PRÒPOSITO ACTITUDES (ENFOQUES
COMPETENCIA DESEMPEÑOS
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textos en su lengua explicita, relevante y lector a través de derechos y los de los demás.
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contenido, la
organización textual,
las estrategias
discursivas y la
intención del autor.
Aquí, propongo algunas actividades para disfrutar de la lectura.
Comprende la biografía de Francisco Porfirio Meneses y coméntalo con algún miembro de tu familia.
Vida y obra de Francisco Porfirio Meneses Lazón
(n Huanta, 30 de octubre de 1915 – m Lima, 10 de mayo de 2009) fue
un autor quechua que produjo literatura en quechua ayacuchano
y español. Es considerado uno de los autores más importantes en lengua
quechua y del indigenismo.
Porfirio Meneses Lazón, nacido en 1915, se crio primero en Huanta y
después de la separación de sus padres se mudó en 1922 con su madre a
Lima. En 1934, fue uno de los fundadores de la Federación Aprista Juvenil, junto con
Susana Medrano, Tulio Velásquez, Víctor Tantaleán,
Floro Barreto, Armando Villanueva y Manuel Serna Valdivia. En 1935 regresó a Huanta,
donde vivió hasta 1940.
Desde 1941 estudió letras, derecho, economía y educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en
Lima, pero solo en 1979 se licenció en lengua y literatura.
Escribió en castellano muchos cuentos sobre la cultura andina, entre ellos “Cholerías” (1946), “Campos
Marchitos” (1948), por lo cual ganó el Primer Premio en Narración, “El Hombrecillo Oscuro y otros cuentos”
(1954), “Cuentos Peruanos”, “Cholerías 2”, “Huanta en la Cultura” (1974), “Solo un camino tiene el río”
(1975). En 1954 publicó la obra teatral “La Princesa del mar”. En quechua se
expresó sobre todo en sus poemas, dentro de los cuales destacan el
poemario Suyaypa llaqtan “País de la esperanza” (1988) y Yana kachapurikuna,
una traducción al quechua del poemario “Los heraldos negros” de César Vallejo
(1997). En su libro de seis cuentos quechuas Achikyay willaykuna “Cuentos del
amanecer” (1998) habla de la sociedad de Huanta en el tiempo de su juventud.
Estos cuentos fueron traducidos al francés por César Itier y publicados en 2001
bajo el título de “Contes du lever du jour”.
Por su obra recibió entre otros el Primer Premio de Cuento en el concurso
convocado por la revista “Cuadernos” de París (Francia, 1965), el Premio
Nacional “Ricardo Palma” del Ministerio de Educación (1965), el Primer
Premio de Producción Intelectual convocado por la universidad Federico
Villarreal en 1995, el Primer Premio en el Primer Concurso de Literatura
Quechua convocado a nivel nacional por la misma universidad en 1998.
Obras
Cuentos en castellano
1. 1946: Cholerías. 5. 1974: Cholerías 2.
2. 1948: Campos Marchitos. 6. 1974: Huanta en la Cultura.
3. 1954: El Hombrecillo Oscuro y otros cuentos.
4. 1974: Cuentos Peruanos.
5. 1975: Sólo un camino tiene el río. Lima, Editorial Universo.
Poesía en quechua
6. Suyaypa llaqtan (1988). Lima, Mosca Azul Bluefly Editores.
2009: Yapa tinkunakuy [El reencuentro]. 30 sonetos quechua con traducción conceptual española. Asamblea
Nacional de Rectores.
Cuentos en quechua
1998: Achikyay willaykuna. Biblioteca de Cultura Quechua Contemporánea n°4. Lima, Universidad Nacional
Federico Villarreal.
Traducciones literarias al quechua
César Vallejo, 1997: Yana kachapurikuna [Los heraldos negros]. Biblioteca de Cultura Quechua Contemporánea n°
1. Lima, Universidad Nacional Federico Villarreal.
César Vallejo, 2008: Trilce. Universidad Ricardo Palma, Editorial Universitaria.
1. ¡Ahora a leer el texto¡ Descubrirás la tremenda imaginación del autor. Sin interrupciones.
