Aventuras en el Bosque: Cuentos y
Lecciones
Portada
Aventuras en el Bosque Encantado
¡Acompáñanos en un viaje mágico! Descubre animales jugando y explorando en un
bosque lleno de secretos. Una colorida ilustración te espera para sumergirte en esta
emocionante aventura.
Imaginario Kids
Índice
• La Ardilla Curiosa - Página 5
• El Conejo Saltarín y el Misterio de las Zanahorias Desaparecidas - Página 10
• El Búho Sabio y el Río Perdido - Página 15
• La Familia Oso y la Búsqueda de la Miel - Página 20
• El Venado Valiente y el Secreto del Bosque - Página 25
La Ardilla Curiosa
En el corazón del Bosque Encantado vivía una pequeña ardilla llamada Chispa. Pero
Chispa no era una ardilla común. Mientras sus hermanos y amigos pasaban sus días
recolectando nueces y jugando a esconderse, Chispa tenía una sed insaciable de
conocimiento. Constantemente preguntaba:
• "¿Por qué el sol es amarillo?"
• "¿Por qué las hojas cambian de color?"
• "¿Por qué el río corre siempre hacia adelante?"
Su curiosidad la llevaba a explorar rincones que otras ardillas ni se atrevían a mirar.
Sus amigos a menudo le decían:
"¡Chispa, deja de preguntar tanto y ven a jugar!" o "¡Ten cuidado, Chispa! Algunas
cosas es mejor no saberlas".
Pero Chispa no podía evitarlo. Cada nuevo descubrimiento, cada respuesta, solo
alimentaba más preguntas en su pequeña mente.
Una mañana soleada, mientras saltaba de rama en rama cerca de la orilla del río,
Chispa vio algo extraordinario en el suelo. No era una bellota, ni una piña, ni siquiera la
nuez más grande que jamás hubiera visto. Era una nuez gigante, tan grande como
tres de ella juntas, con una cáscara de un color extraño y un aroma dulce y
desconocido. Nunca, en todos sus paseos y exploraciones, había visto algo similar.
La curiosidad de Chispa se disparó como un cohete. ¿De dónde había venido esa
nuez? ¿Quién la había dejado allí? ¿Sería comestible? ¿Sería mágica? Las preguntas
se arremolinaban en su cabeza.
Corrió a contárselo a sus amigos, Saltarín el conejo y Sabio el búho (aunque Sabio
dormía la mayor parte del día). Saltarín, con sus orejas largas y temblorosas, la
escuchó con atención.
"¿Una nuez gigante y extraña, dices, Chispa?", preguntó Saltarín, rascándose una
oreja. "Mmm, suena... inusual. Quizás deberías dejarla donde está. Las cosas que no
conocemos a veces pueden ser peligrosas".
Incluso el viejo Sabio, despertado por el alboroto, abrió un ojo perezosamente desde su
rama.
"La curiosidad es una virtud, pequeña Chispa", graznó Sabio con su voz grave. "Pero la
prudencia es a menudo la que te permite seguir siendo curioso por mucho tiempo. Las
cosas desconocidas pueden esconder sorpresas... no siempre agradables".
Pero Chispa, con su mente llena de '¿Por qué?', ya había tomado una decisión. Su
curiosidad superaba cualquier advertencia. Tenía que saber de dónde venía esa nuez.
Ignorando los consejos de sus amigos, decidió seguir el rastro, si es que lo había, de la
misteriosa nuez gigante.
La nuez estaba al pie de un viejo roble. Chispa olfateó el suelo a su alrededor,
buscando pistas. Parecía que había rodado desde más arriba en la colina. Con su
corazón latiendo con emoción y un poco de nerviosismo, Chispa comenzó su aventura,
siguiendo el rastro apenas visible que la nuez parecía haber dejado.
Su viaje la llevó por senderos menos transitados del bosque. Pasó por el Prado de las
Amapolas, donde las mariposas de colores bailaban en el aire. Una de ellas, una
mariposa azul brillante llamada Brisa, la saludó.
"¡Hola, Chispa! ¿A dónde vas tan apresurada?", aleteó Brisa.
"Estoy buscando el origen de una nuez gigante que encontré. ¡Es la nuez más grande y
extraña del mundo!", explicó Chispa.
Brisa detuvo su aleteo. "Oh, ¿esa nuez? He oído hablar de ella. Algunos insectos dicen
que viene de la Cima Brumosa, donde viven las criaturas más extrañas y se cultivan las
plantas más raras. Ten cuidado, Chispa. Ese lugar no es para ardillas pequeñas".
La advertencia de Brisa se sumó a las de Saltarín y Sabio, pero solo hizo que la Cima
Brumosa sonara aún más interesante para Chispa. Continuó su camino, adentrándose
más y más en lo desconocido.
El sendero se hizo más empinado y el aire comenzó a volverse más fresco y húmedo.
Los árboles cambiaron, volviéndose más altos y cubiertos de musgo. El bosque se
volvió silencioso, solo roto por el crujido de las hojas bajo sus patas.
En un claro sombrío, se encontró con Tejo el tejón, que estaba cavando un túnel.
"Buenos días, Tejo", dijo Chispa, un poco nerviosa. "Estoy buscando la Cima Brumosa.
¿Está lejos?"
Tejo levantó la vista, sus pequeños ojos brillaban en la penumbra. "La Cima Brumosa...
sí, conozco ese lugar", gruñó. "He cavado túneles bajo ella. Es un lugar... complicado.
Las raíces son retorcidas, la tierra impredecible. Y se rumorea que quien cultiva esas
nueces gigantes no le gusta que los curiosos husmeen".
Tejo se encogió de hombros y volvió a cavar. "Si yo fuera tú, Chispa, me daría la
vuelta. Hay muchas otras nueces deliciosas más cerca de casa que no te darán
problemas".
