El desarrollo cerebral durante la adolescencia implica la proliferación, poda y mielinización de conexiones neuronales, destacando un desbalance entre los sistemas de recompensa y control, que contribuye a un comportamiento más reactivo y arriesgado. Estudios de MRI mostraron que los adolescentes tienden a utilizar más la amígdala para evaluar emociones, lo que resulta en reacciones menos razonadas en comparación con los adultos. La reorganización del cerebro continúa hasta los 20 años, afectando las funciones ejecutivas y la toma de decisiones.