CASICHA
Porfirio Meneses
Lacampiña de Huanta ya muestra por marzo sus choclos maduros. Los maizales, por donde vaya la vista,
se encuentran meciendo los infinitos penachos al vaivén de los vientos. Cuando han pasado los
chaparrones propios de febrero, cada tallo presenta de dos a cuatro choclos de rubia cabellera, que sólo
esperan el acomodarse en la gran olla de barro para hacer la felicidad de los cholos huantinos.
Este es tiempo de cuidado para los dueños de chacras. Primero, porque los cercos y tapiales son apenas
simbólicos, y los caminillos van hilvanando todas las propiedades; y segundo, porque hay huantinos tan
antojadizos…
El choclito de chacra ajena es siempre agradable para los que tienen maizal inmaduro, o para los que no
tienen chacra. Y, desde luego, para todos los mataperros, sean mozos o mozas. Por eso ahora el viejo
Eulalio Janampa, del pago de Pucarajay, está preocupado. Es el buen padre de familia que cavila por el pan
del hogar.
Tiene mujer y tres hijos que alimentar y, cosas del tiempo cada vez más malo, ya no siempre da
bien la albañilería en Huanta. Porque tayta Eulalio es albañil y encuentra que todo va peor ahora
tal vez si, como él piensa, porque hay tanto forastero hambriento que todo lo está echando a
perder. Hombre añoso, experimentado, tiene ideas ásperas sobre las cosas.
Compró el año pasado una chacrita en Huallhuayoj, y sembró en ella lo que hoy es un maizal
hermoso. Han graneado admirablemente las mazorcas y pocos vecinos pueden ufanarse tanto
como él ahora, ante las perspectivas de una buena cosecha. Sólo que aquellos mismos vecinos,
han tomado buena nota de la hermosura del maizal del viejo Eulalio, para proceder en cuanto el
sol se anide.
Eulalio conoce estas intenciones, y piensa que dará codillo a esos lagartos cuidando su chacra.
Hubiera querido sin duda realizar ya la siega y parar los haces para el oreo, pero es que no
puede darse tiempo por estas semanas pues está cumpliendo con una contrata urgente, a la
que debe todas sus horas. De otro lado, no todas las plantas están igualmente maduras, en
punto de corte, y hay que esperar un tanto hasta que los granos doren. Ha construido ya la
chuglla —chocita minúscula elevada sobre cuatro puntales—, y desde allí cuidarán su mujer o
sus hijos. Ha establecido un turno, claro está. Si no va él, va Casimiro, el hijo mayor, y a veces
doña Nativa con los dos más pequeños.
El bueno del viejo es hombre de pocas pulgas tratándose del sustento de sus hijos: cuando vigila
se acompaña de un nudoso palo y hay que temerlo. Pero menos pulgas aguanta la mama Nativa.
Porque echa al diario un geniazo…
Cuando va ella a cuidar, llevando a Ipicha y Ruficha, la gente de las chacras cercanas no duerme.
En la profundidad de la noche se percibe el ruido de piedras que caen desgajando las hojas del
maizal y la voz de la mujer que de rato en rato dice:
—¡Qué hacendo ay, ladrunazo! T’estoy viendo ¿acaso qui nó? Si no te vas te rompo tu crisma.
¡Supaypa-huahua!
Generalmente no hay nadie, y es el movimiento de las hojas con el empuje del viento lo que
provoca en doña Nativa éstas y otras expresiones de variado calibre. Porque nadie se atreve a
cosechar pedradas en lugar de maíz tierno, desde que, según las trazas, mama Nativa no es
mujer muy sentimental.
Pero ocurre a veces, en las noches lóbregas, que a señora tan animosa quiere invadirla el temor.
¿Quién no conoce el miedo? Entonces ella azuza a sus chicos, éstos al perrito y entre todos
componen una orquesta infernal que mantiene despiertos a los vecinos en media legua a la
redonda. Hasta que se les pasa el miedo o se cansan, y se duermen tan profundamente que ni un
castillo de cohetes podría despertarlos.