Pero Chispa ya estaba muy cerca. Podía oler el aroma dulce y extraño de la nuez
flotando en la brisa brumosa. Sus patas picaban por llegar. Agradeció a Tejo y siguió
adelante, escalando una pendiente rocosa que parecía ser el último tramo hacia la
cima.
Finalmente, llegó a la cima. El aire estaba denso con una niebla suave. Allí, en un
pequeño claro, no vio una plantación de nueces como esperaba. Vio una sola planta
enorme, más grande que cualquier árbol que hubiera visto, con hojas de un verde
oscuro brillante y una flor gigante que emitía un resplandor suave.
Y colgando de esa flor, preparándose para caer, vio varias nueces gigantes idénticas a
la que había encontrado.
Pero lo que más llamó su atención no era la planta, sino la criatura que la cuidaba. Era
un ser pequeño y regordete, con piel verde musgo y manos cubiertas de tierra. No se
parecía a nada que Chispa hubiera visto antes. Parecía un duende de la tierra.
El duende estaba regando la planta con cuidado, murmurando para sí mismo. Chispa,
olvidando toda precaución en su emoción, se acercó demasiado.
El duende se dio cuenta de su presencia. Sus ojos redondos se fijaron en Chispa, y
una expresión de desagrado apareció en su rostro.
"¡Una ardilla!", chilló con una voz chirriante. "¡Fuera! Estas nueces no son para curiosos
entrometidos. Son especiales, cultivadas con cuidado. ¡Tu sola presencia podría
arruinarlas!"
Antes de que Chispa pudiera explicar, el duende recogió una pequeña pala y la blandió
amenazadoramente. No parecía realmente peligroso, pero su enfado era claro. Chispa
sintió un escalofrío. Había llegado hasta aquí por su curiosidad, ignorando las
advertencias, y se había encontrado con una situación inesperada y un poco
intimidante.
Dio un paso atrás. El duende gruñó, pero no la persiguió. Simplemente la miró con
desconfianza hasta que Chispa dio media vuelta y comenzó a descender rápidamente
por la colina. El aire de la Cima Brumosa ya no parecía tan dulce. El aroma de la nuez
ahora le recordaba la mirada enfadada del duende.
Mientras descendía, pensó en lo que había pasado. Había encontrado la nuez gigante,
había llegado a la Cima Brumosa, había visto la planta y al duende que la cuidaba.
Había satisfecho su curiosidad.
Pero no había sido una aventura divertida y emocionante como las que imaginaba.
Había sido un poco aterrador y se había ganado el enfado de una criatura desconocida.
Recordó las palabras de Saltarín, Sabio y Brisa. Todos le habían advertido. Su
curiosidad la había llevado a un lugar donde no era bienvenida y donde podría haber
tenido problemas.
Al llegar de nuevo a la parte familiar del bosque, Chispa se sintió aliviada. Encontró a
Saltarín y a otros amigos jugando cerca de su árbol. Se acercó a ellos, con la cola un
poco caída.
"¿Qué pasó, Chispa? ¿Encontraste el origen de tu nuez?", preguntó Saltarín.
Chispa asintió. Les contó sobre la Cima Brumosa, la planta gigante y el duende gruñón.
Sus amigos la escucharon con los ojos bien abiertos.
"Ves, Chispa", dijo Saltarín suavemente. "No todas las preguntas llevan a respuestas
seguras o felices".
Chispa se sentó pensativa. "Tenéis razón. Mi curiosidad me llevó a un lugar donde
debería haber tenido más cuidado. A veces, es importante escuchar a los amigos que
se preocupan por ti y pensar bien las cosas antes de lanzarte a lo desconocido".
Sabio el búho, que había aterrizado en una rama cercana, cerró sus ojos dorados.
"La curiosidad es una llama que ilumina el camino del aprendizaje", dijo Sabio. "Pero la
prudencia es el fuelle que controla esa llama, evitando que se convierta en un incendio.
Una sin la otra puede ser peligrosa. Has aprendido una lección valiosa hoy, pequeña
Chispa".
Desde ese día, Chispa no dejó de ser curiosa, pero aprendió a serlo con más cabeza.
Seguía haciendo preguntas y explorando, pero también escuchaba las advertencias de
sus amigos y pensaba en los posibles riesgos. Descubrió que la verdadera aventura no
estaba solo en encontrar respuestas a sus preguntas, sino en hacerlo de manera
segura y sabia, valorando los consejos de aquellos que la querían.
Ilustración: La Ardilla Curiosa
La página muestra a Chispa, la ardilla, parada frente a una nuez gigante en el bosque.
Sus ojos reflejan asombro y curiosidad. Árboles imponentes la rodean, con hojas
coloridas esparcidas por el suelo. Otros animales observan a Chispa desde la
distancia, intrigados por su descubrimiento.
Hoja de Trabajo: La Ardilla Curiosa
Preguntas de Comprensión
• ¿Cuál es el nombre de la ardilla protagonista del cuento?
• ¿Qué objeto inusual encontró Chispa en el bosque que despertó su curiosidad?
• ¿Qué consejos le dieron Saltarín y Sabio a Chispa sobre su descubrimiento?
• ¿Quién advirtió a Chispa sobre la Cima Brumosa y qué le dijo?
• ¿Qué criatura encontró Chispa cuidando la planta de las nueces gigantes?
• ¿Qué lección importante aprendió Chispa al final del cuento?
Verdadero o Falso
1. Chispa encontró la nuez gigante cerca de un lago. ( )
2. Brisa, la mariposa, animó a Chispa a ir a la Cima Brumosa. ( )
3. Tejo el tejón advirtió a Chispa sobre los peligros de la Cima Brumosa. ( )
4. El duende de la tierra invitó a Chispa a probar una de las nueces gigantes. ( )
5. Al final, Chispa dejó de ser curiosa y se dedicó solo a recolectar nueces. ( )
¡Dibuja tu Parte Favorita!
