El autor argumenta que la enseñanza de la religión en las escuelas a menudo es contraproducente y puede llevar a la pérdida de fe. Propone que la religión debería enseñarse de una manera objetiva, como parte de la cultura humana, en lugar de intentar convencer a los estudiantes de adoptar una religión en particular. También sugiere enfocar la enseñanza desde una perspectiva literaria e histórica para ayudar a los estudiantes a comprender mejor la influencia de la religión.