Fontaine 2002 Crisis de La Gobernabilidad y La Dolarización
Fontaine 2002 Crisis de La Gobernabilidad y La Dolarización
Guillaume Fontaine1
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Resumen
Introducción
A continuación veremos que, 1/ si bien es cierto la caída de Jamil Mahuad ilustra por
parte la tesis de Adam Przeworski (1995) en cuanto al peligro de vacilar entre pactismo y de-
cretismo, cuando se trata de aplicar medidas de ajuste económico en tiempos de crisis, 2/ ello
no significa que el decretismo sea una solución viable, en un país donde la movilización popu-
lar sigue siendo fuerte, sin lograr a constituirse en movimiento social.
Para muchos observadores4, Ecuador pareció despertar a los viejos demonios del po-
pulismo con la aventura Bucarám. Elegido en 1996 frente a su rival del Partido Social Cristiano
(PSC), Jaime Nebot, el candidato del Partido Roldocista Ecuatoriano (PRE), Abdalá Bucarám,
impuso una manera de gobierno basado en el clientelismo y la corrupción que dejó de lado la
gestión de la crisis económica a la cual el país se enfrentaba desde una década. Su caída
intervino tras la movilización de los sectores sociales por parte del FUT (Frente Unitario Traba-
jador), a la cual se juntaron los sectores empresarios de la Costa, con la poderosa Federación
de Cámaras de Producción y Comercio, y el ex-Presidente Febres Cordero (alcalde PSC de
Guayaquil), los 5 y 6 de febrero 1997. En esta movilización, tanto el ejército como la policía
nacional quedaron fuera del conflicto, y dejaron que el Congreso tomara la decisión de pronun-
ciar la « incapacidad física y mental » del Presidente para poner fin a sus funciones. La huída
de Bucarám a Panamá y la confirmación de su caída por el referéndum del 25 de mayo 1997,
concluyeron uno de los episodios más cortos de la vida política ecuatoriana.
Después del interino de 18 meses de Fabián Alarcón, Jamil Mahuad Witt (Democracia
Popular) llegó a ser elegido en segunda vuelta electoral, el 12 de julio 1998, frente al candidato
del PRE, Álvaro Noboa, el millonario « magnate del banano ». El estilo del « graduado de Har-
vard »5 contrastó sobremanera con el de su antecesor. El ex-alcalde de Quito (1992-1998),
ministro del Trabajo en el gobierno de Oswaldo Hurtado en 1983 y candidato derrotado en la
carrera presidencial del 1988, había encabezado la resistencia en contra de Bucarám desde la
capital, y supo asegurarse el apoyo de sus principales rivales políticos entre la primera y la
segunda vuelta, mediante un acuerdo con el PSC, Izquierda Democrática y Pachakutik.
Desde el inicio de su mandato, se rodeó de asesores expertos entre los cuales cabe
mencionar el economista Jeffrey Sachs, lo cual reforzó una imagen de seriedad y buen admi-
nistrador adquirida por su carrera de asesor legal y financiera de varias instituciones bancarias,
así como su obra en Quito de la cual cabe destacar el pavimento de las calles, la ampliación de
la red de agua potable y la construcción de la línea de trolebús.
A pesar de ello, algunos signos de debilidad aparecieron desde el principio, no sólo
porque la victoria de Mahuad fue corta (102 mil votos más que Noboa), sino porque la mayoría
4
Cf. en particular LÉON Jorge T., « Les Mésaventures du populisme en Equateur, 1996-1997 », in « Problèmes
d’Amérique latine », n° 26, Nouvelle série, París, juillet-septembre 1997, pp. 3-18.
5
Mahuad obtuvo una maestría en Administración Pública de la Universidad de Harvard en 1989.
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que encontró en el Congreso era sometida al acuerdo condicional de sus aliados. Mahuad sólo
alcanzó 33 diputados sobre 121, por lo que dependía de múltiples y frágiles mayorías para la
aprobación de las fundamentales reformas presupuestaria y tributaria.