Dibuja la escena del cuento que más te haya gustado. Puede ser el momento en que
Chispa encuentra la nuez, cuando habla con Brisa, o cuando conoce al duende en la
Cima Brumosa. ¡Usa tu imaginación!
El Conejo Saltarín y el Misterio de las Zanahorias
Desaparecidas
En el mismo Bosque Encantado donde vivía la curiosa ardilla Chispa, habitaba también
un conejo muy especial llamado Saltarín. Saltarín no solo tenía las orejas más largas y
las patas más rápidas de toda la madriguera, sino que poseía una pasión
inquebrantable: ¡las zanahorias! Oh, cómo amaba Saltarín las zanahorias. Las prefería
frescas y crujientes, recién sacadas de su pequeño huerto personal.
Cada mañana, lo primero que hacía Saltarín al salir de su cálida madriguera era ir a su
huerto. Estaba ubicado en un claro soleado, protegido por arbustos espinosos para
mantener alejados a los intrusos no deseados. Cultivaba sus zanahorias con gran
cuidado, regándolas, desyerbando y hablando con ellas (sí, él creía que eso las hacía
crecer mejor). Y el resultado era un huerto lleno de las zanahorias más naranjas y
apetitosas que cualquier conejo pudiera soñar.
Una mañana, el sol brillaba con especial alegría y los pájaros cantaban sus melodías
matutinas. Saltarín se desperezó, estiró sus largas patas y saltó hacia su huerto,
pensando en la zanahoria crujiente que le serviría de desayuno. Pero al llegar, sus ojos
redondos se abrieron con incredulidad. Parpadeó, frotándose los ojos con una pata,
pero la imagen no cambiaba.
¡El huerto estaba vacío! No quedaba ni una sola zanahoria. Solo pequeños agujeros en
la tierra donde antes habían estado las raíces naranjas. ¡Era un desastre! Su
desayuno, sus deliciosas zanahorias, su orgullo y alegría... ¡habían desaparecido!
Saltarín sintió una mezcla de confusión y frustración. ¿Quién podría haber hecho algo
así? Nadie en el bosque le haría daño a propósito. Además, ¡sus zanahorias estaban
detrás de un arbusto espinoso! No cualquier animal podía pasar fácilmente. Su mente,
que normalmente solo pensaba en saltar y comer zanahorias, comenzó a pensar de
una manera diferente. Tenía que resolver este misterio.
En ese momento, Saltarín decidió que, por un día, no sería solo un conejo. Sería el
Detective Saltarín, el encargado de resolver el caso de las zanahorias desaparecidas.
Se puso su mejor cara de concentración y comenzó a inspeccionar la escena del
crimen.
Lo primero que notó fueron unas pequeñas huellas en el suelo blando cerca de uno de
los agujeros. Eran diferentes a las suyas. Eran más pequeñas y tenían una forma...
peculiar. Siguió las huellas con la nariz pegada al suelo. Las huellas salían del huerto,
pasaban por debajo del arbusto espinoso (¡qué pequeñas debían ser para pasar por
ahí!), y se dirigían hacia el borde del bosque.
El primer animal que encontró en su camino fue Chispa, la ardilla, que estaba ocupada
enterrando una nuez.
"¡Chispa!", exclamó Saltarín, con una urgencia inusual en su voz. "¡Mis zanahorias han
desaparecido! ¿Has visto algo extraño cerca de mi huerto esta mañana? ¿Quizás a
alguien llevando algo naranja?"
Chispa dejó de cavar y lo miró con sus ojos brillantes.
"¿Zanahorias desaparecidas, Saltarín? ¡Qué terrible!", dijo Chispa. "Estaba por aquí
temprano, pero solo vi a las mariposas y a los pájaros. No vi a nadie con zanahorias...
esperas un momento", Chispa frunció el ceño pensando. "Sí, vi a alguien. Muy
temprano, antes de que saliera el sol. Era alguien pequeño, moviéndose muy rápido
cerca de los arbustos. Parecía llevar algo, pero estaba oscuro y no pude ver bien qué
era. Se dirigía hacia el Gran Roble".
Saltarín agradeció a Chispa por la pista. Alguien pequeño que se dirigía hacia el Gran
Roble... Las huellas también apuntaban en esa dirección. ¡El misterio se hacía más
interesante! Siguió las pequeñas huellas que Chispa había confirmado haber visto.
Las huellas lo llevaron cerca del Gran Roble, el árbol más viejo y alto del bosque. Allí,
al pie del roble, encontró una pequeña marca en el barro, como si algo hubiera sido
arrastrado. También vio algunas hojas mordisqueadas que no eran de su huerto, y un
rastro muy tenue que se perdía entre las raíces del árbol.
Sabía quién vivía cerca de las raíces del Gran Roble: Tejo el tejón, con su compleja red
de túneles subterráneos. Tejo era un poco gruñón, pero también muy observador.
Saltarín se acercó a la entrada de la madriguera de Tejo y llamó con cuidado.
"¡Hola, Tejo! Soy Saltarín. ¿Podrías salir un momento? Necesito tu ayuda".
Tejo asomó su cabeza, sus ojos pequeños y brillantes inspeccionando a Saltarín. "Ah,
el conejo de las zanahorias. ¿Qué te trae por mis dominios a estas horas? ¿Vienes a
pedirme que te cave un huerto más grande?"
"No, Tejo. Algo terrible ha pasado. ¡Todas mis zanahorias han desaparecido de mi
huerto! He seguido unas huellas pequeñas hasta aquí. ¿Has visto a alguien pasar esta
mañana con algo naranja?"
Tejo reflexionó, rascándose la barbilla con una pata delantera.
