El neoclasicismo, que emergió a finales del siglo XVIII, representa una reacción racional contra el barroco y los excesos del 'antiguo régimen', promoviendo valores cívicos y la educación del pueblo a través del arte. Este movimiento, impulsado por la Revolución Francesa y la obra de autores como Winckelmann, se caracteriza por la emulación de formas clásicas grecorromanas y la búsqueda de la simetría y la monumentalidad en la arquitectura. En España, arquitectos como Juan de Villanueva integraron estas tendencias al tiempo que se fundaron academias para guiar la creación artística hacia formas más puras y racionales.