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Albo 2008 Movimientos y Poder Indígena en Bolivia, Ecuador y Perú

El documento de Xavier Albó analiza los movimientos y el poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú, en el contexto de un estudio comparativo del Proyecto de Análisis Político y Escenarios Prospectivos del PNUD. Se exploran las dinámicas de identidad étnica, participación política y conflictos sociales en estos países andinos, destacando la evolución de los movimientos indígenas y su impacto en la política contemporánea. La obra se estructura en capítulos que abordan la historia, organización y desafíos actuales de los pueblos indígenas en la región.
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Albo 2008 Movimientos y Poder Indígena en Bolivia, Ecuador y Perú

El documento de Xavier Albó analiza los movimientos y el poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú, en el contexto de un estudio comparativo del Proyecto de Análisis Político y Escenarios Prospectivos del PNUD. Se exploran las dinámicas de identidad étnica, participación política y conflictos sociales en estos países andinos, destacando la evolución de los movimientos indígenas y su impacto en la política contemporánea. La obra se estructura en capítulos que abordan la historia, organización y desafíos actuales de los pueblos indígenas en la región.
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Xavier Albó

Movimientos
y poder indígena
en Bolivia, Ecuador y Perú

Cuadernos de
investigación 71
La investigación para este texto forma parte de un estudio comparativo patrocinado a nivel
latinoamericano por el Proyecto de Análisis Político y Escenarios Prospectivos [PAPEP],
del PNUD. Les agradecemos su autorización para publicar este avance de tanta actualidad
para los procesos que se están desarrollando en los tres países centrales andinos.

Albó, Xavier
Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú / Xavier Albó. - La Paz:
CIPCA, 2009.
294 p.; fots., maps. 14 x 21 cm. - (Cuadernos de Investigación; nº 71)

D.L. : 4-1-1003-08
ISBN: 978-99954-35-09-7

INDÍGENAS / MOVIMIENTOS INDÍGENAS /ORGANIZACIONES INDÍGENAS /


IDENTIDAD ÉTNICA / SINDICALISMO CAMPESINO / CONFLICTOS SOCIALES /
PACTO MILITAR-CAMPESINO / KATARISMO / NEOLIBERALISMO / CONAMAQ
/COCALEROS / MORALES, EVO / PARTICIPACIÓN POLÍTICA / PODER POLÍTICO /
ELECCIONES / MAS / PACTO INDÍGENA-MILITAR / ASAMBLEA CONSTITUYENTE
/ ECUARUNARI / CONFENIAE / CONAIE / FEINE / REFORMA AGRARIA /
GOBIERNO MUNICIPAL / SENDERO LUMINOSO / CONACAMI / COPPIP / AIDESEP
/ GRUPOS DE PODER / ESTADO PLURINACIONAL / NACIÓN / ALIANZAS
POLÍTICAS / NACIONALIDADES / TERRITORIALIDAD / BOLIVIA / ECUADOR
/ PERÚ

322.44 / A 339m

Esta publicación cuenta con el apoyo de EED, OXFAM NOVIB y CAFOD.

© CIPCA, mayo de 2008

Centro de Investigación y Promoción del Campesinado - CIPCA


Pasaje Fabiani Nº 2578, Av. 20 de octubre, entre Campos y Pinilla
Telf.: 591 (2) 2432272
Correo electrónico: [email protected]
Página Web: www.cipca.org.bo

Primera reimpresión: Junio 2009

Edición: Xavier Albó y Alcira Córdova

Diseño de tapa y diagramación: Click diseño y creación - Cel. 706 56884

Fotografía tapa: Encuentro continental de Abya Yala, octubre de 2007, Bolivia. Cortesía de
Soraya Luján, Fondo de Desarrollo Indígena.
Fotografía contratapa: Encuentro continental de Abya Yala, octubre de 2007, Bolivia.
Cortesía de Félix Mayta, Fondo de Desarrollo Indígena.

Impresión: Garza Azul “Impresores & Editores” - Telf.: 2232414

Impreso en Bolivia
Printed in Bolivia
índice

Prólogo, Fernando Calderón................................................................. 11


1. Introducción...................................................................................... 13
2. Bolivia................................................................................................. 19
2.1. ¿Quiénes y cuántos son los indígenas?................................... 19
2.2. Antecedentes............................................................................... 23
Los movimientos contra la expoliación.................................. 24
El largo y doloroso parto hacia un nuevo país...................... 26
2.3. El Estado del 52.......................................................................... 28
Reforma Agraria y sindicatos campesinos............................. 29
El Pacto Militar Campesino...................................................... 32
El viejo y el nuevo Oriente........................................................ 34
2.4. El retorno de lo étnico................................................................ 36
El Katarismo................................................................................ 36
Tardío despertar en las tierras bajas........................................ 41
Los 500 años................................................................................ 42
2.5. Neoliberalismo y el indio permitido....................................... 43
Un vicepresidente aymara........................................................ 46
Las reformas de 1993-97............................................................ 48
Facilitando el poder local.......................................................... 49
De los ayllus a CONAMAQ...................................................... 54
2.6. El indio alzado............................................................................ 57
Cocaleros, la piedra en el zapato.............................................. 57
Peleando más allá por la hegemonía popular........................ 63
De las pugnas internas a la lucha por el poder político........ 67
Marcha por la Asamblea Constituyente.................................. 69
Desde las elecciones 2002.......................................................... 72


Índice

2.7. Dos años de Evo Morales y el MAS......................................... 82


La euforia del 54%...................................................................... 83
¿Presidente o dirigente?............................................................ 87
¿Un nuevo pacto indígena militar?......................................... 89
Nuevas facetas y proyecciones del empate............................ 91
Entronques e innovaciones....................................................... 94
2.8. El sueño constituyente............................................................... 95
Composición de los constituyentes......................................... 96
El proceso constituyente............................................................ 99
Capitalidad plena y bloqueo a la Asamblea Constitucional.... 101
El desbloqueo in extremis........................................................... 103
El espíritu de la Nueva Constitución...................................... 107
3. Ecuador............................................................................................... 117
3.1. ¿Quiénes y cuántos son los indígenas?................................... 118
3.2. Antecedentes............................................................................... 120
Los inicios: la FEI........................................................................ 121
La primera Reforma Agraria, 1963.......................................... 122
3.3. Nuevos movimientos clasistas e indigenistas........................ 123
La FENOC................................................................................... 123
ECUARUNARI........................................................................... 124
De la Federación Shuar a la CONFENIAE............................. 125
CONAIE, la confluencia final................................................... 127
El debate sobre nacionalidades................................................ 128
Ecos en el Estado........................................................................ 130
3.4. Los años 90.................................................................................. 131
El sismo étnico............................................................................ 132
El partido Pachakutik................................................................ 134
3.5. La Constitución Política de 1998.............................................. 137
El proceso y sus resultados....................................................... 137
Participación indígena en instituciones estatales.................. 139
3.6. La agridulce experiencia del poder......................................... 143
La insurrección de 2000 contra Mahuad................................. 143
Un nuevo actor: la FEINE......................................................... 148
El clímax de enero 2001............................................................. 150
El anticlímax: alianza y rotura con Gutiérrez en 2003.......... 155
Las dos vías de la CONFENIAE.............................................. 160
3.7. Rebrotes y reflujos del movimiento indígena........................ 161
El primer repunte....................................................................... 162
Una apuesta a perdedor............................................................ 163
Presidencia de Correa y el movimiento indígena.................. 165


Índice

4. Perú..................................................................................................... 171
4.1. ¿Quiénes y cuántos son los indígenas?................................... 171
4.2. Antecedentes............................................................................... 174
Descubrimiento y encubrimiento del indio............................ 174
Levantamientos, tomas de tierras y reformas agrarias......... 177
4.3. Las nuevas organizaciones “indígenas”................................. 181
En la Amazonía........................................................................... 181
Intentos fallidos en la Sierra..................................................... 183
4.4. Sendero Luminoso y las organizaciones de base................... 184
De la ilusión al desencuentro.................................................... 184
Comités de autodefensa............................................................ 188
4.5. Fujimori, segundo compás de espera...................................... 192
4.6. El lento despertar de lo indígena............................................. 195
En gobiernos municipales......................................................... 195
El caso de Ilave y Puno.............................................................. 198
CONACAMI............................................................................... 205
Cocaleros..................................................................................... 212
Nace la COPPIP.......................................................................... 217
Indigenismo oficialista y desde la base................................... 220
Evoluciones recientes en AIDESEP.......................................... 225
Las primeras diputadas indígenas........................................... 227
5. Atando cabos..................................................................................... 231
5.1. Procesos trenzados..................................................................... 232
5.2. Identidad étnica y clase económica......................................... 237
Juego de autoidentificaciones................................................... 238
Los dos ojos para ver la realidad.............................................. 242
La lucha por los recursos naturales......................................... 244
5.3. El contrapunto con género........................................................ 248
5.4. La propuesta indígena más audaz........................................... 253
Nacionalidad/nación y estado plurinacional........................ 253
Dialéctica entre lo plurinacional y lo territorial..................... 255
De las propuestas a su implementación................................. 259
Naciones indígenas fuera de sus territorios........................... 260
5.5. De movimiento local a nacional y global................................ 265
Dilemas entre el nivel local y nacional.................................... 265
De organizaciones de base a participantes en el Estado....... 266
El arte de las alianzas políticas................................................. 271
Indígenas y militares.................................................................. 276
Más allá de cada país................................................................. 279
Movimientos glocalizados........................................................ 281
Bibliografía............................................................................................. 283


capítulo 3

ecuador

Ecuador es el más densamente poblado de los países andinos


e incluso de Sudamérica, en gran parte por el desmembramiento
que sufrió su territorio amazónico. Su densidad es el doble de la
peruana y más del cuádruplo de la boliviana, lo cual implica que en
este país es ahora más fácil la interacción entre todos sus habitan-
tes. Como en el Perú, mucha gente andina se ha volcado a la Costa
y allí ha ido diluyendo sus previas identidades originarias.
Pero la Sierra, más húmeda y fértil que en los países del sur, ha
mantenido también una alta densidad demográfica. Como en los
otros países, es allí y en la Amazonía donde se concentra la mayor
parte de su población indígena, con una gran preponderancia de
los quichuas. Desde la temprana Colonia estos quedaron más ab-
sorbidos que en los otros dos países por el régimen de hacienda,
lo que dio cierta particularidad a sus primeras movilizaciones,
sin Amarus ni Kataris coloniales pero sí el temprano Daquilema,
ya en la Republica.
En los tiempos modernos Ecuador es, después de Bolivia, el
país sudamericano en que más ha avanzado el movimiento indí-
gena, al que nunca se llegó a reducir a sólo “campesino” (como en
los otros dos países). A principios de este milenio representantes
prominentes de las organizaciones indígenas llegaron a ser parte
del gobierno, en una alianza que sin embargo fracasó y dividió al
movimiento. Hoy estas organizaciones recién se están recuperando
de aquella agridulce experiencia, en un nuevo momento político
que está generando muchas expectativas.

117
Capítulo 3

3.1. ¿Quiénes y cuántos son los indígenas?

Ecuador, ahora con 256.370 km2 y aproximadamente 13


millones de habitantes, tiene 42 habitantes por km2 y ha sido
considerado desde siempre, con Perú y Bolivia, parte del área
con mayor concentración indígena en este subcontinente. Sin
embargo no hay estadísticas suficientemente precisas y con-
fiables para cuantificar esta creencia. Sintetizando esta incerti-
dumbre, en su reciente Informe sobre Ecuador (2006) el Relator
de Naciones Unidas sobre la situación de derechos humanos
en los indígenas dice: “Dependiendo de la definición utilizada,
el censo [2001] sitúa la población indígena en un 6%, mientras
que otras fuentes la calculan entre el 35% y 45% del total”.
Guerrero y Ospina (2003: 118-124) comentan largamente esta
imprecisión empezando con su propia anécdota: cuando la
joven empadronadora se despedía de su casa el día del censo,
el autor se quejó: “Espere un momento, hay una pregunta de
adscripción étnica que no me ha hecho”. La chica sonrió, revi-
só los datos y mostró que había decidido y llenado que eran
“blancos”, sin preguntarles.
El dato censal es probablemente el más bajo por la forma cómo
se realizó la pregunta, empezando por la pregunta más genérica.
Los resultados fueron, en porcentajes:

Indígena 6,8
Negro 2,2
Mestizo 77,4
Mulato 2,7
Blanco 10,5

Sólo a los que respondían “indígena” se les preguntaba des-


pués a qué “nacionalidad” o “pueblo” pertenecían. Si se hubiera
preguntado inicialmente esto último, como se hizo en Bolivia y
en la encuesta ENAHO de Perú, es probable que los resultados
habrían sido más altos; pero al empezar por la categoría genéri-
ca, con frecuencia más peyorativa, fueron quizás más los que se
refugiaron en la respuesta comodín “mestizo”.

118
Ecuador

Sólo a los mayores de 15 años se preguntó también qué lengua


hablaban, que en los censos anteriores era el único indicador ét-
nico. Apenas un 4,6% respondió hablar lengua nativa, que ya es
más que el 3,7% del censo 1990 pero menos que el 14% del censo
1950. Una encuesta del año 2000 preguntó además qué idioma
hablaban sus padres y, según esta referencia, el total subía al
12,5% o, combinando todas las opciones, al 14,5%. Estas cifras
son comparables a las de 1950 y muestran la progresiva pérdida
de lengua, que no siempre equivale a pérdida de la identidad (F.
Guerrero 2005, Guzmán 2003).
Tomando en cuenta esas posibles limitaciones metodológicas,
y juntando a los que afirman ser indígenas y/o hablar la lengua,
las provincias con mayor proporción de indígenas son:

Sierra: %indíg % país


Chimborazo 38,7 17,6
Imbabura 25,8 10,0
Cotopaxi 24,8 9,8
Bolívar 24,4 4,7
Cañar 17,3 4,0
Amazonía:
Napo 56,1 5,0
Morona-Santiago 41,3 5,3
Pastaza 38,4 2,7
Orellana 31,4 3,0

Además, en Quito y sus contornos vive ya aproximadamente


el 12,2% de todos los que se identificaron como indígenas y en
Guayaquil otro 6,0, mayormente quichuas. Todos los serranos
y la mayoría de estos urbanos son quichuas, a igual que buena
parte de los que están en Napo y Pastaza, en la Amazonía; ahí los
demás pertenecen a los siguientes grupos menores: Secoya-Siona,
Huao (Huaroani), A’i (Cofán) y, junto a la frontera del Perú, los
Shuar-Achuar que son los más numerosos. En el interior de la
Costa norte están los pequeños grupos Tsáchila, Tsáchi y Awá; allí
habría que añadir la población negra, de la que un 26% vive en

119
Capítulo 3

Esmeraldas, otro 36% en Guayas/Guayaquil y un 13%, en Quito


y contornos.