La primera medida que tomó la nueva administración fue concluir un proceso de paz
con Perú, iniciado por Sixto Durán Ballén pero estancado desde la guerra de dos meses en el
Conepa (1995). El 26 de octubre 1998, tras tres años de negociaciones, Alberto Fudjimori y
Jamil Mahuad acordaron en fijar los 76 Km de frontera en la inhóspita Cordillera del Cóndor,
que quedaban contestados desde la firma del Protocolo de Río de Janeiro en 1941.6 Esta victo-
ria la llevó Mahuad al costo de 14 viajes en el extranjero y un atraso en las decisiones cruciales
que tenía que tomar en el ámbito económico. Pero sin lugar a duda fue uno sus mayores éxi-
tos : a los 100 días de su mandato, el Presidente estaba acreditado de 58 % de opiniones
favorables por haber mejorado la imagen del país, firmado la paz y tomado medidas económi-
cas serias.7
En realidad, las medidas económicas « serias » no habían sido tomadas, pero la firma
de la paz dejaba esperar una recuperación de la economía, tanto por bajar los gastos militares
que Ecuador ya no podía otorgarse para mantener sus tropas en la frontera con Perú, como
por estimular nuevamente los intercambios comerciales con el histórico rival. Es así como la
Cámara de Comercio Ecuatoriano-Peruana y el Consejo Nacional de Cámaras de Producción
preveían un volumen de intercambios de USD 3.000 millones en los seis meses, mientras se
esperaba un paquete del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), del Banco Mundial (BM) y
de la Corporación Andina de Fomento (CAF).8 De hecho, la ayuda internacional llegaría mucho
más tarde (marzo 2000), con una promesa de créditos al Fondo binacional para el desarrollo
fronterizo entre Ecuador y Perú por USD 1.200 millones, por parte de éstos y USD 160 millo-
nes de donaciones.9
Mientras tanto, la economía seguía atracada en una recesión que iba a ir empeorando
en los siguientes meses. El plan de ajuste estructural firmado con el FMI en 1982 había sido
acelerado en 1988 y 1992 por la administración Durán Ballén. A pesar de ser reputado menos
drásticas que en Bolivia, las medidas tomadas fueron lo suficiente impopular para provocar la
demisión del entonces Vicepresidente Alberto Dahik. Comprendían el tradicional paquete orto-
doxa : liberación de la tasa de cambio e interés, liberalización de los precios y del comercio y
reducción del déficit público. En contraparte se había negociado la deuda externa en 1994 por
la emisión de bonos Brady.
Los resultados fueron limitados, si se considera que la inflación quedaba a un nivel de
25 % mientras subía el desempleo, la pobreza alcanzaba 56 % de la población nacional y 76 %
de la población rural, y el índice GINI de concentración de las tierras subió de 0,44 a 0,5 entre
finales de los 1980 y medianos de los 1990.10 Desde luego, es poco decir que el programa
económico de la administración Mahuad quedaba sometido a la emergencia.
Las primeras medidas económicas tomadas (septiembre 1998) fueron devaluar el su-
cre del 15 %, para contrarrestar la baja de reservas monetarias que alcanzaba el 24 % entre
1997 y 1998, dejando apenas USD 1.600 millones en las cajas del banco central en ese mo-
mento. La meta era bajar la tasa de interés interbancaria que, al alcanzar el 75 %, paralizaba la
inversión y por lo tanto la actividad económica. El peligro era que ello empujara la inflación que,
entre agosto y octubre, superaba los 40 % cumulados. A pesar de ello, Mahuad obtemperó a
los requisitos del FMI, al aumentar la tarifa eléctrica y suprimir el subsidio del gas por decreto,
6
Sobre el conflicto Perú-Ecuador, Cf. RESTREPO G. Marco, TAMARIZ TORMEN María Eugenia, BUSTAMANTE
Teodoro, Frontera amazónica : historia de un problema, Quito, 1991, CEDIME.
7
Encuesta realizada por la empresa Market, in : « Diario Hoy », 15 oct 98.
8
Cf. « Los Millones que moverá la paz », in : « El Expreso » 24 oct 98.
9
Cf. « El Comercio », 29 mar 2000.
10
Cf. LARREA Carlos, « Equateur: la politique socio-économique du gouvernement d’Abdalá Bucaram », in « Problè-
mes d’Amérique latine », op. cit., pp. 19-29.
lo cual equivalía a multiplicar su precio por cinco. En fin, se instauró un impuesto de 1 % sobre
la circulación del capital y eliminar el impuesto a la renta. El segundo paquete de medidas
incrementó el IVA del 10 al 15 % en marzo 1999 y multiplicó por dos el precio de los derivados
del petróleo.
Pero el verdadero reto era la reestructuración del sistema bancario, que era un requi-
sito imprescindible a la negociación de la deuda con el FMI. El otro requisito – reestructuración
del sector público mediante la privatización de las empresas vinculadas a la explotación del
petróleo, la energía eléctrica y las telecomunicaciones – fue postergado por las dificultades
encontradas en la aplicación de las primeras medidas y la crisis bancaria.
En el junio 1999, tres firmas internacionales dieron a conocer los resultados de una
auditoria sobre los 38 bancos del país. Se traba de decidir del cierre de la mitad de éstos, por
motivos de insolvencia y mal manejo de fondos, debido en grande parte a los créditos vincula-
dos que habían ido multiplicándose desde cinco años. Los orígenes de la crisis bancaria se
encuentran en la Ley General de Instituciones del Sistema Financiera, votada el 12 de marzo
1994. Aquella fijó el marco legal de la reestructuración del sistema financiero, bajo el principio
de « universalidad », imponiendo una liberalización del crédito doméstico para facilitar la circu-
lación del capital. Si bien es cierto que dicha ley preveía instrumentos de control y fijaba
parámetros de evaluación financiera, también autorizaba las instituciones financieras a invertir
en bancos off-shore sin el control de la Superintendencia de Bancos. Además de esta falta de
transparencia, los inversionistas se aprovecharon de la facilidad otorgada por la ley en la ob-
tención de créditos por parte de personas vinculadas con las instituciones financieras. Es así
como un accionista de banco podía obtener créditos que representaran hasta el 50 % del pa-
trimonio técnico del banco. La única restricción que encontraban los bancos era que su
patrimonio técnico debía representar el 9 % de sus activos y contingentes, a manera de segu-
ridad.