"Huellas pequeñas... algo naranja...", murmuró. "Sí, vi algo. No fue por fuera, fue por
dentro, en uno de mis túneles. Vivo aquí debajo, ¿recuerdas? Oigo todo lo que pasa
bajo tierra. Esta mañana temprano, oí un correteo inusual por el túnel que pasa cerca
de la superficie, el que va hacia el viejo tocón podrido. Y olí... sí, olí zanahorias. No vi a
nadie, claro, estaba en mi madriguera principal, pero oí el correteo y olí zanahorias que
se movían. Iban hacia el viejo tocón".
¡El viejo tocón podrido! Saltarín sabía cuál era. Estaba al otro lado del Gran Roble, un
tocón gigante donde solían jugar los animales más pequeños del bosque. Las huellas,
el testimonio de Chispa, el testimonio de Tejo... ¡todo apuntaba en esa dirección!
Saltarín agradeció a Tejo y se dirigió rápidamente hacia el viejo tocón. Al acercarse, el
olor a tierra húmeda se mezclaba con un tenue aroma dulce... ¡olor a zanahoria! Siguió
el olor hasta una pequeña abertura en la base del tocón.
Asomó la cabeza con cuidado. El interior del tocón estaba ahuecado, formando una
pequeña y acogedora cueva. Y allí, acurrucados, vio a una familia de ratones de
campo: Mamá Ratón y sus tres pequeños ratoncitos, Pipi, Popo y Riri.
Y esparcidas por el suelo de la cueva, había un montón de... ¡sus zanahorias! Algunas
ya estaban siendo mordisqueadas por los pequeños ratones.
Saltarín entró en el tocón. Mamá Ratón se sobresaltó al verlo.
"¡Oh, Saltarín!", exclamó, con las mejillas rojas de la vergüenza. "Yo... yo lo siento
mucho. Son tus zanahorias, ¿verdad? Las reconocí".
Los pequeños ratones dejaron de comer y miraron a Saltarín con los ojos grandes y
asustados.
"Sí, Mamá Ratón, son mis zanahorias", dijo Saltarín, tratando de no sonar enfadado,
aunque lo estaba un poco. "¿Por qué las cogisteis? ¡Estaban en mi huerto!"
Mamá Ratón bajó la cabeza.
"Lo sé, Saltarín. Y lo siento de verdad", dijo con voz suave. "Hemos tenido días
difíciles. La comida ha sido escasa, y mis pequeños tienen hambre. No encontré nada
para darles. Esta mañana, pasé cerca de tu huerto y olí las zanahorias. Estaban tan
cerca y olían tan bien... Pensé que... que quizás no te darías cuenta si cogía solo unas
pocas. Pero una vez que empecé, no pude parar. Cogí más y más para asegurar que
mis hijos tuvieran suficiente. Sé que estuvo mal. Debería haberte preguntado. Pero la
necesidad me cegó".
Saltarín miró a los pequeños ratones, que lo observaban con caritas tristes. Entendió.
Aunque estaba decepcionado por haber perdido sus zanahorias y porque alguien
hubiera roto la confianza, también sintió pena por la familia de ratones hambrientos.
"Entiendo que tuvieras hambre, Mamá Ratón", dijo Saltarín. "Pero coger cosas que no
son tuyas sin permiso, eso no está bien. Es importante ser honesto y pedir ayuda
cuando la necesitas. Yo te habría dado algunas zanahorias si me hubieras explicado la
situación".
Mamá Ratón asintió con lágrimas en los ojos.
"Lo sé, Saltarín. Has sido muy amable con nosotros en el pasado. No sé en qué estaba
pensando. Te prometo que nunca más lo haremos. Y te ayudaremos a replantar tu
huerto si quieres".
Saltarín miró las zanahorias que quedaban. Algunas estaban mordidas, pero la mayoría
estaban intactas. Había suficientes para que los ratones tuvieran para un par de días, y
suficientes para que él recuperara gran parte de su cosecha.
"Está bien, Mamá Ratón", dijo Saltarín. "Puedes quedarte con las que ya habéis cogido.
Y la próxima vez, por favor, solo ven a hablar conmigo. En el bosque, debemos
ayudarnos unos a otros. Y es mejor pedir con honestidad que coger a escondidas".
Mamá Ratón estaba enormemente agradecida. Los pequeños ratones chillaron de
alegría. Saltarín recogió las zanahorias restantes y las llevó de vuelta a su huerto.
Aunque su huerto no estaba tan lleno como antes, Saltarín se sintió mejor. Había
resuelto el misterio, recuperado sus zanahorias y, lo más importante, había ayudado a
otros y enseñado una lección importante sobre la honestidad y la importancia de pedir
ayuda. Desde ese día, Saltarín y la familia de ratones se hicieron buenos amigos, y
Mamá Ratón siempre recordaría la amabilidad de Saltarín y la importancia de decir
siempre la verdad.
Ilustración: El Conejo Saltarín
Una ilustración a página completa muestra a Saltarín el conejo en el centro de la
imagen. Con una lupa en su pata delantera, examina minuciosamente el huerto vacío.
Se observan rastros de pisadas pequeñas que se dirigen hacia un agujero recién hecho
en la cerca. Su expresión facial refleja una gran determinación.
Hoja de Trabajo: El Conejo Saltarín
Preguntas de Comprensión
• ¿Cómo se llama el conejo detective del cuento?
• ¿Qué desapareció del huerto de Saltarín?
• Nombra al menos dos animales a los que Saltarín pidió ayuda para resolver el
misterio.
• ¿Qué herramientas usó Saltarín (simbólicamente) para resolver el misterio?
• ¿Quién era el culpable de robar las zanahorias?
• ¿Por qué robaron las zanahorias?
Emparejamiento
Une cada personaje con su descripción:
• Saltarín: ( ) Ardilla curiosa que vio a alguien cerca del huerto.
• Chispa: ( ) Conejo detective amante de las zanahorias.
• Tejo: ( ) Tejón que oyó el correteo bajo tierra.
• Mamá Ratón: ( ) Madre que robó zanahorias para alimentar a sus hijos.
