haber sido por
demérito de su antecesor, pues en su título se dice le
provee: "Por cuanto el doctor D. Pedro Q,uiroga y Mo-
ya, del consejo de S. M. y juez de la residencia del
marques de Zevralvo , le habia pedido proveyese de jus-
ticia en algunos oficios que estaban sirviendo cria-
dos ¡suyos, para tomarles residencia de ellos, conforme
debia, según el tenor de sus comisiones, en cuya con-
formidad enviaba á tomar la del general D. Fernando
Zenteno &c."
En breve tiempo después que le vino sucesor, la
dio ante la Majestad Divina. Habia sido esta segunda
vez poco piadoso en el despacho de las causas, de.los
pobres, y no faltando quien con buen celo se lo dijese,
dijo habia dado una respuesta con palabras tan desho-
nestas que no son para escritas. Salió para México, y
en el pueblo de Jecelchakan, doce leguas antes de lle-
gar á Campeche, pasó de esta presente vida, y fué se-
pultado en nuestro convento con tan poca pompa y a-
compañamiento como tiene la soledad de un pueblo
de indios. Hecho el funeral, pasó su mujer Da. Isa-
bel Caraveo á Campeche donde se embarcó para la
. Veracruz. A poca distancia, salida á la mar, dio con
el corsario Diego el mulato, que andaba en estas cos-
tas al pillaje, y rindió la fragata en que aquella > se-
ñora iba, cogiéndola prisionera con los demás. Quisie-
ron sus soldados despojarla, y el mulato la defendió
diciendo: que con un alfanje, que tenia en la mano,
LIBRO DIEZ. 42p

habia de derribar la cabeza á­ cualquiera que la toca­


se, ó á cosa alguna de lo que llevaba puesto y con­
sigo tenia (acción digna de estimación), con que robaron
lo restante que hallaron en la fragata, Tratóla con mu­
cho respeto y gran cortesía, teniéndola soldados de guar­
da para que ninguno se descomidiese con ella, y des­
pués la echó en tierra, con que prosiguió su viaje. Este
fin tuvo la segunda vez que gobernó este caballero;
téngale Dios en el cielo, que es cierto que la primera
se puede decir con verdad que restauró esta tierra de
una ruina total á que estaba próxima, dejándola en
gran mejoría.
En el poco tiempo que D. Andrés Pérez Franco
gobernó luego, á los principios de abril dio vista Diego
el mulato (que saqueó á C ampeche) al puerto de Sta.
Maria de Sisal con siete urcas. Vino la nueva al
gobernador que mandó tocar á rebato, y juntas las com­
pañías con la presteza que suelen, montando en un
caballo, dijo que los fieles vasallos de S. M. le siguiesen.
Estaba yá en la plaza de armas la compañía de caballos,
su capitán Juan de Magaña Pacheco, que luego le siguió
camino del puerto donde iba, y la de infantería que
estaba de guarda, y tras ellas marchaban yá las otras
tres. En el barrio de Santiago, pueblo de indios, hizo
alto, y escogiendo la compañía de caballos, y de infantería
las de los capitanes José de Argaiz y D. Francisco
Magaña, pasó con ellas al puerto. Las otras dos mandó
volver á la ciudad á orden, del sargento mayor Alonso
Carrio de Valdés. Llegó el gobernador al puertofcomo
á las dos de la tarde, y estaba el enemigo á la vista
quemando la nao en que acababa de llegar de España
el marques de Santo Floro, que acababa de salir á tierra
mas arriba en el puerto de Qilan, y venia por gober­
nador. C on esta nueva, dejando guarda en el puerto,
se vino á la ciudad á recibir al nuevo gobernador.
Quedó el capitán; Jos.é de Argaiz con cien infantes en
том. и, 55
430 HISTORIA DE Y U C A T A N .

el puerto, donde estuvo hasta principios de junio, que


le mandó el marques retirar á la ciudad, por haber
desaparecido el mulato de aquel puerto, sin haber hecho
otro daño por la defensa que en él habia. Experimentóse
en este caballero una persona de mucho agrado, afable,
muy cortesano, recto en la justicia, y muy celoso del
servicio del rey, y bien merecedor de los muchos, y
honrosos oficios y cargos que habia tenido, y después
tuvo. A petición suya nombró el virey por su teniente
general en paz y guerra al Lic. Diego de Sandi, relator
mas antiguo de la sala del crimen de la real audiencia
de México, para que también le ayudase á poner en
ejecución los arbitrios dichos, y fué recibido á este oficio
en Mérida á otro dia después que el gobernador D.
Andrés Pérez.

CAPITULO VEINTE.

Dé algunos religiosos celosos ministros de los indios y


grandes lenguas en estos tiempos.

Imitando los religiosos modernos el santo celo con


que nuestros primeros fundadores solicitaron la conversión
de estos indios, han continuado su manutención predi-
cándoles el santo evangelio y doctrina cristiana, para
que consigan la vida eterna. El reverendo padre Fr.
Bernardo de Lizana, natural de la villa de Ocaña en
el reino de Toledo, recibió el hábito de nuestra religión
en el convento de su patria, provincia de Castilla.
Pasó á esta de Yucatán el año de mil seiscientos y
seis, donde supo la lengua de estos indios con gran
perfección, y así fué maestro de ella muchos años.
LIBRO DIEZ. 431

Fué de los mas lucidos predicadores de españoles que


tuvo esta tierra en su tiempo, y continuo de los indios
donde quiera que se hallaba, explicándoles los misterios
de nuestra santa fé católica, y exhortando en todas oca-
siones á los religiosos doctrineros que lo hiciesen, advir-
tiéndoles la estrecha cuenta que habían de dar á Dios
de la omisión que en este santo ejercicio hubiesen tenido.
Decia algunas veces que esperaba mucho de la Mise-
ricordia Divina le habia de perdonar sus pecados,
por el celo con que (mediante el favor de Dios) habia
solicitado el bien de las almas de estos indios. Escribió un
cuerpo pequeño que dio á la estampa, intitulado De-
vocionario de nuestra Señora de Izamal, que tantas veces
va citado en estos escritos, aunque dicen que le des-
conociera si le alcanzara vivo. Fué muy agradable de
condición, con que era amado de todos, que aun él
mismo agradeció esto en su escrito, y tuvo en esta pro-
vincia los oficios que no es llegar á ser provincial, aun-
que se tenia por cierto lo seria en el capítulo inmediato
á su muerte. Dióle la enfermedad que la ocasionó, y
duró algun tiempo en ella con gran tolerancia; y agra-
vándose, recibió los Santos Sacramentos con devoción
afectuosa. Rogaba siempre á los religiosos que le visi-
taban, le tratasen de espíritu, y le trajesen á la me-
moria los defectos que le habían conocido. La maña-
na del dia en que espiró, preguntó al enfermero qué
hora era, ,y respondiéndole que las cinco, dijo: pues á
las ocho ya habré dado cuenta á Dios de mi vida. Aca-
bándose la hora, le cantó la comunidad el credo, y ha-
biendo dado algo después su espíritu al Señor, le co-
menzaron á cantar un responso, y antes de acabarle
dio el relox las ocho, viendo verificado lo que habia
dicho. Pasó de esta vida en el convento de Mérida á
dos de abril de mil seiscientos treinta y un años, con
mas tle cincuenta de edad, y veinte y cinco de esta
provincia.
432 HISTORIA DE YUCATAN.

El padre Fr. Lorenzo de Loais-a, hijo de la de Cas-


tilla, pasó á esta el año de mil seiscientos quince, en
la misión que vino el santo padre Órbita, y supo
la lengua de estos indios perfectísimamente. Tiénese
por cierto le ocasionó la muerte lo mucho que trabajó
en la reducción de los indios que hizo el gobernador D.
Fernando, como se dijo en el capítulo diez y siete an-
tecedente á éste. Murió en el convento de Ticul, sien-
do guardián actual, á primero de abril de mil seiscientos
treinta y dos años, habiendo vivido cuarenta y tres.
La memoria del R. P. Fr. Fernando de Nava pe-
dia mas dilatado escrito que el que estes dan yá lu-
gar. Fué natural de la villa de Agudo en el campo
de Calatrava de España, é hijo de la santa provincia
de los Angeles, y uno de los grandes predicadores que
tuvo en aquellos tiempos. Habiendo sido guardián en
ella, y tenido otros oficios, se ofreció la reforma que
hubo en las provincias de España. Uno de los reli-
giosos, que para la suya señaló el general de la orden,
fué el R. P. Nava, con que tuvo ocasión de algunos
disgustos con su provincial, y aun dicen que por ellos
se salió de la provincia. Llegó á esta donde fué reci-
bido con el gusto que. sus buenas prendas merecían,
y las experimentó tales, que á poco tiempo que estuvo
en ella, celebrándose capítulo, fué electo provincial sin
faltarle voto alguno de los electores. Con tal pruden-
dencia ejercitó el oficio, que después por muerte de otro
provincial fué electo vicario provincial, y otra vez en
capítulo ministro provincial. Siéndolo la primera vez
fué gobernador de este obispado, y también fué mucho
tiempo comisario del santo tribunal de la fé. Hizo co-
sas memorables en el convento grande de Mérida, que
fueron la custodia donde se coloca el Santísimo Sacra-
mento en sus festividades toda de plata, que es una
de las obras estimables que hay en las iglesias de to-
dos estos reinos. El retablo del altar mayor, que es
LIBRO DIEZ. 433

muy hermosa y costosa fábrica, á cuya colocación se


hizo gran fiesta. El ornamento mas rico que tiene aquel
convento, y el relox que en él habiay servia á la ciu-
dad. En estas ocupaciones llegó á la senectud, en que
padeció una prolija enfermedad tolerada con ejemplar
sufrimiento, viviendo en suma pobreza, aunque habia
mandado tantos años la provincia. Agravada la enfer-
medad, y recibidos todos los Sacramentos, pasó de esta
presente vida á quince de noviembre de mil seiscientos
treinta y dos años, siendo de sesenta de edad, y durará
por muchas la memoria de su prudencia y buen go-
bierno, con que ilustró esta provincia.
Entre los grandes ministros y lenguas de estos in-
dios, que esta santa provincia de Yucatán ha tenido, se
siguieron en la muerte, pasando á mejor vida, los pa-
dres Fr. Carlos de Mena, natural de la villa de Va-
lladolid, y Fr. Francisco Jiménez de Tejeda, nacido en
la ciudad de Mérida, ambos en este remo de Yucatán.
E l P. Fr. Carlos escribió muchos sermones y otras ma-
terias en el idioma de estos indios, con elocuencia es-
timada de todos los ministros que han succedido, y se
aprovechan de ellos. Siendo, guardián del convento de
Mocochá, habiéndole dado la enfermedad con que aca-
bó su curso, antes que muriese hizo á su compañero
que escribiese en su presencia las cartas patentes en
que se habia de dar noticia de su muerte, y que de-
jase en blanco la fecha de ellas para cuando espirase,
que fué á diez y seis de enero de mil seiscientos trein-
ta y tres años. El P. Tejeda murió en el de Mérida
á seis de febrero de aquel año, siendo guardián del de
Cacalchén.
A diez y siete de abril siguiente, tuvo por bien la
Divina Majestad de premiar las muchas virtudes de
que se hallaba adornada el alma y cuerpo del ben-
dito P. Fr. Gabriel Martínez. Fué natural del reino de Ara-
gón, y recibió nuestro santo hábito en la provincia de Santo
434 HISTORIA, DE Y U C A T A N .

Domingo de la Isla española. Pasó después á esta, donde


supo la lengua de los indios con gran perfección, aunque
mayor fué la de su religiosa vida, que le granjeó en el co-
mún aprecio de todos opinión de santo. Como tal fué sepul-
tado en el convento de Mérida, y en señal de ello la
devoción de los fieles le quitó á pedazos el hábito y
cordón con que estaba en el féretro para llevarle á
sepultar, siendo necesario ponerle otro hábito para en-
tregar á la tierra el feliz depósito que habia sido de
su bendita alma. Murió virgen en edad de ochenta
años, y así fué sepultado con palma candida, símbolo
de su pureza. Eran este bendito religioso y el santo
padre Cárdete muy familiares en el espíritu y en la
comunicación. La obediencia hizo guardián de Maní al
padre Fr. Gabriel, y el padre Cárdete desde Mérida,
donde vivia, le escribió una carta en que le decia. Muy
enojado tiene, padre, á nuestro amigo: venga al punto á
desenojarle. Era el amigo que decian el Sto. Crucifijo
que hoy está en la capilla que llaman del capitán Valdés,
y entonces era colateral del altar mayor. Fué luego
á Mérida el bendito Fr. Gabriel, y habiendo hecho ora-
ción al Santo Crucifijo, se levantó con gran regocijo y
alegría, y castañeteando y bailando, se fué al santo
padre Cárdete y le dijo: Ea, padre nuestro, demos
gracias á Dios que yá está desenojado nuestro amigo:
con que se deja entender los habló á los dos el Santo
Crucifijo, y con esto se volvió á su convento.
El padre Fr. Esteban Prieto de los reinos de España,
habiendo sido religioso de la compañía de Jesús, recibió
nuestro santo hábito en el convento de la ciudad de
Mérida de esta provincia. Vivió en ella como observante
religioso, y con muy Singular compostura y modestia
en todas sus acciones. Aunque no fué persona de mu-
chas letras, era muy prudente, y en las materias de
gobierno su disposición acertada. Fué guardián del
convento principal de Mérida, y siendo yá de edad (á
LIBRO DIEZ. 435

mi parecer) de mas de sesenta años, viviendo en el de


la Mejorada, le dio una enfermedad que le duró algún
tiempo, la cual le vi tolerar con singular paciencia y
conformidad con la voluntad divina. Agravándose, re-
cibidos todos los Sacramentos á veinte y nueve de octubre
de mil seiscientos y treinta y cinco años, pasó á mejor
vida, dejando á los religiosos edificados con su buena
muerte.
El R. padre Fr. Pedro de Mata, natural de la villa
del Pozuelo, y hijo de la santa provincia de Castilla,
fué gran ministro, predicador y maestro de la lengua
de estos indios, en tanto grado que cualquier dificultad
que en ella se ofreciese, la declaraba con toda resolución
como si tuviera presentes todos sus vocabularios, con
que se conocia lo estaban en su memoria. Fué comisario
corrector del santo oficio y provincial de esta provincia.
Mostraba aspereza en la condición, pero era muy celoso
del crédito de la religión y religiosos de ella, y estimaba
mucho le tratasen verdad en cualquier acontecimiento.
Fué bien necesario en el tiempo de su prelacia, por
ser persona de mucha constancia y valor, y por las
ocasiones que se ofrecieron con el pleito que se dijo
hubo entre el gobernador D. Juan de Vargas y el oidor
D. Iñigo de Arguello. Siendo de mas de sesenta años,
le dio la enfermedad con que pasó de esta vida, reci-
bidos todos los Sacramentos, en el convento de Mérida
á once de enero de mil seiscientos y treinta y seis años,
habiendo ocupado casi cuarenta en la predicación de
estos naturales y administrarles los Santos Sacramen-
tos.
Fr. Diego Ordoñez, natural de la ciudad de Mérida
en este reino de Yucatán, predicador yá leido en tabla
capitular aun siendo corista, muy lucido filósofo y teólo-
go, murió en Tabasco yendo á Chiápa á ordenarse por
octubre del año de treinta y ocho, con que acabaron
grandes esperanzas que se pudieran tener de su aven-
436 HISTORIA D E YUCATAN.

tajada inteligencia. Perdieron con su muerte los indios


un gran predicador, porque la facilidad con que en cual-
quiera festividad les predicaba, y la elocuencia de len-
guaje con que les proponía la palabra divina, movía á
admiración; y dígolo por haberle oido muchas Aceces
viviendo juntos en el convento de Ticul, con que era
muy estimado de los indios. Pasó de esta vida en edad
de veinte y dos años.
Los muchos trabajos corporales con que sirvió á es-
to provincia el P. Fr. Antonio Jara, lego, merecen su
memoria. Fué hijo de la de S. Miguel, y incorporóse
en esta en el capítulo que se celebró á cinco de enero de
mil seiscientos y tres años. Su continua ocupación
fué de cultivar la huerta del convento de Mérida, aun
siendo yá muy viejo, que en esta tierra es mucho de
ponderar. Demás de esto, cuidaba con mucha caridad
de dar de comer á los pobres en la portería, y de otros
oficios de humildad conformes á su estado. Habiendo
dado siempre ejemplo de religioso observante, murió en
el convento de Merida, recibidos todos los Santos Sa-
cramentos, á tres de agosto de mil seiscientos treinta
y nueve años, siendo de setenta de edad, y habiendo
servido en él á nuestro Señor los treinta y seis.
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L I B R O O NC E

DE LA H ISTORIA DE YUCATÁN.

CAPITULO PRIMERO.

Vida del venerable D. Bartolomé de Honorato, chantre de


la santa catedral de Mérida.

Si refiriendo la vida de este venerable varón le lla­


mare santo, daréle el título con que comunmente todos
los que le conocieron, comunicaron en vida, y vieron
su santa muerte, le nombran con conocimiento de sus ri­
gorosas penitencias y experiencia de su caridad fervien­
te. Fué el Ldo. D. Bartolomé de Honorato natural
de C iudad­Rodrigo en España, y hijo legítimo de Bal­
tasar de Honorato y Maria Flórez Maldonado. Sus pa­
dres le dieron estudio en la universidad de Salamanca,
donde fué colegial del insigne colegio de S. Bartolomé,
y yá filósofo y teólogo, se graduó de licenciado en san­
ta teología en la universidad de Oñate en Vizcaya. S.
M. D. Felipe tercero que está en gloria, le hizo mer­
ced de una canongía de la santa catedral de este obispa­
do, dándole la real provisión en Aranjuez á veinte y
nueve de abril de mil seiscientos y ocho años, y á pri­
mero de setiembre del año siguiente recibió en Mérida
la posesión del canonicato. No era aún sacerdote, y
por no haber llegado el obispo D. Fr. Gonzalo de Sa­
lazar fué á México, donde se ordenó de todas órdenes,
том. ir. 5G
438 HISTORIA DE YUCATAN.

y habiendo gastado dos años en esto, volvió á servir


en su iglesia. A diez de julio de seiscientos y once, le
promovió S. M. á la maestrescolía, y tomó la posesión
á veinte y siete de mayo del año de trece. Después
fué promovido á la chantría, y se le dio la posesión en
veinte y siete de agosto de mil seiscientos diez y nueve
años. Aunque acudía á la asistencia de su dignidad
con particular cuidado, dice el bachiller Valencia en su
relación que no dejaba de tener en sus acciones aque-
lla lozanía y arrogancia que suele una mocedad incon-
siderada, lo cual dice que advierte para mayor ensalza-
miento de la Bondad divina, que en ese tiempo fué ser-
vido de usar con él de su misericordia.
De nuestro seráfico P. S. Francisco nos dice su le-
yenda que teniéndole la Majestad Divina prevenido pa-
ra tan gran siervo suyo, aunque el amor divino ardia
en su corazón, con la adolescencia v cuidado de las co-
sas temporales impedido, ignoraba lo soberano de las
del cielo, hasta que hecha sobre él la mano del Señor, fué
castigado en lo exterior con una enfermedad prolija, y
clarificado interiormente con la unción de la gracia del
Espíritu-Santo. Parece que sucedió así con el Ldo. D.
Bartolomé de Honorato, porque en lo mas florido de
su edad, y cuando al parecer estaba mas divertido, el
año de seiscientos y quince fué nuestro Señor servido le
sobreviniese una enfermedad gravísimaque le produje la en-
mienda. Hallóse con la enfermedad falto de la vista cor-
poral de ojos, y pidió á Dios con corazón humilde se
la restituyese para poder mejor servirle y hacer peni-
tencia, y fué su ruego oido, dándole la vista que le fal-
taba, y convalesciendo de enfermedad que en tanto peli-
gro le habia puesto. Mas convalesció en el espíritu que
en la salud del cuerpo, porque siempre padeció conti-
nuos achaques que se debían sin duda de ocasionar de
las muchas penitencias, mortificaciones y aspereza de
vida con que se ejercitó hasta su muerte; pero el espí-
LIBRO ONCE. 439

ritu con fervientes afectos aumentó crecidos logros en


muchas virtudes.
Antes que dé principio a ellas, referiré lo que yá
después de sano le sucedió acerca de la vista que mi-
lagrosamente había alcanzado. Viendo algunas mujeres,
se halla aquejado de algunas tentaciones lividinosas, que
como ya. aspiraba á la perfección de vida en que se ejer-
citaba, le daban mucha pena, y fatigaban su espíritu.
Viéndose con esta aflicción, recurrió á la oración, pi-
diendo á nuestro Señor iio le diese mas vista que la
necesaria para rezar y decir misa. Consiguiólo de for-
ma que especialmente habiendo mujeres en la iglesia
ó en calles por donde pasaba á la santa catedral y á
andar sus estaciones, no veia mas de los bultos sola-
mente, sin poder conocer con distinción qué fuese lo
que veia. No era así con los hombres á quien veia y
conocía clara y distintamente, y esta merced que nues-
tro Señor le hacia, se la certilicó muchas veces á un
hermano suyo religioso, nuestro hijo de esta santa pro-
vincia, que difinidor de ella, y cuando esto traslado, es
yá difunto, que se llamada Fr. Diego de Honorato que me
lo afirmó con seguridad de verdad.
Desde luego que convalesció de la enfermedad, co-
menzó á vivir haciendo áspera y rigorosa penitencia, y
sus continuos ejercicios eran en esta forma. Su cama
en lo aparente exterior tenia con el adorno que de an-
tes, pero no dormía en ella, sino en una tarima de ta-
blas que se ocultaba debajo, y una'piedra le servia de
descanso para reclinar la cabeza. Con esta aspereza
no daba al cuerpo mas descanso ni sueño que el que
le parecía suficiente para conservar la vida. A las tres
de la mañana se levantaba (habiéndose rescostado á las
once de la noche) y se ocupaba hasta que era de dia
en oración y disponerse para decir misa. Por celebrar-
la con mas quietud de espíritu, la decia en la ermita
del glorioso S. Juan Bautista que distaba una cuadra
440 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

de sü casa, por ser poco el concurso de gente, y es-


pecialmente los dias que no son festivos, y esto cuando
por razón de su dignidad no le obligaba decirla en la
catedral. A l tiempo de vestirse los sagrados ornamen-
to para decir misa, tenia advertido á un criado suyo
que le dijese estas palabras: "Señor, advierta y salga
con cuidada, porque no sea acaso esta la postrera mi-
sa que dijere." Con tal espíritu estaba prevenido para
oir las demás que podia, que le sacaban gran afluen-
cia de lágrimas, y con tal devoción asistía en el altar,
que movía á ellas á los que se hallaban presentes, y
aun algunas personas iban de propósito á oir su misa
por gozar de aquel rato de devoción que con oírsela
tenían.
Habiendo dado gracias á nuestro Señor de haber
dicho misa, iba por su pié á la iglesia del colegio d«
la compañía de Jesús donde hacia oración, visitaba los
altares rezando en ellos, y luego comunicaba materias
de su espíritu con los religiosos de él, con quien se
confesaba. De allí pasaba al hospital donde, habiendo
hecho oración en la iglesia, entraba á visitar los en-
fermos. Consolábalos con pláticas espirituales que les
hacia, socorríalos con lo que podia de limosnas, y qui-
tándose luego el manteo, les aliñaba las camas, y por
último encargaba mucho á los que los asistían la pie-
dad y caridad con ellos, y el cuidado en acudirles á
tiempo á sus necesidades.
Una mañana vino muy temprano á la santa
catedral sin haber dicho misa ni rezado en sus esta-
ciones. Extrañólo el sacristán por ser aquella la
última que acostumbraba, pero el santo varón le sacó
presto de la duda. Díjole al sacristán que le tra-
jese la llave del sagrario donde está el depósi-
to del Santísimo Sacramento de la Eucaristía reser-
vado para los enfermos, y poniéndose la sobrepelliz y
una estola, mandó encender luces. Traída la llave abrió
LIBRO ONCE. 441

el sagrario, y se halló volcado el vaso de las formas


consagradas, y habiéndolas compuesto con toda reve-
rencia en el depósito, cerró el sagrario, y dando la lla-
ve al sacristán le dijo: Vaya con Dios que para esto
le he llamado; con que se deja bien entender haber te-
nido revelación de que aquellas sacrosantas formas no
estaban con la decencia que les era debida, y quiso
nuestro Señor manifestar cuan agradable le era este su
siervo por cuya mano fueron puestas en su lugar de-
cente. Esto con otras cosas que referiré me afirmó sa-
ber con toda certidumbre un sacerdote secular digno de
fé y crédito que le comunicó, y me dijo que lo jurará
siempre que necesario fuere y se le mandare. Ha-
biendo puesto las santas formas en su lugar, se estuvo en
oración hasta la hora en que solia decir misa cuando
no era hebdomadario, y entonces la dijo.
Volviendo al hilo de sus cotidianas estaciones de
este varón santo, habiendo acabado en el hospital con
aquella obra tan caritativa, pasaba á la santa catedral
que no dista mas que el ancho de la calle, y allí ha-
cia también oración. Concluida se entraba en el coro,
registraba los libros por donde se habían de cantar los o-
ficion divinos, y cuando era tiempo asistía en pié al fa-
cistol ó atril en que se ponen, como pudiera el mas hu-
milde cantor que los oficiaba. Era tan puntual en las
horas y en todo lo tocante al culto divino, que le lla-
maban el relox de la catedral. Acabadas las horas ca-
nónicas de por la mañana, se iba á recoger á su casa,
y en entrando se retiraba á su retrete y oratorio á
hacer examen de su vida, pasando en aquella soledad
y quietud hasta la hora de comer. El tiempo que du-
raba la comida le leian libros espirituales, teniendo gran-
de atención á lo que se leia, y acabada la comida se sen-
taba en una silla, y juntas las manos tenia un rato co-
mo de contemplación, y allí descansaba hasta la hora
de vísperas. En siéndolo iba á la santa catedral yin
442 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

que las incomodidades del gran calor que el sol causa


en aquellas horas, ó lluvias que hubiese, fuese bastante
impedimento para que faltase en su continuación, como
ni achaque alguno si no le obligaba á estar en cama.
Después de vísperes aguardaba hora competente para
rezar maitines, y concluidos se volvía á su casa. A
prima noche desde las ocho hasta las once, que era cuan-
do se recostaba á dormir, gastaba en oración, disciplinas,
mortificaciones y otros ejercicios espirituales.

•o-

CAPITULO SEGUNDO.

De oirás virtudes y cosas milagrosas de esle varón sanio.

Demás de los ejercicios referidos, fué abstinente en


grado superior, porque solamente los domingos y jue-
ves comia cosa de carne, y esto con mucha templan-
za: los demás dias de la semana se sustentaba con yer-
bas y otros manjares de débil sustento. Todos los miér-
coles y sábados ayunaba con solo pan y agua en ho-
nor y devoción de la Virgen Santísima madre de Dios
y señora nuestra. En las cuaresmas era necesario que
sus confesores le moderasen los ayunos, porque en la
ílaqueza grande que manifestaba, conocian el rigor con
que los pasaba y castigaba su cuerpo para que le
dominase el espíritu. Un jueves santo habiéndose
quedado hasta medio dia (aunque no era su hora de
asistencia) en la presencia del Santísimo Sacramento,
trajeron de comer á los otros prebendados, y rogándole
que comiese con ellos, por complacerlos y no dar no-
ta de singularidad, asistió en la comida. Los manjares
eran de mas regalo que el que su penitente vida acos-
LIBRO ONCE. 443

tumbraba, y aquella noche en satisfacción del regalo que


habia tenido en la comida, se recogió á su casa á me-
dia noche, y desnudo el cuerpo en carnes de la cintu-
ra para arriba, mandó á un esclavo suyo que con un
látigo muy fuerte le azotase rigorosamente, y el negro
con la reverencia que le tenia, no se atrevía á darle
recio. A este tiempo iba un sacerdote, que le comuni-
caba, á buscarle, y hallando la puerta [que sin duda lo
quiso Dios para manifestar acto tan virtuoso] abierta,
sin avisar ni decir cosa alguna, llegando á lo interior
de la casa oyó á este penitente y bendito varón que
decia á su negro estas palabras: "Dale recio,Martin, á
este mal hombre, mal cristiano que ha dado hoy muy
grande escándalo y nota delante de sus hermanos, co-
miendo manjares regalados y delicados." Oyendo esto
no pasó aquel sacerdote adelante, ni el negro le obede-
ció ejecutando el rigor que el santo varón deseaba: vol-
vióle á mandar que le diese mas recio, y el negro se
excusaba diciéndole que era su amo y sacerdote, que
no le mandase tal. Viendo que no quería, le quitó el
látigo, y se comenzó á azotar tan fuertemente que le
corría la sangre por toda la espalda. Acabada esta
rigorosa disciplina, le dijo al negro : "Por amor de Dios,
Martin, que otra vez hagas lo que te mando, y no como mi
esclavo sino como si fueras mi enemigo ejecutes en mí es-
te castigo con todo rigor, pues le merezco." Salió muy edifi-
cado aquel sacerdote, sin darse á sentir, y después viéndole
el santo varón, ignorando que le hubiese visto, por ser
confesor de su negro, le dijo: Señor, dígale á Martin,
pues le confiesa, que me obedezca, que no hace lo que
le mando. Admiróse aquel sacerdote, porque como su
confesor conocía la conciencia irreprensible del esclavo,
que aunque negro en el cuerpo tenia el alma candida,
movido con el ejemplar de la santa vida de su amo;
y presumiendo fuese otra la inobediencia de que le
acusaba, se la reprendió viéndole. Respondió el negro
444 HISTORIA DE YUCATAN.

á su confesor, diciéndole: ¿"Cómo quiere, padre, que yo


haga lo que me manda mi amo, si me manda que le
azote crudamente, y porque lo hago de mala gana me
acusa? ¿cómo he de castigar á mi amo con la crueldad
que me manda'?"
Otro jueves santo en la noche andaba visitando las
iglesias, y iba en su compañía el negro Martin, y el sa-
cerdote que he dicho me refirió lo que acabo de decir,
le encontró parado en una calle, y le vio que se incli-
naba como hacia el suelo, y decia al negro: "Ayuda,
Martin, á este pobre Nazareno que va fatigado con tan
gran cruz: ayudémosle los dos por Dios." Como aquel
sacerdote oyó razones dichas con lastimoso afecto, mi-
ró con cuidado á todas partes, y no vio persona alguna,
ni el negro tampoco: con que piadosamente se puede
creer que el divino Nazareno Cristo Señor nuestro, cu-
ya pasión debía de ir meditando este varón santo, le
apareció en aquella forma visible para que mereciese
mas con aquella piadosa voluntad.
Sucedióle á aquel mismo sacerdote que habiéndo-
sele olvidado á este santo varón su diurno en el coro,
él le halló, y mirando los registros, le quitó una ora-
ción devota que tenia escrita en uno. Hallándose sin el diur-
no, volvió por él, y dándosele aquel sacerdote, al re-
cibirle le dijo: ¿Cómo, padre? ¿Qué me ha quitado
del diurno? Y a lo sé. Entonces le dijo el sacerdote lo
que habia hecho, y él le respondió que se holgaba
mucho.
Este mismo sacerdote afirma que sabe con certidum-
bre que por las mañanas, cuando entraba este santo
varón en la catedral, veia en un lado de la iglesia un
bulto de persona puesta, de rodillas, y que habiéndolo visto
muchas veces, un dia se llegó donde estaba y habló
con él un rato. Acabada la plática despareció el bul-
to, y lo que de ello resultó fué que luego llamó á
los cantores, y los previno para decir una misa de di-
LIBRO ONCE. 445

funtos. Entró á la sacristía, se revistió y salió á decirla


cantándola él mismo: era por el alma de un prebenda­
do de la catedral, que era el que le había aparecido
y rogádole que por amor de Dios dijese aquella mi­
sa que debia, que con eso saldría del purgatorio y
iría á gozar de Dios.
Parece cierto que su Divina Majestad le revelaba
algunas cosas del bien de las almas, y verificarse esto
en lo que le sucedía á un sacerdote vecino de. la .ciu­
dad y á quien todos conocimos en ella. Era por aque­
llos tiempos mozo, y como tal en algunas ocasiones con
otros divertimientos solia dejar de rezar el oficio di­
vino. En viéndole este santo varón, luego le repren­
día, advirtiéndole el descuido que habia tenido, y la
estrecha obligación de rezarle. Debió de suceder esto
mas de una vez, y así aquel sacerdote enmendó su de­
fecto, por tener yá certidumbre que habia de ser repren­
dido de este santo por la omisión, qué así lo certificó
algunas veces al otro sacerdote que arriba he dicho,
porque el tal defectuoso y este que me lo refirió eran
amigos y se comunicaban.
A l a s mortificaciones y penitencias referidas aumentaba
otra bien extraordinaria en su estado, y es que como
si fuera religioso que hubiese prometido la observancia
de la regla de nuestro P. S. Francisco, desde que con­
valesció de aquella enfermedad, caminó á pié los viajes
que se le ofrecieron. Admiraba á todos, esto por ser
esta tierra tan poco á propósito para semejante ejer­
cicio, que aun los muy robustos y sanos (sino es los
indios) no pueden tolerarlo. C omo veian Un cuerpo tan
debilitado, enjuto y sin carnes, por su mucha peniten­
cia, y agravado con diversos achaques, era motivo de
dar gracias á la Divina Majestad, que con su ayuda
suplía lo que las fuerzas humanas no parecía posible
ejecutasen. Solia ir á visitar la santa imagen de nues­
tra señora de Izamal que dista catorce leguas de la
том. и, 57
44G HISTORIA DE Y U C A T A N .

ciudad, y las andaba por su pié en un dia, y volvía á ella


en otro, que no admirada menos. Otras veces descansaba
en el pueblo de Cacalchen, que dista de Izamal cinco
leguas, y á otro dia por la madrugada las caminaba á
pié en ayunas por decir misa aquel dia en el altar de
la Virgen. Aunque andaba á pié tenia una muía por
la autoridad de su persona como dignidad de la san-
ta catedral, y un dia le pareció á su negro Martin que
la muía se moria. Fué á decirlo á su bendito amo,
que le mandó la echase una ayuda. E l negro le obe-
deció y se la echó con una jeringa como pudieran á
una persona racional, y luego estuvo buena la muía.
Ejercitaba la caridad con los pobres, gastando en
esto lo que sobraba de sus rentas después de lo que
era necesario para el decente y moderado gasto de su
casa, y era en esta forma. Todos los sábados del año
tenia ordenados para dar limosna á personas pobres que co-
nocía tener necesidad. Venían á su casa,y cierta cantidad de
maíz y cacao la expendía, dando el cacao por su mano á los
pobres, y el maíz lo media el criado en su presencia y se lo
daba. A las madres religiosas del convento de la ciudad
daba cuanta limosna podia (porque es convento pobre,
y verdaderamente necesitado), y porque faltaban dineros
con que poderse acabar, no teniéndolos para ayudar á
aquella obra tan piadosa, echó cuatrocientos pesos so-
bre las casas de su vivienda á censo, de que pagaba
después los réditos, para ayudar que se acabase. El re-
tablo del hospital, que como se dijo se dio á los pa-
dres de la orden de S. Juan de Dios, se hizo de un
apostolado de pintura romana que tenia para adorno
de su casa, y le dio porque con él le tuviese aquel
santo templo.

o
LIBRO ONCE. 447
CAPITULO TERCERO.

De la muerte de este santo varón, y cosas particulares


sucedidas en ella.

Diez y ocho años vivió este siervo de Dios des-


pués de la enfermedad referida en el capítulo prime-
ro, ejercitado continuamente en estas rigorosas peni-
tencias y perfección de vida, juzgando siempre bien
de los prójimos, y atribuyendo lo que veia á la me-
jor parte, cuando la Majestad Divina fué servida de
llamarle á poseer el premio de sus perfectas virtudes,
como piadosamsnte parece debe creerse, pues se daá
la virtud hasta el fin perseverante, y es común enten-
der de todos cuantos le conocieron.
Tiénese por cierto que tuvo revelación de su muer-
te, porque pocos dias antes que pasase de esta
vida, hallándose fatigado con vómitos de sangre,
achaque de que continuamente padecía, pidió licen-
cia al Sr. obispo D. Fr. Gonzalo de Salazar
para ir á nuestro convento de Maní, distante diez y seis
leguas de la ciudad de Mérida, donde entonces era guar-
dián el religioso que se ha dicho era su hermano, lla-
mado Fr. Diego de Honorato, diciendo que quería mo-
rir con sus hermanos, porque también vivia en aquel
pueblo el sargento mayor Juan de Honorato hermano
de los dos. A la verdad, lo que se entendió, conocida
su humildad, no fué sino por huir de la honra y vene-
ración con que habia de ser tratado de los ciudadanos
después de su muerte.
Alcanzó la licencia, despidióse de los prebendados
sus espirituales hermanos y compañeros y de los de-
mas amigos que tenia, y fuese al convento de Ma-
ní, como lo habia determinado. Llegado á él pidió
á su hermano el guardián que le tratase como si
fuera religioso subdito suyo, porque como si lo fuera
448 HISTORIA DE Y U C A T A N .

le prometía obediencia los dias que en él le queda-


ban de vida, deseando acabarla con esta sujeción virtuo-
sa. De esta suerte estuvo trece dias en el convento,
sujetando todas sus acciones á la obediencia del guar-
dián, y aunque tan enfermo dijo misa todos los dias,
hasta uno antes de su muerte. Este dia no la dijo,
porque viéndolo el guardián tan debilitado le mandó
que no la dijese, y le obedeció oyendo otra. A la
tarde le mandó el guardián que se desnudase y echa-
se en la cama. Débese mucho notar que desde que co-
menzó- esta penitente vida, solamente se desnudaba pa-
ra mudarse ropa, habiéndose simpre dormido vestido,
que es otra mortificación tan áspera como raro y sin-
:

gular el que puede tolerarla. Obedeció al guardián, y


habiendo rezado los maitines del dia siguiente, mando
llamarle y le dio el breviario, diciendo: Hermano,
no tengo otra cosa que darle que sea conforme á su
estado y profesión: tómele que es de los nuevos, y yá
me falta la vista, que para lo que queda de vida re-
zaré en las cuentas del rosario.
Llegada la noche, se recogieron los religiosos y que-
dóse con el siervo de Dios Martin su esclavo, para que
le acudiese á su necesidad. A la media noche llamó
al negro, y le dijo: hijo, ¿oyes aquel canto? Y el negro
le respondió: señor, no oigo cosa alguna; y él le dijo:
anda con Dios, que tú nunca oyes. Llamóle segunda
vez como á las dos de la mañana, y le preguntó lo
mismo, y el negro respondió lo que la primera. ¿Qué
se puede entender de esto, sino que los santos ángeles
celebraban con música celestial el próximo tránsito de
aquella dichosa alma á la felicidad eterna, lo cual con
su gran humildad de sí no presumía?
Sábado siguiente, habiendo amanecido le dijo el her-
mano que era hora de poder oir misa, y respondió que
fuese á vestirse y iría á oiría. Vistióse el siervo de
nuestro Señor con la modestia que acostumbraba tener
LIBRO i ONCE. 449

en sus acciones, y sacó una alba y bonete, y dándo-


sela, al negro Martin le dijo que aquello ponía allí para
que le enterrasen. Llevóle de la mano un religioso para
ayudarle á andar, y al entrar por la puerta que hay de
la sacristía á la? iglesia, invocando el dulce nombre de
Jesús, pidió que le ayudasen. • Llegáronle al altar ma-
yor donde está el Santísimo Sacramento de la Euca-
ristía, el cual habia recibido por viatico el jueves antes por
su mano en la última misa que dijo. Diéronle allí la
santa Extrema-unción, y puestos los ojos en la imagen
de un santo Crucifijo, dio el espíritu á su Creador sá-
bado por la mañana á diez y seis de abril, año de mil
seiscientos treinta y tres, y de su edad cincuenta y tres.
Llevaron el bendito cuerpo» á la celda donde le habían
hospedado vivo, y hallaron en ella una petición suya,
en que rogaba no le desnudasen para amortajarle, y era
porque no le viesen los cilicios que traia junto á las
carnés, y señales de su mortificación y penitencias. E l
achaque de que se entiende murió fué dolor de una
ventosedad.
Cosas admirables y dignas de consideración sucedie-
ron en su muerte. Luego que falleció, mandó el P. guar-
dián á los indios sacristanes diesen con las companas
la señal con el clamor que se acostumbra, y ellos re-
picaban las campanas, ó por lo menos el sonido que
se oia era repique muy festivo. El guardián reñia á los
indios porque repicaban, y aunque mas les decia que clamo-
reasen, se oia repique de las campanas, hasta que los espa-
ñoles que se hallaron presentes dijeron al guardián: Pa-
dre, déjelos y no los riña, porque Dios lo debe de or-
denar así, pues no hay remedio para que clamoreen
por mas que se lo dicen y mandan. Haber sucedido
esto me lo certificaron los mismos españoles vecinos
del pueblo que estaban allí entonces, y fué público y no-
torio á todos porque así lo oian. Parece quiso nuestro
Señor manifestar con aquella alegre señal de las cam-
450 HISTORIA DE YUCATÁN.

panas la eterna alegría de que aquella santa alma go-


zaba yá, separada del cuerpo en cuya compañía había
granjeado tanto mérito con sus virtudes.
Una cosa digna de notar, y advertida de muchos,
sucedió en la ciudad de Mérida al tiempo que este sier-
vo de Dios murió en Maní. Habia en la ciudad un hombre
llamado Juan de Camas, el cual siempre que veia pasar
al bendito varón, se ponía de rodillas en tierra juntas las
manos sobre el pecho, y alzando al cielo los ojos pedia á
Dios le llevase de esta presente vida cuando aquel santo
varón pasase á la eterna. Preguntáronle algunas perso-
nas que lo vieron, que por qué pedia aquello á Dios, y
él respondía: Porque tenga yo quien sea intercesor por
mí ante la Divina Majestad á la hora de mi muerte.
Los secretos divinos no alcanza nuestra corta capacidad;
mas lo que sucedió fué que á la hora que su devoto
murió en Maní, á él le dio en Mérida un accidente
repentino que dándole lugar para confesar y recibir los
Sacramentos, murió con él muy aceleradamente; con que
Dios le concedió la muerte á la hora que tantas veces
y delante de tantas personas le habia pedido.
Luego que se puso en la forma que habia de ser
sepultado, le llevaron al cuerpo de la iglesia del con-
vento, y corriendo la voz de que yá era difunto, fué
tan grande el concurso de la gente de la comarca, así
religiosos de los conventos circunvecinos como de españoles
y indios que vinieron á verle y venerarle como á cuerpo
santo, que no cabiendo en la iglesia del convento, fué
necesario sacarle á la de los indios, que era muy ca-
paz, para que todos le pudiesen ver y gozar, yá que
su devoción los habia traido de sus pueblos para te-
ner aquel espiritual consuelo.
Sucedió otra cosa que se notó mucho, y fué que
no habiendo palomas en casa alguna del pueblo de
Maní, se vio una paloma revoloteando sobre el cuerpo, y
allí se estuvo hasta que le enterraron,que fué el siguiente dia
LIBRO ONCE. 451

domingo. Hiciéronse los oficios con mucha solemnidad,


y habiendo yá pasado veinte y cuatro, horas después
de su muerte, se le vio* salir sangre fresca corriendo
por la boca, como pudiera de un cuerpo vivo, cosa que
en el suyo admiró á todos, viéndole tan sin carnes de
la mucha penitencia que habia hecho. Cuando le hubie-
ron de enterrar, ya tenia el alba y ornamento casi he-
cho pedazos, que se los habían quitado con devoción
para venerarlos por reliquias santas. Sepultáronle en la
capilla mayor debajo de la peana del altar principal, y
teniéndose en la ciudad nueva de su muerte, fué senti-
da de todos en tanto grado cuanta era la veneración
con que le respetaban viviendo, y por la falta que. en
ella habia de hacer su ejemplar vida. A l año siguien-
te fueron sus huesos trasladados á una bóveda, que en
la muralla de la iglesia se abrió al lado derecho del
altar mayor para este fin. Está delante de la urna una
reja dorada por donde se descubre, y en la urna retra-
tada su efigie penitente, que causa devoción mirarla.
Iluminóse todo el circuito, y en lo superior en el hue-
co de un escudo pintado está escrito con letras de oro. "Mu-
rió en este convento el Lic. D. Bartolomé de Honorato chan-
tre de la catedral de la ciudad de Mérida á diez y seis de
abril de mil seiscientos treinta y tres años. Trasladáronse
los huesos á este lugar en veinte y nueve de setiembre
de mil seiscientos treinta y cuatro años. Todo lo cual
sucedió siendo nuestro R. padre Fr. Luis de Vivar pro-
vincial de esta provincia, y guardián de este dicho con-
vento de S. Miguel de Maní el padre Fr. Diego Ho-
norato." La modestia de ser su hermano este siervo de
Dios debió de ocasionar no ponerle algún elogio, me-
reciendo tantos por sus muchas virtudes. Tiénenle gran
veneración en aquel pueblo, y nuestra provincia dio
muchas gracias á Dios por prenda digna de tanta esti-
mación, y que siendo de fuera de la religión nos la
concediese. .
452 HISTORIA DE YUCATAN.

Por el tiempo en que murió este venerable varón,


nació en una estancia, hacienda de ganado mayor dis-
tante una legua de la ciudad *de Mérida, un monstruo
que parió una vaca, el cual tenia dos cabezas formadas
perfectamente, y en el medio de ellas una oreja tan an-
cha como dos manos, y á cada lado de las dos cabezas
una oreja no tan ancha. Vivió solo dos dias.

-o—

CAPITULO CUARTO.

De la vida y muerte del obispo D. Fr. Gonzalo de


Solazar.

Guardó la Majestad Divina muchos años al P. maes-


tro D. Fr. Gonzalo de Salazar en este obispado, para
bien común de esta tierra y especial amparo de los
pobres. Parecióme escribir su memoria en este lugar,
pues habiendo sido prelado del santo chantre D. Bar-
tolomé de Honorato, no tardó mucho la sucesión á su
muerte. Fué el P. Fr. Gonzalo criollo mexicano, hijo de
padres nobles, y llamóle Dios a la esclarecida religión
del gran P. y Dr. de la iglesia S. Agustín, en la pro-
vincia de la Nueva-España, que tan grandes varones
en letras y santidad ha dado á estos reinos. Siendo
ya maestro fué á los de España, de donde vino consa-
grado obispo de Yucatán el año de seiscientos diez,
como se dijo en su tiempo.Tratado está la controver-
sia de obispos y gobernadores sobre la prisión de los
indios idólatras, y cómo cuándo llegó á este obispado,
no se contentaba el gobernador; con que para la prisión
se le pidiese el real auxilio pero también quería tener
conocimiento de la causa, y el daño que de esto se iba re-
LIBRÒ ONC E. 453

creciendo: Opúsose el señor obispo solicitando el're­


medio (como padre y pastor de estas almas) no solo
al gobernador que halló sirio también á sus • sucesores,
defendiendo como muro fuerte el honor y libertad ecle­
siástica.' •'•>•••
Tuvo con un teniente general un grave pleito, por­
que'Condenó á azotes públicos á un indio llamado D.
Pedro'Canché, cacique del pueblo de Tekal, porque
en diversas festividades viniendo los indios S < misa, los
habia amonestado diese cada uno lo que quisiese de
limosna, para que con éllose hiciese una capa ¡paralas
¡

procesiones y otros actos eclesiásticos, porque no lá te­


nia la iglesia de su pueblo, á que ayudó su ministro
doctrinero exhortándolos cuando les predicaba. Hizóse
la capa, y el teniente le hizo causa de que habia e­
chadb derrama en el pueblo, y sentenció al cacique á azo­
tar. Apeló de la sentencia, y no queriendo admitir'la
apelación; sabido por el obispó, le amonestó' que la ad­
mitiese 'como'debía; "y porque ejecutó la sentencia le
descomulgó. Quejóse el obispo á la real audiencia de
México, que por provisión real mandó restituir al ca­
cique públicamente en su honor, y multó al teniente ge­
neral por el agravió que le hizo, con no sé que peña
que en ella señaló. •••• '
|

Cuan encontrados son los sucesos humanos, y los


dictámenes de los hombres, se verá por otro grave dis­
gusto que al señor obispo sucedió con el gobernador
D. Juan de Vargas. Visitando el obispado en su tiem­
po, resultó de' la visita que un indio, cacique del pue­
blo de Zuma, fué hallado ser idólatra, por lo que le sen­
tenció' en privación del cacicazgo y gobierno de aquel
pueblo. E l gobernador por el contrario restituyó al
indio acabado de privar por idólatra en él gobierno; con
trompetas y gran fiesta. ¿Qué sentirían los indios* de la
gravedad de este delito, viendo este suceso? По falta con­
sideración que entienda permitió la justicia divina tal
том. п. 58
454 HISTORIA DE Y U C A T A N .

fin como tuvo en los principios de su gobierno, por el


escándalo que con semejante acción ocasionó á los in-
dios. Solo Dios puede saber la verdadera causa.
Desde luego que llegó á este obispado, manifestó la
puntualidad con que satisfacía á las obligaciones de sa-
cerdotes así en el rezo del oficio divino, como en cele-
brar el santo sacrificio de la misa. Este no omitió dia
alguno en cuarenta y cuatro años que fué sacerdote, si-
no por enfermedad. Visitando algunas veces el obispa-
do (entrado yá en edad mayor) solia caminar seis y sie-
te leguas, y después decia misa en el pueblo donde lle-
gaba. E l oficio divino no solo le rezaba, pero solicitó
de que los demás satisfaciesen á esta obligación: los a-
traia á que les fuesen á rezar á las casas episcopales jun-
tos donde les viese, y á los necesitados señalaba parti-
cular estipendio cada dia porque fuesen, y como tam-
bién sabían lo mucho que gustaba verlos allí, iban con
voluntad, con que parecía su casa un religioso monas-
terio, donde continuamente se estaban dando á Dios di-
vinas alabanzas.
Visitó este obispado seis veces por su propia persona,
no omitiendo los lugares mas remotos de Bacalar y Ta-
basco, para conocer sus ovejas por vista de ojos, y
experimentar de prójimo las necesidades que tenían, re-
mediando las espirituales con doctrina, ejemplo y cas-
tigo, y los corporales con copiosas limosnas. Después
de haber dicho misa se asentaba en la iglesia, y con
todos los niños y pueblo cantaba en séptimo tono las
oraciones de la doctrina cristiana en su lengua, (habién-
dolas aprendido para esto) comenzando este gran pre-
lado en voz alta y prosiguiendo el pueblo , alternada-
damente, que causaba grandísima edificación en los in-
dios y en todos los que veian acción tan cristiana, y
dejó esta forma de enseñarla á los niños, que se obser-
va con mucho cuidado como se dijo en otra parte. En-
cargaba que trajesen todos los indios rosarios al cuello,
LIBRO ONCE. 455

j que tuviesen en sus casas imágenes de santos á quien


encomendarse, y cruces en los patios de sus casas pa-
ra reverenciarlas. Fué muy celoso de la honra de Dios
y estirpacion de la idolatría, con que en diversas veces,
como dice el bachiller Valencia en su relación, se des-
cubrieron mas de veinte mil ídolos. A éstos hacia que
los mismos idólatras que los habían adorado los que-
brantasen y pisasen, y después los hacia enterrar pa-
ra extinguir su memoria. Honróle á él Dios, porque lle-
gó la noticia de este santo celo á los oidos de nuestro
santo padre Paulo papa Quinto, el cual escribió á
nuestro obispo alabándole grandemente su cuidado, y
encargándole como padre universal de las iglesias del
orbe le continuase tal cual convenia para el bien de
las almas, servicio de Dios . y aumento de nuestra san-
ie. Holgárame haberla hallado para referirla aquí como
fuera jnsto.
Resplandeció mucho en la caridad con los pobres,
socorriendo á todos con copiosas limosnas, y á los de
la cárcel y hospital con singular cuidado, á los que es-
taban en cama ó impedidos enviándoselas á sus mis-
mas casas para su alivio y sustento. En tiempos de
esterilidad manifestaba mas su piedad, porque como era
tan conocida, acudían como á verdadero padre para su
remedio, en especial los indios, y así mientras pasa-
ba aquella necesidad, solia sustentar cuatro y cinco
mil personase Fué de natural muy compasivo, y par-
ticularmente se dolia mucho de los pobres indios á quien
trataba con gran mansedumbre. Cuanto traían á ven-
der á la ciudad, no hallando quien lo comprase, iban á
su casa, y porque no lo volviesen á sus pueblos, sin
necesitar de ello lo compraba. Así tenia gran cantidad
de cosas que no habia menester, y paraban en socorro
de otros pobres.
Celaba grandemente que los ministros doctrineros,
así seculares como regulares, supiesen bien el idioma
450 HISTORIA DE YUCATÁN.

de los indios,para que les predicasen y enseñasen la


doctrina cristiana. Tan observante fué de los preceptos
de nuestra ; santa madre iglesia, que aun pasando yá de
setenta años, observaba los dias de ayuno á quien tie-
ne puesto precepto. Asistía muy de ordinario á los ofi-
cios divinos en la santa catedral, celebrándolos él mis-
mo ¡en las festividades solemnes, y semanas santas con
grande autoridad y reverencia. Según la facultad que
el santo concilio de, ¡Trento da á lps obispos para que
en; las catedrales donde no hay cotidianas distribuciones a-
fectenla tercia parte de los frutos y rentas de todas las dig-
nidades, canongías y otros cualesquier ministros eclesiásti-
cos para que se destribuyan ádos asistentes, determinó por,
auto de diez de diciembre de mil seiscientos y veinte
y ocho años .que. la cantidad de un mil pesos de ,á
ocho reales se sacase cada un año de la gruesa de
las rentas, aplicados para estas distribuciones, por no
tenerlas la iglesia, moderando en ellos la dicha tercia
parte.- A doce se notificó á su cabildo y fué obedeci-
do¡ como tan justificado, y desde entonces puesto en
ejecución. El motivo de esta asignación dijo ser la
mayor reverencia del culto divino y asistencia de las
dignidades y prebendados en el coro, porque como no
habia multa, sucedían algunas faltas que por pequeñas
que fuesen sentía mucho con el buen celo que tenia.
Fabricó dentro de sus casas episcopales un oratorio,
que es una pieza muy capaz y vistosa, que adornó de
muchas láminas romanas, ,cuadros de pincel, lámparas
de plata y ricos ornamentos. Decia ordinariamente mi-
:

sa en él, y celebraba órdenes. Apreciábale la voz co-


mún en mas de cuarenta mil pesos, y allí pasaba mu-
chos espacios de tiempo encomendándose á Dios y de-
leitando en aquel sagrario, que era su mayor entreteni-
miento. Antes de su muerte le consagró á la Majes-
tad Divina colocando en él el Santísimo Sacramento,
y le donó á los curas de la catedral para su adminis-
LIBRO ONCE. 457

tracion,de que se dio testimonio público,, para que en


todo tiempo constase. Donó asimismo á su iglesia mu-
clips ornamentos, algunas cosas de plata, y otras nece-
sarias para el culto divino.
De, esta suerte lleno de dias y buenas obras, llegó
á las puertas de la muerte. Cargóle una erisipela á una
pierna, de que padeció algún tiempo, y era tal sudé?
seo de que hubiese muchos ministros doctrineros de los
indios, que aun con ella celebraba órdenes porque se
multiplicasen. Aumentáronse los achaques, y recono-
ciendo por la gravedad de ellos el fin de su vida, se
dispuso para él, recibiendo todos los Santos Sacramen-
tos con mucha devoción y reverencia. Fué muy
paciente en la enfermedad, en cuyo tiempo hizo mu-
chas mas limosnas que solia, y muy conforme con la
voluntad de Dios esperó la hora en que pasó de esta
presente vida. Fué su muerte á los tres de agosto de
mil seiscientos treinta y seis años, sintiendo no haber
podido el dia antes visitar nuestro convento (como so-
lia) para ganar el santo jubileo dé porciúncula, al cual
fcimpre habia tenido " singular devoción. Su edad
fué de setenta y seis años cumplidos., habiendo
sido obispo de estas provincias veinte y ocho años.
Lloraron los pobres su fin como de padre piadoso, sin-
tiéronle los buenos como de espejo de virtudes, aclamá-
ronle todos como amparo de esta tierra, y finalmente
el sentimiento fué común cómo de bienhechor univer-
sal. Hízosele el funeral con gran autoridad y asisten-
cia de concurso por lo mucho que le amaban, y fué
sepultado en una bóveda, que para ello fabricó debajo
del altar en su oratorio. No parece tener epitafio al-
guno.
Por su muerte quedó la sedevacante en el Lic. D.
Andrés Fernández de Castro deán, el doctor D. Gas-
par Núñez de León arcediano, D. Juan Gómez Pa-
checo chantre, D. Francisco, de Aldana Maldonado le-
458 HISTORIA DE YUCATÁN.

sorero, bachiller Pascual Mallen de Rueda y doctor D.


Francisco Ruiz, canónigos. Estuvo en sedevacante el
gobierno hasta diez y seis de mayo de mil seiscientos
treinta y nueve, en que en nombre del sucesor con su
poder tomaron por él posesión los doctores D. Gaspar
Núñez de León y D. Francisco Ruiz arriba nombrados.
Hizo el rey (á quien Dios guarde) merced á la santa
catedral de la tercia parte que importó la cuarta vacan-
te de los diezmos. Consta por cédula real de dos de
febrero de mil seiscientos y treinta y nueve años. La
otra tercia parte habia dado S. M. al nuevo electo, doc-
tor D. Juan Alonso Ocon, como consta de otra cédula
dada en Madrid á cinco de abril de mil seiscientos y
treinta y ocho años.

CAPITULO QUINTO.

De las vidas de algunas religiosas del convento de la


Concepción de Mérida.

Habiendo procedido tan adelante en estos escritos, y


habiendo visto el lector que hay convento de madres
religiosas en la ciudad de Mérida, y que de ninguna en
singular se ha tratado, suponiendo que en cualquiera
comunidad, y mas siendo religiosa, de ordinario hay
mucho bueno, quedando de ello noticia puede ser para
gloria de Dios y edificación de los fieles, presumo me
da yá por culpable y me acusa (en su interior por lo
menos) de omiso en materia tan grave. Aseguro
no haber sido descuido, sino querer juntar un rami-
llete de candidas azucenas, tan agradables á los
ojos de Dios como habrán sido las puras vírgenes
LIBRO ONCE. 459

que en este religioso convento le han servido. Y si


aquella es gloriosa continencia digna de inmortales ala-
banzas, no la que la necesidad fuerza sino la que eli-
ge la voluntad del santo propósito, ésta es la que ofre-
ce ahora á la pluma materia digna de espíritus angéli-
cos, para referir con igualdad virtudes del virgíneo co-
ro que voluntariamente ofrecido á la Majestad Divina
en este convento, solicita eterno nombre entre los án-
geles, en lugar del que la sucesión temporal pudiera
conservarles en el santo matrimonio, como á los demás
de sus parientes. Nombre de ángeles da á las vírgenes
S. Basilio; pero este nombre S. Pedro Crisólogo se lo
atribuye á felicidad en los espíritus celestes, y no pa-
rece concederles haberle merecido. Sí los vírgenes, que
alcanzan con las fuerzas que les da la divina gracia
lo que el ángel tiene por naturaleza. De donde arguye
ser mas glorioso este nombre alcanzado con la virgini-
dad en nuestra naturaleza, que tenerlo por los celestia-
les espíritus.
Y á se dijo el origen de la fundación de este con-
vento: veamos ahora los frutos de santidad que ha da-
do esta religiosa clausura de vírgenes que prudentes
se dispusieron voluntariamente á merecerse nombre de
ángeles, y á los divinos desposorios en que piadosa-
mente se puede creer se les dieron las arras de la
gloria y la corona de esposas merecidas. La primera
que se entiende haberla alcanzado fué la madre Ana
de S. Pablo, natural de la ciudad de México, y hija de
Diego Dias Navarrete y Da. Petronila de Méscua. Entre
las cinco fundadoras vino por maestra de novicias, prue-
ba bastante de su mucha religión, pues en un conven-
to tan grave, y donde hay tan grandes religiosas co-
mo en el de la Concepción de México, para una nueva
fundación la eligieron por norte, guia y maestra de la
observancia regular y espejo de vida religiosa. Reci-
bió el habito en aquel convento y profesó á nueve de
4G0 HISTORIA DE Y U C A T A N .

abril de mil quinientos sesenta y tres años, y vino'el


de noventa y seis á fundar el de la ciudad de Mérida.
Fué religiosa observante, singular penitente, y en lo que
mas se señaló fué en la continúa oración y contem-
plación con que consideraba la grandeza y majestad
de su esposo. Común sentir es de los teólogos con
santo Tomas, que en la media región' del aire 'hay no
pocos demonios que en ella son atormentados. Y ' S.
Bernardo dice que los puso la divina justicia en aquel
medio para que desde allí considerasen á los justos glo-
rificados en la patria, y á los que peregrinos en esta
vido mortal aspiran con la perfección á la eterna
para que los vean y los envidien, y la envidia
los atormente. Esto sin duda debia ocasionar ál
demonio para perturbar la paz interior de esta bendi-
ta religiosa, porque la maltrataba muy frecuentemen-
te en la oración, como testificaron las MM. fundadoras
que les sucedía en el convento de México. Fué tal
su penitencia, que se tiene por cierto le ocasionó la
muerte un cilicio de hierro que continuamente traía,
de que le dio accidente de hidropesía, con que pasó
de esta presente vida á su esposo Cristo el año si-
guiente de quinientos noventa y hueve, el día cierto
no saben las MM. religiosas que hoy viven. Así cons-
ta vivió tres años después que vino de México'en el
convento de, Mérida, con grande ejemplo dé virtuosa y
opinión de santidad, con la cual murió, siendo primi-
cia esta sierva del Señor de las muchas qUe aquel re-
ligioso convento ha ofrecido a S. M. Divina.
E l segundo fruto qué éste espiritual verjel dio al
cielo, y primero de sus plantas, fué la M. Leonor de
la Encarnación, natural de la ciudad de México, y des-
cendiente de aquel gran emperador de la Nueva-Es-
paña llamado Mote Cuhzumá, ó Montezuma. Sus pa-
dres de esta señora vinieron á esta tierra en compañía
de Da. Beatriz de Herrera, mujer del adelantado D.
LIBRO ONC E. 461

Francisco de Montejo, cuando volvió á estas provincias


el año de mil quinientos cuarenta y seis. Trajéronla
de edad • de doce años, y fué dada en matrimonio á
un conquistador llamado Francisco: Bérrio, que tenia
encomienda de indios en esta tierra. E l año de mil seis­
cientos llevó nuestro Señor á la otra vida á su esposo, con
que quedó viuda del terreno para mejor desposorio con
el Señor de cielo y tierra. Sucedió en la renta de su mari­
do, pero deseando servir á la Majestad Divina, desocupa­
do su espíritu de la atención á los bienes temporales,
pidió el hábito de religiosa en el convento de Méridael
mismo año de seiscientos, y cuarto de la fundación. Es­
tuvo en estado de novicia diez y ocho años, que des­
pués vivió, порог no profesar aquel perfecto estado,si­
no porque con la profesión la renta no vacase. Mo­
vióle á esto un afecto caritativo,; porque habiendo ex­
perimentado la; pobreza y necesidad de aquel convento,
le daba su renta para ayuda del sustento de las religio­
sas, cuya; regular observancia ejecutaba como si fuera
profesa, • siendo ejemplar de virtudes con que á todas
las tenían edificadas.
Fué su vida desde; que entró en el convento muy
penitente, ayunando tres dias de todas i las semanas con
;

solo pan y agua, y los restantes su sustento eran legun­


bres polvoreadas con ceniza, que muy raras veces se >
le vio comer carne alguna. Siendo el agua cosa que
mucho apetecía, en todo este tiempo no se sabe que; •
religiosa la¡ hubiese visto bebería; ¡ que tenían porgraví­;

sima mortificación sabiendo lo mucho ique la apetecía. •


Hacia muchas penitencias, así ocultas como manifiestas
á las religiosas, para, atraerlas cou su ejemplo. Trajo
continuo cilicio, y todas las noches hacia rigorosa dis­;
ciplina. Dábase; en los pechos con ' una piedra fuerte­:
mente (como otro S. Gerónimo) pidiendo á Dios per­ '
don de sust pecados; y siendo para sí tan: áspera; era
tan blanda y apacible para con las demás, que nunca
том, п. 59
462 HISTORIA DE YUCATAN.

se le oyó ni aun una palabra airada contra alguna per"


sona. De la continuación de estar de rodillas, se le hi-
cieron en ellas tres apostemas que necesitaron las cu-
rase cirujano^ Ocupóse siempre en el oficio de horte-
lana, que ejercitó con grandísima humildad y pronta obe-
diencia.
Ocasionóle el achaque de que murió la ceniza que
echaba en la comida, con que le dieron unos vómitos
de sangre, de que estuvo cuatro meses antes de su muer-
te enferma en cama. No por eso cesó en los ayunos de
los santos sus devotos que ocurrieron, si bien á este ejer-
cicio correspondieron divinos favores que la ayudaban,
porque solia decir en su enfermedad que la asistía la
Virgen Santísima Madre de Dios esforzándola, y los san-
tos sus devotos, nombrándolos todos. Viéndose cercana
á la muerte, pidió la profesión, que le fué dada el dia
en que se celebra la festividad de todos los Santos.
Habiendo recibido todos los Sacramentos, murió (recien
esposa de Cristo vida nuestra) á cuatro de noviembre
del año de mil seiscientos y diez y ocho, quedando las
religiosas con gran sentimiento por la falta de su pre-
sencia, pero consolándose con entender la tenian ante
la de la Majestad Divina por intercesora, como compa-
ñera que habia sido, de que daba muestra un suave olor
y fragancia que quedó en su celda después de muerta.
La madre Maria de Sto. Domingo, una de las fun-
dadoras, vino por vicaria del convento. Fué natural de
Jerez de la frontera en España, hija de Alonso Gómez
de Castañeda y de Catalina Muñoz, y recibió el hábi-
to en el convento de México, donde hizo profesión á
veinte y siete de diciembre de mil quinientos y ochenta y un
años. Fué religiosa de grandísima observancia, muy
penitente, pues los tres dias de la semana ayunaba co-
miendo solo pan y bebiendo agua. Mortificaba su cuer-
po con continuas disciplinas, trajo siempre cilicio has-
ta' que murió, y tan observante del silencio que nunca
LIBRO ONCE. 463

se le oyó hablar sino lo muy necesario. En lo que


mas se señaló, fué en la santa oración y meditación
en que ocupaba lo mas de la noche, tan olvidada de
sí y del necesario alivio de su cuerpo, que le aconte-
cía saliendo de este santo ejercicio dar caídas en el
suelo con que se lastimaba, y tal vez con riesgo consi-
derable de la salud, porque con las muchas disciplinas,
ayunos y poco dormir, cedían las fuerzas de la natura-
leza y mas la femínea. A esto aumentaba otras morti-
ficaciones públicas, cargando pesadas cruces, otras ve-
ces haciéndose atar á un madero donde no pudiese el
cuerpo tener natural movimiento, otras poniéndose una
mordaza en la boca, y otros muchos actos de humilla-
ción extraordinarios para mover á las otras religiosas á
semejantes ejercicios en que la seguian, conociendo en
ella singular bondad y caridad para con todas.
Estando en oración en su celda, iba una religiosa á
hablarla y sin hacer señal abrióla puerta. Como era tan
recatada, y en aquel santo ejercicio no buscaba la va-
nagloria de este siglo, sino agradar á su divino esposo,
porque la religiosa no conociese en qué estaba ocupa-
da, se levantó con celeridad y se dio un gran golpe,
de que le provino un flujo de sangre que le ocasionó
la muerte. Estando con él un dia, le llevaba de comer
una criada, y presentes algunas religiosas que con amor
y veneración la asistían, le dijo que .yá no necesitaba
de manjares de la tierra, porque la gloriosa Santa Inés
le habia traido uno, con que pasaría suficientemente
diez y seis dias de vida que tenia hasta su muerte, y así
en ellos no comió cosa alguna: solo bebió algún poco de
agua. Díjole después á solas á la criada que el dia
que habia dicho, habia de morir, y que si le faltaba el
habla, cuando la viese alzar la mano derecha encendiese
once candelas que le dio, y echase sahumerio, porque en
aquella hora habian de venir las once mil vírgenes á
acompañarla en su muerte. Sucedió lo que habia di-
464 HISTORIA DE YUCATAN.

cho, porque al decimosexto dia agravado el achaque,


estando ya sin habla, y las mas religiosas presentes, al-
zó la mano derecha, que era la señal que habia da-
do, y luego se encendieron las candelas que para aque-
lla hora dejó, y habiendo echado el sahumerio, dio
la bendita alma f i su Creador á once de diciembre de
mil seiscientos y treinta y tres años. Con que pia-
dosamente se entiende fué en compañía de aquellas san-
tas vírgenes qué habia dicho, á gozar la candida co-
rona que le estaba guardada, habiendo sido dos veces
abadesa. Quedó la enfermería donde murió con
un olor y fragancia extraordinaria, que atribuyeron las
religiosas á cosa sobrenatural. Su cuerpo quedó muy
oloroso y tratable, como si estuviera vivo. Esta ben-
dita madre es la que fué tan devota del santo padre
Fr. Pedro Cárdete, y á quien sucedió lo que se dijo en
el libro nono, capítulo veinte y uno.

o-

CAPITULO SEXTO.

Vida y muerte de la madre Inés de S. Juan, natural


de la ciudad de Mérida de Yucatán.

Parece que la Majestad Divina ha ido alternando


en llevar para sí una de las madres religiosas de las
fundadoras, y otra de las virginales plantas que en es-
te religioso convento se le han consagrado. De lasque
con muy singulares y notorias virtudes en él han flo-
recido, y dado suave olor de santidad, ha sido una la
madre Inés de S. Juan, natural de la ciudad de Mé-
rida en este reino de Yucatán y hija de padres nobles
llamados Rodrigo Alvárez y Da. Maria de Sosa. Lia-
LIBRO ONCE. 465

mola Dios á la religión, y le fué dado el hábito en


el convento de dicha ciudad á veinte y nueve de julio,
dia de la gloria virgen santa Marta, del año de mil
seiscientos diez y nueve, y profesó el siguiente de seis-
cientos veinte. Fué religiosa muy observante, de
continua oración, muy puntual en los actos religiosos de
la comunidad, y singular en la gua/da del silencio.
Trajo continuamente cilicio, dióse rigorosas discipli-
nas, sus ayunos eran muchos, y con gran mortificación.
Fué muy notada su humildad y paciencia, porque nun-
ca, aunque la reprendiesen, dio satisfacción alguna en
su abono, solamente decia merecia mas, y que fue-
se por amor de Dios. Sucedía, habiéndola reprendido,
llegar alguna religiosa, por si acaso estaba con senti-
miento, á consolarla diciendo que le pesaba de su dis-
gusto, ,y la bendita madre decia: No, madre, que bien
saben las madres lo que hacen', que mas merezco. Mu-
chas veces era reprendida solo por mortificarla, como lo
decian las abadesas á las otras religiosas. L o poco
que daba de descanso á su cuerpo para dormir, era so-
bre los cordeles de la cama, sino cuando le mandaba
la abadesa que durmiese sobre algún colchón, cosa que
aunque obedecía sentía mucho.
No pudo la fama de su mucha virtud estar oculta
en lo interior de la clausura: salió fuera y llenó la ciu-
dad de la opinión de su perfección de santidad y vida.
Por tal la tenían gran devoción, y muchas personas
viéndose en aflicciones y trabajos, la iban á pedir que
las encomendase á Dios, pareciéndoles que con sus rue-
gos saldrían bien de ellos. Referiré algunos casos par-
ticulares sucedidos en esto, como suele obrar la divina
misericordia, por méritos de los santos, prodigios y ma-
ravillas, cuando son convenientes para gloria suya y
edificación nuestra, que así parece haber querido ma-
nifestar el Señor los méritos de su sierva la madre Inés
de S. Juan en algunas ocasiones.
466 HISTORIA DE YUCATÁN.

