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La derecha también sale a la calle
Marisa Duarte
Desde el inicio de la posconvertibilidad se produjeron varios episodios en los que la
derecha1
(en cualquiera de sus gradaciones) ha ocupado la calle. A modo de ejemplo,
recordemos las manifestaciones organizadas por Juan Carlos Blumberg en 2004 tras el
asesinato de su hijo, las protestas impulsadas por las corporaciones agropecuarias, los
"cacerolazos" y la más reciente marcha del silencio a un mes de la muerte del fiscal
Alberto Nisman. Cada uno de los episodios siguió una deriva propia.
En cada una de esas manifestaciones había un núcleo duro de convocantes más o menos
explícitos, un segundo anillo de simpatizantes (no siempre bien informados) que asiste a
los actos y un tercer anillo que no fue a las manifestaciones pero que da muestras de
apoyo ideológico a la protesta y refuerza su carácter opositor a través de su respaldo.
Enfrente: el bloque social conformado por los que apoyan con entusiasmo al gobierno y
sus políticas de distribución del ingreso, los que simpatizan más tranquilamente y
aquellos que aún siendo críticos por la falta de profundidad de los cambios no se dejan
engañar en cuanto a las grandes confrontaciones.
¿Qué es este fenómeno?
Una primera observación debería reconocer que no es novedoso. A modo de muestra,
baste recordar que el golpe de 1955 convocó a muchos manifestantes que salieron a las
calles impulsados por el antiperonismo; para partirse en dos entre las clases altas
satisfechas de haber conseguido derrocar al gobierno popular y las clases ilustradas que
huyeron en medio del espanto que los había unido a tan miserables sujetos. Más acá en
el tiempo, esporádicamente la socialdemocracia europea trastabilla hacia su diestra
donde la espera el conservadorismo e incluso el neofascismo, y en Estados Unidos el
Tea Party hace lo propio.
Las marchas locales de la centroderecha reflejan, en principio, la necesidad de expresión
pública de un malestar; cuya existencia en un sistema democrático es perfectamente
entendible y asimilable. La manifestación actúa en el sistema político como factor de
corrección electoral así como ejercicio de un derecho en toda regla. Asimismo, expresa
1
La denominación no es peyorativa sino que pretende describir grosso modo el cariz ideológico de estas
demostraciones.
2
que las normas de consenso –y de conflicto- practicadas hasta el momento se
rompieron, que se ensaya una nueva forma de intervención en la escena pública y que
este sector no recurre (o no ha podido recurrir) a las típicas operaciones violentas o
coercitivas a las que recurrió en el pasado (desde la inducción de revueltas sociales,
saqueos, desabastecimiento sostenido de productos básicos, espirales inflacionarias con
fines desestabilizadores a abiertos intentos de golpes de estado -blandos o duros-). Si
bien hay intentos por el estilo, no consiguen el efecto de arrastre que los convierte en la
punta de lanza del cambio social. Para alcanzar el éxito, cualquiera de estas opciones
exige tener el mando del capitalismo doméstico; cosa que la Convertibilidad se encargó
de entregar poco a poco a las casas matrices. Habrá que buscar entonces otras
herramientas, en eso están.
¿Cómo se explica la aparición en la escena pública de manifestaciones de protesta que
copian el repertorio que tradicionalmente en nuestro país estuvo asociado a los sectores
populares, al peronismo y a la izquierda? Varios factores dan forma al fenómeno:
En primer lugar, una situación macroeconómica más comprometida con respecto a los
años previos, dada por un contexto internacional poco favorable (asociado a la baja de
los precios internacionales de los productos primarios -como los cereales y los
hidrocarburos-, sumado a restricciones financieras ligadas a litigios en la
reestructuración de la deuda, y una mayor presión de Estados Unidos sobre los
regímenes democráticos latinoamericanos no alineados a sus intereses).
En segundo lugar, un contexto nacional favorable a la protesta de estos sectores dado
por la persistencia de un gobierno popular que –en un año electoral- tiene chances de
continuar gobernando, al que se le cuestiona mucho más por sus aciertos que por sus
errores o limitaciones. En efecto, hay razones de oportunidad y de competencia política
en el accionar.
En tercer lugar, la falta de partidos políticos capaces de canalizar la disconformidad por
derecha en plataformas electorales con aspiraciones gubernamentales hace que se
exprese en términos de acción colectiva aquello que no consigue construir líderes
legítimos que intervengan en el juego electoral. En este sentido, las manifestaciones
podrían llegar a ser el germen de una vocación hegemónica dentro de la derecha
argentina y, por lo tanto a conseguir el tan lejano objetivo de conformar un partido de
derecha sin complejos ni atajos.
