Coordinación
de
MODESTA LOZANO
Traducciones
de
CARLOS PUJOL
Diseño de la cubierta:
ENRIC SATUÉ
© 1980 de la presente edici6n para España y América:
Editorial Crítica, S. A., Cruz, 58, Barcelona-34
ISBN: 84-7423- 1 14-0
Depósito legal: B. 43.510 - 1979
Impreso en España
1980. -Alfonso impresores, Carreras Candi, 12-14, Barcelona-28
RAl'v!ÓN MENÉNDEZ PIDAL
LOS JUGLARES
Y LOS ORfGENES DE LA LITERATURA ESPAÑOLA
Es op1mon muy común la de que las literaturas romamcas em
piezan hacia los siglos XI o xn , poco antes de los primeros textos
conservados, y que nacen dirigidas por clérigos imitadores de la li
teratura latina medieval y de la antigüedad clásica . Se cree muy
comúnmente también que los juglares y los clérigos no iban por
caminos opuestos, como postul aba la crítica romántica, sino que los
juglares se habían formado técnicamente en la escuela de los clé
rigos, aunque el tono de su poesía resultaba diverso del literario y
eclesiástico . Pero todo esto , que responde a ciertos aspectos de los
siglos tardíos, resulta inaceptable si tendemos la vista a tiempos
anteriores .
La razón de ser de toda juglaría es que ella procura el recreo,
alivio indispensable del ánimo , según decían concordes los antiguos .
E l Libro de la Nobleza y Lealtad, dedicado a san Fernando, reco
mienda al rey la honesta diversión con los juglates, y se apoya en
uno de los famosos dísticos de Dionisia Catón, el mismo dístico
que citan las Partidas, el mismo que el Arcipteste de Hita aplica
a su arte : «Palabras son de sabio e díxolo Catón , / que omne a sus
coydados que tiene en cora¡;ón / entreponga plazeres e alegre la
razón , / que la mucha tristeza mucho pecado pon» . Sin duda, el
placer recreati vo que ahuyenta las tristezas del corazón e s necesidad
Ramón Menéndez Pida! , Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas
rnmánicas, 6.ª ed., corregida y aumentada [ de Poesía juglaresca y juglares,
1924 ] , Ins titu to de Estudios Políticos, Madrid, 1 957, pp . 334-337, 358-35 9 .
16 L A LITERA TURA MEDIEVAL
inexcusable del hombre , y lo es sobre todo el solaz del canto , impe
rativo eterno lo mismo en el descanso que en el trabajo, esos «dul
ces cantares » (Libro de buen amor, 649) que aminoran las pesadum
bres del alma, llegando hasta paliar los dolores físicos del enfermo
( según se dice en el Cancionero de Baena) ; y de ese solaz musical
los juglares son los dispensadores profesionales : «illorum officium
tribuit laeticiam » , según dicen unas leges palatinae (de Mallorca,
1 3 3 7 ) . Pues respondiendo a una necesidad vital, el oficio jugla
resco hubo de ser ejercido continuadamente . Los que recreaban al
público en los teatros de la antigüedad, los histriones y mimos que
declamaban, los thymélicos y citharistas que tañían y cantaban, de
bieron transmitir ininterrumpidamente su arte a sus sucesores me
dievales .
Esta continuación del arte antiguo en el medieval se nos impone
también considerando que los pueblos románicos no pudieron estarse
sin ningún recreo literario medio milenio largo antes de ese siglo XI
en que se suponen nacidas las literaturas neolatinas . El canto del ju
glar , como espectáculo público debió empalmar con el espectáculo
público del histrión y del thymélico ; el cedrero de tiempos de Ber
ceo debió heredar su canto del citharista de tiempos de Cicerón, como
heredó su instrumento con el nombre de cithara o de cedra por tra
dición ininterrumpida de mano en mano y de boca en boca.
