La lugarización educativa desde lo común:
una respuesta del Sur a la pandemia.
Henry Renna[1]
En diversos lugares se registraron desde comunidades organizadas, acciones y
compromisos por dar respuesta a la continuidad educativa durante el cierre preventivo
de escuelas por el COVID-19. Muchas de ellas desde sus capacidades propias,
tecnologías y cultura local, dieron vida a interacciones socioeducativas que perfilan una
educación y una escuela alternativa. De forma paralela al debate centrado en la ‘brecha
digital’ y el rol del sector privado se propone una deriva práctica y teórica distinta: la
lugarizacion educativa desde lo común como respuesta del Sur a la pandemia. A
continuación, se comparte un recorrido rápido por experiencias sistematizadas en el
caso de Venezuela y reflexiones de docentes latinoamericanos que debatieron sobre
su desarrollo.
Cartografía de un aprender propio
Similar al escenario posterior a la Segunda Guerra Mundial, la humanidad se enfrenta a
una disyuntiva epocal sobre su futuro educativo: de un lado, miradas utilitaristas e
instrumentales que reducen la educación a un medio para la recuperación económica
post guerra -en este caso post pandemia- y, de otro lado, un enfoque humanista de la
educación con bien público y común para reconstruir una humanidad en un planeta
golpeado y dividido. En la segunda opción lejos de toda visibilidad actores territoriales
en América Latina y el Caribe, ponen en práctica aquí y ahora, desde un espacio y
tiempo propio, otra educación.
…Salen los primeros rayos del sol y en Nueva Esparta se escucha el movimiento de la
bicicleta y motocicleta viajera en que maestros y maestras recorren el territorio para
llegar a las zonas sin conectividad. Al mismo tiempo en Sucre, el poder popular apoya
al magisterio y comienzan a entregar, como un correo territorial, las asignaciones en los
hogares más alejados de la escuela. En Amazonas se ven líderes y maestros
indígenas, recorriendo comunidades con su catumare con cuadernos y materiales
escolares. En Anzoátegui se ven educadores del pueblo caminando puerta a puerta
con su mapire
comunitario entregando libros, y en Delta Amacuro van y vienen, incluso en canoas,
cuadernos y libros que se prestan, se revisan y regresan.
Comenzando el día en Yaracuy se abren las puertas de una sala autogestionada con
internet y computadores para estudiantes que no tienen acceso, al unísono
en Carabobo y Lara se activan los patios productivos y el programa todas las manos a
la siembra en el hogar y en Zulia se inauguran los semilleros científicos en que
docentes y estudiantes crean soluciones con materiales cotidiano a la prevención de la
pandemia. A la misma hora en Miranda maestros, maestras y familias abren
bibliotecas comunitarias junto a los Consejos Comunales, a lo lejos se escucha una
voz, es el perifoneo pedagógico que comunica las actividades y asignaciones diarias y
también se escucha fuerte en Monagas el sonido del megáfono pedagógico.
Llega la hora de almuerzo y en Aragua se recibe el periódico escolar y en Carabobo la
Colección Bicentenario. Se termina de comer y llegan mensajes, es el foro chat
socioemocional en Yaracuy y la paella escolar en La Guaira, grupos de WhatsApp en
que se comunican y organizan las familias y, acto seguido un mensaje de texto
en Mérida con información clave del Plan Cada Familia una Escuela.
Súbitamente se escucha tocan la puerta, son las Cocineras de la Patria con la
alimentación.
Nuevamente la puerta, son las visitas casa a casa de docentes en Apure y Sucre. Se
prende la radio y se escuchan los programas de radio escuela en Táchira, se cambia la
señal y son los programas creados por docentes y familias en Trujillo, y luego salen
programas creados por estudiantes en Barinas.