El resultado de la primera reforma fue exactamente el contrario de lo que buscaba lo-
grar, es decir la generalización de la corrupción y ampliación del control de facto de la banca
costeña sobre la economía nacional. En el contexto de crisis de la deuda y de alza de las tasas
de interés, la falta de control sobre el sistema bancario privado se volvió una tragedia para el
país. A raíz de esta constatación, la administración Mahuad creó la Agencia de Garantía de
Depósitos (AGD), la cual fue encargada de asegurar la solvencia de las entidades financieras.
Es así como, en un año, 14 bancos pasaron a ser controlados por la AGD, a un costo estimado
a USD 5.000 millones para el Estado. Entre las principales instituciones que fueron a la quie-
bra, cabe mencionar el Banco de Préstamo, Filanbanco, El Progreso y el Banco Popular.
Sin lugar a duda, el fracaso de la reforma bancaria lo tuvo que pagar la administración
Mahuad, no sólo económica sino políticamente. Mientras negociaban las condiciones de pago
de la deuda, las instituciones financieras internacionales presionaban para ver adelantado el
programa de reformas estructurales adoptado en 1994. Si el Presidente encontró éxito en la
adopción de la reforma presupuestaria y de la reforma tributaria por el Congreso en septiembre
1999, ello no fue suficiente para asegurarse de la estabilidad social necesaria a su implemen-
tación. La alza de las tarifas de derivados de hidrocarburos y de la electricidad encontraron una
retunda oposición en la población, la cual terminó con acabar con el régimen.
Esta oposición se manifestó primero en el paro y las manifestaciones organizadas en
octubre 1998, especialmente en la provincia de Guayas, donde se inició una « marcha de los
crespones negros », organizada por las cámaras dela producción. Aquellas manifestaciones
resultaron en tres muertos y un centenar de interpelaciones. En cierta manera, el gobierno ya
fue un paso por atrás, al crear un « bono de solidaridad » para compensar la impopular supre-
sión del subsidio del gas. Sin embargo, esa medida que interesaba a 500 mil ecuatorianos, no
fue suficiente para tranquilizar a la opinión pública.
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El segundo decreto tuvo un peor efecto político. Frente a la crisis bancaria, el Presi-
dente decidió un feriado bancario y el congelamiento de los depósitos en sucres y dólares.
Esta medida, a la cual se agregaba la de doblar el precio de la gasolina, afectaba directamente
a uno de los sectores sociales más organizados : el transportista11, cuyas deudas contratadas
en dólares no podían ser honrado y que no tenía otra alternativa que la alza de sus tarifas para
compensar la de la gasolina. En marzo 1999, los taxistas decidieron un paro nacional. Tras el
bloqueo de Quito, consiguieron rebaja en el precio de los combustibles. Una vez más, el Presi-
dente caía en la tentación del pactismo.
A su vez, el 5 de julio 1999, los transportes colectivos iniciaron una huelga nacional en
contra de la alza de la gasolina y para obtener la liberación de las cuentas bancarias. Se junta-
ron al movimiento la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), el
FUT y Fetrapec. Esta última, que agrupa a los comités de empresa de Petroecuador y sus
filiales, amenazaba con paralizar sus actividades, lo cual resultaba la peor amenaza para un
país dependiente de la producción petrolera como lo es Ecuador. El paro duraba desde 12 días
y solía transformarse en una situación incontrolable, con la llegada a la capital de 8.000 indíge-
nas, cuando Mahuad retrocedió una vez más. Prometió el congelamiento del precio de la
gasolina por un año, si el Congreso encontrara alternativas financieras. También presentó un
plan gradual de liberación de los depósitos : las cuentas corrientes empezarían a descongelar-
se en octubre ; las cuentas de ahorro en noviembre ; y los depósitos a plazo en abril del 2000.
