Un alumno desafiante insultó a su profesor al final de clase, diciendo que estaba feliz de no tener que escuchar sus tonterías ni ver su cara aburrida. En lugar de enojarse, el profesor respondió de manera calmada que no aceptaría la emoción negativa que el alumno trataba de darle. Explicó que cada persona puede elegir ser feliz o amargarse, y que él prefería mantener la paz en su corazón.