Afuera de casa en la esquina se observan los papelógrafos pedagógicos en Distrito
Capital, el semanario en Aragua, el papelógrafo comunal en Falcón, las carteleras
de Trujillo, que informan de los proyectos de aprendizaje. En otra esquina un buzón,
pero no de cartas, sino un buzón pedagógico que recibe los trabajos de estudiantes
en Bolívar o el buzón llanero que los recibe en Barinas y, en el parque al fondo, un
grupo de niños y niñas que participan del plan de lectura al aire libre en Guárico. En
una escuela se escuchan ruidos, dicen que es un festival de Portafolios
en Cojedes donde se intercambian los saberes y experiencias y en otra sala
en Zulia maestras y maestros desarrollan sus bitácoras para investigar lo vivido.
Ya es tarde, maestros y maestras encienden su Canaima, que fue mejorada localmente
en Mérida, ingresan a completar unas sesiones formativas en el Aula Virtual Mochima
creada con software libre en Bolívar y Guárico. En la noche en Distrito
Capital reciben una carta, le llaman la carta pedagógica, que comunica reflexiones y
temas claves para el aprendizaje intergeneracional…
¿Qué hay más allá -o más acá- del acceso tecnológico?
Las experiencias sucedidas en territorio venezolano enseñan una deriva práctica y
teórica distinta al debate y las políticas centradas en la falta de conectividad y las
brechas de acceso a dispositivos tecnológicos. En palabras de Jiovanni Samanamud,
epistemólogo y educador boliviano “estas experiencias a pesar de la cuarentena dan
cabida a una construcción curricular regionalizada y diversificada y a nuevas formas de
hablar, leer y pensar la realidad, las que recuperan la experiencia cotidiana como
fuente de saber y producción social de conocimiento”.
En efecto, si bien el pensamiento dominante instaló la idea que la única herramienta
que se tiene para asegurar la continuidad del proceso de enseñanza y aprendizaje y
mantener los vínculos ante el cierre de escuelas por el COVID-19, es el internet y un
dispositivo tecnológico, el pensador establece que “la creación docente desde una
temporalidad propia ha encontrado modalidades de aprendizaje pertinentes a
cada territorio, espacios de experimentación inéditos desde los mismos recursos y
bases culturales de las y los docentes”.
Al parecer lo clave no está solamente en el valor de cambio de las plataformas, sino en
el valor de uso de estas. Los casos dieron cuenta, señala un reporte que las
sistematiza (Educación lugarizada desde lo común, 2020), “que lo decisivo del
proceso de educación no presencial reside no tanto en la herramienta sino en el
artesano/a que la maneja: en las y los maestros. En las capacidades creadoras y
creativas del magisterio y sujetos/as territoriales de usar innovativamente las diversas
tecnologías existentes para compartir de manera solidaria lo común”.
Sin duda es un imperativo que los gobiernos garanticen la democratización de las
tecnologías del aprendizaje, la información y las comunicaciones y, una máxima del
siglo XXI que todas y todos estudiantes sin discriminación, especialmente de sectores
populares y zonas rurales cuenten con las oportunidades y condiciones para su goce y
disfrute de manera gratuita, libre y segura. Pero hay algo más que está sucediendo.
Paralelo a ello emergen desde los entramados comunitarios y las formas de ser y estar
en/desde los territorios, ensayos colectivos y cooperativos de educación propia: la
lugarizacion educativa desde lo común como respuesta del Sur a la pandemia.
Experimentación pedagógica en/desde el territorio
Encontramos así huellas de una cultura y un sujeto/a emergente en construcción, que
está prefigurando otros modos de aprender y educar en el espacio, desde el saber
práctico, desde un lenguaje propio, situado histórica y socialmente.
Las y los educadores, diría Lenin Romero, director investigación y formación docente
del magisterio, “que impulsaron las experiencias, han decidido valorar el proceso de
aprendizaje vivido, y están proponiendo nuevas alternativas para reinventarse,
otorgándole a la vivencia pedagógica una diversidad de sentidos epistémicos”. En sus
palabras “desde la gente sencilla, desde el mundo real, se dibujó una alternativa
anclada en la comunidad, una educación en movimiento basada en una escuela-
territorio”.