Casimiro es mocito que merece atención especial. Cuando sus padres están de mal humor, lo llaman
Casemiro, a secas; y si están cariñosos le dicen Casicha. Es un muchacho que ya tiene sus inquietudes.
Posee su poquito de primaria, y aunque no ata bien dos palabras en castellano, en quechua es una
tarabilla. Sabe que dos y dos son cuatro, y sabe también que en el cinema del pueblo se ven cosas
bonitas, porque ya ha ido varias veces a repantigarse en la pulguienta cazuelita.
De aquí que experimenta cierta desazón al tener que marchar la mayoría de las noches para el cuidado
de la chacra. Por él, bien se las pasaría sin choclos. Aunque es verdad que no piensa lo mismo cuando a
la hora del yantar los ve humeando en su mate. Pero con gusto o sin él, va siempre por los senderos, a
veces enlodados o malolientes, a cumplir con su tarea mientras de sus labios se deshila un huaino en
agradable silbo.
En una noche de puras sombras, instalado como en abandono dentro de la chuglla dejaba vagar sus
pensamientos, sus ideas, sobre todos los motivos de su preferencia. Pensaba en cuánto de agradable iba
conociendo su vida. Y meciéndose en sus recuerdos, no llevaba cuenta del susurrante silencio de los
innúmeros follajes del contorno; ni prestaba atención al chi–chi–chi–chi de los huajankichus, ni al
vanidoso croar de los sapitos. No trasponía el umbral de sus oídos el tu-cuh lejano de algún búho
agestado, ni el canto horario de los pichiusas. Mientras tanto, vivían en el ambiente la suavidad del aire
tibio, el estar tranquilo de los árboles linderos y la oscuridad adherida a todas las cosas.
Pero algo hubo por fin que desvió el pensar de Casicha. Era un ruido sospechoso allá por un
extremo de la chacra. Aguzó el oído y percibió un quebrar de cañas de choclo, un rozarse
áspero y continuado de hojas. No había dudas: alguien robaba. De primer momento se
incorporó y quiso arrojar piedras en dirección del ruido. Pero luego sintió curiosidad por
localizar y conocer a quien lo producía. Salió cuidadosamente de la chuglla, y procurando la
mayor levedad en sus pasos fue encaminándose hasta el extremo donde se hallaba el intruso.
Se llegó primero al cerco y bordeando la chacra iba sorteando el manazo silente de algunas
pencas agresivas, y el quebrarse sin penas de las ramitas bajo sus pies. Poco a poco se fue
acercando al ruido extraño hasta poder precisar la silueta del causante: era una mujer que se
movía por entre las plantas, quebrando los choclos de su tallo con la mayor destreza. Casicha
pudo verla llenar rápidamente su falda e ir a vaciarla sobre una manta extendida por allí cerca.
Oculto al pie del cerco, el mozo atisbó las cercanías a que podía su vista alcanzar, y
convencido de que no había nadie más, se trazó rápidamente un plan. Con el sigilo de siempre
acortó aún más la distancia entre él y la desconocida, y de pronto dio cuatro saltos hasta ella y
la cogió abrazándola por la espalda.
—¡Qué tala, no? Conque tú habías sido… ¿Qué tú haces aquí? ¡Ladrona!
—¡No, niñucha, taytito! ¡Soltamé! —exclamó asustada, aunque sin grito, la mujer—. Te lo pagaré.
Cuéntalo tus choclos…
—Oiga, así namás quieres acabar. Aura vas a ver tú. Que tala Margarita, su hija de siño Juélis
Robándome, ¿no? Tenes que yer conmigo hasta donde la guardia. ¡Vamos!
Quiso forcejear la muchacha, pero Casimiro la tenía bien cogida y cerró aún más los brazos.
—¿Pero así tan miselabre vas a ser tú? —dijo ella. ¿Por estito, por estos cuatro choclos me vas a
llevar al puesto? ¡Tatao! ¡Soltamé!