¡Dibuja al Culpable!
Dibuja a los ratoncitos disfrutando de las zanahorias en su hogar dentro del tocón.
El Búho Sabio y el Río Perdido
En las ramas más altas del roble centenario, con vistas a todo el Bosque Encantado,
vivía Sócrates, un búho de plumas grises y ojos dorados penetrantes. Sócrates no era
conocido por su velocidad al volar ni por su habilidad para cazar, sino por algo mucho
más valioso: su inmensa sabiduría. Los animales del bosque, desde el más pequeño
ratón hasta el más grande oso, acudían a él en busca de consejo para todo tipo de
problemas, grandes y pequeños.
Un día, la paz del bosque se vio alterada. Un murmullo de preocupación recorrió los
senderos. Saltarín el conejo llegó corriendo a la base del roble de Sócrates, con sus
orejas temblando.
"¡Sócrates, Sócrates!", jadeó Saltarín. "¡Algo terrible ha pasado! ¡El río, el río ha
desaparecido!"
Sócrates abrió sus ojos dorados. Había oído el silencio inusual. El murmullo constante
del agua, el sonido vital del bosque, ya no estaba.
"¿Desaparecido, Saltarín?", preguntó Sócrates con su voz grave y calmada. "¿Cómo es
eso posible?"
Pronto, otros animales se reunieron: Chispa la ardilla, Tejo el tejón, y muchos más.
Todos contaban lo mismo. El río, que nacía en las montañas lejanas y serpenteaba por
el bosque, simplemente no fluía más. La orilla estaba seca en muchos tramos, el agua
se había detenido o reducido a pequeños charcos fangosos. Los peces chapoteaban
desesperados en lo poco que quedaba, y los animales que bebían del río sentían una
sed creciente.
"Necesitamos el agua, Sócrates," graznó una garza. "Nuestros nidos, nuestra comida,
todo depende del río."
"Sin el río, el bosque entero sufrirá," añadió un ciervo con tristeza.
Sócrates escuchó atentamente a cada uno. Observó las caras preocupadas a su
alrededor. Entendió la gravedad de la situación. El río no solo era agua, era la vida del
bosque.
"Comprendo vuestra preocupación, amigos," dijo Sócrates finalmente. "Un río no
desaparece sin una razón. Algo debe estar bloqueando su curso o desviándolo. Usaré
mi vista y mi conocimiento del bosque para investigar qué ha ocurrido. Pero esto puede
requerir el esfuerzo de todos."
Con esas palabras, Sócrates extendió sus grandes alas silenciosas y se elevó sobre
las copas de los árboles. Voló sobre el lecho del río seco, siguiendo su curso río arriba.
Desde su perspectiva elevada, podía ver el bosque como un mapa. Siguió el camino
del río, notando dónde el agua se detenía y dónde aún fluía débilmente.
Voló durante mucho tiempo, pasando por el Prado de las Amapolas, el Gran Roble, y
dirigiéndose hacia las colinas boscosas aguas arriba. Finalmente, en un estrecho
desfiladero donde el río pasaba entre dos grandes peñascos, Sócrates vio la causa del
problema. Un enorme tronco de árbol, caído por una tormenta reciente, se había
atascado entre las rocas. Con el tiempo, ramas, hojas y lodo se habían acumulado a su
alrededor, creando una presa natural que detenía el flujo del agua casi por completo.
El agua se había acumulado detrás del tronco, formando una laguna improvisada, pero
el río que continuaba hacia el bosque estaba seco.
Sócrates descendió rápidamente y regresó con los animales que esperaban ansiosos.
"He encontrado la causa," anunció Sócrates al aterrizar suavemente. "Un gran tronco
ha caído y bloquea el río en el desfiladero aguas arriba. El agua se está acumulando
allí, pero no puede pasar hacia el bosque."
Un suspiro de alivio, mezclado con preocupación, recorrió a la multitud de animales.
"¿Un tronco?", dijo Tejo. "Pero esos desfiladeros son difíciles de alcanzar, y un tronco
grande es muy pesado. ¿Cómo lo moveremos?"
Sócrates asintió. "Es una tarea que ningún animal puede realizar solo. Pero si
trabajamos juntos, combinando nuestras fuerzas y habilidades, creo que podemos
hacerlo."
"¿Trabajar juntos?", preguntó Saltarín. "Pero somos tan diferentes. Algunos corren,
otros vuelan, otros cavan..."
"Precisamente," dijo Sócrates. "Nuestras diferencias son nuestras fortalezas.
Necesitaremos la fuerza de los osos para empujar, la habilidad de los castores para
roer la madera, la agilidad de las ardillas para mover ramas pequeñas, la visión de las
aves para coordinar, y la capacidad de los conejos y tejones para despejar el camino
en el suelo. Cada uno tiene un papel importante."
Al principio, algunos animales dudaron. Nunca habían trabajado juntos en una tarea tan
grande. Pero la desesperación por la falta de agua y la confianza en la sabiduría de
Sócrates los motivó.
Organizados por Sócrates, un grupo de animales se dirigió al desfiladero. Los osos y
los ciervos usaron su fuerza para intentar empujar el tronco. Los castores, expertos
leñadores, comenzaron a roer partes del tronco para debilitarlo. Las ardillas y los
pájaros recogían las ramas y escombros más pequeños que se habían acumulado.
Tejo y otros animales que cavaban despejaban el lodo y las piedras del camino.
Sócrates volaba por encima, dirigiendo el esfuerzo. "¡Osos, empujad por el lado
izquierdo! ¡Castores, roed más cerca de la roca derecha! ¡Ardillas, despejad esas
ramas sueltas!"
El trabajo fue duro y agotador. El tronco no cedía fácilmente. El sol del mediodía
calentaba y la sed aumentaba.