En una, un hombre (que en el memorial que me


dieron la, madre abadesa y difinidoras dicen que su
estado no se declara por convenir así) estando con una
india casada en parte poco oculta, llegó el marido de
aquella india, y viéndola con el hombre, sacó un cu-
chillo que llevaba, y intentó herir ó matar á la mujer.
Viendo el hombre^ la intención del marido, por librar á
la india, envió con él y le quitó el cuchillo con que
le dio una puñalada, de que cayó montalmente herido.
A l ruido mientras esto sucedió acudió mucha gente, y
el que dio la herida al marido de la india se salió por
otra puerta. Mientras le sucedía esta desgracia se a-
cordó de esta sierva de nuestro Señor, á la cual ve-
neraba con devoción, y en lo interior de su corazón le
pidió su favor, y luego que se salió de allí fué al con-
vento y rogó le llamasen á la madre Inés de S. Juan.
Vino al torno, y le refirió lo que le habia sucedido, pi-
diéndola le encomendase á Dios, para que le librase del
riesgo que por ello temía. La bendita madre le
consoló, y dijo que le encomendaría á nuestro Señor, y
que así quedaba encargada de ello. Fué cosa digna
de admiración que habiendo sucedido en parte casi pú-
blica á hora de misa mayor, y vístolo tantas personas,
este suceso se calló de suerte, que ni se supo ni se
hizo diligencia alguna de las que suelen, sobre él, ni -
se habló de ello, ni se supo que se habia hecho la mu-
jer ni el indio su marido que quedó tan mal herido,
atribuyéndose esto á las oraciones de esta bendita ma-
dre, porque apenas sucede cosa semejante cuando con
la cortedad de la ciudad luego se sabe y publica.
Otra vez sucedió que estando la madre Isabel de
S. Juan (actual abadesa del convento cuando esto es-
cribo) con un accidente en un pié, que llaman hormi-
guero, llegó á tal riesgo que el cirujano estaba con última
determinación de cortarle con hierro toda la carne su-
pérflua que tenia. Viéndolo esta sierva Dios, se com-
LIBRO ONCE. 467

padeció de lo que la madre Isabel de S. Juan padecía


y había de sentir con aquella rigorosa cura, y la en-
comendó á Dios, tomando por su cuenta el curarla sin
que llegase á aquel extremo. Confiando la enferma mas
de las oraciones de esta bendita madre, que de las
medicinas naturales, se dejó en sus manos para que
la curase. La cura fué un poquito de agua bendita,
y rezarla unas oraciones, con que luego al punto la
enferma sintió mucha mejoría, y muy en breve ente-
ra sanidad, sin mas médico ni medicina. Y esta ma-
dre abadesa que sanó así es la que me dio el memo-
rial que he dicho firmado de su mano y de las reli-
giosas mas graves del convento.
Un jueves santo por la mañana, siendo la bendita
madre Inés de S. Juan sacristana del convento, la ma-
dre abadesa (que entonces era) la riñó mucho y con
muy ásperas palabras, á que ella, como tenia de cos-
tumbre, no dijo mas, que sea por amor de Dios. Por-
que dijo esto la trató la abadesa con mas aspereza
que antes, llamándola hipocritona, y dejándola con
confusión y menosprecio como á culpada, porque, como
se ha dicho, solo lo hacían por mas mortificarla. To-
lerólo con la paciencia y humildad que acostumbraba,
y la Majestad Divina la honró luego (como suele
decirse de contado.) Cantóse la misa, y comulga-
ron en ella todas las religiosas. Habiendo recibido
al Señor la bendita madre Inés de San Juan, se
fué desde el comulgatario al coro, y puesta de rodillas
en él daba gracias á la Divina Majestad por haberla
recibida sacramentada. Fué también la madre abadesa
al coro, y estando en él vio ocularmente que del la-
do izquierdo sobre el hombro de la bendita madre Inés
de S. Juan, salia un ramo hermosísimo de azucenas, con
que parece quiso nuestro Señor manifestar á la abade-
ea la candidez de aquella su sierva, y cuan agradable
le era. Así lo entendió, confesaba y decia después la
468 HISTORIA DE Y U C A T A N .

madre abadesa á las demás religiosas, de suerte que


ella no lo llegase á entender para que la reverenciasen,
pero por mas ejercitarla la mortificaba en todo cuanto
le parecia conveniente.
Dos ó tres dias antes de la muerte de.esta bendi-
ta religiosa, veian las que dormian en el dormitorio
donde dormia ella, sobre su cama hacia la cabecera, una
luz cómo una luna llena, y juzgaban que era algún
gran favor que nuestro Señor la hacia, causándolas gran-
de admiración. Estando buena y al parecer sin acha-
que alguno, envió á llamar á su madre y hermanos,
y fué para decirles cómo yá se acercaba el fin de su
vida en esta carne mortal, y que era la voluntad de
Dios que pasase á la eterna. Díjoles que el dia de Sta.
Marta, que era de allí á tres dias, moriría, que tal dia
habia recibido el santo hábito que traia y habia pro-
fesado. Esto sucedió domingo veinte y siete de julio,
y martes siguiente veinte y nueve del mismo mes, dia
de la gloriosa Sta. Marta, habiendo recibido los Santos
Sacramentos con mucha devoción, pasó de esta vida (co-
mo habia dicho) á la eterna, quedando con gran sen-
timiento todas las religiosas del convento, por faltarles
tal madre. Murió año de mil seiscientos y treinta y ocho,
siendo de edad de cuarenta años, v habiendo servido á
nuestro Señor en la religión diez y nueve ajustados,'
sin dia mas ni menos.

o —

CAPITULO SÉPTIMO.

De la madre Marina Bautista, natural de Campeche, y


de otra fundadora y criadas virtuosas.

La madre Marina, Bautista fué natural de la villa de


Campeche en este reino, y hija legítima de Juan de
LIBRO ONCE. 469

Senescal y C atalina de Zanabria. Recibió; ¡ekhábi^p de


religiosa en el insigne convento de la C oncepción Де 1а:

ciudad de México, y profesó á veinte y dos. del mes


de julio, año de mil quinientos­setenta y dos. .H abién­
dose de fundar el convento de Mérida, yino nombrada
primera abadesa de él. Fué muy observante de su pro­
fesión, y tan penitente en ayunos, disciplinas y .conti­
nuos cilicios, que muchas veces se los mandaban quitar
los médicos, porque hubo veces que llegó á peligro,ele
mprir por el daño, que en. Да salud le, causaban. De t^n
gran silencio, que traia al tiempo en que se guarda una
piedra en la boca por no quebrantarle. De tanta paz
interior y exterior, que no la, perdió por ocasión de em>
jo que la diesen. En lo que. mas se señaló fué en
continua oración, en la cual, juzgan las religiosas .reci­
bió muchos favores de la Majestad Divina, porque era tan
recatada que tenia dado orden no llegase religiosa ¡,al­
guna donde estaba el tiempo que viesen las : cortinas
de su cama corridas. Tienen por cierto, estaba en­
tonces en profunda contemplación ó, éxtasis, porque sa­
liendo de allí decia cosas que acababan de suceder en
partes muy distantes. Solia decir á las fundadoras; ¿A­;
cuérdanse de la madre fulana de nuestro convento de
México'? y respondiéndola que sí, decia: encomiéndenla
á Dios, que pasó de esta vida, y observando el dia lie­,
gaba después la nueva y hallaban haber sucedido el
mismo en que lo dijo.
Sábense algunos favores, que nuestro Señor la hizo.
Una noche de la Natividad de C risto Redentor nues­
tro, oyendo la primera misa, cuando el sacerdote le­
vantó la hostia consagrada, vio á su Divina. Majestad
en ella en forma de un niño, hermosísimo. Así lo co­,
municó á un sacerdote de quien dicen las religiosas que,
lo supieron, y también á la que tenia en su compañía.
Aconteció diversas veces oir ..cantar .misas, y, .hacer sur
fragios por algunos difuntos, y preguntar por quién eran,
том. л. 60
470 HISTORIA UE Y U C A T A N .

y habiéndolo jsabido decir: ya está con Dios en .des-


cansó. " Fulano difunto sí necesita que le ayuden mu-
cho, q^üé está en grandes trabajos. Por esto bien se
ve la revelaba nuestro Señor así el purgatorio de algu-
nos fieles cómo el eterno descanso de otros.
Estando en su celda sentada én una silla pequeña,
cayó uri rayo que pasó por debajo y lo abrasó todo
sin tocar un pelo de la ropa dé la bendita madre.
De allí dio en un armario, destrozándole todo. Esta-
ban allí algunas religiosas qué quedaron grandemente
atemorizadas, y la sierva dé nuestro Señor con tal so-
siego como si nada hubiera sucedido: solamente dijo:
Pásá maligno. Causóles gran admiración así lo que
dijo como verla sin turbación alguna.
Habiendo pasado el curso de esta vida con gran
ejemplo y edificación dé aquel convento, y como ver-
dadera madre tenido gran caridad con todas las religio-
sas, le dio el accidente de que murió, que fué unos
ardores, y queriendo curarla dijo qué no era necesa-
rio, qué lá cura era disponer el alma, porqué era la
voluntad de Dios llevarla yá de esta vida. Juzgaron
las religiosas habia tenido revelación de su muerte,la cual fué
á viente y cinco de abril de mil seiscientos treinta y
nueve años, habiendo primero recibido los Santos Sacra-
mentos. Quedó su cuerpo muy oloroso y tratable,
aunque pasaron cuarenta horas sin enterrarle. Murió
en suma ancianidad, habiendo vivido religiosa profesa
sesenta y siété años, y cuarenta y tres después que
vino á fundar el convento dé Mérida, donde fué dos
veces abadesa.
La madre Francisca de la Natividad fué natural de
Pachuca en la Nueva España, y hija legítima de
Martin López y de Antonia Gurar. Profesó en el dicho
convento de México á diez y nueve de mayo de mil y qui-
nientos y ochenta y nueve años, y fué una de las fun-
dadoras del de Mérida. Religiosa muy observante de
LIBRO ONCE, 471

su profesión,, de natural ,muy.pacífico,, dada á Ja santa


oración, y extremada en, la caridad .para con losjpróji-
mos, No llegó á saber necesidad de , persona •• alguna,
:

dentro ó fuera; del convento, que no la socorriese, has-


ta, quedar con solo .su hábito por ejercitar la caridad
cuanta podia. Entiéndese por cierto que en una ocasión
la apareció Cristo Señor nuestro ó algún ángel en fi-
gura de pobre necesitado para que la ejercitase por su
amor, como se puede colegir de este; suceso.
Perdióse en una ocasión una fragata en estas costas,
y saliendo muchos de ella desnudos, hubieron de ir á
la ciudad para que los vistiesen de limosna., Como
era tan conocida en darla esta sierya del Señor, vinie-
ron algunos á que los socorriese, y ella liberal, les ,dió
por Dios toda su ropa, hasta la de la cama. No ha-
biéndole quqdado mas que un par de sábanas y una
almohada, llegó uno en el trage que los perdidos á la
hora que se toca al A v e Mari a, y pidió que le lia-,
masen á la madre Francisca de la Natividad. , Vino
luego, y díjpla: señora, yo necesito de una sábana y al-
mohada, démela por Dios que soy un pobre de los per-
didos en la. fragata, y no tengo con que dormir., Fué.
;

la bendita madre á traerle lo que pedia, y cuando vol-,


vio con ello no, se halló tal hombre, ni en la ante-
portería, ni en la calle, ni en la vuelta de ella, aun-
que se buscó con toda diligencia.
Poco tiempo antes de su muerte pasó de esta vida
una india de mucha virtud llamada Catalina, que ser-
via en el convento. Viéndola enferma, le pidió esta
bendita madre que si Dios por su misericordia la 11er
vase á eterno descanso, le pidiese á su Divina Majestad
que cuando ella estuviese en su gracia la llevase para sí.
Murió la india de aquella enfermedad, y á pocos, días esta
sierva de Dios se vistió muy temprano, y dijo le, llamasen
su confesor. La religiosa su compañera hizo grande instan-
cia porque le dijese la ocasión, y importunada mucho, la
A72 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

dijo': que Catalina lá india difunta habia estado con ella,


y- le" habia'' dicho ¡que se dispusiese, porque era la vo-
luntad' de Dios i que pasase de esta vida. Vino su con-
fesor, y habiendo hecho confesión general dé toda sU vi-
da, por algunos días enfermó, y reconciliándose todos
los restantes, y ejercitando muchos actos de virtudes,
especialmente la santa oración, á los diez y seis dias
después que dijo habiá estado con ella la india Cata-
lina difunta, y habiendo recibido les Santos Sacrariientós,
dio su espíritu al Señor á los diez y seis de julio de
1639 años, habiendo sido cinco;veces abadesa de aquel
convento. r

Bendita sea la Majestad Divina, cuya bondad no ex-


cluye condición alguna de personas por de bajo naci-
miento qué al parecer de los hombres tengan, antes
benigno á todos los que con sana intención le buscan, se
comunica. Déjase entender llevó á la gloria á la in-
dia Catalina, que servia en el convento, en el cual ha
habido otras muchas criadas que han servido á la Ma-
jestad de Dios con singulares virtudes, frecuencia de los
Santos Sacramentos, penitente vida y caridad ferviente,
así indias como mestizas, mulatas y otras diversidades
que én lo accidental mudan la calidad humana, pero no
la atención de la misericordia divina, como se vio en
una mulata llamada Agustina que sirvió muchos años
en el convento.
En lo que mas la ocupaban era el servicio de la sa-
cristía, la cual tenia con tanto aseo y limpieza, tratando
con suma reverencia las cosas sagradas de ella, que era
motivo de dar gracias á Dios las religiosas como en su
memorial dice. Su vida era muy penitente én ayunos, disci-
plinas y otras mortificaciones. Oia misa con tanta atención
y devoción, que ninguna cosa le divertía, y aunque llega-
sen a ella, estaba inmóvil como si careciera de senti-
dos, y aun con mas extremo cuando estaba en oración,
en que ocupaba mucho tiempo. En ella le hizo nües-
LIBRO ONCE. 473

tro Señor algunos favores, de que en el memorial se


dicen los siguientes.
El año de mil seiscientos cuarenta y ocho, en él
tiempo de la mortandad de la peste, estaba en una
ocasión en el coro alto en oración delante de una ima-
gen de nuestra Señora. Otras tres religiosas estaban
en el coro apartadas de ella también en oración, y
vieron que dé la boca de la mulata Agustina salia una
luz muy ciará que iba hasta la corona de la imagen
ante quien oraba, y luego la misma luz volvia á la
boca de donde habia salido, y duró esto mas tiempo
de Una hora, qué les causó grande admiración atribu-
y e n d o á favor divinó-aquella luz, con que reconocieron
la virtud de la criada.
Por el mismo tiempo todas las religiosas y criadas
se ejercitaban en penitencias públicas y secretas, para
aplacar la divina justicia, y alcanzar alivio en tantas
aflicciones. Una noche (que era muy oscura) estando
una religiosa en un rincón del claustro en sus ejerci-
cios, vino la mulata Agustina cargada con una cruz por
el claustro, y otras criadas en su compañía. Pusiéron-
se a haóer oración delante de una imagen de las que
en él están, y vio aquella religiosa que salia de la mis-
ma Agustina una! luz con que le veia distintamente la
cara y toda ella, siendo así que de las compañeras aun
no percibía los bultos. Con la luz vio que estando
aquella bendita mulata dobladas las rodillas, no llegaba
al'suelo ni aun la saya que tenia puesta, estando su
cuerpo suspenso en el aire, porque veia claridad entre
él y él suelo. La religiosa dio muchas gracias á Dios
que comunica sus favores á cualquiera que le sirve.
En el mismo tiempo de la peste, estando en otra
ocasión en el coro en oración, con la quietud y sosiego
que solia, estaba una religiosa orando con mucha aflic-
ción pidiendo á Dios la salud de unos parientes suyos.
Volvió á ella la mulata Agustina, y en presencia de
474 HISTORIA DE YUCATAN.

otras religiosas que allí estaban, la dijo: Señora,, con-


fórmese con la voluntad de Dios, que estas personas
por quien ora han de morir, y yo he de morir, y to-
dos hemos de morir que para eso nacimos. Dicen las
religiosas que esta última razón , la debió de decir pa-
ra disimular con ella las antecedentes. Sucedió como
lo dijo, porque murieron los parientes de aquella
religiosa con la peste, y la, Agustina murió también
dentro de breves dias, habiendo recibido los Santos Sa-
cramentos, y dejando muy edificadas las religiosas.
De otras cosas pudieran dar relación, pero para que
se conozca por qué no la dieron, y la humildad de estas
señoras religiosas, daré fin á este capítulo con el que
le dieron á su memorial, diciendo: "Algunas cosas de-
jamos , de poner, así de las señoras religiosas difuntas,
como de criadas, porque aunque; son raras, se,pueden
atribuir á causas naturales. Y lo que hemos dicho de
las religiosas difuntas, hemos sabido por haber sucedido
delante de algunas religiosas, como está dicho, y otras
cosas por ser públicas en este convento, que los favores y re-
galos secretos, como tan recatadas, solo al confesor los .comu-
nicarían, Bien quisiéramos que todo lo dicho de las señoras
religiosas difuntas de este santo convento, que como hasta
hoy ha estado, estuviera encerrado en las paredes de nuestra
clausura. Mas por mandarlo V. P., y ser para la o-
bra que es, y para mayor honra y gloria de Dios que
se gloría en sus siervos, lo decimos con harta confusión
y vergüenza nuestra, que habiendo tenido tales ejem-
plares, tan ruines somos,,,,y tan poco aprovechamos en
la virtud. Dios nuestro Señor, que fué servido de co-
municarles estas virtudes, se sirva de darnos su gracia
para que con la perfección que debemos le sirvamos,
y guarde á V. P. &c,"

o
LIBRO ONCE. 475

CAPÍTULO OCTAVO.

De un capítulo provincial, y querella del cabildo de Mé-


rida contra los religiosos de la proviiwia.

Cumpliéndose el trienio del R. P. Fr. Luis de Vi-


var, era yá comisario general de la Nueva España eí
muy ,R. P. Fr. Luis Flórez, padre de la santa provin-
cia de Santiago, qué vino ä visitar está y celebrar ca-
pítulo. Luego que llegó á Mérida se le presento un
memorial firmado de todos los capitulares del cabildo
secular de la ciudad de Mérida contra todos los reli-
giosos doctrineros, diciendo eran crueles con los' indios,
pidiéndoles'nuevas y exhorbitantes limosnas á título de su
sustento. Hábia visitado el'muy R. padre comisario perso-
nalmente lo nías y mejor de esta provincia, y como era for-
zoso haberse informado de los indios cómo procedían con
ellos los religiosos, y no hábia tenido queja de pueblo al-
guno, ni de de indio particular que se le hubiese hecho
gravamen, no dio al memorial el despachó qué sus autores
quisieran. Procedió á' la celebración del capítulo, qué
se tuvo en el convento de Mérida ä 21 de abril de 1635
años, en que fué electo provincial el R. P. Fr. Berna-
bé Pobre, hijo de esta provincia, qué acababa de ser
difinidör. En este capítulo lo fueron los RR; PP. Fr.
Jüan Gárcia, Fr. Francisco.Jiménez de Santa Marta,
Fr. Antonio de Gracia y Fr. Miguel de Arguelles'. Cus-
todio fué el R. P. Fr. Francisco dé Magallón. Hubo
gran disensión entre los votos para la elección de pro-
vincial, porque muchos tenían la atención á otro reli-
gioso, qué no lo fué, y está parte favorecía el estado
séCulár, por cuya causa sé dijo habían dado él memorial en
que descendiendo de lo común contra todos, singularizaban
faltas de particulares, cosa que no tenia que ver con
la piedad que ostentaban para con los indios, porque los
que decían tenerlas eran de sentimiento contrario. Fá-
476 HISTORIA DE YUCATAN.

cilmente se derrama el veneno de la mala voluntad en


(

habiendo ocasión de manifestarse, y pocas veces basta


la prudencia para que se obre de suerte que no se
conozca.
Con la elección del provincial que salió, con no ha-
ber el prelado hecho la demostración que se pretendía
por no hallar causa justificada para ello, y con otras
cosas que fueron sucediendo, se enconaron mas las vo-
luntades, y remitieron el informe al real consejo de las
Indias. Visto por aquellos señores con el cristiano celo
que tienen del amparo de estos naturales,, se despa-
chó real cédula al marques de Santo Floro, que yáera
gobernador, para que informase sobre lo contenido en
é\ representando agravios en las limosnas que daban
y

los indios á los religiosos. Recibió el marques la real


cédula, y estando yá muy informado y capaz de todas
las cosas de esta tierra, respondió á S. M., que Dios
guarde, en la forma siguiente.
"Señor. Por cédula de V. M. de seis de noviembre
de mil seiscientos treinta y seis, me manda informase
en razón de un memorial que por parte del cabildo
de esta ciudad se presentó en el real consejo de las
Indias, en orden al proceder de los religiosos del se-
ráfico P. S. Francisco que están en esta provincia, y
de las limosnas que los naturales de. ellas', les dan en
las guardianías y doctrinas que ocupan. Y en , carta
que en diez de julio de mil seiscientos treinta y ocho
escribí á V . M. avisándole del recibo de. su real or-
;

den, y de lo que entonces podia decir cerca de ella


cuyo duplicado remito con esta. Salí, señor, á la vi-
sita de todos los partidos que llaman la costa, que en
todos son doctrinas de los dichos religiosos, y con par-
ticularidad por medio de intérprete general, de los ca-
ciques y principales, procuré saber si sentían algún agra-
vio en las limosnas ú otra .,cosa. Y generalmente, sin
haber ninguno que dijese íp» contrario, me aseguraron
LIBRO ONCE. 477

que las limosnas ordinarias que ha muchos años que


acostumbran á dar, lo hacen con mucho gusto porque
son por las fiestas y advocación de los santos que son
sus devotos en cada pueblo. Y que antes se les ha­
bía quitado el no dar una que por su devoción se ha­
bía acostumbrado á dar (esta que se quitó era una fies­
ta votada en todos los pueblos á diversos santos, y fué
voto que ellos hicieron en una gran mortandad de vi­
ruelas, enfermedad muy peligrosa en los indios, esco­
giéndolos por sus abogados ante la divina presencia pa­
ra alcanzar salud), llamada de las viruelas. Y que asi­
mismo de dos veces al año que es la cosecha de la miel
;

que cada uno daba una medida pequeña, las dichas dos
veces se les habia bajado que no diesen sino una, co­
mo lo hacen. V i y reconocí como lo habia hecho en el
camino real de aquí á C ampeche, y en aquella villa el
cuidado con que los religiosos acudían, habiendo en
cada convento dos, tres y cuatro, conforme la guar­
dianía, porque de otra suerte mal pudieran menos acu­
dir á la doctrina y enseñanza de los indios que con
cristiandad y amor lo hacen, teniendo sus iglesias muy
capaces y autorizadas, y en todas las cabeceras el San­
tísimo Sacramento con gran decencia, y con todos los
adornos y cosas necesarias para el culto divino, que
pareciera lucimiento en cualquiera ciudad buena. Y
esto se acrecienta cada tres años, porque el guardián
que sale procura quede su iglesia y sacristía mejora­
da. Generalmente lo que supe de todas las partes di­
chas, los indios y los que de ellos les gobiernan, que
están muy contentos, y aman mucho á los religiosos, y
en habiendo idolatría por cualquier parle, la descu­
bren para que se castigen los culpados. Aseguro á
vuestra majestad que las limosnas que llevan, las
trabajan bien, y no son menores las que se dan
en las doctrinas y beneficios de los clérigos, y a­
demas de cada manta llevan cuatrp reales mas cada
том. п. Gl
478 HISTORIA DE YUCATÁN.

año que los dichos religiosos. Con lo cual, y lo que
fuera de lo que he visto me he informado de perso-
nas desapasionadas y honradas, se conoce bien el in-
forme que se hizo á V. M. consistió mas en pasión
que no en otra cosa, y que algunas veces he acorda-
do en cabildo lo que V. M.' me manda, nunca se me
ha hecho parte por los de él en nada. L o cierto es,
señor, que padeciera mucho esta provincia si no hubiera
esta santa religión. Y no puedo dejar, por laobligacion de
mi cargo, decir á V. M, que cuando llegué á ella, hallé
grandes inquietudes entre ellos, y desde que la gobier-
na el P. provincial Fr. Antonio Ramírez, viven los
religiosos entre sí con tanto amor, paz y gusto que
tienen de verse con ella, que yo le tengo muy grande
de que en mi tiempo por la cristiandad, prudencia,
severidad y respecto con amor que todos tienen á di-
cho provincial, se pase con tanta quietud tan importan-
te para el servicio de Dios y de vuestra majestad, y del
bien público y en particular de estos naturales. Acom-
paña á lo dicho el tener un definitorio de religiosos
tan ejemplares y doctos y amadores de la paz, que
ayuden mucho al santo celo del dicho provincial. Y
está hoy esta provincia tan llena de religiosos graA es, r

virtuosos y doctos, que aseguro á vuestra majestad no


sé puede desear mas^ Certificanme personas muy gra-
ves de todos estados que lo que he dejado de ver,
por mi poca salud, de dichas guardianías, que es lo
que llaman de la Sierra y villa de Valladolid, es cono-
cida la ventaja de iglesias, sacristías, ornamentos y lo de-
mas necesario del culto divino que viene á ser mode-
rado, según ello lo que he visto de dichas guardianías
de religiosos, que son muy dignos de que V. M. con
su grandeza los honre y haga merced. Cuya católica
y real persona de V. M. guarde Dios &c. Mérida
de Yucatán, y abril catorce de mil seiscientos y cua-
renta años."
LIBRO ONCE. 479

Tal fué la repuesta que el marques, dio á<S. M., que


Dios guarde. No és la primera vez que ha permitido
nuestro Señor se diga de los religiosos de esta provine
cia lo que no era razón decirse, para que de ello re-
sulte notoria calificación del proceder que han te-
nido. Yá se dijo lo que el prudentísimo rey Fe-
lipe segundo, que está en gloria, respondió al primer
obispo de esta tierra, cuando escribió contra los reli-
gios. También se dijo lo que el obispo D. Diego Váz-
quez de Mercado escribió al tercero, cuando en su tiem-
po hubo ocasión con que nos quisieron desacreditar. Y
en esta que contra razón se procuró, habiendo notoria-
mente muchos religiosos piadosísimos y caritativos con
los indios á quien se hizo grave injuria, como materia
escrita á la majestad real, satisface el gobernador escri-
biendo lo que se ha visto. Este año de cincuenta y
seis ha informado también el cabildo de la ciudad de
Mérida á S. M., que Dios guarde, habiendo sucedido un
caso en Mérida; y referido, dicen: " Y como quiera
que en los procedimientos de los religiosos comunmente con
todo lo demás, y en particular en la administración de
las doctrinas que tienen á su cargo, son semejantes á los re-
referidos; &c." Palabras son suyas, igualándolos con
tres ó cuatro que parece hallarse culpados. Esto sin
poder serlo ni tener conexión lo sucedido con tratar de
los doctrineros. Dios que en las ocasiones referidas ha
mirado por la honra del común, proveerá en la pre-
sente se manifieste la verdad, pues es notorio no son
todos de la calidad de los referidos, como dicen. N o
alcanzo cómo descargan sus Conciencias en estas ocasiones,
porque nunca se ha visto satisfacción de injurias tan
graves contra un común. A Dios darán la cuenta, y
no sé qué tal será.
Yá que el marques escribió á S. M. que las li-
mosnas que nos dan los indios las trabajamos bien, y
yá que en esta tierra ellas solas son tan murmuradas
480 HISTORIA DE YUCATAN.

como si fueran cosa injusta, digo como en lugar á pro-


pósito la causa que tienen.
; Que los ministros doctri-
neros hayan de comer, beber y vestir, no siendo ánge-
les, aunque sean frailes de S. Francisco, sino hombres,
no hay necesidad de probarlo. Que sea de toda razón
de justicia la congrua sustentación del párroco, no ad-
mite duda. Que seamos párrocos los doctrineros obli-
gados de justicia á administrar los Santos Sacramentos
á los indios, y que así pecará gravísimamente él que
tuviere omisión voluntaria no haciéndolo, es sin contro-
versia. Que los frailes menores no podamos tener pro-
piedad, ni dominio en cosa alguna, aunque por cual-
quier título se nos deba y haya obligación de dársenos,
es tan cierto como que hay regla de S. Francisco con-
firmada por el Sr. papa Honorio. Esto supuesto digo
que estas limosnas que respecto de nuestro estado lo son,
de otra manera no podemos recibirlas, es la congrua
sustentación que antiguamente los gobernadores y obis-
pos asignaron para los doctrineros, clérigos y frailes in-
diferentemente, viendo que lo que se da, que llaman
doctrina, no era suficiente para la décima parte de mi-
nistros que son necesarios. ¿Quién dirá, pues, que es-
to es limosna voluntaria de parte de los feligreses,
cuando es la congrua sustentación de los curas y pár-
rocos'? ¿Con qué justicia podrán á éstos quitárselas, no
proveyéndoles de otro tanto por otro camino'? ¿Por qué
han de tener los doctrineros obligación en conciencia de
dejar todas otras ocupaciones para acudir á su minis-
terio, como lo hacen, y no han de tenerla los feligre-
ses para darles su sustento'? Notorio es que estos in-
dios son en lo general tan poco limosneros, que por
sola su voluntad no nos dieran un huevo para nuestro
sustento, por cuya causa los. superiores hicieron la asig-
nación dicha. Ninguna iglesia de todas las doctrinas
tiene renta para ornamentos y lo necesario al culto di-
vino. Los pueblos no dan cosa alguna en particular pa-
LIBRO ONCE. 481

ra esto. Debiendo acudir á ello los encomenderos, y


habiéndolo inquirido el provincial en la visita el año pa-
sado de cincuenta y dos y el siguiente, dejó mandado
á todos los guardianes remitiesen para la congregación
memoria aparte de lo que para adorno del culto divi-
no hubiesen dado los encomenderos. Los libros- vinie-
ron á mis manos por orden del padre provincial, y cer-
tifico en fé de sacerdote que casi todos vinieron con
solo un título que decia: memoria de lo que han da-
do los encomenderos, pero lo demás estaba blanco, sin
que hubiese cosa alguna escrita en ellos, y si algo vi-
no en algunos, es cosa tan corta como podrá verse en
ellos. Siendo esto así, el lucimiento de las iglesias es
el que el marques escribió á S. M. como es notorio. Todo
sale de lo que nos dan para la cóngrua,porque considerando
(como debemos) la profesión que hemos hecho, pareciendo
mas conforme á la intención de los dantesy de S. M.,
que Dios guarde, se expende en sus mismas iglesias,
como lo ven con sus ojos los indios que por eso lo
dan yá muy de su voluntad y con todo gusto. Paré-
cerne bastará esto para satisfacer á quien lo advirtiese
sin pasión, porque en habiéndola ninguna razón es su-
ficiente, pues quieren tengan en menos los indios á sus
predicadores evangélicos que tenían á los ministros del de-
monio de su gentilidad que eran sacerdotes de la idola-
tría. Véase la magnicencia con qué en el Perú los sus-
tentaban, como lo refiere el P. Fr. Gerónimo Román
en su historia de la gentilidad de los indios, y véase
lo que pasaba en la Nueva-España. Solo termino con
decir que siendo las mismas limosnas, y aun mas, las
que como dice el marques se dan á los beneficiados,
nunca las toman en boca.
482 HISTORIA DE Y U C A T A N .

CAPITULO NOVENO.

Del gobierno del marques tic Santo Floro.

Habiendo gobernado tan poco tiempo á Yucatán D.


Andrés- Pérez Franco, vino por gobernador D. Diego
Zapata de Cárdenas, marques de Santo Floro. Hizo
el rey la merced en S. Lorenzo el real á 30 de octubre
de mil seiscientos treinta y cinco años, y vino al si-
guiente de treinta y seis, llegando al puerto de Qilan
donde desembarcó. Tomó la posesión del gobierno en
Mérida á diez y siete de mayo de aquel año, y estuvo en él
hasta treinta y uno de diciembre del de mil seiscien-
tos cuarenta y tres, que le llegó sucesor. Tuvo dicha
en no pasar adelante á desembarcar (como solian llegar
las naos de España) al puerto de Sisal, donde estaba Die-
go el mulato con las siete urcas que se dijo, porque
sin duda le cogiera prisionero, pues habiendo salido á
tierra, y sacado alguna ropa del navio, bajándole á Si-
sal para descargar lo restante, le pilló el mulato y le
abrasó de enojo, sin duda por haberse librado el mar-
ques y su familia.
El proceder de este caballero en el gobierno fué
prudente, muy celoso del servicio de S. M. y junta-
mente del bien común de esta tierra. Vióse lo uno
y lo otro junto en una acción gravísima. Y á se dijo
cómo su antecesor trajo apretado orden para asentar
el nuevo servicio del tostón que los indios habian
de dar á S. M. cada año. El marques, como puntua-
lísimo ministro, lo puso en ejecución aunque se le re-
presentaron gravísimos inconvenientes. Cobróse dos años,
v viendo por experiencia lo propuesto, dio noticia de
ello á S. M. y real consejo de las Indias, á que le fué
respondido con una cédula del tenor siguiente;
" E L R E Y . Marques de Santo Floro, mi gobernador y
capitán general de la provincia de Yucatán. Por vuestra
LIBRO ONCE. 483

carta de 17 de julio de mil seiscientos treinta y siete &c."


DaseS.M. por muy servido del cuidado que ha tenido en
acudir á los arbitrios para la armada de barlovento, y lue-
go dice. Y para que tengáis entendido lo que en los di-
U

chos arbitrios he resuelto, he querido avisaros de ello.


En cuanto á los géneros, que se han visto en mi con-
sejo real de las Indias, sobre que han caido las imposi-
ciones de esa provincia, he excluido el del tostón, ya
se practique quitando cuatro reales de los diez que de-
bían los indios, ya dando la mitad á San Juan y la
mitad á Navidad. Porque de cualquier manera que sea
se considera tanta graveza y molestia para ios natura-
les, que siempre que se ha tratado en el dicho mi con-
sejo, se le ha excluido totalmente, y ahora se excluye por
muchas razones que en él se me han representado y
conferido &c. ' Y después de haber asignado otras co-
:

sas en que los arbitrios podrían ejecutarse, y advirtien-


do que fuese con el menor daño posible de los ve-
cinoe, prosigue la cédula: "Advirtiendo que ini in-
tención cuanto á los indios, es que sean reser-
vados todo lo posible, porque aunque esta armada
ha de defender á los unos y á los otros, pero siendo
así que del sudor del indio y de su tributo se susten-
tan la mayor parte de los españoles, no conviene cargarles
inmediatamente otras imposiciones, sino reservarles todo lo
posible para que se conserven en paz y obediencia, y
con eso la renta de los españoles &c." Obedeció el marques
esta cédula en veinte y cuatro de diciembre de mil
seiscientos treinta y ocho años, festejándose en toda la
tierra, y dándose gracias á Dios en todas las iglesias
por este beneficio hecho á los indios. A éstos se la hi-
zo notoria el marques por su auto de tres de enero
del año siguiente, manifestándoles el amor que su
majestad les tiene, mandándoles le encomendasen á
Dios, pues por no gravarlos perdia una renta tan con-
siderable, y á las justicias ordenó que todo lo recogido en
484 HISTORIA DE YUCATÁN.

los pueblos que no estuviese yá entregado en la


real caja, se volviese á los indios en presencia de sus
doctrineros.
Aunque en su tiempo tuvo algunos encuentros con per-
sonas de calidad, supo templar el poder de superior para no
exceder con acciones públicas la modestia que como tal y
mas de su calidad debe tener, Las cosas graves que se le o-
frecian, nunca las resolvía sin consultarlas con personas
doctas con cuyo parecer pudiese asegurar sus resoluciones y
las del gobierno, comunicando á los experimentados de
esta tierra para su acierto. Hacia muchas limosnas á
los conventos de la ciudad de Mérida y á muchos sa-
cerdotes pobres y personas desvalidas. Tuvo gran res-
peto y veneración al estado eclesiástico, y si algún sa-
cerdote le iba á visitar salía á recibirle á la antesala,
y al despedirle, hasta el corredor de las casas reales
con grandes cortesías. Fué frecuente en el ejercicio de
los Sacramentos, y vigilante en que lo fuese toda su fami-
lia. Muy puntual en la asistencia pública á los oficios
divinos y demás actos eclesiásticos en la santa catedral.
A las demás iglesias donde le convidaban para las fes-
tividades, iba con mucho gusto, llevando con su ejem-
plo á los demás para que las solmenizasen y festejasen.
Su familia era compuesta de gente noble, con que ade-
mas de esto á vista de su dueño procedía con cristian-
dad, afabilidad y modestia con los vecinos.
Coronábalo todo la señora marquesa Da. Gerónima ,
de Lazo y Castilla, que quisiera yo tener la elocuencia de
Cicerón para ponderar así la nobleza de su ilustre as-
cendencia como sus muchas virtudes. Fué en esta tier-
ra un vivo ejemplar de ellas, haciendo mucha caridad
á los pobres, intercediendo por el amparo de la justicia pa-
ra con los necesitados , solicitando la paz y concordia
entre el marques y los vecinos en algunas ocasiones
que se le ofrecieron de disgustos, con que como preciosa
margarita se hacia amable y venerada de todos. Co-
LIBRO ONCE. 485;

nocíase bien en la ocasión que estuvo tan enferma, que


se llegó á esperar su fin en breve* de que la sanami­,
lagosamente la Virgen Santísima, encomendándose ;3 su
santa imagen de Izaiual, como se dijo en ellibrojsexh:
to. El sentimiento de verla en aquel estado fuésumV
versal en todos, eclesiásticos, religiosos y seculares/ ha»­!
ta en los mismos émulos del marques, como también;
grande el alegría cuando la vieron sana. C on ser; está
señora de edad juvenil, criada en la corte á vista de
sus grandezas y honestos divertimientos, fué tanto su
recogimiento, que solo para asistir al culto divino y oir;
sermones casi no salió de su casa, con que sus damas­
y criadas parece vivian en una clausura de religiosas.
En casa rara vez ociosa, ocupada sí de continué''en
labores decentes á su estado, y algunas para el ¡serví­*
ció del culto divino. ¡ ;
Rara vez acontece haber superior que no tenga al­'
gunos émulos, y sobre casos particulares noie faltaban
el marques. Viendo que se llegaba el tiempo de¡dar re­ 1

sidencia, solicitaron en el supremo consejo de las Indias


que viniese á recibirla juez particular que S. Ml>
nombrase, significando era petición de la ciudad' de
Mérida; pero sabiéndolo el cabildo de ella, por carta dé
nueve de diciembre de mil seiscientos cuarenta у ч un.
años escribieron á S. M. certificando ser siniestra rela­t
cion decir que tenia queja alguna de} marques, ni la­
hubiese dado, y que lo pedido era contra la Voluntad
del cabildo, suplicando á S. M. mandase repelerlo; Aun­,
que por el cabildo ¡se­pidió no viniese juez particular,
cuando acabó el marques su gobierno, envió al licencia­
do D. Alonso de C astro y C erda, que iba por oidor de
la audiencia de Goatemala, para que la tomase. > Hízo­
lo así, y habiendo resultado de., ella algunos cargos, fué
pronunciada sentencia, de que apelando el marques para
el supremo consejo de las Indias, visto lo actuado por
aquellos señores, moderaron la sentencia, quedando en
том. и. 62
4861 HISTORIA DE YUCATAN.

muy leves penas pecuniarias la ejecución, de que se re-


mitió>¡ copia-á esta tierra.
i; Tuvo el marques de Santo Floro' todo el tiempo-
1 :

que^gobernó esta tierra al licenciado D. Francisco de


Azeoitial por teniente general. Tuvo opinión de buen
cristiano! y'buen juez, y así fué' bien querido. Fil go-
bernador le tenia en la misma opinión, con qué no pu-
diéndo personalmente por sus achaques, como era yá
hombre de edad mayor, le dio comisión para visitar todo
lo que no pudo, lo cual ejecutó a satisfacción, corno lo
demás de su oficio, con que después cuando le acabó
dio:¡buena residencia, y quedó bien quisto con la gente
de este reino. I ¡
¡i > Tratábase yá con muchas veras de la fábrica de la
armada de barlovento, y aunque en los medios y ar-
bitrios que para sus gastos se daban, se hallaban in-
convenientes, de que hizo informe el cabildo de la ciu-
dad* dé;'Marida por su parte, y los oficiales reales por
la-¡suya;:'al Exorno. Sr; viréy, marques de Cadereita, dan-
do-¡bu' parecer por escrito, como consta délos cabildos
dé' setiembre y octubre del año de treinta y seis, no
surtían el efecto que se deseaba. No debió de tener
Si* E. los inconvenientes por tan calificados como se le
representaron, que quien experimenta las materias solo
por relación, no es mucho forme menor concepto, que
quien las tiene presentes á la vista: E l aprieto que !

S. M. hacia era tan grande, como lo era la necesidad


á que se ordenaba la ejecución de los arbitrios, y así pro-
1

siguió Con instancia en que se ejecutase lo tratado, n'o>


obstante los informes que se le habían remitido. Para
esu*' escribió al marques de Santo Floro y al cabildo'
de la< ciudad de Mérida. La carta del marques no he
hallado: la del cabildo decia así:
•>~ -'Por el despacho que remito en esta ocasión al Sr.
t

marqués 'de; Santo Floro, entenderá esa ciudad y pro-


vincia' lo mucho que conviene al servicio de- S. M: y
LIBRO ONCE..

conservación ; de ella, se tome asiento- en algunas, c¡0;sas


y efectos, tocantes á él, de, ¡que daíá .QVjen,ta,^^ge,ñoxía. ;

Espero,que toda ella acudirá!,con la mayor,; ¡y ,prp,n.ta


voluntad que debe á su rey, y, ¡señor ínaturaíjrmayprf-
; ;

mente cuando miran á tan bueniifin sus; disppsici^ijes


;

y- órdenes. Quedo inuy,cierto de,,esa, cjudad q,ue Jo !;

hará así; y que corriendo landhecciqu de esta .ina|eria


por mano, del Sr. marques,, tendrá,,muy, bueuos efectos,,
y yo p o r l o que me toca, quedaré obligado, :•#..( IPiíer
presentaré, á S. M. en jas; ocasiones. ;¡ Giia,rde I)ips 4 í; í(

usted. México á diez y¡< siete de ¡enero? dje¡;mil ¡jseisr


;

cientos treinta y siete años. E l marques d ;.fía&W e

reita.",,; Las causas de, estos aprietos,;, y 4a;s ordene?


que al marques dice se enviaban, se refieren ;-en ca-
pítulo siguiente. , ..¡-.¡

CAPITULO DIEZ. \. ,'V . C

Lo que se resolvió en orden á los arbitrios para los


gastos\ de la armada de barlovento. ?,hi,->

Apretaba el virey en que se diese asiento. á la ; ;

ejecución de los arbitrios para los gastos de la arma-


da de barlovento, porque la necesidad que había de
ella se tenia por muy urgente, como el rey lo .tenia
dado á entender por cédula de cuatro de mayo, de mil
seiscientos treinta y cinco, y después con mayores aprie?
tos por sobrecédula de veinte y cuatro de febrero :•• de
treinta y ocho, dirigida al marques de Santo Florp;<GOr
mo gobernador que yá era. En ella pospuesto :,el fin á
que la armada se ordenaba, como yá se dijo, refiriendo
cuando se comenzó á tratar de su formación, para lo
488 HISTORIA ' DE Y U C A T A N .

cual contribuyó esta tierra con la cantidad de siete mil pe-


soscada año; prosigue después. "He resuelto que su-
r

puesto que yo con estar tan exhausto y gravado mi


real patrimonio, he dado orden que mi virey de lá Nue-
;

va-España ejecute en ella muchos medios de los cuales


sé ¡sacan muy considerables cantidades para la forma-
ción de ésta armada,porque hade ser la que ha de de-
fender y amparar todas esas costas del norte; concur-
ran todas las provincias de él á la dicha formación y
conservación, así para que nunca pueda faltar esta de-
fensa, Como para que sean mas tolerables á mis vasa-
llos los derechos que para esto se impusieren. Y como
una de las provincias mas principales de entrambos
mares es ésa que vos gobernáis, os remito la copia
de las imposiciones que se han impuesto en Sto. Do-
mingo y demás islas de barlovento, para que de estos
medios, ú otros los que mas cómodamente se impusie-
ren y mas fáciles sean de exhibir y cobrar, encaminéis
con todo efecto, luego que recibáis esta mi real cédula,
sin alzar la mano de ello hasta conseguirlo con esos
mis vasallos, como se impongan derechos considerables
en estos géneros, ü otros los que mejor parecieren, de
los cuales se saque una cantidad muy considerable para
ayuda de esta armada, mirando juntamente que ha ser
muy excesiva la costa que ha de tener su formación
y conservación, y la utilidad grande que se sigue á
esa provincia de tener aseguradas sus costas, comercio
y contratación. Que fio de tan buenos y leales vasa-
llos que llevarán con grande consuelo lo que en esto
contribuyeren, pues en las pérdidas y daños que se ex-
cusan con esta armada, y otras comodidades que de te-
nerla se les siguen, ahorran mas de lo que pueden con-
tribuir en estos derechos &c."
Las comisiones que al gobernador remitió el virey
y para que vino real provisión, eran. La fundación del
tostón de los indios, la tercia paite de las nuevas en-
LIBRO ONCE. 489

comieudas que se encomendasen ó hubiesen encomenda-


do desde el dia que allí se ordena, que en las man-
tas de los encomenderos se pusiese un servicio consi-
derable; y que se doblasen las alcabalas desde el diá
que se mandaba. Q,ue se tomasen cuentas de lo pro-
cedido de la unión de las armas, y se cobrasen los al-
cances, enterándose todo en poder de los oficiales rea-
les. Todo esto era por comisión del virey, y en otra
real cédula se mandaba también lo del tostón y tercio
de encomiendas, que era dado por la audiencia.
Propuso el gobernador al cabildo de la ciudad, así
lo que por la cédula real se le ordenaba, como la de-
terminación del virey en orden á la ejecución. Con-
siderada por el cabildo la pobreza de esta tierra, y que
parecía grave carga para el posible de ella tantas nue-
vas imposiciones, para que con la comodidad que S. M.
decia con efecto se contribuyese á ella, suplicaron al
marques gobernador suspendiese la ejecución de dichas
órdenes hasta oir al cabildo sus defensas y razones,
mandándole dar al procurador general de la ciudad to-
dos los papeles tocantes á la materia, por los dañóse
inconvenientes qué de ello habían de seguirse á esta
tierra, siendo, como era, servicio de S. M. proponerlos
y representarlos en su supremo y real consejo de las
Indias, para que visto y entendido ordene lo que mas
convenga á su real servicio, se ejecutará y cumplirá
como S. M. lo dispusiese y ordenase. También se de-
cretó que por parte del Cabildo se diese cuenta de to-
do al Sr. virey, para que teniéndolo entendido se sus-
pendiese la ejecución.
Respondió el gobernador que de todo lo que el Sr.
virey por sus órdenes y por las provisiones le había
ordenado, y le estaba mandado, no podía suspender la eje-
cución ni dilatarla, porque en la íntima, como recono-
cería y vería el cabildo, decia S. M. que todo lo que
se dejase de cobrar, se tomaría y cobraría de su ha-
490 HISTORIA DE YUCATAN.

cienda por haberlo ocasionado así. Y que de esta sus-


pensión de, la ejecución que se le pedia,» aventurábala
pagar de su hacienda aquello que no se••• ejecutase .y ;

cobrase, fuera de no cumplir las órdenes reales y de S. E.


Que por tanto, el cabildo recurriese al Sr, virey á pro-
f

ponerle lo que tuviere por bien en servicio de S. M.


y de la república. -
Volvió el cabildo á suplicar y requerir al marques
gobernador suspendiese la ejecución, protestándole los
daños que á esta provincia y al servicio de Si- M- po-
dían causarse de ella, y que las comisiones del Sr. vi-
rey eran; contra órdenes y cédulas reales que el cabil-
do tenia de S, M. y consejo de Indias. Que el cabil-
do tenia entendido que el Sr. virey oidas sus razones,
y vista la voluntad que siempre habia tenido y tenia
el cabildo al servicio de S. M., para lo cual ofrecían
vidas, personas y haciendas. Que de la real demen-
cia esperaban que no se serviría ni mandaría ejecutor
mas de aquello, que esta provincia, los habitadores de
ella y encomenderos pudieren llevar y pagar. Estan-
do todos como están (y podia su señoría certificarlo)
siempre con las armas en la mano, acudiendo al servi-
cio de S. M. y á la defensa común de toda esta tier-
ra, lo cual cuando no tuviesen con que hacerlo y vi-
vir, seria fuerza desampararla é irse á la Nueva Es-
paña ó otras partes de los reinos de S. M. Y.por-
que en presencia del gobernador todo el cabildo vería
y trataría los modos de suavidad y de mas servicio de
S. M. que pudiese haber para que fuese servido, y pa-
ra todas las que fuese de su voluntad, se resolverá lo
que pareciese poder hacerse, para que el marques jun-
tamente con el cabildo ó aparte diesen cuenta á S. M.
y al virey. Y también porque tenían por cierto cuán-
to estimaba S. M. la conservación de sus vasallos,, y
que solo le sirvan con lo posible, como estaba prontísi-
mo á hacer el cabildo. Y para asegurar al gobernador
LIBRO ONCE; 491

de que por cosa tan justa no lastaria ni pagaría cosa alguna


de su'hacienda, pues cuando S. M. y el virey en ¡su nom-
bre, oyéndoles sus razóneS; mandasen se ejecutase en todo,
ó en parte, todo el cabildoen su nombre, y cada uno de-
por sí, y otros muchos vecinos abonados que daría el
cabildo, se obligarían y harían escritura ante el presen-
te escribano de que todo lo pagarían, como S. M. y virey
ordenasen, sin que el marques pagase cantidad alguna
en poco ó mucho precio.
Lo que alcanzó el cabildo con esto fué que dentro
de quince dias, que se habían señalado para ello, respondie-
sen por escrito á las provisiones y comisiones lo que
juzgasen convenir al servicio de S. M., para que visto
por el gobernador proveyese lo mas conveniente al real
servicio, y que en lo demás que se le proponía y pe-
dia, proveería habiendo visto lo respondido. No hallé
en el libro de cabildo mas en orden á esto, pero pare-
ce haberlo llevado á ejecución el marques, porque por
un cabildo que se tuvo á veinte y siete de junio de aquel
año, se trató nombrar procurador que pareciese ante.
S. M. en el supremo consejo de las Indias, que repre-
sentase los daños que á esta tierra se seguían con la eje-
cución de las nuevas imposiciones. Convino el marques
en que se nombrase procurador, y dijo. Que aunque
como veian iba ejecutando las órdenes que tenia, que
de las dudas que se ofrecían habia dado cuenta el Sr.
virey, y la daría á S. M. y real consejo, siempre que
fuese necesario. Hicieron nueva instancia, suplicando de
la ejecución, y dijo: que no podia admitirla como ya ha-
bia respondido.
Con esto propusieron al gobernador para procurador
al capitán D. Francisco de Solis Casaus regidor de la
!

ciudad, y á Juan de Magaña Pacheco capitán actual


de la compañía de caballos, y al capitán D. Juan de
Salazar Montejo procurador general actualmente de»la
ciudad, pidiendo que* de los tres nombrase el que
492 HISTORIA DE YUCATAN.

fuese : su voluntad. Agradeció el gobernador la, cor-


:

tesía, y respondió que le parecia bien que la ciudad


;

por medio de su procurador representase los in->,


convenientes que le habían propuesto, y que en cuanto
á las tres personas que habían señalado para el efecto,
todas juntas y cada una de por sí eran caballeros de
tantas partes y celosos del servicio de S. M., que cuan-
do le perteneciera elegir y nombrar persona de los di-
chos tres, por igualmente buenos, no supiera resolver-
se á la elección de cuál habia de ser. Mas no perte-
neeiéndole el tal nombramiento, estimando en mucho
la cortesía y amor que el cabildo le habia mostrado,
podría elegir al que gustase de los tres. En otro ca-
bildo de tres de julio siguiente quedó declarado cómo
iba por procurador el capitán Juan de Magaña Pacheco.
Hiciéionsele todos los despachos, y júntesele de losen-?:
comenderos cantidad bien considerable para; su avío y
ayuda á los gastos que habia de tener en el viaje, sien-
do como era á España. Embarcóse en Campeche pa-
ra la Veracruz, donde estuvo un poco de tiempo, y de
allí se volvió á esta tierra sin hacer el viaje: no supe
qué fuese la causa, ni otra alguna persona le hizo sus-
tituyendo su lugar, y una cosa de tanta importancia
por último se quedó sin agente de esta tierra que la
solicitase. > ¡
;
:
<••
Si

Pero aunque no le hubo, y aunque para el fin se


dio asiento y ejecución á las nuevas comisiones, experi-
mentando el marques muchos de los inconvenientes que
se l e habían representado, con celo cristiano dio noti-
cia de ellos á S. M. y real consejo de las Indias, y
teniéndola, aunque el nuevo servicio del tostón
de los indios era una renta bien considerable, el
rey, que Dios guarde, con su real benignidad los
exoneró de aquella carga, como se dijo en el capítulo
antecedente á este. Y en aquella misma cédula ex-
presó se impusiesen los nuevos derechos sobre las man-
LIBRO ONC E. 493

tas tributadas yá por ios indios á los encomenderos (y


esto aunque no habiten en esta tierra) ó en otras que
se hicieren , sobre los naipes, el crecimiento de las al­
cabalas (aunque regalía) aplicado á este efecto, como
viniesen en él los vecinos. Suspendió la ejecución de
lo tocante al tercio de las encomiendas hasta que se
ordenase otra cosa, y que para todo ello no hubiese
ministro particular sino el gobernador, que en la ejecu­
ción procedió como caballero celoso del servicio del rey,
y con ese mismo celo y como cristiano informó para que
no padeciese esta tierra demasiados gravámenes que la
afligiesen. De lo uno y otro se dio el rey por tan bien
servido, como manifestó en dicha cédula por estas pa­
labras contenidas en el principio de ella: "He entendido
el celo y amor con que habéis asistido á la ejecución de
los arbitrios propuestos para la formación de la armada
de barlovento y seno mexicano, y quedo muy servido de
la cordura y cuidado con que habéis procedido, y fio lo
continuaréis con la fineza que habéis hecho hasta aquí.
Y al virey marques de C adereita escribo tenga particu­.
lar correspondencia con vuestra persona por vuestro pues­
to y por las demás circunstancias que en ella concurren.
Y creo de vos que os avendréis con él tan bien co­
mo lo habéis hecho hasta aquí, señaladamente en lo que
toca á esta armada &c." y luego se dice la resolución
referida.
o —

CAPITULO O NC E .

Celébrase capítulo provincial. Once urcas de enemigos dan


fondo en Sisal, y lo que sucedió

Pasóse el trienio después de la elección referida con


no menor discordia entre los religiosos que la que hubo
cuando se celebró entre el asentir de los vocales; pero
том. п. 63
HISTORIA DE VÚCATAN.

como todas las cosas de este presente siglo, tuvo térmi-


no. ' Cumplíase el trienio del R. P. Fr. Bernabé Pobre,
y habiendo experimentado el muy R. P. Fr. Luis Fló-
rez, comisario general, cuando visitó la provincia la mu-
cha religión, virtud y letras del R. P. Fr. Luis de Vi-
var que acabó entonces de ser provincial, desde México
le envió su comisión para que fuese á visitar la san-
ta provincia del santo nombre de Jesús de Goatemala,
y celebrase capítulo provincial en ella. Juntamente en-
vió comisión para que el P provincial, que allá acaba-
ba de serlo, después de celebrado su capítulo viniese á
visitar esta, y presidir la elección que en ella se habia
de hacer de nuevo prelado. Recibió su comisión el re-
verendo padre Fr. Luis de Vivar por el mes de agosto
del año de treinta y siete, y obedeciéndola dispuso su
viaje, y me nombró por su compañero. Salimos de Cam-
peche á ocho de noviembre, y guiáronnos por el pueblo
del Palenque, con que tuvimos un trabajosísimo viaje,
porque las serranías y cerros, que desde aquel pueblo
van continuadas, son de las mas ásperas y altas que
se dice hay en toda esta América, á que se juntó con-
tinuarse grandes lluvias de nortes, con que también el
camino de ellas está hecho continuas ciénegas y pan-
tanos
Pasados con el favor divino aquellos parajes y Chiá-
pa de españoles, comenzando á subir otros no menos
trabajosos que los antecedentes y se llaman los Cuchu-
matanes, vino aviso del reverendo difinitorio de aquella
provincia cómo habia muerto el padre provincial, y nom-
brádose por vicario provincial al reverendo padre Fr.
José dé Gabaldá. que yá lo habia sido, vera lector ju-
bilado. De uno y otro dio noticia el padre comisario
visitador al general, y proseguimos la visita. Acabada
se celebró capítulo en Goatemala á trece de febrero de
mil seiscientos y treinta y ocho años, en que se eje-
cutó la alternativa ordenada por el capítulo general ao-
LIBRO ONCE. 495

tecedetite que se tuvo en.Toledo, y mediante ella fué


electo provincial el reverendo padre Fr. Pablo Catnar-
go, religioso anciano muy observante, y que antigua-
mente habia sido vicario provincial de la provincia, y
era de los hijos originarios de estos reinos.
En el ínterin vino orden del muy reverendo padre
comisario general para que viniese á visitar esta pro-
vincia de Yucatán el dicho padre Fr. José de Gabal-
dá, religioso de mucha virtud y recogimiento y muy doc-
to. Habia treinta años que leia teología continuamente,
sin haber cesado aunque se jubiló, y sin hacer agravio
á ninguno de aquel reino estaba reputado por la per-
sona mas eminente en letras que tenia. También vi-
no orden para que pasásemos desde Goateinala á visitar
la provincia de Nicaragua, pero esta no se pudo ejecu-
tar porque el reverendo padre Fr. Luis de Vivar es-
tuvo enfermo en Goatemala. El reverendo padre Fr.
José de Gabaldá hizo su viaje por el golfo de Hon-
duras á Bacalar, y dilatóse por malos temporales, salien-
do de la mar quebrantado, porque estaba muy gastado
con el continuo trabajo de tantos años. Llegó á este
convento de Tekax (donde voy trasladando esto) que
es el primero por aquella parte, donde enfermó de un
accidente tan grave, que al tercero dia siendo el diez
y nueve de mayo de aquel año de treinta y ocho, pa-
só de esta presente vida al Señor.
Muerto el segundo visitador, dio noticia de ello el
reverendo padre provincial Fr. Bernabé Pobre, no sin
cuidado, porque se iba acercando el tiempo en que, según
ordenación apostólica, vacarian los vocales electos en el
capítulo antecedente. En este intervalo de tiempo vino
flota, y en ella el muy R. padre Fr. Juan de Prada,
nuevo comisario general de estas provincias, que dio co-
misión para visitar esta al R. padre Fr. Sebastian Fló-
rez, custodio actual de la del santo Evangelio de México
que estaba en Veracruz, para ir como vocal al capítu-
496 HISTORIA DE YUCATÁN.

lo general próximo de nuestra religión seráfica. Vino


y visitóla con brevedad porque la cortedad del tiempo
no daba mas lugar. Asignó el dia para la elección,
que fué el diez y seis del mes de octubre del
mismo año de treinta y ocho, y fué electo
por todos los vocales el R. P. Fr. Antonio Ramirez en
provincial, y difinidores los RR. PP, Fr. Pedro de Bur-
gos, Fr. Diego Pérez de Mérida, Fr. Bernabé de Pas-
trana y Fr. Diego Natera. Custodio el R. P. Fr. Juan
de Colonia. Fué muy bien recibida la elección del
nuevo provincial por los estados eclesiástico y secular,
que vinieron á dar el parabién del buen acierto al P.
visitador, y al electo, de la dignidad en que se ha-
llaba, y aun compusieron algunas diferencias de versos
con; que lo manifestaron.
Desde luego dispuso los ánimos de los religiosos á
que hubiese la paz y fraternidad, que es justo haya
entre nosotros, sin omitir medio alguno que pareciese
conveniente. Tuvo por el mas eficaz juntar todos los
padres que habian sido provinciales y difinidores en el
convento de Ticul, y con tanta elocuencia, eficacia y
espíritu hizo una plática á todos, exhortando á la paz
y fraternidad, y ponderando el gran ejemplo que el es-
tado secular tendría sabiendo habian conseguídola en
aquella junta, que les sacó las lágrimas á los ojos, y
su paternidad no derramó pocas viendo el efecto con
que le oian. Ha sido de los excelentes predicadores de
estos tiempos, y como á tal se le dio uno de los ser-
mones del capítulo general que se celebró en Toledo
después el año de mil seiscientos cuarenta y cinco, vo-
tando en él como custodio de esta provincia. Mere-
ció con él aplauso entre los grandes de nuestra reli-
gión, como después vi en la relación que del capítulo
hizo el P. Fr. Pablo de Mesa mi condiscípulo, que
cuando la dio á la estampa era lector de teología de
nuestro convento de Alcalá de Henares mi patria, bien
LIBRO ONCE. 497

conocido por sus muchas letras y grandes habilidades, Con


que granjeó título de grande en pocos años, aunque
en lo mas florido de ellos pasó de esta presente vida.
Téngale Dios en su gloria, que yo cierto le amaba tier-
namente reconociendo lo mucho bueno que en él halla-
ba digno de toda estimación. Fuéseme la pluma estos
pocos renglones divertido en su memoria; perdóneseme
que la digresión no ha sido mucha. Volviendo á nues-
tra junta, digo que salieron de ella todos los padres con-
gregados con tal paz y amor entre sí, y de ellos resul-
tó al resto de la provincia, que hasta hoy (sea Dios
bendito) dura y durará (con el favor divino) con mu-
cho gusto de todos, sin que haya habido cosa alguna
que pueda dar nota de lo contrario, y fué causa para
que el marques de Santo Floro, que gobernaba, escri-
biese á S. M. lo que escribió en el informe arriba re-
ferido.
Prosiguió el reverendo padre provincial su gobierno
con gran prudencia y atención. Singularizóse mucho
en el cuidado de los enfermos, solicitando su regalo y
alivio, cosa tan encargada de nuestro padre S. Francis-
co en la regla. Era la enfermería del convento de Mé-
rida muy ahogada y lóbrega, y así triste para los en-
fermos. Con tal asistencia y cuidado fabricó una nue-
va en parte mas alegre y sana, que antes de acabar su
oficio vio logrado su buen deseo. Tiene dos órdenes de
celdas á ambos lados muy alegres, con que cada en-
fermo está aparte, y ninguno participa de las penalida-
des de los achaques de otro. Tiene incorporadas en
sí todas las oficinas de botica, cocina y demás que se
necesita. Un altar de S. Antonio de Pádua para que
se diga misa, con tal disposición que los enfermos des-
de la puerta de su Celda puedan oiría, sin que el viento les
pueda ser nocivo. Tiene su lámpara de plata y sus orna-
mentos necesarios. Cúranse en ella todos los enfermos de
la provincia, porque con los grandes soles y aguaceros que
498 HISTORIA DE YUCATAN.

administraado á los indios les dan, contraen diversas enfer-


medades para que no hay médico ni medicinas en los
pueblos donde administran. Cuidó mucho del ornato
del culto divino, y así puso cosas muy lucidas para
él en la sacristía del convento de Mérida. Hermoseó
toda aquella iglesia cuanto fué posible, igualando las
entradas de las capillas, que iluminó de pintura al fres-
co, y el hueco de la capilla mayor y sobre-coro que
tiene bien en que ocuparse la vista, y tedas son obras
insignes. Celebró su congregación por el enero del a-
ño de mil seiscientos cuarenta en que no se innovó
cosa alguna, y en su tiempo se colocó el Santísimo
Sacramento en la iglesia nueva de la Mejorada.
E l mismo año, dia de pascua del Espíritu Santo,
llegó nueva á la ciudad de Mérida que enemigos holan-
deses habían salido á tierra en el puerto de Sisal. Lle-
gó el correo á las cinco de la tarde, y mandando el
gobernador tocar arrebato, se juntaron en la plaza ma-
yor con la brevedad que suelen las compañías de in-
fantes y caballos. Estaba de guardia al presente el
capitán José de Argaiz, á quien dio orden que luego
que su compañía con la de caballos, cuyo capitán era
D. Francisco de Sandoval, marchasen al pueblo de Hu-
nuema, paso por donde el enemigo habia de venir á
la ciudad, que hiciesen allí alto, porque iría mas su-
plemento de infantería. Marcharon las compañías y que-
dó el gobernador disponiendo lo demás necesario. Las
urcas que se dijo quedaban á la vista de Sisal, eran
once, y la gente que de ellas habia salido á tierra se-
rian trescientos infantes, repartidos en • cinco banderas;
pero el rumor aumentó el número, y causó gran
turbación en las mujeres, como si no hubiera mas
que salir á tierra, y entrar la ciudad, distando diez
leguas, que aunque fuera muy grande el exceso en los
enemigos, respecto del que venia marchando, tenia gra-
ves peligros en el camino y dificultades que vencer no
LIBRO ONCE. 499

pequeñas, sin la resistencia que por último en la ciu-


dad hallara, y con este temor perdieron algunas cosas
de valor aquella noche, dé que tuvieron harto pésár
después por haberlas expuesto con tan lève fundamen-
to. Llegaron los dos capitanes al pueblo de Hunucmá,
donde supieron que no solo no venia el enemigo mar-
chando como había dado á entender, pero á muy cor-
to espacio dio la vuelta al puerto. y embarcó sü gente,
sin dejar pei*sona en tierra, si bien quemó todas las casas pa-
jizas que allí habia,por no hallarse presente quien pudiese re
sistir á tanto número como saltó á tierra. Aquella no-
che se pasó con algún cuidado en la ciudad, el cual
cesó con la nueva que enviaron los capitanes, de qué
los enemigos se habían embarcado. El gobernador les
despachó orden, que por si era la retirada para des-
cuidar á la gente de tierra, y con menos riesgo volver
á ella, que se estuviesen en aquel pueblo, hasta que se
les mandase otra cosa. Habiendo estado ocho dias sin
que pareciesen mas los enemigos, se les mandó retirar
á la ciudad, y se tuvo por cierto que alguna espía o-
culta les dio aviso, así de los infantes y caballos que
salian al camino, como de la mucha defensa que la
ciudad tenia, con que desistiendo del intento, para no
arriesgar su gente, se retiraron á sus navios.

CAPITULO DOCE.

Alcñnse los indios de la provincia de Bacalar, y van re-


ligiosos de esta á reducirlos.

Quietos habían estado los indios de. esta tierra hasta


los tiempos en que voy refiriendo, en que por nuestros
pecados, ó por lo que la Divina Majestad sabe, permi-
500 HISTORIA HE YUCATAN.

tió el alzamiento de los indios de Bacalar y toda su ju-


risdicción, que hasta hoy año de cincuenta y seis es-
tán sin haber vuelto á la obediencia de la iglesia y del
rey, como deben hacerlo. Por' el año de [treinta y seis
comenzaron á conmoverse aquellos indios huyéndose
algunos de sus pueblos, y otros que con ellos estaban
de los de esta provincia, á^los montes de Tepú que
(como se ha dicho) son los mas cercanos á los gentiles
itzaes. Fuese esto continuando hasta que el año de
treinta y nueve negaron del todo la obediencia á Dios
y al rey, y apostatando miserablemente de nuestra san-
ta fé católica, volvieron al vómito de las idolatrías y
abominaciones de sus antepasados, ultrajando las imá-
genes y quemando los templos á la Majestad Divina
consagrados, y después sus pueblos, huyéndose á los
montes retirados.
Llegó esta noticia al marques de Santo Floro.go-
bernador que era, y sabiéndose en la ciudad y provincia,
fué general el sentimiento por la pérdida de aquellas
almas. Trató el marques con el cabildo eclesiástico
(que como en sede-vacante gobernaba este obispado)
y con otras personas de experiencia, los medios
que convendría tomarse para reparo de aquel daño.
Pareció por entonces usar de los mas suaves, y así
se resolvió enviar al P. Ambrosio de Figueroa, clérigo
presbítero, para que con persuasiones los atrajese, y
porque con mas voluntad hiciese el viaje, le presentó
el gobernador por el real patronato para el beneficio
de Tichel, que á la sazón estaba vacante. El P, Am-
brosio de Figueroa fué, y desde la villa de Salamanca
les dio noticia cómo iba á visitarlos, y por crédito de
los mensajeros y embajada les dio un bonete y un bre-
viario. Fueron los indios con su recaudo y seña, pero
los alzados hicieron escarnio de lo uno uno y otro, a-
manazándolos que si volvían allá los habían de quitar
la vida. Esta fué la respuesta que trajeron al padre
L I B R O ONCE. 501

Ambrosio, con que viendo la poca disposición para que


por bien se cogiese algún fruto, se vino á la ciudad de
Mérida, y desde ella se fué á su beneficio.
Trató de nuevo el marques del reparo, y esta sari-
ta provincia de S. José de Yucatán le ofreció los íeli-
giosos que fueseu necesarios para ir á reducir aquellos
indios con la palabra divina del santo Evangelio, pero
esto no se ejecutó entonces porque la sede-vacante no
tuvo por conveniente retirar al beneficiado que residía
en la villa de Salamanca, condición con que algunos de
los alzados habían enviado á decir recibirían religio-
sos de S. Francisco si iban. Todos eran comunmente
de parecer que se sujetasen con las armas, pero el
marques no quiso determinar medio tan rigoroso, pues
parecia buen principio haber dicho que si iban religio-
sos los recibirían, y así deseaba ejecutar primero este
medio. En el del tiempo que esto pasaba, llegó el se-
ñor obispo doctor D. Juan Alonso Ocon, y habiéndo-
lo tratado el marques con su señoría, le pareció bien,
y dio palabra de retirar al beneficiado de Salamanca,
y dejar la administración de españoles y indios á los
religiosos, por todo lo que pareciese necesario.
Con esta determinación del obispo, habló el mar-
ques al reverendo padre provincial Fr. Antonio Ramí-
rez, que con sumo gozo le ofreció religiosos para tan
santo empleo. Muchos se convidaron, pero por acuerdo
del difinitorio se resolvió llamar al padre Fr. Bartolomé
de Fuensalida, que era guardián actual del convento
de Cansahcab para que queriendo fuese por comisario
de aquella reducción. Respondió que mandándoselo la
obediencia iría con toda voluntad, y contentos con esta
respuesta se determinó que fuese por comisario. Eran
los de Tepú sus conocidos desde el viaje que en él
libro nono se dice á los itzaes, y por esto y ser tan
gran lengua, se esperaba mejor efecto. Tenia un reli-
gioso lego la provincia, criollo de esta tierra y gran len-
TOM. ii. 64
502 HISTORIA DE YUCATAN.

gua,,;llamado Fr. Juan de Estrada, que habia estado


muphoá años en Bacalar, habia sido alcalde y justicia
mayor, y siéndolo era muy querido de los indios (que no es
poco de ponderar) pero era por el buen tratamiento que
les hacia, y así tenia en Tepü muchos ahijados, cuyo padri-
no habia sido en el santo bautismo. . Por esto, pareció
también á propósito, y diciéndoselo el prelado, respon-
dió lo .que el. padre comisario. L o mismo hicieron < los
padres predicadores Fr. Bartolomé de Becerril y Fr.
Martin Tejero, hijos de la santa provincia de Castilla,
que vinieron de España en la misión que yo vine y
eran, ya muy consumadas lenguas y maestros de ella.
Dióse noticia á gobernador y obispo de los religiosos
asignados, y tuvieron mucho gusto porque eran perso-
nas de toda satisfacción, y las que parecían mas á pro-
pósito para el caso, y se les dieron los recados
necesarios para hacer el viaje. El gobernador les
señaló de limosna quinientos pesos de su hacienda, de
los cuales la mitad se dio luego al síndico general de
la provincia el alférez Alonso Hernández Cervera, y pro-
metió á los seis meses dar otros tantos para lo nece-
sario y su sustento, y arbitrar con que sustentarlos en
lo restante, sin que se gastase cosa de la caja real. El
obispo les dio plenaria su autoridad para administrar
á todas naciones de gentes que hubiese en aquella ju-
risdicción, y mandó retirar al P. Gregorio de Aguilar
de toda ella, y que se fuese á la villa de Valladolid,
de donde era natural, dándole la sacristía de aquella
iglesia (que es buena su renta) para su sustento du-
rante la reducción, y prometió darle el primer benefi-
cio que vacase, y así lo hizo acertando á ser el de Na-
valan, que es cercano á la dicha villa. El R. P. pro-
vincial mandó se les diesen ornamentos de algunos con-
ventos, y lo,demás necesario al culto divino.
A veinte y cuatro de abril del año de mil seiscien-
tos cuarenta y uno, habiendo dicho su culpa en la eo-
LIBRO ONCE. 503-

munidadi del convento de Mérida, y pedido perdón-á


los religiosos del mal ejemplo que les habrían dado', i re-
ciba la bendición del prelado, fueron á que les diese
la suya el obispo. Diósela con mucho gusto exhortándolos á
la paciencia en las adversidades, que pocos veces faltan¡
en materia semejante, y aquel dia salieron 'áe la ciu->
dad dé Mérida. Fueron su viaje por los Conventos-de
la Sierra, donde los PP. guardianes les proveyeron de
maiz, legumbres y sal, que de todo se carecía en Ba-
calar con el alzamiento de los indios; y • llegando ala
villa de Salamanca, cuando hubieron de entrar salieron
los vecinos á recibirlos. Hospedólos el P. beneficiado
en su casa con mucho amor y voluntad, y habiendo
manifestado sus despachos, fueron obedecidos; con todo
gusto. Fué luego la celebración de la pascua de ^Es-
píritu-Santo, y aquel dia predicó el P. Becerril, donde
dijo el fin de su venida, que quedó entendido así de
los españoles como de los pocos indios que conserva-
ban la fidelidad debida, y todos quedaron contentos ro-?
gando á Dios por el buen suceso. Luego el P. bene-
ficiado les entregó su iglesia y todo lo perteneciente á
ella, de que dieron recibo firmado, y dejándoles sü ca-
sa que les sirvió de convento, se fué á Valladolid como
se le ordenaba.
Partido el P. beneficiado, dijeron los religiosos un
novenario de misas al. Espíritu Santo por el buen su-
ceso de su viaje á Tepü, y la fiesta del Santísimo Sa-
cramento y misa de aquel día dedicaron al mismo in-
tento. Habiendo echado suerte los vecinos con los nom-
bres de algunos santos, para tener el que saliese por
patrón para aquella entrada que hacian los religiosos,
salió la gloriosa santa Lucía, á quien se dijo otra mi-
sa con asistencia de todos. Invocado el auxilio divino
trataron de los medios humanos, y confiriendo los se-
culares y religiosos, convinieron en que el F. comisario
Fuénsalida y Fr. Juan de Estrada el lego, fuesen á
504 HISTORIA DE YUCATÁN.

