EL ADOLESCENTE Y SUS CAMBIOS.
Los adolescentes quieren ser exitosos hoy y ya; tienen otro punto de vista,
les interesa lo inmediato, son optimistas, creen en el futuro porque piensan que
será generoso. Quieren ser profesionales o tener un negocio y triunfar.
Cada adolescente, cada familia son dos mundos diferentes y en muchas
ocasiones ni los consejos sirven para tener armonía entre estos dos mundos.
Los papás y mamás no somos perfectos y los problemas no llegan por igual a
todas las familias. Los problemas de nosotros los padres son muy diferentes a
los problemas de los adolescentes; mientras que los jóvenes hablan de sus
propios intereses con sus amigos nosotros hablamos de la última discusión que
tuvimos con ellos o con ellas.
La adolescencia no es fácil; todos los adultos hemos pasado por esta etapa,
pero aun así no estamos preparados para enfrentarla. Esta etapa la definimos
como la transición entre la niñez y la adultez.
En la adolescencia los jóvenes buscan encontrar su propia identidad y
autonomía y lo más importante ser aceptados en el grupo social. Ellos y ellas
empiezan a separarse de los padres, ya no les gusta salir en familia; ahora toca
invitarlos con varios días de anticipación para organizar la salida en familia,
pero ellos y ellas saben que ya no son niños pero tampoco son adultos, no
tienen la madurez suficiente para independizarse y sostenerse. Entonces el
adolescente se encuentra en un conflicto interno y esta lucha interna la
demuestra con peleas, con la indisciplina en casa y en la escuela; rebeldía con
los papás porque desean desprenderse del lazo familiar pues consideran que no
los comprenden, que los limitan, se sienten rechazados. La convivencia en casa
se vuelve conflictiva ya que los horarios de salida y de entrada, la escuela , el
computador , el uso del teléfono, el dinero que recibe, la colaboración en casa
crean enfrentamientos en el hogar y nuestra actitud como padres es
desconcertante porque no sabemos cómo actuar, como manejar la situación y
nuestra respuesta es gritar, castigar, reprimir. Está estrategia no funciona
pero sí aumenta el problema generando en nosotros sentimientos de culpa e
inseguridad a la hora de educar, porque es difícil tener el equilibrio entre el
control y la disciplina con él y con ella y darles de forma paulatina cuotas de
confianza y responsabilidad.
Como papás y mamás compartimos preocupaciones y dudas a la hora de educar,
ayudar a nuestros hijos a crecer y madurar. Nuestros niños y niñas son seres
maravillosos, amorosos, juiciosos y llegan a la adolescencia y ya no los
conocemos .De lo amorosos que eran pasan a ser rebeldes, a incumplir las
normas y la disciplina, salen de casa y no sabemos con quién andan, hablan y
hablan por teléfono, pasan horas chateando con personas que no conocemos, no
hacen caso, les molestan los consejos que les damos.
Para educar asertivamente debemos cambiar la idea que tenemos de los
adolescentes. Enfocar nuestra visión desde ellos; colocándonos en su lugar,
entendiendo el momento que están viviendo, lleno de cambios físicos y
emocionales. Están en el momento de empezar a estructurar la personalidad y
definirla. En estos momentos la comprensión y el acompañamiento de los
padres y madres en esencial.
Debemos descubrir lo positivo que hay en ellos. La adolescencia también tiene
cosas buenas y gratificantes, solo hay que encontrarlas; ellas y ellos también
son seres maravillosos llenos de cualidades, sueños, habilidades y destrezas
para desarrollar adecuadamente. No permitamos que el problema se centre en
nosotros como observadores y no en nuestros jóvenes; no podemos pensar que
tantos desvelos y cuidados no hayan servido para nada, no podemos dejar que
ellos piensen que no son importantes para nosotros o que nuestra presencia les
moleste.
Aunque no estemos de acuerdo con su comportamiento nunca debemos romper
la comunicación hay que HABLAR, HABLAR Y HABLAR. Ellos tienen el derecho
a equivocarse. Si perdemos la comunicación con nuestros hijos estaremos
perdiendo la capacidad de educar.
El diálogo es fundamental en esta etapa, para conocer lo que viven, para
orientarlos. No olvidemos que el diálogo significa ante todo escucha activa para
poder colocarnos en el lugar del otro. También es observación para aprender a
“leer” las expresiones no verbales de nuestros hijos, que, a veces, dicen más
que las palabras.
Pero también hay que mantener la autoridad y colocar límites. Educar lo exige.
Hoy lamentablemente estamos viviendo en una sociedad permisiva donde
estamos educando sin límites, por lo que debemos empezar a educar con
valores sociales, personales y educativos. Y la manera más fácil de ayudarlos
es utilizando el ¡NO! sin miedo pero sin abusar de él, aplicándolo de manera
firme con normas familiares, reglas, límites y hábitos; sin ellas no tendremos
buenos resultados.