La dificultad para comprender esa tradición está en el cambio de
lengua en que unos y otros cantaban. En los primeros tiempos de
ese medio milenio se olvida el latín de los histriones y nacen las
lenguas romances de los juglares. Y en este punto surge la perpetua
oposición de la crítica entre los dos conceptos antagónicos en el
modo de entender la poesía en cuanto diversión pública, el indivi·
dualista y el tradicionalista : los que iniciaron el cultivo literario de
las lenguas neolatinas ¿ fueron los clérigos por disperso trabajo indi
vidual o fueron los juglares por continua tradición de su oficio ? Sin
duda contribuyeron unos y otros, pero creo inexcusable pensar que
los juglares tuvieron la iniciativa y la parte mayor, la más difícil y
la decisiva en esos primeros tiempos . El juglar, hombre indocto , que
cada día entiende menos el bajo latín, usual entre las personas ins
truidas, puesto en el trance de divertir a un concurso de gentes que,
cada vez más también, iba dej ando de entender la lengua de los
letrados, se vio antes que nadie obligado , por necesidad apremiante
de su oficio , a emplear las formas del latín vulgar, ajenas a la gramá-
LOS JUGLARES Y LA LITERATURA 17
tica, para con ellas sustituir las formas más o menos gramaticales
heredadas de los actores del teatro antiguo . Era necesario darse a
entender en todo momento, era urgente renovar el repertorio here
dado, haciendo que el habla de los vulgares usos cotidianos entrase
más y más en la prosa recreativa y en la canción musical del im
provisado espectáculo público . En ese período inicial en que las
hablas románicas se iban apartando totalmente del latín escrito, si
glos debieron pasar en que el canto y recitación de los histriones o
juglares fue la única literatura que existió en los nacientes idiomas
de la Romanía. En la plaza de la villa , en el atrio de la iglesia, en
las danzas , en las romerías, durante el solaz público, se realizaron
los difusos y pequeños aciertos de inspiración poética que fueron
elevando lentamente la humilde lengua vulgar, hasta hacerla apta
para ennoblecer la imaginación y la sensibilidad de los oyentes .
En fin, dedicados los juglares al espectáculo poético-musical en
lengua diversa de la latina, se encontraron frente al mismo problema
que afrontó muchos siglos después Lope de Vega cuando hubo de
ejercitar el arte nuevo del espectáculo teatral moderno . Lope, no va
cilante y tímido como suele decirse, sino muy seguro de su decisión ,
«encerró bajo seis llaves» los vigentes preceptos del arte docto muy
envejecido , y atendió sólo a los gustos del vulgo que eran los propios
de la sociedad moderna de su tiempo. Los juglares, no por decisión
unipersonal sino colectiva, en esfuerzo difuso e instintivo, hicieron
lo mismo que Lope : echaron las seis llaves al arte de los clérigos,
continuador de una tradición latina docta, extremamente empobre
cida, y dejándose conducir del gusto vulgar al que inexcusablemente
debían atender, crearon una nueva tradición popular en la lengua
románica de los nuevos pueblos medievales.
Es verdad que el clérigo por razón de su ministerio , lo mismo
que el juglar por razón de su oficio , tuvo que allanar su lenguaje
para ser mejor comprendido de sus fieles ; pero la oratoria sagrada
no se propone divertir sino adoctrinar, no busca el solaz recreativo
sino el «solatium charitatis» que dice el Apóstol, de modo que su
esfuerzo por sacar de la vulgaridad el habla diaria fue siempre mu
cho menor que el de la juglaría . El clérigo , servidor de una ideo
logía teológica y moral formulada desde antiguo con una termino
logía latina muy suya, no podía intentar apartarse de ese tecnicismo
consagrado , imposible de alterar ; su trabajo había de consistir no
en inclinarse hacia el habla vulgar, sino e n levantar la comprensión
18 LA LITERATURA MEDIEVAL
del vulgo hacia ese tecnicismo latino, inculcando en el uso corriente
varias de esas expresiones doctas, tarea también, sin duda, ennoble
cedora del lenguaje vulgar, de la que se aprovecharían los juglares .