Tepü por ser ambos conocidos de aquellos indios, que


el P, Becerril fuese á la reducción de los pueblos de
la costa, y el P. Tejero se quedase á administrar por
entonces en la villa. Para que en esto tuviesen mayor
mérito, se lo mandó el P. comisario por santa obedien-
cia. El dia que se hubieron de dividir, hizo el P. co-
misario pública confesión y protestación de la fé, co-
mo en el santo Concilio de Trento se contiene, presen-
tes sus compañeros y toda la gente españoles y indios,
y predicó en la lengua de éstos porque todos la enten-
dían, pidiendo que los encomendasen á Dios para quien
iban á buscar aquellas almas, y animando á los indios
que los habian de acompañar para que confiando en
Dios no temiesen á los rebeldes, que no les harian mal
pues iban de paz y á rogarles con ella, Y cuando
otra cosa sucediese, siendo la voluntad de Dios, que
mirasen el bien grande que se les seguía de morir por
su santo amor; y por reducir aquellos indios de las ido-
latrías á su servicio, que Dios les daria esfuerzo y va-
lor para tolerar la muerte, y por premio de ella la glo-
ria en la vida eterna. Con esto se animaron mucho
los indios, y con ellos salieron para embarcarse los P P .
comisario y Fr. Juan de Estrada.
Embarcáronse en la laguna en una falca (embarcación
de dos canoas amarradas) la cual les habia dado el P.
beneficiado por ser suya, y era muy capaz, con que iban
bien acomodados. Acompañábanlos catorce indios buenos
remeros y pilotos de la laguna y rios, y por principal de
ellos iba uno llamado D. Francisco Chablé, que era su
alcalde. Hiciéronse á la vela navegando por la laguna
hasta el rio grande que sale á la mar, distancia de
nueve leguas, y por la mar otras cinco de travesía hasta
dar en una gran laguna de agua salada, que tiene mu-
cha pesca y buena, salieron de esta laguna con harto
trabajo para un pueblo de indios pacíficos, llamado
Chinam, que está un cuarto de legua la tierra adentro,
LIBRO ONCE. 505

y será de hasta cuarenta vecinos no mas. Llegaron


tarde, y se quedaron á dormir en su embarcación por
ser muy cenagosa la salida. Allí vinieron los del pue-
blo luego que lo supieron á regalar á los religiosos, y á
la manan á fuerza de brazos sacaron la falca á tierra, y lle-
garon á Chinam. Allí dijo misa el P. comisario, bautizó al-
gunos niños que habia, confesó á los adultos, y aun reconci-
lió á algunos con la iglesia absolviéndolos de la descomu-
nión incurrida por pecado de idolatría pública en que habian
caido, dándoles saludable y misericordiosa penitencia. Ha-
llaron que los muchachos iban á la iglesia cada dia á apren-
der y decir, como acá se acostumbra, la'doctrina cris-
tiana, y que el fiscal cuidaba de ello, que fué consue-
lo para los religiosos, y desde allí dio el padre comi-
sario cuenta al provincial cómo yá habia dado princi-
pio á lo que le mandó la obediencia. Salieron de Chi-
nam llevando un alcalde de aquel pueblo, llamado An-
drés Pech, indio de mucha razón, muy diestro en aque-
lla navegación y gran pescador, que les cogia tortugas
con que después se sustentaban, y llevó consigo otros
tres indios y dos indias en su canoa para que hiciesen
tortillas, y por la laguna que vinieron salieron otra vez
á la mar navegando por ella siete ó ocho leguas á en-
trar en el rio de los Zuluinices, que hace laguna al
pueblo de Laimaná.

CAPITULO TRECE.

Lo que sucedió á los religiosos hasta que dieron las car-


tas del gobernador y obispo á los rebeldes.

En el viaje que se dijo hizo el padre comisario á


los itzaes, se dio entera relación de este rio y parajes,
y así solamente se dice ahora que habiendo salido al
506 HISTORIA DE YUCATAN.

pueblo de Laimaná hallaron las casas y iglesia que-


madas, los indios alzados y confederados con los de Te-
pú que se habían pasado de la otra parte de la lagu-
na á la banda del norte. De estos tenían los de Te-
pü puestas espías para que les diesen aviso si veían
pasar españoles ó gente enviada contra ellos por el
gobernador ó por los de Bacalar. Prosiguieron por la
misma laguna á tomar un puerto que en su lengua lla-
man Kolmotz, donde desembarcaron dejando las canoas
amarradas con estacas y bejucos, y escondidos los re-
mos y palancas en el monte, porque los indios no se
los hurtasen. * Esta diligencia se hace porque desde a-
llí se va por tierra hasta el río llamado Cancanilla, de
que yá se dio razón. Pasáronle bien, y descansaron
en su ribera, y de allí fueron á otro rancho llamado
Boxelac, que es lo mismo que concha de tortuga, y a-
llí pararon, determinando enviar mensajeros á los de Te-
pú con carta escrita del padre comisario, avisándoles
de su venida y cómo quedaban en aquel paraje para
que les enviasen canoas por su rio para subir á su
pueblo, pues habían dicho gustaban que fuesen.
Temieron todos los indios que iban con los religio-
sos, sin que hubiese alguno que quisiese llevar la carta
á los de Tepú, porque entendían por cierto matarían á
los que la llevasen. Persuadiólos con ruegos el P. co-
misario, y con proponerles que no era razón volverse
sin verlos, pues para ello los enviaban el gobernador,
obispo y provincial, que todos les habían escrito los a-
yudasen y favoreciesen para entrar en Tepú, y que ellos
también de su parte hiciesen lo que pudiesen para que
se redujesen y diesen de paz aquellos rebeldes. Con
esto se animaron los dos alcaldes, el de Bacalar D.
Francisco Chable y el de Chinam D. Andrés Pech, que
acompañados con otros dos indios, llevaron la carta
que les dio el P. comisario Fr. Bartolomé de Fuen-
salida.
LIBRO ONCE. 50?

Salidos los dos alcaldes para Tepú, dijeron los in-


dios que quedaban querían ir á limpiar el camino que
hay desde Bojelac hasta el rio de Tepú, que no le po-
drían pasar los religiosos por estar cerrado de unas es-
padañas muy altas, que se entretejen unas con otras y
tapan el camino, y así lo hicieron aquel; dia A l si-
¿

guiente salieron de Boxelac, y acabando de pasar el es-


padañal, á la entrada de un monte hallaron unos bul-
tos como estatuas de hombres vestidos de españoles á
una y otra parte del camino. De allí habían quitado
los que llevaban la carta unos ídolos que estaban jun-
to á las estatuas, y arrojádolos dentro de la maleza del
monte, cosa que después sintió el P. comisario no ha-
ber visto, para notar la disposición en que los tenían.
Dijeron los indios que iban con los religiosos que en
aquello daban á entender los alzados tenían cerrado el
camino para que no pasasen españoles, y que aquellos
sus ídolos guardaban el paso, y tendrían como atados y en-
cantados á los españoles que quisiesen pasar por allí,engaño
á que los tenia persuadidos el demonio á quien allí ofre-
cían incienso idolatrando. Pasaron á un cacaguataldlamado
el paraje donde estaba Chantóme sobre el rio de Tepú,
donde aguardaron á los que llevaron la carta, que vi-
nieron de allí á tres dias con unos indios de los al-
zados, y éstos eran del pueblo de Holpatin que ha-
bían desamparado abrasándole, y el sitio estaba yá cer-
rado de maleza de monte. Lamentándose el padre Fuen-
salida en su relación dice: No sé quién ha de dar
cuenta á Dios de esto, allá lo veremos. Vinieron con
nuestros indios el que era cacique del pueblo de Hol-
patín, sus hijos y otros seis indios embijados, crecidas
yá las cabelleras, largas á usanza de su gentilidad,
traían arcos y flechas, y venían en canoas porque es-
taban de la otra parte del rio en atalaya y por es-
pías, ordenándolo. así los de Tepú cabebera de aquel
alcamiento. Llamábase este cacique D; Pedro Noh y
508 HISTORIA DE Y'UCATAN.

era muy ladino en nuestra lengua castellana. Mostró te-


ner algún amor á los religiosos á quien trajo alguna co-
mida, y entre ella un gallo ó gallina de la tierra como
empanada.
Esta gallina de la forma dicha tuvieron nuestros
indios por mala señal, diciendo que lo era de guerra,
y de no querer darse de paz. Estos indios que vinie-
ron y estaban por atalayas, no dejaron á los nuestros
subir á Tepú, y ellos pasaron la carta que se les re-
mitía, y vinieron en ínterin á saber con qué intento ha-
bían llegado los religiosos. Estos se lo dijeron, y los in-
dios los embarcaron en sus canoas y llevaron por el rio
al pueblo de Zaczuc que está en su ribera. Hallaron
también quemadas sus casas y iglesia, y la campana arroja-
da al monte, que después la halló un indio que de acá fué
con los religiosos, y se llamaba Lázaro Pech, natural
de Kiní, pueblo de la corona real. He singularizado
esto en este indio por lo que después se dirá de él.
No llegaron al pueblo de Zaczuc con los religiosos mas
de cinco indios de los que con ellos salieron de Sala-
manca. Volviéronse sin duda al rancho de Chantóme,
porque el cacique D. Pedro Noli que vinoá dos de los
indios que iban, les tentaba el pecho como á ver si te-
nían algunas armas defensivas, y les decia ¿cex á cota
mazcab? ¿qué es de vuestras cotas de hierro? Dándoles
palmadas blandas y repitiendo en su lengua decia: ¿dón-
de están vuestras cotas, vosotros que sois valientes? con
que se demudaron aquellos á quien se lo decia. Esto
era porque habían ido antes con los españoles de Sa-
lamanca al descubrimiento de unos indios que estaban
fugitivos por los montes de aquella provincia.
Pasaron por los pueblos de Punay, Zonavil, Laimaná,
Zockzux, Luku, Mazanahau, Zacathan y Petenzub, to-
dos despoblados confederados con los rebeldes de Tepú.
En Zaczuc se ranchearon en una huerta de cacao del
cacique llamado D. Francisco Yam, y el D. Pedro y sus
UURO ONCE. 509

compañeros se fueron luego dejando una canoa de las


que', habían traído. Hallaron allí los religiosos señal de
haber estado gente que dejó un poco de maiz para que
comiesen, y entendieron habia sido orden del D. Pedro
Noli dada á los de Zaczuc. Estos cuando quemaren
su pueblo, se subieron á unas serranías muy ásperas
que están el monte adentro como casi tres leguas, y
allí ataron casas y formaron pueblo al cual llamaron
Hubelná. Está el sitio cerca de un rio pequeño, su nom­
bre Yaxteel­Ahau, que bajando de aquellas sierras .va
á entrar en el rio de Tepú cerca de Zaczuc, donde es­
taban los religiosos. Del nuevo pueblo de Hubelná ba­
jan al antiguo por el rio en canoas, aunque también hay
camino por tierra. Los días que estuvieron allí venia
el cacique á ver á los religiosos trayéndoles tortillas de
maiz, una gallina cada dia, algún pollo, huevos y frijo­
les, caridad á que se muestra agradecido en su relación
el padre comisario.
Luego que llegaron á Zaczuc, se huyeron los dos
indios á quien habia dicho lo de las costas el cacique
D. Pedro Noli, con que á otro dia se hallaron los reli­
giosos con solos tres indios de Salamanca y su Láza­
ro que los acompañó siempre. Habiendo quedado tan
solos, vinieron los de Tepú con respuesta de la carta.
Traíala un capitanejo llamado Gaspar C huc, á quien
acompañaban otros diez ó doce indios embijados y con
sus arcos y flechas. Trajeron un poco de cacao y vai­
nillas, y algunas tablillas de chocolate, porque acostum­
bran traer algún presentillo cuando vienen á visitar á
persona á quien reconocen deberse respeto. Yá habían
mudado de parecer, y así la respuesta contenia que
no fuesen allá los religiosos porque los indios no que­
rían recibirlos, y que cuando oyeron leer su carta se
habían alborotado y huido algunos, que por eso no traían
canoas para llevarlos, y que así podían volverse á Sa­
lamanca. C ertificóles ser esto verdad ver que la carta
том. и, 65
510 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

venia sin firma alguna, acostumbrando cuando responden


firmar el cacique, alcaldes, principales y escribano, y pol-
los que no saben firmar pone éste sus nombres.
Entristeció grandemente á los religiosos ver la ma-
la resolución de los indios, pero sin darlo á entender, con
amor y buenas palabras rogaron al capitanejo y á los
demás que los llevasen por tierra, como ellos habían
venido, que no era razón despedirlos de aquel modo.
Persuadieron algo al capitanejo, pero no tanto que se
atreviese á llevarlos, si bien les dijo: Padres, estaos
aquí que yo iré, y para el jueves que viene (esto pa-
saba en lunes) os traeré canoas y vendrán indios á ser-
viros, y aunque instaron no los dejó pasar con él. Des-
pidióse con esto y quedaron aquella noche con solo el
alcalde D. Francisco Chablé y su indio Lázaro, porque
los otros dos habian subido al nuevo pueblo de Hubel-
ná. Decia misa el padre comisario todos los dias en
el rancho de Zaczuc, encomendando á Dios alumbrase
aquellos indios para que se redujesen á su santa fe, y
lo mismo hacia el religioso lego Fr. Juan de Estrada
en lo que era orar continuamente por ellos. Tocaban á
misa y á las demás horas y al A v e Maria con la cam-
pana que hallaron, con que tenían gran consuelo, espe-
rando la venida de los de Tepú. Pasóse el jueves se-
ñalado, toda aquella semana y otra entera sin venir,
con que recelaban no hiciesen alguna traición viniendo
de noche á matarlos. Viendo los religiosos tanta tar-
danza, escribieron al cacique del pueblo de Hubelná,
rogándole viniese con algunos de sus indios á llevarlos
á él, porque el rancho en que estaban era sola una ra-
mada que no los favorecía de las aguas que yá empe-
zaban, y se mojaban con los aguaceros. Ocasionábales
esto no solo la incomodidad, pero aun el riesgo de la
salud. Llevaron la carta el alcalde de Bacalar y Lá-
zaro Pech por principios de julio, y vinieron yá muy
noche con la respuesta, que decia vendrían á la maña-
LIBRO ONCE. 511

na por ellos. Cumplió la promesa el cacique de Hubel-


ná, y viniendo por ellos, los llevó el otro dia á su pue-
blo, donde llegaron bi¿n mojados, porque ya continua-
ban las aguas No salieron á recibirlos los indios, co-
sa tan acostumbrada entre ellos, con que vieron los re-
ligiosos manifiesta señal de su mala voluntad y obsti-
nación en cuanto á reducirse á la obediencia de Dios
y del rey. Aposentólos el cacique en su casa aunque
con descomodidad, porque como estaban en los montes
no era mas que lo forzoso para poder vivir y lugar
para dos barbacoas que sirven de cama, y sin ningún
aliño manifiesto á todo¡s y á todo riesgo, aunque me-
diante el auxilio divino ninguno temían que les pudie-
se suceder, porque se habian ofrecido á Dios nuestro
Señor para que dispusiese de sus personas, según el
beneplácito de su santa voluntad.

CAPITULO CATORCE.

Los religiosos son llevados á Hiibelná, qaiérenlos malar,


y por fin los echan con grandes afrentas.

Luego que llegaron los religiosos al pueblo de Hu-


belná, dio cuenta de ello el cacique á los indios de
Tepü, cuya venida fué bien diferente del fin para que
se pretendía. Vinieron repentinamente muchos indios
embijados y armados á su usanza, pero quedáronse re-
tirados en lo mas apartado del pueblo todo aquel dia,
haciendo un baile y borrachera en que idolatraban, y
asimismo la habia en otra casa junto á donde esta-
ban los religiosos aposentados, lo uno y otra con gran
ruido y algazara. Dióles gana á dos indios de los de
512 HISTORIA DE YUCATÁN.

Salamanca y á' Lázaro Pech en ir á ver qué hacian


en aquella casa, y así que llegaron los cogieron y em-
bijaron como ellos estaban, y por fuerza querían que
hiciesen lo que ellos. A l que mas maltrataron y des-
nudaron fué á Lázaro como á criado que sabían era
de los padres, y le quitaron un buen machete que te-
nia, que si no quizá con el enojo matara á alguno de
ellos. Viendo los religiosos que tardaban envolver, re-
celando no les sucediese algún mal, fué el padre Fr.
Juan de Estrada á la casa, y hallólos, como se ha di-
cho, embijados. Quíteselos, que no fué- poco consenti-
11o los indios dejárselos llevar estando yá de aquella
suerte; mas fué Dios servido que los trajo á la casa don-
de los hospedaron, quizá para mostrar su divino poder
en la fortaleza que comunicó al Lázaro Pech para me-
nospreciar la muerte por su santo amor, como se vio
presto. Dijéronle al padre Estrada que uno de aquellos
apóstatas era sacerdote idolátrico de los otros, que les decia
misa, y que con aquella su comida de tortillas y be-
bida de pozole la decia, y que los demás indios idóla-
tras le dijeron: esta sí que es misa, que no la que dice
tu compañero. Disimuló el P. Fr. Juan con ellos, por
ver si se les pasaba aquel ímpetu, y para dar lugar á
la ira presente se volvió á su hospicio con el P. co-
misario. Palabras faltan para ponderar estos ultrajes
hechos al santo sacrificio de la misa, y la ceguera de
aquellos apóstatas idólatras, y así dejo el sentimiento de
ellos á la piedad de los corazones católicos, que pidan
á la Divina Majestad que pues son almas por quien
derramó su preciosa sangre, use de su misericordia con
ellos. ¿Cuántos habrán muerto desde aquel tiempo has-
ta este año de cincuenta y seis en que esto traslado,
que acabando en su apostasía, estarán pagando con pe-
nas eternas su atrevimiento y desatinos?
Procurando los religiosos ver si por bien podían ha-
cer que cesase aquella abominación idolátrica que es-
LIBRO ONCE. 513

taban ejecutando, enviaron á llamar al cacique del pue-


blo y le dijeron que hablase á sus indios, y que jun-
tos todos viniesen con él á su casa para leerles las car-
tas que traían del gobernador y obispo, y oir lo que
les decían, y conforme á eso determinar lo que les pa-
reciese, y también resolverían los religiosos lo que ha-
bían de hacer. Fué con esto el cacique y juntó los
mas indios de Hubelná, y habiendo venido con él á su
casa, estando todos sentados, sacó el P. comisario las
cartas que iban escritas en su lengua y se las leyó.
Dice el P. comisario que eran muy santas y buenas,
saliéndoles á todo lo que les estaba bien; mas ellos co-
mo se les iba aconsejando la reducción á la obediencia
de la iglesia y á la del gobernador, se comenzaron á
alborotar, y poco á poco se salieron, hasta que dejaron
al cacique solo con los religiosos, sin que ninguno de
los que salieron hablase palabra.
Quedaron los padres con gran pena, porque en el
rancho de Zaczuc dieron á entender que les parecían
bien los partidos que se les hacían, y así habían con-
cebido alguna esperanza de su reducción; pero ahora
juntos con los de Tepú, todos se alteraron y fueron
de parecer contrario. Para que se vea que se les ha-
cían todos los partidos que ellos podian pedir y desear,
diré en suma lo que les prometía el gobernador en nom-
bre del rey. Perdonábales todo lo malo que habían he-
cho. Desobligados de las deudas que debían á los es-
pañoles, y los tributos que debian á sus encomenderos,
y mas se les reservaba de los venideros por cuatro ó
cinco años, y que ellos viesen lo demás que les
estaba bien, que el marques se lo concederia. Obligá-
base el P. Fr. Juan de Estrada á ir con ellos á la ciu-
dad de Mérida para que se confirmase en nombre del
rey, y que el P. comisario quedaría como en rehenes,
hasta que volviesen con la confirmación. Todo esto no
bastó para que se quietasen, y á prima noche vinieron
514 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

los indios, que eran del pueblo de Hubelná, y sacaron


de casa del cacique todo cuanto tenia en ella, porque
cuando llegasen á ella los de Tepú no lo robasen en-
tre la bulla y confusión que habría. Quedaron solos
los religiosos con su indio Lázaro Pech, cuidadosos de
la resulta de aquella diligencia, y aumentado el recelo,
porque los tres indios de Salamanca, que habian que-
dado con ellos, no parecieron, y pasaron toda aquella no-
che encomendándose á Dios.
A la mañana siguiente se determinaron los indios
rebeldes á venir á la casa donde los religiosos estaban,
trayendo muchos muchachos por delante tocando li-
nos caracoles grandes que suenan mucho, y usan de
ellos en sus guerras. Luego seguía el capitán princi-
pal de ellos, y tras él los otros con sus jinetas. Des-
pués los demás indios de guerra con sus arcos y flechas,
todos embijados que parecían unos demonios pintados,
con que á ninguno podían conocer, aunque á todos sin
aquel disfraz los conocían. Aunque se oía el estruen-
do de los caracoles y gritos que todos daban, no los
habian visto los religiosos. El primero que los descu-
brió fué el indio Lázaro que salió al ruido, y entró tur-
bado diciendo: Padres, acá vienen los indios. Llegaren e-
llos luego, y unos cercaron la casa y otros entraron dentro
y los saludaron con estas palabras, mirando al P. comisario
Fr. Bartolomé de Fuensalida: Te, te, tihulech cech mam.
Dios te guarde. Yáhas llegado, abuelo. Iban á sentarse al-
guno?, y el capitán principal los riñó ásperamente di-
ciéndoles que se levantasen, y con' alguna seña, aun-
que no la vieron los religiosos, ó lo era ésta para que
lo ejecutasen, en aquel punto los cogieron y derriba-
ron en tierra, atándoles las manos atrás con unas so-
gas, y lo mismo hicieron con el indio Lázaro Pech. Así
amarrados los decían muchos oprobios, y amenazaban
con machetes que algunos tenían: que los habian de
matar. Decian: venga el gobernador, venga el rey, ven-
LIBRO ONCE. 515

gan los españoles, que aquí estamos para pelear con


ellos. Andad vosotros y decídselo. Cosa vergonzosa es
que cuatro indios (cuatro se pueden llamar en compa-
ración de todos los de acá que conservan la fidelidad)
llegasen á tan descomedido atrevimiento, y á nombrar
á nuestro poderoso rey y señor con menosprecio, y cosa
es también lastimosa que no se haya tratado de castigarlo.
Estaba junto al padre comisario un indio (que después supo
se llamaba Kuxeb.) con un machete grande en la ma-
no y le decia: "¿no te lo decia yo: qué querías aquí
cuando iba á veros en la huerta'? ¿No os di de comer,
porque no os volvisteis á Bacalar?" Otros daban voces
que le matasen, porque él y el padre Órbita habían
quebrantado el ídolo Tzimin-Chac en los itzaes (como
se dijo en el libro nono) con que decían les habia muer-
to á su Dios, por donde se entiende estaban mezclados
indios itzaes con ellos. Puestos en este trance, viendo
el padre Fr. Juan de Estrada mas amenazado á su comisa-
rio, con mucho espíritu le animaba diciendo: ánimo, padre
nuestro, por amor de Dios; y elle respondia Sí, padre Fr.
-

Juan, buen ánimo, recibamos la muerte por su santo amor.


El compañero decia á los indios: Matadme á mí. No
matéis á nuestro padre viejo, que es sacerdote de Dios
que administra sus Santos Sacramentos, y es necesario
para esto. Matadme á mí que no hago falta, ni soy de
provecho para cosa alguna, y no á él. A esto le dijo
el capitán principal: No tengas tú miedo, que á tí no
hemos de matar, á tu compañero sí que mató á nues-
tro Dios.
Participante en esta tribulación y amenazas era el
indio Lázaro Pech, que habia ido con los religiosos, so-
bre el cual también cargaron muchos indios, diciendo
que le habían de matar porque habia venido en su com-
pañía. En este trance se manifestó el poder divino,
con cuya ayuda la flaqueza humana tiene valor para
los mayores peligros. En este, pues, el indio Lázaro
516 HISTORIA DE YUCATAN.

con gran esfuerzo y espíritu dijo á los apóstatas: ¿Poi-


qué nos habéis de matar que no os hacemos
mal, ni venimos á esto? Nuestra venida es para
que seáis buenos cristianos, y os volváis á Dios
para que con eso os perdone. A esto vinieron
nuestros padres; pero vosotros sois como Judas, que
queréis matar al Cristo de Dios, á nuestro padre sa-
cerdote." Prosiguió predicándoles con un espíritu de un
santo, tanto que dice el padre comisario en su rela-
ción : "Cierto que era de maravillar lo que Lázaro les
decia, que aun no lo sé yo decir, porque entonces no
somos nosotros los que hablamos sino el Espíritu San-
to en nosotros." Mientras esto pasaba, yá habian co-
menzado á cargar con los ornamentos y poca ropa de
los religiosos, rompiendo las cajas en que estaban, y de
ello rasgaban con ultraje en su presencia. Hicieron
pedazos las imágenes que hallaron con gran menospre-
cio, y lo que mas sintieron fué ver quebrantar una
de un santo Crucifijo, diciendo mil blasfemias al
hacerle pedazos, que por tan inicuas no es bien singu-
larizarlas. A este tiempo el indio llamado Knxeb (ar-
riba referido) llegando al P. comisario le dijo: iBictun,
uthan á kuul cech mam? ¿Q.ué te dice tu Dios abue-
lo? Y así los dejaron solamente con los hábitos que te-
nían vestidos. Habian llevado los ornamentos y ropa
que tenían, presumiendo que como los indios de Zah-
cabchen cuando se alzaron y mataron unos españoles,
entró el P. Fr. Juan Gutiérrez á los montes, y con ofrecer-
les el seguro de perdón general de parte del gobernador
que gobernaba (como se dirá presto) con tal que se
diesen de paz, se vinieron con él á su pueblo, que así
hicieran ahora los maceguales; pero no sucedió así, que
ni volvieron á la obediencia del rey ni de la iglesia,
sino que se quedaron en su apostasía, viviendo
según su apetito. ¿Qué sabemos si tantas calamidades
como Dios ha enviado sobre esta tierra estos años pasados,
LIBRO ONCE, 517

ha sido porque no ha habido quien haya solicitado al­


gún castigo contra las blasfemias cometidas en menos­
precio de su Majestad Divina? Por quien ha goberna­
do ha corrido la obligación: á Dios dará cuenta, por­
que tratándolo yo á algunos me han dado excusas bien
frivolas: no corre por la mia mas que significarlo.
Después de gran rato que tuvieron, como se ha di­
cho, á los religiosos, yá persuadidos con los ruegos del
padre Estrada á quien tenían voluntad, con la predica­
ción del padre comisario que no la habia intermitido,
y la del indio Lázaro que no cesaba en ella, los des­
ataron y levantaron de tierra. Nunca (dice el padre
comisario) presumió que así los dejaran, sino que ata­
dos á un árbol los flecharían ó que los llevarían á Te­
pü para quitarles allá las vidas como mas fuese su gus­
to, según era la ferocidad con que estaban. Pero la
Providencia Divina que con suavidad guia las cosas á
los fines, que aunque no los alcanzamos sin duda son
los mas convenientes, detuvo la barbaridad de aquellos
rebeldes apóstatas, y la sangre inocente de aquellos re­
ligiosos y indio no quiso fuese en aquella ocasión der­
ramada, aunque voluntariamente se la ofrecían. La cau­
sa solo la Majestad Divina la sabe.

CAPITULO QUINC E.

Trabajos y peligros de los religiosos y indios, hasta volver


á 'la villa de Salamanca.

Habiendo desatado á los religiosos y al indio Láza­


ro Pech, los echaron del pueblo de Hubelná con tantas
voces y silbos como cuando sacan un toro á una plaza,
том. п. 66
518 HISTORIA DEhYBCATAN.

diciéhdóles abaldones y afrentas, haciéndoles muecas, po-


niendo los dedos en la boca, y con todos modos de con-
fusión y afrenta, en tanto grado que dice la relación
que no es posible sino que quien los viese dijera: ¡Es
posible, que unos bárbaros sepan hacer esto! Y el pa-
dre comisario dice qué no lo creyera ni aun entendiera
de unos maceguales, sino lo hubiera Visto y pasado por
él. Q,ne con menos inhumanidad los trataron al santo
padre Fr. Juan de Órbita y á él los gentiles itzaes
cuando los echaron de su tierra, habiéndoles quebranta-
do el ídolo. A l tiempo que los echaban, parecieron los
tres indios de Bacalar ó Salamanca, que desde la no-
che antes tenían por huidos, y habia sido causa de no
parecer haberlos cogido los rebeldes, y atados los ame-
nazaron con la muerte porque habian llevado á su tier-
ra á los religiosos. Juntos yá los bajaron con indios
flecheros por tierra á la huerta de cacao en Zahzuc, de
donde los llevaron á Hubelná, y otros desde allí por
el riachuelo de Yaxteel Hau al paraje de la embar-
cación en que habian venido. En el camino un indio
que debia de ser menos malo que los otros, les dio el
cáliz, ara, misal y crismeras, con que tuvieron gran con-
suelo, ciertos que no lo profanarían con sus abominables
idolatrías.
Allí se embarcaron sin bastimento alguno porque
la poca provisión que habian dejado, la habian alzado
los rebeldes, que al parecer intentaron muriesen en el
camino con la hambre. El rio iba crecido con las llu-
vias, la canoa era pequeña para seis personas que iban,
con que llevaban gran riesgo de perecer todos, pero nues-
tro Señor los favoreció. Luego que del rio de Tepü
salieron á tierra, los indios de Salamanca temiendo á los
rebeldes, hicieron caminar á los religiosos con tanta pri-
sa por aquel monte, que lo que andaban en dos dias á
laida, les hacían ahora lo caminasen en uno. Decían
que era la causa saber que todo estaba rodeado de in-
LI ERO ONCE. 519

dios alzados para avisar á los de Hubelná, y éstos á


los de Tepü para si iban españoles enviados por el go-
bernador. Dijeron también que los alzados habian en-
viado á amenazar al D. Pedro Noli y sus indios que
habian de ir á hacerles el pechní, que es abollarlos las
narices y después matarlos, porque dieron sus canoas
para que los padres fuesen á Zahzuc, y porque no se
habian hallado con ellos á ayudarlos cuando maltrataron
á los religiosos y el saco que hicieron de su ropa.
Con estos sobresaltos, cansancio y falta de comida,
llegaron víspera de S. Buenaventura por tierra á Boxe-
lac, y el dia siguiente pasaron al rio Cancanilla y al
Piñal, á cuya entrada habian dejado la falca en que
salieron de Salamanca. Como iban tan fatigados de ham-
bre y cansancio, enviaron por delante á Lázaro y á An-
drés Pech, para que les tuviesen cocidos unos pocos de
frijoles y maiz, de que habian dejado algo en la falca.
Cuando entendieron tener este leve sustento para po-
der llegar á Salamanca, se hallaron con la falta que an-
tes, y mas peligro del que imaginaban. Habian los in-
dios rebeldes quemado la falca, y arrojado la provisión
que en ella habia, llevándose la sal que es de lo que
mas carecen. Allí entendieron perecer miserablemente,
pues no tenían con que sustentarse, ni embarcación en
que pasar adelante, siendo forzoso hacer el viaje por la
laguna grande de Laimaná. Cuando volvieron los in-
dios y dijeron lo que habia, viéndose aislados y desti-
tuidos de todo remedio humano, se encomendaron á Dios
que manifestó su misericordia con ellos.
Cuando al padre comisario se lo dijeron, iba yá tan
fatigado y sin aliento, que apenas podia moverse, y si
se sentaba para descansar no podia levantarse, sino ayu-
dado de otros dos. Fué Dios servido que habiéndose
encomendado á su Divina Majestad, se halló con tan-
to aliento y fuerzas como sino hubiera pasado traba-
jo alguno, y dice que con tanta ligereza, que si fuera
520 HISTORIA DE YUCATÁN.

necesario romper los montes para salir á algún pueblo,


le parece que aunque era mucha la distancia pudiera
hacerlo, y así al siguiente dia llegaron á Colmotz, puer-
to de la laguna donde dejaron su falca. Hallaron se-
ña de que los frijoles y maiz lo habían echado al agua,
y buceando los indios sacaron algo de ello, con que
repararon la hambre que llevaban. Faltábales embar-
cación, pero la Divina Majestad que como padie de
misericordia y Dios de toda consolación, socorre á sus
siervos en los trances mas apretados, lo hizo en este,
pues destituidos de todo humano auxilio, andando los
indios por el monte cercano á la playa, hallaron dos
canoillas, aunque mal paradas y rotas, que habían de-
jado allí los rebeldes cuando se alzaron. Los de Salaman-
ca las aderezaron con pedazos de otras viejas que ha-
llaron por allí, y con residuos de una casa vieja que
antiguamente hubo en aquel piñal (por haber un hor-
no donde sacaban brea): con algunos clavos que halla-
ron las clavaron calafeteándolas con trapos viejos de
sus vestidos, y les dieron carena con una tierra que hay
en aquella playa á modo de greda, que sirvió de brea.
Mientras los indios trabajaron en esto, coció Fr. Juan
de Estrada unos pocos de frijoles y maiz que comieron
después todos.
Pasado el medio dia salieron de Colmotz, y eran
tan pequeñas las canoas, que en la mejor no cupieron mas
que el Francisco Chablé en la popa por piloto, gober-
nándolo el padre comisario asentado tras él, asegurán-
dose con las manos en ambos bordos, su compañero
achicando el agua que hacia, y Lázaro por delante bo-
gando con un mal remo; y los otros indios entraron en
la otra. Tiene esta laguna grande de Laimaná otra al
norte de ella, en que hay mucha pesca y tortugas, y
así acordaron ir á ella á coger alguna, y también por
aquellos despoblados á buscar si habia algunos pláta-
nos que les sirviesen de pan, porque cosa ninguna He-
LIBKO ONCE. 521

vahan que comer. Dieron seña á los indios del paraje


donde los habian de aguardar, y así se apartaron ellos
á buscar los plátanos, y los religiosos con el Chablé
prosiguieron su viaje derecho. Habiendo llegado junto al
pueblo de Laimaná, le pidieron que amarrase la canoa
y saldrían un poco á tierra á esperar á los compañe-
ros, porque iban muy fatigados de la hambre, abrasa-
dos con el calor del sol, y comidos de mosquitos, que
es la mayor plaga de aquel viaje. El D. Francisco Cha-
blé respondió que no le parecía bien, y les dijo: Pa-
dres, no conocéis á los indios como yo. Pasemos ade-
lante, y naveguemos, no sea que hayan ido á buscar
á los de Laimaná, que tienen allá parientes, y
A r e n g a n esta noche y nos maten. Aunque contradecían
los religiosos, hubieron de hacer lo que el D. Francis-
co decia porque era de condición áspera, y temieron
no hiciese alguna temeridad con el recelo que lleva-
ba. Por esto hubieron de pasar á dormir mas de cua-
tro leguas adelante de donde habian dicho esperarían á
los que iban á pescar.
Llegando éstos después al despoblado de La-
niainá y no hallando allí á los religiosos, es-
tuvieron dos dias aguardándolos presumiendo no ha-
brían llegado; pero viendo que no parecían prosiguieron
su viaje bogando á toda fuerza, por si podian darles
alcance habiendo pasado adelante, pero por mucha que
hicieron, tardaron cuatro dias en alcanzarlos. Tenia
yá tanta tardanza con recelo á los religiosos no se
hubiesen quedado con los alzados de Laimaná, hasta que
un dia habiendo salido á tierra á hacer fuego con los
palillos de que le sacan los indios, vieron venir para
ellos una canoa. Temieron al principio, no pudiendo
saber con certidumbre si eran sus indios ó otros de
los alzados, hasta que acercándose conocieron ser la
de sus pescadores. Llegados se saludaron y abrazaron
con mucho contento por el recelo con que unos y
522 HISTORIA DE YUCATAN.

otros estaban. Trajeron algunas tortugas y racimos de


plátanos por madurar. Con una tortuga y un racimo de
plátanos maduros, que Dios deparó á los religiosos
llegando á Holpatin á la orilla del rio, comieron to-
dos aquel dia, y se consolaron dando gracias á Dios
que los habia proveído en necesidad tan apretada.
Salieron del paraje donde se habían reparado de
la hambre que llevaban, al cual sitio llaman Bolón
Kak, que es lo mismo que nueve fuegos, y fueron na-
vegando todo aquel dia, y gran parte de la noche.
A l siguiente salieron á la mar por el rio que los in-
dios llaman de los Zuluinices, que es lo mismo que
rio de los españoles, y en la boca de él tomaron puer-
to. Desde allí no se atrevieron á pasar la travesía en
las canoillas por ser tan pequeñas, y así enviaron
á Lázaro con otro indio llamado Andrés Chí á
Bacalar, para qne dijesen cómo estaban en aquel
paraje, y les enviasen embarcación segura para pasar
sin tanto peligro y algún refresco de comida de que
carecian. Aunque habían determinado esto, pare-
ciendo á la tarde que aquel tiempo estaba sereno y la
mar sosegada, (¿quién fia de su inconstancia'?) se re-
solvieron pasar adelante á otro rancho. Salieron co-
mo á las cinco de la tarde, y luego se levantó un vien-
tecillo de la parte que en Castilla llamamos Gallego,
y arreciando empezó á llover, y la mar á alterarse, de
suerte que si con toda presteza no alcanzaran á barar
en tierra, sin duda peligraran. Amarraron la canoa fuer-
temente, porque la fuerza del agua no la llevase, y en
la playa hicieron un ranchillo que les sirvió de alber-
gue aquella noche y el dia siguiente, que dice pasaron
con algún descanso, por no haber mosquitos ni tába-
nos, que la fuerza del viento los habia alejado, lo cual
no les habia sucedido en otros parajes.
Comenzando á salir de allí abrigados con la tierra
por no verse en el peligro que la vez pasada, descu-
LIBRO ONCE. 523

brieron á vista larga de la otra parte del mar y trave-


sía, hacia la de la boca del rio grande, á una embarca-
ción que yá habia desembocado, y venia hacia un puer-
to que llaman el rancho del Obispo. Sucedió lo que
entendieron, y era que venia por ellos, y así se anima-
ron los indios á bogar con fuerza, aunque el tiempo
no era muy bueno, y los de la embarcación, habiendo
descubierto la canoa, bogaron también para ella, con
que les excusaron algún trabajo. Era una gran piragua
que los religiosos compañeros despacharon de Salamanca
luego que llegó Lázaro con la nueva de dónde dejaba
á su comisario. Venían en ella dos españoles y seis in-
dios, con buen refresco de comida y chocolate, para
que pudiesen llegar con aquel refrigerio. Junta la pi-
ragua con la canoilla, se embarcaron en ella con ale-
gría de unos y otros, y pasaron la travesía. Subie-
ron por el rio á la laguna, y antes de llegar descubrie-
ron dos embarcaciones en que iban los padres Becerril
y Tejero á recibir á su comisario. Iban con ellos
unos españoles que llevaban algunos arcabuces, y les
hicieron una buena salva cuando se juntaron, y no sin
lágrimas de gozo de verlos venir vivos se saludaron
unos á otros, y así navegando llegaron á la villa de
Salamanca.

o-

CAPITULO DIEZ Y SEIS.

Dase noticia de lo sucedido al gobernador, y lo q>ie su-


cedió á los padres Becerril y Tejero con otros indios.

Como yá sabian los vecinos de la villa de Sala-


manca que el P. comisario Fr. Bartolomé de Fuen-
salia y su compañero Fr. Juan de Estrada venían por
524 HISTORIA DE Y U C A T A N .

la laguna, todos estaban ya cuando llegaron en el des-


embarcadero para recibirlos. Fué grande el contento que
tuvieron con verlos, porque recelaron mucho que los in-
dios rebeldes los habian de matar, como va tenían tan
experimentada su porfía obtinada. Saludábanlos y a-
brazábanlos con gran gusto, y los religiosos agradecie-
ron mucho la voluntad con que los recibían, y subiendo
á la villa que está luego cercana mucho á la ribera,
dejaron en la casa de su hospicio lo poco que tenían
que dejar, y luego fueron á la iglesia á hacer oración,
dando gracias á nuestro Señor que los había librado
de tantos peligros, después que los indios los echaron
de Hubelná, y conformándose con la voluntad divina en
lo demás que no habia sucedido como deseaban,
pues los ocultos juicios de la Divina Providencia
son investigables. Después dieron cuenta á los vecinos
de todo] lo que les habia sucedido en el viaje, del cual
considerando el padre comisario los peligros que en él
tuvieron de hambre, navegación y de los infieles, dice
estas palabras: "Cierto que es verdad que todo este via-
je fué uo milagro continuado de mas de cuarenta dias
que gastamos en la ida y venida á Bacalar." Y por-
que no será razón dejar de decir lo mucho que el in-
dio Lázaro Pech que llevaron los religiosos los sirvió
en este viaje, y lo mucho que trabajó, demás del riesgo
en que puso su vida por ayudar á la conversión de
aquellos rebeldes apóstatas, pues parece fuera ingratitud o-
mitirlo y hacer aceptación de personas, referiré lo que el pa-
dre comisario dice en su relación, mostrándose agradecido
al indio, y dand^ gracias á nuestro Señor por ello con
estas palabras: "Fué por nuestro compañero, y tan
bueno, que fué ángel para nosotros, según lo que nos
sirvió, y para mí en particular, como lo iré diciendo
en esta nuestra relación." Y en otra parte dice:
"Fué este indio tan bueno y de tanta caridad,
que las ciénegas y arroyos y riachuelos que hay
LIBRO ¡ O N C E . 525

en todo : el. camino de C ancanilla, y otros ato­


lladeros y malos pasos, llevando él su carga, la ; pau­
saba primero de la otra parte, y luego volvía por mí
y me cargaba en sus espaldas y pasaba hasta que' sa­
líamos de ellos. C osa es esto que admira.en un indio
que no sé yo qué cristiano español hiciera esto sino
algún santo, porque aun mas es el verlo que decirlo
aquí ó leerlo. S
Viéndose ya en Salamanca el padre, comisario, de­
terminó escribir al marques,: obispo y provincial dando
razón á todos de lo que le babia sucedido. Dio las car­
tas al P. Fr. Juan de Estrada para que lo refiriese co­
mo quien lo habia pasado, y también porque se curase
porque de los trabajos del camino venia enfermo. Es­
cribió lo que según Dios sentia de aquella gente, y
que justísimamente se les podia hacer guerra para su­
jetarlos con las armas, porque en ellos no habia señal
alguna por donde se pudiese entender se darían con
medios de paz ni voluntariamente á la obediencia o^ue
debian. Que de no enviar quién los pacificase así, que
la asistencia dé los religiosos en Bacalar era sin es­
peranza de fruto alguno, y que podría volverse á su
beneficio el P. Gregorio de Aguilar. Pero que si los
superiores gustaban que entrase otra y otras veces en
Tepú, que no se excusaba ni rehusaba el trabajo. Que
también los dos padres sus compañeros estaban del
mismo parecer, y que irían siempre que les fuese man­
dado. Porque como dice C risto Señor nuestro en su
Evangelio, doce horas tiene el dia, y podría ser que a­
quellos apóstatas se arrepintiesen y recibiesen la paz
que se Jes ofrecía. Que aguardando quedaban lo que se
les mandaba, prontos á obedecer en todo.
Llegó el P. Estrada á la ciudad de Mérida, y ha­
biendo dado las cartas que llevaba, se determinó hacer
una junta donde asistiesen los Sres. marques, obispo,
muy RR. PP. comisario general Fr. Juan de Prada (que
том. п. 67
526 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

acababa de visitar la provincia) y el provincial, para


que el P. Estrada refiriese todo lo secedido, y oido de-
liberar qué resolución se tomaría en la materia. Túvo-
se la junta, y en ella hizo la relación que se le man-
daba, y aunque fué algo molesto por ser tardo de len-
gua, le oyeron con voluntad, por la sinceridad y llane-
za de palabras con que decia la verdad ds lo aconteci-
do. Todos sintieron, como era justo, la rebeldía de a-
quellos indios, y el gobernador parece se mostró desa-
brido de que hubiesen ido los religiosos á Tepú tan
presto. A esto satisfizo el P. Estrada diciendo que en
el ir allá no se les habia dado orden particular ni asig-
nado tiempo, que á tenerla la hubieran observado pun-
tualmente. Que habian ido luego, porque empezando
yá las aguas, era muy factible que después aunque qui-
siesen ir no pudiesen por los rios, ciénegas y atollade-
ros que el camino tiene. Tratando el P. comisario de
este disgusto que manifestó el gobernador, dice estas pa-
labras: "No sé si tenia razón, mas nosotros hicimos según
Dios por el tiempo y la ocasión que hubo, que no se
la hemos de poner á la misericordia de Dios, siéndolo
siempre de que el pecador se convierta, y no difiera de
dia en dia ni tarde de convertirse al Señor &c." Auto-
riza estas razones con muchos lugares de la Sagrada
Escritura, doctrina de Santos Padres y derechos, que
por no hacer prolija esta narración omito, aunque los
refiere con mucho espíritu y sentimiento de ver la obs-
tinación de aquellos desdichados.
No se determinó el gobernador á que se les hiciese
guerra, por decir no tenia orden del rey para ello; pero
envíeseles á los religiosos de que perseverasen en Ba-
calar, hasta que se les mandase otra cosa. Por ha-
1

ber dicho el P. Estrada cómo el P. comisario Fr. Bar-


tolomé de Fuensalida quedaba falto de salud, y que
le parecía necesitaba de venir á la provincia á curarse
por no haber en Salamunca médico ni medicinas, deter-
LIBRO OISXE. 527

minó el R. P. Fr. Diego de Cervantes, que yá


era provincial, se viniese al convento de la ciudad
de Mérida á curar, y que entonces se quedase en
la enfermería el P. Estrada para medicinarle un hipo
contraido en el viaje, y de que no mucho después mu-
rió, como se dice en el capítulo decimoctavo siguien-
te. Llevó el despacho el hermano Juan Pascual dona-
do, y patente con autoridad para que el P. comisario
dejase en su lugar de los dos que quedaban al que mas
gustase. Recibido este orden, nombró por comisario al
P. predicador Fr. Bartolomé Becerril, así por ser mas
antiguo, como porque el P. predicador Fr. Martin Te-
jero gustó mucho de ello. Dia de las Llagas de nues-
tro P. S. Francisco salió el P. comisario para venir á
Mérida, y llegó á la ciudad después de entrado octu-
bre, donde fué bien recibido así del prelado como de
los demás religiosos, aunque sintieron ver la poca salud que
traia. Dio razón al provincial de su viaje y pidió licencia
para darla á los Sres. gobernador y obispo, que le oye-
ron agradecidos, si bien renovando el sentimiento de
ver el poco fruto que se cogia de la paz, y partidos tan
aventajados que por tenerle habían ofrecido á aquellos
indios. Así quedaron entonces en tan desventurada obs-
tinación, y en ella se están hoy año de cincuenta y seis,
porque ningún gobernador ha tratado de reducirlos como
es necesario con las armas. Dicen (habiéndolo tratado
yo en conversación con algunos de los Sres. gobernado-
res) que ni hay orden de S. M. para ello, ni dineros
para el gasto; pero tampoco he oido decir se le haya
pedidc» la tal licencia para sujetarlos con ellas. Esta
omisión los que entienden la materia la juzgarán, y si
ha sido con seguridad de conciencia de los que han
gobernado, pues han tenido obligación de conservarle á
S. M. sus vasallos, y atraellos á la obediencia que le
deben por todos los caminos que les hayan sido posi-
bles, cuando no moviera la caridad cristiana á sacarlos
528 HISTORIA o DE YUCATÁN.

del notorio, ¡peligro en que están aquellas almas. EL año


pisado de¡ cincuenta y cinco se- dijo que los de Tepú
pedían al padre beneficiado que los fuese á administrar,
y. ¡sé congregarían en su pueblo; pero rio se•.efectuó porque
no debia, dé ser con buena Voluntad. Ha permitido
nuestro Señor que estos años los gentiles itzaes les
hacen cruel guerra; y este año de cincuenta y seis se
dice la hacen i mas viva, persiguiéndolos notablemente.
Podrá ser ordeñe esto la clemencia .divina; para que
viéndose, tan acosados por aquella parte que era su re-
fugio, conozcan su yerro y se reduzcan.
Mientras el padre comisario habia estado en el ter-
ritorio de Tepú, el padre Fr. Bartolomé Becerril hizo
grandes diligencias con los principales de algunos pue-
blos dé Bacalar, para que le llevasen á otros de los
que estaban alzados, y no lo pudo acabar con ellos, por-
que decían que los habían amenazado con la muerte
si iban ó llevaban algún religioso. Con todo eso, de
algunos que fué Dios servido que redujese, pobló los
sitios y pueblos antiguos de Zoité y Cehaké, y dice
que halló allí unos indios gentiles del Campin (que
dista veinte leguas de Zoité) á los cuales catequizó y
bautizó; y habiéndoles predicado á todos, de su volun-
tad le trujeron gran cantidad de ídolos de barro y pie-
dra de abominables figuras, y otros instrumentos con que
ofrecían sacrificio al: demonio; y habiéndolos quemado,
los consoló y exhortó á que perseverasen en nuestra san-
ta fé.
Después en el mismo año el padre Fr. Martin Te-
jero redujo los indios del pueblo de Maná, que eran de
los que. estaban alzados, y los pobló en una isla que los
indios llaman Zula, porque ellos la escogieron para poblar-
1

se. Bautizó algunos niños de mas dos años, y administró


los Santos Sacramentos á los. demás. Padeció grandes
trabajos en este viaje, y en particular un viento norte
le arrojó á una isleta, donde estuvo trece días sin re-
LIBRO ONCE. 529

curso humano, de que enfermó tan gravemente que es-


tuvo,, á peligro de morir. Anegóse el pueblo de Maná,
con que desampararon el sitio los indios, y volviendo el
padre Fr. Martin para . poblarlos en parte mas á propó-
sito, y en su compañía un español llamado Lúeas de
San Miguel, los cogió un corsario holandés, y llevándo-
los consigo, saqueó los pueblos de Zoité y Cehaké que
habia poblado el padre Becerril. A l padre Fr. Martin
y al español tuvo prisioneros muchos dias, en que les
hizo i padecer hartos trabajos y hambre. Con estelos
indios de aquellos pueblos quisieron desampararlos, así
por la molestia del enemigo, como por haber quedado
sin i bastimentos. Los religiosos los consolaron y socor-
rieron con algún inaiz, frijol y sal de lo que en Baca-
lar tenían para su sustento, con que por entonces se
quietaron y quedaron en los pueblos recien poblados.

• — o—•

CAPITULO DIEZ Y SIETE.

JLo que sucedió al padre Fr. Martin con unos indios in-
fieles, y cómo saqueó el enemigo á Salamanca.

Habiendo vuelto de su prisión el padre Fr. Martin


Tejero á la villa de Salamanca, y desde allí socorrido
á los indios de Zoité y Cehaké robados del enemigo, sa-
liendo otra vez á visitar aquellos indios le dijeron có-
mo los de Campin (que yá se ha dicho son inñeles)
pedian que les llevasen allá nuestros religiosos porque
se querían bautizar y poblar donde les señalasen, y no
querían otros. Decían esto porque el padre Fr. Fran-
cisco de Triana, de la orden de nuestro padre Sto. Do-
mingo, entró á visitarlos desde la Vera Paz, y estuvo
530 HISTORIA DE YUCATÁN.

con ellos mas de quince dias, y no le quisieron admi-


tir á que quedase con ellos. Sin celo de contención, y
:

con él de la salvación de aquellas almas, se lo escribió


el padre Triana al padre Tejero, sabiendo que estaba
en Zoité, diciéndole que fuese sin poner dilación, por-
que aunque á él no le habian admitido, sabia que que-
rían religiosos nuestros, y pues importaba tanto á la sa-
lud de aquellas almas, no se excusase.
Certificado con esto el padre Fr. Martin, envió á
los'de'Campin una embajada con D. Diego Canché,
cacique de Zoité que solia comunicarlos, y en menos
de ocho dias trujo la respuesta, que decia fuese luego,
y que entrase por la mar á su rio, que en la boca de
él le estarían aguardando con su piragua. El idioma
ó lenguaje de aquellos indios es diferente del yucateco,
y sabíale el D. Diego Canché. Hay desde Zoité á la
boca de aquel rio por mar mas de cuarenta leguas, aun-
que por tierra serán veinte pero despobladas y muy
trabajosas para caminarse, y por eso le enviaron á de-
cir fuese por la mar. Resolvióse el padre Fr. Martin
á hacer el viaje, y fué como se lo habian pedido, y así
llegando á la boca del rio halló que habian cumplido
lo prometido, porque le esperaban con la piragua, y le
recibieron con mucha alegría y regocijo de todos. De
allí le llevaron á un rancho que estaba á la ribera del
rio, donde halló hasta diez indios, y entre ellos dos cris-
tianos de los indios antiguos que estaban poblados, que
según estos dos dijeron al padre Fr. Martin, habia vein-
te y cinco años que no los habia visitado su ministro
que tuvieron, ni otro alguno, y en este tiempo habian
muerto los que eran fieles bautizados.
Estaba aquel rancho pegado á unas sierras muy altas, y
aquellos dias dijeron al padre Fr. Martin que detras
de la que parecía mas alta estaba una ranchería de to-
dos sus compañeros, y que tenían un ídolo grande de
mas de vara, y que se le querían traer. Díjoles que fue-
LIBRO ONCE. 531

sen á llamar á todos sus compañeros con los niños que


tenían, y que no les diese cuidado cosa alguna, que des-
pués cuando los visitase y poblase, les diría y se ha-r
ría lo que era mas del servicio de nuestro Señor. Fue-
ron á llamarlos, y se quedaron en la ranchería el P.
F. Martin, el cacique y uno de los dos indios cristia-
nos. Pasado un dia y una noche, no viniendo, pareció-
le al P. Fr. Martin que tardaban para tan poca dis-
tancia; mas díjole el cacique D. Diego que eran tantas
las ciénegas por las muchas aguas (era octubre año de
cuarenta y dos) que no tardaban, que no recelase de
ellos, que por eso no venían. A otro dia por
la mañana llegaron sesenta y tres personas entre
varones, mujeres y niños, á los cuales acari-
ció mucho el P. Fr. Martin con algunas ensillas,
y en especial piernas de una tela de algodón que se
llama patí, para cubrirse sus partes de la puridad. Es-
tuvo en aquel paraje nueve dias, diciendo en todos mi-
sa y catequizando aquellas almas. Fué tanta la instan-
cia con que le* pedían el santo bautismo para sí y pa-
ra sus hijos, y que los casase según el orden de la
iglesia, que viendo habían pasado tres dias sin ejecu-
tarlo, le dijeron al P. Fr. Martin que si iba á burlar
de ellos, y que cómo no les cortaba las cabelleras al
uso de los cristianos que traía consigo, pues ellos lo
habían de ser tan presto como entendían, y que no los
debía de querer bien pues no lo hacia. Consolólos cuan-
to pudo, diciéndoles que no era cosa que se habia de
hacer con tanta prisa, que era necesario creyesen pri-
mero lo que habían de observar, y que entonces los pon-
dría como estaban los otros cristianos. Sabien-
do esto, se juntaron todos con sus mujeres y hijos, y con
gran fervor le dijeron que ellos creían en Dios fiel y ver-
daderamente, y que así que los bautizase. Tanta fué
la instancia que le hicieron, que hubo de bautizar, aun-
que no estaban á toda su satisfacción catequizados ,co-
532 HISTORIA Í)E YUCATAN.

mo quisiera, los casó con las mujeres que ellos'tenían-,


que según esto no usan mas dé una. Pidiéronle que
les señalase santo por su patrón, y mostróles tres imá-
genes que llevaba, una de S. Miguel Arcángel, otra de
S. Gerónimo y otra de nuestro P. S. Francisco, y no
determinándose á nombrarle por su elección, echó suer-
tes de los nombres de algunos santos, y un niño sacó
tres veces continuadamente el nombre de nuestro P.
S. Francisco, con que los indios quedaron alegrísinios,
y aquella noche se cortaron unos á otros las cabelleras.
Determinó el P. Fr, Martin volver á la villa de Sa-
lamanca, y díjoselo á los indios dándoles palabra que
volvería después de año nuevo á formarles pueblo y
ponerles justicia y gobierno, como se acostumbra entre
los cristianos, Fué grande el sentimiento de los indios
cuando oyeron que quería irse, y mayor cuando se
despidió de ellos, abrazándole con muchas lágrimas y
repitiéndole: "mira, padre, que te aguardamos, no dejes
de venir á vernos;" con que despedido de ellos se volvió
á Salamanca. Es tan grande la fuerza *de los raudales
de un rio por donde fué, que afirma que al ir tardó
dos dias en subir con la canoa vendó arrimados siem-
pre á tierra y con gran fuerza y mucho trabajo, a-
siendo de bejucos y de las ramas de los árboles, en
lo que después tardó menos de tres horas sin trabajo
alguno, con solo dejarse llevar de la corriente de las
aguas, gobernando la canoa para que no se fuese al me-
dio impetuoso de los raudales. ¡ •
Dice el P. Fr. Martin (en la relación que de esto
me dio, jurando en ella in verbo sacerdotis escribíala
verdad de lo que le pasó) que es aquella tierra muy
alegre, poblada de pinos muy crecidos, ríos y muchos
arroyos, sierras y llanos al modo de España. La gen-
te mas dócil y humilde (según aquellos que vio) que
ha tratado de indios. Son de estatura altos, algo blan-
cos, cari-largos, barba larga al uso de letrados. Des-
LIBRO ONCE. 533
pues de venido el P. Fr. Martin, entró el enemigo has-
ta donde los habia dejado, y les robó lo que tenían,
con que se ahuyentaron otra vez á los montes; y no
fué esto solo el estorbo para no volver á verlos como
les habia dado palabra, sino la invasión que el enemi-
go hizo luego en la villa de Salamanca.
Habiendo venido á ella á dar razón de lo principia-
do en Campin, hubo de venir al pueblo de Pacha á
decir misa á los indios y administrarles, mientras se
hacia tiempo para volver á aquella nueva conversión.
Era yá entrado el mes de noviembre, y después de
haber el enemigo ahuyentado aquellos indios del Cam-
pin á los montes, vino sobre la villa de Salamanca de
Bacalar el capitán mulato llamado Diego (el que se dijo
dio saco á Campeche) que andaba por estas costas al pi-
llaje con setenta hombres de diversas naciones, según
lo que se pudo entender. Cogió para entrar unas ca-
noas, porque no se puede llegar á la laguna si no es
en lanchas ó vasos pequeños, porque el rio de ella aun-
que sale por una boca á la mar hasta juntarse allí, se
divide en algunos brazos que tienen muy p >co fondo: en
una de las embarcaciones que cogió iba pliego del rey
para el reino de Goatemala. Entró la gente de noche
en la villa, y como de cosa no esperada por aquella via
y parte donde los nuestros eran tan pocos, aprehendió á
algunos, y otros se huyeron al monte que yá estaba
muy próximo con la falta de los indios y no cultivar-
se aquello, porque en esta tierra en dejando de culti-
varla tres ó cuatro años, se cierra con espesos mator-
rales que la ocultan. Robó lo que halló en las casas sin
hacer rumor alguno, y luego fué á la iglesia, rompió el
sagrario y llevóse la custodia con el Santísimo Sacramen-
to, sin que después se supiese que hizo con la Ma-
jestad Sacramentada, que fué la desgracia mas sentida
de cuantas han sucedido en este reino. Desde allí fué
á donde estaba el P. Fr. Bartolomé Beccrril recogido,
TOM. i r 68
534 HISTORIA DE Y U C A T A N .

y saliendo un indio que de esta provincia habia ido con


el P. Fr.. Martin Tejero á ver qué ruido era el que se
sentía, le dieron algunas heridas peligrosas, y de un al-
fanjazo le cortaron tres dedos de una mano. Dispara-
ron un arcabuz, á cuyo'sonido despertó el P. Becerril,
y saliendo á fuera, le dispararon algunas pistolas, aun-
que debió ser por alto, porque no le hicieron daño, y
pudo librarse de que no le cogiesen. Fuéronse con la
presa llevando todos los ornamentos y la poca plata
que habia y los prisioneros que cogieron, á los cuales
á poca distancia, habiéndolos despojado de sus vestidos,
les dierpn libertad. Pasaron á Zoité que era el paraje
mas cercano, donde agregaron algunos indios, así de los
ya poblados como de los no reducidos.
Llegó la nueva de este lastimoso caso á la ciudad
de Mérida, estándose previniendo las fiestas para cele-
brar la de la Purísima Concepción de , la Virgen Ma-
ría Santísima Madre de Dios, y suspendiéronse con el
sentimiento del desacato cometido contra la Majestad de
su benditísimo hijo Sacramentado, y en desagravio de
aquella, execrable perfidia, ambos cabildos resolvieron se
hiciese una muy solemne fiesta con procesión devota,
en la cual se llevase patente el Santísimo Sacramento,
y. que se predicase del misterio. Ejecutóse con singu-
lar devoción y universal asistencia de todos estados, y
de los señores obispo y marques. Esta desgracia fué
el mayor estorbo para el poco efecto de aquella reduc-
ción, porque no hubo después indio alguno que quisie-
se guiar á los religiosos. Quedáronse con todo eso en
, aquella.. villa.. hasta, que . después viendo, el; . reverendo
¡,pa.dr ; proyjnpial.jFr. J)iegp de Cervantes .que .no. ser-
e

,yia estar ,allí para aquella .reducción, porque no se tra-


M

taba de proseguirla, pidió, al Sr. obispo D.Juan Alon-


so Ocon pusiese beneficiado; con que los rehgiqsos se
retiraron á la provincia, yendo aquello de.mal en peer,
porque los enemigos acosaron tanto aquel paraje, que
LIBRO ONCE. 535

obligó á los pocos españoles que allí habian quedado mal-


tratados y pobres á retirarse la tierra adentro á un pue-
blo dé indios llamado Pacha. Dice el P. Fuensalida
en su relación que tiene por cierto que los indios del
pueblo de Tepú fueron la causa de que los demás no
se pacificasen, porque en todos los otros veian señales
de que lo deseaban. Dios nuestro Señor lo disponga
como mas conviene á la exaltación dé su santa fé ca-
tólica y servicio del rey.

CAPITULO DIEZ Y OCHO.

Del Sr. obispo D. Juan Alonso Ocon, y ocasión de dis-


gustó con los religiosos/ ' • '

Por muerte del Sr. obispo D. Fr. Gonzalo de Sa-


lazar presentó el rey nuestro señor, que Dios guarde,
al Dr. D. Juan Alonso Ocon, cura actual de la parro-
quia de Santa Cruz de la real corte de Madrid. No
he hallado qué dia hizo la gracia la santidad de Ur-
bano Octavo, pero recibida, envió su poder para que
en su nombre tomasen la posesión de este obispado los
doctores D. Gaspar Nüñez de León arcediano, y D.
Francisco Ruiz canónigo de su catedral. Gobernaron-
le en su nombre desde diez y seis de mayo de mil
seiscientos treinta y nueve años, en que tomaron la po-
sesión, hasta diez de octubre del de cuarenta que entró
su señoría en la ciudad de Mérida recibido con gran-
des festejos y alegrías. Gobernó personalmente hasta
siete de agosto del año de cuarenta y tres, que promo-
vido para el obispado del Cuzco, salió de la ciudad de
Mérida dejando el gobierno del obispado al dicho doc-
536 HISTORIA DE YUCATÁN.

tor D. Gaspar Nüñez de León, que le gobernó hasta


veinte y dos de enero de mil seiscientos y cuarenta
y cuatro años, que se recibió testimonio de que te-
nia las bulas del obispado del Cuzco, y se declaró la si-
lla episcopal por vaca. Estúvolo hasta nueve de no-
viembre de mil seiscientos cuarenta y seis años, dia
en que el bachiller Alonso de Ojeda tomó posesión del
obispado por el señor obispo D. Marcos de Torres y
Rueda.
Sus estudios de las ciencias del Sr. D. Juan Alon-
so Oeon fueron en la insigne universidad de Ajcalá de
Henares, donde fué colegial de su colegio mayor titu-
lado S. Ildefonso. Graduóse en ella de doctor en santa
teología, y después siendo cura ue Santa Cruz de Ma-
drid fué presentado para este obispado. N o he halla-
do mas noticia del proceso de su tiempo hasta este, por-
que quedo con sentimiento que de persona de tantas
letras, y que ha sido en mi tiempo, no puedo dar mas
larga noticia. Solo digo que después desde el Cuzco
fué promovido á arzobispo, de las Charcas, y es voz
común que su vida ha sido de varón perfecto y a-
postólico prelado en aquellos reinos. Déle Dios su don
de perseverancia, si es vivo, y si pasó de esta vida le
tenga en su santa gloria.
Habiendo venido á este obispado y asentado su ca-
sa, trató luego como vigilante pastor de la salud de sus
ovejas; y para reformación de las costumbres promul-
gó . un edicto, santo y saludable medio para conseguir-
la. Después, dia de S. Ildefonso titular de su catedral,
predicó solemnemente, donde hizo manifestación de sus
muchas letras y del espíritu con que celaba la salud
de los fieles sus encomendados, á los cuales causó gran
consuelo oirle. Otra ocasión predicó, en que con abun-
dantísima santidad de doctrina y no menor elocuencia
reprendió severamente algunas cosas dignas de reme-
dio, y con razones tales que otro ningún predi-
LIBRO ONCE. 537

cador de menor autoridad que la suya se atre-


viera á decirlas. (¡O cuánto importa que los prelados
y superiores sean doctos!) porque no sé qué fuera de él
según quieren yá que prediquemos. Por general que
sea la doctrina, con la cortedad de la tierra y malicia
de algunos, luego hay murmuraciones si lo dijo por
esto ó por lo otro, como si fuera el mal predicar el
santo Evangelio, y no lo fuera el haber materia á que
puedan aplicar la generalidad que se dice. Baste esto
para en historia, y Dios nos comunique su divino es-
píritu para que su santa palabra haga el provecho que
con ella se pretende, que yo tengo por muy cierto que
la predicación del señor obispo logró bien poco, aun-
que no lo fué el temor de las conciencias de algunos
oyentes según presumo.
La familia de su casa, aunque era con la decencia de-
bida á su dignidad, no supérflua modesta sí en su proceder
y comunicación con los ciudadanos. Fué algo rigoroso
en el examen de los ordenantes (¡ojalá fuera así siem-
pre!) examinando personalmente aun á los religiosos, con
que no había descuido en los estudios viendo liabia
prelado que disimulaba poco con la insuficiencia, que
6Í así se hiciera en todas partes no se viera lo que se
experimenta en algunas de las Indias. Favorecía y
manifestaba benevolencia á las personas que profesaban
letras, y mayor á los maestros de ellas. A los predi-
cadores convidaba á comer el dia que predicaban en
su santa catedral, siendo su continuo oyente y honrán-
dolos con su presencia. Asistía á los actos escolásticos
de conclusiones, (aunque no fuesen dedicados á su se-
ñoría, como le convidasen) y replicaba en todos con gran
magisterio, que no era pequeño consuelo de los que los te-
nían verse honrados de este príncipe de la iglesia. Vi-
sitó su obispado personalmente, y reformó lo que le pa-
reció digno de ello, que fué bien poco (sea Dios Den-
tó) lo que halló que enmendar en los beneficiados. Fa-
538 HISTORIA DE YUCATAN.

voreció cuanto pudo á los religiosos para la reducción


de los indios alzados de Bacalar, cómo^se dijo en los
capítulos antecedentes.
Entrado yá el año de seiscientos cuarenta y lirio,', vino
á visitar esta provincia el muy reverendo padre Fr!. Juan
(je Prada comisario general de esta Nueva-España, y
celebrado capítulo en veinte y siete de julio, fué elec-
to, por todos los vocales el reverendo padre Fr. Diego
de Cervantes, hijo de ésta santa provincia, y custodio
que era de ella. Fué su elección en conformidad de
la alternativa (aunque no estaba confirmada), y así por
su parcialidad fueron difinidores los reverendos, padres
Fr. Diego de Solis natural de Mérida en esta tierra y
Fr. Pedro de Artiaga, que aunque de España recibió el
hábito en esta provincia. Por la parte de íos^ ga-
chupines fueron difinidores los reverendos padres Fr! Pe-
dro Navarro hijo de la de Castilla y Fr. Gerónimo de
Prat de la de Aragón y que se jubiló de lector en es-
te capítulo. Custodio el reverendo padre Fr. Francis-
co Jiménez de la de Santiago.
Previno el R. P. Fr. Antonio Ramirez los actos li-
terarios que acostumbra nuestra religión, honrándolos
como se ha dicho el Sr. obispo, y alegrándose de ver-
los tan lucidos. Hubo entre ellos uno muy singular por
el modo. Escribiéronse unas conclusiones de las ma-
terias de todos los sacramentos en columnas latinas, y
por correspondencia lo mismo en otras en el idioma de
los indios, en el cual se habían de conferir todas aque-
llas materias. Fué el actuante de estas conclusiones el
P. predicador Fr. Bernardino de Valladolid, natural de
Toledo, que pasó á esta provincia en la misión que yo
vine el año antecedente de treinta y cuatro, y el pre-
sidente el R. P. Fr. Diego Pérez de Mérida, ambos
hijos de la santa provincia de Castilla. Repartiéronse
los papeles entre los grandes ministros lenguas, así clé-
rigos seculares como religiosos, y á voz de que se con-
LIBRO ONCE. 539

ferian en la de los indios concurrieron muchísimos es-


pañoles llevados de la curiosidad, porque todos los na-
cidos en esta tierra la entienden y muchos de los de
España. Oró en aquel idioma el actuante al princi-
pio de ellas con grande elocuencia ; pero aun mas ad-
miró la perfecta pronunciación en que solemos faltar los
gachupines. Demás de las materias, asentó por titular
que toda la Sagrada Escritura se podia declarar á la
letra en la lengua de estos naturales, con que abrió
campo á todos los doctrineros y otros lenguas que no
lo eran, para que se declarasen muchos lugares de di-
ficultosa inteligencia; con que no solo fueron de gusto,
pero de grande utilidad á los ministros.
Habiendo el R. P. provincial celebrado la congre-
gación á diez y nueve de enero de mil seiscientos cua-
renta y tres años, y gozando todos de mucha paz, pu-
blicó el Sr. obispo á veinte y ocho de febrero un e-
dicto en la santa catedral, que fué ocasión de no pe-
queños disgustos entre su señoría y los religiosos. Ha-
biendo visitado (como se ha dicho) el obispado, parecióle
á su señoría que el modo con que los indios sustentan
á sus doctrineros, así seculares como regulares, dando
el varón una libra de cera y la mujer una pierna de pa-
ti, que es una tela pequeña de algodón, (yá se ha di-
cho en otra parte lo que es) géneros que tienen de sus
cosechas, una en la fiesta de sus patrones y otra en la
conmemoración de todos los difuntos, era gravoso á los
indios; mandó con pena de descomunión mayor á todos
los doctrineros, así regulares como seculares, no recibie-
sen, los dichos géneros, sino un real que es el precio
que entre ellos está reputado que vale en lugar de ca-
da uno, y á los indios puso penas de cárcel y otras si
los daban.
Causó alteración en todos esta novedad repentina
por muchas causas. Habíale dicho antes el Sr. obispo
al provincial solamente que los patxes le parecían gra-
540 HISTORIA DE YUCATÁN.

vamen por entonces, habiendo sido corta la cosecha de


algodón, á que le respondió era justo se mirase por el
alivio de los indios, pero que mudar una costumbre
tan antigua, para asentar otra que hubiese de tener
perpetuidad, parecia se le seguirían inconvenientes.
Q,ue se hiciese una junta en que asistiese su señoría
y el Sr. marques gobernador, pues sus antecesores
habían instituido aquello en nombre de S. M. como
sus gobernadores, y otras personas prácticas en la ma-
teria. Q,ue en ella se resolvería lo que para este fin mas
cómodamente pudiesen hacer los indios, y se podia de-
terminar un arancel sinodal; que lo que se dipusiese
para los beneficiados seculares, ejecutaría su paternidad
mandándolo á sus doctrineros regulares. Parece que
vino por entonces en esto, pero no volvió á tratar mas
de la materia, aunque se entendió la propusiese en la
celebración del capítulo, como parecia la ocasión mas
oportuna entonces para conferirla; y por lo que pareció
después, habiendo comunicado la materia con el goberna-
dor, quedaron los dos en que antes de ejecutar resolu-
ción alguna, le daría cuenta de ella para que la tuvie-
se entendida. Sin darla, é intempestivamente, publicó
el edicto que se ha dicho, que oído en la ciudad cau-
só gran novedad, y luego le remitió á las villas para
que en ellas se promulgase, y sucesivamente por no es-
tar el provincial en la ciudad de Mérida, le remitió
una copia auténtica del edicto, escribiéndole una carta
en que decia así:
"Reverendo padre nuestro Fr. Diego de Cervantes.
Jueves primero de cuaresma comuniqué á V . Rma.
la resolución con que estaba de proveer de remedio,
para que las obvenciones de las fiestas de los indios no
se cobrasen en patíes, y supliqué á V. Rma. fuese ser-
vido de ayudarme de su parte en la ejecución de esto,
y V. Rma. me ofreció lo haría con mucho gusto, con-
siderando la esterilidad de algodón, y imposibilidad de
LIBRO ONC E. 541

poderlos hacer. H oy domingo he publicado un edicto


en orden á lo dicho, de que á V. Rma. envió un testimonio,
y le vuelvo á suplicar que pues su ejecución es tan notoria­
mente del servicio de N . S. y de S. M. que por tan­
tas cédulas ordena y manda que los naturales sean re­
levados, V. Rma. lo ordene así á sus religiosos, envián­
doles, si fuere servido, su patente ó como lo quisiese dis­
poner, de que yo quedaré con el agradecimiento debi­
do, y rendiré á V. Rma. las gracias. Cuya persona
guarde Nuestro Señor con la salud que deseo. Mérida
marzo primero de mil seiscientos cuarenta y tres años.
Capellán de V. P. Reverendísima. E l obispo de Yuca­
tan."

o —

CAPITULO DIEZ Y NUEVE.

