El imperialismo europeo entre 1870 y 1914 se caracterizó por la ocupación de otros continentes en busca de materias primas y mercados para productos manufacturados, impulsado por factores económicos, políticos, demográficos y culturales. La Conferencia de Berlín de 1885-1886 institucionalizó el reparto de África entre potencias europeas, lo que llevó a diversas formas de dominio colonial, como colonias de administración directa, protectorados y concesiones. Las consecuencias del imperialismo fueron devastadoras para las regiones ocupadas, afectando económicas y culturalmente a las poblaciones colonizadas.