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Historia de Roca - Tomo I

El documento es un prólogo a la obra 'Historia de Roca' de Alfredo Terzaga, que aborda la vida y contribuciones del autor, así como su enfoque en la historia argentina y el análisis del roquismo. Terzaga, un intelectual polifacético, se dedicó a la docencia, el periodismo y la crítica literaria, pero su pasión por la historia lo llevó a investigar y escribir sobre el pasado argentino, buscando entender su presente y futuro. Aunque falleció antes de completar su obra, el texto ofrece una visión profunda de su pensamiento y la importancia de su trabajo en el contexto histórico argentino.

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Historia de Roca - Tomo I

El documento es un prólogo a la obra 'Historia de Roca' de Alfredo Terzaga, que aborda la vida y contribuciones del autor, así como su enfoque en la historia argentina y el análisis del roquismo. Terzaga, un intelectual polifacético, se dedicó a la docencia, el periodismo y la crítica literaria, pero su pasión por la historia lo llevó a investigar y escribir sobre el pasado argentino, buscando entender su presente y futuro. Aunque falleció antes de completar su obra, el texto ofrece una visión profunda de su pensamiento y la importancia de su trabajo en el contexto histórico argentino.

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ae ee wa en oe oe : ee mJ . 4 Alfredo Terzaga 1 HISTORIA DE De soldado federal a Presidente de la Republica % = A.PENA LILLO EDITOR S-R.L. r tel ALFREDO TERZAGA HISTORIA DE ROCA De soldado federal a Presidente de la Republica TOMO I Bw BD ac A. PENA LILLO EDITOR S.R.L. PROLOGO Estas palabras prologales carecerian de sentido sin una penosa circunstancia: Ia muerte de Alfredo Terzaga, acaecida en Cordoba el 28 de julio de 1974, dejando inconclusa su Historia de Roca. El paso final de una persona conocida siempre nos merece alguna meditacién. Pensamos en el muerto hasta que su ima- gen se nos va desdibujando entre la marafia de la vida cotidia- na, Pero hay muertos que resisten al polvo vital del olvido. Son aquellas que dejan un vacio dolorosamente palpable a nuestro lado, porque a nuestro lado hicieron mucha de su vida, definiendo al mismo tiempo nuestra propia existencia, Es el caso de los padres, la mujer, los amigos muy queridos... Es el caso, enlo que a mi se refiere, de ese entrafiable amigo, maes- tro y companero que fue Alfredo Terzaga. Dia a dia, durante sus tltimos afios, pude compartir con él ideas y proyectos, suefios y esperanzas. Y también tareas. Y ahora es, precisa- mente, en ejercicio de ese modestisimo titulo de colaborador suyo, que debe exponer aqui unas breves referencias sobre su vida y su rina, y dar testimonio de algunos pormenores relacionades con este Ubro, para una mejor inteligencia del lector que se acerque a esta inacabada —aunque no por ello menos sante— Historia de Raca. Necido ex Rio Cunrio el 13 de marzo de 1920, Terzaga se relicd desde muy joven en la ciudad de Cérdoba, donde hebria de vivir hasta su muerte. Aqui fue funcionario del Mi- nisterio de Hacienda, primero, y del Banco de la Provincia de Cérdoba, después; al mismo tiempo que efercia la docencia, desde la cdtedra de historia del arte, en la Escuela Provincial de Bellas Artes “Dr. José Figueroa Aleorta’. Pero era a con- tramano de esas labores burocrdticas y escolares que discu- trian las jornadas vitales de un Teraaga muy diferente: el in- telectual riguroso, de sélida fermaciin, de sensibilidad creado- ra, cuya inteligencia critica, que constituia una pauia orienta- dora de absoluta certidumbre, se explayaba en una amplia y generosa influencia educativa. Aparecian, entonces, a plena luz, las rices vetas de su polifacética personalidad, Asi, el ivaductor refinado, cuyas ver- siones de Rimbaud y de Novalis perdurarén