El patito feo nació diferente a los demás patos y fue rechazado por su apariencia. Tras ser abandonado por su madre y burlado por los demás animales, pasó por varias dificultades hasta que finalmente se convirtió en un hermoso cisne.
1. EL PATITO FEO
Todos esperaban en la granja el gran acontecimiento. El nacimiento de los
polluelos de mamá pata. Llevaba días empollándolos y podían llegar en cualquier
momento.
El día más caluroso del verano mamá pata escuchó de repente…¡cuac, cuac! y vio
al levantarse cómo uno por uno empezaban a romper el cascarón. Bueno, todos
menos uno.
- ¡Eso es un huevo de pavo!, le dijo una pata vieja a mamá pata.
- No importa, le daré un poco más de calor para que salga.
Pero cuando por fin salió resultó que ser un pato totalmente diferente al resto. Era grande y feo, y no
parecía un pavo. El resto de animales del corral no tardaron en fijarse en su aspecto y comenzaron a
reírse de él.
- ¡Feo, feo, eres muy feo!, le cantaban
Su madre lo defendía pero pasado el tiempo ya no supo qué decir. Los patos le daban picotazos, los pavos
le perseguían y las gallinas se burlaban de él. Al final su propia madre acabó convencida de que era un
pato feo y tonto.
- ¡Vete, no quiero que estés aquí!
El pobre patito se sintió muy triste al oír esas palabras y escapó corriendo de allí ante el rechazo de todos.
Acabó en una ciénaga donde conoció a dos gansos silvestres que a pesar de su fealdad, quisieron ser sus
amigos, pero un día aparecieron allí unos cazadores y acabaron repentinamente con ellos. De hecho, a
punto estuvo el patito de correr la misma suerte de no ser porque los perros lo vieron y decidieron no
morderle.
- ¡Soy tan feo que ni siquiera los perros me muerden!- pensó el pobre patito.
Continuó su viaje y acabó en la casa de una mujer anciana que vivía con un gato y una gallina. Pero como
no fue capaz de poner huevos también tuvo que abandonar aquel lugar. El pobre sentía que no valía para
nada.
Un atardecer de otoño estaba mirando al cielo cuando contempló una bandada de pájaros grandes que le
dejó con la boca abierta. Él no lo sabía, pero no eran pájaros, sino cisnes.
- ¡Qué grandes son! ¡Y qué blancos! Sus plumas parecen nieve .
Deseó con todas sus fuerzas ser uno de ellos, pero abrió los ojos y se dio cuenta de que seguía siendo un
animalucho feo.
Tras el otoño, llegó el frío invierno y el patito pasó muchas calamidades. Un día de mucho frío se metió en
el estanque y se quedó helado. Gracias a que pasó por allí un campesino, rompió el frío hielo y se lo llevó
a su casa el patito siguió vivo. Estando allí vio que se le acercaban unos niños y creyó que iban a hacerle
daño por ser un pato tan feo, así que se asustó y causó un revuelo terrible hasta que logró escaparse de
allí.
El resto del invierno fue duro para el pobre patito. Sólo, muerto de frío y a menudo muerto de hambre
también. Pero a pesar de todo logró sobrevivir y por fin llegó la primavera.
Una tarde en la que el sol empezaba a calentar decidió acudir al parque para contemplar las flores, que
comenzaban a llenarlo todo. Allí vio en el estanque dos de aquellos pájaros grandes y blancos y
majestuosos que había visto una vez hace tiempo. Volvió a quedarse hechizado mirándolos, pero esta vez
tuvo el valor de acercarse a ellos.
Voló hasta donde estaban y entonces, algo llamó su atención en su reflejo. ¿Dónde estaba la imagen del
pato grande y feo que era? ¡En su lugar había un cisne! Entonces eso quería decir que… ¡se había
convertido en cisne! O mejor dicho, siempre lo había sido.
Desde aquel día el patito tuvo toda la felicidad que hasta entonces la vida le había negado y aunque
escuchó muchos elogios alabando su belleza, él nunca acabó de acostumbrarse.