Lo que respondió el provincial al Sr. obispo, y patentes


que despacito á los religiosos é indios.

Recibida por el R. P. provincial la carta y edicto


del Sr. obispo, quedó admirado, así por la novedad e­
jecutada sin haber tratado la conferencia en que se ha­
bía de resolver ni dado parte al gobernador como es­
taba dispuesto, como por las censuras que ponía á los
religiosos, exentos cuanto á ésta, aunque estén
sujetas á la jurisdicción ordinaria en cuanto curas, co­
mo lo estamos, no siendo el caso de los que el Santo
Concilio de Trento expresa en que la puedan poner los
obispos á los regulares como nosotros, que tenemos pri­
vilegio especial para que solamente legado á latere
pueda fulminarla, y así le respondió en la forma si­
guiente:
"Illmo. Sr. Ayer dia de Sto. Tomas me dio el P.
том. п. 69
542 HISTORIA DE YUCATAN.

vicario de esta villa una de V. S. Illma. que la acom-


pañaba el tanto del edicto que V. S Illma. mandó pu-
blicar. Y atendiendo á lo principal, que es el que V.
S. Illma. goce de buena salud, liase continuado en mí el
gozo que siempre me han causado estas nuevas. Y o
quedo bueno, gracias á Dios, y muy del servicio de V.
S. Illma. Lo tocante al edicto, confieso, señor, que me ha
causado novedad. L o uno, porque cuando V. S. Illma.
me hizo merced de comunicarme el deseo que tenia del
alivio de los naturales, y que en la ocasión presen-
te por la falta de algodón seria acertado y justo el
que diesen por la pierna de patí un tomin, conocí
ser el celo de V. S. Illma. muy ajustado, y que por
tal le seguiría yo. ordenando á mis religiosos lo mismo
que V. S. lima, mandase á sus beneficiados. Y cuando
aguardaba el orden que habia de seguir, me hallo con
un edicto en que V. S. Illma. comprende ministros re-
gulares y seculares, mandando á todos por obediencia
y con censura no pidan á los indios las limosnas en los
géneros que ha tantos años han acostumbrado á dar,
que es en cera y patíes, cosa que hasta aquí no se ha
experimentado de ninguno de los antecesores de V. S.
Illma., y que en la ocasión prevengo grandísimos incon-
venientes sujetos al discurso de V. S. Illma., pues ha-
biéndome yo ofrecido que haria con los religiosos du-
rante la falta de algodón, el que se recibiese en reales
la limosna, como dicho es, á real cada indio y por sua-
ve medio se conseguía el fin que V. S. pretende y á
que yo asentía. No me parece, señor, que V. S. Illma. gus-
ta de esta suavidad, sino mostrar lo que puede. Y si en
algunos autores ha hallado apoyo la acción de V. S. Illma.,
la opinión común de los doctores y la mas probable es-
tá en contrario. Y el defenderse los nuestros con su pri-
vilegio tan justo que seria la omisión en esto peca-
minosa. V. S. Illma. será servido de oírnos dando lugar á
la justicia que tenemos, pues del celo de V. S. Illma. no
LIBRO ONCE. 543

se puede esperar menos que toda justificación en estas cau-


sas."
"Lo otro que se rae ofrece es que en la ocasión di-
cha, V. S. Illma. no me trató de limosna de cera, pues és-
tas no penden de las cosechas, ni tampoco entendí que
V. S. Illma. intentaba el quitarnos totalmente estas limos-
nas, sino que se atendiese á la necesidad presente dé
algodón, y que la misma razón militase en todas las
ocasiones que la hubiera. Paréceme que V. S. Illma. ha
querido hacer la ley general, y que á mí no me ha
dejado que hacer sino es sentir el ver que quiere obli-
gar con censuras á los religiosos. Yo. señor, he desea-
do qun en mi tiempo se diese asiento á|esta materia,
haciendo V. S. Illma. con consulta el arancel sinodal que
ofreció en el capítulo pasado, pues para este fin dijo
V. S. Illma. haría averiguación de las limosnas que se da-
ban generalmente en toda la provincia. Esto ha sus-
pendido V. S. Illma., siendo lo que con mas justificación
debíamos abrazar, que ejecutar esto último. Suplico
á V. S. Illma. repare en los inconvenientes que esto tie-
ne, que son crecidos, y que se oponen á la paz que pre-
tendo y deseo, sobreseyendo en lo ordenado, que para
que sea servido de hacerlo le satisfaré mas largamen-
te, quedando obligado á toda prontitud en el servicio de
V. S. Illma. Cuya vida &e."
Aunque el reverendo padre provincial escribió esto
al Sr. obispo, no desistió de lo comenzado ni quiso
alzar las censuras que contra los religiosos habia pro-
mulgado; con que hallándose obligado á la conservación
del estado religioso y sus privilegios, nos mandó á tres
lectores jubilados y á mí (que lo era actual) dijése-
mos por escrito nuestro parecer en la materia. Vista
con el cuidado que requería, hallamos que nosotros,
aunque como curas debamos estar sujetos en cuanto
tales á los señores obispos como su majestad manda
por sus reales cédulas, que tenemos obedecidas, como
544 HISTORIA DE YUCATAN.

es justo, y no satisfaciendo como se debe al oficio,


puedan corregirnos y castigarnos como en ellas se de-
clara; pero que ha de ser con otras penas, y no con
la de descomunión, por ser necesario para ponérnosla
que los señores obispos tengan autoridad de la silla
apostólica, que expresamente haga mención de los
frailes menores y órdenes mendicantes, por el especial
privilegio que para ello tenemos, de que no hay de-
rogación ni declaración de su majestad ni su real
consejo para que no se nos observe, porque no es el
privilegio común de exención regular, ni se incluyeron
todas las penas con que puede ser corregido el doc-
trinero en la de descomunión, pues sin ella quedan
tantos medios para corregirle, en los cuales no hay pro-
hibición alguna.
Habiendo recibido el R. P. provincial el pareceí de
todos cuatro lectores, escribió segunda vez al señor o-
bispo suplicándole quitase la pena de descomunión que
tenia puesta contra los religiosos, y que de no hacer-
lo, se sirviese de dar licencia para que se le hiciese pre-
sentación de nuestros privilegios, porque bien sabia su
señoría tenia obligación de defenderlos obligado á ello
por todo derecho. A esto respondió el señor obispo
por su carta de quince de marzo las razones siguien-
tes: "Tengo dictamen de que puedo y debo haber pro-
mulgado el edicto. Y así suplico á vuestra reverendí-
sima no extrañe el que haya tomado este medio, co-
mo ni yo tampoco extraño que la religión ajustándose
á los términos del derecho en virtud de sus privilegios, se
defienda del agravio que juzgare que yo le hago. Y
por lo que toca á las censuras que V. reverendísima
admira, basta para no culparme presuponer que es opi-
nión de algunos doctores, pues para pretender un pre-
lado juricdiccion sin que parezca temeridad el intentar-
lo, hasta ser el punto probable. Y o le tengo visto, y sé
lo- que hay por una y otra parte, si bien la determi-
LIBRO ONCE. 545

nación depende de dictámenes ajenos. No puedo yo


asegurar el suceso con. previsión de los inconvenientes
que V. Rma, me representa. Tomé esta resolución, y es-
toy de acuerdo de no sobreseer en nada, entre tanto
que S. M. no me mandare lo contrario. Y o no tengo
dos caras, y así hablo á V. reverendísima con esta sin-
ceridad, asegurando que de ninguna diligencia jurídica
que V. reverendísima intentare, disentiré, antes lo ten-
dré por precisa obligación, y juntamente de cualquiera
manera que las cosas corran me tendrá siempre V .
reverendísima y cualquiera de su religión tan aficiona-
do servidor como experimentará en las ocasiones que
me quisiere mandar. Guarde Dios la persona de V.
reverendísima como yo deseo &c."
Viendo el R. P. provincial la resolución del obispo,
juntó al R. definitorio, y dando noticia de ello y pre-
sentando el parecer que tenia de los lectores, se nom-
bró por procurador de la provincia al R. P. Fr. Geró-
nimo de Prat, lector jubilado y difinidor actual, dándo-
le título de notario apostólico, para que hiciese presen-
tación jurídica ante el Sr. obispo de los privilegios con
que justificábamos nuestro pretenso. Y para que á todos
constase que el litigio no era sobre el interés, de las li-
mosnas, como no podemos ni debemos tenerle, sino so-
bre la observanaia de los privilegios, y que si el Sr. o-
bispo celaba el alivio de los indios, no era menor la a-
tencion del R. P. provincial, despachó sus patentes da-
das en diez y seis de abril de aquel año de cuarenta
y tres, escritas en el idioma de los indios, para que se
les leyesen en todos sus pueblos, y les constase lo que
mandaba á los religiosos. La de los indios traducida en
nuestro castellano, á la letra decia así:
"Fr. Diego de Cervantes de la orden de los frailes
menores de la regular observancia de nuestro P. S.
Francisco, predicador y ministro provincial de esta pro-
vincia de S. José de Yucatán: á vosotros los nacidos y
546 HISTORIA UK Y U C A T A N .

naturales de esta tierra, los que estáis sujetos á nosotros


y á nuestra enseñanza; haya en vosotros salud y u-
niformidad en Cristo Redentor nuestro. Bien sabéis,
nuestros amados hijos, que somos verdaderamente padres
á costa de mucho cuidado, sudor y desvelo con que
os criamos para Dios, como dice S. Pablo en la carta
que escribió á los de la tierra de Galata en él capítu-
lo cuarto, pues de la misma manera se endereza á vos-
otros nuestro amor como el del padre al hijo. Y os
consta esto muy bien desde que comenzasteis á cono-
cer á Dios, y en esto nos despejamos sin descansar, in-
dustriándoos en lo bueno para que así ganemos vues-
tras almas para Dios, y esto es lo que queremos y pre-
tendemos con todo cuidado, que es el que vais á la
vida eterna en el reino délos cielos. Y si no pensamos
y consideramos lo que es necesario para aliviar vues-
tra carga en lo que se pudiere por nosotros, ¿quién lo
ha de ver? ¿Quién ha de acudir á ello también? Por es-
ta causa nos estáis obligados de verdad á sustentarnos
y á darnos de vuestra voluntad lo que hubiéremos me-
nester para nuestro sustento; descargando vuestras
almas, volviendo la mano al amor que vuestros
padres os tienen, como es, dándoles de limosna cada
año en el dia de vuestro santo patrón y en el
dia de los finados, vuestra libra > de cera el varón y la
mujer una pierna de patí. Y por esta causa me pare-
ció aliviaros de vuestra carga, por que ha llegado á
mi noticia cómo os ha faltado el algodón de tres años
á esta parte, y en el tiempo presente no le halláis á
comprar. Y considerando el oficio que tengo á cargo,
me pareció para que vuestra carga no fuese pesa-
da, enviar mi mandato y orden á los padres guardianes,
vicarios y presidentes, como á los demás padres de mi
provincia vuestros doctrineros, para que no os pidan
agora mientras no hay algodón vuestras limosnas en
patí, ni os fuercen pidiéndoos esto. Y es mi voluntad
LIBRO ONCE. 547

que así lo hagáis, y lo que valiere la pierna de patí


que da la mujer lo podáis conmutar en dineros, en ce-
ra ó. en otra cosa que lo valga y tuviere precio
entre vosotros para que así se alivie vuestra carga. Y
no se deje ni ponga silencio en lo que á menudo hacen
vuestros padres espirituales, que es componer y ador-
nar las iglesias, altares y sacristías, quitándoselo de su
boca y de su comer para este efecto, y en ellas se con-
sumen todas las limosnas que nos dais, como consta á
toda la provincia y á vosotros desde su principio, subli-
mando y festejando á nuestro Dios en vuestros pueblos
y iglesias, y sustentando á los pobres como á los que
nos sirven en su casa. Y esto me pareció convenir,
y por eso mandé remitir este mi escrito y mandato pa-
ra que le leáis estando juntos en la iglesia, y mandé
sellar con el sello de mi oficio, y le firmé y el presen-
te secretario. Dada &c."
La de los religiosos que (como he dicho) también es-
taba escrita en la lengua de los indios, para que se la le-
yesen y les fuese notoria como esotra, decia así:
"Muy notorio es á V V . RR. la falta de algo-
don que ha habido en esta provincia de dos años á es-
ta parte, por cuya causa lo compran los indios por ex-
cesivo precio, y querer obligarles á que den las limos-
nas en patíes como han tenido de costumbre de tantos
años á esta parte, durante la falta de dicho algodón,
será faltar á la caridad y piedad "cristiana que en nos-
otros, y ser. sus padres espirituales, debe ser mas fer-
viente y pronta, pues debemos enseñarla á estos natu-
rales sino suaves sublevándoles cualquier yugo que les
sea penoso. Y llevado del deseo de acertar en esta
materia, consulté al difinitorio, con cuyo acuerdo despa-
cho esta patente y otra en la lengua de los naturales,
que se leerá en un dia festivo en la cabecera de cada
eonvento ó vicaría, y se sacará un tanto de ella, para
que en los pueblos de visita se haga la misma diligen-
:
548 HISTORIA DE YUCATAN.

cia estando convocados los indios en los dias que se si-


guieren festivos, para que los indios entiendan que nos
compadecemos de sus necesidades, no pidiéndoles mas
que aquello que cómodamente pudieren dar en los gé-
neros de cera ó otro alguno que equivalga á la pierna
de patí. Y el que no tuviere géneros se le reciba un
real por cada una de sus limosnas, así en las fiestas de
sus patrones como en la conmemoración de sus difun-
tos, sin que en esto se altere ni fuerce al indio á lo
contrario, pena de privación de oficio ipso facto al guar-
dián ó vicario presidente, y al subdito de un año de
reclusión en nuestro convento de Mérida, contra los trans-
gresores, pues en la ocasión prevengo obstáculo á mu-
chos inconvenientes que de no observase lo así orde-
nado pueden resultar, y que fácilmente se dejan dis-
currir &é." Prosigue mandando pasen con toda brevedad
y se le remita testimonio de cómo se han publicado,
con lo demás que suele acostumbrarse.

CAPITULO VEINTE.

Declara el señor obispo por incurso en su censura á un


guardián que no era doctrinero, y lo que la real audien-
cia ordenó acerca del edicto.

Si el socorrer á la presente necesidad de los indios


fuera el dictamen principal que tuvo el Sr. obispo pa-
ra la publicación de su. edicto, parece que conseguido
el fin, como por este medio referido en el capítulo an-
tecedente se conseguía, cesaba la causa en cuanto á los
doctrineros regulares; pero aunque cesó, no el efecto y
censuras del edicto, teniéndole el señor obispo fijado
LIBRO ONCE. 549

en la puerta de la santa catedral en el mismo vigor


con que le publicó, con que no parece haber sido esto
solo la causa, que no se le ocultó al marques goberna­
dor, como da á entender en el informe que sobre esto
hizo á S. M, que se refiere á la letra en el capítulo
siguiente.
Viendo, pues, el provincial que el gravamen de la
descomunión no cesaba, dio orden que se le hiciese
presentación jurídica al señor obispo de los privilegios
á que parecía contravenir, suplicándole los observase.
Presentóse la petición y juntamente un informe en de­
recho que habíamos escrito y firmado por el dicho R.
padre Fr. Gerónimo de Prat y yo, en que se hacia
lata mención de los privilegios, y derecho que teníamos
á que se nos observasen, suplicándole los tuviese por
presentados, y que se nos diese un tanto de la intima­
ción y de lo que su señoría proveyese en forma jurídi­
ca. Aunque la presentación fué hecha por persona le­
gítima como era notario apostólico, permaneció en su dic­
tamen y sin hacer caso de ella ni de la apelación que
á juez competente se hacia del gravamen no cesando
en él, parece dio á entender no se conformaba con lo
que antes habia escrito al provincial, diciendo que de
ninguna diligencia jurídica que intentase disentiría antes
lo tendría por precisa obligación.
Aunque parece haber tardado el provincial en remi­
tir sus patentes dadas por abril y el edicto publicado
por febrero, no fué tardanza porque casi no hay fiesta
de patrón alguno que ьеа antes de entrado el mes de
junio. Sucedió después de requerido el Sr. obispo con
los privilegios, que tuvo noticia de que al guardián del
convento de Hunucmá le habian dado los indios de un
pueblo visita suya en la festividad de su patrón patíes
como solían, y sin reparar si era doctrinero ó no lo era,
le declaró por público descomulgado, mandándole poner
en la tablilla, y á su notorio que fuese á notificarle al
том. п. 70
550 HISTORIA DE YUCATAN.

convento la declaración que habia hecho. Aunque fué


allá no líalló al guardián, pero dejólo publicado á los que
presentes estaban. De esta declaración se siguió gran
escándalo para las personas que ignoran estas materias.
E l estado secular juzgaba que un prelado tan docto co-
mo era el Sr. obispo, habia procedido con justificación,
y así tenian al guardián por público descomulgado. El
religioso nunca se tuvo por tal, ni la provincia le tuvo, por-
que no era ministro doctrinero, ni tenia oficio de cura,
y así en todo y por todo ejemplo de la juris-
dicción del Sr. obispo. Constó esto después de ha-
ber venido su sucesor el señor doctor D. Marcos de
Torres y Rueda, ante quien yo (procurador para ello
nombrado) presenté petición con un testimonio auténti-
co del secretario de gobernación, por donde constaba
haber sido presentado por ministro doctrinero de aquel
convento en la congregación antecedente al edicto el pa-
dre predicador Fr. Antonio de Argaiz, que según el
orden del real patronato lo era actualmente cuando el
señor obispo hizo dicha declaración cuando sucedió el
caso porque se hizo. Procedió también á información
pública contra él, y envió á embargar por su notario
un poco de cera que en el pueblo habia perteneciente
al convento, y de hecho la embargó sin quererla exhi-
bir, hasta que requerido con otros privilegios que las ór-
denes medicantes tienen contra los que retienen bienes
pertenecientes á ellas sin voluntad de sus superiores, hu-
bo de darla. No fué lo peor que los seglares juzgasen
justificada la descomunión contra el guardián, sino que
lo sentían así, por decirlo, los padres de la compañía de
Jesús (nombrólos porque fué público) condenando tam-
bién el parecer que habiamos dado los lectores de la
provincia defendiendo los privilegios que ó yá por con-
cedidos á su religión ó ya por participar ella como menr
dicante de los de las otras, debían favorecer, pues á lo
contrario da título de acción sacrilega el padre Suarez
LIBRO ONCE. 551

tan grave escritor suyo, y no preferir el lado y amistad


del señor obispo á la defensa de sus privilegios comu-
nes á sus paternidades y á nosotros.
Llegándose la fiesta del patrón del pueblo de Cho-
lul, dos leguas distante de la ciudad de Mérida, supo el
señor obispo que los indios hacian patíes para dar en
ella al guardián como antes solían. Envió á llamar al
cacique del pueblo para certificarle, y habiendo venido,
le preguntó que si hacian en su pueblo patíes para la
fiesta, y respondió que sí. Preguntóle si les habia dicho el
guardián ó otro religioso que los hiciesen, y respon-
dióle que no. Replicó el Sr. obispo: ¿pues no tengo yo
mandado que no deis patíes á los doctrineros? respon-
dió el cacique que era así, que lo tenia mandado y que
lo sabia muy bien, y qué también lo habia mandado
el provincial de los padres. ¿Pues cómo los hacéis? le
dijo el Sr. obispo. . Respondió el cacique: "Señor, nos-
otros los hacemos con mucho gusto, porque en esta
costumbre nos criaron nuestios padres y abuelos, y co-
mo desde niños vimos que ellos ofrecían esta limosna
para nuestros padres espirituales y para nuestras igle-
sias, la damos nosotros de nuestro corazón. ¿Y quién
puede quitarnos que de nuestra hacienda no demos á
Dios y á nuestros ministros lo que quisiéremos,
y como fuere nuestra voluntad?" Con esto se aca-
bó el diálogo entre el Sr. obispo con el cacique y prin-
cipales de aquel pueblo, y aunque les volvió á decir
que no los diesen, llegando el dia de la fiesta se los
trajeron al guardián, que los hubo de recibir, habiéndole
dicho lo que les habia pasado con el Sr. obispo, y si aca-
so su señoría lo supo, no se dio por entendido cómo le
habia pasado lo que se, ha dicho. Ni hay que admi-
rar que aunque tuviesen alguna necesidad los indios de
aquel pueblo, en la ocasión acudiesen al guardián, que
era el R. padre Fr. Miguel Rico, hoy padre de esta
provincia, comisario del santo oficio de la jurisdicción de
552 HISTORIA DE Y U C A T A N .

la ciudad de Mérida y guardián actual del mismo con-


vento cuando esto traslado, porque les estaba haciendo
en su pueblo una iglesia de piedra de tres naves aun-
que pequeña muy curiosa, y se la dejó acabada gastan-
do en ella no solo las obvenciones que el pueblo daba,
sino las de los otros de la guardianía, como les era
notorio, que la que solian tener cubierta de paja la
habían abrasado algunos veces rayos que en ella ha-
bían dado. Desde entonces no se sabe, sea Dios
bendito, haya caído rayo alguno en ella.
Como se pasaba tanto tiempo, y el Sr. obispo no
respondía á la petición y presentación de los privile-
gios, antes bien habia la declaración y embargo que
se ha dicho, se le presentó otro pedimento apelando de
la fuerza que parecía hacer á la religión. A esta res-
pondió su señoría con el auto siguiente. "En la ciu-
dad de < Mérida de Yucatán en trece dias del mes de
julio de mil seiscientos cuarenta y. tres años, ante su
señoría el Sr. D. Juan Alonso de Ocon, obispo de es-
tas provincias de Yucatán, Cozumel y Tabasco, y e-
lecto obispo en el Cuzco, del consejo de S. M. &c. se
presentó esta petición. Y por su señoría vista, dijo que
sin embargo que tiene remitida esta causa á la real audien-
cia de México,como consta por auto de remisión en ella pro-
veído á los seis dias de este presente mes y año, admitía y
admitió la apelación en cuanto ha lugar de derecho, y
que dentro de noventa dias primeros siguientes á la no-
tificación de este auto, traigan mejora de haberse así
presentado en la dicha real audiencia; y por este auto
así lo proveyó, mandó y firmó." Admitida esta apela-
ción, bajó su señoría personalmente á la puerta de la
santa catedral, y quitó el edicto que se estaba en e-
Ua fijado desde el dia de la publicación.
Habia dado noticia el R. padre provincial al muy
R. padre Fr. Juan de Prada, comisario general, de la
resolución del señor obispo y edicto publicado, y su pater-
LIBRO ONCE. 553

11 ¡dad mandó al procurador general déla religión en la real


audiencia de México representase á aquellos señores en el
real acuerdo la vejación que parecía hacernos el señor
obispo, y en trece de abril de aquel año se dio real pro-
visión para que exhibiese todo lo actuado, mandando sus-
pender la ejecución del edicto, y que no se innovase en
la costumbre antigua hasta que por aquella real audien-
cia se- declarase si el obispo hacia violencia á los reli-
giosos ó no. Tardó esta provisión en llegar hasta el mes
de setiembre en que yá se habia ido el señor obispo á
la Veracruz (como se dijo) á esperar las bulas del o-
bispado del Cuzco, y así se presentó al doctor D. Gaspar
Núñez de León deán que era yá de la santa catedral
y gobernador del obispado. Obedecióla, y respondió que
en su cumplimiento enviaría todo lo actuado á la real
audiencia como le era ordenado. Demás de esto le pidió
el padre procurador testimonio de cómo estaba obedeci-
da la real provisión, para que constase á los reli-
giosos y á los naturales la suspensión del edicto del
señor obispo. Para ello despachó el deán sus manda-
mientos en que lo hizo notorio, aunque no por eso los
religiosos salieron del orden que el R. padre provincial
les habia dado por sus patentes, porque como no era
mandato de cumplimiento, sino reconocimiento de la ne-
cesidad presente de los indios, de ningún modo se hi-
zo diligencia para que diesen patíes; pero en muchos
pueblos aunque no se les pidieron los dieron como cos-
tumbre tan' antigua suya, usada entre ellos y de que nunca
se han dado por gravados ni agraviados, como tenia in-
formado el marques al rey cuando le respondió á S. M., que
Dios guarde, á la cédula que le envió cuando el cabildo de
Mérida informó que gravábamos á los indios con las limos-
nas que nos dan como se dijo en el capítulo 8 de este libro
once.
Como vino al Sr. obispo la promoción al obispado
del Cuzco, habiendo de partirse escribió al rey justi-
554 HISTORIA DE YUCATÁN.

ficando su pretensión y edicto. Sabido esto por ia re-


ligion, pidió al Sr. marques que como gobernador y ca-
pitán general por S. M. y como quien yá tenia mas
r

experiencia de la tierra, y la habia gobernado tantos años,


informase á S. M. lo que sentía acerca de si eran gra-
vados los indios, como decia el Sr. obispo, y que asi-
mismo hiciese información jurídica sobre la materia. Hí-
zola examinando las personas de mas práctica experien-
cia de la tierra, y resultó de ella que era convenien-
cia para los indios nos sustentasen con los géneros de
sus cosechas que solian, como era costumbre tan antigua,
por las razones que en sus deposiciones dieron, á que se
juntó ver que en el mismo tiempo que el Sr. obispo
decia que los gravábamos, no solo no se quejó ninguno
de gravamen que recibiese, sino que en aquel mismo, aun
durando la prohibición del edicto, los daban donde no
tenian mucha falta de algodón. Después el señor mar-
ques informó á S. M. lo que se dice en el capítulo si-
guiente.

o—

CAPITULO VEINTE Y UNO.

Informa el gobernador sobre la innovación pretendida por


el señor obispo, al rey.

Informó el señor marques de Santo Floro á S. M. T

que Dios guarde, lo que tenia acerca de la publicación


del edicto del señor obispo y acerca de lo que en él
pretendía, y porque el segundo informe contiene á la letra
el primero, le referiré como dice, que es así:
'•'Señor. A instancia de la orden de S. Francisco hiceá V.
M. el informe del tenor siguiente. Señor. El doctor D. Juan
Alonso Ocon obispo de esta provincia, en veinte y ocho
LIBRO ONCE. 555

de febrero de este presente año, publicó un edicto en


la santa iglesia catedral de esta ciudad, mandando por
excomunión á los clérigos y religiosos, que hacen ofi-
cio de Curas en dicha provincia, no recibiesen ni pidie-
sen las limosnas que los indios ha mas de cuarenta a-
ños que acostumbran á dar en géneros propios de sus
mismas cosechas, en la celebración que hacen en las
fiestas de sus pueblos, y conmemoración de sus difuntos.
Los religiosos se han dado por agraviados por entram-
bas cosas. L o primero por haber pronunciado manda-
to con censuras á los religiosos, diciendo no tiene auto-
ridad ni poder para ello, ni por cédulas de V. M., mas
que para corregirlos en lo tocante solo á oficio de cu-
ras, sin que á esto preceda el rigor del castigo ni mandato
de censuras, dejando como deja el castigo para esto
necesario (como son las mismas censuras) á sus pro-
pios prelados. Lo otro, dice, son exentos por privilegios
que tienen de la Sede Apostólica, para que debajo de
ningún pretexto les puedan mandar cosa alguna los or-
dinarios con penas de censuras, sino en ciertos casos
que dicen los expresa el Santo Concilio, y que al pre-
sente no es allí contenido. L o segundo porque se han
dado por sentidos es por pervertir con este mandato
lo que ha mas de cuarenta años que poseen quieta y
pacíficamente con sabiduría, ciencia y conciencia desús
antecesores, sin que ninguno de ellos haya innovado ni
pretendido innovar en que los indios en las celebracio-
nes de sus fiestas no diesen sus limosnas en los géne-
ros de sus propias cosechas, por serles mas fácil á e-
llos el hacerlo y á los religiosos mas conforme á su
estado de recibirlo, que no en reales. Hanme pedido
informe á V. M. de lo que en esta parte, según la ex-
periencia larga que tengo de esta provincia, y así lo
hago, por estar á mi cargo el gobierno de ella en
nombre de V. M."'
"Digo que llevar á ejecución (caso que se les pue-
556 HISTORIA DE YUCATAN.

da mandar con censuras) el auto sobredicho del obis-


po de esta provincia, lo juzgo no solo por novedad, si-
no que no es servicio de Dios ni de V. majestad. Por-
que si se hace por alivio de los naturales, los consi-
dero mas cargados con la ejecución de él. Porque
para haber de sustentar á los, religiosos, que en esta
provincia no tienen cosa alguna, de la caja de V. M.
como en otras les acuden, como han acudido de mas de
cuarenta años á esta parte con los géneros que de.su
propia cosecha tienen, como mas conforme al estado re-
gular que profesan con las limosnas dichas, que son el
varón una libra de cera y la mujer una pierna de pa-
tí, que es una tela de algodón de una braza de largo
y dos palmos de ancho, y el común precio así de la
libra de cera como de la pierna de patí es un real
entre los indios. Con estas limosnas se sustentan los
religiosos, reedifican los templos y proveen las sacristías
de ornamentos y lo demás necesario, para que con de-
cencia puedan administrar y enseñar con ejemplo á es-
tos naturales. Y si estas limosnas así dadas se les qui-
tan como manda el obispo en su auto, ni á lo uno ni á
lo otro será posible que puedan acudir, y así para su sus-
tento y para el ornato y servicio del culto divino es fuerza
hayan de recurrir á V. M. Lo otro que si se lleva á debida
ejecución dicho mandato, se han de experimentar gra-
vísimos inconvenientes. Y también porque para haber
de tener estos reales que manda el obispo den á sus mi-
nistros, es fuerza por la pobreza de la misma provin-
cia, no teniéndolos ellos como no les tienen, los pidan á
los españoles, mulatos y otro género de gentes. Estos
no se los han de dar sino por los intereses que de e-
llos tienen, y si al tiempo de cobrarlos no se los dan
muy crecidos y abonados, los maltratan, y de ordinario les
hacen vender las pobres alhajas de sus casas, y ausentarse
muchas veces de sus propios naturales, porque les falta el
arrimo y guia del ministro que les enseña, y se dan al vicio
LIBRO ONCE, 557

llevados de la ociosidad, y de aquí vienen á idolatrar


como cada dia acontece, dé que pueden nacer grandes
inconvenientes y deservicio de Dios y de V. majestad.
L o cual se obviará dejándolos en el antiguo estilo que
tienen de dar sus limosnas en las cosechas y géneros
propios suyos, pues hasta ahora lo han hecho sin re­
pugnancia alguna, y sin que para esto haya sido nece­
sario el favorecerlos, porque lo han tenido por devoción
y costumbre. Y como los indios ven que estos géneros
y limosnas los gastan en el ornato del culto divino y
reedificación de sus iglesias, acuden con mucho gusto
á darlas sin repugnancia ni fuerza alguna."
"Si esto de prohibir que las limosnas se den en gé­
neros (que á los indios no les cuesta sino muy mode­
rado trabajo, y que por materia de estado muy jus­
ta es bien que no estén ociosos) redundara en benefi­
cio de ellos, importara poco. Mas esté cierto V. ma­
jestad que no es sino en el de los tratantes, y
que ha de resultar mucho mal tratamiento de los in­
dios, pues de la dicha gente se han de valer para que
les empresten el dinero que han de dar de limosna, y
ppr cada real han de volver dos y quizá mas. Y es
mejor que los religiosos y eclesiásticos (que también lo
han sentido harto y están bien quejosos) si hay útil le
tengan, pues se convierte en el servicio del culto divi­
no, pues para ello no les han de hacer mal tratamien­
to ni agravios. C reo cierto que el intento del obispo
ha sido sano y bueno; mas como ha poco que conoce
la tierra, quizá á los que oye de ella no tienen tan
santas entrañas que no le hablen por sus particulares
intereses, que de esto hay mucho en ella porque se hace
á veces sin atender á otra cosa que al útil propio.
"También en el edicto pone el obispo de pena á los ca­
ciques, alcaldes y mandones treinta dias de cárcel si reco­
gieren ni dieren la limosna, sino en dinero. Pare­>
ciéndome esto contra la jurisdicción de V. majestad le
том. п. 71
558 HISTORIA DÉ YUCATAN.

hablé un ello, mostrándome muy sentido, pues él no pue-


de poner penas á los legos en tales cosas. Díjome e-
ra para cuando sucediese el caso pedirme el auxilio.
Díjele no lo daría de ninguna suerte pues yá el yerro
á.mi parecer estaba hecho. Q,ue si dijera en el edicto
que si los caciques no lo hacían se me pediría á mi los
castigase, era lo que convenia."
"Aseguro á V. M. me parece lo es que se prosiga
así en religiosos como en clérigos con lo acostumbrado
hasta aquí en esto de los géneros, y que si en algunas
cosas de las limosnas de bautismos, casamientos y en-
tierros ó de otras cosas se excede á lo justo los unos
ú los otros ú todos, es razón que se haga un arancel que
todos observen. Y puedo certificará V. majestad con
toda verdad que desde poco tiempo llegado á esta ciu-
dad el obispo, que se empezó á hablar algunas de es-
tas cosas de si se daban mas limosnas de las justas,
el provincial que era y el presente de ahora aun ha-
biéndoselo dicho y ofrecido así al obispo, de que acaba-
da su visita, el arancel que le pareciese justo poner á
los clérigos, ellos le harían guardar inviolablemente de
sus religiosos como fuese cosa general para los unos
y los otros, y que tanto el un provincial como el otro
vinieron á mí para que yo dijese al obispo (como lo di-
ce) que lo guardarían puntualmente. Y el provincial
que es hoy uno de los dos Fr. Diego de Cervantes después
y muchas veces y ahora me ha dicho está con la misma opi-
nión y que lo guardará y cumplirá, de suerte, que de su
parte y de su religión está llano á todo lo justo. Y lo
de dar en géneros y no en dineros, vuelvo á asegurar
á V. majestad lo tengo por útil y benéfico de los indios.
L a católica persona de V, majestad guarde nuestro Se-
ñor &c. Mérida de Yucatán en once del mes de abril
de mil seiscientos cuarenta y tres años. El marques
de santo Floro."
"Después de haber escrito este informe á V. ma-
LIBRO ONCE. 559

jestad he sabido cómo el padre provincial Fr. Diego de


Cervantes luego como supo que el año no habia sido
blieno de algodón, envió á todos los padres guardianes
patente para que ninguno apremiase á los indios les
diesen la limosna en patíes, .sino en aquello "que pudie-
sen (pena de privación de los oficios) ó que mas cor
modo les fuese al real. Y en la lengua envió patente
á todos los indios para que supiesen lo que habia orde-
nado á los dichos padres guardianes. Y saliendo des-
pués á su visita ordinaria, halló que uno de los
guardianes habia hecho en esta materia exceso muy
moderado, y le privó de ella y envió otro; con que se
prueba con evidencia que cuando en estas limosnas
se conoce penalidad en los indios, los prelados de la
religión cuidan Ae su reparo, conmoviéndose por sus
necesidades y trabajos. Y esta razón no mi-
lita cuando tienen sus cosechas de algodón, pues no
les cuesta mas del trabajo moderado en el cultivarlo, y
la mujer ó hija aunque sea pequeña, en cuatro ó seis
dias (sin estorbar á otros menesteres de su casa, mari-
do y hijos) hila y teje dicha pierna de patí, con que vie-
ne á ser mas fácil y menos cargoso dar esta pierna de
patí, que no un real como mandaba el obispo en su
edicto. Y desde el dia que di la primera cuenta á V.
M. hasta hoy, he reconocido que los indios propios con
mas gusto dan las limosnas en géneros de la tierra
que no en dinero, porque siempre el buscarle les ha-
bla de ser mas penoso y pasar por muchas demasías
de los que se lo diesen, y así me lo han informado
muchos de ellos. Y vuelvo á decir á V. M. que aun-
que el celo del obispo seria muy bueno, no sé si con
toda justificación se redujo á obrar como lo hizo, ó los
malos lados le pusieron en ello. Y así es cierto que
si V.M. fuere servido,puede mandar con toda seguridad que
así á los religiosos como á los beneficiados, se prosi-
gan sus limosnas que les dan por las fiestas en la mis-
560 HISTORIA DE YUCATAN.

ma forma que por lo pasado tantos años, pues fuera


del bien de los indios redunda en el aumento del cul-
to divino para adorno de él, que sin duda es cosa muy
conocida en dichos religiosos y sus conventos, que pa-
ra la perseverancia de los indios lo tengo por muy ne-
cesario, y de lo contrario podria haber inconvenientes.
V. M. ordenará en todo lo que mas fuere su servicio,
que eso será lo justo. Guarde Dios la católica persona
de V. majestad. Mérida de Yucatán á primero del mes
de diciembre de mil seiscientos cuarenta y tres años.
-Elmarques de Santo Floro."
Tal fué el informe que el gobernador hizo á S. M.,
en que con el conocimiento de la materia y de la tier-
ra manifestó los inconvenientes que el señor obispo no
quiso dar á entender conocía cuándo escribió al padre
provincial diciendo: "No puedo yo asegurar el suceso
con previsión de los inconvenientes que V. Rma. me
representa." Por muy inminentes los tuvo el gobernador
pues los declaró á S. M. como se ha visto. Y si se
da licencia al discurso, por lo menos manifestó
que al buen celo del alivio de los indios acompa-
ñó otro motivo, pues dice en la misma carta: "Basta
para no culparme que es opinión de algunos doctores,
pues para pretender un prelado jurisdicción sin que pa-
rezca temeridad el intentarlo, basta ser el punto proba-
ble." Pero pasando el intentar la jurisdicción al que
no lo era, no -pasó por ello el gobernador, negando el
auxilio real justamente, á lo que presumió prudentemen-
te no podia haber hecho persona tal con inadvertencia
en materia tan grave. Bien notorio es que nunca ha
habido queja de los indios en esto, aunque algunos (Dios
sabe con qué intención) han querido diversas veces que
la haya. Por una y otra parte se remitió la materia al
consejo; pero desde que hubo buena cosecha, siempre
han dado los indios sus limosnas como acostumbraban
sin darse por gravados en ello.
LIBRO ONCE. 561

C A P I T U L O V E I N T E Y DOS.

De algunos religiosos graves yá difuntos en estos tiempos.

El R. padre Fr. Pedro Henriquez,natural déla vi-


lla de Fuensalida en el reino -de Toledo y hijo de la
santa provincia de Castilla, pasó á esta de Yucatán el
año de mil seiscientos quince. Fué en ella gran len-
gua y predicador de estos naturales, y habiendo nece-
sidad de religiosos ministros, fué enviado á España pa-
ra que los solicitase, no solo con título de procurador
sino honrado con la voz y voto de custodio de esta pro-
vincia para el capítulo general que se celebró en To-
ledo el año de 1633. Luego que se tuvo el capítulo
general fué juntando religiosos para esta provincia, á la
cual trajo el año siguiente de treinta y cuatro una misión de
veinte y cinco,entre los cuales vine yo el menor en todo. Sa-
lieron de ella muy aventajados lenguas y maestros que
han sido de ella, enseñándola á los que después han
venido, lucidos predicadores de españoles y lectores de
filosofía y teología. Habiendo después vivido cinco años
en esta provincia, pasó á mejor vida en el convento de
Ticul á veinte y tres de noviembre- de mil seiscientos
treinta y nueve años, recibidos todos los Sacramentos y
ejercitando muchos actos de virtudes teologales en su
enfermedad, con que edificó mucho á todos los padres
de esta provincia que estaban en aquel convento con
causa de la junta que se dijo hizo el R. padre Fr. An-
tonio Ramírez, siendo provincial, para extinguir algunas
discordias como lo consiguió. Murió el R. padre Fr.
Pedro Henriquez de casi cincuenta años de edad y vein-
te y cuatro de esta provincia.
En la misión que el antecedente vino el pa-
dre Fr. Juan Gutiérrez natural de Madrid, y hi-
jo también de la provincia de Castilla. Fué en
esta gran lengua de los naturales, aunque les predica-
562 HISTORIA UE YUCATAN.

ba pocas veces, con temor (que nunca pudo vencer) de


subir al pulpito. Siendo guardián del convento de Zah-
cabchen, mataron los indios á cuatro ó cinco españoles
que en aquel pueblo estaban, y se dice que por malos
tratamientos que de ellos recibian. Ejecutadas las muer-
tes, viendo los indios que habían de ser castigados, le-
vantaron el pueblo, y retirándose á lo interior de las
montañas le dejaron casi desierto. Sintió su doctrine-
ro el suceso cerno era justo, y procurando su reduc-
ción, aunque fuese á costa de su vida, se confesó y en- •
comendó á Dios; y dispuesto á morir por el bien de las al-
mas de aquellos indios, entró por los montes hacia donde
estaban, á buscarlos. Cuando le descubrieron, se vinieron á
él algunos, y dudó si era para matarle. Esforzóse y reci-
biólos con blandas palabras, y ellos le hicieron muy
buen hospedaje. Propúsoles el fin de su venida, y e-
llos á él la causa de su retiro. Convinieron en que si
los perdonaban se volverían al pueblo, con que se des-
pidió de ellos. Vino y ajustóse la materia con el go-
bernador D. Diego de Cárdenas lo mejor que se pu-
do, y aunque no dejó de haber algún castigo, se redu-
jo el pueblo por medio del P. Fr. Juan Gutiérrez.
Fué secretario de la provincia y guardián muchas ve-
ces. Siéndolo del convento de Ticul, sacó desde los ci-
mientos de la iglesia nueva que hoy se ve, quedando
en su tiempo las murallas hasta la cornisa. Dejó la-
brado el retablo que en ella está, obra de un gran artífice
español maestro de escultura que habia entonces en esta
tierra. Hallóle al P. Fr. Juan la muerte muy dispuesto
para dar en la presencia divina buena cuenta de su vida,
porque habia algún tiempo prevenídola antes que le die-
ra la enfermedad con que murió, habiendo recibido to-
dos los Santos Sacramentos en el convento de Telchac
á treinta de marzo de mil seiscientos cuarenta años, con
cincuenta de edad y veinte y cinco de esta provincia.
El padre Fr. Diego de Figueroa ó Santa María, hijo
LIBRO ONCE. 563

de la santa provincia de Andalucía, y educado en los


conventos de recolección de ella, pasó á esta en la
misión que vino el año de mil seiscientos veinte y
cuatro. Fué algunas veces maestro de novicios que
crió enseñándoles con todo cuidado la perfección de
vida que profesamos. Supo medianamente la lengua de
los indios porque vino yá de edad crecida hombre he-
cho, y la ocupación dicha no" le dio lugar á mas; pe-
ro suplía esta falta asistiendo ál confesonario para los
españoles y á otros ministerios que se le encomendaban.
Habiendo' algunas veces sido guardián murió en el con-
vento de Mérida á trece de diciembre de mil seiscientos
cuarenta y dos años, dispuesto como hijo de nuestro
padre S. Francisco.
A pocos dias le sucedió en la muerte en el mis-
mo convento el R. padre Fr. Francisco Jiménez de
Santa Marta, hijo de la santa provincia de San Miguel,
que le trajo de España, siendo comisario de aquella
misión el dicho año de veinte y cuatro. Era religioso
de natural muy apacible y llano á lo labrador sin do-
bleces ni reparo en los cumplimientos mundanos que se
usan. Habiendo^recibido todos los Sacramentos, pasó de
esta vida á veinte y nueve de diciembre de aquel año
de Cuarenta y tres en el convento de la ciudad de
Mérida.
El padre Fr. Juan Sánchez Tablada, nacido en tier-
ra de Burgos, recibió el hábito de nuestra sagrada re-
ligión en el santo convento de S. Diego de Alcalá de
Henares, habiendo ido á estudiar en la insigne univer-
sidad de aquella villa Después de profeso salió de los
estudios de la religión aventajado filósofo y teólogo, y
lo que es mas principal muy observante religioso, que
con opinión de uno y otro era mirado con singular aten-
ción de la provincia, donde se tiene por cierto no le
dieron cátedra en que leyese por la entereza de su con-
dición, y no sujetarse á pedirla. Pasó á esta pro-
564 HISTORIA DE YUCATAN.

vincia el año de mil seiscientos y treinta y ocho,


en una misión que vino de sugetos muy lucidos,
con título y patente de lector de filosofía, y aquel
mismo año celebrándose capítulo se le dio la posesión.
Vio logrado su trabajo con muy buenos estudiantes
que salieron de su curso. Habiéndole concluido, y le-
yendo yá la sagrada teología, le dio un accidente deque
quedó perlático y casi imposibilitados los movimientos
naturales de todo el lado derecho. Entendióse que me-
jorara, y celebrándose capítulo el año de cuarenta y
uno, fué electo guardián del convento principal de Mé-
rida. La Majestad Divina dispone las cosas como mas
conviene y fué servida que sobre aquel accidente le die-
se un mal aire, que sin entenderse le. dementó total-
mente. Movió á todos á lástima esta desgracia, por su-
cedida en un sugeto docto, virtuoso y mozo, que pudie-
ra ilustrar mucho esta provincia, A tercera vez que
le cogió otro mal aire le llevó nuestro Señor para sí
en el convento de Mérida á trece de febrero de mil seiscien-
tos cuarenta y cuatro años. Fué general el sentimiento
por su muerte, no solo de los religiosos sino del estado
secular que veneraba en él sus letras y virtud. Seria
de edad de treinta y cinco años, y casi los veinte de
religión ocupados continuamente en el estudio de las
letras divinas y humanas, y así era muy elocuente re-
tórico y mas que medianamente noticioso de la ciencia
astrológica y sus anexas.
E l reverendo padre Fr. Rodrigo de Segura, natural
de la villa de Moguer, (en lo que en España llaman
el condado de Andalucía), vino á esta reino de Yuca-
tan muy niño. Creciendo algo la edad, se inclinó á
ser religioso nuestro, y recibió el hábito en el convento
de Mérida. Salió de los estudios muy gran predicador
de españoles de aquel tiempo, y así lo fué conventual
en la ciudad y villas muchas veces con aplauso de los oyen-
tes. En el idioma de los indios fué muy aventajado,
LIBRO ONCE. 565

(hálleselo sabido casi sin trabajo por haber venido tan


niño) y continuo predicador suyo y muy celoso minis­
tro en la enseñanza de su cristiandad. En lo religioso
observante, gran seguidor de la comunidad, así en el
coro como en los demás actos, pues aun siendo predica­
por conventual iba todas las noches á maitines como sj
estuviera muy desocupado del continuo trabajo de la
predicación. Siendo guardian del convento de Mérida,
pareció demasiadamente rigoroso por la puntualidad que
solicitaba en todos los actos de comunidad, y obser­
vancia de las ceremonias religiosas, y de verdad era
celo de la religion y no demasía (aunque fué de condi­
sion algo áspera) lo que la tibieza de algunos reputaba por
rigores. Esto se tuvo por cierto fué causa para no ser electo
provincial de esta provincia porque todos los demás oficios de
ella tuvo, acabándolos con loable aprobación de los pre­
lados. Fué de natural muy robusto y rara vez le ha­
lloran sin alguna ocupación. El santo tribunal de la
inquisición le honró con el oficio de comisario suyo,
que tuvo algunos años, y siendo yá de edad de sesen­
ta y tres, le dio la . enfermedad con que pasó de esta
vida dispuesto como verdadero religioso en el conven­
to de C ampeche á diez de febrero de mil seiscientos
cuarenta y cinco años.
El R. P. Fr. C ristóbal de Rivera natural de C ádiz
y hijo de la santa provincia Andalucía vino á esta de
Yucatan el año de mil seiscientos y cinco. Fué en
ella aprobado ministro de los indios y gran reparador
de los conventos, y aun hizo dos desde los cimientos,
que son el de Oxkutzcab y C acalchen. Era tan agra­
dable para con los indios, que acudían con singular
gusto á cuantas fábiicas obraba, sin que por ocasión de
ellas ni por otra alguna se quejase un indio de él en
toda su vida. No fué menos bien recibido entre los
españoles y religiosos, que de todos era amado, y socor­
ría á los nedesitados así unos como otros en cuanto
том. и. 72
566 HISTORIA PE YUCATAN.

podia. Y o fui; uno¡ de ellos. siendo;lector actual:; pagúe-


selo nuestro Señor en la gloria la caridad queme hizo.
Muchas veces fué guardián, y en el capítulo del año de :

mil seiscientos treinta y dos. fué electo difinidor de esta


provincia. Siendo después: guardián de Maní, comenzó
a fabricar una iglesia muy capaz de tres naves para los
indios. Atajó el progreso de e)la la enfermedad con que
murió, y después con las grandes y continuas calami-
dades que ha padecido esta tierra cesó aquella obra,
que no se ha puesto mas mano en ella. Falleció en aquel
convento á docede julio de mil seiscientos cuarenta y cinco
años, habiendo recibido la santísima Eucaristía por viá-
tio, aunque no se le pudo dar la SantaExtrema-Uncipn
cuando se entendió porque la enfermedad le dejaba po-
der andar sin hacer continua cama, y dio su espíritu al
Señor cuando se le esperaban mas dias de vida. Pasó
á la eterna de mas de sesenta y cuatro años de edad
y cuarenta de provincia, habiendo sido algunos calificador
del santo oficio.
L I B R O D O C E

DE L A HISTORIA DE YUCATÁN.

CAPITULO PRIMERO.

Gobierno de Francisco< Núñez Melian. Vida y muerte


•• del deán D. Gaspar Núñez de León.

Pro rogado el tiempo del gobierno del marques de San-


to Floro, proveyó el rey por gobernador de Yucatán al
general D. Luis Fernández de Córdova, y antes que
pusiese en ejecución su viaje, le promovió al gobierno
de Cartagena de las Indias. Por lo cual se dio este á
Francisco Núñez Mellan. Hízole el rey la merced en
Cuenca á veinte de junio de mil seiscientos y cuarenta
y dos años. Fué recibido en Mérida á treinta y uno
de diciembre del año de cuarenta y tres, y gobernó has-
ta trece de abril del de cuarenta y cuatro. Lo que de
él se experimentó en este poco tiempo fué mucha lla-
neza en el trato dé comunicación con los vecinos, que
aun pareció demasiado en esto, y en igual grado se
temió su codicia, porque según el trato y Contrato que co-
menzó con los indios, sé tuvo por cierto nada dejara á
los españoles en que pudieran granjear para sustentar
la vida. En este poco tiempo, dia veinte de enero, se
vio el estado eclesiástico en gran turbación en la ciu-
dad de Mérida, porque, no me acuerdo yá sobre que fué,
envió el gobernador cantidad de soldados que prendie-
sen al canónigo Santos, que estaba en un beneficio no
lejos de la ciudad, y habiéndole prendido se decia le
568 H I S T O R I A D E Y U C A T Á N .

enviaba á Campeche con aquella guarda para desterrar-


le ; pero fué nuestro Señor servido que se compusiese
aquel disgusto.
Tuvo presto desgraciada y repentina muerte en oca-
sión de gran regocijo, porque habiendo mandado por ban-
do que todos los españoles de la jurisdicción de Méri-
da.se juntasen en sus banderas para trece de abril con
ocasión de hacer reseña general de armas, aquella ma-
ñana dejó dispuesto, para la tarde formar un escuadrón,
como suele acostumbrarse. A la tarde entraron en la
plaza mayor las compañías y tomaron sus puestos, que-
dando la de caballos en una esquina, para que cuan-
do escaramuzasen envistiese como á romper el escua-
drón. Entró el gobernador en la plaza (aunque viejo,
galán y airoso): dado principio á la escaramuza le dio
acaudillando la caballería, y al llegar junto á una pie-
za de artillería hizo seña que la disparasen. Hallóse
cercano cuando se disparó, y el caballo, ó por el es-
truendo ó por lo que Dios fué servido, quiso partir; pe-
ro detúvole con tal violencia, que al caballo rebentó la
cincha de la silla, y al buen viejo el cinto de un bra-
guero que traia. Nó pudiendo pasar de allí, iba á a-
pearse á un zaguán de las casas reales, y entrando por
él y bajándole un negro del caballo yá estaba difunto.
Salió en breve la voz de que habia muerto, y aunque
habia algunos confesores en el corredor pegado al za-
guán, ninguno llegó á tiempo que pudiese absolverle.
Tocóse á rebato, que atribuyeron los que no se hallaron
en la plaza á acción de la fiesta. Oyeron sucesivamen-
te clamor solemne (como de gobernador) con que se
alborotó la ciudad, hasta que se supo la causa. Con
esta muerte las compañías que entraron alegres salie-
ron con las banderas arrastrando y cajas destempladas,
y al siguiente dia fué sepultado en la santa catedral,
habiendo sido su teniente el licenciado Pedro Ángel de
Matos. Por su muerte del gobernador tomaron luego
LIBRO DOCE. 669
la. posesión del gobierno el capitán Alonso Magaña Pa-
dilla y el capitán D. Agustín de Vargas, que goberna-
ron desde trece de abril hasta veinte y ocho de junio
que llegó sucesor á este gobierno.
Aunque duró tan poco el gobernador, se - trató en
su tiempo de reducir muchos indios que andaban au-
sentes de sus pueblos con gran daño de sus almas,
porque así no acuden á doctrina, de.los encomenderos
por los tributos que les faltan, y de los pueblos por-
que las cargas de trabajos caen sobre todos los que
quedan. Hízose sin costa de los encomenderos ni del
rey, porque el maestro de campo D. Juan de Salazar
y el capitán D. Gaspar de Salazar y Antonio Dorantes
se encargaron de hacer la reducción á su costa. Con
el maestro de campo D. Juan de Salazar, que fué á
lo oriental, fué por ministro de doctrina el padre
Fr. Martin Tejero, del cual se trató en el libro an-
tecedente, y redujeron cinco mil y ochenta y una per-
sonas. Con el capitán D. Gaspar de Salazar á lo oc-
cidental el padre Fr. Bartolomé Becerril de quien
también se trató, y remitieron dos mil cuatrocientas y
cuarenta y dos personas. Con Antonio Dorantes á lo
meridional, volviendo á Bacalar, el padre Fr. Juan de la
Peña hijo de la santa provincia de Andalucía, y remi-
tieron mil y novecientas personas, que entre los tres
parece haberse reducido nueve mil cuatrocientas y vein-
te y tres personas, y aun no se acabaron de correr to-
dos los territorios, porque cesó con la muerte del gober-
nador.
Faltó aquel año de cuarenta y cuatro un ejempla-
rísimo eclesiástico digno de que su memoria no falte á
estos escritos. Fué el doctor D. Gaspar Nüñez de
León, natural de las Montañas, hijo de personas nobles
y calificadas, como lo mostraba la ejecutoria de hidal-
guía que tenia, y no he hallado donde formó sus
estudios y se graduó de doctor: será posible lo
570 HISTORIA DE YUCATÁN.

diga el muy erudito maestro Gil González Dávila en


1

su Teatro Eclesiástico. Pasó de España á Yucatán el


año de mil seiscientos nueve, habiéndole hecho el rey
merced de la chantría dé la santa catedral de este o-
bispado, y el libro de su cabildo que he visto no tie-
ne el dia en que le fué dada la posesión. A veinte y
siete de agosto de mil seiscientos diez y nueve se le
dio la del arcedianató, y después fué deán.
Aunque vino mancebo de España, fué siempre su
compostura y modestia muy grave, que Con ser tanta
la que en sus facciones tenia por los años en que pa-
só de esta vida, se decia ser la misma que se le vio
desdé que llegó á esta tierra. La asistencia del coro
para la celebración de los oficios divinos, fué siempre
muy continua, y la gravedad, majestad y decencia pa-
ra el culto divino siempre grande. Satisfecha la
obligación del oficio mayor rezaba el menor de nuestra
Señora de rodillas con otras muchas devociones : por
espacio de muchos años trajo los lunes, miércoles
y viernes un cilicio de cadenas de hierro con púas 1

para las carnes y un jubón de cerdas asperísimas que


cubría lo restante del cuerpo, á que no alcanzaba el
hierro, y éstos dos rio se quitaba en todo él tiempo
de la cuaresma.
Fué muy templado en el comer y beber, y gran
limosnero, virtud que manifestó nuestro Señor le era
acepta por un caso que sucedió. Recien venido el mar-
ques de Santo Floro á gobernar esta tierra, hubo un
año gran falta de maiz, y algunos, ó por necesidad ó
codicia, le robaron á este venerable varón el granero de
su casa sin dejar en él aun media fanega de Castilla.
Vio un criado suyo llarnado Bonilla la falta
que habia por el robo liecho, y dióle noticia de ella; Sintiólo
grandemente por estar cercano al sábado, dia en que
repartía la mayor cantidad de esta limosna á los pobres,
y para no faltarles solicitó por cuantos modos pudo, :
LIBRO ; DOCE. 571

aunque, fuese por cualquier costo, tener pava darles aquel


dia. Acudió,: nuestro Señor á este buen deseo, porque
siendo ya vjérnes y no, habiéndole traído maiz alguno,
acaso fué el misino, Bonilla á la troje, y habiéndola
visto antes yacía halló en, elhy mas de cincuenta car-
gas de maiz con que se ^pudo el sábado siguiente socor-
rer la necesidad de los pobres. Otra vez en otra
de cacao, que también .les repartía, una noche le en-,
viaron una partida de donde no esperaba ni presu-
mía, conque les hizo mucho bien, porque valia muy
caro. ;
En habiendo discordias en la ciudad, no perdonaba
solicitud alguna por concordar las voluntades para ex-
tinguir los odios que de ellas se siguen. Dormía cer-
rando por fuera la cuadra su criado Bonilla, de suerte,
que no podía salir sino llamando, y nunca criado suyo
le vio desnudar ni vestir; con que se puede entender
hacia algunas penitencias ocultas. No se le oyó jurar
vez alguna el santo nombre de,Dios, sino fué en una
ocasión de un .gravísimo disgusto que (habiendo, muer-
to el. gobernador, Mellan) hubo entre uno de los dos
alcaldes ordinarios y el marques de Santo Floro, de que,
se]temió algún grave mal en la ciudad entre los vale-
dores de ambas partes,, y por quietar al alcalde,, que
hizo un juramento con la cólera, el deán echó otro
con celOfde la; paz que solicitaba. , A la noche hizo una
gran disciplina y penitencia, y desde aquel punto fué.
tal la melancolía que después . tuvo algunos meses que
vivió, que, nunca mas, se.le vio. el. rostro alegre. Acu-
día á todos, los actos literarios, que le convidaban,y ar-
güía en ellos,, honrando cuanto podía, así entonces co-
rno en las denras ocasiones, á los profesores de letras*
Fué comisario del, santo oficio de la Santa Cruzada y
gobernador de este obispado, y en concluyendo con, los
despachos á que estos oficios le obligaban, lo restante
del dia ocupaba en rezar y tratar de oración.
572 HISTORIA DE Y U C A T Á N .

Enfermedad de melarchía ocasionó su muerte, dis-


poniéndose para ella : tres dias antes recibió el Santí-
simo Viático de la Eucaristía con tanta devoción y :

ternura, que movió á lágrimas á los que se hallaron


presentes, y á otro pidiendo la Santa Extrema-Unción
se le dio. Pidió á su criado Bonilla que nadie sino
él le amortajase, ni dejase ver sus carnes á per-
sona alguna: esto encarecidamente, y que le en-
terrase con la ropa que le hallase, sin quitarle cosa
que tuviese. Antes de amanecer el dia siguiente, le a-
pretó el accidente, y fueron á asistirle el provincial (por
haber sido muy devoto de nuestra religión) el padre rec-
tor de la compañía de Jesús, y otras muchas personas
por lo mucho que le estimaban. Habiéndosele dicho
una misa, que oyó vestido y sentado, recibió el Santí-
simo Sacramento, y después como pasado un cuarto de
hora dio su espíritu al Señor en veinte y siete de se-
tiembre de aquel año de mil seiscientos cuarenta y cuatro.
A la tarde de aquel dia fué sepultado en la Santa Ca-
tedral de Mérida con grande asistencia de ambos esta-
dos, eclesiástico y secular, honrando su cuerpo difunto,
como él habia procurado honrar á todos mientras vivió.
Fué enterrado con el cilicio que tenia pegado á las
carnes, tan denegridas y curtidas que nadie dijera que
eran de español, desde la cintura al cuello. Dejó fun-
dada una capellanía de tres mil pesos de principal, y
otros cuatro mil para que lo que rentasen se diese á sacerdo-
tes que llevasen las varas del palio cuando el Santí-
simo va á los enfermos, y para las chirimías que le
acompañan, y que esto se ejecutase primero que su ca-
pellanía. Lo restante de sus bienes mandó se diese á
pobres, y perdonó mas de tres mil pesos que le debian
personas á quien las muchas obligaciones de su fami-
lia haría trabajoso el pagarlos.,

o-
LIBRO, DOCE, 573

CAPITULO SEGUNDO,

Gobierno de D. Hmriqae. JDupÚa^ . jPacfieco, y sucesos de


:

una armada que estuvo á, la vista de Campeche.,

Constando al Exorno, señor conde de Salvatierra vi­


rey de la Nueva­España la muerte del gobernador Fran­
cisco Núñez Melian, proveyó para este gobierno á D.
Henrique Dávila y Pacheco, caballero de la orden de
Santiago, muy cercano deudo del señor marques de Vi­
llena (que le trujo consigo cuando vino por virey) y
general que había sido de las naos de C hina. Pióse
el título á veinte y tres de mayo de aquel año de cua­
renta y cuatro, y fué recibido en Mérida á veinte y
ocho de junio. Gobernó hasta cuatro de diciembre del
año siguiente de mil seiscientos cuarenta y cinco. Tru­
jo por su teniente general al licenciado D.. Nicolás de
la Redonda Bolívar, abogado de la real audiencia de
México,, confirmado su nombramiento con título del se­
ñor yi rey. Procedió en su gobierno este caballero como tal y
visitó toda la tierra en el tiempo que en ella estuvo proveyen­
do algunas cosas importantes en los pueblos de los indios y
sacó de ellos algunos españoles que les eran molestos in­
formándose del proceder con que vivían,, A todos. oia sin
detenerlos, y si podía despacharlos lo hacia luego con
brevedad; y si no podía hacer lo que le pedían ó no
era justo, con la misma los despedía y decía que no se
cansasen porque no lo había de hacer. Ahorraba con
esto á los pretendientes las molestias que se les sue­
len seguir entreteniéndolos cuando no han de conseguir
su intento, y á los que los alcanzan los gastos que de
la dilación se les ocasionan. Fué muy asistente á la ce­
lebración de las festividades y sermones que en ellas se
predican, dando buen ejemplo á. los vecinos y autori­
zándolas con su presencia. Muchas veces salia por las
tardes á pasear has calles de la ciudad á caballo, y en
том. и. 73
574 HISTORIA DE YUCATAN.

su compañía algunos ciudadanos, que corriendo parejas


después en la plaza mayor se alegraba la ciudad. El
proceder de su gobierno se podrá colegir por su resi-
dencia, en que solo se le puso una demanda que se-
gún entiendo no montaba veinte pesos, y se decia que
en medio pliego de papel se había escrito toda. Por-
que presto adelante he de tratar otra vez de este ca-
ballero no digo mas por ahora.
Habiendo venido á Yucatán, como he dicho, por ju-
nio, después el mes de setiembre de aquel año dio
vista á estas costas tina armada inglesa de trece ur-
cas, en que venían mil y quinientos infantes, y por
general un caballero ingles llamado don Jacobo Jackson,
que se intitulaba conde de Santa Catalina. Dio
cuidado á esta tierra, recelándose alguna invasión, y el
gobernador dispuso la mejor defensa que fue posible á
todos los puertos de mar. Especialmente envió socor-
ro dé los encomendores al de Campeche, qué era hacia
donde nías continuo andaba,. y aun se supo de algunos
prisioneros qué cogieron en tierra (donde ellos nunca lo
presumieron) venían Con determinación dé dar saco á
aquella villa.
Fué nuestro' Señor servido que no la invadieron
porque supo la mucha defensa con que de presen-
te se hallaba. ' Pocas veces se han visto en aquel puer-
to tantos bajeles de diversas partes juntos, y sin la gen-
te de la tierra, sé decia haber mas de trescientos ga-
chupines, que á diversas cosas habian venido por aquél
tiempo de resulta de la llegada dé flota, y me parece los
debió de traer la divina Providencia para librar lá. Vi-
lla .de la invasión que se le pretendía. Corrió no sé
resolvían á entrar en Campeche, pasaron háciá Cham-
póton, y la poca gente que allí hábia se escondió,
viendo todos los bajeles que sé acercaban. Salieron
algunos dé los enemigos á tierra, y arcabuceando algunas
reses de ganado mayor hicieron carne, sirviéndose dé
LIBRO DOCE. 575

la iglesia para tan indecente ejecución, y especialmente


de la pila bautismal. Maltrataron las santas hnágenes,
y a una de nuestra Señora, con quien los indios tienen
singular devoción, le despedazaron la cabeza de un al-
fanjazo, y le robaron las joyas y vestidos que tenia.
. Entre algunos indios que cogieron hubo uno ladino
que dijo á los enemigos, cómo el guardián de aquella
cabecera llamado el padre Fr. Antonio Vázquez, y su
compañero Fr. Antonio Navarro, estaban dos leguas del
pueb|o de Zihó en una estancia (que es la de la co-
fradía de- N. Señora) retirados porque no los cogiesen.
Llevando una compañía de cien ingleses por guia al
indio que se lo dijo, fueron á la estancia, y llegando
;

como á las dos de la mañana á diez de setiembre, dia


de S. Nicolás, prendieron á los dos religiosos, maltra-
tándolos con palabras y obras, quitándoles lo que te-
man y desnudándoles sus hábitos con grandísimo es-
carnio de nuestra religión, de la católica romana y
sacerdocio santo. Lleváronlos al pueblo de Zihó don-
de estuvieron tres dias y después los pasaron á bordo.
Por poco les costara la vida decir el guardián (igno-
rando lo que en estas ocasiones se practica) que los
rescatarían á él y su compañero, dándoles licencia pa-
ra escribir al provincial y á sus parientes, porque e-
ra natural de la ciudad de Mérida. Diéronsela; pero
no surtió efecto, porque aunque el provincial por pie-
dad, diera el rescate, contribuyendo para él todos los
conventos por ver libres á nuestros hermanos, no daba
lugar la atención al estado del común, ni el goberna-
dor diera licencia para ello. Sabido por los enemi-
gos, saliendo la mar afuera para irse, quisieron lan-
zarle á ella los soldados y marineros de la urca en que
los llevaban, diciendo que los habia engañado. Otras ve-
ees . querían matarle, y yá que no lo hicieron, apenas
les daban de comer ni beber: trabajábanlos mucho y gol-
peábanlos mas, diciéndoles continuas afrentas con que
576 HISTORIA DE Y U C A T A N .

pasaron entre ellos una desdichada parte de tiempo. So-


corriólos Dios, porque tuvo orden el padre Fr. Andrés
Navarro para escribir al general el mal pasaje que
se les hacia, el cual luego que lo supo mandó castigar
á los culpados (que recibieron en pago muy buenos a-
zotes con rebenques bien breados) y que se les diera
mejor de comer por el capitán de la urca, y aun en-
vió socorro de agua y biscocho que les diesen, piedad
que parece trae consigo la nobleza.
Retirados de estas costas con menoscabo de tres urcas
que bararon en las Arcas (que llaman) fueron á las de la
Habana. Antes de salir de la canal de Bahama les dio un
temporal tan recio, queá vista de los de la urca donde iban
los religiosos se fueron las otras nueve al fondo pereciendo
gente y bajeles juntamente. La que quedó echó á los
dos religiosos y ocho españoles que llevaban prisioneros
en tierra en la costa de la Florida. A poco rato vie-
ron como la urca de donde los habían sacado se fué
también á fondo sin parecer ni verse mas cosa alguna
de ella, que parece la conservó Dios mientras estuvie-
ron los verdaderos católicos y sacerdotes, y que aquella
sumersión fué castigo de las inquietudes y blasfemias
dfe la confusión babilónica que componía aquella arma-
da. Componíase según dice el padre Fr. Andrés Na-
varro de hugonotes, calvinistas, arríanos, sacraméntanos,
protestantes, zuinglianos y otras diversas sectas, y lo mas
lastimoso que habia entre ellos algunos católicos roma-
nos;
Refiriendo los trabajos que padecieron mientras fue-
ron prisioneros dice lo siguiente, que lo refiero á la
letra, porque cada uno discurra como la piedad le dic-
tare: " L o que nos sucedió con ellos en ese mar de Cristo,
es para nunca acabar: solo diré á V. R. en esta, que
lo crea, que no lo crea (por ser en alabanza
y grandeza de la virgen Maria nuestra Señora lo pon-
go y digo) como yo era muy devoto de ^nuestra Se-
LIBRO DOCE. 577

ñora de Champóton, me encomendaha muy de veras


á ella y á las once mil vírgenes. Juraré con juramen-
to afirmativo que vi á nuestra Señora de Champóton
con las vírgenes, que anduvieron en el combés riñendo
con los ingleses cuando todos ellos se ahogaron y no
quedó sino es nuestro navio en que Íbamos entreambos
frailes.! Y á mi ver fué porque despedazaron de un al-
fanjazo la cabeza de nuestra Señora y saquearon á la sania
imagen y átódo cuanto tenia, y el castigo que dignamente
merecieron fué el ahogarse todos sin quedar ninguno á vi-
da sino es nosotros &c." Cuatro meses menos ocho dias
estuvieron los religiosos en poder de los ingleses, y di-
t

ce el P. Fi*. Andrés que el guardián deseó mucho pa-


decer muerte por la confesión de nuestra santa fé ca-
tólica romana, y á él le decian que le querían llevar
á Inglaterra para que dijese misa á la reina, que se la
decian todos los dias. Llegaron con grandes trabajos
de hambre y sed á la Habana donde los socorrieron, y
después volvieron á esta provincia. Tal fué el fin que
tuvo aquella armada; con que quedaron estas costas sin
el peligro que se recelaba.