—¿Pechuga, ah? Todavía mi robas y te voy soltar tranquelito. Vamos…
—¡Pero soltamé, te pagaré pues! Cuánto plata ya va a ser…
Y procuraba deshacerse de las tenazas del mozo. Antes que gritar hablaba atenuadamente, pero con
nerviosidad, agitación. Le aterraba pensar que los vecinos pudieran enterarse del hecho. Por su
parte, Casicha estaba dispuesto a hacer respetar su propiedad. Sobre todo, porque había reconocido
en la muchacha a la jugosa y deseable hija del siñó Félix Champa. Por ello, tácticamente, siguió en
su aparatoso afán de amedrentarla con la idea del puesto policial. Hablando de ella decíale:
—Toma. Por qué tú mi robas. Vamos.
—Pero aistá pues, lo dejo todito —se resistía ella, ya sin valor. Mañana tempranito te daré tu plata
de lo que lo hey partido de su huero. ¿Acaso no te voy a pagar? Déjame, pues.
—No me da mi gana —repuso el cholo, pero en seguida agregó: Bueno, te voy perdonar, pero…
Había considerado la alarma como suficiente para sus fines. Al, pero condicional sucedió un
nuevo giro en la orientación de sus fuerzas. Por algo era que no había dejado por un instante de
aprisionar a la hermosa ladronzuela. Fue entonces que ésta convirtió su miedo en indignación:
—¡Ah! ¿Y tu lisura? Conque, ¿no? ¡No quiero! Voy llamar a mi papá, verás. ¡Pa…!
—Zonza pues no seas, niñacha. Callaté…
Ella tenía un gesto airado que se imponía sobre la penumbra, y había sacado de quién sabe
dónde unas fuerzas endiabladas. Hacían tensión todos sus músculos. Pero el mozo tenía
energías persuasivas y muy pronto la convenció de que había una culpa que purgar. La
Margarita, pues, le pagó a Casicha todos los choclos cogidos y por coger, ante un jurado de
sombras.
Cobrada la deuda, satisfecho el mozo, empezó solícitamente a quebrar más choclos para la
manta de la muchacha. Mientras tanto, parada a un lado, podía verse la silueta de ella
destacando un aire de altivez y de enojo notablemente encendido. El cholillo advertía:
—Otro vez que no te vay’encontrar mi papá porque no te lo escapas del puesto. Ni mi
mamá tampoco porque lo rompería tu cabeza. A la vista cuando yo venga voy estar
silbándome, entonces…
—Si pues, —cortó socarrona la chola— por tus tan lindos choclos voy estar viniendo a
faltarme. ¡Plaga!
—No te molestas niña. Pasau mañana también voy cuidar aquí…
—¡Jajay! ¡Eso cuando…! —rió ella, y cogiendo su atado echó a correr perdiéndose
pronto en la oscuridad.
Casicha es ahora el más empeñado en cuidar la chacra. Va hasta cuando no le toca,
dando así gran alivio a sus padres.
—Pobre mi huarma, — dice el tayta Eulalio —cómo se preocupa por nuestras cosas.
En tanto, el maizal presenta en las noches, como siempre, su perfume de huacatay, el
chillido de sus grillos, el canto bronco de sus búhos. Y, como siempre también, bajo
cielorrasos de piedra —como en diminutos proscenios— dan su canto los sapitos. De día,
la luz lo viste todo con los verdes. El maizal está hermoso. Sólo el viejo Eulalio no se
explica cómo, habiendo buena vigilancia, disminuyen tanto los choclos.
2. ¿Cuál es el tema principal del texto leído?
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3. ¿Cuál es el mensaje del texto leído?
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4. ¿Cuál es tu opinión que puedes dar sobre el texto leído?
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5. Busca palabras desconocidas que enriquezcan tu vocabulario y crea una oración de cada una de ellas.
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Metacognición
¿Qué aprendí hoy?
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¿Encontré alguna dificultad?
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¿De qué manera me sirve para mi aprendizaje?
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EVALUACIÓN:
MI(S) EVIDENCIA(S) DE APRENDIZAJE INSTRUMENTO: CRITERIOS
Guia de observación - Emite un juicio reflexivo del texto leído.
- Hace uso correcto de recursos
gramaticales.
Cuestionario - Hace uso correcto de recursos
estilísticos.