La discriminación por rasgos físicos implica marginar a individuos por su apariencia, negándoles oportunidades y derechos. Este fenómeno se manifiesta en ámbitos como el empleo y el acceso a lugares de ocio, donde se valoran incorrectamente factores externos en lugar de la dignidad intrínseca de cada persona. La verdadera belleza radica en la humanidad y la igualdad, que a menudo se desafía por prejuicios sociales y económicos.