3.2. Antecedentes

Las dos principales diferencias de “larga duración” entre la his-


toria indígena de Ecuador y la de los otros dos países es, primero
la menor consolidación del Tawantinsuyu, más concentrada en la
Sierra; y después, la penetración mucho mayor y más temprana
de la hacienda, salvo en la Amazonía.
La primera diferencia puede explicar por qué en este país hay
una relación más antigua y fuerte entre Sierra y Amazonía algo
disminuida con la conquista Inka (Ramón y Yupanki 2006), aun-
que no rota, como puede testimoniar la significativa expansión
del quichua por la parte norte de las tierras bajas.
La mayor y temprana presencia de la hacienda en la Sierra y
Costa redujo mucho el espacio de las “parcialidades” (señoríos
mayores) y “comunas” (territorios menores, más influenciados
por las haciendas). Ni en la época colonial ni quizás tampoco
antes se habla de ayllus en esas regiones norteñas. Por el camino
se fueron también recomponiendo territorios e identidades, con
un esquema colonial muy fuerte34.
Como en los otros países estas transformaciones no fueron
aceptadas pasivamente, aunque nunca llegó a aglutinarse en el
Ecuador una rebelión con los alcances de la de fines de la Colonia
en los territorios de Cusco y Charcas, quizás por el mismo hecho
de que ya era allí menor el peso de las comunidades y ayllus ori-
ginarios. Ya en la República, hubo bien recordadas rebeliones de
peones contra el duro régimen de hacienda, como la de Fernando
Daquilema en Cacha, Riobamba, 1872; y la de Pesillo, cerca de
Quito, en 1899 (Ulcuango 1993).
El régimen dominante en estas haciendas era el sistema se-
mifeudal que localmente se conoce como de concertaje. Su base

34 Galo Ramón y Andrés Guerrero son quienes más han estudiado estas continuidades
y evolución, que Guerrero y Ospina (2003: cap. 1) llaman “de larga duración”.

120
Ecuador

es el pago por trabajo y otros servicios al patrón no en dinero ni


productos sino mediante el acceso y usufructo precario de esos
peones fijos a un pedazo de tierra dentro de la hacienda, llama-
do allí huasipungo [lit. ‘puerta de la casa’], nombre emparentado
con el de “pongo” y “pongueaje” con que este mismo sistema se
conoce en Bolivia.

Los inicios: la FEI

Probablemente por esa temprana proliferación de trabajadores


de hacienda, el Ecuador fue el primer país andino con movimientos
indígenas orgánicamente vinculados con un partido político. Los
primeros pasos, ya en los años 20, se dieron en el antiguo señorío
de Cayambe, al norte de Quito, transformado ya en haciendas. Su
primer sindicato es de 1926. Estaban desde muy pronto asociados
con los nuevos grupos y partidos de izquierda, sobre todo con el
flamante Partido Comunista del Ecuador [PCE]. Más aún desde
1930 empezó a publicarse ocasionalmente el boletín Ñucanchic
Allpa [= ‘Nuestra tierra’] “Órgano de los sindicatos, comunidades
e indios, en general”. En cada número tenía al menos un artículo
en quichua, caso pionero en nuestros países. En 1944 el PCE creó
la Confederación de Trabajadores del Ecuador [CTE] y, dentro de
ella, la Federación Ecuatoriana de Indios [FEI] , de pretensiones
nacionales, y el mismo boletín pasó al servicio de esta federación
como “organizador y guía de los indios ecuatorianos” hasta por lo
menos 1968, tocando temas como la recuperación de tierras usurpa-
das, quejas contra los patrones y gobiernos, educativos, incluido el
derecho al uso del quichua, etc. (Becker 2006). Otra iniciativa pionera
ecuatoriana: al crearse la FEI su cargo máximo fue ocupado por una
mujer, la célebre Dolores Cacuango (ibid. y Yánez 1988).
La FEI fue en todo este tiempo la principal catalizadora de las
principales movilizaciones y demandas indígenas hasta principios
de los años 7035. Mantuvo en su sigla esa identidad “india”, como

35 No entro aquí en otras organizaciones sin componente étnico en las haciendas, planta-
ciones y empresas de la Costa. Se mencionan en la página 149.

121
Capítulo 3

ocurría desde los años 20 también en el Perú y Bolivia, adoptando


a la vez la organización en “sindicatos” como su forma de lucha,
algo muy explicable dado que la mayoría de sus militantes eran
huasipungueros. Sus reclamos principales tenían que ver contra
este régimen sea directamente o para conseguir legislaciones más
favorables. Pero, a diferencia de los otros países, no ocurrieron ahí
masivas tomas de tierras.
Según Fernando García (2006: 215), esta relación histórica entre
el movimiento indígena ecuatoriano y el PCE siguió mediada,
como en todo el país,

por el racismo entre indígenas y no indígenas, la falta de


incorporación de las demandas étnicas y culturales, la
escasa participación de los indígenas en la toma de deci-
siones y la ‘ventriloquia política’ [Andrés Guerrero]… por
la cual los no indígenas asumían la representación política
de los indios, les ‘daban diciendo’, es decir, les negaban la
posibilidad de tener voz propia.

Pese a estas limitaciones, esta organización dio sus frutos.


Desde 1959, tras el estímulo que supuso el ascenso de Castro
en Cuba, habían aumentado los levantamientos campesinos e
indígenas por todo el país, incluyendo su primera marcha hasta
Quito, auspiciada por la FEI, con unos 12.000 participantes, en
diciembre 1961, exigiendo la Reforma Agraria, que efectivamente
se logró a los dos años.

La primera Reforma Agraria, 1963

En julio de 1963 los jefes de las tres fuerzas militares hicieron


un golpe a un gobierno civil inoperante, asumieron el poder como
junta y, exactamente un año después, decretaron la primera refor-
ma agraria, de 1964.
En ella se creó el Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria y
Colonización [IERAC], se favoreció la función social y productiva
de la propiedad agraria, para lo que promovió eficazmente la abo-
lición del huasipungo y otras formas del llamado “concertaje”.

122
Ecuador

Por la oposición de influyentes terratenientes, la expropiación


de propiedades latifundiarias fue poco eficiente y la real redis-
tribución de tierras, resultó insuficiente. Por ello y por su acento
en titulaciones individuales, se favoreció la mercantilización de
la tierra y la emigración la ciudad. En cuanto a la colonización,
no llegaron a realizarse programas masivos como, por ejemplo,
en Bolivia. En síntesis, pese a movilizaciones como las señaladas,
que sin duda influyeron, esta reforma se redujo, en su contenido
y alcances reales, a ser una de las ocho reformas agrarias desca-
feinadas propiciadas desde Estados Unidas en Punta del Este en
reacción a la Revolución Cubana de 1959. Pero marca ciertamente
el fin de una era y principio de otra.

3.3. Nuevos movimientos clasistas e indigenistas

Las innovaciones llegaron por tres vías: Una nueva organiza-


ción en la Sierra y Costa enfatizaba más –como en los otros países
andinos– la vía campesina clasista. Las otras dos, enfatizaban
más bien la vía indigenista, primero en la Amazonía y después,
también, una nueva organización en la Sierra.

La FENOC

La primera vía es la de la Federación Nacional de Organizacio-


nes Campesinas FENOC], fundada en 196836 como rama campesi-
na de la Confederación Ecuatoriana Obreros Católicos [CEDOC],
que agrupaba a artesanos y obreros urbanos. La CEDOC se había
creado ya en 1938 pero con antecedentes que se remontaban a
muchos años antes. Durante décadas vino a ser, por su orien-
tación católica, el contrapunto a la influencia del PCE dentro
del movimiento obrero, y algo semejante ocurría ahora, con
tres décadas de diferencia, con la creación de la FENOC como
contrapunto de la FEI.

36 Sustituyó a la anterior FETAP (Federación Ecuatoriana de Trabajadores Agropecuarios)


fundada en 1965.

123
Capítulo 3

En la práctica tanto la veterana FEI como la bisoña FENOC a


esas alturas ponían mucho énfasis en las condiciones económi-
cas de quienes trabajaban en la tierra. Pero la FEI mantenía en
su sigla la I de “indios” mientras que la FENOC, con su C por
“campesinos” ya no hacía ninguna referencia a lo étnico. Curiosa
inversión en que la perspectiva clasista se explicita mejor que en
la organización católica que en la comunista. Tuvo buena acogida
entre campesinos [e indígenas] y también entre trabajadores de
haciendas tanto en la Costa como en la Sierra.
Pero pronto fue disminuyendo la contraposición ideológica
entre estas dos corrientes, en parte por efecto de las nuevas co-
rrientes dentro de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II y de
la Conferencia de Medellín de 1968 que enfatizó el compromiso
social de la Iglesia latinoamericana. En 1972 la CEDOC cambió el
sentido de su C final de “católicas” a “clasistas” y, de hecho, desde
1976 fue dando pasos para acercarse a la Unión de Trabajadores,
hacia una unidad de izquierda que al final, ya en los años 80,
cuajó en la nueva sigla CEDOCUT (Robalino, s/f, Burgos: 1984),
Esos cambios incidieron también, naturalmente en la FENOC,
pero por sus propias vías, y con otros contrapuntos que más abajo
veremos.

ECUARUNARI

La segunda y tercera vía retoman más bien la bandera étnica,


una en la Amazonía y la otra, de manera independiente, en la
Sierra. Para dar continuidad con el relato anterior, empecemos
por esta última, a pesar que es algo más tardía que su contraparte
amazónica.
En junio de 1972, surgió en la Sierra la nueva organización lla-
mada ECUARUNARI, abreviación de la frase Ecuador runacunapac
riccharimui ‘el despertar de los indios del Ecuador’. Nació con el
apoyo inicial de algunos curas progresistas, precisamente en la
provincia Chimborazo, donde el obispo Leónidas Proaño se había
colocado decididamente del lado de los indígenas, rompiendo la
tradicional alianza de la Iglesia con los latifundistas. Siguiendo las
huellas de Juana Lechón y Dolores Cacuango, otra mujer –Blanca

124
Ecuador

Chancoso– asumió la cartera de secretaria general cuando apenas


tenía 19 años. ECUARUNARI se impuso desde su fundación la
creación de filiales, llamadas huahua riccharimui (el despertar de
los hijos), que empezaron a proliferar por toda la Sierra.
Esta nueva organización más indigenista ha mantenido un tenso
diálogo con las anteriores organizaciones clasistas FEI y FENOC,
tensión que vivió también en su propio seno sobre todo con su
federación de Pichincha, marcada por las luchas más clasistas que
allí se habían desarrollado desde décadas atrás. De todos modos
en todo este tiempo la FEI, aunque no se disuelve, ya no tiene ni
mucho menos aquel protagonismo que tuvo en el pasado.
Estas deferencias no fueron óbice para que las tres organi-
zaciones buscaran también su acercamiento, por ejemplo para
conformar juntos, ya en agosto de 1973, el I Encuentro Nacional
Campesino por la Reforma Agraria pocas semanas antes de que el
nuevo gobierno militar de Rodríguez Lara dictara una II Reforma
Agraria, con un enfoque mucho neoliberal que la anterior de 1964.
En 1977, durante un nuevo triunvirato militar, cientos de zafreros
fueron masacrados en el ingenio azucarero estatal de Aztra, en
las tierras bajas de Cuenca, y de nuevo las tres organizaciones
formaron el Frente Único de Lucha Campesina [FULCA].
Una particularidad de estas organizaciones, en contraste con
las de Bolivia, es que en Ecuador sus bases no han sido tan cla-
ramente comunidades sino que en cada comunidad podía haber
miembros de una u otra. Ha habido con todo ciertos bolsones.
Por ejemplo, en Imbabura la vieja rivalidad o competencia que
existía entre sus centros principales: Cotacachi y Otavalo, se ha
visto reflejada en el hecho de que el primero se asoció más desde
un principio con la FENOC mientras que Otavalo entró de lleno
en ECUARUNARI.

De la Federación Shuar a la CONFENIAE

Pasemos a la Amazonía. En esa región más aislada nunca ha-


bían incidido mucho organizaciones como las aquí mencionadas
y sus pueblos, algunos de ellos todavía bastante aislados, seguían
viviendo con sus organizaciones tradicionales, distintas de un pue-

125
Capítulo 3

blo a otro. Pero esta situación fue variando a medida que aumen-
taban los contactos de penetración en la selva sea de misioneros,
nuevos colonizadores, empresas o del propio Estado.
La primera organización de estilo nuevo se creó en el pueblo
shuar –antes llamado despectivamente jíbaro– que en la Colonia
había logrado rechazar una primera incursión española y después
mantenerse impenetrable al dominio español y al republicano.
Desde fines del siglo XIX habían entrado en contacto con una mi-
sión salesiana que, como tantas misiones de la época, estableció
internados del estilo “civilizador” más tradicional. Pero, como
ocurre tantas veces, los resultados de este esfuerzo avanzaron
por derroteros distintos de los que se habían fijado los antiguos
tutores. Un grupo de ex‑internos y misioneros de nuevo estilo for-
maron en 1961 la Asociación Local de Centros Jívaros, legalizada
desde 1964 como Federación de Centros Shuar (por referencia a
unos centros ganaderos que fortalecían su territorio y economía)
que con el tiempo se fue autonomizando de los misioneros y se
transformó en Federación Shuar.
En ella se ha combinado el fortalecimiento de la propia identi-
dad, una economía propia sostenible pero abierta al mercado, la
comunicación entre centros tan distantes mediante la Radio Shuar
y, en todo ello, el rol protagónico de los propios interesados a
través de su organización. Todo este proceso ha tenido sus luces,
sombras y conflictos pero en conjunto ha sido sin duda el modelo
pionero que ha liderado la organización de otros pueblos, primero
en Napo (1969) y, sobre todo a partir de la llegada de petroleras al
Oriente, en 1972, también en los demás grupos amazónicos. No
es casual que un grupo importante de dirigentes haya surgido
de Sara Yacu, el lugar donde más conflictos ha habido desde la
llegada de las petroleras.
Finalmente, en agosto 1980 los pueblos hasta entonces orga-
nizados se juntaron, bajo el liderazgo shuar, en la Confederación
de Nacionalidades Indígenas de la Amazonia Ecuatoriana o
CONFENIAE. En sus orígenes participaban en ella, además de
la Federación Shuar, la Federación de Organizaciones Indígenas
del Napo [FOIN], consolidada como tal en 1973; la Federación de
Nacionalidades Indígenas de Sucumbíos [FOISE] creada en 1978;

126
Ecuador

y la Organización de Pueblos Indígenas de Pastaza [OPIP], de


1979. A partir de este núcleo inicial, la CONFENIAE ha logrado
aglutinar a prácticamente todos los pueblos indígenas de la Ama-
zonía, aunque no a cada una de sus organizaciones, pues algunas
surgieron con otras prioridades religiosas o políticas.
Obsérvese este primer uso del término “nacionalidad” como el
término genérico para referirse a esos pueblos indígenas, primero
en la Federación de Sucumbíos, en el extremo norte, y a los dos
años, también en la instancia más regional CONFENIAE. Ense-
guida discutiremos este giro conceptual en mayor detalle.

CONAIE, la confluencia final

Apenas transcurridos dos meses, en octubre 1980 ya se realizó


en Sucúa, región shuar, un primer encuentro con visitantes de
ECUARUNARI. Surgió de ahí el Consejo Nacional de las Nacio-
nalidades Indígenas del Ecuador [CONACNIE], primer intento
de una coordinadora para Sierra y Selva, cuya primer presidenta
fue Blanca Chancoso. En abril 1984 tuvo en Quito su segundo en-
cuentro, donde reconoció la presencia de nueve nacionalidades: la
quichua mayoritaria y ocho menores. Proclamó también entonces
su independencia de cualquier partido político.
Finalmente, por iniciativa de la misma CONACNIE, el 13-16
de noviembre de 1986 todo desembocó en la Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador [CONAIE], que desde en-
tonces se ha convertido en la principal catalizadora e interlocutora
nacional de todo este movimiento.
Según Luís Maldonado (2006: 31-32) ya desde entonces tenía
entre sus líneas estratégicas, recuperar sus tierras y territorios,
reafirmar sus culturas y la unidad en la diversidad, construir un
poder propio alternativo y también la reconstitución de “las na-
cionalidades y pueblos como entidades históricas y políticas” y la
construcción de un “Estado plurinacional… alternativo al Estado
liberal uninacional… incluyente, intercultural”, que “supere toda
forma de opresión y explotación”.
Analicemos en mayor detalle ese uso del término “nacionalida-
des”, que tanto ha arraigado desde aquellos años en estas organizacio-

127
Capítulo 3

nes y en el país y que desde entonces ha sido objeto de debates a veces


apasionados entre estos indígenas y otros teóricos no indígenas.