como excepcional leccién de maestria interpretativa. Asi, el critica agudisimo, que sabia penetrar licidamente por entre los claroscuros de la literatura, la poesia y las artes pldsticas; desplegando sus pro- fundos conocimientos en el articulo ameno, la conferencia magistral a el ensayo brillante, entre los cuales es preciso recordar a El Renacimicnto y Leonardo; Goethe, la euforia terrenal; Rimbaud, la palabra y el silencio, Picasso como ar- tista de nucstro tiempo. ¥ el exquisite poeta que sélo mostraba sus preseas a las miradas mds intimas, Y también el artista que levaba en si, y lo obligaba, a veces, a objetivar su emo- tvidad en el éleo y en el grabado. Y aun —gpor qué noP— et novelista que hubiera querido ser, para volcar en una creacién sélida, profunda, al estilo de su admirade Thomas Mann, la tempestad y la pasién del hombre argentino de nuestro tiempo. Porque Terzaga, el esteta exigente, el universalista que sabia solazarse voluptuosamente en las mds finas creaciones del genio europeo, era insobornablemente fiel a su raigambre nacional, que lo impulsaba a indagar, a estudiar, a valorar criticamente, apasionadamente, las miiltiples expresiones del ser argentina y latincamericano. Y a preacuparse y a intere- sarse por el antes, el ahora y el después de nuestro pueblo y de nuestra patria, Esto explica su honda, acendrada, vocacién politica, que sino llegé a plasmarse en una militencia partida- ria, fue porque ella se orientd hacia el ancho campo de la diddctica, Es de esta vertiente de la que surge el Terzaga periodista, fundador e inspirador de avanzadas —y fatalmente efimeras— vevistas de ideas; director del diario cordohés Orientacién du- rante el critice afto de 1955; sagaz analista de la politica nacio- nal y extranjera en numerosos articulos, firmados ya con su nombre, ya con los seudénimos de “Cactus”, “Max Wieland”, “Manuel Cruz Tamayo”... Y el Terzaga que escribié ese me- titorio aporte al conoctmiento fisico y humano de su provincia natal que es la Geografia de Cérdoba, obra, todavia hoy, tinica en su género. Y, finalmente, el Terzaga historiador, sintesis de su variada y compleja personalidad intelectual. No fue la historia el amor primero del escritor riocuartense. Ella, sin embargo, Uegaria a dominarlo tan intensamente, hacia los tltimos afios de su vida, que sus inguietudes estéticas y literarias quedartan relegadas a wn modesto segundo plano. Terzaga se fue aproximando al estudio de la historia lentamen- te, no por la via muerta de la aficién por el pasado, sino por el camino franco de la pasidén por el presente. En la indagacién de nuestro ayer, buscaba las raices de nuestro hoy y Ia cifra de nuestro mafiana como comunidad nacional. Pues, si bien sos- tenia —siguiendo a Edward Hallett Carr— que “la funcién del historiador no es amar el pasado ni emanciparse de él, sino dominarlo y comprenderlo, como clave para la comprensién del presente”; también. concebia a la historia como una hazafia de la libertad, 0 sea, como Ia lucha del hombre para conquistar su libertad como ser en el untverso y como persona en la so- ciedad. En consecuencia, el fin iiltimo de la labor del historia- dor no podia agotarse en la mera comprensién del presente. Mediante la critica, la interpretacién y la valoracién del pasado, esa labor debia, ademds, permitirle al hombre actual saber lo que ha de aceptar y lo que ha de rechazar de ese pasado, no sélo para poder comprender el presente, sino, principalmente, para estar en condiciones de transformarlo. Por eso, la obra realizada por el riocuartense en este campo —que recién comenzaba a dar sus frutos mds logrados cuando la muerte vino a interrumpir su trabajo— no se confina en las aguas estancadas del simple relato de nuestras pasadas con- tiendas, Su interpretaciin critica de esas luchas se proyecta, como un poderoso haz de luz, sobre