—•——o-

CAPITULO TERCERO.

De un capítulo provincial, y cómo fueron religiosos á la


'nueva conversión del reino del Próspero.

Aunque esta elección fué antes de la venida del go-


bernador D. Henrique Dávila, la diferí por seguir me-
jor sus consecuencias á ella. Cumplíase el trienio del
reverendo padre Diego de Cervantes, y vino á visitar
esta provincia segunda vez el muy reverendo padre Fr.
578 HISTORIA DE Y U C A T A N .

Juan de Prada comisario general, y habiendo satisfecho


á esta obligación, celebró capítulo en la ciudad de Mé-
rida á catorce de mayo de mil y seiscientos y cuaren-
ta y cuatro años; y porque la provincia se inclinaba á
ünó, y el padre comisario tenia por su compañero y se-
cretario á otro religioso que pertenecía á esta provin-
cia, no se echó voz por alguno, sino que entraron los
vocales á elegir según su dictamen (raras veces su-
cede esto) y así eligieron al que deseaba la pro-
vincia, que fué el reverendo padre Fr. Gerónimo
de Prat, lector jubilado y difinidor actual que era.
Difinidores los reverendos padres Fr. Diego de Ho-
norato, Fr. Pedro de los Reyes, Fr. Juan de Alco-
cer y Fr. Juan Sánchez. Custodio fue electo el re-
verendo padre Fr. Bernardo de Sosa, y comisario pro-
vincial (para votar en el capítulo general siguiente por
el provincial de esta provincia) el padre predicador
Fr. Sebastian de Quiñones. Después celebró el pro-
vincial su congregación en el convento de Maxcanú
á veinte y uno de octubre de mil seiscientos cuaren-
ta y cinco años.
Habia capitulado con su majestad (que Dios guar-
de) D. Diego Ordóñez de Vera y Villaquiran, natural
de la imperial ciudad de Toledo y caballero de la
orden de Calatrava, la conquista de las naciones que
hay de indios infieles entre esta tierra y Goatemala,
con título de adelantado del reino del Próspero (que este
nombre se la daba al todo de aquella conquista) y otras
mercedes para después de conseguida la pacificación de
aquellos naturales. Diósele entonces la alcaldía mayor
de Ciudad-Real de Chiapa de españoles, para que des-
de allí con esta comodidad hiciese la entrada. Aun-
que en el tiempo que estuvo en aquel oficio la comen-
zó, fué tan poco lo que adelantó en ella que solamen-,
te le quedó conocimiento de lo mas cercano, y hizo una
población de algunos indios que se le dieron, á quienes
LIBRO DOCE. 579

catequizó un religioso dominico de la provincia de Chiá-


pa, aunque sabia poca ó ninguna lengua, porque ha-
blan la de Yucatán y no la de Chiapa ó Vera-Paz, qué
es de su administración, y él sabia.- Acabó su ofició
este caballero y quedó pobre, porque procedió en él muy
cristiana y desinteresadamente (como es fama, y yo lo
oí en aquella ciudad pasando por ella) y aunque tenia bue-
na encomienda de indios que era la de Mita en Goátemá-
la, la renta entraba en la caja real de aquella ciudad, a-
sentado así por la capitulación, para que cuando se e-
jecütase con todas veras la entrada, estuviese como en
depósito para el gasto que se habia de hacer en ella.
Aconsejáronle, y bien, que desde esta tierra de Yu-
catán era donde mas directamente se puede ir, y qué
la mayor ayuda eran los ministros religiosos de esta pro-
vincia por saber la lengua, la cual ignoran los de otras,
y siguiendo este consejo vino á Yucatán el dicho año
de cuarenta y cinco. Comunicó con el R. P. provin-
cial su intento, y prometióle de parte de la religión
cuanto fuese. posible ayudarle en servicio de nuestro
Señor y de S. M. Andando en estos tratados llegó por
fines de aquel año el gobernador D. Esteban de A z -
cárraga, y comunicándole el fin con que estaba en és-
ta tierra, le prometió cuanta ayuda pudiese dar. Con tan
buen acogimiento de gobernador y provincial publicó el
general y adelantado D. Diego de Vera la capitulación,
dio oficios militares, arboláronse banderas y comenzó
á alistarse gente para la jornada. Pidió al padre pro-
vincial que pues veia yá la disposición en que estaba,
íé diese religiosos que fuesen, por delante, porque de
sus amonestaciones y predicación confiaba mas qué de
las otras prevenciones militares qué se quedaban dis-
poniendo. Aunque se ofrecieron mUchos, quedaron es-
cogidos los padres predicadores Fr. Hermenegildo Infan-
te, natural dé'la ciudad de Granada y hijo déla san-
ta provincia de Andalucía, con título de comisario de
580 HISTORIA DE YUCATAN.

aquella nueva conversión, y el padre Fr. Simón de Vi-


Uasis, natural de la ciudad de Mérida en esta tierra,
gran lengua de estos naturales y muy cuidadoso en su
administración y doctrina.
Salieron del puerto de Campeche segunda semana
de Cuaresma por el mes de febrero, año de mil y seis-
. cientos y cuarenta y seis, sin poder haberlos ayudado
el general con cosa alguna para su viaje, y aquella no-
ehe con viento recio que se levantó, se ahogaran si una
fragata que salia para la Nueva España, no les echa-
ra su chalupa, con que aportaron al pueblo de Lerma
una legua de Campeche. Saliendo de allí á otro dia
los maltrató otro norte, y así con estos temporales, lle-
garon á un paraje que se llama el Baradero, porque
allí es forzoso sacar las canoas á tierra y pasarlas un
corto trecho á una vuelta que hace la mar en lo que
llaman Laguna de términos. Allí se les huyó el indio
que llevaban por piloto,con que quedaron muy desaviados,
• y sirviendo á ratos cada uno de los religiosos de reme-
ro, llegaron á una estancia donde hallaron un español,
llamado Juan Zetina, que iba á aquel viaje para el
último beneficio de Yucatán, que es el de Uzumasin-
ta, á vender alguna hacienda suya. Aunque se desaco-
modó, dio á los religiosos un indio de sus canoas, y
los fué sustentando con su matalotaje hasta el benefi-
cio, porque no llevaban sino un poco de biscocho, un
queso y una poca harina de maiz. Tardaron en lle-
gar á LTzumasinta veinte y cuatro dias con harta pe-
nuria de bastimentos y no pocos infortunios del tiempo.
Habia pasado el general á aquel beneficio, dejando en
Mérida los oficales de milicia para que juntasen la gen-
te, y le llegaron martes santo, que llegaron con solos
dos criados y su mujer doña Angela. Recibiólos con
mucho contento, pero no estaba tan necesitado que no
les pudo dar de comer ocho dias que alli estuvieron.
Regaló mucho el padre beneficiado Juan Velázquez
LIBRO DOCE. 581

de Arismendi á los religiosos, y ellos en agradecimien-


to confesaron á los mas de sus feligreses y españoles
que allí habia, y predicaron aquella Semana Santa. El
padre beneficiado continuando su caridad, les dio provi-
sión de bastimentos para lo que les faltaba, y pagó la
embarcación en que habian de ir desde allí por el rio
hasta donde se camina por tierra. No tuvo el general
que darles sino un perro y una perra que les hiciesen
compañía; pero yá que no pudo mas, uióles una como
provisión sellada con el sello de sus armas en que man-
daba á los indios recibiesen y regalasen á los religiosos,
y á un capitán mestizo llamado Juan de Vilvao, que ha-
bia quedado allá, que los asistiese en todo, y el manda-
to decia así:
"Capitán Juan de Vilvao, cacique D. Pedro Xix, al-
caldes, justicias y regimiento y tatoques del pueblo de
Nohhá, mi plaza de armas con las del rey nuestro se-
ñor (Dios le guarde) en este reino del Próspero. Yá su
Divina Majestad ha sido servido que hayan llegado á
este, pueblo de Uzumasinta los dos RR. padres comisa-
rio Fr. Hermenegildo Infante y Fr. Simón de Villasis,
que á instancia mia vienen enviados del muy R. padre
Fr. Gerónimo de Prat de la seráfica orden de S. Fran-
cisco, para la predicación del Sagrado Evangelio y dar
la luz divina en esas almas y las demás que en ese
reino se fueren pacificando. Y o os mando en nombre
del rey nuestro señor, y en virtud de sus reales cédu-
las, que hagáis el recibimiento, festejo y agasajo á sus pa-
ternidades que pudiera hacer á mi persona, y que reci-
bidos los aposentéis en las casas reales entre tanto que
se labra viviendo cómoda para la habitación de sus pa-
ternidades. A quien entregad luego la iglesia de ese
pueblo con todas sus imágenes, cálices, ornamentos y lo
demás que hubiere dedicado al culto divino. Para cu-
ya celebridad, frecuentación y doctrina de todos, os man-
do que deis y hagáis dar todo el favor, ayuda y asis-
TOM. ii. 74
582 HISTORIA DE YUCATAN.

tencia que os pidieren sus paternidades, y veneraréis sus


personas, y los agasajaréis y atenderéis como á ministros
de Dios que como apóstoles sagrados van á representar
á los de Cristo nuestro Señor. Todo lo cual cumpliréis
y ejecutaréis sin réplica ni excusa alguna, so pena de
traidores á la corona real, y de que con mano armada
enviaré á castigar vuestra inobediencia, que así convie-
ne al servicio de S. M., para cuyo efecto di esta orden
firmada de mi mano y sellada con el sello de mis ar-
mas. En este pueblo de Uzumasinta á tres de abril
de mil seiscientos y cuarenta y seis años. El general
perpetuo del Próspero. D. Diego de Vera Ordoñez de
Villaquiíán."
Con este despacho se despidieron del general y salie-
ron de Uzumasinta martes de pascua de resurrección
á tres de abril, acompañándolos el beneficiado (y algu-
nos españoles) hasta el último pueblo de su beneficio
que se llama Tenozic, donde hallaron veinte indios del
pueblo de Nohhá que habian venido á recibir á los re-
ligiosos. Desde esta primera vista de sus nuevos hijos,
comenzaron á experimentar nuevas necesidades y traba-
jos, pues cuando entendieron traían algún bastimento pa-
ra llevarlos por el despoblado que hay desde Tenozic
á su pueblo Nohhá, en acabando los indios de saludar-
los pidieron á los religiosos que les diesen de comer,
diciendo venian con necesidad porque en su tierra ha-
bía hambre. Preguntáronles si habia por el despo-
blado y camino agua, y respondieron que no, y lo mis-
mo era á cuanto les preguntaban. Esto era ficción en
que los habia puesto el mestizo Vilvao, para que los
religiosos atemorizados con tan malas nuevas no pa-
sasen adelante, y el por qué después se verá.
Como habian yá los religiosos ofrecido sus vidas á
Dios desde el principio de este viaje, no fué incon-
veniente lo referido, antes dijeron á los indios que de
cualquier modo habian de pasar, y que con lo que los
LIBRO DOCE. 583

indios se sustentaban vivirían .ellos, pues no habian sa-


lido á buscar regalos, sino la salud de sus almas y
de las de sus compañeros. Así se, determinaron á pa-
sar adelante con un poco de pescado que el beneficiado
les dio por no hallarse allí con otra cosa de regalo.
Viernes á trece de abril, dia del glorioso rey mártir
S. Hermenegildo, pidieron al beneficiado su bendición,
y para recibirla se pusieron de rodillas en tierra. Dió-
sela con no pocas lágrimas de devoción, así él como
los españoles que se hallaban presentes, viéndolos ir á
un tan santo y apostólico ejercicio como evangélicos
predicadores, confiados solamente en la clemencia y bon-
dad divina, pues les habian dicho los indios lo que
se ha visto, y á todos pidieron los encomendasen á Dios
que diese buen suceso á su pretensión para gloría y
honra suya. Despidiéronse y salieron de Tenozic guián-
dolos los indios por donde no habia agua, pudiendo ir
por donde hay muchas lagunas, y anduvieron aquel dia
cinco leguas fatigadísimos con el gran calor del sol, fal-
ta de agua y caminar á pié. Pasaron así hasta un
ranchillo cerca de una aguada donde estuvieron aque-
lla noche, y al siguiente dia fué al contrario porque á
cada pequeño trecho hallaban lagunas y arroyos de bue-
na agua, y así con mas descanso llegaron á la hora del
medio dia á otro pequeño rancho, donde estaba el mes-
tizo Vilvao con el cacique de Nohhá aguardándolos.
E l camino de este dia era bueno, cercado de alta ar-
boleda de cedros, caobanas y otros árboles muy creci-
dos que hacían sombra al camino, muchas frutas de
tierra caliente, y gran cantidad de monos de los gran-
des barbados y de los pequeñitos que son muy jugue-
tones y graciosos.

O'
584 HISTORIA DE YUCATAN.

CAPITULO CUARTO.

Los religiosos • llegan al pueblo de JVohhá, y lo que. allí


padecieron siendo la causa el mestizo Vilvao.

Luego que el mestizo Vilvao saludó á los religiosos,


comenzó á manifestar su intención, diciéndoles que si
tenian aburridas las vidas, pues iban á estar entre in-
dios tan malos y que no los podian sustentar por ha-
ber hambre en su tierra. Que el general los habia en-
gañado, y otras cosas á este modo que pudieran entibiar
su buen propósito. A todo le respondían que Dios pro-
veería lo necesario como padre de misericordia; pero él
no los quisiera tan confiados en la divina bondad. Ca-
minaron á la tarde como dos leguas, y pasaron á ha-
cer noche junto á un arroyo de buena agua, cercano
á unas sierras muy altas, habiendo sido hasta allí to-
do el camino llano. Comenzaron á otro día á subir una
muy agria, que los fatigó mucho como iban á pié y
con tan gran ardor del sol, y así no pudieron andar
más que tres leguas, y temprano se acomodaron para
pasar aquella noche en la falda de otra sierra mas al-
ta por donde corría un arroyo de agua muy buena. Vie-
ron aquel dia por toda aquella serranía muchas arbole-
das de cacao, pucuz, copal, bálsamo y vainillas de las
olorosas que se echan en el chocolate. El lunes siguien-
te caminando por aquella serranía desde la cumbre de
ella descubrieron como á la una del dia una gran la-
guna, en cuya ribera les dijeron estaba el pueblo de
Nohhá donde iban á hacer su residencia por entonces,
cosa que les dio gran contento por verse yá tan cerca
de donde deseaban, y á la tarde llegaron al pueblo.
A la entrada de él hallaron á todos los indios, in-
dias, niños y niñas con ramos en las manos, que ha-
bían salido á recibirlos, y todos juntos fueron en pro-
cesión á la iglesia con gran júbilo de verse yá con sus
LIBRO DOCE. 585

nuevos hijos, que les hizo olvidar todo el trabajo pasa-


do en el camino. Llegados á la iglesia hicieron oración,
y después el padre Fr. Simón en una breve plática les
dio razón de su venida, cómo era en nombre del rey
nuestro señor, que Dios guarde, y cómo nuestros pre-
lados movidos del bien de sus almas, los enviaban á pre-
dicarles la ley de Dios, y enseñarles la doctrina cris-
tiana. Citólos para el dia* siguiente en que se lo di-
ría mas por extenso, con que los despidió, quedando
al parecer los indios muy consolados con la llegada de
los religiosos.
Predicóles el padre Fr. Simón el dia siguiente, y a-
cabado el sermón, los indios abrazaron á los religiosos y
despidiéndose muy contentos se fueron acompañado al
mestizo Vilvao á su casa. A l dia siguiente no dieron
india que moliese el maiz para las tortillas que habían
de comer los religiosos en lugar del pan que en otras
partes se come, y diciéndoselo al Vilvao mandó lla-
mar á una india y dijo á los religiosos: padres, esta
india les ha de hacer siempre pan. Faltó al otro
dia, y diciéndoselo la trajeron y hizo como que la
reñia por la falta, pero era fingido, porque allí en
su presencia dijo un indio que no la tenia él en
su casa sustentándola para que sirviese á los pa-
dres. Hizo también como que reñia al indio por la li-
bertad con que habló, y mandó traer otra para que
hiciese pan. Viendo los religiosos que aun á esto, sin
que no podian vivir, les acudían tan mal, determinó el
padre comisario escribirlo al general para que mandase
poner remedio en ello, y dio las cartas á unos indios
para que las llevasen, esperando con su respuesta te-
ner algún alivio. Supo el mestizo cómo escribian, y
quitando las cartas á los indios, los ocultó para que los
religiosos entendiesen que habian ido, y el general no
tuviese noticia de lo que pasaba. Con estas ocultas
trazas solicitaba que los religiosos se fuesen, enfadados
586 HISTORIA DE Y U C A T A N .

de ver que los indios los trataban con tantas señales


de poca voluntad. , Permitió nuestro Señor que de una
traza que dio el mestizo para desacreditar á los reli-
giosos, redundase que los indios conociesen la bondad
y sinceridad de su proceder, y juntamente se les mani-
festase la mala intención del Vilvao.
Para ejecutarla, luego que llegaron los religiosos pren-
dió á un indio del pueblo, y puesto yá en la cárcel
hizo hacer una horca, diciendo que le habia de colgar
en ella, y cuando le pareció llamó al padre Fr. Simón
para que le confesase y ayudase á bien morir. Fué
el padre Fr. Simón á la cárcel, y preguntándole al in-
dio y á otros que por qué le ahorcaba el mestizo, dije-
ron que no sabían, pero que no habia cometido delito
alguno digno de muerte. Lastimado del miserable in-
dio, vino y se lo dijo al padre comisario, y ambos
(con un español que allí estaba) fueron y le rogaron con
toda instancia perdonase al indio. Dificultó mucho el
perdón, y por último dijo que por lo menos le habían
de llevar por las calles del pueblo y subir á la horca,
y que estando alli le pidiesen los religiosos puestos de
rodillas no ejecutase su muerte, y que entonces le ba-
jarían de la horca. Humilláronse los religiosos á cum-
plir la condición (aunque manifestaba en ella tanta so-
berbia el mestizo) por la vida de aquel indio, al cual
sacaron de la cárcel, y llevándole por las calles á la
horca, le iba acompañando el padre Fr. Simón y ani-
mándole que no moriria. Estando yá en la horca se
pusieron de rodillas los religiosos ante el mestizo (pre-
sente todo el pueblo) y le pidieron no se ejecutase la
muerte del indio; con que dijo que le bajasen de la
horca. E l miserable estaba yá casi mortal con el sus-
to (porque mal creería al padre Fr. Simón habiendo
sucedido lo que luego diré, aunque le iba diciendo que
no moriria) y lleváronle á l a iglesia donde en gran
s

rato no volvió en su acuerdo.


LIBRO DOCE. 587

Estaban con él los religiosos, y habiendo recobra-


do sus sentidos les dijeron él y otros indios que allí
estaban cómo luego que llegaron habia prendido el
mestizo aquel indio, diciéndoles que la prisión y el ahor-
carle era por mandato de los religiosos, y que por allí
verían como no eran buenos ni iban por su bien.
Pero que habiendo visto cómo por ellos no murió, cono :

cian que el mestizo era el malo, y que ellos habían


ido por su bien. Entonces declararon también cómo
habia dicho á los indios que salieron á Tenozic á re-
cibirlos que fingiesen habia hambre en su • tierra, y los
llevasen por malos caminos para desanimarlos, y que
se volviesen, y que si porfiando llegasen á Noh-
há que no los comunicasen, y les diesen mal de
comer y no les diesen servicio, y que si él los riñe-
se, estuviesen advertidos que no era de veras, sino so-
lo por cumplir con los padres; que con eso se irían
porque habian ido á engañarlos para hacerlos después
esclavos. Que lo que el padre Fr. Simón les habia
predicado no lo creyesen porque era mentira y engaño.
Mientras les que allí estaban dijeron esto, vinieron al-
gunos de los que le acompañaron á su casa, que dije-
ron cómo luego que llegó á ella les dijo: ¿veis cuanto
poder tengo, pues los padres se arrodillaron delante de
mí en presencia de todos vosotros'? Y que con esto
que les dijo habian quedado mas temerosos de él que
estaban antes. Supieron también en esa ocasión cómo
habia cogido las cartas escritas al general, y oculta-
do los indios. Esto dio mas pena á los religiosos, pues
cuando entendían les venia yá algún remedio, le veian
tan difícil por la malicia y poder con que se habia in-
troducido con los indios el mestizo.

Considerando que del mismo modo impediría otros


que despachasen, resolvieron que el español que estaba
eii su compañía llevase las cartas al general. Pidiéronle
indios para que guiase al español, y diólos al parecer
588 HISTORIA DE YUCATAN.

de buena gana; pero yá que no pudo impedir la sali-


da del español, dio tres indios flojos y perezosos á quien
dijo que le dejasen en el monte para que allí perecie-
se, no sabiendo salir de él, y entendió ayudar á esto
teniendo modo como echar veneno en el pinole que
habia de beber por el camino; con que después estuvo
muy cercano á morir, aunque fué Dios servido mejora-
se. También mandó á los indios escondiesen las canoas
con que habia de pasar el rio, pero llegando el español
se las quitó á los indios y pasó, aunque se excusaban
diciéndole que Vilvao lo mandaba. Cuando supo ha-
bia pasado, azotó á los indios, y luego fué muy disimu-
lado, y dijo al padre comisario: "V. paternidad y su
compañero están aquí en gran peligro, y el general
los engañó. Mejor es que se vayan y entren cuando
él venga, porque de entrar aquí gente española, este
hombre no los he admitir, porque si quieren venir han
de entrar á costa de su pellejo. Y así V. paternidad
trate con su compañero de irse." Fué el padre comisa-
rio muy triste á referir al padre Fr. Simón lo que le
habia dicho el mestizo, y consolóle diciendo que pues
Dios los habia llevado allí proveería de remedio, que
no fardaría mucho habiendo ido el español con las car-
tas al general.
Otro dia por la mañana vino el mestizo, y habien-
do saludado á los religiosos les dijo cómo aquella no-
che habían los indios quemado los graneros del maiz
de la comunidad por no sustentarlos, diciendo que eran
pocos y no podían acudir á darles carne necesaria pa-
ra su sustento, y que así no gustaban estuviesen con
ellos. Conocieron su mala intención, porque lo que les
daban era un puerquezuelo montes de que hay grandí-
sima copia por aquellos montes de buenas carnes de di-
versos animales y muchas aves que con facilidad co-
gen los indios cuando quieren. Llegó á tanto, que ni
aun monos para comer les daban, pero tolerábanlo es-
LIBRO DOCE. 589

perando en Dios tendría presto remedio. Viendo el


mestizo que tan mal tratamiento no bastaba para que
los religiosos se fuesen, vino un dia á decirles que ni
aun maiz habia yá que darles, y que si no querían pe-
recer de hambre se fuesen. Que advirtiesen entraba yá
el tiempo de las lluvias, y no podrían salir después á
Tenozic. Que allí no habiá donde recurrir para socor-
rerse; que él y los indios los llevarían y á su ropa has-
ta el pueblo de Tenozic. Por entonces no le respondieron
cosa alguna, pero después considerando bien que el estar
allí era de poco fruto, y el peligro de morir (pudiendo
guardarse para mejor ocasión) estaba casi patente, resol-
vieron de irse donde estaba el general. Dijéronselo al
mestizo que quedó con esto muy alegre, entendiendo es-
taba yá sin los religiosos; pero Dios lo dispuso como
se dice en el .capítulo siguiente. v

CAPITULO QUINTO.

Prenden los indios al mestizo Vilvao que se huyó, y lo


que respondió el general á los religiosos.

Con gran desconsuelo estaban los religiosos habien-


do de dejar aquellos hijos, y en especial por tener yá
bautizados cincuenta y siete niños; pero forzábales la
ocasión presente, y así estando yá domingo doce de
mayo por la tarde acabando de prevenir su salida pa-
ra el lunes siguiente, presumiendo que el español que
llevaba las cartas iría yá muy adelante por haber tre-
ce dias que salió de Nohhá, volvió un indio de los que
fueron con él á llamar uno de los religiosos que le con-
fesase porque quedaba muy malo en el monte. Ofre-
TOM. n. 75
590 HISTORIA DE Y U C A T A N .

cióse el mestizo Vilyap.de ir á traerle, poniendo gran-


des dificultades del camino por el monte porque el pa-
dre Fr. Simón no fuese, viendo que ofreció de ir lue-
go á confesarle. Los indios industriados del mestizo
dijeron lo mismo; pero el padre Fr. Simón dijo al mes-
tizo que instaba en ir, que el español pedia confesión
y el no le habia de oir de penitencia; que así no ha-
bía necesidad de que fuese, y á los indios que por don-
de, ellos iría, aunque fuese doblado el trabajo de lo
que decían. Viendo su resolución, se determinaron diez
y seis indios á ir en su compañía, y el cacique, un
alcalde y dos regidores.
No estuvieran tan resueltos con el engaño del mes-
tizo, si hubieran recibido respuesta del adelantado á la
carta que el padre comisario le escribió desde el pue-
blo de Tenozic, cuando le vieron la primera vez los
indios y dijeron que habia hambre en su tierra, porque
con eijseñar la respuesta á los indios, trataran mejor á
los religiosos, y ál mestizo no temieran ni obdecieran
tanto; pero tardó tanto que cuando llegó yá nuestro Se-
ñor lo habia remediado. Pondré el primer párrafo de
la respuesta para que se vea la experiencia que tenia
yá del mestizo el general, el cual decia así: "Con dos
de V. paternidad que he recibido, me he alegrado mu-
cho, y con ver cuanto se acerca la llegada á Nohhá
tiéneme con notable alivio de sus afectos siempre fogosos
en orden al fin que todos deseamos. Holguemé de ver
las dos cartas del cabildo y de Vilvao que hasta aho-
ro no me habia dicho hubiese en el pueblo quien su-
piese escribir, porque ha hecho estudio de tratarme con
cautela perpetuamente. También veo por la carta del
.mismo (escrita en caldeo) la malicia de decir á V.
paternidad con tanta ponderación las dificultades del
camino, que es largo, desierto y que,no están los ca-
minos abiertos, de donde consta su mala intención, en
lugar de ofrecer llevar á V V . paternidades en hom-
LIBRO DOCE. 591

bros é l y todo el regimiento, principales y pueblo.


Pero no puede dejar de manifestar el ánimo, que ha-
bla de abundancia del bendito corazón, que se figura-
ba señor perpetuó, absoluto y. disoluto de toda esa pro-
vincia. Hame indignado notablemente, y mire V. pater-
nidad que no le crea apariencias de humildad falsas,
y que es menester (como dicen) mirarle á las manos
siempre y sin fiarse de él." Y después de haberle ad-
vertido otras cosas al padre comisario, dice: "Juzgo
que para saber cualquiera cosa que convenga de las
que Vilvao quiere encubrir, será el mejor medio el de los
i n d i z H e l o s que sirven á W . paternidades."

Salió el padre Fr. Simón de Nohhá para confesar


al español (como iba diciendo) y estando yá lejos del
pueblo, les dijo á los indios: "Hijos, ¿cómo vosotros no
queréis ser cristianos? ¿Qué han de decir el rey nuestro se-
ñor, el general y nuestros prelados de que no queréis
tener sacerdotes? Mirad que ahora nos echáis, vendrá
después la guerra y podrá ser que os hagan esclavos,
puesto que por vía d e l santo evangelio no queréis re-
duciros á la iglesia y á la obediencia del rey." "Res-
pondió el cacique: padre nosotros no os echamos ni que-
remos que os vais. Este mestizo nos mandó que no
os tengamos, y ahora antes de embarcarnos nos habló y
dijo" " N o le digáis nada al padre, y si ós dijere en
el camino cómo los dejais ir á otras cosas, decid que
no los podéis tener ni sustentar, y los demás indios con-
firmaron lo que el cacique decia." Conociendo el pa-
dre Fr. Simón por estas razones que los indios les te-
nían voluntad, se animó á persuadirles cómo cuanto ha-
cía el mestizo era maldad, y que si le prendía verían
el castigo que en él ejecutaba el general por lo que
hacia con ellos y cómo los trataba. Con ésto se anima-
ron los indios, y le dieron palabra de prenderle y guar-
darle muy bien en volviendo al pueblo, hasta qué él ge-
neral ordenase lo que se había de hacer.
592 HISTORIA DE YUCATÁN.

Mas contento proseguía yá su viaje el padre Fr. Si-


món, y habiendo caminado siete dias por aquellos mon-
tes llegaron al sitio donde el indio habia dejado al es-
pañol, y no le hallaron. Estaban en aquel paraje dos
indios y dos indias de la guardia de Zahcabchen (pue-
blo el último acá en la provincia) que andaban huidos
por aquellos montes, y dijeron que habia tres dias pa-
só el español adelante y les dejó dicho que si llega-
ba allí un padre buscándole le dijesen que se volvie-
se, que yá iba bueno. Con esta nueva se volvieron
de allí á Nohhá, llevando consigo los indios fugitivos
de Zahcabchen. Los montes de este camino son de mu-
chos y grandes cedros, caobanas, árboles de copal (que yá
se ha dicho es á modo de incienso) mucha caza de monte,
y miel en los árboles á cada paso.
Luego que el padre Fr. Simón salió para confesar
al españolase fué el mestizo á una huerta suya de ca-
cao que estaba apartada del pueblo, y se llevó los in-
dios con él. Dejó á uno que era sacerdote de ídolos
con el cargo de administrar justicia en el pueblo, y man-
dó que no diesen de comer al padre comisario, ni hi-
ciesen, cosa alguna que les dijese. La Divina Providen-
cia que por caminos no imaginados provee á.sus sier-'
vos de remedio en las necesidades, socorrió al padre co-
misario en esta ocasión tan apretada, por medio del in-
dio que quitaron de la horca, llamado Miguel Kuyoc.
Este viendo lo que pasaba, venia de noche y le
traia tortillas de maiz y una olla con carne pa-
ra sustento del dia. Continuó esto catorce que
tardó el padre Fr. Simón en volver al pueblo.
Recibióle el padre conrsario con gusto (yá se de-
ja conocer) y refirióle con lágrimas en los ojos cuan mal
le habían tratado aquellos dias, y las libertades que le
habian dicho algunos de los indios;, pero habiendo
sabido la determinación con que volvia el ca-
cique, se consoló. A otro dia como llegó el padre
LIBRO DOCB. 593

Fr. Simón, vino el mestizo á verlos, y afeándole el pa-


dre comisario sus maldades, y refiriéndoselas todas, se
enfureció respondiendo qUe le sacaría maniatado del
pueblo y que así los echaría de él. Dio voces llaman-
do á los indios para que ejecutasen su sacrilega deter-
minación, y á ellas se juntó el pueblo. Salió el
padre Fr. Simón, que estaba de la parte de aden-
tro, y animó á los indios diciéndoles que yá era
tiempo de hacer lo que le habían prometido. Cum-
plieron su palabra, y así los que habia llamado el
mestizo para amarrar á los religiosos, le prendieron á él.
Viéndose con aquella suerte contraria, se echaba á los
pies del P. comisario pidiéndole perdón, y es de co-
razón tan sencillo que yá quería que le dejasen. Instó
el P. Fr. Simón con los indios para que no le solta-
sen, y así le llevaron preso. Sin duda no lo acertaba
el P. comisario, porque si le hubieran soltado se tie-
ne por cierto hubiera muerto á los dos religiosos co-
nociendo que sabian con certidumbre cuanto habia he-
cho, y que por último habia de ser castigado como me-
recía; pero tuvo traza para huirse, aunque mas cuida-
ban de él los indios. Díjose que se fué hacia Chiapa,
y que después le mataron los indios del mismo Noh-
há, viniendo á Tenozic.
Preso se descubrieron otras muchas mas maldades que
hacia porque compelía á los indios le diesen tributo de cacao
achiote y tabaco que lo hay en abundancia, muertes de in-
dios á quien había dado garrote y ahorcado. Era idólatra,
porque tenia en su aposento un ídolo fierísimo de palo,
que era de una india montaraz con quien tenia trato
deshonesto, y declararon los indios que todo el pueblo
y él adoraban aquel ídolo, y se emborrachaban delan-
te de él con una bebida llamada balché. También di-
jeron que el dia de Ceniza se ponia una estola, y la
bendecia y daba á los indios. La Dominica de Ramos
bendecia palmas y las repartía. La Semana Santa hi-
594 HISTORIA DE Y U C A T A N .

zo monumento y puso el ídolo de su india en él, y


el Sábado Santo hizo la bendición de la pila bautismal.
Todas estas cosas y otras que no son decibles (dice
el padre Fr. Simón en la relación que hizo mandado
por santa obediencia á instancia mia) hacia este mal-
vado, que tenia un misal de los padres dominicos y un
ornamento entero y un cáliz. Solamente decir misa no
hizo.
Con la falta del mestizo acudían los indios con mu-
cho gusto al servicio y sustento de los religiosos, que
daban muchas gracias á Dios por haberles quitado aquel
impedimento tan nocivo para la cristiandad de los in-
dios. Escribieron al general todo lo sucedido, el cual
sabiéndolo, para que los religiosos satisfaciesen á los in-
dios, les respodió estando en Campeche á veinte y ocho
de junio, año de cuarenta y seis, una carta en que de-
cía al padre Fr. Simón.
"La carta de V . paternidad de primero de este mes
(que acabo de recibir) me ha sacado de grandísimo cui-
dado, porque temia mucho que el fugitivo traidor, yá
que no pudiese echar de esa plaza de armas á "VV.
paternidades, les habia de urdir alguna traición con veneno,
como se lo dio al que traía las cartas, en el chocolate
que le presentó para el camino, que fué causa de
haber estado á la muerte y escapó de milagro. En él
obró Dios lo de aquellas palabras Et si mortiferunt
quid biberint, non eis nocebit. Sea alabado infinitamen-
te, que ni permitió tuviese efecto tan grande alevosía, ni
que W . P P . me desamparasen la tierra, que con su
doctrina se convierte en cielo. Pero estoy por tomarme
amorosa licencia, y decir: O modice fidei. Q,ue ni las a-
menazas de aquel vil sacrilego, ni los terrores del de-
monio deben perturbar la fé y valor- con que V. P P .
se resolvieron á esta apostólica empresa, ni los ángeles
de su guarda lo habían de permitir.
Mucho siento que se me haVJa escapado sin castigo
LIBRO DOCE. 595

aquel descomulgado (que debía de ser idólatra con


los indios) y estimo en el alma el valor, inteligencia y
predicación con que V. Paternidad descubrió sus ma-
rañas, y convendrá que V. paternidad se sirva de es-
cribírselas á D. Pedro de Medina, beneficiado de Tila
y el Palenque, á quien el mismo Vilvao tenia muy en-
gañado con su falsa labia. Estimo en mucho que por
extenso me haya V. paternidad referido (en esta y la
otra carta) las traiciones y embaimientos con que em-
baucaba á esos miserables indios, en quien yo no le di
jurisdicción alguna ni mas ministerio que ser intérpre-
te y enseñarles la doctrina que el mestizo debia de igno-
rar . Buen modo era de atraer los no adquiridos hacien-
do tributarios á los de Nohhá desde luego v con tantas
maneras de tiranía. Suplico á V. paternidad se sirva de pon-
derar á esos nuevos feligreses estos desengaños, y decirles
que en todo y por todo fué falso, traidor, quebrantador
de mis órdenes. Fué lastimosa remisión y cruelí-
sima piedad, aprisionarle irremisiblemente en la
ocasión que quiso engallotar y rebelar la gente, que yo
dispusiera el castigo sin riesgo de irregularidad, y fue-
ra ejemplo para otros y mayor firmeza para los enga-
ñados &c." Después prosigue dando todas las buenas
disposiciones que requieren los sitios donde se ha de poblar,
según los que han escrito de la materia, y luego
termina su carta diciendo: " A mi me parece allanar
la tierra, y á V V . paternidades predicar el Santo Evan-
gelio sin riesgo, que éstos son para mí; pero de todos me
hade sacar el divino poder."
596 HISTORIA DE YUCATAN.

CAPITULO SEXTO.

Va otro religioso al Próspero, y con. él un español. Lo que


éste hizo, y violencia con Ique echaron á los padres.

Con sosiego estaban yá los indios y religiosos, y cuan-


do entendieron tenerle mayor con este desengaño del
general, satisfaciendo á los indios, y con la noticia de que
iba á hacerles compañía otro religioso, les sobrevino ma-
yor peligro. El religioso era Fr. Bartolomé de Gabal-
dá de nación catalán y hijo del convento de Mérida de
esta provincia donde recibió el hábito para lego, y enviába-
les con el reverendo padre provincial algunas cosas de que
necesitaban. El español que habia ido con las cartas
para el general, negoció con él en Campeche le diese
título de cabo de doce soldados que dijo tenia juntos,
y llevaría á su costa á la vuelta del Próspero. Engañó
al general, porque ni tales hombres habia juntado ni te-
nia con que llevarlos á su costa. Vióse bien, pues le
hubo de ir sustentando Fr. Bartolomé por el camino para
volver al Próspero, y no llevó hombre alguno consigo como
habia prometido. Este español, que hasta entonces se
habia reputado por compañero de los religiosos, desde
que llegó á Nohhá con el negro título que el general
le habia dado, les dio muchas ocasiones de merecer, y
aun para cumplir á costa de los indios la palabra de
llevar los doce hombres, los puso en contingencia de al-
zarse.
Con toda resolución pidió á cada indio un jíquipil
de cacao y seis libras de cera, diciendo lo habia menes-
ter para ir á traer lo soldados que su comisión decia,
como si con tan inicuo concierto pudiera haberse dado.
Apretó tanto á los indios, que. (aunque pudieran porque
lo tenían) no queriendo dárselo, fueron á los religiosos
diciéndoles: ¿cómo nos habéis engañado ? "Cómo nos
habéis dicho que no habíamos de dar tributo tan
TJBRO DOCE. 597

presto, y aquel español que ha venido con vosotros


nos le pide? Vosotros debéis de ser parte en ello, que
si i?o no lo hiciera. Si mas nos lo pide nos huiremos á
los montes, y enviaremos algunos de nuestros principa-
les que digan al general por qué nos huimos" Sintieron
esto los religiosos como era justo, y prometieron qui-
tarlo. Llamaron al español y le dijeron cómo hacia
una cosa tan injusta que no era posible pasar por ella,
pues demás de ser en sí tal, estaban á riesgo mani-
fiesto de alzarse los indios por lo menos, cuando no los
matasen. La respuesta que dio fué decir muy indig-
nado á los religiosos que tan idólatras debían de ser
como los indios, pues volvían tanto por ellos, y otras
libertades que no son para escritas, hasta decirles con
palabras bien indecentes que ni aun á sus necesidades
corporales habian de ir sin su licencia. Y yo digo que
puede servir de advertencia esto á quien hubiere de hacer es-
ta conquista, para que si se necesitare de enviar á alguien
por delante, .se mire primero bien quién es, porque será
raro el que no le mueva mas algún interés temporal par-
ticular suyo, que el bien de todo el común de la con-
quista.
Y á se ven segunda vez los religiosos perturbados,
yá aquella conversión está segunda vez en puntó de per-
derse; pero habia el padre Fr. Bartolomé de Gabaldá que
quedase á hacer compañía al padre comisario, y el pe-
ligro pedia presto y eficaz remedio: resolvieron que vi-
niese el padre Fr. Simón á la provincia, donde al pre-
sente estaba el general, para que le pusiese. Dióle car-
tas el padre comisario, con que salió luego de Nohhá,
y el español luego que lo supo en su seguimiento. En-
fermó el padre Fr. Simón en el camino, y así habien-
do salido por principios de octubre, llegó por el mes de
diciembre á la enfermería del convento de Mérida, desde
donde envió las cartas al reverendo padre provincial,
que estaba en el de Mocochá, y se quedó curando. Di-
TOM. ii. 76
598 HISTORIA DE YUCATÁN.

latóse tanto su achaque que no pudo volver al Prós-


- pero; porque cuando llegó á estar sano, yá los indios
se habían alzado, como se dice luego. Vivió este reli-
gioso después hasta el mes de junio del año de cincuen-
ta y tres, que siendo guardián del convento de Telchac
le llevó nuestro Señor, dispuesto como religioso, a la vi-
da eterna donde le habrá premiado los trabajos que pa-
deció en este viaje por el bien de aquellas almas.
Habia venido el general D. Diego de Vera á la ciu-
dad de Mérida, y con la ayuda y calor que daba alo
tratado el gobernador D. Esteban de Azcárraga, se ani-
maron algunos ciudadanos á lo mismo, y así se junta-
ban mas soldados. Entrado el año de cuarenta y siete,
teniendo yá alguna gente alistada, se despachó el general
y salió de la ciudad de Mérida para ir con ella á Noh-
há, donde habia de aguardar la que se iba juntando.
Pero aunque buen cristiano este caballero y de muy ca-
paz inteligencia en lo especulativo, era desgraciado en
la ejecución y práctica de lo que resolvía, á que se eje-
cutaba ser áspero de condición, con que se veian dos su-
jetos diferentes en él, uno acertado en el discurrir y
otro contrario en el ejecutar. En este tiempo lo pasa-
ban bien los religiosos con los indios, que parecía esta-
ban contentos. El general llegó al beneficio de Uzu-
masinta, y hizo allí alto sin querer pasar adelante di-
ciendo que aguardaba la que se quedaba alistando, y es-
cribó al padre comisario cómo quedaba allí. Entiéndese
que esta detención fue causa de perderlo todo, porque
con ella dio lugar á los indios para que viéndose sin
quien los apremiase á conservar la fé que habian profe-
sado, ó ya por temor de las armas que sabian estar
cercanas, ó por poco afecto á la cristiandad, y esto me
parece lo mas cierto por lo que al fin diré, se huyeron
y desampararon el pueblo.
Llegó la festividad de la institución del Santísimo
Sacramento, y celebróla el padre comisario en Nohhá
LIBRO DOCE. 599

con toda la solemnidad que pudo, y el otro dia faltaron


del pueblo nueve familias que se huyeron. El dia
de San Juan se juntaron todos los que habían quedado
(porque siempre iban faltando) que serian trescientas per-
sonas con mujeres y niños, y hicieron un convite general
donde bebieron balché, bebida acostumbrada en sus ido-
latrías, y acabada la junta vinieron como á la una del
dia, y dijeron al padre comisario : "Padre, hemos jun-
tádonos para determinar qué habíamos de hacer de nos-
otros y de tí, porque no queremos estar en el pueblo á
aguardar á los españoles, ni que tú quedas tampoco con
nosotros. Queríamos matarte á tí y á tu compañero,
pero viendo que no nos habéis hecho mal, nos dio en
el corazón no hacerlo como vosotros os queráis ir
luego y ese español mancebo que está en vuestra com-
pañía, (era un mancebito sobrino del padre comisario
que fué á verle) que nosotros os sacaremos la ropa
una legua de aquí." Admirado el padre comisario de
esta mudanza repentina cuando los juzgaba muy con-
tentos, quiso persuadirlos á suspender la ejecución; pero
no pudo, antes le amenazaron que de no contornarse
con lo que le decían, peligraría su vida y la de su
compañero. Sin oirle mas cogieron luego la ropa y
la sacaron, y á ellos obligaron aunque sin maltratarlos
á que saliesen luego al monte, donde les llevaron la
ropa y ornato del culto divino, y los indios se salieron
todos del pueblo.
Tan inopinadamente se hallaron los religiosos y
español en el monte sin que comer en aquel despoblado si-
no las frutas silvestres que hallasen, ni quien los guiase al
pueblo de Tenozic, que era lo mas peligroso. Vién-
dose sin otro remedio, dejó el padre comisario al padre
Gabaldá en el monte para que guardase la ropa mien-
tras que iba á Uzumasinta á dar noticia al general
de lo sucedido, y con el español se puso luego en ca-
mino, encomendándose á Dios que los guiase. Dolíale
600 HISTORIA DE YUCATAN.

dejar á su compañero en aquel monte, pero juzgó que


con venir presto algunos españoles se apaciguaría a-
quello, porque los indios se habian dejado en sus
casas cuanto tenián, y estaban cercanos en sus milpas.
Con esta resolución, en aquella noche y tres dias andu-
vieron treinta y cinco leguas que hay hasta donde el
general estaba, lloviéndoles tanto que por causa de un
estero que se suele pasar por puente, y se habia ane-
gado, hubieron de ir casi nadando mas de
media legua; pero nuestro Señor los favoreció y dio fuer-
zas para que llegasen á la presencia del general. Re-
firióle el padre comisario lo sucedido, y díjole que con
veinte hombres que le diese volvería los indios al pue-
blo de Nohhá por haberse ido á sus milperías no mas,
y dejado lo que tenían en sus casas. Respondió el ge-
neral que no quería sino ir él personalmente, y pre-
gonó un bando con pena de la vida que ninguna per-
sona pasase á Nohhá. Tardó en ejecutar su ida vein-
te y cinco dias, y viendo los soldados que tenia cuan
remisa estaba, se le huyeron en aquel tiempo, que so-
los cinco quedaron en su compañía.
Con la tardanza del general pasó todos aquellos
dias el pobre religioso lego Fr. Bartolomé de Gabaldá
en el monte sin mas comida que tres tortillas de maíz
que tenían cuando los echaron de Nohhá y las fru-
tos silvestres que buscaba, estando á las inclemencias
del rigor del sol, continuas lluvias que yá habian co-
menzado, humedad de la tierra, serenos de las noches,
y sin con que hacer fuego. Con estas incomodidades
juntas se le hincharon las piernas y el vientre, diéron-
le unas graves y continuas calenturas de que llegó á
verse tan fatigado que entendió se acercaba su última
hora. Con esta presunción cavó un hoyo en la tierra,
donde pudiese caber su cuerpo, si acaso moría, y se
puso junto á él para que cuando se sintiese muy debi-
litado echarse allí á dar el último aliento, y que le
LIERO DOCE. 601

sirviese de sepultura. Conservóle nuestro Señor la vida


quizá para consuelo de los religiosos que van enfermos
á la enfermería de la ciudad de Mérida, donde era en-
fermero y lo ha sido después hasta el tiempo presente
con mucha caridad y cuidado.
Encomendaba el padre comisario continuamente á
Dios la reducción de aquellas almas; y á veinte y
cuatro de julio vino á Uzumasinta el cacique de Noh-
há y otros cuatro indios á pedir perdón al general de
lo que habían hecho, y dijeron que ellos solos estaban
en el pueblo. Con esta nueva salió el general para Noh-
há con solos cinco soldados, su persona y la del pa-
dre comisario, y hallaron al religioso lego tan trabajo-
so como he dicho ; pero aliviSndo algo su necesidad tan
extrema, llegaron al pueblo último dia de aquel mes.
Desde Tenozic dio aviso al padre comisario al nuevo
provincial que yá habia, que era el R. P. Fr. Bernar-
do de Sosa (y también la dio el beneficiado de Uzu-
masinta) dé lo que iba sucediendo, y entre otras razo-
zones, dice: "En estando dentro avisaré á V. P. R. de
todo, me hará caridad de enviarme siquiera un sacer-
dote gran ministro, para que se arroje conmigo entre
e^tos indios á reducirlos por el santo Evangelio, porque
no hay gente que entre ahora, aunque el general dice
envia por dineros y gente á Chiapa. Dios N. S. lo
guie todo, que es causa suya, y todos estos montes es-
tán llenos de almas, que eso me hace sufrir á este ca-
ballero general y padecer tantas desdichas. Tres ve-
ces me ha querido matar, y no quiere Dios N. S. dar-
me esa corona, hasta que trabaje con estas almas &c."
Y el beneficiado por su carta de seis de agosto (que
también tengo original en mi poder) dice al provincial
tratando del general. "Hubo de resolverse á entrar cuan-
do no tuvo mas que cinco hombres que le acompañasen,
que aunque fueron seis, el uno no fué por soldado.
Hallaron muy poca gente, á cuya causa padecen
602 HISTORIA DE Y U C A T A N .

grandísimas necesidades en el sustento, y viven con


grandes recelos, porque los amigos son pocos y los ene-
migos muchos y cercanos, porque estamos los que vi-
vimos en este partido muy cuidadosos, y solo nos con-
suela que Dios N. S. ha de ver con ojos de piedad es-
te negocio por las oraciones de aquellos benditos reli-
giosos, pagándoles el celo apostólico con que están dili-
genciando la conversión de aquellas almas &c." Y re-
mata su carta con -que los dará bastimentos.

CAPITULO SÉPTIMO.

Va el general á Nohhá, y desgraciado fin de esta conquis-


ta, Dícense algunas cosas de la tierra, y sus indios.

Con los ruegos que el padre comisario continuamen-


te pedia al provincial un compañero ministro, se habia
ofrecido y alcanzado licencia para ir el padre Fr.
Juan de Elizondo, natural del valle de Bastan en Na-
varra, hijo en la religión de nuestro convento de la is-
la española y incorporado en esta provincia de algunos
años antes. Llegó al beneficio de Uzumasinta, donde
el padre beneficiado le regaló y proveyó de lo necesario
para hasta el fin de su viaje, y encargó á los caciques de
su beneficio le aviasen con toda caridad y cuidado. Con
este socorro salió de allí á 16 de agosto en seguimien-
to de su comisario y el general que habían entrado en
Nohhá último de julio antecedente. Siempre habia pe-
dido en todas sus cartas á los religiosos que publica-
sen entre los indios iba con pujanza de armas y sol-
dados, y así se habia hecho (como parece por ellas que
las tengo originales en mi poder) y ahora se resolvió
LIBRO DOCE. 603

á entrar tan desacompañado, que si acertó en


ello lo puede censurar cualquier discurso. Aunque
el cacique dijo que él y los cuatro indios que habían
ido á Uzumasinta estaban solos, hallaron alguna gente
mas, pero poca.
El general estaba falto no solo de gente sino de di-
neros para todo lo necesario, y así á dos dias de llegado
el padre Elizondo, salió el padre comisario para Goa-
temala á solicitar se le acudiese con algo de lo que
tenia en la real caja. Yendo su viaje, en el pueblo
del Palenque distante treinta leguas de Nohhá recibió
cartas con que el general le llamaba por haber enfermado.
En estos dias habia sucedido que el general apretó tanto
al cacique para que le diese bastimentos, que le amena-
zó con pena de horca. A vista de este rigor se alzaron los
indios, y quemaron el pueblo; con que hubo de salir huyen-
do el general, y dejando su ropa en poder de los in-
dios salió al pueblo de Petenecté, que es también del
beneficio de Uzumasinta y distante de él veinte y dos
leguas. Con noticia que tuvo el padre comisario torció
para allá el camino, y allí halló al general muy en-
fermo y tan desbaratado. Con todo esto determinó ir
á Nohhá (aunque con el riesgo que se deja entender)
por sacar los ornamentos y demás cosas de la iglesia,
y si hallaba algo del general. Ofreciéronse cinco in-
dios á ir con él para traerlo; pero poco antes de lle-
gar á Nohhá le dejaron solo con un indizuelo que le
servia. Así entró en el pueblo sin hallar persona al-
guna, al Ave Mária, por ser yá hora, y después á las
ánimas, pero, nadie pareció; Halló en la iglesia arroja-
das al suelo las imágenes de Cristo R. N. y el ara del
altar: toda la ropa de la sacristía y el oro, joyas y ves-
tidos de la mujer del general se habian llevado los in-
dios cuando se alzaron.

Pasó aquella noche el padre con recelo (yá se pue-


de ver) y á la mañana parecieron los indios de Pe-
604 HISTORIA DE Y U C A T A N .

tenecté, que venían á ver si los de Nohhá le habían


muerto; pero hallándole vivo cargaron lo que pudieron
y se volvieron á su pueblo. Quedáronse ochenta armas
de fuego, y hubiera vuelto por ellas el P. comisario á
no suceder otra desgracia. Habíanse huido del pueblo
de Petenecté veinte inaios con sus mujeres por moles-
tias que un hijo del alcalde mayor de Tabasco les ha-
cia en los tratos y contratos que tenia con ellos, y dan-
do con los de Nohhá los mataron á todos, con que
mas claramente se declararon por rebeldes. El P. comi-
sario quedó en Petenecté con el general, y porque di-
jo el P. Elizondo no podia tolerar el padre su condi-
ción, hubo de hacer el viaje á Goatemala.
Apretó el achaque al general y hizo testamento,
sustituyendo las capitulaciones en el gobernador D, Es-
teban de Azcárraga conforme al poder que de S. M.
tenia, y también mediante él nombró al padre comisa-
rio por abad del Próspero, atendiendo á lo mucho que
en aquella conversión habia trabajado, aunque habia tan
poco logro como se ha visto. Despachóle con el tes-
tamento y estos nombramientos para que los trújese
al gobernador D. Esteban; y habiendo venido el padre
comisario con ellos y entregándoselos, murió el general
D. Diego de Vera poco después por el mes de abril
año de mil seiscientos cuarenta y ocho en el pueblo
de Petenecté donde quedó sepultado. El mismo año mu-
rió con la peste el gobernador D. Esteban en Mérida;
con que no se prosiguió aquella pacificación, aunque lo
está solicitando en el consejo el maestre de campo D. Pe-
dro de Azcárraga su hermano como heredero del derecho
que á ella tenia. Quedóse el padre comisario en la provin-
cia, y volviendo el P. Elizondo de Guatemala con qui-
nientos pesos, era yá muerto el general, y así se hizo
entrego de ellos á su mujer, que poco después murió en
la ciudad de Chiapa. El P. Elizondo se vino á la pro-
vincia, y habiendo vivido hasta veinte y nueve de ene-
LIBRO DOCE. 605

ro del año de seiscientos cincuenta, pasó á mejor vida


en la enfermería del convento de Mérida.
Los indios del Próspero todos traen las orejas hora­
dadas y las narices; en éstas puesta una vainilla cloro­
sa ó rosa, y en aquellas encajado un palo labrado. To­
do el cuerpo hasta la cintura rayado en forma de jubón
muy gayado, y de la cintura abajo rayada una figura
de balones, y andan desnudos. Traen cabelleras largas,
y recógenlas mas aseadamente que las mugeres, con
tocados curiosos acayrelados de pluma. Las mujeres
traen unas enaguas cortas, bien ajustadas y blancas des­
de la cintura á la media pierna, y son de tela de al­
godón. En las narices usan lo que los varones, y los
tocados parecen mal porque son grandísimos, y no usan
cintas sino que los cogen con hilo torcido de algodón.
No tienen todos los indios ídolos, solo el sacerdote
de ellos los tiene, y no le ayudan á la administración
de sacrificios y oblaciones mas de tres personas. Un
indio que llaman Ahkulel que sirve de maestro de ce­
remonia, otro á quien llaman Adkayom, y una donce­
lla que tortea pan, que ha de ser hija de uno de éstos,
dedicada á este solo ministerio. Ofrecen á sus ídolos
hombres y mujeres á quien después se comen, no han
de ser éstos sacrificados de su nación de los del pueblo,
sino forasteros á los cuales en cogiéndolos los estacan,
y antes que mueran les sacan el corazón que ofrecen
al ídolo. A falta un perrillo, que también se le co­
men. Todos los indios van siempre á la adoración del
ídolo: las mujeres no se hallan presentes, sino sola la
doncella que hace el pan á los ministros del demonio.
A l indio ó india que cogen en adulterio acusan an­
te el sacerdote, y él los sentencia. A la india la a­
marran lejos fuera del pueblo á un palo en parte que
haya mucha piedra, y allí va todo el pueblo. El sa­
cerdote toma una piedra grande y se la echa sobre e­
ila, y tras él otra su marido de la adúltera; y si el que
том. и. ,% 77
606 HISTORIA DE Y U C A T A N .

pecaba con ella era casado, su mujer de éste le echa


otra; y así va siguiendo todo el pueblo hombres y muje-
res hasta que la dejan cubierta de piedras. A l varón
le amarran á otro palo, y el sacerdote le tira una flecha
al corazón y el agraviado otra, y luego todo el pueblo.
Después saca el marido de la adúltera el cuerpo de en-
tre las piedras, le echa un lazo al cuello y la lleva ar-
rastrando lejos, donde dejan el cuerpo sin sepultar pa-
ra que lo coman fieras, y después se casan el marido
de la adúltera con la mujer del que le ofendía; y en
casamiento no acostumbra el varón tener mas que u-
na mujer, y la mujer un varón, y se quieren mucho
de ordinario.
Hay una nación de los serranos que llaman de ar-
riba, <que en muriendo la persona para sepultar el cuer-
po le doblan las piernas y ponen la cara sobre las ro-
dillas, líanlo muy bi*±n para que esté así, abren en tier-
ra un hoyo redondo, y pénenlo de suerte que quede co-
mo derecho. A l rededor le ponen mucha vianda, una
jicara, un calabazo con atole, salvados de maiz y unas
tortillas grandes de lo mismo que han llevado juntamen-
te con el cuerpo, y así lo cubren después con tierra.
L o restante de los indios los sepultan como nosotros,
pero con la vianda referida. El calabazo de atole di-
cen que es para que beba en el camino: los salvados
de maiz para dar á los animales que comió mientras
vivia porque en la otra vida no le hagan mal; y las
tortillas para los perros que mató y comió porque allá
no le muerdan. Con que se ve que no solo creen la
inmortalidad del alma racional, pero aun las de aquellos
brutos.
Hay muchas poblaciones que, según decían al padre
Fr. Simón, son mas que las que hay acá en Yucatán,
y hablan la lengua yucateca, sino es la nación que lla-
man Locén, que quiere decir aparta. Son de muchas na-
ciones diversas los que estaban con los religiosos, y sus
LIBRO DOCE. 607

comarcanos los locenes, los de Cinchil, los de Mo-


pan, los lacandones, los ahcibes, los canules, tulunquies,
cehaohes, chinamitas y itzaes. Un indio fiscal de Noh-
há habia estado tres ó cuatro veces con los de Locén,
y decia que son los indios y indias mas blancos que
esotros, y de buenas caras, que son siete ó ocho pobla-
ciones, y la principal que se llama Locén tenia ocho-
cientas casas, y confinan con los lancadones, y que traian
cuentas de oro al cuello. El idioma que éstos hablan
se llama lengua chol. Tienen las casas embarradas co-
mo estos de Yucatán, y así tienen gran nombre entre
aquellas naciones de mas políticos, porque ellas no cu-
bren con tierra el embarrado con que cercan la casa.
Por aquellos montes hay muchos edificios antiguos
grandiosos (como los que hoy se ven en Yuca-
tan) y en ellos muy grandes ídolos de piedra.
Todas estas naciones hacen sal de una palma que
llaman xacxam, y es de la forma y tamaño del ár-
bol llamado guanoqueman, el tronco verde de la palma; y
de aquella ceniza remojada como la de la legía, cogen
el agua y la cuecen, de que sale una peya de sal que
es muy mordicante, y Jos religiosos la comian porque
la usaban los indios con quien estaban en Nohhá.
La tierra es de montes llanos v sierras, rios y lagu-
nas, muy fértil, que da dos cosechas de maiz al año, y
todo él frijoles y chile. Hay mucha miel y cera en los
árboles de los montes á cada paso y muy grandes ar-
boledas de cacao bueno, aunque las cultivan poco. Có-
gese gran cantidad de achiote y tabaco muy bueno, por-
que lo cultivan y gastan de él. Hay árboles muy gran-
des de bálsamo cuya corteza es de buen olor para sa-
humerio y medicinal para curar cámaras de sangre.
Mucho copal por todos los montes y pimienta como la
de Tubasco, majas que se echan en el chocolate, y vai-
nillas de las olorosas para él, y muchas bellotas, por
que hay encinas, robles y piñales muy grandes, Hay
608 HISTORIA DE YUCATÁN.

todas las frutas que en Yucatán y con mas abundan-


cia, y en especial muchas pinas y capulíes y cañave-
rales gruesísimos. No tienen animal doméstico de los-
nuestros sino es el perro: de los demás comestibles nin-
guno, pero mucha caza de monte, puercos de los que
tienen el ombligo en el espinazo, venados, cabras mon-
teses que son muy bermejas pero pequeñas. Hay mu-
chos leones y antas, y á estas llaman tuultzimin, y
otras especies de animales, águilas, guacamayos verdes
y todas las aves y pájaros que hay en Yucatán.
Viniendo el padre Fr. José Gordo de Chiapa de
ordenarse, le salieron, al camino á decir deseaban ser
cristianos, pero que no habían de ir españoles, y que
en señal de ello tenían guardada la campana. Y el
año pasado de cincuenta y cinco vinieron unos á Pete-
necté, y á cuatro de mayo escribieron una carta á los
padres comisario y Gabaldá, dirigida por mano de Si-
món Rodríguez, pidiéndoles encarecidamente que fuesen
allá; pero habiéndoles respondido, y juntamente escotó-
les el R. padre provincial Fr. Juan de Olano que irían
pasadas las lluvias, que les atasen casa y volviesen á
escribir, porque no saldrían de otro modo, para conocer
las veras conque lo pedían; nunca han respondido, an-
tes se han retirado mas que solian. El padre comisa-
rio dice que tiene por cierto no serán cristianos, si no
entran á sujetarlos las armas del rey nuestro señor á
cuyo nombre, cuando le oian, dice el padre Fr. Simón
en su relación que hacian gran acatamiento.
LIBRO DOCE. 609

CAPITULO OCTAVO.

Del obispo D. Marcos de Torres y Rueda, y gobierno de


D- Esteban de Azcárraga.

Por la promoción del señor D. Juan Alonso de O-


con al obispado del Cuzco, presentó S. M., que Dios
guarde, al Sr. Dr. D. Marcos de Torres y Rueda, ca-
nónigo magistral de la Santa Catedral de Burgos, para
obispo de esta de Yucatán. Llegó á Campeche por el
mes de noviembre, año de mil seiscientos cuarenta y
seis, y desde alli envió su poder al Br. Alonso de O-
jeda, canónigo de Mérida, para que tomase la posesión
de este obispado en su nombre, como lo ejecutó á los
nueve dias de aquel mes, y en él llegó su señoría á
la ciudad de Mérida. Aunque estuvo en este obispado
poco tiempo, visitó mucho de él personalmente, y quiso in-
troducir que por visitar los libros de casamientos y bautis-
mos que tienen los doctrineros regulares le diesen una can-
tidad que por señas dio á entender que no era mal besa-
manos. No se le concedió, como cosa que no parecía
justa; pero en todos los conventos se le hizo hospi-
cio dentro de la clausura, regalando á su señoría y á
su familia cuanto fué posible.
Estaba suspensa la declaración que el señor obispo
Ocon había hecho contra el padre guardián de Hunuc-
má, fijándole por público descomulgado (como se dijo),
y habiéndome nombrado la provincia procurador para la
decisión, presenté testimonio de cómo no era doctrinero
cuando fué declarado por descomulgado. Constando por
él al señor obispo con certidumbre jurídica lo que pa-
saba, declaró por su auto cómo dicho padre guardián
no habia estado incurso en la descomunión contenida
en el edicto por no tener cuando sucedió ministerio de
cura ni otro alguno por que fuese sujeto á la jurisdic-
ción de su antecesor.
610 HISTORIA DE YUCATAN.

Gobernando estaba este su obispado el señor obis-


po cuando sucedían las discordias que hubo en la Nue-
va España entre el excelentísimo señor conde de Sal-
va-tierra, virey, y el señor obispo de la Puebla D. Juan
de Palafox y Mendoza. Promoviendo S. M. (que Dios
guerde) al virey para el gobierno del Perú, libró su
real cédula para que nuestro obispo de Yucatán gober-
nase la Nueva España, siendo presidente de la real au-
diencia de México en el ínterin que venia virey nom-
brado por S. M. En la flota del año de cuarenta y
siete llegó esta cédula, que la trajo á Mérida un capi-
tán, y pidiéndole albricias de la merced que le venia,
no lo creia, hasta que sacando el pliego y dándosele
se certificó que era así. Anduvo tan corto con el ca-
pitán que dio harto que decir cuando se entendió
le hiciera un favor crecido correspondiente
á la merced que el rey le habia hecho; que como dijo
muchas veces después, nunca llegó á su imaginación ver-
se en puesto semejante, y que no sabia cómo el rey le
habia dado cosa tan grande. Publicóse la nueva, y to-
dos acudieron á darle el parabién de la merced recibi-
da. E l gobernador le puso una compañía de cuerpo
de guardia, y su señoría aumentó su familia con algu-
nos criados, aunque pocos para dignidad tan grande
como en la que estaba. A treinta de setiembre de a-
quel año salió de Mérida dejando el gobierno por su
ausencia al cabildo eclesiástico.
Llegó á la Nueva-España y tardó algún tiempo en
tomar posesión del gobierno porque no luego salió el
señor conde de Salva-tierra. Lo que en el tiempo de
su gobierno sucedió, los escritores de aquel reino lo di-
rán en sus historias. Solamente digo que se decia en-
riqueció mucho; pero en medio de aquella prosperidad le
dio la enfermedad de que murió. Reconocieron la gra-
vedad de ella los médicos, y se dijo no quería creer
el peligro, hasta que el mismo achaque se le hizo en-
LIBRO DOCE. 611

tender, aunque no le quedó tanto tiempo como pare-


cía necesario para disponerse á morir persona de quien
estaban dependientes tan graves y diversas materias. Dios
nos dé su gracia para tal hora, pues cuanto mayores
son las dignidades, tanto mayor será el estorbo para pa-
sar con quietud á la vida eterna. Fué su muerte el
año de mil seiscientos cuarenta y nueve, y se decla-
ró la sedevacante de este obispado á primero de junio de
aquel año. Gobernó el cabildo eclesiástico hasta quince de
mayo del de cincuenta y uno. Era gran teólogo, y habia si-
do colegial del colegio de Santa Cruz de Valladolid, de que
se preciaba mucho y con razón, pues de él han salido tan
grandes varones que en lo eclesiástico y secular han ocu-
pado los mayores puestos de la monarquía. Luego que
llegó instituyó que cuando algún enfermo estuviese en lo ül/
timo de su vida, se hiciese señal con la campana mayor para
que le encomendasen á Dios, costumbre que se observa.
Por muerte del gobernador .Francisco Núñez Melian,
dio el rey este gobierno al maestre de campo D. Es-
teban de Azcárraga, caballero de la orden de Santiago.
Hízole la merced en Maranchon á catorce de marzo de
mil seiscientos y cuarenta y cinco años. Era este ca-
ballero natural de la provincia de Guipúzcoa, y habia
servido en las guerras desde el año de veinte y uno,
y actualmente en las de Cataluña donde era maestre de
campo. Hallóse en la batalla de donde salió tan herido,
que estuvo tenido por difunto. Juntamente con el go-
bierno le dio su majestad la cruz, que recibió en Es-
paña, y profesó en esta tierra en el colegio de la com-
pañía de Mérida. A cuatro de diciembre de dicho año
de cuarenta y cinco fué recibido en la ciudad, y gober-
nó hasta ocho de agosto de mil seiscientos cuarenta y
ocho años que murió en la peste que hubo. Fué su
teniente general D. Juan de Aguileta, abogado de la
real audiencia de México desde once de marzo de mil
seiscientos cuarenta y siete.
612 HISTORIA DE Y U C A T A N .

Como tenia tanta práctica en la disciplina militar,


ordenó todo lo tocante á ella con gran disposición, y
porque halló instituido oficio de maestre de campo (que
no le hubo hasta Francisco Núñez JMelian) y no ha-
bía las compañías de infantes que forman un tercio, ins-
tituyó otras cinco, una de arcabuceros mulatos
y cuatro de indios piqueros. Enseñóles á hacer
cuerpo de guarda y recoger sus banderas como
hacen los españoles, que daba gusto después ver la bue-
na orden con que lo obraban, y cuando se formaba es-
cuadrón en los alardes generales, cómo acudian á sus
puestos donde quedaban guarnecidos con los infantes
arcabuceros. El último que hizo fué muy para ver, por-
que formó en la plaza mayor un castillo á quien puso
cerco, y fué atacado como se hubiera de hacer si ver-
daderamente fuese de enemigos. Últimamente le asalta-
ron, y después ' de combatido y aprisionada la guarnición
que le defendia, le puso fuego; con que se abrasó y
tuvo la ciudad una tarde muy regocijada.
El tiempo que gobernó tuvo á los vecinos en mu-
cha paz y sosiego, aunque tuvo disgusto con los ofi-
ciales reales sobre la distribución de las ayudas de cos-
ta que da el rey á muchos que no alcanzan encomiendas.
Era temeroso de Dios y persona de conciencia ajustada,
y muchas veces me dijo se holgara mas le hubiera dado S.
M. con que pasar en su casa muy moderadamente,
ó que le ocupase en otro puesto donde se manejasen
las armas, que cuantos gobiernos había, porque le daba
cuidado si lícitamente granjeaban lo que por acá se sa-
caba con ellos. Era muy dado á la veneración del cul-
to divino, no faltaba á sermón que se predicase, y se
holgaba que en ellos los predicadores advirtiesen lo que
concernía al bien público. A mí me dio en una oca-
sión gracias por haberlo hecho, y me admiró mas, por-
que supe no faltó quien quisiese con lo que le dijo
que no me tuviese buena voluntad; pero respondióle
LIBRO DOCE. 613

que el pulpito era lugar donde se predicaba la doctri­


na evangélica, y que se habia dicho con la modestia y
decencia que el lugar pedia; que si habían de predi­
carse copias de romances. Puso los medios mas convenien­
tes que pudo, y el que lo dijo se apartó de allí confu­
so. Veneró mucho á los eclesiásticos, y era limosnero
especialmente con los conventos. Dolíale mucho la po­
breza del de las madres religiosas, y así las acudía con
cuantos regalos podia. Porque el convento no tenia vis­
ta al campo, les hizo un mirador sobre la capilla ma­
yor de la iglesia, con que tienen algún divertimiento.
En las casas reales hizo un antecorredor muy grande
que las hermosea y sirve de reparo contra el calor del
sol para que habia una ramada de paja que las afea­
ba, y aun con ella peligraban por razón del fuego.
Por principios del año de cuarenta y siete vino á
esta tierra un juez delegado del Sr. D. Marcos Ramí­
rez, obispo de Michoacan y comisario general de la Santa
Cruzada, á visitar los ministros de ella en este obispado.
Acabándosele el término de su comisión repartió las costas
y salarios entre los que dijo resultaban culpados. Pro­
cedía contra ellos con censuras porque no los pagaban, y
ocurrieron al gobernador alegando contra el juez ex ce­
ceso de su comisión, y el gobernador lo remitió á su
teniente general, que por un auto declaró exceder el
juez de su comisión, y envió al alguacil y un escribano
que sin autoridad de juez eclesiástico alguno quitaron
de la tablilla que estaba dentro de la Santa C atedral el
papel en que estaban declarados por descomulgados. Pro­
veyó el obispo que no fuesen admitidos los tales á los
oficios divinos y comunicación de los fieles como públi­
cos descomulgados que eran^ pero hubo tales demostra­
ciones públicas sobre el caso, que se hubieron de tole­
rar y admitir por conservar la paz pública, sin mas ab­
solución que haberlos quitado el teniente de la ta­
blilla. Notorio fué esto á todos los que viviamos en
том. п. 78
614 HISTORIA DE YUCATAN.

la ciudad de Mérida, y después en toda esta tierra.


Túvose noticia en el real consejo de las Indias de
este suceso y otras cosas contenidas en una real cédula
fecha en Madrid á 10 de junio del año siguiente de
cuarenta y ocho, y dudando S. M. y aquellos . señores
hubiesen gucedido como se dicen, habiéndolas referido
se dice luego: " Y habiéndose visto en mi consejo real
de las Indias, como quiera que se fia de vuestra aten-
ción habréis procedido en los casos referidos (viene di-
rigida la cédula al gobernador) como se debe y tenéis
obligación, sin permitir que en ninguno por vos ni por
vuestro teniente se alteren los términos del derecho; to-
davía ha parecido advertiros lo mucho que conviene tem-
plar las acciones en todos los casos. En los de justicia
administrándola con igualdad y conforme á derecho, y
en los de gobierno con aquella prudencia que se fia de
vos. Empero en los casos eclesiásticos debéis atender
mucho á proceder con aquel respeto y veneración que
es justo, teniendo mucha cuenta con procurar que con
vuestros ejemplos todos lo hagan así, sin interponeros en
limitar á los jueces eclesiásticos su jurisdicción, pues u-
sando de la vuestra en lo que permiten las leyes, ha-
béis de conservar la obediencia espiritual á la iglesia y
sus ministros, y la inmunidad con toda veneración. Te-
niendo entendido que en hacerlo así después de cum-
plir en ello con vuestra propia obligación, me daré por
servido. Y si fuesen ciertas (lo que no se cree) las co-
sas que se dicen de vuestro teniente, convendrá poner
en ello la enmienda que mas convenga á mi servicio y
satisfacción de la causa pública. Y así os mando que
lo hagáis, porque de lo contrario, de uno y de otro me
daré por deservido y mandaré poner en todo remedio
eficaz &c." Un mes después de librada esta cédula
en Madrid, murió en Yucatán el gobernador á quien ve-
nia dirigida; pero aunque la real voluntad está con-
firmada por tantas cédulas declarando su católico sen-
LIBRO DOCE. 615

timiento, pocas veces se ofrece causa con eclesiásticos


que se proceda con la templanza y moderación que
se ordena Quiera Dios que las fatigas que los enemi-
gos dan á estas tierras, no sean castigo de su Divina
Majestad por algunas cosas que sucedan, pues las divi-
nas letras nos declaran cuánto siente el menosprecio de
sus sacerdotes. ¿Qué será si es hecho con pretexto de la
autoridad real, siendo tan contra ella? por lo menos des-
de entonces solo se han visto en esta tierra calamida-
des y desdichas, que se referirán hasta el fin de estos
escritos, aunque solo Dios sabe la verdadera causa
de ellas.

