El modelo agroexportador en Argentina, surgido en el siglo XIX, se basó en la producción y exportación de materias primas agrícolas a países centrales, generando un crecimiento económico que benefició a una élite mientras mantenía a la mayoría en condiciones de pobreza. Esta dinámica fue sostenida por inversiones extranjeras, pero se vio interrumpida por la crisis de 1930, lo que llevó al país a buscar un modelo de consumo interno. A pesar de su éxito inicial, el modelo fue criticado por su falta de desarrollo industrial y la explotación de la clase trabajadora.