nuestras luchas actuales, cuyo significado Terzaga descifraba con absoluta clartdad, por ser él misme un digno combatiente en las filas de la causa nacional y popular. Su trinchera era la historia. La historia: era su manera superior de hacer politica, De aht que su produccidn historiogrdfica no gira en el tacio de las indefiniciones tedricas, como sucede con tantos autores que confunden la objetividad con la ausencia de todo espiritu critico; cuando no confunden, por el contrario, la fide- lidad a un ideario determinado con la carencia de la mds ele- mental objetivided. Conviene citar nuevamente a Carr —por euya obra sentia Terzaga profunda estima—, cuando dice que “algunos historiadores escriben una historia mis duradera, con un cardcter mds defintivo y objetivo que las de otros; y son éstos los historiadores que poseen lo que quisiera Uamar vi- sion a largo plazo del pasado y del futuro, El historiador del pasado no puede acercarse a la objetividad mds que en la me- dida en que se aproxima a la comprensién del futuro”. Al- fredo Terzaga, con su sdlida responsabilidad cientifica y su inflexible rigor intelectual, es ino de los mds cabales exponen- tes del revisionismo histérico socialista —o de la izquierda nacional, si se prefiere—, escuela que tiende a superar los esquemas de la historiografia Vamada “oficial”, tanto como los del revisionismo Uamado “rosista” (tendencias ambas que ex- presan, en términos inversos, la concepcién que los tradicionales intereses portefios tienen de la historia argentina), para proyec- tarse hacia una visién totalizadora de nuestro pasado, en la cual se articulan coherentemente los papeles representados por el Puerto, el Litoral, y el Interior; los intereses nacionales y los extranjeros; las masas y las elites. No extrariard, entonces, el interés que despertaba en Ter- saga la figura histérica del general Julio Argentino Roca, El Conquistador del Desierta y ese complejo movimiento de fuerzas conocido generalmente como “roquismo”, que él perso- nificaba, son uno de los temas menos conocidos y estudiados de nuestra breve historia independiente, Sobre ellos cayd et peso combinado del silencio, que tiende a borrar de la con- ciencia de los pueblos el recuerdo de una tradicidn quebrada; de la apologia insustanciat y fosilizada, medinnte Ta cual ese. tradiciin es divorciada de la vida real; y de la critiea falsa- mente cientifica y revoluctonaria, que pretende enterrar aque- Ua tradicién en nombre de ideas avanzadas. No se trata, na- turalmente, de una coincidencia gratuita, De lo que se trata es de quebrar la tradicién revolucionaria de las masas argen- tinas, dividiéndola en dos compartimentos estancos, de modo que las luchas populares del siglo pasado no proyecten su fuerza sobre la accién de las masas actuales; y que éstas, a su vez, no tengan conciencia de que son las kerederas de un largo proceso revolucionario, que sélo ellas podrdn evar al triunfo final. La revolucién del 80 y su expresién politica, et rogquismo, constituyen. la via a través de la cual el espiritu del federalismo democrético, expresado en las viejas montoneras criollas, pasa a los grandes movimientos nacionales de nuestro siglo: el yrigoyenismo y el peronismo. He ahi la enorme impor- tancia que reviste para el presente y el futuro argentinos, una obra que logre desenmaranar y hacer inteligible el significado profundo del vilipendiado roquismo. Esa era la finalidad del trabajo de Alfredo Terzaga, que sélo en parte pudo lograr. Terzaga ya habia dedicado varios ensayos notables al pasa- do de su provincia, entre los cuales deben nombrarse Cordoba en la solucién del pleito argentino (1852-1880); Justiniano Pos- se; una tragica muerte y su leccién politica; Mariano Fragueiro, un socialista en Uempos de la Confederacién; Clericalisrno y liberalismo: las dos caras de la medalla