El debate sobre nacionalidades

El uso del término nacionalidad no era del todo nuevo37, pero fue
introducido en las reflexiones contemporáneas de los pueblos indí-
genas sobre todo por la influencia directa del antropólogo ruso Yuri
Zubritski que estuvo muchas veces en el país al menos desde los años
70 y mantuvo ahí reuniones de estudio con jóvenes inquietos indíge-
nas o no. Además, como responsable de los programas en quichua de
Radio Moscú, había facilitado becas para varios de ellos en Rusia38.
En el uso marxista del término, se había teorizado dentro de
una evolución desde fratrías y tribus, pasando por nacionalidad,
de ahí a nación llegando finalmente a ser estado. Dentro de esta
concepción evolucionista se prefería el uso de nacionalidad para
referirse a los pueblos indígenas por ser un término menos ligado
al estado capitalista que nación. Pero parece que lo que más quedó
de todo ello en esa preferencia política por parte de los indígenas
ecuatorianos ha sido que nacionalidad dice mucho más que etnia,
cultura o incluso pueblo. Blanca Chancoso comenta:

Etnicidad se parece a un nombre dado por científicos que


quieren convertir a los indios en conejillos de indias… Huele
mucho a estudio, a experimento. En cambio… nacionalidad
dota a la reivindicación india de una dignidad y de una pro-
yección de reconocimiento social que ningún otro nombre
puede dar. (En Guerrero y Ospina 2003: 182).

Este énfasis en la identidad indígena y, de ahí en su calidad


como nacionalidades, ha tenido un valor ideológico aglutinador
importante dentro del movimiento.

37 Marc Becker me cuenta que ya fue a veces utilizado en los primeros tiempos de la FEI,
también por una influencia del partido comunista.
38 Entrevista con Ileana Almeida, una de las becadas. Otros de los ya entonces contactados
serían María Helena Vega, que después adoptó el nombre quichua de Nina Pacari, y
Auki Tituaña, ambos de Cotacachi.

128
Ecuador

También la FENOC decidió en 1988 ampliar su sigla como


cambiar su nombre por FENOC-I (es decir: …Organizaciones
Campesinas - Indígenas) para no quedar fuera de la corriente.
Desde dos años antes esta organización más la FEI ya estaban
trabajando, bajo la batuta de la CONAIE en un proyecto de Ley
de Nacionalidades Indígenas del Ecuador que fue, efectivamente
entregado al Congreso en 1988. Contaron para ello con el apoyo de
Mons. Proaño, obispo emérito de Riobamba y entonces encargado
de pastoral indígena en la Conferencia de Obispos y con la asesoría
jurídica de Enrique Ayala, jefe del Partido Socialista, que llevaban
ya años acompañando el proceso. Aunque ese proyecto no llegó
a ser procesado en el Congreso, representó el instrumento hasta
entonces más elaborado sobre la propuesta de todo el movimiento
tomado en conjunto sobre su percepción de sí mismo. Además de
temas y reclamos ya conocidos, como la aceleración de trámites
para reconocimiento y adjudicación de tierras, el reconocimiento
público de su lengua, educación bilingüe e intercultural, salud
indígena y otras, este proyecto ponía también su énfasis en el
territorio y sus recursos, sin llegar a teorizar mucho el tema, y
sobre todo en el carácter plurinacional del Estado, distinguiendo
entre la nación –como expresión estatal y surgida del mestizaje– y
las ocho nacionalidades39, con su territorio, cultura, lengua y formas
de organización económica dentro del Estado. (Guerrero y Ospina
2003: 179-181).
Volviendo a la CONAIE hubo, de todos modos, cierto desfase
entre su pretendida función de “confederar nacionalidades” y su
estructura interna. En términos organizativos, la CONAIE se ha
caracterizado por respetar la identidad y estructura interna de las
diversas organizaciones locales e intermedias que se le han ido
aglutinando. En frase de Enrique Ayala, “la CONAIE no funciona
como un ejército y no es, nunca fue un Estado Mayor del mundo
indígena que tomara decisiones que todos pudieran acatar” (en

39 Quichua [que agrupa a la gran mayoría de la población], shuar-achuar, siona-sicoya,


cofán, huaroani, tsáchila, awa y chachi. Las tres primeras pronto se desdoblaron en
seis.

129
Capítulo 3

Guerrero y Ospina 2003: 192). En consecuencia, desde un principio


desarrolló un complejo sistema de afiliados y subdivisiones que
poco reflejaban su concepto de “nacionalidades”. Según una lista
de 1989 (en Maldonado, coord. 1992), ECUARUNARI (llamada
también Confederación de las Nacionalidades y Pueblos Kichua,
a pesar de cubrir sólo parte de la “nacionalidad quichua”) tenía
12 afiliadas de diversos rangos; la CONFENIAE tenia 16 (para 4
nacionalidades); y la recién creada CONAICE (Confederación de
Nacionalidades Indígenas de la Costa Ecuatoriana), tenía 6 para
3 “nacionalidades”.

Ecos en el Estado

Toda esta actividad y creciente aglutinación organizativa


tuvo su impacto en el Estado, aunque nunca hasta satisfacer las
aspiraciones de los pueblos indígenas. Ante todo están las dos
reformas agrarias de 1964 y 1973 que sin duda reflejan la vieja
lucha de la FEI y los primeros años de las nuevas organizacio-
nes. Si bien estas reformas no llegaron muy lejos, por lo menos
acabaron con el régimen serrano de concertaje o huasipungo y, de
hecho, multiplicaron sus títulos propietarios individuales. Pero
no afectaron la estructura general de tenencia sino fomentaron la
modernización y acumulación de la tierra en manos de grandes
empresas, sobre todo después de la segunda reforma, de 1973,
que desde la perspectiva de los pequeños productores más bien
parecía el velorio de la primera. Hasta fines de los 90 el 1,2% de
los terratenientes seguía controlando el 66% de la tierra mientras
que el 77%, incluyendo a la mayoría de los indígenas, seguían
apretujados en parcelas de menos de 10 has. de donde salía el 65%
de la producción total (Novillo et al. 1999).
Otro cambio temprano menos tomado en cuenta pero de efec-
tos importantes de largo plazo para nuestro tema, fue el cambio
constitucional de 1979, previo al retorno de la democracia, que
dio ¡por fin! el voto a los analfabetos, con lo que aumentó notable-
mente la participación indígena en elecciones tanto locales como
nacionales. Fue el principio de un proceso cada vez más poderoso
de participación de candidatos indígenas primero en gobiernos

130
Ecuador

municipales y más adelante también en otros de nivel superior,


como veremos más adelante. Esta toma de espacios de poder local
se vio aún más facilitada desde 1983 por la nueva legislación que
favorecía la descentralización y una mayor autonomía adminis-
trativa de los municipios.
La primera elección democrática, en 1979, llevó a Roldós a la
presidencia y éste, en su discurso de toma de posesión, ya dio
un énfasis particular a lo indígena. Dijo unas palabras en lengua
quichua y llegó a reconocer el carácter “pluriétnico” y “pluri-
cultural” del país. No estaba entonces aún de moda el termino
“nacionalidades” pero años después, cuando personal de la OIT
estaba consultando con las organizaciones indígenas del Ecuador
los alcances de lo que después sería su nuevo Convenio 169, el
énfasis de éstas en usar el término “nacionalidades” era ya objeto
de debate y conflicto40.
Pero más allá de la retórica los cambios reales dentro de la es-
tructura estatal iban muy despacio. Por ejemplo, hubo que esperar
casi una década para que recién en 1988 el presidente Borja creara
la primera instancia indígena estatal, a saber la Dirección Nacional
de Educación Indígena Intercultural Bilingüe poniendo al frente
de ella al lingüista quichua Luís Montaluisa.
No resulta pues tan sorprendente que el nuevo potencial orga-
nizativo acumulado fuera buscando otras maneras para expresar
y lograr sus objetivos. Al seguir tan débil lo que desde el Estado
se otorgaba al “indio permitido”, éste se fue transformando en el
“indio alzado”.

3.4. Los años 90

La siguiente década representa la mayoría de edad del movi-


miento indígena y su plena entrada en sociedad y en la agenda
pública, por derecho propio.

40 Comunicación de Jorge Dandler, uno de los que entonces trabajó en el Convenio


169.

131
Capítulo 3

El sismo étnico

Este es el título de una de las primeras publicaciones de re-


flexión colectiva que se realizó a partir de lo que ocurrió en todo
el país aquel mayo de 1990 (CEDIME, ed. 1993). La CONAIE,
dirigida entonces por el quichua Saraguru Luís Macas, lo había
anunciado desde un mes antes y lo bautizó como el Inti Raymi.
Pero nadie lo tomó en serio hasta que aquella madrugada del 28
de mayo 1990 un nutrido grupo de indígenas, después de oír misa
en la Iglesia de Santo Domingo en Quito ocupó el templo y cinco
días después miles y miles de indígenas empezaron a bloquear
caminos por todo el país, sobre todo en la Sierra, e hicieron masivas
concentraciones en diversas ciudades durante nueve días.
Nunca antes había ocurrido algo de tal magnitud y cobertura
simultánea. Mostró la capacidad movilizadora de la CONAIE, que
Miguel Lluco (2006: 122-123), un carpintero quichua muy allegado
a Mons. Proaño y futuro presidente de la CONAIE, explica así:

Nosotros, para ocupar una hacienda, teníamos que hacer todo


un estudio con la propia gente que iba a participar, dónde
estaba ubicada, cuántos trabajadores tenían, quiénes eran
los jefes, tenían seguridad, tenían armas, tenían perros... si el
dueño era influyente políticamente... las vías de comunicación,
por dónde va a llegar la policía... Entonces estas acciones son
una verdadera escuela, porque estas cosas en las universidades
no las permiten los profesores... Estas acciones le han dado el
don y la presencia a los indios en el Ecuador.

Aunque tenían demandas específicas, en la línea del proyecto


de Ley Nacionalidades de dos años antes, su reclamo más viven-
cial era dignidad y respeto, como en tantas marchas y bloqueos
indígenas; y su mayor efecto fue haber conmocionado de golpe
la conciencia del país. Como un sismo. Los pueblos indígenas,
tantas veces invisibilizados y mal contados, ahí estaban presentes,
actuantes y por fin escuchados. Quien mejor lo expresa es quizás
el yachac (chamán quichua) Alberto Taxzo que, sin ser invitado
arrebató el micrófono en la concentración de Latacunga y lanzó
verdades como éstas:

132
Ecuador

Los compañeros me empujan, me empujan a que suba a


la tarima.… Con toda valentía, con todo el sentimiento de
cualquier compañero común y corriente… se les juzga, no
a las autoridades que están presentes. Más bien mi persona
diría que se juzga la actuación total de la sociedad a través
de ellos. Porque se reclama un tratamiento justo. Lo que se
reclama es los derechos humanos; es como reclamar dere-
chos civiles como ecuatorianos, como ciudadanos. Entonces
es juzgamiento de frente, mirándoles a la cara, mirándoles
a los ojos; es reclamar en la cara y ponerles sobre la mesa
todas las tonterías, todas la injusticias que están cometien-
do… Pues sí, fue un juicio a la sociedad completa.

Más adelante, comentando aquel día, añade:

Cuando terminé de hablar fui a… la Iglesia de El Salto y


muchos vinieron a darme la mano… Vino una indiecita,
viejita, viejita, y así tiesa, bajita, mayorcita, y me cogió de
los hombros, ¡no!, del antebrazo, así duro, y en quichua
me dijo: ‘Esto yo tanto tiempo he querido que se diga [en
esta parte de la entrevista, Taxzo se conmueve, llora] y
ahora que he escuchado esto que se ha dicho, estoy muy
contenta. Esto se debía decir así, en la cara a todos estos y
no lo dejes’. (En CEDIME, ed. 1993: 30-31; reproducido en
Pajuelo, 2007: 41).

Leónidas Iza (2005: 111), después presidente de CONAIE ,añade


otro matiz interpretativo clave:

Este fue el primer levantamiento… De ahí tuvimos como


ocho levantamientos. Pero una cosa es movilización y otra
cosa levantamiento. El levantamiento lo utilizamos como
una palabra sagrada, algo para el cambio, porque no po-
demos levantar cada año, ni cada mes. Lo hacemos en caso
de fuerza mayor.

A los pocos días, en junio 1990, se reunió en Quito la I Conferen-


cia Continental preparatoria del V Centenario, en la que se acuñó
y adoptó el lema alternativo “500 años de resistencia”. En abril
de 1992 la OPIP (Organización de Pueblos Indígenas de Pastaza)

133
Capítulo 3

inició la “Gran Marcha” de los pueblos amazónicos, a los que se


les juntaron otros muchos de la Sierra, reclamando la titulación
de sus territorios y de paso, una vez más, el Estado Plurinacional
(Whitten et al. 1997).
Era el preludio de las celebraciones/reclamos del 12 octubre
de 1992: “En ese año todos los anónimos, los que no existíamos,
los desconocidos, los despreciados, nos asomamos en las carre-
teras, en las ciudades, y dijimos: ¡Aquí estamos!” (Lluco 2005:
123). Andrés Guerrero subraya que, con esos eventos, la palabra
“levantamiento” ha quedado reacuñada. Ya no es ahora una
simple rebelión de hacienda sino una manifestación colectiva de
quienes han retomado consciencia de su identidad, con alcances
nacionales y fuertes resonancias simbólicas, como la ocupación
de espacios públicos.
Particularmente significativo fue el nuevo levantamiento de
junio 1994, cuando el gobierno de derecha de Sixto Durán in-
tentó pasar una inconsulta Ley de Desarrollo Agropecuario que
favorecía a los terratenientes en menoscabo de las comunas y los
pequeños productores. La reacción indígena fue inmediata y en
junio del mismo año se produjo un levantamiento que paralizó al
país por diez días y obligó al gobierno a sentarse a dialogar con
una comisión, presidida por el indio de Saraguru Luís Macas y la
abogada indígena Nina Pacari. Simbólicamente, se reunían en la
sala de banquetes del palacio presidencial. Ganaron. La ley tuvo
que cambiarse.
Todo ello ocurría en un momento de desgaste de otros movimien-
tos sociales, con la aplicación de medidas económicas de “ajuste
estructural”, de modo que los indígenas empezaron a convertirse en
los catalizadores de todo el descontento popular, indígena o no.

El partido Pachakutik

Como vimos, ya desde su creación en 1986 la CONAIE propuso


un nuevo tipo de Estado en su proyecto de Ley de Nacionalidades.
Pero a partir de su Congreso de 1993 este sueño se concretó en un
proyecto político para la construcción del Estado plurinacional
(Lluco 2005: 124).