Pero nadie se rindió. Se animaban unos a otros. Vieron cómo, poco a poco, el gran
tronco empezaba a moverse. Los castores habían debilitado un punto clave, y el
empuje combinado de los osos y ciervos, coordinado por Sócrates, comenzó a tener
efecto.
Con un crujido ensordecedor, el gran tronco finalmente cedió. Se deslizó por el
desfiladero, liberando la enorme cantidad de agua que se había acumulado detrás.
Un rugido jubiló a través del desfiladero cuando el río, ahora más fuerte que nunca,
corrió de nuevo hacia el bosque. Los animales en el desfiladero tuvieron que saltar y
correr para no ser arrastrados por la repentina corriente.
La noticia viajó rápido. Los animales en el bosque oyeron el sonido familiar y vital del
río que regresaba. Corrieron a las orillas, que rápidamente volvieron a llenarse de agua
clara y fresca.
Hubo celebraciones en el bosque. Los animales bebieron, se bañaron y se alegraron.
Sócrates observaba desde su roble, satisfecho.
Saltarín se acercó a él, con el pelaje aún húmedo por jugar en el río.
"¡Lo logramos, Sócrates!", exclamó Saltarín. "¡Encontramos el río!"
"Más que eso, Saltarín," dijo Sócrates suavemente. "Habéis aprendido una lección
importante. Ningún problema es demasiado grande si trabajamos juntos. La fuerza de
cada individuo, combinada en un esfuerzo común, puede superar obstáculos que
parecían imposibles."
"Y también hemos aprendido lo importante que es el río," añadió Chispa, observando
cómo un pez saltaba fuera del agua. "Nunca nos habíamos dado cuenta de cuánto lo
necesitábamos hasta que casi lo perdimos."
Sócrates asintió. "Precisamente, pequeña Chispa. El agua es un tesoro. Debemos
cuidarla, no contaminarla ni desperdiciarla. El río nos da vida, y nosotros debemos
protegerlo a cambio. La conservación del agua es responsabilidad de todos."
Desde aquel día, los animales del Bosque Encantado no solo celebraron el regreso del
río, sino que también se comprometieron a cuidarlo. Y recordaron siempre la lección
del búho sabio: que la verdadera fuerza reside en la unidad y que los recursos vitales,
como el agua, son preciosos y merecen ser protegidos por toda la comunidad.
Ilustración: El Búho Sabio y el Río Perdido
La página muestra dos escenas clave. En la parte superior, Sócrates el búho vuela alto
sobre el bosque seco, sus ojos dorados escudriñando el paisaje. En la parte inferior, se
ve un grupo diverso de animales (osos, castores, ardillas, conejos, tejones) trabajando
juntos para mover un gran tronco atascado en un desfiladero rocoso. El río detrás del
tronco está represado, y el lecho del río que sale del desfiladero está seco.
Hoja de Trabajo: El Búho Sabio y el Río Perdido
Preguntas de Comprensión
• ¿Quién es Sócrates y por qué acudían los animales a él?
• ¿Cuál fue el gran problema que afectó al Bosque Encantado?
• ¿Cómo descubrió Sócrates la causa de la desaparición del río?
• ¿Qué estaba bloqueando el río?
• Nombra al menos tres tipos de animales que ayudaron a mover el tronco.
• Según Sócrates, ¿cuáles son las dos lecciones principales que aprendieron los
animales al final del cuento?
Completa la Frase
Completa estas frases con la palabra correcta del cuento:
1. Sócrates es un búho conocido por su gran _______________.
2. El río había desaparecido porque un gran _______________ lo estaba
bloqueando.
3. La tarea de mover el tronco requirió el _______________ de todos los animales.
4. El agua es un _______________ que debemos cuidar.
5. La _______________ del agua es responsabilidad de todos.
¡Dibuja un Equipo!
Dibuja a dos o más animales del cuento trabajando juntos para resolver un problema
(¡no tiene que ser el tronco!). Muestra cómo se ayudan mutuamente.
Ilustración: El Búho Sabio
Una ilustración a página completa muestra a Sócrates el búho sobrevolando el bosque
en busca del río perdido. Su expresión es seria y concentrada. Abajo, el bosque
muestra árboles secos y animales sedientos mirando al cielo en busca de alivio. El sol
cae a plomo sobre el lecho seco del río.
Hoja de Trabajo: El Búho Sabio
Preguntas de Comprensión
• ¿Cuál es el nombre del búho?
• ¿Qué problema enfrentaban los animales del bosque?
• ¿Cómo descubrió Sócrates la causa del problema?
• ¿Qué animales participaron en la solución? Nombra al menos tres.
• ¿Qué lección aprendieron los animales al final del cuento?
Ordena los Eventos
Numera del 1 al 5 el orden en que sucedieron estos eventos en el cuento:
1. ( ) Los animales trabajan juntos para mover el tronco.
2. ( ) El río deja de fluir y los animales se preocupan.
3. ( ) Sócrates descubre que un tronco bloquea el río.
4. ( ) Sócrates da un consejo a los animales sobre la importancia del agua.
5. ( ) Saltarín le cuenta a Sócrates sobre la desaparición del río.
¡Dibujemos!
¿Cómo puedes ayudar a conservar el agua en tu vida diaria? Dibuja una acción que
puedes tomar para proteger este valioso recurso. Por ejemplo, cerrar el grifo mientras
te cepillas los dientes, regar las plantas con un balde en lugar de una manguera, etc.
¡Sé creativo!
La Familia Oso y la Búsqueda de la Miel
En el corazón del Bosque Melodioso, donde los árboles cantaban con el viento y las
flores bailaban al sol, vivía una adorable familia de osos. Estaba Mamá Osa, con su
pelaje suave como la seda y su corazón lleno de amor; Papá Oso, fuerte y sabio,
protector de su hogar; y su pequeño osezno, Pipo, un torbellino de energía y
curiosidad.
