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La Ratita Presumida-Por Elena Gomollón

La ratita presumida compra un lazo rojo con una moneda y varios animales le piden matrimonio atraídos por su belleza, pero ella los rechaza al descubrir que sus ruidos nocturnos la despertarían. Finalmente acepta casarse con el ratoncito tímido que duerme calladamente por las noches.
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La Ratita Presumida-Por Elena Gomollón

La ratita presumida compra un lazo rojo con una moneda y varios animales le piden matrimonio atraídos por su belleza, pero ella los rechaza al descubrir que sus ruidos nocturnos la despertarían. Finalmente acepta casarse con el ratoncito tímido que duerme calladamente por las noches.
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“LA RATITA PRESUMIDA”

Había una vez una ratita muy presumida que estaba barriendo la
escalera y algo le llamó la atención. ¡Era una moneda!
La ratita decidió que con esa moneda se compraría un lazo rojo
para ponerlo en su rabito.

Al día siguiente, salió rumbo al mercado con su moneda en el


bolsillo. Cuando llegó, pidió al señor de la tienda, que le vendiera
un trozo de su mejor cinta roja. Al llegar a su casita, se colocó el
lacito en el rabo.
Estaba tan bonita, que no podía dejar de mirarse. Salió al portal para lucir su
nuevo lazo y entonces se acercó un gallo y le dijo:
- Buenos días, Ratita. ¡Qué guapa estás hoy!
- Gracias, señor Gallo.
- ¿Te casarías conmigo?
- No lo sé. ¿Cómo harás por las noches?
- ¡Quiquiriquí! – respondió el gallo.
- Contigo no me puedo casar. Ese ruido me despertaría.
Se marchó el gallo malhumorado. En eso llegó el perro:
- Pero, nunca me había dado cuenta de lo bonita que eres, Ratita. ¿Te quieres
casar conmigo?
- Primero dime, ¿cómo haces por las noches?
- ¡Guauuuuu, guauuuu!
- Contigo no me puedo casar, porque ese ruido me despertaría.
El perro se fue gruñendo y al rato apareció un burro que mirando a la
ratita le dijo:
- ¡Qué bonita eres! ¿Te quieres casar conmigo?
- No lo sé – le respondió la ratita - ¿cómo harías por las noches?
-YyyyyyAAAAAyyyaaaa
-Uy no! – dijo la ratita – con ese estruendo me despertarías.
Y el burro se fue cabizbajo por el camino.
Un Ratoncito que siempre había estado enamorado de la ratita, se animó y le dijo:
- ¡Buenos días! Siempre estás hermosa, pero hoy, mucho más.
- Muy amable, pero no puedo hablar contigo, estoy muy ocupada.
- El ratoncito se marchó cabizbajo.

Al rato, pasó el señor Gato, que le dijo:


- Buenos días, Ratita. ¡Qué linda que estás!. ¿Te quieres casar conmigo?
- Tal vez, pero, ¿cómo haces por las noches?
- ¡Miauu, miau! – contestó dulcemente el gato.
- Contigo me casaré, pues con ese maullido me acariciarás.
El día de la boda, el Gato invitó a la Ratita a una comida
para celebrar el matrimonio.
Mientras el gato preparaba el fuego, la Ratita quiso ayudar y abrió la cesta
para sacar la comida. Con sorpresa vio que estaba vacía.
¿Dónde está la comida? – preguntó la Ratita.
¡La comida eres tú! – dijo el Gato enseñando sus colmillos.
Cuando el gato estaba a punto de comerse a Ratita, apareció Ratoncito, que
los había seguido, pues no se fiaba del gato.
Tomó un palo encendido de la fogata y lo puso en la cola del gato, que salió
huyendo muy asustado.
La Ratita estaba muy agradecida y el Ratoncito, muy nervioso le dijo:
Ratita, eres la más bonita. ¿Te quieres casar conmigo?
Tal vez, pero, ¿cómo harás por las noches?
¿Por las noches? Dormir y callar. ¿Qué más?
Entonces, contigo me quiero casar.
Así se casaron y fueron muy felices.

FIN

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