Este esfuerzo continúa lo propuesto por el educador venezolano Carlos Lanz en sus
diferentes trabajos, la idea de un aula libre, abierta, sin fronteras, la perspectiva
de educadores y educadoras que le quitan la cerca a la escuela y la han integrado
a la práctica comunitaria, la han hecho un centro del quehacer comunal, la base y
nodo articulador de una comunidad-taller a cielo abierto.
Los diferentes casos cuando los enredamos y tejemos en un proyecto común, en su
totalidad dan vida a una geografía de recursos educativos y culturales de acceso libre,
delinean el cuerpo de un barrio pedagógico como ecología del saber, una comuna
educadora, en definitiva, en palabras del maestro nuestroamericano Simón Rodríguez,
dan nacimiento a una verdadera “toparquía” educativa.
La emergencia de lo público-comunal
El debate focalizado exclusivamente en la brecha digital, con o sin desearlo, puede
devenir en respuestas individualistas y privatizadoras desde la institucionalidad que
fragilizan lo público, reducen la soberanía de los Estados y aumentan la dependencia
de los pueblos.
Señala la educadora argentina Maria Rosa Goldar del Consejo de Educación Popular
para América Latina y el Caribe, “los relatos dan cuenta de una pluralidad y versatilidad
de formatos cuya centralidad es volver a situar la escuela en el centro de la vida
cotidiana”. Es desde ahí, desde la educación popular, continua la docente de la
Universidad Nacional de Cuyo, que podemos “refutar los ataques neoliberales que
usan el aislamiento y la virtualidad como una excusa para fracturar lo social, y el
vínculo entre escuelas, familias y comunidad”.
Estas prácticas y muchas otras emprendidas por actores territoriales abrevan una
alternativa educativa que supone una ampliación de lo público en clave comunal, desde
un cruce entre las escuelas con los centros comunitarios, entre el conocimiento oficial y
los saberes locales, entre el magisterio, estudiantes y el poder popular, entre la
educación y la vida.
Diría la rectora de la Universidad Experimental del Magisterio Samuel Robinson Belkis
Bigott “se ha generado un movimiento social de protección al Derecho a la Educación,
se comprendió una responsabilidad compartida sobre el hecho educativo que reforzó la
educación pública”. Señala la doctora venezolana, “la pandemia dejó en evidencia
que una de las vías para asegurar la continuidad educativa en tiempos de
pandemia es profundizando en la comunalización de la educación”.
En esta línea afirma Juan González, académico de la Universidad de Chile “la
pandemia está presionando el gobierno de la educación abriendo espacio a la
privatización educativa y la mercantilización a nivel global”. Sin embargo, a pesar de
todas sus maniobras hay comunidades como las de Venezuela, señala el investigador
de la OPECH, que “han encontrado en lo comunitario una alternativa para
fortalecer lo público, desde una inventiva no estatal, sino social, impulsada por el
protagonismo popular que conecta la escuela con las necesidades y capacidades de la
comunidad”.
Señalaría también Hernán Ouviña, profesor de la Universidad de Buenos Aires,
Argentina “los casos enseñan una reinvención pedagógica dirigida a construir
voluntades comunes, una creatividad que quiebra la cultura imitativa de la escuela
moderna”. Son educadores y educadoras formales y populares que asumieron “pensar
con cabeza propia, con los pies donde pisan y el corazón donde late y construir
soluciones desde abajo”. El autor de Zapatismo para principiantes opina que “el
inventar o errar que se observa en la actuación de estos sujetos y sujetas emergentes,
muestran un esfuerzo por hacer más pública la educación popular, y más popular
la educación pública”.
Aunque son claros y evidentes los riesgos de la pandemia para el futuro de los
sistemas de educación pública y las escuelas, nos atrevemos a pensar y actuar
desde el lugar propio, desde lo común, en pro de abrir esas ventanas de
oportunidades para construir algo distinto, un inédito viable diría Paulo Freire, que
transforme lo que conocemos a la fecha.
[1] Investigador Grupo de Trabajo CLACSO Estados en Disputa.
Disponible en: https://www.clacso.org/la-lugarizacion-educativa-desde-lo-comun-una-
respuesta-del-sur-a-la-pandemia/