A esta familia le encantaba la miel. No cualquier miel, sino la miel dorada y dulce que
las abejas del bosque producían con tanto esmero. Cada primavera, la familia Oso
esperaba ansiosamente la llegada de la temporada de la miel. Juntos, exploraban el
bosque, buscando los panales escondidos en los huecos de los árboles o colgados de
las ramas más altas. Mamá Osa era experta en encontrar los mejores panales, Papá
Oso era lo suficientemente fuerte para alcanzarlos, y Pipo... bueno, Pipo era el catador
oficial, probando cada nueva muestra con entusiasmo.
Pero un día, algo extraño sucedió. Cuando la primavera llegó, la familia Oso se preparó
para su tradicional búsqueda de miel. Sin embargo, después de días de buscar, no
encontraron ni un solo panal. Los árboles estaban vacíos, las ramas desnudas. El
Bosque Melodioso, que siempre había sido abundante en miel, parecía haber perdido
su dulzura.
"¡Qué raro!", exclamó Mamá Osa, con preocupación. "Nunca había visto algo así. ¿A
dónde se habrá ido toda la miel?"
"Tal vez las abejas se mudaron a otro lugar", sugirió Papá Oso, rascándose la cabeza
con una pata enorme.
Pipo, con el estómago vacío y un mohín en su carita, propuso: "¡Pues vamos a
buscarlas! ¡Tenemos que encontrar la miel!"
Y así, la familia Oso decidió emprender una aventura en busca de la miel perdida. Se
adentraron en el bosque, explorando lugares que nunca antes habían visitado.
Caminaron a través de prados llenos de flores silvestres, cruzaron arroyos cantarines y
escalaron colinas empinadas. En su camino, se encontraron con otros animales del
bosque, a quienes preguntaron sobre la miel y las abejas.
Una astuta zorra les contó que había visto a un grupo de abejas volar en dirección a la
Montaña Nublada. Un viejo conejo les dijo que había escuchado rumores de que un
oso hambriento había estado vaciando todos los panales del bosque. Un pájaro cantor
les aconsejó seguir el aroma de las flores silvestres, ya que allí podrían encontrar
abejas trabajando.
La búsqueda no fue fácil. La familia Oso enfrentó muchos desafíos. El camino a la
Montaña Nublada era rocoso y empinado. Tuvieron que cruzar un río caudaloso
utilizando un tronco caído como puente. Se perdieron en un laberinto de árboles y
arbustos. Pero nunca se rindieron. Mamá Osa animaba a todos con su optimismo y
cariño. Papá Oso usaba su fuerza para ayudar a Pipo a superar los obstáculos. Y Pipo,
a pesar de su hambre, mantenía el espíritu del equipo con sus ocurrencias y canciones.
Aprendieron la importancia de la perseverancia. Cada vez que se sentían
desanimados, recordaban su amor por la miel y su deseo de encontrarla. Aprendieron
también el valor de la ayuda mutua. Se apoyaban y se animaban unos a otros. Mamá
Osa compartía sus bayas silvestres con Pipo. Papá Oso cargaba a Pipo en sus
hombros cuando estaba cansado. Y Pipo, a su manera, les recordaba que la aventura
era más divertida cuando se compartía.
Finalmente, después de muchos días de búsqueda, llegaron a un claro en la Montaña
Nublada. Allí, en medio de un jardín de flores silvestres, encontraron un enorme panal
colgando de un árbol gigante. Era el panal más grande y hermoso que jamás habían
visto. Y lo mejor de todo, estaba lleno de miel dorada y dulce.
Las abejas, felices de ver a la familia Oso, les explicaron que se habían mudado
temporalmente a la Montaña Nublada para proteger su miel de un oso hambriento.
Invitaron a la familia Oso a probar su miel, y todos estuvieron de acuerdo en que era la
miel más deliciosa que jamás habían probado.
La familia Oso celebró su éxito con un festín de miel. Compartieron su alegría con las
abejas y con los otros animales del bosque que se unieron a la celebración.
Aprendieron que la perseverancia y la ayuda mutua pueden superar cualquier
obstáculo. Y que a veces, las mejores recompensas se encuentran en los lugares más
inesperados.
Ilustración: La Familia Oso
Una ilustración a página completa muestra a Mamá Osa, Papá Oso y Pipo explorando
el bosque en busca de miel. Caminan juntos, con expresiones de entusiasmo y
determinación. El bosque está lleno de árboles altos, flores silvestres y abejas
zumbando alrededor, creando una escena vibrante y llena de vida.
Hoja de Trabajo: La Familia Oso
Preguntas de Comprensión Lectora
• ¿Quiénes son los miembros de la familia oso y cómo los describirías?
• ¿Qué estaban buscando en el Bosque Melodioso?
• ¿Por qué la familia Oso no pudo encontrar miel en su lugar habitual?
• ¿Qué desafíos enfrentaron durante su aventura?
• ¿Qué aprendieron sobre la perseverancia y la ayuda mutua?
• ¿Dónde encontraron finalmente la miel?
Completa las Oraciones
Usa las siguientes palabras para completar las oraciones: miel, abejas, Montaña
Nublada, familia, bosque.
1. La _____ Oso vivía en el Bosque Melodioso.
2. Buscaban _____ dorada y dulce.
3. Las _____ se habían mudado a la _____.
4. Exploraron todo el _____.
¡Dibuja tu Comida Favorita!
Además de la miel, ¿cuál es tu comida favorita? Dibuja un plato con tu comida favorita
y escribe por qué te gusta tanto.
El Venado Valiente y el Secreto del Bosque
En lo profundo del Bosque Esmeralda, donde los árboles se alzaban como gigantes
verdes y el sol se filtraba en delicados rayos, vivía un joven venado llamado Ramiro.