Los sectores que se ven representados en este espacio han tolerado a regañadientes los
sucesivos triunfos de gobiernos que no los representan pero no están dispuestos a
3
continuar mirando desde afuera la política pública. En consecuencia, se ha reavivado la
confrontación dicotómica entre las dos grandes clases sociales (burguesía/clase obrera);
claro que atravesada por infinidad de otros clivajes propios de la estructura sociopolítica
actual argentina (populismo / neoliberalismo; peronismo / antiperonismo; kirchnerismo
/ antikirchenrismo, entre otras).
La fortaleza del ideario peronista, movimientista, ligado a los sectores populares es tan
fuerte que dificulta la posibilidad de transparentar una plataforma abiertamente liberal
conservadora (algo así como “si hubiera dicho lo que iba a hacer nadie me votaba”, ya
sabemos quién lo dijo). Por el contrario se da el caso de actores políticos propios de la
derecha que se acercan parasitariamente al peronismo para sacar provecho electoral.
No obstante, parece despuntar al fin la versión local de la derecha neoconservadora de
raíz thatcheriana cuya vocación de liderazgo se había hundido junto con la dictadura
pero que permaneció latente, se rearmó durante el menemismo y volvió a caer en la
posconvertibilidad. Persiste el desconsuelo de que en treinta años ningún gobierno se les
pareció lo suficiente y en buena parte de ese período debieron soportar a regañadientes
el parlamentarismo, no pudiendo construir desde sus entrañas el suficiente impulso
democrático para instaurar gobiernos a su medida. Siempre ha sido más fácil recurrir al
golpismo que al trabajo político que exige el funcionamiento de la poliarquía. Es más,
muchas de las figuras que representan a la derecha se construyeron sobre el desprecio a
la política (cosa que explica las dificultades para construir estructuras políticas,
ideológicas y/o partidarias sólidas).
Las manifestaciones no constituyen en sentido estricto un movimiento social
espontáneo, originado en un reclamo o conjunto de reclamos asociados a un interés
común. En primer lugar, porque existe un conjunto de personalidades, redes sociales y
plataformas que contribuyen a diseñar, convocar y organizar las manifestaciones. En
segundo lugar, que al interior confluye una gran diversidad de entidades (medios de
comunicación, intelectuales, periodistas, representantes de la justicia, intelectuales) que
forma una alianza de hecho que intenta horadar la figura presidencial y, en
consecuencia, el gobierno. Esta constatación frente a un gobierno que mantiene la
iniciativa política no tiene un horizonte previsible porque sigue los impulsos de la
agenda que marca el bloque en el poder. Por último, basta preguntar a los manifestantes
para ver que muchos de ellos no tienen muy claro por qué asisten; lo que denota la poca
consistencia de los intereses que defienden.
4
De la continuidad del proceso se verá si se consigue recrear la vieja tradición
conservadora liberal o si se restringe al accionar a un núcleo duro que sigue golpeando
en los márgenes del sistema democrático. No deberíamos apurar el optimismo.
Mientras tanto, la falta de líderes claros y la pereza por formarlos en el largo plazo lleva
a una búsqueda a ciegas de figuras que ocasionalmente asuman el desafío de representar
una policromía de intereses de difícil condensación.
¿Qué hay en el centro de la escena política?
La derecha debe confrontar con una alianza que une a los sectores populares
ampliamente beneficiados por las políticas sociales, parte de los sectores medios,
intelectuales, artistas, profesionales, pequeños empresarios y emprendedores que
respaldan abiertamente o, por lo menos, no atentan contra un gobierno al que sin
necedad pueden reconocer como legítimo y razonable. También una parte de los
grandes industriales que recibió no pocas transferencias de recursos en estos años
retribuyen con –al menos- el respeto.
Para estos sectores, el contexto internacional desfavorable obliga a respaldar aún más la
política interna. Los problemas domésticos obligan a debatir ideas, aproximar
soluciones, formular críticas, buscar salidas antes que al discurseo opositor. Los
problemas electorales se resuelven dentro de un marco de pertenencia innegociable,
para el que sobran expresiones partidarias dentro del mismo campo. El núcleo
ideológico que sustenta el accionar de estos sectores está claramente definido en torno
de la inclusión social y la distribución de la riqueza, la hecha y la que falta. En ese
sentido, cualquier asistente a las manifestaciones puede enunciar sin libreto previo por
qué va; indicio de que los años de militancia sedimentan en el cemento ideológico
sólido.