1998). Pero muchos países de América Latina conocen una dolarización de facto (Argentina,
Bolivia, México, Perú y los países de Centroamérica) o semi-oficial (Haití). La dolarización de
facto se produce cuando los ciudadanos de un país utilizan de manera intensa el dólar, de
manera paralela a la moneda nacional. Ello es particularmente el caso en situaciones de alta
inflación, ya que el dólar (y por lo tanto el poder adquisitivo) presenta la ventaja de ser más
estable. La dolarización oficial ocurre cuando un gobierno adopta el dólar como moneda nacio-
nal exclusiva o dominante. 12
Para EEUU, la dolarización presenta varias ventajas, entre las cuales cabe destacar la
ampliación de su área de libre intercambios y una reducción de los riesgos vinculados a la
fluctuación de las tasas de cambio dentro de esta zona. Para los países en desarrollo, las
cosas son un chance más complejas. Por un lado se destaca algunas ventajas, como el bajar
el costo de transacciones, reducir la inflación y una mayor apertura económica. Por otro lado
existen desventajas, como la pérdida del señoreaje por el Banco Central, el cual en la práctica
representa una pérdida fiscal :13 según las estimaciones, el costo puede variar del 4 al 8 % del
PIB en el caso de una dolarización brutal, o puede ser del 1 % del PIB por año si se elige una
estrategia progresiva.14
Pero los mayores obstáculos son la pérdida de control de la política económica, como
consecuencia de la pérdida de control sobre la política monetaria. En efecto, la dolarización
tiene como principal consecuencia la imposibilidad de utilizar los instrumentos de expansión
monetaria para estabilizar los ciclos económicos, ni modificar el tipo de cambio para incremen-
tar la competitividad de sus exportaciones. Ello es particularmente relevante en las economías
abiertas y que dependen de los precios mundiales como la del Ecuador. De la misma manera,
el gobierno pierde una herramienta de la política fiscal. En el caso de una economía con cam-
bio flexible, el Estado puede compensar su endeudamiento por un ajuste del tipo de cambio
nominal. En el caso de una economía con cambio fijo, como el de una economía dolarizada, el
endeudamiento equivale a una pérdida de reservas nacionales.
El debate sobre la dolarización se inició en América Latina en 1999. Tras experimen-
tar por un año la paridad entre el peso y el dólar, la administración de Carlos Menem manifestó
cierta intención de pasar a la dolarización completa en enero 1999. Para Argentina, la dolariza-
ción solía representar una alternativa a los efectos de la hiperinflación del 1992 y de la crisis
mexicana del 1994, que hicieron subir las tasas de interés interbancario. Sin embargo, con la
elección de Fernando de la Rúa, el proceso quedó incumplido. Ecuador sería entonces el se-
gundo país latinoamericano a emprender una reforma radical bajo el lema de la dolarización.
No es ninguna casualidad si las primeras pautas para el establecimiento de la paridad entre el
sucre y el dólar fueron emprendidas bajo la administración Bucarám. En efecto, éste era ase-
sorado por el ex-ministro argentino de la economía Domingo Cavallo, conocido por haber
enfrentado la hiperinflación con un plan de ajuste ortodoxo en este país, en 1994. La meta de
establecer la paridad (lo que equivale a una dolarización de facto) es eliminar la inflación me-
diante un alineamiento sobre las variaciones de precios en EEUU. Sin embargo, como lo
subraya Acosta15, semejante sistema era incompatible con las prácticas clientelares de Buca-
rám, y con un sector público pletórico.
12
Una lista de documentos sobre la dolarización se consigue en la página web del Senado de EEUU. Cf. en particular
« Testimony in the Senate Banking, Housing and Urban Affairs Committee »; « Hearing on Official Dollarization in
Emerging-Market Countries », April and July, 1999, url :
HTTP://www.senate.gov/~banking/99_04hrg/042299/index.htm
HTTP://www.senate.gov/~banking/99_07hrg/071599/index.htm
13
El señoreaje es el ingreso que percibe el Gobierno como consecuencia del derecho a crear dinero de alto poder.
14
SCHULER Kurt, « Basic of Dollarization », Joint Economic Committee Staff Report, Office of the Chairman, US
Senate Banking, Housing and Urban Affairs Committee, july 1999, (updated January 2000) accesible por Internet en
HTTP://www.senate.gov/~jec/106list.htm.
15
« El Universo », 11 mar 99.
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Sea lo que sea, la decisión de fijar el tipo de cambio a 25.000 sucres por un dólar, el
11 de enero ratificó la pérdida de competitividad de las exportaciones ecuatorianas mientras
estimulaba las importaciones. Estas últimas, si bien es cierto fueron frenadas por el congela-
miento de los depósitos bancarios desde 10 meses, podrían conocer una brutal subida en el
año 2000 con la liberación de las cuentas. Dicho en otra palabra, la vulnerabilidad de la eco-
nomía ecuatoriana no bajaría con la dolarización. Por lo contrario, la fuerte dependencia de las
exportaciones tradicionales con las variaciones de precios mundiales ya no podría compensar-
se por la política de cambio flexible. Ahora bien, desde el punto de vista de la teoría económica
ortodoxa, ello parece ser un problema transitorio. Como lo subraya Kurt Schuler en el informe
de la Comisión de Asuntos Bancarios, Domésticos y Urbanos del Senado de EEUU : « La
experiencia de sistemas de paridad en Argentina, Bulgaria y otros países confirma que una
política monetaria drástica ayuda en si a crear las condiciones del éxito económico, más que el
éxito económico sea una precondición para la reforma. »16
Las vacilaciones del gobierno entre pactismo y decretismo dejaron percibir una falta
de claridad política, lo cual tuvo las dos consecuencias enunciadas por Adam Przeworski
(1995 : 319) : desacreditar las instituciones y debilitar la democracia con la baja de participa-
ción. En la medida en que los electores y actores sociales fueron frustrados, favorecieron el
ascenso de una acción extraparlamentaria, así como en 1997, con esta diferencia que, en el
levantamiento del 21 de enero 2000, surgió una alianza inédita entre indígenas y parte del
ejército.