134
Ecuador

Implementar aquella decisión no fue tan fácil. A principio de


los años 90 había al interior de la CONAIE un fuerte debate sobre
si debía optarse por esa vía o más bien rechazar toda mezcla con
esos mecanismos estatales, favoreciendo más bien otra alternativa
con lo que entonces se llamaron “parlamentos indígenas popu-
lares”41. Al calor del ambiente de los 500 años, en 1992 se adoptó
esta última línea. Pero en el Congreso de la CONAIE 1993 se optó
definitivamente por la otra y se fijó incluso una estrategia política
de largo plazo: la toma de los poderes locales vía democrática en
zonas donde eran mayoría o minorías significativas, para después
lograr la toma del poder nacional. Al nivel táctico significaba com-
binar la tradicional “desobediencia civil”, o sea, movilizaciones
y levantamientos sociales, con la nueva línea de lo que llamaron
“obediencia civil”, es decir, participación en procesos electorales.
A ello, en 1994 se añadió el “Proyecto político de la CONAIE”
que pronto sería presentado al Congreso, sin éxito, pero sirvió
después mucho para establecer las principales líneas del Partido.
Este documento sigue siendo hasta hoy una especie de Biblia para
CONAIE (Guerrero y Ospina 2003: 182-190, García; 2006: 221).
Así nació, en 1995, el partido Pachakutik, un nombre con
amplias resonancias en el pasado y presente andino, utilizado
también en los otros dos países42. En rigor el nombre completo
del partido es “Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik
- Nuevo País” [MUPP-NP]. Su componente “Unidad Plurinacio-
nal” proviene obviamente de la CONAIE; lo de “Pachakutik”
–sorpresa– lo propuso la Amazonía, que históricamente nunca
había aceptado a los Incas; y lo de “Nuevo País”, viene de un
grupo urbano de Cuenca que se les juntó: era la evidencia de que
desde un principio este partido, nacido de la organización indí-
gena, se diseñó abierto a otros sectores sociales que compartieran
su línea. Hay que resaltar, con todo, que este nuevo instrumento
político nunca gustó ser caracterizado como “partido” y de hecho

41 Por la misma época, también en Bolivia se hablaba del “parlamento indígena” (ver
2.4 fin).
42 Ver 2.6 nota 12, sobre este nombre.

135
Capítulo 3

poco se preocupó de su formalización legal como tal; prefería ser


considerado “movimiento”, lo cual era posible desde los cambios
constitucionales de 1979 (Maldonado 2006: 34; Guerrero y Ospina
(2003: 195-197).
Pachakutik se presentó por primera vez en las elecciones de
1996 con el popular periodista Ehlers y en ese debut ya consiguió
8 diputados sobre 82. Varios de ellos eran primeras figuras de la
CONAIE, como Luís Macas, Miguel Lluco y Nina Pacari. En la
elección de diputados de 1998, sin esa alianza, logró 7. Además,
en 1996 ganó 11 municipios, incluida la ciudad de Cuenca. En
Guamote (Chimborazo) ya se había logrado un primer indígena
alcalde –Mariano Curicama– en 1992, antes de que existiera el par-
tido propio, y éste fue reelegido dos veces más como Pachakutik
hasta que últimamente ha sido elegido prefecto de todo Chimbo-
razo. Impresionante es también la reelección y gestión reiterada
en Cotacachi del quichua Auki Tikuaña, un economista formado
en Cuba y cuñado de Nina Pacari. La apertura de las leyes a la
participación popular en gobiernos locales, iniciada en 1979, junto
con la existencia de un partido propio con una clara estrategia,
iban dando sus efectos.
Estos logros políticos tenían sin embargo su propio costo al
nivel interno de la CONAIE. Debido a la entrada de sus prin-
cipales líderes al Parlamento, se hacía necesario buscar buenos
reemplazantes en el seno de la propia organización. No fue fá-
cil. En su congreso y elecciones internas de 1997 hubo grandes
tensiones y al final, como una solución “in extremis” (Guerrero
y Ospina), se eligió a Antonio Vargas, un quichua amazónico de
Puyo, dirigente de la OPIP que en 1992 ya había liderado la gran
marcha hasta Quito.
Pero el mayor desafío de la CONAIE y su flamante partido
Pachakutik fue su participación en la Asamblea Constituyente
de 1998. Ecuador es quizás el país que más veces a cambiado de
Constitución. Y, después de la destitución del popular pero impre-
decible presidente Bucaram, por incompetencia (“demencia” dijo
el texto oficial), en 1997, el presidente interino Alarcón convocó la
19ª Asamblea Constituyente.

136
Ecuador

3.5. La Constitución Política de 1998

La coyuntura política dentro de la que se convocó a la nueva


Constituyente no era muy favorable para los pueblos indígenas,
pues lo más probable era que en la elección de constituyentes
ganara la derecha, como de hecho ganó, consiguiendo la mayoría
absoluta de los constituyentes. Sin embargo, es notable lo que logró
en ella a pesar de esa correlación desfavorable de fuerzas.
La CONAIE/Pachakutik logró que se eligiera de sus filas al
10% del total de constituyentes, un resultado nada despreciable43.
Pero, más importante, todos ellos formaron un cuerpo muy uni-
do y llegaban con la ventaja de haber preparado ya propuestas
coherentes desde antes.

El proceso y sus resultados

Antes de que los constituyentes iniciaran su labor, la CONAIE,


experta ya en movilizar a su gente, decidió “impulsar una Asamblea
Nacional Constituyente Alternativa de la población” bajo el lema
“todas las voces a la Constituyente”. Organizaron entonces una
“caminata por el Estado plurinacional” que recorrió todas las pro-
vincias del corredor andino desde el extremo sur y el extremo norte
confluyendo todos hacia Quito. En cada lugar instalaban sesiones
–una especie de mini parlamentos populares– con la población,
indígena o no, para ir formulando las bases fundamentales de una
propuesta surgida del pueblo. Una vez en Quito, conformaron
comisiones de síntesis que en tres meses concluyeron una “Cons-
titución del pueblo”, que fue la propuesta presentada y discutida
por Pachakutik al interior de la Asamblea Constituyente.
Con relación a los resultados logrados y promulgados el 5 de
junio de 1998, el más significativo es la larga sección (art. 83-84)
dedicada a los “derechos colectivos de los pueblos indígenas y
negros o afroecuatorianos”. Fue la primera Constitución en que

43 Yashar (2005: 301). La síntesis que sigue se basa sobre todo en el relato de Nina Pacari
(2005) para talleres de preparación de la Constituyente de Bolivia 2006.

137
Capítulo 3

esos derechos se trataron con tanto detalle y bajo su caracteriza-


ción como “colectivos” –tanto para indígenas como para negros– ,
adelantándose así casi una década al enfoque que en 2007 adoptará
también la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos
de los Pueblos Indígenas. Los 15 derechos aprobados en esta
sección no son, con todo, demasiado novedosos con relación a lo
establecido ya en el Convenio 169 de la OIT que, por presión de
los pueblos indígenas, fue finalmente ratificado por el Ecuador
recién aquel mismo año.
Resaltemos el derecho 14: “Participar, mediante representantes,
en los organismos oficiales que determine la ley”, derecho al que
pronto se buscaría dar curso. Como complemento, en el art. 97
sobre los deberes y responsabilidades de todos los ciudadanos
se incluye: “propugnar la unidad en la diversidad y la relación
intercultural” (párr. 12) y, como colofón, el código incaico “ama
quilla, ama llulla, ama shua. No ser ocioso, no mentir, no robar” (párr.
20).” Es el primer fragmento constitucional en quichua.
El art. 1° de la nueva Constitución añade además que las
lenguas “quichua, shuar y los demás idiomas ancestrales son de
uso oficial para los pueblos indígenas, en los términos que fija la
ley”.
No se logró incorporar en el capítulo de derechos colectivos el
derecho a territorios propios sino sólo a la propiedad de la tierra
y al uso, usufructo, administración y conservación –pero no, la
propiedad– de los recursos renovables que se hallen en sus “tie-
rras”. Sin embargo, el tema sí se introdujo al hablar de la organi-
zación territorial del Estado: “Habrá circunscripciones territoriales
indígenas y afroecuatorianas que serán establecidas por la ley”:
una Constitución audaz pero una ley que hasta ahora seguimos
esperando (cf. García 2006: 220).
En el tema tan reflexionado, querido y anhelado por las organi-
zaciones indígenas de ser reconocidos como nacionalidades, el art.
1 se quedó muy corto, limitándose a incorporar, por fin, lo que a
esas alturas ya estaba en muchas constituciones latinoamericanas:
que el Estado Ecuatoriano también se autodefinía como “pluri-
cultural y multiétnico”. Lo realmente nuevo y lo más esperado
aparece sólo de manera tímida e indirecta en el primer artículo de

138
Ecuador

la misma sección sobre los derechos colectivos, al anunciar que


sus beneficiarios son “los pueblos indígenas, que se autodefinen
como nacionalidades de raíces ancestrales”. Era siquiera una
primera cuña44.
Al comparar todos esos logros con los de las demás constitu-
ciones latinoamericanas, Barié (2003: 549, 553) da el puntaje más
alto [hasta 2003] a ésta del Ecuador y comenta:

La Carta Fundamental del Ecuador exhibe en cuestiones


indígenas (y sociales) una ingeniería constitucional de gran
envergadura. La presencia de un movimiento indígena con
una fuerte capacidad de convocatoria y discusión se ‘asoma’
por todos lados en este texto. En relación con la amplitud y
precisión de conceptos este documento es sin duda el más
avanzado en América Latina, aunque una primera evalua-
ción sobre su funcionamiento deja muchas incógnitas.

Las incógnitas de Barié eran sin dudas fundadas. Transcurridos


los años se evidencia que mucho no se ha cumplido. Pero sí algo.
Me fijaré sólo en los primeros avances, desafíos y problemas para
aplicar el derecho 14, arriba citado: “Participar, mediante repre-
sentantes, en los organismos oficiales que determine la ley”.

Participación indígena en instituciones estatales

Como vimos, la primera instancia con participación oficial


indígena era la DINEIB, fundada recién en 1988 para educación
intercultural indígena, pensada como una instancia educativa
especial para indígenas. Pero la situación había empezado a cam-
biar incluso antes de la Constituyente. El presidente Durán creó,
al iniciar su período en 1992, la Secretaría Nacional de Asuntos
Indígenas y Minorías Étnicas [SENAIM], con pocos recursos
y dirigida por Felipe Duchicela, un presunto descendiente de

44 La cuña ya ha ido abriendo un boquete. Por ejemplo, en la Ley Orgánica de Institucio-


nes Públicas de los Pueblos Indígenas (agosto 2007), el término ya se usa de manera
directa al hacer una referencia al titulo de esta sección como “De las nacionalidades y
pueblos indígenas y negros o afroecuatorianos” [énfasis mío]

139
Capítulo 3

Atawallpa que no tenía ninguna representatividad de los pueblos


indígenas actuales.
El siguiente paso lo había dado el defenestrado gobierno de
Bucaram, que en 1996 creó un fugaz Ministerio de Asuntos Étnicos,
en reemplazo de esa Secretaría Nacional de Asuntos Indígenas, y
nombró ministro a un indígena amazónico que hasta entonces se
desempeñaba como vicepresidente de la CONAIE; pero lo hizo a
dedo, sin una consulta orgánica a las organizaciones indígenas,
por lo que éstas enseguida se opusieron. La pelota pasó pronto al
presidente interino Alarcón y con él, acordaron eliminar el Minis-
terio y crear más bien el CONPLADEIN (Consejo de Planificación
y Desarrollo de los Pueblos Indígenas y Negros), constituido con
representantes de las organizaciones; y, de hecho, Nina Pacari
fue nombrada su secretaria técnica, un año antes de ser elegida
constituyente.
En realidad, como dicen Guerrero y Ospina (2003: 187-188)
fue “una estación de tránsito” para facilitar la implementación
de un proyecto gigante del Banco Mundial y FIDA, que efecti-
vamente se aprobó en 1998, el mismo año de la Constituyente.
Se trata del llamado PRODEPINE (Proyecto de Desarrollo de los
Pueblos Indígenas y Negros), por un monto total de 50 millones
de dólares45, que ya se estaba gestando desde varios años atrás
con “un grado insólito de participación indígena”. Esta elabora-
ción incluyó –según el Banco– un Comité en que participaron,
además de personal gubernamental, la CONAIE, FENOCIN,
FEI, FEINE y otras organizaciones negras y de “campesinos
libres”, insistiendo todos ellos en que “la autogestión” debía
ser “la piedra clave del proyecto” y, de hecho, en su ejecución
se privilegió como instancias ejecutoras a las organizaciones
de segundo grado [OSG]. Para en Banco Mundial se trataba de
un programa piloto en su nueva línea de apoyo específico a los

45 El BIRF/BM puso 25 millones de dólares, FIDA 15 millones y los 10 restantes fueron


la contraparte del Gobierno del Ecuador. Cubrió 19 de las 22 provincias y 434 de las
790 parroquias del país atendiendo una población estimada de 94.000 afroecuatorianos
y 1,346.000 indígenas; estos últimos bastantes más que los 680.586 autoidentificados
como tales según la metodología de Censo 2001.