cordobesa; y Un bance cordobés entre el fcrrocarril y los indios. Para cuando hu- biera terminado su Roca, acariciaba la idea de escribir una obra sobre otro de los temas tabi de nuestro pasado; la poli- tica seguida por el gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas frente a las provincias y a los anhelos que éstas tentan de organizar el estado nacional. Este trabajo, para el cual ya haba tomado numerosas notas, Hevarta por titulo Rosas: pro- vincia y nacién, Pero su obra de mayor aliento seria, sin duda, esta Historia de Roca, Historia, no biografia, pues, sostenta Ter- zaga, no se trataba de relatar la vida de un héroe, sino de in- terpretar el desenvolvimiento de um proceso histérico, a través del hombre muis representativo de las fuerzas que generaron ese proceso, En un principio, Terzaga proyectaba ejecutar este libro en dos tomos, que se titularian De soldado federal a Presidente de la Republica, el primero, y El Zorro y el Régimen, el segun- do, Mas adelante, y a medida que avenzaba en un trabajo, admitid la necesidad de un tercer tome. De este modo, aquellos titulos servirian para designar a los tomos primero, dedicado a los origenes del roquisma, y tercero, que trataria sobre su ocaso; el segundo tomo estaria consagrado a la década del auge del roquismo (1880-1890) y se llamaria, posiblemente, La cons- truccién del estado. En esta edicién, limitada al primer tomo, se conserva para éste el titulo particular elegido por el autor. Aungue durante el tiltimo afio de su vida trabajé febril- mente, abandonande —como si previera que su tiempo se ter- minaba— toda otra preocupacién que no fuera este libro, Ter- zaga no logré verlo acabado. Llegd solamente a dejar lista la mayor parte del primer tomo, que debla concluir con la asun- cidén del mando presidencial por parte del general Roca, sin aleanzar a escribir sus ultimos capitulos. No obstante, la obra no pierde interés, pues Io escrito llega hasta los comienzos de 1880, comprendiendo ast toda la génesis del complejo proceso que lleva a la presidencia al militar tucumano, o sea, la etapa menos conocida y estudiada de ese importante periodo histérico. Esla edieién, pues, conelune con el capitulo 21, 188): El afio crucial del que quedaron sin tratar por el autor los siguien- tes puntos, que figuraban en el temario del borrador: Eleccio- nes de febrero para diputados nacionales; Entrevista Avellane- da-Tejedor; Candidatura Bernardo de Irigoyen; Tejedor con- sigue mayoria parlamentaria; Candidatura Sarmiento; Eleccio- nes presidenciales del 11 de abril; Incidentes; Mensaje de Tejedor del 1° de mayo; Créditos para la compra de armas; Incidentes en Diputados de la Nacién; Entrevista. Roca-Te- jedor;, Ultimo mensaje de Avellaneda; y Formacién del Partido Autonomista Nacional, Como queda dicho, tampoco pudo Ter- zaga redactar los capttulos finales: el 22, titulado La guerra civil; el 23, La asuncién del mando; el 24, E} pais hacia el 80; el 25, que estaria dedicado « trazar un retrato fisico y moral del personaje; y, posiblemenic, un epilogo, que seria una sin- tesis de todo lo tratado en este tomo. En consecuencia, y para una mejor comprensiém por parte del lector corriente, se ha creide oportund agregar wee udéenda escrita por eb hijo del au- tor, Gustavo Terzagu, con una narractén sucinta de los acon tecimientos politicos acaecidos en el pats, desde el momento en que queda trunca la exposicidn del historiador riocuartense, hasta el 12 de octubre de 1880, fecha en que asume la presi- dencia de la Repiblica el general Roca. La olva debia llevar también una introduccion, en la cual Alfredo Terzaga expondria ampliamente el criterio que lo guia- ba al emprender este trabajo. De ella dejé redactada apenas una pdgina manuscrita, que es el texto incluido en Ia presente edi- cién, pues se juzgd que, a pesar de su extremada