La baja Edad Media, entre los siglos XI y XV, estuvo marcada por la consolidación de la burguesía, un crecimiento demográfico gracias a avances agrícolas, y el renacer de las ciudades y el comercio. A pesar del fuerte control de la iglesia y las tensiones con la nobleza, se inició el fortalecimiento de las monarquías, que centralizaron el poder político y militar. Además, surgieron universidades y un notable desarrollo artístico y cultural que reflejaron la complejidad social de la época.
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