140
Ecuador

pueblos indígenas y afrodescendientes. PRODEPINE, que fue


finalmente inaugurado en Quito en noviembre de 1998, seguirá
marcando el caminar de la nuevas instituciones indígenas/es-
tatales dando mucho de qué hablar, ambicionar y lamentar
(Griffiths 2000; Bretón 2005).
En 19 de mayo de este mismo 1998 –apenas dos semanas antes
de que se promulgara la nueva Constitución– la Ley 83 dispuso
que, en reemplazo de SENAIM y CONPLADEIN, se creara el
CODENPE (Consejo de Desarrollo de las Nacionalidades y Pue-
blos del Ecuador), adscrito directamente a la Presidencia de la
República, mandato que se implementó finalmente mediante un
decreto de diciembre del mismo año. Este será desde entonces
la principal bisagra entre el Estado (incluido su proyecto estrella
PRODEPINE) y las organizaciones indígenas y negras. Su primer
secretario general fue Luís Maldonado, entonces asesor político de
la CONAIE y miembro de la Asamblea Constituyente. En 1999 se le
añadió la Dirección Nacional de Salud Indígena y posteriormente
algunas otras instancias más específicas.
No corresponde entrar aquí en el funcionamiento interno de
todas ellas. Pero sí señalaré los cambios que esta nuevo contexto
institucional ha generado en la representatividad y participación
de diversas organizaciones para acceder al bien dotado fondo
financiero de PRODEPINE, así como los refinamientos teóricos
y prácticos del concepto de las “nacionalidades” y “pueblos” a
partir de que tanto PRODEPINE como CODENPE, basaron todo
su enfoque precisamente en esos conceptos, que años atrás habían
sido tan cuestionados por algunos politólogos.
Los afroecuatorianos pronto negociaron ser atendidos direc-
tamente, sin la mediación de CODENPE, creándose entonces
con este fin su propia instancia CODAE (Consejo de Desarrollo
Afroecuatoriano). En segundo lugar, hubo roces por parte de
FENOCIN por el rol central de representatividad que jugaba la
CONAIE. El enfoque de pueblos y nacionalidades por parte de
ésta, frente al enfoque más genérico de “campesinos” y entonces,
también “indígenas”, por parte de FENOCIN, empezaba a tener
efectos prácticos. El impasse se superó, por entonces, alegando
que se trataba sólo de un problema a nivel cupular, pues los des-

141
Capítulo 3

embolsos al nivel de organizaciones de base funcionaban bien,


cualquiera fuese su afiliación.
Ya a este nivel operativo, este mismo enfoque de la CONAIE,
adoptado también por CODENPE y PRODEPINE, generó otra
serie de reajustes prácticos. El primero y más importante fue la
necesidad de subdividir la inmensa “nacionalidad” quichua en
“pueblos”. Así se hizo desde el decreto fundacional de CODENPE,
que explicitó su apoyo a 14 “pueblos”, quichuas. Algunos eran
bien identificados desde siempre, como las saraguru (de don-
de proviene Luís Macas) o los quichuas de la Amazonía. Pero
otros muchos optaron por recuperar nombres históricos, como
los Caranqui, un señorío étnico ya desaparecido. Apenas tres
años después, la lista ya se había ampliado a 18; por ejemplo,
los Quitu (en torno a la capital) se subdividieron entre Kitu y
[Kitu]kara, un grupo que ahora reclama su territorio en el área
de expansión de la ciudad hacia el este; o la nueva identificación
de las comunas de Santa Elena en la Costa, presentados ahora
como nietos de los Manta-Huancavilcas46. Algo semejante ha
ocurrido también con las “nacionalidades” que, con la creación
de CODENPE , pasaron de 8 a 13, quedando finalmente 12.
¡Es todo un proceso de etnogénesis que combina las legítimas
reconstrucciones de identidades con temas tan pragmáticos
como el acceso a fondos del Banco Mundial! (ver Guerrero y
Ospina 2003: 184-190).
A todos ellos cabía añadir el “pueblo” (¿o “nacionalidad”,
aunque no precolonial?) negro o afroecuatoriano. Este pueblo, de
hecho, en los primeros tiempos de la CONAIE, se le acercó pero
no se encontró allí debidamente acogido, lo que fue aprovechado
por la FENOC-I que ya trabajaba con ellos. Como resultado, en
1997 esta organización decidió añadir una N en su sigla y desde
entonces se denomina FENOCIN, la Federación Nacional de
Organizaciones Campesinas Indígenas y Negras. Por lo mismo,
se considera a sí misma como la organización más abierta e inter-

46 Últimamente también se ha empezado a hablar del “pueblo montubio”, nombre propio


de un importante grupo tradicional en la Costa.

142
Ecuador

cultural y la que mejor fomenta la unidad campesina, indígena y


negra en el país47.

3.6. La agridulce experiencia del poder

Si la década del 90 fue un proceso de creciente ascenso, la


primera del 2000 está marcada por flujos y contraflujos, a partir
de los primeros intentos de pasar de una política de influencia a
la de llegar al poder (Zamosc 2005). Pablo Dávalos (2006), un no
indígena que por muchos años ha estado muy ligado al partido
Pachakutik, lo sintetiza con la frase “Ganamos pero perdimos”.

La insurrección de 2000 contra Mahuad

En mayo de 1998, un mes antes de promulgarse la Constituyen-


te, hubo elecciones presidenciales que ganó el demócrata cristiano
Jamil Mahuad, rodeado con la aureola de haber sido un buen alcal-
de de Quito. Pachakutik se presentó de nuevo con Ehlers logrando
juntos el 5° lugar con un 14,3% de los votos. Había buenas razones
para pensar que se podía avanzar: la ratificación del Convenio 169
de la OIT, una nueva Constitución que incluía avances significati-
vos para los indígenas, un CODENPE y el proyecto PRODEPINE
en el Ejecutivo. Pero no fue así. Una Constitución raya la cancha
pero después los resultados dependen de cómo se desempeñen en
ella los jugadores. Y los acontecimientos de los siguientes meses

47 Los afroecuatorianos formaban un movimiento disperso. Los de la Costa estuvieron


articulados sobre todo a partidos populistas. Se visibilizaron más en la agenda pública
través del fondo PRODEPINE del Banco Mundial [cuya -NE significa negros], creado
en 1997, para el que se articularon en la Corporación de Desarrollo de los Agro Ecu-
atorianos [CODAE]. A fines de los 90 se aliaron con el Partido Marxista Leninista y
lograron el control de la Alcaldía de Esmeraldas. Posteriormente, pese a no tener
representación parlamentaria, han logrado la promulgación de un Ley Orgánica de
Pueblos Afroecuatorianos, cosa que no logró el movimiento indígena. Tienen también
una propuesta de reconstitución de los palenques (comunidades formadas por esclavos
escapados o emancipados) como espacios territoriales de soporte sociocultural, pero
no se ha avanzado en su aplicación. En la Asamblea Constituyente de 2007 tienen dos
representantes por primera vez en la historia, ambos de izquierda. La mayoría de los
afroecuatorianos ya viven en ciudades pero éstos no están bien organizados (Entrevista
con Luís Maldonado, octubre 2007).

143
Capítulo 3

y años demostraron que la gente poco se interesaba en las rayas


de la cancha ni los jugadores eran buenos.
En apenas un año y medio el nuevo presidente, que pretendía
seguir el modelo neoliberal de la época, sumió al país en una fuerte
crisis económica por razones que aquí no vienen al caso: muchos
bancos quebraron, pese a los recursos estatales que Mahuad les
transfirió; el sucre, todavía moneda del país, se devaluó a un quinto
de su valor en menos de un año; y, al fin, el 9 de enero del 2000,
Mahuad adoptó el dólar como moneda nacional, para frenar la
inflación pero con un fuerte costo social.
Dos días después empezó la compleja cadena de acontecimientos
que acabó con la renuncia de Mahuad48. La CONAIE y el Ejército
jugaron en ello un papel protagónico. En los meses anteriores la
CONAIE, bajo la batuta del quichua amazónico Antonio Vargas,
reelegido presidente de la CONAIE unos meses antes, había pues-
to en marcha un proceso semejante al que tanto éxito les había
reportado en vísperas de la Constituyente y se empezó a preparar
lo que esta vez se llamó el “Parlamento de los Pueblos”. Era un
mecanismo ya en boga dentro de la CONAIE desde principios de
los años 90 y que ahora se inspiraba más directamente en lo que ya
en 1997 Mariano Curicama, el primer alcalde indígena, había puesto
en marcha en Guamote (Almeida et al. 2005: 113-115). Para ello se
realizaron hasta 21 parlamentos provinciales y el 11 de diciembre,
se instaló por primera vez como parlamento ya nacional en Quito,
apenas dos días después de la dolarización.
¿En qué consistían estos parlamentos de los pueblos? Así los
describe el boletín Rikcharishun de la CONAIE (n° 1, marzo 2000):

Nació espontáneamente en Guamote –un cantón indíge-


na muy combativo– y la CONAIE y la CMS propusieron
instalarlo nacionalmente. El Parlamento está compuesto
por delegados electos en los barrios, comunas, etc. En las
ciudades se eligen delegados a los Parlamentos Provin-

48 La caída de Mahuad y sus actores ha sido ya objeto de por lo menos 20 libros y otros
muchos análisis. La presente síntesis se basa sobre todo en Pajuelo (2007: 33-34) y el
análisis de Guerrero y Ospina (2003: 223-242) más prensa de la época y entrevistas con
Luís Macas y otros.

144
Ecuador

ciales, que, a su vez, eligen sus delegados al Parlamento


Nacional. Prácticamente la mitad del Parlamento en los
cantones y Provincias está compuesto por representantes
del campo (indígenas y no indígenas) y la mitad por los sec-
tores urbanos. Los delegados tienen mandatos revocables,
cualquiera puede ser destituido en cualquier momento por
la base. Sólo los delegados votan, pero las organizaciones
del movimiento pueden participar de las discusiones. En la
ciudad de Guamote el Parlamento es un poder permanente
del pueblo. Destituyó al alcalde y delegados cuando estos
no siguieron sus determinaciones. El Parlamento decide
todo en el Cantón: el destino del 100% del presupuesto,
dónde y cuándo construir obras, organiza la utilización de
los tractores en las comunas indígenas, etc. El Parlamento
allá manda en la Cámara, etc. (instituciones que decidieron
respetarlo, para no ser destituidas en dos o tres días).”

Algunos han comparado estos parlamentos con los soviets. Es


probable que hubiera esta influencia sobre todo en sus aliados
urbanos de la Coordinadora de Movimientos Sociales [CMS],
que agrupaba a grupos urbanos cercanos al ala más radical de
Pachakutik tanto en Quito como en otras provincias. Pero no
tanto en la dirigencia indígena, de tradición más asambleísta co-
munal y que ya desde principios de los años 90 (cuando aún no
existía su partido Pachakutik) realizaba ese tipo de “parlamentos
populares”. Pero ahora este Parlamento de los Pueblos ya estaba
funcionando en la ciudad de Quito, efectivamente, con apoyo de
la CMS. Volvamos allá.
Desde el 11 de enero el Parlamento Nacional de los Pueblos del
Ecuador estaba en sesión en el auditorio de la Escuela Politécnica
Nacional de Quito y desde entonces éste habría dirigido el proceso
insurreccional “en sesión permanente con 146 delegados electos”,
junto con sus aliados urbanos de los movimientos sociales. Fue
entonces cuando este Parlamento alternativo aprobó el “manda-
to” de exigir la salida de los tres poderes del Estado: Legislativo,
Judicial y Ejecutivo.
A partir de la noche del domingo 16 de enero fueron llegando
a Quito más y más indígenas de modo que el jueves ya eran va-

145
rios miles, que seguían forcejeando con el ejercito y policía que
resguardaban la plaza principal, en torno a la que se asientan los
tres poderes. El viernes 21 cientos de ellos lograron penetrar hasta
la plaza, con la ayuda de militares rebeldes, comandados por el
general Carlos Moncayo49 y el coronel Lucio Gutiérrez. Este último,
de Tena en la Amazonía y ex edecán de Bucaram y Alarcón, era
entonces aún poco conocido pero representaba a un grupo signi-
ficativo de la oficialidad joven. Se instalaron en el Congreso y en
el hemiciclo abrieron una nueva sesión de su Parlamento Nacio-
nal de los Pueblos del Ecuador para desconocer los tres poderes,
suprimir la desdolarización, y nombrar una “Junta de Salvación
Nacional”. En efecto, por la tarde el jefe del Comando Conjunto de
las Fuerzas Armadas, general Carlos Mendoza, pidió la renuncia
de Mahuad, a la que éste se opuso hasta que dos horas después
los militares tomaron el Palacio mientras él salía del país.
Hacia las 8 p.m. la “Junta de Salvación”, constituida por el
coronel Gutiérrez de la mano del indígena Antonio Vargas y
Carlos Solórzano, ex presidente de la Corte Suprema, se trasladó
solemnemente desde el Congreso hasta el Palacio de Gobierno
acompañada y vitoreada por una multitud. Al llegar al frontis del
Palacio, saludaron a las masas mientras Vargas, de la CONAIE,
agitaba la wiphala. Por primera vez, pero por una vía no electoral,
un indígena era co-presidente. Afuera, miles de indígenas bailaban
felices: “¡finalmente se ha llegado a lo que queríamos!”
Sin embargo, una vez dentro del Palacio, la cúpula militar se
negó a aceptar a la Junta aclamada, protestando porque Gutiérrez,
como disciplinado militar, debería haberles pasado las riendas a
ellos. Al final, ya a la una de la madrugada del sábado 22, el ge-
neral Carlos Mendoza sustituía al coronel Lucio Gutiérrez en la
nueva “Junta de Gobierno” –formada ahora por Mendoza, Vargas

49 Hermano del ex general Paco Moncayo, de gran prestigio por haber comandado las
últimas operaciones en la frontera con Perú, antes del acuerdo con este país. En 1996
apoyó abiertamente la destitución de Bucaram. Retirado desde 1998 fue congresista
por Izquierda Democrática y en esos días de enero 2000 apoyó abiertamente a los
indígenas en sus movilizaciones. En las elecciones de mayo 2000 fue elegido alcalde
de Quito por amplio margen a igual que en el siguiente período.

146
Ecuador

y Solórzano– se tomaron de las manos y rezaron el Padrenuestro


como juramento.
Tampoco esta Junta duró, porque antes de amanecer Mendoza
ya había renunciado y los otros dos miembros fueron llamados al
Comando Conjunto, para una reunión sumamente tensa. Luego
de pedirles perdón, el Alto Mando les comunicó su decisión de
resguardar el orden constitucional y les dejaron ir. Gutiérrez y otros
militares rebeldes sí fueron detenidos y enviados a la cárcel50. A las
7,30 de la mañana del mismo sábado, el ex vicepresidente Gustavo
Noboa juraba como presidente constitucional. Su gobierno prose-
guirá el estilo neoliberal pretendido por su predecesor.
La prensa escrita del sábado informaba todavía del triunvirato.
La televisión, en cambio, ya trasmitía el juramento de Noboa y
mostraba también a los indígenas escapando de Quito, muchos
llorando y denunciando ante las cámaras que habían sido trai-
cionados por Mendoza y el Alto Mando. El n° 1 de Rikcharishun
(órgano de ECUARUNARI), salido en marzo de aquel año, relata
que la misma madrugada del 22 la dirigencia indígena explicó a la
multitud lo sucedido con el Alto Mando y todos decidieron retor-
nar a sus tierras mientras “los músicos nuevamente acompañan
el retorno”. No ofrece una imagen de derrota.
Queda la pregunta de si la alianza inicial entre indígenas y
militares venía ya desde antes. Bastantes pistas hacen pensar
que sí, al menos con Lucio Gutiérrez, más allá del hecho de ser
también amazónico, como Vargas. Según se averiguó después, los
militares habían quedado muy preocupados tras el levantamiento
indígena de 1990 y encargaron a Gutiérrez, que estaba en el grupo
de inteligencia militar, que averiguara más. De esta forma, en los
siguientes años se acercó a los indígenas en bastantes ocasiones,
apoyó obras de cooperación del ejército, les hizo favores, etc.
También en esa ocasión, en Quito, los indígenas recibieron de los
militares apoyo logístico como carpas. Jorge León (2005: 26) llega

50 Ver Guerrero y Ospina (2003: 223-242) para un mayor análisis de los aún no aclara-
dos intríngulis políticos e improvisaciones de los diversos actores hasta el resultado
final.

147
Capítulo 3

a decir que “los militares azuzaron y apoyaron a los indígenas


para que llegaran a Quito de modo masivo”.
Cierto o magnificado en uno u otro sentido, es evidente que
esta toma momentánea, masiva pero pacífica del poder, estuvo
cargada de simbolismos que crearon gran ilusión a los indíge-
nas, no muy cuestionados por el hecho de que no se hubieran
seguido los procedimientos legales, dada la irritación general
de todos. La misma “toma de la ciudad” siempre ha tenido
un gran valor simbólico para el movimiento, de una forma
no tan distinta de lo que, para los aymaras bolivianos, es la
reiteración simbólica del cerco de La Paz, desde los tiempos
de Tupaj Katari.
Pasados los días, las bases debían sentir algo parecido porque
en las elecciones municipales y provinciales de mayo 2000 el Pa-
chakutik logró su mejores resultados, con 31 municipios (sobre
215) e incluso 5 prefecturas (sobre 22), sumando sus éxitos directos
o en alianza; y al nivel más rural, 480 de un total de 783 juntas
parroquiales, que equivalen a municipios menores. El lema de
combinar la obediencia y desobediencia civil parece que le daba
dividendos.