Para que nadie se llame a engaño: la sociedad estuvo, está y estará estructuralmente
dividida: elija en qué campo quiere jugar y apréndase las reglas democráticas del juego.

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La derecha también sale a la calle

  • 1. 1 La derecha también sale a la calle Marisa Duarte Desde el inicio de la posconvertibilidad se produjeron varios episodios en los que la derecha1 (en cualquiera de sus gradaciones) ha ocupado la calle. A modo de ejemplo, recordemos las manifestaciones organizadas por Juan Carlos Blumberg en 2004 tras el asesinato de su hijo, las protestas impulsadas por las corporaciones agropecuarias, los "cacerolazos" y la más reciente marcha del silencio a un mes de la muerte del fiscal Alberto Nisman. Cada uno de los episodios siguió una deriva propia. En cada una de esas manifestaciones había un núcleo duro de convocantes más o menos explícitos, un segundo anillo de simpatizantes (no siempre bien informados) que asiste a los actos y un tercer anillo que no fue a las manifestaciones pero que da muestras de apoyo ideológico a la protesta y refuerza su carácter opositor a través de su respaldo. Enfrente: el bloque social conformado por los que apoyan con entusiasmo al gobierno y sus políticas de distribución del ingreso, los que simpatizan más tranquilamente y aquellos que aún siendo críticos por la falta de profundidad de los cambios no se dejan engañar en cuanto a las grandes confrontaciones. ¿Qué es este fenómeno? Una primera observación debería reconocer que no es novedoso. A modo de muestra, baste recordar que el golpe de 1955 convocó a muchos manifestantes que salieron a las calles impulsados por el antiperonismo; para partirse en dos entre las clases altas satisfechas de haber conseguido derrocar al gobierno popular y las clases ilustradas que huyeron en medio del espanto que los había unido a tan miserables sujetos. Más acá en el tiempo, esporádicamente la socialdemocracia europea trastabilla hacia su diestra donde la espera el conservadorismo e incluso el neofascismo, y en Estados Unidos el Tea Party hace lo propio. Las marchas locales de la centroderecha reflejan, en principio, la necesidad de expresión pública de un malestar; cuya existencia en un sistema democrático es perfectamente entendible y asimilable. La manifestación actúa en el sistema político como factor de corrección electoral así como ejercicio de un derecho en toda regla. Asimismo, expresa 1 La denominación no es peyorativa sino que pretende describir grosso modo el cariz ideológico de estas demostraciones.
  • 2. 2 que las normas de consenso –y de conflicto- practicadas hasta el momento se rompieron, que se ensaya una nueva forma de intervención en la escena pública y que este sector no recurre (o no ha podido recurrir) a las típicas operaciones violentas o coercitivas a las que recurrió en el pasado (desde la inducción de revueltas sociales, saqueos, desabastecimiento sostenido de productos básicos, espirales inflacionarias con fines desestabilizadores a abiertos intentos de golpes de estado -blandos o duros-). Si bien hay intentos por el estilo, no consiguen el efecto de arrastre que los convierte en la punta de lanza del cambio social. Para alcanzar el éxito, cualquiera de estas opciones exige tener el mando del capitalismo doméstico; cosa que la Convertibilidad se encargó de entregar poco a poco a las casas matrices. Habrá que buscar entonces otras herramientas, en eso están. ¿Cómo se explica la aparición en la escena pública de manifestaciones de protesta que copian el repertorio que tradicionalmente en nuestro país estuvo asociado a los sectores populares, al peronismo y a la izquierda? Varios factores dan forma al fenómeno: En primer lugar, una situación macroeconómica más comprometida con respecto a los años previos, dada por un contexto internacional poco favorable (asociado a la baja de los precios internacionales de los productos primarios -como los cereales y los hidrocarburos-, sumado a restricciones financieras ligadas a litigios en la reestructuración de la deuda, y una mayor presión de Estados Unidos sobre los regímenes democráticos latinoamericanos no alineados a sus intereses). En segundo lugar, un contexto nacional favorable a la protesta de estos sectores dado por la persistencia de un gobierno popular que –en un año electoral- tiene chances de continuar gobernando, al que se le cuestiona mucho más por sus aciertos que por sus errores o limitaciones. En efecto, hay razones de oportunidad y de competencia política en el accionar. En tercer lugar, la falta de partidos políticos capaces de canalizar la disconformidad por derecha en plataformas electorales con aspiraciones gubernamentales hace que se exprese en términos de acción colectiva aquello que no consigue construir líderes legítimos que intervengan en el juego electoral. En este sentido, las manifestaciones podrían llegar a ser el germen de una vocación hegemónica dentro de la derecha argentina y, por lo tanto a conseguir el tan lejano objetivo de conformar un partido de derecha sin complejos ni atajos. Los sectores que se ven representados en este espacio han tolerado a regañadientes los sucesivos triunfos de gobiernos que no los representan pero no están dispuestos a