Cuando hay exceso de libertad, el adolescente busca identificarse con un grupo
ya sea social, político o religioso porque en casa no encuentran identificarse
con su familia o núcleo familiar, ni respuestas a sus inquietudes, a sus dudas, no
los escuchan y esto lo encuentran fuera de casa con sus amigos, conocidos,
grupos.
Entender el “corregir” como reflexión, aprendizaje y formación para la vida.
Corregir es parte de nuestro deber para orientarlos; el problema está en cómo
lo hacemos, a veces gritando y sin escuchar y eso no forma, al contrario
produce una reacción de rebeldía, sin ningún razonamiento ni aprendizaje.
Hoy tenemos miedo de corregir y no nos damos cuenta que a través de la
rebeldía los adolescentes nos están pidiendo “a gritos” autoridad, no
autoritarismo, y patrones de comportamiento. Algunas veces un “castigo” es
necesario y forma: decidirlo en consenso con ellos desarrolla la capacidad de
asumir la responsabilidad de los propios actos.
El premio y el elogio también son importantes en el proceso de formación;
estimulan y ayudan a la autoestima. El error es permitir que alcanzar el
premio se convierta en un elemento manipulador para lograr lo que se quiere. El
premio no significa “canje” sino reconocimiento.
Ayudarles a construir una autoimagen positiva es importante en su crecimiento
personal. A todos nos gusta que nos elogien, a los hijos a las hijas les gusta
que les reconozcan sus capacidades, sus esfuerzo, su comportamiento. Es muy
importante elogiar las cosas buenas que tiene nuestros hijos, pero también
debemos solicitar que se esfuercen más en cambiar los aspectos negativos que
presentan los jóvenes hoy , llamándoles la atención, haciendo que corrijan
determinados comportamientos, que entiendan que ellos son importantes para
nosotros, que queremos lo mejor para ellos y ellas. También esto es parte de la
formación de la autoimagen, porque los llevará a reconocer sus fallas y a crecer
integralmente.
Démosles responsabilidades sobre su vida. Cuando nuestros adolescentes se
responsabilizan de sus actos funcionan mejor porque se demuestran a sí
mismos y nos demuestran a nosotros que son capaces de hacer las cosas bien;
diferente sería si fueran controlados de forma excesiva por sus padres y no
pudieran desarrollar su propia responsabilidad.
Cuando algo no les funcione, como papás debemos rodearlos y replantear con
ellos y ellas la forma de solucionar el problema o dificultad, porque nos
interesa que nuestros hijos e hijas sean autónomos para que asuman las
responsabilidades que les correspondan y que tengan la capacidad de
desenvolverse en la vida que la sociedad hoy exige.
PSIC. EDNA LISSIEB HERRERA REYES.

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El adolescente y sus cambios

  • 1. EL ADOLESCENTE Y SUS CAMBIOS. Los adolescentes quieren ser exitosos hoy y ya; tienen otro punto de vista, les interesa lo inmediato, son optimistas, creen en el futuro porque piensan que será generoso. Quieren ser profesionales o tener un negocio y triunfar. Cada adolescente, cada familia son dos mundos diferentes y en muchas ocasiones ni los consejos sirven para tener armonía entre estos dos mundos. Los papás y mamás no somos perfectos y los problemas no llegan por igual a todas las familias. Los problemas de nosotros los padres son muy diferentes a los problemas de los adolescentes; mientras que los jóvenes hablan de sus propios intereses con sus amigos nosotros hablamos de la última discusión que tuvimos con ellos o con ellas. La adolescencia no es fácil; todos los adultos hemos pasado por esta etapa, pero aun así no estamos preparados para enfrentarla. Esta etapa la definimos como la transición entre la niñez y la adultez. En la adolescencia los jóvenes buscan encontrar su propia identidad y autonomía y lo más importante ser aceptados en el grupo social. Ellos y ellas empiezan a separarse de los padres, ya no les gusta salir en familia; ahora toca invitarlos con varios días de anticipación para organizar la salida en familia, pero ellos y ellas saben que ya no son niños pero tampoco son adultos, no tienen la madurez suficiente para independizarse y sostenerse. Entonces el adolescente se encuentra en un conflicto interno y esta lucha interna la demuestra con peleas, con la indisciplina en casa y en la escuela; rebeldía con los papás porque desean desprenderse del lazo familiar pues consideran que no los comprenden, que los limitan, se sienten rechazados. La convivencia en casa se vuelve conflictiva ya que los horarios de salida y de entrada, la escuela , el