CAPITULO NOVENO.

Cómo fueron traídas reliquias de S, Diego de Alcalá á


.Mérida, y algunos de los milagros que han hecho.

Los vecinos de la ciudad de Mérida han tenido y


tienen especial devoción á nuestro glorioso S. Diego,
que llaman comunmente de Alcalá de Henares mi pa-
tria, y así le habían hecho capilla en la iglesia de nues-
tro convento en la mejor forma que la fábrica de ella
dio lugar, abriéndola en el muro al lado del evange-
lio. Púsose en ella un retablo de ensamblaje, fábrica
de un gran maestro español, y se iluminó al fresco lo
interior. Tiene en el medio una imagen del santo, de
escultura de talla entera, casi estatura de hombre, y es
muy devota. Por lo exterior le pusieron su reja de hier-
ro con coronación, uno y otro matizado, y una lámpa-
ra grande de plata, cuyo gasto de aceite sustentan los.
devotos; El arco por la parte exterior se adornó con
basas, columnas, capiteles y extremidades de piedra la-
616 HISTORIA DE YUCATAN.

brada, y para memoria de que fué común devoción de


todos, y no singular afecto de algún devoto, dejaron so-
bre la cornisa que ciñe el arco un rótulo que dice: Es-
ta capilla y santo es de toda esta ciudad de Mérida. Hí-
zose este retablo y doróse esta capilla con limosnas de los
conventos y devotos el año de 1612. No les ha faltado
ocasión para ser tan devotos con el santo, porque in-
numerables que en sus enfermedades y otras necesidades
del auxilio divino se han valido de su intercesión, han
alcanzado de la divina clemencia muchos beneficios,
que atribuyen (con ánimos agradecidos) á los méritos
de este glorioso santo.
Faltaba á la católica piedad con que le veneran
reliquia de su santo cuerpo, y dióla nuestro Señor sin
esperarse. Habia ido á los reinos de España el
R. padre Fr. Antonio Ramirez, como custodio de esta
provincia, al capítulo general de Ja religión, que se ce-
lebró en Toledo el año antecedente de cuarenta y cin-
co; y cuando hubo de volver trajo un dedo y un pe-
dazo considerable de la carne del cuerpo del santo con
letras testimoniales de los prelados generales cómo son
del santo, y ellas mismas lo manifiestan. Habiendo lle-
gado á Mérida fué grandisísimo el gozo de toda la ciu-
dad luego que se supo, y se les hicieron dos relica-
rios de plata dorados en que ponerse. Elegido para la
colocación de ellas en su altar el dia de la festividad
del santo, doce de noviembre de mil seiscientos cua-
renta y siete años, la víspera- por la noche
hicieron los ciudadanos una máscara muy lucida, pa-
seando las calles de la ciudad con muchas luces, y ha-
biendo en ellas muchos fuegos, y á éstos correspon-
dían los artificios de pólvora que en el patio de nues-
tro convento (donde estaban las santas reliquias) se
quemaron cuando llegó la máscara á hacer festejo á los
religiosos. Por la mañana se llevaron á la Santa Cate-
dral donde estuvieron en el altar mayor patentes hasta
LIBRO DOCE. 617

que fué hora de ordenarse la solemne procesión con


que fueron llevadas al convento. El concurso de gente
para ella fué de los mas numerosos que en aquella
ciudad se han visto. Acompañáronla el venerable cabil-
do eclesiástico y el secular, y aquel para mas manifes-
tar así la devoción del santo como el afecto á la re 1

ligion, cantó la misa aquel dia en nuestro convento, y


así fueron las dignidades revestidas, llevando patentes las
santas reliquias en sus manos y con piadosa humildad
confesándose dichosos por tenerlas en ellas. Asistió to-
da la nobleza de la ciudad, dando bien á entender con
el lucimiento de galas que sacaron aquel dia, el con-
tento de sus ánimos imitándolos la gente de menos por-
te en cuanto les fué posible
Las calles por donde hubo de pasar la procesión
estuvieron muy adornadas como la piedad católica a-
costumbra ponerlas para semejantes actos, y los suelos
de ellas llenos de flores (que las hay diversas en es-
ta tierra lo mas del año) y yervas olorosas. Procedió-
se desde la Santa Catedral á nuestro convento, de don-
de salieron algunos religiosos con cruz alta y preste
á recibir la procesión. Dióse principio á los oficios di-
vinos, habiéndose traido para celebrarlos todos los mas
diestros cantores y instrumentos de la provincia, que
juntos con los músicos de la Santa Catedral los ofi-
ciaron. Predicáronse las maravillas y méritos del san-
to, y acabada la misa, para consuelo de les asistentes
se bajaron las reliquias de lo eminente, donde estuvie-
ron colocadas, para que las viesen todos de cerca y
venerasen puestas las rodillas en tierra, besando los re-
licarios, y poniéndolos sobre sus cabezas con devoción
grande. Duró tanto tiempo este católico acto de vene-
ración, que fué necesario mudarse algunas veces los sa-
cerdotes que las tuviesen. Concluido fueron colocadas
en un sagrario que el altar tenia hecho desde su princi-
pio, que parece previno en él la Providencia Divina lu-
618 HISTORIA DE YUCATAN.

gar de custodia tan propio y á propósito donde se ob-


servasen como pudo ejecutar el afecto después de traí-
das. A la tarde de aquel dia festejó la ciudad toda
la nobleza de ella, saliendo á caballo por sus calles con
muchas galas, corriendo parejas en las principales y en
la plaza mayor, y solos y haciendo escaramuzas y otras
agilidades, en que los hijos de esta tierra son diestros.
A l siguiente se corrieron toros en la plaza mayor pa-
ra alegrar la ciudad, y manifestar mas el regocijo que
con las santas reliquias se tenia.
;
Aumentóse la devoción del santo con la posesión
cierta de ellas, y Dios nuestro Señor dio nuevos mo-
tivos á los fieles de esta tierra para que la tuviesen, o-
brando desde luego nuevas maravillas. Tan presto fué
en sus misericordias, que un dia de la octava de la
misma fiesta, hallándose una mujer tan tullida que no
podia andar sino con ayuda de dos muletas, viéndo-
se en lo natural destituida de remedio, se acogió
al divino con mucha confianza. Tratábase aquellos
dias en muchas conversaciones de los milagros que
nuestro Señor habia hecho en diversos tiempos con
los que ponían por su intercesor á nuestro glorioso
San Diego para conseguir remedio en sus necesidades.
Siendo tan grande la de aquella mujer, propuso con
mucha fé de recurrir á su altar y hacer oración en él
con la asistencia que comunmente llaman velar al san-
to ó novenas. Ejecutólo, y el santo pagó la devoción
tan á letra vista que se halló con entera salud,
y sin necesidad de las muletas con que á ella vino.
Dio muchas gracias á nuestro Señor, y haciendo noto-
rio este beneficio dejólas muletas en memoria de él,
y volvió á su casa con el contento que imaginarse
puede.
El dia octavo del mes de junio de aquel año si-
guiente se pudo tener por memorable en la ciudad de
Mérida, pues fueron en él las afluencias de la divina
L I B R O DOCE. 619

misericordia tan copiosas con la invocación del santo,


que á no dimanar de la Providencia divina, pareciera
que en él le iba por tema al santo hacer ostentación de lo
mucho que sus ruegos valen en la presencia divina.
Habia en la ciudad muchos enfermos de diversas en-
fermedades, y algunos enviaron al convento poruña de las
reliquias del santo para alivio y consuelo del dolor que
les ocaeionaban sus achaques. Salió con ella el P. lec-
tor Fr. José de Orozco, el cual me afirmó haber suce-
dido consecutivamente estas maravillas. Llegó en casa
del capitán Diego de la Cerda, donde al parecer era
la necesidad mas urgente por estar su mujer Da. Ca-
talina Dorantes muy peligrosa de un flujo de sangre re-
pentino. Habia acudido el médico con todos los auxilios
que su ciencia le dictaba, y no hacían efecto alguno.
Continuaba la evacuación de la sangre con tal ímpetu,
que no era posible vivir mucho perseverando tan cruen-
ta violencia. Entró la reliquia del santo por su casa
sosegando aquella desventura, porque desde luego que
la adoró y se encomendó Ja enferma á él teniéndola
en sus manos, comenzó á minorar la violencia del a-
chaque, y al dia siguiente quedó del todo sana de en-
fermedad tan peligrosa.
Vivia en una casa inmediata á la referida el sargen-
to mayor D. Gaspar de Ayala, casado con Da. Fran-
cisca Mariana Dorantes, hermana de la enferma que se
ha dicho, y esta otra señora lo estaba de un tumor en
la garganta, que le daba mucha pena. Encomendó-
se con mucho afecto al santo, y tocándole la reliquia
al tumor, fué Dios nuestro Señor servido que desde
entonces se empezó á resolver, y el dolor que con él
tenia á minorar, y sanó muy en breve. Vinieron desV
pues ambas, agradecidas al beneficio que del santo ha-
bían recibido, á visitarle en su capilla, asistiendo en
ella un dia á dar gracias á la Majestad Divina. "
Habia adolecido un niño de tan tierna edad que;
620 HISTORIA DE YUCATÁN.

aun mamaba, llamado Francisco de Castro, hijo de


Gabriel de Castro y Da. Juana de la Cámara, vecinos
de Mérida, Crecía al paso de la enfermedad el senti-
miento de los padres por ser el primero y único que
Dios les había dado, y porque aunque el niño seque-
jaba, no podia decir el dolor que tenia. Dióle un ac-
cidente de calentura, con que al parecer estaba en los
últimos alientos de la vida. No acertaba la afligida ma-
dre, aunque con consejo del médico, á hacerle remedio
alguno, y menos cuando en el excremento natural co-
noció estar echizado según las cosas que expelía. Fué
verdad según se averiguó después, porque una india que
le daba el pecho (y llaman en esta tierra chichigua) por a-
cortar el tiempo de la crianza le habia dado con que murie-
se lentamente. Viendo, pues, aquella señora tan sin reme-
dio humano á su hijo, habia pedido al dicho P. lector
llevase la reliquia de S. Diego. Acordándose la llevó
y púsosela al niño sobre su delicado cuerpecito, y jun-
tamente la madre con todas veras rogó al santo le al-
canzase salud. No salió vana la esperanza que en el
tuvo, ni sus oraciones dejaron de conseguir lo que a-
fectuosa pedia. Sintióse mejor el niño, y sanó en tan
breve tiempo que causó admiración, y tenida la salud
por milagrosa, vino después la madre á dar gracias al
santo asistiendo en su capilla. Y porque otras mara-
villas piden otro capítulo, las referiré en el siguiente.

CAPITULO DIEZ.

De otras maravillas que nuestro Señor ha obrado por los


méritos de San Diego.

No se acabaron los beneficios divinos de aquel dia


octavo con los referidos. Estaba Da. Juana Benites, na-
LIBRO DOCE. «21

tural de las islas de C anaria, con notables angustias


de mal orina porque en tres dias no habia hechü eva­
cuación alguna, y le parecía querer reventar. No obra­
ban las medicinas, y encomendándose al santo, rogó le
trajesen la reliquia. Llevóla el dicho padre lector, y
poniéndola sobre la enferma, fué tanta la evacuación
que hizo, que admiró á todos los presentes, y dio nue­
vos motivos para las divinas alabanzas y mayor devo­
ción para con el santo. Estas cuatro me dio anotadas
de su misma letra el dicho padre lector, y las guardé
para este lugar porque entonces inquiría escritos para
formar los de esta historia. Sea Dios bendito por la vi­
da que para ello me ha dado.
Después de lo referido, Doña Francisca Paula, na­
cida en España y vecina de la ciudad de Mérida
en esta tierra, enfermó de dolor de costado según pa­
reció al médico. Aumentóse tanto el achaque, que re­
cibidos los Santos Sacramentos llegó, según el. juicio del
médico, á estar en el último peligro de la vida. Era
á prima noche, y aunque parecia hora desacomodada,
envió á rogar le llevasen la reliquia del santo. Estu­
vieron un rato los religiosos con la enferma para que
se consolase, presente la reliquia, y volvieron con ella al
convento. Fué nuestro Señor servido que desde enton­
ces comenzó á mejorar y sentir alivio del dolor, y en
breve tiempo consiguió salud perfecta, atribuyéndola á
beneficio divino por intercesión del santo á quien des­
pués fué á dar gracias en su capilla.
Magdalena C ortés, vecina de la misma ciudad, ado­
leció de cámaras de sangre, y viéndose en riesgo ma­
nifiesto de la vida por ser el achaque muy peligroso en
esta tierra, se encomendó al santo, confiando mas de su
socorro que de las medicinas naturales, y tocando su
reliquia alcanzó salud, en su opinión conseguida por me­
dio del santo según ella misma dijo inquiriendo yo es­
tas maravillas por mandato de la obediencia porqué las
том. п. 79
622 HISTORIA DE YUCATÁN.

pudiese certificar para mayor gloria de Dios y del ben-


dito santo.
El padre Fr. Luis de la Serna, lector de teología,
enfermó de un flujo de vientre, que al principio se pu-
do curar con leves medicinas, y por no hacerlo llegó
á ponerle en el último término de la vida, corrompido
con una mortal disenteria, y así hubo de recibir todos
los Sacramentos por orden del médico. Congojóse
(aunque conforme con la voluntad de Dios) vién-
dose morir en la mas florida juventud y recien venido
de España, Habiamos los dos pocos dias antes tratado
en conversación que parecía que los santos de nuestra
orden tenían tanto de liberales en hacer milagros con
los seculares, como de escasos para con los religiosos que
se encomendaban á ellos, y en particular se trató de S.
Diego. Con la ocasión de la materia conferimos en qué
consistía ser un suceso milagroso rigorosamente, y re-
sultó dijésemos, que algunas cosas sucedían que se a-
tribuian á milagros de algunos santos que podian por di-
versas causas haber naturalmente sucedido. Parece que
aunque esta materia la discurrimos con la veneración
que á los santos como católicos debemos, quiso la Majestad
Divina poner en aquel punto al dicho padre lector para
manifestarnos la verdad de la doctrina del apóstol que di-
ce: Hizo Dios elección de lo que el mundo juzga por igno-
rancia para confundir á los que se tienen por sabios y
destruir con ella la sabiduría humana para que el hom-
bre no tenga de que gloriarse en su presencia. Vién-
dose el enfermo, pues, en tan extrema necesidad y peli-
gro que por instantes se temía espirase (según decia el
médico) recurrió al auxilio divino por intercesión del glo-
rioso S. Diego cuya reliquia pidió con fervoroso afec-
to le trajesen. Lleváronsela á la cama y recibióla en
sus manos encomendándose al santo con todas veras,
y también á la santa imagen de nuestra señora de I-
zamal tan celebrada en esta tierra. Fué Dios nuestro Se-
LIBRO DOCE. 623

ñor servido que á poco rato se sintió con mejoría y tuvo


alguna gana de comer que totalmente le faltaba: comenzó á
minorar la mortal fiebre de calentura que tenia y la disen-
teria que la causaba: durmió algo aquella noche y al
dia siguiente, aunque quedó muy flaco y debilitado,
se halló libre de tantos accidentes mortales como le
aquejaban, y esto sin haber intervenido medio humano
ni remedio natural alguno á cuya actividad se pudiese
atribuir tan milagroso efecto; de que á Dios nuestro Se-
ñor, á su bendita madre y al glorioso S. Diego dio las
debidas gracias, no. dejando la reliquia del santo casi
de sus manos hasta que pudo levantarse de la cama,
ni después déla celda hasta que estuvo ya con fuer-
zas para salir de ella. Otros muchos beneficios se ha-
brán conseguido, porque es tal la devoción que al san-
to tienen, que apenas peligra enfermo en Mérida que
no pida la reliquia del santo para consolarse.
En la iglesia de nuestro convento de Campeche ha-
bía altar de este glorioso santo, con quien los vecinos
tenían gran devoción. En viéndose en alguna necesi-
dad le quitaban un rosario que tenia, y solían llevarle
á los enfermos con quienes se dice sucedieron muchas
maravillas. A Da. Juana Natera, vecina de la dicha
villa, le dio un aire que la embaró la garganta, y envió
por el rosario del santo, que no hallándole con él, fué
necesario buscarle de casa en casa por toda la villa. Ha-
lláronle, y llevándosele se le puso al cuello y sanó.. Pa-
decía esta señora enfermedad de flujo de sangre, y ex-
perimentado lo que le habia sucedido en el cuello, se
puso el rosario en la cintura y cesó-también, con que fue-
ron á un tiempo dos los beneficios recibidos. A otro
dia fué á nuestro convento á dar gracias al santo, y
en su altar le dijo una misa el padre Fr. Martin de
Salazar, predicador conventual que era deL convento, y
cuando esto traslado custodio actual de esta provincia, que
me lo refirió así cuando anoté lo demás que tengo dicho.
684 HISTORIA DE YUCATÁN.

En este pueblo de Tekax hay dedicada á este glo-


rioso santo una ermita ( de que yá se dio, razón en el
libro cuarto) y en ella una imagen suya de escultura
de talla como de altor de una vara, con quien tienen
gran devoción los indios y aun los demás españoles del
territorio, y se celebra el dia de su festividad con mu-
cho concurso así de religiosos como de seculares. Ha
obrado nuestro Señor por ella algunas maravillas, y aun-
que la siguiente está dada á la estampa, como de esta
santa imagen la referiré aquí. Cuando le labraban la
•capilla de bóveda de piedra en que ahora está, anda-
ban muchos muchachos sacando una tierra blanca que
se llama sahcab en esta lengua de los indios, y sirve
para mezcla con la cal en los edificios. Con la conti-
nuación de la saca se hacen cuevas hondas que las mas
veces quedan cubiertas de grandísimos peñascos que tiene
lo mas de la superficie de este reino como yá se ha dicho
en otra parte. En la ocasión pues sacaban el sahcab de una
algo profunda, y permitió Dios para ser alabado en su
santo que se hundiese todo lo superior sobre treinta ó
treinta y tres muchachos indizuelos de los que sacaban
la tierra para la fábrica de la capilla. Quedaron los
muchachos sepultados no solo debajo de la tierra, sino
sobre ellos grandes peñascos y así estuvieron tres dias
reputados por difuntos como naturalmente era forzoso.
Dando después orden de sacarlos oyeron hablar á los
muchachos. La admiración que causaría yá se vé, pues
fué necesario no solo quitar la tierra con que estaban
cubiertos sino muy grandes peñas y con muy gran tra-
bajo. Fué Dios servido que todos fueron hallados no
solo vivos pero sanos. Dijeron todos los muchachos que
S. Diego el que está arriba en la sierra, y para quien
se hacia la capilla, los habia librado para que no mu-
riesen, y que todos aquellos tres dias les habia traído
tortillas de maíz para comer y agua que bebían, con
que se habían sustentado. ¡ O misericordia de Dios, f
LIBRO DOCE. 626

cuántas maravillas hay juntas en esta!


En este mismo convento de Tekax (y digo este por-
que estoy morador en él cuando lo traslado) labrándo-
se una capilla que hay de la Soledad de nuestra Seño-
ra, estando indios sobre la azotea de aquella trabajan-
do, se vino un gran pedazo al suelo, cayendo tras él
trece ó catorce indios que quedaron medio sepultados
entre los cascotes y maderaje. Presumióse hubiesen
muerto algunos, y los vivos quedasen muy mal estro-
peados ; pero llegando á socorrerlos los hallaron a to-
dos vivos y sanos, y dijeron que su S. Diego el déla
sierra los habrá librado de tan manifiesto peligro.
Estando un indio llamado Francisco U z de este pue-
blo de Tekax (para hacer oración al santo á quien se
iba á encomendar) encendiendo unas candelas de cera
para poner en su altar, cayó un rayo que rompió lo
superior de la capilla y cercó al indio por todas par*
tes, no haciéndole mas daño que chamuscarle las pier*
ñas. Certificó el indio después que vio entonces sa-
lir la imagen del Santo del tabernáculo en que está,
y dar con la mano á la luz del rayo, y que la echó
por la puerta del occidente de la capilla dejando en e-
11a hecho un gran destrozo, y volvió al tabernáculo.
Aún no ha un mes que sucedió (cuando esto escri-
bo) que viernes doce de agosto dia de Sta. Clara como
entre las tres y las cuatro de la tarde, de una nube pequeña
(que parecia cosa muy poca) salió despedido un rayo que
rompió como el antecedente la bóveda de la capilla, maltrató
el altar del santo, y algunos cuadros de pincel que es-
tán por adorno en las paredes, los echó al suelo, pe-
netró á la sacristía y pasó otra pared de otra pieza
adelante, y en el cuerpo de la ermita atravesó la pa-
red, dejando en diversas partes manifiestas señales de
su violencia, y media torre de la ermita echada al sue-
lo. L o que mas admira es que estaba la imagen cubier-
ta con dos velos, y le arrancó y quemó el interior que
626 HISTORIA DE YUCATAN.

la tocaba, y dejó ahumada la diadema de plata que tie-


ne en la cabeza sin dejar señal alguna en toda la ima-
gen. Otras muchas maravillas ha obrado nuestro Se-
ñor por ella, y concluyo con. decir que estando el pa-
dre Fr. Diego Payan (que vino en la misión que yo,
y hoy es guardián del convento de Champoton) muy
al cabo de la vida y sin remedio humano, se encomen-
dó á esta santa imagen, y corporalmente le apareció es-
tando así en la cama enfermo, con cuya presencia re-
cibió el dicho padre gran consuelo, y á él se siguió la
perfecta salud, para memoria de lo cual está pintado el
suceso en un cuadro de pincel puesto en la capilla.
Bendita sea la Majestad Divina por tantos beneficios su-
yos.

.—_——o

CAPITULO ONCE.

Noticia que dio el rey de su casamiento con la reina


nuestra señora, Dios fos guarde.

Dispuso el rey nuestro señor, que Dios guarde, su


segundo casamiento, y honró á este reino de Yucatán
dándole noticia de él por su real cédula que dirigida
al gobernador decia así: " E L R E Y . Maestre de cam-
po D. Esteban de Azcárraga, caballero de la orden de
Santiago, mi gobernador y capitán general de la pro-
vincia de Yucatán, ó á la persona á cuyo cargo fuere
su gobierno. Habiéndose ajustado mi casamiento con
la Sra. archiduquesa Maria Ana mi sobrina, hija de
su majestad Cesárea y de la Sra. emperatriz mi herma-
na, que haya gloria, teniendo por cierto que ha de ser
para.mucho servicio de Dios nuestro Señor, bien de la
cristiandad y conveniencia de mis reinos, que es el único
LIBRO DOCE. 627

fin que tengo en todas mis acciones, os lo he., querido


avisar por lo que os habéis de holgar de tan acerta-
da resolución, pues en ninguna mas que esta puedo
mostrar el amor que tengo á mis vasallos. Dispondréis
se haga notorio á todos los de esas provincias, para
que lo tengan entendido. De Madrid á treinta de agos-
to de mil seiscientos cuarenta y siete años. Y O E L
REY. Por mandado del rey nuestro señor. Juan
Bautista Saenz Navarrete." Recibió el gobernador
esta cédula á diez y seis de junio de mil seis-
cientos cuarenta y ocho años, y al punto la
publicó con gran alegría de todos, rogándose á nues-
tro Señor por la vida y felices sucesos de nuestro pií-
simo monarca. Necesario fué tan gran contento como
el de esta nueva para tolerar las grandes calamidades
que desde aquel año ha padecido esta tierra; pero se-
ráme forzoso dar noticia de la celebración de un capí-
tulo provincial tenido el año antes.
Observábase en esta provincia alternativa en la re-
partición de los oficios, divididos por mitad entre los re-
ligiosos que han recibido el hábito en ella por una parte y
los que con él venimos de España por otra. Ahora se hu-
bo de ejecutar confirmada por el capítulo general de T o -
ledo celebrado el año de seiscientos cuarenta y cinco. Lle-
gándose el tiempo del de esta provincia, vino á visitarla el
reverendo padre Fr. Alonso de la Lima calificador del santo
oficio, padre y difinidor actual de la santa provincia
del Evangelio (que sucesivamente fué ministro provin-
cial de ella), comisario delegado del muy reverendo pa-
dre Fr. Buenaventura de Salinas y Oórdova comisario
general, de quien trajo autoridad para presidir el ca-
pítulo. Visitó la provincia con mucho consuelo de los
religiosos, y dispuso las materias capitulares con singu-
lar acuerdo y prudencia á satisfacción de todos. Ha-
bía entre los padres de provincia, y especialmente cuá- !

tro que habían sido provinciales, grave disensión sobre ' ;


628 HISTORIA i)E YUCATÁN.

la inteligencia de algunos breves apostólicos en óruen al


gobierno de la religión. De esto parecía ocasionarse a-
version en los ánimos dañosa á la determinación de las
materias restantes, v se presumía poca concordia para la
celebración del capítulo. Previno el celo y prudencia
del reverendo visitador este inconveniente, conciliando la
discordia de aquellos religiosos graves, aunque parecía
difícil, y reducida la aversión á una suma concordia, se-
ñaló para la elección capitular el dia quince de junio
de mil seiscientos cuarenta y siete años. Concordemente
con la 'voz y voto de todos los lectores, fué provin-
cial el R. padre Fr. Bernardo de Sosa nacido en la
ciudad de Mérida de este reino y que acababa de ser
custodio, y en conformidad de dicha alternativa fueron
difinidores por su parcialidad los RR. padres Fr. Lúeas
de Arellano, criollo también, y Fr. Antonio del Rincón
natural de la ciudad de Sevilla y hijo de esta provincia.
Por la délos religiosos de España los RR. padres Fr.
Juan Lanze y Fr. Francisco Martínez lector de teología,
y custodio el R. padre Fr. Bartolomé de Sotomayor. Publi-
cada la elección fué grande el alegría de religiosos y
seculares, que en manifestación de ella vinieron aquel
dia el obispo, el gobernador y republicanos á dar el
parabién de la elección, así al reverendo padre visita-
dor como al nuevo prelado. Por dar lugar á las des-
gracias siguientes consecutivamente, habré, de hacer en
el presente memoria de algunos religiosos dignos de ella
en este,
El primero que nos ocurre es el padre Fr. Juan
de Arteaga Urrumbasoa hijo de padre vizcaíno y ma-
dre toledana nacido en Madrid, de donde le llevó á A -
ragon el reverendo padre Fr. Juan de Irribarne provin-
cial que habia sido de aquella provincia y tan conoci-
do por sus escritos. En ella se le dio el hábito de
nuestra religión no teniendo aun quince años de edad,
pero gran latino y retórico muy elocuente. Era do
LIBRO DOCE. 629

profundísimo ingenio y muy metafísica­ en sus discursos;


con que salió de los estudios muy aventajado filósofo y
teólogo escotista familiarísimo de Ja exposición de Liche­
to. En la disposición de los sermones era singular su
artificio y elección, aunque por el lenguaje poco culto
de que usaba (hablando en el pulpito él natural que le
ocurría,) no lucia tanto como otros que con aliño de
floreos solicitan aplausos. Tan fácil que con medio dia
de término, ó una noche sola, predicaba cualquiera fes­
tividad con admiración de los oyentes, por lo grande de
los sermones, y esto vi sucedérle muchas veces en el
tiempo qne leimos juntos Tenia tan gran noticia de
los sagrados cánones, que como si hubieran sido singu­
lar ocupación de sus estudios resolvía cualquiera difi­
cultad de sus materias, sobre que en diferentes ocasio­
nes escribió muchos pareceres, aprobados después por
personas muy doctas de estos reinos. Tuvo tan suficien­
te noticia de la astrología que podia tratar sin empacho
de sus dificultades entre los profesores de esta ciencia.
Con tales se hallaba este sugeto el año de mil seis­
cientos treinta y cuatro, teniendo de edad menos de 27,
cuando le dio patente de lector para esta provincia mi
comisario el R. P. Fr. Pedro Henriquez cuando veni­
mos aquel año á ella. Luego comenzó á leer filosofía y
prosiguió con la teología, sacando muy lucidos estu­
diantes y predicadores hasta que la provincia le jubiló.
La emulación de algunos religiosos le ocasionó un plei­
to que le obligó á salir de ella para proseguirle eñ Es­
paña. Llegado á la Habana le continuó tanto el mal
de corazón (de que era muy aquejado) que fué pare­
cer de los médicos se volviese á esta tierra. Remitió
sus papeles al prelado general y vino; pero halló tan
mala acogida, que le obligó á ocultarse por algunos me­
ses, hasta que apretándole una enfermedad pidió á unos
vizcaínos que le recogieron, y estaban en Campeche, y
que le llevasen al convento de aquella villa de donde
том. и. 80
630 HISTORIA ÜK YUCATÁN.

estaba mas cercano. Allí toleró sus trabajos y enfer-


medad con gran paciencia y conforme con la voluntad
divina, que esto me consta muy cierto, y que nunca
deseó daño ni venganza de sus émulos, sino solo que
el prelado general declarase la pasión con que se ha-
bía procedido, como lo declaró.
Dispuesto como religioso y docto, que conocia mo-
rirse, recibió todos los Santos Sacramentos, y poco an-
tes de espirar le dio un parasismo, con que le juzga-
ron difunto. Después de gran rato volvió en su acuer-
do y dijo estas palabras: O virgen Santísima y glorio-
so S. José, qué bien me habéis pagado la devoción
que os he tenido tantos años! Y cesando con esto, de
allí á breve espacio dio su alma al Señor á diez y
siete de febrero de mil seiscientos cuarenta y seis años
á los treinta y nueve de su edad, y veinte y cuatro
de religión, y doce de esta provincia que con su muer-
te perdió (al parecer con mal logro) uno de los religio-
sos de mas importancia que sin hacer agravio á los res-
tantes ha tenido. Era mny compuesto y modesto, y
puntualísimo en el rezo del oficio divino, caritativo y
benigno con los- pobres, especialmente con los indios, de
cuya miseria y trabajos se compadecía mucho. Fué te-
nido por de áspera condición; pero era muy fácil de
aplacar con cualquiera cosa que se le dijese. Devotísi-
mo de nuestra Señora, en cuyo honor todos los dias
(junto con las horas del oficio mayor) rezaba un oficio
parvo de la Concepción, y otro de S. José, con otras
devociones á que no faltó, aunque por enfermedad no
pudiese rezar el oficio mayor, como lo vi muchos años.
Tenia gran celo del culto divino, y así aumentó mu-
chas cosas en las sacristías de los conventos donde fué
guardián, para el ornato de las iglesias. Celebraba los
oficios divinos con la mayor solemnidad que podia, es-
pecialmente los jueves renovando el Santísimo Sacra-
mento, y los sábados la misa de la madre de Dios.
LIBRO DOCE. 631

Honróle nuestro Señor después de su muerte, llegando


luego cartas del superior que mandaba se le tratase
con toda benignidad, y en la primera flota declaración
que daba por nulo todo lo que contra él se habia ac-
tuado, y mandato que le honrase la provincia como
merecía. No le debia de convenir, pues Dios le llevó
antes para sí.
Fr. Antonio Alvárez, criollo de la ciudad de Mé-
ridad, y hijo de padres nobles, vivió en la religión con
mucha humildad y pobreza religiosa en estado de lego.
Era tan de sencillo natural, que riñéndole su padre en
una ocasión, cuando yá tenia alguna edad, por sospe-
cha de una cosa deshonesta, la satisfacción fué decir:
¿pues no hacia yo eso de chiquito, y lo habia de ha-
cer ahora que yá soy grande? Acuerdóme que le vi
dar el Santísimo Viático en la enfermedad de que mu-
rió, y pidiendo al guardián, como se acostumbra, le
concediese de limosna la forma de nuestro santo hábi-
to para que le enterrasen, expresó hasta las sandalias,
que por una parte nos causó devoción oir tal sencillez
y por otra alguna risa. Habiendo recibido todos los
Sacramentos en la enfermerías de Mérida, pasó á me-
jor vida á ocho de marzo de aquel año de cuarenta
y seis.
Tres dias después á once del mismo mes, dispues-
to como verdadero religioso, y recibidos los Santos Sa-
cramentos, dio su espíritu al Señor Fr. Juan de Es-
trada lego. Llamóle Dios á la religión siendo yá hom-
bre hecho. Fué también natural de la ciudad de Mé-
rida, y cuando recibió el hábito en el convento de la
Mejorada, habia sido alcalde y capitán á guerra de la
villa de Salamanca de Bacalar. Viví en aquel conven-
to cuando fué novicio, y no solo entonces, pero des-
pués, vimos ser religioso observante, humilde, pobre, o-
bedjente y caritativo. No se le vio usar lienzo con
ser yá hombre de edad mayor, aunque tenia algunos
632 HISTORIA DE YUCATAN.

achaques. Yá se dijo en el libro undécimo cómo al-


zados los indios del Tepú y sus comarcas, fué á re-
ducirlos, donde puso su vida al mayor peligro por el
bien de aquellas almas. De allí vino con la enferme-
dad que le ocasionó la muerte, en que le premiaría
nuestro Señor con la vida eterna lo que por su san-
to amor padeció en aquel viaje.
El P. Fr. Diego de Castro, paisano de los dos re-
feridos y sacerdote, fué gran lengua de los indios. Era
de natural apacible y muy ingenioso para obras de
manufactura, y así sin haberlo visto obrar, fundia muy
buenas campanas y hacia órganos buenos que algunos
sirven líoy en los conventos. Siendo guardián actual
de Champoton, murió en aquel convento á diez y sie-
te de mavo de 1647 años, con sesenta de edad y mas
de cuarenta de religión.
El reverendo P. Fr.Antonio del Rincón, natural de
Sevilla, hijo de esta santa provincia, fué predicador de
españoles ' y muy gran lengua de los naturales, en la
cual escribió algunos sermones que han aprovechado
á otros ministros. Poco después de electo definidor mu-
rió en Mérida á treinta de setiembre de aquel año
de cuarenta y siete.
El R. P. Fr. Diego Pérez de Mérida, natural de
Madrid, pasó de la santa provincia de Castilla á esta
el año de seiscientos quince. Fué en ella de los ma-
yores lenguas de indios que ha tenido, y así presidió
las conclusiones de teología moral conferidas en ella,
como se dijo en el libro undécimo, y predicaba á los
indios muy continuamente. Fué calificador del santo
oficio, y el año de treinta y ocho trajo una misión de
religiosos de España, sugetos muy lucidos que hoy es-
tán honrando la provincia. Sobre muchos achaques que
padecía repentinamente le dio un accidente, con que
le vimos dementado. Concedióle nuestro Señor sus senti-
dos y entero juicio para confesarse. No recibió el Viático
LIBRO DOCE. 633

por vómitos que tenia; pero adoróle y . recibió la santa


Extrema-unción. A breve rato cerró los ojos y pareció estar
con el accidente pasado, viviendo dos dias, y murió en
el séptimo de enero del año de cuarenta y ocho, con
mas de cincuenta y cinco de edad y treinta y tres de
esta provincia.

o- —

CAPITULO DOCE.

Desgracias precedentes á la peste, pincipios de ella por'


que fué llevada á Mérida nuestra Señora de Izamal.

Y á llegó la ocasión de comenzar á referir. las con-


tinuadas calamidades y trabajos que este reino de Yu-
catán ha padecido desde el año de 1648; y si las hu-
biera de referir por menudo y con todas sus particula-
ridades, se pudiera escribir volumen entero de ellas so-
las. Poco después de principiado por el mes de mar-
zo el año solar, por espacio de algunos dias se vio el
sol como eclipsado, el aire tan espeso que parecía una
niebla ó humo muy condensado con que se obscurecía
la luz de. los rayos solares. Tan general fué en toda
esta tierra, que no hubo parte alguna, desde Cozumel
á Tabasco, donde no estuviese de aquella mala dispo-
sición, que viéndola los indios viejos dijeron era señal
de gran mortandad de gente en esta tierra, y por nues-
tros pecados salió tan cierta verdad como en breve se
experimentó. Poco después en la ciudad de Mérida al-
gunos dias, especialmente por las tardes cuando suele
ventar la virazón de la mar, venia con tan mal olor
que apenas se podia tolerar, y á todas partes penetra-
ba. No se podia entender de qué procediese, hasta
que viniendo navegando un navio de España, baró en
634 HISTORIA DE YUCATÁN.

una como montaña de pejes muertos, cercanos á la cos-


ta de la mar, cuya resaca los iba echando á tierra, de
donde salía el mal olor que hasta la ciudad y aun mas
adelante se extendía. El mes de abril y mayo se vie-
ron algunas muertes repentinas que causaron turbación
en la ciudad de Mérida, y por el mismo tiempo muchos
incendios de casas en los barrios ó arrabales, especial-
mente en el de Santa Lucía y Santa Ana.
Saliendo del puerto de Campeche á veinte y seis
de abril, domingo, una fragata que valia, según se di-
jo, lo que llevaba á la Nueva España mas de cien mil
pesos, á Ja vista de él la siguió un corsario, y ba-
rándola en tierra entre los pueblos de Zihó y Haltun-
chen, por no llevar armas con que defenderla y librar-
se las personas de llegar á poder del enemigo, él vi-
no y robó de ella cuanto tenia que le era provechoso,
y se lo llevó. Acabado de suceder se armaron dos
fragatas en el puerto y salieron en busca del enemigo,
pero no dieron vista á su bajel, y así cansados de se-
guirle algunos dias volvieron al puerto con haber he-
cho el nuevo gasto de buscarle, quedando los caudales
de algunos vecinos de aquella villa y de la ciudad de
Mérida menoscabados. A doce del mayo siguiente ha-
biendo llegado al puerto de Campeche una urca grande ve-
nida de los reinos de España,su dueño D. Alonso de Pa-
reja, acercándose á ella el mismo Corsario, púsose el
capitán á defenderla con la gente y armas que dentro
tenia. Mandó dar fuego á una pieza de artillería grue-
sa por la banda que el enemigo venia á embestirle, y
saltó del fogón de la pieza á unos frascos de pólvora.
Prendió en ellos y de allí en las demás invenciones
de fuego que habia, y toda la gente de la urca se abra-
só sin hacer daño alguno al enemigo. Solas trece perso-
nas quedaron vivas; pero tan deformadas las caras, que
traídos á la villa para curarlos, ningún amigo suyo los
conocía si ellos no decian quien eran y sus nombres;
LIBRO DOCE. 635

con que dentro de pocos dias cuantos estaban dentro de


la urca murieron. Víspera d*i S. Juan en este año entró
un capitán corsario, llamado Habrahan en lavillade Sala-
manca de Bacalar, y la saqueó matando un vecino y
quedando heridos tres, y llevó prisioneras las mujeres
á un paraje que llaman los Cayos distante de allí cua-
renta leguas, donde las tuvo mas de dos meses. Sabi-
do por los vecinos dónde estaban, se juntaron once es-
pañoles y quince indios, y dando repentinamente en los
enemigos descuidados de aquel atrevimiento, les hicie-
ron daño considerable, y les quitaron las mujeres; con
que se volvieron á la villa.
Entrado el mes de junio comenzó el achaque de la
peste en la villa de Campeche, y apretó en breves dias
tanto que se entendió quedara totalmente asolada. Y o
vi carta de un republicano escrita á un amigo suyo en
que diciéndole la desdicha que se pasaba, y muertes de-
personas de todas edades que se veian cada dia, con-
cluía con decir. Si Dios no se duele de nuestra mise-
ria y aplaca el rigor de su justicia, presto se dirá a-
quí fué Campeche, como se dice en proverbio aquí
fué Troya. Venia por horas nueva de las desdichas á
la ciudad de Mérida, con que atribulada hizo todo el
mes de julio muchas plegarias pidiendo á Dios miseri-
cordia, y os particulares especiales mortificaciones y pe-
nitencias recurriendo á los Santos Sacramentos para
purificar las conciencias que parecía otra ciudad de Ní-
nive en los penitente. Previniéronse los caminos de
Campeche recelando la comunicación del contagio; ¿pe-
ro cuando el Señor no guarda la ciudad qué importan
diligencias humanas?
Con este temor de la divina justicia se pasó el mes de
julio en que á los fines comenzaron á enfermar algunas per-
sonas que morían muy brevemente; pero no se conoció ser
el achaque de la peste hasta entrado el de agosto. Con tal
presteza y violencia dio en grandes y pequeños, ricos
636 HISTORIA DE YUCATÁN.

y pobres, que en menos de ocho dias casi toda la ciu-


dad á un tiempo enfermó, y murieron muchos de los
ciudadanos de mas nombre y autoridad en ella. Afli-
gida la ciudad con tal desventura, no vista otra vez
desde que se conquistó esta tierra^ entre la nación es-
pañola; por decreto del cabildo se pidió al reverendo
padre provincial diese licencia para traer la santa ima-
gen de nuestra señora de Izamal á celebrarle un nove-
nario de festividad con la solemnidad posible; y para
seguridad hizo el cabildo pleito homenage de volverla á
su casa y iglesia. Habida la licencia fué nombrado por
diputado para llevarla,el teniente general de goberna-
ción D. Juan de Aguileta. Cuando hubo de salir
por ella estaba tan enfermo del común contagio, que casi
era reputado por cercano á la muerte; pero puesta su
esperanza en la Virgen Santísima, y rogándole le die-
se salud, se hizo cargar como estaba, y que le lleva-
sen á Izamal. Fué cosa digna de admiración que co-
mo se iba alejando de la ciudad y acercando al sa-
grado depósito de la santa imagen, iba mejorando del
achaque, sin remedio al parecer eficaz para ello, y cuan-
do hubo de salir de su santo templo, pudo cargarla
en hombros un buen espacio, lo cual hizo dando gracias
á nuestro Señor y á su bendita madre por la salud con
que se hallaba en tan pocos dias.
No fió el provincial la entrega de la santa ima-
gen de otra persona que la suya, y así fué á Izamal
para haber de hacerla. Todos los pueblos de la cos-
ta á la voz de que sacaban á la virgen de Izamal pa-
ra la ciudad, se conmovieron á verla salir y á acompa-
ñarla. A los moradores del pueblo causó grandísima
turbación y desconsuelo, presumiendo que una vez
llegada á la ciudad se habían de querer quedar con
ella; y así al principio aunque fué el reverendo padre
provincial, hicieron resistencia diciendo que no habian
de permitir que la santa imagen se les sacase de su
LIBRO DOCE. 637

pueblo, que antes' se irian á los nlontesqueverlo. Pro-


curábase^ aplacarlos con • la obligación que • la ciudad ha-
bia hecho de volverla; pero como los indios no enten-
dían la fuerza del pleito homenaje no se fiaban, y dán-
dosela á entender, yá algo persuadidos presentaron una
petición que porque manifiesta la devoción que tienen
á esta santa imagen la refiero traducida á la letra en
nuestro castellano, y decia así:
"D. Juan Ek gobernador del pueblo de Izamal, D.
Bartolomé Cauich del de Pomolché, Alonso Canché, Gas-
par Pech alcaldes de Santa Maria, D. Matías Canché
gobernador del pueblo de Citilpech, D. Pedro Chim del
de Pijilá, D. Bartolomé Uitz del deXanabá, D. Francisco
Ke del de Kantunil, D. Francisco Vé gobernador del de Zu-
zal, D. Sebastian Mena gobernador del de Calamté,D. Boni-
facio Zulde los de Vizi yTocbaz con todos los alcaldés,regi-
doresy principales de esta guardianía y pueblo de Izamal
juntos todos en este hospital de la madre de Dios todo-po-
deroso determinamos, siendo todos de un parecer, de dar
esta nuestra petición delante de tí, que eres nuestro
reverenciable padre y espiritual Fr. Bernardo de Sosa
provincial de esta provincia de Yucatan, y que
estás en este convento de Izamal, y nos humillamos á
tus pies y á tu hábito de S. Francisco para besárte-
los pidiéndote que nos ayudes para la misericordia de Dios
porque á ninguno tenemos recurso, si no es á tí, para
que sea movida nuestra santa madre de Dios de esté
convento de Izamal, como nos piden el señor teniente,
los Gabildos y los oficiales reales de la ciudad, para que
la lleven á la ciudad y ruegue á s u bendito Hijo les
ayude y dé salud en tan graves enfermedades, y tam-
bién .tú nos has pedido para que yaya á hacer miseri-
cordia. Por-lo cual decimos que venimos en ello con
toda voluntad y gusto, y de rodillas postrados delante
de nuestro padre guardian Fr. Antonio Ramirez de este
convento de Izamal, te pedimos que te quedes en di-
TOM. ii. 81
638 HISTORIA DE YUCATAN.

cho convento para que aguardes á que venga nuestra


Señora, y nos la entregues, como se la entregas al se-
ñor teniente, dentro de diez y siete dias; cuatro, dias pa-
ra que vaya, nueve para que esté en Mérida, cuatro
para que vuelva, que es la cuenta y cumplimiento de
los diez y siete dias. Y por esto te presentamos esta
petición, y pedimos que la firméis con vuestras firmas
aquí abajo, de que la habéis de volver dentro del dicho
tiempo. Y porque conste siempre ponemos nuestras fir-
mas &c."
Hubieron de ratificar en nombre de la ciudad el
pleito homenage que habia hecho, así el teniente general
y regidor Juan González de la Fuente que recibían la
santa imagen, como el reverendo padre provincial que
la entregaba, y firmarlo con juramento, que la traerían
dentro del término que señalaban, y con esto fué baja-
da de su trono á la capilla mayor para llevarla. Afir-
móme pocos dias después el reverendo padre Fr. Fran-
cisco Martínez, que era difinidor actual y morador de
aquel convento y se halló presente, que cuando bajaban
la santa imagen tenia el rostro como encendido y aira-
do, que parecía mostraba ceño y enojo, que le causó
temor y admiración, y mucho mayor después cuando la
sacaron, porque le tenia alegre y risueño, que daba con-
tento mirarla.
Salió la santa imagen acompañada de innumerable
gentío, y todo el camino, que son catorce leguas, fué una
continuada procesión llevada siempre en hombros de los
fieles con muchísimas luces de cera. Quien mas per-
severó en acompañarla fueron los indios de Izamal, que
no la dejaron hasta que volvió á entrar en su santo tem-
plo. El reverendo padre provincial se hubo de quedar
en rehenes en el convento de Izamal tan guardado de
los indios sin saberse, que tuvieron puestas espías por
todos los caminos que salen del pueblo para otros, pa-
ra que avisasen si salía de él antes que la trujesen. de-
LIBRO DOCE. 639

tenerle y no permitírselo. Tal es la devoción y esti-


mación, que aunque indios, tienen porque sea siempre
bendito su santísimo Hijo, con cuyo favor veneran tan-
to á la madre de misericordia.

o-

CAPITULO TRECE.

La santa imagen de nuestra Señora llega á Mérida, y


voto que la ciudad le hizo.

Los pueblos del camino por donde pasaba la santa'


imagen salian mucho trecho con bailes y regocijos á re-
cibirla. Teníanse por dichosos de verla en su pueblo,
y venerábanla con muchas luces de cera el tiempo que
en ellos estaba, y los comarcanos venian á visitarla y
venerarla, que era para dar mil gracias á Dios ver la
fé que tienen con su santísima madre. La mañana que
hubo de entrar en la ciudad, salieron á recibirla no so-
lo todos los que aun habia sanos, pero aun muchos en-
fermos que no podían andar se hicieron llevar al ca-
mino por donde venia, y de ellos sanaron algunos, los
que tuvo por bien la Divina Clemencia. Salieron de los dos
cabildos eclesiástico y secular todos los que no estaban
en cama, los mas de ellos descalzos los pies por el sue-
lo en señal de humildad y penitencia. De la misma suer-
te iba gran número de mujeres y señoras de las mas
principales, todos pidiendo á Dios misericordia por los
méritos y intercesión de su santísima madre. Entran-
do por la ciudad para consolarla y alegrarla con la ma-
dre de misericordia, la llevaron primero con la proce-
sión que iba por algunas calles principales, y los enfer-
mos de las casas por donde pasaba, aun los que estaban
640 HISTORIA UE YUCATAN.

para espirar, se hacían sacar á las ventanas esperando


su salud con verla. Una cosa particular sucedió, y fué
que pasando por una calle donde vivía una española
falta de juicio, salió á adorar la santa imagen, y después
de haberlo hecho, dijo á voces estas razones: "¿Q,ué
pensáis los de Mérida, que os ha de dar la Virgen sa-
lud? Pues no ha de ser así, que no ha venido sino á
hacer su agosto, y castigar los pecados de esta ciudad
cometidos contra su santísimo Hijo." Razones que aun-
que dichas de una loca, ocasionaron pavor en algunos
temerosos de Dios que se las oyeron decir, y ellos después
me las refirieron á mí. Con todo aquel concurso fué
llevada á la Santa Catedral, donde con gran solemnidad
se cantó una misa en reverencia suya, teniéndola colo-
cada en un altar. muy. adornado para ello.
Acabada la misa pasó la procesión al convento de
las madres religiosas, donde á la santa imagen recibie-
ron aquellas esposas de su sacratísimo Hijo con himnos
y cánticos de alabanzas suyas. Lo que mas ternura
y devoción causó,: fué que entrando á lo interior de la
claustra, todas se quitaron los mantos azules, haciendo
de ellos trono ¡ donde la colocaron, y luego postradas por
tierra la cantaron un himno pidiéndola salud para sí,
que necesitaban mucho de ella, y para toda la ciudad
donde tanta enfermedad, y muertes había..'. Había yá
muerto el gobernador D, Esteban de Azcárraga, y go-
bernaban los alcaldes D. Juan de Salazar Montejo y
D. Juan de Rivera y Gárate, los cuáles abrieron las
puertas de la cárcel pública de la ciudad, cuando pasó
por delante de^ ella la santa imagen, por cuya reveren-
cia y respeto dieron libertad á todos los presos. Final-
mente fué llevada á nuestro convento, donde estaba en
la capilla mayor adornado un trono con la mayor gran-
deza que se pudo, y allí se colocó jos nueve días que
estuvo en la ciudad. ¡ Todos. ellos de dia y de noche
estuvieron las puertas de la iglesia abiertas,, porque á
LIBRO DOCE. 641

todas horas era grande el concurso que la asistía, así


de los sanos que podían ir, como de los enfermos que
se hacían llevar. Muchos mejoraron y sanaron, tenién-
dolo por beneficio de la impetración de la reina de los
ángeles, y .sin duda obró muchos milagros que la con-
fusión de aquellos días oculta, porque son muchos los
que reconocidos se confiesan obligados á ella. En me-
moria de este suceso hizo el cabildo secular á diez y
nueve de agosto el decreto siguiente:
"Q,ue por cuanto se ha traído á esta ciudad á la
Virgen Santísima, de Izamal, para que con sus auxi-
lios pida y suplique á Dios nuestro Señor amaine su
ira, y alce la mano á tantas muertes como ha habido
en esta ciudad, pues apenas quedan personas en ella
el dia de hoy, y cada dia van muriendo mas y mas;
que mediantes sus ruegos, y ser amparo de pecadores
y afligidos, y estarlo esta ciudad tanto, parece que va
cesando. Y porque el fervor de nuestros corazones no
falte jamas, y estar siempre como debemos estar, con
tan justos y rendidos agradecimientos, tenemos propues-
to elegir á la dicha Virgen Santísima de Izamal por
nuestra patrona y abogada contra las pestes y enfer-
medades, así las que al presente hay en esta ciudad, co-
mo las que adelante hubiere. Y suplicamos á la Vir-
gen Santísima nos admita, y sea nuestra protectora, pa-
trona y abogada, ahora y en adelante para siempre ja-
mas sin fin. Y en nombre de esta ciudad el cabildo,
justicia y regimiento de ella que al presente somos, y
adelante fuéremos, prometemos y nos obligamos de cele-
brar fiesta á la V í g n Santísima de Izamal el dia de su
r e

gloriosa Asunción, que es á quince de agosto de cada


un año perpetuamente para siempre jamas. Para lo
cual irán dos caballeros regidores de, esta dicha ciudad
al pueblo de Izamal, donde asiste la Sacratísima Vir-
gen, para que se hallen presentes á la celebración de
las vísperas que se han de decir, los que les cupiere
642 HISTORIA DE YUCATAN.

por votos ó turno. Para lo cual asimismo se suplique


á su señoría el cabildo eclesiático de esta ciudad, que
hoy gobierna su obispado, que para mayor autoridad
de dicha festividad se sirva de que uno de los Sres.
prebendados vaya en cada un año á decir dicha misa y
vísperas, en que su señoría hará de su parte lo que
(como quien tanto desea la sanidad de esta ciudad)
debe y es justo, como lo confiamos de su cristiano
proceder. Y prometemos por nos, y los que de nos vi-
nieren y sucedieren en nuestros oficios y cargos, de que
guardaremos y cumpliremos este voto y promesa per-
petuamente para siempre jamas. Por lo cual con todo
rendimiento suplicamos á la Virgen Santísima pida y
suplique á su precioso Hijo nuestro Creador y Reden-
tor Jesucristo, que no pase adelante en las muertes que
hay en esta ciudad de la peste tan rigorosa que en
ella corre. Y queremos y consentimos que de este
nuestro voto se saque uno, dos ó mas testimonios pa-
ra que estén en el archivo de la Virgen Santísima de
Izamal, y que en todo tiempo conste. Así lo acorda-
mos para mayor honra, gloria y servicio de Dios nues-
tro Señor y de su bendita madre, y lo firmamos &c."
Por este y todos los' medios católicos que ocurrían
á la pia consideración, procuraba la ciudad de Mérida
en común, y los ciudadanos en particular, aplacar á la
divina justicia para conseguir el remedio de tanto mal
como se padecía. Ofrecieron á la santa imagen, los dias
que allí estuvo, muchas joyas y dones siendo algunos
de valor crecido. Cumplido el término de los nueve
dias, fué llevada la santa imagen aun con mas pompa,
veneración y acompañamiento que la trajeron, acompa-
ñándola hasta su santo templo el alcalde de primer
voto, el maestre decampo D. Juan de Salazar Monte-
jo, y se puso en Izamal en su sagrario, cumpliendo el
juramento y pleito homenaje que de ello estaba hecho.
Cesó el cuidado y recelo que siempre los indios tu-
LIBRO DOCE. 643

vieron recelosos de perder tan precioso tesoro, aunque


con tan graves vínculos les estaba asegurado, y cesó
también el cuidado con que los indios habian guardado
la persona del R. P. provincial Fr. Bernardo de Sosa.
A los mas indios de Izarnal que asistieron á la santa
imagen en el camino y ciudad de Mérida, se les pegó
el contagio de la peste en ella, y á breves dias como
llegaron á Izamal pasaron de esta presente vida á la
eterna, donde la madre de misericordia les impetraría
dichosa remuneración á la fé y devoción con que la
asistieron y veneraron, no temiendo el peligro tan ma-
nifiesto de la muerte que en la ciudad corrían, porque
cuantos en ella entraban por aquellos dias, muchos al
primero, otros al segundo y últimamente todos,. eran in-
ficionados con el contagio. Algunos religiosos comarca-
nos del convento de Izamal que acompañaron á ida y
vuelta á la santa imagen para que fuese con toda ve-
neración, vinieron también tocados del contagio, y de
ellos murieron los que parecían mas sanos y robustos.
Después el reverendo padre Fr. Antonio Ramírez,
presidente guardián de aquel convento, llamó un maes-
tro que apreció todas las joyas dadas á la Virgen (que
aun yo escribí la valuación de ellas) y se las dio pa-
ra que se vendiesen, y de lo procedido de ellas hizo
un trono de plata labrada de martillo, muy costoso y
vistoso, sobre que se colocó y está la santa imagen, es-
culpido en el remate de él cómo se fabricó de las jo-
yas que la dieron en Mérida. Hizo también unas an-
das cubiertas - de plata de la forma del trono, en que
se pone el dia de su Purísima Concepción, que es su
titular y festividad principal, para andar la procesión,
que con ella se hace fuera de su iglesia cada año aquel dia.
No alcanzaron las dichas joyas para la costa de estas
andas, y así se hubieron de hacer de otras limosnas
que juntó para ellas. Dejó muy adornada esta santa
imagen, porque cuando volvió de España con la misión
644 HISTORIA. DE YUCATÁN.

de religiosos, y trujo las reliquias de S, Diego, trujo


también para la Virgen Un vestido riquísimo, que se le po-
ne en las principales festividades, y una vidriera cris-
talina muy capaz, con que sin abrir su sagrario se des-
cubre patente toda la santa imagen á los fieles que van
á visitarla, corriendo solamente los velos que tiene de-
lante. Mientras fué prelado de aquel convento la hizo
también Un transparente muy lucido y adornado de pin-
turas, que corresponde á lo oriental de la capilla ma-
yor. Fué obra de mucho trabajo, porque como está la
iglesia fundada en un cerrillo, por la parte que se hubo
de obrar la nueva fábrica estaba el suelo profundo
respectivamente de lo de la iglesia. Vencióse aquella
dificultad con el trabajo, y quedó el transparente igual
con el medio del retablo donde está la imagen, y a los
pies del trono un altar donde se dice misa.
La tribulación de la ciudad fué grandísma como no
experimentada otra vez semejante desdicha. No se ha
cia señal para .salir el Santímo Sacramento de la i-
glesia á los enfermos, y menos cuando morían para
haber de sepultarlos. Con esta piadosa compasión, ha-
llándose el gobernador D. Esteban de Azcárraga muy
apretado con el achaque, pidió encarecidamente que si
Dios fuese servido de llevarle, cuando espirase no dis-
parasen la pieza de artillería gruesa que se acostum-
bra én semejantes ocasiones, porque con el sonido de ella
no se atribulasen los enfermos oyéndole, y que no to-
casen campana alguna, y asi se ejecutó sepultando su
cuerpo sin hacer señal alguna por la cuál los enfermos
conociesen que habia muerto. Manifestóse la Misericor-
dia Divina en que todo el tiempo del mayor aprieto de
los enfermos, los sacerdotes y confesores estuvieron sa-
nos, y así pudieron acudir á administrarles los Santos
Sacramentos, que sola una ú dos personas entre tantos
se muriesen sin ellos, y fué por haberse salido la una
de la ciudad, y antes que volviese, queriendo, murió.
LIBRO DOC E. 645

Después enfermaron todos casi también á un tiempo, que


fué notado de muchos por particular Providencia Di­
vina.

CAPITULO C ATORC E.

Varios accidentes con que morían los enfermos, y casos


notables de aquellos­ días.

Suelen en otras tierras las pestes ser un accidente


común, que uniformemente da á todos; pero no fué
así en Yucatán, que fué ocasión de mayor confusión.
No es posible decir qué achaque fuese, porque los mé­
dicos no lo conocieron: las enfermedades no eran de ti­
na calidad en todos, y los efectos aun en las que lo
parecían se experimentaron encontrados. Lo mas co­
mún era sobrevenir á los pacientes un gravísimo é in­
tenso dolor de cabeza y de todos los huesos del
cuerpo, tan violento que parecía descoyuntarse y que
en una prensa los 'oprimían. A poco rato daba tras
el dolor calentura vehementísima que á los mas ocasionaba
delirios, aunque á algunos no. Seguíanse unos vómitos
de sangre como podrida, y de éstos muy pocos queda­
ron vivos. A otros daba flujo de vientre de humor co­
lérico, que corrompido ocasionaba disenteria que llaman
sin vómitos, y otros eran provocados á ellos con gran
violencia sin poder hacer evacuación alguna, y muchos
padecieron la calentura con el dolor de huesos sin al­
guno de los otros accidentes. Los remedios que se a­
plicaban á uno y al parecer le mejoraban la salud, a­
plicados á otros que parecia tener los mismos accidentes
se entendió les acortaron la vida. A los mas al tercero
día parecia remitirse totalmente la calentura, decian que
том. п. 82
646 HISTORIA 1>E YUCATÁN.

yá no sentían dolor alguno, cesaba el delirio con-


versando muy en juicio; pero no podían comer ni beber
cosa alguna, y así duraban otro ó otros dias; con que
hablando y diciendo que yá estaban buenos, espiraban.
Fueron muchísimos los que no pasaron del tercero dia,
los mas murieron entrados en el quinto, y muy pocos
los que llegaron al seteno, si no fué los que quedaron
vivos y de éstos los mas fueron los de edad mayor.
A los mancebos mas robustos y saludables daba con
mas violencia y acababa la vida mas presto. Vióse
una mañana uno de los mas robustos mancebos de la
ciudad en las gradas de la iglesia mayor sano y bueno,
que dándole la enfermedad yá á las cinco de la tarde
de aquel dia era yá difunto. Aunque de las mujeres
enfermaron muchísimas, no apretó en ellas tanto el mal
como en los varones, y así reepecto de ellos fueron po-
cas las que murieron ; pero rara la que halló preñada
que quedase viva.
Porque se conozca" que la enfermedad fué castigo
de'nuestros pecados, diré algunos desaciertos con que
hubo quien mejorase. Estando un secular con la fuer-
za de la calentura, se metió desnudo en un estanque
de agua, y dentro de ella se estuvo hasta que sintió
aplacarse el calor, y después salió del agua y sanó.
Un corista de nuestro convento habiéndole dado la ca-
lentura, barrió muy bien el suelo de su celda, y der-
ramó en él unas botijas de agua, y desnudándose en
carnes se echó, y revolcándose en él toda la noche bus-
cando el fresco de lo regado, amaneció sin calentura y
sano. A muchos estando en el rigor de ella se les qui-
tó con beber agua ardiente, que es al contrario de los
otros que se ha dicho, y otros sanaron con solo sajar-
les unas ventosas en las espaldas, y un indio sanó con
fajarle una sobre el corazón, y enfermos hubo que pa-
saron la calentura durmiendo hasta que estuvieron sa-
nos sin haber quien les aplicase remedio alguno. En
LIBRO DOCE. 647

casas de muy grandes familias apenas habia quien so-


corriese á los enfermos por estarlo todos á un tiempo;
ni quien les pidiese Jos Sacramentos. Este daño, espi-
ritual reparó la caridad de los sacerdotes, así seculares
como regulares, porque andaban por las calles de dia y
de noche llevando consigo el santísimo Viático y santo
Oleo, visitando las casas para dallos á los necesitados.
Trabajaron mucho en esta santa ocupación los pa-
dres del colegio de la Compañía de Jesús, especialmen-
te el P. Juan Esteban, varón de apostólico espíritu, y
el P. Gregorio de Ferrer, que andaba por las calles pre-
guntando á voces si habia quien necesitase de confesar. No
cesaban dia y noche los religiosos de nuestro conven-
to: quien mas admiró fué el R. P. Fr. Juan de Alco-
cer, guardián, cuyas fuerzas todos juzgaban mas que
humanas en la asistencia á los enfermos y enterrar
los difuntos. Cuando comenzaron á mejorar los secula-
res, dio el achaque á los religiosos. De ocho sugetos
que habia en el colegio de la Compañía murieron los
seis, y el último el V. P. Juan Esteban. De nuestros
religiosos murieron en la ciudad veinte; los diez y seis
del convento grande, y cuatro del de la Mejorada. Ca-
si todas las cabezas y personas de mas cuenta, ecle-
siásticas y seculares, faltaron en aquella peste. Murió como
se ha dicho el gobernador, ios mas del cabildo eclesiástico
que pocas veces de veinte años á esta parte se ha visto
tan pleno dé los poseedores de sus dignidades. Murió el
R. P. provincial de esta provincia, los dos guardianes de
los dos conventos de la ciudad, el P. rector de la Compañía
de Jesús, dos padres que en esta provincia habian sido pro-
vinciales nuestros, y muchos de los que habian sido diíini-
dores, y de los ciudadanos de mas porte faltaron muchísi-
mos. Murió en la ocasión un hombre llamado Anto-
nio de Solis, que nació con la pierna derecha tan cor-
ta que tenia pegado el pié á la rodilla, y la otra pier-
na bien proporcionada con el grandor del cuerpo. T e -
648 UISTOJUA DE YUCATÁN.

nia el brazo derecho entero hasta la muñeca, pero en


lugar de mano le salía del remate del brazo solo un
dedo como el índice, y el brazo izquierdo solamente le
llegaba hasta el codo, sin tener desde allí cosa alguna.
Lo que mas admiración puede causar es que con fal-
ta de miembros tan principales barajaba los naipes pa-
ra jugar, y con mucha libertad los repartía á los com-
pañeros. En las fiestas publicas de toros y otras se-
mejantes corría en cualquier cababallo, por muy
brioso que fuese, y con un lazo lazaba y suje-
taba cualquiera toro el mas bravo que le señalasen,
como pudiera el mas sano, fuerte y diestro vaquero.
Amanecían los cementerios llenos de cuerpos muer-
tos, unos con los vestidos que traían, otros .cocidos en pe-
tates y de otras suertes, que todo causaba horror y con-
fusión. A uno hallaron al segundo dia de su enferme-
dad muerto en los brazos de su mujer, que quedó co-
mo embelesada y sin sentido, y así estuvo por gran es-
pacio de tiempo. A muchas personas se les endureció
el corazón que no podían llorar viendo tantas desdichas;
con que era mas crecida su pena. Llegó á no haber
siquiera indios que en una tabla llevasen á las iglesias cuer-
pos de personas muy principales. Y para que se vea la per-
versidad de nuestra humanana naturaleza, pondré aquí
unas razones que hallé en un escrito que me dio una
persona noble secular de la ciudad, que con curiosidad
bien extraordinaria tiene anotadas algunas cosas que
han sucedido en esta tierra, y en él refiriendo el hor-
ror y confusión de aquellos dias, dice así: "Ninguna de
todas estas costas que llevo referidas me admira tan-
to como que en este tiempo hubiese gente tan desocu-
pada y valdía que en amaneciendo se iban á las igle-
sias á ver y tomar razón quiénes y cuántos eran los
difuntos de aquel dia, y luego hacian memoria de e-
llos,y tal hubo que en la memoria que hizo de los
muertos se escribió á sí, y no lo erró porque también murió."
LIBRO DOCE. 649

Otra cosa hubo digna de consideración, y fué que la


enfermedad dio en Campeche por los meses de junio y
julio, y repentinamente hizo como salto á la ciudad de
Mérida sin dar en todos los lugares intermedios siendo
tantos. Mientras la vehemencia de ella en la ciudad,
estuvo sana la villa de Valladolid que le cae á lo oriental,
como ella á la de Campeche, y después de mediado
setiembre, con un viento que corrió del occidente en-
fermó la villa de Valladolid, quedando todos los luga-
res intermedios sin achaque de la enfermedad. Mientras
duró la fuerza de ella en los españoles no enfermaron
los indios, sino solo los que estaban con ellos y los
que iban á la ciudad, que salian tocados del mal, y
los mas morían en sus pueblos; pero no se les pega-
ba á los otros que los asistían. Ocasionó esto que los
indios con atrevimiento dijesen que el achaque era cas-
tigo de Dios, pues solamente enfermaban en la ciudad
y villas por los malos tratamientos que les hacían. Un
indio embustero publicó que todos los españoles de Yu-
catán habián de morir, y quedarse los indios solos, y
así andaba por los pueblos embelesando í. los indios con
una figura que hizo de paja, ó no sé qué, lo cual por muy
extendido entre ellos causó recelo entre los españoles,
y así aunque convalescientts y afligidos se hizo junta
de banderas y cuerpo de guarda en las casas donde
viven los gobernadores hasta que cogieron al indio,
con que cesó el rumor; y siendo el delito como se ha
referido, el castigo no fué tal como merecía.
Presto desengañó nuestro Señor á los indios de la
presunción que tenían, porque pocos dias después de
lo, referido dio en muchos pueblos de ellos la misma
enfermedad que á los españoles, haciendo horrible es-
trago como en gente sin regalo ni medicinas. Allí fué
sumo el trabajo de los doctrineros por ser ellos pocos
y los enfermos en tan excesivo número. Con el tra-
bajo grande y enfermedad murieron muchos religiosos
650 HISTORIA DE YUCATAN.

en todas las doctrinas, y quedó la provincia necesita-


da de ministros; pero dándole noticia de ello á S. M . ,
que Dios guarde, con su católico celo de la cristiandad
de los indios, dio una copiosa misión de religiosos que
vinieron de Esgaña para ayudar á los que acá esta-
ban en la administración de los naturales.
Duró la enfermedad en toda toda la tierra por es-
pacio de dos años, y muchos españoles que se salie-
ron de la ciudad de Mérida á los pueblos de los in-
dios, y estuvieron mas de un año, volviendo después á
Mérida, si por allá no habían tenido la enfermedad les
daba luego, y murieron de este modo no pocos. Ra-
ro fué el que estuvo' ó entró en esta tierra aquellos
dos años que no enfermase, como tampoco que muriese
de recaída habiendo salido del primer accidente. Que-
daban todos pálidos que parecían difuntos, sin cabelle,
peladas las cejas muchos, y todos tan quebrantados,
que aunque hubiesen tenido solos dos dias la calentu-
ra y poco dolor de huesos (como á mí me sucedió) en
muchos no podían recobrar sus fuerzas. P o r lo que
dije que á los mozos mas robustos acabó la enferme-
dad mas presto, diré lo que después vi el año de 50
yendo á visitar la provincia de Guatemala en compa-
ñía del R. P. Fr. Antonio Ramírez. Saliendo de lo
que llaman las bodegas en el golfo dulce, al segundo
dia de camino se da y pasa por un gran piñal que se
extiende por muy dilatado espacio de tierra, y en él
vimos qu3 el mismo año de cuarenta y ocho en que
comenzó la pesie, algún aire pestilente ó otra mala in-
fluencia secó todos los pinos crecidos y grandes, de que
había sin número caido yá por el camino y otros ame-
nazando á caer con no pequeño peligro de los pasa-
jeros, quedando todos los pinos nuevos pequeños vivos,
y entonces hice reflexión que de los muchachos de poca
edad á quien dio la peste en Yucatán, fueron muy pocos
los que murieron, respecto de la gente de edad mas crecida.
LIBRO DOCE. 651

' CAPITULO QUINCE.

De algunos señalados religiosos que murieron con la peste.