Los clérigos despreciarían la obra del juglar construida con formas
vulgares , que para ellos no eran sino horrendos barbarismos , hasta
que avanzando la literatización de los espectáculos musicales, llegó
un día en que los doctos debieron sorprenderse grandemente al oír
la primera canción afortunada de un juglar que les ponía delante
una lengua nueva, capaz de nuevas posibilidades artísticas, y en
tonces , cuando ya estaba muy usado el canto en lengua vulgar, pudo
haber clérigos que abandonasen el latín para escribir en la lengua
común, tratando temas propios de la clerecía (Berceo, Libro de
Alexandre) . Hubo antes también clérigos que cultivaron la canción
y la música juglaresca, aunque éstos ya no eran muy bien vistos en
sus biografías o en los vejámenes literarios (Peire Rogier, Hugo
Brunenc, Pedro Amigo) ; en fin, también hubo siempre algún clérigo
mal inclinado que practicaba todos los divertimientos no literarios
del histrión o del juglar, pero ése era condenado y castigado por la
Iglesia, lo mismo en el siglo VII que en el xrv. Juglares y clérigos
fueron , pues, dos clases sociales muy distanciadas entre sí en su ori
gen, y sólo tardíamente tuvieron contacto literario .
En conclusión : durante los primeros siglos generadores de las
lenguas neolatinas , existió necesariamente en éstas una elemental
poesía recreativa de la que formaba parte principal la canción, gé
nero esencialmente indocto, poesía consustancial al idioma, que, a
la par que el idioma, se reforma y conforma siguiendo el mismo pro
ceso evolutivo . A la vez que del fondo latino van surgiendo las len
guas romances, va a la par desgaj ándose de la canción del citarista
la canción del cedrero . Esto me parece indisputable . [ ]
. . .
A España se aplica rutinariamente la teoría de los orígenes mona
cales, sin hacerse cargo de que el espíritu de los cantares de gesta es
tan civil , tan no eclesiástico que en el Mio Cid, se nombran 25 per
sonajes hidalgos y guerreros, muchos de ellos insignificantes, y, sin
embargo, todos en los diplomas aparecen comprobados como real
mente existentes ; en cambio, en el poema sólo se cita una persona
monacal, y ésa lleva nombre falso, cuando en la realidad era un
abad que hasta tenía fama de santidad entre los clérigos. Lo mismo
en el Romanz del infant García, todos los ricos hombres que en él
intervienen llevan nombre exacto, comprobado documentalmente ,
LOS JUGLARES Y LA LITERATURA 19
aunque no figuran en las crónicas, mientras el único personaje ecle
siástico, el obispo de León, aparece con un nombre arbitrario . Esto
no puede hacerlo un monje, sino un juglar.
Que los juglares fueron los primitivos poetas en lengua románica
y que por ellos inducidos entraron los clérigos a cultivar el nuevo
arte, lo confirma un hecho no bastante considerado : el más antiguo
clérigo que poetiza en romance español, Gonzalo de Berceo, y aun
el autor del Alexandre que más pretendía ser ajeno a la escuela ju
glaresca, sin embargo se dieron a sí mismo el nombre de juglar por
hallarlo en uso ya de antiguo con la significación del latinismo «poe
ta», totalmente inusitado .
En los siglos anteriores a Berceo, ocurrió sin duda varias veces
que algún clérigo se asociase al arte producido por los legos (Auto
de los tres Reyes, Vida de Santa María Egipciaca, etc.), pero en me
tro y rima juglarescos. Posteriormente muchos casos semejantes suce
dieron ; la historia de las literaturas occidentales durante toda la
Edad Media y hasta comienzos de la Edad Moderna, es la historia
de cómo los legos van entrometiéndose a tratar en su lenguaje vulgar
los temas o géneros reservados a la lengua latina, y cómo los clérigos
se van sintiendo tentados a abandonar su latín escribiendo en vulgar,
viéndose a causa de ello menospreciados por sus colegas y hasta
acusados de impiedad por poner al alcance del vulgo delicados te
mas religiosos ; tal fue el caso del inquisidor Valdés frente a los
dos Luises, de Granada y de León, como escritores en lengua vulgar .
En fin, en esta multisecular competencia entre la lengua latina
y la romance , no es posible negar a los juglares el mérito de haber
reñido la primera y más grande batalla, la de la poesía ; y fue la
primera, porque el cultivo literario de toda lengua comienza siempre
por el canto y por el verso, y no por la prosa. El ju glar primitivo ,
como el de todos los tiempos , debió comunicar con los clérigos y
aprender algo de ellos, pero , repitamos , el primer clérigo que cono
cemos como poeta en lengua del vulgo se estima juglar, prueba
que entra en un campo ajeno, a cultivar un arte que no era el de
los clérigos .