Un nuevo actor: la FEINE

En estas elecciones municipales apareció también, por primera


vez, un segundo partido indígena: el Amauta Jatari [= el sabio se
levanta]. Estaba ligado a la FEINE, que desde años atrás agrupaba
a todas las iglesias y organizaciones evangélicas indígenas y pronto
dará mucho que hablar (Guamán 2006: 74). Al principio esta or-
ganización, a igual que las que le precedieron, se dedicaba a sólo
asuntos internos de sus iglesias, que consideraban inapropiado
entrar en este tipo de actividades. Pero desde 1990 se produjo un
mini-movimiento interno al interior de la organización:

Las bases estaban conscientes de los problemas sociales y


habían participado activamente en los levantamientos (1990
y 1994) y de hecho apoyaron a candidatos indígenas que
triunfaron en el proceso electoral, en tanto que la dirigencia

148
Ecuador

nacional local procuraba evitarlo al oponerse ciegamente.


La dirigencia no pudo procesar oportunamente los procesos
de las bases; más bien se empantanó en tratar de reformar
los estatutos. (Guamán 2006: 74).

La transformación del nombre de la organización refleja ya el


cambio de enfoque que al fin dieron también sus autoridades.
FEINE inicialmente significaba “Federación Ecuatoriana de
Indígenas Evangélicos”; pero entonces pasó a ser “Consejo de
Pueblos y Organizaciones Indígenas Evangélicos del Ecuador”.
Es decir, en una referencia clara a la ideología prevalente, ahora
ya no se consideraba que su base fueran individuos ni sus igle-
sias sino pueblos y organizaciones que a la vez fueran indígenas
y evangélicas. No se animaron a pensar que hubiera una na-
cionalidad evangélica; pero pueblos evangélicos, si. El nuevo
presidente de FEINE, Marco Murillo decía explícitamente en
1999: “A medida que crecíamos supimos que debíamos entrar
en la política… Todo cambia, nosotros también” (en Lucero y
García 2006: 39-43).
Un momento importante de esta inflexión en la FEINE fue
su participación en todas las negociaciones previas con el Banco
Mundial hasta la puesta en marcha de PRODEPINE, aunque
después no tuvo un rol de organización ejecutora para distribuir
sus fondos, como lo era la CONAIE. Dado que los destinatarios
finales eran comunidades y organizaciones productivas más que
creyentes de tal o cual color, tal decisión era explicable, por mu-
cho que la FEINE hablara de “pueblos evangélicos”. Pero en el
fondo ya habían entrado así en una lucha por el poder, ahí donde
estaban los recursos. La pugna era para lograr mayor presencia
en las decisiones de aquel organismo y de su contraparte estatal,
CODENPE, lo que provocó una de sus primeras movilizaciones,
poco después del levantamiento contra Mahuad:

La toma de CODENPE constituyó la expresión máxima de


la lucha de las organizaciones indígenas por los puestos
burocráticos como espacio de poder político; FEINE y las
demás organizaciones indígenas habían sido excluidas por
la CONAIE del reparto de puestos y por ende de la cana-

149
Capítulo 3

lización de recursos financieros a sus miembros de base.


(Guamán 2006: 77-78).

Coincidente con esta movida fue la creación de su brazo político


Amauta Jatari, de lo que ya hablaban desde 1996 y que hizo su
primer lanzamiento electoral en mayo el mismo 2000, de momento
sólo en su plaza fuerte de Chimborazo.

El clímax de enero 2001

Volviendo al nivel nacional, no había tanta diferencia entre el


estilo de Mahuad y el de su ex vicepresidente y sucesor Noboa, por
lo que el descontento popular seguía. Muy pronto reconfirmó el
dólar como moneda y dictó la Ley de Transformación Económica
del Ecuador (conocida por la variedad de temas que incluye como
la “Ley Trole[bus]”) en sus versiones I y II, que buscaba profun-
dizar el modelo neoliberal. Ante ello en septiembre la CONAIE
junto con la CMS convocó a un nuevo levantamiento, que fue
un fracaso, al que se añadió un escándalo por irregularidades
detectadas en su recogida de firmas para un referéndum sobre la
dolarización y posible revocación de mandato. Todo ello provocó
una crisis interna de la que parecía difícil recuperarse (Guerrero
y Ospina 2003: 235).
Sin embargo a los pocos meses, no sin sorpresa, convocó con
éxito total un nuevo levantamiento general, considerado por algu-
nos como el mayor de los anteriormente realizados, y que paralizó
a buena parte del país del 26 de enero al 7 de febrero de 2001. La
chispa esta vez fue una subida del precio de la gasolina, el diesel y
el gas. La movilización fue liderada de nuevo por Antonio Vargas,
que seguía siendo presidente la CONAIE.
El levantamiento del 2000 había sido, por su crítica radical al
Estado, un salto cualitativo con relación a las demandas más sec-
toriales de los anteriores (Pablo Dávalos). Pero se quedó en una
victoria pírrica de unas horas, que no logró cambiar nada. Este,
de exactamente un año después, tuvo otras dos características que
hacían más práctico el ascenso político del movimiento indígena:
aglutinó a todas las fuerzas y organizaciones como nunca antes y

150
Ecuador

sus demandas, en parte logradas, fueron para todo el país, como


resalta su lema: “Nada sólo para los indios” 51. Este lema iba mucho
más allá de ese otro más común en otros lugares como “nunca más
un país sin los indios”. Era otra manera de expresar la vocación
del movimiento de llegar a ser poder en el Estado.
Con relación a la fuerza aglutinadora del levantamiento, como
dice Luís Macas, esta vez la pensaron e implementaron juntos los
presidentes de la CONAIE, FENOCIN, la FEI y también de otras
con las que antes había menos contacto, como la FEINE –que fue
después la primera en poner en marcha las movilizaciones de
Chimborazo, incluyendo la toma de la catedral– y otras de sólo
campesinos como la FENACLE (Federación Nacional de Trabajado-
res Agroindustriales, Campesinos e Indígenas Libres del Ecuador),
vinculada con la CEOSLC, del “sindicalismo libre” que fomentan
los Estados Unidos y controla desde hace años este sector laboral en
la Costa. Se les juntó también la que Macas llama “la organización
campesina más grande del país”: la CONFEUNASSC-CNC” (Con-
federación Nacional del Seguro Social Campesino - Coordinadora
Nacional Campesina), especialmente fuerte en aquellas provincias
cuyos trabajadores rurales no son indígenas; fundada en 1990, ya
participó en el primer levantamiento de 1990 y formó parte de
Pachakutik desde sus orígenes. Ricardo Ulcuango (en Acosta et
al. 2001: 15), vicepresidente de la CONAIE, concluía: “tuvimos la
unidad de todas las organizaciones sin excepción alguna... No se
apareció ni la religión ni los partidos sino todos nos unimos para
un objetivo común”.
El movimiento indígena mostró así no sólo su liderazgo, sobre
todo en el sector rural, sino también –como en 1994– su ulterior
capacidad de negociación con el gobierno. Pero se dio entonces,
ya desde un principio, una paradoja entre aquel lema inicial de
reclamar y buscar soluciones también para los no indios, y la forma

51 Baso esta síntesis sobre todo en el libro colectivo Nada sólo para indios. El levantamiento
indígena del 2001: análisis, crónicas y documentos. (Acosta et al. 2001). Guamán (2006:
cap. 4) añade datos de la participación de la FEINE. Sobre el cerco y convivencia en
la Universidad Salesiana, ver El grito del Arco Iris (UPS 2002). Para el análisis, recurro
de nuevo a Guerrero y Ospina (2003: 239-247).

151
Capítulo 3

en que la CMS y el Frente Popular, que catalizaban a las organiza-


ciones urbanas quedaron ausentes. Fue una decisión deliberada
de la CONAIE después del fracaso de septiembre, en el que “se
les reclamó el subirse sobre la protesta indígena sin contribuir
significativamente a la misma”. Se enfatizó en cambio coordinar
con todas las organizaciones agrarias (Chiriboga 2001: 29).
Por otra parte, la reacción gubernamental fue mucho más dura,
por presión de los sectores gubernamentales de la Costa, donde
está más desarrollado el capitalismo agrario. Sin duda, querían
evitar un final como el de Mahuad. En Quito todo empezó, como
siempre, con una marcha pacífica de miles de indígenas y otros
sectores populares hacia el Parlamento Nacional. Pero esta vez
fueron violentamente reprimidos con varios heridos y detenidos,
entre ellos Antonio Vargas. El liderazgo quedó entonces interi-
namente en manos de Eduardo Ulcuango, descendiente de los
viejos líderes de la FEI en Cayambe, presidente de ECUARUNARI
entre 1996 y 1999 y, durante ese levantamiento, vicepresidente de
la CONAIE. Paradójicamente, era además uno de los principales
representantes de una línea menos dura, contrapuesta a la que
entonces tenía Vargas. Quizás por eso grupos radicales como la
CMS quedaron fuera.
En Quito, pese al permiso municipal (Paco Moncayo ya era
alcalde), las fuerzas del orden prohibieron a los 6.000 indígenas
acampar como otras veces en un Parque, por lo que tuvieron que
ir a la Universidad Politécnica Salesiana [UPS], que siempre los
acogió cordialmente. Allí permanecieron rodeados por la policía y
el ejército y supervisados desde helicópteros. Se les cortó incluso
el agua y los teléfonos. Allí mismo se les unió también por fin,
el viernes 5 por la tarde y en medio de vítores, el recién liberado
Antonio Vargas.
Ese bloqueo resultó una experiencia única de relación intensa
con los estudiantes, que rápidamente se solidarizaron con la cau-
sa, y una escuela de aprendizaje mutuo “entre ponchos, libros y
disputas políticas”. Lo fue también para los soldados rasos que
desde afuera los reprimían, pues unos y otros eran Condoris y
Quispes, venían de los mismos lugares, en sus casas también tenían
hambre y “aprehendieron que estando cerca de la Universidad,

152
Ecuador

aunque sea para cercarla, se aprende” (Dimitri Madrid, en UPS


2002: 101). En el resto de la Sierra y parte de la Amazonía, además
de otras movilizaciones, se bloquearon los principales caminos
del país, y las fuerzas del orden causaron siete muertos, decenas
de heridos de bala y cientos de detenidos. En varias ciudades se
cerraron los mercados y municipios en manos de Pachakutik con-
tribuyeron a los bloqueos, por ejemplo, con su maquinaria pesada
y con personal. En Ambato cortaron el agua de varios barrios para
que se restableciera el servicio a los que seguían cercados en la
Universidad.
Luego de un forcejeo de varios días, y una vez que los indígenas
flexibilizaron su demanda inicial de derogar todas las medidas
adoptadas por Noboa, se logró finalmente el tan reclamado diá-
logo directo con el Presidente y Vicepresidente, en el que partici-
paron unos 50 dirigentes nacionales y regionales. Dice Eduardo
Ulcuango:

Nuestra pelea era de poder a poder. Nosotros teníamos


el poder de movilización, poder con el pueblo. Claro, el
gobierno tenía el poder militar, poder económico, poder
político. Entonces nosotros vimos como fundamental
que las negociaciones deben ser de poder a poder. Si es a
nivel de presidentes, entre el presidente de la República y
nuestro presidente; si es a nivel de vicepresidentes, entre el
vicepresidente de la República y nuestro vicepresidente...
[Cuando así ocurrió] me sirvió para valorar mucho más la
fuerza, el poder que tiene el movimiento indígena. (Acosta
et al. 2001:17-18).

Al entrar a negociar en el salón de reuniones de Palacio, pidie-


ron un minuto de silencio todos de pie por los indígenas muertos
en esa movilización. En las mediaciones entre los dos bandos,
participaron representantes de las iglesias católica y evangélicas,
de Naciones Unidas, de las universidades, de derechos humanos
y apareció también un nuevo actor muy revelador: Auki Tikuaña,
el célebre alcalde quichua de Cotacachi que entonces era además
presidente en ejercicio de la Asociación de Municipalidades del
Ecuador: el movimiento de los “indios alzados” encontraba ahora,

153
Capítulo 3

como un excelente mediador, a otro indígena que había logrado


prominencia por la vía institucional del “indio permitido”. La
obediencia y la desobediencia civil se encontraban.
El acuerdo final de 23 puntos y 4 transitorias, si bien logró
bastante menos de lo que estaba en el pliego inicial, logró reducir
el costo popular del alza de precios y la revisión parcial de otras
medidas económicas, incluidas diversas medidas para otorgar
créditos y otros fondos a los pequeños y medianos productores y
para infraestructura sobre todo en los cantones y parroquias más
pobres y en la Amazonía. Se convino también brindar apoyo a
los migrantes dentro y fuera del país; no involucrar al país en el
Plan Colombia… y –para concretar los diversos puntos– estable-
cer diversas mesas de trabajo. La gran mayoría de los 23 puntos
aprobados eran de interés general; sólo 4 eran específicos para
los pueblos indígenas (García 2001: 34-35).Todo culminó con una
marcha por la ciudad de los 6.000 indígenas que estaban en la
Salesiana a la que se sumaron miles de distintos sectores.
En los dos años siguientes siguió habiendo movilizaciones de
protestas (incluida la primera en febrero, para poner en marcha
las acordadas mesas de trabajo) y también propuestas. La más sig-
nificativa, a partir del nuevo Congreso de la CONAIE en octubre
de 2001, fue la reestructuración de la organización, en línea con
lo que ya se había avanzado en la definición de “nacionalidades
y pueblos” con la CODENPE (ver infra). Es ya muy significativo
que ese su congreso regular se redefinió como el “I Congreso de
Pueblos y Nacionalidades del Ecuador” y, de hecho, una de sus
principales discusiones fue para precisar cómo transformar sus
organizaciones básicas en las nacionalidades y pueblos registra-
das en CODENPE, introduciendo ahí los ajustes que ya hemos
señalado más arriba52.
En la misma línea en noviembre de 2001 se presentó al Congre-
so, conjuntamente con CODENPE, el proyecto de Ley de Pueblos

52 La lista actualizada hasta 2002, más una breve información interactiva con fotos y mapa
de ubicación de la mayoría de estas nacionalidades y pueblos puede consultarse en
www.codenpe.gov.ec. Pero no he podido encontrar algo semejante en la página de la
CONAIE que, al parecer, no ha avanzado más en esta línea.

154
Ecuador

y Nacionalidades Indígenas que pretende cumplir el mandato de


la Constitución de 1998 para poder hacer operativa su figura de
“circunscripciones territoriales indígenas”. Lo más relevante del
mismo es el esfuerzo para precisar las atribuciones autonómicas
que se pretendía lograr con ella53, en línea con los derechos colec-
tivos reconocidos ya en aquella Constitución y, a la vez, lograr la
delimitación territorial de cada nacionalidad y pueblo. El proyecto
llegó a ser analizado preliminarmente en el Congreso en 2002 con
el título “Ley de ejercicio de los derechos colectivos de los pueblos
indígenas” pero no avanzó más, algo muy explicable dada la mala
correlación de fuerzas que ahí se tenía. Pero, para remachar el
clavo, el propio presidente Gustavo Noboa, a pocos días de dejar
el cargo envió un oficio al Congreso vetando rotundamente el pro-
yecto, arguyendo que en el Ecuador coexisten “grupos raciales” cu-
yas diferencias no justifican tratamientos desiguales en “aspectos
fundamentales que afectan al Estado”; dice que no deben hacerse
“discriminaciones ni privilegios” salvo los que estén consagrados
en la Constitución (sin fijarse en los derechos colectivos indígenas
de sus art. 83 y 84, objeto del proyecto) y reitera el consabido te-
mor de que sean estados dentro del estado unitario. Se supo que
quienes más presiones habían hecho contra el proyecto eran las
empresas forestales, petroleras y otras (Chávez 2003).