El P. Fr. Juan Fernández natural de Tarifa, habien-


do sido desde su niñez inclinado á la milicia, .se ha-
lló muy muchacho, que aun no podia jugar las armas
en la batalla naval, cuando el Sr. D. Juan de Austria
humilló la soberbia del turco en el mar de Lepante
Siendo yá de mas edad siguió esta carrera de las In-
dias, y fué soldado en la Florida, hombre de mucho
valor y fuerzas. Recibió el hábito de nuestra religión
en el convento de Mérida de esta provincia. Profeso o-
cupó el valor de su ánimo en servir á la religión, ha-
cjendo muchos viajes á la Nueva España por la obe-
diencia, corriendo diversos naufragios en este golfo me-
xicano tan proceloso. Dando ejemplo de religioso ob-
servante liego á la senectud, y le encomendaron el cui-
dado de la portería del convento de Mérida donde cui-
daba con mucha caridad de los pobres. Solicitaba mu-
chos sufragios y oraciones por las ánimas del purgatorio.
Era muy querido de los religiosos y seculares, y éstos
le hacían algunas limosnas, pero él lo daba todo para
que se dijesen misas por las benditas ánimas, y aun
el pan de trigo y algún regalo de dulce ó otra cosa,
que como á viejo le daban, se lo daba á los coristas
porque rezasen por ellas responsos ó oficios de difuntos.
Llegó á estar impedido en la enfermería, que no podia
moverse, mas no lo estuvo para proseguir esta santa de-
voción hasta que murió, que fué mediado agosto con a-
chaque de la peste. Tenia de edad mas de 84 años.
El P. Fr. José de Orozco fué natural de la ciu-
dad de Cuenca. Enviáronle sus padres á estudiar á la uni-
versidad de Alcalá de Henares: viéndome á mí ir áre-
cibir el hábito de nuestra sagrada religión en el santo
convento de S. Diego, le pidió también y nos le dieron
652 HISTORIA DE YUCATAN.

juntamente último dia de marzo de mil seiscientos vein-


te y nueve años, siendo él de edad de catorce y me-
dio. Profesó y diéronle estudio por ser muy hábil, y
estando oyendo la teología pasó á esta provincia el año
de treinta y ocho, y en ella la acabó de oir comen-
zando yo á leerla. Después fué maestro de estudian-
tes de ella, leyó un curso de filosofía, y acabado se
le dio lección de teología. Supo la lengua de los natu-
rales mas que medianamente, y así les predicaba con
facilidad cuando se ofrecia. Predicó mucho á los espa-
ñoles en la ciudad de Mérida (sin estorbarle el leer) y
le oian con aplauso y aceptación. En la enfermedad de la
peste trabajó mucho, acudiendo al socorro espiritual y cor-
poral de los ciudadanos enfermos. Habiéndose llevado
la santa imagen de nuestra señora de Iza mal (como se
dijo) el dia octavo de su Asunción, en su presencia pre-
dicó un sermón muy espiritual y devoto con que se enter-
neció todo el auditorio, y mas oyéndole en él pedir
perdón á todos del mal ejemplo que podria haber dado el
tiempo que habia vivido en la ciudad, y que Dios
sabia si les predicaría otro sermón. Habiendo subido
al pulpito sano y bueno, bajó de él con el accidente
de la peste, y le hubieron de llevar fuera del convento
á curar. A l octavo dia le trujeron á él para sepultarle,
habiendo vivido 33 años y medio, y los diez nueve y cinco
meses en la religión. Téngale Dios en su gloria y á
los demás con él.
El R. padre Fr. Pedro Navarro, natural de Villoslada
en las montañas de Cameros, recibió nuestro santo hábi-
to para lego en el real convento de Esperanza en la vi-
lla de Ocaña provincia de Castilla. Pasó á esta el a-
ño de seiscientos y quince, y en el convento de Méri-
da fué sacristán mayor algunos, cuidando con singular
aseo y limpieza de todo lo perteneciente al culto divino.
Por haber necesitado de sacerdotes y ver en él suficien-
cia para serlo, se le dio licencia para ser ordenado. Vi-
LIBRO DOCE. 653

vio siempre como religioso muy observante, y así fué


estimado en toda esta tierra por su buen ejemplo. Fué
de los primeros fundadores del convento de recolec­
ción de la Mejorada, y quien casi le fabricó todo, y des­
de los cimientos su iglesia que es de las hermosas y
bien adornadas fábricas que hay en estos reinos de la Nue­
va España. C onsiderada la cortedad de las haciendas y
caudales de esta tierra, admiraba dónde hallaba limosnas
para tan grandes gastos como en ella hizo. Acuerdóme
que decia el síndico muchas veces que cada mes cuan­
do él ajustaba las cuentas hallaba que le debia la obra,
y en ajusfándolas con el P, Fr. Pedro solia alcanzar­
le el crédito de la obra al síndico, y que cómo era no
lo alcanzaba; pero atribuíalo á obra de nuestro Señor.
Fué religioso muy prudente, y aunque no letiado muy
apropósito para el gobierno, por cuya causa fué guar­
dián del convento principal de Mérida y difinidor de
la provincia. C onfesaba á lo mas noble de la ciudad,
y siendo tercera vez guardián de la Mejorada, suceaió
la peste, y acudiendo á las necesidades de los ciudada­
nos le dio la enfermedad con que murió en su con­
vento á siete de setiembre de aquel año de cuarenta y
ocho, teniendo como cincuenta y cinco de edad, treinta
y siete de religión, y servido treinta y tres á esta pro­
vincia.
El R. P. Fr. Juan de Alcocer, natural de la villa
de Alcocer en la Mancha, habiendo ido á estudiar á
Alcalá de Henares, pidió nuestro santo hábito, y le fué
dado en el convento de recolección de S. Antonio de la
Cabrera, provincia de C astilla. Pasó á esta el año de
seiscientos treinta y ocho, y luego le ocupó la obedien­
cia en oficio de maestro de novicios, que crió con toda
educación religiosa. Supo poca lengua de los indios,
pero trabajó continuamente confesando los demás fieles,
y todos hallaban consuelo espiritual en él, especialmen­
te los enfermos, á cuya necesidad caritativo acudía á
том. п. 83
654 HISTORIA DE YUCATAN.

cualquiera hora que fuese, ayudándolos hasta morir.


Habiendo sido difinidor, fué electo guardián del con-
vento principal de Mérida, y siéndolo sucedió la peste.
Fué el eclesiástico que mas trabajó de dia y de noche
acudiendo^á las necesidades espirituales y corporales de
los ciudadanos enfermos, y al consuelo de todos los que
quedaban vivos, no faltando á la misericordia de enter-
rar los difuntos. Admiraba verle incansable al parecer,
pero habíale dado nuestro Señor de mas de su buen es-
píritu, un natural muy robusto para tolerar cualquier
trabajo corporal. Mitigada la enfermedad algún tanto
en los seculares, fué Dios servido diese á los religiosos,
con que asistiendo á todos se le aumentó el trabajo,
hasta llegar á rajar la leña con que se les guisaba de
comer por no hallarse un indio para servicio del con-
vento. Quince religiosos había Dios llevado para sí
cuando enfermó el guardián, á quien tengo por cierto
quiso su Divina Majestad pagar luego de contado la fer-
vorosa caridad con que en semejante ocasión sirvió á
todos estados de personas. Recibidos todos los Sacra-
mentos, pasó de esta vida á diez y siete de setiembre
de aquel año, sentida su muerte de todos porque todos
se reconocían obligados por algún camino á su buen ce-
lo. Murió de cuarenta y cuatro años de edad, diez y
ocho de religión, y ocho de esta provincia.
El R. P. Fr. Bernardo de Sosa, natural de la ciu-
dad de Mérida en este reino, y hijo de padres nobles,
recibió el hábito de la religión en nuestro convento de
la misma ciudad, siendo de diez y siete años de edad.
Profesó, estudió la filosofía y teología saliendo muy lu-
cido predicador de españoles, y así lo fué muchas veces
conventual de la ciudad y villas de esta tierra. Fué
cuidadoso ministro de la enseñanza de los naturales, y
descubrió algunas idolatrías á que puso saludable reme-
dio. Era de natural muy apacible y modesto, atento en
sus acciones, de poco hablar, y en todo de buen ejém-
LIBRO DOCE. 655

pío. Granjeóle esto que la provincia le eligiese por su


custodio, y acabando aquel ofició, en provincial sin fal-
tarle un voto, como se ha dicho, el año de cuarenta y
siete. Al siguiente de cuarenta y ocho, después de traí-
da la santa imagen de Izamal á su iglesia, se fué al
convento del pueblo de Telia, tres leguas distante, y a-
llí le dio la enfermedad de la pest con que al quinto
dia, siendo el décimo nono de setiembre, recibidos to-
dos los Sacramentos, pasó á mejor vida, . quedando se*
pultado su cuerpo en aquel convento, y sentida su muer-
te en igual grado del gusto que hubo en su elección
de provincial. Murió con cuarenta y tres años de e-
dad, y los veinte y seis de religioso.
Otros muchos religiosos murieron aquellos dias en
diversos conventos con la enfermedad de la peste, que
para escribir sus singularidades era necesario libro apar-
te. En el convento de Champoton murió por junio el
padre Fr. Francisco Daza, guardián de él y comisario
del santo oficio de la juristiccion de Campeche. En el
de Mérida Fr. Nicolás Polanco lego recien profeso, Fr.
Miguel de Aspe lego anciano, Fr. Francisco Benites pre-
dicador conventual, Fr. Melchor Guerra sacerdote, Fr.
Francisco Camarena' predicador y Fr. Diego de Es-
pinosa confesor religiosos antiguos, Fr. José Lázaro
padre de la. provincia de santa Elena de la Florida,
Fr. Juan Hermua predicador y teólogo, Fr. Luis del
Valle y Fr. Diego de Vega legos, Fr. Francisco Pé-
rez confesor y actual maestro de novicios, Fr. Alonso
Jiménez lego y buen cirujano, Fr. Miguel Nú-
ñez corista estudiante, Fr. Domingo de la
Guardia novicio que profesó al morir, y Fr. Francis-
co González sacerdote estudiante. En el convento de
la Mejorada el P. Fr. Luis de Mata, confesor anciano.
En Izamal el P. Fr. Damián Guerrero, guardián del
convento de Telia. En el de Tekantó Fr. Antonio de
San Buenaventura, sacerdote, En el de Calkiní Fr.
656 HISTORIA DE YUCATAN.

Agustin del Mármol, predicador. En el de Qioantun


Fr. Alonso Dias, guardián. En este de Tekax (donde
lo escribo) el R. P. Fr. Francisco Jiménez, padre de
esta provincia, que habia sido secretario general de esta
comisión, guardián de dicho convento. En el de Max-
canú el P. Fr. Melchor de Sequera, confesor anciano;
y en el de Tekantó también el R. P. Fr. Juan de Se^
quera P. de esta provincia y guardián de él. Después en
los dos años que perseveró la enfermedad murierono-
tros muchos en todos los conventos. A unos y o-
tros haya dado nuestro Señor su' gloria.

CAPITULO DIEZ Y SEIS

Da los reverendos padres Fr. Luis de Vivar, Fr. Diego


de Cervantes y Fr. Gregorio Maldonado.

El reverendo padre Fr. Luis de Vivar fué natural


de la ciudad de Toledo, hijo de padres nobles, y re-
cibió el hábito de nuestra religión siendo de quince a-
ños de edad en el insigne convento de S. Juan de los
Reyes. Estudió después de profeso, y salió de los lu-
cidos teólogos que aquella santa provincia tenia en su
tiempo. Sucedióle á un hermano suyo una desgracia
que le obligó á salir de España y pasar á esta Amé-
rica, sin saber sus parientes á qué reinos de ella
hubiese venido. Amábale mucho, y pareciéndole que
estaría con riesgo, alcanzó licencia del prelado general,
que con la buena opinión que de él tenían se le dio
con facilidad, y mediante ella la del rey, para pasar á
los reinos del Perú. Fué, y habiendo vivido algún tiem-
po en el convento de Lima y otros, y no hallando no-
LIBRO DOCE. 657

ticia de su hermano, se volvia á España. Salió del


puerto de la Habana en los galeones que siendo gene-
ral el Sr. marques de Cadereita con aquel tan recio
temporal se derrotaron al salir de la canal de Bahama,
y el en que iba vino á dar á estas costas en el puer-
to que llaman del Cuyo. Quebrantado de tan gran
naufragio, resolvió quedarse por entonces en esta tier-
ra, y así se vino á la presencia del provincial que le
recibió caritativamente, y le señaló convento don-
de viviese. Estudió la lengua de los indios, y aun-
que no fué en ella tan copioso como otros, su-
po su arte con mucha perfección, y le solía leer
después de provincial. Incorporóse en esta provin-
cia el capítulo del año de mil seiscientos veinte y
cuatro, y conociendo en él sus muchas prendas de virtud
y letras, fué maestro de novicios del convento de la
Mejorada recolección entonces. Después fué guardián
del convento de Maxcanú, predicador conventual de Va-
lladolid, secretario de la provincia y guardián del prin-
cipal de Mérida, y siéndolo al año y medio que se cele-
bró capítulo fué electo provincial, como yá se dijo.
Fabricó' (siéndolo) el de profundis y refectorio nuevo
del convento de Mérida, y dejó principiada la enfer-
mería que después se hizo.
Acabado su oficio le dio comisión el muy R. padre comi-
sario general Fr. Luis Flórez para que visitase la santa pro-
vincia de Goatemala y celebrase capítulo en ella. Llevóme
en su compañía aquel viaje, y tuvo el capítulo á trece de fe-
brero de mil seiscientos y treinta y ocho años, donde
procedió tan religiosamente, que volviendo yo á ella
doce años después á la celebración de otro capítulo,
se acordaban los padres, y me lo referían como si hu-
biera sucedido el día antecedente. Pasara desde allí á
visitar la provincia de Nicaragua si no enfermara, como
yá se dijo en otra parte, y así en convaleciendo nos veni-
mos á Yucatán, donde permaneció hasta el fin de su vida.
658 HISTORIA DE YUCATÁN.

• Fué en lo natural de ingenio muy vivo, de buena


disposición de cuerpo, blanco y enjuto de carnes, de mu-
chas fuerzas, y el rostro no muy lleno. En lo moral
religioso celoso de la observancia regular, muy modesto y
de buen ejemplo, gran seguidor de la comunidad y muy
continuo en el coro. Dormía puco, y así decia que le era
comodidad ir á maitines á media noche. Desde que fué
"piovincial favorecía mucho á los que se -ocupaban en
los estudios, así á lectores como á estudiantes, y desde
donde quiera que vivía les socorría sus necesidades en
cuanto podia. Lo mismo hacia con los que ejercitaban
la predicación de los españoles y con los que con cui-
dado trabajaban en el idioma de los indios; y así se sa-
bia que para tener su favor estos eran los medios efica-
ces. • Era muy caritativo con los pobres religiosos dán-
doles lo que tenia, y con los indios compadeciéndose de
sus trabajos y miseria, especialmente c!c los enfermos.
Era muy aficionado sobremanera al ornato del culto
divino y su limpieza, y así en su trienio de provin-
cial se hicieron lucidísimos aumentos para este fin en
todas las sacristías de la provincia, y S. P. hizo'mu-
chas considerables para la de Mérida. De»pues de pro-
vincial, viviendo en los conventos de doctrinas, acaba-
da la misa tnavor solia salir á la iglesia y por su mano
aderezar los aliares con los ornamentos de la festivi-
dad siguiente para que estuviesen mas curiosos. Aun
viviendo en Mérida salia muy poco fuera del conven-
to, y continuamente estaba ocupado con los libros, en
especial los que trataban de moral y sagrados cánones, á
cuya lección se había dado mucho deiide que dejó la
teología escolástica.
Ocasionado de algunos escrúpulos renunció el voto
de difinidor perpetuo que por provincial mas antiguo
le competía. Era guardián del convento de Ticul el
año de cuarenta y ocho, y poco antes que la enfermedad de
la peste comenzase, renunció la guardianía, quedándose
LIBRO DOCE.

por morador en el mismo convento. Sucedió morir el.


R. padre provincial Fr. Bernardo de Sosa,y saliendo del con-
vento de Ticul para el de Izamal á tener en él jun-
ta del R. difi'nitorio para elegir vicario provincial, lle-
gando al pueblo de Chapab dos leguas de Ticul le dio
el accidente de la peste. Volviéronle con él á Ticul,
y desde aquel punto se dispuso pura morir, recibiendo
todos los Santos Sacramentos, con que pasó á mejor
vida á diez y ocho de octubre de aquel año de cua-
renta y ocho, y fué su cuerpo sepultado en aquel con-
vento. Reparóse mucho que mas de doce horas después
que dio su espíritu al Señor salió de su cuerpo un su-
dor copioso. Vivió sesenta y cinco años, los cincuen-
ta en la religión, y mas de veinte y cuatro en esta
provincia, y algunos siendo calificador del santo tribu-
nal de la fé.
El R. padre Fr. Gregorio Maldonado, natural de Al-
calá del Rio en Andalucía, recibió el hábito de nuestra
religión, siendo yá hombre hecho, en el insigne conven-
to de nuestro padre S. Francisco de México. Tengo por
cierto habla yá estudiado en el siglo, aunque en la
religión pasó sus cursos de filosofía y teología.
Necesitó esta provincia de un religioso que
leyese, y pedido al muy reverendo padre comisario ge-
neral, le escogió para que se ocupase en i este ejerci-
cio. Leyó su curso de filosofía y de teología, y jubiló-
le la provincia. Era religioso ejemplar y observante te-,
raeroso de nuestro Señor, y de conciencia muy escrupu-
losa que le hacia reconciliarse muy amenudo, tanto que
si decía alguna palabra con que cualquiera podía recibir al-
gún disgusto,' se iba á los pies del confesor, ó antes bus-
caba al que se la habia dicho, y aunque no fuese co-
sa de que necesitaba pedirle perdón, movia conversación
de materia agradable para si tenia algún sentimiento qui-
társele. Fué muy versado en la moral y cánones sa-
grados, y así con tantas prendas de letras y virtud es-
660 HISTORIA DE YUCATAN.

timado no soloi de los religiosos pero del estado secular.


Fué guardián del convento principal de Mérida, del de
Izamal, y siéndolo del de Ticul acabó su iglesia, cali-
ficador del Santo Oficio y difinidor de esta provincia.
Estando en el convento de Oxkutzcab le dio el acha-
que de la peste, y recibidos todos los Sacramentos, dio
su alma al Señor á ocho de noviembre del dicho año
de cuarenta y ocho, habiendo estado en esta provincia
veinte y cuatro.
El R. P. Fr. Diego de Cervantes, natural de Luce-
na en Andalucía, pasó seglar á la Nueva-España, y
habiendo estado allí algún tiempo, vino á Yucatán,
donde le llamó Dios á nuestra sagrada religión, y reci-
bió el hábito en el convento de Mérida, año de
mil seiscientos veinte y ocho, siendo de veinte y cinco
de edad. Desde luego que profesó anduvo casi siempre
en compañía de los prelados superiores de esta pro-
vincia, porque era excelente escribano y hábil para
cualquier despacho que se ofrecía. Ordenado de sacer-
dote á poco tiempo fué electo guardián del convento de
Mama, de donde le sacó el provincial al año y medio
para secretario de la provincia. Fué custodio, y después
provincial como yá se dijo, ejercitando el oficio
muy á satisfacción de todos, porque era muy pruden-
te y caritativo para los religiosos pobres que como tales
dependen de la piedad del prelado. Cuidó mucho de
los enfermos, y fabricó el cuarto nuevo que hay sobre
la enfermería. A los seculares necesitados hacia cuan-
to bien podia, y como era muy estimado de los goberna-
dores y obispos, se valían de su intercesión para con-
seguir bueno y breve despacho en sus pretensiones, con
que todos le amaban. El santo tribunal de la inquisición
le nombró su comisario del territorio y jurisdicción de
la ciudad de Marida. Siendo después guardián del con-
vento de Motul, subió las murallas de la iglesia, cubrió
la capilla mayor de media naranja y el cuerpo de la
LIBRO DOCE. 661

iglesia de cañón de bóveda que es muy hermoso edi-


ficio, aunque faltando no mas que lo que coge el co-
ro por cubrir enfermó del achaque común de la peste.
No le halló descuidado, porque mucho antes trataba de
ajustar su conciencia por medio del Sacramento de la
penitencia muy á menudo como yo lo vi. Luego que
se sintió enfermo, pidió con mucha instancia todos los
Sacramentos, y recibidos con afecto y devoción, acabó
el curso de su vida á diez y seis de noviembre de a-,
quel año de cuarenta y ocho en el convento de Motul.
Murió de cuarenta y cinco años cumplidos.
A quince del diciembre siguiente murió en el mismo
convento el P. Fr. Marcos de Menzieta religioso lego natu-
ral de Vizcaya que habiendo pasado secular á estos rei-
nos adquirió de los que llaman bienes de fortuna los
que bastaron para tenerle por hombre rico y de cau-
dal considerable. Tratáronsele algunos casamientos no-
bles en esta tierra y á ninguno asintió, antes cuando
menos se presumia, pidió el hábito de nuestra religión
para lego. Recibióle en el convento de Mérida, y ex-
perimentóse que fué su vocación del Señor, porque has-
ta que murió fué muy observante religioso, verdadera-
mente pobre de espíritu, humilde descalso sin usar lien-
zo .aunque parecía tener algunos achaques, obediente
con prontitud á cuanto los prelados le mandaban. Sin
haber sido arquitecto, parece que en premio de su obe-
diencia le concedía el Señor gracia para trazar cual-
quiera obra, y así estaba por cuenta de su cuidado la
de la iglesia de Motul cuando pasó de esta presente
vida en que había sido estimado de todos, .especial-
mente después que fué religioso, por su conocida virtud.
Aquella iglesia la-acabó después como está el; R. P.
Fr. José Narvaez siendo guardián de aquel convento.

o
TOM. II. 84
662 HISTORIA DE YUCATAN.

CAPITULO DIEZ Y SIETE.

Viene á gobernar segunda vez D. Enrique Dávila y


Pacheco.

Muerto el gobernador D. Esteban de Azcárraga, en-


traron en el gobierno los alcaldes ordinarios, y en la
ciudad de Mérida lo eran el maestre de campo D. Juan
de Salazar Montejo cuarto nieto del adelantado D. Fran-
cisco de Montejo, y el capitán D. Juan de Rivera y
Gárate, que gobernaron desde ocho de agosto hasta
quince de diciembre de aquel año de cuarenta y ocho.
Con tantas muertes como en él hubo, quedó la ciudad
y toda lá tierra muy trocada, en especial el estado se-
cular que con las vacantes de las encomiendas de los
indios muchas familias que ricas vieron el principio de
aquel año, le terminaron pobres y sin tener que comer
ni vestir que era cosa lastimosa, y por el contrario o-
tras que no lo tenian se vieron con alivio. En este
particular sucedió una cosa que por parecerme materia
tocante á la conservación del común la referiré, para
que si fuere conveniente enmendarla en ocasiones que
puedan suceder, la hayan entendido Jos señores que
hubieren de gobernar estos reinos, y provean en ella
lo que juzgaren mas conveniente. Vacaron muchas en-
comiendas cuantiosas, y los alcaldes ordinarios que en-
tonces no les estaba prohibido encomendarlas (como yá
lo está y se ha dicho en su lugar,) las dividieron entre
muchos, dando á cada uno una parte para ayuda á sus-
tentarse, dando por conveniencia para esta división que
de esta suerte hacían bien á muchos necesitados. N o
censuro si fué buena política, porque no es de mi pro-
fesión; pero aunque parece bueno hacer aquella parte
de bien á los que de él gozan, es tan poco que ningu-
no puede con él tener el lucimiento que pide el común
LIBRO DOCE. 663

de una república en algunos particulares, que con cau-


dales y rentas mas crecidas que otros la ilustran en los
actos públicos, y asimismo con ellas ayudan á pasar
la vida á otros muchos. El lucimiento de las personas
de esta tierra depende de estas encomiendas, pues es
notorio no haber en ella otros géneros de juro, rentas
ni haciendas permanentes para el lustre y decencia
de las familias nobles descendientes de los conquistado-
res, á quirn por tantas cédulas reales (como en estos
escritos se han referido) son mandadas preferir. Dividi-
das en muchos pocos, ninguno queda que pueda ilustrar el
común como necesita una república en tantos actos pú-
blicos como cada dia se le ofrecen. Ya he dicho que
no es materia de mi instituto, y así solamente la dejo
propuesta para cuya es.
Cuando murió el gobernador D. Esteban de Azcá-
raga, gobernaba yá la Nueva España el obispo de Yu-
catán D. Marcos de Torres y Rueda, á quien como pre-
sidente de aquella real audiencia pertenecía nombrar
gobernador para esta tierra en el ínterin que venia pro-
pietario por el rey nombrado. Aunque en la ciudad
de México habia muchos caballeros á quien poder dar
este gobierno, como estando en Mérida habia oido aja-
bar mucho el proceder que en él tuvo el general D.
Enrique Dávila y Pacheco, le dio el título de él en
nombré de S. M. á dos de octubre, y á quince del di-
ciembre siguiente con grande alegría de toda esta tier-
ra fué recibido por gobernador en la ciudad de Mérida
aquel año de cuarenta y ocho. Enfermó á breves días
del achaque de la peste, y estuvo muy de peligro; pe-
ro fué Dios servido de darle salud con que gobernóes-
ta segunda vez á Yucatán hasta diez y nueve de oc-
tubre de mil seiscientos cincuenta que llegó gobernador
propietario. El acierto de su gobierno de este caballe-
ro le manifestó el cabildo de la ciudad de Mérida ha-
biendo yá acabado su tiempo y salido de esta tierra,
664 HISTORIA DE Y U C A T A N .

que es lo mas digno de notarse, escribiendo á S. M.


(qué Dios guarde) una carta que decía así:
"Señor. En grande obligación se hallan las ciuda-
des de agradecer á sus príncipes el acierto de sus go-
bernadores, y a ellos el deseo y celo con que han cum-
plido con la suya. Dicha es de esta ciudad de Mé-
rida poder satisfacer á ambas con estos renglones, cuan-
do se confiesa por la primera obligada á nuestros ser-
vicios. Avisar, pues, á V. M. que su gobernador le ha
servido cómo debió, cumpliendo con el difícil empeño
del gobierno, y administrando con igualdad de justicia,
siendo este el principal deseo de V. M. verle también
ejecutado, le será sin duda de mucho gusto para la
ciudad, ocasionándole con su aviso satisfacción en par-
te de su agradecimiento, teniéndola también el buen
ministro, asegurándose sus aumentos en la remuneración
de la grandeza de V. M., luego que llegan á s~ü noti-
cia sus méritos. A los muchos dei general D. Enri-
que Dávila y Pacheco, caballero del orden de Santiago,
(de que la tendrá V. M. muy cumplida) ha añadido
en su servicio haber gobernado dos veces esta ciudad
y su provincia por nombramiento de los vireyes de
Nueva España en nombre de V. M. La primera ejer-
ció este cargo con tan pública aceptación, que ni para
el bien de la ciudad ni para el servicio de V. M. pu-
diera desearse mas; con que los deseos de todos para
que otra vez la gobernase fueron... y sus siempre ma-
yores méritos eficaz solicitud para el segundo nombra-
miento. Y si la difícil arte del gobernar se suele acer-
tar enmendado los yerros de las primeras ocupaciones,
debiéndole siempre mucho el acierto á la peligrosa ex-
periencia, el general D. Enrique que en el primer go-
bierno cumplió perfectamente con las obligaciones de su
cargo, no teniendo que enmendar en el segundo, trató
solo dé excederse á sí mismo, quedando yá sus accio-
nes por seguro ejemplar para el acierto de sus suceso-
LIBRO DOCE. 665

res, y siempre para mirarlas. Y aunque suele ser pa-


ra los gobernadores bastante y aun extraordinaria apro-
bación no hallarse haber faltado á las obligaciones del
oficio, y conocerso esto por la pesquisa de las residen-
cias ; de las que se han hecho al general D. Enrique
en ambos gobiernos, ni le ha resultado cargo ni se le
ha puesto demanda. Y adelantándose mas su celo en
el gobierno político ha puesto particular cuidado en el
mayor aumento de la fé en los naturales de estas pro-
vincias, y cómo sean mas bien administrados en ella
procurando con toda instancia su conservación y mejor
tratamiento, atendiendo con singular afectó al patronaz-
go y jurisdicción de V. M. , y á ejercerla con la autori-
dad y decencia debida. En el cobro del haber de V. M. ocu-
pó particular cuidado debiéndose al suyo haberse hecho
grandes cobranzas en breve término y con toda suavidad,
que si estaban perdidas, y menos que con su desvelo ó no
se cobraran ó fueran muy difíciles en muchos años, pero
venció al tiempo su cuidado. Y no faltando éste á
quien tamlien le ocupaba (aunque siempre le parecie-
ra breve á esta ciudad si la gobernaba largos años)
cuidando de la quietud y sosiego público, puso toda
seguridad en los puertos y costas de la provincia para
la resistencia del enemigo, de quien es muy de ordina-
rio infestada, y aseguró esta ciudad con militar dispo-
sición y prevención prudente, trayendo á ella mucha
cantidad de artillería que proveyó de cureñas, pólvora
y balas buscando para ello efectos su diligencia sin to-
car ai haber de V. M. ni tener propios esta ciudad;
con que quedó asegurada no solo de los enemigos extraor-
dinarios sino de los que se pudiera temer naturales ejerci-
tando sus vecinos en disciplina militar para que ocuriesen
con mayor prontitud á las ocasiones que se ofreciesen.
Y en el gobierno judicial administró justicia á todos con
tanta igualdad y satisfacción de las partes, que para
no buscarla en otras instancias los que por no tenerla
666 HISTORIA DE YUCATAN.

perdían el pleito, les parecía bastante desengaño haber-


lo determinado el general D. Enrique. Y así cumplió
en ambos gobiernos con su obligación, no teniendo o-
tro fin que el mayor servicio de Dios nuestro Señor
y de V. M., imitando á los ascendientes de su muy no-
ble casa. Y así agradecida esta ciudad avisa V. M.
sus acciones corno mas interesada en ellas &c."
Pero lo que mas admira es que estando yí este caba-
llero en España, y muriendo en la ciudad de Mérida el se-
ñor conde de Peñalva (que esté en gloria) que con tí-
tulo de S. M. habia venido á gobernar en estas pro-
vincias, no solo el cabildo secular, pero el eclesiástico
y las religiones que hay en esta tierra, todos con uni-
forme voluntad escribieron á S. M. (que Dios guarde)
pidiéndole como singular favor y merced fuese servido
de enviar para gobernador de estas provincias á este
caballero, pareciéndoles que su venida seria remedio de
tanto menoscabo como en ella se veia por los muchos
indios que con la hambre que hubo el año de cincuen-
ta y siguiente de cincuenta y uno murieron, y exter-
minio de los pueblos por los muchos que á título de la
hambre se habían ausentado de ellos, vivían á su gus-
to y voluntad, como se verá presto. Detuviéronse mu-
cho las cartas en la Habana, aunque la ciudad envió
persona que las llevase, y se entiende hubo fuera de
esta tierra alguna cautela en el caso por pretensión de
este gobierno, con que cuando llegaron le habia yá hecho
el rey merced del gobierno de la Nueva Vizcaya, don-
de está al presente.

•o
LIBRO DOCE. 667

CAPÍTULO DIEZ Y OCHO.

De dos elecciones de vicario provincial de esta provincia,


y muerte del R. P. Fr. Juan . Coronel.

Yá queda dicho cómo con la enfermedad de la


peste murió en el convento de Telia el R. P. Fr. Ber-
nardo de Sosa provincial de esta provincia, y así se-
gún las constituciones de nuestra sagrada religión fué
necesario elegir nuevo superior qué la gobernase. Hu-
bo alguna controversia sobre á qué padre se habian
de entregar los sellos y que juntase el difinitorio pa-
ra la elección, porque los RR. PP. Fr. Diego de Cer-
vantes y Fr. Gerónimo de Prat decían que pertene-
cía esto al R. P. Fr. Antonio Ramirez que tenia el
voto de difinidor perpetuo por la renunciación que de él
habia hecho el R. padre Fr. Luis de Vivar, que aun
era vivo y era provincial mas antiguo. Por el contra-
rio el R. padre Fr. Antonio Ramírez decia que no
le competía la acción por dimanar de diverso principio
convocar en tal ocasión el difinitorio del que habia pa-
ra ser difinidor perpetuo, y que por haber renunciado
éste no era visto haber perdido el derecho que tenia
al otro pues eran distintos y separables. Para evi-
tar discordia y escrúpulo cedió á la acción que le pu-
diesen querer dar y remitió los sellos al dicho R. Fr. Luis
de Vivar para que convocase el difinitorio y presidie-
se á la elección. Habiéndolos recibido y salido del convento
de Ticul para hacerla en Izamal murió (como se ha dicho)
con que hubieron de volver los sellos á mano del R. padre
Fr. Antonio Ramirez y presidir en la elecion. Hízose
en el convento de Izamal á veinte y uno de octubre
de aquel año de cuarenta y ocho, y salió electo vica-
rio provincial el R. padre Fr. Diego de Natera Alta-
mirano, natural de Campeche y que habia sido difini-
dor de esta provincia. Quedóse en el convento de Iza-
668 HISTORIA DE YUCATÁN.

mal desde desde donde gobernaba la provincia. Esta-


ba achacoso cuando le eligieron, y mas sin duda de
lo que se entendía, pues cuando menos se presumió
pasó de esta presente vida muy aceleradamente en el
mismo convento de Izamal á catorce de febrero del a-
ño siguiente de cuarenta y nueve, habiendo sido vica-
rio provincial tres meses y veinte y cuatro dias. Tén-
gale Dios en su gloria.
Por si; muerte fué necesario convocar segunda vez
al difinitorio que junto en el convento de Izamal (co-
mo la antecedente) á seis-'del marzo siguiente eligió en
vicario provincial al R. padre Fr. Sebastian de Quiñones
natural déla ciudad de Mériria, y que votó en el ca-
pítulo general antecedente celebrado en Toledo por el
ministro provincial de esta provincia. En este capítulo
general confirmando la alternativa, se ordenó también
con nulidad de lo contrario que en la primera elección
en que se habia de elegir superior de los religiosos que
han recibido el hábito en esta provincia, fuese,electo
hijo originario de esta tierra, y en esta conformidad no
solo en el capítulo provincial, que era en la que se man-
daba, sino en estas dos, se continuó, para que no se di-
jese se faltaba á la intención del capítulo general, que
parece haber sido que tuviesen un padre que hubiese
sido provincial y cesase toda ocasión de queja que se
daba, diciendo habia muchos años que de los nacidos
en esta tierra,'no se habia elegido provincial alguno.
Luego que él reverendo padre vicario provincial
fué electo, se fué al convento de la ciudad
de Mérida donde estuvo hasta la congregación que se
celebró en aquel convento á quince de octubre de a-
quel año de cuarenta y nueve. Gobernó la provincia
en paz y quietud, y hizo algunos reparos á aquel con-
vento de la ciudad. Duró en el oficio algo mas dedos
años consultado para ello nuestro Rmo. P. comisario
general de Indias Fr. José Maldonado, y así de capítu-
LIBRO DOC E. 669

lo á capítulo pasaron en esta ocasión cuatro años pa­


ra que la parte de los hijos originarios de esta tierra
quedase con padre de la provincia; y porque poco des­
pués de la congregación murió el R. P. Fr. Juan C o­
ronel, digno de particular memoria, la dejaré de su vir­
tud en este lugar.
Fué el R. y venerable Fr. Juan de Coronel natural
de la villa de Torrija en la Alcarria, y enviándole sus pa­
dres á estudiar á la universidad de Alcalá de Henares, le
llamó Dios á nuestra sagrada religión, cuyo santo há­
bito recibió, en el convento de S. Diego de aquella vi­
11a, siendo de quince años de edad. Después de profeso
pasó á esta provincia con deseo de la salvación dees­
tos indios; aunque no he podido ajustaren qué misión
vino, si fué la del año de­ 1593 que trajo el P. Fr.
Pablo Maldonado, ó la antecedente del año de 84. Estu­
dió el idioma de estos naturales con tan singular cui­
dado, que en breve tiempo les predicaba con gran faci­
lidad y elocuencia. Ordenado de sacerdote (porque pa­
só corista) fue uno de ios ministros mas celosos de la
cristiandad de los indios que tuvieron aquellos tiempos,
conservándole Dios para nuestro ejemplar hasta los de
ahora. Solicitó mucho siempre que los religiosos de las
misiones que venían de España estudiasen luego en
llegando el idioma de los naturales con todo cuida­
do. Para facilitar este trabajo, redujo el arte antiguo á
mas breve método, y le leyó muchos años, siendo maestro
de su enseñanza, y yo fui uno de sus discípulos cuan­
do llegué de España, que vino del convento de Mama
(donde era guardián) al de la Mejorada de Mérida so­
lo para leérnosle. Dio á la estampa en México el arte
que abrevió, un confesonario, una cartilla de toda la
doctrina cristiana, y un tomo de diversas pláticas espi­
rituales, todo en el idioma de los indios.
Fué religioso muy observante y ejemplar, recogido,
que no salia de los conventos dé doctrina, sino era
том. TI. 85
Ü70 HISTORIA DE YUCATÁN.

para administrar los Santos Sacramentos á Ios indios,


;

y'cuando vivía en Mérida, rara vez para alguna nece-


sidad religiosa. Era tan casto que nunca ni por pala-
bra sé entendió de él cosa contraria á la pureza de esta
virtud. Nunca usó mas lienzo que los paños menores,
anduvo descalzo hasta que la vejez y achaques de ella
le hicieron calzarse, habiendo padecido muchos años
los dolores que el ser quebrado ocasiona, y en ellos
riesgos de la vida. Y o vi algunas veces salírsele por la
rotura las tripas en tanto grado que se dudaba mu-
cho poder volver á su natural lugar, y tolerarlo con
singular paciencia, y sin traer con causa tan grave mas
ropa ni vestuario que la* forma de nuestro santo hábi-
to. Amó mucho la santa pobreza, pero con discreción,
que cuando era guardián na le hiciese parecer misera-
ble, socorriendo muy cumplidamente las necesidades de
sus subditos, aunque para sí se estrechaba como muy
pobre.
En todos los conventos donde fué guardián cuidó
mucho del ornato del culto divino, y para él dejaba
grandes aumentos en las sacristías. Fué muchísimas
veces guardián, una difinidor de la provincia, y no lle-
gó á ser provincial por parecer demasiadamente rígido,
aunque de verdad era muy celoso de la observancia re-
gular, y deseaba se conservase con la entereza que en
aquellos tiempos* antiguos cuando él vino florecía, cosa
que le mereció á esta provincia renombre de santa.
En el capítulo que se celebró el año de treinta y cin-
co, se recogió al convento de Mérida porque sus acha-
ques no le daban yá lugar á poder acudir á la ad-
ministración de los indios, pero allí les predicaba á los
!

del pueblo de S. Cristóbal (que son de nuestra admi-


nistración) cuantas veces podia. Aunque se habia re-
cogido con ánimo de no admitir mas oficios, á la con-
gregación del año de treinta y seis le obligó la obedien-
cia á que fuese guardián del convento de la recolección
LIBRO DOCE. 671

de la Mejorada'; pero luego que pudo se volvió á su


principal deseo de encomendarse á Dios en la quietud
dé subdito. Interrumpiósele vacando la guardianía del
convento principal donde estaba,, y fué nombrado presi-
dente guardián de él. Presto solicitó que le exonera-
sen de aquel cuidado para estarse quieto en la celda.
En ella vivió hasta eL año de cincuenta y uno, y ca-
si lo mas del tiempo padeciendo diversas enfermedades
que Je tenían muy ordinario en cama, pero sin usar
lienzo sino unas mantillas de algodón por sábanas. To-
leró los achaques con mucha paciencia y conformidad
con la voluntad dujina. En estos tiempos le oia yo
de penitencia confesándole, y rara vez entré á verle (sien-
do muchas las que le visitaba) que no le hallase ó
leyendo en un libro de devoción que tenia, ó orando, y
á mi parecer en sublimada contemplación algunas, i se-
gún la. elevación de rostro que tenia, levantados los ojos
al cielo, aunque estaba en cama, y hallarle de esta for-
ma daba: lugar ser algo falto de oido, con que no me
sentía cuando entraba. Agravados los achaques, y re-
cibidos con mucha devoción todos los Santos Sacramen-
tos, pasó á la vida eterna; á catorce de enero de mil y
seiscientos y cincuenta y un años, y fué sepultado en
el convento de Mérida, dejando opinión de varón per-
fecto, reverenciado por tal de todos estados de gente.
Vivió ochenta y dos años, los sesenta y siete en la
religión, sesenta y dos en esta provincia, y mas de cua-
renta y ocho ocupado continuamente en la enseñanza
de la cristiandad de estos indios.

o-
672 HISTORIA DE YUCATAN.

CAPITULO DIEZ Y NUEVE.

Cómo se halló una imagen de nuestra Señora, milagrosa,


que no se sabe su origen.

Habiéndose padecido en esta tierra las calamidades


y miserias que una peste ocasiona, y para consuelo de
otras que se dirán, tuvo por bien la Majestad divina de
favorecer á sus fieles, manifestando una imagen de su
Santísima Madre la Virgen MARÍA Señora nuestra, ha-
llándola unos pobres indios pescadores del pueblo de
Jampolol en la forma que se vdiá. Viernes siete de
mayo de 1649, (como á las cuatro de la tarde) dos
indios del pueblo de Jampolol, llamados Luis Ná y
Lorenzo Balam, venían juntos de pescar de un riachue-
lo llamado en su lengua Joctun, y se sentaron á la
sombra de unos árboles, recostándose á descansar, Mi-
rando á un árbol llamado en su lengua pich que está
sin hojas todo quemado, al pié del árbol vieron una
imagen pequeña de poco mas de un palmo, derecha y
enterrada por el pié, como hasta cuatro dedos. Fue-
ron adonde estaba, y hallaron la tierra en circuito muy
blanda y mullida, y reconocieron ser imagen de la Ma-
dre de Dios del Rosario, con un niño en los brazos.
Besaron cort veneración lá Santa Imagen, y poniéndola
en el mismo lugar donde la hallaron, fueron á su pue-
blo y dieron noticia al alcalde llamado Juan Cocom y
á los demás indios del hallazgo de la Santa Imagen,
Prevenidos todos con candelas de cera, fueron al sitio
donde estaba, y luego que llegaron viendo á la Santa
Imagen, encendieron las candelas y la sacaron de allí
y pusieron en una piedra labrada (de que se hallan
muchas por los campos y las llaman zimitun) y con
luces encendidas se estuvieron allí velándola toda la
noche.
- Sábado siguiente á ocho, salido el sol, fueron el al-
LIBRO DOCE. 673

calde y los principales, y al pié de una puentezuela


que está en el camino real hicieron una ramada y de-
bajo de ella un altar, con que compuesto aquello traje-
ron la Santa Imagen en unas andas, y la colocaron con
muchas luces de cera, asistiéndola casi todo el pueblo.
Domingo, no determinándose los indios qué harían con
ella, fueron el alcalde y un regidor al convento de
Campeche, á cuya administración está sujeto aquel pue-
blo, y dijeron al padre Fr. Bernardo de Santa María,
que era guardián, cómo habían hallado aquella Santa
Imagen junto á un manantial de agua, distante media
legua de su pueblo, y donde la dejaban puesta con
mas veneración, y venían para que determinase lo que
se habia de hacer con ella. Dudaba el guardián de
la verdad de lo que decían, pero los indios hicieron tan-
ta instancia, que resolvió ir con elfos, aunque le hu-
bieron de llevar en una hamaca por estar muy enfer-
mo. Dio noticia á algunas personas principales de la
villa, y corrió la voz de lo que pasaba, con que le acom-
pañaron los capitanes D. Iñigo de Figueroa, Diego de
Heredia, D. Antonio de Figueroa, Juan González de
Ulloa procurador general de la villa, otros vecinos y
mas gentío de mestizos y mulatos.
Llegaron al pié de la puentezuela donde estaba la
Santa Imagen, y halláronla puesta con mucha venera-
ción, adornado el sitio con rosas y ramos verdes, y co-
mo mas de setenta indios y indias que la hacían com-
pañía, y los mas de ellos con candelas de cera encendi-
das. Reconoció el guardián la Santa Imagen y halló en
•ella todas las señales que los indios le dijeron que te-
nia, y venerándola todos con mucha devoción besaron la
orla que hace el ropaje, y encendiendo hachas de cera,
que el guardián llevaba, y otras muchas luces, con gran
regocijo de chirimías y trompetas cargaron los españo-
les las andas en que estaba colocada, y en ordenada
precesión, caminando con ella á pié, la llevaron á la
674 HISTORIA DE YUCATÁN.

iglesia del pueblo de Jampolol donde llegaron á pri-


ma noche, y puesta allí se quedaron los mas y otros
muchos que después vinieron toda la- noche en la igle-
sia velando en presencia de aquella Santísima Señora.
Desde luego manifestóla Majestad Divina que este
precioso hallazgo era para hacer mercedes y beneficios
á sus fieles, porque aquella misma noche en presencia de
todos sucedió el milagro siguiente. Antonio Zima y
Andrea Coyí, indios, tenían de legítimo matrimonio un
hijo de nueve años llamado Pablo Zima, el cual ha-
bía tres años que jugando con otros muchachos de su
pueblo de Jampolol, se le quebró la pierna derecha: por
el\ muslo de que le resultó hinchársele la pierna y pié,
de suerte que en la planta de él se le hizo, una apos-
tema con grandísimo tumor. Cuatro días antes -que
se hallase esta Santa Imagen, ocurrieron al muchacho
tan grandes dolores, que noche ni dia podia sosegarse;
y aunque la madre (como lo declaró después en in-
formación jurídica) había procurado remedios para la
salud de su hijo, no los hallaba en lo natural..- Suce-
dió traer la Santa Imagen como se ha dicho, y la in-
dia con toda fé llevó,su hijuelo, que fué medio ga-
teando á la iglesia. Puesta de rodillas ante la Santa
Imagen, con lágrimas le pidióla salud de su hijo, ofre-
ciéndole unos pocos de cacaos que llevaba. Oyó la
Majestad Divina sus ruegos, y la madre • de misericor-
dia la usó con aquella afligida india, que testificó po-
mo inmediatamente á su oración y pobre oferta, se le
abrió al muchacho la apostema por la planta del pié,
quedando sano y libre de la lesión que antes tenia, y-
á vista de todos el muchacho se levantó sano y bueno.
Conocida esta maravilla dieron gracias á nuestro Se-
ñor, y fué mayor su devoción y la veneración que
tuvieron á la Santa Imagen, como uno y otro declara-
ron en información jurídica.
Por estar distante de Campeche cuatro, leguas, sa-
LIBRO DOCE. 675

lieron de aquel paraje como a la una de la noche con


la imagen en procesión, llevando las andas en hombros
los indios principales de Jampolol, y acompañándola otros
muchos y indias con luces de cera y mucha alegría de
danzas á su modo. En el camino encontraron muchos
indios y indias que iban á verla, y en llegando encen-
dían sus candelas y se juntaban con la precesión. Con
esta devoción llegaron á la entrada de Campeche, y don-
de está una cruz hallaron á los demás religiosos del con-
vento que con capa, cruz alta y gran festejo habían sa-r
lido á recibir el precioso hallazgo y procesión con que
venia' venerado. A este recibimiento salió con los re-
ligiosos gran concurso de pueblo, .y allí cargaron los es-
pañoles las andas, y en sus hombros llevaron la Santa
Imagen hasta ponerla: en la capilla mayor de nuestro
convento donde se colocó -'con •Ia m'áyor ..:decencia .y! re-
,,, -

verencia que fué posible, i : ; : " '


Creció mucho la devoción y afecto á esta Santa Ima-
gen, y así como por'reliquias santas cogieron muchas
persoiias de la tierra donde la hallaron, y de las raices
del árbol donde estaba. Obró nuestro Señor por inter-
cesión de su santísima Madre, y para confirmar su de-
voción, muchas maravillas. Da.,;Magdalena de Figue-
roa, hija legítima' de D. Iñigo de .Figueroa y Da. Ana
Maria de Castro Polanco vecinos de Campeche, y nie-
ta del gobernador D. Antonio de Figueroa, estando en-
ferma en su cama, le dio un accidente con, que perdió
la habla y se le trabaron las quijadas, de suerte que
para darle alguna cosa debida con que se sustentase,
era necesario abrirle la boca con una cuchara de plata
y con un embudo pasarle la bebida á la boca. Llegó á
estar totalmente sin natural remedio, y certificado de
los que curaban á los enfermos en Campeche que era
:

imposible vivir, habiendo yá estado la enferma diez dias


de aquel modo. A este tiempo se trajo esta Santa
Imagen á Campeche, y el capitán D. Iñigo como liíi-
676 HISTORIA DE YUCATAN.

bia visto en Jampolol el milagro que se ha referido,


pidió al padre guardián un poco de la tierra en que
la hallaron. Llevóla, y llegado á su casa la echó en
un poco de agua, y se la hizo beber á la enferma por
el embudo que solia las otras bebidas. Dentro de un
instante testificaron el capitán D. Iñigo y su mujer
que durmió la enferma como tiempo de una hora, y al
cabo de ella despertó bostezando y hablando con sus
padres y hermanos, y pidió de comer y que se le
pusiese un paño caliente en el vientre. Desde enton-
ces prosiguió continuándose la mejoría de su salud, has-
ta que sanó sin hacerle otro remedio alguno natural,
con que sin duda todos lo tuvieron por milagro de la
Virgen Santísima.
Isabel de Aranda, mujer legítima del capitán Diego
de Heredia, testificó en la información que recien traí-
da á Campeche esta Santa Imagen, le sobrevino á la
dicha Isabel de Aranda un tumor muy grave en el ros-
tro y garganta, con tan gran dolor que no sosegaba.
Habia traído su marido de la tierra referida, y la en-
ferma con toda fé y devoción tomó un poco de ella, y
mascándola la humedeció en la boca, y poniéndola por
la parte de fuera sobre el tumor, se halló inmediata-
mente sin él y sin dolor, lo cual reconoció por mila-
gro.
Tenia esta señora por aquel tiempo un hijo llama-
do Diego de Heredia, muy enfermo de cuartanas con
fuertes calenturas, grave dolor de estómago, y en él un
bulto que le afligia mucho y á veces le dejaba sin ha-
bla. Oyendo el enfermo lo que con la tierra habia
sucedido á Da. Magdalena de Figueroa, y visto el su-
ceso de su madre, la pidió le diese á beber en agua un
poco de la tierra. Diósela la madre, y luego el enfermo
quedó sano y libre de aquellas enfermedades qUe pade-
cía mas habia de seis meses.
Habia en la misma casa una criada mestiza llama-
LIBRO DOCE. 677

da Ana Esteban, que por mas de seis meses había es­


tado enferma con grandísimos dolores de cuerpo y co­
yunturas, que día ni noche sosegaba, habiéndose, hecho,
cuantos remedios se supieron. La dicha Isabel de Aran­
da deshizo un poco de aquella tierra en agua ardiente,
y le fué untando todas las coyunturas á la enferma,, y lo.
que sobró se lo dio á beber. Bebiólo y quedó luego
sana de los dolores y enfermedad que tanto la moles­
taban, atribuyendo el suceso á milagro de la Virgen,
Domingo González español, vecino de C ampeche,
tenia un gran dolor de estómago habia mas de cuatro;
meses, y cuando pareció ésta Santa Imagen­ tuyo noti­
cia y testificó que fué allá á verla con ánimo y devo­;

ción de pedirla le quitase aquel dolor, y habiéndola vis­


to y encomendádose á ella, luego se halló mejor, y con­
tinuó de tal modo la mejoría que hasta once de julio
de aquel año en que lo testificó no habia sentido mas.
el dolor, de que dio y daba gracias á Dios y á su ma­
dre bendita.

CAPITULO VEINTE.

De otros milagros que nuestro Señor obró por la inm^


cacion de esta Santa Imagen.

Una india llamada Méncia Uz, servia á Úrsula de


Alfaro viuda del sargento Diego Márquez. Llegó á
tiempo de parir la india, y habiendo echado la criatu­
ra, no pudo en mas de una hora expeler la superflui­
dad de la naturaleza, quedando con grandes congojas
y peligro de la vida. Acordóse j a ama en aquella aflic­
ción que tenia de la tierra donde se halló esta, Santa
Imagen, deshizo una parte de ella en una popa de agua
том. п. 86
678, . HISTORIA DE YUCATÁN.

pidiéndolo también la india, y con devoción la bebió, y


luego al instante sin otro'remedio natural hizo la ex-
pulsión, quedando libre del peligro en que estaba.
A diez y siete de mayo recien traida la Santa Ima-
gen, habiendo bebido un jarro de agua Maria de He-
redia mujer de Juan Dominguez, vecinos de Campeche,
repentinamente se sintió pasmada y con un dolor que
desde el estómago la subia á Ja garganta que la aho-
gaba. Acordóse que Gonzalo Dominguez su cuñado la
habia dado un poco de esta tierra de la Virgen, y des-
haciéndola en agua fria la bebió, y luego fué reconocien-
do mejoría, y al dia siguiente por la mañana se sintió
libre del pasmo y dolor, teniéndolo por milagro de la
Virgen por el afecto con que dijo que bebió aquella
tierra.
A Ana Gutiérrez, mujer del capitán Antonio Pérez,
alcalde ordinario aquel año en Campeche á principios
de junio, después de traida la Santa Imagen, le dio un
dolor desde la sien que le corría por todo el rostro, y
la tuvo afligidísima sin poder sosegar. Habíale dado
el reverendo padre Fr. Antonio Gracia (padre de esta
provincia, y que después hizo estas informaciones) un
pedacito de piedra de donde se apareció esta Santa Ima-
gen, y la enferma dándose un baño con agua tibia, se
puso la piedrecita en la parte del dolor, y luego inme-
diatamente quedó sana como lo estaba á quince del di-
cho mes cuando lo testificaron ella y su marido.
Testificó también Ana de Aycó, mujer de Antonio
Dominguez, vecino de Campeche, que dando un poco de
aquella tierra deshecha en agua fria á un muchacho de
dos años llamado Domingo, estando en peligro de mo-
rir de unas calenturas que habia un mes que le afli-
gían, y estando actualmente con la calentura, luego que
la bebió se le quitó y quedó bueno y sano. Tenia otro
muchacho indio llamado Juan Hó muy al cabo de la
vida con calentura, y el dia que al antecedente, por la
LIBRO DOCE. 679

tarde, le dio L beber de la forma que al otro un poco


de la tierra, y luego sanó de la enfermedad. A un ni-
ño llamado Francisco, nieto suyo, le dio á beber otro
poquito de tierra y quedó sano de un flujo de vientre
que le tenia á punto de morir, siendo de edad de seis
meses.
Magdalena Gómez, vecina de Campeche, habiendo
tenido en su casa tiempo de cinco meses á un sobrino
suyo llamado Joaquín Salmón, de edad de catorce años,
enfermó al principio de unas calenturas, y después le
daban con frió todos los días, de que llegó á estar muy
enfermo y hinchársele el rostro y piernas. Habíale da-
do el padre guardián á la dicha Magdalena Gómez un
poco de aquella tierra un dia que llevó al sobrino en-
fermo á hacer oración ante la Santa Imagen. Víspera
de la festividad de la institución del Santísimo Sacra-
mento dio al enfermo un poco de aquella tierra en agua
fría, y bebiéndola luego empezó á tener mejoría hasta
quedar sano, como lo testificaron ambos después á quin-
ce de jimio de aquel año, dando gracias á Dios y á su
Madre Santísima por la salud que milagrosamente le
habian dado.
Corrió la voz de tantas maravillas, y para que que-
dase de ellas instrumento cierto,, se pidió por petición
presentada ante los señores doctores D. Pablo de Se-
púlveda y Figueroa, chantre de la Santa Catedral de
Mérida, juez provisor y vicario general y comisario sub-
delegado de la Santa Cruzada, y D. Juan Muñoz de
Molina, maestrescuela y calificador del Santo Oficio,
gobernadores de este obispado por el Sr. obispo D. Mar-
cos de Torres y Rueda, que como se ha dicho esta-
ña gobernando la Nueva España, que se hiciese infor-
mación jurídica del hallazgo de esta Santa Imagen, y
milagros que Dios habia obrado por ella. Mediante la
petición dada por procurador de la provincia, proveye-
ron los dichos dos señores doctores dando su comisión
680 HISTORIA DE YUCATAN.

plenáriá en nueve de mayo del dicho año, para que


el bachiller Juan Sánchez de Cuenca, cura vicario de
la villa de Campeche y.comisario del Santo Oficio en
ella, y el reverendo padre Fr. Antonio de Gracia, pa-
dre dé esta provincia, averiguasen la verdad de todo lo
sucedido en esto, y la información original se remitie-
se para guardar en el archivo de la Santa Catedral.
A los quince del mes de junio siguiente estaba todo lo
que hasta aquí se ha referido auténtica y jurídicamen-
te comprobado por los dichos comisarios, como cons-
ta de la información que hicieron, de la cual lo saqué
para escribir en este lugar.
Por el testimonio que quedó de la visita y vista
de esta Santa Imagen que hicieron los dos comisarios,
se verá de la forma que es, y por eso y estar con otras
particularidades dignas de memoria, me pareció poner-
le á la letra, el cual dice así: "Estando en la iglesia
del convento de Señor S. Francisco extramuros de la
villa y puerto de S. Francisco de Campeche, en once
dias del mes de junio de mil seiscientos cuarenta y nue-
ve años, su merced el bachiller Juan Sánchez de
Cuenca, cura, vicario y juez eclesiástico en esta villa
y comisario del santo oficio de la inquisición en ella,
y reverendo padre Fr. Antonio de Gracia, predicador
-

y padre de esta provincia, presidente guardián del con-


vento de Hechelchacah, por ante mí el infrascrito no-
tario, en ejecución y cumplimiento de su comisión cer-
tifican en la forma que pueden, y de derecho deben,
cómo habiendo venido á este dicho convento, pidieron y
requirieron al padre fray Bernardo de santa Maria,
predicador y guardián de este dicho convento les mos-
trase la imagen que habia traído a esta dicha iglesia
y convento de la ramada de la puente del pueblo de
Jampolol, qué los indios principales le habían dado no-
ticia habia parecido en el manantial de agua dulce del
dicho pueblo. Y habiéndola el dicho padre guardián
LIBRO DOCE. 681

mostrado, y en particular vístela su merced y reveren-


do padre, hallaron y vieron ser la dicha imagen de u-
na cuarta y un dedo de alto con la corona real, con un
niño en la mano izquierda también con corona real en
cuatro divisiones, y mano izquierda de la Virgen-ée se-
ñala por la pierna izquierda del niño como teniéndole la ma-
no también izquierda en la cual tiene un mundo el cual tie-
ne enmedio de la cruz que tiene señalada una pastilla de
ba.rnis, y se ve el barro colorado. La mano derecha déla Vir-
gen está teniendo un rosario, y en sí incluye la mano dere-
cha del niño. Tiene el rostro de color trigueño, ojos negros,
algo deslustrado el rostro y la punta de la nariz un poco
comida como la del niño, y tiene señalada su gargantilla
de color negro. Es por la espalda el manto-,de color
verde y negro con unas manchitas azules, y por delan-
te entre blanco y azul. La túnica es del njismo co-
lor del barro que tira á colorado. Tiene toca debajo
del manto, tocado antiguo á modo de repulgo por la-,
parte de la frente, y el manto sobre la cabeza el cual
coge y ciñe la corona. La punta del pié izquierdo se
señala por encima del ropaje cuatro dedos desde la par-
te del pié que tiene de hueco, los cuales- están deslus-
trados que parece que ha estado enterrada, y á donde
hace la proporción de la rodilla le falta un pedazo del
lado izquierdo que parece ha sido cortada con algún
machete ó cuchillo, de que se debió de originar el que-
brarla, porque lo está en el largor de los cuatro dedos
dichos por estar pegada con alguna resina de color ne-
gro. Es de materia de barro colorado á modo de pie-
dra por lo duro y pesado, que se conoce el no ser de
esta tierra, teniendo señales de muy antigua hechura, y
todas las partes referidas, así de nuestra Señora como
del niño Jesús, son hechas de una pieza sin que se co-
nozca haya división alguna."
De esta forma es esta Santa Imagen, y de ello di-
cho dia dio fé y público testimonio Francisco de Man-
632 HISTORIA DE YUCATÁN.

ganei notario público, en presencia de testigos?, firmán-


dolo juntamente ambos comisarios. Hay desde el pié
del árbol quemando, llamado pich, al manantial
del agua veinte y una varas y media, y hasta el
camino real que va á Mérida como cuarenta varas.
Desmontóse de los muchos matorrales que . tenia
aquel sitio por algún espacio, y al pié del árbol seco,
que tiene de grueso cuatro varas, se pusieron tres cru-
ces en forma de calvario para que quedase con algu-
na decencia. La devoción ele los fieles cortó muchas as-
tillas de aquel tronco y de sus raices, llevando tierra
con ellas que ha obrado las maravillas referidas para que
sea bendita la Majestad Divina que tales beneficios
nos hace, y nos manifestó tan precioso tesoro que no se
pudo averiguar qué origen haya tenido, quién ni cuán-
do la pudó poner en aquel sitio que siendo continua-
mente frecuentado de arrieros del camino real para
Mérida y de los indios de aquel pueblo, nunca se vio
hasta este tiempo que aquellos pobres indios la hallaron.
Gozaban de ella con gran consuelo en la villa cuan-
do inopinadamente á veinte de diciembre del misino-
arlo de cuarenta y nueve, no se halló en el taberná-
culo y lugar que estaba colocada, sin saber qué se hu-
5

biese hecho, y hubo presunciones de que habia sido ro-


bada; pero no pudo haberlo hecho la persona que se
entendía según se vio después, porque no habiendo aún
vuelto á esta tierra, pareció. Pasó sin saberse dónde
estuviese espacio de mas de nueve meses, hasta que
también inopinadamente fué hallada una noche en la
peana de una cruz, manifestándose (con la luz que sa-
lía de ella) á un indio que se lo vino á decir al re-
verendo padre fray Juan de Olano, que hoy es pro-
vincial, y entonces guardián del convento de Campeche.
Fué S. P. con el padre fray Pedro de Herrera, que
estaba allí, y después con la noticia que corrió mu-
cha gente, y la trajeron á la iglesia del convento. Es-
LIERO DOCE. 683

taba la cruz en un solar que cae detras de nuestra huerta,


donde había una ermita en que se guardan algunas co-
sas de la cofradía dé nuestra Señora. Fué esta segun-
da aparición á veinte y siete de setiembre del año siguien-
te de mil seiscientos cincuenta. Colocóse después en el
medio del altar mayor, por no *haber comodidad para
hacérsele capilla aparte, y porque estuviese con mas
veneración y decencia. La villa hasta ahora le celebra
festividad particular todos los años á nueve de mayo,
por haber llegado aquel dia al convento. Unos la tU
tillaban nuestra Señora del Rosario, por el que se la
halló pendiente de la mano como se ha dicho, y otros
nuestra Señora de la Laguna, por la que hace el ma-
nantial de agua junto adonde se apareció la primera vez
á los indios referidos, y este último es el título con
que quedó, llamándola nuestra Señora de la Laguna.

.—o

CAPITULO VEINTE Y UNO

Gobierno del mide de Peñalva, en cuyo tiempo hubo una


grande hambre en esta tierra.

Si los trabajos de la peste son materia lastimosa,


no lo son menos los que por nuestros pecados vivimos
con la hambre en esta tierra, que parece va nuestro Se-
ñor acabando con los naturales de ella, pues de ocho
años á esta parte faltan mas de la mitad. Quiera Dios
no sea la causa (que á solo su Divina Majestad es
notoria) la que muchos dicen, para la cual aunque el
rey nuestro señor, que Dios guarde, ha librado gravísi-
mas prohibiciones, rio se ve sino ejecución contraria á
ella. Murió, como se dijo, D. Esteban de Azcárraga, y prove-
684 HISTORIA DE YUCATAN.

yó S. M. para este gobierno al Sr. D. Garcia de Val-


dés Osorio, primer conde de Peñalva, que se hallaba
en la corte por aquel tiempo. Fué hecha la merced
en Madrid á veinte y siete de marzo de mil seiscien-
tos y cuarenta y nueve años, y a diez y nueve de
octubre del mismo año fué recibido por gobernador de
Yucatán en Mérida, y gobernó hasta primero de agos-
to del año de cincuenta y dos, dia en que pasó de es-
ta presente vida.
Túvose por cierto fuera el tiempo de su gobierno
el de la restauración de esta tierra, por estar en opi-
nión de un hombre' muy ajustado; y en conformidad
de esto no recibió cosa que le ofreciesen. La intención
de este caballero me consta que fué buena, porque (con
buen afecto que me tenia) en diversas ocasiones me
comunicaba el motivo de algunas, cosas que habia he-
cho, diciéndome deseaba buen acierto en la administra-
ción de su gobierno. O los medios no eran conve-
nientes para los fines que pretendía, ó los que le servían,
que los ejecutaban, lo hacían de suerte que en todas
se oían quejas de ellos, y disgustos de la gente que
vivia en esta tierra. En ella pasan muchos su vida
contratando con los indios, vendiéndoles cosas que han
menester á trueque de los géneros de la tierra que
ellos benefician y trabajan, y en que los españoles ga-
nan después alguna cosa aunque á costa de muchos via-
jes, enfados y dilación de tiempo que gastan en cobrarlo,
y á veces pierden mucho porque los indios son con e-
llos tramposos y se huyen ó se mueren sin pagarlo, y
hallándose en aquel tiempo imposibilitados para estos
contratos, claman, como á quien faltaba en que ganar
para .sustentarse, que estos impedimentos eran para que
fuesen mas gruesos y seguros los tratos y contratos del
gobernador con los indios. ¿Quién será poderoso á con-
tradecir ni atajar la voz del vulgo?'
Las desgracias parece que se llaman unas á otras; y
LIBRO DOCE. 685

así aunque el año de cincuenta al tiempo de las cose­


chas no se entendió habia cortedad considerable en ellas,
entrado el año de cincuenta y uno comenzó voz de
que era grandísima la falta de maiz para el sustento
de aquel año. Témese en esta tierra mas que en otra
alguna, por que no solo es el pan común con que nos
sustentamos; pero sin ello ni se crian gallinas de C as­
tilla ni de la tierra, ni ganado de cerda que es el or­
dinario mantenimiento; y así con la falta de maiz fal­
ta todo el sustento para la vida humana, y aun las ca­
balgaduras perecen por que si no se les da alguno no .
tienen fuerzas para el trabajo. Pues socorrer la ne­
cesidad de fuera es muy dificii: llega tarde el
remedio, corta la provisión y tan cara que apenas los po­
bres vendiendo sus pocas alhajas pueden sustentarse al­
gunos dias, y en especial los indios que son los que
mas padecen. C onsiderando el gobernador todos estos
aprietos, despachó personas que le parecieron confiden­
tes con mandamientos suyos para que en todos los pue­
blos de los indios se registrase el maiz que tuviesen.
Esto fué con fin que dejándoles lo que necesitaban sus
familias, lo restante estuviese seguro para el sustento
de los otros que no lo tenían y de los españolos de
la ciudad y villas. Bien acertada parece esta providen­
cia; pero de la ejecución se tuvo por cierto resultó au­
mentarse mas el daño. C orrió la voz entre los indios
que salian jueces españoles (nombre que temen suma­
mente, y en la tierra se oye el porqué) para aquel re­
gistro y embargo del maiz, y como son de corto discur­
so presumieron que se lo querían quitar. Fué voz co­
mún que con este temor habían escondido grandes can­
tidades en los montes de las milpas ó labranzas, y pues­
to én partes no convenientes para conservarse se cor­
rompió, con que fué mayor la falta.
Desde entonces comenzaron los indios á negar el
maiz que tenían, y los que solían venderlo cesaron, con
том. и, 87
686 HISTORIA DE YUCATÁN.

aue comenzó á sentirse mayor necesidad común entre


españoles y indios. En breve llegó á valer media fane-
ga de Castilla de maiz doce reales de á ocho, con que
la fanega, que es lo que en esta tierra se dice dos car-
gas, aun n<» se hallaba por veinte y cuatro pesos, que
ambas suelen costar doce reales puestas en JYlérida, no
siendo la cosecha muy cuantiosa. Los indios fueron los
que mas desdichas padecieron, siendo así que ellos son
los que lo siembran y lo cogen. Los padres no tenían
con que sustentarse á sí ni á sus hijos: cavaban los mon-
tes para sacar raices de árboles y yerbas, y aun de es-
to no hallaban con que satisfacer su hambre. Movia á
compasión ver los indizuelos hinchados los vientres de
las raices que comian, las demás partes de su cuerpo
con casi solo el pellejo y los huesos, el color ciguato, y re-
presentándose en los vivos innumerables imágenes de lo
que ocasiona la muerte. Quedábanse muertos por los
caminos y por los montes, habiendo dejado casi desier-
tos los pueblos de su naturaleza, pareciéndoles hallar en
otras partes reparo á tanta desdicha. De la costa mu-
rieron muchísimos por las playas de la mar, hallándo-
se después los huesos con no pequeño horror de los que
lo veían.
En espacio de cuatro meses después que se comen-
zó á decir no habia maiz, se consumieron las gallinas
de la tierra y de Castilla, de suerte que habiendo sido
yo electo en el capítulo guardián del convento de Mo-
tul, que es una de las mas pingües doctrinas que tene-
mos, se pasaban los dos y tres meses sin tenerlas en
el convento. Apenas teniamos unos tasajos de vaca,
por que no las querían vender los dueños de ganado
que entiendo les estaba prohibido. Los viernes y días
de nuestros ayunos regulares, si alcanzábamos á tener
tres huevos de que hecha una tortilla comíamos cuatro
religiosos que éramos, lo teniamos á ventura. Dificil-
mente ha de creer esto quien hubiere experimentado
LIBRO . DOCE. 687

á Yucatán, y no estuvo en él aquel tiempo; pero pa-


só en realidad de verdad, y así verán si es la mayor
ponderación que decirse puede. No se hallaba gana-
do de cerda por dinero alguno, siendo tan abundan-
te de ello esta tierra. Como todo lo que se gui-
sa es con manteca (por lo mucho que cuesta; el a-
ceite) faltando, las. comidas estaban insípidas, que jun-
to con ser de mantenimientos recios y no acostumbra-
dos dañaban la salud como se deja entender. Faltó el ja-
bón por que se hace de manteca, y finalmente para
decirlo todo en cortas razones, en faltando eu Yucatán
el maiz, falta todo el sustento con que en él se vive,
como en habiéndolo anda todo sobrado y baratísimo.
Sentíase esta desdicha común como cosa en que
que todos perdían. Los doctrineros, así clérigos como
religiosos, daban en las porterías á los indios lo que
tenían, hasta que se quedaron que ni para unos ni o-
tios había, y si la nueva cosecha no socorriera Dios con
que fué algo temprana, se pasara singular riesgo. Tam-
bién algunos encomenderos favorecieron á sus indios
tributarios con algún maiz. Constóme del del pueblo don-
de yo estaba, Motul, que. les hizo mucha caridad,
llevándoselo de este de Tekax. donde hubo mas
cosecha y es de su encomienda, dándoselo casi
al precio que suele valer cuando no hay falta,
y es el capitán Andrés Dorantes Solis. ¿Pero qué era todo
cuanto se hacia para entre tantos afligidos con la cruel-
dad de las hambre'? A los religiosos casi nos hubo de
sustentar el síndico general de esta provincia Berna-
bé de' Cervera, que sin su ayuda no hubiera sido po-
sible sustentarse los conventos de los doctrineros por
que los indios con su desdicha, ¿qué podían darnos en
aquel tiempo? Tan cuantioso hubo de ser el socorro
como fueron casi todos los conventos, que hasta hoy no
se ha acabado de satisfacer. Dios se lo pagará, pues
fué obra tan de su servicio, y aun incidentemente del
688 HISTORIA D.E . YUCATÁN.

de S. M. que Dios guarde, conservándole los doctrine-


ros religiosos que habia en este reino.
No hubo diligencia que bastase para conservar á
loi5 indios en sus pueblos. Faltaron con esto gran
suma de tributos á su majestad y á los enco-
menderos. Faltó el sustento á los ministros eclesiásti-
cos. Faltó, lo que es mas, lastimoso, la enseñanza de la doc-
trina cristiana á los muchachos y la continuación para
que no la olvidasen los adultos. Faltó el oir misa los
domingos y fiestas de guardar, que no era posible ha-
ber cuenta y. razón en esto, porque decian los caciques
y principales que los indios estaban huidos, y para es-
te particular hubo gran fraude porque decian lo que
querían. Pero lo que mas admiración causaba á todos
era decirse que el trato y repartimiento de los jueces
del gobernador con los indios andaba en tal tiempo tan
entero y grueso como cuando no habia falta alguna.
Tratóse de remediar tan graves daños, y para esto
ordenó el gobernador una junta en las casas reales,
donde concurriesen el señor obispo, las personas mas
graves de ambos cabildos, y religiosos doctrineros de
mas experiencia, encomenderos de indios y otras perso-
nas de experiencia y consejo, para que allí se confirie-
se el medio mas conveniente con que reducir los in-
dios á sus pueblos. Todos antes de llegar á la jun-
ta convenían en que era imposible conseguirlo, si por
algún tiempo no cesaban los tratos de los jueces del
gobernador con los indios, porque se decía andaban ri-
gorosos sobre que se enterrasen los géneros de los re-
partimientos que se les habían echado, habiendo'muer-
to muchos y huídose otros; y era necesario darles lu-
gar á que reparasen sus casas y familias. Llegó el día
asignado, pero no hubo persona alguna que se anima-
se á decírselo al gobernador (dícese que luego los ame-
nazan con cárceles y destierros) ¿quién no ve que se
pone á riesgo diciendo al superior que por sí ó sus
LIBRO DOCE. 689

agentes padece el territorio, y mas. cuando del remedio


resulta menoscabo á sus intereses? antes dicen que pa-
reció todo confusión y cosa de vulgo, y así se quedó en
el estado que estaba.
Con la falta de los indios y no haber quien sem-
brase para el año siguiente, se receló mas grave daño
que en el presente se padecía. Porque quien se halla-
se con dineros no comprase el maiz á los indios pa-
ra revenderlo después á como quisiese, proveyó el go-
bernador un auto, mandando que ningún indio pudiese
vender maiz alguno hasta que se hiciese el mejor cóm-
puto posible de la cosecha de aquel año, para que des-
pués hubiese cómodo socorro á la necesidad *de todos.
Este medio también parece acertado, pero de él resul-
tó una general murmuración contra el gobernador, di-
ciendo que por revender él todo, habia proveído aquel
mandato. ¡O cuan á peligro está el crédito de los que
gobiernan, porque se confirmó el vulgo en la malicia,
sabiendo que los jueces ó agentes del gobernador habían
pagado grandes cantidades de maiz á los indios, y
que aunque pasado el tiempo en que podia yá
tenerse razón de la cosecha, no sedaba licencia general para
comprarlo! Como no la habia, y sus agentes habían he-
cho la compra dicha, imputábanla al gobernador, cuya
fama y crédito la padecia puede ser que por culpa de
sus agentes. Finalmente, el año de cincuenta y dos aun-
que se hallaba maiz, no bajó el precio de á seis pesos
la fanega de Castilla, con que quedaron los pobres españo-
les aniquilados y los ricos adeudados. Por esto podrán
conocer los señores gobernadores la consideración que
necesitan tener en semejantes ocasiones.

o
690 HISTORIA ÜE YUCATAN.

