El proceso contencioso administrativo en Perú, establecido en 1993, busca controlar las acciones de la administración pública y tutelar los derechos de los administrados. A través de este mecanismo, se permite la impugnación de actos arbitrarios y se exige el agotamiento de la vía administrativa antes de acudir al poder judicial. Este proceso, reformado en diversas ocasiones, se basa en principios de legalidad y tutela efectiva, permitiendo el control jurisdiccional de las actuaciones administrativas.