La lección 10 del discipulado bíblico se centra en la ofrenda, aclarando que Dios no necesita nuestro dinero y que la prioridad es ofrendar primero nuestra propia vida a Él. Destaca la importancia de dar con sinceridad, alegría y en el contexto de la iglesia local, siendo el diezmo más una guía que una obligación. Además, se establece que el verdadero acto de ofrendar va más allá del dinero y implica una entrega completa de nuestras vidas y recursos a Jesucristo.