Al fin y al cabo, si la democracia fue reestablecida en pocas horas tras el golpe de Es-
tado del 21 de enero, con el nombramiento del Vicepresidente Gustavo Noboa a la
Presidencia, estos acontecimientos no dejan de ser preocupantes, en la medida en que el
primer acto del nuevo Presidente fue confirmar el proceso de reforma radical, sin mayor con-
sulta popular, mientras los sectores sociales le daban un plazo de seis meses, antes de iniciar
nuevas acciones de hecho. Dicho en otra palabra, mientras siguen las reformas, la polarización
del conflicto va creciendo.
del desarrollo económico, escoge una metodología cercana a las elecciones racionales, según
el doble principio de lógica modal planteado por Jon Elster (que busca explicar el paso de un
momento t a t + 1, identificando un punto de bifurcación en t’) y la teoría de las optimizaciones
restringidas de Majone (según la cual una situación S cambia en S1, siempre y cuando S1
satisface las restricciones encontradas en S).
El problema de cómo identificar las restricciones queda sin solución, pero Przeworski
le da preferencia a este modelo teórico, por ser éste más útil políticamente que cualquier
« descripción » estructural. Desde luego, identifica cuatro factores explicativos de un cambio de
régimen : 1/ el incumplimiento de necesidades funcionales ; 2/ la pérdida de legitimidad ; 3/ el
fraccionalismo entre los gobernantes o militares cuando éstos están en el poder ; 4/ las presio-
nes externas. La relación entre esos factores es univoca, en la medida en que todos
contribuyen a la aparición del fraccionalismo, lo cual resulta ser entonces la verdadera causa
del cambio. La distribución de recursos y arreglos institucionales determina un equilibrio bene-
ficios / costos e, indirectamente, la participación de los actores en un proceso de cambio de
régimen. Ellos dejan de respaldar las reformas económicas si los costos son menores que los
beneficios anticipados.
Ese punto le debe mucho a la teoría de juegos de Thomas Schelling, que Przeworski
(1995) retoma en su análisis de la elección entre uno u otro modelo de reformas económicas.
La elección entre una estrategia radical R o una estrategia gradual G depende de la actitud de
tres actores : los tecnócratas, los políticos en cargo y la población. De una manera esquemáti-
ca, Przeworski atribuye un sólo afán a cada actor : los tecnócratas quieren tener éxito y los
políticos en cargo obtener respaldo, mientras la población quiere comer. En este esquema, la
dinámica de respaldo popular y la dinámica de reforma se chocan, y diseñan un modelo políti-
co « stop and go » entre reformas radicales y graduales. Este modelo (que caracterizó la
política británica de la post-guerra hasta los años Thatcher) es presentado por Przeworski
(1995 : 291) como el que más amenaza la estabilidad de un régimen, si se considera la con-
fianza como una masa variable (« confidence is a stock »). La preferencia de Przeworski
(1995 : 254) para la estrategia de tipo R se fundamenta en el postulado de que mientras más
profundas sean las reformas, más breves serán sus efectos o costos transitorios (inflación,
desempleo o subempleo de capital y trabajo, mala asignación de recursos). De tal modo que la
teoría de elecciones racionales logra legitimar la opción radical (o « píldora amarga »), ya que
ésta es la que va más lejos aún cuando los electores prefieren la opción gradual. Por lo tanto,
la estrategia económica importa más que la estrategia de optimización política.
Ya sabíamos que la clasificación de los regímenes entre autoritarios y no autoritarios
no era un criterio relevante para determinar la viabilidad de las políticas de ajuste (Haggard y
Kaufman, 1991 : 75). Sabíamos igualmente que ni las reformas económicas ortodoxas ni las
alternativas garantizaban la viabilidad de políticas de ajuste a largo plazo en países en desarro-
llo (Kahler, 1990 : 61). Lo que nos enseña Przeworski es que tampoco el nivel de desarrollo es
un criterio relevante para la viabilidad de las nuevas democracias. ¿ Entonces qué ?
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Para lograr al equilibrio de mercado, las reglas preconizadas por los organismos fi-
nancieros internacionales son el clásico cóctel estabilización + ajuste estructural. El cambio
económico, por su parte, se mide a través de la disciplina fiscal, cambio de prioridad en los
gastos públicos, reforma de las tasas, liberalización de la banca y del comercio, competitividad
de la tasa de intercambios, nivel de inversión foránea, privatización y desregulación. Desde
esta perspectiva, no deja de ser oscuro el cómo llegar al « mercado regulado » al cual Prze-
worski asocia la social democracia. Por lo contrario, el « saneamiento » preconizado como la
mejor política económica, y que pasa por encima las estrategias maximizadoras desde el punto
de vista política, parece arrastrar en primer lugar con cualquier tipo de mecanismos proteccio-
nistas, antes de volver un principio de justicia económica. ¿ Será que existen dos casos límite :
los países que puedan otorgarse el lujo de ser socialdemócratas, y los demás, condenados a
quedar en el « círculo fatal » democracia / autoritarismo, del cual la transitología buscaba sa-
carlos ? Es lo que sugiere al fin y al cabo la teoría de la democracia de mercado.
