Este documento es la homilía de una misa celebrada para el VIII Centenario de la Consagración de la Catedral. En él, se resume la importancia de la catedral como símbolo de la vida religiosa y lugar de encuentro con Dios, y se exhorta a los fieles a convertirse en "templos vivos" de Dios al igual que la catedral es un templo material. También se habla de la necesidad de elevarse espiritualmente para poder ver la presencia salvadora de Cristo entre nosotros.