El Imperio Romano abarcó tres continentes desde el siglo I a.C. hasta el siglo V d.C., incluyendo Europa occidental, el norte de África y el oeste de Asia. El imperio se expandió bajo el liderazgo de emperadores como Augusto, quienes consolidaron el poder absoluto en una sola persona. La religión romana politeísta adoptó nuevas deidades de territorios conquistados y se centró en rituales para obtener beneficios de los dioses.