Quedan muchos los problemas que aumentan el riesgo de fracaso de las reformas ra-
dicales y, más aún, sus efectos nefastos sobre el funcionamiento democrático de la sociedad.
Entre estos, cabe señalar el riesgo que la inflación ni el desempleo sean transitorios ; por el
contrario, es posible que lleven a la inercia de la economía. Por otra parte, la capacidad de la
iniciativa privada de sustituir al Estado es incierta. Tampoco queda claro si los efectos distribu-
tivos del cambio económico son transitorios o incrementan las desigualdades sociales. En fin la
privatización de grandes empresas en condiciones de escaso ahorro nacional trae consigo el
riesgo de una trans-nacionalización del aparato productivo y, por lo tanto, de una reacción
nacional-populista.
En la medida en que las reformas tienen consecuencias económicas impopulares,
empujar medidas de tipo R puede llevar a considerar que la democracia en el ámbito político
opera en contra de las reformas económicas. Se corre entonces el riesgo de que se reesta-
blezca lo que algunos llaman de manera eufemística « una jerarquía », para evocar a los
militares. Sin embargo, ello no basta para que esta tesis le otorgue mayor credibilidad a los
pactos sociales, que buscan compensar mecanismos de moderación salarial por programas de
bienestar, política de control de la inflación, fomento de la inversión y empleo. En efecto, para
Przeworski (1995 : 319), semejantes pactos no funcionan en regímenes democráticos por
diferentes razones, entre las cuales destaca su carácter exclusivo, la sóla participación de los
sindicatos fuertes y la división entre los sindicatos de sectores público y privado. Peor aún es
cuando un gobierno vacila entre « pactismo » y « decretismo », o sea busca participación y
toma medidas por decreto.
tica del ajuste económico. Las restricciones internacionales, los conflictos distributivos y el
Estado, Princeton, 1992, Princeton University Press, pp. 59-112.
Guillaume Fontaine
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Otra causa histórica de ingobernabilidad ha sido la actitud de los militares. Sin volver a
los cuartelazos de principios del siglo20 y las asonadas que llevaron a la Revolución Juliana del
1925, cabe recordar que éstos erupcionaron a menudo en la vida política ecuatoriana. El último
episodio ocurrió en 1972, cuando el Gal. Guillermo Rodríguez Lara encabezó una Junta militar
de gobierno, luego de defenestrar a Velasco Ibarra. El 11 de enero de 1976, Rodríguez Lara
fue obligado a renunciar por sus compañeros de armas, que formaron un Triunvirato Militar,
presidido por el Alm. Alfredo Poveda Burbano e integrado por los generales Guillermo Durán
Arcentales y Luis Leoro Franco.
Sin embargo, desde que dejaron el poder a manos de los civiles, en 1979, los milita-
res gozan de un alto capital de confianza, aún incrementado por su victoriosa actitud en el
19
Touraine (1988 : 167) define el nacional populismo por la interdependencia entre la defensa de la identidad nacional
por el Estado contra los intereses extranjeros, de los mecanismos políticos y sociales de integración y la defensa de una
cultura nacional y popular.
20
En 1905, Eloy Alfaro, se levantó contra el gobierno de Lizardo García. En 1912, tras dos fracasados golpes militares,
el gobierno de Carlos Freile Zaldumbide derrotó a los insurrectos lo que culminó con la masacre de Alfaro y sus genera-
les en Quito. En 1932, la guarnición militar de Quito se alzó en favor de Neptalí Bonífaz, lo que desembocó en la Guerra
de los Cuatro Días. En 1937, un golpe militar encabezado por el Ministro de Defensa Nacional de Federico Páez, colocó
en el Mando Supremo de la República, al Gral. Alberto Enríquez. En 1947, el Presidente Velasco Ibarra fue forzado a
dimitir por su Ministro de Defensa Nacional, el Crnel. Carlos Mancheno Cajas, él mismo derrotado en 1963.
último conflicto armado con Perú. Quizá ello justifique su discreta presencia en la gestión políti-
ca del país. Ya en el conflicto social de julio 1999, el presidente de la CONAIE, Antonio Vargas
había pedido la mediación del ejército y la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. En abril, las
Fuerzas Armadas habían expuesto ante el Presidente Jamil Mahuad sugerencias para enfren-
tar los diferentes problemas que atravesaba Ecuador. En octubre 1999, pidieron públicamente
que se encontrara una solución urgente a los conflictos político, económico y social, y el Jefe
del Comando Conjunto de las FFAA, el Gal. Telmo Sandoval declaró que se mantenían listas
para una intervención.21 En diciembre, la Federación de Cámaras de Agricultura se pronunció
por la sustitución del mandatario por un gobierno civil-militar.22
El la noche del 21, junto con el sector indígena, estuvo un grupo de ciudadanos que
representaba a los obreros, empleados públicos, maestros, estudiantes, defensores de los
derechos humanos, comunidades eclesiales de base, etc., bajo el nombre de Coordinadora de
Movimientos Sociales (CMS), liderada por el ex diputado socialista popular Napoleón Saltos. El
22 de enero los sectores sociales e indígenas instalaron una sesión permanente del « Parla-
mento Nacional de los Pueblos del Ecuador ».25
21
Cf. « El Universo », 06 nov 99.
