La santidad cristiana está intrínsecamente ligada a la cruz y la renuncia, siendo la unión con Cristo un camino que implica combate espiritual. El cristianismo auténtico no puede separarse de la experiencia del sufrimiento y la fidelidad a Dios, rechazando las doctrinas que buscan evitar la cruz. La perseverancia en la fe y la lucha contra las debilidades son fundamentales para la santificación del creyente.