Entre 1750 y 1900, la arquitectura europea evolucionó notablemente, reflejando cambios sociales y tecnológicos desde el neoclasicismo hasta el modernismo. Se desarrollaron estilos como el historicismo, neogótico y art nouveau, con influencias del pasado que buscaban revivir formas y detalles arquitectónicos antiguos mientras se incorporaban nuevos materiales. Este periodo sentó las bases para la arquitectura moderna, explorando conceptos utópicos y estilos exóticos influenciados por culturas diversas.