22
Cf. « Tiempos del Mundo », 27 dic 99.
23
Cf. « Revista Vistazo », 07 feb 2000.
24
Cf. « Tiempos del Mundo », 27 dic 99 ; « Revista Vistazo », 07 feb 2000 ; « El Comercio », 26 enero 99.
25
Entre los miembros de este « Parlamento » figuraban : Antonio Vargas, presidente de la Conaie; Jorge Loor, dirigente
de los afiliados al Seguro Campesino; Salvador Quishpe, presidente de la Ecuarunari; Hugo Collantes, de los comercian-
tes minoristas; Blanca Chancoso, dirigente indígena; Napoleón Saltos, ex diputado de Pachakutik, sindicalistas de
Petroecuador y dirigentes de los choferes.
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Cuatro años más tarde (junio 1994) estalló un segundo conflicto, con ocasión de una
tentativa de modificación de la Ley de reforma agraria. 29 Durante quince días, las barricadas
nuevamente impidieron el aprovisionamiento de los mercados, empujando al gobierno de Du-
rán Ballén a declarar el estado de emergencia. Esta nueva confrontación dio lugar a un debate
público, en el que los representantes de la CONAIE negociaron uno a uno los artículos de la
nueva ley. Lo menos que puede decirse es que las dos partes tenían concepciones radical-
mente opuestas acerca del futuro del país, defendiendo dos proyectos de sociedad diferentes
(Wray et al., 1993 : 54).
Por un lado, el gobierno deseaba modernizar la producción agrícola y reducir el tama-
ño del sector público, privatizar y liberalizar el mercado, erigiéndose en el garante de la unidad
territorial nacional. Por otro lado, los indígenas reclamaban la tutela del Estado para garantizar
la protección de su identidad cultural y asegurar un desarrollo autosuficiente en el marco de un
régimen particular. Luego de un mes de negociaciones, el proyecto de ley fue declarado anti-
constitucional por el Tribunal de Garantías Constitucionales, lo que desembocó en un acuerdo
el 14 de julio, garantizando los principales beneficios de la reforma agraria. Al mismo tiempo, el
movimiento indígena adquirió una amplia audiencia gracias a las cotidianas retransmisiones
televisivas de los debates.
Pues bien, ello no significa por lo tanto que el movimiento encabezado por la CONAIE
se capaz de organizarse en un movimiento social. Como lo precisa Touraine (1997 : 124), la
referencia ética « no puede confundirse con el discurso de la reivindicaciones, ya que éste
busca modificar la relación entre costos y beneficios, mientras el discurso moral del movimiento
social habla de libertad, de proyecto de vida, de respeto de derechos fundamentales, que no
pueden reducirse a ganancias materiales o políticas ». En uno sus primeros ensayos, Touraine
(1984 : 308-325) distinguía un « movimiento social » de las movilizaciones colectivas que son
los conflictos de clases, las conductas de crisis organizacionales, las tensiones institucionales y
las protestas modernizadoras30. Ahora destaca una cuarta dimensión del movimiento social :
« Un movimiento social siempre es una protesta moral ; se ubica por encima la sociedad para
juzgarla o transformarla, no en su centro para gestionarla y orientarla en el sentido que exige la
Razón o la Historia » (Touraine, 1997 : 94).
La modernidad quizo separar cultura y sociedad, hasta entrar en una crisis en la cual
el sistema y el actor ya no se corresponden. Para Touraine (Ibíd. : 98 y 103) esta es la razón
por la cual las protestas morales superan hoy día las protestas sociales, y la ética – relación
del sujeto a si mismo que determina sus relaciones con los otros – se confunde con la llamada
al Sujeto. El Sujeto se define como « la búsqueda, por el individuo mismo, de las condiciones
que le permitan de ser el actor de su propia historia [por el motivo del] sufrimiento que causan
el quebranto y la pérdida de identidad e individuación » (Ibíd. : 78). En este sentido, se consta-
ta una inversión de la sujetivización comparado con los procesos de modernización, es decir
que ésta se vuelva un principio de resistencia a la pérdida de identidad y aquel quebranto.
Dicho de otra manera, el Sujeto « es una fuerza de liberación » (Ibíd. : 99).
Una de las mayores dificultades en las sociedades multiculturales, es definir el es-
quema de relaciones entre los sujetos. Este problema no es superado por Habermas que, en el
paradigma de la « acción comunicativa », define un marco ideal de la inter-culturalidad sin
darle mayor consistencia. Para él (1990 : 171), en su relación con el mundo, el sujeto encuen-
tra tres tipos de situaciones ideales típicas : se relaciona con el mundo objetivo, con el mundo
social y con el mundo subjetivo del hablante. La acción comunicativa se basa en « un proceso
« Caravelle », n° 59, Toulouse (Francia), 1992, pp. 161-188 ; MACAS Luis, El levantamiento indígena visto por sus
protagonistas, Quito, 1991, Abya-Yala.
