El urbanismo romano se caracterizaba por la repetición de ciertos elementos arquitectónicos y de trazado urbano en todas las ciudades del Imperio. Seguían un modelo ideal de ciudad con calles en forma de cuadrícula y manzanas. Los edificios públicos como foros, templos, mercados y teatros eran similares. Las casas se clasificaban en domus, insulae y villae según la posición social, y cada tipo tenía su propia estructura interna.