brevedad, arro- ja suficiente luz sobre los propdsitos del escritor. El libro se completa con un apéndice documental preparado por el propio autor, Alfredo Terzaga deseaba, asi mismo, manifestar piiblica- mente su reconocimiento a las personas que le habian brindado una generosa colaboracién. Llevaba para tal fin una némina, que, posiblemente, atin estuviera incompleta. En base a ella, y en nombre de mi amigo, debo finalmente dar testimonio de su agradecimiento a los sefores Alfredo J, Alonso, Miguel Angel Céreano, Gustavo Centeno, Fermin Chavez, Luis Rodolfo Frias, Norberto Galasso, Carlos Pdez de la Torre (h.}, Carlos H. Payd, Fernando Horacio Payd, Jorge Abelardo Ramos, Marcos Roca, Emilio Rojas de Villafarie, Isidoro J. Ruiz Moreno, Hipélito Sda y Victor Sad, que le aportaron cordialmente datos, documentos, informes u opiniones; al Dr. Guillermo Gallardo, ex Director del Archivo General de la Nacién, y ala direccién y el personal de la Biblioteca Mayor de la Universidad Nacional de Cérdoba, por las atenciones recibidas en esas instituciones; y, especial- mente, a la archivera seiorita Luisa Angela Ceballos Gigena, que tan eficazmente lo secundé en la busqueda y clasificacién de datos, asi como en las tareas mecanogrdficas. DENIS CONLES Cérdoba, febrero de 1975 INTRODUCCION Este libra no es ni una apologia ni una diatriba, géneros ambos de los que hay bastantes muestras en la bibliografia so- bre el personaje; del primero, en la literatura oficial 0 semiofi- cial de los homenajes retéricos y engalados, donde el individuo que fue —trétese de Roca o de cualquier otro— sufre, salvo ra- 'isimas excepciones, una especie de segunda muerte por cano- nizacién; del segundo, en esas obras de tendencia supuesta- mente critica o avanzada, que no hacen sino prestar nuevo len- guaje a la nunca extinguida inquina portefia contra el presiden- te impuesto por las provincias en el 80, recurriendo a argumen- tos que son tan viejos como esa hostilidad; las “oligarquias pro- vincianas”, los negocios y negociados de tierras; la queja por los indios muertos y los gauchos desaparecidos; la politica de entrega al imperialismo britdnico; la descaracterizacion del pais; la instauracion del famoso Régimen, etc., aspectos todos que abarcan un ciclo de treinta afios y mds de la vida argentina, pero que siempre son desaprensiva y capeiosamente harajados juntos, como si una figura histdrica de tan larga actuacidn pudiera ser caracterizada en un momento tinico. Lo que intentamos aqui es una presentacién y, sobre todo, una interpretacién, Resulta Uamativo que Roca, personaje tan caracteristicamente argentino como para haber encarnado el primer persanalismo politico de escala nacional, sea uno de tos grandes desconocidos de nuestra histaria, que la escasa biblio- grafia que le ha sido dedicada especificamente, esté lena de ommisiones, desconocimientos, errores y anacronismos, aun en los libros escritos durante su vida. Fallecié en octubre de 1914, y atin hay viejos argentinos que lo vieron o lo recuerdan, en Bue- nos Aires y en las provincias; sin embargo, la mencién de Roca o el roquismo parece aludir a un pasado remoto, tanto quizd por la celeridad y transformaciones del proceso que vino después, como por el hecho de que el propio personaje, que en los tilti- mos aiios de su vida politica activa habla desmontado o destrui- do el movimiento que representd, se habta desinteresade, con una especie de fatalismo que no podemos agradecerle, de la suerte que podia correr la historia de aquel gran movimiento politico que se llamé el Partido Autonomista Nacional. Capitulo 1 EN EL VIEJO PUCUMAN Padres y paricnies - Lucuman, su gente y su vida - Quién cru don Alejandio Heredia ~ La guerre con Bolivia - Marcos y (ireyorio Paz « Bajo el gobieraa de Celeiunio Guticrves ~ Nac miento de Julio Argentina y primera edueacisn - Caseros