Sociología de la Educación
Clase N°5
Prof. Carlos Ruiz Díaz
Emile Durkheim
Comenzamos nuestra quinta clase. Hoy abordaremos a un clásico de la Sociología, Emile
Durkheim.
Educación e integración social
Durkheim nació en el año 1858, en la región de Lorena. Murió en 1917, en París. Su
preocupaciones solo pueden comprenderse en el contexto de la conflictividad social y la crisis moral que
vivía el país, luego de la derrota en la guerra franco - prusiana y de la insurrección y el posterior
aplastamiento de la comuna de París. A todo ello, deben sumarse los efectos de la aceleración del
proceso de desenvolvimiento del capitalismo industrial y las tensiones derivadas para la integración
social.
En este contexto, propone contribuir, desde las ciencias sociales, particularmente desde la
Sociología consolidando un orden moral que otorgara a la nación francesa la estabilidad del antiguo
régimen, pero refundado. Es decir, que su preocupación principal podría plantearse con la siguiente
pregunta: ¿cómo reconstruir un orden social que promueva la cohesión necesaria en la compleja
sociedad industrial, en donde los lazos tradicionales que ataban al individuo a la comunidad están rotos?
Por ello, la apuesta al fortalecimiento de un Estado democrático, en tanto órgano encargado de
regular la vida económica, y de encarnar la conciencia colectiva, un Estado capaz de elaborar ciertas
representaciones sociales que garanticen una sociedad lo suficientemente integrada, donde el consenso
prime sobre el conflicto permanente, producto tanto del individualismo que exacerba el libre mercado y
el desenfrenado interés por la ganancia, como así también de las disputas derivadas del ascenso de la
burguesía y la pérdida del monopolio eclesiástico durante la Edad Media.
En concreto, la educación y la escuela pública, obligatoria, gratuita y laica serán, para el autor,
en el traslado del control religioso, en la formación de las conciencias individuales y para la construcción
de una moral autónoma y colectiva indispensable en el proceso de vertebración de una sociedad
moderna cohesionada y democrática.
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La educación como hecho social
A pesar de haber sido formado por la filosofía positivista de Auguste Comte, critica la concepción
idealista predominante en las doctrinas pedagógicas de su época, que asentadas en la psicología y la
filosofía sostenían a la educación como algo individual. Contrariamente a esto, hace hincapié en el
carácter histórico y social y, por lo tanto, en su estudio desde una perspectiva sociológica.
Para tener en cuenta:
El positivismo es la corriente filosófica, surgida en Francia, en la primera mitad del siglo XIX y
luego extendida hacia toda Europa, en las décadas siguientes. Dicha corriente postula que el único
conocimiento válido sobre el mundo natural y social es el científico, desplazando tanto a la religión como
a las perspectivas idealistas o especulativas. Su fundador, Auguste Comte (1798 – 1857), consideraba
que los problemas sociales y morales solo pueden ser estudiados desde la ciencia positiva fundada en
la observación empírica de los fenómenos, que permite descubrir y explicar el comportamiento de las
cosas, en términos de leyes universales susceptibles de ser utilizadas en provecho de la humanidad. La
sociología comteana o “la física social” se inscribe en este paradigma
Mientras tanto, los pedagogos modernos, inspirados en los teóricos de la Ilustración, sostenían
que el fin de la educación era la realización de cada individuo, logrando así que los atributos constitutivos
de la especie humana consiguieran su mayor grado de perfección posible. Por lo tanto, el problema de
la pedagogía se centraba en buscar de qué modo la acción educativa debía llevarse a cabo sobre la
naturaleza humana. Por ello, Durkheim creía que muy lejos de que haya una educación que tenga un
valor universal para todo el género humano, no hay, puede decirse, ninguna sociedad en que no
coexistan y funcionen, paralelamente, diferentes sistemas pedagógicos para atender a la formación de
los niños según la función que cada uno está llamado a desempeñar.
Es por esto que la educación, como objeto de estudio propio de la Sociología, se estudiará a
partir del denominado método sociológico, ya que para este, la educación constituye un hecho social.
El objeto de la Sociología es el estudio empírico y sistemático de los hechos sociales, entendidos
como todos los tipos de conducta o de pensamiento que son exteriores al individuo y que están dotados
de un poder imperativo y coecitivo, en virtud del cual se le imponen. Dicho de otra manera, intenta
expresar que las maneras de obrar, sentir y vivir exteriores a la voluntad individual y que manifiestan la
imposición del orden colectivo y cultural sobre los sujetos, predisponen a actuar y pensar de un modo
determinado, según cada cual los haya ido interiorizando a lo largo de su proceso de socialización,
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proceso que llevará todo el tiempo de la vida biológica y social de dicho individuo. Esto se observa en la
cotidianeidad de los sujetos, a partir del idioma (no elegido) o los comportamientos esperados de ellos,
en su trabajo.
