Psicopedagoga: Maura Silva Flores
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1.Lee el siguiente texto.
El mate
Los guaraníes cuentan que la luna, Yacy, paseaba desde siempre por los cielos nocturnos,
observando curiosa los bosques, las lagunas, el río y los esteros desde lo alto. Cada día
contemplaba su belleza como una niña que está conociendo el mundo por primera vez. Sin
embargo, a sus oídos fueron llegando los relatos de quienes habían visitado el mundo y que le
iban contando de la vida de los animales, de la belleza de las flores, del canto de los grillos, el piar de las aves,
del sonido del río… y la luna fue tornándose cada vez más curiosa y con deseos de visitar la Tierra.
Un día se decidió y, junto con Araí, la nube, fue a pedirle autorización a Kuaray, el Sol, para que las dejase bajar
un día a la Tierra para así poder contemplar de cerca las bellezas del mundo. El dios Sol se mostró reacio a
dejarlas partir, pero por fin cedió y las dejó marchar. Sólo les impuso una condición: en la tierra serían
vulnerables a los peligros de la selva como cualquier humano, aunque también serían invisibles para estos. Fue
así como la luna, Yacy, llegó un día a la tierra. Y junto con Araí fueron visitando los lugares que veían desde las
alturas, maravillándose a cada paso. Observaron de cerca como las arañas tejían sus redes, sintieron el frío del
agua del río, tocaron la tierra roja con sus manos.
Tan atónitas estaban ambas diosas con lo que veían que no se percataron de la acechanza de un yaguareté que
las seguía de cerca. El felino estaba hambriento y quería comer, por lo que en un momento largó el zarpazo
para atrapar a las mujeres. En el momento justo cuando estaba por alcanzarlas, el animal fue alcanzado por
una flecha lanzada por un joven cazador guaraní, que justo pasaba por el lugar, y que, sin saberlo, salvó la vida
de las diosas. El joven, cansado por la búsqueda, pero feliz por su conquista, decidió descansar al pie de un
árbol, antes de regresar a la tribu. Y entonces se durmió. En sus sueños fue visitado por las diosas que, vestidas
de blanco, le hablaron con cariño. Yacy le dijo que como símbolo de gratitud, cuando llegara a su tribu,
encontraría un arbusto que nunca antes había visto. Le dijo cómo hacer con sus hojas para preparar una
infusión que uniría a las personas de todas las tribus, como símbolo de hermandad y de confraternidad.
Cuando se despertó y volvió con su gente, el joven cazador vio el arbusto a la entrada del campamento y
siguiendo las instrucciones que la diosa le dio en sueños, el muchacho buscó una calabaza hueca, picó las hojas
del arbusto, las puso dentro y llenó el cuenco con agua. Luego, con una pequeña caña tomó la bebida.
Inmediatamente compartió la infusión con la gente de la tribu que observaban curiosos el trabajo del cazador.
La calabaza fue pasando de mano en mano, y todos fueron tomando la infusión. Así nació el mate, que une a
las personas y que es un símbolo de paz y confraternidad. Fue un regalo de la luna a los hombres para que
compartan vivencias, para que fomenten su amistad, o para que disfruten un silencio compartido.