y las contiendas incumanas -Partida hacia Enire Kios, En esa familia, la Polftiea y la Guerra no eran temas de charla ocasional, sino domésticos como ¢l pan cotidiano. Hs verdad que lo mismo ocurria en muchisimos hogares de argen- tinos de entonces, pero, con todo, el rasgo resultaba particular mente aeusado en easa del coronel don José Segundo Roca, un guerrero profesional, veterano y enaventén, a quien los yaive- nes de la vida piiblica, y la voluntad de don Juan Manuel de Rosas, gobernader de la lejana Buenos Aires, habian devuelto, en ese afio de 1842, a la tranquilidad de la ventura hogarefla, Junto a Ja arremansada dulzura de dofia Agustina Paz, una voluntariosa belleza provineiana de almendrados ojos ¥ sonrisa irdnica. Los hechos grandes ¥ menudos de las Provincius Unidas; el paso de los ejéreitos; las batallas famosas; los episodios de Jas luchas civiles; Jos nombres de los caudillos y suis sceretog menores; la sucrte varia de Ios hombres del terrufio; el reper- 18 HISTORIA DE ROCA torio de los lugares, con aus rfos, sus bosques y sus moutafias; todo eso, en el hogar de los Rova y los Paz, tejia una madeja. de recuerdos miltiples, cuando no un asunto de inter’s vivi- simo. Casi no habia suceso de magnitud en cl pasado reciente, o notieia de actualidad en la Confederaeién, que no resonara como asunto propio en la intimidad de esa familia euyos vineu- los, si importantes en la pequefia ecimdad, se extendian larga- mente mas alla de la provincia, El jefe de esta tribu de pro, don Juan Bautista de Paz Concebat y Figueroa, habia sido presidente del Cabiido tueu- mano de 1810, donde abrazé la causa de la Revolueién de Mayo. Su habilidad y su prestigio local lo convertirian en amigo, con- sejero y ministro de don Alejandro Heredia, el candillo federal de Tucumén. A su familia pertenecia dofia Maria Antonia de Paz y Figueroa, madre de Juan Felipe [barra, que goberné casi treinta affos en Santiago de! stero. Su hija Felipa estaba easada con el comandante santiaguefio Antonio Maria Taboa- da, uno de los promotores de la autonomia de su provincia en 1820, diputado al Congreso Nacional en 1825, y candnigo en la viudez, Parienta suya también, aunque lejana, era dofa Josefa Avéoz de Paz y Figueroa, madve de Juan Bautista Al- verdi, quien estaba destinade a poner lo suyo en el gobierno de la reptihlica, aungue en modo distinto, por cierto, al de sus parientes santiaguefios los Taboada, sobrinos y sucesores de Ibarra... Hijo de don Juan Bautista Paz era Gregorio Paz, amigo de Ileredia y jefe de sus ejércitos, que se convertiria en general de Rosas después de la muerte del caudillo tueu- mano, Otro de los hijos, don Marcos Paz, scerctario del mismo Heredia y ministro en Salta, vivia. —por la époea en que co- menzamos este relato— en la provincia de Buenos Aires, don- de después de haber adquivido intereses ruvales, practicaba una satil conversién de federal tucumano a rosista bonaerense. En tiempo de Unquiza, el doctor y coroncl Marcos Paz legaria a Gobernador de Tucumdn ¥ a Senador en el Parané; mas tar de, junto a Mitre, seria vieepresidente de la Republica. Los otros hijos de don Juan Bautista Paz eran: Maximo, Luciano, Exequiel, duliana, Gaspar, Genoveva, Benita, y la ya meneio- da dofia Agustina, Ni Gregorio ni Mareos Paz, tan adheridos a la causa de ALFREDO TERZAGA 19 Rosas desde 1839, se lubieran atrevido a sospechar que, cua- venta afios después, uno de sus sobrinos entrarfa triunfante en la orgullosa Buenos Aires, entre la humareda de la tltima gran guerra ¢lvil, haciéndolo precisamente como eampedn de Jas provineias... Como todas las ciudades sembradas por el conquistador, San Miguel de Tueuman habfu sido disefiada on forma de, da- Tero, con su plaza mayor en el eentyo, en transparente rem niseencia del castum de las legioncs latinas, La voluntad his- panica habia mareado asf, en