  • 2. computador , el uso del teléfono, el dinero que recibe, la colaboración en casa crean enfrentamientos en el hogar y nuestra actitud como padres es desconcertante porque no sabemos cómo actuar, como manejar la situación y nuestra respuesta es gritar, castigar, reprimir. Está estrategia no funciona pero sí aumenta el problema generando en nosotros sentimientos de culpa e inseguridad a la hora de educar, porque es difícil tener el equilibrio entre el control y la disciplina con él y con ella y darles de forma paulatina cuotas de confianza y responsabilidad. Como papás y mamás compartimos preocupaciones y dudas a la hora de educar, ayudar a nuestros hijos a crecer y madurar. Nuestros niños y niñas son seres maravillosos, amorosos, juiciosos y llegan a la adolescencia y ya no los conocemos .De lo amorosos que eran pasan a ser rebeldes, a incumplir las normas y la disciplina, salen de casa y no sabemos con quién andan, hablan y hablan por teléfono, pasan horas chateando con personas que no conocemos, no hacen caso, les molestan los consejos que les damos. Para educar asertivamente debemos cambiar la idea que tenemos de los adolescentes. Enfocar nuestra visión desde ellos; colocándonos en su lugar, entendiendo el momento que están viviendo, lleno de cambios físicos y emocionales. Están en el momento de empezar a estructurar la personalidad y definirla. En estos momentos la comprensión y el acompañamiento de los padres y madres en esencial. Debemos descubrir lo positivo que hay en ellos. La adolescencia también tiene cosas buenas y gratificantes, solo hay que encontrarlas; ellas y ellos también son seres maravillosos llenos de cualidades, sueños, habilidades y destrezas para desarrollar adecuadamente. No permitamos que el problema se centre en nosotros como observadores y no en nuestros jóvenes; no podemos pensar que tantos desvelos y cuidados no hayan servido para nada, no podemos dejar que ellos piensen que no son importantes para nosotros o que nuestra presencia les moleste. Aunque no estemos de acuerdo con su comportamiento nunca debemos romper la comunicación hay que HABLAR, HABLAR Y HABLAR. Ellos tienen el derecho a equivocarse. Si perdemos la comunicación con nuestros hijos estaremos perdiendo la capacidad de educar. El diálogo es fundamental en esta etapa, para conocer lo que viven, para orientarlos. No olvidemos que el diálogo significa ante todo escucha activa para
  • 3. poder colocarnos en el lugar del otro. También es observación para aprender a “leer” las expresiones no verbales de nuestros hijos, que, a veces, dicen más que las palabras. Pero también hay que mantener la autoridad y colocar límites. Educar lo exige. Hoy lamentablemente estamos viviendo en una sociedad permisiva donde estamos educando sin límites, por lo que debemos empezar a educar con valores sociales, personales y educativos. Y la manera más fácil de ayudarlos es utilizando el ¡NO! sin miedo pero sin abusar de él, aplicándolo de manera firme con normas familiares, reglas, límites y hábitos; sin ellas no tendremos buenos resultados. Cuando hay exceso de libertad, el adolescente busca identificarse con un grupo ya sea social, político o religioso porque en casa no encuentran identificarse con su familia o núcleo familiar, ni respuestas a sus inquietudes, a sus dudas, no los escuchan y esto lo encuentran fuera de casa con sus amigos, conocidos, grupos. Entender el “corregir” como reflexión, aprendizaje y formación para la vida. Corregir es parte de nuestro deber para orientarlos; el problema está en cómo lo hacemos, a veces gritando y sin escuchar y eso no forma, al contrario produce una reacción de rebeldía, sin ningún razonamiento ni aprendizaje. Hoy tenemos miedo de corregir y no nos damos cuenta que a través de la rebeldía los adolescentes nos están pidiendo “a gritos” autoridad, no autoritarismo, y patrones de comportamiento. Algunas veces un “castigo” es necesario y forma: decidirlo en consenso con ellos desarrolla la capacidad de asumir la responsabilidad de los propios actos. El premio y el elogio también son importantes en el proceso de formación; estimulan y ayudan a la autoestima. El error es permitir que alcanzar el premio se convierta en un elemento manipulador para lograr lo que se quiere. El premio no significa “canje” sino reconocimiento. Ayudarles a construir una autoimagen positiva es importante en su crecimiento personal. A todos nos gusta que nos elogien, a los hijos a las hijas les gusta que les reconozcan sus capacidades, sus esfuerzo, su comportamiento. Es muy importante elogiar las cosas buenas que tiene nuestros hijos, pero también debemos solicitar que se esfuercen más en cambiar los aspectos negativos que
  • 4. presentan los jóvenes hoy , llamándoles la atención, haciendo que corrijan determinados comportamientos, que entiendan que ellos son importantes para nosotros, que queremos lo mejor para ellos y ellas. También esto es parte de la formación de la autoimagen, porque los llevará a reconocer sus fallas y a crecer integralmente. Démosles responsabilidades sobre su vida. Cuando nuestros adolescentes se responsabilizan de sus actos funcionan mejor porque se demuestran a sí mismos y nos demuestran a nosotros que son capaces de hacer las cosas bien; diferente sería si fueran controlados de forma excesiva por sus padres y no pudieran desarrollar su propia responsabilidad. Cuando algo no les funcione, como papás debemos rodearlos y replantear con ellos y ellas la forma de solucionar el problema o dificultad, porque nos interesa que nuestros hijos e hijas sean autónomos para que asuman las responsabilidades que les correspondan y que tengan la capacidad de desenvolverse en la vida que la sociedad hoy exige. PSIC. EDNA LISSIEB HERRERA REYES.