Para estudiar los hechos sociales desde la Sociología, entendiendo a la educación como uno de
estos, se deberá seguir un método que comprende ciertos pasos: 1. Descartar sistemáticamente todas
las nociones vulgares o prenociones que velan la realidad y considerar los hechos como cosas,
separados de los sujetos consientes que se los representan, como condición indispensable para
legitimar a la Sociología como ciencia objetiva. 2. Asumir que solo son explicables aquellos fenómenos
sobre los cuales se puede establecer regularidades empíricas entre sí, y que la explicación es tal cuando
puede demostrarse que se trata de un caso particular de una generalización empíricamente establecida.
3. Investigar separadamente las causas que lo originan de las funciones que cumple o la utilidad que
tiene: mientras que la causa debe buscarse entre los hechos sociales que lo anteceden, la función se
encuentra en la relación que este mantiene con algún fin social. 4. Buscar el origen primero de todo
proceso social en la constitución del medio social interno, las cosas y las personas, lo que equivale a
decir que las causas de los fenómenos sociales son internas a la sociedad.
De este modo, dichas reglas permiten ver la primacía epistemológica de la sociedad y la
Sociología sobre el individuo y la Psicología.
Desde esta mirada, en que la sociedad trasciende a los individuos y ejerce presión sobre ellos
interesa comprender los procesos educativos en relación con el orden social. En esta concepción se
encuentran diferencias con aquellas que sostienen que la sociedad es producto de un contrato
voluntarios entre los sujetos. Durkheim asume una posición historicista, por la que los sistemas
educativos son producto de las transformaciones sociales y económicas y lo que se transmite en la
escuela solo es comprendido en relación con las necesidades sociales de una época.
Entre la moral común y la formación especializada: la contribución de la educación pública a la
solidaridad orgánica
Planteamos al principio que la preocupación central de Durkheim es la reconstrucción de un
orden social que garantice la integración de los individuos en una sociedad industrial, donde los lazos
tradicionales se han resquebrajados. Dicho de otra manera, la pregunta es por los tipos de solidaridad
que unen a individuo y sociedad en función de la complejización creciente de la organización social,
vinculada a la forma que asume la división del trabajo en el capitalismo.
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Durkheim reconoce dos formas principales: la solidaridad mecánica y la solidaridad orgánica. La
primera, asociada a las formas más primitivas de vida social, el lazo entre los individuos se estructura
sobre la base de sus semejanzas con pocas posibilidades de conflicto sobre sí, en cambio, esta última,
propia de las sociedades industriales, supone una mayor diferenciación y en consecuencia, mayor
conflictividad solo zanjable en la medida que exista alguna autoridad exterior, moral y normativa.
Si en las sociedades tradicionales la cohesión se garantiza a través de un conjunto de valores y
creencias fuertemente definidas, que tienen en la religión su expresión paradigmática que aseguran que
las acciones individuales se dan conformes con las normas comunes en la sociedad moderna,
crecientemente secularizada y donde el proceso de individuación se agudiza con la expansión de la
división del trabajo y la consecuente especialización de los sujetos, esa autoridad moral cambia, pasa a
ser la conciencia colectiva. Pero no se trata de la suma de las conciencias individuales, sino que es algo
exterior a cada individuo y resume al conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio
de una sociedad, es la que modela al individuo y garantiza la armonía social.
Por otra parte, ¿cómo puede ser que al mismo tiempo que se vuelve más autónomo, el individuo
depende al mismo tiempo más de la sociedad? Es decir, ¿cómo un individuo política, ideológica y
económicamente libre puede hacerse miembro de una sociedad sólidamente integrada?, ¿cómo
garantizar la interdependencia económica que es la base de la cooperación en una sociedad orgánica
con el ejercicio de las libertades individuales, de agentes con intereses particulares, sin caer en la anomia
social? Aquí encontramos la importancia que Durkheim le atribuye a la educación:
[…] lejos de que la educación tenga por objeto único o principal al individuo y sus
intereses, es, ante todo, el medio con que la sociedad renueva perpetuamente las condiciones
de su propia existencia. ¿Puede vivir la sociedad sin que exista entre sus miembros una suficiente
homogeneidad? La educación perpetúa y fortalece esta homogeneidad, fijando de ante mano en
el alma del niño la semejanzas esenciales que supone la vida colectiva. Pero, de otra parte, sería
imposible toda cooperación sin una cierta diversidad. La educación asegura la persistencia de
esta diversidad necesaria, diversificándose y especializándose ella misma. Consiste, pues, bajo
uno u otro de sus aspectos, en una socialización metódica de la generación joven. (Durkheim,
1902 en Alvarez Uria, 2007, 99)
La sociedad avanza y se apropia de los progresos científicos y técnicos, si es capaz de conservar
sus tradiciones y cultura colectiva. El desarrollo de la división del trabajo y la fragmentación social sólo
se contrarresta a través de una integración comunitaria en torno a reglas y valores compartidos. De ahí
que la definición normativa de educación que propone el autor rompe tanto con el individualismo
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pedagógico como con el liberalismo individualista. Las generaciones viejas deben suscitar en los más
jóvenes estados de conciencia compatible con el orden social vigente y con la conciencia colectiva,
fomentando a la vez lo común, la moral colectiva y lo diverso y específico, los saberes necesarios para
lograr la función social que cada uno deberá desempeñar.