  • 3. 3 continuar mirando desde afuera la política pública. En consecuencia, se ha reavivado la confrontación dicotómica entre las dos grandes clases sociales (burguesía/clase obrera); claro que atravesada por infinidad de otros clivajes propios de la estructura sociopolítica actual argentina (populismo / neoliberalismo; peronismo / antiperonismo; kirchnerismo / antikirchenrismo, entre otras). La fortaleza del ideario peronista, movimientista, ligado a los sectores populares es tan fuerte que dificulta la posibilidad de transparentar una plataforma abiertamente liberal conservadora (algo así como “si hubiera dicho lo que iba a hacer nadie me votaba”, ya sabemos quién lo dijo). Por el contrario se da el caso de actores políticos propios de la derecha que se acercan parasitariamente al peronismo para sacar provecho electoral. No obstante, parece despuntar al fin la versión local de la derecha neoconservadora de raíz thatcheriana cuya vocación de liderazgo se había hundido junto con la dictadura pero que permaneció latente, se rearmó durante el menemismo y volvió a caer en la posconvertibilidad. Persiste el desconsuelo de que en treinta años ningún gobierno se les pareció lo suficiente y en buena parte de ese período debieron soportar a regañadientes el parlamentarismo, no pudiendo construir desde sus entrañas el suficiente impulso democrático para instaurar gobiernos a su medida. Siempre ha sido más fácil recurrir al golpismo que al trabajo político que exige el funcionamiento de la poliarquía. Es más, muchas de las figuras que representan a la derecha se construyeron sobre el desprecio a la política (cosa que explica las dificultades para construir estructuras políticas, ideológicas y/o partidarias sólidas). Las manifestaciones no constituyen en sentido estricto un movimiento social espontáneo, originado en un reclamo o conjunto de reclamos asociados a un interés común. En primer lugar, porque existe un conjunto de personalidades, redes sociales y plataformas que contribuyen a diseñar, convocar y organizar las manifestaciones. En segundo lugar, que al interior confluye una gran diversidad de entidades (medios de comunicación, intelectuales, periodistas, representantes de la justicia, intelectuales) que forma una alianza de hecho que intenta horadar la figura presidencial y, en consecuencia, el gobierno. Esta constatación frente a un gobierno que mantiene la iniciativa política no tiene un horizonte previsible porque sigue los impulsos de la agenda que marca el bloque en el poder. Por último, basta preguntar a los manifestantes para ver que muchos de ellos no tienen muy claro por qué asisten; lo que denota la poca consistencia de los intereses que defienden.
  • 4. 4 De la continuidad del proceso se verá si se consigue recrear la vieja tradición conservadora liberal o si se restringe al accionar a un núcleo duro que sigue golpeando en los márgenes del sistema democrático. No deberíamos apurar el optimismo. Mientras tanto, la falta de líderes claros y la pereza por formarlos en el largo plazo lleva a una búsqueda a ciegas de figuras que ocasionalmente asuman el desafío de representar una policromía de intereses de difícil condensación. ¿Qué hay en el centro de la escena política? La derecha debe confrontar con una alianza que une a los sectores populares ampliamente beneficiados por las políticas sociales, parte de los sectores medios, intelectuales, artistas, profesionales, pequeños empresarios y emprendedores que respaldan abiertamente o, por lo menos, no atentan contra un gobierno al que sin necedad pueden reconocer como legítimo y razonable. También una parte de los grandes industriales que recibió no pocas transferencias de recursos en estos años retribuyen con –al menos- el respeto. Para estos sectores, el contexto internacional desfavorable obliga a respaldar aún más la política interna. Los problemas domésticos obligan a debatir ideas, aproximar soluciones, formular críticas, buscar salidas antes que al discurseo opositor. Los problemas electorales se resuelven dentro de un marco de pertenencia innegociable, para el que sobran expresiones partidarias dentro del mismo campo. El núcleo ideológico que sustenta el accionar de estos sectores está claramente definido en torno de la inclusión social y la distribución de la riqueza, la hecha y la que falta. En ese sentido, cualquier asistente a las manifestaciones puede enunciar sin libreto previo por qué va; indicio de que los años de militancia sedimentan en el cemento ideológico sólido. Para que nadie se llame a engaño: la sociedad estuvo, está y estará estructuralmente dividida: elija en qué campo quiere jugar y apréndase las reglas democráticas del juego.