El documento presenta doce principios de buenas prácticas para mejorar la calidad del aprendizaje universitario, enfatizando la necesidad de profesionalizar la docencia y cambiar el enfoque del monólogo al diálogo en el aula. Se aboga por mejores interacciones entre profesores y alumnos, así como la incorporación de experiencias de aprendizaje activo que fomenten la reflexión y la autorregulación. Finalmente, se destaca la importancia de utilizar la evaluación como una herramienta formativa que ayude a guiar el aprendizaje.