El anticlímax: alianza y rotura con Gutiérrez en 2003

Pero a medida que avanzaba el año 2002 la principal atención


del movimiento y de Pachakutik se había ido centrando cada vez
más en la contienda electoral para fines de año. Pachakutik había
contemplado las posibilidades de lanzarse por fin solo. Tras una
consulta interna al interior se vio que su candidato ideal era el
cada vez más popular Auki Tikuaña, que seguía dinamizando
el municipio de Cotacachi con gran imaginación y eficiencia y
además acababa de recibir el premio internacional Ciudades por
la Paz, de UNESCO.

53 Guerrero y Ospina (2003: 190-191) señalan las principales.

155
Capítulo 3

Pero no llegó a concretarse nada por otro conflicto interno.


Siendo todavía presidente de la CONAIE, Antonio Vargas estaba
también haciendo campaña por su cuenta para ser candidato pre-
sidencial, para lo que se alió con la FEINE y su partido Amauta
Jatari, que en 2002 había logrado su pleno reconocimiento como
partido nacional. Obviamente fue expulsado de la CONAIE y
ésta decidió no auspiciar ninguna candidatura indígena, con lo
que Tikuaña también quedaba descartado. A escasos 45 días para
definir candidatos, a Pachakutik/CONAIE no le quedaba más
opción que una alianza.
Tampoco la izquierda había logrado concretar un gran frente
de unidad, por lo que la Comisión Política del Pachakutik empe-
zó a sondear a los diversos posibles candidatos quedándose, tras
consulta a las provincias, con el militar rebelde Lucio Gutiérrez
y su flamante Partido Sociedad Patriótica. No resultaba tan sor-
prendente después de aquella vinculación tan cercana durante el
derroque de Mahuad. Tanto él como ellos eran quienes se sentían
“traicionados” por el cambio brusco que aquella vez dio el Alto
Mando. Mientras estuvo preso, “le iban a ver hartos a la cárcel, le
llevaban flores, comida, cartitas”. Al final lo habían amnistiado y
ahora recorría el país y el mundo con esa aureola de militar revo-
lucionario, al estilo de Chávez en Venezuela, y se presentó como
candidato con su Partido Sociedad Patriótica. Según Miguel Lluco
(2006: 127-130), que entonces era coordinador de Pachakutik,

Con él, luego de muchas conversaciones a lo largo de


mucho tiempo, acordamos una alianza bajo un programa
de lo que consideramos que se tenía que hacer en Ecuador
para promover el cambio. Nosotros pensábamos recuperar
la dignidad de los ecuatorianos y también la dignidad de
las instituciones; que las instituciones estén para el servicio
de la comunidad, de la gente... Lucio Gutiérrez dijo que sí,
quería luchar seriamente contra los malos hábitos de las
malas y malos ecuatorianos.

En su informe más formal (Lluco 2004: 23) reconoce, con todo,


que jamás se llegó a detallar de manera conjunta un verdadero
plan de gobierno.

156
Ecuador

El 20 de octubre 2002, las elecciones dieron a la alianza un éxito


incluso mayor del que esperaban. La duda era si lograrían ser se-
gundos y entrar en la segunda vuelta pero, a pesar de la dispersión
de votos, Lucio Gutiérrez obtuvo el primer puesto (20,4%, incluido
un arrollador 83% en la Amazonía) por encima del favorito de las
encuestas, el multimillonario bananero Álvaro Noboa (17,3%), que-
dando atrás otros de centro izquierda como León Roldós (15,5%) y
Rodrigo Borja (14,1%). Antonio Vargas, que había apostado a ir solo
con el partido evangélico Amauta Jatari, quedó el último con un
0,8%. En el Parlamento Unicameral de 100 miembros, Pachakutik
logró 11 diputados (de los que 6 eran indígenas), frente a sólo 7 del
Partido Sociedad Patriótica. Pero, paradójicamente, el derechista
partido demócrata cristiano, que quedó 5° con sólo un 12% de los
votos, logró 25 diputados, mucho más que cualquier otro54. Con
todo, ese voto por Gutiérrez y su aliado Pachakutik, a igual que
el que recibió Roldós, reflejaba ante todo el rechazo a los partidos
tradicionales (León 2005: 24-25, 38).
En el período preparatorio para la segunda vuelta, pese a que
se firmó un documento en que Gutiérrez ratificaba su compromiso
democrático hacia un nuevo modelo económico y un estado pluri-
nacional, ya empezó cierto distanciamiento, por los contactos que
fue haciendo con algunos partidos de derecha, grupos financieros
de la Costa y la Embajada de Estados Unidos. Un punto débil fue
que, quizás por la rapidez con que resultaron vencedores sin ha-
berlo esperado, seguía pendiente un detallado plan de gobierno
y, sobre ello, el presidente prefirió asegurar su triunfo personal
por encima de un programa acordado.
Ganaron la segunda vuelta con un 54,4%, aunque cabe resaltar
que en ella hubo un 62% de ausentismo (León 2005: 25) y que en
el Parlamento, definido en la primer vuelta, les era más difícil
lograr mayoría.
A partir de la instalación del nuevo gobierno en enero 2003 el
distanciamiento fue progresivo. Para empezar, en el Parlamento

54 Es posible porque ahora en Ecuador se elige a diputados individuales, no por planchas


partidarias.

157
Capítulo 3

el Presidente bloqueó el intento del partido indígena popular para


formar una alianza de centro izquierda, buscada por Pachakutik,
logrando incluso la defección de uno de sus miembros indígenas
(Hernández 2004).
En el Ejecutivo, Pachakutik tuvo por fin la experiencia de ser
gobierno aunque sólo como segundón pues Gutiérrez y su partido
–en contraste con su menor presencia parlamentaria– se reservó el
70-80% de los cargos ejecutivos. Lluco (2006) confesó que “ser parte
de un gobierno es lo más complicado, es impredecible”. El partido
indígena popular se responsabilizó, pese a todo, de cuatro minis-
terios nada despreciables: Relaciones Exteriores, con Nina Pacari;
Agricultura y Ganadería, con Luís Macas; Educación y Culturas
–se le añadió la s en referencia a los pueblos y nacionalidades– con
Rosa Torres (pedagoga no indígena, con una brillante trayectoria
en UNESCO) y Turismo con Doris Solís (no indígena, socióloga
cuencana). En el conjunto del Ejecutivo, colocaron a unas 300
personas. Pero, para la política económica dura, Gutiérrez nom-
bró a gente muy ligada al modelo anterior, evitó la presencia de
Pachakutik en este sector clave y dejó de lado todo lo previamente
acordado con su aliado. También en los otros ámbitos fue obsta-
culizando la relación con ellos como para que se salieran. Creó
incluso la paralela y oficialista Federación de Pueblos Indígenas
Campesinos y Negros del Ecuador [FEDEPICNE], estableciendo
con ellos relaciones asistencialistas y populistas.
El Pachakutik aguantó todavía medio año en la alianza, pero
a un costo muy alto tanto institucional como personal. Mientras
intentaban todavía salvar la alianza, la cancillera –por ejem-
plo– tenía que apoyar públicamente medidas con las que siempre
había estado en contra, creando desconcierto entre quienes tanto
la apreciaban. Se llegaron a ejecutar programas interesantes,
como la llamada “Minga Nacional por el agro” y algo semejante,
inspirado en una iniciativa del alcalde indígena de Guamote, en
el Ministerio de Educación. Pero hubo presiones y conflictos de
tipo burocrático, administrativos y mucha pugnas entre los dos
aliados para colocar a su personal tanto a nivel central como en
las provincias. La raíz de todo era el enfoque general. Sufrieron
lo que tantas veces ocurre en esas situaciones, cuando hay dos

158
Ecuador

modelos en conflicto: si los índices financieros mejoraban era a


costo de los sociales55.
Al final, el 6 de agosto de 2003 se consumó la ruptura. Su sa-
lida fue otro factor de crisis tanto para Pachakutik como para la
CONAIE. No fue unidireccional. La Ministra de Educación, por
ejemplo, fue simplemente destituida por el Gobierno pese a su buen
desempeño, como bueno era el de Macas y Pacari según encuestas
de la época (Lucas 2007: 104). La mayoría de los representantes de
mayor rango de Pachakutik y la CONAIE abandonaron, efectiva-
mente, el Gobierno. Pero no todos les siguieron. Buena parte de la
CONFENIAE y la CONAICE se quedó con Gutiérrez, a igual que
varios no indígenas y mandos medios de las organizaciones.
Gutiérrez, liberado ya de su molesto aliado, intensificó enton-
ces su táctica de ganar más y más gente en los niveles locales del
movimiento indígena campesino, también en la Sierra. Contaba,
de partida con la FEDEPICNE, que él mismo había fundado. Al
día siguiente de la rotura, el presidente de la FEINE, con un gru-
po de delegados ya fue a presentarle su lealtad. Su gran aliado
y operador fue entonces Antonio Vargas, el frustrado candidato
por Amauta Jatari y la FEINE, al que en 2004 Gutiérrez ascendió
a Ministro de Bienestar Social. De por medio estaban además
los recursos de CODENPE /PRODEPINE a los que desde antes
algunos sectores deseaban tener un acceso más directo. Lucio
Gutiérrez amplió notablemente y con bastante éxito sus estrate-
gia populista de ir repartiendo proyectos y recursos a diferentes
sectores del campo.
Leónidas Iza, de ECUARUNARI y entonces presidente de la
CONAIE, convocaba movilizaciones pero con poco éxito, mientras
que el Gobierno podía movilizar a miles a su favor. Como se decía
entonces, tenían más éxito “las picas, palas, comidas y condones
[sic]” que repartía el Gobierno.
Con el asesoramiento de Vargas, el populista ex coronel Gutié-
rrez supo detectar que el talón de Aquiles de la CONAIE estaba en

55 Los principales actores de Pachakutik en esta alianza frustrada sintetizan sus aportes
y problemas en Barrera, coord. (2004).

159
Capítulo 3

sus niveles intermedios porque, al haber asumido tantas posicio-


nes de gobierno habían quedado desmantelados y algo a la deriva.
Se convirtió de alguna manera en “el coronel del pueblo”, al estilo
del general Barrientos en la Bolivia de los años 60, y logró bastante
popularidad incluso en las plazas fuertes de ECUARUNARI.

Las dos vías de la CONFENIAE56

La separación de muchas organizaciones de la selva tenía raíces


más profundas, que van mucho más allá de la posible simpatía
por un militar y presidente también amazónico. Tienen que ver
con dos perspectivas distintas frente a la actitud a tomar ante
los fuertes intereses de las multinacionales, en particular con las
empresas petroleras en la región.
La primera es la que se llamó la “vía empresarial”. Desde aproxi-
madamente el 2000 hubo diversas iniciativas apoyadas por la Co-
operación Internacional con miras a fortalecer la capacidad de lo
indígenas para tener sus propias empresas57. Siendo aún dirigente
de la CONAIE Antonio Vargas se involucró ya en este temática y
participó en una delegación que viajó al Canadá donde conocieron
y se vincularon con Alberta Energy Co., el principal inversionista
petrolero canadiense en Ecuador que trabajaba ya con indígenas. Con
esa información finalmente decidieron asociarse con Keyano Cree
Exploration Ltd., para diversas actividades de comercialización en
torno al yacimiento Sacha. (BID 2003: sección 5). Se hizo mucha pro-
paganda sobre este modelo, apoyado enseguida por Lucio Gutiérrez
cuando llegó a la presidencia. En medio de una serie de problemas
administrativos y acusaciones de corrupción contra la que sus oposi-
tores llaman “la mafia indígena”, han seguido después otra empresas
relacionadas, apoyadas por una rama de la CONFENIAE, dirigida
por José Avilés, dirigente también de la CONAIE.

56 Natalia Wray me ha ayudado a entender esta situación tan embrollada.


57 Por ejemplo, la GTZ alemana, la Organización Latinoamericana de Energía [OLADE]
y el Programa de Fortalecimiento de las Nacionalidades Indígenas de la Amazonia
Norte del Ecuador [PROFONIAN] del BID, ejecutado en una región colindante con el
Plan Colombia.

160
Ecuador

En las antípodas está la “vía de resistencia”, bajo el liderazgo


del pueblo quichua amazónico Sara Yaku, dentro de la OPIP (la
misma organización provincial de Vargas). Ahí están los primeros
y principales campos petrolíferos y de ahí surgió desde los años
80 un notable sector de dirigentes de la CONFENIAE y CONAIE,
relacionados muchos de ellos con la familia Viteri. En el pasado
ya distinguían entre bloques petroleros en operación con los que
debían negociar, bloques que debían entrar en moratoria y los
intangibles no negociables. Este año 2003 elaboraron un largo do-
cumento de 29 páginas en que “ante la pretensión del gobierno del
coronel Lucio Gutiérrez de ampliar la frontera petrolera y satisfacer
los voraces intereses de la petrolera argentina CGC”, establecían
su rechazo a “convertirnos en campo petrolero” y reafirmaban su
voluntad de “gobernar nuestro territorio” y apuntalar su econo-
mía mediante el “aprovechamiento equilibrado de nuestra selva”
(Almeida et al. 2005: 88-95, 191-195). En esta misma línea estaban
y siguen diversos pueblos del centro y sur amazónico. Todos ellos
juntos, incluida una organización evangélica shuar que no siguió
a la FEINE en el Gobierno, conformaron el Comité Interfederacio-
nal del Centro y Sur Amazónico. En mayo 2006 un líder de Sara
Yaku y otro Shuar viajaron hasta Houston, Texas, para protestar
en la asamblea de accionistas de ConocoPhillips: “¡Déjennos vivir
libres y decidir nuestro destino como seres humanos!” clamaba el
shuar Domingo Ankuash.
Con los años estas dos posiciones han persistido hasta di-
vidir a la CONFENIAE y, de ahí, sembrar escisiones dentro de
la CONAIE, que ha apoyado más a la rama de resistencia. Han
llevado incluso a dividir a la Coordinadora Indígena de la Cuenca
Amazónica [COICA], que reúne a las organizaciones de todos
los países de la cuenca más Venezuela y las Guayanas.

3.7. Rebrotes y reflujos del movimiento indígena

Lucio Gutiérrez, siguiendo los pasos de sus predecesores,


tampoco logró completar su periodo constitucional. A fines de
2004 empezó su declive por una serie de medidas autoritarias.
Descabezó a los tribunales constitucional, electoral y supremo

161
Capítulo 3

de justicia, una medida que al principio hasta despertó simpatías


populares por el bajo prestigio de que gozaban. Pero en abril del
2005 el presidente de “su” nuevo Tribunal Supremo dictaminó
la anulación del juicio contra Bucaram y otros, con lo que éstos
retornaron al país y empezaron las protestas populares.