.La socialización de las jóvenes generaciones implican un acto de imposición distante de
cualquier perspectiva espontaneísta. No se trata de sacar algo interior, sino de crear el ser social, de
colocarlo en un estilo de vida, es decir en una cultura. El sistema educativo es único e irrepetible. La
educación es una para integrar, inculca ideas, sentimientos compartidos, costumbres, forjando un cierto
ideal de hombre. Por otro lado, es múltiple, ya que depende de las edades y principalmente según el
lugar que los sujetos ocupan o van a ocupar en la división del trabajo social. Es por ello, que la formación
especializada partir de ciertas etapas resultan indispensables para lograr la cooperación económica que
sustenta el tipo de solidaridad orgánica propia de la sociedad industrial.
Sintetizando, la educación representa humanización, el hombre se hace sólo en la medida que
es un resultado social, en cuanto interioriza la cultura y adquiere con ella un pensamiento y ética, un
sistema de hábitos mentales y prácticos, una forma de vida, una concepción sobre la realidad, una
determinada moral y una formación profesional. La educación, es entonces producción cultural, histórica
social, metódica y diferencial, variando según el pueblo y el grupo social en cuestión. El contenido base
es la disciplina, la adhesión a los valores y normas sociales y la autonomía racional de la voluntad
individual. Más aun en una sociedad jerarquizada donde los conflictos entre clases pueden ser
habituales. Es por ello que el carácter normativo de la educación y de allí la centralidad que Durkheim
otorga al Estado en esta misión, principalmente en un contexto nacional e internacional caracterizado
por la consolidación de los Estados Nación como unidades de dominación y de conformación de las
identidades nacionales respectivas, en donde la formación de la ciudadanía se convierte en la principal
finalidad.
La escuela pública, obligatoria, laica y republicana resulta primordial, es la escuela de todos,
permite la formación del carácter individual. Asegura una formación moral democrática compartida y al
mismo tiempo, potencia en igualdad de condiciones a las capacidades individuales que encuentran, en
este espacio de socialización, tanto estímulo y protección.
La escuela como microcosmos social y el maestro como autoridad moral
El fortalecimiento que el Estado adquiere y de la escuela pública en particular, es condición
indispensable para lograr construir un orden moral que exige una sociedad justa y democrática, a partir
de garantizar la autonomía personal del individuo y la acción libre y socialmente integrada de los
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diferentes grupos. De esta manera, los fines de la educación al ser sociales, implican que los medios
con los cuáles se alcanzan los mismos, deben tener el mismo carácter, por lo que se puede deducir, la
institución escolar como un microcosmos social.
En las condiciones culturales de una sociedad orgánica como la que vive Durkheim, la escuela
producirá hombres autónomos y la sociedad se organizará según una lógica estrictamente meritocrática
que servirá como criterio de justicia para legitimar aquellas desigualdades sociales existentes producto
de la creciente diferenciación que genera la división del trabajo.
Retomando la idea de que la educación es un hecho social que consiste en la socialización
metódica de las generaciones adultas sobre las jóvenes, no queda duda de que la acción pedagógica
constituye un acto de autoridad, de la sociedad sobre los individuos y de los adultos sobre los niños y
jóvenes. En el microcosmos que representa la escuela pública, el maestro reviste tal autoridad sobre los
alumnos y es el fundamento del éxito o no de esa transmisión.
Pero la pregunta es de dónde proviene esta autoridad, o cuál es su fundamento. En primer lugar
debe destacarse que la autoridad supone una imposición y por ello una relación asimétrica entre quien
la asume y quien la obedece. Para que esta autoridad sea legítima, debe ser resultado de un acto de
delegación. Para Durkheim, el maestro esta investido de autoridad por la función social que realiza
dentro del aula, representa intereses y valores que trascienden su persona. Actúa por una especie de
mandato social.
Finalmente, para ejercer dicha autoridad, el maestro debe creer en el carácter sagrado de su
función, de ahí su analogía con el sacerdote, y su mote de sacerdocio laico, en la formación del
ciudadano libre que comparte una moral común y debe saber necesariamente obrar en consecuencia.
El poder que ejerce el maestro sobre el alumno es tan grande según Durkheim y es por ello que
considera al alumno en una actitud totalmente pasiva.
Es todo por hoy, les adjunto en la sección archivos la lectura obligatoria correspondiente a esta
clase.
Durkheim, Emile (1974). Naturaleza y Método de la Pedagogía. Editorial Schapire. Bs. As.
Hasta la próxima.