El documento aborda la gravedad de la ira de Dios según Hebreos 10:31, enfatizando que Dios, aunque es amoroso, también es juez y la realidad del infierno. Se detalla la retribución de la ira divina y los receptores de esta ira, incluyendo a los moralmente correctos y religiosos que no creen en Cristo. Finalmente, se plantea a Jesucristo como el único mediador capaz de salvar del juicio eterno.