El primer repunte

Entre tanto, en enero 2005, Luís Macas retornó a la presidencia


de la CONAIE junto con el amazónico Luís Vargas, de la línea de
resistencia. En este nuevo contexto a los dos meses lograron por
fin realizar una movilización de protesta con unas 2.000 personas,
todas de la Sierra, contra el TLC, la primera desde el 2001. Fueron
siguiendo otras pero, a diferencias de las de los años anteriores, en
esta ocasión el liderazgo pasó a gente y organizaciones urbanas
cada vez más descontentas. Gutiérrez movilizaba también a los
suyos, incluidos sus grupos indígenas a los que llamaba “grupos
de la selva” mientras que a los otros los descalificaba como “fora-
jidos”. Los alzados se apropiaron rápidamente de este calificativo
de modo que su rebelión se conoce ahora como el “Movimiento de
los Forajidos”. Los hubo en varias ciudades pero el foco principal
estuvo en Quito durante doce días, sobre todo en las noches en que
se reunían en el centro histórico de la ciudad para tener masivas
asambleas de protesta. Por eso se lo conoce también como el Movi-
miento Asambleísta. Contó incluso con el apoyo del propio alcalde
–seguía siendo el popular general Paco Moncayo­– quien con su
maquinaria pesada bloqueó la entrada de los grupos oficialistas.
Finalmente, en la última noche, que llegó a reunir quizás a unos
cien mil participantes, las Fuerzas Armadas quitaron su apoyo a
Lucio Gutiérrez. No le quedó otra que abandonar su cargo y a los
pocos días salió del país. Pero en todo ello esa vez los indígenas
de la CONAIE y ECUARUNARI apenas participaron.
Le sucedió su ex vicepresidente Alfredo Palacio, un médico de
Guayaquil, que por la ley del péndulo inició un ligero giro hacia la
izquierda y armó un gabinete apartidario. Recién entonces reapa-
reció la vieja capacidad movilizadora del movimiento indígena, a
propósito de la inminencia de firmar el TLC. En marzo se realizó

162
Ecuador

una multitudinaria marcha de 300 kilómetros en contra y, de hecho,


lograron pararlo. Poco después Palacio anuló también el contrato
con Occidental Petroleum ‘Oxy’, algo largamente reclamado por la
CONAIE. Pero la tarea principal del interinato fue la preparación
de las nuevas elecciones para fin de año y, con ella, el nuevo juego
de apuestas y alianzas.

Una apuesta a perdedor

La gran novedad de la campaña fue la presencia de un can-


didato casi desconocido, Rafael Correa, que se define a sí mismo
como “un humanista cristiano de izquierda”. Es uno de los pocos
guayaquileños que aprendió algo de quichua al pasar un año como
voluntario en Zumbahua, un puesto salesiano en una remota zona
rural de la provincia de Cotopaxi. Economista con títulos en el
país, Europa y Estados Unidos, se había desempeñado sobre todo
como profesor universitario y fue asesor económico de su paisano
el Vicepresidente Palacio, quien, al asumir la Presidencia, le nom-
bró ministro de economía. Pero renunció a los pocos meses por
no encontrar el ambiente favorable para desarrollar las reformas
que soñaba y había iniciado.
Siendo aún ministro había dado una buena señal pro indígena
al hacer una visita sorpresa a Zumbahua, vestido con poncho y
sombrero, y después, durante sus viajes de campaña lanzaba al-
gunas frases quichuas bien acogidas por la audiencia. Tuvo varios
contactos con Luís Macas y llegó a ofrecerle la Vicepresidencia pero
éste, conociéndole aún poco y sangrando todavía por la herida, re-
botó la oferta ofreciéndole más bien él la Vicepresidencia a Correa.
Se distanciaron y al fin se presentaron cada uno por su lado.
Correa armó entonces su binomio con Lenín Moreno, de la
Amazonía, que anda en silla de ruedas y dirige un fundación de-
dicada a la investigación y promoción del humor como fuente de
salud y bienestar emocional. En apenas un año formó la Alianza
PAÍS [= Patria Altiva y Soberana] pero no quiso presentar candi-
datos al Parlamento, por considerarlo “moribundo” y parte del
“poder mafioso de la partidocracia”. Su apuesta era más bien
convocar enseguida una nueva Asamblea Constituyente (a sólo 8

163
Capítulo 3

años de la anterior). Insistía mucho en el cambio económico tanto


del modelo internacional, alineándose con los otros gobiernos
de izquierda en la región, como para solidarizarse con los más
pobres en el país.
Esa audaz apuesta le salió bien. Empezando muy atrás en las
encuestas ya era el primero antes de las elecciones; pero en éstas
no llegó a tanto: en esa primera vuelta electoral ganó el bananero
Álvaro Noboa (26,8%) y Correa quedó segundo con 22,8%. La otra
sorpresa fue el tercer lugar de Gilmar Gutiérrez (17,4%), en reem-
plazo de su hermano, el defenestrado Lucio, quien legalmente no
podía presentarse. Atrás quedaron otros partidos más conocidos,
incluido el Pachakutik.
Efectivamente, la apuesta de Pachakutik y Luís Macas de
presentarse por primera vez solos, no funcionó, al menos en la
situación que en aquel momento se vivía tanto dentro del partido
como en el panorama preelectoral. Apenas logró un 2,6%. Cabe
añadir que en este período posterior a la salida del gobierno de
Gutiérrez hubo ciertos cambios dentro de este partido: se había
expulsado a los que siguieron apoyando a Gutiérrez. Además,
otros muchos, sobre todo miembros urbanos, optaron por apoyar
a Correa en esta coyuntura concreta en que se confrontaban sobre
todo dos modelos políticos y económicos. El Pachakutik, y den-
tro de él Luís Macas, hizo por tanto un mayor “enroque” como
partido “indígena”. En cualquier caso, lo de presentarse solos, y
además con ese mayor acento indígena, no funcionó, no sólo frente
a Correa sino tampoco frente a Gutiérrez.
Báez y Bretón (2006) han realizado un detallado análisis del voto
en esa primera vuelta precisamente en las 115 parroquias rurales
más indígenas de la Sierra, según su nivel de autoidentificación
en el Censo 2001. En el conjunto de las que el 20% o más se decían
indígenas ganó por mucho Gutiérrez (49,6% de las parroquias;
no de los votos). El segundo más votado fue Correa (23,5%) y el
tercero, Macas (18,3%). Al diferenciar las parroquias por estratos
de menor o mayor autoidentificación como indígenas, Gutiérrez
sigue apareciendo el primero en todos ellos, pero va decreciendo
de un 59,5% en las menos indígenas (20 a 39%) hasta sólo 40% en
las que lo son el 80% y más. Macas pasa a un segundo lugar en el

164
Ecuador

grupo que tiene del 40 al 79% de indígenas mientras que Correa


sigue segundo por mucho en las que sólo tienen del 20 al 39% de
indígenas y, por poca diferencia, en las que tienen más de un 80%
de indígenas. En términos geográficos, se constata que Correa
acaparó la gran mayoría de parroquias (73,7%) en Imbabura, pro-
bablemente por la mayor presencia que allí tiene FENOCIN y su
líder quichua Pedro de la Cruz, que desde un principio se alineó
con este candidato. Macas sólo logró algo parecido con el 50% de
las parroquias de Pichincha mientras que en su propia provincia
de Loja tanto él como Correa ganaron en dos parroquias.
De este análisis se sacan reflexiones muy pertinentes para nues-
tro tema. La más obvia es la fuerza que puede llegar a tener un
enfoque populista como el que desarrolló Gutiérrez, por encima de
una militancia o lealtad, cuando la mayor necesidad es apremiante.
Relacionada con ello está obviamente la necesidad de seguir com-
binando la perspectiva más étnica con la económica, que puede
plantearse entonces en términos más clasistas o más pragmáticos
y hasta populistas. El simple “esencialismo identitario” –como
dicen Báez y Bretón– no basta. Otra constatación es que no es lo
mismo poder movilizar multitudes para una marcha o reclamo
muy específico, que ganar votos, donde entran de por medio otros
asuntos como cuáles son las demás opciones en juego o el juego
entre intereses más locales o nacionales, las redes de clientelas,
etc. En tercer lugar, en la raíz de todo ello hay que ver los dilemas
estructurales que implica el tener que combinar la solidez de una
organización social con las nuevas necesidades y prioridades que
surgen al lanzarse a participar directamente en la política nacional.
Ya antes de que ocurriera todo esto, Deborah Yashar (2005: 303),
que escribía cuando Lucio Gutiérrez estaba todavía en el poder,
comentaba que “movimientos muy identificados con un círculo
pequeño de dirigentes, confrontan problemas cuando estos líderes
deciden pasarse a la política partidaria”.

Presidencia de Correa y el movimiento indígena

La segunda vuelta electoral dio un claro triunfo a Correa (56,7%)


incluido sin duda el voto indígena que en la primera vuelta había

165
Capítulo 3

preferido a Gutiérrez o, en menor medida, a Macas. El nuevo


presidente tuvo enseguida una serie de iniciativas en cascada que
consolidaron su poder. Ganó primero la pelea anunciada contra
la “partidocracia” en el Parlamento, con el apoyo de la Corte.
Llevó adelante el Referéndum sobre la Constituyente, que ganó
con un rotundo 81,7% y, meses después, la elección de constitu-
yentes dio a Alianza PAIS 79 escaños sobre 130, muchos más de
los que necesitaba para asegurar su nueva Constitución, que en
Ecuador –a diferencia de Bolivia– sólo requiere un texto aprobado
por mayoría absoluta. La segunda fuerza más cohesionada, con
apenas 18 constituyentes, es el Partido Sociedad Patriótica de los
hermanos Gutiérrez y el resto se dispersa en 24 agrupaciones (no
necesariamente partidos) de los que 13 sólo tienen 1 constituyente.
Recuérdese que en Ecuador se elige actualmente a personas, no
a planchas partidarias.
La presencia del movimiento indígena dentro de esta nueva
Constituyente es paradójica pero explicablemente menor y menos
cohesionada que en la de 1998: sólo hay 5 constituyentes explíci-
tamente identificados con Pachakutik y unos 10, indígenas o no,
que eran de Pachakuti pero ahora entraron casi todos a través
de la Alianza PAIS. Entre estos últimos está Alberto Acosta, que
ya fue candidato de Pachakutik en la Constituyente de 1998 y es
ahora Presidente de la nueva Asamblea, por ser el más votado a
nivel nacional. Otro es el quichua de Cotacachi Pedro de la Cruz,
dirigente máximo de FENOCIN y miembro del Partido Socialista
que se asoció a PAIS.
La Asamblea Constituyente se ha instalado en Montecristi
(Manabí) el 30 de noviembre 2007. Con ello, el viejo Congreso de
la “partidocracia” ha muerto también, en la espera de resucitar
más adelante pero sólo bajo el perfil fijado por la nueva Consti-
tución.
Desde la perspectiva de Correa y la Alianza PAIS, lo prioritario
es ahora reforzar todo lo relativo a una mayor equidad económica
dentro del país trátese de los pueblos indígenas o de otros sectores.
Correa habla más de los “pobres”, de forma genérica, pero con
poca referencia a sus instancias orgánicas gremiales e institucio-
nales, a las que en este primer momento parece querer ignorar.

166
Ecuador

La reestructuración de los movimientos sociales urbanos, que


volvieron a ser los protagonistas de actual cambio, ha dado tam-
bién un mayor rol a éstos, llenado el vacío organizativo que antes
dio pie a un mayor protagonismo de la CONAIE y Pachakutik y,
más recientemente a las prácticas populistas de Lucio Gutiérrez.
Se perfila ahora, al menos a corto plazo, este mayor énfasis en
instituciones (y pronto quizás también en nuevas organizaciones
de base) vinculadas muy directamente al gobierno o quizás incluso
a la Presidencia.
¿Ocurrirá también con el movimiento indígena? Transcurrido
aquel su repliegue y desconfianza inicial, por no querer arriesgarse
a pasar de nuevo por el calvario de aliarse con el socio equivocado,
la CONAIE ya ha dado algunas señales de acercamiento al nuevo
gobierno. Votó masivamente por él en la segunda vuelta electoral.
Posteriormente, el 22 de octubre 2007, en una marcha y concen-
tración de quizás 10 mil indígenas de la CONAIE, movilizados
sobre todo por ECUARUNARI, hicieron la clausura simbólica
de las instalaciones del Congreso y Luís Macas entregó su nueva
propuesta de “Constitución por el Estado Plurinacional” a Alberto
Acosta, su viejo amigo y ahora Presidente de la nueva Asamblea.
Las heridas entre él y Correa no están todavía cerradas, pues Macas
lamentó no poder entregar el texto a Correa porque “prefirió oír
su misa en Italia con el Papa”; y a los pocos días Correa criticó
también a la CONAIE en un programa radial. Acosta, en cambio,
fue y sigue siendo más conciliatorio. Hay también líderes con bue-
na capacidad de mediación, como Humberto Cholango, un joven
dirigente de la inagotable cantera de Cayambe, que ha sido ya
bastantes años presidente de ECUARUNARI y Marlon Santi, de la
otra gran cantera de Sara Yaku en la Amazonía y recién nombrado
presidente de la CONAIE en su III Congreso de enero 2008.
La CONAIE ha instalado su propia oficina en Montecristi, el
lugar de la Asamblea, y espera poder formar allí su propio grupo
para hacer cabildeo y crear alianzas dentro de ella. Según varias
personas consultadas, en ésta parece que se mantendrán los avan-
ces que los pueblos indígenas habían logrado en la Constitución
de 1998, incluido el término “nacionalidades y pueblos indíge-
nas” que ya está también consolidado en la legislación y en las

167
Capítulo 3

instituciones estatales, por ejemplo, en la ley reguladora de éstas


promulgada en agosto 2007. Pero no será tan fácil avanzar en la
añorada declaración del Estado Plurinacional o en una mayor
autonomía de las nacionalidades indígenas. A la primera, aparte
de muchos seguidores de Correa, se oponen incluso algún cons-
tituyente indígena como Pedro de la Cruz, por su larga tradición
más clasista desde FENOCIN. Sobre la segunda hay desconfianza
para profundizar más en tal autonomía a la vista de lo que ha
ocurrido con varios pueblos amazónicos que después “pasan su
territorio a las petroleras”; para avanzar habría que precisar mejor
qué competencias implica. Hay con todo señales de apertura. En
una carta del presidente de la Constituyente Alberto Acosta a Luís
Macas, a propósito del III Congreso de la CONAIE el 9 de enero
2008, llega a decirle:

En mi criterio, el Ecuador, en que todos nos identificamos,


que nos reconoce y reconocemos en permanente intercultu-
ralidad, es un Estado unitario de composición plurinacional,
opuesto a todo racismo y discriminación... La Asamblea
Constituyente abre una posibilidad histórica de concretizar
los cambios en las estructuras del Estado a favor del buen
vivir, del sumak kawsay58 de todos los pueblos y la socie-
dad ecuatoriana. (en http://asambleaconstituyente.gov.
ec/blogs/alberto_acosta).*

58 Versión quichua ecuatoriana del suma qamaña aymara y del MAS boliviano.
* Estando este texto a punto de ser impreso, el 14 de abril 2008 llega la noticia de que la
Alianza País, junto con la CONAIE y otras fuerzas que conforman mayoría absoluta
de la Asmablea, ya se han puesto de acuerdo, con la presencia de Correa, para definir
el Estado ecuatoriano como unitario, plurinacional e intercultural.

168
Perú, pueblos indígenas según lengua materna
(Para Quechua y Aymara, censo 1993; para Amazonia, censo indígena 1993)

169
170
Concentración de CONACAMI. Noviembre 2007, Ocongate, Perú
(Foto: ITECA, Armando Artega, http://armandoarteaga.spaces.live.com)

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