la cuxdyieula racional de la civ- dad por naver su ohstinade propésito de erezr un marco para la sociedad de los hombres, como wma naturaleza segunda so brepuesta, y a veees opuesta, a st contorno geografico. En el caso de Tueuman, ese contorno cstaba representado por ténti- les valles y praderas, por montafias altistina is, ¥ por wa ve dure lujuriante que puguaba por berrar la porfiada geometriy de los fundadores. Esa vida vegetal, frondosa, libérrima y fragante hasta ena- denar los sentidos, Ilamarfa justamente la stengién maravilla- da de los viejos: opulentos bosques centenarios entremezcludos de higueras, limoneros y naranjos silvestres, poblados de pa- javos y panales, cruzados de largas avenidas eubiertas de mir- tos y laurcles, Nlenas de aromaticos poleos y encendidas con Ia fanfarria de los aromos, en los numerosos claros que dejaban los giganteseus lapachos, *‘ Jamas, auterionmente, habfa visto una, maravilla de yegetacién semejante —eonfess un inglés que Ile- 6 a Tucuman en 18 Contemplé hasta hartarme aquellos viejos patriarcas de las selvas, mohosos con los afos, roceados de enredaderas y tachonados de troncos y ramas de plautas pard- sitas que semejan cstrellas’? 3. La lucha tenaz entre ambas naturalezas harfa finalmente que el damero fundador se redujera a proporciones rainimas, 1 Andrews, Joseph: Las provincias det Norte en 1585 (Capitulos det Fiaje). Universidad Nacional de Tuewnin, 1967, 20 TUISTORIA DE ROCA en un centre pequefio cuya poblacién, al tiempo de deciararse la Independencia, podia calvularse en sicte mil habitantes. Pero en compensacién también Ja ciudad impondria su ley a la peri- teria, ganando y ampliandy fértiles praderas donde nacian o invernabam caballos y mulas que se vendfan anualmente en el mereado altoperuano, y donde haciendas y ehacras extendian cultives de mafz, trigo, cebadz, patatas, camote y numerosos frutales. En las afueras, metidos entre cl bullicio de changos y gallinas, y perfumando el ambiente con el aserrin de sus maderas, trabajaban al raso los habiles y famosos carpinteros de Tucumén, Ii olor penetrante de la melaza, que Hegd a ser tan caracteristico en las décadas posteriores no habia impreg- nado entonces el aire de la ciudad. Et mitelco dirigente de toda esa actividad, o sea las clases decentes, con su foco principal en la ciudad, estaba formado por los deseendientes de los conquistadores y encomenderos, de ruza espafiola pura o casi pura, donde abundaban las familias de origen peruano, altoperuano o cordebés, y donde no faltaba wna cuota importante de sangre europea, representada por los espafioles peninsulares. Hl objeto de estos indianos no era ya la conquista de Eldorado o Ja Trapalanda —cspejismos a los que habian renunciado tras sueesivas deeepeioncs— sino la vi- da politica, la guerra, la carvera eclesidstica y, sobre todo et aprovechemiento comercial de las artesanias, en un trafico ce loso ¢ ininterrumpido que tenia un polo en Lima y el otro en Buenos Aires, Esta ocupacién pese a la ruptura provocada por las guerras de Independencia, siguié siendo de considerable im- portancia, estimulada por csa corriente de plata amonedada o en ‘‘pifias’’, que bajaba desde el cerro del Potosi dinamizendo jas ciudades y rancherias del trayecto hasta sus lejanos térmi- nos pampeanos, Por Gebajo de csa, ‘clase decente’’, orgullosa de su estixpe y eelosa de sus privilegios, moviase la vasta muchedumbre de las castes, es decir todos los colores del mestizaje, desde los descendientes de espatiol y de india, numerosos en la poblacién rural, hasta los perdas y morenos, los cuales, negado de hecho y de derecho su acceso a la educacién y a las carreras Viberales, hallaban eompensacién econémiea, y hasta social, en el virtual monopolio de los oficios y artesanias, donde la mano de obra

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