Dos hombres enfermos compartían una habitación de hospital. Uno podía sentarse junto a la única ventana para aliviar sus pulmones, y describía paisajes al otro para entretenerlo, aunque era ciego. Cuando el primer hombre falleció, el segundo pidió cambiarse a su cama, sólo para descubrir que la ventana daba a una pared en blanco. La enfermera reveló que el hombre ciego inventaba las descripciones para alegrar a su compañero.