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Entre agonías y esperanzas

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Entre agonías y esperanzas

Es un miércoles que me hacen la temida pregunta que evité responderme a mi misma


y a los demás. Entonces se acercaba el momento de sentarme por largos minutos de
procrastinación, a empezar a redactar en un Word en línea sobre porqué elegí estudiar
comunicación audiovisual. Por supuesto que empezaría con las frases más
deprimentes.

Mientras los días grises pasaban por las pequeñas ventanas de la prisión llamada
biblioteca, y los días eran uno igual al anterior, con la variable de la ansiedad que
parecía solo crecer, me preguntaba si algún día vería el final de todo ello.
Sentía que la agonía me hundía entre jurisprudencia, precedentes, laudos, latinismos
jurídicos, delitos, agravantes, orden público, sociedades, intereses y otros monstruos
devoradores de almas. Me urgía encontrar algo que me saque de ahí.
Como siempre, nadie vendría a mi rescate, y sería yo quien tendría que escapar de
todo eso a hurtadillas.
Mi esperanza viene en forma de una Nikon D5200, fruto de un capricho u obsesión
que tuve en el 2021, mi mente solo gritaba que necesitaba urgentemente una cámara,
porque me gustaba tomar “fotos bonitas”. En el día era una trabajadora del poder
judicial, atiborrada de expedientes altísimos, que veía con tristeza imaginando a todas
las personas que esperaban que saque ese archivo y lo pase a los jefes. Por la tarde,
hacía fotos en automático o veía tutoriales, hacía comunicación sin saber que era,
recuerdo que amaba tik tok, porque me permitía hacer cosas y publicarlas.
Jamás fui viral ni era mi intención serlo, pero publicar un corto de 10 segundos sobre
las elecciones más polémicas del nuevo milenio, debía significar algo. De pronto, en el
día que pasaron a segunda vuelta, mi mano me picaba, la cámara me guiñaba el ojo y
mi mente ya estaba formulando las preguntas. Así surge un canal de YouTube con
entrevistas callejeras y una pésima imitación a Henry Spencer. Repito, no sabía qué
hacía, pero lucía genial haciéndolo.
Ese fue mi último año de universidad, lo cual era bueno porque aparentemente era
libre, pero malo porque debía hacer algo con la libertad que me otorgaron. Huí,
simplemente me fui, escapé a Cusco donde casi me dedico a tener un refugio para
perros abandonados.
Pero lamentablemente, mi exilio no podía durar tanto tiempo, tenía que regresar y
buscar chamba.
Mientras seguía perdida entre el cuidado de 3 mascotas y en interminables
convocatorias al sector público, solo veía brillar la luz de mi hermano, quien hace un
año estudiaba comunicación audiovisual en un instituto carísimo, lo único que pensaba
al verlo era que no lo aprovechaba lo suficiente y surgió mi más egocéntrica frase del
2022: Si yo estudiaría eso, lo haría mucho mejor.
Mi mente solo me repetía eso, pero entonces ¿Qué exactamente me detenía a
hacerlo? La cobardía de salir de mi zona de confort. Mis últimos 6 años estaban llenos
de elogios por ser parte de la universidad más antigua del Perú y estudiar Derecho, lo
iba a perder todo, solo iba a decepcionar al mundo.
Por suerte la terapia me enseñó que el mundo no se iba a acabar si elegía una carrera
técnica o si empezaba de nuevo, quizás recibiría palabras de lástima, pero entonces
dejarlo todo en secreto sería mi mejor opción.
Solo me quedaba resolver el tema del dinero, por suerte, había un instituto público que
ofrecía la carrera y como soy un parásito que decidió aprovecharse de lo mínimo que
da el Estado, era mi oportunidad, no podía pedir a mis padres que de la nada me
paguen una carrera cuando por fin se habían librado de otra.
Mi principal interés siempre fue la fotografía, en particular la de moda, el glamour, los
flashes, las modelos, los colores, la imagen, la luz, la belleza. Solo así calmaría mi
sueño frustrado de ser diseñadora de modas, mi pecho dejaría de clamar por un
capricho insatisfecho. La lógica era simple, si este instituto enseñaba fotografía,
entonces solo le prestaría atención a eso. ERROR. La carrera era definida en la
palabra “ESPECTACULAR”. Si bien solo fui como una semana de prueba, en la que
sabría si debía quedarme o no, bastaron dos clases para convencerme que pertenecía
aquí. Me moría de miedo, pero más miedo me daba no quedarme en algo que por fin
me gustaba y me sentía cómoda.
Pasando los días y las semanas, solo aumentaban las razones para permanecer acá,
si bien el objetivo de muchos era producir, dirigir, editar, solo sabía que amaba todo lo
que enseñaban y que quería seguir acá. Me propuse a aprender lo más que se podría
y si este camino me permitiría vivir con dinero y haciendo algo que genuinamente no
me aburría, este era el lugar. Mi esperanza se había hecho realidad, mi cámara del
inicio fue mi mayor aliada, desde pequeños trabajos de fotografía hasta la primera vez
que una profesora de modas me pidió ayuda con tomar fotos de sus prendas.
Y así es como nos encontramos hoy, con la espalda muerta, terminando de redactar
dos carillas máximo de porqué elegí la carrera, en pocas palabras después de haber
estudiado Derecho por los demás, por fin elegí algo para mí, algo que fue una
esperanza dentro de tanta agonía.

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