CAPITULO VEINTE Y DOS

Del Sr, obispo D. Fr. Domingo Remirez, y su muerte;


y de un capítulo 'provincial.

Por muerte del señor obispo D. Marcos de Tor-


res y Rueda, presentó el rey para obispo de Yuca-
tan al Sr. D. Fr. Domingo Remirez de Arellano, obis-
po de Chiapa, de la orden del doctor máximo de la
iglesia S. Gerónimo, de la cual recibió el hábito en v

el convento de S. Gerónimo de Espeja Fué en su re-


ligión prelado veinte y siete años continuos, mudándole la
obediencia de un monasterio á otro para que los gober-
nase. Fué visitador general de su orden, y ocupán-
dose en este ejercicio le llamó S. M., que Dios guarde,
para prior de S. Gerónimo de Madrid. Al año y me-
dio le eligió su religión en general de ella, y antes de
cumplir otro en aquella dignidad, le presentó su majes-
tad para obispo de Chiapa, donde residió diez años.
Había dedicado una capilla de S. Gerónimo en aque-
lla catedral, y la dejó dotada. Vínole cédula real pa-
ra que fuese admitido al gobierno de este obispado en
ínterin que llegaba la gracia de su santidad, y en es-
ta conformidad se vino á Yucatán. Tomó la posesión
á quince de mayo de mil seiscientos cincuenta y un
años, y gobernóle hasta principios de julio del siguien-
te de cincuenta y dos, en que pasó á mejor vida. Que-
dó el gobierno en el cabildo sede-vacante, en que se
hallaban el doctor D. Pablo de Sepúlveda y Figueroa
chantre; el doctor D. Juan Muñoz de Molina maestre-es-
cuela (sugeto en quien á todas luces se manifiesta gran-
de el magisterio en la teología escolástica, el de elo-
cuencia divina y natural y su acertada resolución) y hoy
es chantre. El bachiller Hernando de Segovia canónigo,
y bachiller Francisco Marino de Rivera racionero que
es canónigo al presente.
LIBRO DOCE. 691

Fué recibido el señor obispo con gran alegría de esta tier-


ra por la opinión no menor de su cristiano y religioso proce-
der, que se aumentó conla experiencia de un corazón pater-
nal y una clemencia benigna de madre piadosa para
con todos sus feligreses: ¿qué mucho prendas tales lle-
vasen tras sí los ánimos de sus subditos? Amábanle tier-
namente todos, aficionados á la suavidad de su trato
seguro principado cuando el rendimiento de la obedien-
cia se funda en el amor de los inferiores.. Era este su-
perior y prelado verdaderamente y sin afectación humil-
de: pobre en el espíritu como cuando vivia dentro de
la claustra: usaba la misma ropa interior y exterior que
cuando monje, aunque su familia andaba con la decencia
debida á la dignidad del dueño. Gustaba grandemen-
te de la comunicación con los religiosos. Era caritativo, y
en el tiempo de la hambre, que fué cuando vino, hacia
el bien que leerá posible álos pobres, porque estaba nada
sobrado, recién llegado á la tierra. Poco antes de mo-
rir dijo á un religioso nuestro lego cirujano que le asis-
tía: Gracias á Dios, P. Fr. Juan, que en lo que he
podido no ha salido de mi presencia pobre desconsola-
do.
Ofreciósele una ocasión de mucho disgusto porque de-
seaba grandemente la paz. Q,uiso el gobernador conde de
Peñalva que aunqUe estuviese el señor obispo en el co-
ro asistente se le diese en las misas conventuales la
paz primero que al señor obispo; Como le era forzo-
so mirar por la autoridad de su dignidad, y deseaba
quietud, dábale pena ver que la paz fuese ocasión
de discordia. La defensa corrió por mano del doctor
D. Juan Muñoz de Molina maestre-escuela, que con un
docto escrito satisfizo al gobernador aun mas de lo
que quisiera, manifestándole la poca razón que tenia, y pre-
sentándosele, se quedó la materia en la antigua costumbre.
Habiendo asistido á la junta que se dijo en el capí-
tulo antecedente, y viendo que de ella no resultó de-
692 HISTORIA DE YUCATAN.

terminación alguna, y lastimándole tantas necesidades


como veía padecer en la ciudad á los pobres, las cua-
les no tenia con que remediar, y que en la ciudad ha-
bia poca quietud por causa de un pleito grave que se
habia ofrecido; determinó salir de ella por algún tiem-
po, y juntamente visitar el obispado, con que satisfa-
ciendo á su obligación se excusaba disgustos. Quiso
impedirlo el gobernador, y le requirió que no saliese
por la hambre que padecían los indios. Respondió que
iba por los partidos donde mas abundancia habia, y que
donde faltase sabia que los doctrineros clérigos y re-
ligiosos le sustentarían con lo que tenían sin hacer gas-
to á los indios, que visitar era oliigacion de su digni-
dad que no podia omitir. Finalmente salió, no olvidan-
do escribir antes al consejo el impedimento que el go-
bernador le habia puesto para que no la hiciese, que
visto por aquellos señores he oído decir se libró real
cédula mandando que otra vez en la materia no se
entrometiesen los gobernadores; pues era derecho ecle-
siástico de que deben usar los obispos. Visitó el ter-
ritorio de Valladolid que habia sido el mas abundante de
esta tierra, y de donde los necesitados se habían socor-
rido, y bajó al de la Sierra sin tocar al de la costa
que habia sido el mas falto.
Habiendo vuelto á la ciudad de Mérida y pedídome
el dia de S, Juan por un billete que predicase la fes-
tividad del príncipe de la iglesia S. Pedro en la santa
catedral, y respondídole que sí predicaría; no pudo asis-
tir á ella, porque el dia antes se halló con calentura.
Después que hube predicado, me envió á llamar á la
tarde de aquel dia, y me dijo que era para comuni-
carme algunas cosas de que tenia escrúpulo su con-
ciencia. Fueron tan pocas y de materias tan leves, que
yo di muchas gracias á la Majestad divina de haber
tenido tal conversación, en que vi tan dilatados años
sin estorbos cuidadosos para dar cuenta de ellos en la
LIBRO DOCK.

Ultima.; hora. Arreció el achaque y ordenó el médico


se le;.manifestase el: peligro en que estaba . para que
recibiese los Sacramentos ­ y se dispusiese á morir.; ¡Hu­
be; ,,¡de; decírselo yo que me habia pedido no le dejase
hasta ver qué disponía Dios de su persona; y recibió
M

la nueva que tanto temor Ocasiona con gran serenidad


y quietud, diciendo que estaba dispuesto á recibirlos
siempre: que le;;dijesen convenia á la salud de su alma.
Hizo llamar :al padre Fr. Miguel de Uzeda de su reli­
gión su compañero y confesor, y se dispuso para recibir: el
Santísimo Viático en breve tiempo, que no necesita.de mu­
cho en aquella hora quien ha regulado el de su vida
conforme; á las obligaciones de su estado.
: Recibió al
Señor con gran ternura y devoción y quedó después di­
ciendo . con; intrínseco afecto el salmo de penitencia:
Miserere • tíiei Deus,, &c. Habiéndose enépmendado ¡ ,á
Dios mandó llamar á su familia, hízoles una plática espi­
ritual,^ dióles. su­bendición, y Se despidió de ellos rogán­
doles le, .encomendasen á Dios. Acercándose la últi­
ma hora,; se, le dio la Santa Extrema­Unción, y final­
mente pasó de esta presente'vida como se puede en­
tender al eterno descanso á dos.de julio año de mil
seiscientos, cincuenta y dos, y á otro dia fué sepultado
en, la santa catedral con sentimiento de la falta de tal
pastor y prelado y con la pompa de funeral posible.; Des*
pues se le hallaron cilicios, señales de sus penitencias
y mortificaciones, y habiendo puesto su cuerpo en un
hueco, y cerrádole, se vio después salir cantidad desan­
gre por щ resquicio superior á la parte donde estaba
elatalínd, y aunque muchos lo vieron y supieron, no
se hizo el reparo que se debia en una expulsión tan
grande de sangre de un cuerpodifunto.de mas de tres
días, pues no es cosa ordinaria. Dejó instituido que %
las,ocho de la noche cuando se suele tocar á las ápi­r
mas, se. diese un clamor solemne todas las noches, en
la santa catedral que recordase á los fieles encomendar
том. п. 88
6§4 HISTORIA DE YUCATÁN.

á Dios las que están en el purgatorio, y se continúa és-


te piadoso acto. L a enfermedad de que murió, fué ta-
bardillo; conque acabó su curso lleno de dias en edad
de ochenta y cuatro años, y puedo decir que de virtudes
tan colmado como de años.
El año antecedente de cincuenta salió de esta
provincia el R. P. Fr. Antonio Ramírez á visitarla de Goa-
temala y me llevó en su compañía. E l viaje fué pe-
noso por lo dilatado, y peligroso por pasar en el enero él
golfo de Honduras. Visitada aquella provincia, celebró
capítulo en Goatemala á primero de junio de aquel
año, en el cual si el electo no fué á gusto de al-
gunos, el padre visitador procedió según las instruccio-
nes de su superior, con cuya dirección obraba. Desde
allí pasamos á México, y el muy R. padre comisario
general Fr. Buenaventura de Salinas y Córdova lé dio
su comisión para que visitase esta provincia y presidie-
se en el capítulo. Celebróse en la ciudad de Mérida
á primero de julio de mil seiscientos cincuenta y un
años, y salió electo provincial el R. padre Fr. Juan
Lance, y difinidores por la parte de los religiosos de
España los R R . padres Fr. Miguel Rico y Fr. Fran-
cisco Bueno. Por la de los que han recibido el hábi-
to en ella, custodio el R. padre Fr. José Narvaez que
lo renunció á los ocho dias, y así fué electo el R. padre
Fr. Juan Olano que permaneció el trienio de que salió
electo provincial, y difinidores los reverendos padres Fr.
Antonio de Burgos y Fr. Juan de Quiñones.
E l mes de abril del año de 1652, sábado á las Ocho de
la noche antes de la dominica cuarta de pascua, estando
el P. Fr. Antonio Carrasco en el pueblo de Yobain, vi-
sita del convento de Qioantun, para dar misa por la
mañana, un capitán corsario llamado Tomas con veinte
y cuatro arcabuceros le cercó la casa y aprisionó, qui-
tándole la capilla y cordón, aunque sin maltratarle. Ro-
bó la iglesia y profanó el santo cáliz bebiendo en él, f
LIBRO DOCE. 695

ultrajó las irní genes. Llevaron al religioso á bordo aun-


que el capitán decia que no les podia suceder co-
sa buena llevándole; pero ejecutáronlo porque no
fuese al convento que deseaban robar, y diese noticia
de lo que habia. Tuviéronle allá un dia, y á un indio
ladino que cogieron. A éste por un engaño que les
hizo para que no fuesen desde Yobain al pillaje del
convento, le cogieron y puestos los brazos en forma,
de cruz, cargaron sobre ellos todas las escopetas que
cupieron, y las dispararon a u n tiempo, y el indio que-
dó muerto aunque sin herida alguna. A l religioso tra-
tó bien el capitán y le puso cuatro, soldados de guarda
porque no se le hiciese daño, y cuando le dio libertad
le dio una casulla, su breviario y sombrero, y un in-
dio prisionero que se viniese con él.
Domingo por la mañana, siete de julio siguiente, co-
mo á hora de las nueve entraron en el pueblo de 3 1 -
oantun dos compañías de franceses con capitán español
llamado Salvador de Herrera muy conocido en esta tier-
ra, donde habia estado algún tiempo, y otra de ingleses,
su capitán llamado Jacoine, cada una con setenta infan-
tes. Entró primero en el convento la de los franceses,
que luego aprisionó al P. Fr. José Gordo, presidente guar-
dián: maltratáronle de obra y palabra, amenazándole con
la muerte si no les manifestaba la plata de la iglesia.
Respondió que por mandado del provincial la habia re-
tirado la tierra adentro. Echáronle un cordel al cuello,
y tirando de él entró el capitán ingles que lo estorbó. t

Juntos- yá le bajaron á la iglesia donde le pusieron guar-


das. Porque se dilatara mucho este capítulo se dirá
lo. siguiente en el restante.

•o
6^6 HISTORIA DE YUCATÁN.

•.<-•••>••• C A P I T U L O V E I N T E Y T R E S . •• '•'

Entran ¡enemigos- en Qwantwi. lo que hicieron, y de dos


gobernadores interinos. ' - '
;

Puesto yá el religioso en la iglesia Con otros pri-


:

sioneros que hábiah cogido, fueron al retablo del altar


mayor y no hallando cosa alguna de plata (porque
hasta él depósito del Santísimo estaba guardado, temien-
do el suceso) con furor quisieron hachear él retablo
y órgano. Entonces dio voces el P. Fr: José llaman-
do al capitán ingles, y le dijo que qué provecho ha-
bían de sacar de aquello: que mandase no se hiciese
daño al retablo. En el ínterin habían ido mas de una
legua por un ornamento, cáliz" y crismeras, y traído á
la iglesia lo estaban profanando delante del'P. Fr. Jo- 1

sé, que viéndolo se puso de rodillas y les pidió qué


antes le cortasen la cabeza, que hiciesen'aquelloén su
presencia. Viéndolo el capitán inglés' mando que Ce-
sasen" y dijo á voces: O gran defensor de' su d é y y
de su rey, quitar, quitar, y así cesaron dé aquéllas sa-
crilegas acciones. Hicieron cuerpo de guarda en la iglesia
dónde se puede colegir lo que haría' semejante géñtéy
pues les sirvió de carnicería matando en ella'el gana-
do, y poniendo la carne en los sagrados altares y pi-
sando todo lo dedicado al culto divino. ; - :

Cuando yá había süeed ido todo esto ál pobre Fr. ;

^ José, Venia urta carta del teniente del puerto déí gjilárn^
que no dista mas que tres leguas de QÍoantun, éttqúé
le escribía estuviese con" cuidado porque habia dos ba-
jeles grandes á la vista del puerto (cuando venia él á-
viso podían yá estar los enemigos doce leguas tierra a-
dentro) cogieron la carta y leyeron que el sobreescríto
decia guardián, que por poco le costara la vida, porque
el capitán ingles le habia preguntado si lo era y él res-
pondido que no. Con la carta fué el capitán muy alterado,
LIBRO DOCK. 69?

y le dijo: Cónio has mentido^ Ahora morir ó confesarídón-


de está la plata, y le llevaba con muchos mojicones á
colgar del cordel donde prendía la lámpara del Santísimo;
Acordóse el religioso entonces tenia cartas del provin-
:

cial en una escribanía que le habían cogido, y d'íjole


al capitán* Señor, en ella hallarás cómo no soy. guardián
sino presidente, y que solo obligado de la obediencia
estoy áquíi aunque los seglares me llaman guardián;
Halló las cartas por donde vieron ser así, y entonces
dijo el capitán Jacome: decir verdad, estar forzado pa-
dre, y quitóle de las manos de los soldados. .;

Pasaron aquella noche en la iglesia, y á otro día por


la mañana salieron llevando prisioneros al padre Fr. Jo-
sé, tres españoles con sus mujeres, y un indio llama-
do D.Alonso Pizté (que había sido cacique de aquel
pueblo) con su mujer y á un D. Antonio Rodríguez.
!

Llegaron á una estancia donde habían dejado otros


treinta y siete soldados, y juntos todos levantaron gran
grita por la'presa que llevaban. Habíanles dicho que
D. Alonso y D. Antonio eran muy ricos, y ; allí los a-
tormentaron porque dijesen dónde tenian su hacienda, y
les pedian catorce mil pesos de rescate. A l D. Alon-
so le preguntaron mas, y murió de allí á pocos días.
Corrió á las cuatro de la tarde instó el Salvador con
el- capitán ingles qué le diese sus soldados para ir a
dar saco ál convento de Izamal. Preguntó el ingles
al P. Fr. José si corrían riesgo en aquella entrada, y dí-
jole que sí, c8n que no quisó dar sus soldados; E l
capitán Salvador airado contra el Fr. José le metió en
5 ;

el corral de las vacas, donde le dio muchos palos, di-


ciendo que mentía en lo que habia dicho, que él ha-
bía estado eri otro tiempo en Izamal y sabia lo que po-
día haber, y que con su mentira le quitaba mas de cuaren-
ta mil pesos de pillaje, y en esto él también mentía, por-
que aunque hallase todo cuanto tiene la Virgen y el con-
vento, lo cual estaba retirado por mandato del provincial,
698 HISTORIA DE YUCATÁN.

con mucha suma no llega á semejante valor. Sobre maltra­


tar el capitán Salvador al religioso riñó con él el capi­
tán ingles Jacome, que tenia casi toda la gente á su orden,
y por esto el Salvador le hubo de tener respeto. C onfie­
sa el P. Fr. José que le trató el capitán ingles, con mas.
humanidad, y que le guardó mucho del Salvador, y le ;

decia, no te apartes,; padre: de mí, que este capitán Sal­


vador estar mal hombre, y que sin duda le hubiera
muerto sino hubiera guardádole tanto el capitán Jaco­
me. Este dio licencia para que se volviese el padre
Fr. José con los demás prisioneros, reservando un es­,
pañol y un indio que llevó consigo, aunque á otro día
les dio libertad.
Este mismo año el capitán corsario, llamado Abra­
han, que el año de cuarenta y ocho se dijo dio saco
.a la villa de Salamanca de Bacalar, volvió á. ella y la/
cpgió y saqueó, y porque el capitán Bartolomé Palomino le»
hizo mucho daño, cuando en los cayos les quitaron las mu­
jeres que tenían prisioneras, ahora á sangre fria, como
suele decirse, le mató con grandísima crueldad, quitán­
dole la vida lentamente, y también mató un indio. Es­
to había sucedido á 29 de mayo. ,
Por muerte del conde de Peñalva recibieron en s|,
el gobierno los alcaldes ordinarios, que en la ciudad
de Mérida lo eran el capitán Juan Jiménez de Rivera,
y Di Fernando de Aguilar y Galiano, alférez mayor,
d é l a misma ciudad, que gobernaron hasta 15 de. ñor
viembre de aquel año. Escribieron los alcaldes gober­
nadores al E x сто. Sr. conde de AJvadalista elinfeli­;
ce estado en que se hallaba esta tierra con la multi­
tud de indios muertos con la hambre de los dos. años,
y la dispersión y pobreza de los vivos, suplicándole en­,
viase á gobernar persona que se doliese de ellos, y de,
la ruina que amenazaba á esta tierra. Respondióles,
por su carta de 25 de setiembre, que atendiendo %,lo
que se le pedia, habia proveído para, el gobierno per­
LIBRO t>OCE.

sena que tendría todas las atenciones necesarias, de-


más de habérselo encargado mucho. Dióse el título y
provisión á D. Martin de Robles y Villafaña, caballe-
ro de la orden de Santiago, y que había tenido los me-
jores y mayores puestos de la Nueva España. Fué
recibido en Mérida al gobierno á diez y nueve de no-
viembre del año de seiscientos y cincuenta y dos, y go-
bernó hasta veinte y cuatro de noviembre del año si-
guiente.
Desde luego trató que se hiciese reducción de los
indios, y á los principios del año siguiente se ejecutó.
Salió el gobernador á la parte oriental donde habia mas
de los indios huidos, y en su compañía fué el P. Fr.
Bartolomé Becerril. A la parte occidental fué el capi-
1

tán D. Gaspar de Salazar, y llevó consigo al P. Fr.


Martin Tejero, y á la parte meridional el capitán Pe-
dro de Hercilla con quien salió un clérigo secular, pe-
ro á pocas jornadas pidió al provincial un religioso, y
hubo de ir el P. Fr. Martin de Vargas, criollo de Méri-
:

da y predicador conventual de aquel convento. E l go-


bernador remitió á sus pueblos mas de once mil perso-
nas, del occidente se enviaron cerca de seis mil, y el
otro capitán despachó mas de cinco mil, y así fueron
los reducidos mas de veinte y dos mil personas, residuos
que no acabó la hambre. Fué esta reducción muy cos-
tosa á los encomenderos, porque les cupo á tostón por
cabeza, y poco provechosa porque no se dispuso que tu-
viesen que comer en sus pueblos ni aun siquiera que les
ayudasen á hacer casas con que muchísimos se desapa-
recieron presto, y aun se llevaron algunos de los que
con la hambre rio se huyeron. Antes dedos meses aca-
bada la reducción fui yo electo en la congregación guar-
dián del convento de Maní, y cuando llegué á él ningu-
no hallé'dé los reducidos, siendo el pueblo de la Sierra
dónde mas se habian enviado, según dijo el capitán Pe-
dro de Hercilla.
700 HISTORIA J)E YUCATÁN.

Y En esta congregación tuvo el 'provincial una ocasión


de grave disgusto con el gobernador, que le obligo сод,
amenazas diese la mayor doctrina á un religioso á quien
no asentía'el definitório, • que por excusar inquietudes ¡cor*
el gobernador hubo de venir en ello. De esta repugnan­
cia resultó decirse que habia dicho el gobernador que
si.él provincial no hacia lo que le pedia, habia de des­
pachar mandamientos á los indios, para que lo que dan
con que se sustentan los conventos entrase en poder de
los doctrineros, aunque no fuesen prelados, sin quet les
diesen cuenta ni razón de ello, coloreándolo con que ellos
:

eran los que lo trabajaban, y como los habia de nom­


brar en nombre de su majestad asignaría los que
tuviese gusto aunque no fuesen guardianes. IC ¿ué tal
quedaba la observancia regular, si esto pudiera ejecu­
tarse'? Pero como nuestros católicos reyes, principalmenf
te nos quieren religiosos óbervantes de nuestra profesión,
ha muchos tiempos que tienen prevenido el remedio á en­
fermedad semejante. General fué y generalmente despa­
chado á todos los que gobernaban estos reinos. L a
cédula que llegó á Goatemala refiere el padre Remesal
en su historia de C hiapa, y dice así: • .
" E L R E Y . Mi presidente de mi audiencia real de
la provincia de Goatemala. Entre las cosas, tocantes
al buen gobierno de esa provincia, lo que mas me so­
licita y persuade á continuo cuidado, es el. deseo de
que con mucha perfección se asiente y ejecute en estás
partes la predicación evangélica, administración de los
Santos Sacramentos, doctrina y enseñamiento délos indios.
Y como quiera que en este apostólico oficio se hayan
ocupado y ocupen haciendo tanto fruto los religiosos de
las órdenes, porque considerando que el tener propiedad
ó, bienes particulares contradice al rigor de sus institu­
tos y voto de pobreza, y que para bien universal de
las dichas órdenes y mas templada modestia, vida y tra­
to de los prelados y religiosos que estuviesen en las doc­:
LIBRO DOCE. 701

trinas, convenia dar orden como con mas quietud­y'se­


guridad de sus conciencias, y libres de otros cuidados y
negocios, pudiesen tratar solo de su ministerio. Habién­
dose platicado y mirado muy atentamente por los de
mi consejo real de las Indias, y parecido que estos y
otros muy buenos efectos se conseguirían; si se proveye­
se que todo lo que en plata ó dineros se da de salario á
los religiosos que estañen partidos y doctrinas de in­
dios, no entrase en su poder ni tuviesen de ello uso,
ni propiedad sino que se diese á sus prelados ó con­
ventos para su comunidad. Los cuales para su vestua­
rio, sustento y regalo les diesen todo aquello de que tu­
viesen necesidad. Y porque conviene que así se haga
y ordene, os mando que luego que esta recibáis hagáis
llamar y juntar á los provinciales y prelados superiores
de todas las órdenes, cuyos religiosos tienen á cargo
doctrinas y 'cura de almas. Y habiéndoles referido los
motivos y causas sobredichas, y mi voluntad y la jus­
tificación de ella, hagáis que en su cumplimiento lo
provean de manera que dándose á los religiosos que
estuvieren en ellas el vestuario y lo demás necesario
para su sustento y regalo, y lo demás de los salarios
que llevan al presente con los dichos partidos: sean
para las dichas órdenes en común. Y habéis de adver­
tir, tratar y determinar con los dichos prelados, que
demás de que á los dichos religiosos se les ha de dar
todo lo necesario de vestuario, sustentación y regalo,
como está dicho; particularmente han de tener cuenta
con que se les dé vino, y á los enfermos las conservas
y cosas necesarias. Y que también den orden, como
tengan caballo, para que cuando sucediere enfermar / ó
morir algún indio en las charcas, estancias ó heredades
del campo, puedan acudir á visitarle, consolarle y ad­
ministrarle los Sacramentos para que en esto no pueda
haber falta. Lo cual todo haréis cumplir en ese dis­
trito, porque á los demás escribo en esta conformidad,
том. п. 89
702 HISTORIA DE YUCATAN.

y de lo que se hiciere me avisareis. Fecha en Madrid


a veinte y nueve de diciembre de mil y quinientos y
ochenta y siete años. Y O E l / REY'. Por mandado
del rey nuestro señoiv Juan de lbarra."
Tanto tiempo ha que está prevenido el antidoto á
semejante peste contra el estado regular, y si común
para todas las religiones, y todos los religiosos para ser-
lo tienen, obligación de observarlo, que será los que pro-
fesamos la regla de nuestro padre S. Francisco. ¡O Se-
ñor Dios, y si los seculares acabasen de conocer el. es-
trecho estado que tenemos, pues sin licencia del prela-
do, ni el uso de la menor cosa nos es lícito que se-
rá contra su voluntad! Quiera Dios, que en lo interior
de la claustra no haya que corregir algún desordenado
afecto; y dígolo, porque n° falta quien siendo subdito
exagere el trabajo de la administración, y pondere la
materia, de suerte que da que sospechar, siente ser lí-
cito lo contrario de que Dios nos libre.
Estando gobernando este caballero, llegó por virey
de la Nueva España el Exentó. Sr. duque de Albur-
querque. Vino orden de S. M. para que D. Martin de
Robles fuese al gobierno de Caracas, y así proveyó S.
E. para éste á D. Pedro Saenz Izquierde, caballero
vizcaíno y que era alcalde ordinario, cuando puso cer-
co á aquella ciudad la potencia de, la corona de Fran-
cia que halló en los vecinos tan. valerosa y gallarda re-
sistencia, como á la Europa fué notorio, y habia obte-
nido en la nueva de los cargos mas honrosos que hay
en ella. Gobernó á Y ucatan desde veinte y cuatro de
r

noviembre del año de mil y seiscientos y cincuenta y


tres, hasta veinte y seis de mayo del de cincuenta y
cinco, día en que fué recibido el Sr. D. Francisco de
Bazan del consejo del rey nuestro señor en su tribu-
nal mayor de cuentas, nombrado por S. M. gobernador
y capitán general de estas provincias, á quien dé nuestro
Señor en ellas el acierto mas conveniente. Con su He-
LIBRO DOCE.

gada se fué su antecesor á México donde le vino mer-


ced de S. M. de la Cruz de Santiago, honrado con ¿Ha
sus muchos servicios. . .'s

• ———o——-

CAPITULO VEINTE Y CUATRO.

Dd venerable P. Fr. Juan García yR.P.Fr. Gerónimo


de Prat.

El venerable, y reverendo padre Fr. Juan Garda,


fué natural de Tortuero en' el Alcarria, hijo de padres
labradores, y pasó su- niñez guardando algún ganado
menor de ovejas y cabras que tenian, Llegando á edad
quisieron darle estado de matrimonio, pero rehusólo di-
ciendo se inclinaba á ser eclesiástico. Habia con este
deseo estudiado alguna latinidad y pidiendo nuestro san-
to hábito, le fué dado en el convento de S. Antonio de
la Cabrera, recolección de la provincia de Castilla. Pa-
só á la de Nicaragua antes de ordenarse de sacerdote.
Salió con licencia para ordenarse y llegó yá sacerdote
á esta provincia dónde hallando su espíritu tantas almas,
á quien poder servir en la administración evangélica, se
quedó para ejercitar su buen celo. Incorporóse en ella
el año de mil y seiscientos y tres, y con tal solicitud
estudió la lengua de los indios que salió en ella con-
sumado, que pocas veces sucede en personas de edad
crecida: Fué celosísimo de la cristiandad de los indios,
y así continuamente domingos y fiestas, les predicaba
los misterios de nuestra santa fé, para arraigarlos mas
en ella, y muchas veces dos y tres sermones en un dia
en diferentes lugares, diciéndoles misa y administrado
loe demás Sacramentos como la necesidad ocurria.
704 HISTORIA DE Y U C A T A N .

Fué alto de corpulencia, de color trigueño, enjunto


de carnes, recio de huesos, de muchas fuerzas y para
mucho trabajo corporal. Én los conventos donde mo-
raba aunque habían indios que lo hiciesen si habían al-
gunas cabras, él salía al campo á apacentarlas, y sien-
do tan grandes los ardores del sol ni aun sombrero lle-
vaba para cubrir la cabeza, y lo mismo era cuando
caminaba. Saliendo con el ganado llevaba el breviario
ó un librito de devoción con que daba pasto espiritual
¡1 su alma mientras las cabras buscaban su sustento.
Dentro de casa aunque estuviese solo siempre rezaba
el oficio divino delante del Santísimo Sacramento, los
maitines á media noche, las demás horas á las que es-
tán señaladas como si fuera la comunidad mas recole-
ta de la religión, y esto observó hasta que su mucha
vejez le impidió continuarlo cuanto á los maitines. Re-
zaba después otras muchas devociones, y concluidas so-
lia tener un rato de conversación con los compañeros,
mas para principio decía alguna vida de santo ü otra
devoción que habia leído, luego trataba algo de lengua
que aprovechase á la administración y después alguna
materia indiferente.
Juzgaba bien de todos si las acciones que veian no
eran manifiestamente malas, pero siéndolo las sentía mu-
cho y con celo de la honra de Dios las reprendía,
aunque fuese á los gobernadores que algunas veces lo
toleraron, conociendo su inculpable vida y buen celo, á
que algunos llamaban iudiscrecion y otros arrojo. Fué
pobrísimo, y así nunca usó en su celda ni persona, mas
que lo que estrechamente concede la regla. Cuando mu »5

rió se le hallaron solos dos paños menores, los unos tan


remendados que apenas se podia conocer su principio,
y codiciáronse mas que si fuera una joya muy rica.
Nunca usó lienzo ni trajo calzado hasta que murió y
siempre labó su pobre ropa con sus manos. En los
conventos donde fué guardián, aumentó grandemente el
LIBRO DOCE. 705

ornato del culto divino. Nunca gustó de vivir en Mé-


rida, aunque por su mucha vejez deseaban los prelados
que allí descansase, porque hacia escrúpulo de dejarla
administración á los indios, y así hasta poco antes que
muriese iba los domingos á las visitas á decirles mi-
sa y predicar, que admiraba siendo de tanta edad.
Llegó á la de ochenta y cinco años, y pasando el
provincial de ¿visita por el convento de 'Telchac donde
vivia, le instó que se fuese á la enfermería de Mérida
para cuidar allí de su regalo, por ser tiempo de la ham-
bre y padecerse mucha necesidad donde estaba. Obe-
deció aunque contra su dictamen, y á pocos dias pare-
ció desconsolarse en la enfermería, y pidió licencia pa-
ra irse á otro convento donde no habia tanta falta co-
mo en Telchac. Teníale la Divina Majestad cercano
yá el premio de sus muchas virtudes, y así impidió
s

su salida de la enfermería con una disenteria que le


detuvo. Visitándole el médico la juzgó por mortal
y mandó que al punto le diesen el Santísimo Viático.
Dijo al santo viejo que no era necesaria tanta presteza
que el dia de S. Antonio de Padua (para el cual fal-
taban seis ó mas) le recibiría. Instaba el médico que
fuese luego, pareciéndole el peligro muy cercano, pero
el provincial se resolvió, confiado en la virtud del ben-
dito varón á dejarlo para cuando decia, ó el accidente
apretase mas. Llegó el dia de S. Antonio y fué por su
pié al altar de la enfermería y diciéndose en él una mi-
sa que oyó, recibió al Señor por Viático como habia di-
cho que lo haria.
Desde entonces se fué agravando mas la enfermedad
y pidió la Santa Extrema-Unción que recibió muy de-
voto, y siempre casi sin estar en cama; tan robusto era.
de natural. A diez seis de junio á prima noche bajó
á visitarle el R. P. Fr. Sebastian de Quiñones, á quien
dijo pedia á Dios con veras le sacase ya de esta vida.
Replicóle, que se conformase con la voluntad divina, que
706 HISTOREA DE YUCATÁN.

mejor era padecer en esta vida que en el purgatorio.


Respondióle, ya lo estoy pero son tales los ardores y
dolores que padezco, que me parece no los puedo yá
tolerar con paciencia. Nada de esto manifestaba en lo
exterior, con que dicho R. padre se persuadió, daba Dios
á su siervo el purgatorio en aquella enfermedad, y así me
lo dijo, cuando subió de la enfermería y yo también me per-
suadí considerando, cuan perfecto religios^-habia sido que
seria clemencia de la divina bondad, purificar á su siervo
con tan grave aflicción como padecía para darle después
mas presto la corona de gloria que tiene prometida í les
justos. Después de media noche á diez y siete de
junio de mil seiscientos cincuenta y dos años estando
con todos sus sentidos enteros dio su espíritu al Se-
ñor con mucha quietud y sosiego. Quedó con los o-
jos abiertos, el rostro como de persona extática la co-
lor mas blanca que cuando vivia, las mejillas rosadas
cosa que nunca tuvo y el cuerpo tratable como sino
estuviera difunto. Sabida á la mañana su muerte fué
grande el concurso de gen te que vino á asistir á su entierro, y
algunos pidieron de las cosas que usaba para venerarlas por
reliquias.Fué sepultado el mismo dia con opinión común de
varón santo que aun viviendo con ese título le nombraban en
su ausencia. Murió de 85 años de edad y entrado en
56 de religión.
El R. padre Fr. Gerónimo de Prat fué natural de
Tudela en el reino de Navarra hijo de padres nobles,
y recibió el hábito de nuestra religión en el conven-
to de Zaragoza provincia de Aragón, siendo de quin-
ce años poco mas ó menos. Estudió las ciencias ma-
yores después de profeso, y salió muy aprovechado
en ellas. Pasó á estos reinos en una misión que vi-
no para la provincia del santo evangelio, en compa-
ñía de otros sugetos muy lucidos que han obtenido
los mayores oficios de ella. Estando ocupado en el
de maestro de estudiantes teólogos de México le 'en-
LIBRO DOCE. 707

vio la obediencia á leer íilosaña en esta .provincia.


Hízolo, y sacó un curso de muy lucidos predicadores,
y después leyó hasta jubilarse. Fué guardián del con-
vento principal de Mérida, diñnidor y provincial de es-
ta provincia, haciendo en su trienio .algunos reparos
al convento de Mérida, y para su sacristía muchos Or-
namentos: para cuando se descubre el Santísimo Sacra-
mento un soLgrande de plata dorada muv vistoso. A-
cabado su pro^incialato se fué á vivir al convento de
Conkal con deseo de soledad. Allí se dio mucho á la
veneración del culto divino (áque siempre fué inclinado)
teniendo loque toca á él con mucho adorno y limpieza. Fué
de natural muy humilde, y aunque sus letras pudieran oca-
sionarle alguna vanidad nunca se le vio, y siempre le
experimenté (dígolo porque leímos algunos años jun-
tos) que con facilidad se sujetaba al parecer de otros
que diesen mas eficaz razón que la suya. Tampoco
se pagó de su sentir que rara vez le sacaba á luz
sin comunicarle con persona de satisfacción habiéndola, que
lo viese primero. Fué muy sufrido en algunas adversi-
dades, y aunque le yí en muchas ocasiones que pudiere
oponer algunas faltas á sus émulos, nunca le oí pala-
bra de que resultase descrédito suyo. Siendo diñnidor
trabajó mucho en defensa de la provincia cuando él
sefior obispó Qcon publicó el edicto contra los ministros
doctrineros, porque á su paternidad y á mí nos lo en-
comendó la provincia. Fué calificador del santo tribu-
nal, y ejercía cuando murió el oficio de su comisario de la
jurisdicción^ de Mérida. Entiéndese que de vapores de cal
por ser muy inclinado, á fábricas le dio una enfermedad eii
el pulmón de que padecía mucho. ' Había comenzado eii
Conkal una iglesia dé tres naves de manipostería con
las columnas labradas de sillería, obra que cesó cuan-
do comenzó la hambre que se ha dicho. Muchos dias
antes que falleciese se dispuso para morir, á mí me
lo dijo que trataba de esto, porque sentía que le iba
708 HISTORIA DE YUCATÁN.

fatigando mucho aquel accidente. El fué instrumento


para que pasase de esta vida á veinte y ocho
de marzo de mil y seiscientos y cincuenta y tres años,
y quedó sepultado en el convento de Conkal donde re-
sidia. Hame dicho algunas veces el R. padre Fr. Mar-
tin de Salazar, hoy custodio de esta provincia, y en-
tonces guardián del convento de Mocochá (y discípulo
suyo) que se halló á su entierro, que en su vida ha
visto rostro de difunto que le haya movido á tanta
veneración. Murió de cincuenta años de edad, treinta
y "cinco de religión y veinte de esta provincia.
A l padre Fr. Bernardino de Valladolid hiciera agra-
vio, si me contentara con haber dicho las conclusiones
tan singulares, que tuvo conferidas en la lengua de los
indios. Tenia en ella traducido gran parte de Diosco-
rides, y esperimentado que hay en esta tierra gran di-
versidad de los simples que allí se refieren. Iba ha-
ciendo un tomo como él está pintándolos, ponia su nom-
bre latino, castellano y el que correspondía en esta len-
gua de los indios, y luego en ella lo que de ellos dice
Dioscorides que era trabajo de mucha curiosidad y que
denota la mucha lengua que sabia. Era de ingenio
muy vivo, admirable predicador de los indios, y muy
lucido en la predicación de los españoles. Siendo se-
-

cretario de una caida en una escalera se le aumenta-


ron tantos achaques que llegó á quedar con sola la
piel humana y los huesos, Acabó su curso en la mas
florida edad, siendo de treinta y cinco años recibidos todos
los Sacramentos y dispuesto como religioso eñ Mérida á
diez de octubre de mil seiscientos cincuenta y dos
años. Otros muchos religiosos antiguos y modernos e-
ran dignos de que su memoria quedase en la estampa
de este libro. Esperamos en la divina clemencia es-
tán escritos en el de la vida eterna que es lo mas
importante porque este como historia general no ha
podido singularizarlos todos, y lo mucho bueno que
LIBRO DOCE. 709

de ellos pudiera decirse para que era menester tomo


de por sí. Téngalos Dios en su gloria.
Por el mes de julio del año de cincuenta y cua-
tro sucedió una facción que originada de sugetos tenidos
por débiles, la hizo mas digna de estimación y reparo.
Unos de los enemigos corsarios que todos los años mo-
lestan estas costas prendieron á unos indios del pue-
blo de S. Román, barrio de Campeche y los traían pol-
la mar sin querer echarlos á tierra. Los indios deter-
minaron alzarse con la fragata, y sin mas armas que li-
nos cuchillos que habían cogido en ella lo ejecutaron.
Mataron ocho de los enemigos y entre ellos al capi-
tán y maniataron á los demás que habia, porque ha-
bían salido algunos á tierra. Alzaron velas del puer-
to de QÜan donde sucedió, y llevaron la fragata á Campe-
che con todas sus armas y los enemigos que quedaron
vivos aprisionados. Los indios que hicieron esta fac-
ción fueron solamente siete, y quedaron heridos princi-
palmente el que los capitaneó que se llama Juan Ca-
nul. Dijeron después que se habían encomendado de
su corazón al Santo Cristo de S. Román, y que invo-
cando su santo nombre y ayuda acometieron y ven-
cieron á los enemigos. A l Juan Canul dio el goberna-
dor título de capitán, y que gobernase una compañía
de sus connaturales, y las armas y vestido que quitó
al de la fragata con que solia salir en algunas ocasio-
nes haciendo con ellas gala y memoria del suceso.

tfOM. u. 90
710 HISTORIA DE YUCATAN.

C A P I T U L O V E I N T E Y CINCO.

Elección del R. P. Fr. Juan de Olano, y misiones de


religiosos doctrineros que nuestros reyes han dado pa-
ra esta provincia.

Cumplíase á mediado el año de cincuenta y cua-


tro el trienio para celebrar capítulo de esta provincia,
y habiendo llegado en la flota del año antecedente
el muy R. P. comisario general Fr. Juan de la Tor-
re, hijo en la religión del insigne convento de México
y padre de la santa provincia de Burgos, vino per-
sonalmente á visitarla. Hallóla muy gravada de deu-
da con la que se habia hecho, trayendo los treinta
y cinco religiosos que su majestad (que Dios guarde)
dio informado de los muchos que murieron con la
peste que se dijo. Porque aunque para el avio dio
lo que siempre ha acostumbrado su católico celo, como to-
do lo necesario para la navegación se compra yá por
tan subidos precios, no alcanza para el gasto y lo que falta
crece mucho, recibiéndose como los recibieron los padres
vocales á un excesivo precio por ciento. Viendo el muy re-
verendo padre comisario el empeño tan grande, fijó to-
da su atención á desempeñar la provincia poniendo
para ello todos los medios excogitables que la pru-
dencia humana pudo hallar de suerte que sin nue-
vo gravamen de los conventos lo consiguió dejando la
provincia libre de toda deuda y sin ocasión de te-
nerla. Visitando la provincia advirtió algunas cosas
para mayor observancia de nuestro estado acerca de
las cuales dejó algunos apuntamientos en patente su-
ya.
Visitada la provincia celebró capítulo en Mérida
á veinte y nueve de agosto de dicho año de cincuenta y
cuatro, y en el fué electo ministro provincial el R. padre Fr.
Juan de Olano hijo de ella con todos los votos, y
LIBRO DOCE. 711

que acababa de ser custodio. Por su parcialidad difini-


dor el R. padre Fr. Francisco Manrique lector jubilado,
custodio el R. padre Fr. Martin de Salazar de los
sugetos lucidos y fáciles en la predicación de es-
pañoles que ha tenido esta tierra, y ambos nacidos en
ella en la ciudad de Mérida, Por la parte de los re-
ligiosos de España dilinidores el padre Fr. Diego Ló-
pez Cogolludo, lector jubilado y autor de estos escri-
tos (tales cuales son) el R. padre Fr. Hermenegildo
infante de Lara, comisario y abad nombrado-de la con-
versión del Próspero, como ya se dijo, dando relación de
ella, y el R. padre Fr. Antonio de Rivera muy lucido
predicador de españoles y aprobada lengua, y predi-
cador de estos naturales.
Encargó mucho el muy R. padre comisario así al
nuevo electo provincial como á los guardianes el repa-
ro de los conventos que los mas era lástima verlos, y
el aumento de las sacristías para el ornato del culto
divino, y dejando la provincia con mucho alivio y
descanzo que no entendió tener en algún tiempo por la
deuda referida y otras causas, se volvió á México á
visitar aquella santa provincia y celebrar su capítulo.
Hallándose el presente difinitorio' de ésta agradecido á
lo mucho que por ella y su bienestar habia mirado
el muy R. P. comisario general, después de haberse
ido á México se escribió testimonio auténtico firmado
de todos y sellado con el sello mayor de esta provincia, cer-
tificando á nuestros RR. padres ministro general y comisa-
rio general de Indias, el desempeño que su paternidad hizo,
y los órdenes para que no hubiese otro ni ocasión de él,
con que se gravasen los conventos, fuere en lo innescu-
sable según nuestro estado, y por duplicado se despa-
chó á España. No puedo pasar sin ponderar que la
Majestad Divina muchas veces retribuye de contado pa-
gando el celo con que se mira por el bien co-
mún de cualquier estado como le estaba sucedien-
712 HISTORIA ÜK YUCATÁN.

do al muy R. padre comisario, porque acabando de


ejecutar su paternidad en esta provincia lo referido an-
tes de salir de ella movió en Madrid el católico co-
razón de nuestro monarca (que Dios guarde) para
que le escribiese por las noticias que tuvo desde lue-
go que llegó á estos reinos una carta que decia así:
" E L R E Y . Venerable padre comisario general de
la orden de San Francisco de la Nueva España. A ,
mi consejo real de las Indias han llegado noticias cier-
tas que en las visitas que habéis hecho á los conven-
tos y religiosos de esas provincias, habéis ajustado vues-
tra religión con gran crédito y opinión de todos en e-
sas provincias. Y aunque eso es tan conforme á vues-
tra obligación y instituto, y á la confianza que se hi-
zo de vos en ese puesto, me ha parecido daros mu-
chas gracias (como lo hago) por ello. Y os encargo
lo continuéis y pongáis muy particular cuidado y dili-
gencia en que vuestros subditos cumplan enteramente
con mas obligaciones, conforme á sus institutos y votos,
pues en todas partes es su obligación precisa y mayor
en esas provincias donde tanto importa que los natura-
les de ellas vean continuamente lo mejor. Q,ue en
ello me daré de vos por bien servido, y tendré me-
moria de vuestra persona en las ocasiones que se o-
frecieren de vuestros aumentos. De Madrid a 6 de se-
tiembre de 1654 años. Y O E L R E Y . Por manda-
do del rey nuestro Señor. Gregorio de Leguia. Y vie-
ne rubricada de los señores del consejo.
Una copia de esta cédula me envió un religioso grave
de México dando gracias á Dios de que nuestro rey y
señor (que Dios guarde) entre tanta inmensidad de
cuidados singularice honrar así á los superiores de nues-
tra sagrada religión. Déle la Divina Majestad su gra-
cia al referido, para que prosiga en el desempeño de los
buenos deseos que nuestro monarca le manifiesta. El
R. padre provincial precedió desde luego, y procede
LIBRO DOCE. 713

muy atento á lo que le encargó el superior, y así se


han ido y van reparando mucho los conventos y sa-
cristías de que cuida grandemente, y procede con loa-
ble ejemplo: déle la Divina Majestad el don de la
perseverancia que corona las buenas obras. Tan buen
logro se ha visto del cuidado referido, que hallamos
celebrando la congregación á diez y nueve de febrero
de este presente año de mil y seiscientos y cincuenta
y seis, desde el capítulo antecedente haber aumenta-
do de nuevo los religiosos doctrineros de ornamentos,
plata para el servicio" del culto divino, reparos de igle-
sias y conventos de las doctrinas, veinte mil y ciento
y cincuenta y dos pesos y dos reales, que quedan en
las iglesias de dichas doctrinas que tenemos. Y esta
cantidad ha sido sacada de las limosnas que nos dan
los indios para nuestro sustento y vestuarios, que por-
que ven esto nunca ellos (sino es incitados "de otras
personas) las tienen por gravamen y mas en estos tiem-
pos que la botija de vino y la arroba de aceite, nos ha
costado por doscientos reales de plata cada una la que
menos, y aunque S. M. mandó por su real cédula no-
vísimamente que se diese vino y aceite para las mi-
sas y lámparas del Santísimo Sacramento, no se hizo
mas que pregonarla públicamente, y suspender la eje-
cución, como si fuese su mandato injusto, entrando S.
M. á la parte en darlo por Jos pueblos que tiene en
su corona, como los demás encomenderos por los suyos.
He reservado para este lugar referir las misiones de re-
ligiosos, que á costa de los reales haberes y cuidado de
nuestros católicos reyes, plantaron la santa fé católica en
este reino y con los que en él han recibido el hábito, han
coricervado y concervan á los indios en ella con la pre-
dicación y ministerio evangélico (aunque cierto gober-
nador hubo no ha muchos años, que dijo que de qué
provecho éramos los doctrineros si no de que nos sus-
tentasen sin darles nada temporal y en ocasión lo dijo
714 HISTORIA DE YUCATAN.

que les quitaba á los indios lo que valia dos por u-


no.)
La primera misión fué cuando vino el venerable pa-
dre Fr. Jacobo de Testera con otros cuatro compañe-
ros, y llegaron á Champoton á 18 de marzo de 1534
años.
Siguió á esta misión otra de cinco religiosos que
vinieron el año de 1537, y no permanecieron en ella
como ni los primeros.
El año de 1546 vino otra de seis religiosos cuyo
comisario fué el padre Fr. Luis de Villalpando y fue-
ron las que fundaron esta provincia.
La provincia del Santo Evangelio envió al año si-
guiente de 1648 otra de seis religiosos, su comisario
el padre Fr. Juan de la Puerta.
El padre Fr. Juan de Ai balate trajo la primera
que vino directa de España y llegó año de 1549 en
que vinieron seis religiosos.
Desde la referida no hallo haber venido otra hasta
el año de mil quinientos sesenta y uno que el padre
Fr. Lorenzo de Bienvenida trajo una de diez religiosos.
Tengo por cierto vinieron en los años intermedios o-
tras según el ferviente zelo con que siempre se han da-
do ministros; pero no he hallado escrito alguno que lo
diga.
Segunda vez fué á España el padre Bienvenida y
trajo á esta provincia doce religiosos el año de mil qui-
nientos sesenta y seis.
Cuando el Sr. obispo D. Fr. Diego de Landa vino
consagrado, le dio el rey una misión de treinta religio-
sos que nombraron por su comisario al santo padre Fr.
Pedro Cárdete; y llegaron año de mil y quinientos y
setenta y tres.
Aunque de las misiones siguientes hasta el año de
1615, no hay total certidumbre de los años en que lle-
garon, porque no la he hallado en el archivo de la
LIBRO DOCE. 715

provincia, ni en la contaduría real, las referiré según me


dijo acordarse (dos años mas ó menos) el R. padre Fr.
Juan Coronel. Y así digo, que habiendo ido á Espa-
ña por procurador de esta provincia el padre Fr. Juan
de Padilla trajo una misión de diez y ocho religiosos
que llegaron el año de 1576.
Fué el venerable padre Cárdete por procurador, y
trajo otra de diez y seis religiosos el año de mil y
quinientos y setenta y ocho.
Segunda vez fué el padre Fr. Juan de Padilla, y
trajo una de doce religiosos el año de mil quinientos
ochenta y uno.
El padre Fr. Gaspar de Najara fué á España y
trajo doce religiosos el año de mil quinientos ochenta
y cuatro.
El padre Fr. Pablo Maldonado trayendo de Espa-
ña doce religiosos, murió en el viaje y ellos llegaron
á esta provincia el año de mil quinientos noventa y tres.
Hasta el de mil seiscientos uno no vino misión, y
en él trajo el padre Fr. Alonso Pérez de Guzman
doce religiosos de España.
El padre Fr. Alonso de Ortega habiendo ido por
custodio y procurador de esta provincia trajo á ella de
España el año de 1603 doce religiosos.
El padre Fr. Juan de la Peña trajo otros doce el
año de mil y seiscientos y cinco.
A l siguiente de mil y seiscientos y seis condujo otra
misión de doce religiosos de España el P. Fr. Diego
de Castro.
Pasó hasta el año de mil y seiscientos y quince, sin
venir religiosos de España y en él trajo el padre Fr.
Dionisio Guerrero veinte y cinco.
El padre Fr. Francisco Jiménez de Santa Marta, ha-
biendo ido por procurador á España, volvió á ella con
una misión de doce religiosos el año de mil y seis-
cientos y veinte y cinco.
716 BISTOREA DE Y U C A T Á N .

Fu€ por custodio al capítulo general que se cele-


bró en Toledo el año de mil y seiscientos y treinta y
tres, y juntamente por procurador de esta provincia el
reverendo padre Fr. Pedro Enriquez, y trajo al año
siguiente de treinta y cuatro, veinte y cinco religio-
sos.
Después fué por procurador el padre Fr. Diego Pé-
rez de Mérida y trajo el año de 1638 treinta y tres
religiosos.
El reverendo padre Fr. Antonio Ramírez habiendo
ido como custodio que era de la provincia al capítulo
general de Toledo del año de cuarenta y cinco, y jun-
tamente por procurador general trajo el año de cuaren-
ta y seis una misión de veinte religiosos.
A los reverandos padres Fr. Alonso Cuadron custo-
dio para el capítulo general último de Roma celebra-
do el año de 1651, y Fr. Alonso de Quiñones comi-
sario provincial que llevaron orden de traer religiosos
de España les dio treinta y cinco su majestad (que Dios
guarde) informado en su real consejo de las Indias de
los muchos ministros que en esta provincia habían
muerto con la peste los. dos años continuados de cua-
renta y ocho y cuarenta y nueve. Llegaron estos reli-
giosos á Campeche el mes de de octubre del año pa-
sado de mil seiscientos cincuenta y tres.
De donde consta haber venido á esta provincia cua-
tro misiones de'la del Santo Evangelio y diez y nue-
ve directamente desde España, y en ellas trescientos
cuarenta y ocho ministros conducidos á expensas de
los reales haberes, y de ellas ha dado S. M. del rey
nuestro señor D. Felipe cuarto el grande (que Dios
guarde) aumentando el católico celo de sus gloriosos pro-
genitores, las cinco misiones en que han venido ciento
veinte y cinco religiosos. Y así con no menos razón
esta provincia de humildes capellanes suyos agradecida
y postrada á sus reales pies por tantos beneficios co-
LIBRO DOCK, 717

mo continuamente nos está haciendo, le podemos decir


lo que un poeta á su glorioso bisabuelo.

Sola quidem pópalos divisos orbe potentes Dextera Dei


subdit Magne Felipe tibi.
Hinc regum Domino sit gloria lausque Monarcfia.
Quem novus hic mundus quem nova regna colunt.
Y yo doy humildes gracias á la Majestad divinapor ha-
berme dado vida y salud para haber llegado al fin de
estos escritos. Los cuales y la persona con todo cuan-
to dijere y obrare sujeto humildemente á la corrección
de la santa iglesia romana y censura de todos los doctos.

Adlaudem Dei, purísimce Matris ejus,


$ omnium santorum. Amen.
ÍNDICE

DE LOS LIBROS Y C A P Í T U L O S DE E S T A

HISTORIA.

. ; LIBRO SÉPTIMO.

CAPÍTULO 1. Cómo nuestros católicos reyes lian'solicita- ;

do la cristiandad y alivio temporal de estos indio?, pág. 1


Cap. 2. Piadoso celo de que. no falten ministros á los
indios, y cómo se recibió el tribunal santo de la,fé, pág. _ 7
Cap. 3. Cuidado de nuestros reyes en el biéft tempójaL^;
y buen tratamiento de estos indios, pág. . .. . , , 13
Cap. 4. 'De otras ordénes - reales- acerca -dé lo' dicllo en
los capítulos antecedentes, pág 19
Cap. 5. De los órdenes que se dieron para la adminis-
tración de las rentas reales en Yucatán, pág. . . 24
Cap. 6. Prosiguen los órdenes reales, y dícenle las ren-
tas que el rey tiene y da en Yucatán, pág. . . . 31
Cap. 7. Dícense dos elecciones capitulares, y lo que su-
cedía entre el gobernador y ciudadanos sobre las
encomiendas de los indios, pág. . V . . . . 37
Cap. 8. Del gobierno dé D. Guillen de las Casas, y
por qué se quitaron los corregidores españoles de los
pueblos de los indios, pág. . . . '. . . . . . 43
Cap. 9. D e dos reverendos padres provinciales, y cómo
sucedió en esté obispado D. Fr. Gregorio de Montalvo,
pág. . . . :. \ . . . . . . 50
Cap. 11) D e las ocasiones de otras discordias que hu-
bo entre el obispo y religiosos, decididas por la real
audiencia, pág 55
Cap. 11. Del gobernador Francisco de Solis, y cómo
vino en su tiempo visitador enviado de la audiencia, pág. 60
Cap. 12. Del gobierno de Antonio de Voz-Mediano, y
disensiones que tuvo con la ciudad de Mérida, pág. 66
Cap. 13. Desde cuándo ha sido permamente el oficio de
defensor de los indios, y qué obligaciones tiene, pág. 73
Cap. 14. Del obispo D. Fr. Juan Izquierdo, y segunda
elección de provincial en el R. P. Fr. Fernando de
Sopuerta, pág 79
Cap. 15. Del gobierno de Alonso Ordónez de Nevares,
' y de óíros dos capítulos', y"un gobernador interino, pág.
;

LIBRO OCTAVO.

Cap. 1. 'Alzánsc pendones en Yucatán por el rey D . Fe-


lipe ' Tercero, y cómo por traición saqueó un capi-
tán ingles la villa.de Campeche, pág
Cap. 2; i Cómo vinieron otras dos veces corsarios ingle-
' ' ses, y de una éléccíóh^capitular de esta provincia, pág.
Cap. 3. De algunos réligios'os de los primeros tiempos
:
' d e esta provincia, qué e^ri éstos eran yá difuntos, pág.
;

Cap. 4:., Continúaee la memoria dé otros religiosos an-


tiguos, pág. V . . . . . : . . . : . . . .
Cap. 5. Litigio entre la clerecía y religiosos de esta pro-
. . . viiicía" sobre unas doctrinas de indios, pág. . . .
Cap. 6: 'Prosigue la materia del precedente, y cómo se
nos quitaron cuatro doctrinas, pág. . . . .
Cap. T. "-Dibesé el estado presente del litigio, con que se
hace mención de algunos ministros clérigos y reli-
giosos, pág. . " y . . . . . . . . '-. . . . . .

Cap. 8. Cómo se intentó reducir á los indios infieles


de la Bahia de la Ascensión, y desgracia porque no
se consiguió, pág. ."• . . . . . . . .'• . . . .
Cap. 9. Vienen unos indios infieles á pedir el Santo
Bautismo y enseñanza de la doctrina cristiana, pág.
,Cap. 10. Del obispo D- Diego Vázquez de Mercado, y
1

' sucesos peileuecienten á su dignidad, pág


Cap. 11. ''Informa el obispo al'rey que ¡os religiosos sa-
' " tisfa-cen á lá; obligación de su ministerio, y la cau-
sa de "ello, pág. . . . . . . . . . . . . .
Cap. 121' Del gobernador D. Carlos de Luna y Are-
nario, 1
pág. ". . • . . . . . . • • • • • •
Cap. 13 Prosigue e l precedente, y'otras discordias que
' el gobernador tuvo con los seculares y Obispo, pág.
Cap. 14. Nueva; del nacimiento del rey D. Felipe Cuar-
to nuestro señor, que Dios guarde, y la honra que
con'ella recibió la ciudad de.Mérida, pág. . .-' .
Cap: 15', D e dos elecciones de provinciales de esta pro-
vincia, y otros sucesos de aquél tiempo, pág. . .

' [• ;
LIBRO NOVENO.

Cap. 1. De la venida del obispo D . Fr. Gonzalo de Sa-


lazar, y cosas notables de aquel tiempo, pág. . .
Cap. 2. Del gobierno de D. Antonio dé Figueroa, y des-
gracia de unas naos de flota, pág
Cap. 3. D é ' d o s capítulos provinciales, y de Francisco
. ., Ramírez Briseño que murió gobernando, pág. . .
Cap. 4. De un capítulo provincial, y cómo fueron reli-
giosos á" lá conversión de los gentiles itzaes, pág.
Cap:- 5." Salen dé Mérida los religiosos á la nueva con-
versión, y llegan á Salamanca de Bacalar, pág. . 207
Cap. 6. Van los religiosos á Tepú, y algunas cosas par-
ticulares de aquel camino, pág 212
Cap. 7. Escriben los religiosos al Canek, señor de los
itzaes, y recibe bien la embajada, pág 217
Cap. 8. Vienen los indios itzaes el pueblo de T*epú, y
cómo los religiosos fueron á su isla, pág. . . ; 223
Cap. 9. Predican los religiosos á los itzaes, que los qui- ..
sieron matar por quebrantarles un ídolo, pág. . . 228
Cap. 10. Lo que sucedió á los religiosos con el Canek,
quebrado y á el ídolo, y cómo volvieron á Tepú, pág. 233
Cap. 11. Hacen los estados eclesiástico y secular voto
público de la pureza de la Concepc on de la Ma-
:

dre de Dios, pág. . 239


Cap. 12. Va el padre Fuensalida á Tepú segunda vez,
y descúbrese entre aquellos indios gran idolatría, pág. 245
Cap. 13. Van los religiosos secunda vez á los itzaes,
que los reciben bien y los echan ignominiosamente, pág. 251
Cap. 14. De dónde son originarios los indios itzaes, y
algunas cosas suyas y de otras naciones vecinas, pág. 256
Cap. 15. De algunos religiosos siervos de Dios, que yá
eran difuntos en estos tiempos, pág. 262
Cap. 16. Prosigue la memoria de otros religiosos que sir-
vieron á nuestro Señor en esta provincia, pág. . 267
Cap. 17. Da principio á la vida y milagros del venera-
ble padre Fr. Pedro Cárdete, provincial que fué de
esta provincia, pág 272
Cap. 18. Prosigue la vida del venerable padre, y dícen-
se algunas cosas maravillosas de ella, pág. . . . 279
Cap. 19. Ejercicios del bendito padre en su senectud.
Cómo supo su muerte, y se dispuso para ella, pág. 285
Cap. 20. Del grande concurso que se juntó á venerar
el santo cuerpo, y vino el obispo con su cabildo á
sepultarle, pág 291
Cap. 21. De otras maravillas que califican su virtud,
y testimonio que de ella dio el obispo D. Fr. Gon-
zalo de Salazar, pág 298
Cap. 22. De un gobernador interino y una cédula real
sobre las vacantes de indios, y súplica que se hizo
de. ella, pág 302
Cap. 23. Prosigue el informe de la ciudad sobre I03 in-
dios que vacasen, mandados poner en la real co-
rona, pág. . • 308

LIBRO DIEZ.

Cap. 1. Alzánse pendones en Yucatán por el rey nues-


tro señor D. Felipe Cuarto el grande. Y gobierno
de D . Diego de Cárdenas, pág. 313
Cap. 2. Reducción de unos indios hecha por el padre
Fr. Diego Delgado, á qujen mataron los itzaes y á
unos españoles, y la causa, p5g 319
Cap. 3. Intentado conquistar con armas á los itzaes,
matan en Sacalum á los españoles y al padre'Fr.
Juan Henriquez, y la causa, pág. .'• 325
Cap. 4. Feliz suceso de las armadas de estos reinos vol-
viendo á España, y nacimiento perpetuo de gracias
que da á Dios por él nuestro católico rey, pág. . 331
Cap. 5. D e algunos capítulos provinciales y religiosos
siervos del Señor que tuvo esta provincia, pág. .'. . 337
Cap. 6. De otros religiosos dignos de memoria que pa-
saron al Señoi por estos tiempos, pág. . . . . . 343
Cap. 7. Gobierno de D . Juan de Vargas, y servicio que
hizo Yucatán al rey para la armada de barlo-
vento, pág. 349
Cap. 8. Ocasión de las querellas contra el gobernador
D. Juan de Vargas en la real audiencia de Méxi-
co, pag. . . : 356
Cap. 9. Viene el oidor D. Iñigo de Arguello contra el
gobernador, que alegó causas para que no ejecu-
tase . la comisión, pág. 363
Cap. 10. Prosigue el gobernador sus defensas: peligro
de la ciudad por él. Publica el obispo un edicto
en favor del oidor, pág . 369
Cap. ,11. Sosiégase la ciudad con el edicto, y prosigue
el oidor hasta la sentencia, reservando algunos ca-
sos para el real acuerdo, pág. 376
Cap. 12. E l oidor lleva preso al gobernador que murió
en México en la prisión, y respuestas del rey á lo
sucedido, pág. 382
Cap. 13. Trata de la materia del litigio, y última reso-
lución real en favor del alivio de los indios, pág. 388
Cap. 14. Vida del venerable padre Fr. Juan de Órbita,
p algunos casos de ella maravillosos, pág. . . . 393
Cap. 15. De otras cosas milagrosas dé este bendito re-
ligioso, y de sus virtudes, pág. 399
Cap. 16. De la muerte del santo padre Órbita y lo que
de ella sucedió, y de otros tres religiosos, pág. . . 405
Cap. 17. Gobierno de D . Fernando Zenteno, y una gran
reducción que hizo de los indios en su tiempo, pág. 412
Cap. 18. Una armada de enemigos entra en la villa de
Campeche, y lo que en esto sucedió, pág. . . _ . 418
Cap. 19. Gobierno de D. Gerónimo de Quero que murió
en él, y de otros dos interinos, pág. . . . . . 424
Cap. 20. De algunos religiosos celosos ministros de los
indios y grandes lenguas en estos tiempos, pág. . 430

LIBRO ONCE.

Cap. 1. Vida del benerable D. Bartolomé de Honorato,


chantre de la santa catedral de Mérida, pág. . . • 437
Cap. 2. De otras virtudes y cosas milagrosas de este va-
ron santo, pág. . .. . - ....... ,.' .'
; . 442
Cap. 3. De la: muerte de este .samo varón, y. cosas .par- •
i- ticulares sucedidas en ella,, pág. ,. . 447
Cap. 4. . De la vida y muerte del obispo D ; F r . Gonzá- ,^
lo de Salazar, pág. . . . . . . . . 452

Cap. 5. D e las vidas de algunas religiosas del. conven-' ....


.. to de la Concepción . de Mérida,. pág;
;
i '458
Cap. 6.. Vida y muerte de la madre Inés de S.. Juan,
:
i natural de la. ciudad de Mérida de Yucataii, pág. 464
Cap. 7: De la madre Marina Bautista, 'natural, (le Cam- }

peche, y de otra- fundadora y criadas virtuosas, pág., 468


'Cap. .8. D e un capítulo provincial, y querella del, ca-
bildo de Mérida contra los religiosos de la pro-
vincia, pág. . . . . . >. ,. . • • 475
Cap. 9. . D e l gobierno, del marques de Santo Floro,, pág.. 482
Cap. 10. Lo que se resolvió en orden á los arbitrios pa-
ra los gastos de la armada de barlovento, pág. . . 487
Cap. 11. Celébrase capítulo provincia!. Once urcas .¿té;
enemigos dan íondo en Sisal, y ló que.sucedió, pág. 493
Cap. 12. • Alcanse los indios de la provincia de Bacalar, "• ' '
y van. religiosos de esta á reducirlos,, pág. . . . . 499
Cap. 13. Lo que sucedió á los religiosos basta que die-
ron las caitas dej gobernador y obispo á los rebeldes,,
'." pag- 505
Cap. 14. Los religiosos son llevados á Hubeíná, quieren-
los matar,. y por fin los echan con grandes afrentas, "'
pág. . - . . • • • • • r, • • 511
Cap. 15. Trabajos y peligros de los religiosos , y indios, ., • ^
hasta volver á la villa de Salamanca, pág, ,.. .517
Cap. 16. Dase noticia de lo sucedido; al gobernador,, V ... ,
1

lo que sucedió á los padres Bercerril y .Tejero cpn. ;

otros indios, pág. . . • • ..... • . • . . . i .\523 : ;

Gap. 17 Lo que sucedió al padre Fr. Martin con unos;


indios infieles, y cómo saqueó el enemigo á Salamanca,
pág. . . . - , .. • • • ... '.. . . .. ;. 529
v

Cap. 18. Del Sr. obispo D... Juan. Alonso Ocon, y oca-
sion de disgusto con los. religiosos, pág.. .... . . . . . 535
Cap. 19. Lo que respondió : el provincial al Sr. obispo,:y
patentes que despachó á los religiosos é indios, pág.. 541
Cap. 20 Declara el señor obispo por incursó en su cejí- •,
sura á un guardián que no era doctrinero, y lo que
la real audiencia ordenó acerca del, edicto, pág. . 548 ;

Cap. 21 Informa el gobernador sobre la in no vocación.


pretendida por el Sr. obispo, al rey, pág. . ."' . 554
Cap. 22. De algunos religiosos graves ; yá difuntos en
estos tiempos, pág ' 561

: f
••• . l i b r o d o c e . „.,;';,^

Cap. I. Gobierno de Francisco Nüñez Melian. Vida y '


muerte del deán D. Gaspar Núñez de León, pág. 667
:
Cap. 2 . Gobierno­de DJ Hénriqué Dávila y Pacheco, Cy
''• ' sucesos­de una armada: que ­ estuvo á la vista de
Cámpeclíe, pág. i"­. . . . . . . . . . . . • 673?
Cap. 3. De un capítulo provincial, y cómo fueron reli­
giosos^'áia nueva con versión del reino del Próspero,. .­.';
: ; :
pág.­ .: . ­. 577
¡'i; ' ;•>•. •• ­ ­ n i ! : . . . : .' ; . ' , . , : . : / • * ' ;
!
Cap. 4v 'Los religiosos, '{legan al pueblo de Nohhá, y lo
• > que allí padecieron vsjendo la causa jel mestizo VU.­
vao, pág. ч '. . . . 234
Cap. 5. Prenden los indios al meztizo Viivao q'ie se hu­
yó, y lo que respondió el general á ios religiosos,
pág:. . , 589
Cap. 6. Va otro religioso al Próspero, y con él un es­
pañol. Lo que éste hizo, y violencia con que echa­
ron á los padres, p á g , 596
Cap. 7. Va el general á Nohá, y desgraciado fin de es­
ta conquista. Dícense algunas cosas de la tierra, y
sus indios, pág 602
Cap. 8. Del obispo D. Marcos de Torres y Rueda, y
gobierno de D. Esteban de Azcárraga, pág. . . . 609
Cap. 9. Cómo fueron traídas reliquias de S. Diego de
Alcalá á Metida y algunos de los milagros que
han hecho, pág. . 615
Cap. 10. De otras maravillas que nuestro Señor ha
obrado por los • méritos de S. Djego, pág. . . . 620
Cap. 11. Noticia qire'.dió él rey de ­su ­casamiento con
la reina nuestra péñora, Dios los guarde, pág. . . 636
Cap. 12. Desgracias precedentes á la* peste, princ'pioode
1

ella porque fué llevada á Mérida nuestra Señora


de Izamal, pág 633
Cap. 13. La santa imagen de nuestra Señora llega á
Mérida y voto que la ciudad le hizo, pág. . . . 629
Cap. 14. Varios accidentes con que morían los enfermos
y cases notables de aquellos dias. pág 645
Cap. 15. De algunos señalados religiosos que murieron
con la peste, pág 651
Cap. 16. D e los reverendos padres Fr. Luis de Vivar,
Fr. Diego de Cervantes y Fr. Gregorio Maldona­
do, pág 656
Cap. 17. Viene á gobernar segunda vez D. Enrique
Dávila y Pacheco, pág 662
Cap. 18. De dos elecciones de vicario provincial de es­
ta provincia, y muerte del R. P. Fr. Juan Corone!, pág. 667
Cap. 19. Cómo se halló una imagen de nuestra Señora,
milagrosa que no se sabe su origen, pág 672
Cap. 20 De otros milagros que nuestro Señor obró por
la invocación de esta Sania Imagen, pág. . . . 677
Cap. 2 1 . Gobierno del conde de Peña Iva en cuyo tiem­
po hubo una grande hambre en esta tierra, pág. . 6S3
Cap. 22. Del Sr. obispo D. Fr. Domingo Remirez, y su ¡
muerte; y de un capítulo provincial, pág. .... ,. . 690
Cap. 23. Entran enemigos en Qioantun, lo que hicieron
y de los gobernadores interinos, pág. . . . . 696
Cap. 24. Del venrable P. Fr. Juan (Sarcia y R. P. Fr.
Gerónimo de Prat, pág .,. . : . . 703
Cap. 25. Elección del R. P. Fr. Juan de Ola no, y mi-
siones de religiosos doctrineros que nuestros reyes '•>
han dado para esta provincia, pág. . . . . . .710

Justo Zaragora.

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