28
Citado en AYALA MORA Enrique et al., Pueblos indios, Estado y derecho, Quito, 1992, Corporación Editora Nacio-
nal, p. 104.
29
Para el detalle de las negociaciones, cf. Andrés Guerrero, « Equateur: discours et représentation politique des indigè-
nes », en « Problèmes d'Amérique latine », nº 19, París, oct.-dic. 1995, pp. 51-73.
30
En la definición suya, a la que nos referimos a lo largo de esta investigación, un movimiento social reúne tres condi-
ciones : identidad, totalidad y oposición. Por identidad, se entiende la definición del actor por él mismo o auto-
identificación. Por oposición, se entiende la definición de un adversario. Por totalidad se entiende el sistema de acción
histórica en el cual los adversarios se disputan el control.
Guillaume Fontaine
Crisis de la gobernabilidad y dolarización 15
La evolución del movimiento indígena ecuatoriano entre junio 1990 y enero 2000 no
deja de mostrar que CONAIE nunca superó la dimensión de protesta de las movilizaciones.
Como lo destaca Diego Iturralde (2000), los alcances logrados con la constituyente del 1998
constituyeron el máximo grado de participación. Empero, éstos no han sido prolongados por un
trabajo continuo de reflexión y elaboración de proyectos que permitan implementar la Carta
Magna. Cierto es que resulta más fácil paralizar el país bloqueando las principales vías de
comunicación, que elaborar una propuesta constructiva de un modelo de sociedad. El movi-
miento indígena parece drogado de sus propios éxitos y sufrir el síndrome de un adolescente
que creció demasiado rápido : sus músculos son débiles y su cuerpo vacila. Basta con men-
cionar las luchas de poder que aparecieron tras el 21 de enero entre las cabezas de
Pachakutik y CONAIE, o la lamentable conclusión de la campaña de recolección de firmas para
la consulta nacional, para ilustrar los problemas que atraviesan el movimiento indígena en la
fecha.
A manera de epilogo
En suma, es cierto que el golpe de Estado del 21 de enero 2000 parece confirmar que
la vacilación entre pactismo y decretismo sea la política que ponga en mayor peligro la demo-
cracia. Sin embargo, ello no significa que el decretismo favorezca más la estabilidad política.
Tal vez a corto plazo los ganadores del golpe de enero sean los acreedores del Ecuador (BID,
FMI, Banco Mundial y demás poseedores de bonos Brady), que no se detuvieron al emprender
la experiencia novedosa de la dolarización, implícitamente deseada por EEUU desde la Cum-
bre de las Américas de Miami (1994) para la creación del ALCA (Área de Libre Comercio de
Américas). Sin embargo queda intacta la pregunta de saber si los efectos de aquella reforma
serán transitorios, y por lo tanto queda intacto el problema de la estabilidad política en ese país
de 12,6 millones de habitantes.
Asumimos que el levantamiento indígena que se inició en diciembre 1999 y llevó a la
caída de Mahuad no es sino la confirmación del creciente papel de las organizaciones afiliadas
a la CONAIE en la vida política del país. Ello no significa que exista un movimiento social cohe-
rente, ni siquiera en los sectores indígenas, mas le reconoce a las movilizaciones populares
una capacidad demostrativa cada vez más amplia, siempre y cuando los indígenas se juntan
con los sectores sociales poderosos como son las federaciones de transportistas y los sindica-
tos petroleros. Eso es el contexto en el cual la primera reforma de la administración Noboa, la
dolarización de la economía tendrá lugar.
31
Sobre el movimiento indígena en Ecuador, Cf. AYALA MORA Enrique et al., Op. Cit.; SANTANA Roberto, Ciuda-
danos en la etnicidad. Los indios en la política o la política de los indios, Quito, 1995, Abya-Yala ; IBARRA Alicia,
Los Indígenas y el Estado en el Ecuador, Quito, Abya-Yala, 1987 ; ITURRALDE Diego, ALTA Virginia, LOPEZ
BASOLS M. A. (comp.), Pueblos indígenas y Estado en América Latina, Quito, 1997, Abya-Yala ; CONAIE, Las
Nacionalidades indígenas en el Ecuador. Nuestro proceso organizativo, Quito, 1989, Abya-Yala.
Guillaume Fontaine
Crisis de la gobernabilidad y dolarización 17
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HOJA DE VIDA
GUILLAUME FONTAINE
Estudios universitarios
Pregrado : Diploma del Instituto de Estudios Políticos de Grenoble (Francia), sección « Econo-
mía y Finanzas », obtenido en septiembre 1988.
Experiencia profesional
Guillaume Fontaine
Crisis de la gobernabilidad y dolarización 19
Principales escritos
Comunicaciones :
Publicaciones :
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