Pero Ramiro no era como los demás venados de su manada. Mientras que ellos
saltaban y corrían con gracia y valentía, Ramiro era tímido y temeroso. Se asustaba
con el aleteo de una mariposa, con el crujido de una rama, incluso con su propio reflejo
en el agua del arroyo.
Ramiro prefería quedarse cerca de su madre, escondido entre los arbustos,
observando a los demás venados desde la seguridad de su escondite. Soñaba con ser
valiente, pero el miedo siempre lo paralizaba. No se atrevía a explorar el bosque por sí
mismo, ni a unirse a los juegos de los demás venados jóvenes.
Un día, mientras pastaba cerca de la manada, Ramiro escuchó una conversación entre
dos ardillas. Estaban hablando en voz baja, como si compartieran un secreto.
"¿Has oído hablar del secreto del bosque?", preguntó una de las ardillas.
"¡Claro!", respondió la otra. "Dicen que está escondido en el corazón del bosque, en un
lugar mágico que solo los más valientes pueden encontrar."
"¿Y qué hay en ese lugar?", preguntó la primera ardilla, con curiosidad.
"Nadie lo sabe con certeza", respondió la segunda. "Pero algunos dicen que es un claro
lleno de flores que nunca se marchitan, otros dicen que es un estanque donde los
sueños se hacen realidad, y otros dicen que es un lugar donde uno puede encontrar su
verdadero valor."
Ramiro se quedó petrificado, escuchando cada palabra. El secreto del bosque... la idea
lo fascinó. A pesar de su miedo, sintió una chispa de curiosidad y aventura encenderse
en su interior. Por primera vez en su vida, sintió el deseo de ser valiente, de enfrentar
sus miedos y descubrir lo que se escondía en el corazón del bosque.
Al día siguiente, Ramiro tomó una decisión. Iba a buscar el secreto del bosque. Sabía
que sería un viaje difícil, lleno de peligros y desafíos, pero estaba decidido a superar su
miedo y demostrarse a sí mismo que podía ser valiente.
A la mañana siguiente, mientras la manada aún dormía, Ramiro se escabulló
silenciosamente. Se adentró en el bosque, con el corazón latiendo con fuerza en su
pecho. Al principio, cada sonido lo asustaba, cada sombra lo hacía temblar. Pero a
medida que avanzaba, Ramiro comenzaba a sentir una nueva sensación: la emoción
de la aventura.
En su camino, Ramiro se encontró con otros animales del bosque. Un viejo búho le
advirtió sobre los peligros del bosque profundo. Un astuto zorro intentó engañarlo y
robarle su comida. Pero Ramiro, recordando su objetivo, no se dejó intimidar. Siguió
adelante, con determinación y valentía.
En un momento dado, Ramiro se perdió en un laberinto de árboles. Estaba a punto de
rendirse cuando escuchó una voz suave que lo llamaba.
"¿Necesitas ayuda, pequeño venado?", preguntó la voz.
Ramiro miró a su alrededor y vio a una pequeña hada del bosque, sentada sobre una
seta. El hada sonrió y le indicó el camino correcto.
"Sé valiente, Ramiro", dijo el hada. "El secreto del bosque te espera."
Animado por las palabras del hada, Ramiro siguió adelante. Después de muchas horas
de caminar, finalmente llegó a su destino: un hermoso claro en el corazón del bosque.
El claro estaba lleno de flores de todos los colores imaginables, y mariposas
revoloteaban a su alrededor. El aire estaba lleno de un aroma dulce y delicioso. Era el
lugar más hermoso que Ramiro había visto en su vida.
Pero lo más sorprendente de todo era que en el centro del claro había un pequeño
estanque. Ramiro se acercó al estanque y miró su reflejo en el agua. Por primera vez,
no vio a un venado tímido y temeroso, sino a un venado valiente y decidido. Se dio
cuenta de que el verdadero secreto del bosque no era un lugar, sino una cualidad: la
valentía que todos llevamos dentro.
Ramiro regresó a su manada, transformado por su experiencia. Ya no era el venado
tímido y temeroso de antes. Había descubierto su propio valor y la importancia de
superar el miedo. Se unió a los juegos de los demás venados, exploró el bosque por sí
mismo y se convirtió en un líder para su manada.
Y así, Ramiro el venado valiente se convirtió en una leyenda en el Bosque Esmeralda,
un ejemplo para todos los animales que soñaban con ser valientes y superar sus
miedos.
Ilustración: El Venado Valiente
La ilustración muestra a Ramiro, el venado, de pie al borde del claro secreto. Su rostro
refleja asombro y felicidad. El claro está lleno de flores coloridas y mariposas
revoloteando. La luz del sol se filtra entre los árboles, iluminando el mágico lugar.
Ramiro ha encontrado su paraíso.
Hoja de Trabajo: El Venado Valiente
Preguntas de Comprensión Lectora
• ¿Cómo se llama el venado protagonista del cuento?
• ¿Qué secreto del bosque despertó la curiosidad de Ramiro?
• ¿Cómo era Ramiro al principio del cuento?
• ¿Con qué animal se encuentra Ramiro en el bosque que le da ánimos?
• ¿Qué descubre Ramiro sobre sí mismo al final del cuento?
• ¿Dónde se encontraba el secreto del bosque según el cuento?
Identificando Sentimientos
¿Qué sentimiento experimentó Ramiro en los siguientes momentos del cuento?
• Al escuchar a las ardillas hablar del secreto: (Miedo, Curiosidad, Alegría)
• Al adentrarse en el bosque solo: (Valentía, Tristeza, Confusión)
• Al encontrarse con el hada: (Esperanza, Desconfianza, Ira)
• Al ver su reflejo en el estanque: (Orgullo, Inseguridad, Timidez)
¡Sé Valiente!
Dibuja algo que para ti signifique ser valiente. Puede ser una situación que hayas vivido
o algo que te gustaría hacer, pero que te da un poco de miedo. ¡Comparte tu dibujo y
explica por qué lo elegiste!